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KIT” DE HERRAMIENTAS PARA REPARAR RELACIONES -

PARTE I

La semana pasada investigamos cómo rompemos la


conexión y detenemos el flujo de la energía libre y
verdadera en las 4 direcciones de nuestras relaciones-
con la naturaleza, con las demás personas, con el ser y
con la Fuente (en cualquiera de las formas en que la
queramos concebir). La existencia de cualquier tensión,
conflicto o desarmonía significa que, la conexión o bien
está dañada o rota. Es necesario hacer reparaciones,
así como el técnico reconecta un cable roto de manera
que la electricidad fluya nuevamente, de igual forma,
nosotros también tenemos algunos cables que
reconectar, ¿pero con qué nivel de relaciones
comenzamos? Parece obvio que comencemos con el
ser, por cuanto todo fluye desde allí.

“¿Cómo te llevas con tal o cual?”, es la pregunta común


cuando nos interesamos por las relaciones de unos con
otros. Rara vez es una cuestión que nos planteamos a sí
mismos: ¿cómo me llevo yo, cómo me encuentro con mí
ser? Aunque no suene nada bien, hay momentos en los que
pensamos para nuestro interior: estoy siendo duro
conmigo…me lo estoy poniendo difícil? Pero pareciera que
¡no estamos totalmente seguros de ello! ¿Cómo puede el
ser tener una relación con el ser?

Una “ relación” implica que dos entidades se conectan e


interactúan. La señal que la relación con nuestro ser
funciona bien, es la existencia de armonía interior, un
sentido de plenitud, de estar completo o de unidad con el
ser. Obviamente sólo hay “un ser” pero es con la pérdida
de éste sentido de unidad o de plenitud, que la
reemplazamos por un sentido de duplicidad- de dos-, que
luego se expanderá, aún más, el sentimiento que hay
muchas caras en el ser. El intento de dividir al ser comienza
y sigue inadvertido durante la primera edad de nuestro
proceso de convertirnos en entes sociales. Es en este
momento donde se nos enseña a crear una imagen y a
tener una identidad con esa imagen. Frecuentemente esto
se basa en nuestra forma física (es un chico guapo, ¡no es
ella una preciosidad?) y no pasa mucho tiempo sin que
muchos de nosotros aspiraremos a tener esa “forma
perfecta” o al menos la de ser “guapos”. Entonces, creamos
una imagen de lo que podríamos/deberíamos parecer y
empezamos a poner resistencia a la imagen que nuestro
cuerpo manifiesta en realidad, y no nos damos cuenta que,
¡ninguna de las dos es el ser! En el camino aprendemos a
identificarnos con un gran número de objetos, lugares,
posiciones, familia, otras personas, ideas, creencias etc.
Cuando el ser se identifica con cualquier otra cosa y no
con el ser, sin saberlo se está dividiendo. Y son estas
aparentes divisiones dentro del ser las que constituyen la
base y el corazón de muchos de los conflictos internos:
descontento, desarmonía, insuficiencia, confusiones y
tensiones, estrés. Pero son divisiones falsas y por tanto
ilusiones, engaños. Sólo podemos ser, y el ser sólo puede
ser completo.

Una vez más, esto no es fácil de ver, nadie nos enseña o


nos estimula a estar atentos al ser. Unos pocos son capaces
de enseñarnos cómo darnos cuenta de la forma en que
creamos muchos “yo-es” basados en imágenes que
creamos en nuestra propia mente. Es como si cada uno de
estos “yo-es” tuviese su propia historia, grabada
ordenadamente y archivada en nuestra conciencia. Existe la
historia de nuestra infancia, (yo, el niño), la de nuestro
trabajo (yo, el profesional o en mis cargos de
responsabilidad), nuestra historia familiar (yo como
miembro de la familia), nuestra historia de creencias (yo
como nuestro sistema de creencias o una creencia tan
pronto iniciemos alguna discusión o queramos ¡argumentar
algo!). Dentro de cada una de estas relaciones creamos
“yo-es” con pequeños matices y diferencias dentro de la
historia de esa relación. Así fragmentamos nuestra
identidad, nuestro sentido de ser.
Y mientras recorremos muchas historias nos identificamos
con los personajes que nosotros mismos creamos dentro de
estas historias. Cada personaje puede variar ligeramente o
a veces ser totalmente diferente para los demás. Mientras
esto parece ser natural y normal, ya que es lo que todos
hacen y pareciera ser que también viven, su resultado es
un sentimiento de desintegración, de fragmentación
interior. Puede cansar con el tiempo. Para otros puede traer
confusión, ya que muchos no se dan cuenta de lo sutil que
puede ser un hábito o un proceso interior. Para otros puede
manifestarse como una declarada crisis de identidad. Y
para muchos puede conducir a ese momento donde la
pregunta: "¿quién soy yo…exactamente?”, se oye tan
fuerte en su cabeza que deben detenerse y tomarlo
seriamente. Es entonces que comienzan a buscar
respuestas con tesón.

Sin embargo parece que, la gran mayoría de nosotros


luchará a través de la vida “haciéndole frente”, pero no
siendo completamente consciente de esta fragmentación o
identidad equivocada que será la raíz de cualquier
infelicidad personal ( a menudo hemos aprendido a
“disfrazarnos” llevando una “cara de valiente”) y de muchas
de las carencias en mis habilidades para relacionarme
abierta, completa, cálida, honesta y armónicamente con los
demás.

