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TÚ ME DAS EL AMOR

Pensamientos salidos del corazón de LA MADRE TERESA DE CALCUTA


ÍNDICE GENERAL

A MUERTO UNA SANTA

Primera Parte: DIOS

• Entregar mi vida pero no mi fe


• Yo le miro, Él me mira
• En el silencio, Él nos escucha, Él nos habla
• Solos no podemos hacer nada
• Dame de beber
• Yo quiero

Segunda Parte: EL OTRO

• Amar al otro
• Cada hombre es único
• El amor verdadero
• Yo soy un hombre
• Ser un bulldozer de Cristo
• El amor recibe todo y da todo
• Tener la experiencia de no tener nada
• No hay amor sin perdón, No hay perdón sin paz
• ¿Puede el sufrimiento estallar en alegría?
• Él es quien elige

Tercera Parte: LA MADRE TERESA HABLA A SUS RELIGIOSAS

Cuarta Parte: VIVIR CON LOS POBRES Y COMO LOS POBRES

EL MUNDO HA PERDIDO A UNA SANTA.


Sus funerales celebrados ayer sábado 13 de septiembre de 1997, congregaron a personalidades de los cinco
continentes. Esta es la historia del llamado "Ángel de los pobres". Tan pronto como se tuvo noticia de su
muerte, una ola de temblores pareció atravesar la ciudad de Calcuta, tan proclive a los desastres, donde su
extraordinaria cruzada comenzó. Millares de habitantes de todas las edades, ricos y pobres, de todas las castas y
religiones, vinieron corriendo a expresar su dolor. El hecho de que la muerte haya sorprendido a la Madre
Teresa en Calcuta fue como su último homenaje a los pobres de esa ciudad que se habían embarcado con ella en
una de las más notables aventuras espirituales de este siglo. Vi por última vez a esa legendaria figura apenas
hace unos meses, durante su misa mañanera en la capilla de su convento. Era un vasto cuarto, también usado
como sala de estudios y dormitorio por centenares de jóvenes mujeres indias de su noviciado. Su única
decoración era un crucifijo en la pared con la inscripción, "Tengo sed". Observándola esa última mañana,
doblada sobre sí misma, con sus temblorosos labios pronunciando una plegaria, contemplando todas esas

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jóvenes mujeres de piel olivácea en torno a ella que habían venido de los cuatro rincones de la India para vestir
el blanco sari de las Misioneras de la Caridad, no pude hacer otra cosa que bendecir a la ciudad de Calcuta que,
en su adversidad, ha engendrado tantas Santas. Yo seguí a muchas de esas Santas a los hogares para
moribundos, a los leprosarios, a los orfelinatos, a los asilos de la Ciudad de la Alegría y a prácticamente cada
ciudad de la India, y en otras ciudades del mundo. Y en cada ocasión fui testigo del mismo milagro como si, a
través de una vibración portadora de esperanza, esas hermanitas quisieren anunciar a todos los desamparados
del mundo: "Estamos aquí, los amamos, cesen de tener miedo". Ese fue el mensaje de la labor de la Madre
Teresa: proclamar a la humanidad "que los pobres deben de ser queridos, pues han sido creados por la cariñosa
mano de Dios, a fin de amar y ser amados". Ella primero forjó ese mensaje en la caldera de miseria, injusticia y
violencia de Calcuta, donde la había enviado su vocación misionera. La Madre Teresa era hija de un próspero
empresario de la ciudad de Skopje (Macedonia) - en esa época parte de Albania - donde nació 87 años atrás, el
26 de agosto de 1910. Temprana vocación Agnes Bojaxhiu recibió el llamado a la vocación religiosa desde una
edad muy temprana. A los 18 años, tras elegir el nombre de Teresa debido a su devoción por la Santa de
Lisieux, se unió a la orden religiosa irlandesa de las Hermanas de Loretto. El 6 de enero de 1929 desembarcó de
un buque en el muelle del puerto de Calcuta, entonces la mayor metrópolis del imperio británico después de
Londres. Durante 16 anos enseñó geografía a las hijas de la burguesía bengalí, en una de las escuelas religiosas
más aristocráticas de la capital de Bengala. Pero luego, su tranquila existencia cambió súbitamente el 10 de
septiembre de 1946, tras un viaje a la ciudad de Darjeeling, donde debía emprender su retiro anual. Cuando su
tren pasaba por un túnel, de repente oyó en su corazón el llamado de la vocación. "Fue una orden", dijo ella
luego. "Tuve que abandonar la comodidad del convento, renunciar a todo y seguir al Señor... Para servirlo a Él,
a Jesucristo, a través de los más pobres entre los pobres". En esa época tenía 36 años. Siete meses más tarde
recibió del Vaticano el permiso para abandonar el convento y fundar una nueva orden religiosa cuya vocación
fue "atender a los enfermos y a los moribundos de los barrios marginales, educar a los niños de la calle, cuidar a
los mendigos y dar refugio a los desamparados". De esa forma surgió, bajo el impulsó de una sola monja, a la
que pronto se unirían 10 jóvenes novicias bengalíes, la Congregación de las Misioneras de la Caridad, una
orden que cuenta en la actualidad con más de 5.000 hermanas, 500 hermanos consagrados y más de cuatro
millones de trabajadores laicos diseminados en mas de 100 países de los cinco continentes. La orden mantiene
reglas muy estrictas, a las cuales las novicias prometen respetar por todo el curso de sus vidas. Existen los
habituales votos de pobreza, castidad y obediencia, y un cuarto voto adicional que es exclusivo de las
Misioneras de la Caridad: "Ponerse de manera total al servicio de los pobres". No fue fácilLa llegada de esa
mujer cristiana que lucía un crucifijo en su sari causó una enorme sorpresa. Pronto los hindúes ortodoxos
comenzaron a quejarse. Circuló el rumor de que ella y las novicias que le ayudaban se proponían convertir a los
moribundos al Cristianismo. Comenzaron los incidentes. Un día una lluvia de piedras y de ladrillos cayó sobre
la ambulancia que transportaba a algunos moribundos recogidos por la orden en las calles de Calcuta. Las
hermanas fueron insultadas y amenazadas. Teresa cayó de rodillas frente a la turba. "¡Mátenme!" Les gritó,
alzando sus brazos en un gesto de crucifixión. "Iré al paraíso más rápido". Delegaciones de la zona fueron a la
alcaldía y a la jefatura de policía exigiendo la deportación de la monja extranjera. El jefe de policía prometió
satisfacer el pedido, pero sólo después de realizar una investigación personal. Encontró a la Madre Teresa
atendiendo a un anciano que acababan de recoger de la calle. El hombre era delgado como un esqueleto, se
hallaba en un increíble estado de suciedad y sus piernas estaban hinchadas por úlceras sangrantes. "¡Mi Dios,
cómo puede soportar esto!" Pensó el asombrado policía. La Madre Teresa estaba limpiando meticulosamente
las heridas, colocando medicamentos, hablando suavemente al anciano, asegurándole que se pondría mejor, que
no tenía nada que temer. Una extraña serenidad bañaba su rostro. "¿Quiere que le muestre el hospicio?" Le
preguntó la monja. "No, madre, no se tome esa molestia. No es necesario", respondió el conmovido policía. Un
grupo de fanáticos aguardaban al funcionario policial en las puertas del hospicio. "Les prometí que expulsaría a
esa mujer extranjera", les dijo el jefe de policía, "y mantendré mi promesa. Pero sólo después de que sus madres
y sus hermanas vengan aquí a reemplazarla en su labor". Días más tarde la Madre Teresa vio a un grupo de
personas frente a un templo cercano. Un hombre, pálido como un cadáver yacía en el suelo. En torno de sus
hombros estaba la triple cuerda sagrada de los brahmanes. Era un sacerdote del templo. Nadie osaba tocarlo.
Tenía cólera. La Madre Teresa se inclinó y lo tomó en sus brazos para llevarlo al hospicio. Lo atendió día y

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noche hasta salvarle la vida. Al poco tiempo, el hombre dijo: "Durante 30 años he venerado una diosa Kali de
piedra. Ahora, he comenzado a venerar una diosa Kali de carne y hueso". A partir de ese momento, nadie más
osó arrojar una piedra contra las hermanitas que lucían saris blancos con bordes azules. La noticia de ese
increíble rescate pronto estuvo en los labios de todos los habitantes de Calcuta. El Alcalde, periodistas y
personas importantes, comenzaron a visitar el sitio. Mujeres de la sociedad se ofrecieron como voluntarias para
trabajar con las hermanas. Una obra giganteEn el curso de 45 años, la Madre Teresa recibió en el hospicio más
de 100 mil moribundos y desamparados. Es allí donde la conocí hace 16 años. Ningún otro medio ambiente
podía reflejar con tal poder el carisma y la vocación de esa extraordinaria mujer. Ella estaba curando las heridas
de un adolescente tan delgado y consumido que parecía un preso de un campo de concentración nazi. Su carne
se había disuelto. Sólo su piel tirante permanecía en sus huesos. La Madre Teresa le habló suavemente en
bengalí. Nunca olvidaré los ojos del moribundo. Su sufrimiento cedió lugar a una especie de serenidad, la
serenidad de alguien que descubre súbitamente que es amado. Sintiendo una presencia detrás de ella la Madre
Teresa giró la cabeza. Me sentí terriblemente culpable por haber interrumpido un diálogo que para mí era único.
Me presenté ante la monja. Un voluntario europeo, pasó en ese momento por el corredor. Sostenía un
lavamanos. La Madre Teresa lo llamó y apuntando al moribundo le dijo: "Ámalo con toda tu fuerza". Me
condujo a un pequeño espacio que separaba la sala de los hombres de las mujeres. Había una mesa y un banco.
En la pared habían colocado un cartel en el cual estaba un mensaje escrito en tinta. Decía: "En la actualidad la
enfermedad más horrible no es la lepra o la tuberculosis sino la sensación de ser indeseable, rechazado por
todos". Atender a los moribundos fue apenas el primer paso en su cruzada. También estaban los vivos, y entre
ellos los más débiles entre los desamparados, los recién nacidos hallados entre los cestos de basura de Calcuta,
en cloacas, en las puertas de las iglesias. El 15 de febrero de 1953, su nueva institución "Sishu Bhavan", el
Hogar Infantil, recibió a su primer invitado, un bebé prematuro que había sido hallado envuelto en periódicos
en un montón de basura. Batalla por los niños El bebé pesaba menos de un kilo y medio y estaba tan débil que
ni siquiera podía beber la leche que le dieron las hermanas. Tuvo que ser alimentado con una cánula que le
colocaron en la nariz. La Madre luchó desesperadamente por su vida. Y ganó. Y a partir de ese momento,
docenas de bebés ocuparon las cunas del hogar. Luego de los moribundos y de los niños abandonados, la Madre
Teresa volcó su compasión a los seres humanos más desamparados de todos, los leprosos. Había millares de
ellos en Calcuta. En un terreno otorgado por los Ferrocarriles de la India, la Madre construyó un refugio de
ladrillos y de barro para albergar a los casos más desesperados. Ella los visitaba cada día proporcionando
alimentos, curando sus heridas, consolándolos con palabras de amor. Pronto, centenares de cuerpos mutilados
corrieron a ese oasis de esperanza. Ella invitó a los habitantes de Calcuta a unirse a su acción a través de una
gran recolección de dinero y de alimentos para las víctimas de la lepra. Como emblema de ese operativo, eligió
un antiguo símbolo de la enfermedad: una campana similar a la que los leprosos del pasado debían sacudir para
advertir a la gente de su aborrecida presencia más un hermoso lema, "debemos tocar a los leprosos con nuestra
compasión". El resultado colmó todas las expectativas. Pronto estuvo en condiciones de construir una ciudad
para leprosos, "Shanti Nagar", la Ciudad de la Paz. Fue un logro que rápidamente atrajo la curiosidad de la
prensa. Malcolm Muggeridge, el famoso periodista y escritor británico, llegó un día a Calcuta para rodar un
filme por encargo de la BBC acerca de esa monja europea y sus hermanitas que estaban practicando la caridad
de un manera revolucionaria. Muggeridge quedó tan conmovido por esa experiencia que se convirtió al
Cristianismo. El filme fue divulgado por varias redes de televisión en diferentes partes del mundo y transformó
instantáneamente a la Madre Teresa en una celebridad internacional. Ciudades de la India y de otros países
comenzaron a rogarle que las visitara para abrir un orfanato, o un refugio para los desamparados. Galardones,
distinciones y premios comenzaron a llover sobre la tesonera monja. Nunca alteraron su humildad. Siempre
recibió esos honores a nombre de los pobres del mundo.
POR DOMINIQUE LAPIERRE

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PRIMERA PARTE DIOS

Entregar mi vida, pero no mi fe


Señor, concédeme una profunda visión de fe, y mi trabajo Señor jamás será monótono. Así ora, llena de fuerza,
la Madre Teresa de Calcuta. A Ralph Rolls, quien le preguntaba qué haría si tuviera que trabajar en un país que
la obligase a abandonar su fe, responde: Nadie puede quitarme mi fe. Si, para que brille el amor de Cristo entre
los desgraciados, no hubiera otra alternativa que la de permanecer en tal país, me quedaría, pero nunca
renunciaré. Estaría pronta a entregar mi vida pero no mi fe. Haber elegido libremente una vida arriesgada y
mísera, constituye precisamente el misterio de su fe... ¿Cómo explicarlo? ¡El resultado es bastante pequeño!
Sabemos perfectamente, dice la Madre Teresa, que lo que nosotros hacemos no es más que una gota en el
Océano. Pero si esa gota no estuviera en el Océano, faltaría. Si no tuviésemos nuestras escuelas en los barrios
pobres - no son sino pequeñas escuelas primarias, donde enseñamos a los niños a amar el trabajo y a
mantenerse limpios -, si no tuviéramos esas pequeñas escuelas, esos millares de niños estarían abandonados por
la calle. Estamos ante una elección: o bien acogerlos y darles eso que es tan poco, o bien abandonarlos a la
calle. Y lo mismo sucede con nuestro hogar de moribundos. De no tener nosotros ese hogar, los que hemos
recogido hubieran muerto en la calle. Pienso que sólo por eso valía la pena tener ese hogar, nada más que por
esos pocos hombres, para que mueran serenamente, en la paz de Dios. Misterio, también, el aguantar sin
desmayo, porque para "aguantar" hay que ser, en frase de Lacordaire, "tierna como una madre e inalterable
como un diamante". La Madre Teresa nos da una explicación de este misterio: La fe es un don de Dios. Sin ella
no habría vida. Y para que nuestra Obra dé frutos, para que no pertenezca más que a Dios, para que sea una
obra redentora, ha de construirse sobre la fe. Cristo dijo: "Tuve hambre, estuve desnudo, enfermo, sin vivienda,
y tú hiciste aquello por mí". Toda nuestra Obra se fundamenta en la fe de esas palabras... La fe falta porque hay
demasiado egoísmo y búsqueda del propio provecho. Para que la fe sea verdadera, tiene que ser generosa. Amor
y Fe van juntos... Se completan. Ella, sin embargo, no impone su fe... Que Cristo, dice, haga pasar su luz y su
vida a cada uno de nosotros y, a través de nosotros, al mundo de la miseria. Que los pobres, cualquiera que sean
sus creencias, al vernos, se sienten atraídos a Cristo y que nos inviten a entrar en sus casas, en sus vidas. La fe
de la Madre Teresa es algo tan sólido y tan absoluto, que tendría que destruirse a sí misma y su Obra, antes que
olvidarla o dudar de ella un solo instante. La intensidad de su fe es el fenómeno que sostiene el mundo y la
historia... La fe brota de ella maciza, porque sus palabras son verdad. Y - por más que la razón sigue teniendo su
importancia en el compromiso de la fe, y que el compromiso en el seguimiento de Cristo no exige que se
abandone la razón, sino todo lo contrario - los jóvenes, incluso los más llenos de problemas, abandonan ante
ella todo razonamiento mental. Cuando la Madre Teresa se asoció a la marcha de 7 Kms. por las calles de
Milán, con el fin de suscitar una mayor solidaridad para con el Tercer Mundo, debió de pensar, dice Bordignon,
que llevaba a cabo un gesto simbólico. Los organizadores de la marcha se hallaban preocupados por la marcha
misma, pero bastó su participación para que la marcha se transformase en una procesión de fe. Su rostro
suscitaba en todos una verdadera emoción. Sus rasgos de asceta, sus palabras, tenían la fuerza de la verdad.
Después de la marcha, fue recibida por el cardenal Giovanni Colombo, arzobispo de Milán, a quien la Madre
dijo: Ante Dios todos somos pobres. ¿Por qué esta marcha? ¿Por qué irán mañana miles de jóvenes desde la
plaza del Duomo en marcha con la Madre Teresa a lo largo de 7 Km.? ¿Por qué esa marcha sin banderolas?
¿Por qué los jóvenes aceptan caminar por algo que no conocen con claridad, o si lo conocen no se atreven a
decirlo por miedo a ser contestados? Los jóvenes, responde la Madre Teresa, son los constructores del mañana.
La juventud actual está intentando la apuesta de olvidarse de sí misma. En Harlem se encontró con nosotras una
joven de familia rica y me dijo: "Lo he dado todo a los pobres y he venido para seguir a Cristo". Jesús tiene a
veces atenciones inesperadas. Una tarde, en Londres, recibí una llamada telefónica de la policía: "Madre Teresa,
en la calle hay una mujer completamente borracha que la requiere". Fuimos a buscarla, y cuando volvíamos me
dijo: "Madre Teresa, Cristo transforma el agua en vino para darnos de beber"... ¡Y estaba muy, muy borracha!.

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Ralph Rolls hizo esta pregunta a la Madre Teresa: ¿Es importante para usted ser católica? Sí. Para mí y para
cada individuo, según la gracia que Dios ha dado a cada uno. De modo que, ¿importa poco a qué parte de la
Iglesia Cristiana pertenezcamos? No; eso tiene mucha importancia para el individuo. Si una persona piensa y
cree que ese es el único camino hacia Dios, si no conoce otro camino, si no duda, y, por lo tanto, no tiene
necesidad de buscar, entonces ese es un camino para la salvación, esa es la manera en que Dios viene a su vida.
Pero desde el momento en que un espíritu tiene la gracia de conocer a Dios, debe buscar. Y si no busca se aleja
del buen camino. Pero Dios concede a todos los hombres que a creado una posibilidad de encontrarse cara a
cara con Él, de aceptarle o rechazarle.¿Es importante la unidad entre los cristianos? Sí, porque los cristianos
representan una luz para los demás. Si somos cristianos debemos parecernos a Cristo. Yo lo creo
profundamente. Gandhi dijo en una ocasión que si los cristianos hubieran vivido plenamente su vida cristiana,
no habría ya hindúes en la India. Las gentes esperan, pues, que nosotros vivamos plenamente nuestra vida
cristiana. Los discípulos de otras religiones, los musulmanes, los hindúes, ¿son igualmente bendecidos por
Dios, y Dios se preocupa también de ellos? Dios tiene sus propios medios para trabajar en el corazón de los
hombres, y nosotros no sabemos hasta qué punto están cerca de Él. Pero por sus acciones sabremos siempre si
están a disposición suya o no. Ya sea usted musulmán, hindú o cristiano, la forma de vivir su vida es la medida
de su pertenencia a Dios. Nosotros no podemos ni condenar, ni juzgar, ni pronunciar palabra que pudiera herir.
Quizá una persona no ha oído jamás hablar del cristianismo, y nosotros no sabemos bajo que formas aparece
Dios a esta alma y cómo se sirve Dios de ella; por consiguiente, ¿con qué título podemos nosotros condenar a
nadie? Yo le miro, Él me mira No es posible comprometerse en el apostolado sin tener un espíritu de oración,
sin olvidarse uno de sí mismo conscientemente y sin someterse a la voluntad de Dios. Debemos ser conscientes
de nuestra unidad con Cristo, como Él lo fue de su unidad con su Padre. Nuestra actividad no es realmente
apostólica más que en la medida en que le permitamos trabajar en nosotros y por nosotros, con todo su Poder,
todo su Deseo y todo su Amor. Un espíritu de oración puede forjarse sin palabras, aprendiendo a escuchar, a
estar presente, volviendo la mirada hacia Cristo. A menudo, dice, no obtenemos mediante nuestras oraciones
aquello que esperamos, porque no hemos fijado nuestra atención y nuestro corazón en Cristo, a través del cual
nuestras oraciones alcanzan a Dios. Muchas veces, una mirada profunda y ferviente a Cristo es la mejor
oración. "

Yo le miro y Él me mira"
es la más perfecta de las oraciones. Es el lenguaje de la misericordia, de la dulzura, de la paciencia. "Señor,
ayúdame a medir la altísima dignidad de mi vocación y de todas las responsabilidades. No me dejes
deshonrarla, cediendo a la dureza, la mordacidad o la impaciencia". Amad la oración. Sentid a menudo la
necesidad de orar y tened el cuidado de orar. Orando con mayor frecuencia, oraréis mejor. La oración ensancha
el corazón hasta hacerlo capaz de contener el don que Dios hace de sí mismo. Pedid y buscad: vuestro corazón
será capaz de recibirle y de guardarle. En su oración cotidiana encuentra la necesidad de descubrir a Cristo en
sus enfermos: Jesús sufriente, haz que te vea hoy y cada día en la persona de tus enfermos, y que curándolos te
sirva. Haz que, incluso oculto bajo el disfraz de la cólera, del crimen o del desvarío, sepa yo reconocer y
decirte: "Jesús sufriente, qué dulce es servirte". Señor, dame esta visión de fe, y mi trabajo nunca será
monótono. Yo hallaré la alegría acunando los caprichos y colmando los deseos de todos los pobres que sufren.
¡Oh querido enfermo!, me eres más querido aún porque me representas a Cristo. ¡Qué privilegio el mío, al
poder ocuparme de ti! ¡Oh Dios, ya que tú eres Jesús sufriente, dígnate ser también para mí un Jesús paciente,
indulgente con mis faltas, no mirando más que mis intenciones, que son amarte y servirte en la persona de cada
uno de tus hijos que sufren! Señor, aumenta mi fe. ...Bendice mis esfuerzos y mi trabajo, ahora y por siempre.
¿Cómo ora usted? Le pregunta Bordignon. Nosotras comenzamos nuestra jornada intentando ver a Cristo a
través del Pan y durante el día seguimos viéndolo bajo la apariencia de los cuerpos deshechos de nuestros
pobres. De esta forma oramos mediante nuestro trabajo, llevándolo a cabo con Jesús, por Jesús y hacia Jesús.
Los pobres son nuestra oración. Ellos llevan a Dios en sí mismos. La oración es orar cada cosa, orar el trabajo...
¿Qué consuelo encuentran ustedes en su trabajo? Nosotras encontramos al Señor que tiene hambre y sed en el
pobre... y el pobre pudiera ser usted, o yo, o cada uno que sea lo suficientemente amable como para mostrarnos
su amor y venir a nuestro encuentro.

