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UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO

CATEDRA ALBERTO HURTADO


Agosto, 2004.

ETICA SOCIAL DE LA POBREZA*

1. “Si quieres la paz, sal al encuentro del pobre", señalaba, hace ya 11 años, Juan Pablo II en su Mensaje Anual con ocasión del Día
Mundial de la Paz (1993). Esta expresión sintetiza el doble desafío de la pobreza en el mundo moderno: el desafío ético y el desafío
político. Quiero comenzar la reflexión de esta tarde recogiendo este doble reto planteado por los múltiples rostros de la pobreza
que tan gráficamente recogen los Documentos de Puebla (31-39) y de Santo Domingo (178-179).

Los empobrecidos: un desafío ético

2. La realidad de la pobreza, en el mundo, en América Latina y en nuestro país, constituye, en primer lugar, un desafío de orden
ético. "Si quieres la paz, sal al encuentro del pobre" porque, efectivamente, el pobre (el empobrecido) es la marca visible de un
"muro de enemistad" entre nosotros. Un muro que nuestras prácticas económicas, sociales y políticas se empeñan en levantar y en
mantener. El pobre y el empobrecido nos recuerda cada día que estamos construyendo un mundo segregado, disociado donde
nuestra común dignidad de seres humanos no puede transparentarse.

3.Si miramos la realidad de América Latina, de la que Chile forma parte, vemos que el impacto de la industrialización y del
crecimiento económico no ha ido asociado con la expansión masiva del empleo. Por el contrario, una parte importante de la
población no se integra en las actividades productivas y pasa a formar parte del llamado sector informal. Por otro lado, día a día,
numerosas personas son expulsadas de su puesto de trabajo como consecuencia de los procesos de sustitución tecnológica, de
modernización en la gestión de los procesos productivos, etc. Por tanto, si bien el crecimiento crea empleo, ese empleo o es
insuficiente o se genera en el sector informal en condiciones irregulares de las que se beneficia el sector formal a través de
múltiples conexiones no siempre equitativas, justas ni transparentes.

4. Esto trae consigo un deterioro creciente de las condiciones materiales de vida de millones de personas. Se produce, así, la
contradicción entre quienes aglutinan gran parte de los ingresos y riquezas del país y los que se concentran en el subempleo, la
pobreza, los asentamientos precarios con un gran déficit en servicios, infraestructura y calidad de vida. Como consecuencia, los
asentamientos precarios tienden a acrecentar su peso en nuestras grandes ciudades conteniendo desde un 10% hasta un 60% de
la población, según sean los países.

5. Esto hace que tengamos una convivencia social marcada por la dualidad: rascacielos financieros telecomunicados a nivel mundial
vs. campamentos, poblaciones y ranchos que emergen año a año. Esta dualidad no sólo refleja lo parcial que ha sido nuestro
proceso de modernización sino también la lentitud y, muchas veces, la incapacidad de construir una morada verdaderamente
humana. Nuestra ciudad es el rostro patente de nuestra falta de eticidad.

6. En efecto, la dimensión ética de la vida apunta precisamente a la necesidad de morada humana que todos tenemos. Hacer del
mundo un mundo humanamente habitable, eso es a lo que se refiere la ética. Pero, cuando ese mundo no es capaz de albergar a
todos quienes viven en una misma tierra significa que estamos fracasando en el intento. Por ello, la Paz que es el resultado de la
justicia y de la reconciliación, se ve dificultada como consecuencia de nuestro egoísmo y pasividad colectivos.

7. La presencia de los pobres y empobrecidos interpela la calidad humana de nuestras sociedades y, por lo mismo, constituye una
interrogante ética constante: ¡”Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho de él?” En Chile, hemos puesto harto esfuerzo como país
en reducir los niveles de pobreza. En 1990 estos índices eran del orden del 38,6%; en el año 2003 ellos se redujeron al 18,8%.
Hemos bajado 20 puntos; nos queda otros 20 por bajar. Esto nos tiene que llenar de alegría pero también nos plantea nuevos
desafíos: 2.907.700 de conciudadanos viven aún bajo la línea de pobreza (bajo los $43.712 pesos por persona mensualmente en la
ciudad y bajo los $29.473, en el campo); nos amenazan nuevas formas de marginación y exclusión (formas que tienen que ver con
los niveles de educación; con las competencias tecnológicas y lenguisticas, etc.)

