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ÍNDICE

RECONOCIMIENTOS 3
1 NACIDO DE BUENOS PADRES 5
2 UNA NIÑEZ FELIZ EN BOISE 14
3 LA SECUNDARIA, EL TRABAJO Y UN CRUCERO 26
4 ¡CALIFORNIA, ALLÁ VOY! 37
5 ESPOSO, PADRE, ABOGADO, OBISPO 48
6 LA VIDA FAMILIAR Y LA PRÁCTICA DE LA ABOGACÍA 60
7 PRESIDENTE DE LA ESTACA PASADENA 70
8 EL LLAMAMIENTO AL QUÓRUM DE LOS DOCE 82
9 TESTIGO ANTE EL MUNDO 92
10 EL MINISTERIO APOSTÓLICO—PARTE 1 105
11 EL MINISTERIO APOSTÓLICO—PARTE 2 117
12 "JUNTOS NOS COMUNICÁBAMOS DULCEMENTE" 130
13 LA FAMILIA Y LOS VECINOS 138
14 "UNA BUENA CUOTA DE ALTIBAJOS" 150
15 PRESIDENTE DEL QUÓRUM DE LOS DOCE 163
APÉNDICE: ENSEÑANZAS Y MENSAJES
DE HOWARD W. HUNTER 177
NOTAS 191
BIBLIOGRAFIA 202

2
RECONOCIMIENTOS

El PRESIDENTE HOWARD W. HUNTER es un hombre modesto que rara vez habla


de sí mismo o trata de llamar la atención, aun entre sus más íntimos asociados, amigos y
familiares. Por consiguiente, la tarea de escribir su biografía ha requerido obtener de muchas
personas y de numerosos escritos una gran variedad de datos para entretejerlos en una historia
que nos revela a un hombre amado por todos los que lo conocen, como también por los
millones de Santos de los Últimos Días que han recibido la influencia de su espíritu y de sus
mensajes. Estoy profundamente agradecida para con todas aquellas personas que tan
espontáneamente han contribuido con sus experiencias e impresiones acerca de él y que han
alentado mis indagaciones y posterior compaginación.
Estoy particularmente agradecida al presidente Hunter porque, a pesar de no haber
estado enteramente a favor de si debía o no escribirse su historia, consintió con que leyera yo
una transcripción del diario personal que por algunos meses escribió cuando tenía once años
de edad; también me permitió leer las notas que redactó en ocasión de su viaje al Oriente en
un crucero y de cuando se trasladó subsiguientemente al sur de California, como asimismo la
crónica de su vida hasta la época en que recibió su llamamiento como Autoridad General de la
Iglesia, un relato personal desde 1959 que abarca casi tres mil páginas en cuatro tomos; y, por
último, también varios albumen de recortes de artículos periodísticos, fotografías y otros
recuerdos gráficos. Por razones de enfermedad y de los viajes y las obligaciones que tanto
exigen de su tiempo y energía, no fue posible concertar con él muchas entrevistas prolongadas
o especiales. Sin embargo, porque ha sabido siempre conservarlos tan meticulosamente, sus
registros personales, sus datos genealógicos y sus memorias han llegado a ser la fuente
principal de esta biografía. Sin tales documentos, la tarea habría sido imposible.
Entre otros que me ayudaron y suministraron una valiosa ayuda y sugerencias, se
destacan:
Los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce, y el élder F. Burton
Howard, de los Setenta.
John J. y Louine Berry Hunter, y Richard A. y Nan Greene Hunter—hijos y nueras del
presidente Hunter; Inis E. Hunter, su esposa; Dorothy Hunter Rasmussen, su hermana; Lee
Waldman Child, sobrina de Claire Hunter, y Corey Child, hijo de Lee.
Alicebeth Ashby, Leda Duncomb, Elva Hellings, Lael Littke, Loraine Major, Ciaron L.
Oakley, Ernest H. Reed, Claire Smith, Richard S. Summerhays y Daken K. Broadhead, sus
viejos amigos y compañeros de trabajo en la Estaca Pasadena, California.
William H. Cravens, uno de los asociados del presidente Hunter en el Centro Cultural
Polinesio; Daniel H. Ludlow y Fred A. Schwendiman, sus amigos y colegas relacionados con
sus comisiones en el Medio Oriente y en Jerusalén; Gordon L. Lund, su socio en la práctica de
la abogacía en Los Angeles; Dorothy y Talmage Nielsen, sus antiguos maestros orientadores y
vecinos en Salt Lake City; Donna Dain Snow, la que fuera su secretaria jurídica, y el esposo
de ésta, Karl Snow; Gary Gillespie, secretario del entonces presidente Ezra Taft Benson; y
Thomas E. Daniels, quien durante muchos años trabajó en el Departamento Genealógico (hoy
denominado Departamento de Historia Familiar).
R. W. y Naomi Christensen, quienes me acompañaron a lugares en Boise, Idaho, donde
se crió el presidente Hunter, y el personal de la biblioteca de la Sociedad Histórica del Estado
de Idaho.

3
Carole O. Colé, quien localizó antiguos documentos y artículos periodísticos en
bibliotecas y archivos y ayudó a organizar los mensajes y discursos del presidente Hunter; y
Elizabeth L. Nichols, del Departamento de Historia Familiar, quien colaboró en la localización
y verificación de registros genealógicos.
Dorene Beagles, la secretaria del presidente Hunter y mi querida amiga, quien me ayudó
en la búsqueda de fotografías, discursos, artículos y otras fuentes de información, contestó
docenas de preguntas y me brindó su apoyo constante y el ánimo que yo necesitaba para la
tarea de este libro.
El fallecido élder Marvin J. Ashton, ex Presidente del Directorio de Deseret Book y
colega, por muchos años, del presidente Hunter en el Quórum de los Doce, quien siempre tuvo
especial interés en esta biografía y facilitó su preparación y su publicación.
Ronald A. Millett, Presidente de Deseret Book Company, y Sheri Dew, Vicepresidenta y
Directora de Publicaciones, quienes me brindaron la oportunidad de escribir este libro; y Kent
Ware, Director de Diseños, y Patricia Parkinson, la tipógrafa, quienes tanto contribuyeron con
sus talentos especiales al producto final.

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1
NACIDO DE BUENOS PADRES

El 2 DE MAYO DE 1374 el rey Roberto II de Escocia firmó un documento que


confirmaba un título real de tierras a nombre de William Hunter, el terrateniente (señor o
propietario) del Castillo Hunterston, "por su fiel servicio prestado y a prestarnos." William, el
décimo heredero de Hunter de Hunterston, era descendiente de una familia normanda que
había inmigrado desde el norte de Francia después de que el duque Guillermo de Normandía
conquistó Inglaterra en 1066. Una historia de Hunterston explica que la familia "arribó a
Escocia probablemente a invitación de David I, quien con su hermana fue convocado ante la
Corte Normanda, a comienzos del siglo doce, cuando se les concedieron las tierras de Arnele-
Hunter, las que con el tiempo llegarían a conocerse con el nombre de 'el pueblo de Hunter'
[Hunterston]."1 Allí, en esa heredad de cuatrocientas hectáreas, la familia Hunter construyó un
impresionante castillo en el siglo trece.
El 20 de octubre de 1987, Charles Hunter, el hombre a quien le correspondía el título de
Decimotercer Señor de Hunterston, llegó a Salt Lake City para rendir homenaje a un
descendiente de aquella familia, Howard W. Hunter, entonces Presidente del Consejo de los
Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Durante un
almuerzo en la Casa del León, uno de los edificios de mayor significado histórico de Utah,
Charles Hunter entregó al presidente Hunter un certificado que lo declara miembro vitalicio
del "Clan [Familia] Hunter," refiriéndose a él como "uno de los más nobles vastagos de una
noble raza, y uno de los más extraordinarios entre todos los Hunter."2
Jamás en la vida podrían John William (Will) y Nellie Ras-mussen Hunter haber
previsto este honor que se le concedería a Howard, su primogénito y único hijo varón, cuando
éste nació en aquel humilde hogar de Boise, Idaho, unos ochenta años antes. En cierto modo,
había sido realmente notable que Will y Nellie se hubieran aun conocido, porque ambos pro-
cedían de raíces totalmente diferentes. Y aunque su hijo no habría de caracterizarse como "uno
de los más extraordinarios entre todos los Hunter", por cierto que haría eco a las palabras de
Nefi al considerarse que había "nacido de buenos padres", porque era un descendiente de
personas fieles y diligentes que siguieron los dictados de su conciencia al dejar sus hogares
ancestrales y establecerse en el oeste norteamericano.

Los Hunter de Escocia

JOHN HUNTER, el bisabuelo de Howard W. Hunter, nació en Paisley, Renfrewshire


(Escocia), no muy lejos del Castillo de Hunterston. Cuando joven, fabricaba ropa y otros
productos textiles que en su mayoría eran del colorido estilo característico de la región. Más
adelante contrajo matrimonio con Mar-garet Carse (o Carss) y tuvieron tres hijos: John (el
abuelo de Howard), James (que falleció a los cinco años de edad) y Robert.
En 1860 los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
llegaron a Paisley con su mensaje del evangelio restaurado y entre los primeros en ser bautiza-
dos se encontraban John y Margaret Hunter. En aquella época la Iglesia alentaba a sus nuevos
miembros para que se congregaran en el valle del Lago Salado, por lo cual los misioneros
sugirieron a los Hunter que emigraran a Utah. Esto le presentó a John Hunter un problema

5
difícil porque ello significaba que debía abandonar un negocio próspero y que la familia debía
dejar atrás la comodidad de su hogar.
Su hijo John escribió muchos años más tarde que, para su padre, la decisión se basó en
"los muchos atractivos y el futuro brillante que para su tipo de negocio le esperaban en Utah,
lo cual había sido irrefutablemente manifestado por personas influyentes que investigaron ese
inmenso territorio primitivo escogido por los Mormones para vivir en paz y armonía."3 La
familia decidió entonces emigrar a Utah.
La travesía del Océano Atlántico fue muy triste porque Margaret dio a luz a un niño que
falleció a poco de nacer y debió ser sepultado en alta mar. Más aún, al arribar al valle del Lago
Salado a fines de septiembre de 1860, John Hunter se desilusionó y, como luego lo describió
John, su hijo, "finalmente, él y la familia se apartaron de la Iglesia,... dejando así a los suyos
sin orientación en un país extraño."
Gracias al dinero que John obtuvo de la venta de su propiedad en Escocia, la familia
pudo contar con los medios para subsistir hasta restablecerse. Pocos meses después de su
arribo, John adquirió cuatro yuntas de bueyes y contrató a alguien para que le ayudara a
transportar productos agrícolas y otros comestibles al territorio de Montana. Su familia
permaneció en Camp Douglas, en Salt Lake City, donde Margaret y sus hijos John y Robert
trabajaban para el gobierno de los Estados Unidos. John Hunter hizo dos viajes provechosos a
Montana, pero en un tercero lo sorprendió una tempestad de nieve y perdió todo su ganado y
los productos que llevaba consigo.
Durante la primavera de 1866 la familia se mudó a Fort Bridger, en Wyoming, donde
John consiguió empleo como albañil para el gobierno y comenzó a construir su propia casa.
En agosto de ese año Margaret dio a luz a una niña a quien también se le dio el nombre de
Margaret, la cual falleció una semana después.
Aproximadamente dos años más tarde, la familia se mudó a South Pass City, otra
localidad en Wyoming, donde construyeron una casa grande de troncos en la reserva de los
indios Washakie. A poco de terminar de construirla, se les obligó a salir del territorio sin que
recibieran compensación alguna por la casa. De allí se trasladaron al valle de Wind River y
construyeron otra vivienda—esta vez con troneras en las habitaciones superiores que les
permitieran utilizar rifles para protegerse de las agresiones de los indios Sioux. A raíz de estar
siempre en peligro de perder la vida (tenían que portar armas cada vez que salían de la casa,
aun cuando iban a trabajar al campo), debieron regresar a South Pass City y tiempo después a
Fort Bridger. Allí permanecieron durante varios años y luego se establecieron en Ogden, Utah,
en la década de 1880. John Hunter murió en Ogden en 1903, a la edad de setenta y ocho; su
esposa Margaret falleció seis años más tarde, pocas semanas antes de cumplir los ochenta y
seis.
Su hijo John, que tenía dieciséis años de edad cuando la familia se estableció en
Wyoming, había comenzado a trabajar en aquel entonces para el gobierno como carretero.
Con su familia se mudó a South Pass City, luego al valle de Wind River, y cuando regresaron
a Fort Bridger nuevamente trabajó como carretero. En cierta ocasión se le encomendó que
arreara setenta y cinco muías de carga hasta el campamento del General Custer, en el fuerte
Russell. Una vez que hubo llegado, se le pidió que continuara hasta el fuerte Fetterman, a unos
160 kilómetros al norte de allí. Después de entregar los animales a uno de los oficiales de
Custer, regresó a Cheyenne, donde se enteró de que por poco no había sido testigo de la
masacre que la historia registra como "la última parada de Custer."
En 1876, los propietarios del hotel de Fort Bridger fueron a visitar a algunos amigos en

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Salt Lake City, donde invitaron a la hija de éstos, Josephine (Josie) Nowell, para que regresara
con ellos de visita a Wyoming. John, que en ese entonces tenía Veintiséis años de edad,
conducía la ambulancia del gobierno que atendia las necesidades de los trenes de la Union
Pacific. Enterado de que una bonita muchacha visitaría Fort Bridger (en donde habitaban muy
pocas jóvenes solteras con quienes salir en citas), limpió entonces su carro hasta dejarlo
brillante.
Despues de su primer encuentro con ella, John cortejó a Josie durante dos años,
principalmente por carta. Mientras tanto, se asoció con un juez llamado Cárter en el negocio
de construir amplios corrales para ganado en la estación Hamp-ton del ferrocarril Union
Pacific desde donde enviar miles de animales a Chicago. "Edificamos una casa de dos pisos
para alojar a los arrieros", escribió en su diario personal, "y yo planeaba arreglar una parte de
la misma para nuestra comodidad, en la cual la señorita Nowell y yo confiábamos vivir al
contraer matrimonio." Un obispo de la Iglesia Episcopal los casó el 2 de mayo de 1878 en el
hogar de los Nowell, en Salt Lake City.

La Familia Nowell

WILLIAM NOWELL, el padre de Josie, era descendiente de los primeros inmigrantes


ingleses que colonizaron Nueva Inglaterra [Estados Unidos]. Sus antepasados de la línea
Nowell se establecieron en la Colonia de la bahía de Massachu-setts, en Salem, y a mediados
de los 1600 residían en North Berwick, estado de Maine. Sus antepasados de la línea materna
Hatch vivieron en los años 1700 en Falmouth, Massa-chusetts, y luego se trasladaron a
Pittston, Maine. Los padres de William, Silas Nowell y Nancy Hatch, se casaron en 1825 en
North Berwick. William, el mayor de sus siete hijos (algunos de los cuales fallecieron en la
infancia) y que había de ser el bisabuelo de Howard W. Hunter, nació tres años más tarde.
A mediados de 1830, Silas y Nancy Nowell se mudaron a Lapeer, una aldea al este de
Flint, en Michigan. Allí trató Silas de ganarse a duras penas la vida como granjero, pero sus
esfuerzos fueron continuamente imposibilitados por las nieves invernales y el intenso frío que
duraba hasta fines de la primavera. A los pocos años, comenzó a hacer planes de mudarse al
sur, al estado de Ohio. sobre la relación que mantenía con el Señor, su gratitud por sus
bendiciones, su anhelo de saber qué se esperaba de ella, y su búsqueda del evangelio puro de
la época antigua, como lo indican las siguientes anotaciones:
[Sábado 25 de julio de 1840] Estando convencida de que muchas cosas dependen de
nuestro esfuerzo personal, yo creo que es el deber y la obligación de toda criatura de Dios
obrar y hacer todo lo que sus habilidades le permitan, y al máximo de su potencial, para
edificar y fomentar la causa de Dios mediante la difusión universal de su glorioso evangelio en
todo el mundo.
[Sábado 2 de abril de 1842] La misericordia de Dios me ha permitido ver la conclusión
de una semana más. Con frecuencia pienso para qué habré de ser preservada; ¿por qué se
prolonga mi vida infructuosa de semana en semana y de año en año?
[Lunes 4 de abril de 1842] Lo que percibo actualmente de la iglesia de Dios en todo el
mundo me hace sollozar. Me parece que ha decaído de su santidad y pureza primitivas como
institución, aunque algunas personas podrían disfrutarla en tanto que la luz del espíritu de Dios
pueda manifestarse al alma a través de las tinieblas de la incredulidad . . . No solamente ha
perdido su santidad y su pureza, sino su poder y su fortaleza. ¿Dónde encontramos aquella fe
pujante y poderosa, con todos los dones del Espíritu, que una vez se disfrutó bajó la
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dispensación del evangelio?
[Sábado 9 de abril de 1842] He sentido hoy la necesidad de regocijarme en el espíritu al
meditar sobre la gloria de los últimos días, la cual creo que se acerca.
| Martes 13 de septiembre de 1842 (la última anotación de Nancy) | He presentado la
súplica de mi causa al gran Juez de toda la tierra al encomendarme a mí misma y todo cuanto
poseo en Sus manos, y por consiguiente, debo permanecer en silencio y someterme en
paciencia, sabiendo que El es omnipotente, omnipresente y omnisciente, y que es mi amigo
Yo puedo sentir el amor de Dios.1
A poco de haber hecho Nancy su última anotación en su diario, un misionero mormón
fue a Lapeer, desde Nauvoo, Illinois. Después de escuchar su mensaje y de haber orado al
respecto y recibido "el testimonio de que dijo la verdad", Nancy decidió ir a Nauvoo para
saber más acerca de la Iglesia. En su diario personal escribió: "Fui a escuchar al predicador
mormón [José Smith] con gran cautela, esperando no ser engañada. Su tema fue la segunda
venida de Cristo. Tuve el testimonio de que habló con veracidad y que José Smith
verdaderamente era un profeta, llamado y ordenado por Dios para efectuar una gran obra,
porque presentó la verdad tal como la enseñó Jesucristo. Y pedí ser bautizada."
Nancy y Silas, con su familia, se mudaron a Nauvoo en 1843 y en enero de 1844
tuvieron otro hijo, Oliver. En junio de ese año, después de que el Profeta y su hermano Hyrum
fueran asesinados, Nancy asistió a los funerales. Muy poco se sabe sobre las experiencias
vividas por la familia Nowell en Nauvoo, pero es obvio que Silas también se unió a la Iglesia
porque, de acuerdo con los registros del Templo de Nauvoo, ambos recibieron sus investiduras
el 28 de enero de 1846. Un tiempo más tarde, Silas y Nancy se separaron.5 Ella emigró a Utah
en 1852 y permaneció fiel a la Iglesia hasta el día de su muerte, el 13 de julio de 1902.
Después de que la familia Nowell saliera de Nauvoo, William, el hijo mayor de Nancy,
vivió varios años en St. Joseph, estado de Misurí, donde en 1860 se casó con Rebecca Crites.
Sus dos hijos—Josephine (Josie, la abuela de Howard W. Hunter) y Edward—nacieron en St.
Joseph antes de que la familia se mudara en 1864 a Salt Lake City para estar más cerca de la
madre de William. Tras haber sido un contratista y constructor de renombre, éste murió en
Salt Lake City en 1882. Rebecca, su esposa, falleció en 1916.
Inmediatamente después de su casamiento con John Hunter en 1878, Josie y su esposo
se mudaron a Wyoming donde, como lo expresara él en su historia personal, Josie "pasó a ser
la reina de Hampton." Al llegar el otoño, la sociedad que John había formado con el juez
Cárter parecía ser muy promisoria cuando un tal Hawkins llevó desde Oregón más de 3.000
cabezas de ganado a sus corrales en Hampton. Gracias a las sugerencias de John en cuanto al
arte de vender ganado, Hawkins hizo un viaje muy provechoso hasta los corrales de Chicago y
de lowa. De regreso, se detuvo en Hampton y convenció a John de que debía renunciar "por
completo a su situación y asociarse con él" a principios del año siguiente. Después de cancelar
su sociedad con el juez Cárter, John recibió la ingrata noticia de que su nuevo socio, Hawkins,
había muerto repentinamente antes de formalizar el contrato.
Obligado a encontrar un nuevo empleo, John y Josie se mudaron a Salt Lake City, donde
por algunas semanas él trabajó en una mina en la localidad cercana de Alta. Más tarde fue
agente ferroviario en Park City (Utah), en Granger (Wyoming), y en Pocatello (Idaho). En
1887 se mudó con su familia a Boise [capital de Idaho], donde llegó a ser el primer agente
ferroviario local de la línea Oregon Short. Un año más tarde se interesó en algunas minas de
oro existentes en una región desértica a más de 200 kilómetros al norte de Boise. Tiempo
después hizo negocios de minería en Pearl, a unos 50 kilómetros de la ciudad, antes de

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reintegrarse a sus ocupaciones ferroviarias.
El mayor de los siete hijos de John y Josie, John William (Will) Hunter, nació en Salt
Lake City el 16 de abril de 1879. Este había de ser el padre de Howard W. Hunter.
Cuando tenía unos veinticuatro años de edad, Will trabajaba con su padre en las minas
cerca de Pearl y algunos de sus amigos le presentaron a Nellie Marie Rasmussen, una atractiva
joven seis años menor que él que hacía poco había llegado a Boise para vivir con sus tíos,
Bertha Christina (Christie) Christensen y Wylliuel Wood (Fred) Moore. Siendo que Will
trabajaba y residía a cierta distancia de la ciudad, el cortejo fue mayormente por correo, con
algunos paseos en carricoches cuando iba Boise a visitar a su familia.

Los Rasmussen y los Christensen

NELLIE MARIE RASMUSSEN era descendiente de pioneros que habían ayudado a


colonizar Mount Pleasant, en el valle de Sanpete, a unos 200 kilómetros al sudeste de Salt
Lake City. Su abuelo materno, Morten Rasmussen, nació en 1834 en Braendekilde, Odense,
Dinamarca, donde su familia había residido durante varias generaciones.
Los misioneros de la Iglesia llegaron a Braendekilde en 1851. Morten aceptó su
mensaje—el único miembro de su familia en convertirse—y fue bautizado en noviembre de
1851, cinco semanas después de cumplir los dieciocho años de edad. Menos de tres años
después emigró a los Estados Unidos para unirse a los Santos de los Últimos Días en el Valle
del Gran Lago Salado. Tras cruzar las llanuras norteamericanas en una carreta tirada por
bueyes, arribó al valle el 5 de octubre de 1854. Tres años más tarde se mudó a Ephraim, un
pequeño pueblo en el valle de Sanpete, donde el 1o de abril de 1859 con-trajo enlace con
Karen Maria Christiansen, otra danesa convertida a la Iglesia.
Karen nació en 1842 en Lunge Gelsted, Odense, Dinamarca; sus padres fueron Christian
Nielsen Christiansen y Ane Margrethe Jensen. Los tres se unieron a la Iglesia en Dinamarca
en 1854 y tres años después emigraron a Utah. Después de vivir un tiempo en Ephraim,
Christian y Ane se establecieron en Mount Pleasant.
Aproximadamente en la época de su casamiento, Morten Rasmussen fue llamado por
Brigham Young para que ayudara en la construcción de un fuerte en Mount Pleasant y a colo-
nizar la nueva comunidad. El primero de los doce hijos de Morten y Karen, a quien llamaron
Martin (el abuelo de Howard W. Hunter), nació en diciembre de 1859 en una gruta sobre la
margen de un arroyuelo que corría a través del fuerte. Al fallecer unos veinticinco años más
tarde, Morten había lle-gando a ser un prominenie granjero, hombre de negocios y lider de la
Iglesia y de la comunidad.
Martin Rasmussen, el hijo de Monten, se caso con Nicoline Christensen, una joven de
Mount Pleasant, en la Casa de Investiduras en Salt Lake City, en mayo de 1880.
Los padres de Nicoline, tal como los de Martin, habían emigrado de Escandinavia. Su
padre, Anders Christensen (el bisabuelo de Howard W. Hunter), nació en Stillinge, Condado
de Soro, Dinamarca, en 1828, y fue bautizado en la Iglesia en marzo de 1853. Sus padres,
Christen y Karen Jensen Andersen, su media hermana Maren y sus hermanos menores Jens y
Niels Christian fueron bautizados poco después. Jens emigró a los Estados Unidos en enero de
1855 y Anders y Niels Christian le siguieron cinco años más tarde. Sus padres inmigraron en
1862, haciendo el trayecto a pie desde Florence, Nebraska, hasta Salt Lake City, y se
establecieron en Mount Pleasant.

9
Anders tenía veintiún años de edad cuando cruzó las planicies con la décima compañía
de carros de mano que partió de Florence el 6 de julio de 1860 y llegó a Salt Lake City el 24
de septiembre. Este fue el último y, contando con 124 miembros, el más pequeño de los
grupos de carros de mano que arribaron a Utah entre 1856 y 1860.6 Una de las integrantes de
esa compañía era Nilla Pedersen, una joven noruega de veintiún años de edad, miembro de la
Iglesia, a quien había conocido en el barco durante su travesía del Océano Atlántico.
Nilla (la bisabuela de Howard W. Hunter) había nacido en 1840 en Skedsmo, Noruega, y
fue bautizada en 1858. Sus padres se llamaban Berthe Nielsen y Peder Torgensen.7 Nilla fue la
primera de la familia en emigrar al Valle del Lago Salado, viajando en compañía de otros
miembros de la Iglesia procedentes de Europa. Su madre, dos de sus hermanas y un hermano
también se unieron a la Iglesia y emigraron a Utah. Su padre falleció en Noruega dos años
después de que Nilla hubiera viajado a los Estados Unidos, mientras que su hermana menor
nunca se unió a la Iglesia y decidió permanecer en Noruega.
Aparentemente, Anders y Nilla se enamoraron durante su viaje con los carros de mano,
porque contrajeron matrimonio dos meses después de haber llegado a Utah. Entonces se
establecieron en Mount Pleasant, donde al principio vivieron en el fuerte para protegerse de
los indios. Anders excavó luego en el exterior del fuerte un refugio subterráneo con techo
Cubierto de pasto, y fue allí donde, en octubre de 1861, nació su hija Nicoline.8
En el verano de 1865, cuando Nicoline tenía tres años de edad, su padre tomó una
segunda esposa, llamada Kristen Nielsen, quien se había divorciado del hermano de aquel, y la
cual tenía tres hijos. Entonces trasladó a sus dos familias, como también a sus padres y a su
hermana, a Richfield, unos 120 kilómetros al sur, para ayudar a colonizar esa región pero, a
raiz de las graves dificultades e invasiones de los indios, todos regresaron a Mount Pleasant
dos años después. Del matrimo-nio de Anders con Kristen nacieron dos hijos; un tercero nació
muerto y ese mismo dia también Kristen perdió la vida.
Nilla cuidó dé los hijos de Kristen junio con los seis suyos (otros tres murieron en la
infancia), hasta el día de su muerte, el 8 de enero de 1876. Siendo la hija mayor, Nicoline
asumió, a los catorce años de edad, la responsabilidad de criar a su cinco hermanitos y a los
dos hijos de Kristen. Cinco meses más tarde, Anders se casó con Christina Jonsson, que era
viuda y tenía un hijo. (En 1884 también contrajo matrimonio con Christina Frantsson.) Anders
falleció en noviembre de 1917.

Nellie Marie Rasmussen

DESPUÉS DE SU CASAMIENTO y sellamiento en la Casa de Investiduras, Martin


Rasmussen y Nicoline, su joven esposa de dieciocho años de edad, regresaron a Mount
Pieasant, donde él construyó una casa de troncos a una cuadra del hogar de su padre, Morten
Rasmussen. En esa nueva casa les nacieron tres hijos: Henry Arthur, el 8 de marzo de 1881;
Lawrence Martin, el 17 de diciembre de 1882; y Nellie Marie, el 30 de mayo de 1885.
A principios de diciembre de 1887, Martin se encontraba en el estado de Colorado
trabajando con su hermano John en un proyecto ferroviario cuando recibió la noticia de que
Nicoline estaba gravemente enferma. Salió de inmediato rumbo a su hogar y cabalgó durante
dos días sin detenerse, excepto para permitir que descansaran sus caballos. Cuando llegó a
Mount Pieasant, se enteró de que Nicoline había fallecido tres días antes, el primero de
diciembre, y que la habían sepultado una pocas horas antes de que él arribara. Nicoline tenía
entonces veintiséis años de edad.
10
Antes de morir, Nicoline había pedido que Annie Cecelia, su media hermana, cuidara de
su hijita de dos años de edad.9 Cecelia era aún una adolescente y vivía entonces con su
abuelita, Karen Jensen Andersen, que era viuda. Cuatro años más tarde, Cecelia contrajo
matrimonio con William Burt Reynolds y Nellie vivió con ellos hasta 1895, cuando cumplió
diez años de edad. Fue entonces que los Reynolds decidieron mudarse a Colorado, y se
hallaban ya en la estación ferroviaria esperando el tren cuando de pronto llegó Martin
Rasmussen y no permitió que Nellie se fuera con ellos.
Dos años y medio después del fallecimiento de Nicoline, Martin contrajo enlace con
Emma Elizabeth Jeffs. Cuando Nellie tenía diez años de edad, se fue a vivir con su padre y su
madrastra, quien ya había tenido dos hijos (uno de los cuales murió en la infancia). En los
once años subsiguientes, los Ras-mussen tuvieron cuatro hijos más. Nellie vivió con ellos unos
tres años, quedándose en la casa sin asistir mucho a la escuela para cuidar de los niños
menores. Un día, cuando su padre pensó que su esposa ya se había aprovechado demasiado de
Nellie, dispuso que la niña fuera a vivir con su abuela, Karen Marie Christiansen Rasmussen.
Nellie residió con su abuelita hasta que ésta falleció en marzo de 1900.
En aquel tiempo Nellie tenía casi quince años de edad y fue a vivir en el hogar de
Andrew Christensen, el hermano de su madre, en Castle Dale, a casi cien kilómetros de Mount
Pleasant. También en Castle Dale residía John Rasmussen, el hermano de su padre, así que
Nellie vivió alternadamente con las familias de sus líos durante casi dos años. Luego la
invitaron a vivir en Salt Lake City con su tía materna, Christie, y el esposo de ésta Fred
Moore.
Nellie permanecio con los Moore unos dos años, asistiendo a la escuela y trabajando
parte del día en el hogar de una familia de apellido Metras, donde finalmente se quedó cuando
los Moore se mudaron a Boise [Idaho]. Después de que Christie Moore perdiera, dos años más
tarde, a uno de sus hijitos, Fred invitó a Nellie para que fuera a vivir con ellos en Boise.
Nellie, quien para entonces tenía diecinueve años de edad, no tuvo dificultad alguna en
encontrar empleo. Durante un tiempo trabajó de mesera y de recepcionista en el Hotel Idanha
y luego consiguió empleo en la compañía de teléfonos. Poco después de haber arribado a
Boise le presentaron a Will Hunter.

Matrimonio y familia

DESPUÉS DE CORTEJAR a Nellie principalmente por correspondencia, Will decidió


abandonar la minería y regresar a Boise. Por una temporada trabajó en la linea ferroviaria
Oregon Short y después aceptó un cargo en otra compañía de trenes en la ciudad de Boise,
dedicada al transporte postal y de pasajeros entre Boise y varias localidades hacia el oeste de
esa ciudad. Teniendo entonces un empleo seguro, en la primavera o a principios del verano de
1906, Will le propuso matrimonio a Nellie y solicitó a Fred Moore el correspondiente permiso
para la boda.
No muy segura de si debía casarse con alguien que no fuera miembro de la Iglesia,
Nellie le indicó que necesitaba
tiempo para pensarlo. Ese verano fue a Sanford, en Colorado, a visitar a su tía Cecelia y,
encontrándose allí, conoció a un joven que le propuso matrimonio pero ella no le aceptó y
viajó a Mount Pleasant para visitar a sus familiares. Preocupado por su larga ausencia, Will
Hunter fue a donde estaba Nellie y logró que asintiera en casarse con él.

11
El 3 de diciembre, Will y Nellie viajaron en tren a Manti [Utah], obtuvieron de las
oficinas del condado una licencia matrimonial y tomaron el tren de regreso a Mount Pleasant.
Mientras tanto, algunas de sus familiares le confeccionaron a Nellie un vestido de bodas y esa
misma tarde la pareja con-trajo enlace en el hogar de María Sophia Rasmussen Madsen, tia de
Nellie, ceremonia que fue efectuada por el hermano de su padre, Daniel Rasmussen. Varios
amigos y familiares, incuso su padre, estuvieron presentes en la ocasión para expresarle sus
buenos deseos. Al día siguiente, los recién casados regresaron en tren a Boise, donde habrían
de establecer su hogar.
Después de permanecer algunos días con la familia Hunter, Will y Nellie alquilaron una
casita en la esquina noreste de las calles Once y Sherman, en la cual nació su primer hijo,
Howard William Hunter, el 14 de noviembre de 1907. El Dr. John Beck, quien sería el médico
de cabecera durante los veinte años subsiguientes, asistió a la madre en el nacimiento e hizo
los arreglos necesarios para que una enfermera la atendiera por varios días.
A los cinco meses, el 5 de abril de 1908, Nellie llevó a Howard a una reunión de
testimonios en la Rama de Boise de la Misión Noroccidental, en la que el presidente de la
misma, Heber Q. Hale, le dio una bendición.
En esa época, al igual que otros estados del oeste norteamericano, Idaho experimentaba
un rápido crecimiento. Entre 1900 y 1910 se duplicó la población del estado, el que había sido
incorporado a la Unión en 1890, llegando a tener más de trescientos veinticinco mil
habitantes. La población de Boise, la ciudad capital, aumentó aún más en proporción y en
1910 contaba con más de diecisiete mil habitantes. El automóvil era todavía una novedad
(Henry Ford introdujo su modelo "T" en la época en que Howard cumplió su primer año de
edad) y las calles no habían sido pavimentadas aún. Pero las viviendas y los negocios
proliferaban por doquier y los confines de la ciudad se expandían cada vez más.
La Iglesia Mormona, aunque sólida en la región oriental de Idaho casi en el límite con
Utah, no era muy fuerte en el oeste del estado a comienzos del siglo. La primera reunión de la
Iglesia en Boise se llevó a cabo en una hostería el 18 de enero de 1903 con la asistencia de
ocho hombres, algunos de los cuales eran miembros de la legislatura estatal que se hallaban en
Boise para una sesión legislativa. Después de la reunión se comunicaron con las autoridades
de la Iglesia en Salt Lake City, quienes a la semana siguiente enviaron algunos representantes
para estudiar la situación y consultar con sus miembros. Por recomendación de éstos, la Iglesia
organizó una rama el 8 de febrero de 1903, como parte de la Estaca Union del este de
Oregón.10 Al año siguiente, la rama fue asig-nada a la Misión de los Estados del Noroeste.
Heber Q. Hale ocupó el cargo de presidente de la rama desde 1905 hasta el 3 de noviembre de
1913, cuando se organizó la Estaca de Boise y la antigua rama pasó a ser barrio.
Nellie fue siempre activa en la rama y hacía que sus hijos asistieran con regularidad a las
reuniones y recibieran una educacíón religiosa tanto en la iglesia como en el hogar. Aunque
Will no era miembro de la Iglesia, nunca se opuso a la participación de su familia y en
ocasiones, cuando su tra-bajo se lo permitía (con frecuencia debía trabajar en el día domingo),
solía asistirá las reuniones sacramentales con ellos.
Cuando Howard tenía unos dos años de edad, su familia se mudó a otrá casa que su
arrendador tenía a la vuelta de la esquina, la cual era un poco más amplia que la otra y fue allí
donde, el 1 de noviembre de 1909, Nellie dio nuevamente a luz, esta vez una niña a la que
llamaron Dorothy Elaine.
Poco después del nacimiento de Dorothy, Nellie había puesto a hervir un olla de agua
sobre la estufa de calefacción en la sala. Al retirarla, colocó la olla sobre el piso para que se

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enfriara cuando de pronto entró Howard corriendo. El niño cayó en el agua hirviente
cubriéndose el rostro con su mano izquierda, la cual se le quemó de gravedad. Años más tarde,
describió lo ocurrido de esta manera en su diario personal:
"Llamaron al médico de inmediato y éste recomendó que se me empastara el brazo con
puré de papas y se me vendara. Algunas señoras del vecindario acudieron en mi ayuda.
Recuerdo haberme sentado sobre el escurridero para los platos de la cocina mientras hervían
las papas, las machacaban, me hacían compresas en el brazo con la pasta y rasgaban telas en
tiras para vendármelo. Afortunadamente, aquella seria quemadura no afectó para nada el
desarrollo de mi brazo pero me quedó la cicatriz para toda la vida."11

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2
UNA NIÑEZ FELIZ EN BOISE

A PRINCIPIOS DE 1910, Will y Nellie Hunter compraron un pequeño terreno en una


nueva subdivisión fuera de los límites occidentales de la ciudad de Boise. El lote estaba
ubicado al final de la calle Vine, un callejón sin salida al sur del camino Valley (que más tarde
pasó a ser la calle State). A unas cuatro cuadras de distancia, al final de la calle y más allá de
los campos de pastoreo, corría el río Boise.
A fin de que le ayudara a construir una vivienda de tres cuartos, Will contrató al cuñado
de Christie Moore, una tía de Nellie. También compró un pequeño martillo para que Howard,
que tenía dos años de edad, pudiera clavar maderas en el piso de la sala, un "aprendizaje" que
presagiaba el interés que Howard habría de tener en el arte de la carpintería.
La familia se mudó de la calle Sherman a su nuevo hogar en el otoño de ese mismo año.
La casa, que miraba hacia el este, tenía una amplia sala, un dormitorio y una cocina. Una
estufa de carbón en la sala y otra en la cocina suministraban Calefacción en el invierno.
Durante los primeros años la casa era iluminada con lámparas de queroseno. Afuera, se
extendía un prado en la parte norte de la casa y constituía el lugar favorito de juegos para los
niños y sus amiguitos. En el lado oeste de la casa, a pocos pasos de la puerta trasera, según
Howard lo recuerda, "habia un pequeño edificio cuadrado y bien ventilado construido obre un
pozo en el suelo, al que llamaban 'retiro', un término que me parecía demasiado decoroso para
lo que era."
Entre la casa y el retiro existía un sótano revestido con ladrillo en el que se conservaban
frutas y vegetales envasados y frescos. El huerto de verduras y los árboles de manzana sil-
vestre y de ciruela se hallaban en la parte sur del terreno, mientras que las plantas de
frambuesa y de grosella se extendían a lo largo de la cerca trasera. Tiempo después, Will
construyó un gallinero y un garaje.
Puesto que la casa sólo tenía un dormitorio, la familia necesitaba ya un lugar adicional
donde Howard y Dorothy pudieran dormir, así que Will agregó un porche al frente de la casa.
Los niños dormían en una mitad del mismo, y la familia usaba el resto para sentarse y
conversar en las noches cálidas. El revestimiento del porche era metálico desde la mitad de sus
paredes hasta el techo. Por la parte interior, había unas cortinas de tela que se desenrollaban
por medio de una manivela; las cortinas protegían contra la lluvia y la nieve, pero nada podían
hacer contra el frío del invierno ni el calor del verano.
Nellie cocinaba en la estufa de carbón, la cual tenía un hornillo en la parte superior y un
recipiente al costado para calentar agua. Una de las tareas de Howard consistía en pasarle
betún a la estufa y luego pulir las letras niqueladas de la marca de fábrica que decían:
Majestic. También le correspondía traer del cobertizo el carbón y trozos de leña para las
estufas.
Para poder suministrar agua a la pileta de la cocina, Will puso un caño por debajo del
piso hasta el borde de la misma e instaló en su extremo una bomba. Para sus baños al fin de
cada semana, la familia llenaba con agua una jofaina galvanizada y la calentaba sobre la
estufa.
"Durante la mayor parte del tiempo en que vivimos en la casa de la calle Vine",
recordaba Howard, "criamos gallinas. Mi responsabilidad era alimentarlas y cambiarles el

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agua cada mañana y cada noche." En ocasiones también debía limpiar las jaulas y los palos de
descanso en el gallinero.
Will cuidaba con gran orgullo su huerto y lo conservaba minuciosamente limpio, aun
arrastrando un pesado madero por la tierra para mantenerlo nivelado. Casi todas las semanas la
familia solía inundar el huerto y el prado con el agua de una acequia cercana. Cierta vez Will
le pidió a su hijo Howard que quitara las malezas del sembrado de papas y esa noche, cuando
fue a verificar la tarea, se quedó aterrorizado. "¡Has arrancado las plantas de papa!" exclamó.
Howard, que le había ayudado a sembrarlas, respondió, justificándose: "Pero ahí no fue donde
las plantamos ..."
Puesto que su hogar estaba ubicado fuera de los límites de la ciudad, la dirección postal
de los Hunter era RFD 1 (luego de varios años a la casa se la designó con un número de calle:
303 Vine Street). Cuando eran ya mayorcitos, los niños iban hasta el otro lado del camino
Valley para recoger la correspondencia en la casilla número 23. El cartero, haciendo su
recorrido en un carricoche a caballo, la depositaba allí todas las mañanas a las diez y cuarto.
En el atardecer, Howard y Dorothy caminaban hasta la lechería de los Anderson, a unas
ocho cuadras al norte del camino Valley, para comprar leche fresca. De regreso, con fre-
cuencia llevaban también la leche para las viudas del vecindario, portando las pesadas botellas
en una bolsa de tela que Nellie había confeccionado. Una tal señora Williams, que vivía en el
terreno de los Hunter, le pagaba a Howard cada vez que éste le llevaba la leche o le cortaba el
césped.
La familia Hunter conservaba la leche y otros comestibles frescos en una nevera que
tenían en la cocina. Cuando el vendedor de hielo pasaba por el lugar, los niños corrían detrás
de él esperando recibir algunos trocitos para sorber. A veces, Dorothy recogía la nata de la
leche y la congelaba sobre el hielo para poder comer "helado." Esto no hacía muy feliz a su
padre, quien solía quejarse diciendo: "Pues, conque Dorothy ha estado congelando la nata otra
vez, ¿eh?"
Cuando niño, Howard amaba mucho a los animales. Por muchos años tuvo un perro y,
como ha dicho, "todo gato perdido podía hallar refugio en casa, a pesar de las protestas de la
familia." Una vez, unos muchachos del vecindario habían encontrado un gatito y se divertían
poniéndolo en una bolsa y arrojándolo en la acequia. Cada vez que el animalito quería salirse,
lo atrapaban para arrojarlo nuevamente al agua. Después de que se hubieron cansado de la
travesura, Howard lo recogió, llevándoselo a la casa para confortarlo y abrigarlo.
"No va a sobrevivir", le advirtió su madre, pero Howard no se dio por vencido.
"Mamá", dijo, "tenemos que hacer todo lo posible."
Su madre le dio una manta, forró con ella una caja y la colocó debajo de la estufa
caliente. En poco tiempo el gatito revivió y quedó con la familia por muchos años.
Alguien le sugirió a Howard que un gato haría piruetas si se le ponía unas gotas de
aguarrás en la cola. Entonces lo intentó con uno de sus gatitos, pero nada pasaba. Y luego le
agregó otras. Nada. Finalmente, le sumergió la cola en el envase de aguarrás y esperó.
"Todo estaba en calma", recordaba, "pero de pronto el gato arqueó el lomo, dio un
brinco en el aire con un maullido, saltó por sobre la cerca y corrió hacia el campo de trigo de
los White. Se podía ver el oleaje del trigo por donde corría el pobre animal." Howard salió en
su búsqueda, pero fue en vano. "Quedé muy preocupado por varios días", comentó, "hasta que
al fin vi con regocijo que el gato me perdonó y volvió a casa."
El joven Howard también tenía algunos conejitos en una caseta que su padre le había

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construido y en ocasiones los soltaba para que comieran de la hierba del prado. Cada uno de
aquellos conejitos tenía su propio nombre, y sus favoritos eran Bunny Boo y Mary Jane. En un
pasaje de su diario personal, el cual escribió cuando tenía unos once años, Howard se refiere a
una vez en que había dejado que Mary Jane correteara libremente por el prado:
"Yo estaba tratando de alcanzarla. Un muchachito vino a ayudarme pero yo habría
preferido que no lo hiciera, porque le arrancó la cola a mi pobre conejita. Aquello me enfermó
y corrí a casa llorando; mi madre salió y me ayudó a atraparla."1 Setenta y cinco años más
tarde habría de comentar: "Aquella experiencia fue una verdadera tragedia en mi niñez."
Siendo que había tantos niños de su edad en el vecindario, Howard y Dorothy siempre
tuvieron muchos amiguitos con quienes entretenerse. Les encantaba jugar en las acequias, las
zanjas y el río de la cercanía. En sus primeros años solían cruzar descalzos el canal de
irrigación por el que corrían las aguas del arroyo Sand y tiempo después acostumbraban nadar
en el río Boise y en el canal Ridenbaugh que recogía las aguas de aquel río, para llegar al cual
debían atravesar una cerca de alambre de púas, pasar por el terreno de un vecino, recorrer un
sembrado de alfalfa y cruzar un campo de pastoreo, y les fascinaban los matorrales, las
arboledas y las plantas de espadaña que crecían a la vera del río.
"Había un bosque, al que me encantaba ir después de la escuela o los sábados", comentó
el presidente Hunter durante una entrevista para un artículo en la revista Friend. "Mi perro era
mi constante compañero cuando iba a andar en bote y hacía silbatos con varillas de sauce. Nos
gustaba observar juntos cómo construían sus balsas las nutrias y nadaban los peces en el río. Y
también cómo construían los pájaros sus nidos y empollaban sus pichones."2
Howard acostumbraba coleccionar huevos de diversas aves—faisanes, alondras,
azulejos, petirrojos, reyezuelos—y podía identificar a cada uno de ellos. Según Dorothy, él
nunca los tomaba del nido que tuviera solamente uno o dos huevos. Si el nido tenía más, le
sacaba uno o varios y, agujereándolos en ambos extremos, los soplaba hasta vaciarlos.
Entonces los conservaba en cajas vacías de cigarros revestidas con algodón.
En invierno, se congelaban las lagunas en que nadaban y se convertían en estanques de
patinaje. "Era una actividad maravillosa el patinar sobre aquellos canales congelados a la luz
de la luna que refulgía a través de los árboles sin hojas, detenerse para hacer fuego sobre el
hielo y asar salchichas, y luego continuar patinando", escribió en su historia personal.
El invierno traía consigo otra actividad favorita, a la que llamaban "remolque." Los
jovencitos ataban largas cuerdas al frente de sus trineos y esperaban al costado del camino
hasta que pasara algún carricoche o carreta lentamente en la pesada nieve. Entonces, explicaba
Howard, "corríamos detrás hasta alcanzarla y atábamos la cuerda al eje trasero, saltábamos en
el trineo y nos dejábamos remolcar, maniobrando con la cuerda para virar a la derecha o a la
izquierda. Los caballos trotadores nos remolcaban varias millas hasta encontrar un carro que
fuera en la dirección contraria que nos diera la oportunidad de regresar de la misma manera."
En el diario de su niñez menciona haber hecho esto varias veces durante el invierno de
1918 a 1919. Un 27 de noviembre escribió: "John Henry y yo instalamos una vela en mi trineo
y nos fuimos al camino. Nos llevó al pueblo de un solo vuelo. Pasamos a visitar a su hermana
y todo el mundo vino a ver nuestro trineo de vela. Luego desmantelamos la vela y atamos el
trineo al eje trasero de una carreta que nos trajo de regreso a casa."
Aunque los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial se hallaban a miles de
kilómetros de distancia, la familia Hunter y sus conciudadanos en Boise seguían con gran
interés los acontecimientos del conflicto, participando en campañas de recaudación de fondos
y contribuyendo algunos de sus bienes para la causa. Nellie aprendió a preparar un tipo de

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pastel que no requería azúcar ni huevos—aunque en realidad era bastante sabroso. Cuando
George, el hermano de Will, regresó de sus deberes en la marina de guerra y explicó cómo
solían arrojar azúcar, harina y otras cosas al mar, Dorothy recuerda que Howard "se quedó
pasmado de horror al escucharle."
Los Hunter celebraron gozosos con el resto del mundo cuando en noviembre de 1918 se
enteraron de que en Europa se había firmado el armisticio. En su diario, Howard describió lo
que aconteció en Boise cuando llegó la noticia de que habían cesado las hostilidades en
Europa:
"Yo estaba durmiendo cuando escuché dos disparos de cañón. Desperté tan sobresaltado
que no podía moverme. De pronto oí al Sr. Harvey que gritó: '¡Terminó la guerra!' Entonces
todos nos levantamos y comenzamos a celebrar. John Henry tenía cuatro baterías. Las
conectamos a mi motor y ya estaba funcionando cuando vino la señora Harvey y dijo que iba a
haber un desfile en el pueblo. John y yo fuimos al centro en mi vehículo para presenciar el
desfile y después nos hicimos parte de él. Detrás de nosotros iban dos chinos que traían
consigo como 100 cajas de petardos, y los hacían explotar. Luego fuimos al capitolio donde
escuchamos algunos discursos. Después volvimos a casa y al caer la noche prendimos una
gran fogata y nos divertimos bastante haciendo ruido con unos cuantos envases de hojalata."

Unanimidad familiar

En LA FAMILIA HUNTER, cada uno de los hijos tenía sus deberes en el hogar. En su
diario de 1919, el presidente Hunter menciona las diferentes ocasiones en que él y Dorothy
ayudaron a su madre en las tareas del verano y cuando en el otoño preparaban alimentos para
envasarlos:
"Agosto 26 - Después del almuerzo, mamá y yo fuimos a casa de la señora Williams a
recoger habas. Apenas habíamos comenzado cuando vimos a mi tía Ida y al tío Carl que
venían por el camino ... Después de la cena, mamá, papá y yo fuimos a juntar las habas y
después fui a buscar leche."
"Agosto 27 - Papá vino a casa con 10 docenas de mazorcas. Mi hermana y yo lo
ayudamos a limpiarlas y mamá cortó el maíz para secarlo."
"Agosto 29 - Llevé la carretilla hasta el camino Valley para encontrarme con el señor
Starn, quien nos traía algunos tomates y un par de sandías grandes. Volví a casa y comí un
poco de sandía y luego le llevé el almuerzo a papá. A las 12 fui a buscar una bolsa de maíz
que mandaron por el tranvía. Mi hermana y yo ayudamos a mamá a limpiar el maíz porque
ella estaba muy ocupada envasando tomates y quería envasar el maíz. Jugué un poco en la
tarde. Después de cenar mi hermana y yo le llevamos 2 dólares a una señora por los tomates."
"Agosto 30 - Le traje a mamá algunas manzanas y limpié el patio trasero."
"Septiembre 12 - Mi hermana y yo fuimos al huerto y sacamos muchas manzanas para
que mamá las cocinara."
Nellie trabajaba con denuedo en la casa y fuera de ella. El salario de Will no era
suficiente para pagar las deudas y entonces ella contribuía a los ingresos de la familia
trabajando para otros, incluso planchando trajes para una lavandería y haciendo
demostraciones de cómo usar jabón detergente de la marca White King. Asimismo,
participaba como voluntaria en el programa de escultismo y en campañas para recaudar fondos
para la guerra.

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Will era conductor de coches para pasajeros de la Compañía Boise Valley, el ferrocarril
interurbano que operaba desde el centro de Boise a las localidades hacia el oeste— Eagle,
Star, Middleton, Caldwell—y haciendo una amplia curva regresaba por Nampa y Meridian.3
Había entonces una estación en el llamado Oíd Soldiers Home, sobre el camino Valley, a unas
cuatro cuadras del hogar de los Hunter, y a los niños les fascinaba subirse al tren y acompañar
a su padre en el trayecto de aquella amplia curva.
Aunque Will no había obtenido mucha educación formal, gustaba mucho de la lectura y
tenía una gran curiosidad acerca del mundo, lo cual heredaron sus hijos. Todos utilizaron
profusamente su colección de la Enciclopedia Wonder World. En las noches, cuando Howard
se recostaba a los pies de su padre en el piso de la sala, Will le preguntaba: "¿A dónde
viajaremos hoy?" Entonces, preparados con un atlas y la enciclopedia, "exploraban" lugares
exóticos del mundo. A muy temprana edad, Howard sabía cuáles eran las capitales estatales de
los Estados Unidos y de otros países.
Tanto Will como Nellie acostumbraban leerles a sus hijos, y Howard y Dorothy usaban
con frecuencia sus tarjetas de identificación personal de la Biblioteca Carnegie. Dorothy se
embelesaba con las historia de Pollyanna y las obras de James Fenimore Cooper y de Louisa
May Alcott, mientras que Howard prefería leer Tom Sawyer, Huckleberry Finn y las series de
Tom Swift.
Su hogar no era muy grande, pero los Hunter hicieron en él lugar para un piano a fin de
que Howard y Dorothy pudieran tomar lecciones. Aunque Howard sólo estudió durante un
año, con frecuencia se sentaba al piano y tocaba de oído. Cuando Dorothy cumplió nueve años
de edad, en noviembre de 1918, recibió una grata sorpresa. Howard escribió en su diario
personal:
"Noviembre 1 - Hoy es el cumpleaños de mi hermana. Mamá y papá le regalaron un
dedal, una muñequita y un par de chinelas. Yo le regalé una muñeca. John Henry se mudó al
lado de nuestra casa. Todos los muchachos se hallaban allí mirando cuando llegó un gran
carro; todos corrimos a ver qué traía. Era nuestra pianola para el cumpleaños de mi hermana,
pero en realidad era para nosotros dos. No enviaron ningún rollo [rollos para pianola]. Wilda
tocó un par de piezas [musicales]. Después de la cena el Sr. Castle trajo algunos rollos y se
quedó hasta las 12."
A la mañana siguiente "tocamos el piano por un rato hasta que el carro vino otra vez,
trayendo una Victrola. . . Mamá y papá estaban indecisos en cuanto a tener un piano y un
fonógrafo o una pianola, así que tenían la casa llena de música."
Dos semanas después, el 14 de noviembre, Howard escribió: "Hoy es mi cumpleaños.
Mamá me dio 50 centavos y una zurra, y papá me dio 50 centavos; mi hermana me regaló un
par de guantes. Las muchachas tienen una especie de club de costura; eran seis, y me
persiguieron por todas partes hasta echarme por el suelo. Enganché un pie en la estufita y la
empujé dentro de la pileta. Cada una de ellas tuvo que haberme pegado 250 veces. Luego
fuimos al camino a jugar. Después el Sr. Smith nos llevó a mamá y a mí hasta el centro.
Regresamos a las 7 y tocamos el piano."
Una de las tradiciones de la familia era decorar el árbol navideño en la Nochebuena.
"Usábamos velas comunes, que colocábamos entre las ramas", recuerda Howard. "Papá con-
servaba dos baldes con agua por si acaso el árbol se incendiara, para poder apagar rápidamente
el fuego. Siempre se aseguraba de que apagáramos las velas antes de salir de la casa."
Howard describe en su diario personal la Navidad de 1918:
"Despertamos temprano y descubrimos muchas cosas lindas que Santa Claus [Papá
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Noel] nos había dejado. Nos trajo un bonito trineo y a mí un cortaplumas Scout, un abrigo de
lana pesada y una batería para mi motor. Mamá me regaló una corbata y mi hermana me
regaló un pisacorbatas. Mi hermana y yo salimos a andar en trineo. Nos encontramos con el
cartero y nos dio un paquete que envió tío Henry Mi hermana recibió algunos pañuelos y yo
un trompo que funciona en base al mismo principio que el mundo; gira sobre un hilo, arriba de
un alfiler de sombrero, sobre la cabeza o cualquier otra cosa. Papi se había acostado y la tía
nos había enviado un enorme pavo y por supuesto tuvimos una gran cena. Tuvimos todo lo
bueno que puede tenerse. Mi hermana y yo fuimos a andar en trineo después de la cena.
Pasamos un día hermoso."
La movilización de la familia mejoró notablemente cuando Will trajo al hogar su primer
automóvil, de la marca Hupmo-bile. Ese verano viajaron a Starky Hot Springs, un centro de
recreo en las montañas cerca de New Meadows, unos 200 kilómetros al norte de Boise. El
entusiasmo de la familia ante la perspectiva de sus vacaciones quedó empañado cuando, al
arribar a su destino, se les dañó una de las ruedas traseras del automóvil en una cuneta,
haciéndolo deslizarse hasta una de las vertientes de agua hirviente que existen en aquel lugar.
De inmediato Will arrancó un pesado poste de uno de los cercos a la vera del camino y,
haciendo palanca debajo del eje, levantó el vehículo antes de que se le quemara la rueda.
Después de reparar el problema, pudieron disfrutar de unas vacaciones tranquilas, nadando en
las aguas tibias de la piscina y escalando los cerros.
Howard y su hermana Dorothy eran muy compañeros, aunque ambos eran diferentes en
apariencia, temperamento e intereses. Dorothy era de piel oliva, ojos castaños y rubios
cabellos, mientras que Howard era de cutis blanco, ojos azules y cabello oscuro. Ella
considera que era una niña reprensible, siempre envuelta en travesuras, en tanto que afirma
que su hermano era una persona dulce, refinada y pacificadora.
No obstante sus disparidades, siempre se protegieron mutuamente. Hubo una época en
que algunos muchachos, sabiendo que Howard no les presentaría batalla, solían arrebatarle la
gorra y colocársela sobre las vías del ferrocarril al costado del camino Valley, esperando hasta
que pasara el tren para dañársela. Después de que Nellie se hubo enojado diciendo que nunca
más volvería a comprarle a su hijo otra gorra, Dorothy enfrentó a los provocadores y les
amenazó diciendo: "¡La próxima vez que lo hagan, tendrán que vérselas conmigo!"
Su hermana recuerda que la gente admiraba a Howard por sus buenos modales.
Acostumbraba tocarse el ala del sombrero para saludar a los transeúntes por la calle y a ceder
su asiento a quienquiera que estuviera de pie en el tranvía. Las damas solían comentar: "¡Ah,
cuánto me gustaría que mi hijo fuera como este joven!" A Dorothy la trataba tal como a otras
niñas—por lo general. Su madre recordaba que un día Dorothy llegó iracunda a su casa
porque, habiendo ido al río con su hermano y una amiguita llamada Beatrice, ¡Howard había
sostenido para Beatrice el alambre de púas de la cerca por más tiempo que para ella!

Las visitas al hogar de los abuelos

CUANDO HOWARD TENIA unos cuatro años de edad, su madre lo llevó junto con
Dorothy a Utah en tren. Primeramente fueron a Price, unos 200 kilómetros al sudeste de Salt
Lake City, a visitar a unos familiares. De allí tomaron el tren de regreso hasta Thistle Junction
donde pasaron la noche en un hotel y en la mañana tomaron nuevamente el tren a Mount
Pleasant.
"Esta fue la única vez que vi a mi bisabuelo, Anders Chris-tensen", comentó Howard.
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"Aunque era bastante anciano y pasaba la mayor parte del día sentado en su silla, se puso a
jugar conmigo y me detenía con el gancho de su bastón cada vez que yo quería alejarme de
él." Anders falleció cinco años después, el 29 de noviembre de 1917, a la edad de ochenta y
siete años.
Durante los días en que Nellie y sus hijos permanecieron en Mount Pleasant, Howard se
enfermó y debió hacer cama por una semana en el hogar de su tía Sophia. Nellie recibió
entonces una carta de su esposo en la que le decía que Buster Grimm, el amiguito de Howard,
había contraído poliomielitis. Al regresar a su hogar, Nellie se enteró de que Howard tenía
síntomas similares a los de Buster y que a raíz de su enfermedad éste quedaría lisiado por el
resto de su vida. Pero el único efecto que el mal tuvo en Howard fue una perpetua rigidez de la
espalda: nunca más pudo inclinarse hacia adelante y tocar el suelo con las manos.
Los abuelos Hunter vivían en Boise sobre la Calle Trece al Sur, cerca de las vías
ferroviarias de la línea Oregon Short. A Howard y a Dorothy les agradaba mucho visitarles. El
abuelo les daba una moneda de un centavo o de cinco a cada uno para que compraran las
golosinas que quisieran en el almacén de enfrente—caramelos duros, orozuz, paletas, etc., o
en los días calurosos del verano, un helado. Los niños también solían jugar con los dos
perritos fox-térrier del abuelo Hunter.
Al abuelo le gustaban mucho las noticias para enterarse de los acontecimientos y discutir
cuestiones políticas con su vecino, el senador nacional William Borah. Dorothy y Howard
recuerdan las veces que vieron al senador Borah pasear por las calles en su carruaje a caballo y
cuando solía indicar a su conductor que se detuviera para permitirle descender y jugar al
béisbol con los muchachos del barrio.
Howard tenía diez años de edad cuando sus abuelos vendieron la casa y se mudaron a
Salt Lake City. Los extrañó mucho pero se consoló cuidándoles a su perrita Daisy, que a poco
se convirtió en su compañerita constante.

La escuela y el trabajo

EN ENERO DE 1914, dos meses después de su sexto cumpleaños, Howard comenzó su


primer grado en la Escuela Lowell, a unas quince cuadras de su casa. El primer día su madre
lo llevó para inscribirlo en la clase de Barbara Ander-son.
Dos años más tarde, cuando Dorothy cumplió los seis años, se quejó cuando la llevaron
a la escuela porque decía que Howard sabía leer y ella no. "Sin embargo", recuerda Howard,
"al cabo de una tierna pero firme reprimenda, mamá la llevó a la misma clase en la que yo
había estado dos años antes y de ahí en adelante caminamos juntos a la escuela."
A Dorothy le tocó vencer aún otro obstáculo. Cada vez que entraba a una clase a la que
antes hubiera asistido su hermano, la maestra le decía: "Ah, tú eres la hermana de Howard
Hunter, ¿verdad?"—siguiendo con el comentario de que esperaba que fuera tan buena alumna
como él. Casi entre dientes, Dorothy comentaba para sí: "Bueno, ya lo verá."
En general, Howard fue un buen alumno. Sin embargo, dice haber tenido dos problemas:
"Nunca me fue bien en los deportes y siempre tuve dificultad en reconocer colores—no todos
los colores, pero los tonos rojos, verdes y castaños."
Para solucionar ese problema de la vista, ideó cierto método. Colocaba sus lápices sobre
su pupitre y cada vez que la maestra pedía a los alumnos que tomaran el de un color
determinado, pasaba lentamente los dedos por cada lápiz y Beatrice Beach, que se sentaba
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detrás de él, le tocaba el hombro cuando llegaba al de ese color. No se animaba a decirle a la
maestra que no podía distinguir los colores.
Con respecto al otro "problema" de Howard, el de su desinterés hacia los deportes, su
mayor participación en ese campo fue cuando una vez en la escuela secundaria asistió a un
partido de fútbol americano e informó a un periódico local los resultados del mismo.
Disfrutaba mucho de la lectura, de escribir y de muchos otros temas académicos, aunque
nunca se esforzó por descollar en ellos. También tenía otros varios intereses, tales como
trabajar después de las horas de estudio y durante el verano.
La gente adulta parecía apreciar el hecho de que Howard Hunter era un joven consciente
y cumplidor. De muchacho ayudaba a los vecinos, ya sea cortándoles el césped, limpiándoles
el patio, llevándoles a las viudas la leche de la lechería, recogiendo fruta y efectuando otras
tareas. En ocasiones recibía paga por ello, pero a veces lo hacía simplemente porque le
agradaba ayudar a otros.
El joven Howard obtuvo con sus parientes los primeros empleos fuera de la vecindad. Su
tía Flora Hunter Grebe, que administraba la oficina del telégrafo Western Union, lo empleó
para que repartiera telegramas y su tío Cari (Pete) Peterson, un impresor del Evening Capítol
News, le consiguió trabajo para que vendiera periódicos en la calle después de la escuela. Una
noche vendió unos veinte periódicos de cinco centavos y, siendo que cada uno le costaba dos
centavos y medio, su enorme ganancia fue de cincuenta centavos.
Durante un tiempo trabajó como dependiente en la tienda Cash Bazaar de Boise. Cada
vez que uno de los empleados vendía algo, tocaba una campanilla y Howard iba a recoger la
mercancía y el dinero, corría con ellos hasta la cajera y después volvía para entregar al cliente
su paquete y el cambio. Le pagaban un dólar por su trabajo, que cumplía los sábados de nueve
a nueve.
Howard ahorraba el dinero que ganaba después de la escuela y en el verano, y lo usaba
para sus necesidades e intereses personales, entre ellos la música, la numismática y la filatelia.

Un estanciero de corazón

CUANDO HOWARD TENIA cinco años de edad, Will y Nellie se fueron de vacaciones
a Oregón y a Washington por dos semanas, dejando a Dorothy con los abuelos Hunter y a
Howard con Fred y Christie Moore, quienes se habían mudado a una finca en Barber, un
pueblito aserradero junto al río Boise, en las afueras de la ciudad.
La finca resultó ser un lugar fascinante para aquel jovencito que había sido criado en la
ciudad. Sus primos le enseñaron a cabalgar y a nadar. Con ellos iba a recoger bayas y huevos
y se dirigían al pueblo en un carro tirado por un caballo para vender su mercancía de puerta en
puerta. Howard ganó lo suficiente para comprarse unos pantalones, un sombrero de vaquero y
una navaja de bolsillo.
Esa fue la primera vez en que los niños estuvieron separados de sus padres, y Howard
tuvo su primera experiencia con la nostalgia. "Para que mis primos no pensaran que yo era un
mujercita", contaba, "me iba hasta el parral del huerto donde nadie pudiera verme llorar."
Algunos años más tarde Fred Moore recibió la heredad de un campo de artemisa en
Melba, a unos 65 kilómetros de Boise, donde construyó una casa y cultivó la tierra. A Howard
le encantaba visitar aquella nueva finca. "Siempre había mucho que hacer", dijo; "alimentar el
ganado, ordeñar las vacas, cuidar las gallinas y trabajar en el campo." Una vez ayudó a
21
excavar una cisterna para un vecino. En otra ocasión, trabajó con sus primos en una cosecha
de papas, sacando de los surcos la maraña que iba quedando atrás de la excavadora. Aunque la
tarea era dura, el joven estaba agradecido por el sueldo: un dólar con ochenta centavos por
nueve horas de trabajo.
También les quedaba tiempo para jugar, nadar y andar a caballo. Después de una ardua
jornada de trabajo o juego, Howard y sus primos solían acostarse sobre una parva de pasto y
extasiarse con las estrellas que titilaban en el cielo oscuro.
En agosto de 1918, cuando tenía diez años de edad, Howard describió en su diario
personal lo que fue esa semana en la finca de sus tíos:
Agosto 8 - Nos levantamos a las cinco porque mamá, Dorothy, Vera y yo nos debíamos
ir a Melba. El auto arrancó a las 5:30 cuando aún estaba oscuro; fuimos a Nampa y de allí en
tren a Melba. Woody [primo de Howard] nos esperaba en la estación con un carricoche.
Mamá, Vera y mi hermana viajaron en el carricoche; Woody y yo caminamos. Cuando
llegamos, Woody me llevó a pasear por la finca y luego fuimos a nadar. Woody sabía nadar,
pero yo apenas estaba aprendiendo . . . Esa noche dormimos sobre una parva de heno.
Agosto 9 - Mamá y Dorothy se fueron a casa esta mañana. Mamá quería que volviera
con ellas, pero yo quería quedarme. Con unos poquitos ruegos, accedió y pude quedarme ...
Esa noche, Robert [hermano mayor de Woody] y yo fuimos a cazar liebres.
Agosto 10 - Me levanté a las 9. James y yo recorrimos la orilla del río en busca de
liebres y vimos como 100. Robert y yo volvimos a la casa en carro. Robert se sentó en el
pescante y yo en la vara. Robert hizo andar velozmente a los caballos y me hacía zamarrear.
Agosto 11 - Woody y yo salimos a caminar en este hermoso día de verano. Vimos a un
conejito que corrió por delante de nosotros. Fuimos a nadar a la pequeña cascada y nos
divertimos mucho. En la tarde fuimos a la Escuela Dominical. Después caminamos casi dos
kilómetros hasta el peñasco. Había una cascada de unos 25 metros así que estuvimos nadando
como una hora, salimos y encendimos una fogata en un hueco en la ladera de la montaña. El
agua estaba tan linda que fuimos a nadar otra vez . . .
Agosto 12 - . . . Esta mañana fui a trabajar con Woody. Yo manejé la grúa cuando
Woody fue al pueblo. Woody sólo tuvo que trabajar hasta el mediodía, así que volvimos a la
casa y fuimos a nadar. Después de la cena fuimos otra vez a nadar. Jugamos a los vaqueros
hasta oscurecer y entonces fuimos a dormir.
Agosto 13 - . . . Woody y yo fuimos al campo y amontonamos trigo hasta el mediodía.
Luego James y yo fuimos al pueblo a comprar algunos alimentos; luego fuimos al correo a
buscar una carta. Cuando llegamos de vuelta a la casa, Vera abrid la carta. Era de mamá y en
el sobre venía una carta para mí. Después de la cena fuimos a nadar. Después que salí, mi tía
me pidió que fuera hasta la laguna y viera si James y Eu-gine se encontraban bien. Ellos
habían ido a nadar, así que yo fui a nadar otra vez. Cuando regresamos Vera nos leyó unas
historias y después Vera, mi tía y yo fuimos a nadar y nos divertimos mucho. Antes de la cena,
Woody y yo fuimos a nadar. [Ese día Howard fue a nadar ¡cuatro veces!]
Agosto 14 - A la mañana siguiente Vera y yo nos preparamos para volver a casa. Mi tía
y Edna nos acompañaron caminando hasta el tren ... Cuando llegamos a casa, mi familia se
mostró feliz de verme. Daisy [la perrita de Howard] también estaba contenta de verme.
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22
Las actividades en la Iglesia

AUNQUE WILL HUNTER se había criado en la fe episcopal y sirvió como monaguillo


en su juventud, cuando contrajo matrimonio no estaba afiliado a ninguna religión. No
obstante, no se oponía a que Nellie ni sus hijos participaran en La Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días, aunque a veces solía comentar que sus miembros parecían tener
demasiadas reuniones. Por lo general, Will tenía que trabajar el día domingo así que no podía
asistir con ellos a la Escuela Dominical; pero en ocasiones los acompañaba a la reunión
sacramental los domingos en la noche. Uno de los recuerdos más gratos que Howard conserva
es el de una vez en que regresaba en tranvía al hogar en los brazos de su padre, mientras que
su madre llevaba en los suyos a Dorothy.
Once días antes de que Howard cumpliera seis años de edad, el 3 de noviembre de 1913,
se organizó la Estaca Boise durante una conferencia en Gooding, Idaho, y la Rama de Boise
pasó a ser un barrio, con George W. Lewis como obispo. Al año siguiente, la Iglesia Mormona
le compró a la Iglesia Cristiana de Boise un edificio de madera prensada, conocido
afectuosamente como "la pequeña iglesia blanca", en la esquina sudoeste de las calles Cuarta y
Jefferson. El edificio contaba con un amplio salón para reuniones, una capilla con una
plataforma para el coro, un pulpito y dos cuartos detrás de la plataforma. Las aulas para la
Escuela Dominical se formaban con cortinas colgadas del cielorraso. Los diáconos tenían la
responsabilidad de correr las cortinas para efectuar las separaciones, asignación que Howard
aguardaba ansiosamente cada semana.
En aquellos tiempos predominaba en Boise la Iglesia Católica y sólo había allí unos
pocos centenares de Santos de los Últimos Días. En la escuela, Howard y Dorothy eran parte
de la minoría y él recuerda que "no era muy popular decir que uno era mormón."
Pero Howard tenía un firme testimonio, el que había obtenido desde su temprana niñez.
"Yo sabía que Dios vivía", dice. "Mi madre me enseñó a orar y a agradecerle a nuestro Padre
Celestial todas las cosas de que disfrutábamos. Con frecuencia le daba gracias por la belleza
de la tierra y por los momentos maravillosos que pasé en la finca de mis tíos, y por el río y por
los scouts. También aprendí a pedirle lo que yo quería o necesitaba."
Nellie Hunter enseñaba una clase de la Escuela Dominical en la Rama Boise y cuando se
formó por primera vez la Primaria en el Barrio de Boise en 1914, ella ocupó el puesto de
maestra en esa organización. Luego fue llamada como consejera y después como presidenta de
la Primaria y de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes. El hogar de
los Hunter fue escenario de muchas fiestas y actividades de la rama.
Howard no fue bautizado cuando cumplió los ocho años de edad porque su padre pensó
que sería mejor que esperara un tiempo a fin de que pudiera decidir por sí mismo a qué iglesia
quería pertenecer. Tampoco a Dorothy la bautizaron a los ocho años de edad; también ella
debía esperar hasta que pudiera decidir por sí misma. Cuando los amigos de Howard cumplían
los doce años de edad, eran ordenados diáconos y se les permitía que repartieran la santa cena.
Al cumplir sus doce años, Howard pudo unirse a los Boy Scouts de la Iglesia, pero lo que
quería era repartir la santa cena con los diáconos y le imploró a su padre que le dejara
bautizarse.
Will continuó por cierto tiempo oponiéndose al pedido de su hijo y Nellie respetaba los
deseos de su esposo, pero finalmente le dio su consentimiento. El 20 de abril de 1920, casi
cinco meses después de que Howard cumpliera los doce años y Dorothy sus diez, ambos
fueron bautizados en el "Natato-rium", una amplia piscina cerrada.
23
Once semanas más tarde, el 21 de junio, el obispo Alfred Hogensen ordenó a Howard
diácono. Finalmente podría servir la santa cena con los otros jóvenes. "Recuerdo la primera
vez que lo hice", comentó. "Estaba yo muy nervioso, pero me sentí emocionado ante tal
privilegio. Después de la reunión, el obispo me felicitó por la forma en que me había
comportado."
Como diácono, Howard podía cumplir otras funciones además de correr las cortinas para
la Escuela Dominical. "En ocasiones tenía que bombear los fuelles para el organista, poniendo
todo el peso de mi cuerpo en las manijas," dijo.
"La tarea que no me agradaba era cortar leña y encender el fuego de la estufa en el
cuarto que estaba detrás de la plataforma del coro."

Obtiene el rango de "Águila"

La ASOCIACIÓN DE BOY SCOUTS de los Estados Unidos había existido sólo por
diez años cuando Howard fue ordenado diácono, pero el programa venía desarrollándose rápi-
damente y él estaba ansioso por participar. Poco después de ser bautizado, comenzó a estudiar
la Promesa Scout y la Ley Scout, y el 20 de diciembre de 1920 recibió el grado de Pie Tierno
en la tropa del Barrio Boise. Para la primavera siguiente, había completado ya los requisitos
como Scout de Segunda Clase.
En julio de 1921 fue al Campamento Tapawingo (palabra indígena que significa "lugar
de gozo"), el lugar oficial del Consejo Scout de Boise, en el Embarcadero Smith sobre el río
Payette. Allí cumplió con los requisitos para avanzar a Scout de Primera Clase y, ya de
regreso al hogar, en una corte de honor, recibió su primera insignia de especialidad.
Durante todo el año siguiente cumplió los requisitos para obtener insignias adicionales y
esperaba ansiosamente el momento de poder regresar al campamento. "En ese entonces ya
había cursado el primer semestre en la escuela secundaria y superado el nivel de novato en el
programa de boy scouts", comentó. "En el campamento me eligieron líder de la Patrulla del
Oso y formé parte del personal del campamento. Todos los días teníamos una serie de
actividades que nos mantenían atareados desde la mañana, cuando se dejaba oír el clarín a las
seis en punto, hasta las 9:30 de la noche cuando sonaba el toque de silencio."
Cuando regresó de aquel campamento, Howard había logrado nueve insignias más, las
cuales le fueron entregadas, junto con otra que había obtenido antes, el 14 de septiembre de
1922, en una corte de honor del Consejo de Boise, en combinación con el Club Rotario, que
contó con la presencia del alcalde y de otros oficiales prominentes de la ciudad.
"Al momento de realizarse la corte de honor", comentó Howard, "yo había logrado
quince insignias y obtenido los premios de Scout Vida y Scout Estrella (dos altos-rangos en el
programa Scout de los Estados Unidos). Sólo me faltaban seis más para llegar a ser un Scout
Águila. La revista de escultismo traía historias sobre muchos jóvenes que recibieron ese
galardón, pero nos decían que en Idaho no había un solo Scout Águila todavía. La
competencia entonces era entre Edwin Phipps, de la Tropa 6, y yo."
Cuando se llevó a cabo la siguiente corte de honor, ambos jóvenes había logrado 21
insignias, que era el número necesario para obtener el grado de Scout Águila, pero Edwin
tenía todas las que se requerían, mientras que a Howard le faltaban las de deportes, educación
cívica y cocina. Y así fue que Edwin recibió su reconocimiento de Águila en marzo de 1923,
dos meses antes de que Howard recibiera el suyo.

24
Un artículo publicado en el Idaho Statesman, el sábado 12 de mayo de 1923, bajo el
título de "Un Scout se hace acreedor a su Águila", decía:
"Howard Hunter, de la Tropa 22 del Consejo de Boise de los Boy Scouts de los Estados
Unidos, habiendo logrado especialidades en 32 temas, recibió el viernes en una corte de honor
realizada en la alcaldía de Boise el grado de Scout Águila. A Hunter le fueron otorgados
premios en deportes, educación cívica, primeros auxilios a los animales, campamento, cuidado
de aves, desarrollo físico, exploración, equitación, puntería, cocina y pintura. El honor
conferido al Scout Hunter es el más alto del programa de escultismo, y lo hace el segundo
scout de Boise en recibirlo. El primero fue Edwin Phipps, quien lo recibió hace unos meses."
Con lógico orgullo, Nellie cosió los emblemas en un trozo de tela, reforzándolos
meticulosamente con un zurcido especial. Esta obra de costura y varias fotos que ilustraban
algunas de las actividades realizadas por su hijo para lograr esos emblemas se exhibieron
luego en la vidriera de una farmacia de la ciudad.
El 26 de febrero de 1923, cuando Howard tenía 15 años de edad, lo ordenaron maestro
en el Sacerdocio Aarónico durante una reunión del barrio. El domingo siguiente, 4 de marzo,
en una conferencia de estaca, se dividió el Barrio de Boise y los Hunter pasaron a ser
miembros del Barrio Segundo. El Barrio Primero permaneció en la antigua capilla, mientras
que el Segundo comenzó a llevar a cabo sus reuniones en la Sinagoga Judía que se encontraba
en la esquina de las calles Once y State, cedida sin cargo a la Iglesia para tal fin.
Poco después, los Santos en Boise se reunieron para examinar la propuesta de construir
un tabernáculo que sirviera como centro de estaca y a la vez para el barrio. Cuando se pidió a
la gente que ofreciera donaciones, Howard fue el primero en levantar la mano y prometió
veinticinco dólares, una suma considerable en aquella época, particularmente para un
jovencito. "Trabajé y ahorré hasta que pude cumplir por completo con mi compromiso", dijo.
Dos años después se terminó de construir el tabernáculo, el cual fue dedicado por el
presidente Heber J. Grant.

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25
3
LA SECUNDARIA, EL TRABAJO Y UN CRUCERO

EN ENERO DE 1922 Howard se graduó del octavo grado escolar y entró en la Escuela
Secundaria de Boise, donde se anotó para estudiar historia antigua, medieval y
norteamericana, tres años de idioma inglés, botánica, zoología, física, química, álgebra,
geometría plana, dos años de idioma francés y capacitación en artes manuales.
Teniendo la opción de inscribirse en educación física o en el Centro de Entrenamiento
de Oficiales de la Reserva (ROTC), escogió esto último y le dieron un uniforme militar que
debía vestir durante las horas de escuela. En su primer año se le confirió el grado de teniente
segundo y luego de teniente primero. Fue comandante del pelotón que debió escoltar el primer
tren que entró en la nueva estación de Boise, el 6 de abril de 1925, cuando se terminó de
construir la línea ferroviaria. Al año siguiente, al ser ascendido a capitán, pasó a ser el
comandante de su compañía y después, en ocasión de su último desfile oficial, se le ascendió a
mayor, el grado más alto del ROTC a nivel secundario. Recibió numerosos premios y se
clasificó en la artillería de la Fortaleza de Boise como tirador de primera.
Siendo que trabajaba después de las horas de clase y los sábados, y que también tenía
mucho interés en la música, Howard no tenía tiempo para otras actividades escolares. Par-
ticipaba, sin embargo, en programas de servicio cuyo propósito era estimular y cultivar el
espíritu de apoyo y de lealtad de los estudiantes, y otro auspiciado por la Asociación de
Jóvenes Cristianos, que fomentaba las normas del cristianismo en la escuela y en la
comunidad. También participaba en el Club Radiofónico, el cual enseñaba a sus socios el arte
de la radiotelefonía para aficionados.
Howard tampoco tenía tiempo para salir con jovencitas, aunque por cierto que atraía la
atención de muchas de ellas. Dorothy, que era muy avispada, no estaba segura de si sus
amigas estuvieran interesadas en ella o en su agraciado hermano. Con frecuencia las jóvenes le
preguntaban: "¿Estarás en tu casa esta tarde?" Cuando Dorothy les respondía que sí, era casi
seguro que la visitarían—con la esperanza de que Howard estuviera también allí.
Cuando iban las orquestas a Boise, las amigas de Dorothy esperaban que Howard las
invitara a bailar, pero él por lo general prefería ir solamente para escuchar la música.1
Tres de las jóvenes con quienes salió en cita fueron Harriett Rinehart, sobrina de la
popular novelista Mary Roberts Rinehart; Rosemary Brunger, a quien acompañó cuando la
coronaron "Miss Idaho" en 1925; y Eunice Hewitt, su amiga predilecta en la secundaria y por
un año después de su graduación.

Un trabajador ambicioso

HOWARD CASI SIEMPRE tuvo un empleo después de las horas de clase y en el


verano. Uno de sus primeros trabajos fue en el Idaho Country Club, en el camino Valley, a
poco más de seis kilómetros al oeste de su casa, donde les llevaba los palos a los golfistas en
la época en que iba a la Escuela Lowell y aún más tarde cuando era estudiante de la
secundaria. Se iba al club en su bicicleta y solía hacerlo temprano para nadar en la laguna a la
que se zambullía en busca de pelotas de golf, y recibía diez centavos por cada una que
26
recuperara.
Los caddies ganaban entonces treinta centavos por ronda, así que en un día que pudiera
completar cuatro rondas, Howard ganaba un dólar y veinte centavos. A veces le hacía de
caddy a algún golfista profesional, de quien lograba aprender mucho y en una ocasión salió
primero en el torneo anual de caddies. También tuvo la oportunidad de conocer a varios
hombres de negocio importantes que tiempo después iban a serle de gran ayuda.2
El siguiente empleo de Howard fue en la Farmacia Owyhee, en el centro de Boise,
donde debía preparar las gaseosas y los helados. Cuando no había mucha gente a quien
atender, Howard ayudaba al farmacéutico a preparar algunas recetas médicas y luego iba en su
bicicleta a entregarlas a domicilio. Un día llegó a la farmacia un representante de la Escuela
Internacional de Comercio y le dijo a Howard que si conseguía que el farmacéutico le
permitiera colocar un anuncio publicitario en la vidriera, podría recibir el curso de farmacia
por correspondencia. El propietario consintió y Howard, que había estado pensando en seguir
la carrera de medicina, comenzó con el curso. "Torné las clases de toxicología", recuerda,
"pero no pude completar el curso. Siempre me lamenté de no haberlo hecho."
En el otoño de 1923, la familia Hunter hizo su primer viaje hasta el sur de California
para visitar a Edward y Sarah Eliza (Lyde) Nowell, tíos de Will, quienes vivían en Huntington
Park, uno de los suburbios de Los Angeles. La palmeras, el océano y la floreciente metrópolis
con sus pujantes industrias del cine y el petróleo, dejaron una indeleble impresión en todos los
miembros de la familia—tanto, que cinco años después se establecieron en aquella región.
Cuando regresaron a Boise, Howard no asistió a la escuela por el resto de ese año y
trabajó en la sección de avisos clasificados del Evening Capítol News, atendiendo el teléfono,
redactando avisos y preparando las cuentas.
Howard retornó a la escuela en enero siguiente y empezó un nuevo trabajo en el Idanha,
el hotel principal de Boise. Tenía que operar el ascensor y oficiar como botones durante la
primera hora y como telefonista en la segunda. Después se vestía con el uniforme de conserje
e iba a la estación del ferrocarril en el autobús del hotel a buscar pasajeros y ayudarles con el
equipaje. Llegados al hotel, y mientras la recepcionista anotaba el nombre de los huéspedes,
Howard se cambiaba al uniforme de botones y los conducía a sus respectivas habitaciones.
Durante la última hora de su jornada se volvía a cambiar la ropa y vaciaba los canastos de
basura, limpiaba y lustraba las salivaderas y lavaba los pisos.
"A veces algunos jóvenes conocidos pasaban por el hotel en camino a los bailes o
fiestas", comenta, "y yo me sentía avergonzado cuando me veían en ropas de trabajo."
Uno de sus empleos favoritos fue el de la tienda de artículos vocacionales. Todas las
mañanas antes de ir a la escuela pasaba a limpiar la tienda y después de clase volvía a trabajar
armando marcos para cuadros y cortando papel y vidrio. Los propietarios, una pareja de
apellido Faust, eran artistas y le enseñaron, entre otras cosas, a enmarcar acuarelas con efectos
plateados en lugar de dorados, pero como no podía distinguir bien los colores, Howard
seleccionaba las varillas mecánicamente. Gracias a aquel empleo, desarrolló muchas
habilidades y aprendió a valorar las artes de un modo que le sería de gran ayuda por el resto de
su vida.
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"Hunter's Croonaders"
(Los Vocalistas Sentimentales de Hunter)

DURANTE EL SEGUNDO año de escuela secundaria, Howard entró en un concurso de


ventas auspiciado por la Compañía de Música Sampson. Al comprar mercadería en esa tienda,
los clientes recibían un punto por cada dólar que gastaban y podían designar quién, de entre
los jóvenes participantes, habría de recibir tales puntos. Howard recomendaba a todos sus
amigos y conocidos que compraran en la compañía Sampson y con los puntos que le
acreditaron se ganó el segundo premio: una marimba. Al poco tiempo había logrado aprender
a tocarla lo suficientemente bien como para actuar en la escuela, la iglesia y en otros
programas, y finalmente como integrante de una orquesta bailable.
"En su mayoría, las orquestas no eran tan grandes como para tener una marimba, a
menos que el ejecutante pudiera también tocar otros instrumentos", explicó Howard. "Así que
también empecé a tocar los de percusión. A medida que fui actuando más y más a nivel
profesional, empecé a tocar el saxofón y el clarinete, y más tarde la trompeta." También
tocaba el piano y el violín, instrumentos que estudió por casi un año en la escuela primaria.
En el otoño de 1924, después de haber tocado con varias orquestas, Howard formó su
propio grupo al que denominó "Hunter's Croonaders" (Los Vocalistas Sentimentales de
Hunter). En noviembre y diciembre de ese año actuaron en seis bailes, mientras que en 1925 la
orquesta tocó en cincuenta y tres ocasiones en salones públicos, restaurantes, fiestas y
recepciones de casamiento, escuelas, iglesias, clubes cívicos y asociaciones estudiantiles. La
mayor parte de sus actuaciones fueron en Boise y en pueblos vecinos, pero en ocasiones tam-
bién tocaban en lugares más alejados. Fue durante uno de esos viajes que Howard apenas se
escapó de una muerte segura.
El grupo regresaba, en horas del amanecer, de un baile en una ciudad minera de las
montañas al norte de Boise. El automóvil abierto en el que viajaban iba subiendo una colina
empinada cuando, de pronto, debieron esquivar otro vehículo que venía en dirección contraria.
El conductor logró saltar, pero Howard no consiguió hacerlo. El automóvil dio tres vueltas en
la pendiente hasta llegar a un arroyo al pie de la misma, arrojándolo antes de detenerse.
Howard quedó atrapado en la arena debajo del vehículo, pero como una punta de éste quedó
apoyada en una enorme roca, no le quedaron sino algunas magulladuras.
Los músicos que iban en otro automóvil detrás de ellos, corrieron hasta el lugar y entre
todos levantaron el coche para que Howard pudiera arrastrarse hasta quedar a salvo. Aturdido
por el golpe, se levantó, dio algunos pasos y, desvaneciéndose, cayó al suelo. Sus compañeros
lo llevaron hasta la carretera y sintieron un gran alivio cuando Howard volvió en sí y pudo
ponerse nuevamente de pie. Lo único que se rompió fue uno de los tambores de la batería, al
que había amarrado sobre el estribo del automóvil. El instrumento quedó, dijo, ''irreconocible."
Después de permanecer algunos días en cama, el joven Howard pudo reintegrarse a sus
actividades regulares y, una semana después del accidente, la orquesta actuó en otro baile.
Howard no fue el único miembro de su familia que tuvo un grave accidente
automovilístico. En su historia personal escribió:
"En 1926 nuestro automóvil, el Hupmobile, empezó a dar muestras del paso de los años
y había recibido algunas abolladuras. En él había aprendido yo a manejar y Dorothy quería
hacer lo mismo. Cierto día, cuando regresábamos de la Escuela Dominical, Dorothy convenció
a mamá de que le permitiera manejar el auto. Sentándose al volante como si supiera lo que

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estaba haciendo, nos llevó a casa. Al entrar en dirección a la cochera, preguntó llena de
entusiasmo: '¿Qué hago ahora para detenerlo?' Al instante, nos estrellamos contra las puertas
de la cochera, arrancándolas de sus bisagras y el automóvil se detuvo al chocar contra la pared
del fondo.
"Papá salió corriendo de la casa para ver qué pasaba y, según lo recuerdo, no quedó muy
contento con lo que vio. Poco después cambiamos el auto por un nuevo Overland Whippet
Sedan, el cual nos llenó de orgullo."
En su último año de la secundaria, Howard redujo considerablemente sus actuaciones
musicales, tocando sólo en veintitrés bailes. Su meta principal era terminar la escuela y
ahorrar dinero para la universidad. El 3 de junio de 1926 se graduó de la Escuela Secundaria
de Boise y en el verano trabajó como ayudante del encargado de la fuente de sodas de la
Compañía Farmacéutica Ballou-Latimer.

Un crucero por el Oriente

HACIA FINES DE 1926, a Howard le ofrecieron un contrato para la actuación de su


orquesta de cinco componentes durante una excursión marítima en el barco de pasajeros S.S.
President Jackson, de la Línea Admiral Oriental. Para un joven que sólo había viajado hasta
Utah y California para visitar a sus familiares, ésta sería una emocionante oportunidad para
conocer una exótica región del mundo, y a la vez recibir un sueldo por hacer algo que tanto
disfrutaba—tocar música. En el viaje, su grupo debía proveer música clásica durante la cena,
música de fondo durante las películas cinematográficas y música popular en las actividades
bailables.
Howard escogió a cuatro músicos para que fueran con él: uno tocaba el piano, otro el
saxofón tenor y el clarinete, otro la trompeta, y el cuarto el violín y el banjo—cada uno de los
cuales podía también tocar muchos otros instrumentos. Howard tocaba el saxofón alto y el
soprano, el clarinete, la trompeta y la batería, así que preparó un repertorio y comenzaron a
ensayar.
El jueves 30 de diciembre, Will y Nellie Hunter llevaron a su hijo de 19 años de edad a
la estación ferroviaria de Boise donde esperaban los otros miembros de la orquesta para
emprender el viaje esa noche hasta Seattle, estado de Washington. Y en el último día del año
los cinco abordaron su nuevo "hotel flotante", que se hallaba en la Ensenada Smith de Seattle.
Siendo que el barco no había de zarpar sino hasta cuatro días más tarde, Howard
aprovechó para visitar varios lugares, entre ellos, la Universidad de Washington. Esa noche
escribió en su diario personal: "Por mucho tiempo he deseado asistir a esta universidad. Sus
jardines y edificios son hermosos y también lo son, pude notar, las estudiantes. He hecho los
arreglos para matricularme y para que se transfieran mis papeles de la Escuela Secundaria de
Boise."
El 5 de enero, al momento de zarpar, escribió: "Se arrojaron miles de rollos de
serpentina entre los pasajeros y la gente que nos despedía desde el muelle. A las once en punto
sonó la sirena del barco, se recogieron las pasarelas, y la nave comenzó a alejarse en medio de
las exclamaciones y gestos de despedida."
El barco navegó serenamente por el canal Puget, ancló por dos horas en Victoria,
Columbia Británica, Canadá, y prosiguió a través del estrecho de Juan De Fuca hasta entrar en
el Pacífico. Al caer la noche, los músicos permanecieron en cubierta "contemplando ... hasta

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que desapareció la luz del último faro."
Aquélla había de ser la última vez que, por mucho tiempo, disfrutarían de una
navegación tranquila. Era pleno invierno en el Pacífico norte y esa misma noche se produjo
una gran tormenta. A la mañana siguiente el barco se sacudía violentamente en el agitado
oleaje. "Casi todos los pasajeros se enfermaron", anotó Howard. "Se comenta que el mismo
capitán está mareado por primera vez en veinticinco años." Cuando seis días después el barco
atravesó la línea meridiana internacional y se perdió así un día calendario, agregó: "Los que
están enfermos habrían preferido perder toda una semana."
Finalmente el mar se calmó. El jueves 13 de enero la nave cruzó el meridiano 180 y se
internó en aguas del oriente; esa noche los Hunter's Croonaders tocaron en su primera fiesta de
gala, la cena y baile de disfraces del Meridiano, en la que los pasajeros vestían indumentaria
representando creaciones marinas imaginarias y verdaderas. Desde ese momento en adelante,
tuvieron una serie de programas, fiestas, proyecciones cinematográficas y otras actividades.
En la noche del domingo 16 de enero, cuando Howard subió a la cubierta de proa, el
marinero de guardia le señaló una luz lejana y le dijo que estaban aproximándose a tierra.
"Durante once días", escribió luego, "no hemos visto otra cosa más que agua, a excepción de
dos ballenas y las dos gaviotas, Pat y Mike, que nos han seguido desde Seattle. Estas se
aposentan en el agua y luego nos siguen, alimentándose con los desperdicios que arroja el
barco."
Temprano en la mañana siguiente el barco entró en la Bahía de Tokio y ancló en
Yokohama. Tan pronto como se les permitió hacerlo, Howard y dos de sus compañeros fueron
a la estación ferroviaria y tomaron el tren a Tokio, a unos cincuenta kilómetros de distancia.
En esa ciudad tuvieron una experiencia muy particular, la que describió de esta manera en su
diario:
"Tokio es una hermosa ciudad y la gente parece ser muy amigable, pero todos están de
duelo por la muerte del emperador Yoshihito. Sus restos están en un gran templo budista,
cerca del Palacio Real. Fuimos al palacio y formamos fila para poder entrar al templo y
presenciar el funeral del Emperador ... Su hijo mayor, Hirohito, que será su sucesor, vino al
lugar mientras nosotros nos hallábamos allí. Para que caminara con su cortejo real, iban
desenvolviendo una larga alfombra roja desde su automóvil hasta el féretro adentro del
templo."
Dondequiera que se encontrara, Howard conquistaba amigos. A bordo del barco había
conocido a Jack Carlton, quien estaba estudiando en los Estados Unidos e iba a visitar a sus
padres en Shanghai. Jack acompañó a Howard y a sus amigos durante su visita a Tokio y una
noche sus padres los invitaron a un restaurante de suki-yaki en Yokohama donde, sentados en
alfombras de esterilla en un cuarto enclaustrado de cortinas, comieron platillos exóticos
servidos por jóvenes japonesas vestidas con coloridos kimonos.
A la mañana siguiente, después de una excursión por Yokohama, ciudad que había sido
seriamente afectada por un terremoto, Howard escribió: "La gente aquí viste y actúa en forma
diferente, y es muy curiosa al notar nuestra ropa de estilo occidental y que hablamos otro
idioma."
En las semanas siguientes Howard habría de ver a mucha gente que vestía en forma
diferente y que hablaba diferentes idiomas. También vería cosas muy distintas de las que
jamás hubo imaginado cuando por las noches tenía aquellas sesiones con su padre para
"visitar" tantos lugares extraños con la ayuda del atlas y la enciclopedia.
En Kobe, Japón, tomó el tranvía hasta la cumbre del monte Maya, donde pudo ver varios
30
centenares de santuarios y templos dedicados a Maya Fujin, la madre de Buda, y observar a
los peregrinos que llegaban al sagrado lugar. Navegando por el mar interior que separa las
islas principales de Japón pudo admirar las montañas de un verde brillante y un mar
hormigueante de veleros, sampanes y juncos—todo ello en absoluto contraste con las colinas
desnudas y el panorama desértico de los alrededores de Boise.
El sábado 22 de enero el barco entró en el estuario del río Hwangpu y echó anclas en el
embarcadero principal, a unos diez kilómetros de Shanghai, la mayor ciudad de China y uno
de los principales puertos del mundo. El país se encontraba al borde de una revolución al cabo
de un período de inestabilidad que había sido maquinado por Chiang Kai-shek en coalición
con nacionalistas, asesores soviéticos y comunistas. La propia Shanghai estaba dividida en dos
sectores—una parte era gobernada bajo la soberanía china y la otra por el Establecimiento
Internacional y la Concesión Francesa. En su diario, Howard escribió:
Hay una guerra civil y las acciones bélicas entre ambos ejércitos tienen lugar
precisamente en las afueras de la ciudad. Las tropas nacionalistas, bajo el mando del
Generalísimo Chiang Kai-shek, han sitiado Shanghai. En el río hay tres barcos de las Fuerzas
Navales de los Estados Unidos para proteger los intereses norteamericanos, y hemos visto
embarcaciones francesas, japonesas, italianas, y dos de la marina británica, todas en estado de
alerta.
Jack [Carlton] vive en el sector de la Concesión Francesa de la ciudad y su familia está
muy preocupada por la guerra. Parece haber un marcado sentimiento antagónico hacia los
extranjeros. Fui al centro de la ciudad con Jack pero regresamos temprano al barco porque no
nos sentíamos seguros. Esta noche, dos de los tripulantes de nuestro barco fueron golpeados
severamente.
Domingo 23 de enero de 1927 . .. Jack nos llevó [a Howard y a George Jullion, su
trompetista] a dar una vuelta en auto hasta la frontera entre la ciudad china y el
Establecimiento Internacional. En varios lugares vimos en las calles barricadas con alambre de
púas, mientras que la frontera era vigilada por soldados en ambos lados. Hoy se llamó a
servicio activo tanto a la policía montada como a los reservistas franceses. Al puerto entraron
otro barco de los Estados Unidos y un portaaviones británico. Parece que la lucha va a ser muy
seria.
Después de almorzar en la casa de Jack, los jóvenes fueron a tomar el té en el hogar de
una de sus amigas y luego con ella y otras dos jóvenes fueron a bailar en los jardines de un
club. "No nos quedamos mucho tiempo allí", escribió Howard, "porque el tránsito estaba
restringido y era peligroso andar por las calles hasta muy tarde."
El S.S. President Jackson zarpó de Shanghai ese domingo a la medianoche. Mientras el
barco permanecía en alta mar, la orquesta de Howard estaba muy ocupada ensayando día y
noche, tocando durante las cenas, proveyendo música de fondo para las proyecciones
cinematográficas y música bailable en el salón de baile o en la cubierta.
Cuando estaban en un puerto aprovechaban a salir de visita tanto como les fuera posible,
haciéndolo a veces hasta altas horas de la noche. En Hong Kong se sintieron fascinados con
los preparativos para la llegada del Año Nuevo Chino, que se celebraría la semana siguiente.
El Mar de China Meridional era sereno y cálido cuando el barco cruzó hacia Manila, en
las Filipinas. Allí Howard y George salieron a conocer los alrededores y otra vez entablaron
amistad con muchas personas que mostraron interés en hacerles conocer la ciudad. Pat Coyle,
un ex campeón filipino de golf, los invitó a cenar, y después de llevarlos de paseo por toda la
ciudad los invitó a ver una competencia de boxeo. En una tienda de música se encontraron con

31
un hombre de Boise que los llevó a almorzar y luego de paseo por la ciudad. Howard comenzó
a darse cuenta de cuán pequeño es el mundo, al enterarse de que aquel hombre era el mismo
que había llevado el piano a la casa de los Hunter cuando Dorothy cumplió sus ocho años.
En la última mañana que pasaron en Manila, Howard y George se encontraron también
con dos de sus amigos de Boise que habían sido destinados a la base aérea estadounidense en
esa ciudad filipina. Asimismo, visitaron la estación de radio conocida como la Voz de Manila,
sobre la terraza del Hotel Manila, donde tocaron el piano y enviaron mensajes a su hogar por
radio.3
Cuando el barco zarpó de Manila, Howard escribió en su diario: "Ya vamos de regreso a
casa." El viaje los llevaría por los mismos puertos que habían tocado en el trayecto de ida.
La nave ancló en Kowloon, en el puerto de Hong Kong, el 3 de febrero, el día del Año
Nuevo Chino. "En nuestra celebración del 4 de julio nosotros encendemos un petardo a la
vez", escribió Howard, "pero aquí se prende fuego a manojos enteros o enormes paquetes para
ahuyentar a los malos espíritus."
Después de la cena esa noche, Howard y George Jullion atravesaron la bahía en el barco
de transbordo hasta Hong Kong. "A medida que pasaban las horas", escribió, "el ritmo de la
celebración fue aumentando. Caminamos tanto que terminamos en una zona pobremente
iluminada y alejada de las multitudes. Me sentí muy alarmado después de empujar a un chino
que insistía en llevarme a visitar a una mujer. Noté que nos seguía, acechándonos desde las
sombras, y me asusté. Comenzamos a caminar por el medio de la calle y con pasos apresura-
dos, tratando de llegar hasta un lugar mejor iluminado. De pronto vimos a un policía británico
que nos acompañó hasta una calle bien alumbrada desde donde podíamos llegar hasta el
embarcadero y de allí a nuestro barco en Kowloon. Nunca olvidaré aquel día del Año Nuevo
Chino en Hong Kong."
En Shanghai, Jack Carlton fue otra vez el anfitrión de Howard a lo largo de un día y una
noche llenos de actividades: visitas a lugares de interés, almuerzo en su hogar, refrigerio con
dos amigas suyas, y cena y cine con sus padres. Más tarde esa noche, Jack y Howard fueron
con las dos jóvenes al Plaza, un restaurante francés. "Esa fue la primera idea que tuve jamás de
lo que es la vida nocturna parisiense, mezclada con un cierto sabor a Broadway", escribió
Howard. "La cena, la música, las coristas y el baile hicieron de la noche algo espectacular."4
Los jóvenes regresaron al hogar de Jack a las dos y media de la mañana y pocos
momentos después de haberse acostado a dormir, Howard despertó a causa de unos disparos
de artillería. "La guerra está ahora cerca de la ciudad y me siento muy inquieto", escribió.
Temprano a la mañana siguiente, los dos amigos fueron en automóvil a través de la
ciudad hacia la campiña para ver una porción de la Gran Muralla China. De regreso a la
ciudad, se detuvieron en el negocio del padre de Jack en el que se envasaban huevos, donde
Howard quedó fascinado al ver cómo examinaban los huevos al trasluz, los separaban, los
envasaban y los congelaban para enviarlos a Europa en barcos refrigerados. Cuando regresó a
su barco esa tarde, se alegró de encontrarse con varias cartas de su familia, las primeras que
recibía desde que partiera de Seattle cinco semanas antes.
En Kobe, la orquesta actuó en el restaurante del Oriental Hotel,5 y en Yokohama tocaron
en una cena y baile del Tent Hotel. En ambas ciudades Howard compró recuerdos y regalos
para la familia. "Me he quedado casi sin dinero", escribió, "porque en cada puerto hemos
aprovechado para visitar los alrededores y viajado para conocer tanto como fuera posible,
sabiendo que es muy remota la posibilidad de que pueda regresar a esta parte del mundo
alguna vez. La educación que he recibido bien vale lo que hemos gastado."

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Finalmente, "con los graves trompetazos de la sirena del barco a la una en punto, los
estridentes pitazos de los botes de remolque y la gritería de la multitud, el barco comenzó a
alejarse del embarcadero... Yokohama fue desapareciendo gradualmente a la distancia. Nos
estamos alejando del Oriente fascinante y vamos de vuelta a casa. Dentro de once días
estaremos en los Estados Unidos."
El barco había recogido en el Oriente a un número de pasajeros adicionales, quienes en
su mayoría eran misioneros de varias iglesias cristianas que iban siendo evacuados de la China
debido a la guerra. "No son muchos los que participan en los bailes y en otras actividades",
escribió Howard, "así que los pasajeros en el viaje de regreso son más reposados." Los
misioneros constituían casi el 70 por ciento de la lista de pasajeros. Y aunque no participaban
en muchas de las actividades sociales, aseguraban una considerable asistencia a los servicios
religiosos. Cuando la orquesta tocaba música clásica durante la cena, se quedaban hasta más
tarde para escuchar y "eran generosos con sus aplausos."
A diferencia de las condiciones que predominaron durante el viaje de ida, el de regreso
se hizo por mares relativamente calmos y con temperaturas cálidas. Al fin, después del último
baile realizado el miércoles 22 de febrero, Howard empacó su batería y otros instrumentos. Su
relación con la compañía naviera había llegado a su fin.
Al día siguiente, después de hacer escala en Victoria para que descendieran algunos
pasajeros, el barco arribó a Seattle en las primeras horas de la tarde. Dos de sus amigos de
Boise que residían en Seattle esperaban a los músicos en el puerto para llevarlos a cenar y a
conocer la ciudad.
Cuando la orquesta volvió al barco la mañana siguiente para recoger sus pertenencias, se
encontraron con una gran sorpresa. Howard la describe así en su diario:
"Unos oficiales de policía se presentaron en el barco con órdenes de arrestarnos. Nos
hicieron subir a un vehículo policial y nos llevaron a la comisaría en Seattle sin que
supiéramos nosotros por qué se nos arrestaba. Al llegar allí nos interrogaron a cada uno y
entonces nos enteramos de que alguien había cometido un robo en Boise y que habían
desaparecido varios instrumentos musicales. Se nos consideraba como los principales
sospechosos hasta que se determinó que habíamos salido de Boise antes de que se cometiera el
hecho. Al cabo de un intercambio de telegramas para verificarlo, nos dejaron en libertad. Yo
traté de persuadir a los policías que nos llevaran de vuelta al barco, pero no quisieron
ayudarnos y finalmente debimos tomar un taxímetro. Siendo que se nos había llevado
detenidos y no estábamos a bordo cuando los oficiales de la aduana inspeccionaron el barco,
pusieron nuestros equipajes y pertenencias en un depósito bajo llave."
Los jóvenes lograron recuperar sus maletas a la mañana siguiente. Permanecieron en
Seattle unos pocos días y hasta actuaron una noche en un hotel de Everett. Luego compraron
por poco dinero un Oldsmobile usado e iniciaron su viaje de regreso a Boise, disfrutando del
panorama en el trayecto y también actuaron en otro hotel, esta vez en la ciudad de Portland,
Oregón. Dos días después de salir de Portland, el automóvil se les averió y debieron pasar la
noche en una granja hasta que el padre de uno de los músicos pudiera ir a buscarlos.
El viernes 11 de marzo, diez semanas y un día después de haber abordado el tren en
Boise, concluyó su viaje. Howard escribió: "Era temprano por la mañana cuando arribamos a
Boise. Llamé a mis padres y vinieron a recogerme. Nunca me había parecido mi hogar tan
acogedor como cuando llegamos a él. Esta era la primera vez que había estado ausente por
más de unos pocos días y me sentí contento de haber regresado de un viaje que me llevó casi
al otro extremo del mundo."

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El momento de las decisiones

HOWARD SE SINTIÓ muy feliz cuando al regresar a su hogar se enteró de que su


padre había sido bautizado el domingo 6 de febrero, mientras él estaba ausente. Considerando
la diferencia de horarios después de cruzar la línea meridional, calculó que el bautismo se
había realizado el día en que su barco navegaba de regreso por el río Hwangpu hacia
Shanghai.
Aunque en ocasiones solía asistir con su familia a la iglesia, no fue cosa fácil para Will
decidirse a ser bautizado. Sin embargo, el obispo J. Elmer Harris había sido perseverante. Se
cuenta que había comentado en cuanto a Will: "Ese hombre es un mormón, pero no lo sabe."
Con el tiempo, Will habría de consentir. Una semana después de haber regresado de su viaje al
Oriente, Howard se sintió orgulloso de ir a la primera reunión del sacerdocio a la que asistía su
padre.6
El joven Howard no perdió tiempo en encontrar trabajo. A los dos días de haber llegado
a Boise, su orquesta tocó para una transmisión radiotelefónica en la estación KFAU y a la
semana siguiente actuó con otra orquesta en bailes en Weiser y en Hagerman, Idaho, y en
Ontario, Oregón. También ensayó con una orquesta formada por la Asociación de
Mejoramiento Mutuo de su barrio.
El 30 de marzo se ofreció, junto con un amigo, para tocar en la cafetería de la
Asociación de Jóvenes Cristianas, un lugar muy concurrido en el centro de Boise. Esa noche
tocaron música clásica y popular durante la cena y fueron contratados. Howard tocaba el
saxofón y el clarinete, acompañado en piano por su amigo.
También consiguió trabajo vendiendo calzados para damas y caballeros en la zapatería
de la tienda Falk's. Al fin de su primer día de trabajo escribió en su diario: "No sabía que
existieran tantas clases de zapatos, pero estoy aprendiendo a conocer los detalles y qué hacer
para satisfacer las necesidades de los clientes. El trabajo es placentero y estoy seguro de que
me va a gustar."
Su horario era tan exigente con los numerosos ensayos y actuaciones de la orquesta,
vendiendo zapatos durante el día y tocando música durante la cena cinco noches por semana,
que Howard no contaba con mucho tiempo libre. No obstante, sí encontraba la forma de salir
de vez en cuando con Eunice Hewitt, quien asistía al colegio en Caldwell, a unos treinta
kilómetros al oeste de Boise. Le agradaba salir a caminar con ella o llevarla a pasear en el auto
Ford que había comprado poco después de su regreso—"el que a pesar de no ser un coche muy
lujoso, igual resultaba ser un buen medio de transporte." (Había tenido problemas con ese
automóvil al día siguiente de haberlo comprado y tuvo que pasar dos días reparándolo.)
Equilibrar el trabajo con el placer requirió mucho esfuerzo, pero como Howard lo
expresó en su diario aquella primavera: "Si todo es trabajo y nada es placer, Jack se aburre. Yo
no me aburro porque hago ambas cosas."
Ese verano, Howard renunció a su empleo en la cafetería de la Asociación de Jóvenes
Cristianas porque trabajaba seis días por semana en la tienda. Además, su orquesta actuaba en
el Tree Top Pavilion de Boise los martes y los jueves por la noche y en el Roseland Pavilion
de Emmett en las noches de los miércoles y los sábados, y con frecuencia tocaban también en
fiestas y bailes los lunes y los jueves. Dondequiera que actuaban acudía mucha gente, pero era
algo muy agotador.
En su diario Howard describió uno de esos sábados: "Este fue un sábado muy singular—

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al trabajo antes de las nueve de la mañana—a las seis salí con rumbo a Emmett—toqué hasta
la medianoche—llegué a casa a las dos y media de la mañana." En otra ocasión explicó cuál
era su secreto para poder cumplir con tan agitado horario: "Tengo que dormir apurado para
poder seguir adelante."
Cuando en el otoño cerraron los salones de baile, Howard y Glenn Scott, el gerente de
decoraciones de Falk's, decidieron arrendar un casino en el Idaho Country Club, el campo de
golf donde había trabajado en su adolescencia, y convertirlo en un salón de baile con servicio
de restaurante. El lugar, remodelado para que se asemejara a una mansión al estilo de las
haciendas sureñas, se inauguró el viernes 7 de octubre, con la asistencia de un "gentío
considerable."
Fue Howard quien sugirió el nombre y tema del lugar. "Cuando fuimos con mi familia a
Los Angeles hace tres años", escribió en su diario, "me interesó mucho un club llamado
Plantation, sobre el Boulevard Washington, donde actuaban la mayoría de las orquestas de
renombre. Servían pollo frito para la cena y ofrecían buena música al estilo de las haciendas
sureñas. Glenn estuvo de acuerdo conmigo en ponerle a nuestro restaurante el nombre de
Plantation Roadhouse. Glenn se hará cargo de la administración y yo de la orquesta."
Pocos días más tarde escribió: "Hemos recibidos muchas felicitaciones y a la gente
parece gustarle. La comida y la música son excelentes."
"Plantation" se hizo muy popular, pero era evidente que el negocio no podría mantener
la gran orquesta de Howard. Al recibir invitaciones para que su grupo actuara en otros pro-
gramas, decidió contratar a un trío musical para "Plantation" y poco después vendió su parte
en el negocio.
La orquesta de Howard continuó tocando en diversos bailes de la región. También tuvo
la oportunidad de actuar en el Teatro Majestic de Boise con la orquesta del grupo artístico
Fanchon Marco, una revista musical ambulante. Fue entonces que le ofrecieron un contrato
para proveer una orquesta que reemplazara a la de ese grupo. Su participación teatral terminó,
sin embargo, cuando el gremio de músicos les comunicó que el grupo no podría actuar porque
el organista del teatro no estaba agremiado.
Tratando de entretejer la música con una ganancia que le permitiera una vida mejor,
Howard consiguió que lo trasladaran al departamento de música de Falk's, donde debía
supervisar las ventas a domicilio. Sus funciones incluían la demostración y reparación de
receptores de radio, que estaban convirtiéndose en la fuente de entretenimiento predilecto de
las familias, y la venta y mantenimiento de pianos y otros instrumentos.
En su búsqueda constante de maneras de ganar dinero, Howard tuvo la idea de imprimir
grandes carteles con los horarios de trenes, autobuses, tranvías y servicios postales, incluyendo
avisos de comercios y otros negocios de la comunidad. Planeaba colocar los carteles en los
hoteles, las hosterías y los lugares públicos, con la esperanza de que la publicidad solventara
los costos de impresión y distribución, dejando también una buena ganancia.
En enero de 1928 probó su idea en Nampa, donde le resultó moderadamente provechosa.
Al mes siguiente, hizo un viaje de tres semanas a Baker, La Grande y Pendleton, en Oregón, y
otra vez consiguió a varios anunciadores y distribuyó los carteles en lugares accesibles a
turistas y residentes. Asimismo, en las noches sociabilizaba con sus amigos en la región,
asistía a fiestas y bailes (más que nada, para observar la técnica utilizada por las orquestas), y,
en ocasiones, aun solía acostarse temprano.
Al retornar a Boise, Howard trabajó en la tienda otra semana y entonces decidió llevar
su idea publicitaria a otras ciudades de Idaho. Después de una semana provechosa en Twin
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Falls, llegó hasta Pocatello donde, a pesar de su perseverancia y su dedicación, tuvo su primer
fracaso. Cuando al cabo de tres días y medio de recorrer las calles solamente consiguió hacer
unas pocas ventas, decidió que era el momento de cambiar de rumbo.
Esta vez iba a tomar un desvío—a la tierra del sol y las oportunidades: California.

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4
¡CALIFORNIA, ALLÁ VOY!

Aunque HOWARD decidió de improviso mudarse al sur de California cuando tuvo su


desilusión comercial en Pocatello, la semilla de su determinación había sido sembrada mucho
antes.
Bill Salisbury, que viajó al Oriente con la orquesta y que tocó el piano con Howard en la
cafetería de la Asociación de Jóvenes Cristianas, se había mudado recientemente a California
y lo invitó para que lo visitara. Howard conservaba un buen recuerdo de las vacaciones
disfrutadas con su familia en California cuatro años antes, y vivían allá algunos parientes, así
que tenía donde hospedarse. Además, si las cosas no le iban bien, siempre podría regresar a
Boise.
Así fue que el jueves 8 de marzo de 1928, pagó su cuenta en el hotel de Pocatello y se
encaminó hacia el sur. Un hombre a quien había conocido en ese hotel le ofreció llevarlo hasta
Ogden, Utah. De allí siguió viaje a Salt Lake City en el tren interurbano Bamberger y se quedó
en un hotel. Temprano en la mañana siguiente, tomó el tranvía hasta la parada final en el sur
de la calle State, y desde allí fue viajando en etapas con distintos automovilistas. Así recorrió
varios tramos aquel día, llegando esa noche a Meadow, un pequeño pueblo a unos 220
kilómetros al sur de Salt Lake City.
"El único hotel era una casa con dos habitaciones para alquilar", recordaba, "pero ambas
estaban ocupadas. En el frente de la escuela se hallaba estacionado un autobús y su puerta
estaba sin cerrojo. Me acomodé a lo largo en el asiento trasero y abrigándome con la chaqueta
del conductor pasé allí la noche." Su sueño le fue interrumpido cuando llegó el conductor
temprano en la mañana y, muy indignado, le dijo que se marchara. El joven permaneció varias
horas haciendo señas a la vera del camino antes de que alguien accediera a llevarlo.
Al atardecer, Howard arribó a Cedar City donde consiguió hospedaje en un hotel. "Si
hubiera habido un tren en Cedar City", dijo, "habría dejado de viajar en tantos automóviles."
Pero siendo que no había un servicio ferroviario, en la mañana tuvo que volver al método de
"viajar en etapas" con varios automovilistas. En la ciudad de Saint George consiguió que "un
hombre con una berlina Dodge y un corazón de oro" lo llevara hasta Las Vegas, Nevada.
Después de otra noche más en un hotel, pasó la mayor parte del día siguiente al costado de la
carretera consiguiendo solamente tostarse al sol. Finalmente, al anochecer, logró que alguien
en camino a Los Angeles se detuviera y ambos viajaron toda la noche.
El sol brillaba ya cuando llegaron a San Bernardino, la entrada a la región de Los
Angeles, el martes 13 de marzo. Mientras iban por el Boulevard Foothill, Howard divisó de
pronto un cartel de gran tamaño que anunciaba la proximidad de Upland. "Hasta aquel
momento", recordó, "yo no tenía idea de dónde estaba Upland, excepto que era cerca de Los
Angeles. Le dije al hombre que quería bajarme allí y allí me dejó." Bill Salisbury y su familia
residían en Upland.
Howard buscó un teléfono público y llamó a los Salisbury. La mamá de Bill le informó
que su hijo se hallaba trabajando en la construcción de una casa y le dio la dirección. Entonces
fue caminando hasta ese lugar y encontró a su amigo. "Por cierto que se sorprendió", dijo,
"porque yo no le había dicho que llegaría."
Permaneció nueve días con la familia Salisbury, durante cuyo tiempo salía de paseo con
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Bill y cuando éste tenía que trabajar, Howard disfrutaba del sol californiano. Al tercer día se
compró, por cinco dólares, un Ford usado, "un automóvil sin capota, sólo para dar vueltas."
Con la ayuda de Bill estuvo dos días reparándolo y entonces viajaron hasta Los Angeles. En
esa ciudad visitaron a un saxofonista que había tocado con ellos en el crucero, durmieron en la
playa de Venice y luego fueron a ver a los tíos del padre de Howard, Edward y Lyde Nowell,
en Huntington Park. Pocos días más tarde, Howard llevó sus valijas para quedarse con ellos.
"Cuando vine a California pensaba pasar una semana o diez días y volver luego a casa",
escribió en su diario tres semanas después de haber llegado, "pero ahora que estoy aquí y que
no tengo ninguna obligación especial en casa, creo que me quedaré varias semanas."
Howard pasó la mayor parte de su tiempo recorriendo lugares, aprendiendo a orientarse
y visitando amigos. "Estoy viviendo como un holgazán sin nada que hacer", les confesó a
algunos de sus primos cierto día en la playa.
En comparación con la vida agitada que pasaba en Boise, tuvo que haberle parecido muy
placentero estar descansando tanto, viendo las horas transcurrir y pensando en lo que haría en
adelante. Un día trabajó con Bill en la empaquetadora de la compañía Sunkist en Upland,
descargando y apilando madera para construir cajones. "Al final del día apenas si podía per-
manecer en pie", comentó. "Tiene que haber una mejor manera de ganarse la vida." Al día
siguiente no fue a trabajar.
"He llegado a la conclusión", escribió, "de que hay muchas ventajas en California si
pudiera encontrar empleo con buenas posibilidades—pero no como estibador."
Al volver a Huntington Park el sábado 7 de abril, fue a una tienda a comprarse zapatos.
En tanto que el propietario, de apellido Hunter, lo atendía, Howard le mencionó que había
vendido en Boise el mismo tipo de calzado—y al momento en que pagó sus nuevos zapatos
quedó contratado para trabajar en la tienda los sábados, empezando de inmediato.
El lunes regresó a la empaquetadora Sunkist y estibó cajas de naranjas en vagones
refrigerados. Al concluir la jornada, calculó haber cargado más de cuarenta y seis toneladas.
Otro día, después de cargar cincuenta toneladas, comentó: "No sabía que había tantas naranjas
en el mundo."
En una ocasión tuvo que seleccionar limones en la correa transportadora, por lo que tuvo
"un día terrible." Los limones debían clasificarse en varios grados en base al color de sus
puntas, variando entre el verde oscuro y el amarillo claro— pero como Howard no podía
distinguir los colores, le fue imposible clasificarlos. "Antes del fin del día pensé que podría
haber tenido un colapso nervioso", comentó.
Howard se quedó con la familia de Bill durante las dos semanas en que trabajó en la
empaquetadora, yendo en auto a Huntington Park los fines de semana para trabajar en la za-
patería. Finalmente, tomó una determinación: "Después de recorrer Los Angeles y considerar
varias oportunidades de empleo, he llegado a la conclusión de que me gustaría trabajar en un
banco."
En la mañana del lunes 23 de abril se presentó en el Banco de Italia, pidió empleo y lo
contrataron inmediatamente. Al día siguiente comenzó a trabajar en la casa central del banco,
en el centro de la ciudad, donde aprendió a operar máquinas de sumar y de contabilidad y a
efectuar depósitos. Esa noche se inscribió en el departamento de educación para adultos de la
Escuela Secundaria de Huntington Park, donde planeó tomar clases preparatorias para recibir
un título universitario, e hizo arreglos con los Nowell para continuar viviendo en su casa.
También pasó a ser miembro del Barrio de Huntington Park, a poca distancia del hogar

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de sus tíos. Los miércoles por la noche solía acompañar a su tía Lyde a las reuniones de tes-
timonio de su iglesia, la Primera Iglesia de la Ciencia Cristiana—"no porque tuviera yo
interés", decía, "sino porque sabía que a ella eso le agradaba y me parecía bien demostrarle
cortesía."

Nuevas raíces

HOWARD W. HUNTER se contaba entre los dos millones de personas que se mudaron
a California en los 1920, una década de desarrollo sin precedente. Más del 70 por ciento de los
nuevos residentes se establecieron en la región de Los Angeles, donde la población aumentó
de menos de un millón en 1920 a más de dos millones doscientos mil en 1930. Muchos
llegaron atraídos por las posibilidades de enriquecerse gracias a los yacimientos petrolíferos
más abundantes del país, los fértiles campos agrícolas que producían cosechas abundantes y la
glamorosa y pujante industria cinematográfica. La construcción de casas y edificios
comerciales proliferaba por doquier y las oportunidades de vivir bien nunca habían parecido
ser mejores.
Esta gran emigración hacia el oeste fue también la primera en producirse en relación con
la era del automóvil. Cierto autor escribió:
"Cual enjambre de langostas invasoras, los inmigrantes avanzaban lentamente por las
carreteras.... Tenían, por alas, automóviles destartalados con guardabarros atados con cordeles
y cortinas batiéndose en la brisa; cargados con bebés, ropa de cama, bultos, una tina de
hojalata amarrada atrás, una bicicleta o un cochecito para niños balanceándose precariamente
sobre la capota. Con frecuencia llegaban sin contar con nada probable, quizás confiando en
que el cielo les proveería lo que necesitaban. . . Acampaban en las afueras de la ciudad y sus
campamentos se transformaban en nuevos suburbios."1
El Banco de Italia, en el que Howard trabajaba, había sido fundado en 1904, en San
Francisco, por Amadeo Pietro Gian-nini, hijo de un inmigrante italiano, y para 1920 llegó a
ser la institución bancaria más importante de California.
Deseoso de progresar en su nueva carrera, Howard se inscribió en una clase de
educación bancaria, los martes y jueves por la noche, en el Instituto Americano de la Banca, lo
que significaba que tenía que abandonar las de educación para adultos en Huntington Park. En
el banco conoció a Alma Nel-son (Ned) Redding, un miembro de la Iglesia que acababa de
regresar de la Misión de los Estados Centrales del Norte. Ned estaba tomando la misma clase
y en poco tiempo se hicieron muy amigos.
No le llevó mucho a Howard estar tan atareado como lo había estado en Boise. Sus
padres le enviaron sus instrumentos musicales y ese mismo verano, después de considerar
varias ofertas, aceptó tocar la batería con una orquesta de bailes que también tenía un contrato
para actuar por radio. En ocasiones, tocó asimismo con otros grupos musicales.
Los Angeles, tal como otros grandes centros metropolitanos comerciales, culturales y
educacionales, atraía entonces a muchos jóvenes adultos talentosos, y siempre había una gran
variedad de actividades para escoger, algunas auspiciadas por la Iglesia y otras por gente a la
que simplemente le agradaba sociabilizar. Prácticamente había bailes o programas para elegir
todas las noches. Howard solía ir a nadar o de picnic con sus amigos, o a escalar las sierras y
montañas de los alrededores, o al cine a ver las últimas películas, participando a veces en más
de una actividad en la misma noche o en un sábado. A veces salía con alguna joven, pero por

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lo general acostumbraba a salir en grupo con sus amigos.
Los jóvenes adultos asistían a la iglesia los domingos, y no era raro que visitaran dos o
tres barrios en el mismo día. Cierto domingo, indicó Howard, él y Ned fueron al Barrio
Wilshire por la mañana, al de Huntington Park en la tarde y al de Glendale por la noche. El
domingo siguiente asistieron a las reuniones de los barrios Adams, Wilshire y Matthews, con-
cluyendo con una reunión en la casa de unos amigos.
Uno de los grupos más populares auspiciados por la Iglesia era el Coro Económico de
Los Angeles, que tomó su nombre de la práctica que sus miembros tenían de conservar un
fondo para solventar sus viajes y otros gastos. Había cantantes de todos los barrios y estacas
de Los Angeles que acudían al Barrio Adams los jueves por la noche para ensayar. Para
muchos, aquello era, a la vez, una actividad social y una experiencia musical. El año antes de
que Howard se estableciera en California, ese coro había cantado durante la dedicación del
Templo de Arizona, en Mesa. Howard y Ned se unieron al grupo después de terminada su
clase bancaria en junio y al poco tiempo se prepararon para actuar en un concierto de verano
en el Hollywood Bowl, uno de los anfiteatros al aire libre más prestigiosos de California.
Cuando disminuyeron las ventas de calzado en su establecimiento, el Sr. Hunter debió
dejar cesante a Howard pero no sin antes pedirle que volviera a trabajar en el otoño. Sin
embargo, para ese entones Howard estaba tan atareado que no regresó a la zapatería. Siendo
que los sábados trabajaba hasta el mediodía y a veces hasta más tarde, prefería dedicar el resto
del día a otras actividades de su interés.
Howard era muy popular entre sus amigos californianos. Le agradaba mucho la
compañía de otras personas, pero nunca trataba de ser el centro de atención. Siempre supo
escuchar, ser atento y considerado con los demás. Puesto que le encantaba leer, era muy
versado en un gran número de temas. Aun cuando había viajado entre Idaho y Oregón,
procuraba hacer un alto en las bibliotecas locales para leer y estudiar. Durante sus primeras
semanas en California, mientras Bill se hallaba trabajando, Howard iba a la biblioteca más
cercana. Una de las anotaciones en su diario dice que había "pasado la noche en la casa
leyendo a Shakespeare y algunos clásicos franceses—y finalmente, las historietas del
periódico Examiner." Otra noche leyó acerca de la vida de los filósofos más notables del
mundo.
El nuevo californiano disfrutaba mucho de la alegría sana. Cierta vez, en un desfile de
modas realizado en la Asociación de Mejoramiento Mutuo de Mujeres Jóvenes, sorprendió a
los asistentes al aparecer en el escenario vestido con ropas de mujer. El día de las elecciones
nacionales en noviembre de 1928, improvisó con dos de sus amigos un debate callejero en el
centro de Los Angeles, imitando a tres conocidos políticos. En la intersección de las calles
Séptima y Broadway, parados sobre sendos cajones, Howard actuó como Al Smith; Ned Red-
ding como Herbert Hoover; y John Madsen como el alcalde de la ciudad, gesticulando en
animados discursos que atrajeron la atención de una gran multitud y causaron el embote-
llamiento del tránsito automotor por varias cuadras en las cuatro direcciones. "Al fin", escribió
en su diario, "llegó la policía y dispersó a la multitud. Y nosotros nos escapamos."

Reunión familiar

El 4 DE SEPTIEMBRE de 1928, Howard salió corriendo de su trabajo para saludar a


sus padres y a su hermana Dorothy que acaban de llegar a la casa de sus tíos. Will y Nellie

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habían decidido mudarse a Los Angeles cuando la compañía Valley Trac-tion de Boise, en la
que Will había trabajado por más de veinte años, decidió reemplazar con autobuses sus trenes
interurbanos. Vendieron su casa en agosto, despacharon todos sus bienes y pertenencias a Los
Angeles, y viajaron de paso por Portland (Oregón) y por San Francisco (California) para visi-
tar a algunos familiares.
Howard no perdió tiempo para familiarizar a su hermana Dorothy, que no tenía aún
diecinueve años de edad, con las actividades sociales de la Iglesia que él mismo había estado
disfrutando tanto. Ambos fueron siempre muy compañeros y a él le encantaba la alegre y
vivaz personalidad de su hermana. Tres días después de que hubiera llegado a Los Angeles,
Howard bailó con ella toda la noche en una fiesta de la Estaca de Los Angeles, y durante
varias semanas subsiguientes asistieron juntos a varias fiestas.
Dorothy se relacionó enseguida con los grupos de jóvenes y comenzó a familiarizarse
con su nuevo empleo. Habiendo trabajado en la compañía telefónica de Boise, no le resultó
difícil conseguir empleo en la compañía telefónica de California del Sur, cuyas oficinas
estaban a sólo una cuadra del banco donde trabajaba Howard, en el centro de Los Angeles.
Por algunos días la familia Hunter se hospedó con los Nowell y luego alquiló un
apartamento; y Howard se mudó con ellos. Durante el año siguiente vivieron en varios aparta-
mentos diferentes, y cierta vez le cuidaron la casa a los padres de Ned, cuando los Redding
fueron al estado de Florida. Más tarde, a Will y a Nellie les pidieron que administraran una
casa de apartamentos a cambio de un apartamento por el cual no tenían que pagar. Will
también consiguió trabajo en una fábrica de accesorios para aviones en Venice, una
comunidad vecina junto al mar.
Aunque Howard trabajaba cinco días y medio por semana y por la noche asistía a la
escuela y tenía ensayos, actuaciones con la orquesta y otras actividades, en ocasiones también
solía quedarse en la casa departiendo con su familia y sus amigos o leyendo un buen libro.
Asimismo, ocupó cargos en su barrio y comenzó a dedicarse a leer las Escrituras y otros libros
relacionados con el evangelio.
En épocas anteriores había asistido a las reuniones de la Iglesia cada vez que podía, pero
a raíz de que trabajaba largas horas y que llegaba a su hogar por la madrugada cuando tocaba
con la orquesta en bailes, no había tenido hasta entonces muchos llamamientos. Y aunque sus
padres tenían un juego de Escrituras que habían recibido como regalo de bodas, contaban con
muy pocos libros sobre religión y, por tanto, no había estudiado con regularidad el evangelio.
Cuando Howard regresó del crucero, su obispo en Boise le había pedido que hiciera
planes para servir una misión. Sabiendo que el salario de su padre no era suficiente como para
sostenerle en una misión, Howard comenzó a ahorrar con la idea de aceptar el llamamiento
cuando tuviera el dinero necesario. Pero la cuenta de ahorros aumentaba muy lentamente,
puesto que se pagaba sus propios gastos y no ganaba mucho, tanto en Boise como en Los
Angeles.
Al mudarse Howard al apartamento con sus padres, sus cédulas de miembro fueron
transferidas del Barrio Hunting-ton Park al Barrio Adams. Allí lo llamaron como maestro
orientador, el presidente del quórum de élderes le encomendó que visitara a miembros del
barrio que estuvieran enfermos, sirvió como consejero en la presidencia del quórum de élderes
y fue Maestro Scout del barrio. Pero fue en la clase para jóvenes adultos de la Escuela
Dominical que habría de tener la mayor experiencia en cuanto a su sed de conocimiento
evangélico. En su historia escribió:
'Aunque había asistido a las clases de la Iglesia durante la mayor parte de mi vida, tuve mi

41
primer despertamiento en el evangelio en una clase de la Escuela Dominical que enseñaba el
hermano Peter A. Clayton en el Barrio Adams. Aquel hermano poseía un verdadero tesoro de
conocimiento y la capacidad para inspirar a los jóvenes. Estudié las lecciones, cumplí con las
asignaciones que nos daba y pronuncié discursos sobre los temas asignados. Pronto comprendí
el verdadero significado de algunos principios del evangelio, de los grados de gloria y de los
requisitos para lograr la exaltación celestial, tal como nos los enseñaba y nos instruía el
hermano Clayton. Yo creo que esa época de mi vida fue el momento en que realmente
comencé a apreciar las verdades del evangelio. Siempre había tenido un testimonio, pero ahora
comenzaba a entenderlo."
Una de las lecciones del hermano Clayton a principios de marzo de 1930 fue sobre el
tema de las bendiciones patriarcales. "Nunca había podido entender lo que era una bendición
patriarcal, pero desde ese momento comprendí su significado", escribió Howard. "Aquel día
fui a ver al hermano George T. Wride, el patriarca de la estaca, quien me pidió que fuera el
domingo siguiente a la oficina de la misión, detrás de la capilla del Barrio Adams."
Aquel domingo de marzo, después de hablar algunos minutos con Howard, el hermano
Wride puso sus manos sobre la cabeza del joven y le dio una bendición patriarcal.
Dicha bendición declaró que Howard era alguien "a quien el Señor conocía de
antemano", alguien que había demostrado tener "firmes dotes de liderazgo entre las huestes
del cielo" y que había sido preordenado para realizar una obra importante en su vida terrenal a
fin de cumplir los propósitos del Señor con respecto a Su pueblo escogido." Le prometió que,
si permanecía fiel, recibiría "inteligencia desde lo alto", que llegaría a ser "un experto en cosas
del mundo y un maestro en cuanto al saber del mundo, y a la vez un sacerdote del más alto
Dios", y que habría de dedicar sus talentos personales al servicio de la Iglesia, se sentaría en
sus concilios y sería reconocido por su sabiduría y su juicio ecuánime.

Una reunión memorable

EL 8 DE JUNIO de 1928, doce semanas después de haber llegado a Los Angeles,


Howard asistió a un baile auspiciado por la Asociación de Mejoramiento Mutuo para los
Hombres M y las Espigadoras en el Barrio Wilshire. Terminado el baile, algunos jóvenes
decidieron ir a la playa y le invitaron a que fuera con ellos. En el grupo estaba Ned Redding y
su amiga, Clara May (Claire) Jeffs. Todos fueron a caminar descalzos por la playa de Santa
Mónica, las jóvenes recogiendo los ruedos de sus vestidos para que no se les mojaran. Los
varones decidieron entonces ir a nadar. Así describió Howard lo que hicieron:
"Siendo que no teníamos trajes de baño, las jóvenes se quedaron en los automóviles y les
pareció divertido encender los faros delanteros para que no nos animáramos a salir del agua.
Tuvimos que nadar hasta un lugar fuera del alcance de las luces para poder salir y cuando
regresamos yo había perdido mi corbata. Claire me acompañó por la playa para buscarla y así
nos conocimos mejor. Eran las cuatro cuando cada uno volvió a su casa. La próxima vez que
salimos, yo fui con Claire y Ned con alguien más."
Los antepasados maternos de Claire, tal como los de Howard, se habían unido a la
Iglesia en Europa donde sufrieron graves persecuciones como consecuencia de su fe. Sus
bisabuelos, Karl Gottlieb Reckzeh y Anna Rosina Lothe, habían criado a sus siete hijos en una
granja de Brandenburgo, una provincia de la Prusia Occidental (en aquel entonces parte de
Alemania). Maria Emilie, la abuela de Claire, la quinta entre los hijos de la familia, nació el 21

42
de enero de 1860. Cuando joven se fue del hogar a una villa denominada Droskau y unos años
después regresó con sus dos hijas, Martha Emma, de cinco años, e Ida Anna, de dos. Maria
Emilie y el padre de las niñas, Paul Lehmann, no eran casados.
A las niñas les encantaban sus abuelos y la nueva vida en la granja. Los Reckzeh,
luteranos devotos, asistían a la iglesia los domingos y todas las noches el abuelo hacía que la
familia leyera un capítulo de la Biblia.
El 30 de septiembre de 1893, unos seis años después de que Maria Emilie regresara a la
granja, uno de sus amigos la invitó a una reunión realizada por los misioneros de La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. "Todo debió hacerse a escondidas", recordaba su
hija Martha, "porque en esa época a los élderes no se les permitía en el país, y muchas veces
tenían que salir del pueblo en horas de la noche. Dos de ellos salieron en un carro escondidos
entre el heno. Mamá fue a la reunión y dijo que creía en cada palabra que había escuchado y a
las dos semanas pidió ser bautizada. La bautizaron ese invierno en un estanque" en la villa de
Gra-big.2
Cuando Karl se enteró de su conversión, se mostró seriamente enfadado y la echó de la
casa, a ella y a sus hijas. Ningún miembro de su familia volvió a hablar jamás con ella. María
Emilie y sus niñas se mudaron a un apartamento en Sorau, donde residieron dos años. Pero a
raíz de que sus hijas eran ridiculizadas e insultadas por sus compañeras de escuela, María
Emilie decidió trasladarse a los Estados Unidos. Solicitó de la oficina de gobierno el permiso
para salir del país y le dijeron que podía irse pero que no le dejarían llevarse con ella a sus
hijas. Según dijo con Martha, María Emilie le contestó al funcionario que hasta ese momento
nadie la había ayudado a criarlas, pero que si él estaba dispuesto a cuidarlas, podía quedarse
con ellas. "Yo le pregunté tiempo después si en verdad nos habría dejado", dijo Martha, "y me
respondió que ella sabía que el Señor contestaría sus oraciones."
El funcionario del gobierno le concedió el permiso y así fue que Maria Emilie y sus dos
hijas pudieron emprender viaje esa misma noche. Algunos amigos las acompañaron cami-
nando hasta otro pueblo a unos veinticinco kilómetros de distancia, y en un bosque todos se
arrodillaron para orar pidiendo que su viaje estuviera libre de peligro. Los amigos se
despidieron de ellas, y la joven familia prosiguió caminando varios kilómetros más hasta
tomar un tren con destino a Ham-burgo. De allí continuaron en barco hasta Liverpool,
Inglaterra; y luego en otro a Nueva York. El trayecto de Nueva York a Salt Lake City lo
hicieron en tren. Después de permanecer con la familia del misionero que la había bautizado,
Maria Emilie alquilo una vivienda y comenzó a trabajar en quehaceres domésticos para
sostener a su pequeña familia.3
En 1900, Martha, que entonces tenía unos 19 años de edad, se casó con Jacob Ellsworth
Jeffs, que era constructor en Salt Lake City. Ninguno en la familia de Jacob era miembro de la
Iglesia. Su padre, Abraham Jeffs, había emigrado de Inglaterra a la región central de Estados
Unidos, donde se conoció y se casó con Julia Anderson Phillips, nacida en Misurí. Después de
su casamiento, Abraham y Julia vivieron por un tiempo en Kansas, donde el 28 de julio de
1882 nació su hijo Jacob. Luego la familia se estableció en Salt Lake City, donde Abraham
murió en 2902 y Julia en 1913.
Clara May (Claire), la primera hija de Martha y Jacob, nació el 18 de febrero de 1902.
Después nacieron Thelma, Ellsworth y Leona; esta última murió como consecuencia de tos
ferina a las seis semanas de nacida. Claire se educó en la Escuela Primaria Riverside de Salt
Lake City y en la Escuela Secundaria West, y mientras asistía a ésta comenzó a trabajar en la
compañía de teléfonos Mountain States.

43
En 1926, Jacob, Martha y Claire se mudaron a Los Angeles, California, donde Jacob se
dedicó a la construcción y edificó una casa de considerable tamaño. Thelma, habiéndose
divorciado, y su hijita, Leatrice (Lee), fueron a vivir con ellos un año después. También
Ellsworth se mudó al sur de California.
En Los Angeles, Claire empezó a trabajar como modelo en Blackstone's, una tienda muy
exclusiva frecuentada por gente de la alta sociedad y del ambiente teatral, y en poco tiempo
pasó a ser subgerente del departamento de personal. Fue mientras ocupaba esa posición que
conoció a Howard Hunter.

Un noviazgo de tres años

AUNQUE SE VERÍAN a menudo en fiestas de la Iglesia y ambos eran miembros del


Coro Económico, Howard y Claire sólo tuvieron unas pocas citas en 1928. Por lo general
estaban siempre en grupo con otros amigos. Una noche, Howard y Ned asistieron a una
reunión en Long Beach organizada por un grupo de mujeres jóvenes que eran miembros de
diferentes barrios de Los Angeles, al que se conocía por el nombre de "Gloom Busters"
(Demoledoras de la Tristeza). "No tuvimos en realidad una cita", escribió Howard, "pero pasé
la mayor parte del día con Claire Jeffs. Había luna llena y todos fuimos a nadar antes de volver
a casa." En octubre, Claire lo invitó a un baile organizado por los empleados de la tienda
Black-stone's. Tenían que vestir ropas andrajosas para coincidir con el tema de la ocasión, que
era "Tiempos Difíciles."
En enero de 1929 a Howard lo ascendieron dos veces—a gerente del departamento
central de compensación y luego a un cargo en el que tramitaba cuentas personales. Sus
nuevas responsabilidades le requerían trabajar horas adicionales, a veces hasta las nueve o
diez de la noche, y medio día los sábados.
Siendo que además tomaba clases de finanzas y tocaba en bailes con la orquesta dos o
tres veces por semana, a Howard no le quedaba mucho tiempo libre para cortejar—asimismo,
acostumbraba salir con varias jóvenes sin decidirse por ninguna. Aunque fue con Claire y
cuatro parejas de amigos al teatro y a cenar para festejar el Año Nuevo, menos de dos semanas
más tarde asistió al Baile de Oro y Verde con otra joven. En su diario escribió que el 14 de
febrero recibió por correo una tarjeta de Claire con motivo del Día de San Valentín—o "Día
de los Enamorados"—y agregó que "hasta ese momento no sabía qué fecha era ésa."
Llegada la primavera, a Howard se le asignó trabajar como reemplazante en algunas
sucursales del banco. Una semana tuvo que hacerlo en la de Redondo Beach, por lo que todos
esos días aprovechó para almorzar al sol en la playa. Otra semana le tocó trabajar en la
sucursal de Hollywood donde, al final de su primer día allí, se había "familiarizado con las
cuentas de la mayoría de las famosas estrellas del cine."
Sus nuevas asignaciones eran menos exigentes que las anteriores y ello le permitía tener
un mayor tiempo libre, aunque las horas y las circunstancias de sus citas eran a veces más bien
informales. En varias oportunidades Claire lo acompañaba a bailes en los que tenía que actuar
con la orquesta. Un sábado a la medianoche la fue a buscar después de una de sus actuaciones
para llevarla al cine y luego a cenar. Regresó a su casa a las cinco de la mañana y apenas si
pudo dormir antes de asistir a la Escuela Dominical.
Poco tiempo después comenzó a tocar con una orquesta una vez por semana en el
Oakwilde Lodge, en la cañada del Arroyo Seco sobre la Represa Devil's Gate, en Pasadena.

44
"Para llegar allí", escribió, "tenemos que recorrer una gran distancia en automóvil,
estacionarlo y entonces caminar por un sendero hasta el hotel." Después de la segunda
semana, agregó, "considerando la distancia de nuestra caminata, me consideré afortunado de
estar tocando el saxofón en vez de la batería, pero todos tuvimos que ayudar al baterista a
acarrear todos los componentes hasta arriba."
Cierta noche la orquesta debió tocar hasta muy tarde y como decidieron ir a comer
después a un restaurante, Howard regresó a su casa a las tres de la mañana. Pero no se acostó
porque a las cuatro irían a buscarlo Claire y otras tres parejas para ir juntos al lago Arrowhead
a pasar el día en un picnic, caminando, nadando y navegando.
Cuando sus relaciones fueron haciéndose más serias, Howard y Claire decidieron que
había llegado el momento de que sus padres se conocieran. Jake y Martha Jeffs invitaron a los
Hunter a su hogar. Dorothy, quien fue con ellos, recuerda claramente la ocasión. Martha Jeffs
los recibió a la puerta y Howard comenzó a hacer las presentaciones, diciendo: "Esta es la
mamá de Claire." De pronto, en el preciso momento en que Nellie extendía la mano para
estrechar la de Martha, Jake se apareció y a viva voz exclamó: "¡Caramba! ¡Conque ésta es
Nellie!"
Ese verano, Howard y Claire hicieron los planes para tomar sus vacaciones al mismo
tiempo en las dos últimas semanas de julio. Fueron a la playa, jugaron al tenis, viajaron hasta
Santa Bárbara y nadaron y bailaron en la península de Balboa, cerca de Newport Beach.
Luego tomaron un crucero de tres días hasta Ensenada, en México. "A nuestras familias no les
gustó nada la idea", escribió Howard, "pero les aseguramos de que no haríamos nada
inapropiado." En el crucero bailaban hasta tarde en la noche antes de retirarse a sus
respectivos camarotes, "los cuales", explicó, "estaban ubicados en dos cubiertas diferentes."
En octubre de 1929 se produjo el colapso del mercado bursátil que provocó un desastre
económico en todo el país. A mucha gente, particularmente a aquellos que habían especulado
en valores comerciales durante los cuatro años previos de prosperidad, les acometió el pánico
a raíz de sus graves perdidas. Algunos bancos y otras instituciones financieras, al igual que
muchas fábricas comenzaron a cerrar sus puertas.
Aunque leía con interés acerca de lo que estaba sucediendo, Howard no sintió su efecto
inmediatamente. El banco donde trabajaba parecía ser suficientemente sólido para subsistir y
la gente continuaba asistiendo a los bailes en que él tocaba, como si desearan escaparse de las
inquietudes y la incertidumbre que afectaba al mundo que les rodeaba.
A principios de 1930, la familia Hunter tenía preocupaciones de otra índole. Una noche
de enero, encontrándose trabajando en la compañía de teléfonos, Dorothy sufrió una
hemorragia pulmonar. Tras quedarse en su casa y descansar durante dos meses, fue internada
en el Hospital General del Condado de Los Angeles para que le hicieran una serie de análisis.
El diagnóstico fue de tuberculosis. Al mes de estar en el hospital, la trasladaron a un sanatorio
en el valle de San Fernando, donde había de permanecer durante veintiocho meses.
Howard la visitaba frecuentemente en compañía de sus padres y a veces con Claire.
En noviembre de 1930, el año en que muchos bancos cerraron sus puertas, el Banco de
Italia se unió al Banco de América de California y pasaron a llamarse Bank of America
National Trust and Savings Association. Howard trabajó en la contabilidad y ayudó a preparar
los documentos para la nueva institución, cuya valía combinada era de casi mil doscientos
cincuenta millones de dólares.
Poco después de completarse esa unificación bancaria, uno de sus vicepresidentes le
comentó a Howard que el First Exchange State Bank de Inglewood estaba tratando de encon-
45
trar a alguien que tuviera experiencia para el cargo de oficial subalterno y le preguntó si estaría
interesado en ello. La sugerencia era tentadora y entonces Howard accedió a reunirse con los
funcionarios del First Exchange. Estos le ofrecieron el puesto de cajero auxiliar en la sucursal
de Hawthorne. Considerando que ese banco tenía sólo cuatro sucursales y era mucho más
pequeño que el Banco de América, Howard pensó que allí tendría mayores oportunidades para
aprender cada una de las fases de la operación bancaria y decidió aceptar la oferta.

Algunas decisiones importantes

A PRINCIPIOS DE la primavera de 1931, Claire y Howard empezaron a pensar


seriamente en casarse. En su historia, él escribió lo siguiente: "Yo no había abandonado la idea
de ir a una misión y, teniéndolo en cuenta, había ahorrado cierto dinero. Claire se ofreció para
ayudarme con los gastos y estaba dispuesta a esperarme hasta que completara mi misión.
Aunque aprecié mucho la oferta, no pude aceptar que tuviera que trabajar para mi sostén. Al
fin decidimos que sería mejor que nos casáramos y que en una ocasión futura, tan pronto como
las condiciones lo permitieran, saliéramos juntos a una misión.
"Una hermosa tarde primaveral fuimos a Palos Verdes y estacionamos el automóvil
sobre el acantilado desde donde podíamos contemplar cómo las olas del Pacífico golpeaban
contra las rocas a la luz de la luna llena. Conversamos acerca de nuestros planes y coloqué en
su dedo un anillo de diamante. Esa noche tomamos muchas decisiones y algunas serias
determinaciones con respecto a nuestra vida juntos. La luna se estaba poniendo en el oeste y el
alba comenzaba a surgir cuando regresamos a nuestros hogares."
Los novios decidieron contraer matrimonio en junio, en el Templo de Salt Lake. Howard
habló con su obispo, le informó acerca de sus planes y le pidió la recomendación para el tem-
plo. Se sorprendió cuando el obispo Brigham J. Peacock le dijo que no podía comprender
cómo Howard habría de mantener a su esposa con el salario que recibía.
"Cuando le conté cuánto estaba ganando", escribió Howard, "el obispo me dijo que él
había basado su opinión en los diezmos que yo pagaba. De repente, comprendí cuán grave es
no pagar un diezmo íntegro.
"Siendo que mi padre no era miembro de la Iglesia cuando yo vivía con mi familia,
jamás habíamos analizado el tema de los diezmos y yo nunca consideré su importancia. A
medida que hablábamos, pensé que el obispo no iba a darme la recomendación para el templo.
En forma bondadosa me enseñó la importancia de la ley y cuando le dije que desde ese
momento en adelante yo habría de pagar un diezmo íntegro, continuó con la entrevista y
tranquilizó mis ansias, al llenar y firmar el formulario de recomendación."
Howard relató lo acontecido a Claire, quien siempre había pagado sus diezmos
debidamente. En consecuencia, dijo, "decidimos que íbamos a cumplir esta ley durante todos
los años de nuestro matrimonio y que siempre pagaríamos los diezmos antes que todo lo
demás."
Al acercarse el día de su boda, Howard tomó otra decisión importante. Durante varios
años había estado tocando con diferentes orquestas en bailes y fiestas, en salones públicos, por
la radio y en teatros. "Fue algo fascinante en ciertos aspeetos", pensó, "y ganaba buen dinero,
pero estar asociado con algunos de aquellos músicos no era en realidad muy agradable porque
les gustaba la bebida y algunas de sus normas de conducta moral dejaban bastante que desear."
No encontraba en ellos la compatibilidad necesaria para el modo de vida que habría de

46
disfrutar con una esposa y una familia y, por lo tanto, decidió abandonar su carrera como
músico profesional.
El 6 de junio de 1931, cuatro días antes de su boda, Howard tuvo su última actuación en
el Salón Virginia, en Huntington Park. Cuando regresó a su casa esa noche, empacó sus
saxofones, sus clarinetes y su música y los guardó para siempre. Ya había vendido antes su
batería y su marimba y empaquetado su trompeta y su violín.
"Desde aquella noche", dijo, "no he vuelto a tocar mis instrumentos, excepto en raras
ocasiones cuando nuestros hijos venían a casa, cantábamos villancicos navideños y yo los
acompañaba con el clarinete. Aunque esto me dejó un vacío en algo que siempre había
disfrutado tanto, nunca lamenté aquella decisión."4
Howard continuaba manejando el cupé Ford "A" que había comprado tres años antes,
cuando llegó a California, y Claire estaba dispuesta a viajar en él hasta Utah—"una verdadera
demostración de amor", comentó él. Pero su esposo tenía otros planes. Fue y encargó un cupé
negro Chevrolet Sport modelo 1931 "con ruedas rojas, asiento trasero al descubierto y una
serie de lujosos accesorios." Pagó por el vehículo 766.50 dólares menos un descuento de 75
dólares por el trueque del Ford (que le había costado $5.00), y efectuó la compra al contado.
Marvin Rasmussen, uno de sus primos de Mount Pleasant, se encontraba en Los Angeles
en viaje de negocios y planeaba regresar a Utah con Howard y Claire. Howard le había pedido
unos días antes que fuera a recoger el nuevo automóvil y lo manejara despacio por un tiempo
para afinarlo. El día del viaje, Howard fue a buscar a Marvin, entregó al concesionario su viejo
vehículo y llevó el nuevo a casa de Claire, quien "no podía creer lo que veía", dijo él.
"Después de cargar sus cosas, partimos en gran estilo—la novia, el novio y el acompañante."
Marvin había informado a su familia en cuanto al viaje y cuando llegaron a Mount
Pleasant les esperaba toda una multitud. "¡Nunca supe que tenía yo tantos parientes!",
comentó Howard. Después de conversar y escuchar algunas historias de la familia, los novios
continuaron el viaje hasta Salt Lake City, donde quedaron en la casa de María Emilie
Reckzeh, la abuela de Claire.
Esa misma tarde fueron a la oficina del secretario del condado para obtener su licencia
de casamiento, y luego a las oficinas de la Iglesia para pedirle al élder Richard R. Lyman, del
Quórum de los Doce Apóstoles, que oficiara en la ceremonia matrimonial y en el sellamiento
al día siguiente. El élder Lyman accedió y les dio algunos consejos sabios que nunca habrían
de olvidar. "Traten de no tener deudas", les dijo. "Vivan dentro de sus medios. Nunca gasten
más de lo que ganen. No vacilen en caminar o tomar el tranvía si no pueden comprar un
automóvil. No compren lo que no puedan pagar. Ahorren su dinero hasta poder comprar las
cosas al contado."5
A la mañana siguiente, el miércoles 10 de junio de 1931, Howard William Hunter and
Claire Jeffs, en compañía de la abuela de Claire, fueron al Templo de Salt Lake. Allí
recibieron sus investiduras y se casaron y fueron sellados por esta vida y por la eternidad.

http://bibliotecasud.blogspot.com/

47
5
ESPOSO, PADRE, ABOGADO, OBISPO

HOWARD Y CLAIRE comenzaron su vida matrimonial en un apartamento amueblado


frente al mar en Hermosa Beach, California. "Todas las mañanas", recuerda él, "nos levan-
tábamos temprano. Yo me ponía el traje de baño, corría a la playa y me zambullía entre las
olas. Después de nadar vigorosamente volvía a la casa y, tras darme una ducha tibia, tomaba
mi desayuno. Sólo me llevaba unos quince minutos en automóvil llegar al banco en
Hawthorne y ya me sentía listo para la jornada. Con frecuencia íbamos a nadar juntos en la
tarde, cuando yo volvía a casa, y solíamos caminar por la playa a la luz de las estrellas antes
de acostarnos. Aunque los días eran cálidos, las noches eran frescas y agradables gracias a la
brisa del mar, y el golpear de las olas era como una canción de cuna."
Cuando alquilaron aquel apartamento, sabían que no podrían pagar la mensualidad por
mucho tiempo, "pero queríamos comenzar nuestra vida matrimonial en un lugar especial."
Poco después se mudaron a una casa de tres habitaciones sin amueblar, a pocas cuadras
del banco, en Hawthorne. Claire ya tenía un juego de dormitorio, así que compraron unos
pocos muebles y útiles para la casa, pues habían resuelto seguir el consejo del élder Lyman y
no tener deudas. "Por tal razón no contábamos con todas las cosas que queríamos, pero lo que
teníamos era suficiente para nuestra comodidad", dijo Howard.
Participaban activamente en el Barrio Inglewood, donde Claire fue llamada como líder
de las Espigadoras en la A.M.M. y Howard sirvió como consejero en la superintendencia de la
A.M.M. de Hombres Jóvenes.
A fines de 1934, el segundo año de la Gran Depresión, la situación comercial en los
Estados Unidos continuó deteriorándose con el incremento en la falta de trabajo y la amenaza
de un desastre económico. Muchos bancos en todo el país se vieron en la necesidad de cerrar
sus puertas, entre ellos el First Exchange State Bank. En enero de 1932, el estado se apropió
de las cuatro sucursales y, una vez finalizada la intervención, se las asignó a la administración
judicial para ser liquidadas. Howard había escogido la carrera bancaria pensando en las
oportunidades que ofrecía, pero ahora se quedaba sin empleo.
Puesto que él y Claire no tenían deudas, probablemente estaban en mejores condiciones
que la mayoría de los norteamericanos durante los años de la depresión económica. Así y todo,
al no recibir un salario con regularidad, tuvieron que apretarse el cinturón y aprendieron a
comprar sólo lo necesario. Cuando era posible, usaban el transporte público y Claire lavaba a
mano la ropa utilizando una tabla de fregar, pues habían decidido no comprar una lavadora
para no tener deudas.
Durante los dos años siguientes Howard trabajó en una serie de empleos. Cuando dejó el
banco hizo arreglos con el interventor para comprarle a plazos las empaquetadoras de
monedas, las máquinas de sumar y otros accesorios y aparatos. Howard vendió después esas
cosas a otros bancos a precios de descuento y a medida que cobraba el dinero correspondiente
iba pagándole al interventor.
Howard y el padre de Claire fabricaron estatuas y sujeta-libros recordatorios con motivo
de los Juegos Olímpicos que tuvieron lugar en Los Angeles en el verano de 1932. Un escultor
de Hawthorne diseñó las matrices, y Howard y su suegro moldeaban y bronceaban las estatuas
en el garaje de su casa. Pero aunque éstas eran obras de arte bonitas, muy poca gente podía
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darse el lujo de comprarlas.
En otra ocasión, Howard compró de una fábrica varios lotes de hasta una tonelada de
jabón granulado, lo fraccionó en paquetes de diez libras y lo vendió puerta por puerta a las
amas de casa. También compró y envasó blanqueador líquido para venderlo con las bolsas de
jabón a las lavanderías. "No era fácil entregar los pedidos a las lavanderías y llamar a las
puertas para vender jabón", recordó, "pero así podía ganar lo suficiente para pagar el alquiler y
comprar comida."
Durante un tiempo trabajó para el interventor del departamento estatal bancario que
estaba liquidando el First Exchange State Bank, pero tuvo que dejar ese empleo cuando,
habiendo adquirido antes algunas acciones en esa institución, se incluyó su nombre en un
juicio contra todos sus accionistas. "El interventor me estaba pagando un sueldo y a la vez me
enjuiciaba por mi responsabilidad como accionista", explicó. "Más tarde pude saldar mi parte
en el juicio con un pequeño porcentaje, pero me quedé nuevamente sin trabajo."
Después de eso Howard consiguió empleo en la Administración de Obras Públicas para
trabajar en la construcción de desaguaderos, dedicándole a la tarea siete horas por días los
siete días de la semana, a razón de treinta centavos la hora.
"Gracias a que consultaba a los ingenieros y mantenía los ojos abiertos, pude hacer un
buen trabajo hasta el fin de la semana, cuando recibí un cheque de $14.70", comentó. "Una
vez más eso nos salvó del hambre."
Howard y Claire estaban resueltos a ser independientes por tanto tiempo como les fuera
posible, pero finalmente aceptaron, en enero de 1933, la invitación de Jacob y Martha Jeffs
para que fueran a vivir con ellos en su amplio hogar de cuatro dormitorios, en la calle 84 al
oeste de Los Angeles. También Thelma, la hermana de Claire, y su hija Lee vivían en la casa
en esa época.
Ese verano, Howard y Ellsworth, su cuñado, fueron a trabajar con Jacob, quien había
conseguido un contrato para pintar la estructura de hierro de cuatro puentes que se estaban
construyendo sobre una nueva carretera. Puesto que no había en las proximidades dónde
hospedarse, debían acampar al aire libre. Claire les acompañó para cocinarles. Poco tiempo
después, la triste noticia de que Jacob había muerto súbitamente durante un viaje a Utah
sorprendió a la familia. Martha y Ellsworth fueron entonces a Utah a buscar sus restos para
sepultarlos en California.

Un año de esperanzas y de congoja

EN ENERO DE 1934, como resultado de su experiencia en el First Exchange State


Bank, a Howard le ofrecieron empleo en el departamento de títulos del Distrito de Control de
Inundaciones del Condado de Los Angeles, donde tenía que tramitar la inscripción de tierras y
el traspaso de propiedades inmuebles. Dos meses más tarde, Howard y Claire tuvieron su
primer hijo, a quien le dieron el nombre de Howard William Hunter (hijo).
El trabajo de Howard en el Distrito de Control de Inundaciones involucraba muchas
cuestiones de carácter legal— examinar títulos, presentar opiniones legales con respecto a los
documentos, y preparar medidas de eminente potestad para la clausura de propiedades cuando
era necesario implementar el control de inundaciones. También ayudaba a los abogados en la
preparación de pleitos y asimismo asistía a veces a los juicios correspondientes.
Estas experiencias fueron alimentando en Howard el deseo de estudiar jurisprudencia.
49
Después de analizar los programas de varias instituciones de enseñanza superior en Los
Angeles, decidió inscribirse en la Universidad del Sudoeste, la principal universidad de
derecho en California, la cual ofrecía clases nocturnas. Sin embargo, como aún no había
recibido grado universitario alguno, primero debió tomar las clases requeridas para entrar en el
programa.
Howard había terminado la secundaria ocho años antes y aunque durante ese tiempo
había tomado algunas clases nocturnas, "no fue fácil cultivar el hábito para el estudio", dijo.
"Era particularmente difícil mantenerse al nivel de aquellos alumnos más jóvenes que estaban
en plenos estudios universitarios."
Se inscribió en un programa de diez créditos académicos, una empresa ambiciosa para
alguien que, como él, debía trabajar todo el día. Su programa semanal consistía en estudiar en
el autobús y el tranvía en camino a la oficina; trabajar desde las ocho hasta las cinco; estudiar
otro poco mientras almorzaba; comerse una manzana mientras caminaba varias cuadras hasta
la universidad y repasaba mentalmente lo que había estudiado ese día; asistir a las clases desde
las seis hasta las nueve; estudiar en el camino de regreso a su hogar, cenar con Claire después
de las diez y ponerse a estudiar nuevamente hasta la medianoche y aún más tarde. Las noches
en que se sentía muy cansado para quedarse a estudiar, ponía la alarma del reloj para despertar
más temprano en la mañana. Este fue su programa durante los cinco años siguientes.
Ese verano, mientras Howard se preparaba para su rutina de trabajo y escuela, empezó a
notar, al igual que Claire, que su hijito, Billy, carecía de fuerzas. El diagnóstico médico indicó
que el niño padecía de anemia. Howard dio sangre para que le hicieran una transfusión y Billy
se repuso temporalmente pero luego sufrió una recaída. A principios de septiembre debió ser
internado en un hospital a fin de someterlo a análisis adicionales y Howard dio sangre
nuevamente para otra transfusión.
Como no se mejoraba, los angustiados padres llevaron a Billy al Hospital para Niños
donde los exámenes mostraron al fin que se le había producido una úlcera en el divertículo
intestinal, lo cual hacía que perdiera sangre. Los médicos entonces recomendaron que se le
sometiera a una operación.
"Nos aseguraron que los cirujanos designados para el caso eran excelentes y por tanto
dimos nuestro consentimiento", escribió Howard. "Momentos antes de la operación me lle-
varon al quirófano y me pusieron sobre una mesa junto a la suya y di sangre mientras lo
operaban. Una vez terminada la intervención, los diagnósticos médicos no parecían ser muy
alentadores.
"Nos quedamos con Billy las setenta y dos horas siguientes, que según los médicos
habían de ser las más críticas. La noche del tercer día nos dijeron que sería mejor que nos
fuéramos a casa a descansar. Poco después nos llamaron para decirnos que las cosas habían
empeorado. Esa misma noche, el 11 de octubre de 1934, Billy expiró serenamente en momen-
tos en que nos encontrábamos sentados junto a su lecho. Al salir del hospital, nos sentíamos
profundamente apenados y conturbados."
Dos días después, al cabo de un "funeral sublime y consolador", sus restos mortales
fueron depositados junto a la tumba de su abuelo, Jacob Ellsworth Jeffs.
El otoño fue una época muy triste para los acongojados padres, particularmente para
Claire. Mientras que Howard podía concentrarse en su trabajo y en sus estudios, ella se
encontró de pronto sin las responsabilidades de cuidar a su bebé. Y a fin de no pensar tanto en
su dolor de madre, decidió volver a trabajar. La tienda Blackstone's, que había sido adquirida
por la compañía Bullock's, la recibió con beneplácito y se reintegró a la misma como

50
subgerente de personal.
"Esa fue la única vez que Claire estuvo empleada durante nuestro matrimonio", indicó
Howard.

Dificultades y bendiciones

CUANDO FUERON A vivir con los padres de Claire, Howard y su esposa pensaban
que sería por poco tiempo, así que pidieron que sus cédulas de miembro se conservaran en el
Barrio Inglewood de la Estaca Hollywood en vez de que se transfirieran al Barrio Vermont, al
que la madre de Claire pertenecía. A principios de 1935 llamaron a Howard para que dirigiera
el programa Scout de la estaca. En tal posición representaba a la estaca ante el Consejo Scout
de la Región Metropolitana de Los Angeles y se le nombró subcomisionado del distrito. Tanto
él como Claire continuaron sirviendo en la A.M.M. del barrio y fue en relación con tales
funciones que recibieron otro llamamiento.
"Una noche tuvimos una cena para los Hombres M y las Espigadoras", contaba Howard.
"Mientras conversábamos, alguien preguntó por qué el barrio no podía tener su propio edificio
en vez de estar alquilando el salón del Club de Mujeres. Entonces decidimos hablar con el
obispado al respecto. Nos dijeron que estaban esperando que los miembros tuvieran el deseo
necesario para hacer contribuciones y, como resultado, nos llamaron para formar parte del
comité financiero, y a mí como director del mismo."
Al poco tiempo desarrollaron un plan de recaudación de fondos y se escogió el lugar
para una nueva capilla. Howard hizo las negociaciones con la Compañía de Inversiones de Los
Angeles para adquirir dos lotes y una casa adyacentes al Parque Centinela por el precio de dos
mil dólares.
El 26 y el 27 de julio el barrio auspició la celebración del Día de los Pioneros
Mormones. La primera noche, el Coro del Tabernáculo Mormón cantó en el Inglewood Bowl.
Al día siguiente, que era sábado, se llevaron a cabo en el parque actividades deportivas,
actuaciones musicales y exhibiciones, en un programa en el que hablaron los alcaldes de
Inglewood y de Los Angeles, así como el Gobernador de California. Por la noche, los
miembros de la estaca presentaron un espectáculo titulado "El Llamamiento del Batallón
Mormón."2
"El acontecimiento fue todo un éxito y ayudó a incrementar los fondos para la
construcción", informó Howard. Cuando comenzó sus estudios de abogacía ese otoño, debió
ser relevado del comité financiero, pero tres años más tarde tuvo la satisfacción de ser
especialmente invitado a participar en los servicios dedicatorios de la nueva capilla.
Howard ingresó a la facultad de derecho en septiembre de 1935 y enseguida comprendió
que las clases de abogacía requerían mucho más tiempo para estudiar que las tareas uni-
versitarias. Entonces extendió sus horas de estudio hasta la una o las dos de la mañana.
Cuando Claire, que estaba a la espera de su segundo bebé, le dijo que había llegado la hora de
ir al hospital, Howard tomó uno de sus libros de texto y la llevó de urgencia al Hospital
Metodista del Sur de California. Pusieron a Claire en cama inmediatamente y se quedó a su
lado hasta que la medicina que le habían dado hizo su efecto y ella se durmió. Luego Howard
se puso a estudiar.
"La noche fue pasando", escribió, "y aun pasó la medianoche. Para entonces, ya había
terminado de estudiar lo asignado. No era extraño que estudiara hasta bastante tarde, pero no

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durante toda la noche. Después de algunas breves caminatas y de haber leído en el texto las
lecciones de varias semanas por adelantado, noté que el cielo comenzaba a enrojecerse con la
salida del sol y que los ruiseñores trinaban en las ramas de los árboles junto a la ventana.
"La enfermera entró al cuarto unos minutos después de las cinco, cuando leía yo todavía
del libro, para comunicarme que acababa de ser padre de un varoncito. Era el 4 de mayo de
1936. Claire se hallaba bien y pocos días después la llevé a casa con ese niño que ocuparía el
lugar de otro pequeñito que se había ido al cielo."
En agosto, Howard bendijo a su nuevo hijo en una reunión de testimonios y le dio el
nombre de John Jacob Hunter—John en honor del padre, el abuelo y el bisabuelo de Howard,
y Jacob por el padre de Claire,
Howard y Claire apreciaron mucho haber podido vivir durante tres años en la casa de los
padres de ella, pero ahora que el cargo en el Distrito de Control de Inundaciones del Condado
de Los Angeles le ofrecía a Howard un empleo seguro, comenzaron a buscar una casa propia.
Encontraron una de cinco habitaciones en la localidad de Alhambra, a un precio y a plazos
asequibles para ellos. El vendedor de la propiedad aceptó su oferta de $3,600, con $500 al
contado y el saldo a pagar en tres años. Durante esos tres años sólo tenían que abonar $15
mensuales por concepto de intereses. "No podríamos haber hecho un trato mejor", comentó
Howard.
El obispo de su nuevo barrio, el Barrio Alhambra de la Estaca Pasadena, le recomendó a
Howard que completara sus estudios antes de aceptar un llamamiento en la Iglesia, pero
también le aconsejó que asistiera a las reuniones tanto como le fuera posible. "El tener que
trabajar, ir a la facultad de noche y, además, dedicar tiempo al estudio, no era fácil", escribió
Howard en su historia personal. "Nuestra vida social era casi inexistente, excepto algunas
visitas a nuestros familiares."
Las relaciones familiares eran muy importantes para Howard y Claire. Pasadena, donde
la pareja viviría por veintidós años, estaba a menos de una hora por automóvil de la residencia
de sus respectivos padres y de la casa de Thelma y su hija Lee. Durante su noviazgo con
Claire, Howard le había tomado mucho cariño a Lee y en ocasiones la llevaban con ellos en
sus citas. Cuando todos vivían en la casa de sus suegros, él le enseñó a Lee a patinar y a andar
en su primera bicicleta, y una vez le fabricó unos zancos y también le enseñó cómo
mantenerse en equilibrio sobre ellos.
Para Lee, quien nunca había conocido a su propio padre, Howard representaba esa
querida imagen paterna. Su madre se volvió a casar cuando Lee tenía ocho años y su
padrastro, Eddie Waldman, la adoptó legalmente, pero Lee se mantuvo siempre cerca de los
Hunter y de su abuela Jeffs. Su madre no era activa en la Iglesia, por lo que Howard y Claire
la llevaban con ellos a las reuniones y alentaban su participación en las actividades.
También Dorothy, la hermana de Howard, se estableció en Los Angeles. En diciembre
de 1935 se había casado en el Templo de Salt Lake con Marvin Rasmussen, el que tres años
antes había acompañado a Howard y a Claire cuando éstos viajaron a Utah para casarse.
Dorothy y Marvin vivieron durante un año en Mount Pleasant, Utah, y después se mudaron a
Los Angeles, donde tuvieron tres hijas.
El círculo familiar inmediato de Howard y Claire se completó el 29 de junio de 1938,
cuando nació su tercer hijo. Las clases de verano en la facultad de abogacía acababan de
empezar y esta vez, cuando el médico salió de la sala de partos para anunciarle el nacimiento,
Howard estaba estudiando un libro de texto sobre herencias y testamentos. Para este
alumbramiento, Claire no necesitó quedarse mucho en el hospital, al que llegaron temprano en

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la tarde y el niño nació esa misma noche antes de las siete.
En una reunión de testimonios, Howard dio a su hijo una bendición y el nombre de
Richard Alien Hunter.

¡Abogado al fin!

CON MI ULTIMO examen, las clases de abogacía parecieron concluir abruptamente en


aquella primera semana de junio de 1939", escribió Howard en su historia. Cuando se
anunciaron las calificaciones, él y otros dos estudiantes estaban a la cabeza de la clase, por lo
cual debieron calcularse sus grados en decimales para determinar el orden exacto de méritos.
Los resultados indicaron que Howard había obtenido dos décimas del uno por ciento menos
que el primero y una décima del uno por ciento menos que el segundo. El 8 de junio de 1939,
en la ceremonia de graduación llevada a cabo en el Hollywood Memorial Auditorium, Howard
resultó ser el tercero de su clase y obtuvo su diploma con honores. 4
Una semana después de su graduación, comenzó a tomar un curso preparatorio dictado
por uno de sus profesores para luego pasar el examen ante la barra de abogados del estado de
California. En ocasión de la última clase, el profesor aconsejó a sus alumnos que, cuando se
sentaran a escribir su examen, "miraran al hombre a su izquierda y al de su derecha y con-
sideraran que, de los tres, solamente uno habría de diplomarse."
Howard recuerda que tomar aquel examen el 23, 24 y 25 de octubre, fue "una de las
experiencias más abrumadoras" de su vida. "Después del tercer día, me sentí totalmente
exhausto. Yo había hecho todo lo posible, pero aún me quedaba la angustia de no saber si
habría sido suficiente."
La espera le pareció interminable porque "varios años de intensas tareas culminaban
ahora con el resultado de un simple acontecimiento." Sabía que si recibía una carta de una sola
hoja, ello significaría que no había pasado el examen. Por otro lado, una carta abultada no
solamente significaría que se había graduado sino que también vendría acompañada de varias
solicitudes para la aprobación de la barra de abogados y de los tribunales de justicia.
"Fue en la mañana del 12 de diciembre que Claire me llamó a la oficina para informarme
que el cartero había traído una carta del Comité Examinador", recordaba. " '¿Es el sobre
abultado o delgado?' le pregunté. 'Abultado', respondió. Sentí que la sangre me subía a la
cabeza, cerré los ojos y esperé que Claire abriera la carta y me leyera su contenido. Las arduas
tareas y los sacrificios que habíamos hecho bien habían valido la pena." Y su profesor tuvo
razón: De 718 estudiantes que habían tomado el examen, sólo 254 lo habían pasado—o sea el
35,4 por ciento. Casi dos tercios de ellos no lo consiguieron.
En una ceremonia realizada en Los Angeles el 19 de enero de 1940 ante la Suprema
Corte de California, Howard W. Hunter tomó juramento y fue admitido para practicar la abo-
gacía en ésa y otras cortes del estado. El 5 de febrero fue admitido ante la barra de la Corte del
Distrito Federal del Sur de California, y el 8 de abril ante el Tribunal Federal de Apelaciones
del noveno circuito.
Ese invierno subalquiló una oficina en el bufete del abogado James P. Bradley y el
primer día de abril comenzó a ejercer la jurisprudencia. "Tenía varios asuntos legales pen-
dientes al momento de mi graduación", dijo, "así que puse manos a la obra inmediatamente."
Continuó trabajando algunas horas para el Disfrito de Control de Inundaciones del Condado
de Los Angeles reduciéndolas a medida que su profesión de abogado se lo requería, hasta

53
marzo de 1945.
Habiendo terminado Howard con los estudios, él y Claire tenían ahora el tiempo para
otros intereses. Ese verano dejaron a sus hijos con los abuelos y viajaron a San Francisco,
California, para asistir a la Feria Mundial, la Exposición del Golden Gate. Los abuelos
paternos de Howard se habían establecido en San Francisco en 1933, falleciendo la abuela al
año siguiente. A Howard le gustaba mucho conversar con su abuelo, que entonces tenía
noventa años de edad, y con su tía Flora, quien administraba la oficina de telégrafos de la
Western Union en esa ciudad.5
Por primera vez en los tres años que habían sido miembros del Barrio Alhambra,
Howard y Claire fueron llamados para ocupar cargos, él como instructor de la clase de
genealogía para jóvenes6 y ella como maestra en la Escuela Dominical de Menores.

Un llamamiento inesperado

El 27 DE AGOSTO de 1940 Howard recibió un llamado telefónico de Bertrum M.


Jones, el presidente de la Estaca Pasadena, quien lo invitó a una entrevista con él y sus conse-
jeros esa noche después de la Mutual. Durante dicha entrevista le informó que el Barrio
Alhambra iba a ser dividido y. que los Hunter pasarían a ser miembros del nuevo Barrio El
Sereno. A continuación, lo llamó para que ocupara el cargo de obispo de ese barrio.
Howard quedó muy sorprendido. "Yo siempre había creído que para ser obispo uno
debía tener mayor edad", comentó, "y le pregunté cómo un hombre de treinta y dos años de
edad podría ser el padre del barrio. Me dijeron que yo sería el obispo más joven llamado hasta
esa época en el sur de California, pero que sabían que podía hacerme cargo de tal
responsabilidad. Le expresé mi reconocimiento por la confianza que depositaban en mí y les
aseguré que haría todo lo que estuviere a mi alcance."
Aún sorprendido, volvió a su hogar y le comunicó la noticia a Claire. "Nos acordamos
de la decisión que habíamos tomado en cuanto a casarnos en vez de ir a una misión, con la
idea de que algún día podríamos hacerlo juntos", dijo. "Quizás ésta sería esa misión, aunque
de una índole diferente de la que habíamos anticipado."
El Barrio El Sereno se organizó en la mañana del domingo 1° de septiembre, en una
reunión especial que se llevó a cabo en un salón alquilado. Como obispo del mismo se sostuvo
a Howard Hunter, y como sus consejeros a Frank Brundage y Richard M. Bleak.7 Una semana
más tarde, después de la conferencia trimestral de la Estaca Pasadena, Howard fue ordenado
sumo sacerdote y obispo, y apartado por el élder Joseph F. Merrill, del Quórum de los Doce
Apóstoles, para que presidiera el nuevo barrio.
El día de su sostenimiento como obispo, Howard preguntó a la presidencia de la estaca
cuáles habían de ser sus responsabilidades. Le informaron que tenía que encontrar un lugar
donde efectuar las reuniones del barrio, llenar los cargos correspondientes en cada una de las
organizaciones, y ponerse en marcha. "Todo esto era algo nuevo para mí, siendo que nunca
había integrado un obispado", comentó, "pero seguí las instrucciones recibidas."
Esa tarde, él y sus consejeros se "pusieron-en marcha." Consiguieron que la logia
masónica les subalquilara algunas salas en su Edificio Florence, en El Sereno. (Para separar
las distintas clases de la Escuela Dominical tenían que utilizar cortinas en un salón—lo cual
hizo que Howard recordara sus experiencias de cuando era jovencito en Boise.) También
comenzaron a organizar el barrio. Una de las primeras personas en ser llamada fue Claire, a

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quien se le pidió que trabajara en la Escuela Dominical de Menores.
Howard y Claire habían estado buscando una casa más cómoda y unos pocos meses más
tarde encontraron una que respondía a sus necesidades en la avenida Winchester, en el linde
entre El Sereno y Alhambra. La casa tenía tres dormitorios, un cuarto sin terminar en el piso
superior y un sótano. Entonces transformaron en oficina y biblioteca uno de los dormitorios,
haciendo así, dijo Howard, "un lugar ideal para las entrevistas y otras funciones propias de un
obispo." Puesto que aún no contaban con un edificio propio, el hogar del obispo pasó a ser el
centro de la vida social de los miembros del barrio.

Dificultades durante la guerra

Al TERMINAR la reunión de testimonios en el Barrio El Sereno el domingo 7 de


diciembre de 1941, el superintendente de la Escuela Dominical entró de prisa en la capilla y
fue directamente al estrado con la devastadora noticia de que unos aviones japoneses habían
bombardeado Pearl Harbor, en Hawai. El día siguiente, Estados Unidos declaró la guerra al
Japón, y el 11 de diciembre hizo lo mismo con Alemania e Italia.
Dos años antes, Howard había considerado seriamente la idea de alistarse en la reserva
militar de los Estados Unidos. Gracias a su servicio en el Centro de Entrenamiento de Ofi-
ciales de Reserva durante sus estudios secundarios, y su grado de oficial cadete, podía haber
ingresado a la reserva como oficial si lo hubiera solicitado antes de cumplir, el 14 de noviem-
bre de 1939, los treinta y dos años de edad. Había hablado con algunos oficiales de mando en
el Departamento de Auditores de Guerra, la oficina legal del ejército, y obtenido los corres-
pondientes formularios y manuales. En su historia personal describió así su dilema:
"El 1o de septiembre de 1939, cuando yo estaba tomando el curso para el examen de
derecho, Alemania invadió Polonia, Francia le declaró la guerra y Rusia entró en el conflicto.
Toda Europa ardía en las llamas de lo que pasó a conocerse como la Segunda Guerra Mundial.
Yo había ya firmado mi solicitud para entrar en la reserva, pero no la había presentado aún.
Después de pasar el examen de derecho me quedaban dos semanas más para hacerlo, así que
conversé con Claire sobre el particular.
"Sabíamos que era posible que Estados Unidos se viera obligado a entrar en la guerra.
En tal caso, las reservas habrían de ser llamadas primero. Por otro lado, se alistaría a todo ciu-
dadano y tener un cargo de oficial podría ser una gran ventaja. A medida que se acercaba la
fecha del plazo, pensábamos que mejor sería renunciar al posible cargo. El día de mi
cumpleaños llegó y pasó sin que presentara mi solicitud, y no tuve el privilegio de ser un
oficial de la reserva."
En diciembre de 1941, la vida de todo norteamericano cambió al entrar Estados Unidos
oficialmente en la guerra. "Se establecieron restricciones en el uso de la luz eléctrica, cambios
en la economía, escasez, racionamientos y otras medidas de emergencia", escribió Howard.
"Todo varón mayor de dieciocho años de edad debió registrarse para el reclutamiento. Por
razones de mi cargo como obispo, se me concedió la clasificación 4D de ministro religioso,
que me eximía del reclutamiento hasta concluida la guerra. Si hubiera solicitado entrar en la
reserva, lo cual estuve a punto de hacer, habría tenido que alistarme de inmediato."
Uno de los primeros objetivos del obispado del Barrio El Sereno era encontrar un
terreno y comenzar a recaudar fondos para la construcción de un edificio propio. En mayo de
1942, el Obispado Presidente notificó a los barrios y a las estacas que no se debía construir

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ningún edificio mientras durara la guerra, pero ello no impedía que se continuara recaudando
fondos para el futuro. Aunque el barrio contaba con sólo 265 miembros, California seguía
siendo el estado de más rápido crecimiento en el país, y el obispado sabía iba a llegar el día
cuando el creciente número de miembros requeriría un edificio más amplio donde tener sus
reuniones y actividades.
Guiados por su carismático y dinámico obispo, los miembros del barrio emprendieron
una serie de programas para recaudar fondos. "Se nos reconocía en toda la Estaca Pasadena
como el barrio del 'proyecto de la cebolla, porque todas las semanas los miembros iban en
diferentes turnos, de día y de noche, a una fábrica de encurtidos a limpiar cebollas como parte
del programa", escribió uno de los historiadores del barrio8. Y Howard comentó: "No era
difícil, en las reuniones sacramentales, saber quiénes habían estado limpiando cebollas."
En otra ocasión, el barrio consiguió que una fábrica de chucrut le pagara para que sus
miembros ayudaran a preparar el repollo, al que había que echar en un enorme tanque, rociarlo
con sal y pisarlo calzando botas de caucho. Al finalizar la guerra, el barrio adquirió un vagón
completo del cereal marca "Kix" sobrante de los almacenamientos del gobierno y lo fraccionó
en pequeños paquetes para vendérselo a los miembros y a sus amigos para beneficio del
programa de construcción.
"Aquellos fueron días felices, cuando trabajábamos juntos como personas de diversa
condición y habilidad, apoyando al obispado en la tarea de recaudar fondos para edificar una
capilla", recordó el obispo Hunter, quien tanto amaba a los miembros de su barrio. "Nuestro
barrio era como una gran familia feliz y, aparte de las reuniones de la Iglesia, solíamos tener
muchas actividades al aire libre y fiestas."
Richard, el hijo de Howard, recuerda que "el barrio tenía un espíritu particularmente fiel.
Me acuerdo del termómetro que se hallaba a la entrada del segundo piso y que indicaba el
estado de nuestro programa de recaudación de fondos para construir el edificio. En la planta
baja había una panadería y el aroma que nos llegaba de abajo solía interrumpir nuestras
reuniones. Recuerdo las obras que el barrio presentaba, en especial las fiestas navideñas. Para
mí, apenas un niño en edad de Primaria, todo aquello resultaba una experiencia maravillosa."
A medida que los sacrificios exigidos por la guerra fueron aumentando, el barrio se
encontró con muy pocos varones para ocupar cargos de liderazgo. "Teníamos varios jóvenes
admirables que no podíamos descuidar, así que asumí la responsabilidad de servir como
maestro Scout", recordaba Howard. "Les enseñé para que pudieran obtener sus grados y
especialidades. Lograron ser muy hábiles en campamento, señales y en cada uno de los
requisitos del programa Scout. Con frecuencia íbamos a acampar de noche y participábamos
en todas las actividades de las que gustan los scouts. En los dos años que trabajé con ellos, los
jóvenes progresaron en gran manera."
Howard enseñaba a la juventud con verdadero amor, pero cuando era necesario no
vacilaba en actuar con firmeza—aun de una manera poco ortodoxa.
A un lado del edificio donde se realizaban las reuniones del barrio había una farmacia
con una fuente de sodas que permanecía abierta los domingos. Los jóvenes del Sacerdocio
Aarónico comenzaron a escabullirse después de repartir la santa cena en la reunión
sacramental y se iban al lado a tomar refrescos. Los líderes del barrio y el obispo les decían
que no debían hacerlo, pero de nada les valió.
Un día, después de que los jóvenes habían salido como de costumbre de la reunión
sacramental, el obispo Howard Hunter, quien se hallaba dirigiendo la reunión, irritado por
unos minutos, bajó del estrado, salió de la capilla y fue a la farmacia. "Hermanos", les dijo,

56
"cuando hayan terminado con sus refrescos, continuaremos con nuestra reunión."
Los jóvenes a quienes ya se les había servido, tragaron apresuradamente la bebida,
mientras que los que aún esperaban que se les sirviera volvieron a guardar su dinero y todos
siguieron a su obispo sin demora de regreso a la capilla. Sin mencionar otra palabra sobre el
incidente, el obispo Hunter continuó con los anuncios de la reunión sacramental. Desde ahí en
adelante, según los miembros del barrio, los jóvenes del Sacerdocio Aarónico nunca más
volvieron a escabullirse de la reunión sacramental.
Muchos años después, cuando Richard Hunter fue obispo, le preguntó a su padre qué
podría hacer para lograr que los jóvenes del barrio asistieran a la reunión del sacerdocio en vez
de quedarse durmiendo en la casa. "Papá me contó que un día, habiendo notado la ausencia de
algunos jóvenes poseedores del Sacerdocio Aarónico, fue con el quórum de presbíteros en
pleno hasta la casa de uno de ellos", recordaba Richard. "El joven en cuestión estaba todavía
dormido en su cama, así que llevaron a cabo la reunión del sacerdocio en su dormitorio. Papá
me dijo que aquel joven nunca más faltó a las reuniones desde aquel día."
La atención que el obispo Howard Hunter demostraba a la juventud incluía a los jóvenes
adultos que cursaban estudios universitarios. Lee, la sobrina de Claire, asistía en 1945 al
Colegio Woodbury, y un grupo de alumnos mormones deseaba organizar allí el Club Deseret,
la asociación de la Iglesia para estudiantes en lugares donde no había un número suficiente de
ellos para que tuvieran un instituto de religión. La universidad no les permitía organizarse
como tal a menos que consiguieran que alguien los patrocinara. Howard Hunter accedió a
auspiciarles y durante todo el año fue a la universidad los miércoles para enseñarles una clase
basada en la obra Jesús el Cristo, de James E. Talmage.
Lee se quedaba frecuentemente con los Hunter, ayudándoles en el cuidado de los niños y
disfrutando de ser parte de la familia. En ocasión de una de tales visitas, Howard hizo los
arreglos para que un joven del barrio la acompañara a un baile de la Iglesia. Llegado el
momento, le pidió a Lee que, aunque aquel muchacho era de baja estatura, no muy buen mozo
y un tanto retraído, fuera al baile con él y lo tratara con amabilidad.
Lee estuvo de acuerdo—y quedó gratamente sorprendida cuando su acompañante,
Richard Harrison Child, resultó ser un joven alto, buen mozo y muy sociable. Howard y Claire
fueron con ellos al baile. Tres años después, siendo que no había un templo en el sur de
California aún, Howard ofició en su casamiento y al día siguiente Claire los acompañó al
Templo de Arizona donde fueron sellados por esta vida y por la eternidad.
Howard fue relevado de su llamamiento de obispo el 10 de noviembre de 1946, al cabo
de seis años y medio de servicio. "Estaré siempre agradecido por ese privilegio y la educación
que recibí durante esos años", dijo. "Fueron años difíciles en cierto modo, particularmente
para Claire, pero ella nunca se quejó y estamos muy agradecidos por los valores que el
llamamiento infundió en nuestra familia.
Joseph A. West, quien había sido obispo de Howard a fines de la década de 1920 en el
Barrio Adams y luego un patriarca en la Estaca Pasadena, dio a los Hunter una bendición
especial cuando Howard fue llamado a ser obispo. La bendición que dio a Howard declaró que
sería "reconocido como un obispo honrado, justo y honorable entre los miembros de su
barrio—y en años por venir esos miembros llegarán a ti con lágrimas en los ojos para
agradecer tus bendiciones, tu mano orientadora y tu desempeño en la obra para la cual has sido
llamado."
Aun décadas más tarde, muchos de los que fueron miembros del Barrio El Sereno
habrían de venir a Howard con lágrimas en los ojos, o le escribirían o llamarían para

57
testificarle que, cuando fue su obispo, verdaderamente había sido una bendición para ellos.
Charles C. Pulsipher, un ex miembro del barrio, mencionó algunos de sus recuerdos en
un artículo publicado por el semanario Church News en 1981, diciendo:
"Como obispo, supo unir a nuestra pequeña congregación en un esfuerzo mancomunado
y nos enseñó a lograr cometidos que parecían inalcanzables. Como miembros de nuestro
barrio, trabajábamos juntos, orábamos juntos y adorábamos juntos al Señor. . . El élder Hunter
nos hizo cultivar huertos en nuestros hogares. Sembramos asimismo un huerto de habas para
el barrio. El vecindario se asombraba ante los resultados de nuestras cosechas. También
tuvimos muchos programas de recaudación de fondos para la construcción de un edificio. No
obtuvimos grandes sumas de dinero, pero el trabajar juntos resultó mucho más benéfico que la
ganancia monetaria."9

Nuevos nombramientos y llamamientos

EL MISMO DÍA en que fue relevado como obispo, Howard recibió el llamamiento para
dirigir el quórum de sumos sacerdotes de la Estaca Pasadena, responsabilidad que requería
"mucho menos tiempo que la de seis años como obispo." Pero como todo otro llamamiento en
la Iglesia, éste era muy importante. Uno de los deberes de los miembros del quórum era visitar
a los miembros de la Iglesia que estuvieran internados en el Hospital General del Condado de
Los Angeles, el cual es uno de los más importantes en todo el país. Todos los jueves, en horas
de la noche, los sumos sacerdotes visitaban a los miembros hospitalizados para darles una
bendición y ayudarles en todo lo que podían.
En 1948, Howard y Claire vendieron su casa en Alhambra y compraron una finca recién
construida en el 940 de Paloma Drive, en Arcadia. La casa tenía una sala, un comedor, un
cuarto de lectura, una cocina, un dormitorio grande para Howard y Claire, y un dormitorio
para cada uno de los hijos. Un pasillo separaba la casa del garaje, y detrás de éste había una
habitación para huéspedes que daba a un patio.
En su nuevo domicilio, los Hunter pasaron a ser miembros del Barrio Las Flores, cuyas
reuniones se llevaban a cabo en el Club de Mujeres de Temple City. A las pocas semanas de
estar asistiendo a esas reuniones, el Club de Mujeres notificó a los líderes del barrio que no
renovaría su contrato de alquiler. Siendo que no existía en la zona otro edificio adecuado, el
obispado decidió construir un salón de clases en un terreno que habían comprado
anteriormente. Se dispuso que, por el momento, el salón no tendría tabiques a fin de que
pudiera utilizarse como capilla y que las diferentes clases debían separarse por medio de
cortinas.
En una reunión realizada tan pronto como se terminó de construir, el obispo anunció que
el salón no iba a ocuparse hasta que no se hubieran pagado todos los gastos pertinentes, y que
mientras tanto las reuniones continuarían llevándose a cabo en salones alquilados. El edificio
se fue construyendo poco a poco en los años subsiguientes—el salón de actividades, los
tabiques entre las distintas clases, la capilla, las antesalas, las oficinas y los demás salones—
con la participación de los miembros en las tareas. Howard y sus hijos dedicaron a la empresa
muchas horas de trabajo en las noches y en días sábado. Ayudaron a colocar el alambre tejido
para el revestimiento en una de las paredes de la capilla e instalaron una parte del enlosado
acústico en el cielorraso del salón de actividades. Cuando el grupo de voluntarios iba pasando
en cadena los azulejos, recordaba Howard, "Richard estaba en el tope de la escalera

58
recibiéndolos." El edificio fue terminado, su costo pagado en su totalidad, y finalmente de-
dicado.
Howard también tuvo una gran satisfacción al terminarse de construir el edificio del
Barrio El Sereno. En 1944, cuando ocupaba su cargo de obispo, se había comprado un terreno
por dos mil dólares. Dos años más tarde, después que los oficiales de la Iglesia le comunicaron
al obispo George W. Rands, el sucesor del obispo Hunter, que no se podría construir allí el
edificio, se le vendió el terreno a la municipalidad de Los Angeles por siete mil setecientos
dólares. Se compró entonces otro terreno en 1947, pero al no ser aprobado por la munici-
palidad, se convirtió en un lote vacío.
Mientras tanto, la Iglesia Congregacional en el sur de Pasadena estaba construyendo un
edificio más amplio y puso para la venta su viejo local. En 1949, la Iglesia hizo los trámites
para comprarlo y procedió a refaccionarlo completamente para satisfacer las necesidades del
barrio. Habiendo sido uno de sus obispos, Howard Hunter asistió, el 15 de febrero de 1950, a
la primera reunión sacramental llevada a cabo allí. Tres meses después, como presidente de la
estaca, había de presidir en la reunión sacramental durante la cual el nombre del Barrio El
Sereno se cambió oficialmente al de Barrio Pasadena Sur.

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59
6
LA VIDA FAMILIAR Y LA PRÁCTICA DE LA
ABOGACÍA

A PRINCIPIOS DE 1940, tanto Howard como Claire—al igual que el resto del país—
estaban muy preocupados por el acelerado aumento de los problemas que afectaban al mundo
a medida que la guerra se propagaba por Europa y el Pacífico. Pero también gozaban de cierta
tranquilidad, después de varios años de dificultades durante la gran depresión económica, al
tener su propio hogar, dos hijos con buena salud y muy dinámicos, una profesión floreciente y
el apoyo y la amistad de los miembros de la Iglesia en su barrio.
Toda esta dicha, sin embargo, se vio amenazada en mayo de 1942 cuando el pequeño
John, quien a los seis años de edad estaba por terminar las clases en el jardín de infantes,
enfermó de gravedad. El médico de cabecera y los facultativos de los departamentos de
salubridad pública de la ciudad y del condado confirmaron el diagnóstico: poliomielitis. En
esos momentos se acercaba ya al período crítico en que la enfermedad podría resultar en
parálisis.
En aquella época, los médicos estaban experimentando con un tratamiento para la
poliomielitis desarrollado por Eli-zabeth Kenny, una enfermera y fisioterapeuta australiana.
Claire, bajo la dirección del médico, comenzó a aplicar el tratamiento, el cual consistía en
mojar una frazada con agua caliente, escurrirla y envolver con ella al niño, cubriéndolo
entonces con una manta seca. Tan pronto como se enfriaba la frazada caliente, debía
cambiársela por otra.
"Los médicos, considerando que John se hallaba en la etapa crítica de la enfermedad y
que estaba recibiendo un tratamiento mejor que el que se le podía brindar en el hospital,
decidieron declarar la casa en cuarentena y dejarlo allí hasta que fuera superada la crisis,"
escribió Howard. "Llevamos a Richard a casa de mi madre y continuamos con el tratamiento
de John a toda hora durante tres días; el médico pasaba a verlo periódicamente para determinar
el progreso y observar las posibles señas de parálisis."
Al cabo de esos días, John empezó a mejorarse por lo que el médico decidió no
internarlo en el hospital. "El Señor contestó nuestras oraciones", indicó Howard, "y aunque
debió quedarse en cama por seis semanas, se recuperó sin ninguna incapacidad permanente."
Mientras John era el centro de atención debido a su problema en su hogar, su hermanito
Richard, de cuatro años de edad, lo era en la casa de sus abuelos—y por causa de una crisis
familiar diferente. Uno de los apartamentos que Will y Nellie Hunter administraban en ese
entonces fue alquilado por la madre de Margaret O'Brien, una popular actriz infantil que era
apenas unos meses mayor que Richard. Los dos niños se hicieron amigos y con frecuencia
jugaban juntos.
En esos días, los estudios cinematográficos Metro-Gold-wyn-Mayer estaban haciendo
pruebas para el reparto artístico de una película con Margaret O'Brien. El director había
probado a varios jovencitos para el papel de compañero de juegos de la niña pero no estaba
conforme con ninguno de ellos. Un día, cuando Richard y Margaret se hallaban jugando, la
mamá de la pequeña actriz le enseñó a Richard algunas líneas del libreto e hizo que las
interpretara. Al parecerle que lo había hecho muy bien, llamó en seguida al director de la
película, el cual accedió a probarlo.
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Nellie llevó a Richard a los estudios, donde el niño trabajó por dos días con el elenco y
el personal técnico. Cuando los agentes de la M.G.M. le dijeron que querían hablar con los
padres acerca de la posibilidad de un contrato artístico, Nellie llamó a Howard y a Claire.
Después de analizar en detalle la situación, decidieron que no querían que su hijo fuera actor
de cine.
"La madre de Margaret se contrarió mucho y mi madre pensó que no estábamos
demostrando ser lo suficientemente agradecidos para con ella después de tanto trabajo y
esfuerzo que había hecho", recordaba Howard, agregando, "pero yo había estado bastante
relacionado con muchas personas de la industria cinematográfica y no me agradaba el
ambiente, así que la vida artística de Richard no duró mucho tiempo."

La vida familiar

Los JÓVENES HUNTER se criaron en un hogar de padres amorosos que supieron


inculcarles los buenos valores, confiarles responsabilidades adecuadas a sus edades y
habilidades, ayudarles a cultivar sus talentos e intereses, y a valorar el concepto de la
tranquilidad y el bienestar.
Claire mantuvo su hogar siempre inmaculado y sus hijos aprendieron desde temprana
edad a tender sus camas y a ordenar sus habitaciones antes de comenzar las actividades del
día. Howard y Claire sabían hablarles y también escucharles. Les establecieron normas y les
hacían saber que esperaban mucho de ellos, no haciéndolo abiertamente ni por coerción, sino
mediante el buen ejemplo, la persuasión y el amor.
"Siempre tuvimos la impresión de que teníamos que alcanzar un cierto grado de
cumplimiento en todo", recuerda Richard, "y que no debíamos hacer las cosas de ninguna otra
manera. Se esperaba que obtuviéramos buenas calificaciones en la escuela, aunque no
comprendo cómo pudimos conseguirlo. Nos enseñaron a responder a la motivación íntima, y
mucho de ello provenía de nuestro padre." Así como el padre había encontrado formas de
ganar dinero cuando niño, también lo hicieron los hijos. En días de verano, solían vender
limonada en el frente de su casa, cuidaban niños del vecindario, repartían diarios temprano en
las mañanas y también vendían emparedados en el Desfile de las Rosas en Pasadena. Sendo
que Howard se iba temprano a su oficina y regresaba tarde en la noche, era Claire quien, por
lo general, les alentaba ayudaba en tales tareas.
John y Richard aprendieron a orar desde que fueron ¡pequeños y recuerdan que uno de
sus padres se sentaba siempre junto a ellos cuando se arrodillaban. Durante la cena o al
acostarse, Howard les contaba acerca de sus antepasados y en cuanto a su propia niñez en
Boise.
En especial, a los pequeños les gustaba que les contaran sobre el crucero al Oriente.
"Papá, cuéntanos de cuando fuiste en aquel viaje", le decían, y entonces él los complacía
describiéndoles detalladamente los lugares exóticos que había visitado. Sus experiencias les
parecían tomadas de cuentos tales como Las Mil y Una Noches, excepto que estas historias
eran mejores porque realmente habían sucedido.
Una de los relatos preferidos de Richard era de cuando su padre había comprado un
mono durante el viaje. "Papá pensó que sería una linda mascota", recordaba, "pero cuando
tuvo que encerrarse en su camarote para dormir, se dio cuenta de que el animalito hacía mucho
ruido y tenía mal olor. Un día, al entrar en su camarote, vio que el mono le había abierto el

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equipaje y esparcido su ropa por todos lados. El mono pasó a la historia, pero nunca logramos
que papá nos dijera qué sucedió con él."
Mucho antes de que la Iglesia adoptara formalmente el día lunes para la noche de hogar,
los Hunter habían designado esas horas para su familia. A los hijos se les encargaba una parte
de las lecciones y se llevaba un registro de las actividades. A veces tenían juegos como familia
o visitaban algún lugar especial. En ocasiones participaban juntos en diversos programas y
solían ir al parque Knott's a comer pollo. Los domingos en la noche acostumbraban a preparar
palomitas de maíz y a sentarse en torno a la radio para escuchar sus programas favoritos.
Tanto John como Richard recuerdan con alegría las veces que su padre preparaba una
bebida refrescante de hierbas en una vasija enorme y la embotellaba para almacenarla en el
sótano—y en particular, cuando las botellas explotaban. Recuerdan las reuniones familiares en
la casa de la abuela Jeffs, todos los años en el Día de Acción de Gracias. En la Nochebuena, se
quedaban en su hogar y cantaban villancicos, con el acompañamiento de su padre al piano o al
clarinete. Entonces Howard procedía a abrir la Biblia y les leía el segundo capítulo de Lucas.
El día de la Navidad iban a cenar al hogar de los abuelos Hunter y a intercambiar regalos con
la familia de Dorothy. En la víspera del Año Nuevo, Howard y Claire iban a fiestas de la
Iglesia o en casa de sus amigos. Y en la mañana del Año Nuevo la familia en pleno asistía al
Desfile de las Rosas en Pasadena, llevando consigo dos escaleras de tijera y una tabla que
colocaban entre ellas para sentarse y contemplar el desfile por sobre la multitud.
Cuando sus hijos eran pequeños, los viajes en avión empezaron a hacerse populares y
Howard los llevaba hasta el aeropuerto para que vieran cómo despegaban y aterrizaban los
aviones. Tiempo después, los tres fueron interesándose en armar trenes de juguete y por poco
cubrieron el cuarto para huéspedes con vías instaladas sobre grandes tablas de madera
prensada montadas sobre caballetes.
"Uno de nuestros pasatiempos predilectos", dijo Howard, era ir hasta el patio de
maniobras ferroviarias que estaban cerca de la estación del ferrocarril Southern Pacific, en
Alhambra, para sacar ideas de cómo instalar nuestros conmutadores y otros equipos." Cuando
no lograban entender cómo instalar las bombas de aire en sus modelos, iban hasta las vías de
maniobras y se fijaban debajo de los trenes.
Cuando Howard fue llamado como presidente de la Estaca Pasadena, debieron
abandonar ese pasatiempo y la habitación para huéspedes se preparó para hospedar a las
Autoridades Generales que iban de visita a la estaca. "Fue para nosotros un momento muy
triste cuando tuvimos que desmantelar nuestro ferrocarril", comentó. Howard guardó las
locomotoras y los vagones en un depósito, hasta que en 1968, John y Richard, que para
entonces tenían hijos propios, se repartieron los distintos componentes de modo que cada uno
de ellos pudiera tener una parte del sistema ferroviario que habían ayudado a construir cuando
eran niños.
En el verano de 1951, John y Richard tomaron lecciones de salto ornamental en el
Colegio de la Ciudad de Pasadena, las cuales enseñaba Colleen Fíutchins, quien era miembro
de su estaca y habría de ser coronada Miss América en el otoño de 1952. Al año siguiente, los
Hunter construyeron una piscina en el patio trasero donde hasta entonces habían tenido una
cancha de badminton. Los muchachos ayudaron a su padre a diseñar y construir una caseta de
cuatro cuartos—dos de vestir, uno para el equipo de mantenimiento y el calentador, y uno en
el que Howard podía guardar sus herramientas y sus implementos para tallar madera.
El patio que había entre la casa y la piscina, con un asador empotrado, constituía un
lugar ideal para que los jóvenes pudieran recibir a sus amigos, y aun los nuevos cuartos de la

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caseta podían utilizarse como habitaciones para huéspedes.
Recordando cuán importante había sido la música en su propia niñez, Howard dispuso
que sus hijos tomaran clases de piano tan pronto como tuvieran la edad suficiente. Cuando se
sentaban a practicar, Howard los ayudaba con las notas, el ritmo, el compás, y aun les daba
algunas lecciones. Pero con el tiempo, dijo, "el esfuerzo requerido para lograr que estudiaran
fue más de lo que yo tenía la paciencia para soportar, así que las lecciones de música quedaron
suspendidas por unos dos años." Los jóvenes aprendieron a tocar otros instrumentos en la
escuela. Por un tiempo, John tocó el violonchelo hasta que un día se le dañó en un accidente
cuando lo llevaba en su bicicleta de la escuela a su casa.
Howard solía sentarse al piano y tocar algunas de las canciones populares de la época en
que actuaba con orquestas en los bailes. Y a veces, en reuniones con sus amigos, alguno le
llevaba un clarinete y le decía, "Aquí tienes, prueba éste." De acuerdo con Richard, "tocaba
muy bien el clarinete. Era bueno—era muy, muy bueno."
A Howard le gustaba escuchar música clásica y adquirió una impresionante colección de
discos. Con Claire y con sus hijos acostumbraba asistir a muchos conciertos en la región de
Los Angeles. Cierta vez, después de un concierto en el Hollywood Bowl del renombrado
pianista Arturo Rubinstein, la familia Hunter logró saludar al artista detrás del escenario.

Viajes y vacaciones

DURANTE EL VERANO, Howard y Claire acostumbraban alquilar una casa en la isla


Balboa, frente a la costa de Newport Beach. Uno de los clientes de Howard les permitió una
vez quedarse por dos semanas en su yate, el cual estaba amarrado en el Club de la Bahía
Balboa. Pero, aunque había ido a la playa muchas veces con Claire durante su noviazgo, a
Howard no le agradaba mucho pasar sus vacaciones en ese lugar, así que mientras su familia
se quedaba nadando y tostándose al sol, en los días de entre semana él prefería ir a trabajar a
su oficina en el centro de Los Angeles.
En julio de 1947 la familia viajó a Utah a fin de presenciar las celebraciones con motivo
del centenario de la llegada de los pioneros mormones al Valle del Lago Salado. En 1949 via-
jaron a lo largo de la costa del Pacífico hasta Victoria y Van-couver, Columbia Británica,
Canadá, haciendo escalas en San Francisco, California, y en Portland, Oregón. De noche se
quedaban algunas veces en un hotel y otras dormían al aire libre bajo las estrellas, con lo cual,
según cuenta Richard, Claire "demostraba ser muy tolerante." Cierta noche acamparon cerca
de una ciénaga y Richard despertó con el cuerpo cubierto de picaduras de mosquito. John, por
su parte, recuerda que en otra ocasión habían oído unos ruidos extraños durante toda la noche
y, en la mañana, se dieron cuenta de que su campamento estaba prácticamente rodeado de
ciervos.
Tres años después, la familia Hunter pasó sus vacaciones en Canadá, viajando a través
de los estados de Nevada y de Idaho. Desde la época en que se estableció en California,
Howard había visitado la ciudad de Boise una sola vez, en 1930. En esta ocasión pudo
mostrarles a Claire y a sus hijos los lugares que recordaba de su niñez: el hogar en el cual
nació y las otras casas en las que había vivido su familia, las lagunas donde tantas veces había
ido a nadar, el club de golf en el cual había sido caddy, las escuelas a las que había asistido y
los lugares donde había trabajado, y la granja de su tío en Melba. "Todo esto era para mí tan
interesante como lo había sido cuando era niño", escribió Howard. En el viaje, la familia pudo

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visitar los templos de Cardston, en Canadá, de Idaho Falls, en Idaho, y de Logan, en Utah, y
en cada uno de ellos Howard y Claire aprovecharon la oportunidad para participar en las
sesiones mientras que los jóvenes efectuaron algunos bautismos.
Hasta la fecha en que se terminó de construir y se dedicó el Templo de Los Angeles en
1956, las estacas en el sur de California pertenecían al distrito del Templo de Arizona. Howard
y Claire fueron muchas veces a Mesa, donde se halla el mismo, en excursiones del barrio y de
la estaca para participar en la obra del templo. "Por lo general viajábamos los viernes en la
noche y asistíamos a dos sesiones al día siguiente", escribió Howard. "Regresábamos a casa
los sábados de noche o a veces nos quedábamos en Arizona hasta el domingo, asistíamos a las
reuniones de la Iglesia en horas de la mañana, y emprendíamos el regreso en la noche."
También solían ir al Templo de St. George, en Utah, y algunas veces llevaban consigo a sus
hijos, quienes efectuaban bautismos por los muertos.
Cuando John y Richard participaban en el programa Scout, sus padres les ayudaban a
lograr sus especialidades. Para conseguir la de campamento, John tenía que dormir al aire libre
durante cincuenta noches, y Howard recuerda que su hijo "ya había dormido varias veces bajo
las estrellas en diferentes ocasiones con los scouts o en actividades para padres e hijos, pero
aún le faltaban muchas noches para completar las cincuenta que se requerían." Ese año, padre
e hijos fueron a acampar con marcada frecuencia. Un lugar predilecto para ellos era el Jardín
Botánico de Los Angeles, a poca distancia de su hogar en Arcadia, el cual tiene un lago
rodeado de una densa fronda similar a una jungla que sirvió de escenario para algunas
películas de Tarzán.
Una noche inolvidable para ellos fue cuando viajaron al desierto Mojave, al que llegaron
después del oscurecer, y no demoraron en acostarse en sus bolsas de dormir. "En plena
noche", escribió Howard, "nos despertó el silbido aturdidor de una locomotora que se acercaba
encegueciéndonos con sus potentes luces. El terror nos dejó como petrificados al ver que el
tren corría veloz hacia nosotros, cuando de pronto viró hacia la izquierda pasando a nuestro
lado como con un rugido." ¡Habían acampado nada menos que junto a una curva de las vías
del Ferrocarril Santa Fe! En su historia, Howard termina diciendo: "Aunque disfrutamos
mucho de tales actividades, fue un verdadero alivio cuando completamos las cincuenta
noches."
En 1951, John y sus compañeros del grupo de Exploradores navegaron durante nueve
días en balsas de goma, en un trayecto de unos 145 kilómetros por el río Rogue, en Oregón,
siendo ésa la primera vez que alguien lo hacía en ese tipo de embarcación.
Tres años más tarde, los jóvenes scout decidieron repetir la aventura utilizando canoas.
Howard, John y Richard construyeron una en el patio de su casa, cortando a medida las
maderas en el taller que tenían en la caseta de la piscina. Las canoas eran plegadizas, de modo
que pudieran transportarse con facilidad. Los scouts y sus instructores solían participar los
sábados en prácticas de remo en el estuario del río Los Angeles, cerca de Long Beach.
Todo anduvo bien en ese viaje, el cual les llevó dos semanas en Oregón, hasta el
momento en que el grupo llegó a una enorme cascada y decidieron continuar a través de ella
en lugar de evitarla cargando las embarcaciones por tierra. En la canoa delantera, Howard y
Richard se prepararon para el zarandeo, cuando de pronto empezaron a ganar velocidad.
Richard perdió su sombrero y, al tratar de recogerlo, soltó su remo, causando que la canoa
cayera hacia atrás por la cascada.
Salieron ilesos del aprieto, pero un poco más tarde, al lanzarse por otro salto de agua, se
les dio vuelta la embarcación. Howard consiguió llegar a salvo a la orilla, pero Richard quedó

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atrapado debajo de la canoa. Por fin alguien logró alcanzarle una cuerda y rescatarlo. "Aquélla
fue una aventura realmente espeluznante", comentó.
El viaje tuvo que acortarse debido a que perdieron la mayoría de sus provisiones, así que
empacaron sus canoas y lo que les quedaba de sus víveres y comenzaron a caminar por el
desierto. Esa noche, cuando acamparon en un arenal, Howard les relató la historia de Job.
Tanto John como Richard recibieron su reconocimiento de Scout Águila y obtuvieron
asimismo sendos honores en la escuela. John jugó en el equipo de basquetbol de la secundaria,
representó a su escuela en la agrupación conocida como el Estado de la Juventud de
California, en la que recibió premios en deportes y fue elegido asambleísta, ocupando el cargo
de presidente del Club de Colegiaturas. Richard, por su parte, se distinguió en dialéctica y
participó en competencias a nivel del estado y local; asimismo, tomó parte en atletismo y en
basquetbol.
Después de graduarse de la secundaria, ambos hermanos asistieron a la Universidad
Brigham Young, donde se destacaron en sus estudios y ocuparon cargos administrativos en
asociaciones estudiantiles. Tras dos años en la universidad, cada uno de ellos sirvió como
misionero en la Misión Australiana del Sur, John desde 1956 y Richard desde 1958.

Esposa, madre y ama de casa

LAS FUNCIONES DE esposa y de madre fueron siempre algo muy serio para Claire.
De acuerdo con una de sus nueras, tenía tres intereses particulares: Howard, sus hijos, y la
Iglesia. Aunque muy discreta y reservada en presencia de otros, era muy diligente en el
cuidado de su familia.
Claire ayudaba a sus hijos en las tareas escolares y en la preparación de los discursos
que daban en la Iglesia. Cuando estaban en la secundaria, asistían a dos colegios diferentes, así
que ella iba a buscarlos después de las prácticas y de otras actividades. Los alentaba en
competencias deportivas y de oratoria y le agradaba que los amigos de sus hijos les visitaran,
asegurándose de que la parrilla estuviera siempre preparada para los asados en el patio y que
hubiera bastante helado en el congelador.
"Ha sido siempre mi mayor ambición", comentó durante una entrevista para la revista
Improvement Era, "el ser una buena esposa, una buena ama de casa y verdaderamente una
buena madre. Siempre he pensado que si lo conseguía, habría cumplido mi misión en la tierra.
Hemos trabajado arduamente para que nuestros hijos se mantengan activos en la Iglesia y
juntos hemos pasado momentos maravillosos. Con frecuencia debí participar con ellos en sus
programas scout porque Howard no siempre tuvo el tiempo para acompañarles." 2
Con los años, sus hijos fueron haciéndose cada vez más independientes y Claire pudo
entonces disfrutar de otras actividades de mayor interés personal, por lo general con sus
vecinas miembros de la Iglesia. Cuando la familia de Loraine Major construyó una piscina en
el patio de su casa, Loraine, Claire y Leda Duncomb contrataron a una instructora de la
Asociación Cristiana Femenina para que les enseñara a nadar. Cierta vez cuando Loraine
parecía estar hundiéndose en el agua y gritó pidiendo auxilio, Claire le respondió: "¡Sigue
braceando, sigue braceando!", frase ésta que bien podría describir su propia existencia.
Claire acostumbraba a coser su propia ropa, logrando perfeccionar su habilidad para ello
mediante una clase de costura que tomó junto con Leda y Loraine. Como era alta y elegante,
prefería que sus vestidos fueran tanto clásicos como de moda. Una vez le hizo un hermoso

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vestido de terciopelo negro a Nan, su nuera, y Kathleen, la hija de ésta, aun pudo usarlo
después de 1990.
Otro de los intereses personales de Claire era la decoración de interiores. Había planeado
meticulosamente el decorado de su hogar y se esforzaba por encontrar el mueble u ornamento
adecuado para cada lugar. Ella y su amiga Alicebeth Ashby solian ir a las tiendas de
antigüedades y a los remates en procura de platos de cristal tallado para sus colecciones. Pero
aunque prefería cosas de buena calidad, Claire fue siempre muy mesurada en sus compras.
Richard recuerda que una vez, al volver de la universidad, encontró a su madre en la cocina
cortando cupones de descuento antes de comprar comida y suministros para el hogar. Y
cuando estaban preparándose para trasladarse a Utah, Claire se las ingenió para empaquetar
todo ella misma a fin de ahorrar dinero en la mudanza, y con ese dinero se compró el reloj
pulsera que necesitaba.
A Claire le agradaba mucho la lectura y tenía mucha curiosidad en cuanto a lo que
pasaba en el mundo. Un verano, viajó con una amiga en una excursión de dos meses auspicia-
da por la Universidad Brigham Young y visitaron Italia, la Riviera francesa, Suiza, Francia,
Bélgica, Holanda e Inglaterra. Durante ese tiempo, Howard, John y Richard fueron marcando
todas las noches su itinerario para saber dónde se encontraba y qué lugares visitaba en esos
momentos. Claire tomó también clases en el Colegio Universitario de la Ciudad de Pasadena y
en los tres semestres de su curso recibió las calificaciones más altas.
Demostrando marcado interés en el evangelio, Claire estudiaba mucho las Escrituras y
otros libros de la Iglesia y adquirió un amplio conocimiento de los principios del evangelio.
Desde que recibió su primer llamamiento a los dieciséis años de edad, siempre tuvo cargos en
la Iglesia. Fue maestra de las Espigadoras en la Mutual y oficial y maestra en la Primaria y en
la Sociedad de Socorro. Le gustaba mucho trabajar con su esposo en la obra genealógica y
conservaba álbumes de recortes acerca de las actividades en que participaban sus hijos.

Los intereses de Howard en la


abogacía y los negocios

DESPUÉS DE RECIBIRSE de abogado y de pasar el examen de la barra, Howard


decidió especializarse en leyes pertinentes a las corporaciones y el comercio, y en asuntos
testamentarios. Intervino en cuestiones legales en favor de diversas corporaciones como así
también de muchas personas y al poco tiempo comenzó a recibir nombramientos para integrar
los directorios de varias compañías a las que representaba. En el transcurso de algunos años
habría de formar parte de los directorios de más de dos docenas de compañías, entre ellas
Thriftway, Inc., Carts Incorporated, Aircraft and Marine Incorporated, J.N. Stevens, Inc.,
Devey Manufacturing Company, Vetric, Inc., Metal Specialties Company, Ensign Industries,
Hollywood Trophy Company, the Presidential Company, Domínguez Water Company, Task
Corporation, Silliman Memorial Hospital, y Los Angeles Trust Deed and Mortgage Exchange.
En julio de 1944 recibió una de sus asignaciones más interesantes—y por cierto la más
perdurable. En la época en que California era todavía territorio mexicano, el gobierno de
México le había concedido a un tal Manuel Domínguez una propiedad conocida como el
Rancho San Pedro, que abarcaba las actuales ciudades de San Pedro y de Wilmington, como
asimismo una parte de Torrance, otra de Compton y de Signal Hill, en Long Beach, donde
años más tarde habrían de descubrirse abundantes yacimientos de petróleo. De acuerdo con las

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condiciones del testamento de Domínguez, esas tierras tenían que distribuirse, después de su
fallecimiento, entre sus cinco hijas, por lo cual se organizaron sendas compañías para
administrar y recibir los títulos correspondientes a cada una.
James P. Bradley, de quien Howard alquilaba su oficina, era casado con una
descendiente de Domínguez y dirigía una de esas compañías, la Watson Land Company.
Howard entonces administraba los asuntos legales de la misma, cuyas posesiones incluían
refinerías petroleras, amplios edificios industriales y otras propiedades. El 14 de julio de 1944
pasó a integrar el directorio. Al recomendarlo, dos miembros de la familia Watson indicaron
en una carta que "el señor Hunter es un hombre muy capaz y. . . muy justo."
Hasta el momento en que, al recibir su llamamiento en el Quórum de los Doce
Apóstoles, dio por terminada su práctica como abogado, Howard W. Hunter continuó
atendiendo los asuntos legales de la compañía e integró su mesa directiva hasta 1994. 3 En
febrero de 1958 fue nombrado miembro del directorio de la compañía de seguros Beneficial
Life en Salt Lake City, de la que continuó siendo parte después de ser llamado como apóstol.
En 1968 pasó a ser el director del comité ejecutivo y en 1984 se lo eligió presidente del
directorio.
Uno de sus clientes era Gilíes DeFlon, quien se dedicaba a la compra y venta de
propiedades, las que con frecuencia eran apropiadas por el gobierno por falta de pago de
impuestos. Howard le hacía los trámites legales para la certificación de títulos y con el tiempo
se hicieron socios en la compañía; Howard se encargaba de todos los asuntos legales y Gilíes
DeFlon administraba los negocios. Ambos cultivaron una enorme confianza mutua y algunos
de sus contratos se llevaban primeramente a cabo por medio de un simple compromiso verbal.
Entre las compañías que organizaron estaban la Corporación Petrolífera Sisar, que operaba
varios pozos petrolíferos, y la Corporación Rancho Brea, un negocio de casas rodantes.
También compraban y vendían ganado y, de acuerdo con Richard, su padre "llegó a ser un
verdadero experto en la compra, la alimentación y la venta de ganado."4 Una de sus mayores
inversiones fue en la compra de una hacienda cerca de la localidad de Promontory, en Utah.
Después de la muerte del Sr. DeFlon, su hijo James pasó a ser el socio de Howard en la
administración de la propiedad, la cual continuaba progresando en la década de 1990.
Howard siempre tuvo fe en la bondad natural de la gente y confiaba en ella en sus
negocios, pero a veces se vio defraudado. En cierta ocasión le vendió una propiedad en el
desierto a una persona a quien había conocido por mucho tiempo. Antes de cerrar el trato, su
cliente le informó que tenía ya un comprador para ese terreno y otro adyacente al mismo.
Siendo que ya lo conocía desde hacía tanto tiempo, Howard convino verbalmente en venderle
la propiedad, por la cual debía pagarle con el dinero que recibiría de la consiguiente venta.
Después de haber cobrado su dinero, el hombre en cuestión rehusó pagarle a Howard diciendo
que la deuda ya había sido saldada anteriormente. Y a raíz de que no tenía un contrato
firmado, Howard no pudo demostrar lo contrario.
Con genuino pesar, Howard entabló pleito y el dictamen del jurado fue en su favor. "De
esa experiencia", dijo, "aprendí que no se debe confiar en los acuerdos verbales ni en la pa-
labra del prójimo. Sin embargo", agregó sin vacilar, "a pesar de esa lección, prefiero no
aceptarla."
En 1990, John S. Welch, un miembro de la Iglesia y abogado de renombre en Los
Angeles, describió de esta manera el trabajo de Howard en la abogacía:
"En la época en que trabajaba como abogado, Howard Hunter también sirvió en todo
momento como líder y consejero espiritual. A él nunca le pareció necesario hacer una sepa-

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ración entre los dos campos de servicio. Como resultado de ello, dedicaba mucho tiempo a
prestar ayuda legal gratuita y a menudo ni enviaba la cuenta siquiera por los costos que él
mismo había pagado de su bolsillo.
"Algunos antiguos residentes de Pasadena todavía lo recuerdan como su amigo, asesor y
consejero, y como un pro-fesional que estaba más interesado en ayudar a la gente que en
recibir remuneración alguna por ello. Intervino en muchos casos de adopción, pero
mayormente para beneficio de aque-llos que anhelaban tener hijos pero no podían pagar los
servicios de un abogado. Su recompensa era contribuir a la felicidad de aquellos padres
adoptivos y encontrar un hogar adecuado para esos niños que, de otra manera, quizás nunca
habrían tenido tal oportunidad."
Sus colegas en la jurisprudencia respetaban mucho a Howard por su sagacidad, su
habilidad para simplificar hasta lo esencial todo problema legal y su destreza para comuni-
carse con el juez y el jurado en forma clara, concisa y persuasiva. "En cierto caso", recuerda su
hijo Richard, presentó al tribunal la demanda de un agricultor que perdió su cosecha de
tomates por efecto de la fumigación indebida en un campo vecino al suyo. Al segundo día del
juicio, y como consecuencia de la excelente presentación hecha por mi padre, los doce abo-
gados defensores ofrecieron una considerable indemnización, la que fue aceptada por su
cliente."
En 1989, el élder Cree-L Kofford, de los Setenta, abogado y ex presidente de la Estaca
Pasadena, dijo: "Podemos estar seguros de que Howard W. Hunter era un abogado de éxito en
asuntos de negocios y de corporaciones. Pero también hay quienes afirman que, ante todo y
por sobre todo, fue un 'abogado del pueblo, porque siempre dedicó tiempo e interés personal
para ayudar a la gente a solucionar sus problemas."
Desde muy temprano en su carrera, Howard consideró que la integridad era algo
esencial en todo aspecto de la vida. En enero de 1945, él y otros tres amigos que eran hombres
de negocios fueron a Twentynine Palms, una localidad al este de Los Angeles, a pasar un fin
de semana durante el cual dialogaron sobre el tema del éxito y qué habían hecho para lograrlo
aquellos hombres a quienes se les consideraba exitosos. "Ese fue un fin de semana muy
provechoso", escribió Howard Hunter en su historia personal, "y dio origen a un plan de
pensamiento y acción por el que siempre he estado agradecido." En el transcurso de los tres
años siguientes, los "Genios Maestros", como decidieron llamarse a sí mismos, se reunieron
con regularidad para estudiar la filosofía del éxito en base a la obra Think and Grow Rich
(Piense y Enriquézcase), escrita por Napoleón Hill.
Una de las recomendaciones del autor del libro es que una persona de éxito debe tener
en su vida una meta que pueda definirse en una breve declaración escrita. Los miembros del
grupo dispusieron que cada uno debía escribir su propia declaración. "Nunca imaginé cuán
ardua iba a ser la tarea hasta que tuve que intentarlo", recordaba Howard. "Después de escribir
y de hacer pedazos tantos enunciados por pare-cerme muy extensos y complicados, logré al fin
organizar mis pensamientos y escribir esta declaración:
"'MI PROPOSITO ES encontrar placer y felicidad en la vida al procurar todo lo que sea
bueno y digno, a fin de lograr conocimiento y sabiduría a medida que pasen los años; planear
con cuidado mi tiempo para no malgastarlo; proveer a mi familia los beneficios de la
educación, el esparcimiento y los viajes; vivir la vida en base al Evangelio de Jesucristo;
administrar mi profesión de modo que me produzca un ingreso adecuado para facilitar a mi
familia las cosas necesarias y las mejores ventajas posibles; e invertir una porción de dicho
ingreso a fin de proveerme de medios para mi jubilación.'"

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El 22 de febrero de 1946, el grupo de amigos viajó hasta el cercano monte Wilson para
estudiar y compartir entre sí sus declaraciones. "Desde aquel momento", dijo, "siempre he
procurado concentrar mi vida en estas cosas, esforzándome constantemente en lograr ese
propósito."
A veces, siendo ya una de las Autoridades Generales de la Iglesia, ha citado una
declaración de Napoleón Hill que resume lo que es su propia filosofía en cuanto a las cosas
que son realmente importantes en la vida: "La riqueza no siempre se mide con el dinero. Para
algunos, la riqueza puede evaluarse sólo en base a amistades perdurables, la feliz relación
familiar, el entendimiento entre socios en un negocio o la tranquilidad que únicamente se
consigue de los valores espirituales."
La reputación que Howard W. Hunter ha tenido como abogado competente y equitativo
fue reconocida en 1948 cuando uno de sus colegas quiso recomendarlo al gobernador de
California para llenar una vacante en uno de los tribunales de justicia de ese estado, pero
Howard rehusó la oportunidad. "Yo estaba feliz con mi profesión", dijo, "y además, quería
tener la libertad para trabajar en la Iglesia y cumplir con mis propios intereses."

http://bibliotecasud.blogspot.com/

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PRESIDENTE DE LA ESTACA PASADENA

PARA HOWARD HUNTER y su familia, durante las décadas de 1940 y de 1950, el sur
de California era un lugar admirable y deslumbrante. En sus ciudades y alrededores se
establecieron millones de personas atraídas por las posibilidades de trabajo en el ambiente
educacional, en diversas industrias, en el mundo artístico, en la medicina, en la construcción,
en la ciencia y en el gobierno.
La primera autopista, llamada Arroyo Seco Parkway (más adelante denominada
Autopista Pasadena), se terminó de construir en 1940 a lo largo del cauce seco de un río entre
Los Angeles y Pasadena. Diez años más tarde, las autopistas de ese tipo cubrían ya la región,
conectando entre sí casi todas las comunidades del sur de California y entretejiendo sus
límites, a medida que por todos lados fueron surgiendo nuevas casas, edificios comerciales y
públicos, almacenes, centros mercantiles y campos de golf.
Cierto escritor observó: "Se edificaron nuevas ciudades y se desarrollaron grandes obras
de urbanización. Una de ellas abarcó tres mil acres y habría de alojar a unas setenta mil per-
sonas. Iniciado el proyecto, preparaban el cimiento de una vivienda cada quince minutos,
comenzaban la construcción de cien casas diarias y, hacia fines de la década de 1950,. se
vendieron 105 casas en un solo día. Para 1960, el lugar era ya una parte integral de la comarca
sin que se percibiera ningún espacio despoblado entre los barrios del panorama urbano."1
La población de la ciudad de Los Angeles aumentó de un millón novecientos mil en
1950 a dos millones cuatrocientos mil en 1960, en tanto que la del condado del mismo nombre
se elevó desde los dos millones setecientos mil a más de seis millones en esa década. Entre los
que contribuyeron a ese crecimiento había muchos miembros de la Iglesia.
La primera estaca en California, la Estaca Los Angeles, se organizó en 1923, y para
1950 existían ya diez estacas en esa zona metropolitana. Uno de los lugares de más rápido
desarrollo era en los alrededores de Pasadena, donde en 1936 se formó la estaca del mismo
nombre al dividirse la de Hollywood.2 Tres años más tarde, se delinearon nuevamente sus
límites, asignándose algunos de sus barrios a la nueva Estaca San Fernando y transfiriéndose a
la Estaca Pasadena varios barrios y ramas de las estacas Los Angeles Sur y San Bernardino.
En 1950, la Estaca Pasadena contaba con más de nueve mil miembros.
En ocasión de una conferencia de estaca el sábado y domingo 25 y 26 de febrero de
1950, se encomendó a los élderes Stephen L. Richards y Harold B. Lee, del Quórum de los
Doce Apóstoles, una nueva delineación de la Estaca Pasadena. Cerca de la medianoche del
sábado, al cabo de una serie de entrevistas y después de la reunión del sacerdocio de la estaca,
ambas Autoridades Generales pidieron hablar con Howard W. Hunter y con Fauntleroy L.
Hunsaker, quien había sido el primer consejero en la presidencia de la estaca, y los 11a-maron
como presidente de la Estaca Pasadena y la Estaca Los Angeles Este, respectivamente.
Howard comentó más ade-lante, "Nos dijeron que fuéramos a nuestros hogares, tomáramos
unas horas de sueño y que les llamáramos a las seis de la mañana siguiente y les informáramos
a quienes recomendaríamos como consejeros. Esa noche no pude dormir. El llamamiento era
abrumador. Claire y yo hablamos por largo tiempo sobre el particular."
El domingo, temprano en la mañana, llamó a las Autoridades Generales y recomendó a
Daken K. Broadhead y A. Kay Berry como sus consejeros.3 Unas pocas horas más tarde, la

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estaca fue dividida y se sostuvo a las nuevas presidencias durante la sesión matutina de la
conferencia, la cual tuvo lugar en el auditorio de la Escuela Secundaria de Monrovia.
La nueva Estaca Pasadena tenía seis barrios y 4.482 miembros y abarcaba una distancia
de más de treinta kilómetros, desde el este de la ciudad hasta el límite del Condado de San
Bernardino. William A. Pettit, quien precedió a Howard como presidente de la estaca, escribió
lo siguiente en la historia de la misma:
"El presidente Hunter asumió la responsabilidad de la Estaca Pasadena en los albores de
la era electrónica y a principios de la explosión demográfica. Una extensa obra de
construcción de viviendas estaba facilitando el influjo de grandes números de miembros a los
barrios y las nuevas industrias atraían a mucha gente capacitada y de gran talento adminis-
trativo. Como resultado de ello, fueron colmándose los edificios de los barrios y de la estaca
hasta el punto de que las reuniones de estaca no podían llevarse a cabo en ninguna de sus
capillas. El auditorio de la Escuela Secundaria de Monrovia no era ya lo suficientemente
adecuado para realizar allí nuestras conferencias. A raíz del número de miembros, los barrios
debieron dividirse."4
Tal como lo había hecho diez años antes cuando era obispo, Howard se dio
inmediatamente a la tarea de la evaluación y la reorganización. Se dividieron entonces dos de
los seis barrios de la estaca y se llamó y apartó a muchos nuevos líderes. En mayo, al llevarse
a cabo la siguiente conferencia, manifestó que la Estaca Pasadena estaba ahora bien organi-
zada y establecida.
La autoridad visitante en esa conferencia fue el élder Marión G. Romney, quien entonces
era Asistente del Quórum de los Doce, a quien se le invitó que se hospedara con la familia
Hunter.
"Yo estaba muy nervioso y atemorizado al tener que dirigir mi primera conferencia de
estaca", confesó Howard. "Tambien Claire estaba nerviosa porque nunca antes habíamos
tenido la compañía de una Autoridad General en nuestro hogar, y ella quería asegurarse de que
todo saldría bien. El hermano Romney viajó en tren y fui a la estación del Este de Los Angeles
a esperarlo. Tan pronto como subimos a mi automóvil y empezamos a hablar, su personalidad
amable me hizo sentir muy cómodo... Pensé que había yo encontrado un amigo comprensivo."
Ambos descubrieron tener mucho en común, porque el presidente Romney había sido
obispo y presidente de estaca y también había luchado para recibirse de abogado y establecer
su profesión mientras criaba a su familia. La amistad que nació entre ellos ese día habría de
desarrollarse y fortalecerse con el tiempo, particularmente al compartir más tarde veintinueve
años de servicio en el Consejo de los Doce. Durante los nueve años y medio en que fue
presidente de estaca, Howard hospedó a la mayoría de las Autoridades Generales de esa
época, estableciendo con cada una de ellas una gran amistad.
Poco tiempo después de ser sostenido como presidente de estaca, Howard W. Hunter se
reunió con sus consejeros y el sumo consejo para estudiar la forma en que habrían de acre-
centar la espiritualidad de los miembros. Una de las determinaciones que adoptaron fue la de
recalcar la importancia de la noche de hogar para la familia. "Mi interés era poder desarrollar
un programa familiar en el hogar que se llevara a cabo en la misma noche de la semana en
toda la estaca", explicó.
Después de deliberar y estudiar las cosas en detalle, los líderes de la estaca sugirieron
que se dedicara la noche del lunes para el plan y que, como dijo el presidente Hunter, "no
hubiera ninguna otra actividad que fuera incompatible con el programa de esa noche sagrada."
Quince años más tarde, en 1965, se designó oficialmente la noche de todos los lunes como la

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noche de hogar para las familias de toda la Iglesia.

Métodos innovadores de colectar fondos

CON EL RÁPIDO aumento de la población de la Iglesia en el sur de California, a los


miembros se les pedía con frecuencia que hicieran contribuciones para respaldar los
programas de construcción de barrios y estacas, además de otros a nivel regional. El primero
de estos pedidos en la época en que Howard W. Hunter fue presidente de la estaca, tuvo lugar
el sábado 10 de junio de 1950, a menos de cuatro meses de haber sido llamado como tal. En
un telegrama que recibió del élder Henry D. Moyle, del Quórum de los Doce, se le invitó,
junto con los otros nueve presidentes de estaca del sur de California, a una reunión especial en
Los Angeles.
"No sabíamos a qué se debía tal emergencia", recordaba Howard, "pero cuando llegamos
al lugar de la reunión, el élder Moyle nos informó que la Iglesia le había comprado a los
herederos de Ellsworth Statler la finca de Louis B. Mayer, de 503 acres, en Perris, California,
por la suma de $450.000." El élder Moyle les indicó que la Iglesia estaba dispuesta a venderles
la propiedad a las estacas por el mismo precio, a condición de que hicieran una entrega inicial
de $100.000 y que pagaran el saldo en un plazo de cinco años.
Los diez presidentes de estaca estudiaron la propuesta en pocos minutos y le informaron
que para colectar los fondos para la entrega inicial necesitarían seis meses. Esto no le pareció
razonable al élder Moyle. "Su opinión fue que si no lográbamos recaudar ese dinero en un
mes, el trato no se realizaría", dijo Howard. "Volvimos a deliberar sobre el asunto y decidimos
demostrarle que podríamos hacerlo."
Lo que aconteció después habría de establecer la norma para un compromiso financiero
mucho mayor en el futuro. Cada uno de los presidentes de estaca se determinó a presentar un
cheque personal por la suma que consideraban adecuada de su parte individual en proporción
con el monto total que necesitaban recaudar. Entonces llamaron a cada uno de sus consejeros
y a los miembros de los sumos consejos respectivos y les pidieron que hicieran lo mismo. A
las seis de la mañana siguiente, los presidentes de estaca se reunieron con los diferentes
obispos, quienes respondieron de igual manera y luego pidieron lo mismo de sus consejeros,
los líderes del barrio y los poseedores del sacerdocio. A media tarde ese domingo, los
representantes de las diez estacas habían recaudado todo el dinero y giraron a Salt Lake City la
suma de $100.000—que llegó a las oficinas de la Iglesia antes de que arribara el élder Moyle.
Dieciséis meses más tarde, durante la conferencia general de octubre de 1961, la Primera
Presidencia se reunió en Salt Lake City con los presidentes de estaca del sur de California (que
para ese entonces eran ya catorce) y les informaron que, considerando el creciente número de
miembros en esa región, había llegado el momento de edificar un templo en Los Angeles.
Aquella fue una grata noticia para los líderes de las estacas—aunque probablemente se
quedaron pasmados cuando se les dijo que tenían que contribuir con un millón de dólares para
los gastos de construcción.
"Todos habíamos estado trabajando arduamente en la tarea de recaudar fondos para el
programa de bienestar y la construcción de edificios para las estacas y barrios", dijo Howard.
"El crecimiento de la Iglesia había sido enorme y los castos eran muchos; no obstante,
prometimos dedicar nuestro mayor esfuerzo a fin de poder cumplir con los deseos de la
Primera Presidencia."

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En una reunión efectuada en Los Angeles con el presidente David O. McKay a
principios de febrero de 1952, los presidentes de las estacas le informaron que ya estaban en
plena marcha los planes para recaudar el millón de dólares en los dos años siguientes. Una vez
designadas las cuotas corres-pondientes a las diferentes estacas, cada presidente se
comprometió a contribuir una suma determinada y luego se reunió con sus consejeros, los
miembros del sumo consejo, los secretarios de estaca y los obispados en su estaca. Howard
explicó: "Entonces les dijimos, 'Vayan a los miembros de sus barrios, comuníquenles la idea
de este programa y ofrézcanles la oportunidad de recibir grandes bendiciones al contribuir
generosamente para la edificación del templo. Y así lo hicieron."
En ocasión de la conferencia general de abril, exactamente seis meses después de que se
les pidiera a las estacas la contribución de un millón de dólares, William Noble Weight,
Presidente de la Estaca Los Angeles Sur y director del comité de recaudación de fondos,
informó en la reunión general del sacerdocio que los miembros de la Iglesia en el sur de
California se comprometían a contribuir con un millón seiscientos mil dólares.
En esa misma época, Howard Hunter y sus consejeros estaban dedicados a un ambicioso
plan de presupuesto para la Estaca Pasadena. El domingo 7 de febrero de 1952 se reunieron
con los obispos durante cinco horas para deliberar acerca de "los asuntos de la estaca, el
funcionamiento de los barrios y el programa de ese año para que pudiéramos alcanzar las
metas que habíamos establecido para el desarrollo espiritual de nuestra gente."
Uno de esos objetivos era solucionar el continuo problema de tener que recaudar fondos
para solventar los gastos de los barrios y de la estaca. Uno de los obispos sugirió que, con-
siderando que se les pedía a los miembros que almacenaran alimentos y otras cosas necesarias
para subsistir todo un año, quizás sería conveniente también que los obispos tuvieran fondos
suficientes para un año. En consecuencia, los líderes decidieron pedir a los miembros que
aumentaran en un treinta por ciento sus contribuciones anuales a fin de que, en el transcurso
de treinta y seis meses, cada barrio pudiera tener una reserva de fondos para un año. Al cabo
de ese período, los miembros podrían entonces continuar con sus contribuciones
acostumbradas.
"Esto se logró con toda eficacia", informó Howard. "Después del tercer año, los
miembros contribuyeron el fondo anual para el presupuesto, el mantenimiento, el plan de bien-
estar y otras necesidades en la primera semana del año y no tuvieron ya que preocuparse de
que su barrio tuviera deudas."

La construcción de un centro de estaca

AUNQUE LAS "reservas para un año" ayudaron a solucionar el problema del


presupuesto en cada barrio, una de las mayores dificultades en el sur de California durante
aquel período de progreso sin precedentes era la seria necesidad de construir nuevas capillas y
centros de estaca. Los auditorios existentes en la zona no daban cabida ya al creciente número
de miem-bros de la Estaca Pasadena para sus conferencias, y muchos de sus barrios tenían que
reunirse en salones o antiguos edificios alquilados que no contaban con las comodidades
necesarias para los servicios de adoración y las demás actividades.
Tan pronto como se lo ofrecieron, la Iglesia compró por $50.000 un terreno de dos acres
y medio en una de las colinas que dominan el valle San Gabriel, y preparó los planes para
construir un edificio que iba a ser utilizado conjuntamente por el Barrio Pasadena Este y la

73
estaca.6 La ceremonia de la palada inicial se efectuó el sábado 11 de octubre de 1952. "Este
fue el principio de una empresa formidable que traería consigo muchos problemas y que
requeriría una minuciosa supervisión como la que solamente los obispos y presidentes de
estaca pueden entender", recordaba Howard. Se pidió a los miembros del barrio y de la estaca
que ayudaran a solventar los gastos del edificio, que sumarían más de cuatrocientos mil
dólares, lo cual era mucho dinero para aquella época. Además, los miembros habrían de donar
miles de horas de labor.
Cierto día, durante la construcción, recuerda Howard, "la obra en sí estaba tan
adelantada en proporción con las contribuciones monetarias recibidas, que no teníamos el
dinero suficiente para pagar por los materiales y los salarios." La presidencia de la estaca
convocó entonces, en pleno lugar de la construcción, una reunión de miembros del sacerdocio
de todos los barrios. "Tuvimos que improvisar bancos poniendo tablas sobre algunos cajones",
comentó. Después de explicarles el problema, "nos quedamos sentados, esperando sus
comentarios."
Hubo un largo momento de silencio y luego, uno por uno, todos fueron poniéndose de
pie y ofrecieron su apoyo. La presidencia de la estaca distribuyó entonces unos cheques
especialmente impresos con un dibujo de lo que sería el edificio, y los miembros escribieron
en ellos la suma que se comprometían a ofrecer—el total de la cual fue de $23.000.
"Cada uno de los miembros se retiró de allí complacido y feliz", dijo el presidente
Hunter, "y desde aquel momento las contribuciones se recibieron tan puntualmente que no
volvimos a tener problema monetario alguno."
Aun los niños pequeños hicieron sus contribuciones. Tres meses antes de la dedicación
del edificio, un grupo de niños de la Primaria entregó al presidente Hunter un cheque por $600
y un pergamino con el nombre de cada contribuyente. Dicho pergamino se puso en una caja de
metal y se colocó a la entrada del edificio con una placa recordatoria.
Además de proveer la dirección general de la construcción, Howard también participó en
las labores correspondientes, dedicando muchos sábados y atardeceres a trabajar con la pala, el
martillo, la escoba o el pincel. Pero nunca insistió en supervisar cada detalle. Al obispo
Richard S. Summer-hays, del barrio que habría de compartir el edificio con la estaca, le dijo:
"Alguien tiene que asegurarse de que se haga el trabajo. Somos solamente dos los que
podemos hacerlo—pero no lo voy a hacer yo."
Los miembros de la estaca todavía recuerdan lo que dio en llamarse "el día de la gran
descarga." Desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, casi cien hombres llevaron
carretillas cargadas de arena y ripio a las mezcladoras de cemento y las llenaron con la mezcla
para echarla en los moldes para las paredes del cuarto destinado al equipo de electricidad. La
última descarga se tuvo que hacer a la luz de reflectores al caer la noche y en el momento en
que comenzaba a llover. En otra ocasión, de acuerdo con un artículo que apareció en el Times
de Los Angeles, "familias en pleno formaron una cadena humana para transportar más de 400
azulejos de estilo francés desde el suelo hasta el techo."
Howard se aseguró de que solamente se utilizaran materiales de la mejor calidad.
Aunque en esa época el Departamento de Construcción de la Iglesia recomendaba que se
colocaran órganos eléctricos en sus capillas, en el Centro de la Estaca Pasadena se instaló un
órgano de tubos de la marca Wurlitzer que le habían comprado a un teatro de Los Angeles.
Cuando comenzaron a trabajar en los jardines del centro de la estaca, Howard compró
algunos olivos tasados en 400 dólares cada uno por 350 dólares. Luego llamó a Salt Lake City
y se le informó que sólo podía gastar 30 dólares por árbol. Los olivos que Howard había

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comprado, según los antiguos miembros, se conocían como "los árboles de Howard Hunter", y
aún hoy adornan los jardines del Centro de la Estaca Pasadena.
El presidente Stephen L. Richards, quien entonces era el primer consejero en la Primera
Presidencia, dedicó el edificio el 4 de junio de 1954. Radiantes de orgullo genuino, los miem-
bros colmaron la capilla, la cual tenía capacidad para 375 personas, y el salón de actividades
contiguo con asientos para mil quinientas. Quienes no consiguieron lugar en esos dos salones
ocuparon entonces las salas de clases y escucharon a los discursantes por medio del sistema de
amplificación. "Para todos nosotros, los que habíamos trabajado con tanta dedicación, aquello
fue un evento extraordinario", comentó Howard.
El acontecimiento habría de repetirse una y otra vez a medida que fue aumentando el
número de miembros de la Iglesia y se dividían los barrios y las estacas en el sur de California.
Casi dos años después de que se dedicara su centro, la Estaca Pasadena fue nuevamente
dividida. Muchos de los miembros que habían participado en sus programas de construcción
pasaron a pertenecer a la nueva Estaca Covina y otra vez debieron enfrentarse a los extensos
proyectos de edificación.

El director del consejo regional

ADEMAS DE ser el presidente de una estaca de considerables dimensiones y constante


crecimiento, a Howard se le llamó en 1952 a ocupar el cargo de director del consejo regional
de presidentes de estaca. Su jurisdicción abarcaba desde San Luis Obispo hasta la frontera con
México, en California, y comprendía 120 barrios con un total de unos 65.000 miembros. Su
responsabilidad consistía en coordinar y dirigir un sinnúmero de proyectos y actividades que
incluían la administración de varias propiedades relacionadas con el programa de bienestar, la
construcción del segundo templo más grande de la Iglesia, los festivales de música y danzas, y
las conferencias de liderazgo.
Aun antes de recibir aquel llamamiento, ya había estado ayudando a implementar
algunos programas de gran envergadura. En abril de 1950, durante la primera conferencia ge-
neral realizada desde que fuera llamado como presidente de estaca, asistió con los otros
presidentes de las estacas del sur de California a una reunión especial con el presidente
Stephen L. Richards y algunos representantes del programa de seminarios para estudiantes de
secundaria. Según Howard, el presidente Richards "explicó que querían poner a prueba unas
clases de seminario en horas de la mañana en aquellas regiones donde la ley no permitiera la
educación religiosa formal en las escuelas."
A Howard le asignó la dirección de un comité encargado de determinar el número de
estudiantes de secundaria miembros de la Iglesia en la región de Los Angeles. En base a las
recomendaciones de ese comité, se inició entonces un programa matutino de seminario para
los estudiantes mormones de tres escuelas secundarias. Los jóvenes recibieron el programa
con entusiasmo y en el semestre siguiente se aumentó el número de dichos seminarios. Esto
dio comienzo oficial al programa de seminarios matutinos de la Iglesia.7
El 15 de mayo de 1955, cuando se llevaron a cabo las ceremonias de graduación de
seminario en la Estaca Pasadena, Richard, el hijo del presidente Hunter, recibió su certificado
y fue el orador principal en representación de los estudiantes.
Como director regional, Howard debió controlar numerosas propiedades que existían en
California relacionadas con el programa de bienestar de la Iglesia, incluso huertos de

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limoneros y naranjos, como también envasadoras de conservas y granjas de aves de corral.
Con frecuencia solía trabajar a la par de los miembros en esos proyectos de bienestar. En un
artículo publicado en la revista de la Sociedad de Socorro en abril de 1962, escribió: "Nunca
he tomado parte en un proyecto de bienestar que me haya resultado penoso. Me he trepado a
los árboles para recoger limones, he pelado frutas, cuidado las calderas, acarreado cajas,
descargado camiones, limpiado los pisos y hecho muchas otras tareas, pero las cosas que más
recuerdo son las risas, los cantos y la hermandad que reina entre la gente que trabaja al
servicio del Señor. Esto es como el caso del niño que llevaba a otro niño a cuestas cuando
alguien le preguntó si no le resultaba pesado, a lo cual respondió: "No, porque es mi
hermano."8
Una de las propiedades relacionadas con el programa de bienestar era un enorme
edificio, al sudeste del centro de Los Angeles, que la Iglesia había comprado en una subasta en
1947 y dedicado en 1951. La propiedad, de acuerdo con William A. Pettit, "consistía en un
terreno de 9.940 metros cuadrados, con un apartadero de ferrocarril que llegaba hasta el
interior de un edificio de 9.300 metros cuadrados, el cual tenía un sistema de aire
acondicionado y dos plataformas de carga, además de una serie de techados en muy buenas
condiciones para almacenamiento."9
Después de una refacción total, el edificio se utilizó como almacén del obispo,
instalaciones de las Industrias Deseret y oficinas de la región del sur de California. El
presidente J. Reuben Clark, hijo, de la Primera Presidencia, y los élderes Harold B. Lee y
Henry D. Moyle, del Quórum de los Doce Apóstoles, y Marión G. Romney, Ayudante de los
Doce, participaron en las ceremonias dedicatorias de la propiedad del programa de bienestar
en el Condado de Riverside, el 8 de junio de 1951, y del Centro del Programa de Bienestar al
día siguiente.
Howard ocupó el cargo de director de la región del sur de California hasta 1956, cuando
la misma fue dividida en tres— la de San Fernando, la del sur de California y la de Los Ange-
les, y pasó a ser el director de esta última. En 1958, el consejo regional decidió construir una
envasadora de conservas en la llamada manzana del bienestar, con el fin de reemplazar tres
plantas menores. La nueva instalación habría de ser la más grande de la Iglesia, y envasaría
jugos de naranja, pavos, guisados, ajíes, habas, tomates y muchos otros productos cultivados
en las granjas del programa de bienestar de tres regiones diferentes.
Otra novedad para el sur de California tuvo lugar en agosto de 1954, cuando los líderes y
la juventud de dieciséis estacas participaron en la primera conferencia de la Asociación de
Mejoramiento Mutuo jamás realizada fuera de Salt Lake City. La misma se efectuó conforme
al modelo de las conferencias generales anuales de junio de la A.M.M.
En la ocasión viajaron a Los Angeles varios miembros de la mesa general para reunirse
con los líderes locales, mientras que miles de jóvenes tomaron parte en los programas cultura-
les. Dichos programas incluyeron un festival musical en el Hollywood Bowl con la actuación
de un coro de 1.452 voces y una orquesta de 75 músicos, al cual asistieron más de 17.000
personas; un festival de danzas en el estadio del Colegio Universitario del Este de Los
Angeles; y una sesión dominical de clausura en el Hollywood Bowl en la que habló el
presidente David O. McKay. En su carácter de director del consejo regional de presidentes de
estaca, Howard W. Hunter fue el líder del sacerdocio a cargo de todos estos eventos.
Otros programas similares se llevaron a cabo desde el 24 al 26 de junio de 1955, bajo la
supervisión del presidente Stephen L. Richards, y desde el 29 de junio al 1° de julio de 1956
con la supervisión del presidente J. Reuben Clark, hijo.

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Durante su visita, el presidente Clark se hospedó en el hogar de los Hunter y ese
domingo asistió con la familia a la reunión sacramental del Barrio Este de Pasadena.
Temprano en la mañana siguiente, y mientras se hallaba en la habitación de huéspedes cerca
de la piscina, el presidente Clark se cayó, golpeándose la cabeza, y al caer, quebró la puerta de
vidrio de la bañera. Howard llamó enseguida a un médico, quien diag-nosticó que el
presidente Clark se había fracturado una costilla y que tenía una herida en la frente. "Nos
afligió mucho el que un fin de semana tan agradable terminara con una tragedia", dijo
Howard.
Aparentemente el presidente Clark lo había olvidado todo, porque tres meses más tarde,
cuando Howard y Claire viajaron a Salt Lake City para asistir a la conferencia general, les
invitó a cenar y a que se quedaran a pasar la noche en su casa. Pasaron la tarde en la biblioteca
privada del presidente Clark, un cuarto de dos pisos con un balcón en todo el contorno y
estantes para libros a lo largo y ancho de las cuatro paredes. El presidente les mostró su amplia
colección de libros, entre los que se destacaba un portapliegos de cuero que contenía unos
certificados con la firma de siete presidentes de los Estados Unidos, los cuales había recibido
durante sus años como abogado internacional, diplomático y embajador en México, como así
también otros documentos y fotografías concernientes a su carrera profesional y participación
en actividades de la Iglesia.
Uno de los acontecimientos más memorables de la década de 1950 fue la dedicación del
Templo de Los Angeles. Entre el domingo 11 y el miércoles 14 de marzo de 1956, se
realizaron dos servicios dedicatorios por día. Howard y Claire fueron invitados a la primera
sesión del domingo. "Las Autoridades Generales y los presidentes de estaca ocuparon los
asientos a un lado del auditorio del templo", explicó Howard, "mientras que el Coro Mormón
del Sur de California ocupó los del lado opuesto."
Siendo integrante del Coro Económico de Los Angeles, Claire había asistido a la
dedicación del Templo de Arizona en 1927. En esta ocasión, casi treinta años después, otro
coro organizado en 1953 bajo la supervisión de su esposo como director regional, tenía el
privilegio de cantar en la dedicación de un templo en su propia región.
El sábado 24 de marzo, Howard y otros cinco presidentes de estaca recibieron una
invitación para efectuar ordenanzas bautismales en el nuevo templo, con la participación de
sus propios hijos como representantes, en el paso inicial de la obra de investiduras. John
Hunter no pudo estar presente ya que asistía en esa época a la Universidad Brigham Young,
pero Richard fue uno de los participantes en dichas ordenanzas.
Tres semanas después, el presidente McKay y los élderes Richard L. Evans y Delbert L.
Stapley, del Quórum de los Doce, con sus respectivas esposas, y los presidentes de estaca y
sus esposas participaron en la primera sesión de investidura. Con un templo cercano a sus
hogares, los miembros de la Iglesia en el sur de California podrían recibir ahora más cabal y
frecuentemente las bendiciones de la obra del templo. En ocasiones anteriores les era
necesario viajar a Arizona o a Utah para efectuar las ordenanzas de investidura, sellamientos,
etc. Howard describió en su historia una inolvidable excursión al templo que tuvo lugar dos
años antes de la dedicación del Templo de Los Angeles. El 14 de noviembre de 1953, cuando
él cumplió los cuarenta y seis años de edad, Howard y Claire participaron en una excursión
organizada por la Estaca Pasadena al Templo de Arizona, en Mesa. Una vez que todos se
hubieron vestido de blanco y entrado en la capilla, el presidente del templo, Arwell L. Pierce,
le pidió a Howard Hunter que hablara.
"En momentos en que yo me encontraba hablando a la congregación, mis padres

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entraron en el recinto. Yo no sabía que mi padre estaba ya preparado para recibir las
bendiciones del templo, aunque mi madre había estado ayudándolo ansiosamente por mucho
tiempo. Me sentí tan emocionado que no pude seguir hablando. El presidente Pierce se acercó
al pulpito y explicó lo que me pasaba. Al llegar al templo esa mañana, mis padres le habían
pedido al presidente Pierce que no me lo mencionara porque querían que fuera una sorpresa de
cumpleaños. Aquél fue un cumpleaños que jamás podré olvidar, porque fue el día en que tuve
el privilegio de presenciar el sellamiento de mis padres, después de lo cual yo fui se-
llado ellos." El 30 de abril de 1956, a las seis semanas de la dedicación del Templo de
Los Angeles, Dorothy Hunter Rasmussen, la hermana de Howard, fue sellada a sus padres.
"En esa ocasión se completaron los lazos eternos de nuestra familia", agregó.

Un líder amoroso

COMO PRESIDENTE DE ESTACA, Howard Hunter dedicaba su interés a todos los


miembros, ya sea que fueran menos activos o que participaran totalmente en los programas de
la Iglesia, y recomendaba a los obispos y a los demás líderes que prestaran particular atención
a aquellos que necesitaran en especial su estímulo o ayuda. En una reunión de líderes del
sacerdocio realizada el 4 de abril de 1986, contó la siguiente experiencia personal:
Cuando era presidente de estaca en la región de Los Angeles, mis consejeros y yo
pedimos a los obispos que escogieran con especial cuidado a cuatro o cinco parejas de
miembros que quisieran progresar más en la Iglesia. Algunas eran menos activas, mientras que
otras eran miembros nuevos que tenían interés en acrecentar su desarrollo espiritual. Las
reunimos en una clase y les enseñamos el evangelio. En vez de señalarles la importancia de la
obra del templo, hicimos hincapié en el vínculo con nuestro Padre Celestial y Su Hijo,
Jesucristo. Gracias a nuestro cuidadoso método de selección, tuvimos mucho éxito y la
mayoría de aquellas parejas se hicieron muy activas y han entrado al templo.
Permítaseme referirme a una o dos experiencias en particular. Teníamos a un miembro
en uno de los barrios que jamás asistía a las reuniones. Su esposa no era miembro y aun
mostraba una cierta hostilidad hacia la Iglesia, por lo que no podíamos enviarles a los
maestros orientadores.
El obispo habló con aquel hermano y le dijo que tenía una relación con el Salvador, la
cual le era necesario enriquecer. A esto, el hombre respondió que el problema surgía del hecho
de que su esposa no era miembro de la Iglesia. Entonces el obispo habló con ella, recalcándole
el mismo criterio—su relación con el Señor y que necesitaba mejorarla. Aun así, ella no fue
muy receptiva, pero dijo que apreciaba saber ahora que los Santos de los Últimos Días creían
en Jesucristo, y poco a poco su oposición fue disminuyendo.
El éxito no se produjo inmediatamente, pero quienes les visitaban en su hogar
continuaron recalcando la importancia de nuestra relación con el Señor. Con el tiempo, ella
empezó a ser más accesible y finalmente consintió en asistir con su esposo a una clase a nivel
de estaca que enseñaban los miembros del sumo consejo. Se hizo hincapié en el convenio que
hacemos mediante el bautismo, como así también otros convenios. Posteriormente, ella fue
bautizada y él pasó a ser un eficaz líder del sacerdocio. En la actualidad, todos en la familia
son activos en la Iglesia.10
En su estaca, Howard utilizó con la gente las mismas aptitudes que le fueron
provechosas como abogado y como hombre de negocios, lo cual generó en sus asociados una

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gran lealtad hacia él. "Nos hacía sentir apreciadas, importantes e imprescindibles", nos dijo
Alicebeth Ashby, quien ocupó el cargo de presidenta de la A.M.M. de la Estaca Pasadena. "Al
asignarnos un llamamiento, el presidente Hunter nos hacía personalmente responsables, pero
si necesitábamos su opinión o su consejo, estaba siempre a nuestra disposición. Todos
sabíamos que podíamos contar con su apoyo y su interés personal.
A veces, después de que se tratara todo asunto oficial en la reuniones de la presidencia
de estaca y del sumo consejo, el presidente Hunter aprovechaba la oportunidad para aconsejar
a sus miembros en cuanto a las normas y los procedimientos de la Iglesia. El élder Cree-L
Kofford, de los Setenta, quien varios años después fue Presidente de la Estaca Pasadena,
describió una escena típica de entonces: "Al sonar las campanadas de la medianoche, la
reunión ya terminada, comenzaban a escucharse algunas risas apagadas. El presidente Hunter,
serenándose con el paso de los minutos, se quita el saco y, viendo que los miembros de los
obispados y del sumo consejo rehusan retirarse, habla por largo tiempo sobre las cosas del
espíritu."
Ernie Reed, quien ocupó el cargo de secretario auxiliar de la estaca, recuerda varias de
esas lecciones. Cierta vez, Howard informó al grupo, "El himnario no tiene las páginas
numeradas; los números corresponden a los himnos, no a las páginas, así que por favor
refiéranse al himno número tal y tal." En otra ocasión les recomendó que no se debía
agradecer a los miembros "sus trabajos en la Iglesia. No son trabajos, sino llamamientos, y son
algo maravilloso. Debemos estar felices de poder ser llamados a servir. Y no debemos
referirnos a un 'buen trabajo, sino a un buen servicio." Tanto a los oficiales de la estaca como a
los de los barrios solía aconsejar que debían "estar presentes en el estrado antes de comenzar
las reuniones—nunca deben llegar tarde. Es necesario que estén allí, sentados en silencio y
con reverencia, a fin de dar el ejemplo."
"El presidente Howard tenía siempre una lista de pequeñas observaciones como ésas",
agregó el hermano Reed, "cosas sencillas que eran muy importantes para él. Y eso animaba
nuestras reuniones."
Aunque las reuniones de la presidencia de estaca y del sumo consejo solían terminar a
altas horas de la noche, parecía que nadie quería irse a casa porque apreciaban el amor que su
presidente tenía por ellos y por cada uno de los miembros de la estaca. "Yo he conocido a
muchos presidentes de estaca", comentó uno de ellos cuando Howard recibió su llamamiento
al Quórum de los Doce, "pero no creo que haya ningún otro que conozca mejor que el
presidente Hunter el orden de la Iglesia, el orden del sacerdocio y cómo deben administrarse
las cosas en los barrios y en las estacas."11
Daken K. Broadhead, quien fue consejero del presidente Hunter en la Estaca Pasadena
en dos diferentes ocasiones, lo considera un óptimo dirigente: "Sabía delegar y también com-
probar que se hicieran las cosas. Era muy bueno con los detalles y nunca se apresuraba a
proceder ni a tomar una decisión hasta asegurarse de que lo que decidía fuera correcto. Le
gustaba dedicar tiempo a las cosas y considerar cada detalle."
Las normas de excelencia que Howard ha observado durante toda su vida se pusieron
siempre de manifiesto en las actividades y realizaciones de su estaca. Según recuerda la
hermana Ashby, la estaca auspiciaba bailes y otras actividades sociales casi todas las semanas.
"El salón de actividades se preparaba con hermosas decoraciones y las mesas se cubrían con
manteles de encaje y se adornaban con flores naturales. Todos, jóvenes y adultos, asistían con
entusiasmo y salían a bailar unos con otros. Con frecuencia, Howard y Claire se quedaban
hasta tarde para ayudar con el lavado de los platos y la limpieza del salón."

79
Richard S. Summerhays, quien fue consejero de Howard y luego lo reemplazó como
presidente de la estaca, interpretó el sentimiento de muchos al decir: "Elogiaba a los miembros
por cada una de sus realizaciones y les ayudaba a superarse en todo. Sentíamos gran orgullo
por nuestra estaca porque él demostraba estar orgulloso de nosotros."
También Betty C. McEwan expresó tales sentimientos cuando escribió acerca de
Howard Hunter, "su maestro más influyente", en el semanario Church News:
"Siempre he podido observar el amor que este hombre siente por los demás al
concederles la debida prioridad, al escucharles con comprensión y al compartir con ellos sus
experiencias, todo lo cual le produce un gozo genuino. Es él quien me ha enseñado la
importancia de estas virtudes y también a experimentar el gozo que se obtiene cuando las
practicamos cabalmente.
"Recuerdo vividamente la ocasión en que, sentada en la sala de su casa un sábado por la
mañana, esperaba yo con inquietud la entrevista con mi presidente de estaca para obtener mi
recomendación para el templo. El Templo de Los Angeles estaba por ser dedicado y listo para
la obra, y yo anhelaba participar en ella. Este noble líder me enseñó cuán benéfica,
fortalecedora y agradable puede ser una entrevista tal. . . . Ha sido para mí una gran bendición
conocer a este hombre de tan digna determinación, dedicación y disciplina."12
Donna Dain, quien trabajó como secretaria legal de Howard desde 1952 hasta 1960, y
quien era miembro de su estaca, recuerda las veces en que, a la hora del almuerzo, solían leer
juntos las Escrituras. También recuerda que le concertó una cita con Karl Snow, un amigo de
su hijo John. Donna y Karl contrajeron luego matrimonio en enero de 1960, y ésa fue la
primera vez que Howard ofició en la ceremonia como miembro del Quórum de los Doce
Apóstoles en el Templo de Salt Lake. El hijo menor de Donna y Karl habría de llamarse
Howard Hunter Snow.

Howard procura mayor tiempo libre

A PRINCIPIOS de 1958, Howard entró en sociedad con Gordon L. Lund, quien se había
graduado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Stanford, había sido empleado de la
Compañía Petrolera Union, y quien era entonces miembro del Barrio Arcadia y compartía su
oficina con otro abogado. Cuando este hombre falleció, Gordon pensó que no era muy
agradable trabajar solo y entonces llamó a Howard Hunter, su presidente de estaca, para
preguntarle si conocía a algún abogado que tuviera interés en asociarse con él. Howard le
mencionó que él mismo se encontraba en igual circunstancia y que, deseando tener más
tiempo libre, había estado pensando en buscar un socio. "Pues bien", le dijo Gordon,
"permítame que me presente ahora mismo, por teléfono, como candidato."
Ambos abogados se reunieron y convinieron en formar una sociedad bajo el nombre de
Hunter y Lund. Entonces combinaron sus listas de clientes y la sociedad perduró lo suficiente
para que, cuando varios años después Howard se retiró, la transición se produjera sin
dificultades y sin que Lund perdiera a ninguno de los clientes.
Al contar entonces con un socio en su firma, Howard comenzó a planear viajes y
actividades con su familia. En el verano de 1958, Richard recibió su llamamiento como
misionero en la Misión Australiana del Sur, a donde debía llegar el mismo día en que John, su
hermano, iba a ser relevado. Howard obtuvo el permiso del Comité Misional de la Iglesia para
que él y Claire acompañaran a Richard hasta Australia y allí recogieran a John y con éste

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hicieran un viaje alrededor del mundo. Después de finalizar su semana de capacitación en la
asa de la misión en Salt Lake City, Richard regresó a Los Angeles donde le esperaban sus
padres para iniciar su viaje. El 2 de julio volaron a Honolulú, donde permanecieron unos días
antes de seguir viaje a Fidji, Nueva Zelanda y Australia, y allí se reunieron con John.
Después de despedirse de Richard, los tres—Howard, Claire y John—emprendieron su
viaje, y durante dos meses visitaron muchos lugares fascinantes, llegando a veces a una ciudad
o país en horas de la noche para comenzar a hacer sus recorridas turísticas bien temprano a la
mañana siguiente. Cuando regresaron a su hogar a mediados de septiembre, habían visitado
más de veinte países, incluyendo las islas Filipinas, Hong Kong, Tailandia, Cambodia, Burma,
India, Pakistán, Egipto, Turquía, Grecia, Italia, Suiza, Francia, Bélgica y Gran Bretaña, en
donde asistieron a la dedicación del Templo de Londres.
Howard siempre tuvo una insaciable curiosidad con respecto al mundo desde que,
cuando niño, había realizado tantos viajes imaginarios en la sala con su padre en Boise. Su
excursión por el Oriente con la orquesta había incrementado aun más su sed de aventura. Y
aunque volvieron a su casa cansados y fortalecidos a la vez, tanto él como Claire llegaron a la
conclusión de que les encantaba viajar e hicieron planes para continuar explorando el mundo
juntos.

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EL LLAMAMIENTO AL QUÓRUM DE LOS DOCE

Al TERMINAR su misión en septiembre de 1958, John Hunter retornó a sus estudios


preliminares de derecho en la Universidad Brigham Young. Asimismo, volvió a cortejar a
Louine, la hija de A. Kay Berry, un íntimo amigo de Howard que había sido también su
consejero en la presidencia de la estaca. "El 27 de diciembre, dos días después de la Navidad,
pasó a ser una importante fecha para nuestra familia porque fue el día en que nuestro hijo
mayor contrajo matrimonio", escribió Howard en su historia. "John, Louine, sus padres, Claire
y yo fuimos esa mañana al Templo de Los Angeles, donde todos participamos en una de las
sesiones en la cual Louine recibió su investidura. Después de ello, John y Louine fueron
sellados en una hermosa ceremonia."
Cinco días más tarde, en el Año Nuevo, el joven matrimo-nio regresó a la universidad en
Provo, Utah. "Terminadas las idas y venidas de las fiestas", escribió Howard, "comenzamos el
año 1959, el que nos pareció que habría de ser más bien tranquilo."
Aparentemente, tal predicción fue acertada porque Howard no halló mucho sobre lo cual
escribir en su historia durante los primeros nueve meses de 1959. Después de un breve
descanso al regresar de su viaje alrededor del mundo, en febrero Claire se inscribió
nuevamente en el Colegio de la Ciudad de Pasadena, para tomar una clase de biología. En su
práctica de la abogacía con su socio, Gordon Lund, Howard trabajaba sin problemas y también
continuaba diversificando y expandiendo sus inversiones con Gilíes DeFlon.
Habiendo viajado tanto en el año anterior, Howard y Claire disfrutaban ahora la quietud
del hogar. En agosto fueron a Provo para asistir a la graduación de Louine de la Universidad
Brigham Young y unas semanas después, el 17 de septiembre, Howard escribió: "Hoy es una
fecha memorable para la familia Hunter, porque en ella nació Robert Mark, nuestro primer
nieto, en Provo."
La conferencia general de octubre iba a realizarse los días 9, 10 y 11, así que Claire viajó
a Utah una semana antes para poder conocer mejor a su nietecito. Howard y el obispo Eric J.
Smith, del Barrio Este de Pasadena, viajaron en avión el viernes 9 y tras arribar a Salt Lake
City, se fueron directamente al Tabernáculo, llegando cuando la primera sesión de la con-
ferencia estaba ya por terminar. En su diario, Howard escribió:
"Concluida la primera sesión, conversé con varias personas en la Manzana del Templo y
luego fui al Hotel Utah, donde me aguardaba Daken K. Broadhead, mi consejero en la
presidencia de la Estaca Pasadena. Me dijo que la hermana Claire Middlemiss,' la secretaria
del presidente McKay, había estado buscándome. . . y que le había pedido que me dijera que
fuera lo más pronto posible a la oficina del Profeta. Daken me dijo, 'Sabes que hay una
vacante en el Consejo de los Doce'. Yo le respondí, 'Sé que estás bromeando. La Primera
Presidencia me había pedido ciertos datos y estoy seguro de que quieren que les dé un
informe."
Howard se dirigió inmediatamente al Edificio de Administración de la Iglesia, a sólo
unos pasos del Hotel Utah, donde la hermana Middlemiss lo condujo a la oficina del
presidente McKay. Su relato continúa diciendo:
"El presidente McKay me recibió con una agradable sonrisa y un cálido apretón de
manos, y entonces me dijo: 'Tome asiento, presidente Hunter, pues quiero hablar con usted. El
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Señor ha revelado Su palabra. Usted ha sido llamado a ser uno de Sus testigos especiales y
mañana habrá de ser sostenido como miembro del Consejo de los Doce.'
"No puedo expresar el sentimiento que me acometió en ese momento. Los ojos se me
llenaron de lágrimas y no pude pronunciar una sola palabra. Nunca me he sentido tan humilde
como cuando estuve en la presencia de ese hombre tan noble, agradable y bondadoso—el
Profeta del Señor. Me habló del gozo que este llamamiento traería a mi vida, de mi
vinculación con las demás Autoridades Generales y que desde ese momento debía dedicar mi
vida y mi tiempo al servicio del Señor y que ahora pertenecería a la Iglesia y al mundo entero.
Me dijo también otras cosas, pero yo estaba tan emocionado que no puedo recordarlas en
detalle. Recuerdo, sin embargo, que me abrazó y me aseguró que el Señor me amaba y que
contaba con el apoyo y la confianza de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce.
"La entrevista sólo duró unos minutos y, al despedirme, le dije que yo amaba a la
Iglesia, que él y los otros miembros de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce
tenían mi sostenimiento, y que me sentía feliz de poder consagrar mi tiempo, mi vida y todas
mis posesiones a este servicio. El presidente McKay me dijo que podía llamar a Claire y
comunicarle la novedad. . . . Regresé al Hotel Utah y llamé a Claire, quien se encontraba en
Provo, pero cuando contestó el teléfono no pude ni hablar."
Al fin logró contarle a Claire lo que había pasado, y ella le dijo que esa misma tarde
viajaría con John y Louine a Salt Lake City.
Howard asistió a la sesión de la tarde de la conferencia con Daken Broadhead, "pero me
sentía tan nervioso", dijo, "que salí del Tabernáculo, me fui a caminar calle arriba hasta el
capitolio del Estado y luego regresé poco antes de que terminara la sesión."
Esa tarde, y tal como lo habían planeado de antemano, Howard y John fueron a ver el
partido de fútbol entre los equipos de la Universidad de Utah y la Universidad Brigham
Young, en tanto que Claire y Louine se quedaron en el hotel con el bebé. "No recuerdo haber
seguido mucho el desarrollo del juego", escribió Howard, "porque no podía concentrarme en
ello." John recuerda que, aunque el partido fue emocionante, su padre estuvo todo ese tiempo
con la mirada fija en el centro del campo de juego. Esa noche, antes de retirarse a dormir,
Howard y Claire conversaron durante largas horas.
En la sesión del sábado por la mañana de la conferencia, el presidente J. Reuben Clark,
hijo, leyó el nombre de cada una de las autoridades de la Iglesia para el voto de sostenimiento.
"El corazón me latía fuertemente al pensar yo en cuál sería la reacción cuando se mencionara
mi nombre", dijo Howard. "Nunca había experimentado un sentimiento de pánico tal. Se leyó
entonces el nombre, uno a uno, de los miembros del Consejo de los Doce, y el duodécimo fue
el mío."
Al concluir esa parte de la reunión y después de decir algunas palabras a la
congregación, el presidente Clark invitó a Howard a que ocupara su lugar en el estrado con los
Doce.
"Nunca había visto yo tantos fotógrafos", recordaba Howard, "y las bombitas de
magnesio se encendían por doquier. Al subir los escalones del estrado, mi corazón parecía
acelerar sus latidos. El élder Hugh B. Brown cambió de asiento y tomé entonces mi lugar
como el miembro número doce del Quórum. Me pareció que todas las miradas se posaban
sobre mí y también sentí el peso del mundo sobre mis hombros. A medida que la conferencia
seguía su curso, me sentí bastante incómodo y pensé si realmente me correspondía estar en ese
lugar."
Cuando llegaron el domingo al Tabernáculo para asistir a la sesión matutina de la
83
conferencia, Howard y Claire tenían por primera vez asientos reservados: para él en el estrado
con las demás Autoridades Generales, y para ella en una sección especial para las esposas de
las mismas. En la sesión de la tarde, el presidente McKay llamó a Howard para que fuera el
último discursante. Aquélla fue una experiencia que llenó tanto de terror como de humildad al
nuevo apóstol quien, después de referirse brevemente a la historia de su vida y de dar su
testimonio, concluyó diciendo:
"No me disculpo por las lágrimas que en esta ocasión me vienen a los ojos, porque sé
que me encuentro delante de amigos, mis hermanos y hermanas en la Iglesia, cuyo corazón
late hoy como el mío con la emoción que producen el evangelio y el servicio al prójimo.
Presidente McKay, quiero que sepa usted, y que lo sepan también todos los miembros de la
Iglesia, que acepto sin reserva alguna el llamamiento que me ha extendido, y estoy dispuesto a
dedicar mi vida y todo lo que poseo a este servicio. Y mi esposa me secunda en esta promesa."
El martes siguiente, Howard se reunió con el presidente Moyle y luego con el presidente
McKay, para aprender lo que de él se esperaba. Ambos le sugirieron que, por el momento,
viajara todas las semanas a Salt Lake City para asistir a las reuniones que los jueves realizaban
en el templo la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, pero que debía continuar
viviendo en el sur de California hasta que pudiera liquidar sus negocios y su práctica de la
abogacía, como así también cumplir con todas las obligaciones y compromisos que tuviere
pendientes.
Esa tarde, el élder Spencer W. Kimball lo llevó al templo para mostrarle las salas de
consejos y explicarle el procedimiento de las reuniones. "Aprecié mucho esa instrucción
porque me siento un tanto extraño", escribió Howard.
El jueves 15 de octubre fue un día que Howard W. Hunter jamás habría de olvidar. Esa
mañana, en la reunión semanal de la Primera Presidencia y los Doce en el templo, el presi-
dente McKay encomendó el tradicional cometido apostólico al nuevo apóstol—la cuádruple
misión de dar su testimonio al mundo como testigo especial de Jesucristo, de ser uno en
propósito con los otros apóstoles, de subordinar toda otra responsabilidad y obligación que le
correspondieren como apóstol, y mantener estrictamente confidencial todo asunto que tratara
el consejo.
En respuesta a ello, Howard declaró: "Este llamamiento habrá de tener precedencia
sobre todo lo demás y estoy dispuesto a dejar de lado cualquier otra cosa para atender lo que
se me pida en espíritu de devoción y humildad con respecto a este llamamiento."
Las Autoridades allí presentes pusieron entonces las manos sobre su cabeza y el
presidente McKay lo ordenó apóstol, oficio que, según lo explicara Brigham Young en 1861,
"le concede la posesión de toda llave, poder, autoridad, comunicación, beneficio, bendición,
gloria y reino que hayan sido jamás revelados al hombre."2 A continuación, el presidente
McKay lo apartó como miembro del Quórum de los Doce.
Los élderes Harold B. Lee y Marión G. Romney, que se hallaban fuera del país en una
asignación especial, le enviaron telegramas expresándole su apoyo. Desde Austria, el élder
Romney también le envió una carta en la que decía: "Mientras conversaba con Ida el domingo
por la noche, ella me preguntó quién pensaba yo que iba a ser llamado para ocupar la vacante
en el quórum. Le dije que, por supuesto, yo no lo sabía pero que tenía el presentimiento de que
probablemente fuera alguien de California y que, a mi juicio, sería Howard Hunter. Sabrá
usted entonces que con toda el alma recibí gozoso las buenas nuevas. Le felicito y le doy mi
bienvenida a nuestra hermandad."

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Una época de transición y cambios

HOWARD WILLIAM HUNTER llegó a ser el septuagésimo cuarto hombre en ser


ordenado apóstol en esta dispensación. La vacante en el Consejo de los Doce se había
producido cuando, en junio de 1959, el élder Henry D. Moyle fue llamado a servir en la
Primera Presidencia después del fallecimiento del presidente Stephen L. Richards, quien era el
primer consejero en la misma. El presidente J. Reuben Clark, hijo, que había sido el segundo
consejero, pasó a ser el primer consejero del presidente McKay, y el élder Moyle fue llamado
como segundo consejero.
A los 51 años de edad, el élder Hunter era entonces el tercer apóstol nacido en el siglo
veinte y el más joven de los Doce. Le seguía en edad entre los más jóvenes el élder Richard L.
Evans, de 53 años. Entre Howard y el élder Evans, se sentaban en la sala de consejos del
Templo de Salt Lake el élder George Q. Morris, de 85 años de edad, y el élder Hugh B.
Brown, de 75 años. Joseph Fielding Smith, de 83 años de edad, quien fue ordenado apóstol en
1910, era el Presidente de los Doce.
La edad promedio de los doce hombres que componían el consejo en esa época era de
sesenta y siete años. Estos hombres habrían de ejercer, en el transcurso de la década siguiente,
una enorme y significativa influencia en la Iglesia.3
De acuerdo con los escritores James B. Alien y Glen M. Leonard, la década de 1950
había sido una "importante era de transición para la Iglesia" cuando
una nueva orientación en la obra misional, los programas para la juventud, la obra del
templo y el sistema educativo, como asimismo un renovado interés en la expansión de la
Iglesia fuera de los Estados Unidos, establecieron los cimientos para dos de los desarrollos
más extraordinarios de las tres décadas siguientes: un genuino internacionalismo y una amplia
innovación en asuntos administrativos, lo cual contribuiría tanto al carácter mundial como al
crecimiento de la Iglesia....
Al comenzar la década de 1960 con más de 1.600.000 miembros en todo el mundo, la
Iglesia había ya sobrepujado la simple estructura administrativa establecida en la época de
José Smith, atendiendo las necesidades de los miembros mediante tres organizaciones básicas.
Una era el sistema eclesiástico común, con su correlación bien definida de la autoridad del
sacerdocio; otra eran las organizaciones auxiliares. . . cada una de las cuales tenía su propia
mesa general y sus oficiales, publicaba sus propios manuales, llevaba a cabo sus propias
conferencias, determinaba cuáles habrían de ser sus cursos de estudio y editaba sus propias
revistas. Una tercera organización incluía un sinnúmero de servicios profesionales necesarios
para el normal funcionamiento de la Iglesia—los cuales continuarían ramificándose.4
En 1959, cuando el élder Hunter recibió su llamamiento, había más de un millón y
medio de miembros en 290 estacas y 50 misiones. La mayoría de ellos estaba concentrada en
la parte oeste de los Estados Unidos y había solamente tres estacas en otros países: dos en
Canadá y una en la ciudad de Auckland, Nueva Zelanda. En los doce años siguientes el
numero de miembros, estacas y misiones habría de duplicarse, produciéndose la mayor parte
de este crecimiento en Lati-noamérica y en otras regiones lejos de la sede de la Iglesia.
Con la inauguración del servicio aéreo por medio de aviones a retropropulsión, lo cual
ocurrió unos diez meses antes de la ordenación del élder Hunter, y el desarrollo de la
televisión y otros medios de comunicación por medio de satélites, se inauguró una era
totalmente nueva. A partir de entonces, las Autoridades y oficiales de la Iglesia pudieron

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viajar, ser consultados y proveer capacitación y apoyo con mayor facilidad, beneficiando así a
los miembros que en su mayoría—en especial fuera de la región oeste de los Estados
Unidos—serían conversos.
Howard W. Hunter, el nuevo apóstol, habría de destacarse entre aquellos que
participarían en este extraordinario desarrollo.

Los preparativos para la mudanza a Utah

CUANDO HOWARD Y CLAIRE regresaron a Los Angeles en avión el jueves por la


noche después de su ordenación, les esperaban en el aeropuerto sus orgullosos padres, Will y
Nel-lie Hunter, su hermana Dorothy Rasmussen con sus hijas Susan y Kathy, y J. Talmage
Jones, su buen amigo y ex consejero en la presidencia de la estaca.
Después de una animada reunión, la exhausta pareja regresó a su hogar donde, según lo
describió Howard en su diario, "comenzamos a darnos cuenta de la transformación que ahora
se produciría en nuestra vida y en nuestros planes a raíz de lo sucedido esta semana. Siempre
habíamos disfrutado de nuestro hogar en California y de la vida familiar con nuestros hijos.
Nunca se nos había ocurrido la idea de cambiar nuestra residencia, dejando atrás a tantos
amigos. Ahora nos enfrentábamos con la realidad de tener que ordenar nuestras cosas para
poder responder al llamamiento que habíamos recibido."
Al llegar a su oficina al día siguiente, Howard se encontró con numerosa
correspondencia, mensajes telefónicos y telegramas de mucha gente que le hacía llegar sus
felicitaciones. Su llamamiento al Consejo de los Doce se había anunciado en los principales
periódicos de Los Angeles, con artículos biográficos en la primera plana de algunos de ellos.
Uno de sus clientes de mucho tiempo lo llamó para felicitarlo y le dijo que "la Iglesia tiene
que haberle hecho una oferta muy tentadora" para que abandonara su práctica tan provechosa
de la abogacía a fin de convertirse en un oficial vitalicio de la misma.
"La mayoría de la gente no comprende por qué los miembros de nuestra fe aceptamos
los llamamientos ni el cometido de dedicarnos totalmente al servicio", escribió Howard en su
diario. "He disfrutado en forma cabal la práctica de la abogacía, pero este llamamiento que he
recibido supera totalmente las ambiciones de la profesión o el enriquecimiento monetario."
La semana siguiente comenzaría un régimen de vida que habría de observar durante
muchos meses: el miércoles, después de las horas de oficina, tomaba el tren en Los Angeles y
viajaba durante la noche a Salt Lake City; al otro día asistía a la reunión semanal de la Primera
Presidencia y el Consejo de los Doce en el templo; luego se ocupaba de todo isunto
acumulado sobre su escritorio en el Edificio de Administración de la Iglesia; y finalmente
tomaba el tren nocturno de regreso a Los Angeles e iba directamente a su oficina para atender
las tareas del día. A veces solía cambiar un tanto la rutina partiendo desde California un
martes por la noche y en ocasiones viajaba en avión.
No pasó mucho tiempo antes de que se le asignara asistir a conferencias de estaca en
fines de semana, y continuó ocupando el cargo de presidente de la Estaca Pasadena hasta el fin
de noviembre, cuando en una conferencia el presidente Joseph Fielding Smith reorganizó
dicha presidencia.5 Después de la conferencia, el élder Hunter escribió en su diario: "Esta ha
sido la experiencia más agradable de mi vida. He disfrutado de la tarea y he amado mucho a
las personas con quienes he traba-jado. Fui llamado como presidente de la estaca el 26 de
febrero de 1950 y ésta fue la cuadragésima conferencia trimestral que he dirigido. ... Al

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finalizar, recibí muchas manifestaciones de afecto de parte de la gente y, cuando fui a la
oficina a buscar mi sombrero, sentí un nudo en la garganta."
Howard Hunter continuó desempeñando diversas tareas, incluso un discurso por la
cadena de radio NBC en la Navidad de 1959 y dos discursos en una serie de charlas fogoneras
para la juventud, auspiciadas por la Iglesia a principios de 1960, como asimismo la función de
apartar a muchas presidencias de estaca y obispados en el sur de California.
El lunes 2 de enero escribió en su diario: "A mi escritorio llegan todos los problemas
relacionados con la Iglesia en el sur de California. Fui a mi oficina, pero debido a los
numerosos llamados telefónicos es muy poco lo que pude hacer. A los miembros les resulta
más fácil llamarme aquí por teléfono que tratar de comunicarse con las Autoridades Generales
en Salt Lake City."
El 29 de febrero escribió: "Este es un día que sólo llega cada cuatro años, aunque bien
podría haberse cancelado a juzgar por lo que he logrado completar hoy. Fui a la oficina, pero
se me interrumpió tantas veces que es muy poco lo que pude hacer."
Las actividades de Howard durante e inmediatamente después de la conferencia general
de abril de 1960 sirvieron para ilustrar su complicado programa diario y la extraordinaria
energía que su función le requería. Las sesiones de la conferencia tuvieron lugar el domingo 3,
el martes 5 y miércoles 6 de abril.6 En vez de asignársele que hablara en una sesión general,
debió hacerlo en un programa transmitido el domingo momentos antes de la actuación del
Coro del Tabernáculo y de la sesión matutina de la conferencia. Esa noche habló también en la
conferencia semestral de la Escuela Dominical.
En la noche del miércoles 6 de abril habló en una cena de un barrio y el jueves asistió a
varias reuniones y trabajó luego hasta muy tarde en su oficina en Salt Lake City. El viernes
tomó un avión a las tres de la mañana hacia Los Angeles y desde el aeropuerto mismo fue
directamente a su despacho. El sábado tomó otro avión con destino a Oregón para asistir a una
conferencia de estaca y regresó a su hogar el domingo por la noche.
El lunes trabajó en su oficina hasta la medianoche y el martes lo hizo hasta las nueve de
la noche, cuando debió dirigirse al aeropuerto para tomar un vuelo a Salt Lake City. Al cabo
de dos días de numerosas reuniones el miércoles y el jueves, tomó el tren a Los Angeles y al
llegar en la mañana del viernes fue desde la estación directamente a su oficina.
El sábado, después de trabajar un rato en el patio de su casa y de limpiar la piscina, fue a
visitar a un amigo que se encontraba enfermo, trabajó un par de horas en su despacho y asistió
a las reuniones de la conferencia trimestral de la Estaca Los Angeles. El domingo, desayunó
temprano con sus padres, asistió a una reunión preliminar y a las dos sesiones de la
conferencia de estaca, y luego fue a la casa de Dorothy, donde la familia celebró el
cumpleaños de su padre.
Mientras ocurría todo esto, Claire se hallaba en Salt Lake City en busca de una casa
donde vivir.
En su historia, Howard escribió el sábado 2 de julio: "Hoy terminé muchas de las cosas
que necesitaba hacer en la oficina, completando así casi todos los asuntos pendientes. Estuve
solo en la oficina y me di cuenta de que mi práctica de la abogacía había llegado a su fin. Hice
algunas notas sobre varios expedientes y las dejé sobre el escritorio de Gordon Lund. Me sentí
muy triste al salir de la oficina y pensé en lo mucho que he disfrutado de mi profesión, la cual
ha sido una parte esencial de mi vida en estos últimos años, pero a pesar de ello, estoy a la vez
contento y feliz de poder responder a este gran llamamiento que he recibido de la Iglesia."7

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Aunque Howard indicó que había terminado sus tareas en la oficina, continuaba
atendiendo en ella cuestiones de negócios prácticamente todos los días que permaneció en
Califor-nia, hasta que él y Claire se mudaron a Salt Lake City en abril de 1961. La firma
Hunter y Lund continuó, bajo la dirección de Gordon Lund, administrando por muchos años
todo asunto legal de sus clientes, y Howard visitaba con frecuencia la oficina cada vez que
viajaba a Los Angeles en funciones de la Iglesia o para asistir a las reuniones del directorio de
la Compañía de Propiedades Watson. Y aunque no ejercía mucho la abogacía en Utah, podía
hacerlo porque el 29 de enero de 1963 fue admitido en la barra de Abogados del estado.

Sus viajes y funciones

En EL VERANO de 1960, Richard Hunter iba a terminar su misión en Australia.


Howard y Claire habían estado haciendo planes por mucho tiempo para ir a buscarlo y
emprender con él un viaje alrededor del mundo, tal como lo hicieran con John cuando éste
terminó su misión en 1958.
Ahora, considerando su llamamiento en el Consejo de los Doce, Howard vacilaba en
ausentarse por dos meses, pero el presidente McKay le sugirió que llevara a cabo sus planes
originales. Y así fue que, el 4 de julio de 1960, los Hunter iniciaron su segundo viaje por el
mundo, el cual incluiría visitas a lugares de interés combinados con reuniones oficiales y
extraoficiales con miembros de la Iglesia en casi todos los lugares que visitarían. Después de
cinco días en Hawai, fueron a Japón, y de allí a Taiwán y a Hong Kong, lugares en donde
asistieron a conferencias de distrito. En Hong Kong se reunieron con Richard, quien había
llegado en avión dos días después de su relevo.
Desde allí, los tres viajeros volaron a Saigón, la capital de Vietnam del Sur, donde se
reunieron con soldados mormones y otros miembros de la Iglesia que trabajaban en esa
ciudad. En una reunión sacramental con ellos, Howard organizó un grupo y apartó a los
élderes, después de lo cual todos participaron de la santa cena y dieron su testimonio. Ese año,
algunos revolucionarios comunistas, conocidos por el nombre de "vietcong", comenzaron a
intensificar su lucha contra los vietnamitas del sur y, a los pocos meses de que los Hunter
estuvieran allí, el país sufriría los estragos de una guerra en gran escala y su consecuente
devastación.
Su siguiente destino fue Phnom Penh, la capital de Cam-boya (país que también iba a
verse envuelto en la guerra con los "vietcong"), donde Claire le había tomado algunas fotos a
dos niñas junto a un templo dos años antes. Se las ingeniaron para encontrar al maestro de
escuela de una de aquellas niñas y le pidieron que les hicieran llegar las fotografías.
Después prosiguieron su viaje hacia Bangkok, Rangún, Calcuta (donde Claire se cayó
fracturándose una muñeca), Nueva Delhi, Bombay, El Cairo, Jerusalén, Beirut, Estambul,
Atenas, Roma, Venecia, Viena, Zurich, Berna, Ginebra, París, Amsterdam, Londres y Nueva
York, llegando de regreso a su hogar en altas horas de la noche el lunes 5 de septiembre.
Como de costumbre, Howard no tomó el tiempo suficiente para recobrarse de su
cansancio. Trabajó todo el día tanto el martes como el miércoles, y en la noche de este último
tomó un vuelo a Salt Lake City. Debido a un mal funcionamiento del avión, tuvo que esperar
varias horas en el aeropuerto de Las Vegas, estado de Nevada, llegando a su destino a las cua-
tro y treinta de la mañana del jueves. "Ya la noche había pasado, así que me dirigí a la oficina
sin acostarme", dijo. Después de la reunión en el templo, se trasladó en avión a Great Falls,

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estado de Montana, donde le esperaba el élder Delbert L. Stapley, y juntos viajaron en
automóvil a Leth-bridge, provincia de Alberta, en Canadá, donde durante dos dias realizaron
varias reuniones, dividieron la Estaca Leth-bridge y organizaron la Estaca Taber. Después de
las sesiones de la conferencia de estaca ese domingo, Howard tomó el avión de regreso y llegó
a Great Falls poco antes de la medianoche. Temprano en la mañana siguiente tomó un vuelo
hacia Salt Lake City, pasó algunas horas en su oficina y luego regresó a Los Angeles. Dos días
más tarde debió tomar otra vez el avión en horas de la noche para retornar a Salt Lake City.
Además de sus funciones relacionadas con las estacas, Howard debió participar también
en tareas correspondientes a diferentes comités y mesas generales, tales como el comité de
personal de la Iglesia,8 el comité general del plan de bienestar, el comité general del
sacerdocio, el comité misional,9 el consejo fiduciario de la Universidad Brigham Young, el
consejo de educación de la Iglesia y varios otros grupos especiales, como también en calidad
de asesor de la Escuela Dominical y de la Primaria. De tanto en tanto, sus funciones eran
modificadas, a veces agregándosele algunas y siendo relevado de otras. Pero, invariablemente,
sus responsabilidades eran muchas.
Una de las asignaciones de mayor importancia y exigencia fue la que recibió el 17 de
noviembre de 1960, cuando el presidente Moyle lo llamó a su oficina y le entregó una carta en
la que se le encargaba la revisión, para informe de la Primera Presidencia, de las solicitudes de
personas divorciadas que deseaban obtener su recomendación para el templo. Hasta entonces,
esa tarea había estado a cargo del presidente Clark, quien por razones de salud debió ser
relevado. El presidente Moyle le indicó a Howard que se le confiaba esa responsabilidad
debido al conocimiento y la experiencia que tenía en cuanto al aspecto legal de estos asuntos.
En numerosas ocasiones a través de las semanas, los meses y los años subsiguientes, el
élder Hunter anotó en su diario las largas horas que dedicó a examinar tales solicitudes. Al año
de haber recibido ese cargo, informó a la Primera Presidencia que había tramitado unos 2.600
casos. En esa época se dispuso que no sería necesario aprobar los divorcios ocurridos antes del
bautismo de la persona, y el élder Hunter recomendó que "se permitiera que los obispos y
presidentes de estaca determinaran por sí mismos si la persona divorciada era o no digna de
entrar en el templo y que la Primera Presidencia se encargara de los casos de divorcio que
involucraran un sellamiento en el templo." La recomendación fue aprobada por unanimidad.
"Esto habrá de disminuir el número de solicitudes y facilitará a la vez la tarea", comentó.
Pero en realidad no fue así. El volumen de trabajo aumentó cuando en junio de 1962,
además de las aprobaciones de divorcios, se le encomendó la revisión de los pedidos de
anulación de sellamientos. "La sucesión de estos casos continúa sin cesar, día a día", escribió
pocos meses después. Ese fue un cargo que ocupó hasta febrero de 1970.

La felicidad del hogar propio

DURANTE LOS primeros dieciocho meses como Autoridad General y a raíz de sus
numerosos viajes a Salt Lake City, sus visitas a conferencias de estaca y sus dos meses de
excursión por el mundo, Howard estuvo en su casa tanto como estuvo fuera de ella. Cuando
viajaba entre Los Angeles y Salt Lake City en tren, con frecuencia lograba preparar sus
papeles en el camarote hasta muy tarde antes de acostarse para dormir unas pocas horas, y por
lo general iba directamente a la oficina al llegar. Cuando tenía que pasar la noche en Salt Lake
City, se quedaba en la casa de algún familiar o en el Hotel Utah.

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Poco después que Howard fuera llamado al Consejo de los Doce, él y Claire comenzaron
a buscar una casa para comprar o un terreno donde edificarla; ella lo acompañaba muchas
veces a Salt Lake City y recorría sola diferentes lugares mientras él asistía a las reuniones.
Antes de poder concretar ninguna transacción, sin embargo, era necesario que vendieran
su casa en California. Habiendo sido siempre muy diestro con las herramientas, Howard
comenzó a hacer algunas reparaciones y a arreglar el patio para hacer la casa más atractiva, y
lograron venderla en febrero de 1961. Para entonces, habían decidido construir una casa nueva
en Salt Lake City por lo que, mientras tanto, se sintieron muy agradecidos cuando el
presidente Bryan Bunker, de la Misión California, les alquiló su casa en la zona este de la
ciudad.
Una compañía de mudanzas se encargó de cargar en un camión los muebles y demás
cosas, y el 17 de abril, después
de despedirse de sus vecinos y de John y Louine, Howard y Claire partieron con rumbo a
Utah. Howard escribió: "Viajamos en auto toda la noche y cuando empezó a amanecer, nos
detuvo un patrullero y me dio una boleta por exceso de velocidad. Tal fue nuestra bienvenida a
Utah."
Los Hunter se establecieron en su casa alquilada y comenzaron a familiarizarse con sus
nuevos vecinos, el barrio y la comunidad. Pocos meses más tarde, compraron un terreno en la
zona denominada Oak Hills, al pie de las montañas al este de la ciudad, a sólo diez minutos en
automóvil de su oficina. Las responsabilidades de Howard continuaban aumentando y,
después de varios años de haber tenido que trasladarse de un lado a otro en la zona de Los
Angeles, se sentía feliz ahora de poder vivir cerca de su oficina.
Una de las cosas a que tuvieron que acostumbrarse fue el clima, con sus cuatro
estaciones bien diferentes y sus temperaturas extremas. En octubre de 1961, Howard escribió:
"Esta noche, después de cenar, vacié el radiador de nuestros dos automóviles y los llené luego
con anticongelante. Esto es algo que nunca había hecho antes. No es fácil vivir en una región
fría." Llegado el otoño, recibieron la grata noticia de que Richard y Nan Greene, que habían
estado saliendo juntos por cinco años, habían decidido casarse. El 8 de diciembre Howard
ofició en la ceremonia matrimonial y de sellamiento en el Templo de Salt Lake, y esa noche,
Sullivan y Florence Greene, los padres de Nan, ofrecieron una cena a amigos y familiares en
un restaurante cerca de su casa.
"Estamos tan agradecidos de que nuestros hijos se hayan casado en el templo y que
ambos tengan compañeras tan maravillosas", escribió Howard. "Parece que fue apenas ayer
cuando eran niños, y ahora están ya en camino de formar sus propias familias. No hay una
mayor bendición para los padres que la de ver que sus hijos continúan en la fe y que tienen
fuertes testimonios. Nos sentimos inmensamente bendecidos." El 13 julio de 1962 fue para los
Hunter un día que prefieren olvidar. "En las primeras horas de la mañana", comentó Howard
en su diario, "se produjo una terrible tormenta de truenos y relámpagos. El periódico informó
que esa simple hora de lluvia superó todas las que, en un período comparable, se habían jamás
registrado en la historia de Salt Lake City. Yo acababa de llegar a mi oficina cuando Claire
llamó por teléfono para hacerme saber que nuestro sótano se había inundado."
Howard salió de prisa hacia la casa y se encontró con que un verdadero torrente había
anegado la calle, desbordándose por sobre la acera, entrando por la ventana del sótano, y aca-
rreando barro y basura. El piso, sobre el cual habían colocado los muebles y otras cosas,
estaba cubierto con unos quince centímetros de lodo y agua. "Trabajamos todo el día sacando
afuera las cosas y desagotando el sótano", dijo. "Me pareció haber sacado miles de baldes de

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agua." A eso de la medianoche, habiendo sacado ya casi toda el agua y el barro, pudieron
acostarse totalmente exhaustos.
A las seis de la mañana del día siguiente comenzaron a revisar las cajas para evaluar el
daño. Richard y Nan habían dejado allí muchos regalos de boda y otras cosas, así que Howard
llamó a su hijo, quien se encontraba en Provo asistiendo a la universidad para comenzar luego
sus estudios en la facultad de derecho. Richard y Nan acudieron sin demora y en la tarde "la
entrada al garaje estaba literalmente cubierta de cajas de cartón y cajones mojados. El
jardinero vino, cargó todo en su camión y lo llevó al basurero municipal. El patio trasero
quedó cubierto de libros, colchones y una infinidad de cosas que pusimos a secar al sol. Es
algo verdaderamente desalentador."
Les llevó dos días abrir todas las cajas y evaluar el daño. Entre las cosas que se
arruinaron estaba el juego de la Enciclopedia Británica y otros libros de la enorme colección
de Howard, aun muchos que resultaría imposible remplazar. "Me sentí totalmente abatido
cuando descubrí que mi ejemplar de la primera edición del Libro de Mormón había quedado
completamente empapado", comentó. "Siempre fue para mí algo muy valioso porque en la
primera página tenía palabras escritas de puño y letra del profeta José Smith." Entonces llevó
el ejemplar a la Oficina del Historiador de la Iglesia, donde lograron reparar algunas de las
páginas interiores, pero la cubierta y la encuademación quedaron completamente arruinadas.
(Tiempo después consiguió otro ejemplar de estas valiosas ediciones para su biblioteca
privada.)
En el otoño, los Bunker regresaron de su misión y Howard y Claire tuvieron que
mudarse a un apartamento, a unas tres cuadras del Edificio de Administración de la Iglesia, en
la zona de Capítol Hill. Ese mismo mes empezaron a trabajar en su terreno y durante un año
fueron comprando, tanto en Salt Lake City como en Los Angeles, los artefactos eléctricos, los
artículos de ferretería, las alfombras, los accesorios de mármol y cristal, los muebles, los
estantes para libros, las plantas y todo lo demás para su nuevo hogar.
El 22 de julio de 1963, unos cuatro años después que Howard fue llamado al Consejo de
los Doce, él y Claire se mudaron a la amplia y hermosa casa que se diseñara y construyera de
acuerdo con sus propias especificaciones, y que ofrecía una vista maravillosa de todo el Valle
del Lago Salado. "Estamos muy felices de poder ocupar, al fin, nuestra propia casa", comentó
orgulloso.

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9
TESTIGO ANTE EL MUNDO

LA SECCIÓN 107 de Doctrina y Convenios, la cual es una revelación dada el 28 de


marzo de 1835 al profeta José Smith concerniente al sacerdocio, menciona varios deberes
específicos de los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles. La misma indica que deben
ser "testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo" (versículo 23); ser "un Sumo
Consejo Presidente Viajante . . . para edificar la iglesia y regular todos los asuntos de ella en
todas las naciones" (versículo 33); ser enviados, "teniendo ellos las llaves, para abrir la puerta
por medio de la proclamación del evangelio de Jesucristo" (versículo 35); y "ordenar ministros
evangelistas", o patriarcas (versículo 39).
Como consecuencia de sus excursiones alrededor del mundo con su esposa y sus hijos, a
fines de 1960 Howard Hunter había visitado ya una docena de países; esto fue una buena
iniciación en cuanto a los numerosos viajes que en los próximos treinta y cinco años habrían
de llevarle a casi todas las naciones de la tierra. Como apóstol, habría de dar testimo-nio de
Jesucristo, edificar la Iglesia, ordenar y apartar a miles de líderes y proclamar el evangelio,
tanto a los miembros como a los que no lo fueran, en cinco continentes y muchas islas del
mar. Los viajes imaginarios que había hecho con su
padre en la sala de su casa en Boise le habían despertado la sed de conocer el mundo y
de aprender más acerca de las diferentes naciones y culturas, pero nunca pudo imaginar que
habría de tener las oportunidades y las experiencias que ahora se le presentaban.
Con la insaciable curiosidad y la inclinación hacia el orden que caracterizaron su vida, el
élder Hunter se preparaba con bastante tiempo para cada uno de sus viajes y estudiaba todo lo
posible sobre los lugares que visitaría, sus pueblos y su cultura. Prefería planear su propio
itinerario utilizando folletos informativos de las aerolíneas y aprovechando asimismo su
amplio conocimiento personal y su memoria para decidir cuánto tiempo necesitaba dedicar en
cada caso y cuál era la mejor ruta para llegar a donde iba. En su diario personal describía
detalladamente los lugares que visitaba y a la gente que conocía en ellos, y con frecuencia
compartía dicha información con otras Autoridades Generales cuando se enteraba de que
habrían de viajar a esos lugares. Cierta vez, cuando uno de los apóstoles mencionó que
regresaría de África del Sur en una fecha determinada, el élder Hunter de inmediato le informó
en qué aerolínea habría de viajar, a qué hora partiría de África del Sur, cuántas escalas haría en
el vuelo y cuándo llegaría a Roma, que era su destino.
El diario personal del élder Hunter está repleto de datos como éste, con fecha del 30 de
noviembre de 1961: "Hoy trabajé hasta bastante tarde en la oficina y luego fui a la biblioteca
para buscar información sobre Irak y la Tierra Santa." Esta averiguación le sirvió para uno de
sus viajes más inolvidables—el que hizo en la Navidad de 1961 con Claire y con el élder
Spencer W. Kimball y Camilla, su esposa, a Egipto y el Medio Oriente. Ambos apóstoles
resumieron sus experiencias e impresiones en una carta que, desde Estambul, enviaron a sus
colegas del Quórum de los Doce:
Estas tres semanas han resultado ser intensas y provechosas. Hemos seguido la
trayectoria de nuestro patriarca Abraham, desde Ur de los Caldeos, a través de su nacimiento,
su juventud, su casamiento y su fuga de la idolatría que era prevalente en el gran valle que
existe entre los dos antiguos ríos. Escalamos con él el templo Ziggurat, recorrimos las

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excavaciones de las ciudades donde probablemente habitó, y continuamos en su camino por el
valle hasta el lugar llamado Babilonia que tanto habría de expandirse mucho tiempo después.
Seguimos sus pasos en las proximidades de Damasco y de allí fuimos a Betel y a
Hebrón, y a Bersheba y a Egipto, para regresar al Monte Moríah, el del sacrificio de Isaac.
Visitamos la caverna de Machpelah, donde fue sepultado con Sara, Isaac, Rebeca, Jacob y
José.
Seguimos luego en pos de Jacob y de José y sus familias hacia Egipto, y de los israelitas
en su regreso a la Tierra Prometida, a través de sus conquistas, sus dificultades bajo el
gobierno de los jueces y su esplendor en la época de los reyes y la magnificencia del reinado
de Saúl, de David y de Salomón.
Escalamos colinas como las de Samaría, las que una vez fueron cuna de palacios y
cortes de gran majestuosidad y ahora son labrantíos que cubren columnas derrumbadas, torres
derribadas, muros destrozados y millones de fragmentos de mármol, loza y granito por
doquier, cada uno de los cuales podría contar historias ingeniosas y tristes, conmovedoras y
alegres; historias de depredación, de adoración, de idolatría, de conquistas, de convenios
quebrantados, de esperanzas truncas y de castigos padecidos.
Recorrimos el camino de los israelitas transgresores a Babilonia, atravesando con mucho
interés sus ruinas, y sentándonos "junto a las aguas de Babilonia" con ellos, lamentamos sus
transgresiones (como nación), las cuales resultaron en su cautiverio. . . .
En la Nochebuena permanecimos en Belén, donde nació Cristo. Había allí otras 20.000
personas de diversos países y de todo color, raza, idioma y credo. Pero cuando fuimos al
Campo de los Pastores, nos encontramos solos en la oscuridad de la noche. En realidad, habría
sido oscuridad si no fuera por la brillante luna y el cielo estrellado. Y en voz baja cantamos:
"En la Judea, en tierra de Dios, fieles pastores oyeron la voz: ¡Gloria a Dios en lo alto!" No
hay aquí mezquitas ni catedrales que empañaran el paisaje y sentimos el espíritu; y bien
podríamos decir que, desde aquella noche sagrada, el lugar ha experimentado algunos
cambios.
Seguimos luego a José, a María y al niño Jesús por la campiña y la Franja de Gaza hacia
Egipto, y allí visitamos el lugar en la antigua sección de El Cairo donde la tradición cuenta
que aquella familia habitó mientras permanecieron en la ciudad a la vera del río Nilo. Subimos
a las colinas de Nazaret, donde pasó Su adolescencia. Entonces les seguimos por sobre las
colinas de Judea hasta el templo en Jerusalén...
Anduvimos por las colinas de los milagros en torno al Mar de Galilea, recorrimos la
comarca de rocas inmutables que una vez fueran ciudades donde El durmió y comió, donde
predicó y realizó milagros. Cruzamos las azules aguas del Mar de Galilea, las cuales El cruzó
tantas veces en barco y sobre las que caminó. Le seguimos hasta el Mar Mediterráneo, al
Jordán hacia el sur, a Cesárea de Filipo al norte, y de nuevo a Jerusalén, al sur. Nos sentamos a
descansar en la cima de varios montes y allí leíamos las Escrituras. En Jerusalén y sus
alrededores, visitamos la mayoría de los lugares tradicionales.
Nosotros, los cuatro, caminamos varios kilómetros desde Betania hasta el Monte de los
Olivos y de regreso a Jerusalén—por el sendero que El recorrió tantas veces. Ascendimos al
monte Gólgota, que muy bien podría haber sido el Calvario, donde nos sentamos y
permanecimos un largo rato para leer el relato del arresto, el juicio, la persecución y la
crucifixión de nuestro Salvador.
Con la doliente multitud descendimos de la colina y pasamos unas horas en las
excavaciones que, según se cree, fueron el sepulcro y el jardín originales. Allí tuvimos una
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grata sensación—la certeza de que estábamos en el paraje auténtico. Y al leerlos en ese mismo
lugar, los Evangelios parecieron tomar un nuevo significado.
En el Monte de los Olivos' leímos acerca de la ascención del Señor, lo cual fue una
gloriosa experiencia. Viajamos precisamente desde la tierra de Dan hasta Beerseba, y desde
Transjordania hasta el Mediterráneo.... Recordamos la historia del Medio Oriente, tanto la
secular como la eclesiástica. Tenemos la seguridad de que este viaje nos ha hecho comprender
más aún la realidad del pasado, su relación con el presente y la deuda que tenemos con el
Señor, cuya vida, muerte y sacrificio cobran un mayor significado.1
En Estambul, los matrimonios debieron tomar rumbos diferentes. Los Kimball viajaron a
Alemania y a Holanda para asistir a conferencias de estaca, mientras que los Hunter, para
cumplir con una asignación similar además de participar en otras reuniones llevadas a cabo en
siete misiones distintas, viajaron a Inglaterra y a Suiza. Después, los Hunter tomaron un avión
hasta Berlín, donde también visitaron el sector oriental, al otro lado del gran muro de cemento
que se había construido poco antes para dividir la ciudad. "A ambos lados del muro", notó el
élder Hunter, "había guardias militares. Aunque yo he leído mucho acerca de la tiranía del
comunismo, nunca antes había comprendido realmente lo que significa la libertad. Me
compadezco de la gente que vive bajo la angustia del temor continuo."
Después de pasar seis semanas de constante trajín, los dos apóstoles y sus respectivas
esposas estaban ansiosos de regresar a sus hogares. Desde Alemania viajaron en avión a
Nueva York, donde la hermana Kimball se quedó para ir a visitar a uno de sus hijos en la
ciudad de Albany, en tanto que los Hunter y el élder Kimball siguieron viaje. El avión tuvo
que permanecer én Grand Junction, estado de Colorado, porque el aeropuerto de Salt Lake
City estaba cerrado por causa de niebla. Como no había camarotes disponibles en el tren que
entonces debieron tomar a las dos de la mañana, viajaron sentados toda la noche para llegar a
Salt Lake City unas seis horas más tarde.
Un taxímetro llevó al élder Kimball y al élder Hunter al Templo de Salt Lake para la
reunión de los jueves de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, y a la hermana
Hunter hasta su casa. En su diario, el élder Hunter concluyó con este comentario: "Viajar es
algo interesante, pero nada hay en el mundo que pueda compararse al hogar."

El crecimiento de la Iglesia y el
incremento en las tareas

A PESAR DE cuán maravilloso es para él su hogar, el élder Hunter no siempre tiene


tiempo para disfrutarlo sino por pocos días a la vez. El número de los países que permiten la
obra misional ha aumentado enormemente desde 1960, con el consecuente incremento sin
precedentes de misiones y estacas en todo el mundo, en particular, en Latinoamérica y en
Asia.
Mientras que en décadas anteriores los miembros del Consejo de los Doce solían visitar
sólo unos pocos países durante todo su ministerio, en la segunda mitad de este siglo los após-
toles han tenido que viajar, por lo general, a muchas naciones cada año. Sus asignaciones
incluyen entrevistas con oficiales de gobierno en países que previamente no hayan permitido
la labor de la Iglesia, a fin de obtener la autorización necesaria para la futura obra proselitista;
también la supervisión de las misiones y de los templos, y la capacitación de sus presidentes,
la organización, división y reorganización de estacas, la verificación de los asuntos temporales

94
y el desarrollo de la Iglesia y el fortalecimiento de sus miembros en las regiones que visitan.
Poco tiempo después de que el élder Hunter recibiera su llamamiento como apóstol, el
número de oficiales en los diferentes lugares comenzó a acrecentarse rápidamente, por lo que
se llamó a Representantes Regionales y, por cierto tiempo, a Representantes Misionales para
que proveyeran la capacitación de líderes locales del sacerdocio. Al cabo de algunos años,
aumentó el número de miembros del Primer Quórum de los Setenta y, a fines de la década de
1980, se organizó el Segundo Quórum. Aunque se han simplificado algunos programas y aun
se han eliminado otros, las responsabilidades de la Primera Presidencia y del Quórum de los
Doce fueron haciéndose cada vez mayores. Esto les ha requerido gran dedicación y un
esfuerzo extraordinario para atender las necesidades de la Iglesia, cuyo número de miembros
ha venido duplicándose con el paso de los años y cuya obra se extiende hasta los confines del
mundo.
El élder Hunter ha sido siempre partícipe en esta expansión extraordinaria, habiendo
ocupado cargos en muchos directorios de corporaciones y en comités de la Iglesia, y tra-
bajando como director o asesor de los principales departamentos en las Oficinas Generales.
Cuando no se hallaba viajando por el extranjero en funciones asignadas por la Iglesia, en la
mayoría de los fines de semana tenía que presidir en conferencias de estaca en los Estados
Unidos o en Canadá. En las pocas ocasiones en que no tenía ninguna asignación oficial, con
frecuencia se lo podía encontrar en su oficina poniendo al día sus tareas. Siendo que, por lo
general, cumplen muchas funciones en los fines de semana, las Autoridades Generales tienen
libre el día lunes. De tanto en tanto, el élder Hunter lo ha mencionado en su diario con algunos
comentarios como los siguientes:
"El presidente McKay nos ha dicho que todas las semanas nos tomemos un día libre.
Nunca lo he logrado, pero me agradaría arreglar mis asuntos para poder hacerlo." (5 de febrero
de 1962.)
"La Primera Presidencia ha reiterado varias veces que no deberíamos ir a la oficina los
lunes. Pensé que quizás hoy podría trabajar sólo unas horas para arreglar algunos asuntos
pendientes, pero eran las seis de la tarde cuando terminé de hacerlo." (14 de marzo de 1966.)
"Una de las resoluciones que he tomado para este año es que no iré a trabajar a la oficina
en días lunes, como se nos ha pedido. Hoy falté a mi promesa, pero desde ahora en adelante
me esforzaré por cumplirla." (4 de enero de 1971.)
Las tareas continuaron multiplicándose sin cesar, y aun a fines de 1991 seguía
disponiéndose a no trabajar los lunes en su oficina: "Creo que soy el único miembro del
Consejo de los Doce que se halla hoy en la oficina. Como Autoridades Generales, se espera
que nos tomemos libre el día lunes, pero no lo he hecho. Quizás no vendré más a la oficina los
lunes." (11 de noviembre de 1991.)

Diversas bienvenidas

A PESAR DE sus enormes responsabilidades, el élder Hunter encontraba siempre


provechosa e inspiradora su relación personal con los miembros de la Iglesia. Para muchos de
éstos, si no para su mayoría, quizás cuando asistían a las conferencias en las que él presidía y
hablaba, el élder Hunter era la única Autoridad General que jamás tendrían la oportunidad de
conocer. Al terminar las reuniones se formaban largas filas para saludarlo y más de una vez
perdió su avión porque se quedaba para estrechar la mano de todos. Nunca parecía estar de

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prisa y quien lo conocía recibía la impresión de ser, en ese preciso momento, la persona más
importante en la vida del élder Hunter.
El gozo de estar en la presencia de una Autoridad General se manifestó muy
particularmente entre los miembros de la Iglesia en las islas del Pacífico Sur. De acuerdo con
un ex presidente de estaca en Samoa, "el élder Hunter tiene una modalidad especial para con la
gente de la Polinesia y sabe percibir las diferencias entre las culturas. En ese respecto, es como
el presidente Kimball."
En 1968, cuando fue a organizar la Estaca Nuku'alofa en Tonga, esperaban al élder
Hunter y a su esposa los líderes de la misión y de las mesas directivas, muchos miembros de la
Iglesia, representantes de los medios de prensa, fotógrafos, y la banda de música de los
alumnos de la Escuela Secundaria Liahona. "A medida que pasábamos entre las filas de recep-
ción, la banda iba tocando y la multitud se nos acercaba para estrecharnos la mano y ponernos
collares de flores alrededor del cuello", escribió luego el élder Hunter. "Nunca antes habíamos
tenido tal recibimiento de tanta gente. Tiene que haber habido allí, por lo menos, 250
personas."
Durante esa visita, él y el élder Thomas S. Monson, quien lo acompañaba, conocieron al
rey Taufa'ahau Tupou IV de Tonga. El élder Hunter describió así la ocasión: "Fuimos al
palacio a la hora señalada y se nos condujo a la sala de recepciones donde, en un extremo, se
encontraba sentado el rey. Al vernos entrar, se puso de pie, nos saludó y nos estrechó la mano
a medida que nos presentaban. ... El rey es un hombre de considerable tamaño. Según se nos
dijo, pesaba más de 180 kilos, y es una persona muy agradable y cordial con toda la dignidad
de la realeza. Conversamos acerca de la Iglesia y el hermano Monson le comunicó los saludos
del presidente McKay."
Claire acompañó por lo general al élder Hunter en sus vía-es a diversos lugares del
mundo hasta fines de 1970, cuando por razones de salud debió dejar de hacerlo. De acuerdo
con el presidente Monson, cuando viajaron a Tonga, las hermanas Hunter y Monson visitaron
a las hermanas de la Sociedad de Socorro y a los niños de la Primaria. "La hermana Hunter
solía tomar a aquellos niños en sus brazos y, sentando a uno en cada rodilla, conversaba con
ellos", dijo, "y entonces les decía a las maestras de la Primaria cuán bendecidas y privilegiadas
eran de tener la oportunidad de enseñar a esos niños maravillosos. Ella conocía el valor del
alma humana."2
Al regresar de un viaje a Australia y al Pacífico Sur, el élder Hunter le dijo a un
periodista del semanario Church News que un presidente de misión le había comentado que
bien le valdría tener "un cuello fuerte." El reportero escribió luego: "El élder Hunter recordó
esta advertencia cuando los miembros de Papeete y de las islas vecinas lo saludaron
estrechándole la mano y colgándole del cuello unos collares hechos de conchas marinas.
Cuando terminaron de saludarlo, habían adornado a los visitantes con unos 25 kilos de
collares."3
Al élder Hunter nunca le gustó ser el centro de atención, pero sí le agradaba reunirse con
la gente. En los mares del sur se le brindaron muchos homenajes en ceremonias especiales,
como el que recibió en la isla de Fidji, en 1969: "En una solemne ceremonia se me entregó una
tauba, que es el más grande honor que pueda presentarse a un rey o a un dignatario visitante.
Se trata de un diente de ballena envuelto en una trencilla para poder lucirlo en el cuello. Es
algo de tanto valor que no puede sacarse de la isla sin tener un permiso especial. Por tanto, el
Secretario de Asuntos Nacionales al Servicio de Su Majestad me dio una carta autorizándome
a retirar el tauba de la colonia."

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Otra ceremonia igualmente especial—cosa típica de esas islas—ocurrió cuando, en
1974, se encontraba en Samoa para organizar la Estaca Upólo:
"Unos cien guerreros se hallaban sentados en hilera a ambos lados del Príncipe, quien se
sentó junto a un tazón de kava,4 y unos sesenta jefes—casi todos los del sur de la isla—
estaban sentados en grupo detrás del tazón. ... La ceremonia comenzó con varios discursos de
salutación por parte de los jefes, con toda la pompa y el esplendor de los cortejos de la
antigüedad. Una vez preparada la kava, el copero les sirvió a los dignatarios visitantes. Luego
llegó el momento de la entrega de regalos. Formaron una procesión para exhibir las
veinticinco finas alfombras que habían de darse a los visitantes, como así también otros
regalos—cerdo asado, una vaca, canastos, sartas de cuentas y varias cosas más. Alguien nos
dijo después que nunca se había visto en toda Samoa una ceremonia tan espléndida ni con
tantos regalos."
En una ocasión en que, en junio de 1983, el élder Hunter estuvo en Tonga para organizar
una nueva estaca, el presidente Pita F. Hopoate, de la Misión Nuku'alofa, y su esposa tuvieron
un hijo. Dos días después, durante una cena en la casa de la misión, el presidente Hopoate
anunció que al niño le habían dado el nombre de Howard Hunter-i-Ha'pai Hopoate, con el
sobrenombre de "Cuatro Haches."
Cuando el élder Hunter volvió a Tonga dos meses más tarde para la dedicación del
templo, la hermana Hopoate llevó al niño al aeropuerto para que él pudiera ver a su tocayo.
Luego comentó que "el presidente Hopoate dijo que sus iniciales eran H.H.H.H., pero siendo
que la H en el idioma de Tonga se pronuncia 'Já, debía llamársele 'Ja Já Já Já'."

Pasándola lo mejor posible

TODO VIAJE EXTENSO, a veces con horarios rigurosos, suele venir acompañado de
problemas, frustración y sorpresas desagradables. Por lo general, el élder Hunter ha sabido
aceptar estas cosas con verdadera ecuanimidad y considerable buen humor, como lo ilustran
las siguientes experiencias:
En diciembre de 1965, en Trípoli, él y Claire dejaron el hotel un domingo por la mañana
y tomaron un taxímetro hasta el aeropuerto para viajar de allí en avión a Túnez. Pero cuando
llegaron al mostrador de la aerolínea, se dieron cuenta de que habían olvidado sus pasaportes
en el hotel. Llamaron en seguida por teléfono al conserje y éste se los envió por taxi, pero
para entonces el avión había partido y no habría otro vuelo hasta la mañana siguiente.
Entonces decidieron regresar a la ciudad y asistir a la reunión sacramental con un grupo
de soldados en una base militar norteamericana; sin embargo, cuando al fin pudieron encontrar
la capilla, la reunión había terminado. El hotel en el que se habían hospedado antes no tenía
habitaciones disponibles y se les recomendó otro. El élder Hunter escribió: "El cuarto era muy
pobre y carecía de baño, pero estábamos agradecidos de tener un lugar donde dormir. Este fue
un día en que todo pareció salir mal, desde el mismo estado del tiempo hasta la pérdida del
vuelo y el no haber podido asistir a la reunión sacramental. Preferimos reírnos y pasarla lo
mejor posible."
En una ocasión se encontraba viajando en un barco pesquero entre las islas de Tonga
cuando, contaba, "se desató una tormenta tropical, el mar se enfureció, el barco se remontaba y
se abatía, y la lluvia arreciaba. Entonces nos refugiamos bajo la cubierta y uno a uno
comenzamos a sentirnos mareados, se malogró nuestro desayuno y nos fuimos al camarote. El

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mar continuó embravecido el resto del día. Claire y yo nos sentíamos demasiado enfermos y
nos quedamos en la cama, y era evidente que también los demás se sentían igual." Finalmente,
la tormenta se calmó esa noche y cuando el barco ancló a la mañana siguiente, el élder Hunter
saludó gozoso a los miembros de la Iglesia que le esperaban en el puerto y, aunque aún se
sentía bastante débil, se mostró dispuesto a caminar hasta la capilla que había ido a dedicar.
En el Medio Oriente, el cambio de planes y de horarios no es para nada fuera de lo
común. En 1975, el élder Hunter tenía que viajar desde Teherán, en Irán, hasta Israel, a unos
1.200 kilómetros de distancia, pero, a raíz de una huelga de la aerolínea israelí El Al, no había
ningún vuelo directo. Después de consultar con diferentes compañías, finalmente consiguió
pasajes en una aerolínea iraní hasta Atenas, "desde donde probablemente se podría llegar a Tel
Aviv. . . . Sin embargo, debido al creciente conflicto en Beirut, se nos cambió el itinerario y
volamos hasta Abadán, sobre el Golfo Pérsico, y de allí proseguimos hacia el norte, a través de
los valles entre los ríos Tigris y Eufrates, hasta Bagdad (Irak). Entonces, cruzando Irak,
seguimos hacia el oeste por Jordania, Jerusalén y el Mar Mediterráneo hasta Atenas. . . .
Nuestro vuelo a Israel en Air France debía salir a las siete pero, llegada esa hora, se nos
informó que habría una demora hasta la medianoche."
Aunque llegó a Tel Aviv después de medianoche, le esperaban allí algunos miembros de
la Iglesia, quienes le dieron la bienvenida y lo llevaron al hotel donde se hospedaría en
Jerusalén.
Poco después, ese mismo año, los Hunter visitaron nuevamente el Medio Oriente y
viajaron desde El Cairo hasta Beirut, donde se reunieron con los líderes de la rama y trataron
acerca del futuro de la Iglesia en la República del Líbano. "Como norteamericanos que
éramos, nos sentíamos un tanto nerviosos al llegar a Beirut en una aerolínea egipcia", dijo. "El
aeropuerto estaba vigilado por soldados con ametralladoras y tanques. Notamos algunas
ventanas destrozadas y otros daños causados por los terroristas que habían secuestrado un
avión la semana anterior, incidente en el que murieron catorce personas. Los pasajeros fuimos
transportados hasta la ciudad con una escolta militar."
En Belfast, Irlanda del Norte, los líderes de la estaca llevaron a los Hunter a través de las
zonas cuyos edificios habían sido bombardeados y muchos automóviles incendiados por el
ejército de la República Irlandesa.
El élder Hunter debió enfrentar un peligro diferente en 1971 cuando, de viaje a América
del Sur con su esposa, hizo escala en Panamá. "Antes de ir a dormir, salimos a caminar por
una de las calles principales. Al pasar cerca de un callejón, cuatro hombres me atacaron con la
aparente intención de arrastrarme hacia el callejón. Me arrojé al suelo y grité a viva voz. En
cuestión de unos pocos segundos me revisaron los bolsillos, menos el de mi billetera porque
no consiguieron que yo sacara de él la mano. Una multitud acudió a nosotros y los agresores
huyeron hacia el tenebroso callejón. No sufrí daño alguno, pero sentí los efectos del ataque;
tampoco me faltó nada, excepto la llave de mi habitación del hotel. Este es un lugar
peligroso."
Después de cierta conferencia de estaca, el élder Hunter expresó sus sentimientos en su
diario personal con respecto a otro tipo de peligro que amenaza a las Autoridades Generales:
Es casi imposible para las Autoridades Generales de la Iglesia mantenerse en línea. Cada
fin de semana, cuando permanecemos en el hogar de un presidente de estaca, su esposa se
esmera por cocinar y preparar la mesa con abundancia de cosas. Nunca me quejo, porque no
hay nada que no me agrade. A mucha gente le gusta el jamón al horno y el pollo asado, y
también a mí; pero últimamente he comido estas cosas tantas veces que apenas puedo pensar

98
en un cerdo o un pollo sin sentirme culpable al considerarlos ya un tanto empalagosos.
Por ejemplo, el pasado fin de semana, en la cena que tenemos los viernes en la Sinfónica
de Utah, nos sirvieron una mitad de pollo a cada uno—mucho más de lo que yo pude comer.
En el vuelo a Chicago, el sábado por la mañana, nos sirvieron unas enormes tajadas de jamón
para el desayuno. Al mediodía, en viaje a Atlanta, nos sirvieron pollo frito relleno de jamón.
Entre Atlanta y Jacksonville el almuerzo fue liviano: emparedados de pollo y jamón.
Cuando llegamos a la casa de nuestros anfitriones, nos esperaban con una gran cena y la
hermana había cocinado un delicioso jamón al estilo sureño. Esta mañana, cuando me levanté,
la hermana tenía ya el desayuno listo, con huevos fritos, bizcochos, sémola, jalea de
melocotón y, por supuesto, unas enormes tajadas de jamón frito.
En el vuelo de regreso a Chicago, no tenía mucho apetito debido a tan suculento
desayuno, pero cuando sirvieron un refrigerio—emparedados de pollo y jamón—sólo comí el
pan y los encurtidos. En los vuelos nocturnos de Chicago a Salt Lake City siempre sirven una
abundante cena. Primero pedí jugo de tomate y luego la azafata preguntó si estaba listo para la
cena. "¿Qué tienen para comer?", le pregunté, a lo que respondió: "Shish-kabob de carne
vacuna." Asentí de buen grado y pensé, "¡Qué bueno! Al fin comeré algo diferente." A los
pocos minutos sirvieron la cena—en una larga puya, venían ensartados tres grandes trozos de
jamón, dos más pequeños de carne vacuna, con pedacitos de cebolla y pimientos
entremezclados. Me deleité con la carne vacuna y entonces me puse a pensar en que me
agradaría mucho que, entre otras cosas, se mencionaran el jamón y el pollo en la Sección 89
de Doctrina y Convenios.
Estoy muy agradecido para con tanta gente maravillosa con quienes he pasado muchos
fines de semana y aprecio mucho su bondad, pero al pasar de regreso a casa frente a una
hamburguería no pude menos que pensar, "¿No serían, acaso, una hamburguesa y una leche
malteada un delicioso banquete?"

"A los extremos de la tierra"

En UNA REVELACIÓN dada al profeta José Smith, el Señor dijo, concerniente a los
Doce Apóstoles: "Tú testificarás de mi nombre. . . y enviarás mi palabra a los extremos de la
tierra." (D. y C. 112:4). Como apóstol, Howard Hunter ha proclamado realmente el evangelio
"a los extremos de la tierra", por medio de sermones transmitidos vía satélite a las regiones
más lejanas del mundo y también mediante visitas personales a muchos países que, durante la
mayor parte de este siglo, habían sido inaccesibles para los líderes y misioneros de la Iglesia.
En sus viajes, el élder Hunter ha visitado diversos lugares en todo el mundo: desde
Machu Picchu, el centro arqueológico incaico en los Andes peruanos hasta los desiertos azo-
tados por los vientos y la arena en África; desde Dachau, el ignominioso campo de
concentración de la Segunda Guerra Mundial en el sur de Bavaria hasta el Taj Mahal, en la
India; desde la Gran Muralla China hasta el muro de Berlín; desde la Plaza Roja en Moscú
hasta la de Tiananmen en Pekín; desde asoladas ciudades como Beirut y Belfast, hasta los
apacibles villorrios y los senderos campestres en Escandinavia y Escocia; desde el Monte
Victoria sobre Hong Kong hasta la Meseta Montañosa que domina El Cabo, en África del Sur;
y desde la llanura desértica de Australia hasta las bulliciosas y atestadas ciudades de Shanghai,
Tokio, Río de Janeiro y Bombay. El élder Hunter ha navegado por los canales de Venecia, por
el Mar Mediterráneo y por los ríos Moscú, Sena, Hudson, Nilo, Rin y Danubio; ha viajado en

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trenes de cremallera, subterráneos, interurbanos y en el Expreso del Oriente, en autobuses y
también en los tradicionales carruajes japoneses tirados a mano; asimismo, ha montado
caballos, camellos y burros.
Son muy pocos los lugares del mundo que no haya visitado alguna vez y muy raros los
medios de transporte y los tipos de hospedaje que no haya utilizado. Y doquiera que ha ido, ha
sabido enseñar y fortalecer a los miembros de la Iglesia, acercándose personalmente a ellos y a
muchos otros. Siempre ha estado genuinamente interesado en la gente y le agrada
sobremanera volver a ver a sus viejos amigos y establecer nuevas amistades. Ha conocido y ha
conversado con muchos jefes de estado, oficiales de gobierno y líderes religiosos en muchos
países, y se ha relacionado con mucha gente de condición y posición humildes.
Una vez, encontrándose en función oficial con el élder Neal A. Maxwell en El Cairo,
caminó con él por en medio de hacinadas multitudes para ir a buscar al portero del hotel en
que se había hospedado años antes. Recordaba cuán bondadoso había sido con él, y se enteró
con profunda tristeza de que el hombre ya había fallecido.
En Noruega, en septiembre de 1966, él y su esposa visitaron Hammerfest, la ciudad más
septentrional del mundo, por sobre el Círculo Ártico. Un artículo en el semanario Church
News describió así su aventura: "No es nada fácil llegar a Hammerfest en medios de transporte
regulares. Originalmente, se había dispuesto que los visitantes viajaran a esa ciudad en
hidroplano, pero el mal estado del tiempo no lo permitió. Entonces decidieron hacerlo en
automóvil desde Alta, la ciudad con aeropuerto más cercana a Hammerfest. La nieve empezó a
cubrir las carreteras. Varias veces, el élder Hunter y el presidente Leo M. Jacobsen debieron
bajarse del automóvil para empujarlo en la nieve. Cuando todo parecía en vano, pasó por allí
un camión y los remolcó por sobre la cima de la montaña hasta Hammerfest."
Finalmente, a las diez y media de la noche llegaron a una reunión que debía haber
comenzado a las siete y se encontraron con que la mayoría de los miembros aún les aguardaba.
Habían venido desde varios lugares por el cabo norte, aun desde Kirkenes, en la frontera con
Rusia", dijo el élder Hunter. El artículo del semanario terminó diciendo que, como resultado
de esa visita, "los misioneros han percibido una actitud más amigable entre los lugareños y un
renovado sentimiento de solidaridad entre los miembros de la Iglesia."5
El élder Hunter es un hombre muy modesto, discreto y considerado que piensa en los
demás antes que en su propia comodidad. En lugar de que se le dispense una atención espe-
cial, prefiere ser aceptado como parte del grupo. Los jóvenes, en particular, congenian con él.
Cuando en mayo de 1975 se le pidió que acompañara al grupo de danzas folklóricas
internacionales de la Universidad Brigham Young en una excursión de dos semanas en la
China, él podría haber viajado en la sección de primera clase, pero prefirió hacerlo en la
sección económica con los miembros del grupo y sus asesores. "El avión iba lleno y
viajábamos un poco apretados", comentó, pero nunca se quejó de las condiciones, ni del
hospedaje, ni de la exigencia de los horarios.
El élder Hunter acompañó al grupo en casi todas sus excursiones y asistió a la mayoría
de sus actuaciones, y no demoró en convertirse en el compañero y amigo predilecto de cada
uno de ellos. En su diario describió detalladamente el itinerario y las experiencias del grupo,
agregando comentarios como éstos: "Después de una divertida noche de entretenimientos, nos
retiramos a descansar cerca de la medianoche", y "Por espacio de una hora estuve contestando
preguntas a los alumnos." Refiriéndose a los miembros del grupo, dijo: "Son los treinta y dos
jóvenes más considerados, amables, corteses, felices, espirituales y atentos con quienes jamás
haya estado relacionado. Es un verdadero placer acompañarles en este viaje."

100
En Hong Kong, en ocasión de su última reunión espiritual, les dijo a los alumnos que
con mucho gusto haría llegar cualquier mensaje a sus respectivas madres si le daban sus
números de teléfono. En el transcurso de pocas semanas, ya de regreso en su oficina en Salt
Lake City, cumplió su promesa e hizo cada uno de los llamados telefónicos.
En otro viaje con alumnos de la Universidad Brigham Young, les demostró que es un
buen camarada, que tiene un buen sentido del humor y que está dispuesto a tomar riesgos y a
soportar cualquier incomodidad. En 1982, fue con un numeroso grupo de alumnos, líderes y
miembros de la Rama Jerusalén y otros en una excursión al Monte Sinaí, poco antes de que
Israel le devolviera a Egipto la región.
Los alumnos viajaron en autobuses, en tanto que el élder Hunter y su comitiva lo
hicieron en una avioneta "por sobre las arenas y el escabroso desierto y las montañas de la
Península del Sinaí, hasta un pequeño aeropuerto", el cual, comentó, se encontraba sujeto a
una estricta vigilancia militar. "En diversos sectores, los soldados israelíes estaban
desmantelando las instalaciones y el ejército egipcio se desplazaba construyendo
campamentos. Tuvimos la impresión de que estábamos en medio de un conflicto bélico." Los
alumnos llegaron al aeropuerto al caer la noche y los 128 turistas se acomodaron como
pudieron en una barraca para descansar unas horas.
A las dos de la mañana siguiente, tomaron los autobuses para trasladarse hasta la base
del Monte Sinaí, donde las personas de mayor edad montaron camellos y los más jóvenes
comenzaron a caminar hacia la cima. El élder Hunter describió así la ocasión:
Hacía frío y la luna llena permitía ver bien el rocoso sendero. La larga caravana inició su
viaje pasando por el monasterio Santa Catalina, rodeando la base del Monte Sinaí y
comenzando el ascenso por la empinada ladera. Andar sobre un camello lento, bamboleante y
maloliente no es algo que podría considerarse como una experiencia placentera, pero tampoco
lo es el escalar una montaña por un sendero áspero y rocoso. A medida que seguíamos
ascendiendo, se iba poniendo cada vez más frío y el viento comenzó a soplar.... Yo tenía
puesta una chaqueta abrigada con capuchón, pero las piernas, que colgaban del camello, se me
adormecían a causa del frío y tenía las manos entumecidas al arerrarme al asta de la montura.
Habían pasado ya dos horas e íbamos acercándonos a la cima. Los camellos se
resbalaban en las piedras y, finalmente, los camelleros indicaron que no era posible continuar
más adelante. Entonces hicieron que los camellos se inclinaran para que pudiéramos
desmontar. Apenas podía yo caminar y el viento arreciaba. Agradecidos por la luz de la luna,
caminamos lentamente por entre las rocas hasta llegar a los setecientos escalones que llevan
hasta la cumbre. Esforzándonos paso a paso, llegamos a una saliente desde donde podíamos
percibir la cima. . . .
De pronto, notamos que empezó a aclarar el día y nos quedamos en una hendedura para
observar la salida del sol que, gradualmente, apareció por sobre las montañas a la hora sexta—
un espectáculo que jamás he de olvidar. David Gal-braith preguntó, "¿Ponemos nuestro pie en
la cumbre?", a lo que respondí, "Ya lo he visto todo; para mí es suficiente. No puedo creer que
Moisés haya ascendido más allá de este punto."
El frío y el viento eran demasiado para mí, así que comenzamos a descender por la
empinada ladera hasta donde habían quedado los camellos. No hay palabras que puedan
expresar lo que significa bajar por la cuesta del Monte Sinaí montado en un bamboleante
camello de patas rígidas. La mayoría de los alumnos descendieron tomando un atajo por el
otro lado de la montaña y nos recibieron alborozados cuando llegamos al monasterio Santa
Catalina dos horas más tarde.

101
Para entonces, la temperatura era más cálida, nos sentamos al sol sobre la arena, detrás
del monasterio, y tuvimos una reunión espiritual con estos jóvenes maravillosos. Cantamos ...
y cada uno de nosotros pronunció algunas palabras. Yo les leí los relatos del Antiguo
Testamento referentes al Monte Sinaí y los Diez Mandamientos, los cuales parecían ser mucho
más reales ahora que habíamos subido a donde subió Moisés.

La visita al hogar de los miembros

ALGUNAS DE LAS más gratas experiencias que ha tenido el élder Hunter, las vivió al
visitar el hogar de miembros de la Iglesia. Una de tales ocasiones fue en la Europa Oriental,
mucho antes de que se rasgara la "cortina de hierro." En septiembre de 1967, y en compañía
del presidente Rendell N. Mabey y su esposa, de la Misión Suiza, el élder Hunter dirigió una
conferencia en Polonia, donde en esa época había una sola rama con veinticuatro miembros de
la Iglesia en la pequeña villa de Zelwagi. Allí se hospedaron en la casa del presidente de la
rama, Erich Konietz. El élder Hunter escribió:
"Cuando llegamos a la casa, su esposa y sus cuatro pequeños hijos se acercaron a
recibirnos, alborozados de tener la visita de su presidente de misión y de una Autoridad Gene-
ral. La casa, en la que habían vivido los abuelos de la hermana Konietz, era muy humilde, y
ahora residían allí los miembros de una cuarta generación. Tanto dentro como afuera hay
moscas, perros, gatos, gallinas y gansos, pero la familia es feliz y todos son miembros fieles
de la Iglesia.... El presidente y la hermana Mabey durmieron en un sofá en la sala comedor,
Claire y yo ocupamos el dormitorio, y la familia durmió en las habitaciones de los niños. Las
comodidades no eran muchas; había que traer el agua en un cubo desde un pozo que hay en el
fondo de la casa y, como carecían de baño, uno tenía que atender sus necesidades afuera y a la
luz de la luna."
A la noche siguiente, los miembros de la rama se reunieron en la primera sesión de la
conferencia. "Desde Gliwice, en el sur de Polonia, dos hermanas viajaron 22 horas en tren,
algunos llegaron desde el Mar Báltico, al norte, en otro tren después de 20 horas de viaje,
mientras que otra familia viajó 7 horas en automóvil. Esta era la segunda vez que un miembro
del Consejo de los Doce visitaba la rama, pues el élder Ezra Taft Benson lo había hecho en
1946. Una sesión nocturna de la conferencia se efectuó en la capilla.... A excepción del
idioma, fue como estar reunidos en nuestro propio barrio, donde prevalecen las salutaciones
amistosas, el lloriqueo de los niños y las conversaciones espontáneas."
Después de la sesión matutina del domingo, a la que asistieron ochenta y ocho personas,
"todos caminamos hasta un lago, donde el presidente Mabey bautizó a tres personas.... Luego
regresamos a la capilla y los confirmamos miembros de la Iglesia."
Cuando llegó el momento de partir, los Mabey distribuyeron ropa y otros efectos entre
los adultos, y juguetes y dulces entre los niños. "Para ellos fue como la Navidad, porque es tan
poco lo que tienen", escribió el élder Hunter. "En su mayoría, los miembros lloraban cuando
nos estrechaban la mano, y fue en realidad una triste despedida.
A medida que nos alejábamos en el automóvil, todos permanecieron afuera de la capilla
saludándonos con la mano. No sé si alguna vez volveremos a ver a estos fieles miembros de la
Iglesia."
En 1972, mientras se encontraban en Europa en funciones relacionadas con la Sociedad
Genealógica, el élder Hunter y su esposa acompañaron a Fred Barth, un empleado de la

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sociedad, hasta la pequeña localidad de Jidvei, en Rumania, donde el hermano Barth había
nacido. Se hospedaron en la casa de su sobrino, Martin Barth. Las comodidades eran escasas
pero agradables, observó el élder Hunter, agregando que "ninguna de las viviendas contaba
con un cuarto de baño interior, y cuestioné la lealtad de la gente cuando noté que como papel
higiénico usaban el periódico oficial del partido comunista."
En la mañana del último de sus tres días de estada, el élder Hunter escribió: "Las
campanadas de la iglesia y el canto del gallo nos despertaron temprano, cuando apenas se
asomaba el sol sobre la aldea. Cuando regresé de la pequeña casucha detrás del gallinero, me
encontré con Martin que volvía de ordeñar una búfala para servirnos leche y cereal como
desayuno. A manera de ducha, nos lavamos con agua fría en una jofaina y quedamos listos
para las tareas del día.... Uno a uno, todos los miembros de la familia se hicieron presentes. La
despedida fue muy triste, pues habían sido muy generosos y compartieron con nosotros todo lo
que poseían para que nuestra visita fuera agradable. Sabíamos, por supuesto, que proba-
blemente nunca más habríamos de tener la oportunidad de estar juntos."

El renacer de la historia

COMO HISTORIADOR, el élder Hunter ha visitado con particular interés los lugares
donde el profeta José Smith y los demás apóstoles de su época vivieron y predicaron el
mensaje del evangelio restaurado. Y como genealogista, ha efectuado una extensa
investigación de la historia de sus antepasados y ha viajado a los numerosos pueblos y aldeas
donde vivieron en Europa.
En octubre de 1963, el élder Hunter y su esposa asistieron a una conferencia de
presidentes de misión y sus respectivas esposas, la cual se llevó a cabo en Nauvoo, Illinois.
Una noche, las mujeres se quedaron en la antigua residencia del presidente John Taylor y los
hombres se fueron a dormir en el piso de la cárcel de Carthage, donde en junio de 1844 un
populacho asesinó al profeta José Smith y a su hermano Hyrum. El élder Howard escribió al
respecto:
Después de prepararnos para dormir, nos sentamos en círculo sobre las camas en el
cuarto principal del segundo piso de la cárcel y conversamos acerca de los acontecimientos
que tuvieron lugar allí muchos años antes. El presidente M. Ross Richards, de la Misión de los
Estados del Golfo, es nieto de Willard Richards, quien se encontraba con el profeta José y su
hermano Hyrum el día de su martirio. Nos relató lo que había sucedido aquel día y los detalles
de la tragedia. A la tenue luz del lugar, podíamos ver en el piso las manchas de la sangre de
Hyrum y, a un lado, la ventana por donde cayera el Profeta después que lo balearon. Después
cantamos "Un pobre forastero", el himno que tanto le agradaba al Profeta y que, poco antes de
que la muerte interrumpiera su misión terrenal, le había pedido a John Taylor que se lo
cantara.
Nunca habré de olvidar aquellos momentos que pasé con los hermanos en ese lugar. El
presidente Carroll W. Smith, de la Misión Canadiense Occidental, ofreció una oración y
entonces nos acostamos a dormir. El presidente Smith y yo dormimos en la celda interior,
entre rejas.
Cada vez que sus funciones se lo permitían, el élder Hunter trataba de visitar en Europa
los lugares de donde procedieron sus antepasados y los antepasados de su esposa antes de que
emigraran a los Estados Unidos.

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En septiembre de 1970, cuando Fred Barth lo acompañó como intérprete, alquiló un
automóvil en Praga, Checoslovaquia, y viajaron hasta Polonia, donde procuró encontrar el
pueblo de Dorskau y otras localidades importantes en la historia familiar de Claire.
Permanecieron en Zary, cerca de los límites de la Alemania Oriental, que anteriormente había
sido la ciudad alemana de Sorau. Desde allí, viajaron unos siete kilómetros hasta Droskau. No
pudieron encontrar a nadie que hablara alemán y en el cementerio vieron que las lápidas
habían sido derribadas y destruidas durante la invasión de Polonia. En Zary, dijo el élder
Hunter, "tomamos fotos de las calles, del edificio de la alcaldía en la plaza principal donde
pensamos que Maria Reckzeh llevó a sus hijos para hacer los trámites para emigrar a los
Estados Unidos, y de la estación ferroviaria que sin duda existía ya en esa época."
Dos años más tarde, en abril de 1972, el élder Hunter y su esposa viajaron a Dinamarca
para visitar ciertos lugares donde habían vivido algunos de sus antepasados. Les acompañaban
el presidente Paul L. Pehrson, de la Misión Danesa, y su esposa, y se detuvieron en numerosos
pueblos para tomar fotografías, visitar las parroquias de las iglesias y hablar con la gente. En
uno de esos pueblos encontraron la iglesia, todavía en buen estado y funcionando después de
varios siglos, en la cual acristianaron a Morten Rasmussen, el bisabuelo del élder Hunter, y a
la que concurrían los miembros de su familia.
"Esta ha sido una experiencia emocionante para mí", dijo al término de su apresurado
viaje, "porque pude visitar cada una de las ciudades, villas e iglesias de Dinamarca en las que,
hasta donde he podido verificar según los registros, nacieron, fueron acristianados, se casaron
y murieron mis antepasados daneses.... Esta visita ha hecho renacer la historia, y la vida de
cada uno de ellos se ha convertido en una realidad."
En otro de sus viajes a Escandinavia, los Hunter fueron a varios lugares en Noruega
donde, por muchas generaciones, había vivido la familia de su bisabuela Nilla Pedersen.
En septiembre de 1989, el élder Hunter y su hijo Richard visitaron la abadía Paisley,
fundada en 1163, en la que se cree que su abuelo John Hunter fue bautizado miembro de la
Iglesia de Escocia. Luego recorrieron el Castillo de Hunterston, enclavado en una propiedad
de cuatrocientos sesenta hectáreas cerca de Largs, en el estuario de Clyde.

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EL MINISTERIO APOSTÓLICO —PARTE 1

El APOSTOLADO, escribió el élder Bruce R. McConkie, "tiene la responsabilidad de


proclamar el evangelio en todo el mundo y también de regular los asuntos de la Iglesia."1
Casi inmediatamente después de ser ordenado apóstol, Howard W. Hunter comenzó a
intervenir activamente en la administración de los asuntos de la Iglesia en el mundo. Muchas
de las asignaciones se le dieron a raíz de su experiencia en cuestiones legales y de negocios,
mientras que otras le permitieron explorar nuevos campos de acción. Cada una de estas
funciones fueron expandiendo su percepción en cuanto a la diversidad y a las necesidades de
la Iglesia en su rápido crecimiento internacional.
En 1971, uno de esos años característicos, ocupó los cargos de Historiador de la Iglesia,
Presidente de la Sociedad Genealógica, supervisor de área de las misiones de los Mares del
Sur y de Australia y luego de las sudamericanas, Director del Centro Cultural Polinesio, y
Presidente de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo. Fue también miembro de la mesa
directiva del sacerdocio, del comité de publicaciones, del consejo de educación, del comité
asesor de inversiones, del comité de conferencias de áreas, del comité de personal, del comité
coordinador de bibliotecas de centros de reuniones, del directorio de la Universidad Brigham
Young, y del comité de la facultad de derecho de esa misma universidad. Asimismo, integró
los directorios de varias instituciones financieras y de compañías de seguros, y de la compañía
inmobiliaria Watson. El élder Hunter ha dejado una indeleble impresión en cada una de esas
funciones, demostrando su buena disposición hacia los sistemas modernos, las ideas y los
diferentes procedimientos para llevar a cabo las cosas, y un interés verdadero y gran
sensibilidad en cuanto a las necesidades y los sentimientos de las personas con quienes se ha
relacionado. Sus compañeros en el Consejo de los Doce—hombres que con él han participado
en concilios, han viajado y han trabajado en funciones eclesiásticas y profesionales—han
dicho del élder Hunter:
• "Tiene una habilidad especial para hacer que la gente se sienta cómoda. Nunca se
impone a ellos, sino que sabe escucharles."
• "Cuando él viaja con otras personas, siempre trata de asegurarse de que todos estén
bien atendidos y de que nadie se sienta incómodo o molesto."
• "El élder Hunter es firme cuando tiene que serlo, amable cuando corresponde, y
compasivo cuando es necesario."
• "Nunca lo hemos visto perturbado, irritado o descontento por ninguna cosa. Tiene una
manera especial de ver que todo se haga correctamente, de acuerdo con las Escrituras y con las
tradiciones y normas de la Iglesia. Tiene interés en los demás y es muy afectuoso, caritativo y
compasivo. Es muy leal con sus líderes y un devoto estudiante de las Escrituras, de la
humanidad y de la naturaleza humana. Posee todas las cualidades para ser un líder de la
humanidad y un verdadero representante del Señor."
• "Posee esa extraordinaria paciencia que emana de la paz interior. Uno debe estar en
condiciones de sentir el amor y el apoyo de nuestro Padre Celestial y de nuestro Salvador para
vivir, como vive él, una vida de abnegación."
Estos rasgos de su personalidad, en combinación con su astuta mentalidad legal, le han

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ayudado a cumplir con sus numerosas asignaciones. El élder Hunter ha sabido desempenar
con notable franqueza su mayordomía en cuanto a los asuntos de la Iglesia. Mucho es lo que,
bajo su dirección personal, se ha logrado para acelerar la obra del Señor entre los fieles y
facilitar la misión que la Iglesia tiene de proclamar la plenitud del evangelio "hasta los cabos
de la tierra." (D. y C. 1:23.) Un repaso de sus varias funciones habrá de ilustrar el alcance de
su liderazgo e influencia.

La Sociedad Genealógica

La HISTORIA FAMILIAR siempre ha sido un tema predilecto del élder Hunter. Aun
cuando niño, le interesaba saber acerca de su linaje y solía escuchar con gran entusiasmo los
relatos sobre sus antepasados pioneros. Ya adulto, ha investigado extensamente cada nombre,
fecha y lugar necesarios para entrelazar sus líneas familiares. Durante los meses inmediatos a
la fecha en que fue llamado al Consejo de los Doce, cuando viajaba todas las semanas entre
California y Utah, solía quedarse por las tardes en la biblioteca genealógica de la Iglesia o
visitar a sus primos en la zona de Salt Lake para intercambiar con ellos información sobre su
historia familiar.
Así fue que el élder Hunter ya tenía experiencia en cuanto a la genealogía cuando, el 4
de marzo de 1960, fue llamado a la mesa directiva de la Sociedad Genealógica, como se
denominaba entonces al actual Departamento de Historia Familiar. Desempeñó tal cargo hasta
el 16 de junio de 1961 y volvió a ocuparlo el 23 de diciembre de 1963. Un mes más tarde, el
21 de enero de 1964, se le llamó como presidente de la sociedad, posición que ocupó durante
ocho años, hasta que fue relevado el 14 de febrero de 1975. Durante esos años se produjeron
algunos de los cambios más significativos de la organización, los cuales tuvieron lugar como
parte del programa de correlación.
El 30 de septiembre de 1961, en un discurso que pronunció en la sesión del sacerdocio
durante la conferencia general de la Iglesia, el élder Harold B. Lee hizo una reseña del pro-
grama de correlación que se proponía y de la necesidad de "una mayor coordinación y
correlación entre las actividades y los programas de los diferentes quórumes del sacerdocio y
de las organizaciones auxiliares", en procura de "la consolidación y simplificación del plan de
estudios, las publicaciones, los edificios y las reuniones de la Iglesia, y muchos otros aspectos
importantes de la obra del Señor."2
Una importante medida que habría de afectar la obra genealógica se llevó a efecto en
enero de 1963, cuando se le asignaron al sacerdocio las responsabilidades correspondientes a
cuatro aspectos principales—la obra misional, el plan de bienestar, la orientación familiar y la
genealogía—y el director de la Sociedad Genealógica pasó a ser miembro del comité
coordinador de la Iglesia.3
En esa época, el Presidente de la Sociedad Genealógica era el élder N. Eldon Tanner,
quien acababa de ser llamado al Quórum de los Doce después de haber sido uno de los Ayu-
dantes de los Doce. Aunque ocupó ese cargo por menos de un año, fue durante su
administración que se adoptaron varias medidas para modernizar la organización, estudiar la
posibilidad de utilizar computadoras y otros sistemas técnicos, y lograr que la operación fuera
más profesional y eficaz. Asimismo, la organización se incorporó como la Sociedad
Genealógica de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de conformidad
con las leyes del estado de Utah.

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En octubre de 1963, el élder Tanner fue llamado como segundo consejero en la Primera
Presidencia. En diciembre, nombró entonces al élder Theodore M. Burton, quien era Ayudante
de los Doce, vicepresidente y gerente general de la sociedad. Un mes después, en enero de
1964, la Primera Presidencia llamó a Howard W. Hunter para que reemplazara al presidente
Tanner como presidente de la Sociedad Genealógica.
Uno de los mayores problemas que afectaba en esa época a la Sociedad Genealógica era
la carencia de nombres para hacer la obra en el templo. Durante décadas se había alentado a
los miembros para que buscaran los nombres de sus antepasados fallecidos y que proveyeran
registros de grupo familiar, los cuales debían ser verificados por la Oficina de Registros del
Templo antes de que pudiera efectuarse la obra vicaria. Este método de verificación manual
era lento y difícil, y con frecuencia la información suministrada era incorrecta y los registros
debían rechazarse.
Para agravar aún más el problema de no tener un número suficiente de nombres para
todos los que asistían al templo, los que suministraban dichos nombres podían, si así lo desea-
ban, conservarlos en reserva para sus propios familiares. De otro modo, los nombres se
archivaban en el templo para los usuarios que no contaban con registros de sus antepasados.
Aunque frecuentemente se recomendaba a los miembros que intensificaran su propia
investigación genealógica y que no dependieran tanto de los archivos del templo, la escasez de
nombres aprobados para la obra continuaba aumentando en relación con los miembros que
asistían al templo. A raíz del rápido incremento en el número de miembros, especialmente
fuera de los Estados Unidos, y considerando la posibilidad de que se anunciara la construcción
de varios templos en pocos años, la situación se tornaba crítica y requería que, sin demora, se
buscaran soluciones.
La Sociedad Genealógica había comenzado a microfilmar los documentos y registros de
sus colecciones en 1938. Terminada la Segunda Guerra Mundial, la sociedad inició los
trámites para que se le permitiera microfilmar registros en todos los Estados Unidos y en
muchos otros países. Pero a fin de que toda la información obtenida pudiera facilitar más efi-
cazmente la investigación genealógica y el archivo en los templos, se necesitaba un sistema
moderno para procesarla.
La solución se encontró en las computadoras, que ya a principios de la década de 1960
se estaban desarrollando y adaptando rápidamente para su utilización en los negocios, las
industrias, la educación y otras instituciones importantes. La Sociedad Genealógica había
estado estudiando y experimentando con diversas maneras de utilizar la nueva tecnología, y en
1962 se implemento un programa para comenzar a usar las computadoras del Departamento de
Planeamiento Avanzado, que entonces hacía trabajos computarizados para todos los
departamentos de la Iglesia.4
En su carácter de Presidente de la Sociedad Genealógica, el élder Hunter decidió que
debía aprender algo acerca de las computadoras y se inscribió para un seminario de siete días
que, auspiciado por la compañía IBM, se llevó a cabo en San José, California, en abril de
1964. El curso incluyó clases de financiación y de control de inventario.
Al cabo del primer día, escribió en su diario: "Me maravillé al descubrir que podía
preparar un programa de computadora en un solo día, sin tener ninguna experiencia previa."
Después del cuarto día: "Este fue un largo día en que tuvimos que aprender los
numerosos lenguajes de la computadora y la matemática operativa. También aprendimos
acerca de las funciones de varios tipos de almacenamiento de datos en cintas magnéticas,
cilindros y discos, y cómo diseñar los diferentes tipos de programas."

107
Al día siguiente: "El material es tan concreto y se nos da tan rápidamente, que tenemos
que hacer mucho esfuerzo para mantenernos en el ritmo de la clase. Hacía tanto tiempo que no
había tenido que resolver problemas matemáticos complicados, que ahora me siento
abrumado. Estamos recibiendo las tareas al mismo paso en que podemos absorberlas. . . .
Después de haber aprendido cómo hacer para enviar la información a la memoria de la
computadora, cada uno de nosotros diseñó un programa con diversos problemas de inventario
complicados y luego lo procesamos electrónicamente."
Finalmente: "Este fue el último día de clases. En la sesión de la mañana, nos explicaron
acerca de un gran número de programas para los cuales se puede utilizar una computadora, y
después del almuerzo, los instructores nos hicieron ver lo que se podría esperar en el futuro
con respecto a esta nueva industria."
Cuando la sociedad inició la conversión de sus copiosos registros a los sistemas
electrónicos y se analizaron las posibilidades de las computadoras, el élder Hunter estaba
preparado para hablar con conocimiento y entendimiento sobre el tema.
Otra de las necesidades de la Sociedad Genealógica era la de contar con un lugar donde
conservar permanentemente los microfilmes. En 1963, cuando el élder Hunter pasó a ser el
presidente de la sociedad, se estaba construyendo ya un extraordinario depósito—las Bóvedas
de Granito—una gruta monumental con refuerzos de acero excavada en plena montaña en uno
de los cañones al sudeste de Salt Lake City, de donde los pioneros habían obtenido, casi un
siglo antes, el granito para construir el Templo de Salt Lake.
El 22 de junio de 1966, algunas Autoridades Generales y Otros oficiales de la Iglesia,
juntamente con varios líderes de negocios, educacionales y gubernamentales, como así
también representantes de medios informativos, recorrieron las Bóvedas de Granito y luego se
reunieron al aire libre para participar en la ceremonia de dedicación. El élder Hunter dirigió
los servicios y el presidente Hugh B. Brown, Primer Consejero en la Primera Presidencia,
pronunció la oración dedicatoria.
Las anotaciones del élder Hunter en su diario personal mencionan algunas
deliberaciones realizadas en cuanto a las diversas formas de acelerar y perfeccionar la obra
genealógica:
"El hermano Burton vino a mi oficina con George H. Fudge, un antiguo empleado de la
sociedad, y juntos analizamos algunas proposiciones innovadoras concernientes a la
investigación genealógica" (10 de septiembre de 1965). "Hoy comenzamos la microfilmación
de las 800.000 hojas de registros familiares que se recibieron como resultado del programa
genealógico del año pasado" (15 de marzo de 1966). "La Sociedad Genealógica ha estado
desarrollando un programa que habrá de eliminar el uso de las hojas de registro familiar y que
implementará un nuevo concepto en cuanto a la investigación genealógica y la obra del
templo" (20 de junio de 1967). "Hoy me reuní con el hermano Burton y Lyman Tyler a fin de
hacer recomendaciones a la Primera Presidencia con respecto a las bibliotecas de barrios y
estacas en correlación con las bibliotecas genealógicas auxiliares" (10 de abril de 1968).
Como consecuencia de estos estudios y deliberaciones, se llevaron a cabo varios
cambios significativos y de gran alcance pertinentes a las operaciones genealógicas de la
Iglesia y la obra del templo. Dichos cambios incluyeron:
• El orden en que debían efectuarse las ordenanzas del templo en forma vicaria pasó a
ser más flexible. Tradicional-mente, las ordenanzas a favor de los muertos se habían estado
haciendo en el mismo orden en que se hacen para los que están vivos: bautismo, confirmación,
ordenación al sacerdocio, investidura, casamiento, y sellamiento de hijos a sus padres. De

108
acuerdo con las nuevas instrucciones, se dio preponderancia a la obra vicaria en sí; por lo
tanto, los hijos podrían ser sellados a los padres aun cuando los nombres de éstos no se
conocieran todavía (utilizando la palabra padres en la ordenanza).
• Hasta entonces, un miembro tenía que obtener una recomendación para el templo
diferente para cada templo que visitara. Este requisito fue cambiado de manera que todo
miembro digno pudiera recibir una sola recomendación, renovable anualmente, que fuera
aceptada en todos los templos.
• Se simplificaron los formularios para enviar nombres para la obra del templo.
Conforme con el nuevo programa de Información Genealógica y Procesamiento de Nombres
(conocido en inglés con el nombre de GIANT), los miembros podían remitir un formulario
simple con nombres individuales, sin tener que esperar la confirmación de que están
vinculados con su familia.
• Las ordenanzas del templo podrían ahora efectuarse en favor de una persona un año
después de su fallecimiento, sin la necesidad de establecer su dignidad para determinar si fue
excomulgada o si cometió alguna otra transgresión que no se hubiera resuelto antes de su
muerte.
• Se estableció el Servicio de Referencia Genealógica, a fin de poner en contacto a las
personas que estuvieran investigando apellidos similares en las mismas regiones.
• El Departamento de Investigación de la Sociedad Genealógica dejó de efectuar
indagaciones en favor de los usuarios. En lugar de ello, se implemento el sistema de
recomendarles los servicios privados de investigadores acreditados.
• Se modificó la biblioteca genealógica, disponiéndose con estantes accesibles para
facilitar la identificación y obtención de sus libros y, posteriormente, de los microfilmes.
• Se establecieron bibliotecas auxiliares en muchos centros de estaca fuera de Salt Lake
City.
• La biblioteca y las oficinas se trasladaron a un local provisorio en el centro de Salt
Lake City a fin de proceder a la demolición del antiguo edificio y a la construcción de uno de
veintiocho pisos para las Oficinas Generales de la Iglesia. A fines de 1972, cuando el nuevo
edificio estuvo listo para ser ocupado, la Sociedad Genealógica ocupó diversas oficinas en
varios pisos.
• Se establecieron clases, seminarios y publicaciones especiales con el fin de enseñar a
la gente cómo buscar información y trazar su genealogía. Comenzando en 1966, se llevó a
cabo en la Universidad Brigham Young una conferencia anual sobre genealogía, programa que
se suspendió a fines de la década de 1970, cuando la responsabilidad de la capacitación se
confió a los líderes locales del sacerdocio.
Estos cambios y varios otros transformaron totalmente la manera en que operaba la
Sociedad Genealógica y los servicios que podía ofrecer tanto a los miembros de la Iglesia
como a los que no lo son. En 1969, al cumplir su septuagésimo quinto aniversario, la sociedad
informó haber recaudado "más de 670.000 rollos de microfilme, equivalentes a tres millones
de volúmenes de 300 páginas cada uno. Si a esto se le agregan los seis millones de registros de
grupos familiares, un índice de tarjetas que contenga los nombres de 36 millones de personas
y la colección de más de 90.000 libros que la sociedad posee, podría uno imaginar la vastedad
de su programa de recopilación. La sociedad tiene asimismo 80 bibliotecas auxiliares. ... y
recibe de todas partes del mundo unos 1.000 rollos nuevos de microfilme por semana."5
En la época en que sirvió como presidente de la sociedad, el élder Hunter continuó

109
trabajando en su propia genealogía. En ocasión de un seminario para Representantes
Regionales, se refirió a una visita de sus maestros orientadores en la que hablaron en cuanto a
la importancia de preparar las hojas de registro familiar y los cuadros genealógicos.
"Queríamos mostrarle las hojas de nuestro grupo familiar", dijeron sus maestros orientadores,
agregando: "No tenemos tiempo esta noche de ver las suyas, pero nos agradaría verlas la
próxima vez que vengamos a visitarles."
"Esto fue algo muy interesante para mí", comentó el élder Hunter a los Representantes
Regionales. "Trabajé arduamente durante todo el mes preparándome para la siguiente visita de
los maestros orientadores. Si conseguimos que la gente haga estas cosas, será para ellos un
motivo de gran inspiración."
Para celebrar el aniversario de plata de la Sociedad Genealógica, la Iglesia auspició la
primera Conferencia Mundial de Registros y, simultáneamente, una Convención y Seminario
Mundial sobre Genealogía, llevadas a cabo del 5 al 8 de agosto de 1969 en el Salt Palace de
Salt Lake City. En esa oportunidad, asistieron más de seis mil personas que participaron en
unos 200 seminarios. El élder Hunter, en representación de la sociedad, dio una cordial
bienvenida a los delegados y pronunció uno de los principales discursos, "exponiendo la labor
y los objetivos de la Sociedad Genealógica, expresando su reconocimiento a los delegados de
muchas naciones de la tierra por su asistencia, y declarando nuestra responsabilidad colectiva
de preservar los registros del mundo."
Entre varios discursantes de la conferencia, se destacaron: Lord Thompson de Fleet,
distinguido propietario del hondón Times y otros numerosos periódicos; el Dr. Alfred Wagner,
de París, experto en programas de archivos de la UNESCO; Genadii Alexandrovich Belov, de
Rusia, Director General de los Archivos de la Unión Soviética; el Dr. Félix Hull, Director del
Archivo del Condado de Kent, Inglaterra; y el Dr. James B. Rhoads, archivista de los Estados
Unidos.
Al término de la conferencia, el élder Hunter escribió en su diario personal: "Ha creado
una muy buena voluntad hacia la Iglesia y también ha abierto muchas puertas a nuestra obra
en todo el mundo. . . . Aunque fue una empresa colosal y requirió largos meses de ardua labor,
creemos que ha contribuido a afianzar nuestra posición como la organización genealógica
predominante en todo el mundo."
Al día siguiente, escribió: "Recibí en mi oficina a muchos visitantes que vinieron para
manifestar su agradecimiento por los eventos de la semana. Cada uno de ellos expresó abierta-
mente su encomio en cuanto al beneficio obtenido en aras de un mejor entendimiento
internacional para la preservación e intercambio de registros en el mundo. Muchos nos
invitaron a que les visitemos cuando viajemos a sus respectivos países."
Al año siguiente, el élder Hunter asistió al Congreso Internacional de Archivos en
Moscú y luego al Décimo Congreso Internacional de Genealogía y Ciencia Heráldica en
Viena. En 1971, participó en las negociaciones de la Iglesia para iniciar la microfilmación de
registros en Italia. Gracias a la Conferencia Mundial de Registros "y de otras informaciones
acerca de nuestra labor", comentó, "varios países que antes nos habían negado acceso a sus
registros, están ahora abriéndonos las puertas."
El élder Richard G. Scott, del Consejo de los Doce, quien tiempo después habría de estar
relacionado con el Departamento de Historia Familiar, describió de esta manera la influencia
que el élder Hunter ejerció sobre este programa tan trascendental: "Dedicó a esta obra una
gran parte de su vida y estableció las bases y la trayectoria de los que la Iglesia continúa
cosechando frutos."

110
Historiador de la Iglesia

EN 1970, UNO de los años en que se implementaron muchos cambios en la Sociedad


Genealógica, el élder Hunter recibió un llamamiento adicional, el cual le llegó
inesperadamente a fines de una semana muy penosa para las Autoridades Generales y para
toda la Iglesia.
El domingo 18 de enero de 1970, en horas de la mañana y después de una prolongada
enfermedad, a la edad de 96 años falleció el presidente David O. McKay, el profeta, vidente y
revelador. El élder Hunter se encontraba en Reno, estado de Nevada, a fin de dividir la Estaca
Reno, cuando se enteró de lo sucedido y canceló entonces sus planes de ir desde allí a
California. Esa misma noche regresó en avión a Salt Lake City para ayudar a los Doce en la
preparación de los servicios.
El jueves 22 de enero, el día de los funerales en el Tabernáculo, el élder Hunter escribió:
"Hoy ha sido un día que nunca hemos de olvidar como uno de regocijo y de tristeza a la vez—
regocijo por causa de la vida y el liderazgo del presidente McKay y el gozo de habernos
relacionado tan íntimamente con él, y tristeza porque su fallecimiento nos priva de su
constante inspiración. . . . Por mi mente pasaron hoy muchos pensamientos. Recordé la
ocasión en que envió por mí para que fuera a su oficina el 9 de octubre de 1959, durante la
conferencia general, y me llamó a servir en el Consejo de los Doce; y cuando el jueves
siguiente puso las manos sobre mi cabeza y me ordenó apóstol; y las numerosas reuniones de
la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce en el templo; y las conferencias con él en su
oficina; y muchas otras cosas que he experimentado en los últimos diez años. Estoy
agradecido por esta relación y por el privilegio de haberme sentado a sus pies y de haber sido
enseñado por un verdadero Profeta del Señor. Así concluye una época importante en la Iglesia
bajo su dirección durante diecinueve años, y la cual también ha sido tan significativa para mí."
A la mañana siguiente, en una reunión del Quórum de los Doce en el Templo de Salt
Lake, se apartó a Joseph Fielding Smith como profeta, vidente y revelador, y Presidente de la
Iglesia, con Harold B. Lee como Primer Consejero y N. Eldon Tanner como Segundo
Consejero en la Primera Presidencia. El presidente Lee, quien era el apóstol más antiguo, fue
asimismo apartado como presidente de los Doce y Spencer W. Kimball como presidente en
funciones.
El élder Hunter escribió horas más tarde: "Nunca había presenciado antes una mayor
demostración de completa unión como la que hubo en la reunión esta mañana. El Espíritu del
Señor nos confirmó, a cada uno de nosotros, la divina aprobación de la medida adoptada, y
sabíamos que ésa era la voluntad del Señor."
El élder Hunter tenía que viajar en avión con su esposa el sábado por la noche al
Pacífico Sur, y por lo tanto fue a su oficina temprano esa mañana para terminar algunas tareas.
La Primera Presidencia tuvo también una reunión esa mañana y, en el transcurso de la misma,
lo llamaron para que ocupara el cargo de Historiador y Registrador de la Iglesia. El élder
Hunter pasó así a ser el decimoséptimo en ocupar dicho cargo en esta dispensación, en
reemplazo del presidente Joseph Fielding Smith, quien lo fuera durante cuarenta y nueve años.
En una entrevista que se publicó en la revista Improvement Era, el élder Hunter se
refirió a su nuevo cargo con estas palabras: "Fue tan grande mi sorpresa, que en ese momento
no percibí cuán trascendental era la responsabilidad de esa asignación. El presidente Smith
había sido el Historiador de la Iglesia por muchos años y apenas si pude imaginarme en esa
posición. . . .
111
"La asignación, recibida del Señor mediante revelación, es un extraordinario desafío—
tanto en el cumplimiento de la tarea de compilar y escribir el material histórico, como de
disponerlo para el uso de los miembros de la Iglesia. Creo que la mayoría de la gente tiene
interés en la historia, como yo mismo lo tengo. Poseo una obra de 20 tomos sobre la historia
de las civilizaciones, y he disfrutado mucho al leerla en varias ocasiones. Pienso que cuando
entendemos lo que ha sucedido en el pasado, podemos hacer mejores planes para el futuro."7
Con el fervor que lo caracteriza, el élder Hunter comenzó a estudiar todo lo que podía
acerca de la Oficina del Historiador—su historia, sus responsabilidades, su organización y su
enorme colección. A la fecha de su asignación, de acuerdo con un informe del semanario
Church News, la oficina contaba con cuarenta y ocho empleados y su archivo contenía "más
de 260.000 tomos encuadernados y casi un millón de folletos, fotos, grabaciones y
documentos. El Historiador de la Iglesia es responsable de preservar todos los registros de la
Iglesia, incluso las minutas, los registros del templo, todas las ordenaciones y bendiciones
patriarcales, y todo material informativo producido por la Iglesia, tales como películas
cinematográficas, diapositivas, cintas, etc."8 Además, el Historiador está a cargo del Comité
Coordinador de Bibliotecas de la Iglesia y del programa de administración de registros, el cual
evalúa todo material remitido para microfilmación y su permanente preservación.
Estas responsabilidades fueron reveladas al profeta José Smith, como lo declara la
sección 85 de Doctrina y Convenios: "Es el deber del secretario del Señor, a quien él ha
nombrado, llevar una historia y un registro general de la iglesia de todas las cosas que
acontezcan en Sión."
En la época en que el élder Hunter recibió este llamamiento, el Quórum de los Doce
estaba tratando de relevar a los apóstoles de algunas de sus pesadas tareas administrativas. En
consecuencia, además de estudiar todo lo concerniente a la Oficina del Historiador, consultó
con su personal profesional y con varios miembros de la Iglesia que eran historiadores de
renombre en cuanto a la mejor manera de reorganizarla. En ocasión de un viaje a Boston,
Massachusetts, conoció a un historiador que, aparte de estar de acuerdo con sus ideas
personales, lo llevó a visitar los archivos y el sistema bibliotecario de la Universidad de
Harvard.
El 6 de enero de 1972, al cabo de la reunión con los Apóstoles en el templo, el élder
Hunter escribió: "Se ha decidido relevar a los Doce de sus cargos como directores de departa-
mentos y organizaciones a fin de que podamos dedicar más tiempo al desarrollo de normas en
general."
La semana siguiente, después de reunirse con las Autoridades Generales, escribió: "Se
anunció que yo seré relevado como Historiador de la Iglesia y que para el cargo se llamará a
un experto en la materia.... Se ha reorganizado la Oficina del Historiador con Alvin R. Dyer,
Ayudante del Consejo de los Doce, como administrador, bajo la dirección de Spencer W.
Kimball y la mía, y Leonard J. Arrington como Historiador de la Iglesia, y Earl E. Olson como
Archivista de la Iglesia. Esta disposición requiere que sea uno de los directores pero me exime
de las funciones operativas."
Al día siguiente, después de que el presidente Tanner anunciara dichos cambios en una
reunión de empleados del departamento, el élder Hunter comentó: "En mi opinión, esto marca
una nueva era para la Oficina del Historiador."
El élder Howard W. Hunter continuó en sus funciones como asesor del departamento
hasta febrero de 1978.

112
La Fundación Arqueológica Nuevo Mundo

El 26 DE ENERO de 1961, se le presentó al élder Hunter una nueva oportunidad para


aprender acerca de un tipo diferente de historia cuando se le designó director del consejo
asesor de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo (NWAF), una organización profesional
de investigaciones históricas con sede en la Universidad Brigham Young, la cual realizaba
exploraciones en Mesoamérica (en el sur de México y el norte de Cen-troamérica).9
A fines de la década de 1940, un grupo de miembros de la Iglesia interesados en estudiar
el Libro de Mormón y su relación con la arqueología, había estado efectuando algunos
estudios en Mesoamérica, tratando de determinar un posible vínculo con los lugares
mencionados en el libro. Uno de esos miembros, Thomas Ferguson, estableció contactos con
varios arqueólogos prominentes del Instituto Carnegie y de la Universidad de Harvard, en base
a la necesidad de una más amplia investigación de las antiguas civilizaciones de América, y
precisamente a raíz de ello se organizó la mencionada fundación arqueológica. La misma se
incorporó como una empresa sin fines de lucro en 1952, con el apoyo financiero de algunos
miembros de la Iglesia, aunque las tareas eran llevadas a cabo por expertos que no estaban
afiliados a la Iglesia.
Las exploraciones se iniciaron en 1953; entonces, en 1955 y con la subvención de la
Iglesia, se efectuaron amplias excavaciones en Chiapas, en el sur de México, investigaciones
que se extendieron luego a otras localidades mexicanas y guatemaltecas. En marzo de 1959, la
junta directiva de la Universidad Brigham Young decidió incorporar la organización como
parte integral suya y dos años después ésta pasó a llamarse oficialmente Fundación
Arqueológica Nuevo Mundo de la Universidad Brigham Young.
El élder Hunter tomó parte activa en la fundación, reuniéndose frecuentemente con los
miembros de su mesa directiva e inspeccionando en persona, dos o tres veces al año, los sitios
donde se llevaban a cabo las excavaciones arqueológicas. También adoptó un fuerte
sentimiento paternal hacia los operarios y sus familias. En sus expediciones, a veces com-
binadas con las asignaciones que recibía de la Iglesia, visitaba lugares primitivos—aun
peligrosos—y aprovechaba entonces a aprender todo lo que podía acerca de las civilizaciones
antiguas y sus enseres característicos.
Varias de las anotaciones que hizo en su diario personal, tales como las que se
transcriben a continuación, ilustran el sentido aventurero que esta asignación fue despertando
en él:
"Pierre llegó al hotel antes del amanecer, trayendo consigo seis caballos ensillados. ... A
las seis de la mañana, salimos hacia la montaña para explorar las ruinas de Tonalá. En un
sendero muy empinado y lleno de rocas, recorrimos unos 8 ó 10 kilómetros hasta una
elevación de más de 700 metros. Las ruinas consisten de muchas paredes, terrazas y grandes
estructuras desde donde se pueden contemplar las llanuras de la costa y el Océano Pacífico. . .
. Eran la una de la tarde cuando regresamos al hotel. Fue demasiado tiempo sobre una montura
para alguien que, como yo, no hace más ejercicio que estar sentado en una silla de oficina."
(12 de diciembre de 1964.)
"Fuimos a Chiapas de Corzo. . . . una enorme localidad con unos 140 montículos que
datan desde unos 1.000 años antes de Jesucristo hasta el denominado período Clásico. El
edificio que hemos restaurado había sido utilizado en la época de Cristo. Regresamos a Tuxtla
Gutiérrez y allí fuimos al laboratorio y analizamos los planes para excavar, el año próximo, las
localidades de Izapa, El Mirador y Chiapas de Corzo." (14 de diciembre de 1964.)
113
"Salimos de Comitán a las seis. . . . Antes de llegar a la frontera, tomamos un camino al
sur del río Grijalva, bordeándolo. Se trata de un camino muy rudimentario, rocoso, sin nivelar
y serpenteado entre árboles y malezas. ... A medida que avanzábamos, debíamos detenernos
en cada cerco, desatar los alambres para pasar y volverlos a atar. ... Al continuar junto al río
desde San Felipe, pasamos por una localidad arqueológica llamada Las Briscas. A través de
unos cinco kilómetros pudimos observar unas terrazas sobre las laderas y muchas plataformas,
lo cual indicaba que en la época de Cristo habitaba allí mucha gente." (16 de febrero de 1967.)
"Hoy pasamos el día en el río Usumacinta, que separa a México de Guatemala.
Viajamos en un pequeño avión... hasta un paraje en el bosque junto al río que se llama Agua
Azul. Desde allí, navegamos por el río en una canoa hecha con un tronco de caoba que tenía
unos 14 metros de largo por 75 centímetros de ancho. ... El viaje fue a través de un hermoso
bosque tropical. Yaxchilán es una de las mayores localidades mayas que, aparte de numerosos
montículos, tiene templos y otros edificios muy bien preservados. ... En este lugar no se ha
efectuado ninguna excavación ni tampoco reconstrucción alguna, y ha permanecido
inaccesible durante siglos, excepto para quienes podrían haber llegado en alguna embarcación.
Estuvimos caminando varias horas por el denso bosque y ascendiendo a los lugares elevados
para poder contemplar los templos.... Este fue un día provechoso ... aunque la vigorosa
actividad y el calor del trópico nos dejaron exhaustos." (9 de mayo de 1967.)
"Los 22 kilómetros que recorrimos en jeep fueron sobre el peor camino que yo jamás
haya transitado. Durante toda una hora tuvimos que treparnos sobre rocas y colinas y por
medio de matorrales y desfiladeros antes de poder llegar a la antigua localidad maya de
Xcalumkin. . . . Con una cuadrilla de obreros viajamos hasta la aldea maya de Cumpich. Quien
les cocina es una mujer indígena y ese domingo nos invitaron a cenar con ellos: huevos,
frijoles y tortillas. La choza tiene piso de tierra y, en tanto que cenábamos, entraban y salían
de allí gatos, perros, pavos y cerdos. Esto no me molestó mucho, pero no me agradó que las
gallinas se subieran a la mesa mientras comíamos." (14 de abril de 1968.)
En la localidad de El Mirador, en Guatemala, "nos llevaron a varias de las excavaciones
y hasta la cima de El Tigre, uno de los montículos de templos más elevados. Al regresar,
observamos a cientos de monos arañas que saltaban de un árbol a otro, mientras que los loros
y los tucanes chillaban por doquier y repentinamente la jungla toda pareció cobrar vida. Nos
cuidábamos en especial de las serpientes, porque las lluvias recientes las habían hecho
encaramarse sobre los árboles y varios obreros en las localidades arqueológicas murieron a
causa de sus picaduras. En el trayecto vimos tres víboras—una era una serpiente venenosa y
otra una coral, mientras que no logramos identificar a la tercera. A eso de las cuatro, se nos
acercaron desde los árboles muchos monos aulladores, gritando y gruñendo. ... Cenamos
debajo de un toldo y el menú fue arroz y frijoles. El élder William R. Bradford, del Primer
Quórum de los Setenta, y yo dormimos sobre bolsas de dormir en una carpa con una malla de
hilo para protegernos de los mosquitos y otros insectos de la jungla." (8 de marzo de 1980.)
De acuerdo con un prominente arqueólogo, "Ya para 1967, la Fundación Arqueológica
Nuevo Mundo de la Universidad Brigham Young era reconocida en México y en otros países
como la institución extranjera más activa y respetada de las que operaban en Mesoamérica."10
El élder Hunter ocupó el cargo de director de la fundación por casi veinte años, durante
los cuales jamás dejó de visitar las localidades arqueológicas. Una anotación que hizo en su
diario personal después de realizar uno de sus viajes en febrero de 1979, sintetiza sus
sentimientos: "He visitado este famoso lugar muchas veces, pero nunca deja de asombrarme."

114
Un récord en el número de nuevas estacas

Un VIAJE QUE el élder Hunter realizó a México en noviembre de 1975 sorprendió a


muchos y aparentemente estableció un récord inigualado en la historia de la Iglesia. En esa
ocasión, se le encomendó, con la asistencia del élder J. Thomas Fyans, que era Ayudante del
Consejo de los Doce, la misión de dividir y redelinear varias estacas en ese país. Después de
reunirse con los Representantes Regionales y el presidente de la misión, y de evaluar los datos
que le suministraron los presidentes de estacas, decidió que con las cinco estacas existentes y
algunas ramas de la Misión Ciudad de México, se formaran quince estacas.
"Nuestro objetivo", escribió en su diario personal, "fue reducir el territorio de las
estacas, delinearlas mejor, disminuir las distancias que los miembros tenían que viajar, y
también hacer los preparativos necesarios para el rápido crecimiento que se está produciendo
en México. La opinión general era que si las estacas fueran más pequeñas, se podría capacitar
mejor a los miembros, el liderazgo sería más eficaz y con el crecimiento en el número de
miembros, que para marzo se estima será aproximadamente de 1.000, se facilitaría su her-
manamiento."
Ambas Autoridades Generales se comunicaron entonces en Salt Lake City con F. Burton
Howard, asesor legal en asuntos mexicanos, para obtener su opinión al respecto, quien les
informó que consultaría con el presidente Marión G. Romney y que luego les contestaría.
"Cuando posteriormente nos llamó", comentó el élder Hunter, "en la misma línea telefónica
tenía al presidente Kimball y al presidente Romney. Estoy seguro de que se sintieron un tanto
alarmados cuando les presentamos nuestra propuesta, pero cuando hubimos concluido nuestra
explicación, nos autorizaron a proceder con la medida."
El élder Hunter y el élder Fyans entrevistaron durante todo un día a varios líderes y "a
eso de las once de la noche, se habían escogido y llamado a quince nuevos presidentes de
estaca." Luego, en la forma lacónica que lo caracteriza, el élder Hunter concluyó diciendo:
"Dudo que se haya hecho antes en la Iglesia una organización masiva como ésta; cuando
regresamos, nos sentíamos extenuados."
En realidad, antes de volver a Salt Lake City unos días más tarde, él y el élder Fyans
asistieron a un seminario de tres días para presidentes de misión en México y Centroamérica,
organizaron la Estaca Poza Rica de lo que fuera un distrito de la Misión México Veracruz,
visitaron las ruinas mayas de una localidad arqueológica, e hicieron escala en Houston para
dividir la Estaca Houston Texas.
Después de dar su informe sobre las estacas organizadas en la siguiente reunión de los
Doce en el templo, escribió: "Creo que los hermanos del consejo se quedaron algo sor-
prendidos, pero sé que, con el transcurso del tiempo, se comprobará que mi decisión fue
acertada."
Esto no fue el fin del asunto, porque varias veces debió soportar de sus colegas algunas
bromas inocentes sobre ello. Al año siguiente, después que diera su informe acerca de otro de
sus viajes a México, el presidente Kimball le preguntó por qué fue que había organizado
solamente tres estacas esa vez. Y en mayo de 1977, escribió: "Bruce McConkie acaba de
regresar e informó que en diez días había organizado cinco estacas en América del Sur, y el
presidente Kimball entonces le preguntó si estaba tratando de batir mi récord. Todavía siguen
comentando acerca de las quince estacas que organicé en la Ciudad de México en un fin de
semana."

115
El tiempo demostró que el élder Hunter había actuado acertadamente. La Iglesia
continuó progresando rápidamente en México y, en cuestión de dos años, algunas de aquellas
estacas estaban listas para ser divididas. En realidad, sólo catorce meses después de haber
organizado la Estaca Poza Rica, debió regresar a México para dividirla. Al día siguiente
dividió la Estaca Veracruz, la estaca número ochocientos de la Iglesia y una semana más tarde
organizó la Estaca Mérida México, la primera en la península de Yucatán. Esto agradó muy
particulamiente al titular de la junta directiva de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo
porque, según escribió luego, se encontraba "en pleno corazón de la zona maya de
Mesoamérica, la cual tiene tanto significado en la historia del Libro de Mormón."

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116
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EL MINISTERIO APOSTÓLICO —PARTE 2

EN UNA SESIÓN especial que se llevó a cabo en noviembre de 1990, el Tribunal


Federal de Apelaciones del Noveno Circuito de Los Angeles le rindió honores a Howard W.
Hunter con motivo de cumplir cincuenta años como miembro de la Barra de Abogados de
California. En esa oportunidad, John S. Welch, quien era un viejo amigo suyo y abogado de
renombre en Los Angeles, comentó que "Howard Hunter es la personificación de la práctica
de la abogacía en el más clásico estilo: con honradez, ética, cortesía, gentileza, la habilidad
para contribuir a la eficacia del sistema litigante sin comprometer las reglas del mismo, y. . .
con gran integridad." Otro abogado y amigo de años, el juez J. Clifford Wallace, se refirió al
élder Hunter como una persona que tiene la sagacidad para analizar las cosas y solucionar
cualquier problema legal.
Cuando se estableció la Cátedra de Derecho Howard W. Hunter en la Facultad de Leyes
de la Universidad Brigham Young, un resumen biográfico en el folleto conmemorativo decía
que "el estudio y la práctica de la abogacía han tenido marcada influencia en la habilidad y
aptitud que el élder Hunter posee para prestar servicio como apóstol." Se le ha escuchado
afirmar que "el procedimiento por el cual se arriba a conclusiones valederas es el mismo, tanto
en la jurisprudencia como en la administración eclesiástica."
El presidente Thomas S. Monson recuerda este comentario hecho por el presidente
Harold B. Lee después de una extensa deliberación acerca de un asunto de la Iglesia en el que
prevaleció la opinión del élder Hunter: "Si alguna vez llegare a necesitar un eficaz abogado
defensor ante un jurado, me gustaría que esa persona fuera Howard Hunter. El juez quedará
satisfecho, yo resultaré victorioso y quedaré satisfecho, y el hermano Hunter también quedará
satisfecho."
Estas son las cualidades que han calificado al élder Hunter para recibir asignaciones
especiales en cuanto a la administración de la Iglesia en todo el mundo. Muchas de tales asig-
naciones han requerido una extraordinaria destreza para negociar y la habilidad para escuchar
sin prejuicios cualquier punto de vista, analizar temas complejos, simplificar toda cuestión,
resolver problemas y encontrar soluciones que promuevan la concordia y los buenos
sentimientos entre los participantes. La forma en que el élder Hunter ha cumplido con tales
asignaciones en dos regiones separadas por medio mundo—Hawai y la Tierra Santa—ilustra
fehacientemente esas virtudes.

El Centro Cultural Polinesio

En FEBRERO DE 1955, el presidente David O. McKay habló en la ceremonia de la


palada inicial para la construcción de un nuevo colegio universitario de la Iglesia en Laie,
Hawai.
Los que le escucharon quedaron muy sorprendidos (y quizás algunos lo hicieron con
escepticismo), cuando dijo que Laie tenía el potencial de convertirse en "un instrumento
misional que influirá no solamente en miles o decenas de miles, sino en millones de personas
que llegarán queriendo saber qué clase de pueblo es éste y en qué estriba su importancia."1 En

117
esa época, Laie era una pequeña villa sobre la costa norte de la isla de Oahu, rodeada de tierras
de labrantío, montañas y mar. El único edificio significativo era el Templo, en el cual los
15.000 miembros de la Iglesia en Hawai y otros procedentes de las islas del Pacífico Sur
podían efectuar las ordenanzas para la salvación propia y la de sus antepasados. No parecía ser
el punto de destino para "millones de personas." En realidad, ni siquiera Hawai era todavía
una atracción turística renombrada, pues en 1955 solamente la visitaron 110.000 personas, casi
todas procedentes del territorio continental de los Estados Unidos.
El Colegio Universitario de la Iglesia en Hawai fue inaugurado en el otoño de ese año
con 153 estudiantes inscriptos, en su mayoría jóvenes de la Polinesia. Para muchos de ellos, el
simple viaje a Laie en avión costaba toda una fortuna y para poder quedarse allí necesitaban
conseguir empleo. En 1959, después de que los alumnos presentaran en un teatro de Honolulú
una producción de marcado éxito con canciones y danzas polinesias, comenzó a cristalizarse
el sueño que muchos líderes del colegio universitario tenían de organizar un centro en el que
los estudiantes pudieran presentar espectáculos similares para difundir sus propias tradiciones.
Y así se construyó entonces el Centro Cultural Polinesio, el cual fue dedicado en octubre de
1963—un amplio parque en el que 1.000 jóvenes polinesios demostraron la cultura y las
costumbres de sus islas natales en seis diferentes villas y en un teatro restaurante con
capacidad para 750 personas.
Pero los turistas no concurrían en masa al centro. El promedio de asistencia a los
espectáculos nocturnos en el primer año fue de 324 personas, y las agencias de servicio a los
turistas en Honolulú, como también los oficiales de convenciones y turismo, no estaban muy
convencidos de que el Centro Cultural Polinesio fuera a transformarse en una importante
atracción turística.
El 13 de enero de 1965, quince meses después de inaugurado el centro, el élder Howard
W. Hunter recibió una carta de la Primera Presidencia mediante la cual se le designaba presi-
dente y director de la mesa directiva del mismo, siendo así la primera Autoridad General de la
Iglesia en ocupar ese cargo. Hasta esa fecha, el Centro había sido administrado por un consejo
de veintisiete miembros, entre los que había presidentes de estaca y de misión, así como
delegados de las diferentes culturas representadas en los espectáculos de las seis villas. De
acuerdo con los nuevos estatutos, se formó entonces una mesa directiva más reducida y más
fácil de administrar.
Al élder Hunter y a su mesa directiva les aguardaba una ardua tarea, pues tenían que
enfrentar una serie de problemas para administrar el programa, el cual agrupaba a mucha gente
de culturas y temperamentos diversos—hawaianos, tahi-tianos, tonganos, maoríes, fidjianos y
samoanos (los naturales de las islas Marianas se incorporaron un tiempo después)— como
también diferentes opiniones en cuanto a la misión del centro y a los programas a presentarse.
Aun algunas Autoridades Generales no alcanzaron a comprender la visión que el presidente
McKay tuvo con respecto al importante papel que el centro jugaría en familiarizar a los
turistas, no solamente con los pueblos y las culturas de la Polinesia, sino también con la
Iglesia y los principios del Evangelio de Jesucristo.
Tal como con todas las asignaciones que recibiera anteriormente, el élder Hunter se
dedicó de inmediato a analizar el centro, su potencial y sus necesidades. Una semana después
de recibir su asignación, permaneció tres días en Laie, lugar que visitaría con frecuencia en el
transcurso de la década siguiente. El 18 de febrero de 1966, al regresar de un viaje a Hawai,
escribió en su diario: "Varios de nosotros hablamos en una reunión con los alumnos e hicimos
un análisis de los propósitos y objetivos del Centro Cultural Polinesio en relación con la ayuda
que podría ofrecerles para que pudieran seguir estudiando, lo cual, de otra manera, sería
118
imposible para ellos. . . . Este es el tercer año del centro. Las pérdidas en el primer año
sumaron más de $600.000 y las del año pasado fueron unos $70.000. Este año esperamos
alcanzar el nivel de equiparación entre las ganancias y los gastos. . . . Pese a las pérdidas del
año pasado, pudimos contribuir $150.000 a los derechos de matriculación estudiantil."
Con el tiempo, las agencias de turismo empezaron a propagar la atracción ofrecida por el
Centro Cultural Polinesio y la asistencia al mismo fue incrementándose y en agosto de 1966 el
interés aumentó en gran manera cuando, durante cuatro noches, se presentó el espectáculo en
el Hollywood Bowl, el afamado anfiteatro de California. "En los 50 años de su historia", opinó
un comentarista musical en el periódico Los Angeles Times, "es difícil que jamás se haya
visto en el Hollywood Bowl un espectáculo tan singularmente hermoso como el Festival
Polinesio."
Algunas partes de la presentación fueron grabadas en video para "El Show de Ed
Sullivan", un popular programa de televisión que era visto por millones de personas en todo
los Estados Unidos. Al cabo de un año, la asistencia al Centro Cultural Polinesio aumentó
considerablemente y hubo que ampliar el teatro a fin de poder dar cabida a 1.400 personas. Y
no pasó mucho tiempo antes de que se agotaran las entradas para la mayoría de los
espectáculos.
Ya para 1968, el centro dejaba ganancia, lo cual redundó en una cuantiosa asistencia
monetaria para los estudiantes de la universidad. En 1971, al notar que las ganancias seguían
aumentando, el élder Hunter escribió: "Estamos muy complacidos con estos resultados, pero
aun así nos preocupa el futuro. Se ha colmado la capacidad del centro y también los gastos
continúan incrementándose."
Para esa época, eran casi un millón de personas las que anualmente visitaban el centro.
A fin de ampliar sus comodidades y solventar los crecientes gastos, se hicieron planes para la
expansión necesaria, incluyendo un teatro con capacidad para 2.500 personas, un enorme
salón comedor para los bufets nocturnos, varias nuevas atracciones culturales y algunos edi-
ficios para el servicio y la administración.
El programa de expansión estaba ya por completarse cuando, en abril de 1976, el élder
Hunter fue relevado de sus funciones como presidente y director de la mesa directiva y se
nombró al élder Marvin J. Ashton, del Quórum de los Doce, como su sucesor. El élder Hunter
sintetizó su actuación en el centro con las siguientes palabras:
"Así terminan los doce años en que estuve a cargo de esta empresa. Durante ese período
logramos transformarla, de una operación que daba pérdidas, a un negocio realmente prove-
choso. Hemos ayudado a miles de estudiantes del Pacífico Sur a obtener una educación, lo que
de otra manera habría sido imposible para muchos de ellos. El centro ha contribuido grandes
sumas de dinero a la Universidad Brigham Young-Hawai, ha llegado a ser un factor
preponderante en destacar la imagen de la Iglesia y cultivar el esfuerzo misional, ha logrado
mejorar la comunidad de Laie, y se ha convertido en la atracción turística más concurrida de
Hawai. Constituye una floreciente unidad de la Iglesia y he disfrutado mucho la asignación
que la Primera Presidencia me encomendó para hacerla prosperar."
El domingo 4 de julio de 1976, el élder Hunter viajó a Laie para asistir a la dedicación
de los nuevos edificios del centro. "Esta fue una fecha muy importante por dos razones",
escribió. "Los Estados Unidos entran hoy en el tercer siglo de su historia, y el Centro Cultural
Polinesio comienza su decimocuarto año en un nuevo y más amplio lugar."
Bien podía él contemplar con íntima satisfacción las realizaciones del centro. La
profecía pronunciada por el presidente McKay en 1955 al dedicar el Colegio Universitario de

119
Hawai, se había cumplido. La institución, que ahora lleva el nombre de Universidad Brigham
Young-Hawai, el Centro Cultural Polinesio adyacente a la misma, y el templo sobre la colina
al noroeste del establecimiento, estaban ejerciendo una influencia benéfica "no solamente en
miles o decenas de miles, sino en millones de personas."

Un puente para el buen entendimiento

En UNA CONFERENCIA que se llevó a cabo en la Universidad Brigham Young en


1979, el élder Hunter comentó: "Uno de los miembros del consejo de ministros de Egipto me
dijo en cierta ocasión que si alguna vez se lograra construir un puente entre el cristianismo y el
islamismo, habría de hacerlo la Iglesia Mormona. Al preguntarle por qué decía eso, quedé
muy impresionado cuando mencionó nuestras similitudes y los lazos de hermandad que nos
unen. Tanto los judíos como los árabes son hijos de la promesa y, como iglesia, no
favorecemos a unos ni a otros, sino que sentimos amor y tenemos interés en ambos. El
propósito del evangelio es propagar el amor, la unidad y la hermandad en el orden más
sublime. . ..
"A nuestros amigos de Judá, les decimos: Nosotros somos sus hermanos de la casa de
José y nos sentimos íntimamente relacionados con ustedes. Somos los mensajeros del
verdadero convenio y declaramos que Dios ha hablado en estos días. A nuestros parientes de
la casa de Abraham, les decimos: Somos sus hermanos—no hacemos diferencia alguna entre
naciones o nacionalidades. Invitamos a todos los hombres a que consideren nuestro mensaje y
acepten nuestro hermanamiento."2
El élder Hunter visitó por primera vez el Medio Oriente en 1958 y 1960, durante sus
viajes por el mundo con su esposa y sus hijos. En 1965, seis años después de ser llamado al
Consejo de los Doce, comentó: "Hemos visitado los principales países musulmanes de África
del Norte y casi todas sus ciudades más importantes. Toda esa región ha hecho enormes
contribuciones a la historia del mundo." Ya para 1993, había visitado casi cada una de las
naciones islámicas del mundo—algunas de ellas en numerosas ocasiones. También ha
visitado, más que ninguna otra Autoridad General, la Tierra Santa, a donde viajó una docena
de veces en asignaciones de la Iglesia.
Estando profundamente interesado en la historia antigua, ha descrito detalladamente en
su diario cada uno de los lugares que ha conocido. En 1975, después de visitar Shiraz, en Irán,
escribió:
"Es muy poco lo que ha cambiado desde que estuve aquí con Claire el 28 de abril de
1966, pero habiendo leído luego los anales del Imperio Persa, en esta oportunidad me parece
haber estado caminando a través de la historia antigua. Después de visitar las ruinas del
fabuloso palacio, fuimos a ver las tumbas de Darío el Grande, de Jerjes I, de Artajerjes I y de
Jerjes II en Nagsh-i-Rastam, enclavadas en la roca de un acantilado. Persépolis y las tumbas
datan de unos 500 años antes de Jesucristo, y ese lugar fue arrasado por Alejandro Magno
cerca de 300 años antes de la era cristiana, en represalia contra los persas que incendiaron
Atenas."
Cada vez que visitaba un lugar histórico, el élder Hunter trataba frecuentemente de
repasar los eventos allí ocurridos. Por ejemplo, aunque visitó muchas veces el Jardín de Getse-
maní, el Monte de las Bienaventuranzas y otros lugares relacionados con el Salvador, en cada
una de esas oportunidades leía o hacía que uno de sus acompañantes leyera lo que las

120
Escrituras mencionan sobre ellos, y luego se sentaban a meditar acerca de su significado.
En sus viajes al Medio Oriente, el élder Hunter solía visitar a los jefes de estado y otros
líderes de gobierno, pero también le complacía conversar con los camelleros y la servidumbre.
Se lo agasajó tanto en los palacios como en las tiendas de los beduinos; le era indiferente
viajar en limosinas o sobre el lomo de muías y camellos; y, asimismo, comía de mesas
suntuosas o de mesas humildes. Congeniaba con cualquier persona, más allá de su condición
social, porque siempre ha tenido un interés genuino en la gente. Asistía a conferencias y leía
siempre con avidez acerca del Medio Oriente, y el caudal de conocimiento que acumuló con
respecto a esos países le fue abriendo muchas puertas y cultivó amistades muy valiosas para la
Iglesia.
En las ocasiones en que algún dignatario o ciudadano árabe o israelí visitaba Salt Lake
City, era el élder Hunter quien generalmente le recibía en representación de la Iglesia. Uno de
dichos visitantes fue George M. Mardikian, un inmigrante armenio propietario de un famoso
restaurante en San Francisco. Cuando pasó por Utah en 1967 para recibir un doctorado
honorario de la Universidad Brigham Young, el élder Hunter lo llevó al apartamento del
presidente McKay en el Hotel Utah y le presentó al Profeta. El élder Hunter escribió luego que
el Sr. Mardikian "conoce personalmente a los jefes de muchas naciones árabes, y nuestra
conversación se basó en los problemas del Medio Oriente. El Sr. Mardikian declaró que lo que
mayormente se necesita en esa región es un entendimiento de las doctrinas que enseña nuestra
Iglesia—el trabajo, el albedrío, la dignidad humana y otras."
Pocas semanas más tarde, mientras se encontraba en el norte de California para asistir a
una conferencia de estaca, el élder Hunter habló por teléfono con el Sr. Mardikian "durante
media hora, especialmente acerca de la situación reinante en el Medio Oriente. Me agradeció
por haberle presentado al presidente McKay y me dijo, 'Yo he conocido prácticamente a cada
uno de los patriarcas y dirigentes de las iglesias cristianas en todo el mundo, como así también
a los del islamismo y de otras religiones, pero nunca he estado en la presencia de un hombre
que irradie tanta espiritualidad como el presidente McKay. Mientras conversábamos, tuve la
impresión de que él es verdaderamente un Profeta de Dios.'"
En varias de sus visitas a Israel, el élder Hunter se reunió con Teddy Kollek, el Alcalde
de Jerusalén, con quien entabló una gran amistad. Asimismo, se relacionó con otros fun-
cionarios de la ciudad y del estado.3 Gracias a su gran conocimiento acerca del Medio Oriente,
fue cultivando un profundo sentimiento hacia esos pueblos y su inmenso patrimonio en la
historia religiosa y cívica. En 1979, durante una visita a Jerusalén, el élder Hunter manifestó
sus sentimientos al describir el ambiente que lo rodeaba:
"Desde mi ventana del hotel puedo observar allá abajo la comarca al sur de la muralla de
la Ciudad Antigua, donde convergen los valles del Cedrón y el Hinnam hacia Betania. . . .
Anduve caminando por el jardín enfrente del hotel y me puse a contemplar cómo caía la noche
y se iban encendiendo las luces en la antigua Jerusalén. La luna llena se fue asomando hasta
cubrir con su fulgor esta ciudad sumergida en tan trascendental historia. No hay palabras que
puedan expresar lo que sentí entonces, en la soledad y la quietud de la cálida noche."
A raíz de su conocimiento en cuanto a esta región tan especial, la Primera Presidencia le
encomendó al élder Hunter dos proyectos de gran significado para la Iglesia en la Tierra
Santa: el Jardín Conmemorativo Orson Hyde y el Centro de Estudios del Medio Oriente en
Jerusalén.

121
El Jardín Conmemorativo Orson Hyde

El 24 DE OCTUBRE de 1841, el élder Orson Hyde, del Quórum de los Doce Apóstoles,
fue a Palestina—como se denominaba entonces la Tierra Santa—en una misión especial de la
Iglesia. "Bastante antes del amanecer", escribió en la ocasión, "desperté y salí de la ciudad tan
pronto como abrieron sus portales, crucé el arroyo Cedrón y fui hasta el Monte de los Olivos;
y allí, en solemne silencio, con pluma, tinta y papel, tal como lo vi en. . . una visión, ofrecí una
oración a Aquél que vive por siempre y para siempre." De pie en la base de la colina al otro
lado del valle del Cedrón desde Jerusalén, el élder Hyde pronunció una oración dedicando la
tierra de Palestina para la edificación de Jerusalén y el recogimiento de la posteridad de
Abraham.4
El 24 de octubre de 1979, el presidente Spencer W. Kimball estuvo sobre la misma
colina y dedicó el jardín conmemorativo en memoria de la oración pronunciada allí por Orson
Hyde. En la ocasión se halló también presente el élder Hunter, quien había tomado parte activa
en la recaudación de fondos y en las negociaciones que precedieron la construcción de dicho
jardín.
Las tareas preliminares del proyecto se habían iniciado en septiembre de 1972, cuando el
presidente Harold B. Lee, el élder Gordon B. Hinckley, de los Doce, y el presidente Edwin Q.
Cannon, hijo, de la Misión Suiza, viajaron a Israel y se reunieron con algunos representantes
de los ministerios de religión, de relaciones exteriores y de turismo, para estudiar con ellos la
posibilidad de erigir un monumento a Orson Hyde en Jerusalén.5
Tres meses más tarde, el 19 de diciembre de 1972, el élder Hunter escribió en su diario:
"Siendo que la semana próxima viajaré a la Tierra Santa, la Primera Presidencia me llamó esta
mañana para preguntarme si estaría dispuesto a reunirme con el líder del grupo de la Iglesia en
Jerusalén y, si fuera necesario, también con el alcalde para hablar acerca del monumento a
Orson Hyde en aquella ciudad."
El día de Año Nuevo, ya en Jerusalén, el élder Hunter, en compañía de su esposa,
recorrió algunos posibles lugares para el monumento y luego dio su informe al presidente Lee
en cuanto a sus impresiones, pero en esos momentos no se adoptó ninguna decisión al
respecto. Dos años después, el gobierno de Jerusalén invitó a la Iglesia a participar en la cons-
trucción de un parque que se ubicaría en derredor de la Ciudad Santa. Después de una de sus
visitas a Jerusalén, el élder Hunter indicó que el lugar propuesto para el monumento, ubicado
en el Monte de los Olivos, era el más amplio de todo el parque. Y así fue que comenzó a
tomar forma el Jardín Conmemorativo Orson Hyde.
La supervisión del proyecto y la tarea de procurar fondos para el mismo les fueron
asignadas al élder Hunter y al élder LeGrand Richards, quienes, en mayo de 1976,
recomendaron a la Primera Presidencia que se organizara una fundación— que se conocería
como Fundación Orson Hyde—con el presidente Tanner, el élder Hunter, el élder Richards y
cinco biznietos de Orson Hyde como miembros fundadores. Luego se designó al élder
Richards como presidente y consignatario de la misma.
Una de las principales responsabilidades de la fundación era recaudar, de donantes
particulares, la suma de un millón de dólares. En mayo de 1977, dos días después de que la
fundación fuera legalmente constituida y de esa forma se concretara la participación oficial de
la Iglesia, se recibió un telegrama del alcalde Kollek en el que decía: "Un convenio con los
mormones es mejor que uno con el gobierno de los Estados Unidos, porque los mormones
cumplen sus promesas."
122
El élder Hunter viajó varias veces a Jerusalén con el fin de negociar el contrato para el
monumento y supervisar la obra de construcción del jardín, el cual un artículo en la revista
Ensign describió como "un anfiteatro ubicado en una especie de gruta, con asientos para los
visitantes, desde donde se puede contemplar la ciudad antigua y numerosos lugares históricos
de Jerusalén. En el jardín, una enorme placa inscrita en inglés y en hebreo contiene algunos
pasajes de la oración de Orson Hyde. Un sinuoso sendero que atraviesa por huertos de árboles,
plantas y otros arbustos, conduce al visitante hasta esa placa."6
En la pared rocosa del anfiteatro se colocó una caja de cobre que contenía una lista con
los nombres de los 30.000 donantes y algunos efectos recordatorios de la Iglesia, de Orson
Hyde, del proyecto de construcción y de los servicios dedicatorios.
Siete Autoridades Generales, encabezadas por el presidente Kimball, se reunieron con
más de mil Santos de los Últimos Días en Jerusalén para efectuar los servicios dedicatorios.
Muchos de ellos, incluso el élder Hunter, habían viajado en barco como participantes de una
excursión de estudios a Israel auspiciada por la Universidad Brigham Young. El viernes 24 de
octubre, en horas de la mañana, el alcalde Kollek ofreció una recepción en los salones del
concejo municipal a la que asistieron más de cien invitados, entre los que había oficiales del
gobierno, líderes educacionales y dignatarios de varias agrupaciones religiosas. "Varios de los
presentes hicieron uso de la palabra", escribió luego el élder Hunter, "y LeGrand Richards
entregó a Teddy Kollek un cheque por el saldo del millón de dólares que habíamos prometido
contribuir."7
Después de la recepción, se condujo a los invitados a la entrada superior del jardín y,
formando fila, todos caminaron por el ondulante sendero entre numerosos espectadores hasta
el anfiteatro. La dirección de los servicios estuvo a cargo del élder Hunter, quien introdujo al
alcalde Kollek, y éste presentó una medalla de la Ciudad de Jerusalén al presidente Kimball y
a los élderes Hunter y Richards.
"Estamos muy agradecidos de que todos ustedes hayan hecho el esfuerzo de venir a la
otra Jerusalén", dijo el alcalde, refiriéndose a la enseñanza de la Iglesia en cuanto a una "nueva
Jerusalén" que ha de construirse en el continente americano. "Todo aquél que conoce la
historia de Jerusalén en estos tiempos, sabe también acerca de la profecía de Orson Hyde. Y
aquí tenemos ya a los judíos de regreso en Jerusalén. Todos participamos en debates políticos,
pero nadie duda que Jerusalén es una ciudad más hermosa, mejor unida que separada por
alambrados de púas, campos minados de explosivos y murallas de cemento."8
El día fue cansador, con un almuerzo y con paseos por otros lugares de Jerusalén que la
Iglesia podría interesarse en desarrollar, y finalmente con una cena, disertaciones y programas
abordo del barco en el que habían llegado. "Todos los pasajeros estaban entusiasmados y
encantados con las actividades del día", escribió el élder Hunter.
Uno de los participantes más entusiasmados y encantados era el propio élder Hunter. Esa
noche, compartió en una cena con varias de las personas que habían intervenido en el proyecto
del Jardín Conmemorativo Orson Hyde. Sus esfuerzos y la consumación del jardín, dijo,
"habrán de tener una gran influencia benéfica en promover una imagen favorable de la
Iglesia."

El Centro de Estudios de Jerusalén

EN TANTO QUE se desarrollaba el proyecto de Orson Hyde en Jerusalén, el élder

123
Hunter también estuvo haciendo las averiguaciones y negociaciones para establecer un
edificio que sirviera como centro de extensión para un programa de estudios de la Universidad
Brigham Young en el extranjero y para la rama y el distrito de la Iglesia en Jerusalén.
Sin embargo, la tarea de encontrar un lugar apropiado, presentar un plano de arquitectura
y efectuar negociaciones en base a innumerables requisitos burocráticos, no iba a ser cosa
fácil. Pero en cada una de las visitas que hacían con relación al proyecto Orson Hyde, el élder
Hunter y los líderes del programa de estudios y los de la rama procuraban determinar en qué
lugar podría establecerse el centro.
Tal como se lo explicó a un grupo turístico de la Universidad Brigham Young, "las cosas
se producen lentamente" en Jerusalén. "Primero hay que diseñar lo que uno desea construir y
entonces se procede al estudio del plan y de las ordenanzas de zonificación. Finalmente, una
vez aprobados los planes, hay que arrendar el terreno. Por lo general, se necesitan unos diez
años para hacer lo que nosotros hemos logrado en cuatro." En aquellos días, faltaban varios
años para la consumación del monumento, y los problemas más difíciles y peligrosos no se
había manifestado todavía.
La búsqueda de un lugar apropiado comenzó realmente en 1979, cuando estaba por
completarse el Jardín Conmemorativo Orson Hyde. El 8 de febrero de ese año, el élder Hunter
se reunió con un grupo de Autoridades Generales y oficiales de la Universidad Brigham
Young para decidir si, en efecto, la Iglesia debiera considerar seriamente la edificación en
Jerusalén.
Dos meses después de esa fecha, los élderes Howard W. Hunter y James E. Faust, junto
con Jeffrey R. Holland, quien era entonces el Comisionado de Educación de la Iglesia, se
reunieron con la Primera Presidencia y, según el relato del élder Hunter, recomendaron "la
adquisición de un terreno en Jerusalén y la construcción de un edificio para la capilla de una
rama,.. . como también para el alojamiento y las salas de clase del programa de estudios de la
Universidad Brigham Young en el extranjero." La propuesta fue aprobada y se autorizó al
élder Hunter "para que buscara y adquiriera un terreno."
Esa decisión dio comienzo a numerosas reuniones, llamados telefónicos y viajes a Israel,
a medida que el élder Hunter fue conociendo las complicadas leyes de Israel pertinentes a la
transferencia de propiedades y otros requisitos que deben cumplirse antes de poder iniciar una
construcción. Le asistían en la tarea varias personas calificadas y capacitadas, tales como Fred
Schwendiman, uno de los vicepresidentes de la Universidad Brigham Young, quien había
supervisado la construcción del Centro de Capacitación Misional en Provo y que llegaría a ser
el director del proyecto del Centro de Estudios de Jerusalén; Robert Thorn, ex presidente de la
Misión Sudafricana, quien era experto en negociaciones de propiedades inmobiliarias; David
Galbraith, presidente de la Rama Jerusalén; Dallin H. Oaks, quien fue presidente de la
Universidad Brigham Young hasta 1980, Jeffrey R. Holland, quien le sucedió en tal función; y
Robert C. Taylor, Director del Departamento de Viajes de Estudio de la Universidad Brigham
Young.
El lugar que la Iglesia prefería era uno que el presidente Kimball había visitado cuando
fue a Jerusalén para la dedicación del Jardín Orson Hyde. Ese terreno se hallaba en el Monte
de los Olivos, al lado de los terrenos de la Universidad Hebrea en el Monte Scopus, cerca de
donde se planeaba construir el edificio de la Suprema Corte de Israel, y era de propiedad del
gobierno israelí. La Primera Presidencia había autorizado al hermano Thorn para que tratara
de adquirir ese lugar, y éste dedicó todo un año a investigar en cuatro ministerios diferentes
cuáles eran los requisitos para la compra de la propiedad. Pero, como suele suceder en el

124
Medio Oriente con las negociaciones complicadas, el camino a seguir no carecía de
obstáculos. El 10 de septiembre de 1980, el élder Hunter escribió en su diario: "Robert Thorn
nos informa desde Jerusalén que los agentes de inmobiliaria han suspendido las negociaciones
con respecto al terreno que ha estado procurando adquirir, así que ahora tendremos que seguir
con las negociaciones de compra por nuestra propia cuenta. Esto nos presenta un difícil
problema."
Finalmente, en enero de 1981, el élder Hunter recibió la noticia de que habían aprobado
el permiso para la Universidad Brigham Young en Israel, lo cual despejaba el camino para la
adquisición de la propiedad. Cuatro meses más tarde, el Ministerio de Tierras de Israel
autorizó a la Universidad Brigham Young el arrendamiento de un terreno por cuarenta y nueve
años, con opción a renovarlo por otros cuarenta y nueve.
Sin embargo, no podría finalizarse el contrato de arrendamiento hasta que los planos de
la construcción no se sometieran al estudio de varios comités y agencias del gobierno israelí.
Además de ello, era necesario que se diera a publicidad la intención de la Iglesia de arrendar la
propiedad. Se autorizó entonces al arquitecto David Resnik para que comenzara de inmediato
a diseñar los planos y, después de que la Primera Presidencia los aprobó, se presentaron al
Departamento de Propiedades Inmobiliarias de Israel.
El 27 de septiembre de 1983, al cabo de casi tres años de negociaciones y de
prolongados estudios, David Galbraith llamó al élder Hunter y le comunicó que todos los
planes habían sido aprobados por el Concejo del Distrito de Jerusalén. Esa misma tarde,
durante una reunión de la Mesa de Educación de la Iglesia, se dio al proyecto su nombre ofi-
cial: Centro de Estudios del Cercano Oriente de la Universidad Brigham Young en Jerusalén.
A los pocos meses se recibió el arrendamiento propuesto y unos días después de que lo
aprobara la Primera Presidencia, el élder Hunter, el élder Faust y el presidente Holland via-
jaron a Israel para completar las negociaciones. El 2 de abril de 1984 y en representación de la
Universidad Brigham Young, el presidente Holland firmó los documentos correspondientes,
concluyendo así lo que élder Hunter describió como "un largo tiempo y una tarea
interminable." En diciembre se recibió el permiso de construcción, la cual comenzó un día
después de la Navidad.
Pero esto no dio fin a los problemas relacionados con la edificación del centro. Aunque
se había hecho pública la intención de la Iglesia de establecer un centro educativo, la oposi-
ción de judíos y árabes por igual fue cobrando impulso tan pronto como se inició su
construcción. Después de un viaje que hizo a Jerusalén en febrero de 1985 a fin de tratar de
atenuar la oposición, el élder Hunter informó a la Primera Presidencia: "Los judíos temen que
nuestra presencia en Jerusalén sea un medio para el proselitismo, y los árabes consideran que
estamos edificando sobre lo que ellos estiman como territorio bajo ocupación."
Varios artículos de prensa publicados en Jerusalén demandaron que el Knesset cancelara
el permiso acordado al proyecto y muchos opositores ejercieron una gran presión sobre los
funcionarios públicos y amenazaron con provocar actos de violencia en el lugar de la
construcción. El autor de una biografía del alcalde Kollek escribió:
Fue sólo cuando empezó la construcción que los ortodoxos se levantaron y se percataron
de ello, y comenzaron las protestas. Las perspectivas de una manifiesta presencia de los
mormones en Jerusalén enfurecieron no solamente al judío ortodoxo sino también a las
antiguas comunidades cristianas de las ciudades, sin olvidar asimismo a los antagonistas
palestinos que dicen que, si los judíos quieren ser tan generosos con los mormones, deberían
cederles un terreno en el oeste de Jerusalén y no un lugar del que se han apropiado de los

125
musulmanes. El Delegado Apostólico emitió una protesta formal aduciendo solamente
'condiciones ambientales'; en privado, sin embargo, los sacerdotes cristianos se refieren al
nuevo centro como 'un insulto'. Uno de ellos ha dicho que 'ellos no son cristianos ni cuentan
con una comunidad tradicional en la ciudad'. Aun los ciudadanos judíos se sienten molestos
porque los mormones, que bautizan a los vivos en nombre de los muertos, han solicitado al
Yad Vashem, la Organización del Holocausto de Israel, que les permitan el acceso a las listas
de nombres de los que murieron en los campos de concentración (pedido que les ha sido
negado).
Kollek (que es sólo uno de los que apoyan el proyecto) ha sido el blanco principal de
todas las críticas porque ha defendido a los mormones por cuestión de principios, y eso lo ha
colocado en una posición desfavorable. Los otros funcionarios han tratado de desentenderse
del proyecto. . . El alcalde Kollek y sus defensores declaran que todo es sólo una tempestad en
un vaso de agua, y que los estudiantes mormones han estado visitando Jerusalén por años sin
que hayan conseguido una sola conversión. ... En noviembre de 1985, el haredim (los judíos
ultraortodoxos) realizó otra de sus enormes demostraciones y Kollek tuvo que escribirles una
carta a los líderes mormones en Salt Lake City para explicarles lo delicado del asunto y
pedirles que enviaran una garantía por escrito de que no se haría ninguna tentativa en el centro
de estudios por convertir a los judíos de Jerusalén.9
El punto central de la oposición de los judíos era el tema del proselitismo. La Iglesia ya
se había comprometido, como una de las condiciones impuestas para la construcción en
Jerusalén, a no efectuar ninguna labor proselitista, posición confirmada luego mediante un
artículo publicado en el semanario Church News, en el que un portavoz de la Iglesia declaró:
"No hacemos obra misional donde ello sea en contra de la ley."10 No obstante, los
opositores se negaron a aceptar tal aseveración y la controversia continuó violentándose.
Mientras tanto, la construcción del centro fue progresando. El élder Hunter y el élder
Faust viajaron nuevamente a Jerusalén en mayo de 1986. "Pasamos la tarde del 21 de mayo
recorriendo el edificio", escribió el élder Hunter. "La obra de construcción está por
completarse y la sección para el alojamiento de los estudiantes estará disponible en octubre. . .
Hemos entregado al Knesset una carta firmada por 154 representantes del Congreso de los
Estados Unidos, miembros de ambos partidos políticos, apelando a que se permita la con-
sumación del Centro de Estudios del Cercano Oriente de la Universidad Brigham Young en
Jerusalén.
"Los miembros del Congreso declaran en ella que la dedicación de Israel a los principios
de la democracia y a la voluntad de la mayoría es uno de los principales motivos del apoyo
que se le ha demostrado. Y agregan que 'al permitir la construcción del centro y el uso para el
cual se ha diseñado, Israel habrá de reafirmar su consagración a la pluralidad y a la virtud
especial de Jerusalén. Nosotros creemos que, en vez de obstaculizar los vínculos entre los
Estados Unidos e Israel, el Centro de Estudios de Jerusalén será una fuente adicional para el
buen entendimiento y la cooperación entre nuestros países.'
"Otra buena noticia", agregó, "fue la opinión expresada por el fiscal general israelí al
comité administrativo de la universidad mormona, de que no hay manera en que se pueda
suspender la construcción del centro, puesto que todos los trámites fueron legales, el permiso
se obtuvo legalmente, y el acuerdo se efectuó de acuerdo con la ley."
Cuando el élder Hunter viajó otra vez a Jerusalén en enero de 1987, el alcalde Kollek le
aseguró que las aprobaciones de la inspección del centro estarían listas en pocas semanas para
permitir el alojamiento de los estudiantes y maestros de la Universidad Brigham Young en la

126
sección terminada del edificio. Dos meses más tarde, David Galbraith envió un telegrama al
élder Hunter con el siguiente mensaje:
¡Hoy, 8 de marzo, se hizo historia! Los ochenta estudiantes que residían en el kibbutz
Ramat Rachel recogieron todas sus pertenencias y tomaron el autobús. La gran mudanza se
llevó a cabo en pocas horas y en un solo viaje de tres camiones y dos autobuses. ... El día
transcurrió sin incidentes. Nuestros amigos ortodoxos se hallarían durmiendo o quizás les
hemos prestado demasiada atención. De todas maneras, estamos al fin en nuestro nuevo
edificio. Esto inicia toda una nueva fase de nuestra presencia en este país. Después de haber
trabajado todos estos meses en la construcción de un edificio de cemento y piedra, y al
considerar cuán impresionante y grandioso es este edificio, tiene ahora un mayor significado
al asumir la medida de su creación. En él respiran los estudiantes el aliento de vida y esos fríos
corredores y esos cuartos inertes reciben ahora un soplo de felicidad. En vez del martilleo de
la construcción, se dejan oír gritos y murmullos, risas y llantos, y las paredes mismas los
absorben, y al fin, todos están complacidos.
Habría de pasar más de un año antes de que el élder Hunter pudiera retornar a Jerusalén.
Ese verano debió someterse a una seria operación de la espalda, y a ello siguieron muchos
meses de recuperación y rehabilitación. El 8 de mayo de 1988, el Gabinete de Israel autorizó
al Ministerio de Tierras para que emitiera el contrato de arrendamiento. El élder Hunter se
enteró de ello a las tres y media de la mañana siguiente, cuando Jeffrey Holland lo llamó por
teléfono para decirle: "El comité de ministros del Knesset aprobó ayer la consumación del
arrendamiento para el Centro de Estudios de Jerusalén, con algunas modificaciones menores,
y los medios de difusión lo han anunciado al público."11
Seis días después, el élder Hunter, acompañado por su hijo John, el élder Faust y su
esposa, y el presidente Holland y su esposa, llegaron a Jerusalén para firmar el contrato.
"Este viaje", de acuerdo con un relato de la Rama Jerusalén, "ofreció al presidente
Hunter la primera oportunidad de ver el centro desde que comenzó a ocuparse. En honor de
este gran hombre por la visión y la energía que ha dedicado, no sólo al centro sino
especialmente a los miembros de la Rama Jerusalén durante los años en que ha venido a vi-
sitarles, se programó una pequeña recepción con la participación de un coro formado por los
estudiantes del semestre de primavera y los miembros de la rama. ... A medida que el coro les
saludaba cantando 'La Ciudad Santa', el presidente Holland entró trayendo al élder Hunter en
una silla de ruedas, pues todavía se está recuperando de su operación de la espalda."12
A las tres de la tarde del miércoles 18, el élder Hunter y sus acompañantes fueron a las
oficinas del Ministerio de Tierras a firmar los documentos. Yehuda Ziv firmó en repre-
sentación del Ministerio, Jeffrey Holland lo hizo por la Universidad Brigham Young, y el
élder Hunter firmó por la Iglesia, bajo derechos de poder. El élder Hunter escribió pos-
teriormente en su diario: "Cuando salimos de las oficinas del Ministerio de Tierras, sentíamos
como si se nos hubiera quitado un enorme peso de los hombros."
A la mañana siguiente escribió: "Ha sido un día muy especial para los administradores,
los maestros y los estudiantes del Centro de Estudios de Jerusalén. El alcalde Teddy Kollek y
su secretaria, Noemi Teasdale, llegaron para visitar el centro. El ha demostrado ser un buen
amigo y desde el principio nos ha ayudado en diversas formas con el proyecto. La adquisición
del terreno, la aprobación de los planos y los interminables problemas que se relacionaron con
la construcción, habrían sido imposibles si no hubiéramos contado con su ayuda y sus
consejos.
"Una gran delegación les recibió cuando, a las diez de la mañana, llegaron a las puertas

127
delanteras. El presidente Holland les acompañó por la galería abovedada hasta el auditorio
principal, donde le explicó al alcalde las funciones del edificio, las habitaciones y los
comedores, y también le hizo una demostración del impresionante órgano de tubos. Todas las
ventanas dan hacia la ciudad antigua, y al ir recorriendo el edificio, el alcalde comentó
repetidamente, 'Es magnífico', y, dirigiéndose al presidente Holland, le dijo: 'No estaba
preparado para ver un edificio tan espléndido.'"
El élder Hunter no se resignó a que sus problemas de salud le impidieran regresar a
Jerusalén en mayo de 1989 para la dedicación del Centro de Estudios. El día antes de su viaje,
se cayó en su oficina y se hizo un corte en la cabeza, lo cual requirió que le dieran varias
puntadas, pero de todas maneras partió para Israel con su hijo Richard de acuerdo con sus
planes originales. El día de la dedicación, él y otros oficiales de la Iglesia, entre ellos el
presidente Thomas S. Monson y el élder Boyd K. Packer, tuvieron una entrevista con el
alcalde Kollek y luego regresaron al hotel para almorzar. Más tarde, el élder Hunter se fue a su
habitación para que le sacaran las puntadas de la herida.
"Cuando el Dr. Poulson Hunter me cosió la herida en la cabeza dándome siete
puntadas", escribió, "me dijo que esperara unos ocho días y fuera entonces al Hospital Hasada
de Jerusalén. Boyd Packer dijo que él también era un doctor, así que vino a mi habitación con
su nuera, Sue Packer, quien es enfermera diplomada, y en unos cinco minutos me sacó las
puntadas."
Esa tarde, a las cuatro, se reunieron en el auditorio del Centro de Estudios de Jerusalén
unos cincuenta invitados para presenciar los servicios dedicatorios. El presidente Monson,
Segundo Consejero en la Primera Presidencia y director del Consejo Rector de la Universidad
Brigham Young, dirigió los servicios. Esta fue una ocasión muy emotiva—un sueño hecho
realidad—para los discursantes: Robert C. Taylor, quien más de veinte años antes había
encabezado el primer viaje de estudios de la Universidad Brigham Young en la Tierra Santa;
Fred A. Schwendiman, el director residente a cargo de la construcción del centro; el élder
Holland, quien recientemente había sido llamado al Primer Quórum de los Setenta después de
haber sido el Presidente de la Universidad Brigham Young por nueve años; y el élder Packer,
quien era miembro del Consejo Rector de la Universidad Brigham Young.
El último discursante fue el élder Howard W. Hunter, Presidente del Quórum de los
Doce Apóstoles, también miembro del Consejo Rector de la Universidad Brigham Young, y
desde el principio representante de la Primera Presidencia en la supervisión del proyecto del
Centro de Estudios de Jerusalén. Después de algunas palabras, pronunció la oración
dedicatoria, en la cual expresó sus propios sentimientos y los de quienes habían trabajado y
esperado por tanto tiempo la llegada de ese día:
Este edificio en el que nos encontramos sentados, se ha construido para alojar a quienes
te aman y procuran aprender acerca de Ti y seguir los pasos de Tu Hijo, nuestro Salvador y
Redentor. Es un edificio hermoso en todo sentido y una muestra verdadera de la belleza que
representa. Padre Celestial, te agradecemos el privilegio de habernos permitido edificar esta
casa en Tu nombre para el beneficio y la instrucción de Tus hijos e hijas.
Te suplicamos, Padre, que bendigas esta casa en todo sentido. Bendice la tierra sobre la
cual descansa y los hermosos jardines que la rodean. Bendice sus cimientos, sus paredes, su
techo y todos sus detalles. Rogamos que la protejas de todo daño y posible destrucción a
manos de hombre o por causa de estragos naturales, y que la conserves siempre hermosa y
digna de todo lo que es sagrado y que te pertenece.
Por tanto, Padre, nosotros, Tus hijos, te dedicamos este hermoso edificio que ha sido

128
construido con amor por nuestras manos, este Centro de Estudios del Cercano Oriente, con
todas sus pertenencias, rogando que te sea aceptable en todo sentido y que todos los que entren
en él para enseñar, aprender o por cualquiera otra razón, reciban Tus bendiciones y puedan
sentir Tu Espíritu.

