En este domingo 14 del tiempo ordinario, la Liturgia nos presenta una
de las claves más neurálgicas del seguimiento a Jesús: SER SENCILLOS.
El Evangelio presenta a Jesús agradeciendo al Padre porque ha ocultado la revelación a los sabios y entendidos y la ha reservado para los sencillos. Para el Señor, la condición de sencillos será la médula de su mensaje. La acción de gracias en la que Jesús declara que los sencillos son los que escuchan y comprenden la revelación de Dios Padre, está precedida del poco o nulo éxito que Él ha tenido entre los sabios y entendidos. El Señor se ha topado con la dureza de corazón, pero no se ha paralizado, sino que se ha vuelto Parafraseando al Adolfo al Padre Padre alabándolo. Nicolás (actual general de la Compañía de Jesús), “¿Cuándo fue la última pudiéramos vez quedecirun con granél: líder confesó pecados sustanciales en público, o experimentó la incomprensión entre sus correligionarios, o se topó con la dureza de corazón de los que tienen todo tipo de saberes, y se atrevió a continuar …? Mi esperanza sincera es que podemos hacer eso otra vez”. Este domingo nos invita a preguntarnos y a respondernos:
¿Qué gracia especial tiene la sencillez de los sencillos que los
convierte en los intérpretes adecuados de Dios? ¿Qué tiene la cruz del Señor porque ella devuelve la dignidad, ordena el afecto, crea solidaridad y libera de toda amargura? En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Gracias Padre, porque así te ha parecido mejor. El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Palabra de Dios. [ Comienza la oración ] Al final, rezo el Padrenuestro, saboreando cada palabra. [ Continúo ] Me sereno para esta cita con Dios. Me acomodo con una postura que implique todo mi ser. Al ritmo de la respiración doy lugar al silencio. ( Una y otra vez repito este ejercicio ) [ Continúo la oración ] NOTA: La oración preparatoria me ayuda a experimentar libertad de apegos. La repito tantas veces como quiera, dejando que resuene en mí.
NOTA: Este paso merece hacerlo con esmero. Le dedico
unos 10 minutos. [ Sigo adelante ] (Si me ayuda, puedo decir varias veces la petición) [ Sigo adelante ] “Señor de cielo y tierra … has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla.” Alabado seas mi Señor, porque los pobres nos enseñan el camino del Evangelio. porque la bondad de quienes saben que todo es don y gracia, engendra amigos de Dios. porque la sabiduría de los sencillos, edifica la convivencia de la gran familia humana. porque la comunidad cristiana que acoge y ama a tantos hombres y mujeres, ilumina el camino de la Salvación. porque la generosidad de quienes transforman el dolor en esperanza, anticipa el Reino de Dios. [ Y continúo la oración ] “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y SEÑOR, cargar tu yugomi carga ligera.” y aprender tu mansedumbre y humildad: Nos saca de nuestro propio amor, querer e interés. Transforma los espacios muertos en lugares de encuentro fraterno. Nos acerca a los hombres y mujeres con palabras de fe, con actuación misericordiosa y con propuesta de esperanza. Nos hace creíbles, amables, sensatos. Convierte la dificultad en ocasión de gracia divina. [ Y continúo la oración ] [ Comienza el Cierre de la oración ]
Una sencillez que fortalezca el discernimiento para crear pensamientos buenos y
sentimientos de empatía. Una sencillez que personifique la riqueza espiritual en actitudes, palabras, actividades y estilo de vida. Una sencillez que irradie frescura, luz y naturalidad, y que combine la dulzura y la sabiduría que surge del alma. Una sencillez que sepa de apuestas divinas porque sabe de apuestas humanas. Una sencillez que sepa de generosidad y que sepa ahuyentar el mezquino interés. Una sencillez que ofrezca su tiempo con amabilidad, sinceridad, e intenciones puras y sin condiciones. Una sencillez que reduzca la diferencia entre “lo que tengo” y “lo que me falta”. Una sencillez que comparta los sacrificios y la prosperidad creando mejor calidad de vida para todos. Para centrar la experiencia vivida en la Oración, respondo en forma sencilla las siguientes interrogantes: