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Politica de Pedro Costa ¢Cémo pensar la politica de los filmes de Pedro Costa? En principio, la respuesta parece simple; sus filmes tienen por tema esencial una situacién que est4 en el centro mismo de los desa- fios politicos de nuestro presente: la suerte de los explotados, de quienes han venido de lejos, de las excolonias africanas para tra- bajar en la industria de la construccién portuguesa, y que han perdido a su familia, su salud y a veces su vida en esos obrado- res; los que se hacinaron ayer en las barriadas miserables subur- banas para ser luego desalojados de ellas y enviados a viviendas nuevas, mas luminosas, mas modernas, pero no necesariamen- te mas habitables. A ese nicleo central se suman otros temas politicos sensibles: en Casa de lava, la represin salazarista que enviaba a sus opositores a campos situados en las islas africanas de donde sus habitantes autéctonos partian a la busqueda de un trabajo en la metropoli, y desde Ossos [Haesos], la vida de los jovenes lisboetas a quienes la droga y la deriva social han envia- sliticas de los filmes i Ciertos cineastas politico: » COMO Francesca no hace mucho, nos hacian ver la maquinaria econémic, politica que relegaba o desplazaba a los pobres. Otros, como Jean-Marie Straub atin hoy, toman, a la inversa, la sosiaou de alejar su cdmara de la “miseria del mundo” para instalar fren- tea nosotros, en algin anfiteatro de verdor, evocativo de grtan- dezas antiguas y revoluciones modernas, a hombres y mujeres del pueblo que afrontan la historia reivindican con ge Me OSI ay s a srand € dira que da testimo- nio - oe €poca: inmigrantes caboverdianos, pobres blan- cos desclasados y jévenes marginales ya no constituyen nada jue se parezca al proletariado. explotado y triunfa q Pp Pi 5) I Tiunfante. Los policias mism universo, al igual que los combatientes de la lucharapedal Los unicos residentes del centro que acuden a veces a verlos son enfermeras: y aun asi, lo que las impulsa a perderse entre ellos es una fisura intima, mas que la atencién que debe Prestarse a las poblaciones sufrientes. Los habitantes de Fontainhas viven su condicién de una manera que se estigmatizaba en los tiem- pos brechtianos, como un destino, y a lo sumo discuten si es el Cielo, su eleccién © su debilidad lo que los ha sometido a él Politica de Pedro Costa 129 A quien ha decidido hablar de la miseria, se le recuerda siempre que esta no es un objeto artistico. Y sin embargo, el autor de Ex el cuarto de Vanda parece aprove- char cualquier oportunidad de magnificar el decorado de la barriada miserable en proceso de destruccién. Una botella de agua de plastico, un cuchillo, un vaso, algunos objetos tirados encima de una mesa de madera blanca en un departamento usurpado, y surge asi, con una luz que viene a rozar su platé, la ocasién de una bella naturaleza muerta. Si cae la noche en esa vivienda sin electricidad, dos pequefias velas sobre la misma mesa daran a una conyersacién miserable o a una sesién de shoot la apariencia de un claroscuro holandés del Siglo de Oro. El trabajo de las excavadoras permite, con el derrumbe de las casas, destacar esculturales mufiones de hormigén o grandes paneles de muros con un contraste de azules, rosas, amarillos o verdes. La habitacion donde Vanda tose hasta desgarrarse el pecho nos cautiva con sus colores verdosos de acuario donde vemos revolotear de aqui para alla mosquitas y mosquitos. A la acusacién de esteticismo puede responderse, en verdad, que Pedro Costa filmé los lugares tal como eran: las casas de los pobres suelen ser mas vatiopintas que las de los ricos y sus colores crudos son mas agradables al ojo del amante del arte moderno que el esteticismo convencional de las decoraciones pequefioburguesas. Ya en la época de Rilke los poetas veian en las casas despanzurradas tanto un decorado fantastico como la estratigrafia de un modo de habitar. Al decir que Pedro Costa filmé los lugares tal como eran se indica también un rumbo artistico preciso: luego de Hesos el director renuncié a com- poner decor; contar historias mo es obvio, esa res- puesta sdlo redime al autor del peca le esteticismo a costa de reforzar la otra objecién: :qué politica es esa, que se asigna por objetivo registrar una palabra que sdlo parece reflejar la miseria del mundo? 