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SOBRE NUEVOS TIEMPOS Y NUEVAS CONDUCTAS Y ESTILOS

Asunción ,15 Enero de 1993

Carta del entonces MINISTRO DE EDUCACION y CULTURA de la República


del Paraguay, Dr. Raúl Sapena Brugada

Queridos colaboradores:

No hubiera escrito esta carta si no estuviera convencido de que se trata de algo


positivo que podemos aportar al proceso de democratización. En realidad, puede
ser un primer capítulo para la necesaria educación cívica y moral que debemos a
nuestros niños. Ese es el sentido de esta carta: el cambio de algunos
comportamientos rutinarios, y casi rituales, de tratamiento a quienes ostentan
cargos públicos.
No cambiaremos de la noche a la mañana costumbres antiguas, pero como
educadores podemos ayudar al proceso democrático moderando los halagos a la
vanidad de las personas aludidas.

LOS FUNDAMENTOS

a) Ético-Políticos:
Los cargos públicos, sobre todo los que conceden poder e influencia, otorgan
un status que podemos llamar posicional. En una República, los cargos no otorgan
fueros personales y hacen merecedores a sus propietarios de un tratamiento
determinado, solamente por el hecho de ejercer la función (Excelencia, honorable,
etc.). Este tratamiento debe ser usado en cartas, correspondencias y en actos
regidos específicamente por el ceremonial de Cancillería o del Estado, pero
debemos admitir que en nuestra cultura, y en las relaciones cotidianas, sobre todo
el ministro del ramo, la costumbre de iniciar cada interlocución con la frase Su
Excelencia raya en lo ridículo.
Admitamos que la designación del cargo es más que suficiente: Señor ministro,
por ejemplo, no es en modo alguno un tratamiento inferior a Excelentísimo Señor
ministro, salvo que esta última alocución, tiene un retintín cortesano.
Tomemos conciencia en el exceso en el que a veces caemos y sobre todo de
la frivolidad de las fórmulas que en nada ensalzan a esos funcionarios.
Es curioso constatar que es a los civiles, a quienes tratamos de esta manera y
no a los militares ni a los religiosos.
Es que ha sido justamente en la sociedad civil donde sus funcionarios han
demostrado esta desesperada ambición por los halagos y las prerrogativas del
cargo.
En una República no deberían existir fueros ni prerrogativas personales, por
herencia o designación, porque los funcionarios, a la larga, terminan
comportándose como si pertenecieran a una casta o clase diferente.
b) Pedagógicos:
La educación es esencialmente comunicación. Cuando un director, un maestro,
un supervisor y hasta un alumno o un egresado, pronuncia un discurso o una
alocución pública, está influyendo y educando -para bien o para mal- a todos
aquellos que incluye en su comunicación. Todos somos culpables de haber
transformado en verdaderos adictos a los halagos a personas normales, de mucho
mérito, que tal vez, podían haber dado una fuerza y un vigor nuevos a la sociedad.
Los educadores tenemos una responsabilidad especial y sobre todo, muchas
posibilidades de reparar el error cometido.
c) Pragmáticos:
No escapa a mi entendimiento que cada director o supervisor se ve obligado a
usar todos los medios para beneficiar a su institución.
Debo hacer notar, sin embargo, que con frecuencia los rituales se perpetúan
independientemente de su valor de supervivencia. Vivimos momentos confusos
-hasta ahora- en la línea de transición democrática.
En el régimen anterior, un funcionario podía durar veinte, treinta o más años en
un cargo. No había recursos judiciales, ni agremiaciones, ni libertad de prensa, que
los defendieran. El halago podía ser una buena inversión. Las cosas están
cambiando y -aún con cierto riesgo- debemos acelerar ese cambio. Les insto a que
mediten con toda frialdad en estos temas y comparen el magro e hipotético
beneficio que pierden, con la dignidad que ganan y el bien que pueden hacer.

RECOMENDACIONES
SOBRE TRATAMIENTO DE CORTESÍA Y RESPETO

1) Los discursos y alocuciones, al ministro de Educación -comenzando por la


casa- deben referirse como Señor Ministro de Educación y Culto -si cabe-, o
simplemente Señor Ministro sin el aditamento de Su Excelencia o Excelentísimo
como se hizo costumbre. Suele bastar dirigir la mirada con un gesto de
asentimiento y decir Señor Ministro.
En relación cotidiana puede usarse indiferentemente, Señor Ministro o Señor, o
lo que suene más natural, como en algunos casos -en nuestro país- el título
académico (profesor, doctor, ingeniero, general, etc.). La naturalidad es
indispensable para aprovechar al máximo la colaboración.
2) Asistiendo a un acto el presidente de la República, es el único funcionario
que debe ser diferenciado con la suma de tratamiento, título y nombre completo.
3) Cuando hay muchas autoridades y se tienen razones especiales para
destacar la solemnidad del acto, pueden usarse recursos prácticos que evitan la
enumeración en forma de letanía. Por ejemplo, luego de aludir a la autoridad de
más jerarquía puede decirse Excelencias, Señoras y Señores. Esta alocución
vence cualquier exigencia protocolar. Hay otras fórmulas y el buen sentido puede
conciliar los fundamentos arriba expuestos, con el objetivo del acto o de la
correspondencia de la que se trata. No hay normas fijas: ustedes pueden medir si
actúan en forma mecánica y compulsiva. Les ruego que escuchen una grabación
de un discurso típico, si es posible de otra persona, y verán claramente qué es lo
que se quiere evitar.
4) La pronunciación rimbombante del nombre completo de un funcionario,
acompañado de sus títulos más justos y queridos, es un arma poderosa y casi
imbatible dirigida a la vanidad humana. Por eso mismo, debe ser mezquinada por
maestros y educadores en general.
En general, el sentido común dice, que cuanto más alto es el cargo del
funcionario, menos necesario resulta repetir su nombre -pues será por ello mismo
más conocido-.
De nuevo, el sentido común será nuestro guía.

DE LOS PADRINOS DE PROMOCIÓN Y OTROS GALARDONES

1) No es obligatorio que una promoción tenga un padrino, y en la medida en


que estos sean más escasos, el galardón se volverá más valioso.
2) no es acertado nombrar padrino de la promoción al ministro de Educación,
los viceministros, directores y otros funcionarios de propio Ministerio. Mucho
menos corresponde nombrar padrinos a giradores, directores de área y
funcionarios administrativos o técnicos. Esto es francamente incorrecto, pues se
supone que esos funcionarios tratan con equidad a todas las comunidades y que
están cumpliendo una función técnica y no política.
3) La iniciativa y la elección de o de los padrinos, debe corresponder
exclusivamente a los alumnos integrantes de la promoción.

DE LA GRATITUD Y LA GENEROSIDAD NATURAL DEL PUEBLO Y EN


ESPECIAL DE LOS MAESTROS

1) Ninguno de esos consejos puede considerarse obstáculo o impedimento a la


natural generosidad y gratitud del pueblo paraguayo y del maestro en especial. Al
contrario, al desprendernos de las formalidades rituales, la gratitud encontrará
cauces más naturales y sencillos.
2) Lo mismo podemos decir de nuestra natural idiosincrasia de amables
anfitriones, que no sugiero desnaturalizar; demás está decir que no hay daño en
permitir a los niños que exhiban desde esa edad una hermosa cualidad de nuestra
identidad cultural.
Al despedirme de ustedes, les ruego que aprecien el motivo por el cual he
preferido el género epistolar al de una revolución ministerial: espero una
colaboración voluntaria y activa en el sentido de esta carta y no simplemente un
acto de obediencia.
Reciban mis saludos, en sus domicilios o donde estén gozando de sus
merecidas vacaciones,
Asunción, 15 de enero de 1993

RAUL SAPENA BRUGADA


Ministro

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