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Señoras
Sandra Viglione
Presentado para el Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América, 2007.
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
I.
noche negra, sin estrellas ni luna que suavizaran la oscuridad. Los sirvientes
tropezaban tras ella, gimiendo y protestando. No les dio importancia: eran sólo
lograban... bueno. Tendrían que enfrentar a la Sombra. Tanto peor para ellos.
respirar. Una oscuridad ciega la hacía tropezar en cada roca y arbusto del sendero.
Evidentemente el camino había sido olvidado. ¡Increíble! ¿Es que la gente del
pensó con ira, jadeando. ¿No quedaba siquiera una bruja, no pidamos una digna
hechicera, para recordarla? No, por supuesto que no. La Señora del Este no lo
báculo de mal humor. La rama voló, rechazada, y soltó un par de piedras que
boca y murmuró una disculpa. Ella volvió su atención hacia el oscuro bulto de la
¿quién en su sano juicio, pensaría en subir a la colina? La vista era estupenda, por
supuesto, pero... La cima era un sitio sagrado, tierra santa. Nadie osaría perturbar
a los espíritus... o los demonios, como los llamaban ahora. Nadie, excepto ella.
Sombra. Había sido criada para servirla a Ella, la Señora del Silencio, la Dueña de
pecho, sobre su corazón, y las marcas de sus garras subían en círculos por sus
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miembros. Mjuck sabía bien que pertenecía en cuerpo y alma a la Señora. Ella era
su fuente de poder, y Mjuck sabía que no podía vivir sin eso. El pensamiento la
apagar el fuego. Nadie debía verlos. Nadie debía descubrirlos. Y Mjuck continuó
trepando.
fuera de él. Las tierras del Oeste le pertenecían. Una tierra desierta y roja, seca y
polvorienta. Mjuck se pasó la lengua por los labios, buscando de nuevo el salado
sabor de la sed, una vieja sensación casi olvidada en este Valle. Sacudió la cabeza.
Su tierra era hermosa. No había noches más puras, más azules, ni cielos
más estrellados que los de su hogar. Ese olor seco en el aire, el estallar de la
primavera en la breve estación de las lluvias, los ruidos claros rompiendo el eterno
silencio... el Reino de Occidente era el más hermoso a sus ojos. Pero había sido
había estado inquieta. No, pensó Mjuck sacudiendo de nuevo la cabeza mientras
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comienzo, cuando la Luz se instaló en este lugar. Luego se enojó. A medida que
fruto.
ellos, en realidad. Había sido antes de su nacimiento, pero ella, Mjuck, había
trabajado tan duro como cualquier otro. Hasta llegaron a creer que lo habían
logrado... Pero cuando nació la niña, al mismo tiempo que ella, Mjuck, Primera
Sacerdotisa...
uñas en las palmas. Sintió la sangre caliente correrle por los dedos. Bueno,
precipicio. Allá abajo estaba el Valle. Las últimas luces titilaron un poco en las
ventanas, y se apagaron una por una. La brisa fría movió el largo cabello de
Mjuck.
espera.
extremo, la que había mantenido oculta con su mano durante toda la escalada,
II.
Nadhal paseaba inquieta por los jardines del palacio. Era la Princesa. No,
no, no. La Reina. Señora y Regente de la gente del Valle. Hija del Rey y la
Señora, había nacido entre señales y portentos, decían. ¡Decían! Claro que lo
decían. ¿Qué otra cosa podían decir? Siempre se decía eso cuando una Princesa
nacía antes que el Príncipe. Y el Príncipe había nacido unos pocos años después
que ella. Eran solo medio hermanos, porque la Señora había muerto al dar a luz.
Eso decían. Y sin embargo, había algún secreto oscuro en ello, que nadie quería o
podía comentar. Nadhal había tratado una y otra vez de sonsacar a los sirvientes y
a los consejeros, pero al parecer nadie podía darle las explicaciones que ella
necesitaba. Cuando ella nació, una sombra se había abatido sobre el Palacio de los
Señores del Valle, y nadie parecía ser capaz de recordar lo que había sucedido
entonces.
mensajeros no habían llegado aún, pero ella... Ella lo sabía, no podía explicar por
qué. La Regente miró al cielo que se oscurecía, y aspiró los perfumes que le traía
¿Seis meses? ¿Ocho? El tiempo se le hacía tan largo cuando él no estaba... Pero él
estaría de regreso muy pronto, y ella se sentiría un poco menos sola y presionada;
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y muchísimo más tranquila. La noche anterior había tenido una sensación extraña,
por sobre los muros, y a medida que el sol se escondía parecía coronarse con un
fuego rojo y airado. Hasta el aire fresco de la tarde tenía un mal sabor.
Nadhal suspiró y se sentó en uno de los bancos de piedra del patio interior.
Los suaves ruidos que le llegaban desde afuera del palacio parecían extraños, y
parte.
Había aprendido a caminar en este mismo patio. Allí, tras los rosales.
Estaba con... ¿con quién? Una de sus niñeras, seguramente. Había tenido
muchas. Demasiadas. Ninguna permanecía más de uno o dos años. Sólo cuando
fue mayor, se dio cuenta que los demás la rehuían. Aún sus niñeras. Solía
esconderse de ellas y jugar a solas por horas y horas. A veces las oía hablar
mientras se acercaban. Podía adivinar que habían estado hablando de ella por el
otro día Laa había tomado una manzana para su hijo pequeño... y la llamaron
Yo le dije a Laa que eran ideas suyas, pero después tuve que acompañarlas
arriba.
¿Y?
envuelto tres más cuidadosamente y las había dejado entre las cosas de Laa.
Seguramente, ella no las había visto hasta más tarde, al llegar a su casa. Cada
vez que Nadhal la había mirado esa tarde sentía la culpa emanando de ella como
algo oscuro y venenoso. Pero debajo de esa sensación había otra cosa. Al
principio le costó darse cuenta, pero las imágenes llegaron al fin: el hijo de Laa
en cama. El médico diciendo que necesitaba comer más vegetales, más fruta...
golpeó fuerte, aunque no le llegó como imagen. La cara del chiquito, ¡si tenía la
misma edad que su hermanito!... Por eso, a la tarde, antes de que los criados
externos se retiraran, ella fue hasta la cocina y apartó las manzanas para Laa.
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Sí, mira que bien está. ¡Es un milagro! susurraba Laa. Y sin
Unos años más tarde, ella y su marido habían reunido lo suficiente como
Una vez se había acercado a un viejo lacayo que sufría mucho con su
mejores...’ El hombre la había mirado con indulgencia; ella era todavía muy
dedicó una amplia y ágil reverencia, con un delicado floreo de la mano. Ella lo
saludó con una sonrisa y una inclinación de cabeza. Después de eso, tuvo que
de que disponía. Su padre la dejaba sola todo el día, porque evidentemente, el Rey
tenía otras obligaciones. Y Kahle... bueno, en ese entonces era solo un bebé.
pudieron jugar juntos; pero al crecer, el Príncipe recibió una educación diferente
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hacía largo rato, y sin embargo un susurro persistía. Era su hermano, entrenando
golpeteo de las armas por horas, hasta que alguien venía a buscarlo y a llevarlo
a sus habitaciones.
¿Qué haces, tontita? solía decirle él. ¿No ves que no puedes
Una vez, tal vez una de las mejores aventuras que habían tenido, ella lo
había convencido para que la llevara con él, escondida entre sus pertenencias. Al
aparte. Lejos de los demás, le habían ordenado que mostrara lo que llevaba.
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Kahle fue registrado, y Nadhal fue devuelta a las habitaciones de las damas. Los
lo obedeció, y no había salido del Valle, ni siquiera del Palacio hasta después de
su muerte.
Señora...
despuntar el alba.
acampando al otro lado del prado. Lo cruzarían al amanecer para entrar con la luz
del sol. ¡Qué teatral! Sin embargo, no podía dejar escapar esos comentarios
bosque. Más hacia el norte, el bosque trepaba por la falda de la colina casi hasta la
cima. Se decía que había un Santuario allí arriba, pero nadie había subido a
Ordenado. Prolijo. Pulcro campamento. Al este, la gente del Valle. Al oeste, los
hombres de Vinger, el rey de las Montañas del Norte. Unas tiendas extrañas,
aparentemente nuevas, casi todas con pieles de oveja por cubierta aparecían un
Sur, los del Delta, con quienes el Valle mantenía relaciones comerciales.
tierra hermosa y verde, que se extendía, delgada y perezosa, entre dos grandes
de Alkhama; de donde venían los príncipes de la Luz. Así llamaban a los hombres
del Este; sabios, magos y hechiceros, con grandes conocimientos de lo que era y
mucho contacto con ellos. Hombres consagrados al Espíritu, dedicaban sus días al
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cuidado del Santuario del Sol, a pocos días de camino en el Desierto Blanco. Y
tras el Santuario, las arenas inmaculadas y el sol brillante escondían la vida diaria
de estos hombres tanto como las sombras lo hacían con el misterioso pueblo del
Oeste.
protegidos por un único paso que se cerraba en invierno por las nieves. En la
norte, y desviándose por entre las montañas para eludir el desierto, pasaban las
el pacto firmado hacía tantos años necesitaba volver a firmarse cada cierto tiempo.
sorprendió la distribución de las huestes del rey vecino, todos en torno de una
gran tienda. ¿A quién habría enviado esta vez? Un embajador, o alguno de sus
nobles. Alguien importante, sin duda; la tienda tenía los signos y adornos de una
tienda real. Los pactos serían renovados otra vez, pensó la sombra que observaba
el campamento. Seguramente Vinger había tenido los mismos problemas que ellos
en el Valle...
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labradores y pastores, tierra de ricas cosechas y paz. Gobernada por el Rey Rhazz,
los pueblos del sur no eran guerreros. La sombra que observaba el campamento
detuvo de nuevo su mirada sobre las tiendas nuevas, las de las pieles de oveja.
¿Hombres del sur? Tal vez, pero... No era habitual que los hombres del sur
salieran de su tierra. No era habitual que los del sur se unieran a partidas armadas.
Por supuesto, Rhazz tenía su guardia, como cualquier rey... Pero a la sombra que
guerreros. No, las tierras del sur no eran guerreros. Los tratos del Valle con ellos
eran solo comerciales, y jamás habían tenido más problemas que fijar el precio de
la lana o el queso...
colina, esquivando incluso su sombra, y se deslizó sin ruido entre las tiendas del
parecía pertenecer a un Rey. Kahle nunca dormiría en una cosa tan llena de
colgajos. Esa debía ser del Embajador y los enviados del Norte. Buscó un poco
más, y encontró una tienda un poco aparte de las demás, entre los del Valle, por
quedaban los restos de un monograma bordado ¿Una N tal vez? Sí. Ella la había
bordado siendo niña, y había usado esa manta por años. Cuando Kahle se marchó
atreverse a mirarlo.
por él; y él siguió burlándose gentilmente de ella. Pero la manta, ya vieja, seguía
Ahora, Nadhal se acercó y tocó con suavidad el paño. Una mano se asomó
por la abertura y la arrastró adentro. Ella cayó entre los bultos de Kahle sofocando
un grito.
¡Tonto! protestó.
Tonta serás tú, se rió él, tirándole del pelo como si fuera una niña.
Ella soltó la risita por tercera vez. Su hermano la hacía sentir tan bien. Lo
cierto es que lo había extrañado. Había dejado el palacio hacía varios años ya,
volviendo a partir a los pocos días. Y ella se sentía terriblemente sola cuando él no
estaba. Él era el único que parecía no temerla. Pero, claro: eran hijos del mismo
ciudad de una vez y duermes en una cama decente y... ¡puaj! Te das un buen
baño...
No, dijo Nadhal. Ahora también ella estaba seria. Sabes que me
pasa, Kahle? ¿Qué es lo que está pasando? — preguntó ella en tono confidencial,
Kahle, que había estado en cuclillas frente a ella, se dejó caer en el catre
con un suspiro.
no vimos nada anormal. Nada nos detuvo. Nadie nos enfrentó, ningún enemigo
con quien luchar. