Você está na página 1de 26
alia una ver una prineesa ‘maleducada, capichosa y anipstica yy haba también un valiente capitan dispueste conseguir las fanfrusias necesarias para endulzare el carder y conquisarsu caro. ‘Habfa una ver una nif, un bosque, ‘un eastilloy un marques, y habia también ‘un viejo robe, de enorme copa, que escuchaba Jas penasy liberaba alos oprimidos. Habia una ver dos trbusenfrentadas, una joven sioux yun guerrero crow y también habia mucho orae ybellea que hicieron posible la paz. aa En Tas 08 aMOR se retnen tes historias acerea del amor como exencia de todas ls cosas. ‘Yellow Am Mara Sn a0 185, een i et or AGmcoe roe nr goa mara. oa rare que ns wore ‘rhea epreeestbun gr mene alera neh conse psa ‘Stet ota ono pena tre bao Maa, enpenb ie 2 hu multe ame Ha. orie era a ruse ‘Stoel enc nts ne Ar masz ym aes waa ‘Seyapte uo eva "eeer yt rasa tt Des ps oben ‘Bie or yee ects, Bs 2a Las franfrusias del amor abja una vez.una princesa maleducada, caprichosa, antipatica y malhumorada «quese lamaba Rondalina. Y sitenfa tan mal caricter era porque, habiendo muerto su madre cuando ella era muy chica, su padre el rey haba querido consolar tanta pena din- dole siempre todo lo que pedia. Rondalina ‘estaba acostumbrada a que todos sus deseos se cumplicran de inmediato, Su anciana no- driza, que la querfa mucho, se encargaba de conseguir para ella aun los pocos caprichos que su padre el rey no estaba dispuesto a aceptar. ‘a Mes Shon Rondalina vivia en un palacio de cristal, lo cual es muy lindo pero no muy cémodo porque no siempre resulta deseable que se vea todo lo que pasa a través de las paredes. Por eso muchos de los cuartos (como los baiios, Jos dormitorios, las cocinas) tenian espesos cortinados que podian correrse y descorrerse avoluntad. Un dfa a Rondalina se le ocurrié la mala idea de pedir franfrusias. —Eso es imposible ~traté de explicarle su padre el rey. gAcaso no sabes que las fran- frusias crecen solamente en la montafia més, alta de la Conchinchina? ;Acaso no sabes ‘que estamos en guerra contra la Conchin- china desde hace més de setecientos afios? La princesa lo sabia pero no le importaba, Se encerré en sus reales aposentos, en la torre ‘mis alta del palacio, corrié los cortinados y fue iniil que los cocineros reales trataran de tentarla con sus platos ms exquisitos. Ron- dalina se negaba a comer. Lo que nadie sabia ‘era que su anciana nodriza habia llegado a tun acuerdo con los proveedores del palacio Ted aer para que cada noche Hlevaran a su habita- ci6n los tinicos alimentos que aceptaba la princesa: bombones de mazapn y pan con mayonesa, ‘los dos dias, convencido de que su hija estaba dispuesta a dejarse morir de hambre; cl rey decidié enviar una expedicién a la Conchinchina en busca de franfrusias. La montafia més alta de Conchinchina formaba parte dela larga cordillera que servia de fron- tera natural entre dos paises. ‘Un valiente capitan, al mando de un grupo de voluntarios, inicié el camino, cruzando la cotdillera por pasos peligrosos y escondidos para evitar encuentros con el enemigo. Y ast llegaron por fin a la mas alta cumbre de la mis alta de las montafias de la Conchin- china, donde crecian las maravillosas plantas de franfrusia. Las franfrusias eran realmente hermosas, con sus hojas fosforescentes, sus lores torna- soladas y sus pequefios frutos de color vio- leca. El valiente capitin ordené a sus hom- bres que cortaran varios ejemplares. Grande fue su sorpresa al ver que apenas ponian las manos sobre las plantas y tiro- neaban de su tallo tratando de arrancarlas 6 cortarlas con la espada, las franfrusias es- tallaban suavemente, deshaciéndose en mil pedazos. El capitan tuvo que ordenar que se detuvieran antes de que destrozaran todas, las plantas que alli crecian, En ese momento se oy6 el alegre silbar de una cancién. El valiente capitén y sus hom- bres tuvieron el tiempo justo