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SUMARIO
1.PREÁMBULO
2.ASUNTOS CONSULTADOS
2.4. CONCLUSIONES
♦
Profesor de Derecho Económico y de la Libre Competencia, Universidad de Chile, y Profesor de Derecho
Antimonopólico y de Industrias Reguladas, MBL, Universidad Adolfo Ibáñez.
DESARROLLO
1.PREÁMBULO
El mencionado proceso guarda relación con dos mercados conexos: el del acceso a Banda
Ancha el de la prestación de servicios de telefonía sobre banda ancha.
Mercado del acceso a Banda Ancha. Como veremos, la posición de CTC en este mercado
es determinada tanto por corresponder a quien provee uno de los dos tipos de tecnología
(ADSL) a través de las cuales se provee el acceso a banda ancha y por ser quien concentra
más del 75% de las líneas de telefonía local a nivel nacional, infraestructura esencial para que
los ISPs (Internet Service Providers) puedan acceder a los usuarios de Internet, tanto a nivel
residencial como comercial.
2
El carácter conexo del mercado de la conectividad de banda ancha a Internet con el mercado
de la telefonía se explica por el hecho de que una de las aplicaciones ofertadas en Internet es
la de la voz sobre banda ancha y, por tanto, cualquier restricción impuesta a nivel de la
conectividad vía banda ancha a Internet repercute en una menor y, en el límite, en una
inexistente oferta de telefonía IP sobre banda ancha, lo cual redunda en una menor
competencia para la telefonía fija local.
Así, una empresa de telefonía fija local interviene en, al menos, dos etapas del proceso
productivo de la telefonía IP. La primera intervención es de carácter positivo: brindar
conectividad a través de banda ancha a los ISPs, en tanto la segunda intervención es de
carácter negativo: no impedir ni obstaculizar el ejercicio de la autonomía privada de los ISPs
y ASPs en relación con la libertad a que éstos tienen derecho de celebrar de convenciones y
estipular sus contenidos relativas a las prestaciones de voz sobre banda ancha.
Una de las formas que tiene una empresa de telefonía fija de interferir el ejercicio de
autonomía privada correspondiente a los contratos que se celebran entre ella y los ISPs
consiste en la imposición de cláusulas contractuales impeditivas u obstaculizantes, las que
esa empresa de telefonía fija local introduce forzadamente en sus contratos con los ISPs.
Esta es la situación planteada en autos por Voissnet S.A. que, en su calidad de ASP y no
obstante no haber celebrado contrato alguno con CTC, se encuentra con que todos los ISPs
que han suscrito el “Contrato de Servicio Megavía DSL” con CTC, tienen prohibición de
1
Subsecretaría de Telecomunicaciones, Resolución Exenta N°1.483, Título I, Artículo 1°, letra b), y también
Resolución Exenta N°698, Título I, Artículo 1°, letra c).
3
abrir los puertos de voz o de utilizar la banda ancha que le provee la compañía telefónica
local para efectuar prestaciones de telefonía IP o, específicamente, de voz sobre banda
ancha.
4
Durante el litigio sobre el cual versa el presente informe se ha reconocido por CTC la
realidad y puesta en práctica de las cláusulas antes transcritas, centrándose la controversia
antimonopólica, entre otros aspectos, en si esas cláusulas tienen o no justificación suficiente
ante el Derecho de la Libre Competencia. Esta pregunta es fundamental puesto que Voissnet
es un ASP que si bien no ha suscrito un “Contrato de Servicio Megavía DSL”, resulta
afectada por esta modalidad de contrato de adhesión que CTC subscribe con ISPs al
restringírsele a Voissnet la prestación de servicios de telefonía sobre Internet. De esta
forma, el presente informe tiene por objeto analizar desde la perspectiva del Derecho de la
Libre Competencia el doble efecto antes descrito que producen las cláusulas transcritas del
Contrato. Así, el análisis jurídico se centrará en determinar, a nuestro juicio, la existencia,
procedencia y disponibilidad para el caso “sub júdice” de ciertas causales de justificación que
han sido invocadas por CTC en este proceso antimonopólico en la búsqueda de una
legitimización de dichas cláusulas.
Hemos considerado conveniente dar inicio a nuestro análisis con una breve reseña de la
triple función que cumple el Decreto Ley 211 respecto del bien jurídico Libre Competencia,
presentando singular importancia para el caso de autos su función limitativa de la autonomía
privada atendido su carácter de contenido de orden público. Luego de ello nos ocuparemos
de la autonomía privada y sus límites, con especial énfasis en su vertiente de la libertad
contractual. A continuación concluiremos que el bien jurídico Libre Competencia prevalece
sobre todo acto o convención contrario a esta última, que prevalece sobre todo ejercicio de
los atributos del dominio vulnerador de la Libre Competencia y que, en el caso “sub júdice”,
no resulta procedente pretender justificar las cláusulas del Contrato antes transcritas ni en la
autotutela ni en la legítima defensa. En efecto, demostraremos en este informe lo siguiente:
El carácter de orden público que informa la legislación antimonopólica conlleva una primera
y fundamental consecuencia : éste se impone como un límite imperativo, necesario e
infranqueable a la autonomía privada no resultando procedente la invocación de esta última
en un escenario de conflicto con la Libre Competencia ni resultando correcta la afirmación
de que en materias no reguladas los límites quedan entregados a la libertad de los
contratantes.
El carácter de orden público que inspira la legislación antimonopólica conlleva una segunda
y fundamental consecuencia : éste se impone como un límite necesario e infranqueable a la
autonomía privada en su modalidad de ejercicio de los atributos del dominio, no resultando
procedente la invocación del derecho de propiedad privada en un escenario de conflicto con
la Libre Competencia. Asimismo, no resulta procedente confundir los límites y obligaciones
derivadas de la función social de la propiedad con la privación de los atributos esenciales del
dominio y de la propiedad misma o del bien sobre que ésta recae.
En la industria de las telecomunicaciones no existe autoridad pública diversa del Tribunal de
Defensa de la Libre Competencia ni competidor alguno – ni siquiera CTC - que pueda
ejercer válidamente un derecho de autotutela en dicha materia a pretexto de que la
prestación de un determinado servicio por parte de un competidor carezca de regulación
legal y reglamentaria o bien de que ese servicio sea prestado sin concesión. Menos aún
podrá ese competidor imponer sanciones cuya gravedad queda evidenciada al afectar la
5
fundamental garantía constitucional del artículo 19 N° 21 y cuyas únicas limitaciones pueden
ser establecidas por el Legislador por razones de moral, orden público o seguridad nacional.
Ni el Decreto Ley 211 ni la Ley 18.168 General de Telecomunicaciones contemplan la
legítima defensa como causal de justificación para una conducta típica constitutiva de un
atentado contra la Libre Competencia. En relación con la legítima defensa contemplada en el
Código Penal estimamos que, de ser invocada, no sería aplicable al caso de autos por no
darse cumplimiento a ninguna de las dos primeras circunstancias allí previstas para su
utilización. De esta forma la conducta típicamente monopólica controvertida no podría
quedar justificada por la legítima defensa.
A continuación nos haremos cargo del injusto monopólico conocido como abuso de
posición dominante, para lo cual nos ocuparemos con referencia al caso de autos de la
posición dominante, del abuso que es posible realizar de esta última, del carácter
esencialmente antijurídico del abuso y del efecto de las Cláusulas citadas del Contrato sobre
la Libre Competencia, para finalizar con las conclusiones del presente informe. Las Cláusulas
no resultan inocuas a la Libre Competencia en materia de los servicios contractualmente
prohibidos, surgiendo entonces la duda de cuál es el sentido para CTC de imponer aquéllas.
Una posible explicación de tal imposición es la de que CTC tiene por giro principal la
telefonía fija local, tradicional o por cables y lo prohibido contractualmente es el servicio de
telefonía sobre Banda Ancha, esto es, una forma de competencia prospectiva de la telefonía
tradicional. Si ésta fuera la explicación podríamos hallarnos ante un abuso de posición
dominante cuyo objeto sería preservar esta última por la vía de mantener a distancia los
competidores futuros o potenciales que podrían disputar una clientela común.
2.ASUNTOS CONSULTADOS
6
A este punto se perfila en toda su dimensión la paradoja de la Libre Competencia, según la
cual la protección de dicha libertad mercantil exige una regulación de sus límites a través de
una intervención normativa, que es la que efectúa el Decreto Ley 211. De allí que el Decreto
Ley 211 se comporte desempeñando en forma simultánea las siguientes tres funciones : a)
como norma tutelar de la Libre Competencia (en este sentido es proyección de la garantía de
la libertad para desarrollar cualquier actividad económica), b) como norma limitativa de los
excesos que pudieren ocurrir con motivo de la libre competencia misma (en este sentido
opera como límite de la mencionada garantía) y c) como norma regulatoria u
operativizadora de la garantía amparada en el inciso primero del artículo 19 N° 21
(“respetando las normas legales que la regulen”). Pasamos a dar cuenta brevemente de tales
funciones.
En virtud de la función tutelar, el Decreto Ley 211 debe preservar la Libre Competencia
creando los medios para que este bien jurídico sea respetado no sólo por las autoridades
públicas y personas públicas, sino que también por las autoridades privadas y personas
privadas. Desde la perspectiva de esta función tutelar se presenta un campo que
simultáneamente puede ser objeto de aplicación de la garantía constitucional contenida en el
inciso primero del artículo 19 N° 21 de la Constitución Política de la República y del
Decreto Ley 211. Esto resulta de la relación de género a especie que existe entre la libertad
para desarrollar actividades económicas y la libertad de competencia mercantil, lo cual ha
sido recogido por la jurisprudencia antimonopólica en los siguientes términos :
“Que sin perjuicio de la garantía constitucional del derecho a desarrollar cualquier actividad
económica ...el orden económico que se ha establecido en el país, es el de una economía
social de mercado, en el cual su principio rector es la libertad económica que se manifiesta
de distinta manera, y donde el empleo de la libre competencia es uno de los mecanismos
impulsores de la economía, donde, por cierto, se encuentran contenidos y garantizados entre
otros principios del orden público económico, el de la libertad de la persona humana en
cuanto se manifiesta en el derecho para desarrollar cualquier actividad económica con las
limitaciones antes indicadas...”2.