30 Politicas de los filmes x _. Esteticismo indiscreto 0 populismo inveterado: es facil ncerrar en ese dilema las conversaciones en la habitacién de -Vanda‘o las tribulaciones de Ventura. Pero el método de Pedro Costa hace estallar ese marco dentro de una Ppoética much mas compleja de intercambios, correspondencias y des laza. mientos. Para abordarlo, vale la pena detenerse en un episodio de Juventud en marcha que podria resumir, en unos poco “cuadros”, la estética de Costa y la politica de esa cstetity Tn ese episodio escuchamos ante todo la voz de Ventura. en a barraca compartida con su compafiero Lento, recitar una carta de amor ‘mientras la camara se queda fija sobre un pedazo de pared gris agujereada por el rectangulo claro de una venta- na, frente a la cual cuatro botellas componen otra naturalez; muerta. Apremiada por la voz de su amigo, la recitacién e Ventura se disuelve lentamente. En el plano siguiente, brut: fl cambio de decorado: la naturaleza muerta que servia de lege. tado a la recitacién es sucedida Por otro rectangulo —hori zontal y frontal en este caso— tomado de otro muro atin mds oscuro. Su marco dorado parece agujerear con su luz proj fa el negro circundante que, no obstante, gana sus bordes En al colores bastante similares a los de las botellas dibujan arabes. cos en los que reconocemos a Ia Sagrada Familia en su huida ‘ Egipto con una cohorte de angeles. Anunciado por tii ruido i en el plano siguiente se nos aparece un personaje: pegado a la pared entre el retrato de Héléne Fou: ment realizado, como la Huida a Egipto, por Rubens = Retrato de hombre de Van Dyck. Las tres obras son cél bi 7% estan bien localizadas: estamos ante las paredes de la F ‘al : cion Gulbenkian. No es, desde luego, un edificio aitiads ec al barrio de Ventura. En el plano precedente nada anunciaba e : visita, y nada en el filme indica que Ventura tenga una afici én particular a la pintura. Esta vez, en consecuencia, el eealivador parece haberse apartado de los caminos de sus Petsonajes Hi: : trasladado a Ventura a ese museo que, por la comune de los pasos sobre el suelo y la iluminacién nocturna. oder . oes sin visitantes y requisado Para esta sonata La ee as alg ap y la “naturaleza muerta” anterior, y encijada y el museo, Pero quizd también la Politica de Pedro Costa 131 relacién de la carta de amor y la muestra pictorica, componen por lo tanto un desplazamiento poético muy especffico, una figura que, dentro del filme, habla del arte del cineasta, de su relacién con el arte de los museos, de la relaci6n que uno y otro: mantienen con el cuerpo de su personaje, y por consiguiente de sus politicas respectivas. Esa relacion entre dos politicas puede parecernos en princi- pio facil de percibir. En un plano mudo, un guardia, también negro, se acerca a Ventura y le susurra algo al oido. Mientras el visitante se va de la sala, el guardia saca un paiiuelo del bol- sillo y borra la huella de sus pies. Comprendemos: Ventura es un intruso. El guardia se lo dira mas adelante: este museo es un refugio, lejos del estrépito de los barrios populares y de los supermercados donde no hace mucho debfa evitar que robaran mercaderias; un mundo antiguo y apacible, sdlo perturbado por azar cuando aparece alguien del mundo de Ventura y él mismo. Ventura lo atestiguaba ya por su actitud, al dejarse llevar sin resistencia por la escalera de servicio, pero asimismo por su mirada, que escrutaba un enigmatico punto de mira aparentemente situado bastant rr encima de ‘Os. . Eso es lo que explicita en los jardines de la fundacién el didlogo entre Ventura y el emplea- do del museo que nos dice por qué aquel esta en su lugar en ese sitio del cual fue desplazado: antes no habia alli mas que malezas y pantanos poblados de ranas. Fue él quien, junto con otros obreros, limpié las malezas, nivelé, abrié las canaliza- ciones, carg6 con los materiales, instalé en su sitio la estatua ii sembré césped a sus pie ‘una ilustracién del poema en que Brecht pregunta quién construy6 Tebas la de siete puertas y otros esplendores arquitecténicos. Ventura represen- tarfa en él a todos los que