para esconderse detris de una roca. Solo y montado en una mula, vieron aparecer a un hombre rica- mente vestido que se dirigia sin mayores pre- cauciones hacia las franfrusias, Este hombre no cra otro que Rabufeto, el mis joven de los hijos del rey de la Conchinchina, que contaba entre sus reales obligaciones la de subir cada mes hasta la cumbre de la mon- tafia para Hevar unas cuantas franfrusias al palacio. Grande fue la sorpresa de los soldados al ver cémo Rabufeto se acercaba a las plantas y les hablaba suave y afectuosamente, acari- ciando sus pétalos y hojas. Un tallo de una de las franfrusias se desprendié entonces del tronco principal y se enroscé en la muficca del principe. En el acto los soldados salieron de su es- condite y amenazando al principe con sus armas, con mucho cuidado de no tocar la franfrusia, lo hicieron prisionero. Cuando cl joven se dio a conocer, el valiente capitin supo que su expedicién habia sido un éxi no sélo volverian con la franfrusia que de- seaba la princesa sino también con un valio- sisimo prisionero. Nada menos que Rabu- feto, principe de la Conchinchina. Para que Rabufeto no se escapara por el camino, no contento con designar a los guardias que debjan cuidarlo mientras los dem4s dormfan, el valiente capitan hizo que Je quitaran toda su ropa, dejéndolo en cal- zones y camisa, seguro de que no se atreverfa a fugarse en tan vergonzoso estado, Grande hubiera sido su sorpresa de haber sabido que el principe estaba muy contento y orgulloso de sus largos calzones floreados, bordados por las mismas manos de su madre, reina de la Conchinchina. Al final de la segunda noche, cuando la victoriosa expedicién estaba ya muy cerca del palacio real, adonde pretendian entrar de dia, con alfombra roja y miisica de trom- petas, Rabufeto hablé con su franfrusia, que llevaba siempre enroscada en la muiieca. Y le pidié que despidiera ese extrafio perfume ‘capaz de hacer dormir a los hombres. Mien tras Rabufeto se daba vuelta prudentemente, apandose la nariz, el embriagador aroma de la franfrusia hizo que los centinelas que lo cuidaban cayeran profundamente dormidos. Y Rabufeto escaps. Estaba en territorio enemigo. La noche era fresca, y en calzén y camisa estaba empe- zando a resfriarse. Rabufeto corrié y corrié, desorientado, precisamente en direccién contraria a donde queria ir Grande fue su sorpresa al chocar repenti- namente con una misteriosa pared invisible: la pared del palacio de cristal. Mirando hacia arriba, Rabufeto vio a la princesa Ronda- Ans Mais lina, que habia descorrido los cortinados de sus aposentos y parecia estar sentada en el aire, comiendo bombones de mazapan. Su anciana nodriza estaba con ella. Rabufeto necesitaba ayuda, dinero y sin provisiones jamés podrfa volver a su amada Conchinchina, Probé escalar la invisible pared del palacio, que con sus cor- inados negros se confundia con la noche misma, pero le resulté absolutamente resba- losa. En un acto de desesperacién levanté una piedrita y la lanz6 hacia el cuarto de la princesa. —jEse debe ser nuestro proveedor de pan con mayonesa! ~dijo alegremente la anciana nodriza. Y arrojé por la ventana la escala de euerdas que usaba para que pudicran trepar los que trafan los alimentos secretos para la princesa. El principe trep6 por la escala y de un salto se metié en la habicacién, Grande fue la sorpresa de las dos mujeres al ver a un hombre en calzén y camisa in- troducirse por la fuerza en los reales apo- in ropas, sin sentos. Pero el principe, con su bella voz, sus refinados modales y su gran simpatia las tranquilizé de inmediato. —No gritéis, bellas damas les dijo-. No he venido a causaros dafio, Soy Rabufeto, principe de la Conchinchina, y necesito de ‘yuestra invalorable ayuda, —Y yo soy la princesa Rondalina ~contests la princesa, para no ser menos~. Y no acos- tumbro a ayudar a nadie a menos que se me dé la real