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La Duda Filosófica y la duda del Escéptico

Introducción
A lo largo de esta plancha formalmente expresare algunas definiciones
que le dan el titulo y pondré, especial cuidado en el escéptico, ya que, al
menos en su definición por la RAE, tiene dos acepciones.
1.- Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo: bajo esta
definición el escéptico que sólo duda por dudar lo que lo inhabilita de
emitir juicio y solo opina de las cosas como punto final, nuestra orden
nos invita a no caer en esta postura absolutista. Pero su segunda
definición:
2.- Doctrina de ciertos filósofos antiguos y modernos, que
consiste en afirmar que la verdad no existe, o que, si existe, el
hombre es incapaz de conocerla. Para esta definición,
particularmente la moderna, tal vez, es posible una cabida, según
ciertos matices discutibles.
Siguiente, tratare de distinguir entre el escéptico y el incrédulo y
profundizaré en la duda, definición, clases de dudas como la aborda
principalmente la corriente metódica e impresiones finales.

Escepticismo, (en griego, skeptesthai, examinar)

"El escepticismo es la facultad de oponer, de todas las maneras posibles


los fenómenos posibles y los noúmenos; y de ahí llegamos, por el
equilibrio de las cosas y de las razones opuestas (isostenia), primero a la
suspensión del juicio (epojé) y después a la indiferencias (ataraxia)."
Origen del escepticismo

El escepticismo empezó propiamente en el siglo III a.C. con Pirrón de Elis


y los pirronáicos que fueron llamados escépticos.

Sentido y fases del escepticismo griego

El escepticismo griego tiene cuatro etapas bien definidas, aunque


propiamente no guardan relación entre sí:

1. El escepticismo, en cuanto a, actitud negativa ante la validez


del conocimiento científico aparece con Pirrón. Su actitud y
sentido es moral, al estilo de las escuelas socráticas menores en
cuyo marco se encuadra el pensamiento.
2. La segunda fase del escepticismo se desarrolla en la
Academia Platónica en lucha contra el dogmatismo de los
estoicos.
3. El escepticismo reaparece en forma más aguda a finales del
siglo I a.C, con Enesidemo y Agripa.
4. La última fase del escepticismo es representada por Sexto
Empírico, médico que perteneció a la escuela empírica del siglo II
d.C., quien se proponía destruir toda clase de dogmatismo
especulativo, adoptando una actitud práctica empirista ante la
realidad.

El escepticismo moderno

Los rasgos concretos de esta nueva época cobran plenitud y nitidez en


la contra imagen negativa del escepticismo. "Si se quiere llegar a
comprender el escepticismo como un factor necesario del pensamiento,
no se debe perder de vista esta significación y este rendimiento
indirecto."

Las proposiciones escépticas, aunque por su contenido se remonten a


las fórmulas antiguas, aparecen bajo un signo opuesto. La filosofía
griega vuelve a ser maestra; pero lo es ahora en un sentido nuevo: "La
época moderna se vuelve, no a sus soluciones más maduras y más
altas, sino a los últimos problemas y a las últimas dudas a que llega y
con que concluye, para asimilárselas interiormente y crear con ello, la
condición fundamental para su propia solución futura."

Lo que en la antigüedad aparece como resultado final de una


desintegración práctica, en esta etapa moderna se presenta
como un punto de partida.

Luego de esta resumida definición y barniz histórico, es fundamental


que distingamos entre el escepticismo filosófico y la incredulidad
ordinaria, para que en adelante la duda del escéptico no se confunda
con la incredulidad. Para intentar lograr esta distinción los expongo a la
siguiente situación:

Supongamos que Pedro afirma, que él sabe, que el pájaro, que está
viendo es un pato y que yo creo que si Pedro fuera a mirar con cuidado,
se daría cuenta que su coloración no es exactamente la de un pato. Su
pecho es demasiado negro. Además, creo que vuela un poco diferente a
los patos. Por lo tanto, hay dos motivos para dudar de que Pedro sepa
que es un pato:
1.- El color de esta ave no es típica de los patos.
2.- El patrón de vuelo de esta ave no es típica de los patos.
Este es un caso de duda ordinaria, porque hay, en principio, dos
formas generales que están disponibles para la eliminación de los
motivos para la duda:

1. Los motivos alegados para la duda se puedo demostrar que es


falsa.
2. Se puedo demostrar que los motivos para la duda, aunque cierto,
pueden ser neutralizados.