construyeron a costa de su salud y su vida edificios cuyo prestigio y goce se reservan otros. Pero esta sencilla leccién no justificaria que el museo estuviera desierto, vacio incluso de quienes disfrutan del trabajo de los Ventura; no 132 Politicas de los filmes justificaria que las secuencias odadas en su interior fueran com- ramica entre los arboles, sazon: Vent legada a Portugal, el 29 de agosto de 1972, y que la secuencia se detuviera bruta. fi vier tnto-desde el que cayé tiempo hi le Pedro Costa con el arte del museo excede la simple demostracién de la explotacion _ ajo al servicio del goce de los estetas, toda vez que la supera abajador despojado del fruto de relaciones de recipro procidad. iad = El'museo; para comenzar, noes cl lugar de la riqueza artis- tica opuesto al despojamiento del trabajador. Los arabescos de colores de la Huida a Egipto no exhiben ninguna superio- tidad evidente sobre el encuadre de la ventana y de las cuatro botellas en la barraca de los dos obreros. Sida cs donde se encii rece i espacio mas mezquii vient 3 a de invalidar lo que lo rodea, de despojar de interes las vibraciones de la luz en el espacio, los contrastes de colores reciprocidad. Lugar del arte avaro que excluye al ebaladae que lovha construido, porque excluye ante todo lo que vive de desplazamientos e intercambios: la luz, las formas y los colores en movimiento, asi como los trabajadores procedentes de la isla de Santiago. Quiz4 sea por eso que la mirada de Ventura se pierde en-alguna parte en direccion al techoNPodria pensarse que apunta ya mentalmente al andamio del cual se cayo. Pero también puede pensarse en otra mirada hacia la esquina de otro techo, en el apartamento nuevo que visitaba bajo la guia de otro hermano de Cabo Verde, muy convencido él también de que Ventura no estaba en su lugar en ese sitio oF reclamaba para una familia ficticia, e igualmente deseo- so de borrar las huellas del intruso en ese ambito aséptico. A Politica de Pedro Costa 133 su palabrerio en elogio de las prestaciones socioculturales del barrio, Ventura no habia opuesto mas que un brazo izquierdo majestuosamente extendido en direccion al techo, y uma frase lapidaria: “Esta Ileno de arafias”. Niel empleado municipal ni nosotros podemos verificar la presencia de arafias en el techo. Tal vez sea Ventura quien, como suele decirse, tiene “la azotea llena de telarafias”. Y, de suponer incluso que esos bichos se paseen efectivamente por las paredes de la vivienda social, es poca cosa comparada con la lepra que corroe los muros de la villa miseria, asi como los de su “hija” Bete, donde él se entretiene en ver dibujadas figuras fantasticas. A menos que el agravio de las paredes blancas de la vivienda social que recibe al proletario, como de los muros sombrios del museo que lo rechaza, consista precisamente en reprimir esas figuras aleato- tias en las que la imaginacién del proletario que ha cruzado los mares, expulsado a las ranas del centro de la ciudad y caido del andamiogespuedesigualarse con la del artist EL acipeiiaaiat” es si ‘0 con el Gi la pared de los miliscosmn . de su experiencia, c viviendas mds miserables. Es eso lo que ya dice el relato de Ventura al contar su parti- da de Cabo Verde el 29 de agosto de 1972, la Hegada a Portu- gal, la transformaci6n de un terreno pantanoso en fundacién de arte y la caida. Al poner a Ventura en ese decorado, Pedro Costa también le hace adoptar un tono a la manera de Straub, el tono de la epopeya de los descubridores deunemundo. es abrir los eos a los ieee J un arte a la altura de la experiencia de originado en ellos y que ellos puedan a cambio com} SF s lo que nos hace saber, tras la caida brutal del relato de Ventura, el episodio siguiente, construido como un flashback del accidente. En él vemos que Ventura vuelve con la cabeza vendada a la barraca de madera con el techo devastado; se sienta agobiado a una mesa; reclama imperiosa- mente a Lento que juegue a las cartas con él y, mientras baja con ruido una tras otra, retoma la lectura de la carta de amor que quiere hacer aprender de memoria a su compafiero anal- 134 Politicas de los filmes Juventud en marcha, Pedro Costa, 2006. fabeto. Esta carta, recitada varias veces, acttia como