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ENERO 2002
¿Para qué sirve una monja?
¿Para qué?
Hace poco, los pibes de la parroquia me hicieron una pregunta graciosa: "¿para
qué sirve una monja?". Me reí, y ya estaba por decirles que no las personas no
se miden por lo que sirven, y por hablarles de la oración, cuando me di cuenta
de que la pregunta calaba más hondo de lo que parece, y que no es nada fácil
responderla.
Sabemos que las monjas rezan, nada más. Pero ¡hay tantos problemas en el
mundo...! Ni bien salimos a la calle vemos a la gente que es tan pobre, tan
sola, que duerme ahí, en ese huequito, o debajo de un árbol, en la plaza. Vemos
chicos que nos piden una monedita para comer, y que a pesar de no tener nada
son
explotados por gente más grande. O los vemos con una bolsita, aspirando
poxirrán, ¡ y tienen apenas ocho, o diez años! Sabemos de la realidad violenta
que se vive en la villa, imaginamos lo terrible que puede ser la soledad de los
que están en la cama de un hospital sin que nadie los visite, ya no queremos ni
pensar en el sin sentido y en la falta de amor que viven los viejitos en muchos
asilos.
¿No es el tiempo de hacer cosas? ¿Cómo puede haber alguien que dice que se
encierra por amor a la gente? ¿Acaso no ven la realidad tan dura que nos rodea?
¿Para que sirve encerrarse, para qué rezar?
No somos nosotros solos los que nos hacemos estas preguntas. Muchísima gente
también se las hace. Acá, en estos apuntecitos no pretendemos responder, sino
solamente dar una pista y trasladar la pregunta a un plano más personal.
Silvio Rodríguez, también se pregunta estas cosas. Este es un fragmento de una
carta que él manda, respondiendo a dos monjitas de clausura que le habían
escrito:
"(...)Lo primero que me vino a la mente, leyéndolas, fueron algunas preguntas.
¿Para qué es la clausura? ¿Para rezar? Si esa es la razón, creo que las
comprendo, luego de una analogía que puede parecer disparatada: yo también
necesito encerrarme para llegar a las canciones, aunque a veces ni así las
consigo. ¿Les pasa lo mismo? ¿Les resulta difícil llegar a Dios? Hay un gran
misterio detrás de esto, porque en ocasiones, sin querer, uno logra un atisbo
de
aquello inasible que ha intentado mirar a los ojos, sin conseguirlo. ¿Será un
castigo por la pretensión? ¿Será vanidad el anhelo? ¿Será justo el castigo
impuesto a Prometeo?
O sea, que yo no estallo ni comparto nada. Si pudiera extender todo lo que se
me
arremolina dentro, sin salida, sería una especie de Vesubio ambulante. Dios nos
libre. Entre los mundos interiores y afuera se extiende una sólida muralla. A
primera vista pudiera parecer inexpugnable. Sólo los brujos encuentran fisuras,
y eso debo ser yo: un aprendiz de brujo con un vidrio de aumento, recorriendo
esa dura pared en busca de rendijas pequeñitas, para encajarle cuñas y poder
extraer sorbos que alivian .
Gracias por rezar por los míos, también por mí. Seguro hace algún efecto (...)"
Es una carta muy linda. Elegir el silencio, la soledad, para encontrarse con
uno
mismo y con Dios es algo importante, muy importante. Es desde esa hondura desde
donde Silvio escribe sus temas. ¡Y qué profundos son! No cabe duda, de que a la
gente le hace mucho bien su arte, su música y sus letras. Ese es el modo que él
tiene para salir de su propio corazón, y para ir en busca de otros corazones.
Ese es su gran servicio a la humanidad.
El que entra al propio corazón, para encontrarse consigo mismo y con Dios,
encuentra también una nueva forma de relacionarse con la gente. Porque en Dios
estamos todos. Cuando lo hallamos a Él, nos hallamos entre nosotros.
Pero volvemos a preguntarnos por las monjitas: ¿Cómo se encuentran con los
hombres, si no salen del claustro? ¿Para qué sirve que se encierren a buscar a
Dios, si después no escriben canciones, y ni siquiera cuentan lo que descubren?
¿Para que sirve que lo encuentren? ¿Para qué rezan?
Le hice estas a una carmelita. Me dio este testimonio: