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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

MINISTERIO POPULAR PARA LA DEFENSA.


UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL POLITÉCNICA
DE LA FUERZA ARMADA BOLIVARIANA.
NÚCLEO FALCÓN – EXTENSIÓN PUNTO FIJO.
CÁTEDRA: EDUCACIÒN FISICA (EXTRACURRICULAR).
TUTOR: PROF. JORGE HOYER.

AJEDREZ.

REALIZADO POR:
NOMBRE Y APELLIDO C.I.
1. CAREN NELO 18.447.800.
2. SOLMAIRA JIMÉNEZ 18.630.479.
3. VÍCTOR MEDINA 19.648.975.

VIII SEMESTRE ING. PETROQUIMICA


SECCION “B” NOCTURNO

ABRIL, DE 2011
Historia del Ajedrez.
El conjunto del juego de ajedrez con el tablero y las piezas colocadas en posición inicial
nos hace recordar un campo de batalla, definido por unos límites en el cual se enfrentan dos
ejércitos claramente diferenciados prestos a entrar en combate. Las 64 casillas por donde ha
de discurrir la confrontación están bien diferenciadas, siendo de color claro la mitad de
ellas y la otra mitad, de color oscuro.

La leyenda nos sitúa su nacimiento en la India, su inventor un brahmán llamado Sissa


Ben Dahir lo concibió para distracción y ocio de un rey, tal fue el éxito en la corte de dicho
rey que ofreció a tan brillante inventor que eligiera su recompensa. El brahmán solicitó que
le fuera concedido un grano de trigo en la primera casilla del tablero, dos en la segunda,
cuatro en la tercera y seguir doblando la cantidad hasta totalizar las 64 casillas del tablero.

Casi todos los escritos que hay sobre los orígenes del ajedrez tienden a realzar el influjo
que ejerce a todo aquél que lo practica. Las leyendas se originan en distintas civilizaciones
pero en su mayoría se sitúan en el Lejano y Cercano Oriente. Dichas narraciones fueron
transmitidas de forma oral y los árabes, al ser los sucesores de la tradición cultural de la
zona indo-persa por derechos de conquista, fueron los que asimilaron las tradiciones del
ajedrez a su cultura. Con el tiempo pasaron a ser escritas adaptándolas a su conveniencia.
Algunas divergencias sobre los orígenes
Una de las historias de los orígenes del ajedrez tuvo fuerte arraigo en la Edad Media que
daba como inventor del juego a Palamedes, combatiente en la guerra de Troya. Cuenta la
leyenda que Ulises lo odiaba por ser su genio superior al de él, aunque el héroe de Troya al
final consiguió ganar. Un estudioso llamado Souterus lo reconoció como posible creador
del juego. La fuerte influencia que los clásicos griegos ejercieron en esta época sobre todo
realzado con los trovadores y juglares que transmitían leyendas e historias por medio de la
canción y la palabra hicieron como valedores de invención de problemas ajedrecísticos a
Aristóteles, Platón, Arquímedes, aunque seguramente no fueran ellos sus autores.

Parece que se desarrolló hasta el siglo XX, un juego que tenía fuerte parecido a nuestro
protagonista, en zonas de China e Indochina; otros con similitudes en el que intervenían
dados, fichas y tablero denominados petteia en los griegos o el de los romanos llamado
latrunculi. Ambos se jugaban en un tablero escaqueado, aunque a modo de ser estricto su
parecido es más cercano a otro juego de la actualidad, el backgammon.

En Bizancio los griegos jugaban a un juego con similitudes, mucho antes de la aparición
del ajedrez en Europa a través de la invasión árabe en España, llamado zatrikión cuya
introducción es achacada a los persas. También existe una tesis sobre la creación del juego
por parte de los egipcios en tiempos faraónicos. Dichas tesis fueron formuladas por Brunet
y Ballet en su libro “El ajedrez, investigaciones sobre su origen” (Barcelona, año 1890) y
las justificaban con unos bajorrelieves hallados en tumbas con el escaqueado del tablero.
Dicha tesis goza en la actualidad de poca aceptación.