Ello acarrea, por consecuencia, que ciertas conductas pueden ser impugnadas como
atentado a la mencionada garantía constitucional contemplada en el artículo 19 N° 21 a
través de las acciones que confiere el recurso de protección y el recurso de amparo
económico3 que son de conocimiento de la respectiva Corte de Apelaciones, o bien como
2
Dictamen N° 992/636 de la Comisión Preventiva Central, confirmado por la Comisión Resolutiva, cuyo
sucesor es el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia mediante Resolución N° 480, en el cual se cita
Oficio N° 725 de la Dirección General de Aguas.
3
Cabe observar que la acción de amparo económico, regulada en el artículo único de la Ley 18.971, ha
experimentado una interesante evolución jurisprudencial : originariamente se estimaba que sólo procedía
con motivo del inciso segundo del artículo 19 N° 21 de la Constitución ; más tarde se aceptó su extensión a
7
ofensas a la Libre Competencia, tutelada por el Decreto Ley 211, a través de un
requerimiento y/o demanda ante el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia. Ambos
tribunales colegiados exhiben a la Excma. Corte Suprema como su común superior
jerárquico, pudiendo esta última entrar a conocer de los asuntos respectivamente radicados
ante la Corte de Apelaciones y ante el Tribunal de la Libre Competencia vía ciertos recursos.
Resulta evidente que las codificaciones mencionadas importan el tratamiento de límites tan
sensibles a los derechos como los antes mencionados. Estos límites quedan entregados en su
especificación o formulación concreta al Constituyente, al Legislador y a los Tribunales de
Justicia ; esta es la doctrina sustentada por la jurisprudencia jurisdiccional emanada de los
Tribunales de Justicia y del Tribunal Constitucional4. De allí que no compete a la
Administración del Estado la formulación específica de tales límites.
la tutela del inciso primero de dicha disposición constitucional y, actualmente, en recientes fallos se tiende a
excluir esta acción constitucional de la tutela de meras amenazas al derecho a desarrollar cualquier actividad
económica que no sea contraria a la moral, al orden público o a la seguridad nacional.
4
Eduardo Soto Kloss y Otros, “Derechos Municipales por Publicidad Caminera”, pg. 78, Revista de Derecho
Administrativo Económico, Vol III/N°1, Enero-Junio 2001, Santiago de Chile.
8
La legislación antimonopólica, contenida principalmente en el Decreto Ley 211, constituye
una formulación concreta del orden público y de la moral y, en tales sentidos, especifica los
mencionados límites respecto de la garantía del derecho a desarrollar cualquier actividad
económica.
5
La pretensión procesal es “la voluntad manifestada por un sujeto, de obtener del órgano jurisdiccional que
recoja y examine una pretensión extraprocesal, resistida, y la satisfaga plenamente si está fundada en el
ordenamiento objetivo.” Avsolomovich, Lürs y Noguera, “Nociones de Derecho Procesal”, pg. 29, Editorial
Jurídica de Chile, 1965.
9
las partes intervinientes, puesto que en ello se encuentra comprometido el buen
funcionamiento del respectivo mercado relevante y de las fases productivas, tanto
antecedentes como siguientes, vinculadas a aquél. Dicho funcionamiento alcanza no sólo a
los sujetos que intervienen actualmente en dicho mercado, sino que también a potenciales
interesados en acceder al mismo. Así, lo ha confirmado la jurisprudencia antimonopólica al
establecer :
“Que de los antecedentes reunidos, se aprecia que los recurrentes, de un modo indirecto y a
través de la denuncia interpuesta ante la Fiscalía Regional, en sus calidades de titulares de
plantas de revisión técnica que funcionan al amparo del antiguo sistema de autorizaciones
establecido en la Ley N° 18.290, intentan obtener la prolongación de sus permisos para
funcionar, pretensión que no corresponde ser ventilada ante los organismos de defensa de la
libre competencia, ya que éstos no están llamados a proteger intereses particulares,
individualmente considerados, sino a cautelar los bienes jurídicos cuya naturaleza es de
orden público.”6
En otras palabras, interesan los conflictos de libre competencia a todos los actores de un
mercado relevante y no sólo al demandante y al demandado ante el Tribunal
Antimonopólico ; de otra forma la existencia y función de la Fiscalía Nacional Económica
sería innecesaria : ¿ para qué se habría creado este fundamental organismo administrativo si
lo antimonopólico sólo atañe a demandante y demandado ? o puesto en otros términos :
¿cuál sería el interés general o bien común económico que aquél ha de representar por
mandato del Decreto Ley 211 si estamos ante meros intereses individuales ? La Fiscalía
Nacional Económica, en el inicio y durante el proceso antimonopólico, ha de representar el
interés de la nación toda o sociedad civil en la preservación y tutela de ese importantísimo
contenido del bien común económico, que es la Libre Competencia.
10
La exigencia de que las limitaciones a los individuos han de estar fundadas en la ley es
propia de un orden jurídico caracterizable como un Estado de Derecho y corresponde a una
de las directivas de la Escuela del Jus Naturae, que posteriormente fue incorporada a las
modernas constituciones políticas de las repúblicas civilizadas8.
“Que la libre competencia, en cambio asegura a todas las personas, con igualdad de
oportunidades, el derecho “a desarrollar cualquier actividad económica que no sea contraria
a la moral, al orden público o a la seguridad nacional, respetando las normas legales que la
regulen”, derecho que garantiza explícitamente el artículo 19 N° 21 de la Carta
Fundamental ;”10, para luego agregar : “Que es por estas consideraciones que la garantía
constitucional del artículo 19 N° 21 de la Carta, adquiere especial relevancia en cuanto
prescribe que toda actividad económica, cualquiera que sea su origen y sea que derive o no
de otra garantía constitucional, debe someterse necesariamente a su mandato y, en
consecuencia, a las leyes que la regulan, en este caso, los preceptos del Decreto Ley N°
211.”11
8
Giorgio Del Vecchio, “Los Principios Generales del Derecho”, pg. 86, Editorial Bosch, Barcelona, 2a
edición, 1948.
9
Diccionario de la Lengua Española, “Regular”, 2da acepción, pg. 1246, Vigésima Primera Edición,
Madrid, 1992.
10
Resolución N° 368, Considerando Quinto.
11
Resolución N° 368, Considerando Duodécimo. En este mismo sentido, obsérvese también el Considerando
Vigésimo Tercero de esta misma resolución.
11
Como puede apreciarse, la primera cita da cuenta de lo que hemos denominado la función
tutelar que realiza el Decreto Ley 211 de la garantía del artículo 19 N° 21, en tanto que la
segunda cita se refiere a la función regulatoria que desarrolla el Decreto Ley 211 respecto de
la garantía constitucional antes mencionada.
12
La autonomía privada es una noción jurídica, que ha sido magistralmente definida por Luigi
Ferri como “el poder de disposición no vinculado al deber jurídico de perseguir una finalidad
determinada por otro”.
La voz “disposición” alude a determinar o regular una conducta, que en este ámbito será
siempre la propia del emisor de las normas, con miras a un determinado fin. De allí que los
actos jurídicos unilaterales como las convenciones exhiban un objeto determinado.
La autonomía privada tiene por límites la moral, las buenas costumbres, el orden público, la
ley y la seguridad nacional. Tales límites no son extraños o ajenos a la autonomía privada,
puesto que ésta al igual que la noción filosófica de libre albedrío está finalizada. El cómo se
logra el mencionado fin de la autonomía privada es un asunto cuya determinación
corresponde exclusivamente a su titular, en tanto y en cuanto ello lo realice dentro de los
márgenes predeterminados por el Derecho : la moral, las buenas costumbres, el orden
público, la seguridad nacional y la ley.
Así, la autonomía privada opera dentro del ámbito de lo lícito y, por ello, se halla constituida
por un poder de crear, modificar o extinguir - dentro de los límites expuestos - normas
jurídicas. En consecuencia, la autonomía privada es poder, potencia o facultad y no potestad
ni derecho subjetivo. Este poder se actualiza a través de un triple cauce : el derecho
subjetivo la libertad contractual (referida tanto al ámbito de los negocios nominados o
reglados como al de los innominados o carentes de regulación) y la propiedad privada.
Luego, estas tres vías de manifestación de la autonomía privada se encuentran sometidas a
los límites que afectan a esta última : moral, orden público y seguridad nacional. De
conformidad con lo ya señalado, entre los límites de la autonomía privada se encuentra la
13
legislación antimonopólica precisamente por el carácter de orden público exhibida por esta
última, según lo explicado en el apartado precedente.
Además, incluso para el evento de que hubiese sido el contenido fruto de la libertad
contractual, lo que se opone a la naturaleza de contrato de adhesión, ello no basta ni puede
bastar para afirmar la licitud antimonopólica de las Cláusulas. Es por esto que sorprende la
afirmación que realiza CTC en autos, según la cual:
Si toda limitación contractual fuese lícita por el mero hecho de ser fruto de la autonomía
privada no tendría sentido el tipo antimonopólico contemplado en el artículo tercero del
Decreto Ley 211 que proscribe todo acto o convención que conculque la libre competencia.
Ya advertíamos que tales Cláusulas producen un doble efecto en los siguientes términos: i)
limitan la comercialización del acceso a Internet que efectúan las ISPs al no estarles
contractualmente permitido el ofrecer como parte de dicho servicio las aplicaciones de voz,
con lo cual los ISPs se ven obligados a ofertar un producto mutilado e incompleto y, por
tanto, comercialmente menos atractivo, y ii) impiden a las ASPs comercializadoras de
telefonía IP sobre banda ancha – entre las cuales se encuentra Voissnet.- prestar servicios de
voz sobre banda ancha, con lo cual ciertamente se destruye el negocio de estos ASPs,
conduciéndoselos a la insolvencia y consiguiente expulsión del mercado de la banda ancha
en el cual se otorgan las mencionadas aplicaciones de voz.
Este doble efecto contraría de forma manifiesta un contenido de orden público, cual es la
Libre Competencia, y por tanto se hace indispensable establecer si las mencionadas
Cláusulas tienen alguna justificación que legitime suficientemente ante el Derecho
Antimonopólico el efecto restrictivo que causan sobre el producto adquirido por los ISPs,
esto es conectividad de banda ancha para dar acceso a Internet, y el efecto impeditivo que
producen sobre ciertos ASPs comercializadores de telefonía IP sobre banda ancha, entre los
cuales se halla Voissnet.