estribillo del filme. Ella nos habla de una separacién y un trabajo en las obras en construccién lejos de la amada, pero también de un reencuentro proximo, que yaa embellecer dos vidas durante veinte 0 treinta afos; @s Cuenta el sueno deresalanaildmada cien mil cigarrillos, ropa, un automovil, una casita de lava y un ramo de-cuatros centavos, y el esfuerzo de aprender cada dia palabras nuevas, palabras de belleza cortadas a la medida exclusiva de dos seres como un piyama de seda fina. Ventura no tiene ningumdestimatario a quien enviar esta car- ta, escrita para una sola persona; ella es, en verdad, su actuacién artistica, una actuacion de la que querria hacer coparticipe a Lento, porque es la de un arte del compartir, un arte que no se separa de la vida, de la experiencia de los desplazados, de sus medios de Ilenar la ausencia y acercarse al ser querido. Pero también es cierto que no le pertenece mas a él que al filme. La carta ya escandia, de manera mas discreta, el filme “ficcional” Politica de Pedro Costa 135 del que Juventud en marcha es algo asi como el eco 0 el reverso: Casa de lava, la historia de la enfermera que se marcha a Cabo Verde para acompafiar a Leao, un trabajador que, como Ventu- ra, se ha roto la cabeza en otra obra en construcci6n. La carta aparecia ante todo en los papeles de Edith, la metro- politana exiliada, que se habia instalado en Santiago para estar cerca de su amante, encerrado por el régimen salazarista en el campo de concentracién de Tarrafal, y que luego de la muerte del hombre permanecié en el lugar, adoptada, en su extravio mismo, por la comunidad negra que, agradecida por la pension con la que ella contribuia a su subsistencia, la retribuia con sere- natas. La carta de amor parecia, pues, escrita por el condenado. Pero en el hospital, a la cabecera de Ledo, Mariana hacia que la leyera la joven Tina, la hermana del herido, porque estaba escrita en lengua criolla; Tina se la apropiaba, y la carta:parecia entonces no enviada desde el campo de la muerte sing,desdesese obrador de Portugal donde habia trabajado@Meao, Sin-embar- go, cuando se le preguntaba a este, por fin salido del coma, su respuesta era_perentoria: gcOmo. ‘a podido él ser el autor de una carta de amor, si no sabi: ibir? Resultaba como consecuencia que la ya no habia sido escrita por nadie en particular ni dirigida a nadie en particular; aparecia como la obra de uno de esos escritores publicos, igualmente capaces de formular las emociones amorosas de los iletrados y Sus solicitudes administrativas) Su mensaje de amor se perdia en Ta gran transacci6n impersonal que ligaba a Edite tanto al mili- tante muerto como al trabajador negro herido, pero asimismo a la cocina de la excocinera del campo o la misica del padre y el hermano de Ledo, con quienes Mariana habia compartido también el pan y la miisica. Estos, que no querfan ir a ver a su pariente al hospital, reconstruian sin embargo su casa, la casa en la que él sdlo debja entrar sobre sus dos piernas, a la vez que se preparaban para marcharse a los obradores de Portugal. Puesta en manos de Ventura, la carta sale asi de esta gran circulacién entre el aqui y el otra parte, entre los militantes metropolitanos deportados y los trabajadores obligados al exi- lio, entre los letrados y los iletrados, los cuerdos y los locos. Pero al prolongar su destino, da a conocer su origen y otra cir- 136 Politicas de los filmes culacién viene a adosarse a la trayectoria de los emigrados. E] autor de la carta es Pedro Costa, que ha combinado dos fi i tes en ella: la carta de un trabajador inmigrante, pero eae la de un “verdadero” escritor, Robert Desnos, escsiise sestits anos antes en otro campo, el de Fléha, localidad de Sajoni; . en el camino que lo llevaria a Terezin y a la muerte Asi, ai destino ficcional de Ledo y el destino real de Ventura | ned : englobados en el circuito que liga el exilio corriente de = a s bajadores a los campos de la muerte. Pere también el arte el pobre ~el arte de los escritores publicos— y el de los =, poetas se azan en la misma trama: un arte de la oan ye ce arte del viaje y la comunicacién para uso de aquellos cuya vida consiste en viajar, vender su fuerz: de trabajo y construir las casas