Você está na página 1de 12

MANUEL MORALES

(Iquitos, 1943).

Formó parte de Hora Zero. En 1967 obtuvo los juegos florales convocados por la
Universidad Nacional de Educación. Ha publicado el poemario
Poemas de entrecasa (1969).

SHOCK

Hemos buscado con tanta indignación


El feto que en alguna noche –sin ojos, sin diferencias–
Nos legaron nuestros acomplejados predecesores.
Y cuando nos crecieron pelos en la voz,
Y nuestros coitos molestaron a los vecinos
Que escandalizados patearon nuestra puerta, entonces
Nuestras apestosas diferencias se hicieron más visibles.
Claro está que cada uno es prisionero de su desatino,
De su espejo sin coyunturas ante el ojo único de la humanidad.
Huelga decir que somos malos por naturaleza
Que retrocedemos ante el peligro de perder el pellejo,
Y sostenemos en la pica el cráneo pisoteado de los pájaros.
Nuestra sed de huesos y el cardúmen de nervios
Nos han abatido, y nuestras bestialidades han convalecido,
Dentro de nuestros propios animales, aullando sin cesar
En el estómago de quien alguna vez nos abrió la puerta,
Y en broma (sucesivamente) tratamos de colocarnos por el ojo
De una aguja. Y el feto que nos legaron (por repetición)
Lo hemos buscado –sin ojos, sin diferencias– como quien busca
A su padrastro entre cadáveres degollados de la Morgue.
Finalmente hemos retrocedido, los gusanos
Han construido una vía de circunvalación en nuestro ano.
USOS SON DE LA GUERRA

En el amor y en la cama
Napoleón fue un fracaso.
No digo lo mismo
en la guerra. Su éxito
Consistía en envolver al enemigo.
Y Francia lo tuvo
como su más grande hijo predilecto;
y le dio fama
y sus más hermosas mujeres.
Grande en estrategia
y corto de pene, en la cama
Mandaban sus mujeres. (La victoria
correspondió a sus generales).

AH SEGISMUNDO FREUD

Y el doctor Freud violaba a las mujeres.


Los sueños lo acusaban de su canalla.
Pero mister Freud pegó a su mujer,
Y siguió siendo un vienés,
A pesar de no componer sonatas.
¡Ya lo conocen! sus complejos
Le impiden acostarse con una prostituta.
¡Ah Segismundo Freud!
Apenas si ha leído a Julio Verne,
Mas sí a Musset. “Dos noches de placer”
Le inspiraron su macabra teoría.

SI TIENES UN AMIGO QUE TOCA TAMBOR

Si tienes un amigo que toca tambor


Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo.
Porque ahora ya nadie toca tambor,
Más aún, ya nadie tiene un amigo.
Cuídalo, entonces,
Que ese amigo aguardará tu casa.
Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda
Que es tu mujer y no la de tu amigo.
Si sigues este consejo, vivirás
Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer
Y un amigo que toca tambor.
LA MALA DISTRIBUCIÓN DE MI TIEMPO

Jamás he negado que tengo malas costumbres.


Sobre todo cuando el sol hace garabatos en mis ojos,
O cuando una muchacha me sonríe con su blusa amarilla.
Por eso siempre que puedo dirijo mi batuta hacia mis viejos,
Y hacia esos despojos solemnes que frecuentan la casa;
A la abuela, sobre todo, que aún sueña con Rodolfo Valentino.
Este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido,
Hablo demasiado y no construyo más que castillos en el Aire
Y de noche me atorranto como un miserable y hago invocaciones al marqués de Sade.
Pero a veces yo me escapo de esa rutina y frío monos en sartén de palo;
Vivo en constantemente peligro de encontrarme con la horma de mis zapatos,
De encontrarme algún con enemigo que me ponga los puntos en la íes,
O de que mi padre se encarache y me mande al diablo.
Pese a todo visito las cantinas,
Escupo en los lugares públicos donde no debo hacerlo,
Y toco los timbres de los vecinos y corro como un cretino.
Ya los policías se han dado cuenta y me tienen entre ojos,
Me marcan a presión y me han acusado de tener malas costumbres;
Y que el día que me agarren, la voy a pagar una por todas.
Pero yo me río,
Porque este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido.
AL AMIGO NAPOLTANO ENTRE BOTELLAS VAN Y BOTELLAS VIENEN
(poema descriptivo)

Dijo ser napolitano.