En el siglo VII se encuentra fuertemente detallada la actividad ajedrecística en la cultura


árabe a través de una inmensa colección de finales de partida denominados mansubat. Los
mansubat están presentados como sería hoy en día una revista de ajedrez de resolución de
problemas detallando el número de movimientos a realizar, indicando el bando que mueve
y el bando que tiene que conseguir la victoria o el empate. Altos dignatarios del mundo
musulmán tenían un fuerte arraigo con el ajedrez encontrándose mansubat realizados por
Visires, Califas o Emires. Estas composiciones pueden ser consideradas como la primera
gran manifestación de la introducción cultural del ajedrez en un pueblo. Para reproducir los
movimientos, los árabes identificaban a las columnas del tablero por los nombres de las
piezas que las ocupaban al inicio de la partida ("de la torre", "del caballo"), dicha
nomenclatura fue la empleada por el Rey Castellano-Leones Alfonso X el Sabio. Los
árabes llegaron a perfeccionar también un sistema de notación que sirvió de base al sirio
naturalizado francés Philippe Stamma para desarrollar el actual sistema de notación
algebraico único aceptado actualmente por la Federación Internacional de Ajedrez, la
F.I.D.E.

El nombre de las piezas


Chaturanga en el idioma de su país de origen significa “cuatro miembros”. En el ejército
de la India eran esos cuatro miembros carros de combate, los elefantes, la caballeria y la
infantería. Vemos la similitud con las torres, alfiles, caballos y peones de la actualidad.
Posiblemente, los nombres actuales de las piezas proceden de voces arábigo-persas
corruptas. De hecho, podemos afirmar hoy que, salvo los nombres de muy fácil traducción,
como caballo, rey o peón, los demás son expresiones que ya eran corrupciones del sánscrito
cuando las adoptaron los persas.

Nuestro famoso erudito Souterus compara las voces de jaque y mate, con mucho criterio
con "xa" y "mat", "el rey está muerto", de los babilonios que se presupone que de ahí pasó a
los persas y de Persia a Occidente. Las labores detectivescas para averiguar de dónde sale la
palabra "alfil" nos llevan hacia el "hasti", del sánscrito, a "pil", en persa, y "fil", "elefante"
en árabe. Si anteponemos el artículo árabe "al" queda al descubierto su transformación al
castellano.

No sabemos con precisión cuándo, pero seguramente antes del siglo XI ya se encontraba
difundido en buena parte de Europa. Durante mucho tiempo se insistió en torno de la
posibilidad de que los francos del Imperio carolingio ya lo conocieran o lo practicaran,
aunque nada hay de seguro en ello, con la excepción del juego que supuestamente el califa
Harum Al Raschid habría enviado como presente al soberano junto con otros regalos, como
parte de un plan de buenas relaciones entre ambos jefes.

Las piezas de ese juego se hallaban originalmente en la abadía de Saint Dennis. En la


historia de dicha abadía, compuesta por Jacques Doublet y publicada en 1625, se hace
referencia a su extravío por muchos años. Las piezas están grabadas, en su base, con
caracteres árabes. Twiss, quien vio el juego en 1787, dice que para esa fecha había en la
abadía quince piezas mayores y un peón, todas de marfil. La tesis de más confianza supone
que se trata de la obra de un griego oriundo de Constantinopla.

El juego incluye entre sus piezas una figura femenina, por lo que de ningún modo pudo
haber sido elaborado por un musulmán, no sólo porque éstos nunca tuvieron esa pieza, sino
porque los árabes tienen prohibida la representación de figuras, humanas y animales. El
envío se produjo poco después de la coronación de Carlomagno -en la Navidad del año
800- y pudo tratarse de un regalo para su boda con Irene, la emperatriz de Bizancio (actual
Estambul, en Turquía), que nunca se realizó. Forbes opina que la dama, como pieza de
ajedrez, llega a Occidente con el juego que Carlomagno recibiera como obsequio.

Philidor ya sabía, en 1749, que el ajedrez guardado en la abadía de Saint Dennis había
pertenecido al más grande emperador de los francos. Éste sería el tablero más antiguo
ingresado en Occidente, pero existen otros, corroborados por referencias comprobables,
como el testamento del conde de Urgel, quien legó al convento de dicha ciudad catalana, en
el año 1010, su tablero con todas las piezas, según lo certifica un documento que se
conserva en la actualidad en el Archivo Histórico de la Corona de Aragón.