gana. Grande fue la sorpresa del principe al des- ccubrir que estaba frente a la causante de su actual desdicha. —:Qué es eso que llevdis enroscado en la muiieca, caballero? -pregunté la curiosa Rondalina, Rabufeto, muy cortésmente, a pesar de que estaba realmente apurado, les conté todo lo que le habi Montaii sucedido desde que llegara a la de las Franfrusias. —jEnronces eso es una franfrusia! -grieé la princesa, feliz. ;Quiero comérmela ahora mismo! Tre Rabufeto estuvo a punto de lanzar una carcajada, pero se contuvo para no alertar a los guardias del palacio. —Bella y caprichosa princesa Rondalina le dijo Las franfrusias no son plantas para comer: son plantas para querer. Sola- mente quien las ame y lo demuestre puede i tratas de comarlas por la fuerza, cstallarin en mil pedazos. Si conquistas su in contigo. Grande fue la sorpresa de la anciana no- driza al ver que la princesa, quizés por pri- mera ver.en su vida, cambiaba su gesto an- tipatico y malhumorado por una sonrisa. Hablindole a la franfrusia con tiernas pala- bras, Rondalina consiguié que un brotecito se desprendiera del tallo y se enroscara en su propia mufieca. —Ahora ya tienes la franfrusia que deseabas, princesa ~dijo Rabufeto-. Pero recuerda que debes ser siempre generosa, alegre y amable con ella, porque de lo contrario estallaré 0 huiré en busca de una duefia mejor. Ya continuacion les rogg a las sorprendidas tenerlas, carifto, ellas mismas mujeres que lo ayudaran a escapar. Por ‘mera ver la princesa lament6 no tener en su habitacién mas que bombones de mazapan y pan con mayonesa. Le prest6 al principe tuno de sus vestidos para que pudiera huir disfrazado de mujer. Y no pudo darle dinero porque las princesas nunca tienen dinero con ellas, pero le entreg6, en cambio, una de sus valiosas joyas. ‘Al dia siguiente, como lo hacia todas las ‘mafianas apenas s¢ levantaba, el rey y padre de Rondalina fue a ver cémo se encontraba la princesa. Grande fue su sorpresa al verla sonriente y alegre, con las mejillas sonrosadas y tomando el desayuno, Una planta de franfrusia se en- roscaba amorosamente en su brazo. —Padre mio -dijo la princesa-. Deseo mis {que nada en el mundo casarme con el gentil Rabufeto, principe de la Conchinchina, Debes enviar ahora mismo mensajeros a su padre. El rey se puso contento, porque su hija habia recobrado el apetito y porque esa era la mejor oportunidad de terminar de una vez por todas con la larguisima guerra que ensangrentaba a los dos paises vecinos. Entretanto, el valiente capitén y sus hom- bres regresaban entristecidos al palacio, es- perando ser castigados por el fracaso de su Grande fue su sorpresa al encontrarse con que el rey los esperaba con un gran banquete de bienvenida, en el que los condecor6 con la mis alta Orden del Reino. Y ese mismo dia los envié de vuelta a Conchinchina, esta ‘vex. como mensajeros reales, para solicitar una tregua al rey del vecino pais y concertar las bodas del principe Rabufeto con su hija Rondalina. Lamentablemente esta expedicion no tuvo tanto éxito como la ant z Grande fue la sorpresa del rey y de Ron- dalina cuando el principe Rabufeto contesté que se negé a casarse con una princesa tan antipatica, caprichosa y malhumorada, La princesa y su padre se ofendieron muchisimo y asi fue como la guerra contra la Conchin- china duré setecientos afios mis. Sucedi6, sin embargo, que por estar en contacto constante con la franfrusia y obli- gada a portarse siempre dulce y gentilmente con ella, la princesa Rondalina fue mejo- rando su mal carécter y finalmente se cas6 con el valiente capitin, que siempre habia estado enamorado de ella. La amiga del viejo roble H Ya una vez, hace ya mucho tiempo, ‘en un pais Iejano, una nifia, un bosque, un castillo y un marqués. EI marqués era duefio del castillo y de todos los terrenos que habja alrededor. Por lo tanto, era también dueio del bosque. Pero acaso alguien puede ser realmente dduefio de un bosque? zE1 duefio de todas las ardillas y todos los gusanos? :B1 duefio de las ramas rotas y de los huevos caidos del nido? La nifia no era lo que hoy llamariamos una ‘era una hermosa jovencita de dieciséis afios. Ella si era la di ser duefio de lo Anelise era hij como lavander: lucfia del bosque. Es cil que uno quiere. jade una viuda que trabajaba bastamte delicada como py Por el ama de llaves del m, La joven Anelise, en cai Sudo trabajo como ayud ‘castillo, Ganaba poco ytrabajaba mucho, Sy ‘area consistia en rascar y restregar el fondo de as ols hasta dejarlas otra ven relucientes, La jefa de cocineras siempre le gritaba. En la srcina, un pequefio descuido puede destruis el trabajo de muchas horas, eros estén siempre de Pero el trabajo tam Como pasaba mucl Anelise nunca suftia frio en ef invierno, es taba bien alimentada y, lo que er mds im- Ferrante para’ella podia levarse todos los dias su casa una cena buena y sabrosa para su madre, Cuando votvia del castillo tenia que ara ser contratada arqués, imbio, habia conse- fante en la cocina del Por eso los coc. ‘mal humor Sus ventajas, as horas en cocina, atra- sar el bosque. Ese era para Anelise el mot Fr omento deldia. Copocia todoslos camines D code una ginlage ete eeteatan ap a nian sus madrigueras entre las Pos [os Rimiee ne arabe gaan, pore sablan que no ra tno de bce tioomabduiales piedras parecfan ilumin cuando Anelise pasaba cerca de oan et De todoslos sees vvosoinnimados que fanaa parte del bogus sbi uno a que Anelise queria mds. Era un pee hl de rues tone, my joy on wns enorme copa. El na es ne, lv tbleexab predsament cn ENR ES, wi desde Ks se alegraba pensando que ya sélo le Ss Ja mitad del camino site “— Ae Ia Idi alt relia Seen eee en apoy endl. nelise que aon eae meee ago seni y comprensivo, dispuesto a escuc al roble como si fuese uno hacer comentarios, pero con mucha aten- cin. A veces lo abrszaba, pasaba los dedos Sobre su corteza rugose, apoyaba aun mejlla Suave contra el tronco spero ¥ le contaba sus penas. Las penas no faltaban en la vida de la mu- ehacha. Estaba el bofetén que le hab, dado | cocinerajefa por haber dejado que un ca- ra demasiado, La rebaja en oy 282 por haber roto un cacharro, La penne inspeccién que habia descubierto ing Perfecciones en su trabajo de tristezas. Para todos | mds divertida y feliz los dems, era la persona de la tierra sta que un dia el marqués hizo reunis Bsa era una noti noticia terrible. Py i él bosque era un alegre lugar de pa ae los enamorados rrados era el €. secretos, Per Peat el afo habia nu a fa nucces y también bellota limenar ls cerdos. Aunque exe cosecha. Represeneantes neantes de las principales famil Pidieron una audiencia. El Beans cibié en una de lash a de las heladas salas del cast 4que el Fuego de la chimenes ne ae Timdeanee aun hombre alto y fuerte, a pesar de tener sesenta afios y el cabello blanco. Su mujer habfa muerto hacia mucho tiempo y sui hijo estaba en la Corte. “Todos se reunieron cerca del fuego, donde se amontonaban también, muertos de fio, centibiar, los perros de caza. —Tampoco yo quiero talar el bosque les dijo bruscamente el marqués~. Tengo deudas. Entregando esa madera a los astilleros reales puedo salvar el castillo, De lo contrario, tendré que vendérselo al Sefior de Kalix. Los representantes del pueblo temblaron. La fama del Seftor de Kalix era terrible y justificada. Maltrataba a sus siervos y abru- maba con impuestos a los campesinos que arrendaban sus tierras. Los habitantes de Kilix estaban siempre hambrientos y mal vestidos. Todos los afios algiin cazador fur- tivo era ajusticiado en el patio del castillo. En sus calabozos estaban encerrados los in- felices que habfan tratado de or una revuelta, Su misma esposa vivia confinada en una de las torres del castillo. Era una gran dama cuyo padre habia cometido el terrible ettor de casarla