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129
12
JUNTOS NOS COMUNICÁBAMOS
DULCEMENTE"

El 4 DE OCTUBRE de 1972, después de la reunión de la Primera Presidencia y el


Consejo de los Doce en el templo, el élder Hunter escribió en su diario: "El presidente Lee se
refirió al Salmo 55:'.. . Juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en
amistad en la casa de Dios.'"
Existe entre esos hombres a quienes los Santos de los Últimos Días sostienen como
profetas, videntes y reveladores, un sentimiento fraternal muy especial. Cada uno de ellos ha
sido llamado para dar testimonio al mundo de que Jesús es el Cristo, el Autor del evangelio, y
que venció los efectos de la muerte, que por Su intermedio se efectuará una resurrección
universal, y que todos los que obedezcan Su evangelio alcanzarán la salvación y la exaltación
en el reino de Dios. Cada uno de ellos ha consagrado su vida y sus talentos al servicio del
Señor y a la unanimidad de su apostolado. Cada uno de ellos aporta al consejo su percepción y
su experiencia personal, combinadas en un todo cuando "juntos se comunican dulcemente."
El élder Hunter nunca termina de maravillarse del privilegio que ha estado teniendo cada
semana de reunirse en el templo con la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce para
participar de la santa cena, suplicar al Señor en oración y deliberar sobre los asuntos
pertinentes al reino del Señor. "Esa reunión del consejo en el templo es una experiencia que
nos hace sentir la necesidad de ser mejores y de proceder mejor", escribió en 1967. "Allí se
manifiestan la bondad, la unidad y el amor."
Tales expresiones suelen verse atenuadas solamente por un sentimiento de admiración al
recibir tantas bendiciones, como lo revelan estos comentarios del élder Hunter: "El simple
hecho de sentarme junto a este grupo de hermanos, me hace sentir inadecuado pero a la vez
me inspira siempre a superarme." "Es en momentos como éstos que advierto mi .propia
insignificancia y falta de mérito para que se me permitan tales privilegios y bendiciones."
"Estas reuniones son los momentos sobresalientes de mi vida y siempre me dejan pensando
por qué habré sido escogido y por qué es que tengo el privilegio de ser parte de este consejo."
"Hoy salí del templo, tal como en otras ocasiones, sintiéndome inadecuado y pensando por
qué habré sido seleccionado para integrar este grupo. Siempre me resuelvo a mejorarme y
esforzarme por ser el ejemplo que se espera que sea."
Parte de la respuesta a su interrogación quizás se encuentre en su bendición patriarcal, la
cual recibió cuando tenía veintidós años de edad y que dice: "Tú eres uno a quien el Señor
conocía con anterioridad . . . Aportarás tus talentos a la iglesia y te sentarás en sus concilios, y
te reconocerán por tu sabiduría y tu discernimiento."
En 1960, como miembro del Consejo de los Doce, el presidente Kimball expresó con
estas palabras los sentimientos del élder Hunter y de los otros apóstoles con respecto a su
relación con el Profeta y el apoyo que les merecía:
"En las reuniones de los jueves en el templo, después de orar y de ayunar, se toman
importantes decisiones, se procede a organizar nuevas misiones y estacas, se adoptan nuevos
métodos y normas y se dejan de lado las noticias al considerarlas como simples
especulaciones humanas. Para los que integramos estos íntimos grupos y escuchamos las

130
oraciones del Profeta de Dios y su testimonio, para los que observamos la agudeza de sus
deliberaciones y la sagacidad de sus decisiones y pronunciamientos, él es, verdaderamente, un
profeta."1
El élder Hunter se siente particularmente bendecido al haber disfrutado, casi a diario, de
una entrañable asociación con cinco profetas—David O. McKay, Joseph Fielding Smith,
Harold B. Lee, Spencer W. Kimball y Ezra Taft Benson—así como los consejeros de cada uno
de ellos.
Poco antes de la Navidad de 1968, los apóstoles tuvieron una experiencia muy emotiva
cuando juntos visitaron al presidente McKay, quien entonces permanecía enfermo en su
apartamento del Hotel Utah. Comenzando con el élder Thomas S. Monson, quien era el
apóstol que había sido llamado más recientemente, cada uno de ellos pronunció algunas
palabras y, según las notas del élder Hunter, "dio testimonio del Profeta de Dios. Esto le causó
una profunda emoción al presidente, quien sollozó y declaró que no hay en todo el mundo un
grupo como éste de hermanos que se amen entre sí y que amen al Señor. Con lágrimas que le
caían por el rostro, suplicó al Señor que lo hiciera digno de la confianza que le manifestaban
los hermanos. Fue un momento muy emotivo y el Espíritu me reveló que estábamos en la
presencia del Profeta del Señor en la tierra."
En otra ocasión, en 1977, el élder Hunter escribió: "En el día de hoy tuve una breve
entrevista con cada uno de los miembros de la Primera Presidencia. Nunca deja de asom-
brarme el vigor y la capacidad que poseen para llevar sobre sus hombros la pesada carga de
esta Iglesia que progresa tan rápidamente. El presidente Kimball pronto cumplirá 83 años de
edad y es tan activo como un joven ejecutivo y, a pesar de los problemas físicos que ha tenido
en el pasado, trabaja sin cesar día y noche . . .
"El presidente Tanner va a cumplir 80 años de edad en mayo. También él tiene mucho
vigor y una mente muy alerta. Siempre me fascina ver con cuánta rapidez puede analizar los
hechos más complicados, identificar cuáles son los puntos esenciales y tomar decisiones
incuestionables.
"El presidente Romney cumplió 80 años de edad en septiembre del año pasado ... Se
emocionó mucho cuando nos contó acerca de la salud debilitante de su esposa y nos dijo que
no pasará mucho tiempo hasta el día en que ambos habrán de ser librados de los problemas de
la ancianidad ... El es uno de los hombres más dulces, bondadosos y profundamente espi-
rituales que jamás he conocido. Yo apoyo a estos hermanos con todo mi corazón."
Dos años después, el élder Hunter fue al hospital una noche a visitar al presidente
Kimball, quien había sido operado y estaba todavía bajo cuidado intensivo. "Hablé con la
hermana Kimball", escribió, "quien me invitó a pasar a la habitación del Presidente. No me
pareció oportuno visitarlo tan pronto después de su operación, pero luego me sentí feliz de
haberlo hecho. El acababa de preguntar si alguno de los hermanos había ido a visitarle y,
aparentemente, yo era el primero en hacerlo. Con gran vigor me tomó de la mano, hizo que me
sentara a su lado y, sacándose la máscara de oxígeno, me besó.
"Yo no podía creer que tuviera tanta energía y lucidez después de tan seria experiencia.
Con tono ocurrente me preguntó si le había llevado alguna tarea para hacer y le respondí que,
si quería trabajar, le iría a buscar algo. Esto es algo característico en el presidente—nunca
tiene un solo momento desocupado o de descanso en su constante afán por trabajar en aras de
la expansión del reino."

131
El interés por los demás

CADA UNO DE los hombres que ha sido ordenado al apostolado y sostenido como
profeta, vidente y revelador trae consigo a su quórum y a la Iglesia virtudes y talentos
especiales. Howard Hunter es considerado entre sus colegas como un hombre de sólido
discernimiento y discreta sabiduría. Es muy raro que hable de sí mismo y de sus realizaciones
o que comparta sus íntimos sentimientos personales. Su interés primordial está en las
realizaciones, los sentimientos y el bienestar de los demás.
En una reunión de capacitación para Autoridades Generales, el élder Marvin J. Ashton
se refirió a una experiencia que el élder Hunter les había contado a sus hermanos: "Había
tenido una entrevista muy agradable con cierta pareja a la que había casado en el templo
treinta años antes, y dijo, 'Me agradó que me contaran acerca de sus hijos, sus respectivos
hogares, sus actividades y donde vivían.'" Y el élder Ashton agregó: "Si así lo hubiera querido,
bien podría él haber hablado durante toda la entrevista de sus treinta y dos años como
miembro del Consejo de los Doce."
El élder Dallin H. Oaks cuenta sobre la vez en que le presentaron al élder Hunter, en
febrero de 1953. En esa época, el élder Oaks residía en Chicago, Illinois, y el élder Hunter
había ido en compañía del élder LeGrand Richards con la asignación de dividir la Estaca
Chicago, organizar dos nuevas estacas y escoger a las presidencias respectivas. Poco después
de haber llegado, un viernes por la tarde, el élder Hunter recibió la noticia de que su padre
había fallecido en California.
"Mas no se anunció nada sobre el particular", dijo el élder Oaks. "El élder Hunter
continuó con las entrevistas con mucho aplomo y sin atraer la atención a sí mismo." El
domingo por la noche, después de las sesiones de la conferencia (durante la cual se sostuvo al
élder Oaks como segundo consejero en la presidencia de la nueva Estaca Chicago Sur), el
élder Hunter tomó el avión a Los Angeles para acompañar a su madre y a su hermana. El
martes siguiente, después del funeral en el Barrio Walnut Park, pronunció la oración dedi-
catoria del sepulcro de su padre.2
Los Doce Apóstoles y todos los que con ellos trabajan saben que el élder Hunter analiza
cuidadosamente toda cuestión antes de ofrecer sus opiniones, conclusiones o soluciones,
debido, sin duda, a su experiencia en la abogacía. Sabe escuchar con atención cuando los
demás expresan sus opiniones y sentimientos, y si el consenso no es general o si alguno en el
grupo tiene una idea divergente, prefiere postergar la deliberación sobre el tema antes de
llevarlo a votación. Pero cuando llega el momento de tomar una decisión, todos saben que la
recomendación del élder Hunter será equitativa y directa. A veces, después de escuchar las
opiniones y recomendaciones de los demás, suele conducir la deliberación en una dirección
totalmente distinta a fin de señalar otras consideraciones y consecuencias que se deben tener
presentes antes de tomar una decisión final.
En una de sus reuniones, varios apóstoles lamentaban la ausencia del élder LeGrand
Richards, quien se encontraba gravemente enfermo en el hospital. El pronóstico médico era
que no habría de sobrevivir la crisis. El élder Hunter escuchó en silencio los comentarios
desalentadores de cada uno de los presentes y cuán lamentable sería la pérdida que sufrirían si
aquel amado hermano fuera llevado de entre ellos. De pronto, el élder Hunter golpeó con la
mano el posabrazo de la silla del élder Richards junto a la suya y declaró enérgicamente que el
élder Richards regresaría y que volvería a sentarse en su silla. El élder Richards regresó
tiempo después. Su labor en la tierra no había concluido y tomó de nuevo su lugar en la sala

132
del consejo con sus hermanos.

Los momentos de camaradería

AUNQUE LOS MIEMBROS de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce


tienen muchas responsabilidades, también suelen pasar momentos de solaz y conversar sobre
cosas triviales—y a ninguno le agradan más los relatos entretenidos que al élder Hunter.
Después de una de sus reuniones semanales en el templo, comentó: "Hoy almorzamos todos
juntos en el pequeño comedor del templo, lo cual es siempre una ocasión placentera. No sólo
la comida fue agradable, sino también nuestra conversación. Las historias, el buen humor y
otras expresiones son todas cosas muy especiales."
En su diario personal, el élder Hunter se refiere a muchas de esas conversaciones,
historias y ocasiones tan particulares. Una vez describió el almuerzo durante el cual una de las
Autoridades Generales contó el caso de una señora que opinaba que las mujeres debían poseer
el sacerdocio. Según el relato, cuando ella habló sobre el particular con el élder John A.
Widtsoe, se cree que él le dijo que el profeta José Smith había estado a punto de recibir una
revelación al respecto cuando lo asesinaron. Después de las risas subsiguientes de los
hermanos, el presidente McKay preguntó: "¿No le dijo que fue por eso que el Señor se lo
llevó?"
El presidente McKay puso en evidencia su buen sentido del humor cuando, al cumplir
ochenta y ocho años de edad, les dijo a los hermanos: "He aprendido a valorar la vejez, porque
ha sido una compañera fiel. No siempre lo pensé así, pero gracias a ella he podido cumplir mis
setenta y cinco, mis ochenta, mis ochenta y cinco, y mis ochenta y ocho, así que voy
acostumbrándome a su compañía." Unas semanas después, el élder Hunter escribió que el
presidente McKay les había dicho en la reunión en el templo que indudablemente estaba
envejeciéndose, agregando: "Sé que mi juventud ha pasado ya, porque mis idas y venidas ya
vinieron y se fueron."
El día de uno de sus cumpleaños, el élder Hunter hizo un comentario que le habría
agradado mucho al presidente McKay: "Hoy cumplo setenta años", dijo, "y siempre he pen-
sado que ésta es una edad muy avanzada; pero creo que voy a tener que cambiar mi opinión."
Dos años después, a los setenta y dos, comentó: "Al alcanzar esta edad, me he dado cuenta de
que los días van acortándose cada vez más. En adelante, preferiría no tener ya cumpleaños."
En ocasión de su viaje a la Tierra Santa en 1961, los élderes Spencer Kimball y Howard
Hunter forjaron entre sí una gran amistad que perduró los veinticuatro años que sirvieron jun-
tos en el Consejo de los Doce y que continuó durante la época en que el élder Kimball fue el
Presidente de la Iglesia. El élder Hunter menciona en su diario las numerosas veces en que
fueron a cenar y al teatro con sus respectivas esposas.
En cierta oportunidad, en 1964, los Kimball estaban de vacaciones en la cabana de un
amigo en el Cañón Big Cotton-wood, al este de Salt Lake City, e invitaron a cenar con ellos a
los Hunter y al presidente Tanner y su esposa. El élder Hunter se refirió a esa velada de esta
manera:
"Salí temprano de la oficina y fui a casa a buscar a Clairé. Luego pasamos a buscar a los
Tanner, y juntos nos dirigimos hacia el cañón. Cuando llegamos, el presidente y la hermana
Kimball nos esperaban con una cena exquisita, después de la cual los seis caminamos hasta la
cascada Donut.Cuando regresamos, estaba ya obscuro y no pudimos entrar en la casa porque

133
la puerta estaba cerrada con llave y ésta había quedado adentro. Spencer fue en su automóvil
hasta un teléfono público y le indicaron dónde podía encontrar otra llave." Más tarde, una vez
dentro de la cabana, "pasamos una noche agradable alrededor de la mesa, cantando canciones
con el acompañamiento de Spencer en el clavicordio y escuchando el relato de los Kimball
acerca de su reciente viaje a las misiones de América del Sur."

"Por lo demás, hermanos,. .. sed de un mismo sentir"

EN SU SEGUNDA epístola a los corintios, el apóstol Pablo termina diciéndoles: "Por lo


demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en
paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros." (2 Corintios 13:11.) Estas palabras,
escritas hace dos mil años, describen fidedignamente a los líderes de la Iglesia en esta
dispensación.
Quizás no haya mejores ejemplos de la unanimidad y la unión que existe entre las
Autoridades de la Iglesia en estos últimos días que la ocasión en que todos confirmaron, sin
vacilar, la revelación recibida en 1978 de "que se puede conferir el sacerdocio a todos los
varones que sean miembros dignos de la Iglesia sin tomar en consideración ni su raza ni su
color", y las veces en que un profeta es llevado de la tierra y se aparta a otro para que continúe
siendo el portavoz del Señor sobre la tierra.
Antes de recibir dicha revelación, el presidente Kimball había hablado extensamente
durante varios meses con los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce
en forma colectiva e individual. El élder Hunter se refirió en su diario a una ocasión en la cual
el profeta lo llamó a su oficina para conversar con él durante una hora sobre el particular.
"Pude percibir", dijo, "su íntima preocupación y su deseo de acatar estrictamente la voluntad
del Señor."
El élder Bruce R. McConkie escribió acerca de la reunión en la que todos los hermanos
"escuchamos la misma voz y recibimos el mismo mensaje desde lo alto":
"Sucedió en un día glorioso de junio de 1978. Todos nos encontrábamos en la sala
superior del Templo de Salt Lake, orando fervorosamente, suplicándole al Señor que nos
manifestara Su pensamiento y voluntad concerniente a quiénes debían tener el derecho de
recibir Su santo sacerdocio. Nuestro portavoz en la oración fue el propio presidente Kimball,
quien expresó a ese Dios, cuyos siervos somos, los deseos de su corazón y del corazón de cada
uno de nosotros.
"En su oración, el presidente Kimball pidió que todos fuéramos purificados y librados de
nuestros pecados a fin de que pudiéramos recibir la palabra del Señor. Consultó al Señor libre
y sinceramente, recibió una declaración mediante el poder del Espíritu, y lo que dijo le fue
inspirado de los cielos. Ese fue uno de esos momentos poco comunes en que los discípulos del
Señor están en perfecta unión, cuando todos los corazones laten al unísono y el mismo
Espíritu arde en todo pecho."3
"Después de la oración", escribió el élder Hunter, "se manifestaron entre los hermanos
muchas expresiones de amor y gratitud. Comentamos también sobre el sentimiento que nos
unía a todos, de que muy rara vez, si es que acaso había existido jamás, se percibió tanta
unanimidad en el consejo."
Una semana después se leyó a los hermanos el enunciado escrito de la revelación, y el
élder Hunter comentó en su diario que "varios se refirieron al poderoso testimonio del Espíritu

134
que se manifestó el jueves y a cómo ello había confirmado el origen divino de la revelación."
Temprano a la mañana siguiente—el viernes 9 de junio de 1978—se leyó el documento en
presencia de todas las Autoridades Generales durante una reunión de ayuno, "una reunión
profundamente espiritual con grandes emociones y muchas lágrimas, en la cual los hermanos
expresaron su amor por todos los hijos de Dios y dieron testimonio de que el presidente
Kimball es un profeta de Dios. Esa fue una reunión que jamás habré de olvidar."
En pocas horas, los medios de información propalaron al mundo la noticia, y los Santos
de los Últimos Días en todos lados sintieron las mismas emociones y el mismo gozo que los
que habían participado en esta gloriosa manifestación.
Algunas de las experiencias de intensa confirmación espiritual vividas por el élder
Hunter y sus hermanos en el Consejo de los Doce han tenido lugar en los momentos cuando ha
fallecido un amado profeta y uno de ellos es entonces apartado y sostenido como el nuevo
presidente, profeta, vidente y revelador.
El fallecimiento del presidente David O. McKay, en enero de 1970, no fue algo
totalmente inesperado, siendo que su salud había estado decayendo gradualmente por varios
años. (Véase el capítulo 10.) Pero la muerte de los dos profetas siguientes llegó repentina e
imprevistamente.
El domingo 2 de julio de 1972, el élder Hunter escribió que, como no tenía asignación
de asistir a ninguna conferencia de estaca, dedicó su tiempo libre a trabajar en su genealogía.
Esa noche, poco antes de las diez, un oficial de la Iglesia le informó por teléfono que el
presidente Joseph Field-ing Smith había fallecido a las nueve y media. "Esta fue una noticia
devastadora, porque él no había estado enfermo", agregó el élder Hunter. Después de describir
lo que le refirieron con respecto a los últimos breves momentos del presidente Smith,
concluyó: "Muchas veces he pensado acerca de la condición de los seres trasladados, y esta
noche he podido sentir que ése es el modo en que el presidente ha pasado de esta vida a la
inmortalidad, sin sufrir la muerte."
El presidente Smith había sido el líder del élder Hunter en el Consejo de los Doce
durante diez años y luego el Presidente de la Iglesia por dos años y medio. "Nuestra íntima
asociación ha enriquecido mi vida", escribió el élder Hunter, "por lo cual estoy muy
agradecido."
Los apóstoles se reunieron en el templo después del funeral y Harold B. Lee, quien era
el apóstol de mayor antigüedad, fue sostenido como Presidente de la Iglesia, con Nathan
Eldon Tanner y Marión G. Romney como consejeros en la Primera Presidencia. Una vez que
estos hermanos fueron ordenados y apartados, el élder Hunter escribió: "El Espíritu ... dio
testimonio a cada uno de nosotros de que, lo que había sido hecho, era la voluntad del Señor."
Sólo dieciocho meses más tarde volvería a presenciar la transferencia de la presidencia,
cuando el presidente Lee falleció inesperadamente. Al recibir la noticia, en la noche del
viernes 26 de diciembre de 1973, los Hunter se encontraban en Ojai, California, celebrando la
Navidad con su familia en la casa de John. El élder Hunter se comunicó por teléfono con los
presidentes Tanner y Romney y les dijo que regresaría a Salt Lake al día siguiente. Entonces
conversaron con su esposa y con John, Louine, Richard y Nan hasta la medianoche.
"Les conté acerca de las deliberaciones del Consejo de los Doce en ocasión del
fallecimiento del presidente McKay y del presidente Smith, y la manera en que se eligió a sus
sucesores", escribió. "Claire y yo les comunicamos entonces que nuestros planes eran
compartir con ellos y sus hijos nuestras propiedades. . . . Nos sentimos muy felices por la
forma en que expresaron su amor mutuo y sus planes para el futuro y la eternidad. Esta fue

135
una experiencia muy especial y gratifi-cadora."
El sábado 29 de diciembre, un día frío y lluvioso, el élder Hunter asistió con las demás
Autoridades Generales al funeral llevado a cabo en el Tabernáculo y luego a los servicios de la
dedicación de la sepultura en el cementerio de Salt Lake City "El fallecimiento del presidente
Lee continúa siendo para mí una gran sorpresa", escribió esa noche en su diario personal, "y
me parece increíble que ya no esté entre nosotros. Aunque sólo sirvió como presidente unos
dieciocho meses, recordaremos para siempre su carácter de líder y sus vigorosos programas."
En la tarde del siguiente día, los apóstoles se reunieron una vez más en el Templo de
Salt Lake para escoger a un nuevo presidente. Spencer W. Kimball, el principal de los
apóstoles, fue ordenado y apartado Presidente de la Iglesia, con el presidente Tanner y el
presidente Romney como sus consejeros. "Nunca había escuchado yo al consejo deliberar con
tanta unidad y armonía", escribió el élder Hunter, describiendo luego el procedimiento.
"Nunca olvidaré el dulce espíritu de esta ocasión y el gran amor y la amabilidad demostrada
entre los hermanos."
Como Presidente de la Iglesia, Spencer W. Kimball estableció un ritmo extraordinario
para las Autoridades Generales y para todos los Santos de los Últimos Días al exhortarles a
que prolongaran el paso. Y él mismo dio el ejemplo en ello. En una reunión en el templo, en
diciembre de 1980, se anunció que, una vez que todas las estacas autorizadas se hubieran
organizado, el número de las mismas en la Iglesia llegaría a 1,244. En su diario, el élder
Hunter comentó: "Cuando se mencionó que la mitad de este número de estacas se había
organizado desde que el presidente Kimball ocupó su cargo al frente de la Iglesia, él dijo:
'¿Seguimos adelante?'"
Aunque el presidente Kimball padeció de mala salud en los últimos años de su
presidencia, nunca dejó de inspirar a la Iglesia y, en particular, a sus colegas en los quórumes
directivos, a medida que alargaran su paso. Por eso, cuando el martes 5 de noviembre de 1985
informaron al élder Hunter y a los otros miembros del Consejo de los Doce que el presidente
Kimball se encontraba en grave estado, el anuncio "cubrió de tristeza las oficinas." A las diez
y media de la noche, el élder Hunter recibió la noticia de que el presidente Kimball había
fallecido.
Al día siguiente, en horas de la mañana, los apóstoles se reunieron en el Templo de Salt
Lake. El presidente Gordon B. Hinckley, quien entonces era el Segundo Consejero en la
Primera Presidencia, siendo que el presidente Romney, el Primer Consejero del presidente
Kimball, se encontraba enfermo, tomó su lugar entre los Doce al lado del élder Hunter, junto a
quien se había sentado por veinte años, desde 1961 a 1981. A ambos, al élder Hunter y al élder
Hinckley, se les asignó que se reunieran con la familia Kimball y luego con los departamentos
responsables de los varios aspectos del funeral.
Una tormenta pronosticada para el sábado 9 de noviembre, el día del funeral, no se
produjo hasta momentos antes de efectuarse los servicios dedicatorios de la sepultura en el
cementerio de Salt Lake City, cuando una lluvia de granizo azotó la zona. En su diario
personal, el élder Hunter escribió ese día: "Un gigantesco roble ha caído. Durante su adminis-
tración y bajo su liderazgo, se registraron mejoras en cada departamento de la Iglesia—en el
número de miembros, en la obra misional, en la edificación de templos y en las funciones
administrativas. Su lema de 'alargar el paso' llegó a ser un sinónimo de su vida."
En la tarde del día siguiente, en la reunión en el templo, las Autoridades Generales
sostuvieron a Ezra Taft Benson, el apóstol de mayor antigüedad en el quórum, como
presidente, profeta, vidente y revelador de la Iglesia, con los presidentes Hinckley y Monson

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como consejeros. Quedando entonces como su sucesor en el Consejo de los Doce, el élder
Romney ocupó el cargo de presidente del mismo, mas a causa de su frágil estado de salud, el
élder Howard W. Hunter, quien le seguía en antigüedad, fue sostenido como Presidente en
Funciones. Ese mismo día en el templo, el presidente Hunter ordenó y apartó el presidente
Benson, después de lo cual el presidente Benson apartó a sus dos consejeros. Luego, con la
asistencia de los Doce, el presidente Hinckley apartó al presidente Hunter y le dio una
bendición.
A fines de ese año, el presidente Hunter hizo un resumen de todos los acontecimientos y
concluyó diciendo: "Con los cambios producidos en cuanto a mis deberes, no sé todavía cuáles
serán mis asignaciones, pero no olvidaré la promesa que hice antes de la conferencia general
en la cual me sostuvieron como miembro del Consejo de los Doce, y pienso cumplirla lo
mejor que pueda." Su promesa había sido: "Estoy dispuesto a dedicar mi vida y todo lo que
poseo a este servicio." Antes de ser apartado como presidente en funciones de los Doce, él
tuvo que demostrar varias veces esa disposición para dedicar al Señor y a la Iglesia su vida y
su todo, pero en los días que siguieron habría de ser puesto a prueba mucho más.

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LA FAMILIA Y LOS VECINOS

CUANDO EL PRESIDENTE McKAY lo apartó como miembro del Quórum de los


Doce Apóstoles, oró para que el élder Hunter fuera bendecido en su hogar y para que su
existencia "continuara siendo placentera y plena."
Muchas veces, después de un viaje en funciones asignadas por la Iglesia o de un paseo
por tierras lejanas, el élder Hunter escribió en su diario personal: "¡Qué bueno es estar de
vuelta en el hogar!" La atractiva y cómoda casa que él y Claire habían construido en Salt Lake
City poco después de que lo llamaran al Consejo de los Doce, fue diseñada para que pudieran
satisfacer sus propias necesidades y constituía para ellos un verdadero refugio de paz. Allí
podían descansar cómodamente al cabo de las arduas—y a veces muy exigentes—tareas rela-
cionadas con su llamamiento y dedicarse a sus pasatiempos favoritos o simplemente a no
hacer nada en particular. A fines de cierto año, y después de resumir sus prolongados viajes a
Europa, África del Norte, América del Sur y los Estados Unidos, agregó: "Es muy agradable
poder iniciar el año en nuestro hogar. . . . Este día de Año Nuevo lo pasamos tranquilamente
en casa."
El élder Hunter posee una amplia colección de libros y de grabaciones de música clásica,
y dos de los primeros proyectos que tenía para su nuevo hogar eran completar su biblioteca
personal e instalar un equipo estereofónico. Poco antes de que se mudaran a su nueva
residencia, había comprado unas maderas y preparado los estantes en los que habría de poner
su equipo estereofónico. Al día siguiente, escribió: "Richard y yo conectamos el equipo y en la
tarde ya lo probamos." Esa misma noche también pusieron una pantalla sobre los estantes de
la biblioteca y vieron algunas diapositivas.
En su diario ha hecho referencia a muchos de sus proyectos caseros, tales como los que
se describen a continuación:
"Hoy me quedé en casa y trabajé en el jardín y también instalé en el sótano el
revestimiento de las paredes y varillas para las cortinas."
"Hoy dediqué gran parte del día a limpiar mi taller, a ordenar mis herramientas y un
sinnúmero de accesorios, y a hacer una instalación eléctrica."
"El motor de nuestro equipo de calefacción se descompuso y tuve que llevárselo a
alguien para que me lo arreglara, y pasé el resto del día reparando el triturador eléctrico de la
pileta de la cocina."
"Hoy comencé con el proyecto de duplicar las cintas grabadas de las conferencias de la
Estaca Pasadena, desde la fecha de su organización hasta cuando fui relevado como presidente
de la misma. Las había conservado en varias cintas y quiero ponerlas en orden utilizando unas
de cuatro bandas."
Howard Hunter se había distinguido en las clases de carpintería que había tomado en la
secundaria, así que ahora tenía muchas oportunidades para aprovechar tales habilidades. Sus
hijos se refieren aún a la excelente organización de su taller. John, por ejemplo, comentó:
"Cuando yo necesitaba alguna herramienta, sólo tenía que mencionárselo y él entonces me
decía, 'Vé al taller y búscala; está en el medio del tercer cajón de la tercera puerta.' Y por
cierto que allí la encontraba."

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La casa estaba ubicada sobre las colinas al este de la ciudad, y para la familia Hunter eso
significaba tanto una bendición como un desafío. El vecindario era tranquilo y la vista del
valle y del mismo lago hacia el oeste, y las montañas majestuosas hacia el este, les ofrecía un
panorama espectacular. Cuando las condiciones del tránsito eran favorables, le llevaba al élder
Hunter unos diez minutos llegar a su oficina en el centro de la ciudad, y aun las nevadas le
proporcionaban una paz y tranquilidad especial, como lo ilustra esta descripción suya de la
última noche de 1970:
"Hoy disfrutamos de una noche apacible en nuestro hogar. Al llegar la medianoche, salí
al balcón. La noche era clara y fría, todo estaba cubierto con un manto de nieve, y las luces de
la ciudad titilaban suavemente entre las sombras. Luego comenzaron a caer algunos copos de
nieve y, de pronto, un estallido interrumpió el silencio cuando unos fuegos artificiales
poblaron el cielo con mil estrellas."
La desventaja que presentaba la ubicación de la casa sobre la colina era sólo en relación
con las condiciones del tiempo. En varias ocasiones, Howard Hunter escribió en su diario:
"Nevaba tanto cuando salí de mi oficina que tuve que estacionar mi automóvil al pie de la
colina y caminar el resto del trayecto. En la calle empinada pude ver varios automóviles
atascados en la nieve." "Hoy nevó la mayor parte del día, así que no fui a la oficina." "Anoche
nevó copiosamente y esta mañana estaba todo cubierto con un manto blanco. Cada vez que
tengo que sacar la nieve con la pala pienso que me gustaría estar de vuelta en California—por
lo menos durante el invierno."
Algunos de los peores problemas se presentaban cuando llovía torrencialmente. En
septiembre de 1963, una fuerte lluvia arrasó con las semillas del césped y con parte de la tierra
del jardín. A la mañana siguiente, los jardineros volvieron a sembrarlo, pero un día después
otra tormenta arruinó su trabajo y provocó una seria erosión en el terreno. El élder Hunter,
quien ese viernes por la tarde tenía que viajar a la ciudad de Kansas, acudió de prisa a su casa
y trabajó con afán bajo intensa lluvia para desviar el torrente. Luego tomó el avión a altas
horas de la noche, para llegar a Kansas el sábado por la mañana. A la semana siguiente, hizo
construir un sostén de cemento para desviar las aguas en el futuro.
Un sábado escribió en su diario: "Hoy dediqué la mayor parte del día a cavar la tierra, ...
a nivelarla, fertilizarla y a plantar césped." Al día siguiente, "la lluvia que cayó en la zona
donde vivimos alcanzó proporciones de tempestad. Arruinó mi trabajo de ayer y arrasó con
todo hasta el pie de la colina. Esto es verdaderamente desconsolador." El lunes, "De regreso a
casa desde mi oficina, compré más semillas y fertilizante y me pasé el resto del día volviendo
a nivelar la tierra y plantar nuevamente el césped que había arruinado la fuerte lluvia."
Un año, en la primavera, dos días después de haber plantado verduras en un macetero (al
que llamaba "mi pequeña granja"), una tardía tormenta de nieve le destruyó todas las plantas.
"Esto me hace entender mejor los problemas del agricultor", comentó.
En junio de 1979, los Hunter recibieron visitantes inesperados: "Mientras nos
encontrábamos en Samoa, una familia de zorrinos se mudó a nuestro patio y cavaron su nueva
vivienda debajo de la escalinata de cemento. Esta mañana los vimos jugueteando en el patio:
dos zorrinos adultos y seis cachorros. No hay duda de que ya se han ambientado, pero tendré
que encontrar la manera de librarnos de ellos sin fastidiarlos."
El élder Hunter llamó al departamento de control de animales de la municipalidad, y le
informaron que a los zorrinos les desagrada el alcanfor. "Cuando salí de la oficina, fui a com-
prar bolas de alcanfor y cuando llegué a casa puse algunas en la cueva de los zorrinos. Al
obscurecer, los animalitos salieron a jugar al patio." Al día siguiente, después de que los

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zorrinos salieron nuevamente al patio, él les puso varias bolas más de alcanfor en la cueva, lo
cual surtió el efecto esperado.
Los zorrinos, sin embargo, regresaron cinco años más tarde. "Todavía conservo algunas
bolas de alcanfor", escribió el élder Hunter, "y siendo que los había desalojado antes, puse otra
vez algunas en la cueva. Al día siguiente, las habían arrojado afuera, así que volví a ponérselas
adentro. Parece ser que ya se han ido, porque no los hemos visto por tres días. Menos mal que
se fueron sin hacernos problema."

Amigos y vecinos

Al DOMINGO SIGUIENLE de haberse mudado a su nueva casa, Howard y Claire


hablaron en la reunión sacramental del Barrio Trece de Monument Park, al que ahora
pertenecían. "Después de la reunión, muchos miembros se acercaron para saludarnos como
nuestros nuevos vecinos", escribió en su diario. "Estoy seguro de que vamos a disfrutar mucho
este barrio."
Debido a la gran frecuencia de sus viajes, especialmente durante los fines de semana, el
élder Hunter suele asistir a las reuniones dominicales de su barrio solamente una o dos veces
al año. En ocasión de una entrevista de ajuste de diezmos, le dijo a su obispo que "con mucho
gusto aceptaría la asignación de servir como maestro orientador, quizás como substituto de
alguno que por alguna razón no pudiera hacer sus visitas."
Talmage y Dorothy Nielsen, que vivían enfrente de la casa de los Hunter y que se habían
mudado allí en la misma época, eran sus maestros orientadores. La hermana Nielsen cuenta
que el élder Hunter "fue siempre una persona muy humilde y tratable." Y recuerda una ocasión
en la cual, cuando en una clase de la Escuela Dominical alguien hizo una pregunta y el
maestro, dirigiéndose al élder Hunter, le pidió su opinión al respecto, él rehusó responderle y
agregó: "No debe olvidar que soy solamente una Autoridad General."
Claire era muy activa en la Sociedad de Socorro y cuando no se hallaba viajando con su
esposo asistía a las reuniones y a las fiestas. Una de las anotaciones en el diario personal del
élder Hunter se refiere a una de las manualidades que Claire aprendió a principios de 1960 y
que muchas hermanas de la Sociedad de Socorro recuerdan aún: "Esta noche, Claire fue con
algunas hermanas de la Sociedad de Socorro a aprender cómo hacer decoraciones utilizando
bolitas de vidrio." Por muchos años, lució en su casa el centro de mesa que hizo en aquella
ocasión.
Los Hunter se habían mudado a un vecindario de gente muy amigable, servicial y
sociable, a quienes les agradaban las fiestas. Preston Adams, uno de los miembros del barrio,
con frecuencia limpiaba las veredas y la entrada de la casa de los vecinos después de las
nevadas. Una vez, cuando un fuerte viento destrozó uno de los ventanales de su casa, Howard
comentó: "Vinieron algunos vecinos trayendo consigo unas hojas de plástico y de tela y otras
cosas con las cuales cubrimos los muebles y la alfombra de la sala para protegerlos contra la
lluvia." Para la Navidad, una verdadera procesión de vecinos pasó por el hogar de los Hunter,
trayéndoles regalos y cantando villancicos.
Howard Hunter tomó parte activa en la tarea de mantener limpio y seguro el vecindario.
Cierto día, después de una limpieza general de la casa, puso varias bolsas de basura junto al
borde de la acera para que se las llevaran los recolectores de residuos al día siguiente. Esa
noche, algunos adolescentes se llevaron por delante las bolsas con su camioneta, esparciendo

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la basura por la calle a través de dos cuadras. A la mañana siguiente, uno de los vecinos vio
que el élder Hunter estaba recogiendo la basura y poniéndola en bolsas nuevas.
En otra ocasión, Talmage Nielsen se hallaba instalando un equipo electrónico en la
lancha que tenía estacionada a la entrada de su casa. Insistiendo en ayudarle, Howard se metió
sin vacilar debajo de la embarcación para ver lo que se necesitaba hacer. Siendo que él ya
había instalado su propio equipo, no tuvo problemas para colaborar en la tarea.
Un vez, cuando entre 1992 y 1993 los Nielsen se encontraban sirviendo una misión en
Ecuador, un hijo de ellos estaba en el jardín de su casa tratando de reparar el sistema de riego.
Al verlo, el élder Hunter acudió enseguida a ayudarle.
Los Nielsen han compartido muchas experiencias con los Hunter. En ocasión de celebrar
el día de la independencia de los Estados Unidos, las dos familias fueron a una cabana que los
Nielsen tenían junto a un lago en las montañas Wasatch. Cuando uno de los hijos de Talmage
Nielsen hizo explotar un petardo, el pasto se incendió y comenzó a acercarse a la cabana.
Claire corrió, y, tomando una manta de sobre el lomo de un caballo, la mojó en el lago y
apagó el fuego.
Otro de los vecinos y amigos íntimos de los Hunter es Jon Huntsman, un industrial y
filántropo de renombre, quien durante varios años fue su presidente de estaca. Una Navidad, el
hermano Huntsman llamó al élder Hunter por teléfono y le contó que Roland Rich Woolley,
quien era un amigo de ambos, residente en el sur de California, había estado por años lla-
mando por teléfono a los hijos de la familia Huntsman en la víspera de la Navidad,
identificándose como Papá Noel, para informarles que, si en el año habían sido obedientes,
llegaría durante la noche a llevarles regalos.
"El hermano Woolley había fallecido recientemente", escribió el élder Hunter, "y con
mucho gusto acepté la invitación de ser el Papá Noel de este año. Llamé y hablé con cada uno
de los cinco niños, y fue muy divertido escucharles cuando me explicaron cómo se habían
esmerado en ser buenos y cuánto apreciarían cualquier regalo que les dejara Papá Noel."
Howard Hunter continuó haciendo esos llamados telefónicos a los niños durante los tres años
en que la familia vivió en Washington, Distrito de Columbia, donde Jon Hunts-man sirvió
como presidente de misión.

Actividades familiares

En JULIO DE 1969, Howard, Claire, John, Louine, Richard y Nan Hunter se


encontraron en Boston, Massachusets, para iniciar una excursión de doce días en automóvil
por lugares relacionados con la historia de la Iglesia. Richard había preparado un itinerario
acompañado de un comentario explicativo sobre el mismo, basado en relatos del propio José
Smith en la Historia de la Iglesia y en otras fuentes de información acerca de los acon-
tecimientos registrados en los lugares que habrían de visitar.
Los seis turistas fueron deteniéndose con frecuencia a medida que recorrían las regiones
de Nueva Inglaterra, Nueva York, Pensilvania, Ohio, Illinois y Misurí. En la Arboleda
Sagrada, el lugar donde el Profeta había orado y tenido la visión de Dios el Padre y de Su Hijo
Jesucristo, Howard escribió: "La arboleda, después de las lluvias recientes, es hermosa. El sol
brilla por entre los árboles con franjas de luz, y la calma que aquí existe nos produce un
sentimiento de enorme serenidad. Ahora puede uno entender mejor lo que aconteció aquí
aquella mañana, en la primavera de 1820."

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En ese mes de julio, se escribió otra página de la historia. Mientras viajaban por Farmer
City, una ciudad de Illinois, escucharon por radio la noticia de que unos astronautas
norteamericanos habían circunvalado la luna y después descendido en ella. "Fue una
experiencia emocionante escuchar las instrucciones que les daban desde la tierra", escribió
Howard. "El mundo entero estaba escuchando y aguardando ansiosamente los resultados de
esa maniobra tan seria. Después de unos momentos, escuchamos la voz de Neil Armstrong
desde la nave espacial, diciendo: 'El águila se ha posado.'"
Esa noche se quedaron en un hotel en Nauvoo, Illinois, la ciudad donde a principios de
1840 estaba la sede de la Iglesia, y lo primero que hicieron fue ver la televisión en sus
respectivas habitaciones. Tal como en todo el país y en el mundo entero, vieron con asombro
el momento en que el astronauta caminó sobre la superficie de la luna y plantó en ella la ban-
dera de los Estados Unidos. "Esto es increíblemente fantástico, pero lo vimos con nuestros
propios ojos y escuchamos la descripción total con nuestros propios oídos", comentó ma-
ravillado Howard. "El que el hombre ponga su pie sobre la luna, es ahora una realidad."
Cuando viajaba, a Howard le agradaba andar desde temprano en la mañana hasta tarde
en la noche, y no siempre se detenía a la hora de almorzar. Cierto día, después de que visitaron
varios lugares, comentó: "Bueno, creo que realmente deberíamos comer dos veces por día."
Los otros respondieron: "¡Muy bien! ¡Decidamos ahora mismo a qué hora y asegurémonos de
que lo haremos!"
Antes de ser llamado al Consejo de los Doce, Howard había planeado practicar la
abogacía con sus dos hijos en California. Aunque ambos se habían graduado de la Universidad
Brigham Young y John obtuvo su maestría en esa universidad, habían decidido asistir a la
facultad de derecho en California y entonces practicar la abogacía en ese estado.
John recibió su licenciatura de derecho en la Universidad del Sur de California y
pertenecía al personal de una publicación especializada en leyes. Sirvió entonces durante
cuatro años como ayudante del fiscal del Condado de Ventura, al noroeste de Los Angeles, y
luego pasó a ser socio en un despacho de abogados. En 1970, fue nombrado juez del Tribunal
Municipal del Condado por Ronald Reagan, quien en esa época era el Gobernador de
California, y en 1992 se retiró de dicho cargo para aceptar el de juez del Tribunal Superior de
Ventura. Por su parte, Louine, su esposa, había obtenido de la Universidad Brigham Young su
bachillerato en educación primaria. Habiendo establecido su residencia en el Condado de
Ventura, viven actualmente en la localidad de Ojai, en una finca de estilo español rodeada de
un huerto de naranjas.
Richard se recibió de abogado en la Universidad de California en Berkeley e instaló su
práctica en la zona de la bahía de San Francisco. El y su esposa vivieron por un tiempo en
Denver, estado de Colorado, cuando estudiaba también para contador público. Después de
practicar la abogacía durante varios años en San Francisco, organizó su propio despacho de
abogados en San José, en la región central de California. En 1961, Nan se había graduado en
zoología de la Universidad Brigham Young y, como propietaria de una escuela privada, había
trabajado como maestra de primaria. Poseedora de un gran talento musical, Nan Hunter
escribió las estrofas del himno "Father, This Hour Has Been One of Joy", que forma parte del
himnario de la Iglesia en inglés. Richard y Nan viven en una casa que construyeron en un
bosque cercano a San José.
Ambos hermanos Hunter fueron ordenados sumos sacerdotes en la Iglesia por su padre,
a la misma edad, cuando tenían veintitrés años, en el momento en que fueron llamados como
consejeros en obispados; pocos años más tarde, les ordenó obispos. En 1971, cuando iba de

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viaje al Pacífico Sur en funciones oficiales de la Iglesia e hizo un alto en San Francisco para
ordenar obispo a Richard, el élder Hunter escribió en su diario: "Richard nos llamó la atención
al hecho de que los tres—él, John y yo—habíamos sido ordenados obispos a la edad de treinta
y dos años. No sé cuánto más podría nuestra familia haber sido bendecida, ni cómo podría yo
haber sido bendecido más como padre que el saber que mis dos hijos son fieles a su sacerdocio
y que están criando a sus familias con fe y devoción." John y Richard también sirvieron en
presidencias de estaca.
Después de que Howard Hunter fuera llamado al Consejo de los Doce, John y Richard
asistieron, generalmente con sus esposas y a veces con sus hijos, a la mayoría de las conferen-
cias generales y se sentaban en una sección especial en las primeras filas del Tabernáculo.
Entre sesiones, iban a la oficina de su padre, en el Edificio de Administración de la Iglesia,
para participar del almuerzo que les preparaba Ruth Webb, quien fue la secretaria privada del
élder Hunter durante más de veinte años. Cuando Ruth se encontraba enferma o ausente, otras
secretarias o sus nueras y nietas preparaban los alimentos.
Howard y Claire recibían con regocijo a sus familiares y esperaban ansiosamente las
horas de la noche para conversar con ellos, y a veces se entretenían viendo películas de la
familia. En su diario, Howard describió la visita de sus hijos en octubre de 1972: "Ni bien
llegaron a casa, atacaron el recipiente de las galletas y el refrigerador—nada diferente a la
rutina de años anteriores. Todos experimentamos un sentimiento apacible cuando, como
familia, nos arrodillamos a orar antes de retirarnos a dormir."

El orgullo de abuelo

En SUS VISITAS por todo el mundo, con frecuencia los miembros de la Iglesia suelen
preguntar al élder Hunter si está emparentado con ésta o aquella persona de su mismo ape-
llido. Su abuelo, John Hunter, nunca se unió a la Iglesia, y solamente Will, el único hijo varón
de aquél, fue quien perpetuó el apellido Hunter. Las probabilidades aumentaron en la siguíente
generación, cuando Howard tuvo dos hijos varones que se casaron y tuvieron, John y Louine
ocho hijos y dos hijas, y Richard y Nan cuatro hijos y cuatro hijas—asegurando, de esa
manera, la perpetuidad del nombre.
Cada vez que les nacía un hijo, Louine y Nan recibían del orgulloso abuelo un fajo de
cien billetes de un dólar. Las madres se divertían entonces gastándolos uno por uno. El último
de los nietos de Howard Hunter nació en octubre de 1979 y, siendo que éste fue el décimo hijo
de Louine y John, el abuelo hizo que el banco les preparara un fajo de cien billetes de diez
dólares. "Espero que Louine disfrute mucho al gastarlos", escribió en su diario.
Muchas de las visitas del abuelo Hunter a sus nietos eran de paso, tales como una breve
permanencia entre asignaciones de la Iglesia en California. Una historia, comentada tanto por
la familia como por los medios de prensa, refiere cómo, siendo que siempre iban con su padre
al aeropuerto de Los Angeles para buscar a Howard, los hijos de John lo conocían como "el
abuelo que vive en el aeropuerto."
A Howard y a Claire les encantaba visitar a sus familiares en California en julio y
durante la temporada navideña, porque esas son las ocasiones en que las Autoridades de la
Iglesia no tienen asignaciones oficiales. Entonces los visitaban alternadamente en el sur de
California y en la zona de la bahía de San Francisco. Por lo general, John y Richard trataban
de juntarse con sus familias al menos una parte de ese tiempo. Los dieciocho nietos nacieron

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entre los años de 1959 y 1979, requiriendo que las actividades estuvieran de acuerdo con sus
edades y que gradualmente fueran adaptándose a las preferencias de los adolescentes a medida
que iban creciendo.
El verano era siempre una época ideal para ir a las montañas o a la playa. En julio de
1975, toda la familia pasó unos días en el campamento Aspen Grove, una propiedad de la
Universidad Brigham Young en el cañón American Fork, a unos cuarenta kilómetros al sur de
Salt Lake City. Una noche, la familia en pleno atestó la cabana de Howard y Claire para
presentar un programa de talentos. "Las noches que pasamos allí fueron frías y no teníamos
calefacción en las cabanas", escribió Howard. "Menos mal que habíamos llevado nuestras
frazadas eléctricas."
Algunas de las temporadas más placenteras tuvieron lugar en las casas que solían
alquilar en las playas de la bahía de Monterey y de Mussel Shoals, cerca de Santa Barbara, en
California. En julio de 1976, Howard escribió: "Todo en la costa es vivaz y activo, en especial
los diecisiete niños de apellido Hunter, los cuales se lo pasan excavando, edificando, nadando,
arrojando cosas, saltando, corriendo, gritando, persiguiéndose, trepándose, luchando y
comiendo, pero rara vez están sentados, durmiendo o envueltos en nada que requiera sosiego.
Los primos se están divirtiendo como nunca."
Un año, bajo la dirección de Nan, los niños prepararon un relato de misterio,
confeccionaron los trajes, ensayaron y luego filmaron una película titulada "El Secuestro", que
su orgullo abuelo aseguró "debe haber sido la producción más extraordinaria jamás filmada."
Una de las tradiciones anuales era la competencia de construir castillos de arena en la playa,
en la que los adultos actuaban de jueces. Los niños también presentaban un programa de
talentos todos los años.
Los domingos, la familia en pleno asistía a las reuniones de un barrio local—ocupando
dos bancos completos—o realizaban su propia Escuela Dominical y su reunión sacramental en
la casa que estaban alquilando en la playa, lo cual fortalecía los vínculos familiares. Cierta vez
los varones de la familia se dirigían hacia la ciudad para asistir a la reunión del sacerdocio y se
les descompuso el automóvil. Entonces regresaron caminando a la casa de la playa y llamaron
dos taxímetros para que fueran a buscar a la familia para llevarla a la Escuela Dominical, pero
uno solo respondió con la idea de llevar primero a la mitad y volver luego por el resto. "Esto
habría causado que llegáramos tarde a la Iglesia", escribió Howard en su diario, "así que nos
quedamos en la casa y tuvimos nuestras propias reuniones, dirigidas por Richard, nuestro
obispo. Cantamos himnos y luego John bendijo la santa cena, que Robert y Steven repartieron.
Todos, a excepción de los pequeñitos, dimos nuestro testimonio. Fue un verdadero gozo
escuchar a los niños cuando expresaron sus sentimientos acerca de la Iglesia y su gratitud por
ser miembros de nuestra familia. Cuán bendecidos somos de ver que nuestros hijos, sus
esposas y sus hijos sean tan dedicados a la Iglesia. Quizás hubo una razón especial para que no
pudiéramos asistir a la capilla esta mañana."
Una noche inolvidable de verano en 1983, escribió: "Los niños me pidieron que les
contara cómo fue que me llamaron al Consejo de los Doce y cuáles eran mis asignaciones.
Terminado el programa de esa noche, fuimos a la playa para ver cómo llegaban a la costa las
lisas, unos peces pequeños. Cientos de esos corcoveantes y brillosos animalitos plateados que
reflejaban las luces de la casa cubrían la playa en cada oleaje. Los niños llenaron varios baldes
con ellos y, poniéndolos en bolsitas plásticas, los conservaron en el refrigerador para usarlos
luego como carnada."
Howard Hunter, quien cuando joven acostumbraba a juntar huevos de pájaro en los

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pantanos del río Boise, se quedaba encantado con los pájaros de la playa. Un verano escribió:
"En muchas playas hay multitudes de gente y muy pocos pájaros, pero aquí la gente es escasa
y, por tanto, hay cientos de pájaros de enorme variedad. . . . Siempre pensé que había algo
muy peculiar en la persona que se deleita observando los pájaros, pero después de haber leído
acerca de los que habitan cerca del agua y emigran de un continente a otro, ahora me interesan
mucho. He estado contemplando varias cadenas de pájaros que, durante toda la mañana,
corren de arriba hacia abajo sobre la arena, saltando sobre el oleaje. Entre los más comunes, he
visto varias especies de aguzanieves, chorlitos, sarapicos, agachadizas, ostreros, gaviotas y
pelícanos. Son algo fascinante para el que no tiene nada que hacer."
Howard Hunter también disfrutaba mucho las caminatas que daba a solas por la playa en
horas tempranas: "No vi ni un sola alma cuando me levanté esta mañana y salí a caminar. El
mar estaba hermoso y calmo, entonces caminé hasta el final de la playa. . . . Un perro solitario
vino a acompañarme, corriendo delante de mí, y juntos contemplamos los pájaros que
buscaban qué comer cuando las olas retrocedían dejando expuestos sobre la arena pequeños
cangrejos y otros moluscos para el beneficio de las hambrientas aves."
La Navidad en el hogar de sus hijos ofrecía a los Hunter un alivio de la temporada
típicamente fría y nevosa de Utah. Pero también encontraban menos paz y tranquilidad que las
que Howard gozaba en su casa, tal como sucedió en la Navidad de 1968 en el hogar de John:
"Los niños se levantaron temprano y pronto la casa parecía haber sido devastada por un
tornado, aunque supongo que esto es natural cuando se tienen cinco niños llenos de energía....
Cerca de las siete, llegaron Richard, Nan y sus cuatro hijos de San José, así que todos
disfrutamos de una segunda Navidad. Poco después llegó la noche. A los dos pequeñitos se los
puso en sus cunas y los otros siete se acostaron en bolsas de dormir y en cuestión de minutos
reinaba el silencio. Este ha sido un día hermoso y agradable porque lo hemos pasado juntos."
En 1971, Howard y Claire fueron otra vez al hogar de John. "La conmoción empezó a
las siete. Los niños se habían levantado, se habían vestido y estaban listos para ir a la sala tan
pronto como se les permitiera hacerlo. Reinaba el alboroto, pero en medio del ruido surgieron
siete niños cubiertos con envoltorios y ribetes, cargando en sus brazos el botín navideño."
En la temporada de 1975, la familia celebró una Navidad especial en la casa de Richard,
en honor de su linaje danés. "Nan cocinó un pavo enorme para la cena de Nochebuena",
escribió Howard. "La mesa estaba primorosamente decorada con platos con motivos
navideños, velas y bocadillos daneses." A la mañana siguiente, "los niños se levantaron tem-
prano. La confusión reinaba en medio del gran entusiasmo de los que abrían los regalos. Más
tarde, comimos un desayuno delicioso al estilo danés.. . . Por la noche, tuvimos la cena a la luz
del candelabro, con pavo frío y más bocadillos daneses. Nan trajo a esta Navidad una porción
de Dinamarca."
En 1983, toda la familia se reunió en la casa de John; esta vez, cuando los nietos
mayores estaban recibiendo ya sus llamamientos misionales o asistiendo a la universidad.
"Esta bien podría ser nuestra última Navidad juntos", comentó el élder Hunter.
Poco antes de la Navidad de 1987, Howard escribió en su diario: "Richard me había
pedido que hablará individualmente con sus ocho hijos, así que después de la cena tuve el
placer de hablar en privado con cada uno de ellos. Conversamos acerca de su progreso en los
estudios, sus sentimientos en cuanto a la Iglesia y sus testimonios, sus relaciones familiares, y
muchas cosas más. Estoy muy complacido con el éxito, la madurez y las ambiciones de cada
uno de ellos."
El que su abuelo haya oficiado en sus sellamientos en el templo es algo muy importante

145
para los nietos. A medida que han ido planeando sus casamientos, han coordinado todos los
arreglos con él, porque, como lo indicó Richard, reconociendo las funciones de su padre, "es
difícil que procure obtener favores especiales para alterarlas."
Considerando la vida incesantemente activa que por lo general vivía, no era fácil que
Howard Hunter pudiera descansar en sus vacaciones. "Cuando venía para la Navidad",
recuerda Nan, "nos dábamos cuenta de que, si queríamos que estuviera feliz, teníamos que
darle algo para hacer." Entonces empezó a reservar algunos proyectos y reparaciones para el
momento de sus visitas.
Cierta vez, Howard le ayudó a Richard en el jardín a recoger las hojas secas y a podar
los arbustos, a limpiar el garaje y a acarrear basura hasta el basurero municipal. Luego diseñó
un teatro de títeres para los niños y fue a la ferretería a comprar todo lo necesario para
construirlo. A la mañana siguiente, mientras Richard hacía las entrevistas de ajuste de diezmos
en su barrio, Howard preparó los materiales y por la tarde, con la ayuda de Richard, armó el
teatro mientras Nan y Claire confeccionaban los títeres y la ropa para una escena navideña.
En otra Navidad, Howatd escribió: "Ricbard fue a su ofi-cina por unas horas y entre
tanto yo hice unos caballitos de madera para regalarles a los niños. Cuando Richard regresó,
juntos desconectamos la cocina eléctrica y reparamos algunas de sus partes."
Al año siguiente, mientras Richard se encontraba en su oficina, Howard se dio a la tarea
de los proyectos que Nan le había reservado: "Primeramente, desarmé la secadora de ropa y le
cambié la resistencia que tenía quemada; luego empecé a fabricar con madera prensada una
casa de muñecas para Me-rrily, utilizando los planos que Nan había comprado." A la mañana
siguiente, recogió las hojas secas del jardín, limpió el patio y terminó de construir la casita de
muñecas.
Durante otra de sus visitas, él y Richard fueron a comprar unas maderas y construyeron
un patio cercado y con techo (para levantarlo se necesitó la ayuda de muchos, incluso de Sol y
Florence Green, los padres de Nan), colocó los caños del sistema de riego en el jardín, instaló
las válvulas y conectó el agua. Otra vez, después de desarmar el sistema de filtración de agua
y de limpiar los depósitos de salitre, comentó en su diario: "Esto debería hacernos
merecedores de una especialidad scout en reparaciones del hogar."
Cuando sus nietos servían una misión, el élder Hunter se mantenía siempre en contacto
con ellos por correo y en ocasiones en que sus asignaciones le requerían viajar a los lugares
donde estaban ellos, aprovechaba a visitarlos personalmente. En 1990, cuando pasó por
Colonial Williamsburg, en el estado de Virginia, fue a ver por unos minutos a Merrily, la hija
de John, quien servía en la Misión Virginia Roanoke. "Hoy fue un día muy especial, sobre el
cual debo escribir en mi diario", indicó Merrily en un artículo para el semanario Church News.
"Mi abuelo disfrutó de un repaso que hicimos de la historia de nuestro país. A él le apasiona la
historia, y su patriotismo es algo que la familia toda admira."
El amor que por él sienten sus nietos fue expresado en un mensaje que Richard, Nan y
sus ocho hijos le enviaron en 1979 para el Día del Padre: "En tu honor este día nos
esforzaremos por cumplir los mandamientos, amarnos unos a otros y amar a los demás,
trabajar con afán en nuestras asignaciones, estudiar las Escrituras, orar juntos e
individualmente, plantar un huerto, servir al prójimo, santificar el día del Señor y mucho más.
Te agradecemos la función que cumples en nuestra familia, todo tu amor y tu interés en
nosotros, por todo lo cual te agradecemos y te amamos. Estamos orgullosos de ti por todo lo
que has hecho en tu vida y es para nosotros (y para todos los demás) un honor en este día
saber que te pertenecemos y que nos perteneces para siempre. Con amor y 1.000 besos."

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Relación con los parientes

HOWARD HUNTER es un hombre de familia. Siente orgullo genuino por sus


descendientes y está íntimamente relacionado con sus antepasados, aquéllos que tanto
sacrificio hicieron para unirse a la Iglesia y que ayudaron a establecer las comunidades y las
familias en Sión. Una vez citó al novelista George Eliot en su diario personal, al decir: "No
deseo futuro alguno que desate los lazos del pasado."
En marzo de 1957, dos años y medio antes de ser llamado al Consejo de los Doce,
Howard viajó a Mount Pleasant, en Utah, donde su bisabuelo pionero se había establecido, y
escribió: "Aunque nunca he vivido aquí, éste es mi hogar porque aquí están mis raíces. Cuán
agradecido estoy por mi linaje que tanto valoro y que surge de este valle, a través de aquéllos
fieles que dejaron atrás a sus seres queridos, confiaron su travesía a los vientos del Atlántico y
soportaron las penurias del gran desierto americano para llegar a este lugar, indómito aún por
la mano del hombre."
Durante muchos años tomó parte muy activa en varias organizaciones familiares,
comparando, intercambiando y verificando datos genealógicos. En 1973 comentó: "Dediqué
todo el día a compilar mis registros genealógicos. He logrado completar el registro de todos
los descendientes de mi bisabuelo, Anders Christensen, los cuales abarcan 288 familias hasta
fines de 1973. También estoy investigando los nombres de sus progenitores y he podido
definir algunas conexiones más allá de lo que la familia ha podido hacer en el pasado."
Pocos años más tarde, cuando la Iglesia pidió a los miembros que prepararan los
formularios de registro familiar hasta cuatro generaciones y las enviaran al Departamento de
Genealogía, Howard Hunter asistió a unas sesiones de un curso práctico de la familia
Christensen y les dio formularios de Anders Christensen y sus cuatro esposas; asimismo, dio
instrucciones sobre cómo preparar las hojas de las cuatro generaciones.
Las reuniones de la familia Christensen en Mount Plea-sant duran por lo general dos o
tres días, y asisten a ellas participantes tanto de lugares cercanos como distantes. Cuando le es
posible, Howard está presente en ellas. Durante las reuniones se llevan a cabo excursiones a la
antigua residencia de Anders Christensen y Martin Rasmussen, la cual forma parte del registro
federal de hogares históricos, y también visitan el cementerio de la ciudad. Otras actividades
incluyen el intercambio de datos genealógicos, la presentación de un programa de talentos, y
la asistencia a una sesión en el Templo de Man ti.
Una vez, Howard asistió a una cena del Día de Acción de Gracias para miembros de la
familia Rasmussen en la cafetería de la Escuela Mount Pleasant. "Fue una ocasión muy agra-
dable", dijo después. "Llevé a la cena mi libro genealógico referente a la familia Rasmussen y
conseguí mucha información que no tenía."
La genealogía de la familia Hunter ha sido más difícil de conseguir, porque Nancy Hatch
Nowell, la tatarabuela de Howard fue el único antepasado activo en la Iglesia. En 1974,
conoció en Filadelfia a Dorothy Carousso, quien era prima de su padre y oficial de la Sociedad
Genealógica de Pensilvania. Ella le mostró los archivos y la biblioteca de la sociedad y le dio
copia de los datos que había obtenido del linaje de la familia Nowell. También le informó
acerca de un libro titulado El Testimonio de Nancy Nowell, que contenía, según ella misma,
"un relato diario del devoto ejercicio de mi corazón y del testimonio de la verdad." Howard
logró conseguir un ejemplar del libro para su propia colección y de vez en cuando vuelve a
leerlo.

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También Claire Hunter estuvo siempre interesada en la genealogía, y compiló algunos
datos acerca de sus antepasados alemanes, a pesar de que durante la Primera Guerra Mundial y
la segunda se destruyó mucha información que podría haber sido provechosa. También
consiguió registros de la familia Jeffs y escribió varias historias familiares.
Aunque sus padres y todos sus hijos vivían en California, Howard y Claire se
mantuvieron en contacto directo con ellos, los visitaban lo más frecuentemente posible y
esperaban ansiosos la visita de ellos en Utah.
Cuando en la conferencia general de 1959 leyeron el nombre de Howard, una de las
primeras personas en responder fue su madre, quien desde South Gate, California, le envió un
telegrama diciéndole: "Orgullosa de ti. Los discursos maravillosos. Cuánta emoción. Tengo la
piel como de gallina. Sinceramente. Que Dios esté con todos ustedes, [firmado] Mamá."
Nellie fue siempre la más noble alentadora y defensora de su hijo. En un artículo
publicado en el periódico Deseret News en 1983, Howard recordó que cuando lo llamaron
como obispo del Barrio El Sereno, ella le dijo: "Es bueno ser importante, pero más importante
es ser bueno."1 El artículo mencionó que Nellie "tenía una personalidad resuelta y un carácter
agradable, pero apreciaba mucho a la gente y todo el mundo la amaba. No era inclinada a la
ostentación, pero siempre se dijo que era 'el alma de la fiesta' en las reuniones de labores de la
Sociedad de Socorro, porque siempre tenía algo para contar."
Además de su participación en las organizaciones auxiliares de la Iglesia, Nellie era
miembro de las Hijas de los Pioneros de Utah y cantó con el "Coro Conmemorativo
Californiano de las Hijas de los Pioneros de Utah" en ocasión de los servicios dedicatorios del
edificio de la sociedad en Salt Lake City, llevados a cabo el 23 y el 24 de julio de 1950.2
En 1963, Howard se encontraba en Chicago cuando se enteró del fallecimiento de su
padre, y también se hallaba en esa ciudad cuando, el 4 de septiembre de 1971, le informaron
que su madre estaba gravemente enferma y que la habían internado en el hospital. En esos
momentos, él y Claire estaban por tomar un avión en el aeropuerto de Chicago, en tránsito de
Francfort, Alemania, a Milwaukee, estado de Wisconsin, cuando el Presidente de la Estaca
Chicago llegó para darle la noticia. Howard llamó enseguida a su hermana Dorothy, en Los
Angeles, quien le dijo que a su madre, quien sufría del corazón, se le había declarado
neumonía, pero que estaba reaccionando favorablemente al tratamiento que se le daba.
Entonces prosiguió con su asignación, tal como lo había hecho ocho años antes cuando su
madre, después de comunicarle el fallecimiento de su padre, le dijo: "Estás en la obra del
Señor y tienes que cumplir primero con tu asignación."
La salud de Nellie se deterioró rápidamente y el jueves 11 de noviembre, en momentos
en que Howard se hallaba en la reunión de los Doce en el templo, recibió la noticia de que su
madre había fallecido apaciblemente mientras dormía. "Los hermanos me expresaron su
condolencia", comentó luego. "El presidente Kimball me preguntó si quería retirarme, pero
pensé en aquel día en Chicago cuando me informaron que mi padre había muerto, y cuando
llamé a mi madre, ella me alentó para que me quedara y cumpliera con la tarea del Señor antes
de regresar. Y le dije al presidente Kimball que me quedaría y cumpliría con mis deberes."
Al día siguiente, Howard asistió a la ceremonia inaugural de Dallin H. Oaks como
Rector de la Universidad Brigham Young y luego acompañó a otra de las Autoridades
Generales hasta St. George a fin de participar en la asamblea solemne para conmemorar el
centenario de la iniciación del Templo de esa ciudad. Una vez finalizadas sus asignaciones, él
y Claire tomaron el avión a Los Angeles y asistieron al funeral y sepelio de su madre. "Hoy
fue un día triste para nosotros y de regocijo a la vez", escribió. "Mi madre tuvo una vida larga

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y útil, y todos sus descendientes somos activos en la Iglesia. Su cuerpo físico se había
debilitado y era tiempo de que dejara este mundo, habiendo cumplido su labor. Estoy muy
agradecido al Señor por mi heredad."
A la madre de Claire también le agradaban mucho las visitas de los Hunter cada vez que
viajaban al sur de California. Durante varios años tuvo huéspedes en su amplio hogar en Los
Angeles y sirvió en numerosos llamamientos en la Iglesia, incluso como obrera en el templo,
consejera en las presidencias de la Primaria y la Sociedad de Socorro, y maestra de religión.
En abril de 1967, después de haber sufrido varios ataques de apoplejía, vivió con Howard y
Claire durante algunos meses para luego residir en un hogar para ancianos cerca del Templo
de Salt Lake. Ella falleció en 22 de diciembre de 1974, a la edad de noventa y dos años, y fue
sepultada en Inglewood, California, junto a las tumbas de su esposo, que murió en 1933, y de
su nieto Howard William Hunter, hijo, que murió en la infancia en 1934.

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14
"UNA BUENA CUOTA DE ALTIBAJOS"

La VIDA—TODA VIDA—tiene una buena cuota de altibajos. Verdaderamente, en el


mundo podemos ver tanto alegrías como tristezas, muchos planes modificados y nuevos
rumbos, muchas bendiciones que no siempre parecen ser o sentirse como tales, y muchas
cosas que nos hacen humildes y que aumentan nuestra paciencia y nuestra fe."1
Cuando Howard W. Hunter pronunció estas palabras en la conferencia general de
octubre de 1987, las dijo por experiencia. En el transcurso de los quince años anteriores a esa
fecha, había experimentado una buena cuota de altibajos, de alegrías y tristezas, y había
cambiado muchos planes y tomado nuevas direcciones. Y así continuó explicándolo:
"No siempre es fácil llegar a ser como un niño y someterse a la voluntad de nuestro
Padre Celestial. El presidente Kimball, que conocía muy bien lo que es el sufrimiento, las
desilusiones y las circunstancias que escapan a nuestro control, escribió en una ocasión:
'Como seres humanos, qué no daríamos por librarnos de los dolores físicos y de la angustia, y
asegurarnos así una vida fácil y cómoda; pero si fuéramos a cerrar las puertas al pesar y a la
congoja, podríamos estar despreciando a nuestros mejores amigos y benefactores. Porque el
sufrimiento puede santificar a la persona a medida que aprende a tener paciencia,
longanimidad y autodominio.'"2
Paciencia, longanimidad y autodominio. Estos fueron los principios que guiaron la vida
del élder Hunter cuando, primero Claire y luego él mismo, tuvieron que sufrir enormes
problemas de salud.
A principios de la década de 1970, Claire comenzó a padecer en ocasiones la pérdida de
la memoria, intensos dolores de cabeza y desorientación. En octubre de 1972, Howard escribió
en su diario que la había llevado al médico y de ahí al hospital para que le hicieran unos
exámenes. Los resultados indicaron entonces "el endurecimiento de las arterias y el médico le
recetó medicamentos para contrarrestar el problema."
Pero éste persistió y tres meses después, en febrero de 1973, Claire estaba de vuelta en el
hospital para someterse a otros exámenes, incluso a la inserción de una tintura en las arterias
del cuello para explorar la circulación sanguínea en la cabeza. Le encontraron un coágulo y le
recetaron medicamentos adicionales, pero no se le produjo mejora alguna.
En los años subsiguientes se le hicieron a Claire muchos exámenes más, se le recetaron
otros medicamentos y consultó a muchos especialistas, pero nadie logró determinar exacta-
mente la causa de su enfermedad ni cómo tratársela eficazmente. En uno de sus viajes al sur
de California, Howard habló con un neurocirujano en un hospital de Hollywood y, en otra
ocasión, el médico de cabecera consultó por teléfono a los decanos de las facultades de
medicina de la Universidad de Harvard y de la Universidad de California. Cuando les expli-
caron los síntomas que Claire padecía, ninguno de ellos respondió en forma alentadora.
En julio de 1975, después de sufrir repentinos y rigurosos dolores en el pecho y en un
brazo, Claire debió ser internada en el hospital. Había tenido un colapso en el pulmón
izquierdo, problema que le fue solucionado, pero seis meses más tarde, el 29 de diciembre, fue
nuevamente internada en el hospital y le hicieron un examen que consistió en inyectarle un
isótopo radioactivo en la médula espinal. Después de eso, los médicos le explicaron a Howard
cuáles eran las opciones que restaban, incluso la posibilidad de una cirugía.
150
"Aunque la necesidad de operar no es muy crítica", escribió Howard en su diario, "el
médico indicó que eso sería el último recurso. También me dijo que si se tratara de su propia
esposa, él optaría por someterla a una operación llamada de desviación arterial. La decisión no
era fácil. Si habría de beneficiar a Claire, tenía que hacerse, pero si no, sería horrible para ella
sufrir tamaña experiencia. Sentí entonces la necesidad de ir al templo para quedarme solo, y
cuando regresé, llamé a Dorothy, a Richard y a John. Cada uno de ellos opinó que, si ésa era la
única manera de aliviarla, debía correrse el riesgo porque, de otro modo, quedaríamos para
siempre con la duda de que quizás algo podría haberse logrado."
El 2 de enero de 1976, antes del amanecer, Howard fue al hospital y se quedó con Claire
hasta que la llevaron a la sala de operaciones. "Seguí con ella hasta la sala, la besé y me quedé
mirándola hasta que cerraron las puertas. Mientras esperaba, me puse a pensar en las veces
cuando, años antes, esperé a la puerta de la sala de partos. De pronto, mi ansiedad se tornó en
una sensación de paz. Sentí que habíamos tomado una decisión acertada y que el Señor había
contestado mis oraciones."
El cirujano le informó que le había hecho "una desviación arterial, de la región cerebral
por sobre y detrás del oído derecho a un vaso en el cuello, para reducir la presión sanguínea.
Si la presión había sido la causa del problema, esto podría contribuir a remediarlo."
Howard visitó a Claire todos los días de las dos semanas que estuvo internada—
temprano en la mañana, al mediodía y después del trabajo hasta que ella se dormía. Una
noche, al salir del hospital, vio que las calles habían quedado intransitables a causa de la nieve
y le llevó más de una hora—cinco veces más que de costumbre—llegar hasta la calle que con-
ducía a su casa desde el pie de la colina. "No pude llegar a casa porque el camino estaba
literalmente cubierto de vehículos atascados en la nieve", escribió luego, "así que dejé mi
automóvil y empecé a caminar. ... A veces pienso que preferiría estar en el sur de California."
Diez semanas después de la operación de Claire, Howard la llevó al médico para que la
examinara. "Nos dijo que, a la fecha, tendría que haberse mejorado mucho más, lo cual podría
indicar que el resultado no ha sido favorable."
Antes de que se le diera de alta en el hospital, a Claire le hicieron otros exámenes, los
cuales mostraron que se le estaba desarrollando un principio de diabetes. Los médicos dijeron
que se trataba de un caso benigno y que podría controlarse fácilmente, por lo que Howard
aprendió a efectuar por sí mismo los análisis en la casa. Al poco tiempo, sin embargo, era
obvio que no podía dejársela sola, así que contrató a una enfermera para que la acompañara
durante el día. Unos meses después, preparó un pequeño apartamento en el sótano de su casa
para el alojamiento de la dama de compañía de Claire. No obstante, Howard cuidaba a su
esposa durante la noche, lo cual le permitía dormir muy pocas horas.
A pesar de su continua preocupación por Claire, el élder Hunter no descuidó sus
responsabilidades en el Consejo de los Doce. Se lo relevó de un par de asignaciones, pero la
Iglesia seguía creciendo a pasos agigantados, particularmente en Latinoamérica y en Asia, y él
se había determinado a cumplir cabalmente con su deber. Cuando podía, viajaba con Claire,
sobre todo al principio de su enfermedad, pero cuando su cuidado fuera de la casa fue
haciéndose cada vez más difícil, comenzó a viajar solo o en compañía de algún otro miembro
de su familia. La mayoría de sus nietos estudiaban en la Universidad Brigham Young, así que
podían acompañarle en ocasión de las funciones sociales y oficiales que allí se realizaban. En
las conferencias generales, Claire se sentaba junto a Dorothy en los bancos reservados para
miembros de la familia e invitados especiales, en lugar de hacerlo en la sección para las
esposas de las Autoridades Generales.

151
Cuando se encontraba fuera de Salt Lake City, el élder Hunter llamaba frecuentemente a
su hogar para saber cómo se sentía Claire, cuya condición continuaba deteriorándose, pues a
raíz de pequeños ataques de apoplejía, le resultaba difícil ya hablar y usar las manos. Cuando
sufrió un colapso en el pulmón izquierdo, tuvieron que operarla y le insertaron unos tubos en
el pecho para que pudiera respirar mejor. Varias veces sufrió desmayos posiblemente a causa
de su condición.
El élder Hunter acudía de inmediato cada vez que la dama de compañía lo llamaba a su
oficina. Cuando llegaba a la casa, solía encontrarla recuperada, pero a veces tenía que llevarla
enseguida al hospital para que la examinaran o la trataran.
En mayo de 1981, Claire sufrió un derrame cerebral y los médicos opinaron que
probablemente nunca más volvería a caminar. Dos semanas y media más tarde, cuando se le
dio de alta, salió del hospital en silla de ruedas. Unos días después, Howard expresó su
esperanza al escribir: "Aunque los médicos han dicho que no habrá de caminar otra vez, Claire
puede ahora ponerse de pie si se la ayuda, y esta mañana, tomada de mis manos y apoyándose
en mí, logró caminar desde el dormitorio hasta la cocina."
Dorothy Nielsen, quien ha sido amiga íntima y vecina de los Hunter, recuerda haber
estado presente cuando Howard regresó de la oficina o de uno de sus viajes y ayudó a Claire a
levantarse de la silla de ruedas. Entonces, tomándola fuertemente en sus brazos, dio vueltas
con ella en la sala como lo había hecho tantas veces antes cuando iban a bailar. Con bastante
regularidad, solía llevarla al salón de belleza para que la peinaran y, aunque ella no podía
comunicarse, él le hablaba y le comentaba sobre sus tareas en la oficina y las novedades
acerca de la familia y los amigos.

"La evidente ternura"

CADA VEZ QUE se producía una mejora o algo que inspirara esperanza en la
recuperación de Claire, parecía que enseguida debía sufrir un revés mucho más debilitante. En
abril de 1982 tuvo otro ataque cerebral, pero esta vez no se recuperó. Cayó en un sueño
profundo que se prolongó por varios días, pero cuando, por fin, comenzó a abrir los ojos, no
daba señales de saber dónde se hallaba y qué sucedía a su alrededor. Esta vez los médicos
insistieron en que se la internara en una casa para convalescientes, en la cual podría recibir el
cuidado de enfermeras las veinticuatro horas del día.
El élder Hunter se resistía a consentir que Claire recibiera el cuidado necesario fuera de
su propio hogar pero, siendo que él mismo había comenzado en esa época a tener serios
problemas de salud, no podía ya cuidarla y a la vez cumplir con su llamamiento en la Iglesia.
En consecuencia, el 22 de abril de 1982, unos diez años después de que la salud de Claire
comenzara a debilitarse, la internaron en una casa para convalescientes en East Millcreek, a
unos ocho kilómetros de su hogar.
Howard comenzó entonces la rutina de visitar a Claire una o dos veces al día. Si tenía
que ausentarse para cumplir alguna de sus asignaciones, al regresar iba a verla directamente
desde el aeropuerto, antes de ir a su casa. "Cada día que pasa, tengo la esperanza de
encontrarla recuperada, pero su progreso es lento", escribió el 3 de mayo de 1982. "La
mayoría de las veces la encuentro con los ojos cerrados y no parece reconocerme." Tres
semanas después de haberla internado en la casa para convalescientes, Howard decidió sacarle
el anillo de compromiso, el cual hubo que cortárselo debido a que tenía el dedo muy

152
inflamado. "Esa fue la primera vez que salió de su mano desde que se lo coloqué aquel día en
que nos casamos en el templo."
Claire permaneció durante dieciocho meses en la casa para convalescientes sin que se
produjera cambio alguno en su salud, y Howard, otros miembros de la familia y Lucy Thomas,
la anciana mujer que la había acompañado en su hogar, la visitaron durante todo ese tiempo,
aferrándose todos a la esperanza de que abriera los ojos y les reconociera.
Durante la conferencia general de octubre de 1983, después de la sesión del sábado de
tarde, Lee Child, la sobrina que había sido como una hija para los Hunter, fue con Howard a
visitar a Claire. "En esa época de su enfermedad, ella no reconocía a nadie", recuerda Lee,
"pero mi tío y yo le hablamos como si nos entendiera. Nos aseguramos de que se sintiera
cómoda y le dijimos que la amábamos. Fue un momento muy especial."
El jueves siguiente, Claire contrajo neumonía. Y el sábado, siendo que parecía sentirse
bastante mejor, Howard aprovechó para viajar a Idaho con la asignación de dividir la Estaca
Cald-well. Después de las reuniones de la conferencia, llamó a Salt Lake City y le dijeron que
Claire seguía igual. Cuando a la noche regresó en avión a Salt Lake, el Dr. J. Poulson Hunter,
médico de cabecera y amigo de años, le esperaba en el aeropuerto.
"Tan pronto como lo vi", recordó Howard, "supe que algo estaba mal. Me dijo, 'Claire
nos ha dejado. Falleció hace apenas una hora.' Me sentí abatido. Salimos del aeropuerto y me
llevó al Edificio de Administración de la Iglesia, donde yo había dejado mi automóvil. En el
trayecto, mencionó cuánto mejor era esto para ella y, por supuesto, yo sabía que Claire no se
habría mejorado, pero el reconocerlo no aliviaba el dolor de mi corazón ante su ausencia."
Entonces fue directamente a la casa para convalescientes, donde la enfermera que la
había atendido dijo que Claire había pasado apaciblemente "de una respiración profunda a un
hálito tranquilo que gradualmente se apagó." Llamó luego a la funeraria y se quedó junto a
Claire hasta que se la llevaron en una carroza fúnebre. "En camino a casa", escribió, "empecé
a sentir todo el impacto de lo acontecido y me di cuenta de que ésta había sido la última vez
que iba a verla a la casa para convalescientes después de haberlo hecho diariamente durante
los últimos dieciocho meses. Cuando llegué a mi hogar, la casa me pareció fría y, por doquiera
que iba, todo me hacía recordarla."
El miércoles 12 de octubre, los amigos y familiares asistieron al funeral de Claire,
colmando literalmente el Centro de la Estaca Monument Park. Las palabras y las oraciones
pronunciadas por sus amigos y colegas íntimos ofrecieron consuelo a Howard. Los
discursantes fueron el presidente Gordon B. Hinckley, el presidente Thomas S. Monson, y el
élder James E. Faust; también J. Talmage Jones, quien había sido su obispo y uno de sus
consejeros en la presidencia de la Estaca Pasadena, y Daken K. Broadhead, también consejero
suyo en la presidencia de estaca. Richard Hunter pronunció la oración familiar y John Hunter
unas palabras en homenaje a su madre. Después de los servicios, el cortejo se dirigió al
cementerio de Salt Lake City, donde Richard dedicó la sepultura sobre una colina desde la que
se domina el Valle del Lago Salado.
Howard Hunter había cuidado con tierna devoción a su amada compañera durante más
de doce años, desde que su salud comenzó a deteriorarse. En su sermón, el élder Faust expresó
lo que muchos sentían ese día: "Esta mujer augusta tiene que haber sido una de las más
excelentes y nobles hijas de Dios para que haya merecido tanto amor y tanto aprecio— tanto
respeto, devoción, admiración y cuidado amoroso de su compañero eterno. También ella—
aunque últimamente se sintió tan desmejorada—supo corresponder a tales sentimientos. Por
momentos, le sonreía y le respondía solamente a Howard. La evidente ternura que existía entre

153
ellos al comunicarse, era algo inspirador y emotivo. Nunca he visto un ejemplo mejor de la
devoción de un marido hacia su mujer. El amor que existió entre ellos ha sido algo
maravilloso."
Después que todos los miembros de la familia se hubieron ido, Howard se sentó durante
casi una hora para meditar a solas. "Todo me parecía tan triste", escribió luego en su diario.
"Por mucho tiempo Claire había estado ausente de la casa, pero ahora me estoy dando cuenta
de que ya no regresará."

Un paciente impaciente

HOWARD HUNTER HABÍA disfrutado de buena salud la mayor parte de su vida,


excepto cuando contrajo polio en su niñez. En realidad, como anotó en su diario, apenas en
octubre de 1965, poco antes de cumplir los cincuenta años de edad, fue a ver a un médico a
raíz de una infección que le produjo alta temperatura y síntomas gripales, lo cual requirió que
se quedara dos semanas en su casa. Hasta ese momento y durante unos doce años después,
tuvo una salud relativamente buena. Cualquier cuidado necesario lo recibió siempre en la
oficina misma de su médico.
En febrero de 1977, después de la reunión semanal en el templo, fue al hospital para que
le hicieran un examen y de allí regresó a su oficina, donde esperó el diagnóstico del médico.
Se sorprendió mucho cuando le comunicaron que tenía las paperas, contraídas quizás en
México unos días antes cuando organizó allí dos nuevas estacas. "Nunca pensé que tendría el
honor de contraer las paperas 'mexicanas'", comentó en broma. Recogió entonces algunos
archivos y papeles y fue a acostarse a su casa. "A todos les resulta cómico que yo tenga las
paperas, menos a mí", escribió en su diario. "El presidente Kimball dice que quizás sea porque
no he madurado aún."
No teniendo mucha experiencia personal en cuanto a las enfermedades, al élder Hunter
le resultaba difícil tener que quedarse quieto. Al segundo día, después de haber trabajado la
mayor parte de su tiempo "con máquinas de calcular, planillas, papeles, informes y cheques"
para entregárselos a su contador, relacionados con la finca ganadera que había comprado con
Gilíes DeFlon en el noroeste de Utah, comentó que había logrado completar el trabajo de un
día "sin violar muy seriamente las instrucciones de permanecer en cama. En la tarde vino el
Dr. Hunter a verme—sin duda para comprobar si yo guardaba cama." Después de que el
médico lo examinara nuevamente dos días después, Howard dijo: "Creo que sólo viene para
ver si estoy siguiendo sus instrucciones de quedarme en cama. Por fortuna, ahí era,
precisamente, donde yo estaba cuando llegó."
Teniendo en cuenta su salud, 1980 no resultó ser un buen año para Howard Hunter. El 4
de junio fue internado en el hospital, donde se le sometió a cuatro horas y media de cirugía
para extirparle un tumor. Se sintió muy agradecido cuando los médicos le dijeron que era
benigno, lo cual significaba que no necesitaría tratamiento alguno. El día en que salió del
hospital, su maestro orientador le llevó un plato con fresas deliciosas. En su diario escribió
entonces: "Estoy pensando que, después de todo, no es tan malo estar enfermo."
Unas pocas semanas después, el 23 de julio, llegó a su casa y se sentó a leer el periódico,
cuando de pronto sintió un agudo dolor en el pecho. Llamó enseguida al Dr. Hunter, quien
acudió de inmediato y lo llevó al hospital para que le hicieran un electrocardiograma. En
menos de una hora, lo pusieron en la sala de cuidado intensivo a causa de un ataque cardíaco.

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Allí permaneció conectado a un aparato hasta el 28 y después le hicieron una serie de
exámenes hasta el día 7 de agosto, cuando le dieron el alta. Uno de los cardiólogos le dijo que
el daño había sido insignificante y que, con el debido cuidado, pronto podría volver a sus
tareas normales.
Aun cuando Claire se hallaba aún en su casa y su salud continuaba en decadencia,
Dorothy la llevó consigo a su hogar por unos días con tal de que Howard no tuviera que
preocuparse por ella. Los médicos le prescribieron descanso absoluto para facilitar la
recuperación de su corazón, aunque a veces lo irritaban tales instrucciones. Al completarse la
primera semana de su convalescencia, escribió en su diario: "Este ha sido el día más aburrido
de todos, porque estoy solo en casa. Me han sometido a una cirugía, he tenido un ataque
cardíaco, y ahora sólo me falta sufrir un colapso nervioso al ver que no me permiten hacer
absolutamente nada." Una semana después escribió: "Como no hay nada que hacer, nada se ha
hecho en todo el día." Ya a fines de agosto, la inactividad le resultaba "inaguantable."
Una de las recomendaciones de sus médicos era que saliera a caminar. Al atardecer,
cuando el sol empezaba a desaparecer en el horizonte y una brisa fresca soplaba desde el
cañón por sobre su casa, salía a caminar por el vecindario mientras escuchaba las cintas
grabadas de los servicios espirituales de la Universidad Brigham Young, los discursos de las
conferencias generales y otros programas relacionados con el evangelio. En su diario, escribió:
"Si continúo haciendo estos ejercicios, en tres semanas lograré caminar unos dos kilómetros al
día—si es que no sufro un colapso nervioso al pensar en todo lo que tendría que estar haciendo
y que no puedo hacer." El día en que comenzó a caminar esos dos kilómetros, el médico lo
alentó para que en otras tres semanas duplicara la distancia, pero Howard le confesó, "No me
entusiasman mucho las caminatas."
El viernes 5 de septiembre, Howard escribió: "Este ha sido un día memorable, porque he
regresado a mi oficina—aunque no sea más que por dos horas diarias." Cuando dos días
después viajó a Los Angeles para asistir a una reunión de directorio de la Compañía de Tierras
Watson, aprovechó una demora en el aeropuerto para caminar un par de kilómetros por los
corredores. Gradualmente, a medida que seguía el régimen recomendado por sus médicos y
los terapeutas, se le fue fortaleciendo el corazón y al poco tiempo pudo cumplir nuevamente
con sus asignaciones. De igual modo, continuó cuidándose para evitar todo posible problema.
Un año después de volver a sus tareas cotidianas, escribió: "Todos los días de entre semana me
levanto a las cinco y media y salgo a caminar por lo menos dos kilómetros—no porque me
agrade, sino porque los médicos insisten en que lo haga."

"La arena del tiempo corre velozmente"

EN LOS AÑOS que siguieron después de su ataque cardíaco, Howard comenzó a viajar
más que nunca: a México, Europa, el Medio Oriente, América del Sur, el Lejano Oriente, las
islas del Pacífico Sur, Australia y muchas partes de los Estados Unidos y Canadá. A algunos
de estos lugares viajaba varias veces, sobre todo a Israel, cuando estaban terminando la cons-
trucción del Centro de Estudios de Jerusalén.
A fines de año prefería quedarse en su casa y descansar. Cierta vez, en la noche antes del
Año Nuevo, escribió en su diario personal: "Aunque hoy muchos se quedan para despedir el
año viejo y recibir el nuevo, me acosté temprano. A eso de la medianoche me despertaron las
bocinas de los automóviles y las sirenas, y hasta me pareció que la gente hacía sonar las

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cacerolas. Y por sobre el ruido se oyeron voces que gritaban, '¡Feliz Año Nuevo!' Me tapé la
cabeza con las mantas y seguí durmiendo."
Al año siguiente, pensó: "El año que termina parece haber transcurrido más rápidamente
que el anterior, y el otro antes que ése, más corto que el que le precedió. No puedo menos que
pensar, y no es sólo una ilusión, que la arena del tiempo es cada vez más veloz a medida que
los años se deslizan en el crepúsculo. . . Job dijo: 'En los ancianos está la ciencia, y en la larga
edad la inteligencia.' Espero que esto sea cierto. En todo caso, tenemos mucho para agradecer
al concluir este año, aunque existan condiciones que, de ser posible, me agradaría que
cambiaran. Quizás todo podría resumirse en la simple pero elocuente oración de George
Herbert: 'Tú, de quien tanto hemos recibido, danos algo más.... un corazón agradecido.'"
Una de las bendiciones que más agradece es que, después de recobrarse de su ataque
cardíaco, no volvió a sufrir mayores problemas de salud a principios de la década de 1980, en
especial durante los años cuando Claire necesitaba tanta atención. Cuando el estado del tiempo
se lo permitía, continuaba con sus caminatas, y los días de frío o de tormenta, se iba temprano
al Edificio de Administración de la Iglesia para hacer ejercicios en el gimnasio del subsuelo.
"Antes de subir a mi oficina, hice cien flexiones en la máquina de remar, varios saltos sobre el
trampolín, y volví a hacer otras cien flexiones con los remos. Creo que esto es más eficaz que
las caminatas que hacía antes."
Aunque se mantuvo muy ocupado después del fallecimiento de Claire, la echaba mucho
de menos. Sus familiares, sus compañeros en el Consejo de los Doce y la Primera Presidencia,
los miembros de su barrio y sus vecinos, y sus amigos, tanto cercanos como lejanos, se
mantenían en continuo contacto con él, pero también pasaba muchas horas en soledad cuando
al fin del día o después de un largo viaje regresaba a la casa.
En febrero de 1987, unos tres años y medio después de la muerte de su esposa, escribió:
"Hoy Claire habría cumplido ochenta y cinco años de edad. Salí temprano de la oficina y fui al
cementerio. El día era despejado y frío, y el césped estaba cubierto de nieve. Al llegar a su
tumba, me acometió un sentimiento de soledad y pensé cuán solitaria habrá de sentirse ella al
encontrarse tan lejos de su familia y de los nietos que tanto amó. Tales sentimientos
persistieron en mí cuando volví a casa y vi todas las cosas que me traen recuerdos de
ella."Después de su ataque cardíaco, Howard continuó yendo a ver a su médico y observó un
régimen de alimentación y de ejercicios. Se sentía feliz cuando, después de cada examen, el
médico le confirmaba la buena salud de su corazón. Por eso fue que, en octubre de 1986, tanto
él como sus médicos quedaron asombrados al constatar que tenía coágulos en las arterias y
que sería necesario operarlo inmediatamente. El domingo, a las seis y media de la mañana, lo
anestesiaron y lo llevaron a la sala de cirugía, donde le hicieron un injerto múltiple de cuatro
reparaciones coronarias, operación que llevó cinco horas.
Sus hijos se turnaban para acompañarle mientras permaneció internado. A los dos días
pudo levantarse y dar unos pasos en su habitación y ya en el décimo día logró caminar casi
dos kilómetros por los corredores del hospital. Cuando le dieron el alta, Dorothy estaba
esperándole en la casa para ayudarle, pero al día siguiente, ella enfermó de gripe y debió
volver a su hogar. El élder Hunter, siendo de un carácter tan independiente, no dijo nada a la
familia acerca de tal complicación y prefirió quedarse acompañado solamente por un guardia
de seguridad de la Iglesia para que contestara el teléfono y atendiera la puerta durante las
veinticuatro horas del día y se asegurara de que no lo perturbaran mientras se recobraba de la
operación.
Howard estaba decidido a recuperarse tan rápidamente como le fuera posible para

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reanudar sus deberes en el Consejo de los Doce. En esa época ocupaba el cargo de Presidente
en Funciones porque el presidente Marión G. Romney, quien era el apóstol de mayor
antigüedad en el quórum, se encontraba muy enfermo. Howard iba con regularidad a un centro
de rehabilitación cardíaca para hacer ejercicios con equipos especiales. "Estoy seguro de que,
si cumplo con el régimen, estos ejercicios acelerarán mi recuperación", escribió en su diario,
agregando, "aunque son cansadores y agotan mis fuerzas."
Al poco tiempo, Dorene Beagles—quien había reemplazado a Ruth Webb como
secretaria del élder Hunter— comenzó a llevarle tareas de su oficina y algunas de las
Autoridades Generales empezaron a visitarle para ponerlo al tanto de lo que acontecía en la
Iglesia. "En general, he podido experimentar cierta mejoría", escribió, refiriéndose a su recu-
peración, "pero me gustaría que todo fuese más rápido."
A fines del año, parecía haberse recuperado completamente de la operación del corazón .
. . "Estoy agradecido porque en el próximo año podré trabajar sin limitaciones", escribió en su
diario. Estoy seguro de que 1987 resultará ser un muy buen año."

"Cuando las puertas se abren y se cierran"

EL NUEVO AÑO se inició sin problemas y Howard pudo reanudar todas sus
asignaciones y responsabilidades. El 22 de enero, viajó a Europa acompañado por Richard
para participar en unas conferencias y luego a Israel para asistir a unas reuniones en el Centro
de Estudios de Jerusalén. Cinco días después de su regreso, uno de sus médicos le prescribió
algunos ejercicios físicos y se quedó maravillado al constatar que el corazón de su paciente
estaba en excelentes condiciones, "mejor que el de una persona de sesenta años de edad",
comentó. Esto agradó sobremanera a Howard, quien habría de cumplir los ochenta en el otoño.
No obstante, en esos días empezó a sentir molestias en otras partes del cuerpo. Hacía
tiempo que le dolía la espalda, y el dolor parecía ser cada vez más intenso. En febrero, le
tomaron unas radiografías que indicaban el posible desgaste de una de sus vértebras y
síntomas de artritis, y al siguiente mes le hicieron varios exámenes en el hospital. Todo
parecía estar desarrollándose normalmente, excepto el desgaste de los huesos en la espalda, lo
cual le causaba intensos dolores que se le extendían hasta las piernas. Los médicos decidieron
ponerlo en estricta observación antes de recomendar tratamiento alguno.
El 6 de abril, al día siguiente de la conferencia general, el élder Hunter tuvo que cancelar
su programado viaje a Burma debido a que, cuando los médicos lo examinaron a raíz de un
fuerte dolor estomacal—que nada tenía que ver con los dolores de la espalda y las piernas—
descubrieron que tenía una úlcera sangrante. De inmediato, se internó en el hospital para
iniciar su tratamiento. Dos días más tarde, después de que el tratamiento no diera resultado, lo
llevaron a la sala de cuidado intensivo y luego a la de cirugía. Después de recibir una
bendición, tres cirujanos comenzaron a operarlo a las nueve de la noche. La operación duró
tres horas, durante las cuales él debió recibir en transfusión más de dos litros de sangre.
Howard estuvo varios días bajo el efecto de muchos medicamentos y no tenía conciencia
de lo que estaba pasando, pero para los médicos fueron momentos muy críticos. Luego le
informaron que había estado bajo una constante vigilancia y la supervisión de cinco médicos,
que tuvieron que hacerle transfusiones de sangre adicionales y que habían empezado a fallarle
los ríñones. Su condición mejoró al fin y de la sala de cuidado intensivo lo trasladaron a una
habitación privada. El 18 de abril, escribió en su diario: "El 6 de abril fui al hospital para que

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me hicieran un examen, el cual iba a tomar una hora, y hoy me dieron el alta. Esa fue una hora
demasiado larga y muchas cosas han pasado. La operación fue un éxito y me siento
suficientemente recuperado para dejar el hospital." Arme, la hija de Richard, quien acababa de
terminar un semestre en la Universidad Brigham Young, fue a quedarse en la casa con su
abuelo hasta que se recuperara.
Aunque el problema de la úlcera se le había solucionado, el dolor de espalda seguía
torturándole. Después de una noche particularmente angustiosa, escribió, "no pude dormir y
me levanté más cansado que cuando me acosté." Fue dos o tres veces a su oficina para poner
al día sus papeles, pero le era imposible asistir a las reuniones en el templo porque no podía
permanecer sentado por mucho tiempo.
El 11 de mayo lo internaron nuevamente en el hospital, donde los médicos tenían la
esperanza de poder prepararlo para una cirugía en la espalda, pero dos semanas más tarde lo
enviaron de vuelta a la casa porque no estaba aún lo suficientemente fuerte para tal operación.
El dolor que sufría era insoportable y la familia hizo los arreglos para que lo cuidaran las
veinticuatro horas del día. Una semana después, fue internado otra vez en el hospital. "Los
médicos han llegado a la conclusión de que es necesario que se me opere", escribió, "a pesar
de que todavía me siento débil a causa de la operación de la úlcera en abril."
El jueves 4 de junio, Howard fue llevado a la sala de cirugía, donde le ensancharon el
orificio de la vértebra por el cual pasaba el nervio que tanto dolor le había estado provocando.
La operación en sí procedió sin problemas, pero el diagnóstico de su resultado continuaba
siendo incierto.
Durante esos días en la sala de cuidado intensivo, Howard permanecía en estado de
confusión. Luego escribiría en su diario: "Me tenían bajo los efectos de los medicamentos y no
estaba yo en contacto con la realidad." El 11 de junio, lo pusieron en una habitación privada y
al día siguiente, dijo, "empecé a orientarme y pude salir a caminar un poco." Aún así, todavía
lo acosaban los dolores.
Louine y Nan se turnaban para cuidarlo, así que siempre tuvo la compañía de un familiar
mientras permaneció internado en el hospital y cuando regresó a la casa. En junio, terminadas
las clases escolares en California, sus dos nueras llevaron a sus hijos a Utah, les alquilaron
apartamentos en el campo de la Universidad Brigham Young y ellos participaron en sus
tradicionales actividades. Entonces las madres se turnaban entre quedarse en Salt Lake para
cuidar a su suegro y supervisar a sus hijos en Provo.
Richard ha dicho que ésa fue una buena oportunidad para que su padre aprendiera una
gran lección—la de permitir que otros cuidaran de él. "Papá fue una persona obstinadamente
independiente toda su vida", dijo. "Si se considera capaz de hacer algo, simplemente lo hace.
En parte, ello se debe a que no le gusta que las cosas queden a medio hacer, y aún más, pienso
que la razón principal es que nunca ha querido molestar a nadie cuando se trata de algo que él
mismo puede hacer." Por lo tanto, agregó Richard, "no siempre ha permitido que otros lo
ayuden. Pero ésta ha sido una buena oportunidad y una bendición, para la familia y para otros,
de poder servirle con la misma devoción con que él siempre ha servido a los demás."
Cierta vez, Richard le dijo a su padre: "Tú sabes, papá, que la doctrina de la Iglesia es
que 'prorrumpimos en voces de gozo' cuando se nos dio la oportunidad de venir a la tierra para
obtener un cuerpo. ¿Crees, realmente, que eso es verdad?" Howard meditó unos momentos y
entonces respondió: "Sí, creo que es verdad, pero no estoy muy seguro de que sepamos la
historia completa."
Después de la operación, la espalda le quedó bien, pero, debido al daño en los nervios y

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la complicación de su diabetes, Howard continuó sufriendo intensos dolores en las piernas. Un
terapeuta iba a su casa dos veces por semana para ayudarle a ejercitar las piernas y, utilizando
un andador, podía caminar por los alrededores, pero los médicos le advirtieron que si no se le
iba el dolor, tendría que andar en silla de ruedas.
"Todos los días hago varias clases de ejercicios", escribió el 27 de julio en su diario.
"Flexiono los brazos mientras sostengo una bolsa, muevo las piernas en un tipo de bicicleta,
camino con el andador y hago otros ejercicios para fortalecerme los músculos." Pero los
nervios de la pierna derecha se le habían deteriorado seriamente y el caminar le resultaba cada
vez más difícil y doloroso. A las pocas semanas, comenzó a usar una silla de ruedas.
A mediados de agosto, el élder Hunter pudo otra vez empezar a asistir semanalmente
con las otras Autoridades Generales a las reuniones en el templo. Era algo agotador, pero
también se sentía vigorizado al reunirse con los hermanos y poder trabajar en la obra a la cual
había consagrado su vida y su energía. El 29 de septiembre anotó en su diario: "Esta ha sido la
primera vez que he podido pasarme todo un día en mi escritorio desde la conferencia general
de abril, y la de octubre tendrá lugar este fin de semana."
El domingo 4 de octubre de 1987, para asombro de todos los que sabían acerca de los
problemas relacionados con sus operaciones y su rehabilitación, Howard W. Hunter habló en
la conferencia general. En su diario describió así el hecho:
"Estuve muy preocupado en cuanto a mi participación, pero los hermanos me alentaron
para que lo hiciera. Boyd Packer y Russell Ballard habían hecho los arreglos para que se le
colocaran ruedecillas a mi sillón del tabernáculo y que se me construyera un pulpito especial
con bisagras para poder regularle la tapa cuando me acercara a la plataforma central. Yo fui el
segundo discursante de la primera sesión. El hermano Packer y el hermano Ballard me
ayudaron hasta el pulpito y allí pude hablar desde mi silla de ruedas. Me referí al tema de
'Cuando las puertas se abren y se cierran', acerca del efecto de las adversidades en nuestra
vida. El temor me fue dejando y sentí que había logrado superar mi invalidez."
Sus primeras palabras capturaron inmediatamente la atención de la congregación:
"Perdónenme si me quedo sentado mientras les dirijo la palabra. No es por capricho que les
hablo desde una silla de ruedas. Veo que todos parecen estar disfrutando de la conferencia
mientras permanecen sentados, así que voy a seguir el ejemplo de ustedes."
Ahora estaba de vuelta en su propio ambiente, enseñando a los miembros de la Iglesia
mediante el ejemplo y la palabra.

Motivos para celebrar

La RECUPERACIÓN del élder Hunter después de dos operaciones serias y de haber


cumplido ochenta años de edad el 14 de noviembre, era un verdadero motivo para celebrar. En
el otoño, sus familiares llegaron de todas partes para ayudarle en ello. Nan y Louine
prepararon una gran cena de cumpleaños y pusieron en la mesa del comedor los mejores platos
de loza, las copas de cristal y los cubiertos de plata.
Después de la cena, todos los miembros de la familia fueron turnándose para decirle a
Howard qué era lo que más admiraban en él y cuál había sido su mayor influencia en la vida.
De acuerdo con Nan, fue un momento muy emocionante, colmado de lágrimas. Entonces
alguien dijo, "Dinos, abuelo, lo que piensas que debemos hacer en la vida; ¿qué consejo tienes
para darnos?" Después de una breve pausa, y poniendo una vez más de manifiesto su sentido

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del humor, él respondió solemnemente: "Pues bien, cuando se bañen, mantengan la cortina
adentro de la bañera."
A la mañana siguiente, todos asistieron a la conferencia de la estaca, donde les habían
reservado los asientos de adelante. El presidente de la estaca, Jon Huntsman, invitó al élder
Hunter, a sus hijos, y a Kathleen y a Robert, sus dos nietos mayores, a que hablaran. Después
de la última oración, el coro de la estaca y la congregación le cantaron la canción del
cumpleaños, y muchos se acercaron a saludarle. La celebración continuó esa tarde con una
fiesta en la casa de Tal-mage y Dorothy Nielsen, sus vecinos de enfrente. "Tuvimos una
verdadera procesión de amigos durante dos horas", escribió. "He estado en muchas fiestas,
pero ninguna ha sido tan magnífica como ésta. . . . Esta ha sido una ocasión memorable."
La celebración de su cumpleaños culminó unos pocos días más tarde cuando la Primera
Presidencia y el Consejo de los Doce, con sus respectivas esposas, le ofrecieron una cena en el
hogar del élder y la hermana Packer.
La noche antes del Año Nuevo, el élder Hunter hizo un resumen de las cosas más
importantes que le habían pasado y concluyó su anotación en su diario, diciendo: "El año 1987
ha llegado a su fin, y al mirar hacia atrás, resultó ser para mí una época de dolor y sufrimiento,
pero también fue un año de regocijo y realizaciones. Estoy agradecido porque mi estado de
salud ha mejorado lo suficiente para permitirme cumplir con la obra que me ha sido asignada."
A veces, el progreso de las cosas se produce en pequeños incrementos tan lentamente
que apenas podemos percibirlos, hasta que miramos hacia atrás y podemos entonces ver dónde
estábamos y a dónde hemos llegado. En ocasiones, así le parecía a Howard. Se había
propuesto a caminar de nuevo y entonces continuó con su tratamiento, exigiéndose hasta los
límites de su resistencia. Si todo dependía de su intención, no habría de pasar el resto de su
vida en una silla de ruedas.
En el centro de rehabilitación de la Universidad de Utah le colocaron unas abrazaderas
en las piernas para facilitarle una mayor estabilidad. Después de que se las ajustaron y de ca-
minar sosteniéndose entre dos barras de hierro, comentó: "No me fue muy bien, pero estoy
seguro de que me acostumbraré a esto." Dos días más tarde, con la ayuda de un andador, logró
caminar cubriendo una distancia tres veces mayor que antes, y confesó: "Este progreso es
alentador."
A mediados de febrero tuvo otro desafío, cuando comenzó a aprender cómo usar las
muletas. La segunda vez que lo hizo, consiguió caminar casi dos cuadras. El 29 de abril
escribió: "Hoy, por primera vez, pude caminar con el andador sin tener las abrazaderas en las
piernas. No me sentía muy seguro, pero logré caminar casi doscientos metros por los
corredores del hospital. Esto me da esperanzas de que pronto podré usar mejor las piernas."
Menos de dos semanas después, viajó a Hong Kong para asistir a una convención de la
Compañía de Seguros Benefi-cial, y también visitó la isla de Macau y a la ciudad de Cantón,
en la China. Desde Hong Kong, pasando por Bangkok, Munich y Francfort, viajó a Israel para
firmar el contrato de arrendamiento del Centro de Estudios de Jerusalén. Le acompañaron su
hijo John y un guardia de seguridad de la Iglesia, quienes estuvieron constantemente a su lado
durante el viaje y le ayudaron con su silla de ruedas y también al subir y bajar de los autobuses
y otros vehículos. El viaje fue agotador, sin embargo, al regresar, el élder Hunter se mostró
muy entusiasmado, especialmente porque el Centro de Estudios de Jerusalén estaba listo para
funcionar, pero también, quizás, porque acababa de demostrar que todavía podía viajar al
extranjero.
Durante el verano y el otoño, Howard continuó con su tratamiento y sus caminatas con

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la ayuda del andador y de las abrazaderas. Con el tiempo, logró caminar sin ellas, siempre que
alguien lo acompañara para ayudarle en caso de que trastabillara. Antes de la operación, los
médicos le habían dicho que el dolor le persistiría por unos seis meses. Después de un año,
aún lo tenía aunque con menor intensidad, por lo cual estaba muy agradecido.
Su victoria mayor tuvo lugar el jueves 15 de diciembre. En esa fecha escribió:
"Hoy fue un día especial. Tuvimos la última reunión de 1988 en el templo y ésta fue la
primera vez, desde el 13 de agosto de 1987, que asistí sin andar en la silla de ruedas. Hoy fui
al templo con el andador. Lo hice lentamente y con dificultad, pero lo conseguí siendo
acompañado por Neil McKinstry, el guardia de seguridad, quien caminó a mi lado preparán-
dose para sostenerme en caso de que me cayera. Cuando entré en la sala del consejo, los
hermanos se pusieron de pie y me aplaudieron. Esta fue la primera vez que alguien aplaudió
en el templo. Todos han sido muy amables y atentos conmigo, y han pedido por mí en casi
cada una de las oraciones pronunciadas en este último año. En su gran mayoría, los médicos
me habían dicho que nunca más podría yo estar de pie o caminar, pero no tuvieron en cuenta
el poder de la oración."3
A mediados de febrero de 1988, uno de los terapeutas fue con Howard al Tabernáculo
para ayudarle a practicar cómo caminar hasta el pulpito y regresar a su asiento. "Quedé sor-
prendido al poder hacerlo; quizás me será posible permanecer de pie ante el pulpito cuando
tenga que hablar, cosa que los médicos me han dicho que no será posible." El departamento de
mantenimiento de la Iglesia le hizo modificaciones en su silla sobre el estrado, alargándole los
posabrazos y elevándole los almohadones para que le sea más fácil incorporarse. Después de
varias sesiones de ejercicios, y de andar por el pasaje subterráneo entre el Edificio de
Administración de la Iglesia y el Tabernáculo, finalmente se sintió listo para la próxima
conferencia.
El domingo 1o de abril de 1988, la mirada de todas las personas en el Tabernáculo estaba
fija en el élder Howard W. Hunter cuando éste se levantó y, lentamente, caminó hacia el
pulpito con la ayuda de un andador. El corazón de las otras Autoridades Generales, de los
miembros de su familia y de otros que sabían cuánto había luchado por llegar a ese momento
de su vida, latía con fuerzas mientras muchos oraban por él en silencio.
En su diario anotó lo siguiente: "Todo anduvo bien hasta que llegué a la mitad de mi
discurso, cuando de pronto perdí el equilibrio y caí hacia atrás en medio de un arreglo floral,
yendo a parar a la plataforma del director del coro. El presidente Monson, el élder Packer y
Dale Springer, un guardia de seguridad de la Iglesia, me levantaron sin demorar y continué
con mi discurso."
Quienes se hallaban escuchando la conferencia por radio y los que no estaban prestando
mucha atención en el Tabernáculo o en sus hogares mientras seguían la sesión por la
televisión, no se percataron de lo que había sucedido. Sólo se produjo una breve pausa y
entonces el élder Hunter siguió hablando como si nada hubiera pasado y, cuando terminó su
discurso, el presidente Monson comentó: "Todos los que lo hemos visto llegar hasta el pulpito,
hemos presenciado un milagro." Luego, refiriéndose a la rápida recuperación del élder Hunter
después de su caída, agregó: "Quizás no un solo milagro, sino dos."
Al mediodía, los miembros de la familia Hunter se reunieron en su oficina para el
tradicional almuerzo del que participan en días de conferencia general. Los nietos, quienes
siempre se sienten cómodos en presencia del abuelo, comenzaron a hacerle bromas en cuanto
a lo acontecido. "Sabemos, abuelo, que sólo quisiste llamar la atención", dijo uno de ellos.
Otro agregó: "Tu discurso no era suficientemente bueno, así que se te ocurrió hacer algo más

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para mejorarlo." El abuelo Hunter se echó hacia atrás en su silla y soltó una carcajada.
Sin embargo, no se rió cuando una radiografía que le tomaron tres semanas más tarde
mostró que tenía tres costillas fracturadas. "No siento ningún dolor, a menos que me retuerza",
anotó en su diario. "Siendo que se me están sanando solas, preferí que no me vendaran."
En el discurso que pronunció en la conferencia general de octubre de 1987, el presidente
Hunter dijo: "Las puertas se cierran con regularidad en nuestra vida, y algunas nos causan a
veces un verdadero pesar. Pero yo creo que cuando una se cierra, otra se abre (y quizás más de
una), ofreciéndonos esperanzas y bendiciones en otros aspectos de nuestra vida que de otra
manera no habríamos tenido."
Pocos meses después, un reportero del semanario Church News le preguntó qué opinaba
de ese discurso de la conferencia y entonces escribió:
El presidente Hunter dijo haber recibido numerosas cartas y comentarios acerca de ese
discurso, "de personas que manifestaron su aprecio por las ideas expresadas."
"La adversidad", dijo, "afecta la vida de mucha, mucha gente. La cosa más importante es
cómo la aceptamos. Debemos reconocer que todo está de acuerdo con los propósitos del
Señor, no importa lo que pase con nosotros. Si aceptamos esto, podremos continuar viviendo
con fe y entendimiento."
Refiriéndose a las experiencias que ha tenido como apóstol, el presidente Hunter dijo
con ternura: "Yo he aprendido a tener paciencia y confianza. Creo que he logrado un cierto
entendimiento acerca del principio de la fe. He aprendido a sentir compasión.
"Todos esos . . . años, en lo que a mí respecta, han tenido una gran influencia en mi
vida."4

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PRESIDENTE DEL QUÓRUM DE LOS DOCE

El VIERNES 20 DE MAYO DE 1988, Marión G. Romney, Presidente del Quórum de


los Doce Apóstoles, falleció en su hogar de Salt Lake City. Trece días más tarde, en la reunión
semanal llevada a cabo en el templo el 2 de junio, Howard W. Hunter fue sostenido y apartado
como Presidente de los Doce.
Pese a que había transcurrido sólo un año desde que fuera operado de la espalda, y aun
cuando no recobraba plenamente el uso de sus piernas, el presidente Hunter estaba resuelto a
que nada se interpondría en el cumplimiento de sus responsabilidades como presidente del
quórum. Tras haber servido como presidente en funciones de dicho cuerpo por más de treinta
meses, estaba plenamente compenetrado con tales deberes. Como encargado del Comité de
Asignaciones, se aseguró de hacer su parte en las arduas tareas a las que se enfrentaba la
Iglesia como consecuencia de su rápido crecimiento. También servía como encargado del
Comité Ejecutivo de Correlación y era miembro de la Mesa Directiva de Educación, del
Comité Asesor de Inversiones y de varios otros cuerpos auxiliares del gobierno de la Iglesia.
Además de ello, era el presidente del directorio y del comité ejecutivo de la compañía de
seguros Beneficial Life, así como integrante del directorio de otras nueve corporaciones.
"El servir en estas responsabilidades, siendo Presidente del Consejo de los Doce,
cumpliendo asignaciones en conferencias de estaca y regionales, así como en reuniones de
capacitación de área, me mantendrá plenamente ocupado", escribió.
Por pocos días, después de haber sido llamado al Quórum de los Doce, casi veintinueve
años antes, tal vez se haya preguntado cuánto tiempo transcurriría antes de estar completa-
mente ocupado, pero no fue por mucho. Casi de inmediato recibió múltiples asignaciones y, al
ir creciendo la Iglesia, también aumentó el volumen de trabajo de los líderes. A fines de 1959,
el año en que fue llamado a servir como Autoridad General, el total de miembros de la Iglesia
alcanzó la marca de 1.616.088, y a fines de 1988, ese número aumentó a 6.721.198, con
congregaciones en 97 países y 25 territorios, colonias y posesiones. El total de estacas
aumentó de 290 en 1959, a 1.707 en 1988, mientras que de las 50 misiones que había en 1959,
el número llegó a 222 en 1988. La Iglesia tenía un total de 5.500 misioneros regulares en
1959, y para 1988 la cifra llegaba a los 36.132. Y en comparación con los 12 templos que
había en operación en 1959, para 1988 la Iglesia contaba con un total de 42, más otros varios
en proceso de planificación y de construcción.
En casi veintinueve años como Autoridad General, el presidente Hunter había visitado
estacas y misiones en todo el mundo—muchas de ellas varias veces—habiendo organizado él
mismo un gran número de las mismas. También había participado en casi todas las
dedicaciones de treinta templos. Cuando fue llamado a servir como uno de los Doce, eran dos
las Autoridades Generales que asistían a cada conferencia trimestral de estaca; para cuando
asumió sus funciones como presidente del quórum, las estacas estaban llevando a cabo
conferencias dos veces por año, y los miembros de los Doce generalmente asistían cuando se
llamaba a un nuevo presidente de estaca. El número de Autoridades Generales aumentó de
treinta y cuatro en 1959, a noventa y seis para el mes de abril de 1989, cuando se organizó el
Segundo Quórum de los Setenta.
El período transcurrido desde que fue llamado como Autoridad General hasta su

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sostenimiento como presidente de los Doce, según le comentó a un reportero del semanario
Church News, "fue sumamente gratificador. Han sido años de mucho trabajo, pero todos
sabemos que es de esperar. No hay sacrificio alguno relacionado con esta obra", dijo,
añadiendo que "ésta avanza por todo el mundo . . . No creo que haya habido jamás en la
historia de la Iglesia una época en que sus oficiales y líderes se hayan esforzado más que hoy
día. El entusiasmo del liderazgo por cierto que ha sido una gran fuerza motivadora, pero hoy
nos impulsa también el entusiasmo puesto de manifiesto por los mismos miembros de la
Iglesia. Todos avanzamos juntos; y considero que es esa unidad la que ha traído aparejado
tanto éxito".1
El presidente Hunter, quien había pulido su capacidad administrativa como resultado de
su actuación en importantes asignaciones en diversos departamentos y comités generales de la
Iglesia, ahora presidía el quórum, cuyas responsabilidades fundamentales abarcan el
establecimiento de normas y la supervisión del tremendo crecimiento del reino.
Pese a que aún padecía problemas de salud, el presidente Hunter no redujo demasiado su
programa de viajes. Dos semanas antes de que se le apartara como presidente de los Doce,
regresó de un viaje a Jerusalén, donde había firmado el arriendo del centro de estudios que la
Iglesia estableció en dicha ciudad. Dos días más tarde fue internado en el hospital, en el cual
permaneció seis días bajo alimentación intravenosa para equilibrar los fluidos del cuerpo.
En mayo de 1989, acompañado por su hijo Richard, volvió a Israel para la dedicación
del Centro de Estudios de Jerusalén, cuya planificación y construcción él mismo había
supervisado por tantos años. De ahí viajó a Jordania para visitar a los miembros de la pequeña
rama de la Iglesia en ese país. Junto con quienes le acompañaban en el viaje, fue agasajado por
Oli Ghandour, presidente del directorio de Real Aerolíneas y Hoteles Jordanos, y ex Primer
Ministro del Líbano, así como por el General Hamaidy El-Fayez y su esposa, siendo aquel
edecán del rey Hussein de Jordania. El grupo viajó después a Rotterdam para participar en una
conferencia regional, haciendo una breve escala en Francfort, Alemania, para visitar el templo.
En julio, el presidente Hunter fue a Cancún, México, para una convención de la
compañía de seguros Beneficial Life y, al día siguiente de su regreso, estuvo presente en la
reunión de la familia de Anders Christensen, en Mount Pleasant, Utah.
A principios de septiembre, otra vez acompañado por su hijo Richard, viajó por dos
semanas a Francia, Escocia e Inglaterra, para una serie de reuniones y sesiones de capacitación
de líderes de misión, de región y de área. Se las ingeniaron para ir a visitar lugares culturales e
históricos, entre ellos, el castillo de Hunterston en Escocia.
Pese a tener que trasladarse en una silla de ruedas, el presidente Hunter jamás perdió la
afinidad y el entusiasmo por visitar diferentes lugares. En muchos de ellos ya había estado
varias veces, tales como la parte antigua de la ciudad de Jerusalén y el mar de Galilea en
Israel; la antigua ciudad romana de Jerash en Jordania; la famosa subasta de flores de
Aalsmeer, en Holanda; las ruinas de Chichén-Itzá en México; la torre Eiffel y la catedral de
Notre Dame en París; los cerros de Escocia, y las verdes campiñas de Inglaterra. Y en cada
lugar que visitaba cumplía con asignaciones de la Iglesia, renovaba su asociación con los
Santos, y cultivaba nuevas amistades.

"He decidido casarme"

TODOS LOS JUEVES, los Doce se reúnen en el templo a las ocho de la mañana para

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tratar asuntos concernientes a ese cuerpo del sacerdocio, y a las nueve y media se une a ellos
la Primera Presidencia por el resto de la mañana. Cuando estaba por terminar la reunión de los
Doce del jueves 10 de abril de 1990, después de haberse tratado todos los temas de la agenda,
el presidente Hunter preguntó, "¿Alguien desea referirse a algo que no esté incluido en la
agenda?" Habiendo sido puestos sobreaviso en privado que el presidente tenía algo que
mencionar si había tiempo al final de la reunión, ninguno de los presentes dijo nada. "Pues
bien", continuó el presidente Hunter, "si nadie tiene nada más que decir, quería hacerles saber
que esta tarde me voy a casar".
Uno de los apóstoles que estaba en la reunión comentó, "El anuncio me dejó con la boca
abierta, y todos nos preguntábamos si habíamos oído bien. Entonces el presidente Hunter, con
su tradicional modestia, explicó, 'Inis Stanton es una vieja amiga de California. He estado
visitándola por algún tiempo y he decidido casarme'. Agregó que el presidente Hinckley iba a
casarlos en el Templo de Salt Lake y que le había pedido al presidente Monson que fuera uno
de los testigos y al obispo de Inis que fuera el otro. Y después nos dijo que nadie más estaba
invitado."
En su diario, el presidente Hunter escribió de la siguiente manera su versión de lo que
había sucedido esa mañana: "Al terminar la reunión de los Doce en el templo, hice el anuncio
de que tenía la intención de casarme esa tarde. Todos se mostraron sorprendidos, pero me
manifestaron cuán complacidos estaban y me expresaron sus mejores deseos. Después llegó la
Presidencia, tratamos los asuntos del día, y una vez terminada la reunión, disfrutamos de un
agradable almuerzo juntos."
Tres días antes, el élder James E. Faust, a quien se le había informado sobre la boda,
había hecho los arreglos para que el oficial del condado fuera al despacho del presidente
Hunter con el fin de entregarle la correspondiente licencia matrimonial, y así evitar la
publicidad que se hubiera creado de haber ido él mismo a las oficinas del condado. El
presidente Edgar M. Denny, del Templo de Salt Lake, también había ido al despacho del
presidente Hunter para concertar el sellamiento y la ceremonia.
A las dos de la tarde de ese día jueves, Howard W. Hunter e Inis Bernice Egan Stanton
se arrodillaron junto al altar de una de las salas de sellamiento del templo, y el presidente
Hinckley efectuó la ceremonia, pronunciándolos marido y mujer.
Después del templo, los recién casados regresaron al hogar del presidente Hunter, donde
habrían de vivir. El domingo anterior a la boda, su vecina Dorothy Nielsen lo había llevado en
su auto a la iglesia y él le había confiado sus planes. "Me sorprendió tanto con la noticia que
tuve que detener el auto contra la acera por un momento", comentó Dorothy. El miércoles por
la tarde, el día antes del casamiento, ella arregló para que algunas de las hermanas de la
Sociedad de Socorro fueran a limpiarle la casa al presidente Hunter. Mientras la pareja se
encontraba en el templo el jueves, Dorothy les preparó la mesa con refulgente porcelana china,
cubiertos de plata esterlina, candelabros y un hermoso arreglo de flores frescas como centro, y
les dejó la cena lista en la cocina.
La hermana Nielsen no fue la única que se sorprendió con la noticia. El futuro novio le
dio a conocer su decisión a muy pocas personas. Sus hijos y nueras ya le habían dicho que
podía contar con su apoyo si se volvía a casar. Hasta le habían sugerido algunas posibles
"candidatas". El presidente Hunter sonrió ante las sugerencias, pero no se mostró interesado en
hacer demasiado al respecto.
Pocos días antes de la boda, durante una visita de Richard a Salt Lake City, su padre le
preguntó, "¿Qué pensarían si yo volviera a casarme?"

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"No sólo pensamos que sería apropiado, sino que es lo que debes hacer", le aseguró
Richard.
"He estado pensando al respecto", continuó su padre.
"¿Estás considerando a alguien en particular?" El presidente Hunter le dijo que sí y le
habló un poco sobre Inis. Richard le dijo que tenía interés en conocerla, así que su padre la
invitó a ir a cenar con ellos esa misma noche.
Más tarde Richard le preguntó al presidente Hunter si había hablado con Inis de una
posible fecha para casarse. "Sí", le respondió su padre, "será este próximo jueves". También le
dijo que deseaban que la ceremonia fuera íntima y que no se le diera ninguna publicidad al
hecho. Inis tenía dos hijas y un hijo de un matrimonio anterior, quienes también se habían
sorprendido y no fueron invitados a la boda. Howard dijo que las únicas personas que les
acompañarían serían alguien con el poder de sellar y dos testigos.
El domingo de Pascua, tres días después de la boda, la flamante pareja asistió a las
reuniones del barrio del presidente Hunter, el que ahora sería también el barrio de Inis. "El
obispo anunció nuestro casamiento", escribió Howard, "así que después de la reunión fuimos
rodeados por una nube de gente que vino a felicitarnos y a darnos sus mejores deseos. Inis fue
bien recibida. . . . Este fue un día de Pascua muy agradable".
A la semana siguiente, los miembros de la Primera Presidencia y del Consejo de los
Doce, acompañados de sus respectivas esposas, agasajaron a la pareja con una cena en el
hogar del élder y la hermana Packer. "La cena estuvo deliciosa", dijo el presidente Hunter. "En
el centro de la mesa había un enorme pastel de bodas que Inis cortó y sirvió. Fue una velada
que jamás olvidaremos."
A pesar de que la decisión de casarse había causado enorme sorpresa entre sus familiares
y amigos, Howard e Inis eran conocidos de muchos años y se habían estado viendo
discretamente por varios meses. La nueva Sra. Hunter había sido miembro del Barrio El
Sereno, en California, en la época en que el presidente Hunter fue obispo. A principios de la
década de 1970, ella empezó a trabajar como recepcionista en el Edificio de las Oficinas de la
Iglesia, al poco tiempo de haber sido inaugurado, y en el transcurso de los años sus caminos se
cruzaron en varias ocasiones.
Dotada de gran educación y de una personalidad vivaz, Inis trajo renovada dicha y
ánimo a la vida de su flamante esposo. Hicieron ciertos cambios en la casa con la compra de
algunos nuevos muebles y accesorios que reflejaban el buen gusto y la personalidad de Inis.
Algo que se destacaba era una enorme colección de muñecas que ella misma había hecho, con
rostros expresivos y vestidos meticulosamente diseñados. Inis deleitó a las esposas de las
demás Autoridades Generales cuando se refirió a sus muñecas en uno de sus almuerzos
mensuales en la Lion House (Casa del León). Se había iniciado en el arte de hacer muñecas
después de mudarse a Salt Lake City, y tras haberse hecho diestra en el diseño de los rostros y
las formas clásicas, se le pidió que enseñara clases. Su trabajo era de tanta calidad que, de
haberlo querido, podría haber ganado muy buen dinero vendiendo las muñecas, pero prefería
guardarlas para ella o regalarlas a miembros de su familia y a amigos cercanos.
El llegar a ser la esposa de una Autoridad General, especialmente de alguien que había
ocupado una posición tan visible por más de treinta años, requirió ciertos ajustes de parte de
Inis. Cuando una Autoridad General asiste a una conferencia de área o regional, su esposa le
acompaña y se le pide que hable. Dos semanas después de la boda, ella tuvo que acompañar a
su marido a una conferencia regional en Norfolk, estado de Virginia, donde habló sobre el
tema "Florece donde se te plante"—"la importancia de hacer lo que se nos pida que hagamos,

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dando lo mejor de nosotros mismos, a fin de contribuir a la edificación del reino y de preparar
nuestro camino hacia la vida eterna", dijo el presidente Howard. "Fue un buen discurso y muy
bien dado. Me sentí orgulloso de ella."
Pocas semanas después fueron a una convención de la compañía de seguros Beneficial
Life en Vail, estado de Colorado, donde los invitados podían poner a prueba su destreza en
una variedad de actividades al aire libre. "Inis salió campeona en una competencia con
herraduras de caballo", comentó orgulloso Howard.

Juntos en el placer de viajar

lNIS NUNCA HABÍA viajado mucho antes de casarse con Howard, así que las
asignaciones de su esposo a lugares distantes del mundo fueron una bendición para ambos—
para él, pues tendría una constante compañera de viajes después de muchos años de soledad, y
para ella, porque tendría la oportunidad de ver el mundo junto a un guía amoroso quien dis-
frutaba intensamente de todos los sitios que veía y que estaba dispuesto a compartirlo con ella.
A los dos les encantaba conocer a nuevas personas, a los Santos que les rodeaban con afecto
después de conferencias y a quienes conocían de paso. Cinco semanas después de la boda,
emprendieron una luna de miel atrasada—una excursión por el río Nilo, desde Luxor hasta
Asuán, con un grupo de la Universidad Brigham Young que fue en viaje de estudios. A diario
tenían la oportunidad de visitar antiguos lugares, tales como el Templo de Carnac, el Valle de
los Reyes y el Valle de las Reinas, así como las estatuas y los templos de Ramsés II. Tras
atracar en Asuán, viajaron en avión hasta El Cairo para visitar más lugares y después hasta
Israel para efectuar una gira de nueve días y cumplir con asignaciones de la Iglesia. Los recién
casados acapararon toda la atención en un concierto realizado una noche en el Centro de
Estudios de Jerusalén. Un doble cuarteto masculino interpretó una canción romántica, la cual
dedicaron a Howard e Inis.
Desde Israel, los Hunter viajaron a Londres. También allí visitaron lugares históricos en
los que Howard había estado varias veces, aunque esta vez los veía a través de los ojos de Inis,
para quien todo era nuevo y fascinante.
Tres semanas después de su regreso al hogar, Howard e Inis viajaron a Hawai, donde él
recibió honores como el primer presidente del Centro Cultural Polinesio. "La mayoría de los
invitados eran personas 'entradas en años' que contribuyeron a la planificación y a la
construcción del centro, y entre quienes tomaron parte en el programa se encontraban los que
habían actuado en los primeros shows hace unos cuantos años", escribió. "Fue una velada
encantadora y me alegró mucho ver a tantos viejos amigos."
En noviembre de ese mismo año, el presidente Hunter celebró su cumpleaños fuera del
país, al haber ido con Inis a una serie de conferencias regionales y de estaca en Nueva
Zelanda, Australia y Fidji. El día de su cumpleaños, el 14 de noviembre, se les homenajeó con
una cena en el Teatro de la Opera de Sydney, en un salón para banquetes desde el que se veía
la ciudad y el puerto. "La cena fue formal y magníficamente servida", comentó. "Como postre,
los camareros trajeron un pastel de cumpleaños y nos lo sirvieron mientras todos los que
estaban alrededor de la mesa me cantaron la canción tradicional. Hoy cumplí ochenta y tres
años de edad."
El matrimonio parecía sentarle bien, pues terminó el año con sólo una enfermedad de
importancia, un ataque de pulmonía que lo tuvo en el hospital por seis días. El presidente

167
Hunter continuó con sus sesiones de terapia con la determinación de cobrar aun más fuerza en
las piernas. El 3 de agosto escribió en su diario personal: "En 1987, hace exactamente tres
años, empecé a usar una silla de ruedas, y no fue sino hasta fines de 1988 que comencé a
valerme sólo de un andador. Durante casi dos años seguí usando un andador, a pesar de que
los médicos me dijeron que nunca podría volver a caminar. Voy a continuar con la terapia con
la esperanza de que algún día vuelva a caminar sin ningún tipo de ayuda."
En octubre, por primera vez desde el 2 de abril de 1987, pudo ponerse de pie, "con un
poquito de ayuda", en el círculo de oración de las Autoridades Generales. Fue un paso impor-
tantísimo en su camino hacia la recuperación.
El presidente Hunter e Inis continuaron su agitado ritmo en 1991. En el mes de enero, él
tuvo el gusto de presentarla en una reunión sacramental especial del Barrio Pasadena Sur, ex
Barrio El Sereno, que conmemoraba el cincuenta aniversario de su creación. En esa ocasión,
Howard escribió: "El barrio tuvo catorce obispos desde que fue organizado en 1940, siendo yo
el primero de ellos. Estuvieron presentes muchos de los miembros originales del barrio, como
también un gran número de quienes se habían mudado y que volvieron para la reunión. Como
primer obispo, fui el principal orador. Después de la reunión, los obispos (once de ellos
estábamos presentes) formamos una línea de recepción en el salón de la Sociedad de Socorro y
tuvimos la oportunidad de saludar a casi todos los que habían asistido a la reunión. Fue una
ocasión inolvidable el volver a ver a tantos viejos amigos y recordar tantas cosas de épocas
pasadas."
En febrero, acompañado por el élder M. Russell Ballard y su esposa, viajaron en avión a
Mérida, México, para visitar las antiguas excavaciones arqueológicas de Uxmal y Kabah. De
allí fueron a Cancún y después regresaron a Mérida para ir en automóvil hasta la ciudad maya
de Chichén-Itzá. En una conferencia regional en Mérida, más de mil líderes del sacerdocio
asistieron a una sesión de liderazgo el día sábado, y más de cuatro mil miembros de las cuatro
estacas de la región estuvieron presentes en la sesión de la conferencia del domingo de
mañana. "Para terminar la reunión, todos se pusieron de pie y cantaron 'Como Yo os he
Amado', mientras agitaban pañuelos blancos. Fue una escena de la cual nunca nos olvidare-
mos", escribió el presidente Hunter.
La visita a Mérida fue una especie de regreso al hogar, pues no sólo que él había estado
allí muchas veces como presidente de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, sino que
también había organizado la primera estaca en Mérida, en el año 1977. Ahora había cuatro
estacas. Muchos Santos le rodearon antes y después de las reuniones, ansiosos de estrechar su
mano y mostrarle sus hijos.
Un viaje mucho más largo fue el que realizó en mayo cuando, acompañado por Inis,
asistió a conferencias en Santiago, Chile; Buenos Aires e Iguazú, Argentina; y Sao Paulo,
Brasil. Cuando al mes siguiente viajaron a Alaska para una conferencia regional, disfrutaron
mucho una excursión de cinco horas a bordo del Prince William Sound, la cual describió en su
diario personal de la siguiente manera: "Vimos 26 glaciares, fiordos y cascadas, así como
lobos marinos, marsopas, focas, nutrias marinas, innumerable cantidad de peces, aves y
mamíferos, y muchas especies típicas de la vida silvestre de Alaska. Cerca del final de la
excursión nos detuvimos próximo a acantilados donde vimos bandadas de gaviotas y otras
aves de mar. En el trayecto se nos sirvió una cena deliciosa mientras mirábamos cómo los
glaciares se deslizaban de las paredes heladas para zambullirse en el océano. Fue una
excursión espectacular."
Ni siquiera una emergencia médica se interpuso en el viaje que habría de emprender dos

168
semanas después. El Alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, había estado en Salt Lake City como
parte de su primera visita a Utah, por lo que prominentes líderes religiosos, oficiales
gubernamentales, hombres de negocio e industriales, habían sido invitados a una cena ofrecida
en su honor. En el momento mismo en que el presidente Hunter se ponía de pie para hacer uso
de la palabra, empezó a ahogarse. Se le llevó de inmediato al hospital, donde se descubrió que
le había ido comida a los pulmones. Más adelante escribió: "Al tercer día de haber sido
internado, llamé al médico y le dije que no deseaba permanecer ni un minuto más en el
hospital, y me respondió que iría a hablar conmigo al respecto. Llamé a Inis para pedirle que
me fuera a buscar. Ella y el médico llegaron casi al mismo tiempo, así que les dije que deseaba
irme a mi casa y viajar a Hawai al día siguiente. El médico puso objeciones, pero cuando se
dio cuenta de que le hablaba en serio, hizo los arreglos para que me dieran el alta."
A la mañana siguiente, Inis y Howard viajaron en avión hasta Los Angeles, donde
Richard y Nan se unieron a ellos para seguir hasta Honolulú. John y Louine habían ido antes y
los estaban esperando cuando llegaron. Las tres parejas fueron al Centro Cultural Polinesio y
visitaron otros lugares de interés antes de volar a Kauai donde se llevaría a cabo la convención
anual de la compañía de seguros Beneficial Life.
En agosto, los Hunter viajaron a Guatemala y a Panamá para asistir a conferencias
regionales. En Panamá, el presidente Hunter escribió: ''Fuimos hasta la cima de la colina
Ancón para efectuar un servicio dedicatorio. Era una mañana hermosa y clara, y reinaba un
profundo silencio que sólo de vez en cuando era interrumpido por el trinar de un pájaro. Ofrecí
la oración para dedicarle al Señor la tierra de la República de Panamá para la predicación del
evangelio." En Guatemala, además de participar en la conferencia regional, visitaron las ruinas
mayas del Tikal y otros sitios.
Once días después de haber regresado a su hogar, emprendieron viaje a más reuniones y
conferencias en Japón, Hong Kong y Corea del Sur, aprovechando a hacer un viaje a
Guangzhou (Cantón), China.
Los últimos días de ese año tan agitado fueron sorprendentemente tranquilos. En su
diario personal, el presidente Hunter describió algunos de ellos. "Fue un día calmo en la
oficina. Esta tarde escuchamos música de cintas cásete y de discos compactos en el nuevo
equipo que hemos incorporado a nuestro sistema estereofónico." "Hoy no hay nada que
escribir—no se hizo nada y no se logró nada." "Estuve en la oficina durante el día y pasamos
la noche en casa." (Este fue un lunes, el día de la semana que no se espera que las Autoridades
Generales vayan a la oficina.) Y por último, esto que escribió el día de Fin de Año: "Mi
secretaria, Dorene, y yo trabajamos en la oficina esta mañana, pero como había poco que
hacer, después del almuerzo cerramos todo y nos fuimos cada cual a su casa. Inis preparó una
deliciosa cena y después de escuchar un poco de música nos fuimos a acostar temprano sin
aguardar la llegada del nuevo año. De esta manera otro año más llega a su fin."

"Hemos disfrutado nuestros viajes juntos"

EN LOS PRIMEROS veinte meses de casados, Howard e Inis tuvieron la oportunidad


de viajar y de conocer a miembros de la Iglesia en África, Asia, Europa, América del Norte,
América del Sur y varias islas del mar. En febrero de 1992 fueron con el élder y la hermana
Packer a una conferencia regional en África, que se llevó a cabo en Johannesburgo. Llegaron
unos días antes para poder visitar el famoso Parque Nacional Kruger, a unos 400 kilómetros

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de Johannesburgo, donde se preserva la vida silvestre. El grupo de nueve personas, entre las
cuales había dos apóstoles acompañados por sus respectivas esposas, viajó al parque en dos
vehículos—un auto y una van—y se quedaron en unos cobertizos africanos de techo de paja.
A poca distancia podían observar jirafas, hipopótamos, elefantes, leones, leopardos,
rinocerontes y muchos otros animales salvajes. Se les había dicho que, dentro del parque,
debían mantener las puertas y las ventanillas cerradas, pero siendo que se encontraban sobre
un puente, alguien en la van bajó la ventanilla para tomar una fotografía de un leopardo que se
encontraba a la orilla del río. "Un mandril, rápido como un rayo, entró de un salto por la
ventana, levantó la tapa de la heladera y tomó unas bolsas de fruta y las papitas saladas",
escribió Howard. "Se sentó en el puente, peló los plátanos y se comió las frutas y las papitas.
Luego decidimos seguir el viaje y ya no volvimos a bajar las ventanillas."
Después de la conferencia del domingo, las Autoridades Generales y sus esposas
viajaron a Francfort, donde los Packer tomaron un avión hacia El Cairo y los Hunter, junto
con el élder Faust y su esposa, viajaron a Israel. En Jerusalén hicieron una visita de cortesía a
Chaim Herzog, presidente del estado de Israel, con quien mantuvieron "una agradable
conversación de más de media hora sobre el Centro de Estudios de Jerusalén, temas de
actualidad mundial, las conferencias de paz y muchos otros asuntos". Le hicieron entrega de la
Enciclopedia del Mormonismo, la que había sido recientemente publicada en inglés, y en la
cual parecía estar muy interesado, tras haber sido el encargado y editor de una obra similar, la
Enciclopedia Judaica. Los dos apóstoles también visitaron la Fundación de los Pergaminos del
Mar Muerto, en donde se les informó en cuanto al trabajo que la misma estaba haciendo en la
traducción y la preservación de los pergaminos, los cuales se estaban preparando para su
publicación.
Durante un almuerzo efectuado en el Centro de Estudios de Jerusalén, al que asistieron
el alcalde Kollek y oficiales de la Asociación Sinfónica de Jerusalén y de la Fundación
Jerusalén, se extendió una invitación para que el Coro del Tabernáculo actuara en Israel. El
alcalde Kollek estuvo de acuerdo en preparar una invitación oficial, la cual el presidente
Hunter y el élder Faust presentarían a la Primera Presidencia. (La invitación fue aceptada y el
26 de diciembre el coro viajó a Israel para su primera gira por la Tierra Santa, una región rica
en historia del Antiguo y del Nuevo Testamento.2)
El 12 de abril de 1992, el día de su aniversario de bodas, el presidente Hunter escribió en
su diario personal: "Hoy hace dos años que Inis y yo nos casamos y nos sellamos en el Templo
de Salt Lake. Han sido dos años felices. Ella ha sido una dulce compañera y hemos disfrutado
nuestra vida y nuestros viajes juntos, y nuestro hogar es un lugar de paz y armonía." Un mes
después viajaron a Los Angeles para una reunión del Barrio Garvanza, al cual Inis había
asistido por muchos años en su juventud. Llegaron con cierta anticipación para que Inis
pudiera mostrarle a Howard algunas de las casas donde había vivido, las escuelas a las que
había asistido y otros lugares significativos de su infancia. "A la reunión asistieron unos 80 ex
miembros del barrio", escribió Howard. "Inis conocía casi a todos. Yo también conocía a
muchos de mi época como obispo del Barrio El Sereno, el cual estaba cerca, y muchos
miembros se habían mudado de un barrio para el otro. Fue un día del que disfruté mucho."
En el mes de mayo los Hunter volvieron a viajar a Inglaterra para participar en una
conferencia regional en Merthyr Tydfil, País de Gales. Luego, acompañados por el élder
Jeffrey R. Holland, entonces presidente del área, fueron en automóvil a Escocia para visitar el
castillo de Hunterston.
Los viajes de la pareja disminuyeron en junio cuando Inis tuvo que internarse para una

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operación de rodilla, separación que Howard sintió mucho durante los diez días que ella
estuvo en el hospital. La primera noche, él escribió: "La casa parece vacía y fría sin Inis." En
otra ocasión, "Después de llegar a casa y de prepararme la cena, empecé a darme cuenta de
cuán bien marcha todo cuando Inis se encarga de los quehaceres cotidianos, por lo cual no
siempre se expresa la debida gratitud." Seis días después de la operación, el presidente Hunter
comentó: "Es una seria limitación el no poder conducir un automóvil. Quería ir al hospital a
ver a Inis, pero no tenía manera de llegar allí. Hablaba con ella por teléfono varias veces al
día, pero no era lo mismo que estar a su lado." Se sintió mucho mejor cuando Inis regresó del
hospital, en muletas, y su hija, Elayne Allebest llegó de California para ayudarla por algunos
días.
A principios de septiembre, Inis se había recuperado lo suficiente como para acompañar
a su esposo en un viaje a Rusia, Armenia, Ucrania y Austria. A las cuatro horas y media de
haber aterrizado el avión en Moscú, el presidente Hunter se reunió con líderes del sacerdocio
de las seis ramas de la Iglesia en esa ciudad y, después de dirigirles la palabra, respondió a sus
preguntas durante una hora. Al día siguiente asistió una gran cantidad de miembros,
investigadores y misioneros a la conferencia del distrito de Moscú. El presidente Gary
Browning, de la Misión Moscú, describió la experiencia en una carta enviada a familiares y
amigos en la Navidad de 1992:
En septiembre, el élder Howard W. Hunter y su esposa estuvieron de visita por Moscú y
hablaron ante quinientas personas congregadas en un servicio dominical. La reunión fue muy
buena y edificante desde el punto de vista de la espiritualidad. Pero lo que más recordaré
sucedió después de terminada la reunión cuando cientos de personas en forma silenciosa
hicieron una fila para estrechar la mano del presidente Hunter. Nadie tomó demasiado tiempo,
pero todos le desearon buena salud y felicidad. Yo estaba a su lado, interpretando para él, y
tuve la inolvidable experiencia de mirar en los ojos de nuestros miembros mientras le
hablaban al élder Hunter. Desearía poder transmitir las expresiones de fe, pureza y calidez
humana que emanaban de sus sonrisas y de sus rostros. Cuesta creer que hace pocos meses la
mayoría de ellos apenas estaban aprendiendo en cuanto al evangelio y a la Iglesia, y que hasta
hace pocos años, habrían tenido una gran dificultad en profesar tipo alguno de convicción
religiosa. Ahora sus rostros irradiaban por este apóstol y profeta un agradecimiento y un amor
que eran a la vez algo inspirador como confirmante.
Cuatro días más tarde, los Hunter llegaron a Kiev, la capital de Ucrania, donde el
presidente Hunter y el élder Robert K. Dellenbach, miembro de la Presidencia del Área de
Europa, hablaron en una charla fogonera en el Palacio de Octubre. "La Iglesia cuenta con 400
miembros en Kiev", escribió el presidente Hunter, "y hubo una concurrencia de 1200 personas
a la charla fogonera." Se sintió conmovido por la receptividad de Ios-Santos y los
investigadores al mensaje del evangelio—a las buenas nuevas de paz. De allí el grupo viajó a
Austria.
Temprano en la mañana del sábado 12 de septiembre de 1992, un grupo de líderes de
misión, estaca y barrio fueron hasta la cima de una colina desde la cual se ve Viena, sus
bosques y el río Danubio. En ese lugar el presidente Hunter dedicó Austria para la predicación
del evangelio. Esa tarde fue a la conferencia regional de Munich, la cual empezó con una
reunión de liderazgo del sacerdocio en Linz, una ciudad austríaca a mitad de camino entre
Viena y Munich. Al día siguiente, unas cuatro mil personas procedentes de Austria y de
Alemania Oriental colmaron un estadio cerrado para la sesión general. Después de terminada
la reunión, el presidente Hunter estrechó la mano de varios cientos de personas.
Un mes después, los Hunter estaban de vuelta en Europa, esta vez para asistir a la
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conferencia regional de Londres y a las sesiones de la rededicación del templo de esa ciudad.
El presidente Hunter dirigió la palabra en cuatro de las sesiones, mientras que Inis fue invitada
para hablar en una de ellas.
Su última asignación en 1992 fuera de los Estados Unidos le llevó a Tahití y otros
lugares en el Pacífico Sur. Regresaron apenas a tiempo para la celebración del día de Acción
de Gracias (a fines de noviembre), y unos días más tarde el presiente Hunter fue internado en
el hospital debido a hemorragias internas. Allí permaneció por dos semanas y su recuperación
fue lenta.

"La vida ofrece un buen número de desafíos"

EL AÑO 1993 trajo más altibajos. A los ochenta y cinco, pasada por muchos años la
edad de jubilarse para la mayoría de las personas, el presidente Hunter—al igual que sus
hermanos de la Primera Presidencia y de los Doce—continuaba dando lo mejor de sí para
contribuir al rápido crecimiento de la Iglesia. Cada recuperación parecía llevar más tiempo,
pero se rehusaba a descansar por más de lo que fuera absolutamente necesario, lo cual se hizo
por cierto evidente en las consecuencias de un extraño incidente ocurrido a principios de ese
año.
El 7 de febrero los Hunter fueron a la Universidad Brigham Young, donde estaba
programado que el presidente Hunter hablara en una charla fogonera para miembros de
diecinueve estacas. Cerca de veinte mil jóvenes mayores colmaron el Centro Marriott y miles
más se congregaron en edificios de la Iglesia en otras partes de América del Norte para ver la
transmisión especial de la charla fogonera vía satélite.
Después de la oración y de las presentaciones, el presidente Hunter se acercó al
micrófono y empezó a hablar. De pronto se oyó una voz que gritó, "¡Deténgase ahora mismo!"
Un hombre con un maletín en una mano y un objeto negro en la otra se lanzó de entre el
auditorio hacia el estrado y, declarando que tenía una bomba y un detonador, ordenó a todos,
menos al presidente Hunter, que abandonaran el estrado.
La mayoría de los oficiales e invitados hicieron rápidamente lo que el sujeto les exigía, y
el presidente Hunter permaneció acompañado de dos guardias personales de seguridad quienes
se negaron a dejarle solo. Agitando lo que decía que era un detonador, y que muchos de los
espectadores temían que fuera un revólver, el individuo le entregó al presidente Hunter una
declaración escrita, demandando que la leyera. Con calma pero con firmeza, el presidente
Hunter se negó a hacerlo.
En los recintos donde muchos se habían reunido para presenciar la charla fogonera vía
satélite, la transmisión de pronto se interrumpió, pudiéndose ver sólo el anuncio de
"dificultades técnicas" en la pantalla. En el Centro Marriott, los concurrentes quedaron
momentáneamente como petrificados en sus asientos. De pronto algunos se echaron a llorar;
otros empezaron a desplazarse hacia las salidas, mientras que unos pocos, obviamente
enojados, se aproximaron al estrado, donde trataron de hacer que el hombre se rindiera. La
calma volvió a reinar cuando un grupo de estudiantes, a quienes se unió la totalidad del
auditorio, empezaron a cantar "Te Damos, Señor, Nuestras Gracias" y después "Soy un Hijo
de Dios".
En el estrado, un caballero mayor trató de distraer al agresor, pero fue empujado contra
una hilera de sillas. Entonces, uno de los estudiantes que estaba cerca del frente, roció la cara

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del intruso con mace (producto químico comúnmente usado en los Estados Unidos como
método de defensa contra agresiones físicas), y los oficiales de seguridad lo empujaron fuera
del estrado, donde con la ayuda de unos cuantos estudiantes lograron reducirlo.
En medio de la confusión, el sobrino nieto del presidente Hunter, Corey Child, corrió
desde su asiento en la quinta fila hasta el lado opuesto del estrado, abrazó a su tío por atrás y,
susurrándole palabras de ánimo, ayudó a los oficiales de seguridad a bajarlo del estrado.
Corey, quien en la agitación sufrió fractura de costillas y distensión de músculos de hombro y
rodilla, empezó a mirar a su alrededor para ver qué le había sucedido a la joven con quien
había ido a la charla fogonera. Impulsada por su instinto de enfermera, ella lo había seguido
hasta el estrado. Corey se sorprendió al verla arrodillada junto al presidente Hunter.
La totalidad del incidente duró unos diez minutos, pero para muchos, pareció ser
considerablemente más prolongado. Finalmente, tras descansar por unos momentos, el
presidente Hunter volvió a ponerse de pie detrás del micrófono y empezó a leer el discurso
que tenía preparado. "La vida ofrece un buen número de desafíos", leyó, y mirando al
auditorio, añadió, "tal como lo acabamos de ver". Y continuó hablando con calma y
elocuentemente, como si nada hubiera sucedido.3
Esa semana el presidente Hunter cumplió con su acostumbrado programa de reuniones y
tareas en su oficina, y seis días después de la perturbada charla fogonera, él y su esposa
partieron en una asignación que les llevaría por Australia, Sin-gapur y Japón. Tras unas pocas
semanas en su hogar, en el mes de marzo fueron a Brasil, y en abril viajaron a San Diego para
la dedicación del templo.
A principios de mayo, el presidente Hunter fue internado nuevamente en el hospital para
una operación de vesícula. Debido a cicatrices superficiales y en el tejido como resultado de
operaciones anteriores, los médicos no pudieron emplear procedimientos quirúrgicos más
modernos, por lo que tuvieron que operarlo a la antigua, haciendo una incisión grande en el
abdomen. El presidente Hunter por lo general experimentaba reacciones adversas a los
medicamentos, y en esta ocasión no fue diferente. Después de la operación, la cual se esperaba
que fuera de rutina, entró en un sueño profundo del cual no se le podía despertar. Esta vez los
médicos pensaron que no pasaría la noche.
Transcurridos veinte días desde la operación, el presidente Hunter seguía sin reaccionar.
Dorene Beagles, su fiel secretaria, le visitó temprano una mañana y, a pesar de que tenía los
ojos abiertos, no daba señas de reconocerla, ni de saber que había alguien en la habitación. A
la mañana siguiente, cuando pasó a verle nuevamente, se sorprendió al verle sentado en la
cama, alerta y listo para que se le informara en detalle sobre lo que había sucedido y lo que
estaba pendiente en la oficina. Robert, el nieto mayor del presidente Hunter, tuvo una expe-
riencia similar. Había ido a verle regularmente en el hospital sin percibir en él la más mínima
reacción, pero esa mañana su abuelo le recibió con un animado "¡Buen día, Robert!" Cuatro
días después, el presidente Hunter fue dado de alta.
Ante la proximidad de las vacaciones de verano, se recuperó en su hogar, pero asistía a
determinados eventos, como la dedicación del Edificio Conmemorativo José Smith, el ex
Hotel Utah, el cual había sido remodelado y transformado en un edificio de oficinas de la
Iglesia y en centro de la comunidad. A principios de septiembre tuvo que regresar al hospital
para ser sometido a unos exámenes, y nueve días más tarde viajó a Los Angeles para la
celebración del cuarenta aniversario del Coro Mormón del Sur de California, el cuál él mismo
había contribuido a organizar en 1953 con motivo de la dedicación del Templo de Los
Angeles, cuando servía como presidente del consejo regional de presidentes de estaca.

173
El último fin de semana de septiembre, el presidente Hunter participó en una conferencia
regional en Hattisburg, Misisipí, donde habló improvisadamente y con gran convicción
durante treinta minutos en la sesión de liderazgo del sábado y nuevamente en la sesión general
del domingo de mañana. Pero a la semana siguiente estaba nuevamente enfermo y no pudo
estar presente en las sesiones de la conferencia general de octubre.
Y así continuaba su vida, con altibajos, aunque por lo general se rehusaba a dejarse
abatir por las circunstancias. Cada vez le llevaba más tiempo recuperarse, pero no bien ganaba
un poco de fuerzas, volvía a la oficina, al principio por unas pocas horas, hasta que,
gradualmente, llegaba a trabajar jornadas enteras. Cuando se le había dado su asignación como
nuevo apóstol, se había comprometido a dar todo de sí a la Iglesia, y estaba resuelto a cumplir
con su compromiso. Sus momentos más felices los vivía cuando estaba en la obra del Señor.

Honores y reconocimientos

A LO LARGO DE LOS AÑOS, muchos fueron los honores que se brindaron al


presidente Hunter, un hombre de innumerables logros que se entregó a su trabajo en forma
silenciosa, eficiente y con intensa dedicación y deseo de hacer lo que el Señor le pidiera que
hiciera. Jamás quiso estar debajo de las candilejas ni ser el centro de atención, sino que
siempre prefirió dar reconocimiento a los demás. Pero sus esfuerzos y su ejemplo nunca
pasaron desapercibidos, y así fueron llegando los tributos.
Entre los numerosos premios y reconocimientos que recibió al cabo de los años se
encuentran los siguientes:
• Miembro honorario de la organización de servicio Blue Key en la Universidad
Brigham Young, en abril de 1966. John y Richard Hunter habían sido activos en esa
organización mientras estudiaban en dicha universidad.4
• Miembro honorario de la organización de Hombres Jóvenes de la Universidad
Brigham Young, en abril de 1968.5
• Premio al Ciudadano Distinguido, otorgado por líderes de negocios, de la industria y
eclesiásticos del sur de California, "por haber alcanzado gran distinción como abogado,
empleado civil y líder eclesiástico". Este premio le fue presentado "conjuntamente con una
actuación de la Orquesta Sinfónica de Utah en el Hollywood Bowl, el 22 de junio de 1968",
según lo que escribió en su diario.
• Título honorario de doctor en leyes de la Universidad Brigham Young, el 13 de agosto
de 1976, "por la excelencia de su ejemplo y por su distinguido servicio a la profesión, a su
comunidad, a su Iglesia y hacia la educación superior."
• El nombre de Howard Hunter dado por estudiantes de abogacía miembros de la Iglesia
a su organización estudiantil en la Universidad Southwestern de Los Angeles, en febrero de
1977.
• Otro Premio al Ciudadano Distinguido, presentado en una cena llevada a cabo en Los
Angeles, en abril de 1977, en reconocimiento al "élder Howard W. Hunter, oriundo de Cali-
fornia y adoptado por el Estado de Utah, por haberse distinguido como abogado, empleado
civil y líder eclesiástico".
• El reconocimiento al Scout Águila distinguido, presentado por el Consejo del Gran
Lago Salado de la Asociación Nacional de Boy Scouts de los Estados Unidos en noviembre de

174
1978. Este reconocimiento fue de particular beneplácito para el élder Hunter, quien había
recibido su premio como scout Águila cincuenta y cinco años antes. "Se le otorga sólo a
hombres que han alcanzado el rango de Águila y que por más de veinticinco años han vivido
conforme a la promesa y a la ley scout, sirviendo a Dios, a la patria y al prójimo", escribió en
su diario personal. Se había otorgado un reconocimiento de ese tipo sólo a otra persona en el
estado de Utah. Once años antes el élder Hunter había sido homenajeado en una cena y corte
de honor para scouts de la Estaca Boise. Uno de sus ex maestros scout, el Auditor del Estado
de Idaho Joe R. Williams, le hizo entrega de su Manual Scout personal, el cual había estado
durante cuarenta y cinco años en una biblioteca de barrio de Boise.
• Un doctorado honorario en humanidades otorgado por la Universidad Brigham
Young—Hawai, el 22 de junio de 1985.
• La cátedra Howard W. Hunter, establecida en 1989 en la Facultad de Leyes J. Reuben
Clark de la Universidad Brigham Young. Se mostró particularmente complacido al año
siguiente cuando asistió a una reunión de la Watson Land Company en Los Angeles, en la que
se leyó lo siguiente de las minutas de la reunión anterior, a la cual no había podido asistir: "El
presidente Huston informó que se había recibido un pedido de donación por una suma no
determinada, para una dote que será usada con fines de crear una cátedra en leyes bajo el nom-
bre de Howard W. Hunter, en la Facultad J. Reuben Clark de la Universidad Brigham Young.
En vista de la constante contribución del Sr. Hunter al éxito de la Watson Land Company, a lo
largo de más de cincuenta años como director6, la administración recomendó una donación de
50.000 dólares, la cual será igualada por otras entidades." La propuesta fue unánimemente
aprobada y adoptada.
• Reconocimiento del Tribunal Federal de Apelaciones del Noveno Circuito de Los
Angeles "por cincuenta años de dedicación y servicio a la administración de la justicia como
miembro de la barra de este tribunal, este día 26 de noviembre de 1990".
• El Premio a una Vida Ejemplar, otorgado por la Asociación de Estudiantes de la
Universidad Brigham Young.

"Tu fuerza será volcada en Sión"

En UNA REVELACIÓN recibida por medio del profeta José Smith el 25 de enero de
1832, el Señor declaró: "Escuchad, oh vosotros que habéis presentado vuestros nombres para
salir a proclamar mi evangelio y podar mi viña. He aquí, os digo que es mi voluntad que
salgáis y no demoréis, que no estéis ociosos, sino que obréis con vuestra fuerza, alzando
vuestra voz como con el son de trompeta, proclamando la verdad de acuerdo con las
revelaciones y los mandamientos que os he dado. Así que, si sois fieles, seréis premiados con
muchas gavillas y coronados con honor, gloria, inmortalidad y vida eterna." (D. y C. 75:2-5.)
En ningún momento de su vida el presidente Hunter aspiró a los honores de los hombres;
más bien los recibió porque ha tenido su mira puesta en la gloria de Dios y porque aplicó las
enseñanzas del Señor al tratar con su prójimo. Ha proclamado el evangelio en la mayoría de
las naciones del mundo, pero lo que es, tal vez, más importante, él ha vivido el evangelio en
forma silenciosa pero al mismo tiempo inequívoca, dando a los Santos un ejemplo constante.
En la bendición patriarcal que recibió en 1930, se le dijo: "Tu fuerza será volcada en
Sión, y serás sostén de sus instituciones y llegarás a ser una seguridad para la gran iglesia que
servirá de refugio para el pueblo de Dios". Al igual que Nefi en la antigüedad, él puede

175
testificar de las bendiciones que provienen de decir, "Iré y haré lo que el Señor ha mandado,
porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para
que cumplan lo que les ha mandado". (1 Nefi 3:7.) Se trata de una enseñanza que él ha puesto
en práctica.
La vida no ha sido fácil para Howard W. Hunter; ha padecido muchas enfermedades y se
ha enfrentado a un sinnúmero de desafíos, particularmente en los años más recientes de su
ministerio. Tales problemas harían claudicar a muchas personas, pero su espíritu indomable y
su determinación de hacer cualquier cosa que el Señor le mandare, le han dado las fuerzas y
las bendiciones para continuar sirviendo a la Iglesia y a sus semejantes.
En la conferencia general del 3 de abril de 1994, él instó a los Santos, diciendo:
"Sigamos al Hijo de Dios en todas las formas y en todos los aspectos de la vida. Hagamos de
El nuestro ejemplo y nuestro guía. En todo momento debemos preguntarnos, '¿Qué haría Jesús
en mi lugar?', teniendo después el valor necesario para actuar conforme a la respuesta.
Debemos seguir a Cristo, en el sentido más amplio de esa palabra. Debemos trabajar en Su
obra como El lo hizo en la de Su Padre." Esta declaración bien puede ilustrar a las claras la
manera como Howard W. Hunter mismo ha tratado de vivir su vida. Y la Iglesia es mejor por
causa de ello, y por cierto que también lo es el mundo.

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APÉNDICE

ENSEÑANZAS Y MENSAJES DE
HOWARD W. HUNTER

El Templo de Boise. Nací en Boise, cuatro años después de que se organizara la Rama
de Boise, que más tarde llegó a formar parte de la Misión de los Estados del Noroeste . . .
Incluso dando rienda suelta a la imaginación, nadie se habría imaginado que un día, este valle
estaría lleno de barrios y estacas, pero así fue. Además, se ha erigido un templo como un
monumento a la fe y a la devoción de la gente. Cuán agradecido estoy de que el Señor me
haya permitido contemplar el progreso que se ha producido en estos años. (Palabras que
pronunció durante la dedicación del Templo de Boise [Idaho], el 25 de mayo de 1984.)
Poner fin a la incertidumbre. Me compadezco de los jóvenes y de las jovencitas
cuando les asaltan las dudas y luchan en el gran conflicto de tratar de poner fin a esas
inquietudes. Eso lo pueden lograr si poseen un deseo sincero de conocer la verdad y si ponen
de manifiesto un esfuerzo moral, espiritual y mental. Por medio de ese conflicto, y debido a la
lucha, obtendrán una fe más firme, más fuerte y más grande. Mediante esas incertidumbres y
conflictos, pasarán de una fe sencilla e ingenua, a una fe sólida que llega a convertirse en
testimonio. (Conference Report, octubre de 1960.)
¿Un discípulo en secreto? El mundo necesita hombres que estén dispuestos a dar un
paso al frente y a darse a conocer; el mundo necesita varones que sobre sus hombros lleven en
alto la carga de la responsabilidad bajo el estandarte de Jesucristo, que abiertamente estén
dispuestos a defender lo correcto .. .
¿Cómo pueden los hombres con conciencia hacer caso omiso a las enseñanzas del
Maestro en sus asuntos cotidianos, en los negocios o en el gobierno? Nos volvemos
espectadores pasivos y nos hacemos los disimulados ante muchas cosas porque tememos hacer
algo al respecto. Quizás nos opongamos ideológicamente al crimen o al comunismo, pero,
¿qué hacemos al respecto? Tal vez sintamos resentimiento hacia la corrupción en el gobierno
o hacia la delincuencia juvenil, pero, ¿qué hacemos al respecto? Quizás tengamos una cierta
creencia en el Evangelio de Jesucristo, pero, ¿qué estamos haciendo al respecto? Es preciso
que desechemos el temor y sigamos adelante con una declaración firme y positiva, y
asumamos nuestra responsabilidad...
Ha llegado el momento de que aquellos que hayan andado con evasivas o que hayan
demostrado indiferencia, declaren con intrepidez creer en Cristo y estén dispuestos a
demostrar su fe mediante las obras. (Conference Report, octubre de 1960.)
Pongamos la mano en el arado. "Ninguno que poniendo su mano en el arado mira
hacia atrás, es apto para el reino de Dios" (Lucas 9:62). De todos los trabajos del campo, la
arada es la labor más pesada; es primitiva y fundamental ... es una faena que requiere una
tenacidad semejante a la de los pioneros. En cualquier lugar se puede plantar una semilla sin
que se presente resistencia alguna, pero en el momento en que la cuchilla del arado penetra la
tierra, miles de fuerzas se unifican para oponerse al cambio. Es preciso el trabajo arduo y el
sudor a fin de cambiar lo acostumbrado, derribar lo tradicional o intentar producir cambios en
la manera tan arraigada de hacer las cosas en la vida de las personas. La labor más difícil en el

177
reino de Dios es aflojar la superficie de la tierra que se ha endurecido bajo el calor del sol, o
que está cubierta del verdor de la naturaleza.
Qué gran cambio se realiza en el terreno que ha sido limpiado y arado, con hilera tras
hilera de zanjas espaciadas equitativamente, el subsuelo flojo y expuesto al sol, al aire y a las
lluvias de los cielos, listo para ser arado y cultivado. El yermo ha sido conquistado y
sojuzgado.
Aquellos que llegan a ser discípulos del Maestro y ponen la mano en el arado, sin mirar
hacia atrás, prueban que son dignos labradores. Al darle vuelta a las antiguas superficies de las
tradiciones, preparan los campos para la introducción y la propagación del cristianismo en el
mundo. (D. y C. 75:5.) (Conference Report, abril de 1961.)
Una religión de todos los días. La religión es más que un conocimiento de Dios o una
confesión de fe, y es más que la teología. La religión es poner en práctica la palabra de Dios;
es, entre otras cosas, ser el guarda de nuestro hermano. El mantenerse sin mancha del mundo
no significa que debamos alejarnos de todo contacto con éste, sino que nos apartemos de las
maldades de él.
La religión puede formar parte de nuestro trabajo cotidiano, nuestros negocios, nuestras
compras y ventas, construcción, transporte, fabricación, carrera o profesión, o cualquier cosa
que hagamos. Podemos servir a Dios si con honradez e integridad llevamos a cabo nuestras
gestiones de negocios, de la misma manera que lo hacemos durante la adoración dominical.
No podemos separar ni apartar de nuestros asuntos cotidianos y de negocios los verdaderos
principios del cristianismo ...
En nosotros recae un deber y una resposabilidad enormes. Si todos los hombres fueran
obedientes a esos principios al tratar con los demás, si aquellos que gobiernan a los pueblos y
a las naciones del mundo se rigieran por esas mismas leyes, reinaría la rectitud, volvería la paz
y el Señor derramaría Sus bendiciones sobre Su pueblo. (Conference Report, octubre de
1961.)
Un corazón comprensivo. El amar al prójimo es algo noble e inspirador, ya sea que el
prójimo sea nuestro vecino o, en el sentido más extenso de la palabra, un miembro de la raza
humana. Esto estimula el deseo de fomentar la felicidad, el consuelo, el interés y el bienestar
de los demás; da lugar a la comprensión, la cual podría curar las enfermedades del mundo. Las
guerras cesarían y el crimen desaparecería ...
Necesitamos una mayor comprensión en nuestras relaciones con los demás, en los
negocios y en la industria, entre los que administran y los trabajadores, entre el gobierno y los
que son gobernados. Necesitamos comprensión en la más importante de todas las unidades de
la sociedad: la familia; comprensión entre hijos y padres y entre marido y mujer. El
matrimonio traería la felicidad, y, si hubiese corazones entendidos, no se conocería el
divorcio. El odio destruye; la comprensión edifica. Podríamos orar como lo hizo Salomón:
"Señor, dame un corazón entendido". (Véase 1 Reyes 3:9.) (Conference Report, abril de
1962.)
Creer es ver. No hay evidencia positiva, concreta y tangible de que Dios vive, sin
embargo, mediante la fe, que constituye la evidencia de las cosas que no se pueden ver,
millones de personas tienen un conocimiento de que así es. Muchos les dicen a los misioneros:
"Aceptaría el bautismo si pudiera creer que José Smith recibió una visita del Padre y del Hijo".
Para este hecho no existe una evidencia positiva, concreta ni tangible, pero para las personas
que reciban un testimonio por medio del Espíritu, la fe tomará el lugar de dicha evidencia de
las cosas que no se pueden ver. Recuerden las palabras del Maestro resucitado cuando estaba

178
frente a Tomás: "... bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Juan 20:29). Creer es ver.
(Con-ference Report, octubre de 1962.)
Profetas en esta dispensación. Para las personas que vivieron en épocas y
dispensaciones pasadas, el profeta más importante era el que en ese entonces vivía, enseñaba y
revelaba la palabra del Señor. En cada una de las dispensaciones pasadas, el Señor ha
levantado profetas como Sus portavoces para esa era particular y para los problemas
específicos de esa época.
El profeta viviente de la actualidad es nuestro líder, nuestro maestro; de él recibimos
guía en este mundo contemporáneo. De los cabos de la tierra, aquellos que lo sostenemos
como profeta del Señor, expresamos nuestro agradecimiento por esta fuente de guía divina.
Estamos agradecidos por su vida, su ejemplo, sus enseñanzas, su dirección...
Al recordar a los profetas desde los días de antaño hasta la actualidad, reconocemos la
gran bendición que derivamos de la influencia de un profeta viviente. De la historia habremos
aprendido que a menos que estemos dispuestos a dar oído a las amonestaciones y sigamos las
enseñanzas de un profeta del Señor, estaremos sujetos a los castigos de Dios. (Conference
Report, octubre de 1963.)
¿Dónde está la paz? La paz que el mundo añora es una época libre de hostilidades; pero
los hombres no se dan cuenta de que la paz es un estado de la existencia que sólo se recibe
bajo las condiciones de Dios, y de ninguna otra manera . ..
Aun cuando una persona viva en un ambiente bello y pacífico, tal vez se encuentre en un
estado de constante confusión debido a la discordia y a los conflictos internos. Por otra parte,
la persona quizás se encuentre rodeada de una total destrucción y la matanza de la guerra y,
sin embargo, sienta la serenidad de una paz indescriptible. Si recurrimos al hombre y a las vías
del mundo, encontraremos angustia y confusión; pero, si en cambio nos volvemos hacia Dios,
encontraremos paz para el alma intranquila ...
Esta paz nos protege de la confusión del mundo. El conocimiento de que Dios vive, de
que somos Sus hijos y de que El nos ama, brinda alivio al corazón acongojado. La respuesta a
esa búsqueda yace en la fe en Dios y en Su Hijo, Jesucristo, la cual nos brindará la paz ahora y
por la eternidad. (Conference Report, octubre de 1966.)
Imperativos del evangelio. Las mejores metas, los mejores amigos y las mejores
oportunidades no sirven para nada a menos que se conviertan en realidad mediante nuestros
actos cotidianos. La creencia se debe forjar en el logro personal. Los verdaderos cristianos
deben comprender que el Evangelio de Jesucristo no es sólo un evangelio de creencia, sino
que es un plan de acción. Su evangelio es uno de imperativos, y la naturaleza misma de su
esencia es un llamado a la acción. El no dijo: "observen" mi evangelio; El dijo: "¡Vívanlo!" El
no dijo: "Admiren su bello lenguaje figurado"; El dijo: "Vayan, hagan, vean, sientan, den,
crean". El Evangelio de Jesucristo está repleto de imperativos, palabras que requieren un
cometido y una acción personal: que obligan, que compelen, que exigen . . . No es suficiente
con sólo decir, aceptar y creer; son palabras que quedan incompletas hasta que lo que denoten
se transforme en la acción dinámica del diario vivir. (Conference Report, abril de 1967.)
¿Se necesita una iglesia? Propongo que la Iglesia de Jesucristo es tan esencial en la
vida de los hombres y de las mujeres de la actualidad como lo fue cuando El la estableció, no
como un interés pasivo o como una manifestación de fe, sino como la adopción de una
responsabilidad activa. Es así como la Iglesia nos saca de la obscuridad de una vida aislada a
la luz del evangelio, donde, según las exhortaciones de las Escrituras, la creencia se convierte
en acción. Esa es la esperanza de la persona, de la familia, de la Iglesia, de las naciones de la

179
tierra. (Conference Report, octubre de 1967.)
Bienaventurados son los que no han visto. Nuestros días se caracterizan por una gran
diversidad de creencias con respecto a muchos pasajes fundamentales de las Escrituras. Los
modernistas niegan el nacimiento inmaculado de Jesús; niegan Su poder divino manifestado
en los muchos milagros que llevó a cabo durante Su corto ministerio; ponen en tela de juicio
que el Maestro voluntariamente se haya ofrecido a Sí mismo para expiar los pecados de la
humanidad, y niegan que de hecho se haya llevado a cabo una expiación.
Creemos firmemente que ésta es una realidad y que en todo el plan divino de salvación
no hay nada más importante que el sacrificio expiatorio de Jesucristo. Creemos que la
salvación se obtiene a causa de la Expiación. Sin esta última, el plan entero de la Creación
sería nulo ... Sin ese sacrificio expiatorio, la muerte temporal sería el fin, no habría una
resurrección, y nuestra vida espiritual no tendría ningún propósito. No existiría la esperanza de
obtener la vida eterna. (Conference Report, octubre de 1968.)
La ética sola no es suficiente. Existe una gran diferencia entre la ética y la religión. Hay
una distinción entre aquel cuya vida se basa sólo en la ética, y el que vive una vida
verdaderamente religiosa. La ética es necesaria, pero la verdadera religión abarca las verdades
de la ética y mucho más. La raíz de la verdadera religión yace en la creencia en un ser
supremo. La religión cristiana se basa en una creencia en Dios el Eterno Padre y en Su Hijo
Jesucristo, y en la palabra del Señor según aparece en las Escrituras ...
Para la persona cristiana, la verdadera religión se manifiesta por medio de una firme
creencia en Dios, con el conocimiento de que tendremos que rendirle cuentas de nuestros actos
y comportamiento. La persona que viva esa clase de religión, está dispuesta a vivir los
principios del Evangelio de Cristo y a andar rectamente delante del Señor en todas las cosas,
según Su palabra revelada. Esto le brinda al hombre o a la mujer un sentimiento de paz y
libertad de la confusión de la vida, dándole la seguridad de recibir la vida eterna en el más
allá. (Conference Report, octubre de 1969.)
La existencia de Dios. Por regla general, no obtenemos las cosas de valor a menos que
estemos dispuestos a pagar un precio. El erudito no llega a obtener conocimiento a menos que
de su parte ponga el trabajo y el esfuerzo para lograrlo. Si no está dispuesto a hacerlo, ¿podría
decir que no existe tal cosa como la erudición? Los músicos, los matemáticos, los científicos,
los deportistas y las personas capacitadas en muchos otros campos dedican años de estudio,
práctica y trabajo arduo a fin de adquirir esa habilidad particular. ¿Pueden aquellos que no
estén dispuestos a dedicar el esfuerzo necesario, decir que no hay tales cosas como la música,
las matemáticas, la ciencia o los deportes? Es igual de absurdo para un hombre afirmar que no
hay Dios simplemente porque no ha tenido la inclinación de buscarlo.
La historia nos dice que hay un Dios; la ciencia confirma el hecho de que hay un Ser
Supremo; el raciocinio humano nos persuade a creer que hay un Dios; Sus propias
revelaciones al hombre no dejan ninguna duda en cuanto a Su existencia. Para que una per-
sona pueda obtener un firme conocimiento de la realidad de Dios, debe vivir los
mandamientos y las doctrinas establecidos por el Salvador durante Su ministerio personal. . .
Aquellos que estén dispuestos a emprender una búsqueda, a poner de su parte y a hacer
la voluntad de Dios, recibirán el conocimiento en cuanto a Su existencia. Cuando un hombre
encuentra a Dios y comprende Sus designios, llega a saber que nada de lo que hay en el
universo resultó por casualidad, sino que todas las cosas fueron consecuencia de un plan
divino previamente arreglado. ¡Qué conocimiento tan sublime llega a su vida! Suyo es el
conocimiento que trasciende al del mundo. Las bellezas de éste se hacen más hermosas, el

180
orden del universo adquiere un significado más profundo, y llega a tener una mayor
comprensión de todas las creaciones de Dios al presenciar el ir y venir de los días y cómo las
estaciones siguen su orden prescrito. Si el hombre encontrara a Dios y siguiera Sus caminos,
su corazón se volvería en amor hacia sus hermanos y las naciones gozarían de paz.
(Conference Report, abril de 1970.)
¿Dónde, pues, está la esperanza? Hay personas que afirman que está pasado de moda
creer en la Biblia. ¿Está pasado de moda creer en Dios, en Jesucristo, el Hijo del Dios
Viviente? ¿Está pasado de moda creer en Su sacrificio expiatorio y en la resurrección? Si así
fuere, admito que la Iglesia y yo somos anticuados. Con exquisita sencillez, el Maestro enseñó
los principios de vida eterna y las lecciones que les brindarán felicidad a aquellos que tengan
la fe para creer. No parece razonable el asumir la necesidad de modernizar estas enseñanzas
del Maestro. Su mensaje se basaba en principios que son eternos ...
En este mundo de confusión y prisas, de progreso temporal, es preciso que volvamos a la
sencillez de Cristo; es preciso que lo amemos, le rindamos honores y lo adoremos. A fin de
obtener la espiritualidad y gozar de Su influencia en nuestra vida, no podemos permitir que las
enseñanzas tergiversadas de los modernistas nos confundan y nos desvíen del camino. Es
necesario que estudiemos los simples principios fundamentales de la verdad que enseñó el
Maestro y eliminemos los puntos de controversia ...
La Iglesia permanece inmutable en contra de la flexibilidad o el cambio en lo que
respecta a los asuntos morales, y se opone a la así llamada nueva moral. Los valores
espirituales no se deben dejar de lado, no obstante las opiniones de los modernistas que tratan
de denigrarlos. Podemos ser modernos sin ceder a la influencia de los modernistas. Si está
pasado de moda creer en la Biblia, debemos darle gracias a Dios por el privilegio de ser
anticuados. (Conference Report, octubre de 1970.)
Un maestro. Temprano por la mañana un día de verano, me encontraba de pie cerca de
la ventana. Las cortinas impedían que me vieran dos pequeñas criaturas que estaban en el
césped; una de ellas era un pájaro grande y la otra era un pajarillo, que obviamente acababa de
salir del nido. Observé que el pájaro más grande daba saltos por el césped, luego daba
golpecitos con las patas y agachaba la cabeza. Extrajo del césped un lombriz larga y gorda y
se dispuso a volver al lugar donde había estado. El pajarillo abrió el pico, pero el pájaro
grande se tragó la lombriz. En seguida vi que el pájaro grande volaba a lo alto de un árbol en
donde picoteó la corteza por unos momentos, y luego regresó con un insecto en la boca. El
pajarillo volvió a abrir el pico pero el pájaro grande se tragó el insecto a pesar de los graznidos
de protesta del más pequeño.
El pájaro grande se fue volando y no lo volví a ver, pero me quedé observando al
pajarillo. Después de unos momentos, se fue saltando hasta el césped, dio unos golpecitos con
las patas, inclinó la cabeza y extrajo una enorme lombriz. Dios bendiga a las buenas personas
que enseñan a nuestros hijos y a nuestros jóvenes. (Con-ference Report, abril de 1972.)
¿Del mundo o del Reino? La sociedad se ha esforzado enormemente para modernizar el
mundo en el campo de la educación, las comunicaciones, el transporte, la salud, el comercio,
la vivienda y de muchas otras maneras, a fin de aumentar el estándar de vida; pero, ¿qué le ha
hecho a la familia —la institución básica de la sociedad— esta modernización y adaptación al
medio social? Jamás ha habido tanta inestabilidad; el índice de divorcios es actualmente
mayor que en cualquier otra época de la historia. La modernización ha transferido la
responsabilidad de educar del hogar a las instituciones públicas, en donde las ideas
contemporáneas han llegado a ser más importantes y los principios morales se han

181
abandonado. El aumento del crimen es alarmante; la adicción a las drogas, la desobediencia a
la ley, el incremento de enfermedades venéreas y la corrupción en todas sus formas, parecen
ser aceptables. En esta era de modernización se fomenta y se promueve la libertad de pen-
samiento y de acción, sin tener en cuenta las responsabilidades que acompañan a dicha
libertad, si es que la sociedad ha de permanecer estable. Por cierto todos estamos de acuerdo
con que en nuestra sociedad, la institución familiar ha sufrido un daño serio, y quizás
irreparable ...
¿En dónde, pues, yace la esperanza en este mundo de frustración y decadencia moral?
Yace en el conocimiento y en la comprensión de las verdades que enseñó el Maestro, las
cuales se deben enseñar, en su totalidad, en la Iglesia de Cristo, y las cuales sus miembros
deben creer y vivir. Estas son verdades eternas y continuarán siéndolo indefinidamente, no
obstante las circunstancias cambiantes de la sociedad, del desarrollo de nuevos logros científi-
cos o del aumento del conocimiento del hombre. (Conference Report, octubre de 1973.)
Pagar nuestra deuda. ¿Cómo podemos pagar en realidad la deuda de gratitud que
tenemos con nuestros padres, hermanos y hermanas, maestros, y aquellos que nos han servido
de tantas maneras? ¿Cómo podemos demostrar nuestro agradecimiento por buenos hogares,
cónyuges que son fieles y verídicos, hijos que tienen el deseo de vivir rectamente y servir al
Señor? ¿Cómo expresamos agradecimiento por nuestro bautismo, por el privilegio de
participar de la santa cena y de renovar nuestros convenios, por el sacerdocio que poseemos,
por la luz del evangelio restaurado, por el programa de la Iglesia, diseñado para ayudarnos a
progresar hacia la exaltación y la vida eterna?
Esa deuda de gratitud la pagamos al vivir de tal manera que rindamos honor a nuestros
padres y al nombre que llevamos, al hacer el bien a los demás, al prestar servicio, al estar
dispuestos a compartir la luz y el conocimiento que hemos recibido a fin de que, al vivir los
principios del evangelio en su plenitud, otras personas también tengan gozo y felicidad.
(Conferencia de Área de Estocolmo, agosto de 1974.)
Conocer a Dios. Con el adelanto del conocimiento se ha llegado a confiar en los
principios de comprobación científica, y, como resultado, hay personas que no creen en Dios
porque Su existencia no se puede corroborar científicamente. De hecho, la investigación
científica es una tarea que tiene como fin averiguar la verdad, y los mismos principios que se
aplican a esa búsqueda son los que se utilizan en la indagación para establecer la verdad de la
religión ... Pese a la importancia de la investigación científica, la más sublime de las
búsquedas es la de Dios, con el fin de determinar Su existencia, Sus atributos personales y
obtener un conocimiento del evangelio de Su Hijo Jesucristo. No es fácil adquirir un
conocimiento perfecto de Dios. La búsqueda requiere esfuerzo constante, y existen personas
que nunca sienten la motivación de conseguir dicho conocimiento. (Conference Report,
octubre de 1974.)
Fe, el primer paso. En un sentido legal, no existe evidencia tangible ni concreta de la
existencia de Dios ni de la divinidad del Maestro, pero no toda la búsqueda de la verdad
resulta en una prueba por medio de una evidencia real o demostrativa. Es ilógico argumentar
que debido a que no hay una evidencia demostrativa de la existencia de Dios, El en verdad no
existe. En vista de que se carece de evidencia, la que por lo general el mundo científico
considera necesaria para establecer una prueba positiva, nuestra búsqueda tal vez nos lleve
hacia el reino de la evidencia circunstancial. Podríamos pasar muchas horas haciendo una
descripción de las maravillas del universo, de la tierra, de la naturaleza, del cuerpo humano, de
la exactitud de las leyes de la física, y de miles de otras cosas, todas las cuales dan a la
conciencia del que busca la verdad la percepción de que existe un creador y un ser que
182
gobierna el universo .. .
Supongamos que todas las cosas se pudiesen probar mediante la evidencia demostrativa.
¿Qué pasaría entonces con el elemento de la fe? No habría necesidad de la fe, y sería
eliminada, dando lugar a esta pregunta: Si la fe es el primer paso o principio del evangelio y
ésta se elimina, ¿qué le sucede al plan del evangelio? Los cimientos mismos se derrumbarían.
Afirmo que existe una razón divina por la que no todas las cosas se pueden probar mediante la
evidencia concreta. (Conference Report, abril de 1975.)
Para que seamos uno. Al pensar en el tremendo crecimiento de la Iglesia, la diversidad
de lenguas y culturas, y la tarea monumental que aún descansa sobre nuestros hombros, nos
preguntamos si existe un objetivo más importante ante nosotros que el vivir de forma tal, que
podamos disfrutar del espíritu de unión que emana del Señor. Como Jesús oró, debemos ser
unidos si es que el mundo va a convencerse de que El fue enviado por Dios el Padre para re-
dimirnos de nuestros pecados. Es la unidad de acción y de propósito lo que nos habilita para
declarar nuestro testimonio en todo el mundo ...
Es la unidad lo que ha permitido a la Iglesia, a sus barrios, ramas, estacas, distritos y
miembros, construir templos y capillas, llevar a cabo programas de bienestar, hacer obra por
los muertos, velar por la Iglesia y edificar la fe. Aún debemos hacer mucho más. Estos grandes
propósitos del Señor no se hubieran podido lograr en medio de la disensión, los celos ni el
egoísmo. Quizás nuestras ideas no siempre estén de acuerdo con las de quienes presiden sobre
nosotros, mas ésta es la Iglesia del Señor y El nos bendecirá si nos alejamos del orgullo,
oramos por fortaleza y contribuimos al bien de todos.
De la misma manera, puedo deciros que no conozco arma más poderosa en las manos
del adversario contra cualquier grupo de hombres o mujeres en esta Iglesia que la división, el
encontrar faltas y crear antagonismo ... La clave para que una Iglesia sea unida es un alma
unida, que esté en paz consigo misma y no entregada a conflictos y tensiones interiores.
(Véase "Para que seamos uno", Liahona, agosto de 1976, pág. 96-97.)
"Santificado sea tu nombre". Hay grandes núcleos de nuestra sociedad en los cuales el
espíritu de oración, reverencia y adoración ha desaparecido. Los miembros de muchos círculos
sociales son diestros, interesantes, doctos; mas les falta un elemento principal para una vida
completa: la oración. No ofrecen votos en justicia . . .
Su conversación es brillante pero no es reverente; su manera de hablar es graciosa, mas
no sabia. Aquellos que ponen de manifiesto sus poderes limitados, ya sea en la oficina, en el
gimnasio, o en el laboratorio, han descendido tanto en la escala de la dignidad que encuentran
necesario blasfemar contra los poderes ilimitados procedentes de lo alto.
Desgraciadamente, a veces encontramos esta falta de reverencia aun dentro de la Iglesia.
En ocasiones hablamos muy alto, entramos y salimos demasiado irrespetuosamente durante lo
que debería ser un momento de oración y adoración. La reverencia es la atmósfera del cielo.
La oración es la expresión del alma que se eleva hacia Dios el Padre. Tratemos de asemejarnos
a nuestro Padre, orándole, recordándole siempre, y demostrando gran amor por Su mundo y
Su obra. ("Santificado sea tu nombre", Liahona, febrero de 1978, pág. 73.)
Los conceptos básicos de la honradez. Si somos conscientes de nuestra relación con el
Salvador, debemos ser honrados en las cosas pequeñas así como en las grandes. Siempre
debemos tener presente que nunca estamos solos; no hay acto que no se observe; no hay pa-
labra hablada que no se escuche; no hay pensamiento que pase por la mente del hombre que
Dios no conozca. No hay obscuridad que pueda ocultar lo que hacemos. Es preciso que
pensemos antes de actuar ... Si deseamos tener con nosotros la guía del Maestro y la compañía

183
del Espíritu Santo, debemos ser honrados con nosotros mismos, honrados con Dios y con
nuestro prójimo. Todo esto resultará en verdadero gozo. (New Era, febrero de 1978, pág. 5.)
El desarrollo de la espiritualidad. Ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección ni
ha llegado al apogeo del desarrollo espiritual que podemos lograr en la mortalidad, pero cada
persona puede y debe progresar espiritualmente. El Evangelio de Jesucristo es el plan divino
para que ese desarrollo sea eterno. Es más que un código de ética; es más que un orden social
ideal; es más que un pensamiento positivo relacionado con la autosuperación y la
determinación. El Evangelio con el Sacerdocio, que es su sostén, y con el Espíritu Santo, es el
poder salvador del Señor Jesucristo. Si tenemos fe en El y obedecemos Su Evangelio,
mejoramos paso a paso, buscando fortaleza por medio de la oración; y mejorando nuestra
actitud, nos encontraremos completamente integrados en el rebaño del Buen Pastor.
(Filipenses 4:13.) ("El desarrollo de la espiritualidad", Liahona, agosto de 1979, pág. 35.)
"Todos son iguales ante mí". Como miembros de la Iglesia del Señor, es preciso que
elevemos nuestra visión más allá de los prejuicios personales. Es necesario que
comprendamos la suprema verdad de que, en realidad, nuestro Padre no hace acepción de
personas. A veces ofendemos indebidamente a los hermanos de otras naciones al adjudicarle
un grado de superioridad a una nación más que a otra . . . Imaginemos a un padre que tiene
muchos hijos, cada uno de ellos con diferente temperamento, actitudes y características
espirituales. ¿Ama a uno menos que a otro? Quizás el hijo que tenga menos inclinación
espiritual goce de la atención, las oraciones y las súplicas del padre más que los otros hijos.
¿Significa eso que ama menos a los otros? ¿Se imaginan a un Padre Celestial que ame a una
nacionalidad de Su progenie en una manera más exclusiva que a otra? Como miembros de la
Iglesia, debemos recordar la pregunta desafiante de Nefi: "¿No sabéis que hay más de una
nación?" (Charla fogonera de catorce estacas, efectuada en la Universidad Brigham Young, 4
de febrero de 1979; Ensign, junio de 1979, pág. 74.)
El estudio de las Escrituras. Cuando seguimos el consejo de nuestros líderes de leer y
estudiar las Escrituras, recibimos toda clase de beneficios y bendiciones. Este es el estudio
más provechoso al que podemos dedicarnos. Con frecuencia nos referimos a la parte de las
Escrituras conocida como el Antiguo y el Nuevo Testamento, calificándola como la más
grandiosa literatura del mundo. Estos libros pueden considerarse tratados científicos, tesis
filosóficas y también registros históricos; mas si comprendemos el verdadero propósito de
éstas y otras escrituras, llegamos a la conclusión de que en realidad forman la literatura
fundamental de la religión.
Los libros canónicos contienen las declaraciones básicas en cuanto a Dios, a Sus hijos y
la relación que hay entre ellos. En cada libro se nos insta a creer y a tener fe en Dios el Eterno
Padre y en Su Hijo, Jesucristo; y desde el principio hasta el fin de cada uno de ellos se nos
llama a cumplir la voluntad de Dios y a guardar Sus mandamientos. Las Escrituras contienen
un registro de la forma en que Dios se ha revelado al hombre, y por medio de ellas Dios le
habla. ¿Cómo podrían existir horas más productivas que las que dedicamos a leer en los libros
canónicos la literatura que nos enseña a conocer a Dios y a comprender nuestra relación con
El? (Véase "El estudio de las Escrituras", Liahona, enero de 1980, pág. 96.)
La verdadera grandeza. Tenemos un número ilimitado de oportunidades para llevar a
cabo estos hechos sencillos e intranscendentes que a la larga nos hacen grandes. A aquellos
que han dedicado su vida al servicio y al sacrificio por sus semejantes y por el Señor, el mejor
consejo que puedo darles es simplemente que lo sigan haciendo. A aquellos que están
haciendo el trabajo común del mundo y que se preguntan dónde estará el valor de sus logros, a
los que llevan sobre sus hombros el trabajo más pesado en esta Iglesia y promueven la obra
184
del Señor en tantas formas silenciosas pero significativas; a los que son "la sal de la tierra" y la
fortaleza del mundo y la espina dorsal de cada nación; a vosotros, simplemente quiero
expresaros nuestra admiración. Si perseveráis hasta el fin, y si sois valientes en el testimonio
de Jesús, alcanzaréis la verdadera grandeza y viviréis en la presencia de nuestro Padre
Celestial. (Véase "La verdadera grandeza", Liahona, julio de 1982, pág. 38.)
Preocupación de los padres por los hijos. Hay muchos padres en la Iglesia y en el
mundo que tienen sentimientos de culpabilidad e indignidad, porque algunos de sus hijos se
han alejado del rebaño o se han extraviado . . . Sabemos que, aunque los padres conscientes
dan lo mejor de sí, casi todos han cometido errores. No es posible embarcarse en una empresa
como la de ser padres sin llegar pronto a darse cuenta de que se cometerán muchos errores a lo
largo del camino. Ciertamente, cuando nuestro Padre Celestial confía Sus hijos espirituales al
cuidado de padres jóvenes e inexpertos, El sabe que éstos tomarán decisiones equivocadas .. .
Los padres que han tenido éxito son los que han amado, los que se han sacrificado, los
que se han preocupado, han enseñado y han atendido a las necesidades de sus hijos. Si habéis
hecho todo eso y aún así vuestro hijo es desobediente, contencioso o mundano, puede muy
bien ser que, a pesar de ello, hayáis sido buenos padres. Es posible que entre los jóvenes que
han venido al mundo haya hijos que serían un problema para cualquier pareja de padres, bajo
cualquier circunstancia. En la misma manera, quizás haya otros que serían una bendición y un
gozo para cualquier padre o madre. Me preocupa el pensar que hay padres que quizás se
juzguen muy duramente como tales, y que permitan que esos sentimientos destruyan su vida,
cuando en realidad han hecho lo mejor que podían, y deben seguir con fe. (Véase "¿Se ha
extraviado vuestro hijo?", Liahona, enero de 1984, págs. 112-115.)
El fariseo y el publicano. La humildad es uno de los atributos divinos que poseen los
verdaderos santos. Es muy fácil comprender por qué fracasa una persona arrogante: Es que se
contenta con confiar en sí misma y nada más. Esto es evidente en aquellos que buscan una
posición social o que hacen a un lado a los demás por encumbrarse ellos mismos en los
negocios, el gobierno, la educación, los deportes y otras empresas. Debemos tener interés en el
éxito de los demás. El orgulloso se aisla de Dios, y cuando lo hace, ya deja de vivir en la luz ...
Desde el principio de los tiempos ha habido seres orgullosos y otros que han seguido la divina
admonición de ser humildes. La historia indica que los que han querido enaltecerse han sido
humillados, y que los humildes han sido enaltecidos. En toda ruta transitada hay fariseos y
publicanos; quizás uno de ellos lleve nuestro nombre. (Véase "El fariseo y el publicano",
Liahona, julio de 1984, pág. 110.)
"Cristo, el mar se encrespa". Creo que sin lugar a dudas en el transcurso de nuestra
vida todos tendremos adversidades, algunas de las cuales podrán ser violentas, dañinas y
destructivas; algunas incluso podrán poner a prueba nuestra fe en un Dios amoroso que tiene
el poder para administrarnos consuelo. Pienso que a estos temores el Padre de todos nosotros
respondería: "¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?" Y lógicamente esta fe
debe perdurar a través de toda nuestra vida, y no solamente durante aquellos momentos
tempestuosos .. .
Pero Jesús no fue ajeno a la angustia, el dolor y los bofetones. Es imposible describir la
carga que él soportó, ni tenemos la sabiduría necesaria para comprender la descripción que de
El hizo el profeta Isaías cuando habló del "varón de dolores". (Is. 53:3.) Durante la mayor
parte de su vida, los vientos sacudían su barco, el cual, cuando menos ante los ojos de los
mortales, encalló fatalmente en la costa rocosa del Calvario. No se nos pide que
contemplemos la vida con ojos mortales, sino que a través de la visión espiritual compren-
damos que en aquella cruz sucedió algo muy diferente.
185
No obstante la ferocidad de la tormenta, en los labios y el corazón del Salvador sólo
había paz. Que así sea con nosotros: en nuestro corazón, en nuestro hogar, entre las naciones
del mundo, y aun en medio de los bofetones que de vez en cuando enfrenta la Iglesia. No
debemos pensar que pasaremos por esta vida, ya sea individual o colectivamente, sin recibir
oposición. ("Cristo, el mar se encrespa", Liahona, octubre de 1984, pág. 27.)
Un testimonio de la Resurrección. Alejandro Magno, rey de Mace-donia, discípulo de
Aristóteles, conquistador de la mayor parte del mundo conocido en esa época, fue uno de los
líderes jóvenes más sobresalientes del mundo. Después de años de ejercitar su pompa y sus
hazañas militares y luego de extender su reino desde Macedo-nia a Egipto, y desde Chipre a la
India, se lamentó cuando pareció no existir más mundo por conquistar. Más tarde, como
evidencia de lo efímero que es tal tipo de poder, Alejandro contrajo fiebre y falleció a los
treinta y tres años de edad. El inmenso reino que había conquistado, murió virtualmente con
él.
Un joven líder bastante diferente también murió a esa edad de treinta y tres años, que
parece tan prematura. El también fue un rey, un discípulo y un conquistador; sin embargo, no
recibió los honores de los hombres, no logró ninguna conquista territorial, ni se acercó a
ninguna corriente política. Hasta donde sabemos, jamás sostuvo una espada ni usó ninguna
pieza de armadura. Pero el reino que estableció aún perdura después de dos mil años. Su poder
no era de este mundo.
Las diferencias entre Alejandro y este joven nazareno son muchas, pero la diferencia
más grande está en Sus últimas victorias. Alejandro conquistó países, gente, principados y
reinos terrenales. Pero aquel que se llama el Líder Perfecto, aquel que fue y es la luz y la vida
del mundo—Jesucristo, el Hijo de Dios—conquistó lo que ni Alejandro ni ningún otro pudo
vencer o sojuzgar: Jesús de Nazaret conquistó la muerte. A diferencia de las medallas y de los
monumentos de siglos que muestran las victorias transitorias de los hombres, se eleva el único
monumento necesario para marcar el triunfo eterno: un sepulcro vacío. ("Un testimonio de la
resurrección", Lia-hona, julio de 1986, pág. 11.)
La verdadera grandeza. La verdadera grandeza no es nunca el resultado de un
acontecimiento casual, ni es un esfuerzo ni un logro que se alcanza fácilmente. Requiere que
desarrollemos nuestro carácter, que diariamente tomemos una multitud de decisiones correctas
eligiendo entre el bien y el mal. ..
A medida que evaluemos nuestra vida, es importante que veamos no solamente nuestros
logros, sino también las condiciones bajo las cuales hemos trabajado. Todos somos personas
únicas y diferentes; todos hemos empezado en distintos puntos de la carrera de la vida; todos
tenemos una mezcla única de talentos y habilidades; y todos tenemos nuestros propios
desafíos y compulsiones con que luchar. Por lo tanto, la manera en que nos juzgamos y eva-
luamos nuestros logros no debería incluir solamente el tamaño, la magnitud, y la cantidad de
los mismos, sino también las condiciones existentes y la manera en que nuestros esfuerzos
afectaron a otras personas...
Me parece que la clase de grandeza que nuestro Padre Celestial quiere que busquemos
está al alcance de todos los que tengan el evangelio consigo. Tenemos un número ilimitado de
oportunidades para llevar a cabo esos hechos sencillos e intranscendentes que a la larga nos
hacen grandes. A aquellos que han dedicado su vida al servicio y al sacrificio por sus
semejantes y por el Señor, el mejor consejo que puedo darles es simplemente que lo sigan
haciendo.
A aquellos que . . . promueven la obra del Señor en tantas formas silenciosas pero

186
significativas; a los que son "la sal de la tierra" y la fortaleza del mundo y la espina dorsal de
cada nación; a vosotros, simplemente quiero expresaros nuestra admiración. Si perseveráis
hasta el fin, y si sois valientes en el testimonio de Jesús, alcanzaréis la verdadera grandeza y
viviréis en la presencia de nuestro Padre Celestial. (Véase "La verdadera grandeza", Liahona,
julio de 1982, págs. 36-38.)
Las bendiciones divinas. Quizás haya veces en que consideremos que nuestra
sensibilidad espiritual se ha debilitado; en algunos días verdaderamente difíciles hasta tal vez
consideremos que Dios nos ha olvidado, que nos ha dejado solos con nuestra confusión y pre-
ocupación. Sin embargo, esta manera de pensar no está más justificada entre los que somos
viejos que entre los más jóvenes y más inexpertos. Dios nos conoce y nos ama a todos, y todos
somos Sus hijos e hijas, y cualquiera sea la lección que la vida nos enseñe, la promesa sigue
en pie: "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente, y sin reproche, y le será dada" (Santiago 1:5). ("Las bendiciones
divinas"/Liahona, enero de 1989, pág. 63.)
Es preciso conocer las Escrituras. La Iglesia necesita hombres y mujeres que conozcan
las Escrituras a fondo, que hagan en ellas referencias recíprocas y las marquen, que preparen
lecciones y discursos basándose en la Guía Temática, que estén familiarizados con los mapas,
el Diccionario de la Biblia, y las demás ayudas que aparecen en este maravilloso juego de
libros canónicos ...
Nunca en esta dispensación, y por cierto en ninguna otra dispensación, han estado las
Escrituras —la palabra eterna e inspiradora de Dios— tan fácilmente al alcance de las
personas y estructuradas de manera tan útil para el uso de todo hombre, mujer y niño que
desee escudriñarlas. La palabra escrita de Dios se consigue con más facilidad y en un estilo
más sencillo y ameno de leer que el que jamás se haya puesto al alcance de los miembros
laicos en la historia del mundo. Por cierto se nos tendrá por responsables si no las leemos.
(Discurso pronunciado vía satélite a los maestros de religión, 10 de febrero de 1989.)
Nuestra responsabilidad como maestros. Den a sus alumnos la verdad, la cual les
enseñarán con poder, pues así es como se les brinda una experiencia espiritual. Dejen que ésta
fluya de una manera narural, quizás con el derramamiento de algunas lágrimas o tal vez no. Si
lo que ustedes declaran es la verdad, y si la expresan con inocencia y sincera convicción, esos
alumnos sentirán el espíritu de la verdad que se les está enseñando y reconocerán esa
inspiración y revelación en su corazón. Es así como edificamos la fe. Es así como
fortalecemos los testimonios: con el poder de la palabra de Dios que se enseña con pureza y
convicción.
Busquen la verdad, den oído a la doctrina, y permitan que la inspiración del Espíritu se
manifieste en sus numerosas y variadas formas. Pongan su fundamento en principios sólidos;
enseñen con un corazón puro. Entonces, el Espíritu penetrará su mente y corazón, y la mente y
el corazón de cada uno de sus alumnos. (Discurso pronunciado vía satélite a los maestros de
religión, 10 de febrero de 1989.)
La Iglesia es para todos. Esta es la Iglesia de Jesucristo, no la iglesia de los casados, o
de los solteros, o de cualquier otro grupo o persona. El evangelio que predicamos es el
Evangelio de Jesucristo, que abarca todas las ordenanzas y los convenios salvadores que se
requieren para salvar y exaltar a toda persona que esté dispuesta a aceptar a Cristo y a guardar
los mandamientos que El y nuestro Padre Celestial han dado.
¡Cuán necios seríamos si no gozáramos de los ricos dones que Dios nos da! Quizás
pasaríamos por alto las oportunidades de brindar bendiciones a los demás por sentir que se nos

187
privó de alguna bendición que esperábamos recibir y por habernos dejado cegar por nuestra
propia autoconmiseración. No sólo debemos tener cuidado de no privar a los demás de recibir
bendiciones debido a que andemos errantes en los páramos de la autoconmiseración o
autorecriminación, sino que debemos tener mucho cuidado de no privarnos a nosotros mismos
de otras bendiciones que podrían ser nuestras. Mientras esperamos el cumplimiento de
bendiciones prometidas, no debemos marcar el tiempo, ya que si no seguimos hacia adelante,
eso hasta cierto grado sería una retrogresión. Estén ansiosamente ocupados en buenas causas,
incluso la de su propio progreso. (Discurso pronunciado vía satélite a los jóvenes adultos, 26
de febrero de 1989.)
La fibra dorada de la elección. Dios obra solamente por medio de la persuasión, de la
paciencia y de la longanimidad, y no a través de la fuerza ni de la confrontación violenta. El
Señor obra tratando de atraernos con dulzura, respetando siempre nuestra libertad e inde-
pendencia. El desea ayudarnos y nos pide que le demos la oportunidad de hacerlo, pero nunca
lo hará violando nuestro albedrío. El nos ama demasiado para hacer eso, ya que, si lo hiciera,
iría en contra de Su divina naturaleza ...
El reprimirnos o quitarnos el derecho de elegir y luego impedirnos tomar cualquier
decisión es el método de Satanás y no de Dios; nuestro Padre nunca hará eso. No obstante, El
estará cerca de nosotros y nos ayudará a ver la senda correcta, a tomar las decisiones justas, a
oír y obedecer la voz de la verdad y sentir la innegable influencia del Espíritu. Su cálida,
pacífica y poderosa persuasión a hacer lo bueno y hallar el gozo estará con nosotros "...
mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya en el mundo un hombre a quien salvar"
(Moroni 7:36). ("La fibra dorada de la elección", Liahona, enero de 1990, pág. 18.)
Somos testigos de Dios. Si podemos moldear nuestra vida siguiendo el patrón que nos
dejó el Maestro, y tomar Sus enseñanzas y ejemplo como modelo supremo de nuestra
conducta, no nos será difícil ser constantes en todos los aspectos de la vida, porque estaremos
dedicados a una sola norma sagrada de comportamiento y creencia. Ya sea en el hogar o en la
tienda, en los estudios o mucho después de haber pasado la época estudiantil; sea que
actuemos solos o al unísono con una cantidad de personas, nuestro curso será claro y nuestras
normas muy evidentes y habremos tomado entonces la decisión, como dijo el profeta Alma, de
"ser testigos de Dios a todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que [estemos], aun
hasta la muerte" (Mosíah 18:9). ("Somos testigos de Dios", Liahona, julio de 1990, pág. 73.)
Los muros de la mente. A medida que van cayendo los muros en Europa oriental, la
Unión Soviética, África, China, India, América del Sur, y muchas otras partes del mundo,
ciertamente irá en aumento la necesidad correspondiente de tener más misioneros para cumplir
la divina comisión de llevar el evangelio a toda la tierra. ¿Estamos listos para hacer frente a la
empresa?
A fin de satisfacer las nuevas demandas que recaen sobre nosotros en esta gran obra
misional de los últimos días, quizás sea necesario que algunos, (particularmente la generación
mayor que ya ha criado a su familia), evaluemos la situación para determinar si los "muros"
que hemos levantado en nuestra propia mente deben caer. Por ejemplo, ¿qué sucede con el
"muro de la comodidad" que parece ser la causa de que muchas parejas y personas solteras no
salgan a una misión? ¿Qué sucede con el "muro de la economía", de deudas que interfieren
con la habilidad que tienen algunos miembros para salir a una misión, o del "muro de los
nietos", o el "muro de la salud", o el "muro de la carencia de autoconfianza", o el "muro de la
transgresión", o los muros del temor, la duda o la indiferencia? ¿Duda alguien por un instante
de que con la ayuda del Señor él o ella pudiese derribar esos muros?

188
Se nos ha dado el privilegio de nacer en estos últimos días, en vez de una de las
dispensaciones pasadas, a fin de llevar el evangelio a toda la tierra. No hay llamamiento más
sublime en esta vida. Si estamos satisfechos con escondernos detrás de los muros que hemos
levantado, de nuestra propia voluntad renunciaremos a las bendiciones que de otro modo
serían nuestras. (Ensign, septiembre de 1990, pág. 10.)
"Venid a mí". ¿Por qué queremos llevar nuestras cargas solos?, nos pregunta Cristo, o
¿por qué insistimos en cargarlas con un apoyo temporal que pronto se acaba? Para los que
llevan una carga pesada, el yugo de Cristo, o sea, la fortaleza y la paz que se obtienen
luchando al lado de Dios, es lo que les dará el apoyo, el equilibrio y la fortaleza para vencer
las dificultades que se presenten y para soportar lo que se requiera de ellos en esta difícil vida
mortal. Por supuesto, las cargas de la vida diaria varían con toda persona, pero todos las
tenemos. Además, cada prueba en esta vida está adaptada a la capacidad y a las necesidades de
cada uno, las que nuestro Padre Celestial, que tanto nos ama, conoce muy bien. Es cierto que
algunos problemas son causados por los pecados de un mundo que no obedece el consejo de
ese Padre, pero sea cual sea la razón, nadie está completamente libre de las dificultades de la
vida. Cristo nos dijo que ya que todos tenemos que llevar alguna carga y soportar algún yugo,
¿por qué no elegimos el suyo? El nos dice que Su yugo es fácil y Su carga liviana (véase
Mateo 11:28-30). (Véase "Venid a mí", Liahona, enero de 1991, pág. 20.)
El evangelio: una fe universal. En el mensaje del evangelio, toda la raza humana es una
sola familia que desciende de un solo Dios. Todos los hombres y todas las mujeres no son sólo
linaje de Adán y de Eva, sus primeros padres, sino también linaje espiritual de Dios el Eterno
Padre. Por tanto, todas las personas de la tierra son literalmente hermanos y hermanas en la
familia de Dios. Es por la comprensión y la aceptación de la Paternidad universal de Dios que
todos los seres humanos pueden reconocer mejor el interés de Dios en ellos, así como la
relación que existe entre todos los hijos de Dios. El evangelio es un mensaje de vida y de amor
que se contrapone totalmente a todas las opresivas tradiciones que se basan en la raza, el
idioma, la posición económica o política, la preparación académica o los antecedentes
culturales, puesto que todos somos de la misma alcurnia espiritual. Somos de linaje divino:
toda persona es hijo o hija espiritual de Dios. ("El evangelio: una fe universal", Liahona, enero
de 1992, págs. 19-20.)
Un camino más excelente. El mundo en que vivimos, ya sea cerca de nuestro hogar o
lejos de él, necesita el Evangelio de Jesucristo. Provee el único camino mediante el cual el
mundo llegará a lograr la paz. Debemos ser más bondadosos los unos con los otros, más
tiernos y tolerantes. Debemos ser tardos para la ira y más prontos para prestar ayuda. Debemos
extender una mano de amistad y no buscar la venganza. En una palabra, debemos amarnos los
unos a los otros con el amor puro de Cristo, con caridad y compasión genuinas y, si es
necesario, compartir el sufrimiento, pues es así como Dios nos ama. (Véase "Un camino más
excelente", Liahona, julio de 1992, pág. 67.)
Un ancla para el alma del hombre. Durante mi vida he sido testigo ocular de dos
guerras mundiales, además de la de Corea, la de Viet-nam y todo lo demás que estamos
presenciando en la actualidad. Pasé por la época de la depresión económica y me las arreglé
para completar mis estudios de abogacía mientras que al mismo tiempo empezaba a formar
una familia. He visto el desenfreno de las bolsas de valores y de la economía del mundo, así
como el de algunos déspotas y tiranos, cosas que por todo el mundo despiertan cierta
inquietud. De modo que, con toda franqueza, esta noche quisiera decirles que espero que no
piensen que todas las dificultades del mundo se han concentrado en esta década, o que para
cada uno de ustedes, las cosas nunca habían estado peor que ahora, o que nunca mejorarán.

189
Les aseguro que ha habido circunstancias peores y que siempre mejorarán; siempre sucede así,
especialmente cuando vivimos y amamos el Evangelio de Jesucristo y dejamos que florezca en
nuestra vida. (Charla fogonera para los jóvenes de diecinueve estacas, efectuada en la
Universidad Brigham Young, 7 de febrero de 1993; Ensign, octubre de 1993, pág. 70.)
El testimonio de un Apóstol en cuanto a Cristo. Como Apóstol ordenado y testigo
especial de Cristo, doy solemne testimonio de que Jesucristo es en realidad el Hijo de Dios; El
es el Mesías que anunciaron los profetas del Antiguo Testamento; El es la Esperanza de Israel,
por cuya venida habían orado los hijos de Abraham, Isaac y Jacob durante los largos siglos de
adoración . . . Doy este testimonio mediante el poder del Espíritu Santo. Testifico de la
existencia de Cristo como si hubiera visto con mis propios ojos y oído con mis propios oídos.
Asimismo, sé que el Espíritu Santo confirmará la veracidad de mi testimonio en el corazón de
aquellos que escuchen con un oído de fe. (Charla para establecer vínculos de amistad y her-
manamiento, transmitida vía satélite, 30 de octubre de 1983; Ensign, enero de 1984, pág. 70.)
¿Qué clase de hombres habéis de ser? ¡La gran norma! ¡El único camino certero! ¡La
Luz y la vida del mundo! Cuán agradecidos debemos estar a nuestro Padre Celestial por haber
enviado a Su Hijo Unigénito a la tierra para cumplir por lo menos dos misiones que ninguna
otra persona podría haber cumplido. La primera misión de Cristo como Hijo perfecto y libre
de todo pecado fue redimir a todo el género humano de la Caída, expiando el pecado de Adán
y nuestros propios pecados si lo aceptamos como nuestro Salvador y lo seguimos. Y la
segunda gran misión fue establecer el ejemplo perfecto de rectitud, de bondad, de misericordia
y de compasión, a fin de que el resto del mundo sepa cómo vivir, cómo progresar y cómo
llegar a ser más como El es ...
Debemos llegar a conocer a Cristo mejor de lo que lo conocemos; debemos recordarle
con más frecuencia de lo que le recordamos; debemos servirle más valientemente de lo que le
servimos. Entonces beberemos del agua que salta para vida eterna y comeremos del pan de
vida.
¿Qué clase de hombres y mujeres habremos de ser? Aun como El es. En el nombre de
Jesucristo. Amén. ("¿Qué clase de hombres habéis de ser?", Liahona, julio de 1994, págs. 72-
73.)

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190
NOTAS

CAPITULO 1: NACIDO DE BUENOS PADRES

1.Cuando el presidente Hunter visitó el castillo de Hunterston el 2 de junio de 1992,


obtuvo un folleto en el que aparecía la historia de la familia y sus propiedades, la cual hizo que
se escribiera a máquina en su diario y que aparece bajo esa fecha. Esta cita se ha tomado de
esa transcripción.
2."President Howard W. Hunter Honored by Scottish Clan", Ensígn, enero de 1988, pág.
75.
3.Aproximadamente en 1939, el abuelo de Howard, John Hunter, quien entonces vivía
en San Francisco, escribió la historia de su vida, intitulada "To the Children: Early Life of
Your Father" (A los hijos: un relato de la vida de su padre). Esta cita y la información
posterior, concerniente a la familia Hunter, se ha tomado de ese documento y de una versión
condensada escrita por Howard. Ambos manuscritos, sin fecha e inéditos, están en posesión de
miembros de la familia.
4.Nancy F. Nowell, Testimony ofNancy Nowell. A Copy of My Journals. Commenced
in Lapeer, Michigan, A Daily Account ofthe Devotíonal and Devout Exercises ofMy Heart
and the Testimony ofthe Truth (Salt Lake City: George Q. Cannon and Sons, 1892). Nancy
hizo que se publicara el manuscrito como un legado para sus descendientes.
5.No se sabe mucho en cuanto a lo que les sucedió a Nancy y a Silas en Nauvoo. Este
aparentemente se oponía a viajar hacia el oeste con los Santos, pero ella estaba resuelta a irse
y a llevar consigo a dos de sus hijos. Cuando acababa de abordar el barco para cruzar el
Misisipí, unos hombres que la habían ayudado le gritaron para avisarle que Silas se
aproximaba. Antes de que pudieran zarpar, Silas llegó al muelle y sacó del barco a uno de los
niños. El y la criatura desaparecieron, y sus descendientes nunca han llegado a saber qué fue
de ellos.
6.LeRoy R. Hafen y Ann W. Hafen, Handcarts to Zion (Glendale, California: The
Arthur H. Clark Company, 1960), 193. Esta fuente señala que Anders tenía veintinueve años
de edad; en realidad tenía veintiuno. Asimismo menciona incorrectamente el nombre de Nilla
como Nellie.
7.En algunos registros familiares y de la Iglesia, el nombre de Nilla aparece como Nilla
Torgersen.
8.En diversos registros familiares y de la Iglesia, el nombre de Nicoline aparece también
como Nicholine, Nicolene y Nicolina. Su familia la llamaba Lena.
9.Por un tiempo, los hijos de Nicoline vivieron con su padre, y luego se mudaron con
sus abuelos a Mount Pleasant.
10.Andrew Jenson, Encyclopedic History ofThe Church of Jesús Christ of Latter-day
Saints (Salt Lake City: The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints, 1941), 75—76.
11.Howard Hunter llevó un diario desde el 5 de agosto de 1918, tres meses antes de
cumplir once años, hasta el 6 de enero de 1919. Cuando su orquesta, los Hunter's Croonaders
(los Vocalistas Sentimentales de Hunter) salieron en un crucero al oriente el Io de enero de
1927, llevó un diario detallado de las actividades de cada día. Continuó escribiendo en dicho
diario hasta fines de ese año. A través de los años llevó registros meticulosos de fechas y

191
acontecimientos importantes en su vida; y a principios de la década de 1970, valiéndose de
esos registros y de los recuerdos de los miembros de la familia, escribió una historia de su vida
hasta octubre de 1959, cuando fue llamado al Quórum de los Doce. Desde ese período, tomaba
apuntes de las actividades de cada día, los cuales dictaba a su secretaria para que ésta los
transcribiera. La transcripción de esos diarios ascienden a un total de casi tres mil páginas en
cuatro tomos. Con el permiso del presidente Hunter, las citas que se hacen en esta biografía se
han tomado tanto de su historia como de sus diarios. Las citas adicionales que se le atribuyen a
él provienen de artículos de los periódicos y de las revistas, cuyas fuentes se identifican al
final de las citas, así como de entrevistas personales.

CAPITULO 2: UNA NIÑEZ FELIZ EN BOISE

1.En ésta y en citas subsiguientes tomadas del diario que Howard escribió cuando era
niño, se dejó intacta la ortografía original. Con el fin de facilitar la lectura se insertaron
algunos signos de puntuación y letras mayúsculas; en lo que respecta a lo demás, se siguió el
estilo del manuscrito original.
2.Kellene Ricks, "Friend to Friend", Friend, abril de 1990, pág. 6.
3.A Meridian se le dio originalmente el nombre de Hunter, dando con ello
reconocimiento al nombre del abuelo de Howard, John Hunter.
4.Ricks, "Friend to Friend".
5.J. M. Heslop, "He Found Pleasure in Work", Church News, 16 de noviembre de 1974.
6.Howard tenía la esperanza de ser el primer scout Águila en el estado de Idaho, y varios
años después, algunos artículos de periódicos y de revistas escritos acerca de él indicaban que
había sido el segundo. No obstante, debido a que la Iglesia tenía barrios y estacas bastante
estables en el sureste de Idaho, al norte del valle Cache en Utah, él piensa que es posible que
uno o más scouts de esa región hayan logrado ese reconocimiento antes que él; pero lo cierto
es que fue el segundo scout Águila de Boise, y tal vez del estado de Idaho.

CAPITULO 3: LA SECUNDARIA, EL TRABAJO Y UN CRUCERO

1.En 1976, Howard y Dorothy regresaron a Boise para la celebración del cincuenta
aniversario de la graduación de éste de la secundaria, y a la que también habían invitado a la
clase de 1928, o sea, la de Dorothy. Los dos días de actividades culminaron con un banquete
en un restaurante local. Después de la cena y del programa, Howard escribió: "Muchos de los
invitados bailaron al compás de la música de una orquesta que tocaba las piezas que solíamos
bailar hace más de cincuenta años. Los que no eran buenos para bailar charlaban con viejas
amistades . . . Fue una ocasión muy amena y llena de nostalgia en la que todos parecieron
divertirse mucho. Me da gusto que hayamos venido. Regresamos a casa después de la
medianoche."
2.Howard solía jugar al golf de vez en cuando después de que se mudó a California, y
hasta la época en que llegó a ser obispo en 1940. Después de su relevo, afirma, fue a jugar golf
una vez con su esposa Claire, y ella le ganó.
3.Muchos años más tarde, el élder Neal A. Maxwell visitó las Filipinas y fue al Hotel
Manila, en donde vio lo que se conocía como el Apartamento del General MacArthur, en

192
honor al General Douglas MacArthur. Al regresar a Salt Lake City, se enteró de que el élder
Hunter también iba a Manila, y le dijo: "Tiene que ir a ver el apartamento en ese hotel. ¿Ha
estado ahí alguna vez?" "Sí", fue la respuesta. "¿Cuándo?", preguntó el élder Maxwell. "En
1927", fue la respuesta. En una entrevista que se le hizo para este libro, el élder Maxwell
comentó: "No es solamente que el élder Hunter se haya criado en un ambiente diferente; tiene
conexiones con una época a la que realmente no consideramos que él pertenezca."
4. En mayo de 1983, Howard acompañó al grupo de danzas folklóricas internacionales
de la Universidad Brigham Young en una gira de dieciséis días por China. El 24 de mayo,
mientras estaban en Shanghai, volvió al restaurante. En su diario, describió esa experiencia:
"Cuando estuve en Shanghai en 1927, la ciudad estaba dividida en secciones: la Concesión
Francesa, la Concesión Británica, la Concesión Japonesa y la Ciudad Antigua. Le pregunté al
guía en cuanto al club francés en el que una vez había estado, y me dijo que se encontraba a
sólo diez minutos de distancia y que nos llevaría a Fred [SchwendimanJ y a mí a ese lugar . . .
Caminamos por la calle Mac. Ming hasta el número 58 y ahí estaba el restaurante, el que ahora
lleva el nombre de Jing Jiang Club, considerado todavía el restaurante más exclusivo de la
ciudad. Atravesamos los jardines y nos dispusimos a hablar con el portero. Nos llevó adentro,
guiándonos por la bella escalinata hasta el comedor y la sala de baile. Ha cambiado un poco
pero el lugar donde bailan y las luces todavía son los mismos, y el sitio de la orquesta continúa
siendo el mismo. Me parecía imposible estar en el lugar donde había estado hacía cincuenta y
seis años, sin darme cuenta en aquel entonces de que algún día volvería."
5.Cuando Howard volvió a visitar Kobe en 1979 para las sesiones de la conferencia de la
Estaca Osaka Japón Norte, escribió: "En camino de regreso a la casa de la misión [de la
Misión Japón Kobe] llevamos a los hermanos Kikuchi [Yoshihiko] al Hotel Oriental en Kobe,
un hotel nuevo que ocupaba el lugar en donde había estado otro con el mismo nombre, donde
yo había tocado hacía cincuenta y dos años, cuando mi orquesta estaba de gira en el S.S.
President Jackson. El presidente [Robert T.] Stout nos llevó en el auto hasta el mismo muelle
al que habíamos atracado en aquella época. Nos detuvimos a mirar un barco de Shanghai, y leí
en mi diario acerca de mi visita a Kobe, el 10 de febrero de 1927. Fue interesante ver el
muelle, la vieja aduana, y el lugar en donde había estado hacía muchos años. Todo parecía
igual, pero ya no estaban más los cientos de carricoches." Al día siguiente, "después de cenar,
el presidente Stout nos llevó al hermano Kikuchi y a mí a un paseo hasta la cima de la
montaña Rokko, así como a la cumbre del monte Maya, en donde había estado en 1927. Los
transbordadores y los santuarios todavía existen."
6.Después de su bautismo, Will continuó fomentando el que la familia participara en la
Iglesia, pero por muchos años él no estuvo plenamente activo. En 1953, él y Nellie recibieron
sus investiduras en el Templo de Ari-zona, en Mesa, y Howard fue sellado a ellos. Véase el
capítulo 7.

CAPITULO 4: ¡CALIFORNIA, ALLÁ VOY!

1.Mildred Adams, según la cita Carey McWilliams en Southern California: An Island on


the Land (Santa Barbara and Salt Lake City: Peregrine Smith, 1973), 135.
2.La obra misional que se llevó a cabo en Sorau se describe brevemente en la obra de
Gilbert W. Scharffs, Mormonism in Germany: A History of The Church of Jesús Christ of
Latter-day Saints in Germany Between 1840 and 1970 (Salt Lake City: Deseret Book, 1970),
41—43. En 1892, la región recibió la visita de dos misioneros: Hugh and David Cannon, hijos

193
del presidente George Q. Cannon, Primer Consejero en la Primera Presidencia. Ellos "habían
estado trabajando sólo un corto tiempo en una región nueva de la misión de Prusia, en el
pueblo de Sorau . . . cuando, de pronto, David Can-non falleció el 17 de octubre de 1892 . . .
Para fines de 1893, había 262 misioneros en la misión [Suiso-alemana], la mayoría de ellos
(181) en Alemania. La nueva Rama de Sorau llevaba la delantera con 37 bautismos". Al año
siguiente, 1894, "Sorau tenía más bautismos que cualquier otro lugar en Europa en esa época
... La misión recibió la visita del presidente de la Misión Europea, el apóstol Anthony H.
Lund. En Sorau, un acaudalado granjero que era presidente de rama había invitado a 200
personas a su hogar, ya que las reuniones públicas estaban prohibidas. A esa reunión asistieron
dos oficiales de la ciudad y el hijo de un ministro. Después de la reunión, varios de los Santos
que habían tenido que viajar cerca de veinticinco kilómetros, fueron apedreados cuando se
dirigían a sus hogares." Esa parte de Prusia, cerca de la frontera entre Polonia y Alemania, fue
cedida a Alemania después de la Primera Guerra Mundial, llegó a formar parte de la zona de
ocupación de Rusia después de la Segunda Guerra Mundial, y, posteriormente, fue cedida a
Polonia. Esa región quedó destruida a consecuencia de las dos guerras, en las que también se
destruyeron muchos registros importantes, transformando una tarea casi imposible el hacer
investigación genealógica en la línea de la familia Reckzeh.
3.Maria Emilie vivió el resto de su vida en Salt Lake City, en donde participó
activamente en la Iglesia y llevó a cabo una obra considerable en el Templo de Salt Lake. Al
tiempo de su fallecimiento, el 21 de mayo de 1942, a la edad de ochenta y tres años, había
efectuado la obra del templo por más de quinientas personas.
4.Richard Hunter hizo recientemente el siguiente comentario: "Siempre he admirado la
determinación de papá de seguir un curso de acción que pensaba era el mejor. Cuando decidió
guardar para siempre su saxofón y su clarinete, me pareció una decisión increíble. Desde su
juventud le había gustado la música y divertir a la gente. Era un buen músico, y la música
siempre formó parte de su vida. El cerrar el estuche de sus instrumentos me pareció una
decisión extraordinaria; sin embargo, él había decidido que necesitaba seguir un camino mejor
en la vida. Cuando yo cursaba los estudios secundarios, teníamos una orquesta de jazz, la cual
necesitaba un sa-xofonista. Le pregunté a papá si todavía tenía el saxofón, y dijo que tal vez
estaba en el desván. Lo encontré tal como él lo había dejado en 1931. Lo saqué, mandé a que
le pusieran rellenos nuevos y lo toqué por algún tiempo. En realidad, a mí me pareció como si
... él no hubiera abierto el estuche del saxofón durante veinticinco años."
5.Doyle L. Green, "Howard William Hunter, Apostle from California", Improvement
Era 63 (enero de 1960): 36.

CAPITULO 5: ESPOSO, PADRE, ABOGADO, OBISPO

1.El Coro del Tabernáculo se encontraba en una gira que incluía presentaciones en la
Feria Mundial de San Diego, "The California Pacific International Exposition". Véase "The
Church Moves On", Improvement Era 38 (octubre de 1935): 621.
2.Según Leo J. Muir, A Century of Mormón Activities in California (Salt Lake City:
Deseret News Press, sin fecha), 1:252—53, "El 24 de julio de 1936, el barrio presentó otra vez
en el anfiteatro la continuación de la primera exhibición teatral The March of the Battalion'.
Esta exhibición teatral se presentó nuevamente en la Feria Mundial de San Diego, auspiciada
por el Barrio Inglewood."
3."Se dio comienzo a la construcción de la capilla en diciembre de 1937, y le dedicó el
194
24 de julio de 1938, el élder Melvin J. Ballard. El costo del edificio y del terreno excedió los
$50.000 dólares." Muir, A Century of Mormón Activities in California 1:252.
4.Varios años más tarde, la universidad decidió conferir el grado de doctor en leyes o
"juris doctor", en vez de licenciado en leyes. La decisión se hizo retroactiva y, en 1971,
Howard solicitó y recibió el grado de doctor en jurisprudencia para reemplazar el grado de
licenciado en leyes que previamente había recibido.
5.John Hunter falleció al año siguiente, el 10 de agosto de 1941, en San Francisco.
6.Todos los dieciséis miembros de la clase de genealogía de Howard, hasta donde se
puede determinar, se casaron más tarde en el templo. Green, "Howard William Hunter,
Apostle from California", 36.
7.Unos meses después, cuando Frank Brundage se mudó de esa región, Richard M.
Bleak fue llamado como primer consejero, y James A. Rawson, como segundo consejero.
Cuando el hermano Bleak se mudó en 1943, el hermano Rawson fue nombrado primer
consejero, y George W. Rands, segundo consejero. Estos hombres sirvieron con el obispo
Hunter hasta que fue relevado en noviembre de 1946.
8.Nelle Hedtke, "History of the South Pasadena Ward Sunday School, Pasadena Stake of
Zion, 1938—1950", manuscrito inédito.
9.Charles C. Pulsipher, "My Most Influential Teacher", Church News, 10 de enero de
1981, 2.

CAPITULO 6: LA VIDA FAMILIAR Y LA PRACTICA DE LA ABOGACÍA

1.Dieciséis años más tarde, en agosto de 1970, los exploradores y sus líderes efectuaron
una reunión en Pasadena. Howard informó que "de los catorce jovencitos que hicieron el viaje,
la mayoría han cumplido misiones, han terminado su educación, algunos han prestado servicio
militar, y todos se han casado."
2.Green, "Howard William Hunter, Apostle from California", 37.
3.Todavía a principios de 1994, Howard era aún miembro del directorio de la compañía
Watson. Casi cada mes, durante cincuenta años, excepto cuando se encontraba en asignaciones
de la Iglesia o por enfermedad, asistió a las reuniones mensuales del directorio, yendo por lo
general en avión a Los Angeles el domingo por la noche o los lunes por la mañana, asistía a la
reunión del lunes, y regresaba a casa esa misma noche.
4.En noviembre de 1989, se publicó la corta biografía que Richard Hunter escribió de su
padre, en un folleto intitulado "The Howard W. Hunter Professorship in the J. Reuben Clark
Law School, Brigham Young University". El folleto se repartió a los invitados que asistieron a
un programa especial en homenaje al élder Hunter, con respecto al establecimiento de la
cátedra en leyes en la Universidad Brigham Young.
5.Palabras de John S. Welch, pronunciadas en un programa especial en tributo a Howard
W. Hunter, patrocinado por el Tribunal Federal de Apelaciones del noveno circuito de Los
Angeles, el 26 de noviembre de 1990.
6.Palabras de Cree-L Kofford, pronunciadas en una reunión patrocinada por las
organizaciones locales de la Sociedad J. Reuben Clark, del sur de California, en honor a
Howard W. Hunter, Hotel Hilton, Los Angeles, 6 de mayo de 1989.

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CAPITULO 7: PRESIDENTE DE LA ESTACA PASADENA

1.Bruce Henstell, Los Angeles: An Illustrated History (Nueva York: Alfred A. Knopf,
1980), 186.
2.En esa época se discontinuó el nombre de la Estaca Hollywood, y desde entonces fue
conocida como la Estaca Los Angeles. A la que previamente se conocía como la Estaca Los
Angeles se le dio el nuevo nombre de Estaca Los Angeles Sur.
3.El Io de marzo de 1953, Daken Broadhead fue relevado de la presidencia de la estaca,
después de aceptar un puesto como ayudante executivo del nuevo Secretario de Agricultura de
los Estados Unidos, Ezra Taft Benson. A. Kay Berry, que había sido segundo consejero, fue
sostenido como primer consejero, y J. Talmage Jones fue llamado como segundo consejero en
la presidencia de la estaca. Posteriormente, el presidente Berry fue relevado, y el presidente
Jones fue llamado como primer consejero, y Richard S. Summerhays como segundo
consejero. En septiembre de 1959, el presidente Jones fue relevado como primer consejero,
puesto en el que se sostuvo al presidente Summerhays. Daken Broadhead fue nuevamente
sostenido como miembro de la presidencia de la estaca, esta vez como segundo consejero.
4.William A. Pettit, manuscrito inédito de la historia de la Estaca Pasadena, septiembre
de 1966, pág. 21.
5.James B. Alien y Glen M. Leonard, The Story of the Latter-Day Saints, segunda
edición, revisada y amplificada (Salt Lake City: Deseret Book, 1992), 599.
6.Según lo confirmó Daken Broadhead, en la década de 1990, la propiedad valía por lo
menos diez veces más que aquella cantidad. Debido a la inclinada colina que se encuentra
detrás del estacionamiento, la propiedad está rodeada de una franja de follaje. Con una suma
adicional de 5,000 dólares, la estaca compró un terreno al lado este del edificio, en el que
construyeron instalaciones de recreo, incluso un campo de softball, un lugar para picnics, y
otro con juegos para niños.
7.Para mayor información sobre la introducción del programa de seminarios matutino en
Los Angeles, véase Alien y Leonard, The Story of the Latter-day Saints, segunda edición,
575-76.
8."Welfare and the Relief Society", Relief Society Magazine, abril de 1962, pág. 238.
9.Pettit, manuscrito inédito de la historia de la Estaca Pasadena, pág. 20.
10."Make Us Thy True Undershepherds", Ensign, abril de 1986, 7.
11.Green, "Howard William Hunter, Apostle from California", 37. En el artículo no
aparece el nombre de la persona citada.
12.Betty C. McEwan, "My Most Influentíal Teacher", Church News, 21 de junio de
1980, 2.

CAPITULO 8: EL LLAMAMIENTO AL QUORUM DE LOS DOCE

1. "Durante los tres semestres que asistió al Pasadena City College, en todas las clases
sacó calificaciones de 'A', excepto una 'B' que recibió en Composición II", anotó Howard en su
historia. "Me sentía orgulloso de su aptitud escolástica".
2.Journal ofDiscourses 9:86.
3.El 15 de octubre de 1959, el Quórum de los Doce estaba integrado por el presidente
196
Joseph Fielding Smith, 83; y los élderes Harold B. Lee, 60; Spencer W. Kimball, 64; Ezra Taft
Benson, 60; Mark E. Petersen, 61; Delbert L. Stapley, 62; Marión G. Romney, 62; LeGrand
Richards, 73; Richard L. Evans, 53; George Q. Morris, 85; Hugh B. Brown, 75; y Howard W.
Hunter, 51.
4.Alien y Leonard, The Story ofthe Latter-day Saínts, segunda edición, 591, 593.
5.Richard Summerhays, que había sido consejero en la presidencia de la estaca, fue
sostenido como el nuevo presidente de la estaca, con James C. Ellsworth y Clifford I.
Cummings como consejeros.
6.Hasta 1977, la conferencia general anual de abril se efectuaba por tres días e incluía
dos sesiones el 6 de abril, el aniversario de la organización de la Iglesia en 1830. Si el 6 de
abril caía en jueves o viernes, las otras sesiones por lo general se llevaban a cabo el sábado y
el domingo siguientes. Si el 6 de abril caía en lunes, martes o miércoles, la conferencia daba
comienzo el fin de semana anterior. Había seis sesiones generales; una sesión del sacerdocio
que se efectuaba el sábado por la noche, una sesión de bienestar, que por lo general se
efectuaba temprano por la mañana, y una reunión para los oficiales y maestros de la Escuela
Dominical, que se efectuaba el domingo por la noche. Desde abril de 1977, las sesiones de la
conferencia general se han llevado a cabo el primer sábado y domingo de abril, y el primer
domingo en octubre y el sábado que le antecede (cuando el 1° de octubre cae en domingo, la
conferencia da comienzo el sábado 30 de septiembre).
7.Aunque ya no practicaba la abogacía, el élder Hunter aún tenía participación en
numerosos negocios, algunos de ellos en sociedad con Gilíes DeFlon, y otros con John y
Richard. Uno de esos negocios era la inversión en la industria ganadera. Durante varios años,
el élder Hunter y sus hijos fueron propietarios de ganado, el cual tenían en una parcela en
Lancaster, California. En junio de 1961, el élder Hunter y el señor DeFlon compraron un
rancho de diez mil hectáreas al oeste de Promontory, Utah. Al élder Hunter le gustaba visitar
el rancho periódicamente, y durante varios años ayudó a preparar los documentos relacionados
con los impuestos, manteniéndose al tanto de otros asuntos relacionados con dicha propiedad.
Después del fallecimiento del señor DeFlon en 1966, su hijo James DeFloñ se hizo cargo de
esa porción de la propiedad. Después de hacer una visita al rancho con James DeFlon en 1991,
el élder Hunter escribió: "Tenemos aproximadamente mil ochocientas cabezas de ganado,
incluyendo vacas, toros y novillos; veinte hombres se hacen cargo de marcarlas y vacunarlas.
Jim me llevó a dar una vuelta alrededor del rancho para ver los tanques del agua, el molino y
las bombas solares que activan las cañerías. Hacía mucho que no iba al rancho y me quedé
asombrado al ver el tamaño de la operación".
8. El 9 de febrero de 1973, el élder Hunter escribió: "El trabajo de este comité [de
personal] ha aumentado considerablemente durante los últimos años, a medida que los
departamentos se han agrandado debido al crecimiento de la Iglesia. Muchos empleados, tales
como los que trabajan en los templos, en el departamento de construcción, en las oficinas en el
extranjero, y en otras operaciones, han quedado bajo la jurisdicción de este comité. Nosotros
determinamos los salarios, los aumentos, los beneficios para los empleados, así como las
normas para la administración". Cuando fue relevado del comité el 15 de julio de ese año,
escribió: "Fui llamado a este comité el 17 de enero de 1963, y he trabajado aquí desde
entonces. LeGrand Richards y yo hemos sido los únicos miembros por varios años, tiempo
durante el cual utilizamos los servicios de Russell Williams como director de personal, y
establecimos un eficiente departamento de operaciones".
9. Con fecha martes, 17 de abril de 1973, el élder Hunter escribió: "Esta mañana me

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encaminé bajo la lluvia hasta la Casa Misional y di mi última presentación. El 11 de
noviembre de 1960, fui llamado a integrar el personal de enseñanza y disertar en cuanto al
tema de la Apostasía y la Restauración, y desde ese entonces he hablado ante varios cientos de
clases de misioneros". En aquellos años, la Casa Misional se encontraba ubicada a media
cuadra del Edificio de Administración de la Iglesia. A principios de 1961, los misioneros que
eran llamados a regiones donde no se hablaba inglés, asistían al Centro de Capacitación de
Lenguas, al norte de la Universidad Brigham Young, en Provo, y en 1976, una vez que esa
institución se amplió considerablemente, los misioneros que eran llamados a regiones donde
se hablaba inglés, también iban ahí para recibir capacitación.

CAPITULO 9: TESTIGO ANTE EL MUNDO

1. Impreso en el semanario Church News, 20 de enero de 1962, 5. Véase también


Edward L. Kimball y Andrew E. Kimball, hijo., Spencer W. Kimball (Salt Lake City:
Bookcraft, 1977), 336. Camilla Kimball escribió en cuanto a la experiencia que tuvieron en
Jerusalén durante la Navidad en la revista This People, diciembre de 1985, pág. 41, y en una
carta al editor de This People, febrero/marzo de 1986, 6.
2.Palabras pronunciadas por el presidente Thomas S. Monson en los servicios fúnebres
para Claire Jeffs Hunter, Centro de la Estaca Monument Park, Salt Lake City, 12 de octubre de
1983.
3."Élder Hunter Reports So. Pacific Missions", Church News, 9 de junio de 1992, 3.
4.Kava, una especie de pimienta que se cultiva en las islas y se muele para hacer una
bebida.
5.Church News, 24 de septiembre de 1966,15.

CAPITULO 10: EL MINISTERIO APOSTÓLICO - PARTE 1

1.Bruce R. McConkie, Doctrina Mormona (Salt Lake City: Bookcraft, 1966).


2.Conference Report, 30 de septiembre de 1961, 79, 81.
3.Una porción de la información sobre la historia de la Sociedad Genealógica durante la
década de 1960 se ha extraído del libro de James B. Alien y Jessie Embry, "Hearts Turned to
the Fathers: A History of the Genealogical Society of The Church of Jesús Christ of Latter-day
Saints", manuscrito inédito, 1991. Ejemplares del mismo se encuentran en la Biblioteca
Harold B. Lee, de la Universidad Brigham Young, Provo, Utah; en la Biblioteca Histórica de
la Iglesia y en la Biblioteca del Departamento de Historia Familiar en Salt Lake City. Véanse
también artículos sobre la genealogía en la revista Improvement Era, julio de 1969.
4.En 1968 se organizó la compañía Management Systems Corporation (MSC), una
entidad de la Iglesia encargada de los asuntos referentes a las computadoras de la Iglesia, así
como de los contratos para trabajos comerciales. El Departamento de Sistemas de Información
se estableció en 1974 con el fin de administrar todos los asuntos internos referentes a las com-
putadoras, y en 1979 se disolvió la MSC. Véase Alien y Embry, "Hearts Turned to the
Fathers", capítulo 10.
5.Douglas D. Palmer, "The World Conference on Records", Improvement Era, julio de
1969, 7. Para fines de 1993 se habían establecido más de dos mil centros de historia familiar

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con el fin de atender las necesidades tanto de los miembros de la Iglesia como las de aquellos
que no lo son.
6.Seminario para Representantes Regionales, Salt Lake City, Utah, 1968.
7.Jay M. Todd, "Élder Howard W. Hunter, Church Historian", Improvement Era, abril
de 1970,27.
8.Church News, 14 de febrero de 1970, 3.
9.La información sobre la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo se ha tomado del
libro de John L. Sorenson, "Brief History of the BYU New World Archaeological
Foundation", disertación inédita preparada para el simposio sobre la Arqueología en
Mesoamérica, en la Universidad Brigham Young, 1975.
10. Ibid.

CAPITULO 11: EL MINISTERIO APOSTÓLICO - PARTE 2

1. La información sobre Laie, el colegio y el Centro Cultural Polinesio aparece en las


siguientes fuentes: Robert O'Brien, Hands Across the Water: The Story ofthe Polynesian
Cultural Center (Laie: The Polynesian Cultural Center, 1983); R. Lanier Britsch, Unto the
Islands ofthe Sea: A History ofthe Latter-day Saints in the Pacific (Salt Lake City: Deseret
Book, 1986); Craig Ferré, "A History of the Polynesian Cultural Center's 'Night Show':
1963—1983", disertación de doctorado, Universidad Brigham Young, agosto de 1988; Alton
L. Wade, palabras pronunciadas en un servicio espiritual en la Universidad Brigham Young—
Hawai, 7 de enero de 1993, y publicado en Profile Maga-zine (BYU—Hawai), verano de
1993, págs. 4—8.
2. "Todos son iguales ante mí", discurso pronunciado en una charla fogonera de catorce
estacas en el Centro Marriott de la Universidad Brigham Young, 4 de febrero de 1979, y
reimpreso en la revista Ensign, junio de 1979, págs. 72—74.
3.En una recepción llevada a cabo en Jerusalén en octubre de 1975, el élder Hunter se
reunió con el Primer Ministro Yitzhak Rabin, quien, en 1993, viajaría a los Estados Unidos
con el fin de firmar un acuerdo de paz con Yasir Arafat, jefe de la Organización para la
Liberación Palestina.
4.Una carta del élder Hyde, en la que describe sus experiencias misionales y que incluye
una copia de su oración, se publicó en el Millennial Star, y se reimprimió en la obra de José
Smith, History ofthe Church 4:454—59.
5.Steven W. Baldridge, con Marilyn N. Roña, Grafting In: A History ofthe Latter-day
Saints in the Holy Land (Israel: The Jerusalem Branch of The Church of Jesús Christ of
Latter-day Saints, 1989), 19—21. De acuerdo con este libro, el alcalde de Jerusalén, Teddy
Kollek, había sugerido previamente la construcción del monumento.
6."President Kimball Dedicates Orson Hyde Memorial Garden in Jerusalem", Ensign,
diciembre de 1979, 67—68. Para información adicional sobre el proyecto conmemorativo,
véase Lucile C. Tate, LeGrand Richards: Beloved Apostle (Salt Lake City: Bookcraft, 1982),
284—85, 299—301. En el libro dice que la dedicación se llevó a cabo en domingo; sin
embargo, el calendario de 1979 muestra que el 24 de octubre fue miércoles.
7.La contribución de un millón de dólares habría de costear los gastos de construcción y
el arreglo de los jardines. La Fundación Jerusalén, que tuvo a su cargo el proyecto del

199
sembrado, accedió a encargarse del mantenimiento del jardín durante los 999 años del
arrendamiento.
8.Baldridge, Grafting In, 53—54.
9.Naomi Shepherd, Teddy Kollek, Mayor of Jerusalem (Nueva York: Harper & Row,
1988), 102—3. Véase también Baldridge, Grafting In, 76—81.
10.Church News, 28 de julio de 1985.
11.Las modificaciones incluían la garantía de que nadie que tuviera alguna conexión con
el centro jamás podría hacer obra proselitista en Israel.
12.Baldridge, Grafting In, 94.

CAPITULO 12: "JUNTOS NOS COMUNICÁBAMOS DULCEMENTE"

1.Spencer W. Kimball, Instructor, agosto de 1960,256—57, como lo citara Ezra Taft


Benson en un artículo para conmemorar el 150 aniversario de la organización del Consejo de
los Doce, Church News, 27 de enero de 1983, pag. 3.
2.Will Hunter había gozado de buena salud hasta un poco tiempo antes de su muerte,
cuando sufrió una hemorragia cerebral. Falleció tranquilamente, sin recobrar el conocimiento,
a los ochenta y tres años de edad.
3.Bruce R. McConkie, "The New Revelation on Príesthood", Priesthood (Salt Lake City:
Deseret Book, 1981), 126.

CAPITULO 13: LA FAMILIA Y LOS VECINOS

1.Carma Wadley, "Utahns Share Memories of Mother", Deseret News, 8 de mayo de


1983.
2.Muir. A Century of Mormón Activities in California 1:447.

CAPITULO 14: UNA BUENA CUOTA DE ALTIBAJOS

1."The Opening and Closing of Doors", Ensign, noviembre de 1987, 58.


2.Spencer W. Kimball, La fe precede al milagro (Salt Lake City: Deseret Book, 1972),
pág. 97.
3.En un discurso pronunciado en la conferencia general de abril de 1991, el élder Rulon
G. Craven, de los Setenta, ex Secretario Ejecutivo del Quórum de los Doce, hizo referencia a
las dificultades que el presidente Hunter tuvo para caminar, y al día triunfante en que por fin
pudo caminar hasta el templo: "Muchos recordarán que hace algunos años se le informó al
presidente Hunter que no podría volver a caminar y que quedaría confinado a una silla de
ruedas. Sin embargo, su fe y su determinación fueron más fuertes que ese diagnóstico.
Diariamente, sin publicidad y en forma muy callada, se sometió a una terapia de ejercicios
cansadores y difíciles, con la determinación y la visión de que algún día volvería a caminar.
Durante esos difíciles meses, sus hermanos de los Doce oraron diariamente por él en sus
reuniones de quórum y en forma privada.
"Meses después, un jueves por la mañana, fui a la oficina del presidente Hunter por un
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asunto que estaba anotado en la orden del día para la reunión del templo. Me dijeron que ya se
había ido caminando al templo. Aun cuando dudé de lo que me habían dicho, me apresuré
para alcanzarlo. Cuando lo hice, pude ver que caminaba con la ayuda de un andador. Fuimos
juntos hasta el ascensor y luego hasta el cuarto piso, y caminamos hasta el aposento alto.
Cuando el presidente entró en la sala, los Doce se pusieron de pie y lo aplaudieron. Lo
observaron cariñosamente caminar hasta su silla y sentarse y luego, con un amor, honor y
ternura magníficos, cada uno de ellos se acercó a él, lo besó en la frente y lo abrazó,
demostrándole así su cariño y admiración. Luego que todos se sentaron, el presidente Hunter
les agradeció y les dijo: 'Se decía que yo no volvería a caminar, pero con la ayuda del Señor y
mi determinación, y lo que es más importante, la fe de mis hermanos de los Doce, estoy
caminando nuevamente'" ("Profetas", Rulon G. Craven, Liahona, julio de 1991, págs. 29—
30).
4. Dell Van Orden, "Exciting Time in Church History", Church News, 25 de junio de
1988, pág. 6.

CAPITULO 15: PRESIDENTE DEL QUORUM DE LOS DOCE

1.Van Orden, "Exciting Time in Church History", 6.


2.El Coro del Tabernáculo estuvo en Israel desde el 27 de diciembre de 1992 hasta el 6
de enero de 1993. Una descripción detallada de su gira y conciertos aparece en el artículo
intitulado "One Voice", por LaRene Gaunt, Ensign, abril de 1993, págs. 34—49. El presidente
Hunter había hecho planes para estar en Israel para esa gira histórica, pero tuvo que cancelar el
viaje debido a problemas de salud.
3.Cody Judy, un individuo de veintisiete años de Bakersfield, California, fue detenido en
la cárcel del Condado de Utah al habérsele acusado formalmente de agresión física, de
alteración del orden público y detención ilegal. Además, se le identificó como a la persona que
una semana antes había dejado armas de fuego y municiones en la Manzana del Templo (en
ese incidente no se le formularon cargos). Cuando le preguntaron la razón por la que había
amenazado al presidente Hunter, afirmó haber recibido visiones en las que Dios le decía que él
sería el siguiente profeta de la Iglesia. Fue enviado al Hospital del Estado de Utah para una
evaluación psiquiátrica, y el 23 de marzo se escapó de dicha institución saltando desde una
ventana del tercer piso. Tres días después se entregó en una estación de televisión de Salt Lake
City. El 2 de junio de 1993, se declaró culpable en el Tribunal del Cuarto Distrito, en Provo,
de un cargo de robo a mano armada, delito de primer grado; un cargo de agresión física; delito
de tercer grado; y un cargo de fuga, fechoría clase B, y fue sentenciado a prisión. Véase
"Suspect Linked to Guns Left at Square", Deseret-News, 8 de febrero de 1993, A-l; "Suspect
in Fireside Bomb Threat Says He Is Fulfilling Prophecies", Deseret News, 9 de febrero de
1993, B-l; "Judy Pleads Guilt to 'Bomb' Threat", Deseret News, 3 de junio de 1993, B-2;
"California Man Threatens President Hunter, Fireside Audience with Fake Bomb", Brigham
Young Magazine, febrero de 1993, pág. 15—16.
4."Y. Honors Élder Hunter", Church News, 16 de abril de 1966.
5."Students Honor Élder Hunter", Church News, 27 de abril de 1968.
6.En realidad, el presidente Hunter fue elegido al directorio el 19 de julio de 1944,
cuarenta y seis años —no cincuenta— antes de que la compañía hiciera su contribución en su
nombre a la facultad de leyes de la Universidad Brigham Young.

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PUBLICACIONES PERIÓDICAS

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Conference Report ofthe Church of Jesús Christ ofLatter-day Saints

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Profile Magazine fBYU-Hawai)
Revista de la Sociedad de Socorro
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http://bibliotecasud.blogspot.com/

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