Tal vez uno de los documentos más importantes sea el del rey Martín El Humano, de
1410, en el que se encuentran tres carillas dedicadas a tableros y piezas de ajedrez de
distintos materiales. Casi se puede decir que este rey fue un coleccionista en lo que a juegos
de ajedrez respecta. Ya pasada la primera mitad del siglo XI, el documento que más nos
interesa es la valiosísima carta de Damiani, arzobispo de Ostia, quien en 1061 escribió al
Papa Alejandro II dándole cuenta del castigo que había impuesto a un prelado de su
diócesis que se entretenía jugando al ajedrez. De esto deducimos que para esa fecha el
juego de los escaques había prendido entre la clerecía y se hallaba ampliamente difundido
en el mundo medieval.

Sin embargo, la conciencia ajedrecística tardó bastante en germinar en las mentes


medievales. Prueba de ello es que la bibliografía, en lo que específicamente hace al juego,
es escueta. En su mayoría se trata de composiciones de carácter literario; poemas épicos en
francés antiguo, en alemán, en anglosajón u otros idiomas, en los que se da cuenta del
carácter extremadamente bélico que los medievales dieron a este juego, mucho más todavía
que los árabes. De hecho, el ajedrez era, en España y en otros países del occidente medieval
cristiano, una de las disciplinas que debía cultivar el futuro caballero, junto con los deportes
ecuestres, la caza y la buena lectura (como las Sagradas Escrituras). La segunda gran
incorporación es el escaqueado; vale decir la alternancia de casillas claras y oscuras, o
claras y rojas o rojas y negras, que si no cambia radicalmente el juego torna obsoletas
algunas prácticas musulmanas, a la vez que crea alfiles de colores distintos en ambos
bandos, los que no existían hasta su introducción.

¿Cuándo el tablero dejó de ser unicolor y pasó a ser escaqueado o ajedrezado? Tenemos
una precisa alusión en una composición lírica del año 1100, aproximadamente, procedente
del Sacro Imperio Romano Germánico, que se titula Einsiedeln Poem y que afirma que el
tablero nuevo simplifica el cálculo de los movimientos, permite descubrir errores o
movimientos falsos y ayuda a determinar si un peón tiene posibilidades de coronar o no,
éste era, precisamente, uno de los temas que más preocupaban a los teóricos árabes. La
metamorfosis del firzán en dama está ligada a la condición de la mujer en Oriente y en
Occidente. Una pieza como la dama o reina, claro producto del amor cortés y la poesía
trovadoresca, sólo pudo haber sido moldeada en el occidente medieval cristiano, con su alta
cuota de represión sexual. En Oriente, a la dama no se la ensalza; se la goza, se disfrutan
con ella los placeres de la carne, sin culpa alguna, sin perdón ni arrepentimiento.

Etimológicamente, el proceso operado en el caso específico de la dama, hizo que de


firzán se pasase a alferza, nombre que le da el rey Alfonso el Sabio en su célebre
manuscrito ajedrecístico. Al latinizarse, esta voz se transforma en fercia, con lo que se da el
paso clave para su metamorfosis sexual, ya que el alferza de Alfonso seguía siendo un
personaje de sexo masculino. Los franceses hicieron fierce y más tarde vierge (virgen),
asociándola con la Virgen María, con lo cual ya había cambiado de sexo. Las obras en latín
la bautizaron regina, en parte porque la Virgen María es la Reina del Cielo, o Regina
Coelis, y en parte porque en la mayoría de las monarquías medievales la reina ocupaba un
lugar importante.

Los medievales sólo podían entender un juego como el ajedrez siempre y cuando, junto
al rey, se encontrase la figura de la reina. Ella es regente de sus hijos menores de edad,
hasta que estén en condiciones de hacerse cargo del trono; ella gobierna, toma decisiones,
hace la guerra, hace el amor. En otras palabras, es un personaje importante y la compañía
indiscutida del rey.