14
“(iv) La prohibición contractual contenida en Megavía es coherente con la naturaleza y el
objeto del contrato, que consiste únicamente en dar acceso a Internet en banda ancha.”
Resulta interesante contrastar este argumento con lo que señala el objeto del Contrato:
La conclusión que resulta de dicho contraste es que el objeto del Contrato es efectivamente
dar conectividad de banda ancha a las ISPs, para que a su vez éstos puedan otorgar acceso a
Internet a los suscriptores, acceso que luego es mutilado por las cláusulas segunda y cuarta
numeral séptimo del mismo Contrato. De conformidad con tales cláusulas, el ISP queda bajo
prohibición contractual de permitir acceso a las aplicaciones de voz que pueda prestar
cualquier ASP. Resulta ciertamente incomprensible la explicación de que por consistir
“únicamente en dar acceso a Internet en banda ancha” se haya discriminado contra ciertos
ASPs, concretamente los que prestan servicios de voz sobre banda ancha, entre los cuales se
encuentra Voissnet. La conectividad de banda ancha para dar acceso a Internet debería
haber dejado a los ISPs en libertad para poder aceptar todas las aplicaciones existentes en
Internet, pero no limitarlas “ex ante” a través de una restricción contractual inexplicable
desde la óptica del objeto del Contrato. Por lo tanto, la pregunta a formular es evidente: si
la misión de la compañía telefónica, en este caso, es dar conectividad de banda ancha y la
misión del ISP es dar acceso a Internet, ¿por qué la compañía telefónica pretende tener
derecho a regular algo que ya se encuentra dentro de Internet y, por consiguiente, fuera de
su “esfera de resguardo”?.
Resulta de vital importancia para una adecuada valoración de las cláusulas controvertidas
del Contrato observar que el Decreto Ley 211 y toda su normativa general y particular
15
complementaria rigen la industria de las telecomunicaciones. Sólo en aquellas materias que
exhiben una regulación tan específica y precisa que no deja lugar a la autonomía privada,
v.gr., las tarifas fijadas por autoridad pública, es posible afirmar que no aplica el Decreto
Ley 211. Sin embargo, resultan muy excepcionales regulaciones tan precisas y exhaustivas;
de allí, que el Derecho de la Libre Competencia inspira, informa y alcanza virtualmente toda
la legislación de las telecomunicaciones y no podría ser de otra forma por así exigirlo la
garantía constitucional del artículo 19 N° 21 de la Constitución Política. Es por ello que
resulta equívoca la dicotomía que se ha buscado presentar en este proceso en cuanto a que
por no ser la provisión de servicios de banda ancha un servicio regulado y al no formar
aquélla parte del servicio básico que una concesionaria se encuentra obligada a entregar, los
límites del servicio que presta deben ser determinados libremente por las partes. Afirmamos
que esta dicotomía entre “lo regulado” versus “lo libre” constituye una peligrosa
simplificación, puesto que en materias reguladas interviene la Libre Competencia dando
forma a muchos sistemas de reglamentación y, sobretodo, colmando espacios no regulados
en forma exhaustiva.
Es por ello que hemos enfatizado el carácter de orden público del Derecho de la Libre
Competencia y la necesidad de conceptualizar la autonomía privada en función de ese límite.
Por lo expuesto debe rechazarse que “los límites del servicio que presta [conectividad de
banda ancha] debieran ser determinados libremente por las partes.” No cabe afirmar que
tales límites han quedado entregados a la libertad contractual de las partes toda vez que
aquéllos ya están demarcados por la Constitución Política de la República y el Decreto Ley
211 y es por ello que el Honorable Tribunal de Defensa de la Libre Competencia debe
ponderar si tales límites han sido respetados en el caso de autos por las controvertidas
Cláusulas del Contrato o si, por el contrario, se ha generado una conculcación a la libertad
de competencia mercantil. De haber ocurrido esto último, quedará en evidencia que los
límites no quedan entregados a la fuerza de los negociadores, sino que el Derecho
Antimonopólico tiene mucho que decir al respecto.
16
La autonomía privada ejercitada en forma desviada o excedida, esto es, prescindiendo de la
Libre Competencia como límite de orden público, no es digna de tutela alguna y en función
de la gravedad de la transgresión y la ausencia de una causal de justificación, las cláusulas
convencionales resultantes de ese ejercicio de autonomía privada ameritarán las sanciones
correspondientes. En un escenario como éste, entre tales sanciones se hallará el restarle toda
eficacia práctica a tales cláusulas contractuales, en los términos que explicaremos a
continuación.
2.2.2. Prevalencia del Decreto Ley 211 sobre los Actos y Convenciones contrarios a la
Libre Competencia.
El carácter de orden público que informa la legislación antimonopólica conlleva una primera
y fundamental consecuencia : éste se impone como un límite imperativo, necesario e
infranqueable a la autonomía privada no resultando procedente la invocación de esta última
en un escenario de conflicto con la Libre Competencia. Así, no cabe válidamente argumentar
por quien ha establecido una cláusula convencional que contraviene el Decreto Ley 211 que
semejante estipulación es lícita por ser fruto de la actividad de la respectiva autonomía
privada. Dicha cláusula no puede operar ni subsistir como una norma válida, exigible entre
contratantes y apta para producir todos sus efectos jurídicos. La jurisprudencia judicial
emanada de la H. Comisión Resolutiva, antecesora del Honorable Tribunal de Defensa de la
Libre Competencia había descrito con extraordinaria precisión la imposibilidad jurídica de
que alguna estipulación intentase remover o desconocer el carácter de orden público de la
normativa contenida en el Decreto Ley 211 :
“Que una de las normas de mayor importancia que regulan esta garantía constitucional y que
forman parte del llamado Orden Público Económico es, precisamente, el Decreto Ley 211,
ya que sus disposiciones tienen por objeto evitar la distorsión de la economía a que puede
conducir la manipulación de la oferta y la demanda en el mercado”12, para luego agregar :
“los preceptos del Decreto Ley 211, los que por cumplir una finalidad de alto interés
nacional son de orden público y no pueden ser alterados, modificados o sustituidos por la
voluntad de las personas que intervienen en ella [la actividad económica]”13 .
12
Resolución N° 368, Considerando Sexto.
13
Resolución N° 368, Considerando Séptimo, parte final. Véase también Resolución N° 29, Considerando
Sexto, párrafo segundo.
17
Tribunal de Defensa de la Libre Competencia tiene por objeto la terminación o modificación
de actos jurídicos, sean éstos unilaterales o plurilaterales y sea que tengan por objeto la
creación, modificación o extinción de obligaciones.
Estimamos que esta sanción se aplica con ciertas restricciones : en primer lugar debe
distinguirse entre actos y convenciones regidas por el Derecho Privado y actos y
convenciones regidas por el Derecho Público. Respecto de las primeras, parecería en
principio no existir limitaciones específicas, en tanto que respecto de las segundas es preciso
analizar el origen y rango normativo del acto o convención que se pretende terminar o
modificar. Al efecto, cabe observar que, a fin de ser objeto de la sanción en comento, el acto
o convención de Derecho Público, sin lugar a dudas, debe exhibir un rango administrativo
infrareglamentario, esto es, debe ser inferior a la ley en todas sus modalidades y al
reglamento administrativo. Lo que plantea un problema es que esta sanción ha sido
entregada a un órgano jurisdiccional que opera sobre casos singulares y, por tanto, se
localiza en términos jerárquicos bajo la potestad reglamentaria del propio Tribunal de
Defensa de la Libre Competencia, aunque con imperio para establecer las cláusulas que han
de ser eliminadas o reformadas y, en consecuencia, determinar la viabilidad de un acto o
convención.
“En este contexto no tiene cabida la parte cuestionada de la cláusula segunda del Contrato
de Suministro de Servicio Telefónico con Equipos de Propiedad de la Compañía, que
constituye una imposición ilegítima de la Empresa que contraviene las normas del
Reglamento tantas veces mencionado y las disposiciones del Decreto Ley N° 211, de 1973,
en especial sus artículos 1° y 2° letra f).”14
14
Resolución N° 215, Considerando Séptimo, inciso segundo.
18
Así, el Tribunal Antimonopólico ordenó la supresión de la antes mencionada cláusula,
declarando:
“Que la Compañía de Teléfonos de Chile S.A. debe suprimir de su “Contrato de: Suministro
de Servicio Telefónico con Equipos de Propiedad de la Compañía” la prohibición de
conectar a sus redes instalaciones o equipos telefónicos de los suscriptores o de terceros
contenida en su cláusula segunda. La misma supresión deberá efectuar en cualquier otro
contrato respecto de cláusulas similares a la objetada por esta resolución.”15
15
Resolución N° 215, Declaración Segunda.
16
Jorge López Santa María, “Obligación Contractual que Supone Aptitudes Personales del Deudor.
Legislación sobre la Libre Competencia ; Ejecución Forzada e Indemnización de Perjuicios (Informe en
Derecho)”, pg. 55, en Revista de Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso N°1.
19
Código Civil, dicha nulidad debe ser declarada de oficio por el juez civil, sin mediar petición
de parte. A nuestro juicio dicha interpretación es errada por las siguientes consideraciones :
5. Entre las técnicas modernamente desarrolladas por el Orden Público Económico se halla
precisamente la terminación y modificación de actos y contratos, dejándose de lado la
nulidad, técnica de antigua data empleada por el Orden Público Civil, pero que se ha
considerado poco operativa para materias de más reciente desarrollo, como es el Derecho
20
de la Libre Competencia. En efecto, la modificación y la terminación son técnicas menos
disruptivas de la libertad de competencia mercantil, en comparación con una nulidad
civil ; por otra parte, resulta razonable el empleo de técnicas menos disruptivas
considerando que la aptitud lesiva de la Libre Competencia de un contrato deriva de las
peculiares características del mercado relevante en el cual aquél genera derechos y
obligaciones, características aquéllas que se hallan en constante mutación.
En conclusión, no cabe válidamente argumentar, como lo ha hecho CTC, que quien haya
estipulado cláusulas convencionales que contravienen el Decreto Ley 211 y que carecerían
de justificación que las legitime suficientemente ante el Derecho Antimonopólico, que
semejantes estipulaciones son lícitas por el mero hecho de ser fruto de la actividad de la
respectiva autonomía privada. Supuesto lo anterior y atendido el efecto restrictivo que tales
cláusulas causan sobre el producto adquirido por los ISPs, esto es, conectividad de banda
ancha para dar acceso a Internet, y el efecto impeditivo y destructivo que producen sobre los
ASPs comercializadores de telefonía IP sobre banda ancha, entre los cuales se halla
Voissnet, dichas cláusulas deberán ser eliminadas o reformadas dejándose incólume el resto
de la convención. En el evento de no poder subsistir el respectivo contrato, podrá ponérsele
término a este último, todo ello según resuelva el Honorable Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia. En caso alguno, podrá este Tribunal Antimonopólico declarar la nulidad de
dichas cláusulas o de la respectiva convención por no encontrarse dicha sanción prevista en
el Decreto Ley 211.
2.2.3. Prevalencia del Decreto Ley 211 sobre un Ejercicio de los Atributos del Dominio
contrario a la Libre Competencia.
El carácter de orden público que inspira la legislación antimonopólica conlleva una segunda
y fundamental consecuencia : éste se impone como un límite necesario e infranqueable a la
autonomía privada en su modalidad de ejercicio de los atributos del dominio, no resultando
procedente la invocación del derecho de propiedad privada en un escenario de conflicto con
la Libre Competencia.
Para bien comprender lo aseverado resulta indispensable recordar que el artículo 19 N°24 de
la Constitución Política de la República establece, en sus tres primeros incisos, la siguiente
fórmula garantística :
21
o es p eci al q u e au t ori ce la ex p rop i aci ó n p or cau s a de u t i li dad p ú b li ca o de i n t eré s
n aci on al, cali f i cada p or el leg i s lador. ”
Dentro de la mencionada definición de Orden Público tiene perfecta cabida como una
especie del mismo, la noción de Orden Público Económico, que ha sido conceptualizado por
la jurisprudencia nacional en los siguientes términos :
A su vez, entre los contenidos del Orden Público Económico se encuentra la Libre
Competencia y, por tanto, las exigencias emanadas de la legislación tutelar de esta última.
Lo anterior es coherente con la explicación que don Enrique Evans de la Cuadra brinda
acerca de la noción de “intereses generales de la Nación” :
“Los intereses g en eral es de la Nación (el énfasis es del autor) expresan un bien jurídico que
se relaciona directamente con la nación toda, entera, y jamás, por importante que sea, con
un sector de ella, y que se relaciona, básicamente, con el beneficio superior de la sociedad
política globalmente considerada, como un todo, sin referencia alguna a categorías o grupos
sociales, económicos o de cualquier otro orden”19.
17
Luis Claro Solar, “Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado”, Tomo XI, pg. 285, N°893,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1937.
18
Contra Felipe Castillo y Otros. Corte de Apelaciones de La Serena, 13 de marzo de 1954, Considerando
9°.
19
Enrique Evans de la Cuadra, “Los Derechos Constitucionales”, Tomo III, pg. 235, Editorial Jurídica de
Chile, 1999.
22
No nos cabe duda que la legislación antimonopólica cumple cabalmente con las notas
exigidas para ser parte integrante del Orden Público en su sentido de orden social, toda vez
que se trata de la institucionalidad necesaria para la organización económica y movimiento o
desarrollo del cuerpo social ; asimismo, se inscribe en la definición de Orden Público
Económico ya que se trata de reglas legales que organizan el sistema económico, y por
último realiza cabalmente la noción de intereses generales de la Nación descrita por el
profesor Evans de la Cuadra en atención a que el Derecho de la Libre Competencia tiene por
finalidad última el beneficio superior de la sociedad política toda. Confirma la conclusión
anterior, la siguiente resolución de la Excma. Corte Suprema, emitida a propósito de la
función social de la propiedad tutelada constitucionalmente : “El ejercicio del derecho de
propiedad, en cualquiera de sus facultades, tiene como límite la ley y debe ajustarse a las
reglamentaciones que en conformidad a ella éstas establecen.”20. Esta resolución es muy
relevante puesto que reconoce que la ley es límite y sus reglamentaciones en conformidad a
ésta limitan y obligan al propietario. De allí que el Decreto Ley 211 y la normativa emitida
en conformidad con éste resultan un límite imperativo al ejercicio de los atributos o
facultades propios del derecho de propiedad y no cabe confundir lo anterior con una
expropiación de tales atributos o facultades.
De lo expuesto se sigue que no resulta una defensa válida la argumentación efectuada por
CTC, en el sentido de que quien ejercita los atributos del uso, goce o disposición emanados
de la propiedad privada en una determinada forma que contraviene el Decreto Ley 211, que
semejante ejercicio es lícito por ser fruto de la actividad asociada a la respectiva propiedad
privada. En efecto, el argumento desarrollado por CTC en autos en el sentido de que de
darse cabida a la comercialización de telefonía IP sobre banda ancha por empresas como
Voissnet, que operan en condiciones regulatorias diversas a las que CTC estima que
deberían ser las establecidas por la autoridad pública competente, provocaría una grave
“exacción ilegal” para la propia CTC que ha efectuado importantes inversiones no es
sustentable. La visión que CTC pueda tener acerca del marco regulatorio idóneo para la
telefonía IP sobre banda ancha no le habilita en forma alguna para ejercitar los atributos del
dominio sobre la infraestructura esencial de que es dueña de una manera que podría ser
contradictoria con la Libre Competencia.
20
Corte Suprema, 19 de Mayo de 1989. R., t.86, sec. 5°, p.118. Citado en Repertorio de Legislación y
Jurisprudencia Chilenas, pg. 83, Editorial Jurídica de Chile, 1993.
23
revestidos de potestades públicas adecuadas, se ocupan de dirimir en forma objetiva y justa
las pretensiones jurídicas insatisfechas. El fundamento de semejante prohibición es evidente :
se corre el grave riesgo de que se imponga la fuerza por sobre el derecho y de que la
fórmula de satisfacción forzada administrada por el más poderoso acabe siendo la más
conveniente para éste y la más desventajosa para la contraparte débil. Una situación como la
descrita, ciertamente, no puede conducir a un orden jurídico justo y pacífico.
Luego, el Decreto Ley 211 precisa los órganos antimonopólicos que resguardarán el bien
jurídico tutelado, según agrega el artículo segundo y más adelante el artículo quinto :
“E l T ri b u n al de D ef en s a de la L i b re C om p et en ci a es u n ó rg an o j u ri s di cci on al es p eci al e
i n dep en di en t e, s u j et o a la s u p eri n t en den ci a di rect i v a, correcci on al y econ ó m i ca de la
24
C ort e S u p rem a cu y a f u n ci ó n s erá p rev en i r, correg i r y s an ci on ar los at en t ados a la li b re
com p et en ci a. ”
Finalmente, el artículo quinto precisa que los mencionados atentados contra la libre
competencia serán prevenidos, corregidos y sancionados por el Tribunal de Defensa de la
Libre Competencia. De lo expuesto se sigue que nadie puede ejercer jurisdicción respecto de
injustos monopólicos si no es el propio tribunal creado por el Decreto Ley 211. Así, ninguna
autoridad pública diversa al Tribunal Antimonopólico y ningún competidor, por significativo
que éste sea, puede resolver cómo corregir, prohibir, reprimir o sancionar los atentados
contra la Libre Competencia y menos poner en práctica su parecer respecto de una
jurisdicción que no le pertenece ni puede pertenecerle.
Una excepción a los citados preceptos requeriría de una disposición expresa y clara
formulada en una norma de rango legal o constitucional. La Ley 18.168, General de
Telecomunicaciones no contempla en ninguna de sus disposiciones un precepto que conceda
una excepción en materia de jurisdicción antimonopólica y, por tanto, en la industria de las
telecomunicaciones no existe autoridad pública diversa del Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia ni competidor alguno que pueda invocar válidamente ni una potestad
jurisdiccional ni un derecho de autotutela por delegación en dicha materia, ni siquiera a
pretexto de que la prestación de un determinado servicio por parte de un competidor
carezca de regulación legal y reglamentaria. Asimismo, tampoco constituye un pretexto para
ello el que las empresas prestadoras de servicios de telefonía IP sobre banda ancha carezcan
de concesiones de telecomunicaciones, puesto que tal asunto es resorte exclusivo de las
autoridades públicas competentes y por ello no ha quedado ni puede quedar entregado a la
opinión y parecer de CTC, que en cuanto competidor del sector de las telecomunicaciones,
carece no sólo de las potestades públicas necesarias al efecto sino que también de la
imparcialidad requerida al efecto.
En atención a lo expuesto, debe rechazarse toda sanción o punición que podría a nuestro
juicio, entenderse ejecutada por CTC a través de la imposición de las mentadas Cláusulas del
Contrato que subscriben los ISPs y que, por esa vía, impiden en forma permanente y
definitiva a los ASPs proveedores telefonía IP sobre banda ancha la posibilidad de
desarrollar en su integridad una actividad lícita como es otorgar voz sobre banda ancha. En
efecto, una limitación tan grave como la descrita sólo podría ser establecida por el Tribunal
de Defensa de la Libre Competencia y sólo en tanto y en cuanto pudiese acreditarse una
25
exigencia emanada de la moral, el orden público o la seguridad nacional en una clara y
fundamentada tutela de la Libre Competencia.
Resulta jurídicamente inaceptable que una empresa pudiese imponer esa suerte de sanciones
o puniciones a otros actores del sector bajo el argumento de no haberse cumplido con una
determinado regulación sectorial, existiendo no sólo autoridades públicas competentes para
conocer de la regulación sectorial, sino que incluso un procedimiento administrativo abierto
y públicamente conocido que se está ocupando del asunto. Lo razonable es que se empleen
las acciones y procedimientos que la ley franquea para bien resolver lagunas regulatorias o
supuestas faltas de concesiones, pero no que un competidor dominante pudiese prescindir de
tales mecanismos de solución de controversias resolviendo por sí y ante sí que los
prestadores de telefonía IP sobre banda ancha no dan cumplimiento a ciertas regulaciones
que estimadas unilateralmente necesarias y como consecuencia de lo anterior pudiese
imponer las gravísimas sanciones antimonopólicas ya comentadas.
Asimismo, si CTC intentase fundar un intento de sanción o punición que, a nuestro juicio
podría interpretarse ejecutado a través de la imposición de las mentadas Cláusulas del
Contrato que suscriben los ISPs y, por esa vía, impiden a los ASPs proveedores telefonía IP
sobre banda ancha el desarrollo de la actividad consistente en proveer acceso a Internet, no
sería suficiente al efecto la supuesta existencia de actos de competencia desleal.
Con toda claridad, desde la promulgación de la Ley 19.911, modificatoria del Decreto Ley
211 (artículo 3°, letra c)), y antes de ello mediante un extenso desarrollo jurisprudencial, se
ha interpretado que ciertas formas de competencia desleal son constitutivas de injustos
monopólicos y como tales reprochables por el Tribunal Antimonopólico.
La tutela de la Libre Competencia por las razones antes expuestas no permite ni podría
permitir que un competidor como CTC sancionase un supuesto acto de competencia desleal
de otro competidor mediante la imposición de las controvertidas Cláusulas del Contrato.
Resulta interesante lo que sobre el particular se dice en autos “hay también consideraciones
respecto del tipo de competencia que ejerce una compañía de esa naturaleza [Voissnet], a
nuestro juicio desleal, que justifican su inclusión y validez [la de las cláusulas que impiden
la telefonía IP]” (el destacado es del autor).
Una explicación de esa naturaleza no se aviene con nuestro Estado de Derecho, puesto que,
bajo tales supuestos, CTC intentaría ejercer jurisdicción antimonopólica calificando por sí y
ante sí qué competencia es desleal y, por tanto, resolviendo cuál es la sanción adecuada
para tal infracción, estimándose que ésta sería merecedora de las cláusulas del Contrato
impeditivas de la actividad de telefonía sobre banda ancha. Todo ello al margen de las
exigencias del Derecho de la Libre Competencia y de las garantías establecidas al efecto.
26
Aparentemente y bajo dicho raciocinio, CTC podría mantener una punición “sine die” hasta
en tanto las empresas de telefonía sobre banda ancha “recapacitaren” y se sometiesen a las
condiciones y régimen que postulara CTC, prescindiéndose al efecto ciertamente de lo que
resuelva o considere el ente regulador, es decir, la Subsecretaría de Telecomunicaciones.
Un razonamiento como el seguido no ha sido ajeno a la labor del Tribunal de Defensa de la
Libre Competencia. La propia jurisprudencia antimonopólica se ha hecho cargo de repudiar
el intento de autotutela por parte de un competidor que pretendió, a través de la elaboración
de ciertas cláusulas que fueron introducidas en las bases de una licitación, sancionar a
determinados competidores suyos por la vía de excluirlos de participar en esta última. Dicho
repudio se produjo en el contexto de una consulta antimonopólica, de allí que no se
impusiera sanción alguna al mencionado competidor que pretendía castigar a un antiguo
competidor suyo a través de la mencionada exclusión:
21
Dictamen N°874 bis/722 emitido por la Comisión Preventiva Central y luego confirmado por la
Resolución N°399 emitida por la H. Comisión Resolutiva.
27
B. Legítima Defensa en el Derecho de la Libre Competencia.
Resta ocuparnos de una figura que semeja a la de la autotutela, pero respecto de la cual
modernamente ya no cabe confusión, esto es, la legítima defensa.
Corresponde efectuar un análisis de la legítima defensa, puesto que ésta ha sido invocada en
autos por CTC como una causal de justificación de las Cláusulas ya citadas del Contrato,
señalando lo que sigue:
En relación con los excepcionalísimos casos en los cuales procede la legítima defensa, el
orden jurídico faculta al propio ofendido o a un tercero para que asuma la defensa de su
persona o derechos, mediante la realización de una conducta típica. Así, el orden jurídico ha
delegado en quien invoca válidamente la legítima defensa la facultad de evitar una ofensa
mas no la de sancionarla. La importancia de semejante delegación radica en que quien se
encuentra en la respectiva hipótesis normativa podría defender el bien jurídico autorizado
mediante la perpetración de una conducta típica. De allí que la legítima defensa deba ser
estudiada como una causal de justificación que permite remover la antijuridicidad de una
conducta típica, según explicaremos.
28
Según su formulación clásica, diseñada originariamente en materia penal y modernamente
extendida al ámbito contravencional, la legítima defensa tiene lugar toda vez que una
persona ejecuta una acción típica, racionalmente necesaria, con la finalidad de repeler o
impedir una agresión ilegítima, no provocada por ella misma y dirigida en contra de sí misma
o sus derechos o los de un tercero.
Es decir, en primer término, la argumentación de una supuesta legítima defensa importa, per
se, el reconocimiento de la comisión de una conducta típica por parte de quien la postula, en
este caso CTC.
A diferencia de lo que ocurre con la tipicidad, la antijuridicidad es una noción que apunta al
orden jurídico como un todo unitario y armónico y, en ese sentido, no resulta vinculable a
una rama jurídica en particular ; así, podríamos afirmar que la antijuridicidad logra la
coherencia con todo el sistema jurídico. Lo anterior no es óbice para notar que las causales
de justificación deben exhibir siempre un rango legal y pueden hallarse localizadas en
determinados cuerpos normativos, v.gr., dentro del Código Penal o fuera de éste, dentro del
Decreto Ley 211 o fuera de éste ; lo que ciertamente no ha de llevar a afirmar la existencia
de una antijuridicidad penal, administrativa o civil por las razones antes indicadas.
29
Desde ya podemos afirmar que entre las disposiciones relacionadas con el Derecho de la
Libre Competencia que en algún momento ha invocado la doctrina o la jurisprudencia
nacionales como constitutivas de causales de justificación no hemos hallado ninguna relativa
a la legítima defensa. El Decreto Ley 211 no contempla en su texto referencia alguna a la
legítima defensa, la que de ser invocada requiere - según ya se ha explicado- de texto legal o
supralegal expreso y preciso.
Por tanto, la legítima defensa fundada en el Decreto Ley 211 o en la Ley 18.168 General de
Telecomunicaciones o en la preservación del mencionado autofinanciamiento carece de
existencia y, por tanto, no resulta susceptible de invocación.
Resta, finalmente, preguntarse si podría entenderse que CTC ha invocado la legítima defensa
establecida en el Código Penal y haber extendido ésta al ámbito antimonopólico sobre la
base del carácter infraccional de este último. Ello ciertamente exige determinar si esta causal
de justificación está disponible para el caso de autos y para ello debe estudiarse cada uno de
los supuesto que exige el mencionado Código.
Los elementos que ha de probar quien invoca la legítima defensa (supuesto que esta causal
de justificación esté disponible) son :
30
Más aún, carece de asidero la imputación efectuada por CTC de una supuesta
transgresión a la Ley General de Telecomunicaciones sobre la base de un proceso
iniciado en su oportunidad por la Subsecretaría de Telecomunicaciones, toda vez que en
éste y, pese al tiempo transcurrido, no se ha dictado resolución alguna, y por tanto, no
puede considerarse que exista ilicitud alguna en ello hasta en tanto no se emita esa
resolución. Por el contrario, de la intervención del referido Organismo Sectorial en esta
causa, a través del Ordinario N° 33667 mediante el cual el Subsecretario de
Telecomunicaciones informa al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia acerca de la
controversia de estos autos, no emana reproche alguno a las empresas de telefonía sobre
banda ancha por alguna supuesta transgresión de la Ley General de Telecomunicaciones.
Para revestir dicha supuesta agresión de un aspecto de ilegitimidad ha planteado CTC
que la competencia desarrollada por las empresas de Telefonía sobre banda ancha se
trataría de una competencia desleal; sin embargo, dicha calificación sólo ha sido efectuada
por CTC en el presente proceso y de forma tardía y reactiva: sólo como parte de una
demanda reconvencional que acompaña su contestación a la demanda interpuesta por
Voissnet, que luego fue seguida de un requerimiento de la Fiscalía Nacional Económica.
En consecuencia, la agresión de que CTC señala defenderse es la legítima incorporación
de nuevas teconologías en el ámbito de las telecomunicaciones, la que podría afectar la
posición de mercado de un actor como CTC, toda vez que dicha incorporación puede
importar algún tipo de disputa por la clientela. Esa disputa, en tanto se lleve a cabo
dentro de los límites indicados por el artículo 19 N° 21 de la Constitución Política y el
Decreto Ley 211, corresponde a ese bien jurídico tutelado que el Legislador
Antimonopólico ha denominado Libre Competencia;
b) Necesidad racional del medio empleado para impedir o repeler la agresión ilegítima
(artículo 10 N° 4, 2° circunstancia). La reacción defensiva debe ser racionalmente
necesaria. El carácter necesario de la reacción apunta a que el ofendido no disponga de
otra forma de defensa aceptable. En la especie, llama la atención que después de varios
años CTC sólo intente objetar la actuación de Voissnet por vía de una demanda
reconvencional, a modo de reacción, sin haber ejercido anteriormente alguna acción
administrativa o jurisdiccional. En cuanto a la racionalidad, esto significa que la defensa
es legítima sólo si no había un medio menos perjudicial que el empleado para repeler o
impedir la agresión. Esto ha de evaluarse con carácter objetivo a fin de determinar si
existe un exceso en la defensa y ello es una exigencia fundamental porque de lo contrario
hallaríamos que quien ha incurrido en una conducta típica, la pudo haber evitado y, por
tanto, debe ser sancionado por aquélla puesto que le estaba vedado utilizar esta causal de
justificación. Observamos que en el caso “sub júdice” CTC no reacciona contra una
agresión concreta y particular, que obviamente de haber sido ilegítima hubiese podido dar
lugar – con la concurrencia de otros requisitos adicionales – a una defensa como causal
de justificación, sino que CTC reacciona genéricamente contra todos aquellos que de
alguna manera pudieren estar involucrados en el desarrollo de una actividad comercial
que visualiza como amenaza, estos son, los ASPs prestadores de servicios de telefonía
sobre banda ancha, presentes y futuros (sea que quieran ingresar a brindar tales servicios
en Internet hoy como en quince años más). La reacción de CTC exhibe un carácter
permanente, puesto que queda petrificada en cláusulas contractuales permanentes e
31
impuestas en el Contrato que, por su carácter de contrato de adhesión, alcanza a todos
los suscriptores de los mismos (ISPs), pese a que respecto de éstos en caso alguno puede
invocar alguna de las causales por medio de las que intenta justificar su actuar. Por ello,
consideramos que tampoco se ha cumplido con la segunda parte de la segunda
circunstancia de la legítima defensa contemplada en el Código Penal ni en lo que respecta
a su necesidad ni en lo referente a su racionalidad en el medio empleado para repeler o
evitar la agresión ;
Es decir, el mal causado para evitar la agresión antes descrita no sería otro que la imposición
de las cláusulas restrictivas del Contrato tantas veces comentadas. Si tales cláusulas no
tienen otra justificación que la recién descrita podrían ser calificadas por el Honorable
Tribunal de Defensa de la Libre Competencia como una infracción al artículo tercero del
32
Decreto Ley 211 y, en tal evento, no podría darse cumplimiento a la segunda condición del
estado de necesidad que estamos analizando. En efecto, para asegurar una cierta rentabilidad
patrimonial se habría perpetrado un atentado contra la Libre Competencia impidiendo a toda
una categoría de potenciales competidores el desarrollo de una aplicación de Internet, único
medio en el cual puede desarrollarse la voz sobre banda ancha, y se habría menoscabado la
integridad y atractivo del producto a los ISPs por la vía de mutilar la conectividad de banda
ancha en relación con los proveedores de telefonía IP sobre banda ancha. Así, para preservar
un interés particular y meramente patrimonial consistente en la autofinanciación a través de
unos flujos esperados se habría vulnerado la Libre Competencia, bien jurídico tutelado
integrante del orden público nacional.
En conclusión, tampoco está disponible como justificante para las cláusulas controvertidas
del Contrato el denominado estado de necesidad justificante. Cabe puntualizar que este
estado de necesidad justificante no está aceptado ni por el Decreto Ley 211 ni por la Ley
General de Telecomunicaciones.
A continuación nos referiremos a las cláusulas segunda, inciso final, y cuarta, numeral
séptimo, de la convención denominada “Contrato de Servicio Megavía DSL”, en adelante
aquéllas individualizadas como las Cláusulas y éste como el Contrato. Disponen las
Cláusulas :
“Queda prohibido al ISP usar la capacidad de ancho de banda contratada para efectuar
prestaciones de telefonía IP así como el ruteo de paquetes entre subscriptores usuarios de su
servicio conectados mediante el servicio Megavía DSL.” (cláusula segunda, inciso final); y
Tanto las Cláusulas como el Contrato exhiben el carácter de una convención por adhesión o
también denominada contrato preformulado o contrato con condiciones generales. Se
33
caracterizan estos contratos por el hecho de que sólo pueden aceptarse o rechazarse como
un todo por el interesado, no quedando espacio para una negociación pormenorizada y
particular de cada una de las estipulaciones que lo conforman. Estas estipulaciones son
elaboradas en su integridad por el predisponente u oferente del contrato de adhesión, en la
especie CTC.
Desde la perspectiva de la tutela de la Libre Competencia resulta más relevante que la forma
como se ha desarrollado el iter contractual, determinar si el Contrato es el resultado de un
ejercicio abusivo de poder de mercado en lo que atañe a las Cláusulas o si, por el contrario,
éstas resultan de un contrato tipo que por sus peculiares características fue simplemente
aceptado como un todo unitario e inmodificable. Para un adecuado análisis de este asunto es
preciso determinar si las Cláusulas producen efectos anticompetitivos o si, por el contrario,
son inocuas ante la Libre Competencia.
Cabe recordar lo explicado en la materia por Messineo, quien refiriéndose a los contratos de
adhesión manifestó lo siguiente:
Se ha criticado erróneamente la afirmación anterior porque se ha dicho por algún autor que
el abuso de la posición dominante no es la única causa de las cláusulas abusivas introducidas
en los contratos de adhesión. Si se lee atentamente la afirmación de Messineo podrá
observarse que este tratadista alude a una situación de competencia imperfecta, lo cual es
correcto toda vez que la imperfección del mercado no deriva exclusivamente del abuso de
poder monopólico sino que también de la falta de transparencia o defectuoso grado de
información existente en un determinado mercado.
Las Cláusulas dan cuenta de una prohibición absoluta para los ISPs (Internet Service
Providers), que es la denominación genérica que reciben los co-contratantes de CTC con
motivo de la suscripción del Contrato. Dicha prohibición absoluta, cuya transgresión acarrea
significativas multas establecidas en la misma Cláusula cuarta, limita cierto tipo de
aplicaciones sobre Internet. Esta limitación en las aplicaciones sobre Internet afecta a los
ASPs (Application Service Providers), puesto que estos proveedores de aplicaciones o
contenidos sobre Internet no pueden entregar prestaciones de telefonía IP sobre banda ancha
ni prestaciones para ruteo de paquetes entre usuarios del servicio de acceso a Internet
conectados mediante el servicio Megavía DSL.
Por lo expuesto, cualquier ISP puede celebrar el Contrato en su formato de adhesión que
incluye las Cláusulas, pero no podrá otorgar a los usuarios ni a los ASPs la posibilidad de
desarrollar el servicio de telefonía sobre banda ancha. En efecto, el ISP no podrá dar acceso
22
Francesco Messineo, “Doctrina General del Contrato”, pág. 441, Editorial EJEA, Buenos Aires, 1952.
34
a Internet en relación con las prestaciones prohibidas, enfrentando un grave obstáculo para
desarrollar su actividad lícita.
Este obstáculo o barrera a la entrada es artificial puesto que nace de las Cláusulas y restringe
la posibilidad de desarrollar una aplicación que forma parte integrante de aquella red de
redes denominada Internet, la cual se halla conformada por una colección de redes
interconectadas a través de ruteros que integra la “red de redes” o la red más grande del
mundo. La artificialidad de esta barrera queda acreditada por emanar de una prohibición
contractual contenida en las Cláusulas cuya transgresión va acompañada de multas. No
obstante lo anterior, la existencia de una barrera a la entrada como la descrita podría quedar
justificada por razones técnicas que resulten lo suficientemente claras y poderosas como
para demostrar la razonabilidad de las Cláusulas.
2.3.1. ¿Podría Haber Existido una Colusión Monopólica o más bien se trataría de un
Abuso de Posición Dominante ?
Es relevante observar que si las Cláusulas son declaradas anticompetitiva por el Honorable
Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, quedará fácilmente demostrado que aquéllas
no son el fruto de una colusión monopólica verificada entre los cocontratantes del Contrato.
Ello se prueba porque las Cláusulas perjudican a todos los ISPs que provean el servicio de
acceso a banda ancha, ya que deberán sustraer de este servicio aquella aplicación que hoy se
desarrolla de manera creciente a nivel mundial, como es la telefonía sobre banda ancha, al
impedirles la prestación en Internet de ciertos servicios como consecuencia de una
prohibición establecida en el Contrato. Luego, los ISPs no pudieron haber consentido en
semejante prohibición que les perjudicaba, a menos que hubieren necesitado celebrar el
Contrato y no hubiesen dispuesto de una alternativa equivalente, puesto que el daño
resultante de no celebrar el Contrato era mayor que el derivado de celebrarlo. En este
contexto, si bien las Cláusulas se encuentran insertas en un Contrato no se puede colegir de
ello que ese Contrato haya sido fruto de un consentimiento libre desarrollado entre personas
dotadas de equivalente poder negociador. La falta de alternativas para una de las partes
generalmente conduce a una importante asimetría en la respectiva capacidad negociadora, lo
que se traduce en una reducida libertad de estipulación.
Corresponde, ahora, efectuar un análisis de las Cláusulas - supuesto que carecieran de una
suficiente justificación técnica - desde la óptica del Derecho de la Libre Competencia y,
particularmente, del artículo 3°, letra b), del Decreto Ley 211, esto es, considerando el ilícito
de abuso de posición dominante.
El ilícito de abuso de posición dominante no es otra cosa que el ejercicio antijurídico del
poder de mercado de que dispone un monopolista estructural, lo que se verifica a través de
hechos, actos o convenciones vulneradoras de la Libre Competencia. Si no existe
vulneración de la Libre Competencia, el ejercicio del poder de mercado respectivo no podrá
ser calificado de antijurídico, al menos desde una perspectiva antimonopólica.
35
2.3.2. Posición Dominante
Se ha observado que las Cláusulas han sido introducidas en el Contrato y éste ha sido
impuesto bajo la fórmula de un contrato de adhesión para diversos ISPs, los cuales han
procedido a su suscripción y aparentemente han dado cumplimiento a las obligaciones
emanadas de aquél.
La asimetría de poder negociador antes observada puede tener por causa la posición
dominante que ocupa uno de los contratantes en razón de su condición de propietario de
gran parte de las redes de telefonía fija a través de las cuales puede acceder Internet a los
usuarios tanto residenciales como comerciales. Si uno de los contratantes ocupa una
significativa posición dominante, ello puede permitirle la elaboración y efectiva utilización de
contratos de adhesión, pero adicionalmente la imposición de ciertas estipulaciones que
carecen de todo beneficio para el cocontratante. Esto es precisamente lo que acontece con
las Cláusulas, que son perjudiciales para los ISPs y que en un escenario de equivalente poder
de negociación jamás hubieran suscrito. Esta imposición de estipulaciones abiertamente
dañosas para uno de los cocontratantes resulta de una situación que guarda semejanza con
ese antiguo vicio del consentimiento conocido como fuerza y que el Derecho de la Libre
Competencia ha sido tipificado bajo la figura del abuso de posición dominante.
De la imposición de las Cláusulas parece inferirse que CTC ya ostenta un poder de mercado
significativo, lo cual vendría a ser corroborado por la Resolución N°686, de 20 de Mayo de
2003, emitida por la H. Comisión Resolutiva. Dicha resolución se dictó por parte del
organismo antimonopólico predecesor del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, en
ejercicio de su potestad pública informativa, según la cual comunicó al tenor del artículo 29
de la Ley General de Telecomunicaciones que, en el mercado de la telefonía fija local, no
24
Resolución N°01/2004, Considerando 5° “Mercados Relevantes y Otros Mercados Afectados”, emitida por
el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia.
36
están dadas las condiciones para un régimen de libertad de precios en atención a que CTC
continúa exhibiendo una posición dominante en dicho mercado.
Las facilidades esenciales exhiben tal relevancia para una determinada actividad económica
que producen que el mercado relevante en que ésta se desarrolla aparezca como conexo al
mercado relevante en el cual existen tales facilidades esenciales. Así, quien ostenta el
dominio o control de una infraestructura esencial puede llegar a abusar de su posición
dominante a través de ciertas prácticas excluyentes en relación a aquélla, conductas que
resultan claramente reprochables por el Decreto Ley 211.
37
Cumple recordar que la Resolución N° 01/2004 emitida por el Tribunal de Defensa de la
Libre Competencia con fecha 25 de Octubre de 2004, citando la Resolución N° 686, de 20
de mayo de 2003 emitida por la H. Comisión Resolutiva, observó que CTC concentraba, a
esa fecha, el 78,2 % de las líneas de telefonía local a nivel nacional. Dicha significativa
concentración es vinculada por la mencionada Resolución N° 01/2004 con una prospección
a mediano plazo, según la cual se “crearía un cuasi-duopolio en la oferta mayorista de banda
ancha, pues la mayoría de las empresas que prestan servicios de banda ancha ADSL son
revendedoras de Telefónica CTC.”25.
La posición dominante a que se refiere la letra b) del artículo 3° del Decreto Ley 211 da
cuenta de una situación en la cual existe poder de mercado emanado de un monopolio
estructural y que no se agota en la situación de un monopolio puro, resultando aplicable
también a los monopolios parciales. Es por ello que para dar operatividad a los conceptos de
posición dominante o situación monopólica en estudio, debe entenderse que los adjetivos
“dominante” o “monopólico” aluden al monopolio estructural y no son privativos de una
forma específica de mercado imperfecto.
25
Resolución N°01/2004, Votos Disidentes, Numeral 13, emitida por el Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia.
38
imperfecta con una flexibilidad tal que no quede excluida ninguna forma de monopolio -
sentido amplio jurídico - que pudiese presentar alguna significación ante el Derecho
Antimonopólico.
El precepto contenido en el artículo 3°, letra b), del Decreto Ley 211, se refiere a “una
explotación abusiva... de una posición dominante en el mercado”, lenguaje que se aproxima
más al Tratado de Roma antes que a la Sherman Act, cuerpo normativo este último en el
cual no existe reconocimiento explícito de esta forma de ilícito monopólico. Mientras el
Artículo 86 del Tratado de Roma se refiere a una situación dominante (“dominant
position”), la jurisprudencia judicial desarrollada bajo la Sherman Act ha empleado la noción
de poder de mercado o poder monopólico, según corresponda.
Nuestro Decreto Ley 211 siguió el modelo del Tratado de Roma en el sentido de no incluir
una definición de qué ha de entenderse por posición dominante en el mercado, entregando
dicha labor a los reglamentos antimonopólicos y a la jurisprudencia judicial y administrativa
que emita el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia. Sin embargo, cabe observar que
en el Derecho Comparado hallamos casos como el de la Ley de Represión de Prácticas de
las Prácticas Restrictivas de la Competencia de España o el Tratado de París de 1951, que se
han ocupado de entregar un concepto de rango legal de posición dominante o situación
monopólica26.
39
de los consumidores28. La independencia referida no es del tipo jurídico, sino que se trata de
una independencia económica - que ciertamente presupone una independencia de tipo
jurídica - al momento de determinar las condiciones en las cuales se desarrollará la
competencia, en el sentido de que las decisiones adoptadas por las demás empresas
competidoras le resultan, hasta cierto punto, indiferentes a quien ostenta una posición de
dominio. Si bien es cierto que la posición dominante no necesariamente elimina la
competencia al interior de un mercado relevante, al menos ha de tener un significativo efecto
o influencia sobre las condiciones en las cuales se lleva a cabo esa competencia.
Resulta muy positivo que el propio texto del Decreto Ley 211 precise que el abuso de una
posición dominante no se identifica con la explotación de la misma. Puesto en otros
términos : existe una explotación inocua de una posición dominante, que es lícita o ajustada
al Derecho Antimonopólico, y otra que es injusta o contraria al Derecho Antimonopólico
por consistir en una explotación abusiva. De lo anterior se colige que el monopolio o la
posición dominante en sí mismas no son reprochables y que aquéllas pueden ser explotadas
en formas no reprochables antimonopólicamente, vgr., el monopolista que no disminuye su
producción habitual para elevar los precios, manteniéndose todo lo demás constante.
Problema diverso es que el origen de la posición dominante sea espurio, esto es, sea la
consecuencia de un injusto de fuente29 , y por vía consecuencial, en tal caso podría resultar
cuestionada la explotación regular que se realiza de aquella posición en el mercado no por la
explotación misma, sino que por el origen del poder monopólico.
Antes de analizar qué se entiende por abuso es preciso preguntarse, supuesto que las
Cláusulas no quedaran justificadas por razones técnicas que resulten lo suficientemente
28
Comunicación 327 de la Comisión de la Comunidad Económica Europea creada por el Tratado de la
Comunidad Europea.
29
Domingo Valdés Prieto, “La Paradoja del Monopolio de Privilegio Contemplado en el Decreto Ley 211, de
1973”, en Ius Publicum N°8, Universidad Santo Tomás, Santiago de Chile, 2002.
40
claras y poderosas como para acreditar la razonabilidad de las mismas, si las Cláusulas
entrañan algún beneficio para CTC. Esta pregunta es crucial puesto que ya está visto que las
Cláusulas perjudican a los ISPs y no parece, entonces, racional que también perjudiquen a
CTC, quien es precisamente la parte que impone las Cláusulas. De no existir un fundamento
técnico para las Cláusulas, habría que concluir que el beneficio resultante de éstas consiste
en que CTC no experimente una mayor amenaza consistente en una futura competencia en
sus servicios de telefonía fija local por parte de ASPs que brindan telefonía sobre banda
ancha. De esta forma, si las Cláusulas carecen de justificación técnica podrían ser leídas
como una estipulación perjudicial para ciertos cocontratantes y beneficiosa para quien la
impone.
El término abuso deriva del latín “abusus”, que significa mal uso, razón por la cual la voz
castellana “abuso” da cuenta del empleo impropio, inmoderado o injusto que se realiza de
algo.
El abuso que interesa al Derecho de la Libre Competencia es aquél consistente en el empleo
de una cosa contra Derecho y no el mal uso, impropio o inmoderado de una cosa atendidas
las exigencias de la naturaleza de esta última.
Ese algo, que se puede emplear contra Derecho, no es un derecho - como acontece en la
teoría del Abuso del Derecho -, sino que es una situación fáctica, peculiar de un determinado
mercado relevante y que se conoce como poder de mercado. De lo anterior se sigue que no
cabe plantear un abuso monopólico en abstracto, sino que éste se halla supeditado a la
efectiva existencia de un poder de mercado al interior de un mercado relevante, el cual
pueda ser ejercitado en forma indebida.
41
En el caso particular de la ofensa a la Libre Competencia consistente en el abuso de posición
dominante, se requiere de un monopolio estructural - concepto que ya explicáramos - con un
especial condicionamiento: que éste se halle dotado de poder de mercado. En otras palabras,
si se tratase de un monopolio estructural que careciese de poder de mercado por una
determinada regulación lo hubiera privado de éste, no sería factible abusar del mismo,
puesto que el abuso que nos ocupa es precisamente el que se efectúa empleando el poder de
mercado que confiera un monopolio estructural30. Así lo confirma, en la descripción del
abuso de posición dominante que realiza, la letra b) del artículo 3° del Decreto Ley 211, de
1973, anteriormente transcrita.
La noción de abuso no aparece ni mencionada ni definida por la Sherman Act (1890) de los
Estados Unidos de América, normativa que sirvió de antecedente a nuestro Decreto Ley 211
(1973), a través de la primera legislación de Defensa de la Libre Competencia chilena
contenida en el Título V de la Ley 13.305 (1959).
30
Resolución 608, Considerando 5° : “Que, además de lo anterior, debe considerarse el hecho de que
Corpbanca es una banco con baja participación en el mercado financiero y bancario nacional y, por lo tanto,
carece de una posición de dominio de la cual pudiera eventualmente abusar, de modo que a las cláusulas que
han sido cuestionadas y analizadas se les deberá otorgar el significado que se ha establecido en el
considerando tercero anterior”.
31
United States v. United Shoe Machinery Corp.
42
Sin embargo, el concepto de abuso aparece expresamente recogido en el Tratado de Roma
(1957), que estableció la Comunidad Económica Europea32, y también forma parte de las
legislaciones antimonopólicas de ciertos países europeos.
Se ha establecido por la jurisprudencia de la Comunidad Económica Europea que el abuso
consiste en que el nivel de competencia es debilitado mediante métodos diferentes de
aquéllos bajo los cuales suele desarrollarse una normal competencia por los bienes y
servicios, de forma que tales métodos impiden la preservación del nivel de competencia aún
existente en el respectivo mercado relevante o impiden el desarrollo o incremento de esa
competencia33. Ciertamente la represión del abuso de posición dominante no tiene por
objeto intentar restablecer el mercado respectivo a un estado de alta competitividad, pero sí
que la competencia existente en ese mercado, por imperfecta que ésta sea, no se vea
deteriorada o disminuida por la actividad anormal de quién o quiénes ocupan posiciones
dominantes y así evitar una lesión o puesta en riesgo a la Libre Competencia, con los
eventuales daños consiguientes para el mercado afectado y la sociedad civil en general. Se
ha dicho que el parámetro de comparación de una práctica antijurídica constitutiva del abuso
es la de una conducta que no hubiere podido llevarse a cabo en un mercado altamente
competitivo ; ciertamente que esta comparación debe arrojar una desviación significativa
para que haga operativa la respectiva sanción. Las conductas anormales constitutivas de los
abusos pueden consistir en la obtención de ventajas extraordinarias en relación a las que se
obtendrían en un ambiente de alta competitividad, en el perjuicio grave irrogado a
competidores actuales o potenciales que carezcan de una justificación objetiva basada en un
legítimo interés mercantil, etcétera. En síntesis, no se busca la ausencia de competencia entre
quienes se hallan dotados de poder de mercado y quienes carecen del mismo al interior de un
determinado mercado relevante, sino que la competencia que se lleva a cabo, se desarrolle
sin mediar prácticas abusivas.
En nuestro concepto, también resulta prudente la inclusión que ha hecho la Ley 19.911 de
algunas modalidades que puede asumir el injusto monopólico de abuso, inclusión que se
realiza a título meramente ejemplar advirtiendo que caben “abusos semejantes”.
El abuso de poder de mercado puede asumir dos objetos genéricos : i) explotar la renta
monopólica o ii) preservar o incrementar dicha renta por la vía de mantener a distancia los
competidores actuales o potenciales que podrían disputar los ingresos anormales percibidos
32
Treaty of Rome, Article 82 (antiguo Artículo 86) : “Any abuse by one or more undertakings of a dominant
position within the Common Market or in a substantial part of it shall be prohibited as incompatible with
the Common Market in so far as it may affect trade between Member States. Such abuse may, in particular,
consist in :
(a) directly or indirectly imposing unfair purchase or selling prices or other unfair trading conditions ;
(b) limiting production, markets or technical development to the prejudice of consumers ;
(c) applying dissimilar conditions to equivalent transactions with other trading parties, thereby placing them
at a competitive disadvantage ;
(d) making the conclusion of contracts subject to acceptance by the other parties of suplemmentary
obligations which, by their nature or according to commercial usage, have no connection with the subject
of such contracts.”
33
Hoffman-La Roche v. Commission, 1979 E.C.R. 461, [1978-1979 Transfer Binder] Comm. Mkt. Rep.
(CCH) // 8527, at 7542-43 (ECCJ 1974).
43
por la explotación del monopolio. A su vez, cada uno de tales objetos genéricos puede
subclasificarse en multitud de prácticas y conductas mediante los cuales se pretende alcanzar
por el autor del abuso una o ambas de las finalidades ilícitas antes indicadas. Es necesario
precisar que existen prácticas que pueden ser útiles para alcanzar cualquiera de los objetos
genéricos antes indicados, lo cual está en directa relación con la complejidad de la práctica
en cuestión ; así, a modo de ejemplo, la discriminación arbitraria monopólica, que es un
cuasi género por la amplitud y variedad de conductas que comprende bajo su definición.
Es preciso observar que la doctrina ha desarrollado otras terminologías que, en nuestra
opinión, resultan coincidentes con la clasificación expuesta. Así, se habla de abusos de
exclusión, vgr., negativa injustificada de venta, abusos de explotación e imposición de
precios injustos. Estimamos que los abusos de exclusión corresponden a las prácticas
mediante las cuales se persigue explotar una renta monopólica o bien mantener a distancia
competidores actuales o potenciales que podrían disputar la renta monopólica.
El uso del poder de mercado de que dispone quien explota un monopolio estructural se
torna abuso en cuanto se le emplea para un fin antijurídico. En el Derecho Antimonopólico
dicho fin antijurídico necesariamente consiste en lesionar o hacer peligrar la Libre
Competencia. Es por lo expuesto que si las Cláusulas del Contrato carecen de una
explicación técnica suficiente serían subsumibles, a nuestro juicio, en el tipo universal
antimonopólico contemplado por el artículo tercero del Decreto Ley 211 y no sería
procedente respecto de las mismas ninguna causal de justificación. Ello obedece a dos
razones: la primera es que hemos demostrado la improcedencia de la legítima defensa y del
estado de necesidad justificante en el caso “sub júdice” y la segunda es la que se explica en
el capítulo siguiente.
44
Hemos señalado que existe abuso monopólico toda vez que hay mal uso del poder de
mercado, el cual es empleado para lesionar la Libre Competencia. Este bien jurídico tutelado
se lesiona toda vez que se acude a medios ajenos al proceso competitivo mismo de
formación de la oferta y la demanda para alcanzar alguno de los objetos genéricos
mencionados precedentemente.
Estimamos que el Decreto Ley 211 acierta en la formulación del bien jurídico tutelado como
“li b re com p et en ci a en los m ercados ”, lo que no acontece en otros sistemas jurídicos
antimonopólicos. Recordemos lo que ha señalado persistentemente la jurisprudencia de
nuestro Tribunal Antimonopólico en relación con el bien jurídico tutelado Libre
Competencia :
34
Resolución N° 368, Considerando Segundo. Esta fórmula para definir el bien jurídico protegido goza de
larga data en la jurisprudencia del Tribunal Antimonopólico. Así, puede observarse una concepción
semejante en las Resoluciones N° 90, Considerando 17 ; N° 93, Considerando 16 ; N° 99, Considerando 12
y N° 171, Considerando 5°, por citar sólo algunos ejemplos.
45
de la competencia, a lo cual responde : “Yo creo que desde dos perspectivas : por un lado se
beneficia el consumidor porque obtiene mejores servicios a mejores precios, y por otro, el
productor porque hay más opciones de empleo y de mercado. Abre la posibilidad de ser
empresarios en otras actividades y tener muchas más oportunidades económicas.”35
Considerando que CTC ostenta una posición dominante y que su giro principal es la
telefonía fija local, tradicional o por cables, es preciso evaluar si las Cláusulas - supuesto que
carecieren de alguna explicación razonable - lesionan la Libre Competencia. Al efecto, debe
considerarse que las Cláusulas impiden a todo ISP proveer como parte del acceso a Internet
aquellas aplicaciones o contenidos relativos a telefonía sobre la banda ancha, con lo cual
este acceso queda vedado al ASP. En consecuencia, cualquier usuario que desee contratar
con un ISP ya afecto a esta prohibición contractual impuesta por CTC queda también
alcanzado por este impedimento. De esta forma, las Cláusulas no agotan su eficacia
prohibitiva en el cocontratante de CTC, sino que se extienden a cualquier ASP que desee
contratar con un suscriptor que haya tenido conectividad a banda ancha a través de un ISP
ya vinculado por este tipo de contrato. Lo anterior se ve agravado por el hecho de que el
Contrato es un estándar de adhesión y como tal necesariamente incluye las Cláusulas. En
este contexto, las Cláusulas no resultan inocuas a la Libre Competencia en materia de los
servicios contractualmente prohibidos, surgiendo entonces la duda de cuál es el sentido para
CTC de imponer aquéllas. Una posible explicación de tal imposición es la de que CTC tiene
por giro principal la telefonía fija local, tradicional o por cables y lo prohibido
contractualmente es el servicio de telefonía sobre Banda Ancha, esto es, una forma potencial
de competencia de la telefonía tradicional. Si ésta fuera la explicación podríamos hallarnos
ante un abuso de posición dominante cuyo objeto sería preservar esta última por la vía de
mantener a distancia los competidores futuros o potenciales que podrían disputar una
clientela común.
2.4. CONCLUSIONES
Atendido que la Libre Competencia es un bien jurídico integrante del orden público
económico de nuestra nación, resulta consubstancial a la tutela de aquélla el reconocimiento
y extensión en favor de la Libre Competencia de todas y cada una de las características
protectoras que los preceptos jurídicos de orden público exhiben.
De entre tales características hemos de destacar que los preceptos jurídicos de orden público
constituyen un límite absoluto a la autonomía privada y a cada una de las actualizaciones y
vertientes a través de las cuales ésta se manifiesta : libertad contractual y negocio jurídico ;
derecho de propiedad privada en cuanto expresión de la noción de patrimonio y derecho
subjetivo en general. Esta función de límite que desempeña la Libre Competencia sobre la
35
Fernando Sánchez Ugarte, Presidente de la Comisión Federal de Competencia de Méjico, entrevista en
Latin Counsel Journal N° 1, Nov/Dic 2002, pg. 35, Madrid, España.
46
autonomía privada de los competidores se podría resumir como imperatividad y consiguiente
prevalencia de aquélla sobre ésta.
Los argumentos de CTC analizados en el presente informe deben ser rechazados en forma
categórica y definitiva por constituir una negación de la realidad del orden público
económico y de la imperatividad que caracteriza el bien jurídico tutelado Libre Competencia.
Más aún, estimamos que una hipotética aceptación por parte del Honorable Tribunal de
Defensa de la Libre Competencia de argumentos como los descritos sólo podría conducir a
una completa y efectiva desprotección de la libertad de competencia mercantil, con el
consiguiente caos en el funcionamiento de los mercados y detrimento para todos los
integrantes de la sociedad civil.
En lo concerniente a las cláusulas segunda, inciso final, y cuarta, numeral séptimo, -en
adelante las Cláusulas- que se contienen en la convención denominada “Contrato de Servicio
Megavía DSL” -en adelante el Contrato-, debemos concluir que constituyen una importante
barrera a la entrada como consecuencia de prohibir la prestación de ciertos servicios en
Internet a través de ISPs (Internet Service Providers).
En el evento que, a juicio exclusivo del Honorable Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia, las Cláusulas carezcan de razonabilidad técnica, estimamos deberán
ponderarse las siguientes circunstancias :
a) las Cláusulas perjudican a los ISPs en su libertad de competencia mercantil y no obstante
ello tales empresas debieron subscribir el Contrato ;
b) las Cláusulas perjudican en su libertad de competencia mercantil a toda una categoría de
competidores denominados ASPs (Application Service Providers), entre los cuales se
encuentra Voissnet S.A. en relación con los servicios que aquélla prohibe y que requieren
acceso a través de ISPs ;
47
c) las Cláusulas fueron impuestas por CTC, por lo que no cabe sino entender que aquéllas
benefician en algún sentido a ésta ;
d) CTC ostenta una posición dominante de conformidad con la Resolución N°686 (2003),
no habiéndose emitido informe en contrario por el Honorable Tribunal de Defensa de la
Libre Competencia ;
e) las Cláusulas prohíben servicios vinculados esencialmente a la telefonía IP sobre banda
ancha, la cual podría ser considerada un producto con potencial competitivo respecto de
la telefonía fija local, que constituye el giro principal de CTC.
f) Si la Cláusula fuere considerada abusiva de una posición dominante ha de tenerse
presente que el abuso monopólico, por su propio carácter esencialmente antijurídico, no
admite ninguna causal de justificación.
48