con ese hombre brutal. La Sefiora de Kalix trataba de evitar todo trato con su marido, Habia que talar el bosque, Una mafana nublada Anelise fue a despe- dirse de su querido amigo, el roble. Se abraré a su tronco y se eché a llorar. Mientras llo- taba, le parecié sentir que una voz profunda salia desde el centro del atbol. No eta el ‘murmullo de las hojas en el viento. Era una especie de vibracién que parta del tronco y ue no se escuchaba con los oidos sino con todo el cuerpo. ~-Amiga mia, quiero hacerte un regalo de despedida. Cuando necesites algo de mi, no tendris més que acercarte a mi madera y aca. ticiarla como lo hacfas con ‘mi tronco, Anelise no estaba sorprendida de que el ‘rbol hubiera hablado con ella: tan acostum- bbrada estaba a considerarlo su amigo, Fl re- galo le parecié un poco raro. Pero la consolé Pensar que su amigo roble iba a seguir vivo de algiin modo. Al dia siguiente empezaron a trabajat los lefiadores. En unos cuantos meses destru- yeron el hermoso bosque que habia tardado tos de afios en crecer. Les llevé una se- ‘mana entera tirar abajo el grueso roble. In- vadiendo las ierras del marqués, el Sefior de Kalix venia de vez.en cuando a controlar la ‘area en nombre del rey, que habia comprado esa madera para construir barcos. Se paseaba entre los tocones y las ramas verdes con una sonrisa cruel, En uno de sus paseos vio en el suelo el tronco del viejo roble, tan grande que lla- maba la atencién, y ordené que lo llevaran a su castillo. Habfa decidido quedarse con él para construir una carroza. Cuando Hlegé otra vez el otofio, la carroza estaba terminada. El Sefior de Kalix ordené a su eaballerizo engancharen ella el mejor tio de caballos negros y se dispuso a probarla, Pero la carroza no se movia, Las ruedas no siraban: parecfan clavadas en la tierra. El cochero y el caballerizo comenzaron a discutir. Uno le echaba la culpa a los caballos y el otroa la poca habilidad del conductor. Trajeron dos caballos mas y después otros dos. ¥ otros dos. Asi quedé demostrado ave los ocho mejores caballos de Kalix, titando al mismo tiempo, no lograban mover la ca- rroza. Y ninguno de los dos servidores gand la discusién: lo que estaba sucediendo no era le este mundo. ’ Tl Sefor de Kalix hizo pubicar un eee or el cual prometia un importante premio PATE lesen haicomarint Ja carroza. Pronto los aldeanos se acostum- baron a una nueva diversién. Los domingos, después dela iglesia, la familias se amonto- naban frente al castillo para mirar el espec- téculo de aquellos que se atrevian a desafiar maldita carroza. q raat. tipo de personajes, locales y forasteros. Venian algunos magos tan tontos como para creer en su propia magia y mu- chos hombres forzudos, que se cteian més fuertes que un tiro de ocho caballos. Lo ex- trafio no era solamente que la carroza no se moviera: era todavia mis le que nose rompiera con los experimentos que su- fia. Aparecié incluso un hombrecito con un aparato diabélico que echaba humo blanco, como vapor de agua, asegurando que podria lograr que la cartoza se moviera sin tirar de ella ni empujarla de ningtin modo. Por su. ues, fracasé como todos, El destino de los que intentaban mover la catroza sin lograrlo variaba segiin el humor del Sefior de Kalix, que dejaba partic a al. Bunos sin hacerles daft, condenaba a otros ala horca y enviaba a unos cuantos a sus calabozos. La decisién sobre la suerte de los Pobres infelices era parte de la diversién de los domingos para los aldeanos de varios pueblos a la redonda, Enconces supo Anelise que era el momento de intervenir Un domingo se vistié con sus mejores ropas y Ilevé con ella a su madre. Los hom. bres del Sefior de Kalix estuvieron a punto de impedir que se acercara ala carroza, En Parte, porque les parecia absurdo que esa jovencita delgada intentara movetla y, en Parte, porque les daba pena, Anelise tocé la carroza ‘con sus manos ds- betas