8. Este imperativo de luchar contra la pobreza y de ser solidarios para con el pobre es un componente esencial de la ética cristiana.
La indiferencia frente a los pobres es una indiferencia ante Dios y su obra. Vivir éticamente no es otra cosa que ser responsable de
la casa común y de su capacidad para que todos puedan habitar en ella. El empobrecido es, por una parte, una denuncia de nuestra
falta de ética y, por otra, es en una protesta contra esta situación.

Los empobrecidos: un desafío político

9. El muro de enemistad, del que los pobres son testigos cotidianos, es un muro que pone un signo de interrogación sobre el
presente y el futuro de nuestra convivencia democrática. Se trata, aquí, de un desafío político de gran importancia.

10. La democracia es una realidad compleja. Es una cultura de respecto y encuentro con el otro; es un sistema formal de
coordinación de prácticas referidas al poder y la dominación; y es una tarea siempre inconclusa que tiene que ver con la capacidad
creciente de las sociedades de integrar, en los frutos del crecimiento y del desarrollo, a la mayor cantidad posible de sus miembros.
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Por ello, la capacidad de constitución de ciudadanía para el mayor número posible de personas, familias y grupos sociales que
componen el país es parte constitutiva de la democracia. La persistencia de altos índices de pobreza constituye, por esto mismo, un
desafío político sobre nuestras jóvenes democracia. "Si quieres la paz, sal al encuentro del pobre" porque la pobreza es fuente de
violencia y signo de violencia, de muros no derribados, de mecanismos de exclusión y de obstáculos para una sociedad más
integrada.

Primer desafío: el mundo de los pobres se hace complejo

11.La realidad de los pobres (cercana al 40% de la población global de América Latina y a un tercio de la población urbana) es una
realidad de carencias pero también de actividades y de valores, de aspiraciones y de esperanzas. Se trata de una realidad en
rápida transformación; la pobreza y la marginalidad presentan hoy características diferentes a las que presentaban hace apenas dos
décadas.

12. En forma muy resumida se puede decir que “antes” el mundo de los marginados consistía en aquella parte de la población que
no se había integrado aún a la vida moderna y que aspiraba a dicha integración sin lograrlo debido a que la infraestructura
productiva no crecía lo suficientemente rápido. Esta pobreza sigue existiendo hoy y las causas que la generaron siguen operando.
Pero, en la actualidad, el mundo de los pobres es engrosado por una masa de personas que han alcanzado alguna participación en
el mundo laboral y en el del consumo. Sin embargo, han experimentado procesos de exclusión (cesantía, pérdida de beneficios
sociales, etc.) como consecuencia de las transformaciones económicas que se han venido operando en los últimos decenios.

13. El resultado de esto es la modificación de la conformación cultural, social y económica del mundo pobre y marginal. Quienes, en
alguna etapa de su vida, han experimentado algún nivel de participación e integración son personas capaces de desarrollar
desarrollado algunas capacidades de trabajo y algunas aptitudes para participar en el mercado moderna. Ello es diferente al
marginal de los años 60. Se han venido, pues, a juntar en el mundo de los pobres dos mundos: a) los remanentes de la cultura y
habilidades tradicionales y b) las precarias y poco desarrolladas pero reales capacidades y destrezas laborales adquiridas
recientemente.

Segundo desafío: economía popular ¿sustentable?

14. Excluidos de los dos grandes sistemas de asignación y distribución de recursos que son el mercado y el Estado, los pobres
quedan enfrentados al problema de la subsistencia sostenidos en sus propias capacidades. Surgen así actividades y organizaciones
económicas y sociales de muy variado tipo y características. Unos llaman a esto "economía informal" y otros la nombran como
"economía popular".

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15. En los hechos, se trata de un mundo extremadamente complejo y diferenciado que en algunos países alcanza a un 20% de la
población y en otros ha llegado incluso al 50%. a) Formas comunitarias que reconstituyen fragmentariamente modos de producir y
de distribuir que son tradicionales (comunidades indígenas, expresiones artesanales de tradición local, tecnologías ritualizadas de
antiguas tradiciones culturales que reviven asociadas al interés turístico, etc.) b) Empresas asociativas que operan preferentemente
para el mercado interno (cooperativas, talleres solidarios, huertos familiares y comunitarios, empresas pequeñas autogestionadas,
cooperativas de vivienda, organizaciones de autoayuda, etc.). c) Microempresas y pequeños talleres y negocios de carácter familiar
de dos o tres socios, o de un dueño que contrata un número reducido de operarios; d)Iniciativas individuales no establecidas
(comercio ambulante, servicios domiciliarios, etc.); e)Soluciones asistenciales (mendicidad, inserción en sistemas de beneficencia
organizada pública o privada); f) Actividades ilegales y a menudo delictuales (tales como la prostitución, la delincuencia callejera,
el pequeño despacho de drogas, etc.).

16. Estas iniciativas podemos encontrarlas en distintos niveles de desarrollo: i) nivel de mera sobrevivencia, cuando la actividad se
considera como una acción de emergencia, transitoria y orientada a satisfacer dificultosamente las necesidades inmediatas; ii) a un
nivel de subsistencia cuando la actividad tiende a prolongarse en el tiempo aunque no hace posible forma alguna de acumulación y
crecimiento; iii) a un nivel de crecimiento, cuando las personas logran, efectivamente, a través de la actividad un progresivo
mejoramiento en su calidad de vida y logran sumar actividades culturales y de capacitación que potencian la acción y abren nuevas
posibilidades.

17. Detrás de cada una de estas formas y niveles hay diversas culturas y diversas experiencias previas. Las respuestas
comunitarias tradicionales responden a culturas menos afectadas por los procesos de modernización y que han resistido por el
momento a la desarticulación industrial. Las formas asociativas y de cooperación surgen de ambientes que han tenido alguna
vinculación con la Iglesia o con ideologías progresistas (sindicatos, organizaciones barriales, partidos políticos). Por su parte, las
soluciones familiares o individuales suponen una cultura del riesgo que implica una experiencia anterior de estudio, trabajo formal,
migración, etc. El recurso al asistencialismo proviene más bien de situaciones de dependencia, carencia de recursos personales,
desesperanza. La vía delictiva, por su parte, generalmente supone algún grado de desintegración psicológica, menor formación
moral, inestabilidad emocional, escasa integración familiar. La interrogante que surge ante esta realidad es sobre sus perspectivas,
viabilidad y destino futuro.

Aportes de la enseñanza social de la iglesia para un discernimiento ético político

18. En su visita a Chile (1987) Juan Pablo II decía ante la asamblea de la CEPAL: "Los pobres no pueden esperar" y formulaba un
llamado urgente a "construir en la región una economía de la solidaridad"; agregando: "Creo que en esa economía solidaria
ciframos todos nuestras mejores esperanzas para la región".

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El sujeto humano como punto de partida.

19. Más adelante, precisando los contenidos de esta economía de solidaridad, Juan Pablo II puntualiza: " Se ha de dar una
prioridad indiscutible a las políticas de reducción del desempleo y de creación de nuevas fuentes de trabajo. Dicha prioridad, podría
decirse que tiene a su favor incluso razones puramente técnicas: entre la creación de trabajo y el desarrollo económico hay una
relación recíproca, una causalidad mutua, una dinámica fundamental.” Pero, más allá de la dimensión técnica hay una dimensión
ética en esta “prioridad” por buscar el máximo nivel de empleo. “Los subsidios de vivienda, nutrición, salud, etc. otorgados al más
indigente, le son del todo indispensables, pero él podríamos decir, no es el actor. Ofrecerle trabajo, en cambio, es mover el resorte
esencial de su actividad humana en virtud de la cual el trabajador se adueña de su destino, se integra en la sociedad entera, e
incluso recibe aquellas otras ayudas no como limosna, sino, en cierta manera, como el fruto vivo y personal del propio esfuerzo".