Veamos:

Pedro podría mostrar que hay muchos patos con la coloración de las
aves en cuestión citando alguna prestigiosa enciclopedia de Aves en el
que muchos de los patos en la foto tienen pecho negro. En otras
palabras, Pedro pudo demostrar que (1) es falso. Por otra parte, podría
concederse que el ave en cuestión vuela en una forma que no es del
todo típica de los patos. Pero supongamos que en una inspección más
cercana, vemos que algunas de sus plumas de la cola han sido dañadas
de una manera que podría provocar que el patrón de vuelo sea inusual.
Debido a que el ave tiene dificultad para deslizarse y volar en línea
recta, que bate sus alas mucho más rápidamente que lo típico de los
patos.
Así, a pesar de que puede conceder que (2) es cierto, nos han explicado
de distancia, o neutralizados, los motivos para la duda.

El punto aquí, es que en este caso, y en todas las corrientes de


incredulidad de los casos, los motivos de la duda, en principio, son
eliminados. Como diría Wittgenstein, la duda se produce en el contexto
de las cosas indudables. Si algo se pone en duda, algo más debe
realizarse rápidamente porque duda presupone la existencia de
procedimientos de eliminación de la duda. No cabe duda de que el
pájaro es un pato, ya que, al menos en parte, creemos que sabemos
cómo los patos suelen volar y su coloración típica. Es decir, creemos que
nuestra visión general del mundo es de derecha o hacia la derecha lo
suficiente-para que nos proporcione, tanto los motivos para la duda y los
medios para eliminar potencialmente la duda. Así, la incredulidad acerca
de alguna característica común del mundo se produce en un contexto de
creencias secuestrado por el mundo. No se duda de que tengamos algún
conocimiento del mundo. Lejos de ello, estamos presuponiendo que sí
sabemos algunas cosas acerca del mundo. Para citar a Wittgenstein,
"Una duda, sin un fin, no es ni siquiera una duda".
Por el contrario, el escepticismo filosófico intenta hacer dudosa
cada miembro de una clase de proposiciones que creemos que
corresponde a nuestro conocimiento.

Para aclarar la distinción entre la incredulidad y la duda filosófica


común, vamos a considerar dos películas: "The Truman Show" y ". The
Matrix" En el primer caso, un personaje se encuentra, sin su
conocimiento, en un ambiente artificial para que su "vida "puede ser
transmitido por la televisión. Pero, empieza a preguntarse si el mundo
que le rodea es, de hecho, lo que parece ser. Algunos acontecimientos
parecen suceder también con regularidad y muchas otras cosas no son
tan sólo que debe ser. Al final, Truman obtiene evidencia convincente
de que todo su mundo es un escenario y todos los hombres y las
mujeres son simplemente actores. El punto crucial es que incluso si no
hubiera desarrollado alguna duda, no es, en principio, una manera de
resolver si hubieren surgido. Estas dudas, aunque muy generales, son
ejemplos de incredulidad ordinaria.

En Contraste a este ejemplo, es el engaño representado en The Matrix.


Cuando todo está funcionando según lo programado por las máquinas,
no hay manera posible que el "pueblo" en la Matrix pueda determinar si
el mundo como experiencia es sólo un "mundo de los sueños" y no el
mundo real.

El show de Truman es una representación de un caso de incredulidad


ordinario porque hay algunas pruebas disponibles, para determinar lo
que es realmente el caso, mientras que en la matrix representa una
situación similar a la imaginada por el escéptico filosófico en el que no
es posible la obtención de pruebas para determinar que las cosas no son
como parecen (al menos cuando la realidad virtual es perfectamente
creada).

Duda Filosofica.

El significado propio del término duda. Es el de estado de vacilación o


inestabilidad de la mente ante dos juicios contradictorios. Proviene del
adjetivo dubius latino, que a su vez deriva del numeral duo. Dos, y
expresa precisamente eso: el balanceo o vaivén, entre dos términos
extremos y opuestos.
De esta manera, la duda. Se diferencia:
a) De la ignorancia, en la que falta todo juicio, y por consiguiente esa
dualidad, esos dos juicios opuestos entre los que la mente vacila.
b) De la sospecha y la opinión, en las que la mente está inclinada, en
un grado menor o mayor, por uno de los juicios opuestos, aunque esta
adhesión no sea del todo firme y no excluya, por consiguiente, el temor
de equivocarse. y
c) De la certeza, en la que la mente se adhiere firmemente a un juicio,
sin temor de error, es decir, excluyendo positivamente con igual firmeza
el juicio contrario.
Clases de dudas
Se suelen proponer varias dimensiones de la duda, una primera división
es en positiva y negativa; positiva, si las razones en favor o en contra
de una tesis están equilibradas o son objetivamente del mismo peso, y
negativa, si lo que sucede es que faltan razones para inclinarse al uno o
al otro extremo de la contradicción.
También se divide la duda, en objetiva y subjetiva; la objetiva está
basada en razones intrínsecas al mismo objeto que provoca la duda.,
mientras que la subjetiva se apoya en razones extrínsecas a ese objeto,
y que hay que cargar en el haber del sujeto; por eso, la duda, objetiva,
cuando se da, puede tener un fundamento universal, pero la subjetiva
sólo tiene una justificación particular.
Otra división es en real y ficticia; la real se da verdaderamente en un
sujeto, mientras que la ficticia no es verdaderamente vivida, sino
simulada con fines didácticos.
Se divide también en metódica y escéptica; (la que nos convoca hoy),
la metódica es provisional, sin perjuicio de que sea realmente vivida, y
tiene como finalidad el llegar a una certeza plenamente consciente; en
cambio, la escéptica es definitiva y no tiene un fin fuera de ella misma.
Otra división de la duda, es en teórica y práctica, según que se refiera
a juicios especulativos o a juicios inmediatamente ordenados a la acción.
Por último, también suele dividirse en universal y particular, ya sea
que se refiera a todos los conocimientos humanos, ya sólo a una zona de
ellos o a algunos juicios concretos.

Para un debate entre el escéptico, el metódico y otras corrientes es


bueno saber como se refieren a una duda en particular la duda
universal.
Puede plantearse, ¿si cabe una duda universal? o absoluta, que ponga
en tela de juicio la totalidad de los conocimientos humanos, parece que
S. Tomás defiende la necesidad o la posibilidad de esa duda universal,
como tarea propia de la Filosofía primera. Dice así: «Las otras ciencias,
que consideran la verdad de manera particular, deben plantearse dudas
particulares acerca de cada verdad, pero esta ciencia (es decir, la
Filosofía primera o Metafísica), así como considera a la verdad de
manera universal, así también debe plantearse una duda universal
acerca de la verdad en general». Por lo demás, el intento más serio de
plantear una duda universal, sin dejar de ser metódica, se debe a
Descartes. Veámoslo. En primer lugar, hay que mencionar que la duda
cartesiana es metódica y no escéptica, es provisional y no definitiva.
Escribe Descartes: «No que yo imitase con esto a los escépticos, que
sólo dudan por dudar, y que andan siempre irresolutos, sino que, por el
contrario, todo mi designio se enderezaba a asegurarme, y a remover la
tierra movediza o la arena, para encontrar la roca firme» (Discurso del
Método, 3a parte). En segundo lugar, hay que decir que la duda
cartesiana es solamente teórica y no práctica, como encaminada, en
primer término, al logro de la verdad especulativa y no a la dirección de
la vida. Por ello, se procura Descartes unas máximas de «moral
provisional» antes de entregarse a la duda escribe: «Por eso, a fin de no
permanecer irresoluto en mis acciones, mientras que la razón me
obligara a estarlo en mis juicios, y para no dejar de vivir lo más
felizmente que pudiese, me formé una moral provisional, que consistía
sólo en tres o cuatro máximas». Estos supuestos, la duda cartesiana se
presenta como universal, dado que se apoya en motivos tan generales
que no parece que pueda escapar a ellos verdad alguna. Estos motivos
son cuatro, a saber:
1) Como los sentidos nos han engañado alguna vez, vamos a suponer
que nos engañan siempre y que, por consiguiente, resulta dudoso todo
lo que se base en el testimonio de ellos.
2) Como muchas veces hemos soñado y creíamos ser verdad lo que
veíamos o vivíamos sólo en sueños, vamos a suponer que soñamos
siempre y que no tenemos ningún criterio seguro para distinguir la
vigilia del sueño.
3) Como a veces nos hemos equivocado razonando, incluso en
cuestiones bien sencillas de geometría y otras por el estilo, vamos a
suponer que nos equivocamos siempre en nuestros raciocinios y
demostraciones.
4) Por último, como es posible que exista un geniecillo maligno,
todopoderoso y engañador, del cual dependamos y que emplee toda su
astucia en engañarnos, no podemos estar nunca seguros, ni siquiera
acerca de los juicios más evidentes.
Ciertamente que, puestos en juego todos estos motivos de duda, no
parece quedar en pie verdad alguna, ni de orden sensible, ni de orden
intelectual, por lo que la duda cartesiana se nos muestra como
universal, sin embargo, no es así, porque, como escribe el propio
Descartes: «al mismo tiempo que me esforzaba en pensar que todo era
falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa, y
comprendiendo que esta verdad: `yo pienso, luego existo', es tan firme
y tan segura que las suposiciones más extravagantes de los
escépticos son incapaces de quebrantarla, juzgué que la podía
tomar, sin escrúpulo, como el principio de la filosofía, que andaba
buscando» (Discurso del Método, 41 parte).

Descartes se da también cuenta de que todo lo que es de suyo evidente,


lo que es objeto de una intuición intelectual, tampoco puede ser puesto
en duda., ni siquiera en la hipótesis del geniecillo maligno; o sea, que
mientras estamos contemplando lo que es de suyo evidente, no
podemos dudar de ello. Escribe, en efecto, Descartes: «Cuando dirijo mi
atención a estas cosas que con tal claridad creo percibir, es tal mi
convicción de que son verdaderas que mi propio impulso me lleva a
proferir estas palabras: engáñeme quien pueda; es lo cierto que jamás
podrá hacer quien tal intente que yo sea nada cuando pienso que soy
algo; que sea verdad alguna vez que nunca he existido, siéndolo que
existo ahora; que dos y tres sean más o menos que cinco, y cosas
semejantes en las que claramente veo una repugnancia manifiesta»
(Meditaciones metafísicas, III). Y más aún, antes que en lo que dice
Descartes (en la claridad con que la inteligencia percibe un objeto), las
evidencias y consiguientes certezas se fundan en la claridad y patencia
del objeto mismo conocido. Por ese motivo no es posible la duda., ni
siquiera metódica, sobre lo que se llaman primeros principios (p. ej., que
el ente es).
De este modo se muestra la imposibilidad del escepticismo
absoluto, como del relativismo o probabilismo generalizados; son
inviables porque tenemos evidencias en muchos campos y en muchos
juicios, y la evidencia no es otra cosa que la vivencia de la verdad. Como
dice Husserl, repitiendo un pensamiento que ya se encuentra en S.
Tomás, «la tesis de esta afirmación hipotética (que no existe ninguna
verdad) es un contrasentido, pues la proposición «no existe ninguna
verdad» equivale por su sentido a la proposición «existe la verdad de
que no existe ninguna verdad». El contrasentido de la tesis exige el
contrasentido de la hipótesis»

Impresiones finales.

La duda, alguna duda, es inevitable al hombre. Dada la imperfección de


nuestras facultades cognoscitivas, así como la falta de firmeza de
nuestras tendencias, es inevitable que la duda nos amenace en muchas
ocasiones, sin embargo, también la duda puede sernos provechosa.
Escribe Aristóteles: «Los que quieren investigar con éxito han de
comenzar por plantear bien las dificultades, pues el éxito posterior
consiste en la solución de las dudas anteriores, y no es posible zafar si
se desconoce la atadura». Es decir, la duda es como una atadura de la
mente que impide el progreso expedito de ésta hacia el conocimiento
cierto y verdadero. Pero, por eso mismo, hay que considerar
atentamente las dudas, para poder solucionarlas o soltarlas, pues las
ataduras que no se conocen no se pueden soltar.
La duda, pues, cumple una misión importante en la búsqueda de la
verdad (y también en la enseñanza de la misma). Dado que muchas
dudas son inevitables, hay que sacarles el mejor partido, y éste consiste
en examinar más concienzudamente el camino hacia la verdad, de modo
que nuestra marcha se haga más segura y más luminosa. La verdad
alcanzada después de considerar y resolver todas las dudas. Es más
firmemente poseída y más inatacable. En tanto que cumple estos fines
estamos en la llamada duda metódica, que es provisional por su propia
naturaleza. Por lo demás, esta duda metódica puede servir, tanto para
obtener verdades de orden especulativo, como para alcanzar verdades
de orden práctico que rijan nuestra vida.

S F U.

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