Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
http://ap.psychiatryonline.org/cgi/reprint/27/3/160.pdf
Reseña historica
La conceptualización del término alianza terapéutica
fue desarrollándose a lo largo del siglo XX. El propio Freud, en su
trabajo de 1912 La dinámica de la transferencia, planteó la
importancia de que el analista mantuviera un interés y una actitud
comprensiva hacia el paciente para permitir que lo más saludable
de este estableciera una relación positiva con el analista.
En sus primeros escritos, Freud describió el afecto del paciente
hacia el terapeuta como una forma beneficiosa y positiva de
transferencia que revestía de autoridad al analista (Freud,
1913). Este aspecto transferencial favorecía la aceptación y la
credibilidad de las explicaciones e interpretaciones del terapeuta.
Más adelante consideró que una transferencia positiva podía
distorsionar la relación real existente entre ambos. De este modo,
Freud destacó la importancia del trabajo con las interpretaciones
de la transferencia y con las capacidades y aptitudes de la
“porción de consciencia intacta”, para desarrollar un compromiso
con el terapeuta “real”.
Originariamente se formuló la relevancia de la relación terapéutica
a partir del factor transferencial que el cliente aportaba al contexto
psicoterapéutico, pero Zetzel, autor de orientación psicoanalítica
(1956), distinguió entre transferencia y alianza, sugiriendo que
esta última se afincaba sobre los aspectos menos neuróticos de la
relación entre terapeuta y paciente, que facilitaba el insight y la
interpretación, favoreciendo la distinción entre las experiencias
vinculares del pasado y la relación actual con el terapeuta.
Si bien, el psicoanálisis resalta el fenómeno de la transferencia,
enfatizando que facilita o dificulta la constitución de la alianza, el
concepto de alianza terapéutica no ha quedado restringido al
ámbito psicoanalítico, sino que ha sido incorporado por la mayoría
de las escuelas psicoterapéuticas, a menudo distanciándose de la
lectura transferencial proporcionada por el contexto psicoanalítico.
Como es sobradamente conocido, desde el comienzo del
movimiento humanista en psicoterapia se prestó una especial
atención al papel de la alianza terapéutica en el proceso
terapéutico. Ser empático, congruente y aceptar
incondicionalmente al cliente eran las tres características
fundamentales que debía tener el terapeuta según Rogers (1951,
1957) para establecer una relación terapéutica efectiva.
Dimensiones de compatibilidad:
Las características de credibilidad, confianza y persuasión que son
atribuidas al terapeuta en los tratamientos más eficaces, se
derivan de actitudes preexistentes o expectativas generalizadas
sobre los terapeutas y la terapia que el paciente trae consigo al
tratamiento y de las interacciones que el paciente genera con su
terapeuta. Consideraremos dimensiones de la compatibilidad
terapéutica: a) los componentes socio-ambientales, b) los que
denominaremos patrones interpersonales.
a) Componentes socio-ambientales.
Género, nivel socio-cultural, edad, son características de
inmediata observación, que permiten tanto al paciente como al
terapeuta, formarse muy rápidamente juicios de
rechazo/aceptación. Las investigaciones sobre la similitud en
estos factores permiten algunas conclusiones tentativas: 1)
facilitan un acople temprano, 2) favorecen la permanencia en el
tratamiento, 3) permiten predecir una moderada aceleración de
la mejoría en aquellos pacientes que llegan al final del
tratamiento. Los más relevantes de estos componentes
parecen ser la edad y el nivel socioeconómico, habiéndose
detectado para este último ítem una vinculación positiva con el
retorno espontáneo a terapia. También ha sido posible
determinar una leve superioridad en las terapeutas mujeres,
independientemente del sexo del paciente, para la producción
de cambio psicoterapéutico. Es importante consignar que,
aunque inicialmente las similitudes tienden a fomentar la
alianza terapéutica, son las diferencias en las actitudes
interpersonales las que parecen impulsar el proceso.
• Inducción de rol
Se trata, en términos generales, de preparar al paciente para
desempeñar su rol de manera fructífera, antes de que la terapia
propiamente dicha comience.