20. Junto a los subsidios del desempleo, de vivienda, de salud, de alimentación, que no involucran personalmente a los
beneficiados en la superación de sus problemas, es necesario privilegiar soluciones participativas y comunitarias, tales que los
mismos necesitados desplieguen sus energías creadoras en la solución de sus problemas, y con ello crezcan humanamente y se
integren efectivamente a la vida de la sociedad. La existencia de numerosas expresiones de "economía popular" están demostrando
que esto no es imposible sino que, por el contrario, coincide con las mismas orientaciones que los pobres están dando a sus
esfuerzos por superar la pobreza.

El imperativo ético de la solidaridad.

21. La solidaridad es una orientación ética que posee múltiples dimensiones. Por una parte al decir solidaridad se dice ayuda del rico
al pobre, del que tiene al que no tiene. Solidaridad es generosidad que nace de la buena voluntad, que brota de un corazón
dadivoso. Por otra parte cuando se dice solidaridad se dice responsabilidad social con el otro y entre todos; exigencia humana que
brota de nuestra condición de ser sociales, según la cual vivir es convivir, es tejer un nosotros que nos realiza individual y
colectivamente. En este sentido solidaridad es imperativo ético, obligación moral.

22. La solidaridad se traduce, pues, en un hacerse cargo del sufrimiento del inocente; reconocer al otro no sólo como igual a uno
mismo, sino también asumir sus intereses como propios y la responsabilidad colectiva ante las necesidades del otro. Desde este
punto de vista la solidaridad no sólo un compromiso individual sino también una lógica de acción colectiva.

De la limosna a la construcción de sujetos colectivos.

23. La pobreza nos pone ante un mundo de pobres, enfrentado a situaciones de exclusión y marginación pero activado económica y
socialmente a través de múltiples formas basadas en el trabajo y la solidaridad y a través de un gran tejido de movimientos
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sociales de voluntariado. El motivo del fracaso de muchos planes que se han propuesto terminar con la pobreza y la marginación ha
estado, precisamente, en que se ha pretendido beneficiar a los pobres sin potenciarlos como sujetos capaces de asumir su propio
desarrollo. Beneficiar a los pobres buscándoles desde fuera (ya sea desde el Estado o desde las ONGs y el plural mundo de la
sociedad civil) soluciones a sus necesidades más urgentes lleva a estabilizarlos en situación de dependencia. Las necesidades son
recurrentes, los recursos permanecen centralizados en manos ajenas, la cooperación se transforma en limosna.

24. Es necesario romper el círculo de la benevolencia. Hay qie avanzar en el acompañamiento de los empobrecidos en la tarea de
auto constituirse en sujetos de su propia vida y de su propia historia. Por ello, es necesario articular dos procesos centrales: a)
avanzar en la satisfacción de las necesidades inmediatas de los sectores marginados (dinámica asistencial); b) mediante el
desarrollo de sus propias capacidades para satisfacerlas (dinámica promocional individual y colectiva). Este objetivo coincide con la
esencia misma del desarrollo que consiste en el desarrollo del ser humano completo: "Bajo este aspecto en la encíclica Laborem
Exercens me he referido a la vocación del ser humano al trabajo, para subrayar el concepto de que siempre es él el protagonista del
desarrollo".

