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TEOLOGIA COMUNITARIA

RESUMEN LIBRO JESUS COMO TERAPEUTA

GRUPO #3 IGLESIA DE DIOS CASA DE BENDICION

DESDE PAGINA 35 A LA 46

EXPONENTES:
ELIZABETH DE LUGO
ELIZABETH GARCIA
ENRIQUE MENDOZA ROSARIO
MARIBEL CORTORREAL
REYITA ACEVEDO
JONY RAMIREZ GALVA
CARMEN MESA
OSCAR GARCIA
19/04/202
1
El anhelo de la transformación (Mateo 13:33 y Lucas 13:20-21)

Una mujer que dice durante mucho tiempo he asistido a terapia. Cuando estoy haciéndola, todo
es claro para mí. Pero en la vida cotidiana caigo de nuevo en los viejos modelos.

Ante esa necesidad, Jesús responde con la breve parábola de la levadura. El Reino de los cielos (en
Mateo) y el Reino de Dios (en Lucas) es semejante a la levadura que una mujer toma y la mete en
tres medidas de harina hasta que fermenta toda la masa Mt 13 :33

Con esa parábola Jesús quiere darnos ánimo. Nuestra vida no es solo como la harina que se nos
escurre por entre los dedos. Cuando mezclamos todo con la levadura de su mensaje nuestra vida
entera se convierte en pan, el cual nos alimenta a nosotros mismos y a otros.

Nuestra tarea consiste en permitir que la levadura de Dios penetre en todos los tres ámbitos de
nuestra humana existencia. Así, cada parte en nosotros se convertirá en pan que alimenta.
Nuestra inteligencia no sólo rendirá frutos para nosotros, sino también para los demás Nuestra
alma dejará de ser acuñada por la imposición para serlo por Dios. Y nuestro cuerpo será
transparente para Dios, con lo cual ganará su verdadera belleza y atractivo.

Jesús no nos invita en la parábola de la levadura a cambiar de modo violento nuestro modelo de
vida. Nos invita a que lo dejemos actuar. Con la harina se relaciona a la mujer con el alma, con el
ámbito interno del ser humano. El alma tiene un sentido para el Reino de Dios y para el hecho de
que Dios quiere reinar en nosotros.

La levadura es pequeña en comparación con la gran artesa de harina. Pero esta lo fermenta todo.
El Reino de Dios no es visible y experimentable; el constituye una dimensión interior que no
podemos retener.

Nuestra tarea consiste en permitir que la levadura de Dios penetre en los tres ámbitos de nuestra
humana existencia, así cada parte se convertirá en pan que alimenta. Nuestra alma será acuñada y
nuestro cuerpo será transparente para Dios con lo cual ganará su verdadera belleza y atractivo.

El anhelo de el regreso a casa (Lucas 15, 11-32)

La parábola más hermosa de Jesús nos la ha transmitido el evangelista Lucas, en la parábola del
hijo pródigo o del padre misericordioso, de tal manera que las personas se han sentido desde
siempre conmovidos por ella.

La parábola toca sus profundos anhelos: el de retornar a casa desde la distancia, de lo irreal a lo
verdadero, de la muerte a la vida.
Jesús describe en esta parábola dos actitudes:

La del hijo menor de librarse de la estrechez de la familia, las normas y reglas.

El otro es el de enfrentarse por la misericordia de su padre.

El hermano menor no quiere conformarse sólo con transitar por la vida, quiere vivir y disfrutarla al
máximo, él vive desenfrenadamente sin límites.

Él que siempre quiso libertad tiene que arrimarse a un extraño para sobrevivir; termina cuidando
cerdos, los cuales eran considerados impuros en los judíos.

Ante éste primer panorama, vemos un pensamiento popular entre los jóvenes de hoy
cuando deciden revelarse contra sus padres, creyendo que tienen la razón, y cuándo se
dan cuenta de que no la tienen su orgullo no los deja volver a casa, ya que creen que sus
padres se burlarán o no los recibirán y solamente los harán sentir vergüenza.

Pero en varias ocasiones el sentimiento de nostalgia hacía casa es mayor que la culpa y la
propia vergüenza, lo que provoca que el joven cabizbajo vuelva a casa, buscando la
protección de sus padres nuevamente.