En algunas regiones de Europa al rey se lo llamó dominus o señor, también por


influencia religiosa; por lo tanto la reina fue llamada domina, fundamentalmente en tierras
itálicas, de lo que fácilmente se pasó a donna o señora, de lo que derivó dama. Muy
probablemente los españoles empezaron a llamar dama a esta pieza por influencia itálica,
promediando el siglo XVI, que fue una época de intercambio fluido entre las dos
penínsulas. Así es como se operó una de las transformaciones cruciales en la historia del
ajedrez y el farzín de los persas, hecho firzán por los árabes, de sexo masculino, lento y de
poca importancia en el tablero, vino a resultar la dama ágil, maliciosa, pícara y
desenfrenada, capaz de ir de una punta a la otra del tablero en unos pocos movimientos,
reuniendo el andar de los dos alfiles y el de la torre.

La España musulmana jugó al ajedrez mucho antes que el resto de Europa, cuando era
una cuña árabe en el continente europeo que perduró siete siglos hasta la expulsión de los
invasores por los Reyes Católicos, poco antes del descubrimiento de América. El ajedrez
era ampliamente practicado en toda la región por moros, moriscos y mozárabes. Prueba de
ello es el códice que sobre el ajedrez compusiera el rey Alfonso X de Castilla, conservado
en el Palacio del Escorial. Esta magnífica obra, que según los investigadores es refundición
y traducción de un tratado árabe, contiene 103 problemas, de los cuales 89 son mansubat,
en algunos casos mal transcritos.

Otra de las probables vías de acceso del ajedrez en Europa fueron las Cruzadas. El monje
Roberto de San Remy compuso en 1099 una historia de la toma de Jerusalén por Godofredo
de Bouillon en la que cuenta que los príncipes babilónicos (por referencia a la Biblia) lo
usaban como "passetemps". La gesta militar predicada por Urbano II en el Concilio de
Clermont Ferrand, del año 1096, había servido para que el juego completase su difusión
occidental.

Al parecer, los sajones recibieron el juego de los daneses, en tiempos del rey Athelstan,
entre el 925 y el 940, quienes a su vez lo habían conocido, probablemente, de los rusos, vía
Bizancio. Snorri Sturluson da cuenta del interés que tenía el rey de Inglaterra, Canuto el
Grande, por este juego. El ajedrez entró en Inglaterra en tiempos del rey Guillermo el
Conquistador. Este monarca pretendía la corona inglesa, a la cual también aspiraba un
señor noble, Harold. El rey San Eduardo el Confesor muere y Harold se apodera del trono,
provocando la invasión de la isla. Tras la batalla de Hastings, en 1066, Guillermo se hace
proclamar rey de Inglaterra. Éste sería el momento en el que el ajedrez entra en Inglaterra.

El ajedrez tiene más de mil años de historia. Circulan muchas leyendas acerca de su
origen y diferentes países se atribuyen su invención. Hoy se cree que el ajedrez constituye
una evolución del juego de mesa llamado shatranj, que proviene, a su vez, del chaturanga,
ideado en la India en el siglo VI.

La mayoría de los expertos concuerdan en que el ancestro más antiguo del ajedrez es el
Chaturanga, jugado en la India, aunque el origen exacto del mismo es desconocido. Sin
embargo se cree que el juego se utilizaba para representar una batalla y de esa manera idear
estrategias en el campo. El nombre sánscrito Chaturanga puede significar "juego de cuatro
partes", señalando las cuatro partes en las que se dividía el ejército en el juego.

A partir del juego Chaturangan moiseo deriva el Shatranj, como una modificación del
primero, jugada principalmente en Persia, conservando la mayoría de las características del
Chaturanga. Como éste, muchos de los juegos derivados del Chaturanga (y también del
Shatranj) poseen piezas en común, como la alferza (predecesora de la reina), el elefante
(llamado alfil, derivado de al pil en persa, "el elefante"; predecesor del alfil moderno[2] ),
la torre o Carro de Guerra, el rey, que define el final del juego y los peones, soldados o
infantería. En la tumba de Tutankamon (1300 a.c.) junto a numerosos objetos que
acompañaban a la momia se hallo un tablero cuadriculado y piezas con significativa
semejanza al ajedrez que conocemos, aunque en menor numero. Se expone en el museo de
El Cairo. J. Decoud.