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En el silencio, Él nos escucha, Él nos habla.

Es muy difícil orar si no se sabe cómo hacerlo, pero es preciso que nos ayudemos a orar. Lo más importante es
el silencio. Las almas de oración son almas de profundo silencio. No podremos ponernos directamente en
presencia de Dios sin obligarnos a un silencio interior y exterior. Por eso, debemos habituarnos al silencio del
espíritu, de los ojos y de la lengua. Dios es amigo del silencio. Necesitamos encontrar a Dios, pero no podemos
encontrarlo ni en el ruido, ni en la agitación. Fijaos cómo la naturaleza, los árboles, las flores, la hierba crecen
en un profundo silencio. Ved cómo las estrellas, la luna y el sol se desplazan en silencio. ¿No es nuestra misión
entregar a Dios a los pobres de las calles? No un Dios muerto, sino un Dios vivo, un Dios de Amor... Los
apóstoles dicen "Vamos a consagrarnos constantemente a la oración y al ministerio de la palabra". Cuanto más
recibimos en nuestra oración silenciosa, más podemos dar en nuestra vida activa. El silencio nos da una mirada
nueva sobre todas las cosas. Necesitamos ese silencio para tocar las almas. No es lo esencial lo que nosotros
decimos, sino lo que Dios nos dice y dice a través de nosotros. Jesús nos aguarda siempre en silencio. En medio
de ese silencio, nos escuchará; ahí es donde hablará a nuestras almas. Y ahí oiremos su voz; el silencio interior
es muy difícil, pero debemos hacer el esfuerzo de orar. En ese silencio reencontraremos una energía nueva y
una unidad real. La energía de Dios será nuestra, para dar cumplimiento perfecto a todas las cosas. La unidad de
nuestros pensamientos con sus pensamientos, la unidad de nuestras oraciones con sus oraciones, la unidad de
nuestras acciones con sus acciones, de nuestra vida con su vida... Todas nuestras palabras serán inútiles si no
brotan del fondo del corazón; las palabras que no dan la luz de Cristo, aumentan la oscuridad... Esforzaos por
caminar en presencia de Dios, por ver a Dios en todos aquellos a quienes encontráis, por vivir durante toda la
jornada vuestra meditación de la mañana. En las calles, sobre todo, irradiad la alegría de pertenecer a Dios, de
vivir con Dios, de ser para Él. Por eso, en las calles, en las barrancas y en vuestro trabajo, orad siempre con
todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. Guardad el silencio que Jesús guardó durante treinta años en
Nazaret, y que todavía sigue guardando en el Sagrario, intercediendo por nosotros. Orad como lo hizo María,
que lo conservó todo en su corazón mediante la oración y la meditación, y siendo siempre la mediadora de
todas las gracias. La enseñanza de Cristo es tan sencilla, que hasta un niño puede balbucirla. Los Apóstoles le
dijeron: "Enséñanos a orar". Y Jesús respondió: "Cuando oréis, decid: Padre Nuestro..."

Solos, no podemos hacer nada


La Madre Teresa escogió servir, pero entiende el servir como un instrumento, tanto más eficaz cuanto más
humilde sea. Por eso, con toda sinceridad, debemos ser capaces de levantarnos y decir: "Yo puedo realizar todo
en Él, porque es Él quien me fortalece". Apoyados en esta afirmación de San Pablo, debéis tener una profunda
confianza en la buena realización de vuestro trabajo, o más bien del trabajo de Dios, con eficacia y perfección,
con Jesús y por Jesús. Estad igualmente convencidos de que solos, no podéis hacer nada, ni tener nada, a no ser
pecado, debilidad y miseria; y que todos los dones naturales o de gracia que poseemos, nos han sido ofrecidos
por Dios. Se puede ver la humildad de Jesús en el pesebre, en el destierro a Egipto, en su vida oculta, en la
impotencia de hacerse entender por los hombres, en el abandono de los Apóstoles, en el odio de los judíos, en
todos los terribles sufrimientos de la Pasión, y actualmente en todos sus actos de constante humildad en el
sagrario, donde se ha reducido a una pequeña partícula de pan tan pequeña, que los sacerdotes pueden tenerle
entre los dedos... La Madre Teresa confió a Malcolm Muggeridge: La vida de Cristo no se escribió durante su
vida, y sin embargo llevó a cabo la obra más importante que existe; rescató al mundo y enseño a la humanidad a
amar a su Padre. Esta Obra es su obra, y para que continúe siéndolo, debemos nosotras ser sus instrumentos,
cumplir nuestra pequeña tarea, y desaparecer... Que no haya en el trabajo orgullo ni vanidad. El trabajo es la
obra de Dios; los pobres son los pobres de Dios. Pongámonos enteramente bajo la influencia de Jesús para que
pueda Él pensar a través de nuestro espíritu, trabajar por nuestras manos, porque todo lo podemos si su fuerza
está con nosotros. ¿No es nuestra misión transmitir el Amor de Dios, no de un Dios muerto, sino de un Dios
vivo? No un Dios de soluciones morales, o de soluciones razonables, rápidas, tranquilizadoras, que pueden a
veces volver la fragilidad en angustia. No el Dios muerto de los actos cumplidos por el deber,... de la pesada
carga de nuestra conciencia, colocada sobre las espaldas de los demás. Sino un Dios vivo, un Dios de

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misericordia, de compasión, que ha aprendido en Jesucristo el rostro de los hombres y ha entrado en la raza de
los pobres. La Madre Teresa nos enseña que el deseo de servir a los pobres pasa por la aceptación de la miseria
en nosotros, de nuestra insuficiencia, de nuestra radical pobreza. Aceptar ser vulnerables, aceptar los propios
limites ante los demás, nos obliga a confiar más en los otros. No se puede pretender ayudar a los demás desde
"afuera". Aprender a callarse para dejar que el otro se exprese. Abandonar los principios que relegan a los
oprimidos a la frontera de su aislamiento. Esperar junto con los que se encuentran cautivos de las condiciones
de injusticia, emparedados en su incomunicable espera. Esperar con "los prisioneros", los que se ven aplastados
por cargas de miseria física, mortal, psíquica. La Madre Teresa se deja "tocar" por los intocables, aquellos a
quienes nosotros clasificamos demasiado pronto en la categoría de los irrecuperables. Ella se deja "desarmar"
por la exigencia del grito de los hombres. Porque con mucha frecuencia, es la "marginación", el rechazo, la
incomprensión, la que cierra a los hombres. No es fácil ser pobre con los pobres, renunciar al poder, a la
seguridad de nuestras "soluciones", de nuestra "normalidad". No es fácil visitar al hombre en su aislamiento,
franquear las barreras que separan el mundo de los abastecidos del de los desprovistos. impotencia. "Con Jesús,
todo es posible, repite la Madre Teresa, porque Dios es Amor". En medio de la gloria que la rodea - gloria que
no ha buscado, que parece ignorar y desdeñar-, la Madre Teresa pasa, pequeña y como desapercibida...
confundida con los demás. Cuando uno la encuentra en la vieja vivienda del templo Kali, es difícil reconocerla
entre las demás hermanas, porque nada hay que las designe como la fundadora de una congregación presente en
el mundo entero. Le cuesta prestarse a una entrevista... Confiesa: Para mí, resulta más difícil que curar a un
leproso; puede ser que también haya que hacer esto... Antes de una entrevista en televisión, se la verá tras las
cortinas de la sala de grabación, sentada en el rincón más oscuro, desgranando su gran rosario, a la espera de
hablar ante millares de personas. No prepara nunca ningún papel; por otro lado, no posee ningún don para esa
clase de preparación... se deja guiar por su rosario...

Dame de beber
Jesús tiene sed de amor, porque ese mismo Dios que declara no tener ninguna necesidad de decirnos si tiene
hambre, no teme mendigar un poco de agua a la Samaritana. Pero diciendo: "Dame de beber", lo que reclamaba
el Creador era el amor de su criatura. "Lo que hagáis al más pequeño de los míos, es a mí a quien lo hacéis". La
Madre Teresa desarrolla este pensamiento:
Cuando tuve hambre, tú me diste de comer,
Cuando tuve sed, me diste de beber,
Lo que hagáis al más pequeño de los míos, es a mí a quien lo hacéis.
Ahora, entrad en la casa de mí Padre.
Cuando yo no tenia vivienda, tú abriste tus puertas,
Cuando estaba desnudo, me diste tu manto,
Cuando estaba cansado, me ofreciste reposo,
Cuando estaba intranquilo, calmaste mis tormentos,
Cuando era niño, me enseñaste a leer,
Cuando estaba solo, me trajiste el amor,
Cuando estaba en la cárcel, viniste a mi celda,
Cuando estaba en cama, me cuidaste,
En el país extranjero, me diste buena acogida,
Parado, me encontraste empleo,
Herido en combate, vendaste mis heridas,
Buscando la bondad, me tendiste la mano.
Cuando yo era negro, o amarillo, o blanco,
Insultando y escarnecido, tú llevaste mi cruz,
Cuando era anciano, me ofreciste una sonrisa,
Cuando estaba preocupado, compartiste mi pena.
Me viste cubierto de salivazos y de sangre,
Me reconociste bajo mis facciones sudorosas,

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Cuando se mofaban de mí, estabas cerca de mí,
Y cuando yo era feliz, compartías mis alegrías.
Es preciso que nosotros llevemos esta vida, esta vida dura, para poder continuar trabajando entre los hombres.
La Obra es nuestra única manera de expresar nuestro amor a Dios. Es preciso que nuestro amor se derrame
sobre cualquiera. Y las gentes nos proporcionan el medio de expresar nuestro amor a Dios. Dios da lo que hace
falta. Lo da a las flores y a los pájaros, y a todo lo que ha creado en el universo. Y los niños pequeños son su
vida. Nunca será suficiente. Si consideramos la Obra sólo con nuestros ojos, evidentemente, somos impotentes.
Pero, en Cristo, lo podemos todo. Por eso ha sido posible esta Obra; porque estamos convencidos de que es Él,
Cristo, quien trabaja con nosotros y a través de nosotros, en los pobres y por los pobres. El trabajo no es sino la
expresión del amor que tenemos a Dios. Amar a los hombres es la expresión de vuestro amor a Dios (Carta de
la Madre Teresa a los Cooperadores, dic. 71). Todos debemos ser testigos de Cristo. Cristo es la viña y nosotros
somos sus ramas. Sin nosotros, no habría frutos. Debemos reflexionar mucho en esto. Dios es el viñador de
todos nosotros. Cristo nos hizo diferencias entre sacerdotes y hermanos, entre hermanos y laicos, debemos ser
todos testigos de la compasión de Cristo, del amor de Cristo, entre nuestros seres cercanos de la familia, ante
nuestro vecino, en la población o en la ciudad en que vivimos, y en el mundo que habitamos... Sólo en el cielo
sabremos de la deuda que tenemos para con los pobres, ya que gracias a ellos hemos podido amar más a Dios
(A la 1era. reunión nacional U.S.A. de cooperadores). Los pobres despojan a la Madre Teresa. Si no fuera por
Cristo, ese despojo, en su aspereza, seria algo ilógico, absurdo; pero los pobres lo revisten de Jesucristo. El
amor de Jesús la vuelve luminosa. Esa luz, nacida del despojo, desborda a pesar suyo, le brota de las manos, y
arrastra tras sí como una estela; la hacen, a través de sus arrugas, seductora, cautivadora incluso. Exhorta así a
los "cooperadores" a dar a Jesús: Un cooperador debe ser capaz de entregar a Jesús al pueblo. Para ello,
debemos estar cerca de Dios. Deberíamos tener una hora santa para la oración y la meditación. Aunque no
somos muchos, podríamos tenerla en nuestra parroquia a donde nos encontrásemos. Si de verdad amamos a los
pobres, nuestro primer contacto a de ser con Él, en el sacramento de la Eucaristía. Después, es fácil transmitir a
los pobres nuestro amor a Jesús. "Yo soy el Pan de vida; el que venga a mí, no tendrá hambre; y el que en mí
crea, jamás tendrá sed" (Jn 6, 35). Ella hace "cuerpo" con Jesús, se "alimenta" de su gloria. Hacer "cuerpo" con
Jesús es dejarse tocar por su misericordia, es dejarse "curar", es abrir sus oídos, es curar sus úlceras, es soltar
sus parálisis, liberar su lengua, abrir sus ojos. A través de su "Cuerpo", la Madre Teresa ve el del prójimo:
Como no podemos ver a Cristo, dice, no podemos expresarle nuestro amor; pero a nuestro prójimo sí lo vemos
y podemos hacer por él lo que nos gustaría hacer por Cristo, si fuera visible. Permanezcamos abiertos a Dios
para que Él pueda emplearnos. Pongamos el amor en hechos. Empecemos por la familia, la vecindad, la calle.
Es difícil, pero ahí es donde, empieza el trabajo. Somos los colaboradores de Cristo, sarmiento fértil de la cepa
de la viña (Al recibir el Premio Templeton, en Londres) ¡La calle! Con sus improvistos, sus meandros, sus
tugurios, sus callejones de miseria. Sobre esa tierra trillada se inscribe la pobreza. No hay necesidad alguna de
explicaciones y de grandes palabras. Allí está mi hermano que espera. ¿Se escriben los pensamientos del
corazón? Eso sería clasificarlos, someterlos a una especie de "utilización", mientras que el amor brota sin
explicación escrita, como una luz, una fuerza que abre caminos nuevos. Podemos trabajar, dice la Madre Teresa,
pero no sin la ayuda de Dios, y esta la recibimos en nuestra misa diaria, cuando Él nos fortalece con su Pan.
Ella nos esclarece también acerca de los curiosos trastornos a que el hombre apenas se habitúa - porque todo es
misterio en la relación de la criatura con su Creador -: No son los pobres quienes nos deben, sino que nosotros
le somos deudores. Sólo en el cielo sabremos la deuda que tenemos para con los pobres, porque gracias a ellos
habremos podido amar más. La Madre Teresa explica la diferencia esencial entre la concepción cristiana y la
concepción pagana del amor: Ellos, los hindúes y nosotros realizamos un trabajo social, pero ellos lo hacen por
algo, y nosotros por alguien. Por eso entran en juego, el respeto, el amor, la devoción, porque es por Dios, y por
eso intentamos que sea lo más bello que sea posible. Estamos en continuo contacto con Cristo en su Obra, lo
mismo que estamos con Él en la misa, en el Santísimo
Sacramento. Allí, Jesús tiene apariencias de pan. En cambio, en el mundo de las miserias, en los cuerpos
deshechos, en los niños, es a Cristo a quien vemos, a quien tocamos. De esta manera, para la Madre Teresa, los
dos mandamientos - amar a Dios y al Prójimo - se cumplen juntos; son, en realidad, inseparables. Su vida es el
relieve tangible de está afirmación: Si no amamos a Dios. ¿Cómo podremos amar a nuestro prójimo?, y si no

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amamos a nuestro Prójimo, ¿Cómo podremos amar a Dios? Así, en cada momento del día predica a Cristo,
viviendo en Él, y por Él; "reescucha" la Palabra sobria, constante, a la vez divina y humana, hasta tal punto
empalmada con la carne de Aquel que ha elegido ser como una "cosa", la más extraordinaria de las cosas.
Como una cosa que opera sobre nuestros ojos, sobre nuestra lengua, una cosa indefensa... En 1956, la Madre
Teresa recomienda la hora Santa a los Cooperadores: Para hacer un retiro, dejad actuar a Jesús..., dejad que
actúe la Exposición, la Escritura, el Silencio. Jesús pidió a sus discípulos que permanecieran con Él en su
oración. Y al encontrarlos dormidos les dijo: "Podéis dormir ya y descansar. Todo ha terminado, ha llegado la
hora". Se debe a la intuición del corazón el que nos sintamos atraídos a la Eucaristía para venir a su presencia.
El sagrario es la garantía de que Él "ha puesto su tienda" entre nosotros para siempre. La Eucaristía es el
sacramento de la oración, la fuente y la cima de la vida cristiana. Su presencia entre nosotros activa toda su
presencia cumulativa en nosotros. Su presencia pone el Espíritu en nosotros e ilumina las sombras de nuestro
corazón en comunión profunda. La Hora Santa ante la Eucaristía debe llevarnos a la Hora Santa con los pobres,
con todos los que no tendrán jamás realización humana, los pobres cuyo único consuelo será Jesús. Nuestra
Eucaristía es incompleta si no nos conduce al servicio y al amor de los pobres. Recibiendo la comunión de los
pobres, descubrimos nuestra propia pobreza. Cada día exponemos el Santísimo Sacramento, y hemos percibido
un cambio en nuestra vida. Hemos sentido un amor más profundo por Cristo a través del rostro sufriente que
transparentan los pobres. Hemos podido conocernos mejor y conocer mejor al pobre, testigo concreto de Dios.
Desde que hemos comenzado este culto, no hemos disminuido nuestro trabajo; dedicamos a Él tanto tiempo
como antes, pero con mayor comprensión. Las gentes nos aceptan mejor ahora, porque tienen hambre de Dios.
No es a nosotros a quienes necesitan, sino a Jesús. ¿Cómo dárselo si uno mismo no está siendo empujado hacia
la santidad?

Yo quiero
La santidad, dice la Madre Teresa, consiste en hacer la voluntad de Dios con alegría... la fidelidad forja los
santos. La vida espiritual es una unión con Jesús: lo divino y lo humano se dan uno al otro. Lo único que Jesús
me pide es que me dé a Él, con toda pobreza, con todo olvido... El primer paso hacia la santidad es querer serlo.
A través de una santidad íntegra, amamos a Dios, elegimos a Dios, corremos hacia Dios, le alcanzamos, le
poseemos. Con frecuencia, so pretexto de humildad, de confianza, de abandono, hemos podido dejar a un lado
la utilización de la fuerza de nuestra voluntad. Todo depende de estas dos palabras: "quiero" o "no quiero". Y en
esta expresión, "quiero", debo poner toda mi energía. No puede uno decidirse a ser santo sin que le cueste
muchas renuncias, tentaciones, combates, persecuciones y toda clase de sacrificios. No se puede amar a Dios
más que a expensas propias. Si aprendéis el arte de recogeros, os pareceréis cada vez más a Cristo, ya que su
corazón no es sino recompensa: Él piensa siempre en los demás. Jesús no pasó entre los hombres más que
haciendo el bien. En Caná, nuestra Madre, no hizo otra cosa sino pensar en las necesidades de los demás, y se
las hizo conocer a Jesús. El recogimiento de Jesús, María y José fue tan profundo, que hicieron de Nazaret el
lugar por excelencia del Todopoderoso. Si también nosotros tuviéramos esta solicitud unos por otros, nuestras
comunidades serían realmente el lugar por excelencia del Todopoderoso. La Madre Teresa está tan
estrechamente ligada a Dios, que Dios se manifiesta a través de su persona. Ella es a la vez la sal y la luz.
Las personas que se acercan a la Madre Teresa quedan atraídas por ella como las masas de Jerusalén lo eran
hacia Cristo. Esa misma claridad inunda de amor el "Hogar de los moribundos" de la Madre Teresa
transformando aquellos seres antes rebeldes e irascibles, en criaturas permeables al amor. Con ocasión del
rodaje del film sobre el "morir", Malcom Muggeridge constató una especie de materialización de este
fenómeno. La sala estaba tan oscura, que el operador dijo claramente: "Es inútil rodar, no saldrá nada". Aún así,
se hizo, el rodaje. Ante el asombro de los técnicos, cuando se pasó la cinta, la escena del morir, bañada en una
dulce luminosidad, era una de las más bellas. "Estoy completamente convencido, dijo Malcom Muggeridge, de
que esta luminosidad, técnicamente inexplicable, es de hecho la luz de bondad a que alude Newman en uno de
sus himnos. El hogar de los moribundos de la Madre Teresa desborda de amor, se percibe al entrar. Este amor es
luminoso, como las aureolas que los pintores han visto y han plasmado sobre la cabeza de los santos. Yo no
encuentro nada extraño el que esa luz impresione una película fotográfica". La luz devuelve la alegría. La
alegría dice la Madre Teresa, es fuerza, y los pobres se acercaban a Jesús porque le habitaba una fuerza, "salía"

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de Él, emanaba de sus ojos, de sus manos, de su cuerpo, totalmente entregado, presente a Dios, a los hombres.
Malcolm Muggeridge cuenta que, después de haber visto por televisión el film rodado en Calcuta, el público
inglés tuvo una reacción increíble. Recibió cantidad de cartas, que decían en sustancia: "Esta mujer me ha
hablado como nadie lo había hecho antes de ella; siento que debo ayudarla".

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SEGUNDA PARTE EL OTRO
Amar al otro

El amor de la Madre Teresa es tan vigoroso, que ve al prójimo más bello de lo que es... Ella ha creído en el
amor y lo ha hecho nacer allí donde faltaba. Los pobres son el don de Dios; son nuestro amor. Cristo no nos
preguntará cuántas cosas hemos hecho, sino cuánto amor hemos puesto en nuestra acción. Hay muchas gentes
pobres espiritualmente. La pobreza espiritual que se encuentra en Europa, en América, es una carga muy pesada
de llevar. Es muy difícil llevar a estos países el amor de Dios como testimonio... Nuestra vida espiritual es una
vida de dependencia de Dios, cuyo fruto es el trabajo por los pobres. Nosotros intentamos "Orar" el trabajo,
llevándolo a cabo por Jesús, en Jesús y hacia Jesús... Los pobres son la "esperanza". Ellos representan de
verdad la esperanza del mundo por su valentía... Ellos nos han enseñado una manera diferente de amar a Dios,
haciéndonos hacer todo lo posible por levantarlos. El papel de las madres en orden a la recuperación del
individuo es capital. Preguntada la Madre Teresa por una de ellas, que se quejaba de que no la atendían los
niños, y que le preguntaba que había de hacer, respondió: Las madres son el corazón de la casa; son ellas las
que crean el hogar deseando, amando, preocupándose de los niños. Un día, en Londres, encontré a un
muchacho joven, con el pelo largo, que iba a drogarse. Yo le dije: - Eres un muchacho muy joven y no deberías
estar en la calle a estas horas de la noche. Él me respondió: - Mi madre no me quiere porque llevo el pelo largo;
por eso estoy aquí. Una hora más tarde volví al mismo lugar y me dijeron que aquel muchacho había absorbido
cuatro drogas distintas. Había sido trasladado al hospital y, con toda probabilidad, estaría ya muerto...
Recientemente, en L... una joven de 21 años, a quien habían regañado ásperamente por la mañana, tomó por la
tarde kerosene para suicidarse. Llevada al hospital, dijo al sacerdote: - Mi madre me ha echado de casa y no sé
adónde ir; por eso pensé que lo mejor qué podía hacer era suicidarme. Muchos sufrimientos de los jóvenes se
deben a la familia, y muy particularmente a las madres. Son las madres las que hacen del hogar un centro de
amor. El papel de las madres es a veces duro, pero ahí está el ejemplo de la Virgen, que nos enseña a ser buenas
con nuestros niños. También nosotras debemos ser madres y hacer de nuestras comunidades hogares felices.
"Os aseguro que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos pequeñuelos, hermanos míos, a mí en persona me lo
hicisteis." (Mt 25, 40) "Ayudar a las gentes a reconocer a Dios en la persona de los pobres", es el deseo de la
Madre Teresa. Aunque nuestra posibilidad de conocer a Dios se basa en un cierto parecido entre el hombre y Él,
que ha tomado la naturaleza del hombre, no hay, sin embargo, nada de común entre la naturaleza infinita de
Dios y la finita del hombre. "Que cada hermana y hermano crezca a ejemplo de Cristo, para que viva en este
mundo de hoy su vida de compasión y de humanidad. ¡Vuestro amor a Cristo es tan grande! Guardad siempre
ardiente en vuestros corazones la luz de Cristo... Él es el Amor que hay que amar" ( L 1, 73) El amor es un fruto
de temporada y un fruto de fuera de temporada, no hay limite alguno. Todos y cada uno podemos lograr este
Amor. ¿Estamos convencidos del Amor de Cristo hacia nosotras y del amor que nosotras le damos? Esta
convicción, ¿es un rayo de sol que hace subir la savia de vida y disputar las yemas de la santidad? ¿Es esta
convicción la roca sobre la que se levanta la santidad, la servidora de sus pobres, que les prodiga, lo que nos
gustaría hacer por Él? Si seguimos este camino, nuestra fe aumentará, y a través de nuestra convicción
creciente, la búsqueda de la santidad vendrá a ser nuestro quehacer cotidiano. Dios ama a aquellos a quienes
puede dar lo más, a aquellos que esperan lo más de Él, que le están lo más abiertos posible, los que tienen la
máxima necesidad de Él y cuentan con Él para todo. Nuestras obras de caridad no son sino la expresión del
despliegue del Amor de Dios en nosotros. Por eso, quien está unido a Él, ama más a su prójimo. Que el amor de
Cristo sea un lazo vivo entre cada uno de nosotros. En eso conocerá el mundo que somos verdaderas misioneras
de caridad. Quizás una sola sonrisa, una pequeña visita, simplemente el hecho de encender el fuego, escribir
una carta a un ciego, traer unos cubos de carbón, encontrar un par de zapatos, leer para alguien, sea poco, pero
eso será nuestro amor de Dios en acción. Aunque este año reunamos menos, mucho menos dinero, pero si
extendemos e irradiamos más amor de Cristo..., si damos a Cristo que tiene hambre, no sólo de pan sino
también de nuestro amor, de nuestra presencia, de nuestro contacto, este año podría ser el año de la explosión

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real y viva del amor que Dios trae a la Tierra. Sin Dios, somos seres humanos que sólo pueden dar dolor y
sufrimiento.

Cada hombre es único


Al escuchar el lamento de los pobres, dice la Madre Teresa, los Cooperadores tendrán una especial atención por
aquellos que son indeseables y faltos de amor..., porque la mayor enfermedad actual no es la lepra o la
tuberculosis, sino la sensación de ser indeseable, desamado y abandonado de todos. El mayor pecado es la
ausencia del amor y la caridad, la terrible indiferencia con el prójimo que, al borde del camino, está expuesto a
la explotación, a la corrupción, a la indigencia y la enfermedad. Cada asociado, destinado a ser cooperador de
Cristo en el mundo de la miseria, debe comprender lo que Dios y la sociedad esperan de él. Que los pobres, al
verle, se sientan atraídos hacia Cristo, y le inviten a entrar en su casa, en sus vidas. Que los enfermos y los que
sufren encuentren en él un verdadero ángel de ánimo y de consuelo; que, en la calle, los niños se agarren a ella
porque ella les recuerda a Aquel que es amigo de los niños. Cuando la Madre Teresa, con unas pocas rupias en
el bolso, se dirigió al barrio más miserable de la ciudad para empezar su obra de amor, podemos imaginar no
sólo el inmenso coraje que necesitó, sino también las cualidades indispensables de tacto, de saber hacer. Porque,
ciertamente, allí estaba la muchedumbre de los "heridos", los indeseables: los privados de amor, los insaciables,
cuyas necesidades, a veces laboriosamente tenía que descubrir, ya que un hombre herido no se da fácilmente o
quizás no se da más que bajo la forma de la rebelión, de la violencia, de la desconfianza. Esta búsqueda exigía a
la Madre Teresa estar desprovista de todo espíritu de posesión, de todo deseo de imponer la solución rápida.
Ayudar sin esclavizar, es "permanecer", ser la viva expresión de la gratuidad de Dios. Si los esfuerzos de la
Madre Teresa por los pobres hubiesen sido por "deber", sus gestos y sus palabras no hubieran traducido ese
amor misericordioso de Dios. Los pobres oían el latido de su amor en cada uno de los gestos. Los más
castigados por la existencia no se equivocan. No se puede hacer trampa. No se puede dar la impresión de amar
preservándose del riesgo de amar. La Madre Teresa era la primera persona que les daba la dulce emoción de
sentir que sus penas podían ofrecer interés. Si a veces nuestras pobres gentes, ha dicho, han tenido que morir de
hambre, no es que Dios no haya cuidado de ellas; es porque vosotros y yo no hemos dado, porque no hemos
sido instrumentos de amor en las manos de Dios; es porque nosotros no le hemos reconocido, a Él, Cristo,
cuando ha venido una vez más, bajo un disfraz asolador, en el hombre desamparado, en el niño abandonado.
Hace algún tiempo, llego a nuestra casa un niño alrededor de medianoche; bajé y el pequeño lloraba diciendo: -
He ido donde mi madre y ella no ha querido saber nada de mí; he ido donde mi padre y no ha querido nada
conmigo... ¿Y Ud., me quiere Ud? Aquí, en Melbourne, hay personas desamparadas, que no son queridas, y sin
embargo, esas personas le pertenecen... y son muestras. En la India, en Europa, en todos los sitios donde las
hermanas vuelven a encontrar a Cristo con ese lastimoso aspecto, se trata de la misma hambre. Tal vez aquí, en
Australia y en América, no es el hambre de un pedazo de pan o un trozo de tela, pero si existe esa gran soledad,
existe esta gran necesidad terrible: sentir que uno no es amado, que no tiene a nadie consigo... En Calcuta
hemos recogido a más de 27.000 personas de la calle. Vienen a nosotras y nosotras las recogemos, las llevamos
a nuestras casas. Y mueren tan admirablemente..., tan admirablemente con Dios. Hasta ahora, nuestras
Hermanas y yo misma no hemos encontrado ni visto todavía a ningún hombre o mujer que rehusara a pedir
"perdón a Dios", que se negara a decir "yo te amo, Dios mío". Tenemos millares de leprosos. ¡Y son tan
estupendos, tan admirables, por desfigurados que se encuentren! La última Navidad fui a verlos y les dije que
ellos tienen a Dios como un regalo, que Dios los ama especialmente, que ellos le son muy queridos y que su
mal no es el pecado. Un anciano que estaba completamente desfigurado, intentó venir hasta mí y me dijo: -
Repítame eso otra vez, que me ha venido bien. Yo he oído decir siempre que nadie nos ama. Es maravilloso
saber que Dios nos ama. Dígalo otra vez. Tenemos un hogar de compasión: personas que no tienen a nadie, que
andan errando por las calles, para quienes quizás la cárcel y la calle son los únicos refugios. Uno de estos había
sido herido de gravedad por uno de sus amigos. Viendo que era algo serio, alguien le preguntó: -¿Quién se lo ha
hecho? Y el hombre empezó a decir toda clase de mentiras, pero no quería dar el nombre. Cuando la persona se
fue, yo le pregunte: -¿Por qué no ha dicho quién se lo ha hecho? El hombre me miró y me respondió: - Sus
sufrimientos no disminuirían los míos...

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El amor verdadero
Al recibir el premio Nehru, la Madre Teresa subrayó la importancia del "amor verdadero". Y para que el amor
sea verdadero, debe ser ante todo por mi próximo... Este amor me llevará al amor de Dios. Y lo que nuestras
Hermanas, nuestros Hermanos y nuestros cooperadores intenten hacer a través del mundo es traducir este amor
de Dios en actos... Sólo el conocimiento de los pobres los conducirá al servicio. Unas cuantas personas que
vinieron a ayudarnos durante las dificultades de los refugiados de Bengala, dijeron que habían recibido más de
lo que habían dado a los que habían servido. Es exactamente lo que cada uno de nosotros siente cuando nos
encontramos en contacto con los más pobres de los pobres. Eso es lo que necesita nuestro pueblo. Necesita
nuestras manos para servirlos y nuestros corazones para amarlos. Pensad en la soledad de los ancianos, sin
recursos, sin amor, sin tener absolutamente a nadie. En muchos lugares podemos ver este sufrimiento, esta
hambre de amor que sólo vosotros y yo podemos satisfacer. Pensad en la infancia abandonada. Un día vi a un
pequeño que no comía; su madre había muerto. Entonces, encontré a una Hermana que se parecía a su madre, y
le dije que no hiciera otra cosa más que jugar con el niño; y le volvió el apetito. Respondiéndole al Príncipe
Felipe, que le entregó el premio Templeton, la Madre Teresa añade: Queridos cooperadores, demos gracias a
Dios de que M. Templeton haya tenido el valor de dar, para que sea empleado en la gloria de Dios, el capital
que él recibió tan generosamente de Dios. Darme a mí este premio, es dárselo a todos aquellos que participan
conmigo, a través del mundo, en la obra de amor. Aquí mismo, en Inglaterra, ¡cuántos solitarios que no son
conocidos más que por el número de su casa!... ¿Dónde nos encontramos, pues? ¿Sabemos realmente que hay
alguien, tal vez en la puerta de al lado de la nuestra? Quizás hay un ciego que sería feliz conque Vd. le leyera el
periódico... Tal vez es un rico que no tiene a nadie que le haga una visita... Tiene otras muchas riquezas, pero se
ve atado por ellas. No existe contacto humano, y él necesita el vuestro... Hace algún tiempo vino a nuestra casa
un hombre muy rico y me dijo: - Le doy esto para que alguien venga a mi casa; estoy medio ciego y mi mujer
se encuentra deprimida; todos nuestros hijos se han ido al extranjero y nosotros nos morimos de soledad. Y en
Melbourne, hacía yo una visita a un hombre anciano cuya existencia nadie conocía; vi su habitación en un
estado horrible, y quise adecentarla. Él me lo impidió diciendo que él estaba así muy bien. Yo no dije nada, y al
fin me dio permiso. En su habitación había una magnifica lámpara cubierta de polvo. Le pregunté: -¿Por qué no
enciende usted la lámpara? Y él: - ¿Para quién? Nadie viene a verme; yo no necesito lámpara. Y le pregunté: -
¿La encendería si las hermanas vinieran a visitarle? - Sí, si oigo una voz humana, la encenderé. Y al otro día me
ha mandado un recado: - Diga a mi amiga que la lámpara que ella encendió en mi vida, sigue alumbrando. Estas
son las personas que debemos conocer. Conocerlas nos llevará a amarlas y a amar el hacerles un servicio. No
nos contentemos con satisfacerles nada más con la entrega de algún dinero. El dinero no basta; se puede
conseguir. Necesitan nuestras manos para servirles; necesitan nuestros corazones para amarlos. Con mucha
frecuencia yo pido regalos que no sean de dinero. Esos objetos puedo yo obtenerlos, pero lo que deseo es que se
haga presente el donante, precisamente para "llegar" hasta aquellos a quienes él lo da, precisamente porque
sonrían, precisamente para estar atenta a ellos. ¡Esto significa tanto para nuestras gentes! El propio Jesús se
encontró con Saulo que iba a Damasco para alimentar agitación, matar, destruir a los cristianos, y dijo: - Saulo,
Saulo, ¿Por qué me persigues? Y Saulo le respondió: - ¿Quién eres tú, Señor? - Yo soy Jesús a quién tu
persigues. Y ahora el mismo Cristo, el mismo Jesús, el mismo, está hoy, en nuestros pobres que son
indeseables. Son inútiles a la sociedad, y nadie tiene tiempo para ellos. Y sois vosotros y yo, si nuestro amor es
verdadero, quienes debemos descubrirlos. La primera vez que estuve en Londres, salí por la noche. Era una
noche muy fría, y encontramos a unas personas en la calle. Allí estaba un anciano respetable que tiritaba de frío.
Frente a él, otro anciano, un negro que con su abrigo abierto le protegía del frío, a quien dirigía esta súplica:
"Lléveme no importa a dónde, ¡quisiera tanto dormir entre dos sábanas! Era un hombre distinguido, que debió
de tener días mejores, pero que estaba allí. Y miramos en torno nuestro, y vimos a muchos otros. Pero aunque
no hubiera habido más que a uno, ése era Jesús. Y, como está escrito en la Escritura: "He buscado a uno para
que me cuidase y no he podido encontrarlo". ¡Qué terrible sería si Jesús tuviera que decirnos eso hoy día!... Sin
la suerte de haber recibido el mensaje del pensamiento religioso, el más recto y más inteligente espíritu no es
más que una abeja encerrada en una botella... Yo insisto en que las gentes se unan a nuestros trabajos, por
interés nuestro y por el suyo. Nunca les pido dinero ni nada de eso. Sólo les pido que aporten su amor, que
ofrezcan sus manos para servir. Entonces, desde el momento en que encuentran a quienes se hallan en

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necesidad, su primer impulso es hacer algo por ellos. Y cuando vienen por segunda vez, ya están
comprometidos. Después de cierto tiempo, sienten que pertenecen a los pobres, comprenden su necesidad de
amar, quiénes son y qué pueden dar ellos mismos. El amor ha de ser real. El realismo del amor está en la lengua
que se atreve a soltarse, en la opción por hacerse vulnerable, en el gesto que trata por igual a igual con la raza
de los pobres. Es decir al otro: "Tú existes"... Todo hombre tiene derecho a un mínimo de "tener" que le
"asegure", pero más todavía a la palabra, a la justicia, al crecimiento. Todo hombre tiene derecho a ser el
"único" (Constituciones int., 6). Todo hombre en estado de miseria moral tiene derecho a ser "protegido" en su
desgracia. Acoger los caprichos de los pobres, es saber ver a cada hombre allí donde está, tomarlo por la mano
para que se sienta mirado, atendido y "necesario". ...Él se plantó bien tieso, teniendo entre sus brazos una cesta
de colores. En sus brazos... porque en cuanto a sus manos, sólo le quedaba un dedo ... Y dijo al padre de los
leprosos (Raoul Follereau): - He perdido mis manos y mis dedos, pero he conservado mi coraje. Yo deseaba ser
alguien, alguien que trabaje y cante, como tú nos habías dicho. Entonces, aprendí a servirme de mis manos... sin
manos. Cien veces cayo a tierra la herramienta y cien veces me puse de rodillas para recogerla... acabo de
conseguir mis primeras legumbres. Yo te las doy porque eres tú quien me enseñaste que yo no era un
indeseable. Nunca sabremos todo el bien que puede hacer una simple sonrisa, dice la Madre Teresa. Nosotros
hablamos de nuestro Dios, clemente y comprensivo; ¿Somos su prueba viva? ¿Pueden los que sufren sentir esa
bondad, ese perdón, esa comprensión viva en nosotros? No dejes nunca que alguien se acerque a ti sin que se
vaya mejor y más dichoso. Todo el mundo debería ver la bondad en tu rostro, en tus ojos, en tu sonrisa. En las
barracas, nosotros somos la luz de la bondad de Dios. La diferencia es el comienzo de la santificación. Si
aprendéis este arte de ser atentos, seréis cada vez más como Cristo, ya que su corazón era dulce, y él pensaba
siempre en los demás. Nuestra vocación; para que sea bella, ha de estar llena de consideración para con los
demás. Jesús hizo el bien por todas partes. Nuestra señora, en Caná no hizo sino pensar en las necesidades de
otros e informar de ellas a Jesús.

Yo soy un hombre
"Los Cooperadores reconocen la dignidad, el valor único e infinito de cada vida humana" (Constituciones, 6).
"Yo creo - ha dicho Sandro Bordignon de la Madre Teresa - que ningún filósofo o humanista ha tenido un
sentido tan vivo de la humanidad y del valor de cada ser humano; el encuentro con el alcalde o con el cardenal,
con el leproso o con el pobre le interesa de la misma manera". El pobre es ante todo una "Persona". Y aunque
las obras de caridad son colectivas, la caridad es individual. En torno al tapiz verde, las damas de obras
caritativas pueden hacer el balance mensual de sus actividades, establecer el informe financiero, y ver de lejos
la miseria, o a la manera de un inspector que, instalado sobre la colina, contempla la ciudad a sus pies; esto es
necesario, pero insuficiente. La Madre Teresa exige de sus cooperadores el contacto directo con el pobre;
visitarlo en su casa, asear su casa, curar sus heridas. La caridad se dirige a cualquiera. Cuando el pobre llega a
la extrema miseria, puede perder la noción de que es un hombre. Raoul Follereau cuenta que un leproso,
aprovechándose de la repulsión que su estado inspiraba, por la noche abordaba a las mujeres solas, diciendo: -
Dame dinero o toco tu rostro y quedarás leprosa. Y las pobres mujeres, aterrorizadas se lo daban. Folleraun le
reprendió severamente pero el culpable no se defendía; Folleraun exclamó: - ¿Tú eres un hombre, sí o no?
Entonces el leproso se enderezó encorvando su espalda, y con ojos brillantes reconoció: - Es verdad tienes
razón; he hecho mal, yo soy un hombre... Y como había sido tratado como "hombre", añadió: - ¡Gracias! Para
amar al prójimo a la manera de la Madre Teresa, hay que ignorar leproso que en el pequeño que irradia belleza.
Y ella cree en la relación de persona a persona. Lo que importa para nosotros, es el individuo, para amar a una
persona es preciso acercarse totalmente a ella, si esperamos a que halla muchos, nos veremos perdidos en la
cantidad, y nunca podremos mostrar respeto ni amor hacia una persona. Cada persona para mí es única en el
mundo. Yo creo que los hombres de hoy piensan que los pobres no son humanamente sus semejantes. Los
miran desde arriba. Pero si experimentaran profundamente el respeto por las pobres gentes, estoy segura de que
les sería fácil acercarse a ellos y ver que tienen el mismo derecho a las cosas de la vida y al amor, que
cualquiera. En estos tiempos de desarrollo todo el mundo anda de prisa y se atropella; y por el camino hay
personas que caen, que no tienen fuerzas para correr. A esos somos a los que nosotros queremos cuidar. Yo
nunca cuido a masas, sino sólo a una persona, si mirase a las masas, no empezaría nunca. El amor es siempre

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fruto del tiempo. Para ser aceptada, la Madre Teresa se identifica con los pobres, toma su misma comida y lleva
el mismo vestido. En el congreso de 1973, en Melbourne la Madre Teresa recordó que Cristo se identificó con
el enfermo, con el desnudo, con el sin abrigo, con el hambriento: Hambriento no sólo de pan, sino también de
existir para alguien; desnudez no únicamente de vestido, sino también de falta de compasión, ya que muy pocas
personas la conceden a desconocidas; falta de abrigo, no sólo de refugio construido con piedras, sino de un
corazón amigo del que uno pudiera decir que tiene a alguien junto a sí. Nuestros pequeños son, dentro de esta
categoría, unos rechazados, unos mal amados. Hoy día, el problema que atormenta a muchas personas no es
sólo que el mundo se puebla demasiado, sino que lo que encontramos cada vez más es que se intenta probar que
la Providencia no puede cuidar de los nuevos bebés que van a nacer. Para mí, si se permiten los abortos en los
países ricos, en donde no falta nada, estos países son los más pobres de los pobres. Y a mí me gustaría abrir en
estos países muchas instituciones para niños. Tenemos estas pequeñas instituciones por toda la India y hasta
ahora jamás hemos tenido razón alguna para rechazar a un sólo niño. Y lo más maravilloso es que cada niño,
habiendo escapado de la muerte a manos de sus propios padres, haya encontrado un hogar con nuevos padres.
En Calcuta hemos intentado combatir el aborto mediante la adopción, y nos hemos visto obligadas a
proporcionar a muchos pequeños destinados a morir, un padre y una madre. Para nosotros, en la India, eso ha
sido algo maravilloso porque esos niños, por la ley, son intocables. En cuanto a los países que han ratificado las
leyes y aceptado el aborto como un acto llamado natural hemos de orar por ellos, porque el pecado es grande.
Es un homicidio. En Bangla-Desh fuimos invitadas para ocuparnos de las jóvenes que habían sido maltratadas
por los soldados. Llevadas hasta la desesperación por la vergüenza, varias se suicidaron, otras se volvieron
locas. Nosotras tuvimos que abrir para ellas uno de nuestros Hogares de niños y superar grandes dificultades, ya
que es contra la ley musulmana y la hindú la reintegración a la sociedad de esas jóvenes que habían sido
abusadas. Pero desde que Mujibu dijo que aquellas jóvenes eran las heroínas del país, que se habían defendido
por su pureza, que se habían batido por su país, sus propios padres vinieron a buscarlas. Hasta se hallaron
jóvenes que se ofrecieron para casarse con ellas. También algunas de ellas se les invitó a que efectuasen
abortos. Aquello supuso una batalla terrible: yo les dije que aquellas jóvenes habían sido maltratadas, forzadas,
pero que no habían querido pecar, y que lo que se les iba a obligar a hacer, o ayudarles a hacer, era cometer un
asesinato. En el resto de su vida no olvidarían nunca que en cuanto madres habían matado a su hijo. El gobierno
aceptó nuestros puntos de vista y se declaró que todo niño cuya madre hubiera deseado el aborto, debería ser
conducido a nuestro Hogar. De los 40 niños recibidos por nosotras, más de 30 fueron adoptados por familias
admirables. Así es como nosotras intentamos combatir el aborto. Como nuestras religiosas trabajan en los
tugurios, nos hemos encontrado cada vez más con jóvenes madres moribundas y con niños nacidos deformes, y
no logramos dar con la causa. Profundizando nuestras pesquisas descubrimos que se aprovechaban de la
ignorancia de aquellas mujeres jóvenes para abusar de ellas. Por eso, pedimos a Dios que nos enviase a alguien
capaz de tomar el asunto en sus manos, para poder ayudar a estas mujeres a que hicieran frente a esta dificultad
con una conciencia clara y un cuerpo sano en una familia feliz. Tuvimos una vocación, una Hermana de la Isla
Mauricio, que había seguido un curso sobre planificación familiar. Empezamos un trabajo de información, y
hoy tenemos más de 3.000 familias que lo ponen en practica, con un éxito del 95 al 96%. Cuando la gente ha
visto lo que pasaba en sus familias, vinieron a darme las gracias. Algunos dijeron: "Nuestra familia a
permanecido unida, nuestra familia goza de buena salud, y podemos tener un bebé cuando lo deseemos".
Preguntada por Ralph Rolls sobre lo que ella había podido notar en la Inglaterra de hoy sobre este tema, la
Madre Teresa respondió: Inglaterra me parece que duda entre proteger a los niños aún no nacidos, e intentar
deshacerse de ellos. De ellos se deshace uno matando la vida; y para mí es una señal evidente o bien de que el
país es muy pobre y no cuenta con los medios para cuidar las vidas que Dios ha creado, o bien de que ha sido
engañado de alguna forma. ¿Preferiría Vd. que el aborto fuera ilegal?, preguntó, Rolls. Yo no digo legal o
ilegal, pero pienso que ninguna mano humana debería levantarse para quitar la vida, porque la vida es la vida de
Dios en nosotros, aun en un niño no nacido aún. Yo pienso que el grito de esos niños que son matados antes de
venir al mundo, debe ser escuchado por Dios. ¿Cómo podría la sociedad, dijo Rolls, hacer frente a tantos niños
si vinieran todos al mundo? Jesús dijo que nosotros éramos más importantes a los ojos de su Padre que la
hierba, los pájaros y las flores de la tierra... Y que por lo tanto, si Él se cuida de estas cosas, ¡cuánto más cuidará
de su propia vida en nosotros! Él no puede engañarnos, porque la vida es el mayor don de Dios a los seres

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humanos, y el hombre está creado a imagen de Dios. La vida pertenece a Dios y nosotros no tenemos el derecho
de destruirla. Nuestro mundo tiende al absurdo, señala Bordignon: Después de haber creado unas condiciones
de vida en las que no se podía pensar hace veinte años, después de haber multiplicado sus capacidades de
producción y de haber puesto a punto una técnica perfecta, parece aterrorizado por no mantener a todos los
hombres de la tierra. Está preocupado por la explosión demográfica, y es normal que caiga en la cuenta de que
es inútil, viviendo en Calcuta salvar recién nacidos sacados de los cubos de basura. Yo he visto, dice Bordignon,
a la Madre Teresa sonreír de alegría al ver respirar a estos pequeños. "Vive...", decía, y eso era para ella una
gran alegría. Al preguntarle las razones del éxito inesperado de esta Obra en Calcuta, respondió simplemente:
Se aprecia la utilidad del control de sí mismo.

Ser un bulldozer de Cristo


"La fe profunda en acción es amor, y el amor en acción es servicio". La Madre Teresa pide a los Cooperadores
que se pongan gratuitamente al "servicio" de los más pobres de los pobres. (Const., 5)
Quisiera que los Cooperadores pusieran sus brazos y su corazón al servicio de los hombres. Si no entran en
estrecho contacto con ellos, no pueden saber quienes son los pobres. Por este motivo, concretamente aquí en
Calcuta, tenemos un buen número de cristianos y de no cristianos que trabajan juntos en el Hogar de los
moribundos y en otras partes. Unos grupos preparan los vendajes y los medicamentos para los leprosos. Por
ejemplo, el otro día vino un australiano a hacer una donación importante. Pero después de hacerla, dijo: "Esto
queda fuera de mí; ahora quiero dar de mí mismo". Desde entonces, viene regularmente para afeitar a los
enfermos y hablar con ellos. No sólo da su dinero, sino también su tiempo. Hubiera podido gastarlos para sí,
pero él quería gastarse a sí mismo. Lejos de ser una agitación desordenada, este servicio alegra incesantemente
la espera de Jesús. Lejos de ser una suma de acciones dispersas en la "cantidad", es una atención cada vez más
vigilante. "Servir", según la Madre Teresa, es acoger a Cristo servidor. "Y estoy entre vosotros como el que
sirve"(Lc 22,27). Es, asimismo, reconocerse a sí mismo como servidor de Cristo presente sin que le sintamos,
porque la compasión no depende del reconocimiento que se obliga; la verdadera compasión debe resistir ante el
fracaso, los conflictos, las ingratitudes. Ha de resistir al tiempo, a las infidelidades, a las fugas. Servir es hacer
la verdad... es reconocer la parte de ignorancia, de inocencia incluso, de aquellos que caen. Prestar apoyo, más
que juzgar. Ser la voz de los hombres sin voz. No ceder nunca a la tentación de "la dureza y de la malicia...". Ir
a aquellos que no pueden devolver los servicios recibidos, que ignoran el gesto del agradecimiento...; a aquellos
que son amargos, violentos, que sufren por la carencia de una mirada, de una sonrisa. La Madre Teresa insiste
en el poder de la sonrisa que comunica la alegría de Dios. La ayuda prestada a los demás no puede ser unsimple
gesto de limosna. Dar de lo superfluo puede significar escabullir el bulto, no tocar de cerca la miseria. "Es en
referencia a los demás pobres como medimos nosotras el margen que separa lo superfluo del despilfarro:
despilfarro material, pero también derroche de preocupación excesiva, de angustia reconcentrada en nuestros
propios problemas; son dos aspectos - opuestos en apariencia - de nuestra falta de un compartir efectivo" (Mlle.
Ainsa) No siempre se mide la pobreza por el nivel del poseer material o de la riqueza. La Madre Teresa insiste
mucho en este punto: la angustia, la incomunicación, el sufrimiento pueden ser también el lote de quienes
poseen bienes materiales. Servir es tomar sobre las propias espaldas las cargas de los demás, compartir sus
angustias e inquietudes. El servicio de la Madre Teresa es una búsqueda constante de unión con Dios. Ella sirve
a Dios sirviendo al hombre, cuyo precio conoce. Jesús se conmovió ante el pobre... Lloró. La Madre Teresa
subraya esta cooperación con Cristo: ¡Cuánto debemos amar a nuestra sociedad y demostrar nuestra gratitud
siendo lo que Dios y la sociedad esperan de nosotros, ser verdaderos Cooperadores de Cristo! Más que nunca,
haced vuestro trabajo por el pobre con un corazón humilde y entregado. Para vivir, el Amor ha de alimentarse
de sacrificios. Las palabras de Jesús: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado", no deberían ser sólo
una luz para nosotros, sino que deberían ser además una llama que consumiera el egoísmo. Amar debe ser tan
natural como vivir y respirar. La "pequeña flor" decía: "Cuando hago algo y pienso con caridad, siento que es
Jesús quién trabaja en mí; cuanto más profunda es mi unión con Él, más fuerte es mi amor por las habitantes del
Carmelo". Así se explica la sorprendente vitalidad de la Congregación: Nosotras ponemos nuestras manos,
nuestros ojos, nuestro corazón a disposición de Cristo para que Él actúe a través de nosotras. Se ha llamado a la
Madre Teresa "bulldozer de Cristo", porque ningún obstáculo la detiene. Todo es urgente... Jean Vanier escribe

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desde Calcuta: "Acabo de pasar una hora con la Madre Teresa. Estoy pasmado de su sentido de la urgencia.
Viene de New York, Londres, Roma, después de Gasa, el Yemen, Etiopía, Ammán. Habla de Camboya... Su
agudo sentido de los sufrimientos del mundo hasta la obsesión, suscita en ella una actividad creadora. Buscaba
un helicóptero para llevar alimentos a los campos de Etiopía, un medio de ayudar a árabes e israelitas para que
intercambien sus muertos,... y todavía pensaba en llevar socorro a las religiosas de Camboya". Había visitado al
primer Ministro de Israel, al Gobernante de Gaza... Estaba preocupada por el odio en el corazón de los árabes y
de los judíos. Habló de todos los sufrimientos en Londres. Habla de su casa de moribundos, aquí, en Calcuta,
que nunca ha estado tan llena... ¿Podríamos organizar juntos un comedor en la estación de Saaldad para los
hambrientos? Es de una actividad sorprendente, a la búsqueda de soluciones... Quiere ver a la señora
Gandhi...Nada hay imposible. Y su abandono total en Dios..., su rostro surcado, fatigado... Ha envejecido...
Rostro de gran compasión... Es un "Bulldozer de Cristo"... Nada la detiene. Y a la vez, ¡tan pequeña! Un
verdadero instrumento de Dios. Nunca habla de su comunidad, de las estructuras, sino únicamente de los
pobres... Fue a Roma para la reunión de Superiores mayores: Pero, dijo, yo no he dicho nada; se hablaba todo el
tiempo de las estructuras; yo no entendía nada; mi espíritu estaba en otro sitio. Sin una sombra de crítica,
porque jamás le he oído hacer la menor crítica de nadie. La Madre Teresa no rehusa ningún trabajo: no contenta
con lavar los pies, arreglar los tejados removidos por el viento,... va en cabeza de una marcha de 7 Km. por las
calles de Milán para suscitar una mayor solidaridad con el Tercer Mundo. No tiene tiempo para escribir a sus
Hermanas: Todo mi tiempo está cogido por todo el mundo, y a las Hermanas les ocurre lo mismo. Trabajan sin
descanso para los enfermos o para los niños, y la verdad es que no tienen tiempo para escribir. Diga a las
Hermanas Sufrientes que no deben entristecerse si no reciben cartas, porque el trabajo es desbordante (Carta a
Jacqueline de Deker).

El amor recibe todo y da todo


Amor y servicio son la clave del don. "Habéis recibido gratuitamente... Dad gratuitamente". La Madre Teresa
podría decir como una de nuestras contemporáneas: "No me pertenezco ya. Algunas noches, después de haber
sido acosada por las demás, no se ya quien soy. Soy otra persona... Soy de Dios". "El amor recibe todo y da
todo". La caridad de la Madre Teresa exige esta renuncia total. ...Los Cooperadores, dice, reconocen que todos
los bienes de este mundo son dones gratuitos de Dios, y que nadie tiene derecho a una riqueza superflua cuando
otros mueren de hambre. Ellos tienden a corregir esta grave injusticia mediante el sacrificio del lujo en su vida
cotidiana (Constit. Int., 8). Pero la Madre Teresa reconoce que a veces los ricos saben dar: Los ricos quieren a
veces ciertamente compartir a su modo la desgracia de los demás; lo malo está en que no dan hasta el punto de
verse en apuros. La nueva generación, sobre todo los niños, comprenden mejor. Hay niños ingleses que hacen
sacrificios para ofrecer una rebanada de pan a nuestros niños; niños daneses que hacen sacrificios para darles un
vaso de leche diario; y niños alemanes, para proporcionarles alimentos vitaminados. He ahí formas de aprender
el amor. Estos niños, cuando sean mayores, sabrán lo que es dar. La Hermana Fréderik refiere un hecho
particularmente bello: Una escuela de Canadá llevó a cabo una experiencia que consistió en rehusar todo
alimento durante 25 horas para unirse a "los que tienen hambre". Los alumnos escribieron lo que se siente
cuando se está hambriento, y enviaron sus observaciones a la Madre Teresa. Su único alimento fue Cristo, que
recibieron en una eucaristía especial, celebrada a medianoche. Otra clase organizó "Otra experiencia",
permaneciendo sin dormir durante 25 horas. Estos jóvenes, ¿no han llevado "efectivamente" sobre su carne, a la
manera de Cristo, la exigencia del don? ...Tal vez con su sacrificio, han hecho que en alguna parte del mundo se
diera de comer a personas hambrientas. ¡Eso es compartir sufrimientos! Debemos sufrir con Cristo, repite la
Madre Teresa, así compartimos los sufrimientos de los pobres. Nuestra Congregación puede morir durante mi
vida, si las Hermanas no caminan con Cristo en su sufrimiento, y si dejan de ser pobres. Nuestra pobreza
rigurosa es nuestra salvaguardia. No queremos, como han hecho otras Ordenes religiosas en el curso de la
historia, empezar por servir a los pobres para venir insensiblemente a servir a los ricos. Para entender y ayudar
a quienes carecen de todo, debemos vivir como ellos. La diferencia está en que nuestros pobres lo son por
fuerza, nosotras, por elección. Las hermanas hacen pequeñas cosas ayudando a los niños, visitando a los que
están solos, a los enfermos, a los desgraciados. En una de las casas que visitan las hermanas, murió una mujer
que vivía sola...y se la descubrió sólo porque su cuerpo empezó a descomponerse... La gente que vivía en torno

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a ella ignoraba su nombre. Cuando alguien me dice que las Hermanas no realizan grandes trabajos, que hacen
pequeñas cosas tranquilamente, yo respondo que aunque no ayudaran más que a una persona, tendrían razón en
hacerlo. ...Jesús murió por cada persona, por cada pecador. Para la Madre Teresa no existe problema alguno de
cultura, de colonialismo o de proselitismo; hasta el punto de que una misa celebrada entre sus pobres en el
templo de Kali, no solo no molesta a nadie, sino que impregna a los miembros descarnados y como vacíos ya de
toda consistencia vital - tan cerca están de la muerte -, de una especie de santidad, una santidad hermana del
sufrimiento, que ya no es de este mundo.

Tener la experiencia de no tener nada


El ejemplo dado por la Madre Teresa responde al llamamiento de Cristo: "No alleguéis tesoros en la tierra,
donde son consumidos por la polilla y el orín, y donde son robadas por los ladrones, que horadan las paredes de
las casas. Atesorad tesoros en el cielo: allí ni la polilla ni el orin los comen, ni hay ladrones que horadan las
paredes para robar..."(Mt 6, 19-20). Y antes que los evangelistas, el profundo y sublime profeta Isaías lanzó sus
maldiciones contra los ricos de Jerusalén: ¡Ay de quienes hacen de manera que sus casas se acumulen, de los
que juntan campo a campo hasta ocupar todo el lugar y quedan como los únicos establecidos en el país!... Gran
número de casas serán reducidas a desolación..." (Is 5, 8-9). El Espíritu de pobreza de las Misioneras de la
Caridad rescata a la humanidad de las maldiciones del profeta. La Madre Teresa es una réplica viva a los
intereses del dinero... Nunca ha aceptado subvenciones estatales para sus actividades sociales... Considera a su
Obra como una Obra de la Providencia, ya que -explica-: Incluso al principio, no pedí dinero. Yo quería servir a
los pobres únicamente por amor de Dios. Quería que los pobres recibieran gratuitamente lo que los ricos se
proporcionan con dinero. Ella considera la riqueza como un mal; peor que un mal: un cataclismo, ya que anula
la generosidad, cierra el corazón, asfixia. Cuando se encuentra en los salones de los ricos, se siente ella misma
asfixiada. Invitada por el senador Ted Kennedy, el escritor Saint John Stevas le preguntó sus impresiones en
medio de aquella opulencia. Respondió que sufría mucho con ellos y que se encontraba en aquellos hermosos
salones de Washington solo porque era necesario para defender la causa de sus pobres. Pero no condena a los
ricos. Cuando se intenta arrancarle un juicio de censura, responde: ¿Quiénes somos nosotros para poder juzgar a
los ricos?. Nuestro deber consiste en poner a los pobres y a los ricos cara a cara, ser su punto de encuentro. La
Madre Teresa anuncia una revolución, pero adivina su realización en este encuentro, más bien que en un
enfrentamiento. Y su revolución va dando ya sus resultados: Familias de la casta superior adoptan a los niños
que nosotras recogemos en las calles: ciertamente esto es una revolución, cuando se piensa en los prejuicios
de las castas... En este encuentro, el rico se hace mejor, ya que manifiesta el amor de Dios a los pobres, y el
pobre se hace mejor por el amor que recibe del rico. La Madre Teresa ennoblece al pobre. A un periodista que le
preguntó cual era la personalidad actual que más sirve al Evangelio, Juan XXIII, Luther King, Gandhi....,
respondió: Pienso que la persona más importante en el mundo actual es el pobre, porque posee el recuerdo de
sufrir y de trabajar duramente... Para la Madre Teresa, dice Bordignon, el pobre es "el profeta de una nueva
humanidad". Quizás adoremos aún demasiado la divinidad del progreso para captar la profunda humanidad de
sus palabras. Absolutamente frágil, eclipsada, pero llevando su caridad infatigable en el corazón en los labios,
en la mirada y hasta en la prolongación de sus dedos, también dotados para cicatrizar las heridas, arde la Madre
Teresa en un amor pronto a seguir a su Señor, a encontrarle en el endeble gemido del bebé, en el grito del niño
perdido, en los muñones de los leprosos, en el agonizante que yace en la acera. El ángel endeble que se acerca
paso a paso a través de Harlem, sin tener por espada más que un rosario en la mano, donde un blanco jamás se
aventura a andar solo,... pasa al lado de los moribundos para que mueran contemplando un rostro amigo, para
que sepan que hay personas que los aman de veras, que quieren de verdad - siquiera en las pocas horas que les
quedan de vida - hacerles conocer el amor humano y divino. Que tengan la dicha de ver tenderse sobre sus ojos,
de angustia la mirada de esta mujer que elimina el temor y permite al moribundo entrever aquel mismo crucifijo
que antes de subir al cadalso - ante la lejana plegaria de Teresa del Niño Jesús - beso Pranzini tres veces. "Han
vivido como animales, pero aquí mueren como ángeles" (Madre Teresa). Este es el inmenso trabajo de la Madre
Teresa; tan insignificante, sin embargo, a sus ojos, que se ve a sí misma como "una gota en el océano". Pero esa
gota faltaría si no estuviera en el océano... una gota sin ruido, porque, dice: No busquéis acciones

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espectaculares; lo que importa es el don de vosotras mismas, el grado de amor que pongáis en cada uno de
vuestros gestos. Es la pequeña lágrima temblorosa que recoge la Madre Teresa en el párpado del moribundo.

No hay amor sin perdón, no hay perdón sin paz


La religiosa vestida de sari es tan rica en misericordia, que atrae la pobreza, toda vez que ella se ha vaciado de
sí dándose. No tiene miedo en soltar todas sus amarras, en identificarse con su hermano en la desgracia, en
lanzarse a la aventura imprevisible de la misericordia y del perdón,... a riesgo de perderse... pero ahí ha
encontrado a Cristo, y enseña que hay que perdonar porque tenemos necesidad de ser perdonados: Si caemos en
la cuenta de que somos pecadores y que tenemos necesidad de perdón, entonces, dice, es muy fácil perdonar a
los demás. Si no he entendido esto, me será difícil decir "Yo te perdono", a alguien que venga a mí. Ralph Rolls
le preguntó si había que ser cristiano para perdonar. No, en absoluto. Todo ser humano viene de la mano de
Dios, y nosotros sabemos como nos ama Dios. Cualquiera que sea nuestra creencia, debemos aprender a
perdonar, si queremos de veras amar. ¿Ha visto Ud. la evidencia de ese perdón? La he visto en Belfast, en
ciertas familias a las que visité y en las que habían matado a uno de sus miembros. Aquellas personas habían
perdonado. No tienen odio ni rencor contra quienes mataron a su hijo. Entre los Hermanos Misioneros de la
Caridad ocurren cosas maravillosas: un joven que conducía un vehículo para una banda de ladrones, al ver el
trabajo llevado a cabo por los Hermanos en su barrio, decidió cambiar de vida: se casó con una joven que había
sido curada por los Hermanos, y él mismo ocupa sus ratos libres en ayudarlos. Es algo maravilloso trabajar en
la formación de comunidades de amor y de bondad, que son pequeños signos de fuerza y de esperanza.
Pequeños, pero llenos de significado para el perdón y la paz. La Encíclica Pacem in Terris recuerda que La Paz
no podría reinar entre los hombres si no reina primero en cada uno de ellos, es decir, si cada uno no observa en
sí mismo el orden querido por Dios". Debemos trabajar todos, dice la Madre Teresa, por la Paz. Antes de que la
obtengamos, debemos aprender de Jesús a ser dulces y humildes de corazón. Sólo la humildad nos conducirá a
la Unidad, y la Unidad a la Paz. Por consiguiente, ayudémonos los unos a los otros a acercarnos tanto a Jesús,
que aprendamos la lección de humildad con alegría... Pensemos en los países oprimidos. La mayor necesidad de
Bangla-Desh es la del perdón. ¡Hay tanta amargura y tanto odio! Ustedes no tienen idea de lo que aquellas
pobres gentes han sufrido. Si sienten que alguien se preocupa de ellos, que son amados, puede que vuelvan a
encontrar en su corazón la riqueza del perdón. Creo que es la única cosa que puede traer la Paz. Nosotras
haremos muy especialmente de este año un año de Paz. Con este fin, intentaremos hablar más a Dios y con
Dios, y menos a los hombres y con los hombres. Prediquemos la Paz de Cristo como Él lo hizo. Él hizo el bien
por todas partes; no dejó sus obras de caridad porque los fariseos u otras personas se alejaran de Él y
pretendieran desbaratar la obra de su Padre. El Cardenal Newman ha escrito: "Ayúdame, dondequiera que yo
vaya, a difundir tu perfume; que lo predique sin predicar; sin palabras, con el ejemplo, con la fuerza de
atracción, el mimetismo incluso de mis acciones y evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón".

¿Puede el sufrimiento estallar en alegría?


No querer a Cristo es la causa del sufrimiento hoy día en el mundo. El dolor puede convertirse en: "don", dice
la Madre Teresa. El sufrimiento en sí no es nada, pero el sufrimiento compartiendo la Pasión de Cristo es un
don maravilloso, el más bello don : un don y una prueba de amor, porque, dando a su Hijo, El Padre demostró
que amaba al mundo. De esta forma, quedo probado que se trataba de un don, el mayor don de amor, porque su
sufrimiento fue la expiación del pecado. El sufrimiento de Bengala es un enorme calvario, donde el Cuerpo de
Cristo es una vez más crucificado. La barbarie de las guerras ha marcado los espíritus con un odio sordo que
sólo el perdón, la caridad, el amor puede combatir. En el corazón de estos "desfigurados" por el sufrimiento, la
Madre Teresa encuentra el rostro de Jesús. Jesús presente en aquellos que son objeto de desprecio y desecho de
la humanidad. Jesús traspasado en todos aquellos que son "hombres de dolor probados por el sufrimiento",
como aquellos ante quienes uno cubre el rostro, como aquellos ante quienes se huye. Estos desechos de la
humanidad, estos seres ante quienes se huye, los leprosos, habían de atraer inagotablemente el amor de la
Madre Teresa. Desde hace tiempo, se han logrado progresos considerables para remediar ese estado de alma. La
lepra ya no se considera una desgracia, sino una enfermedad. Al morir, dice ella, no seremos juzgados por la
cantidad de trabajo realizado, sino por el peso de amor que hayamos puesto en él. Y este amor debe resultar del

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sacrificio de uno mismo, y debe ser percibido hasta llegar a dolernos. El corazón de las Misioneras de la
Caridad se ha entregado a los cuatro millones de leprosos del país. La lepra es, ciertamente, un terrible mal pero
no tanto como el verse uno privado de amor, verse indeseable o abandonado. Los leprosos pueden estar
desfigurados, pero son, lo mismo que los pobres, personas maravillosas capaces de mucho amor. El amor de la
Madre Teresa se ha desbordado, así, sobre esos jóvenes con aspecto de viejos, sobre esas mujeres obligadas a
arrastrarse sobre sus rodillas... Ella descubrió el sentimiento de fraternidad de todo estos seres, el verdadero
sentido del alma. Bajo esos cuerpos repugnantes, esos rostros deformes, esas masas de carnes que se pudren,
ella ha encontrado un "algo oculto" que los eleva a la dignidad de hombres. Hasta el punto de que ella misma
está como transformada y es como insensible al espantoso olor de las leproserías; olvida que está entre leprosos
desde que los conoció. Las apariencias se borran a medida que aparece la persona humana. A esa persona es a la
que ella conoce, a quien llama por su nombre. No se fija en ellos en cuanto leprosos, sino en cuanto individuos,
con sus nombres propios. Es un sitio en el que se reconoce perfectamente la señal de la gracia... Quienes han
visto trabajar en una leprosería a la Madre Teresa y a sus Hermanas, son unánimes en reconocer que se
encuentra alegres y se niegan a abandonar su trabajo. Quieren a esos leprosos, los siguen a lo largo del calvario
y hasta el cementerio, cortejo funeral el más patético que pueda imaginarse tras el viejo coche fúnebre con sus
cristales adornados de plumas. Las escenas trágicas conmueven a la Madre Teresa. Una enferma de la leprosería
supo que su hija estaba leprosa también. La Madre ha enloquecido de tristeza, porque ya tiene otro hijo también
en la leprosería. Fue a verla el padre, y cuando la pequeña se le acercó, no se acurrucó contra él, no se lanzó a
sus brazos, aunque su ternura estaba a punto de estallar. La pobre pequeña, consciente de su mal, sólo le miraba
con insistencia. Si su cuerpo estaba enfermo, su alma, privada de cariño, moría. Esas miradas son las que hacen
repetir a la Madre Teresa que la peor enfermedad no es la lepra, sino la falta de cariño. Otra escena que la
desgarra es cuando los leprosos se niegan a abandonar su hogar para ir a la leprosería. El pequeño Corine sólo
tiene cinco años, y está en la leprosería simplemente porque dos de sus tías, que estaban enfermas, le
acariciaron en su cuna. El día que se le llevó a la leprosería dio lugar a una escena de desesperación cuando, en
el momento de abandonar su familia, se lanzó a los brazos de su abuela preguntando: "¿Me querrán las
Hermanas como tú? ¿Escucharán mis oraciones por la noche y me llevarán a la cama?" Los enfermos pueden
convertirse en Cooperadores cercanos de una Hermana o de un Hermano ofreciendo sus sufrimientos por ella o
por él (Constituciones, 19). Toda Hermana, dice la Madre Teresa, tendrá un segundo yo que rece y sufra por
ella; y todos encontrarán en este apoyo una fuerza nueva, y sus vidas serán como una luz ardiente que se
consumirá por las almas. Sufrir no es nada por sí mismo; pero el sufrimiento compartido con la Pasión de
Cristo, es un don maravilloso... y un signo de amor. ¡Qué bueno es Dios concediéndonos tantos sufrimientos y
tanto amor! Todo esto para mí es alegría y me da fuerza: es vuestra vida de sacrificio la que me da fuerza.
Vuestras oraciones y vuestros sacrificios son como el cáliz en el que los que trabajamos podemos depositar,
verter, el amor de las almas que encontramos; por eso, vosotros sois tan necesarios como nosotros; nosotros y
vosotros juntos, podemos todo en Aquel que nos conforta. ¡Qué bella es vuestra vocación de Hermanas
Sufrientes: ser un portador del amor de Dios! Nosotras llevamos en nuestro corazón y en nuestra alma el amor
de Dios, sediento de almas, y vosotras podéis saciar su sed, vosotras con vuestros incomparables sufrimientos, y
nosotras con nuestro duro trabajo... Vosotras habéis aprendido, habéis gustado el cáliz de su Agonía. Sin nuestro
sufrimiento, nuestra Obra no sería más que una obra social, muy buena y servicial, pero no la obra de
Jesucristo. No formaría parte de la Redención. Jesús ha querido ayudarnos compartiendo nuestra vida nuestra
soledad, nuestra agonía, nuestra muerte. Era preciso que Él fuera "Uno" con nosotros, para salvarnos. Se nos
permite hacer la misma cosa. Las aflicciones de las pobres gentes - no sólo su miseria material, sino también su
infortunio espiritual - deben ser rescatados, y nosotros debemos compartirlos, porque sólo formando "uno" con
ello podemos salvarnos, es decir, transmitir a Dios en sus vidas y llevarlos a Dios. Cuando el sufrimiento llega
hasta nosotros, aceptémosle con una sonrisa. El mayor don de Dios: tener el valor de aceptar con una sonrisa
todo lo que Él nos da y todo lo que Él nos pide. Escribe así a una enferma: Muy a menudo me encuentro cerca
de usted con el pensamiento y ofrezco sus grandes sufrimientos cuando los míos son pequeños o nulos. Cuando
sea muy duro para usted, ocúltese únicamente en el Sagrado Corazón, y allí mi corazón encontrará con usted la
fuerza y el amor. ¿Desea usted sufrir en puro amor? Diga más bien en el amor que Él elija para usted... ¡Cómo
agradezco a Dios que me haya dado a usted! ¡Dé cada vez más, hasta que ya no posea nada. Mi alma se siente

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animosa ante el pensamiento de tenerla a usted para orar y sufrir por mí; me resulta más fácil sonreír. Usted
sufre y nosotras trabajamos... Juntas, sostenemos el mismo cáliz. "Dormía y soñaba que la vida era alegría:
desperté y vi que la vida era servicio; serví y pude ver que el servicio era alegría" (Nath Tagore).Nosotras
damos aún a los hombres la alegría sirviéndolos, dice la Madre Teresa al grupo "Canto del Asia". Vosotros se la
dais con vuestra acción. Vuestro trabajo y el nuestro se complementan. Lo que vosotros hacéis con el canto y la
danza, lo hacemos nosotras restregando y limpiando. Es bello poder dar a alegría a la gente. Estoy segura de
que gracias a vosotros, muchos se sienten aliviados. Y de ese talento que habéis recibido, sólo las riquezas
pueden privaros. Mientras aceptéis permanecer vacíos de vosotros mismos y estar llenos de Dios, conservaréis
ese talento. Desde el día en que nos enriquecemos, perdemos algo y morimos. Las riquezas, sean materiales o
espirituales, pueden ahogarnos si no se utilizan de buena forma. Yo alabo a Dios porque habéis aceptado vuestra
llamada. Permanezcamos lo más "vacíos" posibles para que Dios pueda llenarnos. Ni Dios puede derramar nada
donde está todo lleno. Porque Él no se nos impone. Sois vosotros quienes vais al mundo a llenarlo del amor que
Dios os ha dado. ¡El trabajo del rearme moral se hace con discreción y con amor! Es tanto más penetrante
cuanto más discreto es. Vosotros se lo entregáis a las gentes, y a ellos les toca absorberlo. La gente no tanto
tiene ganas de veros, cuando hambre y sed de aquellos que Dios quiere darles a través de vosotros. Servimos al
mismo Dueño. En toda la superficie del globo, los hombres tienen hambre y sed del amor de Dios. A vuestro
modo, satisfacéis esta hambre derramando la alegría. A nuestro modo, nosotras expresamos la alegría
poniéndonos al servicio de los enfermos, de los moribundos, de los desechados. El motivo profundo de esta
alegría es como un imperativo. Hasta tal punto, que a una Hermana que le pedía ir a visitar a los pobres, siendo
así que su semblante estaba triste, la Madre le respondió: No vayas; vuelve a acostarte; con cara triste no se
puede ir a ver a los pobres. La alegría es una "noticia" que ella quiere dar al mundo. Para difundir alegría es
necesario tenerla en la propia familia. La paz y la guerra empieza en el hogar de cada uno. Si de veras queremos
la paz en el mundo, amémonos antes los unos a los otros, en la familia; así tendremos la alegría de Cristo,
nuestra fuerza. A veces se hace muy difícil soreírse unos a otros; con frecuencia al marido le resulta difícil
sonreír a su mujer, o viceversa. Un día me preguntaron si estaba casada; dije que sí, y añadí que a veces era
difícil sonreír a Cristo. Se ha intentado demostrar que Dios no existe, y Dios está empeñado en demostrar que sí
existe. La alegría es una red de amor en la que podéis reunir a las almas. Dios ama al que da con alegría. Quien
da con alegría, da más. La mejor manera de demostrar nuestro agradecimiento a Dios y a las gentes, es aceptar
con alegría. La alegría puede expandirse en un corazón que arde de amor. Todos esperamos con impaciencia el
Paraíso, donde está Dios, pero tenemos en nuestro poder el estar en paraíso con Él ya desde ahora; ser dichosos
con Él, quiere decir: Amar como él ama. Ayudar como Él ayuda. Dar como Él da. Servir como Él sirve.

Él es quien elige
Fue a los doce años cuando la Madre Teresa sintió la primera llamada. Era en Skopjie, en Yugoslavia. Yo no
tenía más de doce años; vivía en casa, con mis padres. Los niños íbamos a una escuela que no era católica; pero
también teníamos muy buenos sacerdotes que ayudaban a los chicos y chicas a seguir la propia vocación, según
la llamada de Dios. Ya en aquel momento supe que se me llamaba hacia los pobres. Entre los doce y los
dieciocho años yo no quería hacerme religiosa. Nuestra familia era muy feliz. Pero a los dieciocho años decidí
dejar mi casa, y luego - hace de esto cuarenta años - no he dudado ni un instante de que tenía razón, aquello era
la voluntad de Dios. Es Él quien eligió. Yendo por los barios más pobres sintió una segunda llamada. Fue una
llamada en el interior de mi vocación. Una segunda vocación. La orden de renunciar incluso a Loreto, donde yo
era feliz, para ir a las calles a servir a los pobres. En 19946, iba yo a Darjeeling para hacer mis Ejercicios. En el
tren, percibí una llamada a renunciar a todo y a seguirle a Él, en los tugurios, servirle entre los más pobres de
los pobres. Cuando más tarde le pregunte Bordignon qué la impulsó a ello, dirá simplemente: No lo sé. Y luego,
con una sonrisa profundamente humana, casi para ayudarle a entender: Quizás se trata de una fuerza: El
Espíritu de Dios. Entendí que Dios quería algo... La Madre Teresa explica a Melcolm Muggeridge su salida del
convento de Loreto: Primero tenía que dirigir una petición al Arzobispo de Calcuta. Después. Con su
consentimiento, la Madre General de las Hermanas de Loreto me permitió escribir a Roma. Era el camino
normal: yo era religiosa, había pronunciado mis votos perpetuos, y una religiosa no debe dejar su convento.
Escribí a Pío XII, y a vuelta de correo recibí la respuesta, el 12 de abril. Me permitía salir y ser religiosa sin

21
clausura, es decir, vivir la vida religiosa pero bajo la autoridad del Arzobispo de Calcuta. Era en 1948... Dejé el
convento de Loreto y fui primero a las Hermanos de Patna, para recibir una pequeña formación médica y poder
ir a la casa de los pobres; hasta entonces había sido sólo profesora. Ahora, tenía que entrar en las casas y ver a
los niños y a los enfermos. La Madre Teresa va en busca de los que yacen en la acera. Pero: Hacía falta un techo
para resguardar a los más abandonados. Para encontrarlo, caminé... caminé hasta no poder más. Entendí mejor
entonces hasta que punto de agotamiento tienen que llegar los verdaderos pobres en su búsqueda constante de
un poco de alimento, de medicamento, de todo. En ese momento me tentó el recuerdo del confort de que gozaba
en el convento de Loreto. ¡Oh Dios mío, en virtud de mi libre elección y por tu solo amor, quiero permanecer
aquí y hacer lo que tu voluntad exija de mí!... No, no me volveré atrás; mi comunidad son los pobres; su
seguridad es la mía; su salud, mi salud. Mi casa es la casa de los pobres; de los más pobres de entre los pobres:
esos a quienes nadie se les acerca porque son contagiosos y están sucios, llenos de microbios y cubiertos de
miseria; esos que no van a rezar porque no pueden salir desnudos; esos que ya no comen por falta de fuerzas;
los que caen en la calle, sabiendo que se mueren y a cuyo lado pasan los viandantes dando un rodeo; los que ya
no lloran porque no tienen lágrimas, ¡los intocables! El Señor me ha querido aquí donde estoy. ¡Él me dará una
solución!. A la primera Hermana que entró en la congregación, le advirtió: Va a hacer falta que renuncies a ti
misma. Tu existencia te pedirá una permanente abnegación. Piénsalo... Está todo pensado: la Hermana Inés será
la primera Misionera de la Caridad... Luego, las vocaciones han afluido sin interrupción, cosa que hace decir a
la Madre Teresa: Si Dios da vocaciones, es señal de que quiere que vayamos junto a los pobres. La Madre
Teresa ahora está segura de que esta Orden es obra de Dios y que durará, porque: Es Él, y no yo. Por eso no
tengo miedo. Yo sabía que si la obra fuese mía, moriría conmigo. Pero sabía que era obra suya, que duraría y
que haría mucho bien. ¿En algún momento dado, añoró el confort de Loreto?, le preguntó Bordignon: Yo era la
hermana más dichosa en esa Congregación. Y ya supuso un gran sacrificio abandonar mi trabajo, pero no dejé
la vida religiosa. El cambio no ha existido más que en el trabajo, dado que mis hermanas únicamente
enseñaban, lo cual es un apostolado por Cristo... Pero mi vocación, dentro de la vocación, era en favor de los
más pobres de los pobres. Preguntada por el hecho de que haya tan pocas vocaciones en el mundo, dice: Hay
demasiada riqueza, demasiado confort, un nivel de vida muy alto no sólo en las familias, sino aun en la vida
religiosa. Hay jóvenes que vienen de todas partes hasta la India y llevan una vida muy pobre, más pobre que la
nuestra, impulsados por el deseo de salir de su ambiente de riqueza. Pienso que quieren ser de verdad un
ejemplo vivo de la pobreza de Cristo. No basta conocer el espíritu de la pobreza; es preciso conocer la pobreza,
es no tener nada, de verdad, porque hoy día, la gente, incluso los que proceden de un ambiente "bien", quieren
hacer la experiencia de lo que significa "no tener". La mayoría de las vocaciones que nosotras hemos tenido
procedente de Europa o América nos pedían unirse a nuestra congregación, no por el trabajo sino por el amor de
la pobreza. Una palabra lo resume todo para la Madre Teresa: el amor. Ella puede exclamar con la pequeña Sor
Teresita: - He comprendido que el Amor abarcaba todas las vocaciones, que el Amor lo era todo, que alcanzaba
todos los tiempos y todos los lugares..., en una palabra, que es eterno. No pretendemos haber agotado nuestro
tema. Pero si quisiéramos al menos haber sugerido a nuestros lectores que el mejor camino para el
conocimiento más profundo y más verdadero se cifra en la acogida del corazón y en la ofrenda de las manos,
que propone la Madre Teresa a quienes interesa su llamada y su ejemplo.