Sin embargo esta vuelta a casa no viene con orgullo o felicidad de parte del joven, más
bien, vuelve con inseguridad y con arrepentimiento. Normalmente buscan una forma de
pagar el perdón de sus padres haciendo tratos y proponiendo cosas para demostrar que
su vuelta a casa trae arrepentimiento.

No obstante, cuando un padre verdaderamente ama a su hijo, ante éstos casos dichos
padres no recriminan, no tachan y no juzgan a su hijo en primeras instancias, lo perdonan,
lo aman, lo reciben, lo visten, y le dan entrada a la casa como si nunca se hubiera ido en
primer lugar.

Teniendo todo esto en cuenta y más, Jesús nos enseña a qué no debemos resistirnos al
auto perdón, debemos perdonarnos a nosotros mismos y volver al Padre; y en el caso
contrario, cuando alguien vuelva a nosotros arrepentido, así como Jesús, perdonarlo es lo
que tenemos que hacer, amarlo y recibirlo nuevamente.

Cuando nos hemos perdido a nosotros mismos, entonces nos subvaloramos, como el hijo
de la parábola: nos ponemos al nivel de los jornaleros, de los esclavos. Pero con esa
subvaloración estamos, en ultimas huyendo de nosotros, nos mostramos incapaces de
retornar a casa: a nosotros mismos y a nuestra verdadera esencia.

Junto con el hijo, recuperamos nuestra auto estima. Podemos ir erguidos a través de la
vida, no nos echamos en cara el pasado, sino que hoy vivimos llenos de agradecimiento
porque hemos pasado de la muerte a la vida y hemos vuelto a reencontrarnos.
El hijo mayor es el adaptado, el que cumple con todos los mandamientos. El no quiere
saber nada de su hermano, puesto que este dilapidó parte de la fortuna de su padre con
prostitutas.

También el hijo adaptado debería retornar: de la estrechez a la libertad, de la severidad a


la misericordia. El padre muestra igualmente comprensión por el hermano mayor. Pero el
lo cree capaz de una transformación. Le menciona cariñosamente la comunidad que ha
establecido con el: ¨Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. En cambio,
tu hermano que estaba muerto, ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos
encontrado¨ (Lucas 15,31-32).

El anhelo de volver a encontrar lo perdido. (Lucas 15 8-10)

Esta parábola nos relata la historia de una mujer que tenía 10 monedas, dice que cuando
la mujer se da cuenta que le faltaba una desesperada encendió la luz, barrio busco por
toda la casa buscando lo que se le había perdido.

Esa moneda eres tu y soy yo cuando nos alejamos de la presencia del Señor. Cuando
perdemos nuestra relación con el Señor.

Dice que la mujer la encontró invito a los vecinos y hizo fiesta, así hay fiesta en los cielos
cuando un pecador se arrepiente.

La parábola habla mujer que tenía varias monedas y al perder una de ellas removió toda
su casa buscándola y ni descansó hasta hallarla. Luego esta mujer buscó a otras mujeres
para celebrar fiesta por haber hallado su moneda.
Esta parábola nos presenta varias lecturas para reflexionar. Podemos relacionar este
relato con el encuentro personal que cada persona debe tener consigo mismo, con su yo
interior y con Dios su creador. También nos enseña que nunca es tarde para empezar a
buscar aquello que alguna vez pudimos haber perdido. Nos enseña la perseverancia que
debemos tener para lograr nuestro objetivo de ese encuentro que pudiera ser interno con
nuestro propio ser. Nunca debemos dejar de buscar hasta lograr encontrar algo perdido o
simplemente conectarnos con Dios y de esa manera poder decirles a otros sobre nuestro
logro y compartirlo y celebrarlo con nuestros semejantes o allegados .

El anhelo por el verdadero YO. (Mateo 13: 44-46).

En la parábola del tesoro escondido en el campo vemos el verdadero yo que tenemos y


que sino educamos el ego que tenemos nos impide encontrar ese interior el cual debemos
sanar y solo se logra reconociendo que sólo no, podemos.
Todos tenemos que buscar nuestro verdadero yo. Jesús nos muestra en esta parábola que
excavando en nuestra alma encontramos esas cosas que no nos permiten avanzar.

