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M.
En los textos esotéricos y también en poemas de clara tendencia mística, se puede leer
que la obligación (anhelo para los místicos) de todo buen discípulo es lograr la
integración entre el Alma y la Personalidad.
La personalidad es una fuerza que consta de tres fuerzas menores, la llamada tríada
inferior: físico, emocional – sensorio y mente inferior, todas ellas si están unidas hacen
un personalidad, fuerte, con un cuerpo emocional y mental que se expresa con fuerza en
el plano físico.
Es evidente que en el mundo, no todas las personalidades son así, ya que hay muchas de
ellas que adolecen de la “debilidad” o el “exceso” de alguna de estas tres fuerzas. Por
ejemplo se puede dar el caso de una personalidad emocional y sensiblemente muy fuerte
pero de una mente débil y que por tanto muchas veces malinterpretará sus capacidades
de “sentir”, llegando incluso a padecer en su cuerpo físico el erróneo resultado de su
“mal pensar”. Esta persona estará totalmente supeditada a su fuerte cuerpo emocional y
deberá a aprender y llevar a la práctica el significado de las palabras discriminación y
discernimiento, logrando con su aprendizaje un mayor nivel de concentración
emocional positiva y bien dirigida, y por tanto una expresión física mas armónica.
En los libros de Alice Bailey, se nos dice a menudo, que el Alma es el hijo o aspecto
Amor de la divinidad. Esto es así porque al Alma la sitúan entre la Personalidad y el
Espíritu, también llamado Voluntad de Dios, mostrando con su capacidad flexible y
amorosa la unión entre el Espíritu y la Materia.
También se nos dice que un Alma empieza a relacionarse con la personalidad, cuando
está en el camino de retorno, es decir como en la parábola del hijo pródigo, cuando el
hijo decide volver al padre, es cuando existe la posibilidad de tal relación, antes sólo
existe la necesidad de saciar nuestra tríada inferior o vivir intensamente lo material; algo
por otra parte correcto (según el grado de evolución) ya que todos los cuerpos deben ser
vividos y desarrollados en su plenitud.
Pero cuando una personalidad empieza a flaquear, y ya no siente atracción por ciertos
aspectos de la vida sino más bien está saciada, aborrecida, triste o impotente, es
entonces cuando el Alma puede jugar su papel. Por tanto es en este estado “crítico”
donde el Alma encuentra su oportunidad de vincularse al mundo físico a través de su
“herramienta”, la personalidad, y a través de ella ejercer su trabajo: expresar el Espíritu
o el Plan de Dios para con la Humanidad.
El Alma entonces da muestras de alivio a través de su poderosa energía: Amor
incondicional, y procura hacer contacto con las fuerzas inferiores según sea la cualidad
de éstas. Es decir si el “hijo pródigo” en cuestión tiene un cuerpo emocional fuerte
procurará hacer contacto a través del Corazón, convirtiendo a la personalidad en una
fuerza mística. Si, en cambió su cuerpo mas sano es el mental procurará hacer contacto
a través de la Mente Abstracta, convirtiendo al afectado en un buen Esotérico.
Todos estos procesos son necesarios para la evolución de cualquier Alma, y así en
muchas vidas se dará preponderancia a la emoción-Corazón y en otras a la mente –
Voluntad, pero es la culminación y fusión de ambos lo que lleva al Alma a ser un
perfecto Maestro de Sabiduría.
Dejar al Alma hacer su trabajo es algo que nos vincula con la palabra aceptación, a
partir de ahí observar qué cualidad de rayo (recomiendo leer las páginas 137-142 de
Psicología Esotérica II de Alice Bailey – el Tibetano y el artículo de Martín Dieser
“Siete pensamientos simiente sobre los Siete Rayos…” publicado en abril) nos domina
y cual es su orientación, transformando con esta actitud el Karma en Oportunidad.
Un abrazo