y los museos de otros. a también transportar su experiencia, su musica, su manera de habitar y amar, de leer en las paredes o de escuchar los canto: GETOMpajarosy los hombres, 5 ’ La atencion a todasilas formas de belleza que pueden pre- sentar las moradas de los pobres 0 la escucha de flaitas a menudo anodinas y repetitivas, en el cuarto de Vanda o el apartamento nuevo en el que volvemos a verla desintoxicada. mas gorda y madre de familia, no es, por lo tanto, una muestra a formalismo estetizante ni de deferencia populista, Ellas se rae i si = piicanso-anornelicnnieiniealcuspaltigg ya no es |; (hacia del’estado'de! mundo un especticulo Pcaameile estructuras de la dominacion y movilizar las energias contra dl 4, Serre carta de amor de Ventura/ Desnos"orde la misiea de los Darientesadeslseao: es un arte en el que la foi incula a ie coete le una relacién soci perter 4 ertenece No se-trata det Vicjo sue id ; de las ie ‘iones del mundo nuevo. Se trata que se afirma una icidad de comy una capacidad CompartibleLa puesta en valor de los verdes de la habitacion de Vanda acompaiia la tentativa que hacen esta misma, Zita. Pedro o Nurro para someter su vida a examen y recuperarla asi como propia. La naturaleza muerta luminosa, compues- Politica de Pedro Costa 137 ta con una botella de plastico y algunos objetos rescatados y puestos sobre la mesa de madera blanca de una vivienda usur- pada, esta en armonia con la obstinaci6n del pelirrojo que, pese a las protestas de sus camaradas, limpia con su cuchillo Jas manchas de esa mesa condenada a caer en los dientes de la «ssid ora cSt Bei PRE ARAIT ASE. Tiqueza sensible’y de poder de“palabra-y vision que 'se:toman Ito, se ponga a su sicién, como una musica de la que puedan disfrutar o una carta de amor cuyos términos puedan adoptar para sus propios amores. ENo es eso lo que Cabe esperar del cine, el arte popular del siglo XX, el arte que permitié a los mas numerosos, a quienes no cruzaban las puertas de los museos, gozar del esplendor de un efecto de luz sobre un decorado corriente, de la poesia del tintineo de un vaso o de una conversacién banal en la barra de una taberna cualquiera? Frente a quienes lo incluyen en el linaje de los grandes “formalistas”, Bresson, Dreyer o Tarkovs- ) Gosta reivindica un linaj d, Walsh, u 5 mas modest ‘formateadas para provecho de las compantas hollywoodenses, que pese a ello no dejaban de suscitar el regocijo de los espec- tadores de los cines de barrio ante el igual esplendor de una montafia, un caballo o una mecedora, sin ninguna jerarquia de valor visual entre hombres, paisajes, animales u objetos.' El cine se revelaba asf, en el interior mismo de un sistema de produccién centrado en la ganancia de los propietarios, como un arte de la igualdad. El problema, lo sabemos, es que el pro- pio capitalismo ya no es lo que era: si bien Hollywood sigue prosperando, los cines de barrio no existen mas, reemplazados por las salas midltiples que dan a cada ptiblico, sociolégica- mente determinado, el tipo de arte formateado para él; y, como todas las obras que escapan a ese formateo, los filmes de Pedro 1. Véase Pedro Costa, en Pedro Costa y Rui Chafes, Fora! Out!, Oporto, Museu Serralves, 2007, p. 119. 138 Politicas de los filmes Costa se etiquetan de entrada como peliculas de festival, reser- vadas al goce exclusivo de una elite de cinéfilos, y tiende a con- findrselas en el espacio del museo y los amantes del arte. Para Costa, el culpable de esta situacién es, claro esté, el estado del mundo, es decir la dominaci6n sin tapujos del poder del dinero que pone en la casilla de los autores de “filmes para cinéfilos” a quienes quieren devolver a todos la riqueza de experiencia sensorial disponible en las vidas mas humildes. Es el sistema el que transforma en monje triste a quien quiere un cine que pueda compartirse como la misica del violinista caboverdiano o la carta comiin al poeta y al analfabeto. No tenemos la certeza, sin embargo, de que esta explica- cién sea suficiente. Es muy cierto que la dominacién del dine- ro tiende a constituir hoy un mundo donde la igualdad debe desaparecer de la organizacién misma del paisaje sensible: en él, cualquier riqueza debe aparecer separada, atribuida