conexión y detenemos el flujo de la energía libre y verdadera en las 4 direcciones de nuestras relaciones- con la naturaleza, con las demás personas, con el ser y con la Fuente (en cualquiera de las formas en que la queramos concebir). La existencia de cualquier tensión, conflicto o desarmonía significa que, la conexión o bien está dañada o rota. Es necesario hacer reparaciones, así como el técnico reconecta un cable roto de manera que la electricidad fluya nuevamente, de igual forma, nosotros también tenemos algunos cables que reconectar, ¿pero con qué nivel de relaciones comenzamos? Parece obvio que comencemos con el ser, por cuanto todo fluye desde allí.
“¿Cómo te llevas con tal o cual?”, es la pregunta común
cuando nos interesamos por las relaciones de unos con otros. Rara vez es una cuestión que nos planteamos a sí mismos: ¿cómo me llevo yo, cómo me encuentro con mí ser? Aunque no suene nada bien, hay momentos en los que pensamos para nuestro interior: estoy siendo duro conmigo…me lo estoy poniendo difícil? Pero pareciera que ¡no estamos totalmente seguros de ello! ¿Cómo puede el ser tener una relación con el ser?
Una “ relación” implica que dos entidades se conectan e
interactúan. La señal que la relación con nuestro ser funciona bien, es la existencia de armonía interior, un sentido de plenitud, de estar completo o de unidad con el ser. Obviamente sólo hay “un ser” pero es con la pérdida de éste sentido de unidad o de plenitud, que la reemplazamos por un sentido de duplicidad- de dos-, que luego se expanderá, aún más, el sentimiento que hay muchas caras en el ser. El intento de dividir al ser comienza y sigue inadvertido durante la primera edad de nuestro proceso de convertirnos en entes sociales. Es en este momento donde se nos enseña a crear una imagen y a tener una identidad con esa imagen. Frecuentemente esto se basa en nuestra forma física (es un chico guapo, ¡no es ella una preciosidad?) y no pasa mucho tiempo sin que muchos de nosotros aspiraremos a tener esa “forma perfecta” o al menos la de ser “guapos”. Entonces, creamos una imagen de lo que podríamos/deberíamos parecer y empezamos a poner resistencia a la imagen que nuestro cuerpo manifiesta en realidad, y no nos damos cuenta que, ¡ninguna de las dos es el ser! En el camino aprendemos a identificarnos con un gran número de objetos, lugares, posiciones, familia, otras personas, ideas, creencias etc. Cuando el ser se identifica con cualquier otra cosa y no con el ser, sin saberlo se está dividiendo. Y son estas aparentes divisiones dentro del ser las que constituyen la base y el corazón de muchos de los conflictos internos: descontento, desarmonía, insuficiencia, confusiones y tensiones, estrés. Pero son divisiones falsas y por tanto ilusiones, engaños. Sólo podemos ser, y el ser sólo puede ser completo.
Una vez más, esto no es fácil de ver, nadie nos enseña o
nos estimula a estar atentos al ser. Unos pocos son capaces de enseñarnos cómo darnos cuenta de la forma en que creamos muchos “yo-es” basados en imágenes que creamos en nuestra propia mente. Es como si cada uno de estos “yo-es” tuviese su propia historia, grabada ordenadamente y archivada en nuestra conciencia. Existe la historia de nuestra infancia, (yo, el niño), la de nuestro trabajo (yo, el profesional o en mis cargos de responsabilidad), nuestra historia familiar (yo como miembro de la familia), nuestra historia de creencias (yo como nuestro sistema de creencias o una creencia tan pronto iniciemos alguna discusión o queramos ¡argumentar algo!). Dentro de cada una de estas relaciones creamos “yo-es” con pequeños matices y diferencias dentro de la historia de esa relación. Así fragmentamos nuestra identidad, nuestro sentido de ser. Y mientras recorremos muchas historias nos identificamos con los personajes que nosotros mismos creamos dentro de estas historias. Cada personaje puede variar ligeramente o a veces ser totalmente diferente para los demás. Mientras esto parece ser natural y normal, ya que es lo que todos hacen y pareciera ser que también viven, su resultado es un sentimiento de desintegración, de fragmentación interior. Puede cansar con el tiempo. Para otros puede traer confusión, ya que muchos no se dan cuenta de lo sutil que puede ser un hábito o un proceso interior. Para otros puede manifestarse como una declarada crisis de identidad. Y para muchos puede conducir a ese momento donde la pregunta: "¿quién soy yo…exactamente?”, se oye tan fuerte en su cabeza que deben detenerse y tomarlo seriamente. Es entonces que comienzan a buscar respuestas con tesón.
Sin embargo parece que, la gran mayoría de nosotros
luchará a través de la vida “haciéndole frente”, pero no siendo completamente consciente de esta fragmentación o identidad equivocada que será la raíz de cualquier infelicidad personal ( a menudo hemos aprendido a “disfrazarnos” llevando una “cara de valiente”) y de muchas de las carencias en mis habilidades para relacionarme abierta, completa, cálida, honesta y armónicamente con los demás.
En verdad, la reparación de nuestras relaciones con el ser,
no tiene mucho que ver con la reconexión de relaciones rotas, sino más bien con la disolución de los muchos “yo- es” que creamos alrededor de la idea del ser. Sólo entonces la energía que libremente irradiamos del ser fluirá a todas las demás relaciones, sin bloqueos ni distorsiones. Cuando esta reparación está hecha, cuando los yo-es falsos se traslucen y se disuelven, el resultado es el sentimiento de plenitud. Hay una sensación de estar completo. Se restaura nuestra integridad y nuestra capacidad de integración. Sentimos que somos uno al ser, sencillamente porque somos UNO y no muchos. Nunca fuimos otra cosa que un ser, sólo que habíamos aprendido a identificarnos con aquello que no era el ser, perdimos temporalmente la conciencia de nuestro ser completo y de nuestra integridad.
El ego nace de la equivocación de ser lo que no somos. Y
de este error nacen todos los miedos. El miedo es el síntoma de la división, separación y conflicto dentro del ser, entre nosotros y los demás. Es por ello que hay una gran variedad de herramientas internas en el “Kit” de reparación para el ser.
Conciencia
Ser consciente es necesario para ver con qué frecuencia y
cuán sutilmente el ser se pierde en lo que no es. Darse cuenta, auto-conciencia no es buscar al ser, no es una obsesión insana con el ser, y no es el ser eludiendo al mundo. Es darnos cuenta de cómo el ser crea las imágenes de las cosas, la gente, los recuerdos etc. en la pantalla de la mente y cómo luego se identifica con esas imágenes. Es el ser “viendo” cómo este hábito es la base de la pérdida de la paz interior y de la estabilidad, la pérdida de la habilidad de dar amor auténtico, ser alegre y jovial genuinamente. Es ver como el ser sabotea su propio respeto y confianza. Es el ser “viendo” que es responsable por sus pensamientos y sentimientos, siempre, y es el ser “viendo”, volviéndose consciente, cuando se ha olvidado!
Recuerdos
El hábito de perder nuestra verdadera conciencia,
aprendido a temprana edad, es tan profundo, que su cura requiere de ciertos recordatorios constantes, regulares y amables. Recordatorios para recordarnos quiénes somos, seres concientes, no una forma material. Un ser ilimitado, no definido por un concepto o imagen limitados, pequeños o estrechos. Cualquier desarmonía interior es señal de que nos hemos olvidado… ¡de nuevo! Cualquier conflicto interno o tensión, son señales evidentes que intentamos hacernos pequeños y limitados. Nos ausentamos de nuestro ser, y como un niño que sale de su casa para ir a jugar al bosque, se cansa de jugar y se pierde, nos “ descentramos” de nuestra verdadera conciencia y divagamos dentro de la selva de imágenes que creamos y empezamos a equivocar la imagen de nuestro ser.
En el momento que nos damos cuenta qué lo que
estamos haciendo es sólo un engaño... volvemos a casa, ¡a nuestro ser!
Perdón
Lo dicho; es tan fácil ser arrastrado fuera de la conciencia
central de nuestro ser. Es un hábito de toda una vida. Entonces cuando lo hacemos, debemos perdonarnos, sencillamente porque nadie nos hace hacer esto. Si seguimos adelante sin perdonarnos, creamos una nueva imagen con la que nos volveremos a identificar, por ejemplo, soy un ser malo, incapaz de ser consciente del ser… ¡es tan sutil!
Aceptación
El perdón comienza con la aceptación y con la habilidad
para decir, “bueno, es algo del pasado” (aunque haya sucedido hace 30 segundos) y “aquí estoy de nuevo… ahora”. Aquí estoy en mi plenitud y mi ser completo…en mi único ser…ahora.
Paciencia
Por eso se necesita paciencia. Ser paciente con el ser, es
como decirse “no forcemos el paso”. Uno de los más grandes errores en el viaje de vuelta hacia la restauración de la verdadera conciencia es, intentar ir a una velocidad rápida . Pero eso es imposible, y sólo produce tardanzas adicionales. Porque “el ser” está más allá del reloj y del tiempo físico, incluso más allá del tiempo psicológico. Y en cuanto existe el impulso de poner prisa, sólo significa que el ser está creando la imagen de alguien sujeto al “tiempo”. No es fácil romper ésta percepción con un mundo alrededor que contínuamente nos confirma la importancia del tiempo...casi....¡ todo el tiempo!
Y así la paciencia infinita se convierte en una intención
necesaria en la cura de nuestros hábitos de fragmentación del ser. Al restaurar nuestro estado de unidad, un ser sin fragmentar, todos los pensamientos hacia los demás e incluso hacia mi ser, se hacen innecesarios y las barreras que construimos entre nuestro ser y los demás, entre nosotros y el mundo... se disuelven.
Pregunta: ¿Con qué imágenes mentales te identificas más
frecuentemente, te pierdes en ellas y definen tu ser?
Reflexión: ¿Por qué la reflexión es una herramienta tan
necesaria del Kit de Reparación de las Relaciones?
Acción: Escoge tres relaciones en las que pareciera que te conviertes en
una persona diferente, y luego explora para ver con qué imagen te identificas en esa relación.