El campo, la tierra; representan las cosas terrenales de nuestros lados oscuros. La tierra se
relaciona con suciedad.

Jesús nos invita a cavar en el terreno de nuestra alma y alcanzar la profundidad de nuestro
interior para encontrarnos con ese Yo verdadero que es el tesoro, la verdadera riqueza de
nuestra vida eterna que él nos ofrece. La cual no, se encuentra en las cosas externa que
nos brinda el mundo.

En nuestra alma tenemos ese yo que tanto buscamos y necesitamos solo lo obtenemos
reconociendo a Jesús como nuestro salvador él nos hace escarbar en nuestro interior y
nos guía a ese verdadero yo.

¿Qué es lo que se pretende ilustrar mediante estas parábolas? Jesús dice que el reino de
los Cielos es como quien encuentra algo de gran valor y se arriesga para obtenerlo. El
descubrimiento es emocionante, y hay conciencia de su valor y de lo mucho que costará
obtenerlo. Teniendo en cuenta su valor y la alegría de poseerlo, vale la pena venderlo
todo para conseguirlo. Entrar en el reino de Dios gracias al sacrificio y la resurrección de
Jesús, convertirnos en hijos de Dios y tener Su Espíritu en nuestro interior es por un lado
emocionante y por otro valioso. Encontrar el reino es hallar un tesoro que vale la pena
adquirir a cualquier precio. En ambas parábolas, los hombres lo vendieron todo para
adquirir uno el campo y otro la perla; pero venderlo todo para obtener un valioso tesoro y
conocer la alegría de adquirirlo les valió la pena con creces. De la misma manera, merece
la pena darlo todo por el reino de Dios. El elevado costo debe analizarse a la luz de la
incalculable ganancia.

Entre los textos judíos primitivos conocidos como los Manuscritos del Mar Muerto está el
rollo de cobre, una lista de objetos de valor ocultos que data del siglo I. Habla de grandes
cantidades de oro y plata, así como monedas y vasijas domésticas, enterradas o
escondidas en 60 lugares. Enterrar objetos de valor era algo que se hacía con relativa
frecuencia. Si una persona (o familia) enterraba objetos de valor y se moría sin que nadie
supiera dónde estaba su tesoro, este quedaba escondido hasta que alguien lo descubría.
De vez en cuando uno se tropezaba encantado con un tesoro ocultado por otra persona.
es el caso del hombre de la parábola. Ahora bien, esta parábola, como de costumbre, solo
nos da la información necesaria para el argumento que se va a presentar. No se nos dice
quién es el hombre, ni qué hacía en el campo, ni cómo encontró el tesoro, ni en qué
consiste el tesoro. Lo único que sabemos es que lo descubre y lo vuelve a tapar —en otras
palabras, lo oculta y no le dice nada a nadie— y a continuación compra el campo en que
se encuentra. Jesús no aborda la cuestión de si el hombre obró de forma moral al no
decirle al propietario del campo que este contenía algo valioso. Según textos rabínicos que
tratan de esos asuntos, da la impresión de que, por haber encontrado el tesoro, tenía
derecho a él. Comprar la parcela antes de extraer el tesoro le garantiza que nadie vaya a
poder reclamarlo. Como no se menciona que hiciera nada malo, y como la parábola no
entra en el terreno de la ética, los exegetas de la Biblia suponen que en la manera de
conducirse del hombre no debía de percibirse nada moralmente reprobable. El propósito
de la parábola es mostrar la tremenda alegría del hombre cuando encontró el tesoro,
hasta el punto de que estuvo dispuesto a vender todo lo que tenía para comprar el
campo.
la segunda parábola, un mercader busca perlas finas. En la Antigüedad, las perlas eran
consideradas gemas muy preciosas y se les atribuía gran valor. En el mar Rojo, el golfo
Pérsico y el océano Índico, había buzos que se sumergían en el agua en su búsqueda, y
solo la gente rica se las podía permitir. Plinio el Viejo, escritor del siglo I, describió las
perlas como los artículos de mayor valor; dijo que ocupaban «el primer lugar» y tenían «el
primer rango entre todas las cosas de valor». En el Nuevo Testamento, las perlas se ponen
a la par con el oro y las piedras preciosas. A diferencia del hombre que tropieza en un
campo con un tesoro, esta parábola nos presenta a un comerciante —muy probablemente
un mayorista por la palabra griega usada— que viaja de ciudad en ciudad buscando
activamente perlas que comprar y revender. Cuando encuentra una de máxima calidad,
sumamente valiosa, vende todo lo que tiene para adquirirla. El mensaje contenido en
estas dos narraciones de Jesús debió de hallar buena acogida entre diversos tipos de
oyentes. Muchos debían de identificarse fácilmente con el hombre que encontró un
tesoro en un campo. Podría haber sido un jornalero, un agricultor, un aparcero, un
capataz, un administrador o un simple viandante. El hecho de que la venta de todo lo que
tenía le da lo suficiente para comprar la propiedad muestra que no es un indigente, pero
tampoco es rico. No se esperaba tropezar con algo valioso, no andaba tras ningún tesoro.
En una jornada normal y corriente, no se esperaba encontrarse algo de tanto precio. Muy
probablemente, muchos de los que oyeron la parábola se identificaron con él. Les habría
encantado estar en su misma situación.