Fue en el siglo XV y en Valencia cuando aparece por primera vez la dama en un


manuscrito Scachs d'amor, en el que figuran composiciones en valenciano y de poetas
valencianos. Unos años más tarde, en el 1495 se publica en Valencia y en lengua
valenciana el libro del segorbino Francesc Vicent Llibre dels jochs partits dels schachs,
considerado el primer tratado de ajedrez publicado en el mundo, y en el que figura también
la dama; no apareciendo en ninguna documentación anterior ni coetánea a ambas obras.
Nace pues en Valencia a finales del siglo XV la dama, precisamente en 1475 según ha
acreditado José Antonio Garzón Roger, inspirada en la Reina Isabel la Católica según el
libro del año 1997 del historiador holandés Govert Westerveld, [1] cuya hipótesis fue
confirmada documentalmente por el historiador valenciano José Antonio Garzón Roger. La
fecha de 1475 ya fue indicada por Garzón en el año 2003 y las pruebas definitivas (filigrana
y conjunción planetaria) constan en su libro de 2005.

A lo largo de los siglos XV y XVI, época del Renacimiento, van apareciendo los
movimientos y las reglas actuales. Los peones adquieren el derecho de mover dos casillas
en su primera jugada, y cuando llegan a la última fila pueden cambiarse por una pieza
anteriormente capturada. El alfil ya podía desplazarse a lo largo de toda la diagonal, y
pierde la facultad de saltar. La dama se moverá a lo largo de todas las casillas de su
columna, fila y diagonales, y se pone de moda el enroque italiano en el cual el rey se puede
poner en las casillas del alfil, el caballo o la torre y la torre en las casillas del alfil o del rey,
pero eran dos jugadas, y no una. Este enroque evolucionó hasta el enroque actual. En Italia
el ajedrez fue volviéndose muy popular, y las reformas en las reglas que iban apareciendo
se generalizaron por toda Europa. Sin embargo no eran universales.

En el siglo XV aparecen dos manuscritos muy interesantes, el Scachs d'amor,


erróneamente considerado como un «Manuscrito catalán», que consagra al ajedrez un
poema en el que juegan al ajedrez Venus y Marte; y el manuscrito de Gotinga», fechado en
1490 según algunos y según José Antonio Garzón Roger entre 1505 y 1515, dedicado al
análisis de las aperturas y a problemas de ajedrez. Sin embargo para la unificación de las
reglas fue decisiva la invención de la imprenta (1450), ya que a partir de entonces se
pudieron componer libros con las reglas que se difundieron por todo el mundo.

En esta época además de Lucena (siempre confundido con Luis de Lucena), Damiano,
Ruy López de Segura, Paolo Boi y Leonardo da Cutri tenemos a los españoles Esquivel,
Escovara, Pedrosa, Vincenti, Roscés y Alfonso Cerón; y al italiano Horatio Gianutio. Estos
maestros hicieron el notable descubrimiento de que en cualquier maniobra de la partida se
debe conseguir la meta deseada con el menor número posible de jugadas. Hacer una jugada
sin objeto, desperdiciar la oportunidad de mover, lo denominaron «perder un tiempo». Es
como que el rival moviera dos veces seguidas. Comprender la importancia del factor
tiempo fue la conquista más valiosa de la época.

Los maestros del Renacimiento idearon una forma de hacer que el rival pierda tiempos al
principio de la partida: los gambitos, palabra que significa zancadilla o trampa, en italiano,
y que Ruy López usó para definir la maniobra consistente en entregar material (uno o dos
peones y en casos notables hasta un caballo) a cambio de obtener una posición con mayores
posibilidades de ataque. Se tardó siglos en comprender que el bando que está a la defensiva
en vez de aferrarse a mantener la ventaja material debe preocuparse del desarrollo de sus
piezas. El historiador ruso Gonaiev asegura que el autor del Gambito de rey fue Ruy López.
Giulio Cesare Polerio lo estudió extensamente en su obra aparecida a fines del siglo XVI en
la cual cita partidas de grandes jugadores de la época.

La denominación actual de muchas aperturas y variantes no debe hacernos creer que eran
totalmente desconocidas en la antigüedad. Como ser, el Gambito letón 1.e4 e5; 2.Cf3 f5;
fue llamado así en honor a las investigaciones que de él hicieron los maestros de Letonia
por 1930, pero ya lo jugaban Da Cutri y Greco en el 1600. Durante siglos el Gambito de rey
ocupó un primer plano en la teoría y práctica del ajedrez. En el ajedrez contemporáneo
quien más contribuyó a fijar definitivamente las reglas actuales fue Philidor.

En 1737 el sirio Philip Stamma de Aleppo publica en París su libro «El noble juego del
ajedrez» y en el utiliza por primera vez en la historia un nuevo sistema de notación, la
notación de Stamma, que no es otra cosa que la actual notación algebraica. A pesar de su
indudable ventaja harán falta más de dos siglos y medio para que se generalice en todo el
mundo. Sólo a partir de 1980 la FIDE la considera como único sistema de notación oficial.
La primera crónica fija especializada en ajedrez nació en 1813 en el periódico inglés
Liverpool Mercury. En 1836 aparece en París (gracias a la iniciativa de La Bourdonnais) la
primera revista íntegramente dedicada al ajedrez: «Le Palamede», titulada así como
homenaje al héroe griego Palamedes, a quien se le atribuyó durante mucho tiempo la
invención del ajedrez.
En 1924 se funda en París la Fédération Internationale des Échecs (FIDE) que cuenta con
unos 175 países miembros. Es la segunda mayor federación deportiva del mundo tras la
FIFA que tiene 180 países afiliados. Su divisa en Gens una sumus, que proclama, un tanto
ingenuamente, los ideales de sus fundadores.

Objetivo del Ajedrez.


El ajedrez es un juego de mesa o deporte,[1] para dos jugadores. Se juega sobre un
tablero cuadriculado de 8x8 casillas, alternadas en colores blanco y negro, que constituyen
las 64 posibles posiciones para el desarrollo del juego. Al principio del juego cada jugador
tiene dieciséis piezas: un rey, una dama, dos alfiles, dos caballos, dos torres y 8 peones. El
objetivo del juego es derrocar al rey del oponente, alcanzando la casilla que éste ocupa con
alguna de las piezas propias, hacer jaque, sin que el otro jugador pueda moverlo o eliminar
a la pieza atacante para zafarse del ataque, jaque mate.

El ajedrez se juega entre dos jugadores, que conducen cada uno las piezas de un color
colocadas sobre el llamado tablero de ajedrez. Cada jugador efectúa por turno su jugada,
que consiste en mover una de las piezas propias a una casilla, según las reglas del
movimiento de las piezas, que luego explicaremos. En competiciones oficiales, el tiempo
de que dispone cada jugador para pensar sus movimientos está limitado por un reloj, y varía
para cada competición, pero generalmente está alrededor de dos horas para que cada
jugador efectúe sus primeras 40 jugadas, añadiéndose después una hora para el resto de la
partida. De otro modo, la partida podría prolongarse mucho. También existen
competiciones de ajedrez rápido dando a cada jugador 5 minutos para toda la partida. El
jugador que sobrepasa el tiempo permitido, pierde la partida. De cualquier modo, en
partidas amistosas no suele controlarse el tiempo.

El objetivo básico de la partida de ajedrez es dar mate al rey adversario, y eso solo puede
lograrse mediante la colaboración de todas las piezas y el juego correcto basado en planes
estratégicos. El jugador que da jaque mate a su contrario, gana la partida. La partida puede
terminar, entonces, cuando uno de los jugadores da mate a su rival, pero también cuando un
jugador, viéndose inevitablemente perdido, no quiere esperar al mate, y declara que se rinde
o abandona. También puede terminar la partida cuando, debido a la gran igualdad reinante,
y una vez que la mayoría de las piezas ha sido eliminada, como ocurriría en una batalla
donde los dos ejércitos hubiesen perdido la mayor parte de sus efectivos, ninguno de los
dos bandos puede lograr el mate. En tal caso, la partida termina en empate o tablas.

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