25. Este nexo sustancial que Juan Pablo II establece entre economía solidaria y trabajo y entre ambos conceptos y el desarrollo, es
retomado por el Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, desde 1992. Es a luz de este nexo que están redactadas las líneas
pastorales de dicho documento referidas al problema de la pobreza y a la forma de enfrentarla. En el Nº 181, por ejemplo, se pide:
"apoyar y estimular las organizaciones de economía solidaria, con las cuales nuestros pueblos tratan de responder a las angustiosas
situaciones de pobreza". Ello supone, a mi modo de ver, la integración de dos procesos convergentes:

a) El desarrollo de lo se ha llamado "economía popular" que se encuentra en plena expansión en los sectores marginados de
nuestras grandes ciudades y que se torna crecientemente viable y exitosa en la medida en que en su seno tengan creciente
presencia relaciones y valores de solidaridad y cooperación en el trabajo:

b) El desarrollo de creciente niveles de organización, participación y autonomía de las fuerzas de trabajo en las empresas y en
la economía global, de modo que se vaya superando la subordinación en que se encuentran y vayan alcanzando una mayor
centralidad en el conjunto de la economía y de la sociedad.

26. Ambas formas de organización apuntan a hacer realidad la promoción de "la justicia y la participación en el interior de nuestras
naciones, educando en dichos valores, denunciando situaciones que los contradicen y dando testimonio de una relación fraterna"
(209). En efecto, dichas formas de organización convergen en levantar el trabajo hasta el centro de la economía y en incrementar
relaciones de cooperación y solidaridad que favorecen una justa integración social. Ambos procesos son constitutivos de un
verdadero desarrollo, no centrado en las cosas sino en las personas, que no se encuentran motivados por la sola acumulación de
riquezas y de poder sino también de las capacidades humanas y de las relaciones sociales.
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27. A ello nos convoca el Documento de Santo Domingo cuando nos pide: "Sentar las bases de una economía solidaria, real y
eficiente, sin olvidar la correspondiente creación de modelos socio-económicos a nivel local y nacional. Fomentar la búsqueda e
implementación de modelos socio-económicos que conjuguen la libre iniciativa, la creatividad de las persona y grupos y la función
moderadora del Estado, sin dejar de dar atención especial a los sectores más necesitados. Todo esto, concluye el Documento,
orientado a la realización de una economía de la solidaridad y la participación, expresada en diversas formas de propiedad" (201).
(Centessimus Annus 32, párrafo 2).

28. Esto implica diversas cosas a juicio del Magisterio eclesial latinoamericano. Por una parte, "promover la participación social ante
el Estado, reclamando leyes que defiendan los derechos de los pobres" (180); "Urgir respuestas de los Estados a las difíciles
situaciones agravadas por el modelo económico neo-liberal que afecta principalmente a los más pobres" (181); "educar en los
valores de laboriosidad y del compartir, de la honestidad y la austeridad, del sentido ético-religioso de la vida, para que desde la
familia -primera escuela- se formen hombres nuevos para una sociedad más fraterna donde se viva el destino universal de los
bienes en un contexto de desarrollo integral" (200) (Centessimun Annus 32, párrafo 3).

29. A estas recomendaciones, el Documento de Santo Domingo agrega otras de carácter más específico en torno a la necesidad de
promover la inversión nacional y extranjera (198); corregir los problemas de déficit fiscal, desorden monetario, pérdida de recursos,
inflación y corrupción (198); asumir seriamente la problemática agraria en la región (177); promover la necesaria reforma y
modernización del Estado (203) y relaciones internacionales y de intercambio de tecnología más justas y solidarias (202).

En conclusión.

Se trata de un conjunto de pistas de acción que si bien no se encuentran articuladas en un todo coherente sin embargo apuntan a
la necesidad de un esfuerzo renovado en favor de las transformaciones necesarias para superar y erradicar la pobreza y la
marginación económica, social y cultural. Asumir la situación de los pobres de nuestras grandes ciudades como una política de
Estado y no solo como responsabilidad de uno u otro gobierno, implica articular coherentemente una estrategia de desarrollo
nacional.

Evidentemente, no son los Pastores los responsables y encargados de dicho diseño. Es tarea del laicado cristiano proponer
alternativas que encarnen estas orientaciones. Esta Cátedra Alberto Hurtado quiere contribuir a ello.

Santiago, 24 de agosto, 2004.

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Francisco López F.
Director Magister en Etica Social y Desarrollo Humano.

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