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C.E.I.A.

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Centro de Espiritualidad
Ignaciana de Argentina

“Hoy ha llegado la Salvación a esta casa”. Reflexiones a partir de Lc 19,1-10

* En tu presencia… buscando tu mirada…

Tomo conciencia de la presencia desbordante de Dios en mi vida, en este día, en este


momento. Reconocer que estoy bajo la mirada de un Amor gratuito, libre, incondicional,
fuerte, poderoso, misericordioso… me dejo mirar por Dios, como Zaqueo.

* Le hago una petición al Señor: “Pasá por mi vida… mirá esta realidad que me toca
vivir, vení a mi casa, entrá en mi presente y traé tu salvación. Quedate y transformá mi
vida”

* Leo el texto:
Jesús atravesaba la ciudad de Jericó. Había en la ciudad un hombre llamado Zaqueo, que
era jefe de publícanos y rico, que quería conocer a Jesús. Pero, como era de baja estatura,
no podía verlo a causa de la multitud. Así que corrió delante y se subió a un árbol para
verlo, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, levantó los ojos y le
dijo:
- Zaqueo, baja pronto porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban y decían:
- Se ha ido a alojar en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie ante el Señor y le dijo resueltamente:
- Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres y si engañé a alguno le daré cuatro
veces más.
Jesús le dijo:
-Hoy la salvación ha venido a esta casa., porque también éste es hijo de Abraham. Pues el
Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.

* Algunos puntos para meditar y conversar con Jesús:

Imagino el lugar, imagino la escena. Te propongo animarte a hacer el camino espiritual de


Zaqueo. Vive en una ciudad importante, es un hombre rico, que ha ganado sus bienes con
una profesión indigna e impura: no solo era recaudador de impuestos, sino el jefe de los
publicanos. De ahí el odio de sus compatriotas por “esta clase de hombres”.

Nos dice el texto que “quería conocer a Jesús”. Todo comienza con esta inquietud, no
sabía quien era Jesús, pero trata de distinguirlo. No sólo distinguirlo, sino llegar a
identificarlo. Este hombre revela nuestras búsquedas de Dios. ¿De dónde la sospecha de
que “alguien” interesaba tanto como para conmover los cimientos de su vida? A pesar de
llevar una vida indigna de Dios, este hombre, como muchos de nosotros, anhela un
encuentro, desea toparse con Dios, desea conocerlo. A Jesús le basta este deseo para
ponerse en marcha hacia su corazón, pues él mismo lo ha suscitado.

¿Puedo rastrear en mi interior ese “deseo de Dios”? ¿me dejo llevar por esa búsqueda que
nace de lo profundo del corazón? ¿o le pongo trabas? ¿o me dejo aplastar por la
“multitud” que tiene rostro de activismo, de indiferencia, de ritmo y agenda apretada?
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Centro de Espiritualidad
Ignaciana de Argentina

Era de baja estatura: sabemos que Lucas no pone nada librado al azar. Es un hombre
pequeño, por eso tiene que buscar la manera de ver a Jesús. La baja estatura tiene que ver
con la pequeñez del corazón que a veces nos obstaculiza encontrarnos con ese Dios que
pasa por nuestra historia. ¿No somos todos seres muy pequeños? ¿no necesitamos de
“ayudas”, de “árboles” para poder descubrir a Cristo que llega? ¿Cuáles son esas ayudas
que he recibido, que recibo hoy y que se convierten en medios importantes para un
“Encuentro”? ¿A qué árbol me subo para conocer a Jesús?

Iba a pasar por allí: Zaqueo estaba seguro de eso. La presencia de Cristo en nuestra
historia se intuye, y podemos llegar a descubrirlo porque está ahí, en medio de nuestra
vida, en nuestras calles y ciudades, en nuestros afectos, en las situaciones de dolor que nos
superan, entre la gente que nos rodea,en este presente que vivimos.

Jesús levantó los ojos: una vez más, el derroche de Dios, la ternura y la importancia que le
da a los deseos de un corazón que busca. Zaqueo se dejó mirar desde abajo. Se dejó
encontrar por Jesús que se hizo el encontradizo con su mirada. Jesús elige a Zaqueo
porque lo ama,sin más, sin pedirle nada a cambio. Esto es lo maravilloso del encuentro.
No hay encuentro sin miradas. Cerrá tus ojos…abrí los del corazón y dejate mirar
así…"porque miraste hondo, lo comprendiste todo…"

Baja pronto, que tengo que alojarme en tu casa: Seguramente Zaqueo no se olvidaría jamás
de lo que vivió aquel día. Por primera vez había encontrado alguien que, ante su pecado no
experimentaba horror ni desprecio, sino una infinita ternura y un deseo enorme de sanar
sus heridas internas en lugar de condenarlas, alguien que le ofrecía una Vida nueva.

Jesús le muestra a un Dios que en su presente lo ama infinitamente y lo perdona. Jesús


desea llegar a la intimidad de su persona, “a su casa”. Entonces el encuentro es gracia
cuando se percibe que Dios quiere compartir nuestra vida, quiere ser parte de ella, quiere
participar de nuestra intimidad, de nuestra mesa. Y lo recibe feliz. Quien abre sus puertas a
Jesús se da cuenta que recibe mas, muchísimo mas de lo que da. Ese encuentro nos
dignifica, nos hace sentirnos amados así, como somos, valorados como personas. Nos
refleja el rostro de un amor que es incondicional, gratuito y que está mas allá del pecado
mismo.

Señor, la mitad de mis bienes la daré a los pobres… : el gesto de aceptación incondicional
de Jesús para con Zaqueo es capaz de enternecer y convertir el corazón de un hombre al
que todos consideraban endurecidos. De allí, del amor y no de otra cosa brota la
conversión.

¿Qué respuesta podemos dar al amor? “Amor con amor se paga” La decisión real, y
verdadera, profunda y permanente de cambiar brotan de un encuentro con Jesús en la
verdad de la vida. Y es ahí cuando aparecen los rostros de los hermanos. Ahí aparece la
reparación, que es una forma de amor. Ahí aparece el mismo amor de Dios que me hace
mirar a mi hermano, a quien he dañado, a quien he ofendido, a quien he herido, a quien he
robado.

No es sólo “aquietar la conciencia”, sino la manifestación sincera de un corazón que,


descubriéndose amado, no puede sino amar. Zaqueo nos enseña que del dolor, de los
límites, del mismo mal es desde donde crecemos y desde donde surge la conversión.
C.E.I.A. 3-3
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HOY HA LLEGADO LA SALVACIÓN A ESTA CASA:

La salvación no es un conjunto de normas, no es solo un mensaje sino, y sobre todo UNA


PERSONA: JESUCRISTO. Ese “hoy” del texto resuena con mucha fuerza, porque es
pronunciado para nosotros. Cada uno, en su presente, es invitado a escuchar estas palabras
de la boca de Jesús. No tenemos otro tiempo. Dios esta obrando la salvación ahora. En
este momento personal, social, mundial. El encuentro con Él nos salva.

Y el encuentro con Él provoca el acercamiento con los demás. Dejemos que suenen fuerte
estas palabras en el silencio del corazón. HOY Dios quiere mirarnos. Hoy Dios quiere
invitarnos a bajar y entrar en nuestra casa. Hoy Dios quiere compartir la mesa de nuestras
historias y de nuestra historia. Hoy… para vos, ha llegado la salvación a tu casa.

* A modo de examen y síntesis: vuelvo a repasar aquello que sentí que Dios me dijo.
Aquella frase, aquella imagen que quedó resonando en el corazón, aquel diálogo ,aquella
mirada. Sentí como resuenan con fuerza las palabras de Jesús para vos: …HOY LLEGÓ
LA SALVACIÓN A TU CASA.

* Escribo en dos o tres palabras por donde tiene que pasar Jesús para traer la salvación
a mi casa en este presente que vivo para presentarlo al Señor en la Eucaristía.

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