por el trabajo y acaricié la madera con dulzura. Sin siquiera empujarla, la carroza se puso lentamente en movimiento. Gritos ¥ aplausos partieron de los espectadores. El Sefior de Kalix estaba boquiabierto, Pero, eno podria haber sido una simple casualidad? Tal vez la carroza habia termi. nado por desprenderse de su nicho de tierra a fuerza de tanto tironear, Por las dudas, hizo enganchar otra vez los caballos. Y otra ver no Pudieron moverla hasta que Anelise la aca- El Seftor de Kalix miré a la muchacha muy interesado. Hace mucho que no tenia oportunidad de vera una bruja. Aparte de mi propia mujer, por supuesto, La broma provocé grandes risotadas for: adas en los cortesanos que lo rodeaban, El Sefior de Kalix insistéa en que todos apre- ciaran su sentido del humor. Enure los aldeanos se escuché un mur- mullo, Muchos conocfan a Anelise y tem- blaron al escuchar que la a bruja. Eran tiempos en que a las brujas se las que- rnd hous ola pee dasa Anelisetuvo miedo. Este era el regalo que le estaba haciendo su amigo, el vcjo robe —Linda brujiea, te has ganado el oro. Soy hombre de cumplir con mi palabra. Pero no te lo llevards lejos. Si voy a necesitarte aqui cada vez. que quiera mover la carroza, lo mejor sera encadenarte a ella. ie Y dio orden de que entregaran a Anelise la bolsa de oro, la sentaran en el lugar del cochero y la encadenaran al vehiculo, Inmediatamente quiso dar su primer paseo. Subi6 a la carroza y certé la portezuela, espe- rando que se pusiera en movimiento. Al panes no fue algo que pusiera ign claramente, sino ae una nee e ! Seftor de Kalix empezé a gritar, la ee gor ee vvchiculo estaban desapareciendo, la madera de las portezuclas y las ventanas se sellaba formando una especie de cofre hueco desde cuyo interior salfan los gritos del hombre. En el cofie comenzaron a perfilarse cre- Cimientos inesperados, zonas_hinchadas, Protuberancias que poco a poco se transfor, maron en raices que se hundian en la tierra mientras que, de la parte superior de la ca. ‘oza, comenzaban a brotar ramas que ripi- damente se cubrian de hojas verdes Las cadenas que ataban a Anelise saltaron en pedazos, destruidas por el incontenible crecimiento de las ramas més gruesas. Lajo. vencita estaba a salvo. Los gritos del Sefor de Kalix legaban cada vez.més débiles yljanos a medida que la carroza iba convittiéndose otra ver, defintivamente, en robe, El vicjo roble. La gente estaba aterrada. Hubieran huido sila cutiosidad y el asombro no fueran més poderosos que el miedo. El roble no parceia Peligroso para nadie més. Ya no se ofan stitos. Y ahora que la transformacién habia terminado, era un drbol como cualquier otto. Un pajaro se posd en una de las ramas més altas. Una ardilla trepé por el tronco. La esposa del Sefior de Kilix habia visto todo desde una ventana de la torre. Ahora baj6al parque del castillo para hacerse cargo dela situacién, Me temo que mi sefior ha desaparccido ~comenté~, Qué terrible situacién, ~Verdad ha dicho mi sefiora —le contests cl jefe de los guardias~. Si volviera, estaria verdaderamente furioso, ~Bien, Espercmos que no vuelva. Ponerse furioso siempre fue malo para su digestibn, Pero mi marido era hombre de cumplir con su palabra, de manera que la mantendré, Puedes llevarte tu bolsa de oro, pequefia le dijo carifiosamente a Anelise, que todavia temblaba-. Y si dentro de un mes todo sigue como esté, puedes venir a buscar otra, —F oro siempre es bienvenido ~dijo Ane- lise-. Pero también me gustaria tener su per- miso para visitar a mi viejo amigo, el roble, —Puedes venir cuando quieras —dijo la mujer del Sefior de Kilix-. Quizs no es- tarfa mal que renovaras tu magia de tanto en tanto, " Por las dudas, antes de que se produjeran nuevas transformaciones, se apresur6 a or- cdlenar que abrieran los calabozos y soltaran a los prisioneros. fia fortuna que habia ganado aaa dckeaises Elen madre pudieron descansar de sus = abajo y i el pueblo una tienda modesta dons colon ce eth eo lores, agujas yalfleres. Anis se cass an dl hijo del herrero, del que siempre habia estado oy an al Sefior de Kalix, nada volvié a saberse sobre él. Hay que admitir que nadie se preocupé por investigar demasiado, Ter- minado el luo de rigor, su esposa se cas6 con el Marqués, con el que se conocian desde nifios. ; Y como los robles viven mas que las per- sonas, muchos afios después los nictos de ‘Anelise seguian ensefiando a sus hijos la cos- tumbre familiar de visitar de vez al viejo roble en el parque del Kalix y acariciar suavemente su o en cuando castillo de -orteza, Nube de Verano y Biifalo Veloz c E ‘enemistad entre los crows y los sioux ra muy antigua. La guerra habia comen- zado hacia tanto tiempo que para entonces no habian nacido todavia ni siquiera los An- cianos de la tribu. Y sin embargo, Nube de Verano, la hija de un guerrero sioux, se ena- mord de Biifalo Veloz, uno de los jévenes crow. Y se enamoré de l sin haberlo visto jamés, Sucedié que una mujer sioux que traba- jaba como sirviente para la familia de Nube de Verano, habia sido durante largo tiempo cautiva de los crow. ¥ cierta vez le conté las divertidas avencuras de Bafalo Velo el hijo de un guerrero crow. —Biifalo Veloz era un perezoso. Un dia su Padre lo euvo que despertara la mafiana pe- indole en las piernas con un palo. “;No volveris a la aldea si no cazas un venado!”, le dijo. EI muchacho me pidié que le hic ciera una disfraz de piel de ante. Se pass todo el dia pinténdolo con arcllay fjindole cuemos. Al dfa siguiente salié muy tem Prano, bien armado y con tres caballos. Se escondié en las orillas del lago donde van a beber los ciervos. Engafiandolos con su dis. fraz, consiguié cazar dos grandes animales, Teg6 al poblado antes de que su padre se despertara, 2 el padre estaba contento? Por supuesto. Incluso compartié la carne con los vecinos. Al dia siguiente el chico volvié con otros dos ciervos, yal da siguiente trajo otros dos, y después tres venados més. iE padre le eavo que pedir que pare, porque iban a terminar todos oliendo a ciervo! En. tonces Buifalo Veloz volvié, a dormir hasta tarde, como a él le gustaba, hasta el dia en rt otra vez golpéan- rs tae cnadpaoe eros titd, “;No podrés usar més nuestros caba- lhoal,Sttquicresméiiaig-tendnds(quectobarle am calls Nez Fer” Blo Yer idi6 que le hiciera unos mocasines es- pected chy hehe pac ea Nez Percé. Al atardecerslié del tipi con sus armas, sin decirle nada a nadie, Ala matiana siguiente volvié con veinte caballos robados y Te regalé dieza su padi -2Y su padre estaba contento? —Al principio si. Pero al dia siguiente el chico trajo treinta caballos yal dia siguiente Cuarenta més. El padre le eavo que suplicar que dejara de robar caballos, porque llevarlos @ pastar ya era un problema! —Me gusta ese Biifalo Veloz. de Verano, —Un tiempo después su padre mutié, Yo ayudé a su madre a hacer un tipi nuevo, Biifalo Veloz lo pints de negro, adorné ky Puerta con plumas de aguila y lo toded de tocados de guerra, como muestra de que se roponia ser un gran guerrero, Tiempo después de esta charla legs la éoca de la caceria de biifalos de verano, La tribu sioux acampé en un valle angosto, Una parte de los hombres atrafa a los biifalos, haciéndolos pasar por el valle, mientras los otros esperaban ocultos. Las mujeres estaban ‘muy atareadas desollando los animales y es. tirando las pieles para secarlas al so Un dia, la vor de alarma sacudié el cam- Pamento, + dijo Nube —jLlegan los crows! ;Cuidado con los ca- ballos! Las mujeres y los chicos corricron Eee que los caballos no escaparan, mientras los guerreros sioux salian al encuentro de los crows Ya se escuchaban los gritos de guerra, Nube de Verano vio de pronto que un guerrero crow, montado en un caballo negro coal eric Mena ape blaren se desprendia de la linea de combate y se lanzaba hacia los caballos que ella cuidaba, perseguido por dos sioux. El crow, que tenia la cara pintada a rayas blancas y negras y un ocado con cuatro plumas de dguila, llevaba una lanza decorada con plumas de cuervo, Montada en su pony manchado, Nube de Verano le hizo frente. 