a una categoria de poseedores o usuarios particulares. Para los humildes, el sistema tiene las moneditas de su riqueza, de su mundo, formateada para ellos y separada de la tiqueza senso- rial de su propia experiencia. Pero este reparto de las cartas no es la tinica raz6n que rompe la reciprocidad y separa al filme de su mundo. La experiencia de los pobres no es sdlo la de los desplazamientos y los intercambios, los préstamos, los robos y las restituciones. Es también la de la fisura que interrumpe la justicia de los intercambios y la circulacién de las experiencias. En Casa de lava, esa fisura era el mutismo de Leao en su cama de hospital, de la que ya no se sabia si era la manifestacion del coma traumatico 0 el deseo de no volver mas al mundo comin; era también la “locura” de Edith, su “olvido” del portugués y su encierro en la bebida y la lengua criolla. La muerte del militante en el campo salazarista y la herida del inmigrante en un obrador portugués institufan en el corazon de la circu- lacién de los cuerpos, los cuidados, las palabras y las mtsicas, la dimensién de lo imposible de intercambiar, lo irreparable. En Huesos encontrabamos el mutismo de Tina, su incapacidad de saber qué hacer con el nifio que tenia en brazos, como no fuera Ievarlo con ella a la muerte. Juventud en marcha parece escindida entre dos logicas, dos regimenes de intercambio de Politica de Pedro Costa 139 la palabra y la experiencia. Por un lado, la c4mara se instala en el nuevo cuarto de Vanda, una aséptica habitacién blanca casi totalmente ocupada por una cama matrimonial de disefio de supermercado, Allf, una Vanda que ha sentado cabeza y aumentado de peso cuenta su nueva vida, la desintoxicacién, el hijo, el marido meritorio, las preocupaciones de salud. Por otro, la c4mara sigue a Ventura, con frecuencia mudo 0, en las contadas ocasiones en que habla, profiriendo érdenes impe- riosas o frases lapidarias, perdido otras veces en su relato o la recitacién de la carta. La cdmara lo describe como un animal extraiio, demasiado grande o feroz para el decorado, la mira- da a veces fija con un fulgor de fiera, mAs a menudo con la cabeza baja, hacia el suelo, o vuelta hacia lo alto: la mirada de un ausente, de un enfermo. En el caso de Ventura, no se trata de recoger el testimonio de una vida dificil, sin perjuicio de preguntarse como darlo a compartir; se trata de afrontar lo incompartible, la fisura que ha separado a un individug de mismo ji inmigran Con el paso de los muros leprosos, los decorados coloridos y los colores chillones de la villa miseria a las paredes blancas de los edificios nuevos, esas paredes que ya no hacen eco a las palabras, parece producirse un divorcio entre dos regimenes de expresién, Aun cuando Vanda se preste a hacer de una de las “hijas” de Ventura, y este se siente a su mesa, converse en su habitacién y se desempefie ocasionalmente de nifiero, la fisura que lo afecta tiende la sombra de ese gran cuerpo roto sobre la crénica de la vida reparada de Vanda y torna vano su rela- to. El divorcio puede expresarse en los términos de una vieja querella, resumida hace mas de dos siglos en el prefacio de La nueva Eloisa: jesas cartas familiares son reales o ficticias?, preguntaba el objetor al escritor. Si son reales, son retratos. A los retratos no se les pide otra cosa que fidelidad al mode- lo, pero interesan a poca gente al margen de la familia. Los “cuadros imaginarios”, en cambio, despiertan el interés del 140 Politicas de los filmes publico. determi » pero para ello deben parece Pero ese advenimiento de lo impersonal queda a su vez atrapado en la disyunci6n: para el “tercer personaje” es dificil escapar a la alternativa de ser el retrato de Vanda, ence- rrado en el circulo de familia de las identificaciones sociales, o el cuadro de Ventura, el cuadro de la fisura y del enigma que torna fiitiles los retratos de familia y las crénicas familia- res. Una secuencia enigmatica de Juventud en marcha lleva al extremo esa tensién: en ella volvemos a encontrar a Lento, el inmigrante tipico, el iletrado incapaz de aprender la carta de amor, transportado con brutalidad a la tragedia en medio de un departamento incendiado donde han muerto su mujer y sus hijos. No