Los métodos de inducción de rol pueden consistir en instrucciones
directas, la observación y modelado y el establecimiento de
contratos. Tendremos entonces:
Métodos instructivos: consisten en dar información directa, verbal
o escrita, sobre la naturaleza de la terapia y sobre los roles
esperables de paciente y terapeuta. Adquieren especial
relevancia en pacientes que por razones sociales o culturales se
hallan alejados de los procedimientos “psi” y sus códigos. Es
importante transmitirlos no como una imposición autoritaria, sino
como un encuadre que sostiene, regula y organiza la relación, al
que se someten voluntariamente por igual paciente y terapeuta.
Métodos de aprendizaje por observación y participación: La
utilización de videos o grabaciones en audio de sesiones, así como
el role playing de sesiones terapéuticas, ha sido utilizado en
algunos países, con fines de favorecer un cierto nivel de
psicoeducación a través de la identificación, previo a la terapia
misma. No es un método usual en nuestro medio.
Contrato terapéutico: Tiene una larga historia en la psicoterapia.
Quienes lo han utilizado de una forma más detallada han sido los
terapeutas conductuales. Puede tratarse de contratos acerca de
procedimientos, modificación de expectativas, identificación de
objetivos de cambio, progresos monitoreados, etc. En ellos debe
constar en forma explicita (1) el tiempo de tratamiento (tiempo
límite de tratamiento o períodos renovables de tratamiento), (2)
las metas y los grados intermedios de esas metas. Debe figurar,
por constar de dos partes involucradas, (3) los roles del terapeuta
así como los del paciente para facilitar la adopción de
comportamientos terapéuticos. Suele ser útil que se especifiquen
(4) las conductas valoradas y conducentes a alcanzar los
beneficios propuestos. El contrato mencionará (5) las
consecuencias si se falla en el acuerdo, estas pueden ser
monetarias o simbólicas, pero deben ser específicas y relevantes
para cada meta del tratamiento. (6) En el encuadre conductista
clásico el contrato tiene que ser escrito en detalle.
Estilos no verbales:
Son las posturas, miradas, expresiones faciales y movimientos con
los cuales actuará el terapeuta. Incluimos también el uso del
silencio, el contacto físico y visual. El uso del contacto físico y el
contacto frecuente o intenso de la mirada exigen la evaluación
previa muy cuidadosa de la tolerancia a la cercanía, el
compromiso emocional, el sentido de las fronteras personales y
los niveles de reacción interpersonal. Un intenso contacto, aunque
sea visual, puede estar contraindicado en muchas situaciones, así
como una aproximación corporal cuidadosamente considerada
puede ser, en otras ocasiones, de enorme beneficio.
Estímulos situacionales:
Estos no son transmitidos directamente por el terapeuta. Se trata
de características del espacio físico del consultorio que pueden
mostrar cierto contenido de soporte, como por ejemplo que se
trate de un lugar que sugiera seguridad, privacidad, que propicie
el relax, etc. En ese sentido, el tiempo mismo, dedicado a la
entrevista sin interrupciones ni intromisiones, tiene un fuerte
contenido positivo.
Estilos verbales:
El desempeño verbal del terapeuta debe ser parejo. Puede ser por
momentos directivo o interpretativo, promover la realización de
tareas, expresar las propias emociones o describir interacciones
observadas. Es tan importante lo que el terapeuta dice como el
modo y la gestualidad con que lo hace.
Consideraciones finales
Resulta evidente la importancia del tiempo dedicado a la
construcción de la alianza terapéutica en el desarrollo del proceso
y en los resultados finales del tratamiento. A pesar de las
diferencias existentes en las visiones de la alianza entre las
distintas orientaciones teóricas, la alianza terapéutica ha recibido
atención y reconocimiento como factor esencial en la psicoterapia
por parte de la gran mayoría de las escuelas psicoterapéuticas. La
importancia atribuida a la alianza pone de manifiesto la relevancia
de la dimensión relacional. La relación y más concretamente, el
entendimiento, el encastre o la compatibilidad entre ambos facilita
o dificulta directamente el proceso terapéutico.
Bibliografía de referencia
Systematic Treatment Selection. Chapter 9 ¨Therapist –
Patient Personal Compatibility¨. Chapter 10 ¨Enhancing and
Maintaining the Therapeutic Alliance¨. Larry E. Beutler & John
F. Clarkin. Brunner Mazel ed.
¨La alianza terapéutica: historia, investigación y evaluación¨
Sergi Corbella y Luis Botella. Universidad Ramon Llull
(Barcelona, España) Diciembre 2003.