2 El joven crow refrend su caballo, justo a tiempo para evitar atravesarla con la lanza, y la mir6. Sus ojos negros brillaban llenos de axdmiracin y de algo mis, algo que Nube de Verano no podria olvidar Ficilmente. En ese momento sus perseguidores lo aleanzaron y lo rodearon, listos para golpearlo con sus garrotes. Haciendo bailar su caballo en eft- culos, el valiente guerrero los desmonté con su lanza. Como un gato, su caballo saleé hacia la caballada y antes de que las mujeres udieran hacer nada, corté las ataduras de seis animales y los arreé valle abajo, Nube de Verano lo miré irse, utiosa, En- tonces el joven se dio vuelta y la saludé con a mano. Por encima del ruido del combate ¥ de los cascos de los caballos golpeando ef Suelo, la chica lo escuché reitse a carcajadas, El padre de Nube de Verano no permitié que se persiguiera alos crows. La mayor parte de los sioux estaban cazando. Era demasiado Peligroso dejar sin proteceién a las mujeres yal resto de los caballos —iEse crow y su caballo tienen poderes mic gicos! -dijo uno de los Ancianos sioux. Lo conozco. Es Biifalo Veloz —dijo la ‘mujer que habia sido cautiva de los crows. Con el correr de los dias, Nube de Verano seconvirté en la més hermosa de las mujeres sioux. Pero rechazaba a todos los hombres ue legaban al tpi de su padre a pedir su mano. —Sélo me casaré con Bu Gelome csté con Bio Velor jo un ¥ fue intcil que su jue su padre tratara de per- suadisla de que una mujer sioux no podia casuse con un guerrero crow. Fue intl que trtara de hacerecomprender que ni siquiera sabia si Bufalo Veloz is : ais \ifalo Velox la queria a ella por es- Por fin se dio por ver io por vencido y le permits hacet su voluntad, on —Al frenos no pucdo decir que mi hija no sea valiente... -Ie dijo, al despedirla con li grimas en los ojos. Oe Con dos caballos y una mula cargada de Fegalos, acompariada por la mujer que habia sido cautiva de los crows, Nube de Verano se encaminé al campamento enem: és ‘© enemigo, Después de una cabalgata de tres dias, encontreron 4os tipis crow en las ori 8 orillas de un arroyo, Se escondieron a cierta distancia a Esa noche Nube de Verano se pinté, se Puso sus mejores prendas y, siguiendo los consejos de su amiga, busc6 un tipi negro adornado con plumas de dguila. Estaba se- gura delo que sentia por Biifalo Velor pero. qué sentia él? Tenia miedo de saberlo. Encontré el tipi negro. Adentro, un grupo de jvenes relataba hazafas de guerra junto al fuego. Biifalo Veloz estaba entre ellos Cuando la muchacha distinguié su rostro, a la luz de las lamas, sintié que un golpe de emocién en mitad del pecho la dejaba sin aliento. Nube de Verano se sent6 en la puerta del tipi. Uno a uno los jévenes se despidieron y se fueron sin reparar en ella, Cuando Bifalo Veloz vio una figura femenina, sentada en la oscuridad, la invit6 a entrar. Pero se lo dijo en crow, y Nube de Verano no lo entendié. Ahora el fuego estaba casi apagado y apenas se distinguian adentro, en la penumbra, las figuras de Bifalo Veloz y su madre. Laanciana salié del tipi. Miré a la hermosa joven sentada en la puerta, en la oscuridad, sin moverse. —Puedes entrara descansar-le dijo. Y quic tate los mocasines, Nube de Verano no entendié sus palabras, Pero si su gesto amable, y ents al tipi. —Awivemos el fuego ~dijo Biifalo Velor-, Quiero ver quién es esta extrafia joven, Echaron al fuego una buena brazada de lefia seca y al resplandor de las llamas se pudo ver el aruendo de la jovencita —iEsta no es una mujer crow! —grité la madre de Bufalo Veloz, Es una mujer sioux. ¥yo la conozco muy bien -

Você também pode gostar