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Los argumentos básicos de esta lección se deben a J. J. Von ALLMEN, El culto cristiano. Su esencia y
su celebración. Trad. A. CHAPARRO y L. BITTINI. Salamanca, Sígueme. 1968, 22-31.
2
Ibid, p. 22.
presencia de Cristo es una gracia, es salvífica y está presente en la
predicación (Lc 10:16) y en la Santa Cena para unirnos a él y fortificarnos
en la fe. Sin fe no es comprensible el culto.
Pero esta presencia del Señor no es algo que la iglesia “provoca”, no
es algo “mágico” que está a disposición caprichosa de la iglesia, sino que la
presencia de Cristo es una gracia, por ello la iglesia “suplica” esta presencia
del Señor exclamando: ¡maranatha! Por ello la iglesia “invoca la presencia
del Señor”.
La suplica por la presencia de Cristo en el culto se conoce como
epíclesis. Esta es una invocación al Señor como libre y soberano. Así no es
ningún error poner en nuestros órdenes del culto la oración de invocación,
de hecho a los cristiano se les conoció primeramente como los de la
epíclesis, este término es el que aparece en Hechos 9:14,21; 1 Cor 2:2 y se
traduce como “invocar”. La palabra griega de epiclesis se compone de dos
palabras: epi: sobre y clesisi: llamamiento. Pero la epíclesis se da sobre
todo en el contexto de la santa cena en donde se pide la presencia de Cristo.
Esta presencia de Cristo en el culto es real, pero depende de la libertad de
Cristo.
Aquí cabe comentar brevemente las diferencias doctrinales sobre la
Santa Cena en cuanto a la presencia del Señor, no entraremos en la
discusión teológica, simplemente puntualizaremos las diferencias.
En la Iglesia romana se tiene la doctrina de la
TRANSUBSTANCIACION, que implica que por medio de las palabras del
celebrante, el pan se transforma verdaderamente en el cuerpo de Cristo y el
vino en la verdadera sangre de Cristo (la substancias se transforman).
Con la Reforma del siglo XVI, Martí Lutero formuló la doctrina de
la CONSUBTANCIACION, la cual negaba que el pan se convirtiera en el
cuerpo de Cristo y el vino en la Sangre de Cristo. Lutero mencionó que el
cuerpo de Cristo está alrededor del pan y la sangre de Cristo está al rededor
del vino (las substancias se acompañan).
Más adelante Juan Calvino las dos postura anteriores y dijo que las
substancias (pan y vino) ni se transforman, ni se acompañan, sino que la
presencia de Cristo es real en medio de la comunidad que celebra la Santa
Cena. El pan y el vino son pues “signos de una realidad espiritual”:
Ante todo, los signos son el, pan y el vino: los cuales representan el
mantenimiento espiritual que recibimos del cuerpo y sangre de Cristo […] Ahora
bien, en único sustento a nuestras almas es Cristo; y por eso nuestro Padre
celestial nos invita a que vallamos a Él, para que alimentados con este sustento
cobremos de día en día mayor vigor, hasta llegar por fin a la inmortalidad del
cielo. Y como este misterio de comunicas (comulgar) con-Cristo es por su
naturaleza incomprensible, nos muestra Él la figura e imagen con signos visibles
muy propios de nuestra débil condición. . Más aún; como si nos diera una prenda,
nos da tal seguridad de ello, como si lo viéramos con nuestros propios ojos;
porque esta semejanza es tan familiar: que nueras almas son alimentadas con
Cristo exactamente igual que el pan y el vino natural alimentan nuestros cuerpos,
penetra en los entendimientos, por más rudos que sean.3
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Juan CALVINO, op cit, XVII,i,1, pp. 1070-1071.
15:2). Los corintios exclusivistas, al deshonrar a sus hermanos,
deshonraban al Señor mino, y esto es lo que está detrás del juicio que se
pronuncia en 1 Cor 11:27 y 29. La humillación de los desaventajados
destruye el cuerpo del Señor.
[No discernir el cuerpo del Señor es no reconocer que cada hermano,
hermana, nino, niña, anciano, pobre, rico, blanco, negro o indígena es
miembro del cuerpo de Cristo].
FOULKES Irene. Conferencia pronunciada con motivo de la cátedra
“Gonzalo Baez Camargo” en la Comunidad Teológica de México.