Poseer dos queridas y un reloj. Y un apodo (por supuesto).
Pero reconocía al Callao como su más cruel amigo.
Disparó media docena de cebadas. Y puso dos discos.
Luego habló de hembras calientes y recitó un soneto.
Una rata rubia salía de sus labios.
Y sus ojos eran transparentes como un celofán.
Claro está, embriagaba su presencia, era
Como encontrase de pronto en una playa extranjera.
Y narró su soledad casi de costa a costa. Y sacó una carta.
Carta horadada por los años; donde las letras, más que leerlas,
Era menester adivinarlas. Después lloró como un napolitano.
Recordó a su padre ametrallado por los Nazis. Quién no recuerda.
Al viejo, sobre todo cuando una bebe, y no es más el tiempo ayer?
De su madre dijo dos o tres cosas simples. Y calló.
Declaró no tener hermanos. Pero adujo –con orgullo napolitano–
Que su padre fue el Campeón Mundial de la cama. Las 83
Mujeres que tuvo lo confirman.
Esta vez yo pedí una docena. Y cigarrillos. Y pude dos discos
De Celina y Reutilio. Y celebramos ese acontecimiento.
Un perro ladró porque alguien le pisó la cola. Sonrió, y dijo:
“Por el perro, ¡salud! Siempre es grato brindar por un perro”.
Hizo un ademán como si recordara y prosiguió: “Se llamaba Cacciatore
Y me salvó la vida en un incendio. Fue por el año 40
Cuando Italia no era Italia y el país estaba hasta su huaino”.
El mosaico advirtió que cerraban y trajo la cuenta.
Pagamos mitad a mitad. Y salimos.
Nos despedimos. Y se fue hacia Santa Marina.
Yo lo recuerdo, simplemente, como un napolitano que chupó conmigo.
RÉQUIEM PARA EL SORDOMUDO JACK QUINTANILLA
QUE DEJÓ LA VIDA TIRADA SOBRE LOS ASFALTOS

(Historia de choborras)

te acordarás de este otario


que un día, cansado
se puso a ladrar...
(Yira... Yira... tango)

ENRIQUE DISCEPOLO

Por primera vez desde aquel encuentro


En La Chilena el sol se había borrado de su rostro. Y ebrios y gamberizos,
Choborras y guaraperos abrieron su corazón rojo-pisco al desborde
De la ternura. Jack Quintanilla sumido en niebla.
Imagino también a la canalla, fracasados triunfantes de la vida. A Toto
Obdulio, Rafo, Al Tirabuzón Zapata, Al mocho Gutarra y Dedalito, amigo
De las grandes procacidades y el trago corto. Y las muchachas antiguas
Criaturas pasadas por la moda-buitriando un gato de los mil demonios.
No es menos interesante, por cierto, la historia de Faltapincho castrado
En el guerra del Chaco. Jack Quintanilla sumido en la niebla.
Y esa terrible mirada condimentada con ajos y cebollas, esa terrible
mirada antologizando los principales burdeles y chongos de la costa,
es de pronto en picada una campana apachurrada bajo las ruedas de un FORD.)
(intuyo que nuestro tiempo llama presto a celebrar la amistad).
Un rumor de botellas vacías los separaba para siempre. Y bienvenido Granda,
Daniel Santos y la Sonora Matancera, y otras caliginosas voces,
Se adhieren al merecido homenaje y callan desde la radiola AMI music
Y hasta Sudapisco, el perro
Alcohólico de Marambio, tirado sobre los gargajos.
Y el aserrín ocre del piso, deja escapar lágrimas caninas, testimonio
Del más grande homenaje. Jack quintanilla bajo los neumáticos.
Y dicen –las malas o buenas lenguas– que llegó de Chincha con dos
Soles cincuenta y una chalina. Afirman. Sordomudo de nacimiento.
Su idioma, indiscutible, mágico mundo de señales, era
Para entenderlo de corazón a corazón. El mundo aparecía en sus manos.
Hasta aquí mi historia no deja de ser cierta. Había recibido 10 kilos
Y decidí celebrarlo con los amigos. Y fui a buscarlos donde siempre.
Sabido es que en La Chilena, los borrachos
Arrojan sus problemas a empellones, las sillas vuelan
Y nadie sabe quien pega a quien. O mejor dicho
Los entripados y los pelitos de barrio comienzan en la calle; hasta que,
Finalmente, uno se arma de coraje y decide concluirlos en La chilena.
(Por supuesto que hay libertad de cátedra y carajos).