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TERCERA PARTE LA MADRE TERESA HABLA A SUS RELIGIOSAS
Cartas Inéditas
Delhi, 20 de septiembre de 1959
Mis queridas hermanas,
El 7 de octubre será el aniversario del día en que Dios hizo nuestra pequeña comunidad.
Siendo ésta propiedad de Nuestra Señora, es justo que Ella nos conceda vivir y
crecer hasta ese hermoso día: debemos crecer como un árbol recto y productivo.
Prometemos ser fuente de alegría para Ella, como Ella lo es para nosotras.
Tengo en mi corazón muchas cosas que transmitiros, dos sobre todo: la caridad y
la obediencia. Sed de verdad "Cooperadoras de Cristo", irradiad y vivid su Vida.
Sed un ángel de consuelo junto a los enfermos, una amiga para pequeños, y amaos
unas a otras como Dios ama a cada una de vosotras, con un amor intenso y
enteramente especial. Sed afables unas con otras. Vale más cometer faltas con
gentileza, que hacer milagros con falta de bondad.
Sed moderadas en vuestras palabras, admirad la discreción de la Virgen. Ella no
dice ni palabra a José del mensaje del ángel, sino que conserva todo su en
corazón, y deja que Dios mismo intervenga.
Sobresalid en la obediencia. Ahora que tenemos nuestras tres superioras,
ayudadlas mediante una obediencia sencilla, ciega, rápida y de buen humor.
¡Quizás estáis más dotadas, sois más capaces, mejores en muchos aspectos, tal
vez más santas incluso que vuestra superiora! No se os pide eso para obedecer.
Sólo cuenta una cosa: "Ella ocupa el lugar de Dios para vosotras".
No seáis ciegas, sino niñas. El Buen Dios os ha dado su obra. Debéis realizarla
como Él quiere. Fracaso o éxito, nada significan a sus ojos, a condición de
hacer lo que Él os pide. Obedeciendo, sois infalibles. El diablo hace todo por
destruir la obra de Dios; y, como no puede hacerlo directamente, nos hace llevar
a cabo su obra a nuestro modo. Así es como él gana y nosotras perdemos.
En todas nuestras casas y en el Noviciado Dios otorga la generosidad, a las
Religiosas. Conservad esta generosidad, tendréis todos los motivos para ser
felices. Seguid sonriendo a Jesús, sonriendo a vuestras Superioras, a las
Religiosas, a vuestros pobres.
Yo debo poner toda mi alegría en obrar bien. "Yo lo quiero", han dicho San Juan
Berchmans, San Estanislao, Santa Margarita María, y han sido santificados.
¿Qué es un santo, sino un alma resuelta, un alma que se sirve de su fuerza para
actuar? ¿Quería San Pablo decir otra cosa cuando decía: "Todo lo puedo en Aquel
que me conforta?"
Hermanas mías, no me contentaré con ver que sois buenas religiosas; debéis ser
capaces de un sacrificio perfecto. Sólo la santidad puede perfeccionar el don.
Resolverse a ser santa cuesta mucho. El alma resuelta se ve ante la renuncia, la
tentación, las luchas, las persecuciones y toda suerte de sacrificios. No se
puede amar a Dios sino a expensas de uno mismo.
"Quiero ser santa", significa: yo me despojaré de todo lo que no es Dios;
despojaré y vaciaré mi corazón de todas las cosas materiales; viviré en la
pobreza y el desasimiento. Renunciaré a mi propia voluntad, a mis inclinaciones,
a mis caprichos, a mis deseos, y me haré una esclava dedicada a la Voluntad de
Dios.
Primer viernes de noviembre de 1960
El día 25, a las 5:45 partiré para Panamá, y llegaré a América el 26, a las
6:30. Me voy, pero mi corazón y mi espíritu quedan con vosotras. Es la Voluntad

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de Dios, de modo que estad satisfechas. Durante mi ausencia, la Madre María
Inés, Asistente General, y el Consejo General, asumirán todas las
responsabilidades.
Dios os guardará si permanecéis unidas. Permaneced muy estrechamente unidas en
torno a la comunidad, porque Dios es el Centro.
No tengo miedo de dejaros, porque conozco el gran don que Dios me ha hecho
dándomeos. A mi vuelta, hacia el 15 de noviembre, iré a Roma. Intentaré ver a
Nuestro Santo Padre y pedirle nos conceda un reconocimiento pontificio. No somos
dignas de tan gran don, pero si es el designio sagrado de Dios, lo obtendremos.
Que las superioras hagan sacrificios en la obediencia, las Hermanas en la
caridad, las Novicias en la pobreza, y las Postulantes en la castidad.
Las Superioras: Obediencia rápida, sencilla, ciega en ambiente de buen humor,
porque Jesús fue obediente hasta la muerte.
Las hermanas: Caridad en los deseos, en las palabras, pensamientos,
sentimientos, en las acciones, porque Jesús hizo el bien en torno Suyo.
Las Novicias: Pobreza en los deseos, los apegos, los gustos y las aversiones,
porque Jesús, siendo rico, se hizo pobre por mí.
Las Postulantes: Castidad en los pensamientos, las afecciones y los deseos, no
escuchando conversaciones inútiles, porque Dios es un esposo celoso.
Sed fieles a las cosas pequeñas, porque ahí reside vuestra fuerza. Por Dios, no
hay nada pequeño, ya que Él es grande, ¡y nosotras tan pequeñas! Por eso Él se
abaja y se toma la molestia de hacer esas pequeñas cosas, para darnos una
oportunidad de probarle nuestro amor. Ya que Él las hace, son grandes -Él no
puede hacer nada pequeño-, son infinitas.
Os llevaré a todas a los pies del Vicario de Cristo, y estoy segura de que con
su paternal amor os bendecirá a cada una de vosotras...
Primer viernes de enero de 1961
Mis queridísimas hijas,
La fidelidad a la Regla es la flor más delicada y la más preciosa que podemos
ofrecer a Dios. La Regla expresa la Voluntad de Dios. Debemos someternos a ella
hasta nuestro último suspiro.
Debemos estar convencidas de que la menor infracción injustificada, hiere al
corazón de Jesús y mancha nuestra conciencia. Cuando la regla se convierte en
una de las cosas que más amamos, ese amor se vuelve un servicio gratuito que se
presta con una sonrisa.
La sumisión, para uno que ame, es algo más que un deber; es el secreto de la
santidad.
Fidelidad en las menores cosas, no por ellas mismas, porque eso es propio de
espíritus pequeños sino por esa gran cosa que es la Voluntad de Dios, a la que
yo respeto profundamente en esas cosas pequeñas.
Ha dicho San Agustín: "Las cosas pequeñas son realmente pequeñas, pero ser fiel
en esas cosa pequeñas es una cosa grande". ¿No es nuestro Señor el mismo en una
hostia pequeña y en una grande? La regla más pequeña contiene la voluntad de
Dios lo mismo que las grandes cosas de la vida. Para entender esta gran verdad,
debo creer que la Regla es de origen divino, debo acogerme a ella como el niño
se acoge a su madre... Amarla con mi voluntad y mi razón.
Poco importa si a menudo parece dura, austera y artificial... Dios ha sido de
tal modo maravilloso para nosotras, que nuestro deber es serlo para Él...
Primer viernes de febrero de 1961
Mis queridísimas hermanas,

24
Todas queremos hacer algo hermoso por Dios... E imaginamos toda clase de
mortificaciones. Sólo una cosa cuenta: vivir la Regla en un mayor amor.
San Vicente compara las Reglas a "las alas para volar hacia Dios". Una religiosa
moribunda preguntó: "¿Qué tendría que haber hecho yo para ser santa?" Él
sacerdote le respondió: "¿Es que no conocía ese maravilloso librito que es su
Regla? Si hubiera vivida esta Regla, hubiera sido santa."
"Complaceos, dice San Alfonso, pensando que cumpliendo vuestro deber, podéis ser
santa."
San Vicente dice: "Observad vuestras Reglas y seréis santos, porque son santas
en sí mismas y pueden, por lo tanto, hacernos santos."
San Francisco de Sales escribe: "Progresad siempre en la observancia fiel de
vuestra Regla, y seréis bendecidos por Dios, porque Él mismo os guiará con el
mayor cuidado." Observando la Regla, hallaréis fuerzas para la pureza de vuestra
conciencia, fervor para colmar vuestra alma, y amor para inflamar vuestro
corazón.
Dice Bauthier: "La Regla es a nuestra voluntad lo que las arterias son a nuestra
sangre."
22 de abril de 1961
Mis queridísimas hermanas,
Cuando vayáis al paraíso, nuestro Señor no os preguntará: "¿Vuestra Superiora
era inteligente, comprensiva, jovial?". Os preguntara sólo una cosa: "¿Me habéis
obedecido?" Que malgastada estará vuestra vida, si no está llena más que de
vosotras mismas, en lugar de Él, nuestro Esposo, cuyo puesto ocupamos. Si no
podéis ver a Jesús en vuestra Superiora, ¿Cómo lo veréis entre los pobres? ¿Cómo
encontraréis a Jesús entre las apariencias de la miseria? ¿Cómo amaréis a Jesús
a quien no podéis ver? Cuando el demonio está descontento a causa de la obra de
Dios y no sabe como destruirla, intenta destruir el instrumento y así,
indirectamente, destruye la obra de Dios. No dejéis que os engañe. Obedeced,
obedeced. Poco importa a quién y en qué, supuesto que ella le represente.
¿Cómo obedeció la Virgen al ángel?: "Que se cumpla vuestra voluntad." ¿Qué
voluntad? La del ángel, dado que reemplazaba a Dios... Ella, la Reina de los
cielos, obedece al ángel... Y ¿Cómo obedeció a José?... San José reemplazaba a
Dios...
Primer viernes de junio de 1961
Mis queridísimas hermanas,
No os imaginéis que el amor, para ser verdadero, haya de ser extraordinario. Lo
que necesitamos es seguir amando. ¿Cómo arde una lámpara? Gracias al aporte
continuo de pequeñas gotas de aceite. Si ya no hay gotas de aceite, ya no habrá
luz, y el esposo dirá: "No te conozco."
Hijas mías, ¿Cuales son esas gotas de aceite en nuestras lámparas? Son las
pequeñas cosas de la vida cotidiana: la fidelidad, la puntualidad, las pequeñas
palabras de bondad, simplemente un pensamiento por los demás, nuestra manera de
guardar silencio, de mirar, de hablar y de actuar. He ahí las verdaderas gotas
de amor que hacen arder nuestra vida religiosa con una llama tan viva.
No busquéis a Jesús muy lejos; no está allá. Está entre vosotras. Alimentad la
lámpara y le veréis.
Primer viernes de julio de 1961
Mis queridísimas hermanas,
Me he sentido muy feliz al poder entregar un sagrario al sagrado corazón, en
Asansol, en señal de gratitud para con el R.F.C. Van Exem... Sin nuestros

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sufrimientos, nuestra Obra no sería más que una obra social, caritativa y
saludable, pero eso no sería la obra de Jesucristo... Él ha querido compartir
nuestra vida, nuestra soledad, nuestra angustia, nuestra muerte, y todo ello en
la noche más oscura...
Toda la desgracia de los pobres, su pobreza material, su abandono espiritual,
pueden ser salvados compartiendo sus sufrimientos; sólo estando unidas a ellos
podemos salvarlos.
Primer viernes de agosto de 1961
Mis queridísimas hijas,
... ¡Qué grande es nuestra vocación! ¡Qué dichosa se considerarían las gentes si
se les diera la ocasión de hacer un servicio personal al Rey de este mundo!
¡Pues henos aquí!
Nosotras podemos tocar, servir, amar a Cristo cada día de nuestra vida...
Vuestra obra en favor de los pobres será mejor realizada si conocéis la forma en
que Dios quiere que la llevéis a cabo, y no la conoceréis más que por la
OBEDIENCIA. Adheríos a vuestras Superioras como la hiedra. La hiedra se adhiere
a cualquier cosa. No prosperaréis y no viviréis en la santidad más que si os
adherís a la obediencia.
Primer viernes de junio de 1962
Mis queridísimas hijas,
Santa Margarita - María preguntó a Jesús: "Señor, ¿qué quieres que haga?"
"Déjame actuar", respondió Jesús.
Dejadle vaciaros y transformaros, para llenar el cáliz de vuestro corazón hasta
el borde, para que, a vuestra vez, podáis dar de vuestra abundancia. Buscadle.
Su conocimiento os hará tan fuertes como la muerte. Amadle sin mirar atrás, sin
miedo. Creed que sólo Jesús es la vida. Servidle, rechazando y olvidando todo
cuanto os atormenta, deseando hacer amar al amor que no es amado.
Casa Madre, 4 de agosto de 1962
Que la Virgen vuelva nuestros corazones "sumisos y humildes", como el de su
Hijo. En ella es donde se formó el corazón de Jesús. Aprendamos a ser humildes,
aceptando alegremente la humillación. Hemos sido creadas para las grandes cosas;
¿por qué rebajarnos a cosas que mancillan la belleza de nuestro corazón?
¡Cuántas cosas podemos aprender de la Virgen! Ella se sirvió del poder
Todopoderoso que estaba en ella. Decid a la Virgen que indique a Jesús: "No
tienen vino", el vino de la humildad y de la sumisión, de la bondad, de la
dulzura...
Primer viernes de noviembre de 1962
Mis queridísimas hijas,
La primera lección del corazón de Jesús es nuestro examen de conciencia.
"Conócete a ti mismo". El examen es una confrontación entre nosotros y Jesús. No
perder tiempo mirando inútilmente nuestras propias miserias, sino elevarnos en
su luz...
... En nuestro voto de obediencia, ¿no hay una falta de fe, si consideramos los
límites humanos de nuestra Superiora?
Siendo nuestra obediencia rápida, sencilla y alegre, es la prueba de nuestra fe.
Si Dios ama a quien da con alegría, ¡Cuánto más amará al que da con obediencia!
Obedecer como Cristo obedeció... Él vio el sufrimiento de su Padre - en todos y
en cada uno -, por eso pudo decir: "Yo hago lo que le agrada". Obedeció a Caifás
y a Pilato porque las ordenes venían "de arriba". Se sometió a ellos con
dignidad, sin considerar los límites humanos de Caifás y de Pilato.

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Casa Madre, 19 de mayo de 1963
Queridísimas hijas,
La grandeza de la Virgen residía en su humildad. No es extraño que Jesús, que
vivió tan cerca de ella, parezca tener tanto interés en que nosotros aprendamos
una única cosa de ella: la humildad de corazón.
La humildad es verdad; debemos, pues, ser capaces de decir con San Pablo: "Todo
lo puedo en Aquel que me conforta". Por vosotras misma nada podéis obtener, como
no sea pecado, debilidad y miseria. Todos los dones que poseéis vienen de
Dios... ¿Por qué entonces, dejar que las tentaciones actúen sobre vuestra
vocación?
10 de noviembre de 1963
Mis queridas hijas,
Este año debemos preparar un Belén (un nacimiento); un Belén de pobreza. Será
fácil llenarlo de caridad.
Pensamos que nos conocemos bastante personalmente. Nuestras vidas son para Dios;
¿Por qué, entonces pasar tanto tiempo analizándonos? No es que no hagamos
nuestro examen, pero lo hacemos solas. Debemos hacerlo con Cristo, si queremos
que sea verdadero. Jesús es nuestro "cooperador".
Nuestras almas deberían ser un cristal transparente, a través del cual pudiera
ser percibido Dios. Este cristal está con frecuencia manchado de polvo y
suciedad. Para quitar ese polvo, hacemos nuestro examen de conciencia, a fin de
obtener un "corazón limpio". Dios nos ayudará a quitar ese polvo, si nosotras le
dejamos hacerlo, con la voluntad de hacer Su Voluntad. He ahí lo que tal vez nos
ha faltado. Nuestros contactos... nos proporcionan materia de reflexión. Si
hacemos nuestro examen y nuestra atención no detecta nada, es que necesitamos de
Jesús para que nos ayude a percibir nuestras infidelidades.
Nuestro examen de conciencia es el espejo que presentamos a la naturaleza, una
pobre naturaleza humana, sin duda, pero que tiene tanta mayor necesidad de un
espejo para reflejar fielmente todas sus deficiencias. Si nosotras abordamos
esta tarea con mayor sinceridad, quizás encontremos que lo que pensábamos ser
obstáculo resulta ser un pasadizo.

Febrero de 1964
Mis queridísimas hijas,
Nuestra vida necesita tanta mayor humildad cuanto más a la vista está. Las
gentes nos rodean con su amor para garantizar la utilidad de nuestra obra. Es
bello ver la humildad de Cristo que, bajo la forma de Dios, no sólo pensó que
estaría mal ser igual a Dios, sino que además se "vació", tomando la forma de
siervo, a imagen del hombre.
... La gente no quiere a las Religiosas orgullosas; porque éstas son un pesado
instrumento en manos de Dios. Los pobres quieren ser tratados como Hijos de
Dios, no como esclavos... Es una gran virtud practicar la humildad sin saber que
se es humilde.
Casa Madre, 15 de agosto de1964
Mis queridísimas hijas,
Hoy es una de las más hermosas fiestas de nuestra Señora. Ella cumplió su
función de Fuente de alegría. ¿Sabéis por qué nosotras amamos tanto a la Virgen?
Porque era el espejo sin mancha del Amor de Dios... ¿Tenemos miedo al pecado?...
¡Qué terrible debe de ser el pecado, si tiene el poder de matar a Dios en mí, ya
que el pecado mortal provoca una herida mortal! Muramos antes que herir a Dios

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mortalmente.
Si dejamos que el pecado venial se convierta en pan cotidiano, vendrá la anemia
mortal, la vida del alma se derrumbará...
Claudio de Colombière escribe: "Vemos que, tras uno, dos o tres años, los flojos
siguen siendo flojos, los irregulares, siguen irregulares, los malos no han
adquirido ninguna amabilidad, los perezosos ningún fervor, los egoístas ningún
despego del egoísmo; que las comunidades que deberían ser hogueras ardientes,
permanecen terriblemente mediocres".
Casa Madre, 1 de Noviembre de l964
Mis queridísimas hijas,
Yo vuelvo constantemente al silencio. El silencio de la lengua nos enseñará a
hablar a Cristo. El silencio de los ojos nos ayudará a ver a Dios. Nuestros ojos
se parecen a dos ventanas por las que vienen Cristo o el mundo. Necesitamos
valor a menudo para guardarlas cerradas...
El silencio del corazón, como la Virgen, que conservó todo en su corazón.
Casa Madre, 15 de febrero de 1965
Mis queridísimas hermanas,
Nosotras, desposadas con Cristo, no podemos admitir otro amor sin concitar el
descontento de Dios. Dios nos ha elegido; también tiene el derecho de dejar de
elegirnos. Por sí mismo, no lo hará nunca, excepto si nosotras le forzamos a
hacerlo.
...No juguéis con vuestra vocación porque, cuando queráis preservarla, no
tendréis el ánimo de hacerlo... ¿Por qué tantos hogares desunidos? Por las
afecciones no controladas, por el deseo de tener los placeres de la existencia
de dos amores.
...Cuando dejamos nuestra casa para entrar en la vida religiosa, nuestros padres
hicieron grandes sacrificios, y cuando somos infieles a nuestra vocación, los
apenamos profundamente...
"Hoy sería feliz si su féretro hubiera abandonado la casa", dijo un familiar de
una religiosa que había renunciado a su vocación.
22 de marzo de 1965
Mis queridísimas hijas,
El Santo Padre nos ha concedido un Decreto laudatorio y ha elevado nuestra
Congregación al rango de derecho pontificio. El Decreto será leído públicamente
el 2 de mayo, en la Casa Madre...
Orad por nuestro arzobispo Périer, a quien después de Dios, debemos nuestra
existencia, así como por el R.F.C Vam Exem, S.J.
Casa Madre, 27 de junio de 1965
Mis queridísimas hijas,
El fruto de nuestra unión con Cristo es el voto de caridad, como el hijo es el
fruto del sacramento del matrimonio... Lo mismo que la lámpara no puede arder
sin aceite, el voto de caridad no puede vivir sin los votos de pobreza y de
obediencia...
Roma, 16 de julio de 1965
Mis queridísimas hermanas y hermanos,
Ayer hemos ido a San Pedro, donde el Santo Padre concedía una audiencia pública.
Después de la audiencia, fue recibida una cuarentena de nosotras en audiencia
privada... Pero no me viene ninguna palabra... Él pidió oraciones. Ninguna de
nosotras recuerda otra cosa, porque todas no hacíamos más que mirarle...
San Felipe, 6 de agosto de 1965

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Mis queridísimas hijas, hermanas y hermanos,
Pidamos a la Virgen un amor delicado para los pobres de Dios... Aquí, tenemos
verdaderos tugurios espirituales...
Casa Madre, 30 de diciembre de 1965
...La deferencia de María era tan grande, que hizo de Nazaret la más elevada
morada de Dios... Servios de la "lengua" para el bien de los demás. La boca
habla de la abundancia del corazón.
Corocote, 5 de julio de 1966
Mis queridísimas hermanas,
...Novicias sonrientes, yo quiero oír la música de vuestro reír de alegría, aquí
en Venezuela.
Jóvenes profesores celosos, el ruido de vuestros pasos en busca de las almas,
debe de ser una dulce música para Jesús. Humildes estudiantes, la lámpara que
arde a través de vuestros libros, conservadla siempre llena de aceite, para que
podáis llegar a ser una luz de Cristo en los tugurios.
Waltair, 31 de Octubre de 1966
Mis queridísimas hijas,
Es de nuestra bajeza de lo que Dios tiene necesidad, y no de nuestra plenitud.
Medios de ser humilde:
Hablar de sí tan poco como sea posible.
Ocuparse de sus propios asuntos.
Evitar la curiosidad.
No querer arreglar los asuntos de los demás.
Aceptar las contradicciones con buen humor.
Pasar por alto las faltas de los otros.
Aceptar el reproche aun cuando uno sea inocente.
Ceder a la voluntad de los demás.
Aceptar insultos e injurias.
Ser gentil y dulce aun cuando lo provoquen a uno.
Aceptar ser desatendido, olvidado y menospreciado.
No buscar ser admirado y amado.
No escudarse nunca tras la propia dignidad.
Ceder en las discusiones aun cuando uno tenga razón.
Elegir siempre lo más difícil.
Casa Madre, 13 de junio de 1967
Mis queridísimas hermanas,
Tened el pundonor de ser la "prueba" de Dios en vuestra comunidad. Debemos
irradiar el gozo de ser pobres, pero no hablar de ello. Sed dichosas con ser
pobres...
Air India, sobre el Océano
17 de septiembre de 1967
Mis queridísimas hijas,
Una vez más atravieso el Océano para proponeros el camino en busca de los pobres
de Dios.
Escribe Don Marmion: "Todo lo que tenéis que hacer es abandonaros en sus manos
como la cera, para que Él corte sin piedad todas las partes inútiles". Y cuando
se vio tentado de abandonar la Orden, se prosternó ante el tabernáculo y
exclamo: "Que sea hecho pedazos, antes de abandonar el monasterio".
¿Somos lo suficientemente fuertes como para preferir ser desgarradas antes que
abandonar a Cristo?

29
No se cambia su profesión como se cambia de vestido. En nuestros días todo se
relaja. La gente intenta desatar los lazos más sagrados. Aferrémonos a la Roca,
Cristo.
Casa Madre, 12 de abril de 1968
Mis queridísimas hijas,
...Trabajar sin amor es una esclavitud. La Iglesia quiere "la Renovación".
Renovación no significa cambio de costumbres. Una renovación debe ser fiel al
espíritu de los Textos.
Casa Madre, 19 de mayo de 1968
Mis queridísimas hijas,
Debemos sentir el sufrimiento de los pobres. Para ser transfigurados, debemos
ser desfigurados a nuestros propios ojos.
Casa Madre, 18 de julio de 1968
Mis queridísimas hijas,
Ofreced a Dios todas vuestras palabras, todos vuestro movimientos. Nosotras
debemos quedar enamoradas de Dios. Que no se diga que una mujer ama más en este
mundo a su marido que nosotras a Cristo.
Casa Madre, 28 de enero de 1969
Mis queridísimas superioras y hermanas,
Ved la compasión de Cristo por Judas. El Maestro ha guardado el "silencio
sagrado" y no ha querido exponerle a los ojos de sus compañeros, Jesús hubiera
podido con facilidad hablar públicamente y revelar las ocultas intenciones de
Judas. Prefirió la misericordia en vez de la condena. Le llamó "Amigo", y si
Judas le hubiese mirado a los ojos, habría sido el amigo de la misericordia de
Dios.
Casa Madre, 7 de mayo de 1969
Mis queridísimas hermanas,
Los tiempos son difíciles para la Iglesia. No os dejéis perturbar por
habladurías. Oís hablar de sacerdotes y de religiosas que renuncian, de hogares
destruidos. Pero no olvidéis que existen miles y miles de sacerdotes, de
religiosas y de familias fieles. Esta prueba purificará a la Iglesia de las
debilidades humanas, y saldrá de ella más hermosa y más auténtica.
Casa Madre, l9 de febrero de 1970
Mis queridísimas hijas,
La primera semana de Cuaresma está casi terminada. Cristo sigue buscando
"aquella" que le consuele, intentad ser "aquella".
Hoy día Cristo - en la persona de su Vicario - es humillado por el orgullo en
actos de desobediencia y de deslealtad, vejado, por las malas lenguas.
Tiene sed de las atenciones que os mendiga. Está desnudo de aquella lealtad que
espera de vosotras.
El sufrimiento de la Iglesia viene causado por la libertad y la renovación mal
entendida. No podemos ser libres, a no ser siendo capaces de abandonar nuestra
voluntad a Su Voluntad.
No podemos renovarnos, sin la humildad de reconocer lo que debe renovarse en
nosotras.
Desconfiad de las personas que vienen a vosotras con discursos maravillosos
sobre la libertad y la renovación, porque no hacen sino engañar.
Casa Madre, 14 de Marzo de 1970
Mis queridísimas hijas,
Calcuta participa verdaderamente en la pasión de Cristo. Es triste ver tantas

30
miserias en nuestra querida Calcuta. Pero Calcuta se levantará y será la Madre
de los Pobres... Shanti Nagar se convierte en una magnífica Ciudad de Paz...

Casa Madre, 17 de Enero de 1971


...El premio Award fue totalmente inesperado, puesto que yo no lo supe hasta el
23, cuando regresé de Ammán.
...Jesús quiere vivir la Verdad por nosotras... Pensar la Verdad con nuestro
prójimo. No sorprenderse de los defectos de los demás... Intentemos admitir que
cada religiosa es una cepa de la viña de Cristo. Es una misma la vida que da la
savia que corre por la viña: Jesús; en cada una de las cepas: las religiosas.
7 de marzo de 1971
Mis queridísimas hijas,
El sacrificio, para que sea verdadero, debe vaciarnos de nosotras mismas.
Nosotras decimos a menudo a Cristo: "Hacedme compartir vuestro sufrimiento", y
sin embargo, cuando hay alguna falta de consideración hacia nosotras, ¡cómo
olvidamos que entonces es el momento de compartir con Él!
¡Si cayéramos en la cuenta de que es Jesús quien, mediante tal persona o tal
circunstancia, nos da la ocasión de hacer "algo bello" por Él!
Esforzaos en ver a Jesús en vuestras Hermanas. Vuestras Hermanas le pertenecen.
Amadlas como amáis a Cristo. (A las Superioras)
Levantad los ojos para ver a Jesús en vuestras Superioras. Vuestra Superiora es
la viña y vosotras sois el sarmiento. Si no dejáis al jardinero que os pode,
llevando las cargas de los demás no podréis dar frutos. (A las Hermanas) El 10
de septiembre será el 25 aniversario de nuestra sociedad. No mostraréis gratitud
más profunda que aceptándoos unas a otras tal como sois, y reencontrándoos
siempre con una sonrisa.
Casa Madre, 23 de abril de 1971
Mis queridísimas hijas,
Las noticias de Bangla-Desh parece son peores de día en día. El odio y el
egoísmo destruyen toda la nación.
Hoy, que hay personas torturadas, y que experimentan sufrimientos inauditos,
evitemos todo lo que pueda causar profundas heridas en el corazón de los pobres.

No tenemos derecho a utilizar lo que pertenece a los pobres. Nosotras no


comeremos nada en casa de los ricos, para poder decir a los pobres que nos
ofrecen de beber: "Nosotras no aceptamos nada del exterior...".
... A la gente le gusta ver a las Hermanas en compañía de María, rosario en
mano, siempre apremiadas por llevar la buena noticia.
10 de agosto de 1971
Mis queridísimas hijas,
...Que nuestra Madre sea fuente de nuestra alegría. Que cada una de nosotras sea
Jesús para ella. Nadie ha aprendido la humildad también como María. Ella era la
sierva. "Ser sierva" significa ser utilizada según el beneplácito de las gentes,
con alegría... la alegría era la fuerza de la Virgen. Sólo la alegría podía
darle la fuerza de ir aprisa a las colinas de Judea para hacer un trabajo de
sierva.
También nosotras debemos apresurarnos hasta las colinas de las dificultades.
Franciscains Handmaids of Mary Convent
New York, 15 de octubre de 1971
(La Madre Teresa se encuentra en Harlem)

31
Las Hermanas negras nos han dado un ala de su edificio y eso será nuestro
convento...
¡La noticia del ciclón de Calcuta es tan difícil de admitir! Nuestros pobres son
más pobres de día en día. Sed amables con ellos. No os concentréis en vuestra
pena. Abrid vuestros ojos a sus necesidades.
P.S. (Para sor Andrea). - El premio recibido por nuestra Madre: un gran vaso de
cristal con San Rafael grabado. Un zócalo de plata con estas palabras: "El Gran
Serafín Rafael, el más poderoso de los ángeles, Patrón de la ciencia y de la
curación, cuyas manos movieron las aguas de la piscina de Betsaida, Protector
del joven Tobías, compañero del Patriarca Abraham". - "A la Madre Teresa, cuyas
luchas han forzado algo hermoso para Dios" - "Premio Kennedy 1941".
Casa Madre, 26 de febrero de 1972
Mis queridísimas hijas,
El gobierno de Bangla-Desh nos a pedido encargarnos de las jóvenes que han sido
violadas. Quiero llamar vuestra atención sobre la frase pronunciada por Mujibur
Rahman acerca de estas jóvenes: "Serán tratadas como heroínas nacionales, porque
ellas sufrieron enormemente por proteger su pureza".
Estas jóvenes, hindúes y musulmanas, por su amor natural a la pureza, han tenido
que luchar para protegerse. Muchas se han suicidado, por temor a perder esa
bella virtud de la feminidad.
Nosotras, religiosas, que hemos consagrado a Dios este maravilloso don,
tomémonos de veras la molestia de protegerla...
... Nuestro objetivo personal actual será el perdón. Si nosotras no perdonamos,
es señal de que no hemos sido perdonadas.
P.S. -La Hermana M. Xavier ha tenido un grave accidente de coche. Ha dicho: "La
Virgen veló por mí" (Tenía el rosario en la mano cuando volvió en sí).
Casa Madre, 19 de marzo de 1972
Hoy cuando todo se pone, en duda, volvamos a Nazaret. ¡Qué extraño, que Jesús
haya pasado treinta años sin hacer nada, sin dar oportunidades a su
personalidad! Si a los doce años este adolescente hizo callar a los sacerdotes
del Templo con sus respuestas, durante treinta no sabemos de Él nada más: tanto,
que la gente se sorprendió cuando empezó a predicar en público: "Este, ¡un hijo
de carpintero!"
¡Se oye hablar tanto de la "personalidad", de la "madurez", del "matriarcado"! y
sin embargo, el evangelio esta lleno de frases como "estos pequeños", cuando
Jesús se dirige a sus Apóstoles.
Casa Madre, 28 de junio de 1972
Pedid a Jesús que haga más personal nuestro amor a la Virgen.
- Para amarla como Él la amó.
- Para ser fuente de alegría como Él lo fue.
- Para estar más cerca de ella como Él.
- Para compartir todo con ella, incluso la cruz.
Cada una de nosotras tiene una cruz que llevar; es la señal de que le
pertenecemos. Necesitamos, pues de ella para compartirla... La santidad no es un
lujo sino un simple deber. Una gran Santidad resulta algo sencillo si
pertenecemos plenamente a la Virgen...
... Debemos dar muchas gracias a Dios: - Por todos los fatigosos viajes que
hemos hecho por carretera, en tren, en avión, en bicicleta, en busca de almas; -
Por la alegría que hemos experimentado haber repartido por el mundo. Demos
entera libertad a la Virgen para que ella se sirva de nosotras.

32
Casa Madre, 15 de agosto de 1972
Mis queridísimas hijas,
Deseo que podáis: - "Conoceros" cuando partís el Pan;
- Amaros cuando coméis este Pan de Vida.
Cuando habléis a Cristo, después de la participación del Pan vivo, acordaos de
lo que la Virgen debió de experimentar cuando el Espíritu Santo la dominó y
resultó llena del Cuerpo de Cristo. El Espíritu fue tan potente en ella, que
ella se levantó aprisa para ir a servir...
Cuando partió el Pan, ellos le reconocieron ¿Reconozco yo la belleza de mi
Hermana, esposa de Cristo? La Virgen estaba llena de Dios y, sin embargo, no se
consideraba más que como la sierva.
Casa Madre, 18 de diciembre de 1972
Seamos conscientes de la responsabilidad que compartimos construyendo nuestra
sociedad que es una rama seca en el Cuerpo de Jesús.
Jesús nos ha advertido: ¡Ay del mundo por el escándalo!
Porque ha de haber escándalo. Pero ¡ay de aquel que provoque el escándalo! ¡Ay
de aquella por quien estalla el escándalo, como es el apego a las cosas de este
mundo!... sería una deshonra para nosotras ser más ricas que Cristo quien - por
amor nuestro - "Se sometió a los pobres".

Roma, 24 de octubre de 1973


Mis queridísimas hijas,
Un gran número de padres, de hermanos y hermanas de nuestras religiosas han
vuelto a Dios durante estos años. Yo estoy segura de que ellos forman un nuevo
grupo de "cooperadores" en el cielo...
... En Ostia hay una terrible pobreza, hambre; no de comida, sino de Dios. Las
gentes tienen hambre del conocimiento de Dios.
En el Yemen, las religiosas se encuentran desbordadas. Ha escrito un miembro del
gobierno: "Una nueva era de luz y de paz ha comenzado en el Yemen".

14 de diciembre de 1973
Mis queridas hijas,
Pablo VI ha proclamado el Año Santo de la Reconciliación. La Reconciliación
empieza por nosotras mismas. Y empieza por un corazón puro. Un corazón puro es
capaz de ver a Dios en los demás. La lengua, esta parte del cuerpo que entra en
contacto tan directo con el cuerpo de Cristo, puede venir a ser instrumento de
alegría o de sufrimiento... No vayáis a acostaros cuando os acordéis que vuestra
Hermana tiene algo contra vosotras...

25 de febrero de 1974
Mis queridísimas hijas,
Nuestras vidas deben estar cada vez más penetradas de fe profunda en Jesús, el
Pan de Vida, que debe ser comido con y por los pobres...
Todas las Hermanas os dan testimonio de su amor desbordante: Yemen, Ostia,
Addis-Abeba, Lima, Gaza, Coimbatore, Vijayawada, Shivpur, Tiljala, Takda, todas
éstas casas de 1973 os envían sus saludos...
¿Somos de verdad las más pobres de las pobres? Con la pobreza, que es la
libertad, la caridad crecerá.
Pascua de 1974
Mis queridísimas hijas,

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Jesús se ha escogido a cada una de vosotras para ser su amor y su luz en el
mundo...
El espíritu de sacrificio será siempre la sal de nuestra sociedad...

CUARTA PARTE VIVIR CON LOS POBRES Y COMO LOS POBRES


Las Constituciones de las Misioneras de la Caridad
(comentadas por la Madre Teresa)
"Tengo sed", dijo Jesús sobre la cruz. Hablaba no de la sed de agua, sino de una sed de amor. Nuestro fin es
apagar esa sed. Poniendo en práctica los cuatro votos: castidad, pobreza, obediencia y dedicación a los más
pobres de los pobres, las Hermanas no cesan de apagar esa sed. "Nada ordinario, escribe San Ignacio a los
escolares, puede dar satisfacción al compromiso mediante el cual habéis prometido tender a la perfección.
Considerad vuestra vocación, de que calidad sea, y veréis que lo que podía bastar en los demás, no basta en
vuestro caso". Acordaos de Santa Teresa de Lisieux: "¿Cómo podría yo mostrar mi amor, dado que el amor se
muestra con hechos?".... Y la pequeña Teresa sembró flores: "No dejaré pasar ningún sacrificio, ninguna
mirada, ninguna palabra... Hacer por amor las menores acciones..., y yo le cantaré siempre, aun cuando las
rosas hayan de recogerse en medio de las espinas; y cuanto mayores y más agudas sean las espinas, más dulce
será mi canto". "Nuestro Dios, dice ella, necesita de nuestro amor; no tiene ninguna necesidad de nuestras
acciones". El mismo Dios que declara que no tiene necesidad ninguna de decirnos si tiene hambre, no desdeña
mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed, pero cuando decía "Dame de beber", Él, el Creador del
universo, pedía el amor de su criatura. Para llegar a santa hay que sufrir mucho. El sufrimiento hace nacer el
amor... y la vida en las almas. En cuanto a nosotras, transportadoras del amor de Dios, ¡Qué llenas hemos de
estar de amor para ser fieles a nuestro nombre! Permanezcamos con María junto a Jesús Sacrificado, con
nuestro cáliz hecho de los cuatro votos y llenos del vino del sacrificio de sí. Todas nuestras acciones deben
mirar a aumentar nuestra propia perfección y la de nuestro prójimo, curando a los enfermos y a los moribundos,
recogiendo y educando a los niños de la calle, dando abrigo a los desamparados. Trabajar en la conversión de
los pobres en las barracas, en esas tareas arduas y sin tregua, sin éxito y sin premio. Convertir es conducir a
Dios. Santificar es llenar de Dios. Convertir y santificar son la obra de Dios; pero, en su gran misericordia, Dios
ha elegido a las Misioneras de la Caridad para ayudarle en su propia tarea. Es un fervor especial que se les
otorga sin ningún mérito de su parte: llevar la Cruz de Cristo a los boquetes oscuros de los tugurios. Las
Misioneras de la Caridad están resueltas a fatigarse sin cesar, a buscar en los sitios más sórdidos a los
desamparados, a los moribundos. La solicitud es la prueba del verdadero amor de Dios, nosotras no podemos no
estar abrazados del deseo de salvar almas. El ardor es el test del amor, y el test del ardor es la devoción por dar
su vida al trabajo por las almas... No estar apegado a un único sitio, dispuesto a recorrer el mundo... No se
puede negar que la vida activa esta llena de peligros y, por consiguiente, ofrece ocasiones numerosas de
pecar.Pero estemos seguras de la especial protección de Dios en todas nuestras acciones hechas bajo su
obediencia. Dudar, cuando la obediencia llama a la acción, merece el reproche dirigido a Pedro:
"Hombre de poca fe..."
Nuestra señora marchó presurosa hacia la región montañosa y allí permaneció por tres meses para hacer el
trabajo de sirvienta de su anciana prima... Nosotras debemos poseer antes de poder dar. La que tiene la misión
de distribuir, debe primero crecer en el conocimiento de Dios y llenarse de este conocimiento. "Antes de
permitir a la propia lengua hablar, dice San Agustín, el apóstol debería elevar su alma sedienta a Dios, y luego
derramar lo que ha bebido y dar aquello de lo que se ha llenado". Santo Tomás dice: "Los que han sido
llamados a la acción se equivocarían pensando que su tarea les dispensa de la vida contemplativa. Esta labor se
liga a aquella. De este modo, estas dos vidas, lejos de excluirse, necesitan una de la otra, de las ayudas, de los
recursos apropiados, y se completan mutuamente. La acción, para ser productiva necesita de la vida
contemplativa y esta, cuando ha alcanzando un cierto grado de intensidad, derrama un poco de abundancia
sobre aquella. ...Cuando hay que hablar, no debemos tener miedo. Él nos dirá que decir y como decir las cosas

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que quiere que digamos. Cristo debe ser predicado para decir a los paganos que ellos pueden conocerle, a los
herejes y cismáticos que pueden volver al redil, a los malos católicos que
pueden ser atraídos por su misericordia, a los buenos y a los piadosos que
pueden ser consumidos con su amor.
María, bajo la disposición de su Hijo, tiene la soberanía absoluta en la
distribución de las gracias y de los beneficios de Dios ella es nuestra Madre
porque contribuye a nuestro renacimiento espiritual. Ella sigue siendo nuestra
Madre sosteniendo la Vida de Cristo en nosotros.
La santidad se acrecienta proporcionalmente a la devoción que cada uno
testimonia a María. La vuelta a Dios se verifica en la inocencia y en la pureza
de vida. María, Inmaculada, es el camino. Ella, "vida, dulzura y esperanza
nuestra", es camino hacia la paz... el 31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII
consagró el mundo al corazón Inmaculado de María se instituye en el mundo
entero". Es lo que nuestra Madre prometió a los tres niños de Fátima.
La caridad no debe quedar en lo profundo de nuestro corazón porque: "nadie
enciende una lámpara para ponerla bajo el celemín, sino sobre el candelero, para
que alumbre a todos los que están en la casa".
La Misionera es una portadora del amor de Dios..., una luz viva que da luz a
todos. Se dice de San Francisco Javier que se mantenía en pié como una llama, y
que sus palabras ardían como una antorcha. Nosotras debemos llevar a Nuestro
Señor a los lugares en que jamás ha estado antes. Las Hermanas no deben arder
más que por un solo anhelo: Jesús. No debemos asustarnos de hacer lo que Él
hizo: Ir sin miedo al peligro y al encuentro de la muerte con Él.
Una Misionera lleva continuamente el interés de Cristo en su corazón y en su
espíritu. En su corazón debe existir el fuego del Amor. Este amor la obliga a
consumirse sin cesar. Eso constituye su finalidad y su alegría. Cuando se pidió
al Padre F. Lievens, S. J., que encendiera el fuego, "un fuego que dure", él
respondió: "Yo debo encender uno que abrase". Y se consumió en diez años. Jesús
dice: "Si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda él solo. Pero
si muere, produce abundante Fruto".
La misionera debe morir cada día, si quiere llevar almas a Dios. El título de
"Religiosa Misionera" debería humillarnos, porque no somos dignas de él.
Nuestra fe no es otra que un Evangelio de amor, manifestando el amor de Dios
hacia los hombres, y reclamando, en retorno, el amor del hombre a Dios.
"El amor, dice la Imitación, no siente la carga ni hace caso a los trabajos;
desea más de lo que puede; no se queja que le manden lo imposible porque cree
que todo lo puede y le conviene; fatigado no se cansa; angustiado, no se
angustia; espantado, no se espanta; si no, como viva luz y ardiente llama, sube
a lo alto y se remonta con seguridad a través de todas las oposiciones".
La caridad es paciente, benévola, no tiene ninguna envidia, jamás es perversa,
ni orgullosa, ni insolente; no tiene fines personales, no puede pensar en el
mal, sino que goza con la victoria de la Verdad; posee la fe, la esperanza y
aguanta hasta el fin. El amor tiene un borde en su vestido que llega hasta el
mismo suelo. Barre las manchas de calles y callejuelas y, porque puede hacerlo,
debe hacerlo. La misionera de la Caridad debe estar llena de caridad con
respecto a su propia alma, y difundir, esta misma caridad en las almas de los
cristianos y de los paganos.