La segunda parábola habla a un público distinto, como los comerciantes. Es lógico que
alguien con una profesión así se desplazara a los lugares donde se vendían perlas. Buscaba
perlas deliberadamente, y encontró una que superaba todo lo que había visto hasta
entonces. Evidentemente debía de tener algunas riquezas para poder dedicarse a
comerciar en perlas, y esta tenía un precio tan alto que para comprarla tuvo que vender
todo lo que poseía. Entre el público que escuchaba a Jesús, cualquiera que se dedicara a
los negocios se habría identificado con la esperanza de hacer fortuna de resultas de tomar
un riesgo económico y salir ganando.

El argumento de tropezarse con un tesoro escondido y tomar los riesgos necesarios para
adquirirlo le da emoción al relato. Lo mismo viajar a lugares exóticos, descubrir una
magnífica oportunidad y aprovecharla con éxito. Estas narraciones cautivaban a las
personas y las llevaban a pensar en la alegría de descubrir riquezas inefables.

Si bien el descubrimiento de los objetos de valor se hizo de manera distinta —en un caso,
insospechadamente; en el otro, a consecuencia de una cuidadosa búsqueda—, ambos
hombres tuvieron que actuar con decisión para adquirirlos. No fue todo descubrir los
tesoros: tuvieron que vender y luego comprar, y fue únicamente realizando esas acciones
que llegaron a poseer los objetos de valor. En ambas parábolas, los hombres se vieron
ante oportunidades únicas cuyo aprovechamiento exigía una acción importante. Su
decisión y el riesgo que asumieron cambiaron su vida.

¿Es lo que se pretende ilustrar mediante estas parábolas? Jesús dice que el reino de los
Cielos es como quien encuentra algo de gran valor y se arriesga para obtenerlo. El
descubrimiento es emocionante, y hay conciencia de su valor y de lo mucho que costará
obtenerlo. Teniendo en cuenta su valor y la alegría de poseerlo, vale la pena venderlo
todo para conseguirlo. Entrar en el reino de Dios gracias al sacrificio y la resurrección de
Jesús, convertirnos en hijos de Dios y tener Su Espíritu en nuestro interior es por un lado
emocionante y por otro valioso. Encontrar el reino es hallar un tesoro que vale la pena
adquirir a cualquier precio. En ambas parábolas, los hombres lo vendieron todo para
adquirir uno el campo y otro la perla; pero venderlo todo para obtener un valioso tesoro y
conocer la alegría de adquirirlo les valió la pena con creces. De la misma manera, merece
la pena darlo todo por el reino de Dios. El elevado costo debe analizarse a la luz de la
incalculable ganancia.

Como explicó el apóstol Pablo:

Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y
ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento
de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a Él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo y ser hallado en Él que más debemos valorar es conocer a Cristo y formar
parte del reino de Dios. El concepto de vender todo lo que uno tiene para obtenerlo
refleja la verdad de que ningún costo es excesivo con tal de obtener el reino. Por entrar en
el reino vale la pena renunciar a todo lo demás. Si bien poner a Dios en el centro de
nuestra vida tiene su costo, bien vale la pena por la alegría eterna y el inconmensurable
valor de formar parte del reino.

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