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Como puede leerse en el subject de este e-mail, aquí les dejo mi testamento. Entiendo por
esto, lo único que deberían acordarse de mi, si la noche de mañana fuera a dejar este
mundo. Sería necio negarlo. Víctima de las circunstancias límites que me ha tocado vivir,
creo haber cambiado en mucho las ponderaciones que le doy a las cosas cotidianas, y lo
que es aún más importante, creo haber cambiado mi perspectiva acerca de qué se trata todo
esto que llamamos vida. Para los que no lo saben, tuve un accidente grave en el que pude
haber muerto. Surgen entonces preguntan primarias y trascendentes como ¿hacia donde
voy?, ¿qué hubiera pasado si las cosas se huberan dado de otro modo? O ¿estoy haciendo
lo correcto con mi vida? Y para responder a estas preguntas, voy a tener que hablar de un
ser al que llamo Dios. Lo que les voy a contar ahora, no se lo he contado jamás a nadie. Es
un secreto, que por el abismo que me causa, nunca fui capaz de sacarlo hacia el exterior.
Quizá las circunstancias no se dieron...no lo sé. Este secreto responde a la pregunta: ¿qué
hubiera pasado si las cosas se hubieran desenvuelto de otro modo? o más en concreto, ¿qué
hubiera pasado si en la madrugada del 31 de diciembre de 1998, me hubiera muerto? La
respuesta es más fatal que la muerte misma. Yo no me hallaba en gracia de Dios aquel día.
Para los creyentes de la religión católica entre los que me encuentro, eso significa la
muerte eterna, eso significa el infierno que es la desgracia y la infelicidad para toda la
eternidad, en cuerpo y alma. Minutos después de que llegaran al hospital mis padres, ya
varias horas despues de sucedido el accidente, ante la gravedad de mi estado, mi papá
sugirió llamar a un sacerdote. Este, al venir, me dió el sacramento de la unción de los
enfermos, que perdona los pecados, y prepara el alma para que Dios la acoja entre sus
justos. Mi mamá y mi papá tienen mucho que ver con la fe que yo tengo, que se ha
incrementado desde aquella hermosa madrugada. Aquí va una anécdota que algunos ya
conocerán. Estando en terapia intensiva, me encontraba solo todo el día salvo en el
almuerzo y alrededor de las 19:30. Sucedió que una tarde se acerca una enfermera y me da
un rosario: "Te lo dejó tu papá." En ese momento, movieron una cama, porque estaban
acomodando las cosas, y el ruido que produjo al rayar el piso, sonó en mi cabeza como el
violín llorón de algún tango lejano. Y me dije: "Mi viejo es un tango y un rosario." En ese
momento comencé a llorar casi a los gritos, repitiendole mi
conclusión a
la
enfermera. "Mi viejo es un tango y un rosario" le decía, y seguía
llorando
más y más fuerte. Sin duda que el efecto de las drogas que tenía
encima,
ayudaron para imaginar el violín y para que estuviera tan
hipersensible.
Cuando las visitas se retrasaban 15 minutos, me ponía a llorar
porque
creía
que ya no me querían más.
Creo que fue una conclusión que aún hoy tiene vigencia para mí.
Recuerdo
también que mas tarde, ya en Buenos Aires y después de que el
peligro de
había alejado, viendo un video en el que aprecían los médicos de
Punta del
Este, teniendo en cuenta que había recibido la santa unción, mi
viejo me
dijo con la mirada casi brillando y con un dejo de resignación: "Ahí
están
los que te cagaron la vida." 100% preciso.
No pasan más de dos días sin que yo piense que mi muerte pudo haber
sido
el
peor fracaso de una vida: la condena eterna. Por eso, cada tanto
repito
como un autómata, "Líbrame Señor de la muerte eterna."