En verdad, la reparación de nuestras relaciones con el ser,


no tiene mucho que ver con la reconexión de relaciones
rotas, sino más bien con la disolución de los muchos “yo-
es” que creamos alrededor de la idea del ser. Sólo entonces
la energía que libremente irradiamos del ser fluirá a todas
las demás relaciones, sin bloqueos ni distorsiones. Cuando
esta reparación está hecha, cuando los yo-es falsos se
traslucen y se disuelven, el resultado es el sentimiento de
plenitud. Hay una sensación de estar completo. Se restaura
nuestra integridad y nuestra capacidad de integración.
Sentimos que somos uno al ser, sencillamente porque
somos UNO y no muchos. Nunca fuimos otra cosa que un
ser, sólo que habíamos aprendido a identificarnos con
aquello que no era el ser, perdimos temporalmente la
conciencia de nuestro ser completo y de nuestra
integridad.

El ego nace de la equivocación de ser lo que no somos. Y


de este error nacen todos los miedos. El miedo es el
síntoma de la división, separación y conflicto dentro del ser,
entre nosotros y los demás. Es por ello que hay una gran
variedad de herramientas internas en el “Kit” de reparación
para el ser.

Conciencia

Ser consciente es necesario para ver con qué frecuencia y


cuán sutilmente el ser se pierde en lo que no es. Darse
cuenta, auto-conciencia no es buscar al ser, no es una
obsesión insana con el ser, y no es el ser eludiendo al
mundo. Es darnos cuenta de cómo el ser crea las
imágenes de las cosas, la gente, los recuerdos etc. en la
pantalla de la mente y cómo luego se identifica con esas
imágenes. Es el ser “viendo” cómo este hábito es la base de
la pérdida de la paz interior y de la estabilidad, la pérdida
de la habilidad de dar amor auténtico, ser alegre y jovial
genuinamente. Es ver como el ser sabotea su propio
respeto y confianza. Es el ser “viendo” que es responsable
por sus pensamientos y sentimientos, siempre, y es el ser
“viendo”, volviéndose consciente, cuando se ha olvidado!

Recuerdos

El hábito de perder nuestra verdadera conciencia,


aprendido a temprana edad, es tan profundo, que su cura
requiere de ciertos recordatorios constantes, regulares y
amables. Recordatorios para recordarnos quiénes somos,
seres concientes, no una forma material. Un ser ilimitado,
no definido por un concepto o imagen limitados, pequeños
o estrechos. Cualquier desarmonía interior es señal de que
nos hemos olvidado… ¡de nuevo! Cualquier conflicto interno
o tensión, son señales evidentes que intentamos hacernos
pequeños y limitados. Nos ausentamos de nuestro ser, y
como un niño que sale de su casa para ir a jugar al bosque,
se cansa de jugar y se pierde, nos “ descentramos” de
nuestra verdadera conciencia y divagamos dentro de la
selva de imágenes que creamos y empezamos a equivocar
la imagen de nuestro ser.

En el momento que nos damos cuenta qué lo que


estamos haciendo es sólo un engaño... volvemos a casa, ¡a
nuestro ser!

Perdón

Lo dicho; es tan fácil ser arrastrado fuera de la conciencia


central de nuestro ser. Es un hábito de toda una vida.
Entonces cuando lo hacemos, debemos perdonarnos,
sencillamente porque nadie nos hace hacer esto. Si
seguimos adelante sin perdonarnos, creamos una nueva
imagen con la que nos volveremos a identificar, por
ejemplo, soy un ser malo, incapaz de ser consciente del
ser… ¡es tan sutil!

Aceptación

El perdón comienza con la aceptación y con la habilidad


para decir, “bueno, es algo del pasado” (aunque haya
sucedido hace 30 segundos) y “aquí estoy de nuevo…
ahora”. Aquí estoy en mi plenitud y mi ser completo…en mi
único ser…ahora.

Paciencia

Por eso se necesita paciencia. Ser paciente con el ser, es


como decirse “no forcemos el paso”. Uno de los más
grandes errores en el viaje de vuelta hacia la restauración
de la verdadera conciencia es, intentar ir a una velocidad
rápida . Pero eso es imposible, y sólo produce tardanzas
adicionales. Porque “el ser” está más allá del reloj y del
tiempo físico, incluso más allá del tiempo psicológico. Y en
cuanto existe el impulso de poner prisa, sólo significa que
el ser está creando la imagen de alguien sujeto al “tiempo”.
No es fácil romper ésta percepción con un mundo
alrededor que contínuamente nos confirma la importancia
del tiempo...casi....¡ todo el tiempo!

Y así la paciencia infinita se convierte en una intención


necesaria en la cura de nuestros hábitos de fragmentación
del ser. Al restaurar nuestro estado de unidad, un ser sin
fragmentar, todos los pensamientos hacia los demás e
incluso hacia mi ser, se hacen innecesarios y las barreras
que construimos entre nuestro ser y los demás, entre
nosotros y el mundo... se disuelven.

Pregunta: ¿Con qué imágenes mentales te identificas más


frecuentemente, te pierdes en ellas y definen tu ser?

Reflexión: ¿Por qué la reflexión es una herramienta tan


necesaria del Kit de Reparación de las Relaciones?

Acción: Escoge tres relaciones en las que pareciera que te conviertes en


una persona diferente, y luego explora para ver con qué imagen te
identificas en esa relación.

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