Cuando llegué después de seis meses de exilio voluntario, de pugnas


Y Claudicaciones interiores, todos estaban con el suelo en los ojos
Jack quintanilla sumido en la muerte. Había
Dejado la vida tirada sobre los asfaltos, para siempre.
Y ahora que estoy en Chincha con Jorge Vega, con Enano y Peluca, yo
Le ofrezco dos palmadas de tierra de mi corazón. Jack quintanillas
Descansa en paz.

NO BUSQUEN UNA PATRIA


que contenga rosas. Hoy
ya que no existen las rosas. Sólo existe
una patria en la palma del pecho
y otra
en el centro del ojo.
Sigan buscando rosas. Encontrarán
un balazo en el pecho
y otro
en el centro del ojo.

EL POZO

Tenemos –y no es vanidad–
Nuestro canto que es el agua de nuestro pozo.
Las llamaradas te jalonan pero tienes tu pozo.
El agua de tu pozo eres tú mismo:
El comienzo de tu propia efervescencia.
Tu vanidad no es tu capricho, es tu animal
Que no has logrado domesticar;
Es tu ojo, tu sombra, tanto aún
Más grande que tu instinto.
Tu pozo te refleja tal cuál eres
INDIOSINCRACIA

Estamos acostumbrados a las mentiras.


Nos tratan peor que a negros.
Nos humillan peor que a negros.
Y hasta nos venden como a negros.
Y este país es el despelote.

Con el cuento del pueblo estafan.


Nos hacen a diario el cuento del tío.
Estamos acostumbrados a las mentiras.
Al tira y afloja de unos cuantos pendejos.

Pero ya se les va acabar,


Porque un día de estos se nos sale el indio.

EL TRUCO DE ESTE MUNDO

Ahora tenemos que ser parcos.


La alegría nos reconforta
Como un hermano.
Pero el mundo no está hecho
A la medida de nuestros sueños.
Tenemos ganas de encendernos
A cada instante,
Mirar una calle, hablar,
Hasta cansarnos;
Porque atrás una sombra nos persigue.
Es decir, este mundo
Tiene su truco.
El mundo es como un lunar
En el rostro de una muchacha.
No podemos inventar paraísos
Porque no estamos
Autorizados para ello.
Ahora tenemos que ser cautos.
No presumir que nuestro corazón
Es puro y, calladamente
Adaptarnos
Al truco de este mundo.
EL DETALLE OLVIDADO POR PEICEN BOOL EL MARINO

Sí, Peicen Bool había naufragado.


Primero en Ámsterdam tropezó con unos mal educados
y no levantó la cabeza sobre unas rotas alas, y
de Bruselas recordaba las manos toscas y caléndulas
de una pequeña idiota (prostituta iniciada
en la Rivera). Luego supo que sus redes invisibles
abrazarían el silencio de haraganes grumetes, de ebrios
tostados en algún puerto de la Costa de Marfil, lejos,
sin embargo, las afónicas trompetas denunciaban
que nunca tuvo casa y jardines y deseos:
Peicen Bool tuvo cinco mujeres. Recordaba a una sola,
aquella que escuchaba Chopin mientras se
desnudaba, y bailaba como una culebra de esas
que pululan en la india. Y tuvo un hermoso embustero
casado con una Diosa Fenicia, medio sorda.

En su pasado Dido era una antigua ramera, entre


el helado semen de los Jóvenes Bacantes de un tiempo
macho, pero mucho más antiguo que la invención
de la primera peluca postiza. Y Jerusalem? Juraba
que le era indiferente. A pesar de que Miriam la hebrea, una
de sus mujeres, parió un hijo atómico de un mugriento
puerto del Mediterráneo. Después una puta rubia
cuando tenía veinte años y 665 liras en un banco.
Luego sus manos vacías, su ira devorada mil veces
por los pájaros y sus tatuajes, y las algas colgadas
junto a unos enanos horribles como escapados
de un Campo de Concentración sin púas ni vigilancia.
Cuántas veces estuvo a la deriva sin estatura,
ornando sobre la primavera; irguiéndose
sobre los años, amarrando la proa de su soledoso barco.
Cuántas repetidas veces ante su asesino orgulloso,
Ante el retrato arrugado de Miriam que se largó
con un fogonero en dirección desconocida: de seguro
hacia las islas Marianas o a los burdeles de Argelia. Peicen Bool está viejo.
Lo estoy viendo, gris, apaleado por el tiempo, en el Perú,
que es un país de gordos que sólo piensan en pegar
a sus mujeres y en la política y en devaluar la moneda.

En Poemas de entrecasa, Lima, 1969.


TESTIMONIO PARA RECORDAR A UN GRAN AMOR

amar a una pequeña burguesa


es amar la soledad

C.V.

Y fue entonces que escuchamos La voz


“Tu amor se consumará
sobre las hojas secas
y el otoño. Y tu amor no será vil.”
Y así anduvimos miles y millones de años
prendidos y resplandecientes
rodeados de mitos
bajo una nebulosa de signos cabalísticos / aún pudimos observar
la destrucción del mundo desde la claraboya.
En algunos lugares la yerba
era esbelta como un salmo
y los hombres animales tranquilos
concientizados por los astros /
la naturaleza.
Otras veces la noche nos empujaba
hacia el suicidio colectivo
y yo recogía piedrecillas del mar
tratando de ahuyentar la visión de los campos devastados
del Viet-Nam
los cuerpos mutilados /
las almas mutiladas /
y ese maldito olor a mierda de la guerra.
Y siempre escuchábamos La voz.
A veces después de estar años tras años
enterrando muertos
nos deteníamos junto al río para hacer el amor
sembrar algunas flores
para leer concretamente al viejo Ezra Pound.
Entonces yo gateaba hacia tus pies
besaba tus rodillas
tus muslos como un árbol de miel
y esa rosa perfumada desde donde sale
la vida. Y era un niño / júbilo & gozo /
acariciando y mordiendo tu pezones
como el labriego acaricia y hunde su pala en la tierra. Después
era el perrito husmeando las posaderas de su hembra
hasta culminarte regada por la savia infinita del amor.
Y me mirabas mucho
porque nuestra desnudez era más radiante
que la revelación mosaica
y que todas las higueras que un día se prendieron
sobre el mundo
aún cuando la nieve era azul y el viento
un caballo ronco.
Un día escuchamos La voz con mayor intensidad.
Fue algunos meses después de que encontramos
fresas silvestres y vimos por primera vez
a una pareja de pájaros haciendo el amor
sobre la rama de un gran árbol de manzano. Y los campos
que eran amargos
y las hojas
y los frutos
y el viento
amargos
cambiaron porque en sus entrañas algo crecía
como el trigo en un campo bueno
como la luz cuando los polluelos rompen el huevo
y respiran la belleza del aire
y del sonido.
Sólo que súbita La voz se extinguió.
Y lo que hubo de brotar sólo fue pasto muerto.
Y era como intentar encontrar la identidad de las cosas
cuando la oscuridad y el planeta
nos avientan cuestionados
a pudrirnos de hastío en una permanente soledad.
Y lo que hubo de brotar sólo fue sangre muerta.
Y desde entonces cuando la cólera se irguió
sobre mi frente
al volver después de enterrar a nuestro hijo
durante III años
lloramos juntos y bebimos
como nunca lo habíamos hecho.
Y comprendí finalmente que la había amado mucho
y que en tan poco tiempo habíamos envejecido juntos.
Y decidimos separarnos para siempre.
Para siempre.
Y nuestro amor fue vil.
Y SE ME OCURRE PENSAR