El abandono total consiste en darse plenamente a Dios, porque Dios se dio a


nosotros. Si Dios tiene deuda alguna con nosotros, y está dispuesto a no dar

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menos que a Sí Mismo, ¿Respondemos plenamente a Dios con sólo una parte de
nosotras mismas? Renunciando a mí misma, llevo a Dios a vivir por mí. Para
poseer, es preciso permitirle que posea nuestras almas ¡Qué pobres seríamos si
Dios no nos hubiera dado el poder de darnos a Él! ¡Y qué ricas somos ahora! Dios
es nuestro, y no hay nada más "para nosotras" que Dios. El dinero con que Dios
recompensa nuestro abandono es Él mismo.
Renunciar significa ofrecer mi libre voluntad, mi razón, mi propia vida en pura
fe. Mi alma puede estar en las tinieblas. Experimentar la prueba es el más
seguro test de mi renunciamiento ciego.
Renuncia es también amor. Cuanto más nos renunciamos, más amamos a Dios y a los
hombres. Si de veras amamos a los hombres, debemos estar prestos a tomar su
puesto, a tomar sus pecados sobre nosotros y expiarlos. Debemos ser holocaustos
vivos, porque los hombres tienen necesidad de ello.
El amor de Dios no tiene límite. Su profundidad es insondable. "No os dejaré
huérfanos".
Demos la vuelta al ejemplo: no debe haber límite en el amor que nos impulsa a
darnos a Dios, a ser víctimas de su Amor. Lo corriente, lo común no puede
satisfacernos. Lo que es bueno para otros, es insuficiente para nosotros.
Nosotros debemos calmar la sed de un Dios que muere de amor. No contenta con el
proceder común, sino con un ánimo que afrontará con todos los peligros, con un
alma imperturbable siempre pronta a hacer no importa que sacrificio, a emprender
no importa qué tarea o qué trabajo, una Misionera de la Caridad debe siempre
entregarse apasionadamente hasta que llegue junto a su Rey que muere de sed.
Confianza. Jesús pide que yo ponga mi total confianza en Él. Yo necesito
renunciar a mis propios deseos para trabajar en mi perfección. Incluso cuando me
siento como un barco sin brújula, debo darme completamente a Él, sin intentar
controlar sus actos. Yo no necesito desear tener una percepción clara de mi
progreso a lo largo del camino, ni saber exactamente dónde me encuentro en la
senda de la santidad. Yo le pido que haga de mí un santo, dejándole la elección
de los medios que conducen a ello.
La alegría debe ser uno de los ejes principales de nuestra vida. Una religiosa,
en una comunidad, es como el sol. La alegría es el signo de la persona generosa.
Es también a veces un manto que cubre una vida de sacrificio y de generosidad.
Una persona que tiene este don alcanza a menudo las cimas. Dejemos a los que
sufren que encuentren en nosotras unos ángeles de aliento y consuelo. ¿Por qué
el trabajo en las barrancas ha sido bendecido por Dios? No ha sido por ciertas
cualidades personales, sino por la alegría que las Hermanas difunden entorno
suyo. Las gentes del mundo no tienen la alegría que nosotras tenemos; menos aún
las de las barrancas. Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el
cristianismo a los paganos.
¿Qué sería nuestra vida si las Hermanas no fuesen alegres? Una esclavitud pura y
simple. Trabajaríamos sin atraer a nadie. La tristeza, y el abatimiento, la
melancolía abren el camino a la pereza, madre de todos los males.
Si sois alegres, no temáis la tibieza. La alegría brilla en los ojos y en la
mirada, en la conversación y en el porte no podéis mantenerla dentro de vosotras
porque desborda afuera. Cuando las gentes vean la felicidad en nuestros ojos
tomarán la conciencia de su naturaleza de hijos de Dios. Las almas santas
experimentan a veces grandes pruebas interiores y conocen las tinieblas; pero si
queremos que los demás caigan en la cuenta de la presencia de Jesús, debemos
estar nosotras mismas convencidas de ello. Imaginaos a una Hermana yendo a las

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barrancas con un semblante triste y un andar pesado. ¿Qué aportará su presencia
a esas pobres gentes? Nada, como no sea un abatimiento mayor.
La alegría es muy contagiosa; por consiguiente, estad siempre llenas de alegría
cuando vais a la casa de los pobres. La alegría, según San Buenaventura, se le
ha dado al hombre para que pueda gozarse en Dios, de la esperanza del bien
eterno y de la visión de los beneficios de Dios; para que se regocije por la
prosperidad de su prójimo, se complazca en glorificar a Dios y sienta disgusto
por las cosas vanas...
"Sería extraordinario, dice San Ignacio, ver que un Religioso, que no busca más
que a Dios, fuera triste, como ver que una persona que busca todo menos a Dios,
fuera dichosa".
El Nacionalismo es incompatible con nuestras Constituciones. Por consiguiente,
no debemos jamás tener una opinión desfavorable sobre las gentes que no
pertenecen a la misma nación que nosotras.
No debemos defender a los políticos, ni hacer de las guerras y de las querellas
temas de nuestra conversación, si el hecho de aludir a ello daña la caridad...
El nacionalismo es contrario al: "Enseñad a todas las naciones" (Mt 28). "Su
palabra se ha difundido por toda la tierra", dice San Juan Crisóstomo, hablando
de San Pablo.
¡Que pueda decirse lo mismo de nosotras! Jóvenes de toda nacionalidad son
bienvenidas en nuestra sociedad.
Pobreza. Se pierde el contacto con Dios cuando se tiene contacto con el dinero.
Dios nos preserve de ello. Es preferible la muerte. ¿Qué se puede hacer con
dinero en demasía? ¿Ponerlo en el banco? No debemos acostumbrarnos a estar
preocupadas por el prestamista. No hay razón ninguna para estarlo: Dios está
ahí.
Un día, nace el deseo del dinero y de todo lo que el dinero pueda dar: lo
superfluo, el lujo en la mesa; además, vestidos, fruslerías. Las necesidades
aumentan, porque una cosa llama a la otra; el resultado es una insatisfacción
sin límites.
Si tenéis que hacer compras, elegid la calidad menos buena. Debemos estar
orgullosas de ser pobres. Estad atentas a los pequeños zorros que se infiltran
tras nosotras. Podemos, por ejemplo, tener que llevar agua hasta un cierto piso
para un baño, y encontrar ya tres cubos llenos. Entonces viene la tentación de
utilizar toda el agua...
Si tenéis que dormir en un local no aireado, no deis muestras de sofocos ni
jadeéis, para no manifestar que estáis incómodas. ¡Eso es la pobreza! La pobreza
nos hace libres. Por eso mismo podemos bromear, reír, y mantener un corazón
jovial.
Algunas Hermanas parecen tener un constante temor de que les falte dinero para
la Obra. Cuando mendigáis, no deis nunca a los demás la impresión de que habéis
venido a recoger dinero. Dejad hablar a vuestro trabajo. Dejad que vuestro amor
ilumine el corazón de los más desahogados. Ellos os darán. Aun si tenéis que
mendigar, mostrad vuestro desapego, siempre satisfechas, tanto cuando se os
niega como cuando se os da.
Decía un hombre rico de Delhi: ¡Qué maravilloso es ver a las Hermanas tan
liberadas del mundo en pleno siglo XX, cuando se piensa que todo está pasado de
moda a no ser el instante presente!"
Permaneced en los caminos sencillos de la pobreza, reparando vosotras mismas
vuestro calzado y realizando múltiples tareas sencillas con este espíritu; en

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una palabra, amando a la pobreza como a una madre. Nuestra sociedad vivirá
mientras exista está real pobreza. Las instituciones en las que se practica
fielmente la pobreza no tienen que temer la decadencia. Nosotras debemos
considerarnos muy afortunadas, si tenemos la suerte de practicar esta
maravillosa pobreza... Alegrarse de que los demás son más felices que uno mismo,
exige mucha virtud...
Cuando San Francisco de Asís supo que las Hermanas habían construido una casa
rica, se negó a entrar en ella... nosotras no debemos gastar nuestro tiempo en
hacer nuestra casa más bonita y atrayente. Que Dios nos proteja de conventos
ricamente amueblados, en los que los pobres tendrían miedo de entrar por temor
de que su miseria fuera un motivo de humillación para ellos.
Cuando nos arreglamos, debemos recordar el significado de cada elemento de
nuestro vestido: El sari con banda azul, la modestia de María; el cinturón de
cuerda, su pureza; las sandalias, nuestra libre elección, el crucifijo, un signo
de amor.
... Las Hermanas deben vivir mendigando - dependemos enteramente de la caridad
de otros -. No deben tener vergüenza de mendigar de puerta en puerta, si es
necesario. El Señor ha prometido una recompensa hasta por un vaso de agua en su
nombre. Es por amor suyo por lo que somos mendigas.
El Señor soportó a menudo una real indigencia, como nos muestra la
multiplicación de los panes, y de los peces, la recogida de las espigas de trigo
por los caminos... Este pensamiento debe sernos saludable cuando nuestras
comidas son escasas... Y en la cruz, no tenía nada... La cruz le había sido
entregada por Pilato; los clavos de la corona por los soldados. Él, desnudo; y
cuando murió, le quitaron cruz, clavos y corona, le envolvieron en un sudario
proporcionado por una alma generosa y fue enterrado en una tumba que no le
pertenecía. Y sin embargo, Jesús hubiera podido morir como un Rey; hubiera
podido librarse de la muerte como un Rey. Escogió la pobreza porque sabía que
ese era el verdadero medio de poseer a Dios y de traer su amor a la tierra.
Servir: "Amaos los unos a los otros". Suprimid este mandamiento y toda la gran
obra de la Iglesia de Cristo queda en ruinas...
La caridad por los pobres ha de ser una llama ardiente en nuestra Sociedad, y
así como cuando un fuego deja de arder ya no ofrece interés, así también el día
en que la Sociedad se vea privada de caridad, ya no tendrá utilidad alguna y ya
no tendrá vida.
La caridad es como una llama viva: cuanto más seco está el combustible, más
brilla; lo mismo nuestros corazones: están liberados de toda motivación terrena,
ofrecemos un servicio libre... El amor de Dios debe engendrar un servicio total.
Cuanto más repugnante sea el trabajo, mayor debe ser el amor, cuando socorre al
Señor bajo ese aspecto doloroso...

Cuando recordamos que por la mañana hemos tenido entre nuestras manos toda la
santidad de Dios, estamos más dispuestos a abstenernos de todo aquello que puede
manchar su pureza. De ahí, un profundo respeto por nuestra propia persona;
respeto también por los demás, tratándolos con cortesía, pero absteniéndonos de
sentimentalismos fuera de lugar. Cuando manipulamos a los enfermos tocamos, el
cuerpo sufriente de Cristo, y ese contacto nos hace heroicas; olvidamos la
repugnancia.
Necesitamos la profundidad de los ojos de la fe para ver a Cristo en el cuerpo
roto y en los vestidos sucios, bajo los cuales se esconde el más bello de los

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hijos de los hombres. Necesitamos la mano de Cristo para tocar esos cuerpos
heridos por el sufrimiento.
¡Qué puras deben ser nuestras manos, si hemos de tocar el cuerpo de Cristo, como
lo toca el sacerdote bajo apariencia de pan! ¡Con qué amor levanta él la hostia!
Tal debe ser nuestro sentimiento cuando levantamos nosotras el cuerpo de los
enfermos.
Ese "ver" es lo que transformó al Padre Damián en apóstol de los leprosos, lo
que hizo de San Vicente de Paúl el padre de los pobres..., lo que hizo dar media
vuelta a San Francisco de Asís que, al encontrar a un leproso completamente
desfigurado, quiso huir, pero sobreponiéndose, abrazó el horrible rostro, lo
cual le lleno de una indecible alegría, mientras el leproso se iba alabando a
Dios por su curación.
San Pedro Claver lamía las heridas de los esclavos negros. Santa Margarita -
María chupaba el pus de un forúnculo... ¿Por qué? Porque todos ellos querían
acercarse más aún al corazón de Dios...
Vida interior. "He conservando siempre al Señor ante mis ojos, porque Él está
siempre a mi derecha, de modo que no puedo resbalar."
La verdadera vida interior hace que la activa arda con resplandor y consuma
todo. Ella nos hace encontrar a Jesús en los oscuros huecos de las barracas, en
las miserias más miserables de los pobres, al Hombre-Dios desnudo en la cruz,
triste, despreciado por todos, al Varón de dolores aplastado como un gusano por
la flagelación y la crucifixión.
¿Qué espera la sociedad de mí? Que sea una cooperadora de Cristo. ¿Dónde podemos
cumplir este objetivo? No en las casas de los ricos, sino en los tugurios: he
ahí nuestro reino. Nosotras no podemos aceptar trabajos que no conducen a los
tugurios. Ese es el Reino de Cristo y el nuestro, el campo en que tenemos que
trabajar, si un hijo abandona el campo de su padre y se va a trabajar a otro, ya
no es cooperador de su padre. Quienes comparten todo son los compañeros que dan
amor por amor, sufrimiento por sufrimiento. Jesús, vos habéis dado todo: la
vida, la sangre, todo; ahora me toca a mí. Yo pongo todo en el campo.
... Nuestras oraciones deben ser teas ardientes que brotan del hogar de un
corazón lleno de amor...
... En nuestro trabajo podemos vernos mezclados en habladurías fútiles. Estemos
prevenidas, por temor a estar involucradas cuando visitamos a las familias.
Podríamos hablar de esté o del otro, y olvidar así la finalidad real de nuestra
visita. Vamos a llevar la paz de Cristo; ¡si fuésemos motivo de turbación! No
debemos nunca permitir a la gente que hable como sus vecinos. Si vemos que una
familia está de humor y que, con toda certeza, va a deslizarse por terrenos poco
caritativos, intercambiemos primero algunas palabras para ayudarla a pensar un
poco en Dios, y dejemos pronto el lugar.
Mientras los nervios están a lo vivo, ningún bien es posible. El mismo proceder
hay que observar con quienes nos hacen perder el tiempo precioso. Si no están a
la búsqueda de Dios, dejémoslos; no perdamos nuestro tiempo.
Escuchad a Jesús: "Quiero que seáis mi fuego de amor entre los pobres, los
moribundos, y los niños. Los pobres: Quiero qué me lo traigáis". Aprended de
memoria está frase, y cuando estéis faltas de generosidad, repetidla. Podemos
rechazar a Cristo lo mismo que podemos hacerlo con los demás.
"Yo no os daré mis manos para trabajar, mis ojos para ver, mis piernas para
caminar, mi espíritu para estudiar, mi corazón para amar; llamaréis a mi puerta,
pero no os abriré." Si esto llegara a suceder, daríais a las gentes un Cristo

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partido, imperfecto, un Cristo deformado. Si queréis que le amen, primero deben
conocerle.
Por consiguiente, a las personas de los tugurios entregadles un Cristo completo,
un Cristo lleno de amor, de alegría, y de sol.
No seáis una luz sombría, sino una luz brillante.
Comunión. Si queremos tener la vida con mayor abundancia, debemos vivir en la
carne de Cristo.
Esto no necesita ninguna explicación, porque ¿Quién podrá explicar la
profundidad y la riqueza de la sabiduría y del saber de Dios? "¡Qué
incomprensibles son sus juicios, exclamaba San Pablo, y qué misteriosos sus
caminos! Porque, ¿Quién conoce el designio de Dios?"
... Señor Dios, dame la gracia de empezar este día "De verdad, porque lo que
hasta ahora he hecho no es nada"... La forma más sencilla de abnegación es el
control de los sentidos..., de forma que podamos decir con San Pablo: "Yo hago
sólo una cosa, olvidando las que quedan atrás y orientando el esfuerzo a las que
están delante, me apresuro hacia el término..."
El peligro para nosotros esta en olvidar que somos pecadores.
Humildad. La humildad no es otra cosa más que la verdad. "¿Qué hay que no
hayamos recibido?", pregunta San Pablo. Si lo he recibido todo, ¿Qué bien propio
tengo en mí? Si estamos convencidos de esto, nunca levantaremos la cabeza con
orgullo.
Si sois humildes, nada os afectará, ni la alabanza, ni la vergüenza, porque
sabéis lo que sois... Hay un acosa que solemos decir con facilidad: "Soy un
pecador". Pero que alguien diga algo a propósito de mí y enseguida me rebelo.
Si soy falsamente acusado, puedo sufrir pero en el fondo de mí mismo hay
alegría, aún cuando el castigo esté fundamentado en una pequeña parte de verdad.
Hacedle fácil a la superiora el que os opere, como el cirujano cuyo bisturí
tiene que causar dolor para curar. Cuando el escultor cincela una estatua, ¿Qué
tiene en la mano? Un cuchillo, y corta constantemente.
Conocimiento de sí. El conocimiento de sí nos pone en tierra firme y eso es muy
necesario para el amor, porque el conocimiento de Dios da el amor, y el
conocimiento de sí, la humildad. San Agustín dice: "llenaos primero vosotros, y
sólo entonces seréis capaces de dar a los demás". El conocimiento de sí es muy
útil. Los Santos pueden decir que son grandes criminales porque han visto a Dios
y se han visto a sí mismos, y han visto la diferencia. No es sorprendente, por
tanto, cuando se les acusa incluso falsamente... Cada uno tiene en sí mismo
tanto de bueno como de malo. Que nadie infiera gloria por sus éxitos, sino que
los refiera a Dios.
Nunca debemos creer que somos indispensables. Dios tiene sus caminos: Él puede
permitir que las cosas estén patas arriba en manos de una Hermana muy dotada.
Podéis mataros en las tareas; si no están tejidas de amor son inútiles. Dios no
necesita de nuestro trabajo. El no pregunta a las Hermanas cuantos libros ha
leído o cuantos milagros ha hecho sino si ha hecho lo mejor posible por amor a
Él...
Si os encontráis desanimadas, eso es una señal de orgullo; demuestra vuestra
demasiada confianza en vosotros mismas. No os preocupéis de la opinión de las
gentes. Sed humildes y nunca os sentiréis turbadas. San Luis Gonzaga decía que
seguiría jugando al brillar aún si supiera que iba a morir. ¿Habéis jugado bien,
comido bien, dormido bien? Esos son deberes. Nada hay pequeño para Dios.
... Nos hemos acostumbrado tanto unas a otras, que algunas pueden pensar que son

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libres de decir no importa que a no importa quien y no importa cuando. ¿Por qué
no poner un freno a vuestra lengua? Tú sabes lo que tú puedes hacer, pero no lo
que la otra puede soportar.
Oración. La atracción de la amistad que nos une es una cadena de oro mil veces
más fuerte que la carne y la sangre dejan ver los defectos del cuerpo y los
vicios del alma, mientras que la caridad lo cubre todo, para ofrecer
exclusivamente el trabajo de las manos de Dios... Él es quien desea, en vuestra
vejez, decorar la belleza de vuestra alma con el dolor... A todos los males que
asaltan tu cuerpo, opón el escudo de la fe.
En vuestra vejez, remataréis el castillo de vuestra alma que empezasteis a
edificar en los bellos días de vuestra juventud. Y cuando Él venga, salid a su
encuentro como las Vírgenes Prudentes, con la lámpara llena de aceite.
El reposo es un medio para orar mejor. El descanso limpia las telas de araña del
espíritu...
En una de sus apariciones a Catalina Labouré, nuestra Señora tenía anillos en
cada dedo. De algunos de ellos salían rayos brillantes, mientras que de otros no
salía ninguno. Nuestra Señora explicó que los rayos son los favores concedidos
por ella a quienes se los han pedido, mientras que los anillos estériles
representan las gracias que no se le han pedido.
... En Nirmal Hriday comprendemos el valor de un alma. El simple hecho de que
Dios haya colocado un alma en vuestro camino es señal de que Dios quiere que
hagáis algo por ella. Visitando a las familias, encontraréis muchas miserias. A
veces encontraréis a un pequeño sosteniendo la cabeza de su madre muerta.
Deberéis tener íntegra entonces toda vuestra energía para ayudar a ese niño en
su pena.
Una vez, encontramos a dos pequeños junto al cuerpo de su padre, muerto hacía
dos días... Dios se vale de vosotras para socorrer estos sufrimientos.
Probad que Cristo es Divino...

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