le conociamos ni mujer ni hijos, y un plano anterior nos lo habia mostrado agonizante al pie del poste de electri- cidad al que habia trepado para intentar hacer una conexién clandestina de la barraca de Ventura con la red. u cuerpo opaco se ha conivertido en J su vida, la de Ventura y la de todos los que comparten su condicién aparece como lo que es, una vida de muertos vivos. En ese concepto, le es posible encarnar al padre de familia de la vecindad que sufrié efectivamente un drama semejante durante el rodaje. Lento es ahora un perso- naje tragico capaz de recitar la carta que jamas habia logrado 2. P. Costa, en P. Costa y R. Chafes, Fora! Outt, op. cit., p. 115. Politica de Pedro Costa 141 memorizar. Ventura y él hablan frente a nosotros sin mirarse, con el tono de la salmodia tragica, y la mano que se tienden es a la vez el juramento que liga a vivos y muertos y el gesto de actores que saludan al ptblico. Hay asi momentos en que el rostro que se dejaba reconocer como familiar se hiende, en que la invencién se confiesa como tal para dar testimonio de un real que no se deja ni reconocer ni reconciliar. Uno de los nativos de Tarrafal ya se lo decia a Mariana, la enfermera de buena voluntad: ella no tenia la cabeza rota. La fisura divide la experiencia en compartible e imposible de compartir. La pantalla donde debe aparecer el tercer personaje se tensa entre esas dos experiencias, entre el relato de las vidas, a riesgo de caer en la chatura, y el abordaje isura, a riesgo de emprender la huida infinita. menester que esa superficie dé acogida a la escisién que sep: el retrato y el cuadro, la crénica y la tragedia, la reciproci y la fisura. Un arte debe hacerse en lugar de otro. La grand de Pedro Costa radica en aceptar y rechazar al mismo tie esa alteracién, y hacer en un mismo y tinico movimiento elc de lo posible y el de lo imposible. Origen de los textos Una primera versi6n del prélogo se present6, en la traducci6n italiana de Bruno Besana, durante la recepcién del premio Mau- rizio Grande otorgado por el Circolo Chaplin en Reggio Cala- bria, en enero de 2004. El texto francés se publicé con el titulo de “Les écarts du cinéma” en Trafic, 50, verano de 2004. “Le vertige cinématographique: Hitchcock-Vertov et retour” [El vértigo cinematografico: Hitchcock-Vertov y vuelta”] se present6 por primera vez en el marco del Lido Philo en sep- tiembre de 2007, durante el Festival de Venecia, por invita- cion de Stefano Bonaga. Se lo modificé en oportunidad de su version inglesa, presentada en mayo de 2008 en el coloquio “Jacques Ranciére” realizado en la Universidad de Roehamp- ton, por invitaci6n de Paul Bowman y Richard Stamp. La primera versién de “Mouchette et les paradoxes de la langue des images” [“Mouchette y las paradojas de la lengua de las imagenes”] se publicé con el titulo de “Aprés la littéra- ture” en Jacques Aumont (comp.), Le Septiéme art: le cinéma parmi les arts. Conférences du Collége d’histoire de Vart ciné- matographique, 2001-2002, Paris, Léo Scheer, 2003. El texto se modificé para su presentacién en el seminario dictado en febrero de 2010 en la Universidad de Calabria, por invitaci6n de Roberto de Gaetano. 144 Las distancias del cine “Ars gratia artis: la poétique de Minnelli” [“Ars gratia artis: la poética de Minnelli”] se publicé en una primera version en Trafic, 53, primavera de 2005. “Le corps du philosophe: les films philosophiques de Rosse- llini” [*El cuerpo del filésofo: los filmes filosoficos de Rosselli- ni” fue en principio una intervencién en el coloquio “Education intégrale: les télévisions de Rossellini”, celebrado en el Louvre en junio de 2001, bajo la direccién de Alain Bergala. “Conversation autour d’un feu: Straub et quelques autres” [“Conversacién alrededor del fuego: Straub y algunos otros”] se present6 en el Centro Pompidou en junio de 2010 por invi- tacién de Marianne Alphant y Roger Rotmann. “Politique de Pedro Costa” [“Politica de Pedro Costa”] se publicé en traduccién portuguesa en Ricardo Matos Cabo (comp.), Cem mil cigarros: os filmes de Pedro Costa, Lisboa, Orfeu Negro, 2009. Todos los textos fueron objeto de modificaciones mas o menos importantes.

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