A Evanice M. Signori

Es hermosa porque es joven y está


Enamorada

VASCO PATROLINI

Y se me ocurre pensar que al otro lado del mundo


el amor siempre perdurará
como aquel
último jazz que el orgullo no alcanzó a quemar y /o colgar
sobre la tierra.
Y siempre estaremos unidos
convertidos en nuestra propia piel radiante
Es decir libres de vanidad
llenos de sabiduría como el agua.
Y aún
con nuestra soledad llena de pájaros
pondremos ojos gigantes a la lluvia /
para que nos mire y nos oiga con la más curiosa extrañeza /
manos
para que riegue la rosa que crecerá eterna
en la Rua Silva Jardín S/N
allá al otro lado del mundo
en Palmeiras
Y así iremos edificando
una tras otra
la primavera
en cualquier calle del mundo /
con grandes y pequeñas palabras
voces que nos enseñarán
hablar y /o gritar llamando
a Gelinho & Ana Marís & Oneida &
a Enedir con ojos y cuchillos
a desconocidos sin nombre
–sin sombras detrás de sus mundos–
en el cine donde nuestro amor respiró el gesto
la adhesión de miles y millones de enamorados
Y se me ocurre pensar que somos bellos. (Bello es también
todo “lo que se ama y permanece”:
una esquina una calle
una mujer que escucha
que intuye
el olor del mar
y la historia secreta de las piedras. Bello es estar desnudos
involucrados en la nomenclatura
de la carne /el amor /el mundo /
mientras nuestra raíz
se erige
o mientras escuchamos
la última noticia subversiva
relacionada con el Capitán Lamarca
detectado en Sao Paulo y Bahía y Minas Gerais es decir:
en todo Brasil
PORQUE ÉL ES EL BRASIL INVISIBLE).
Y pienso que al otro lado del mundo,
Mi mundo dio 20, 000 millones de vueltas. Y el amor
siempre perdurará
como aquel
último jazz que el orgullo no alcanzó a quemar y /o colar
sobre la tierra.

Río 17/ 5/ 71.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

ALVA-VIALE, Harold. Los más bellos poemas de amor. Fondo Editorial de cultura
Peruana, colección Perú lee, Lima, 2003. pp. 33-35.

CARILLO, Sonia Luz & FALLA, Ricardo. Curso de realidad peruana. Concytec,
Lima, 19??.

ESCOBAR, Alberto. Antología de la poesía peruana. (Tomo II). Peisa, Lima, 1973.
pp. 96-99.

FALLA, Ricardo. Fondo de fuego. La Generación del 70. CONCYTEC, Lima, 1970,
pp. 144-155.

OVIEDO, José Miguel. Estos 13. Poemas/documentos/bibliografía. Mosca


azul, Lima, 1973. pp. 29-32.

TORO MONTALVO, César. Antología de la poesía peruana del siglo XX (Años 60


/70). Ediciones Mabú, Lima, 1978. pp. 178-183.

Você também pode gostar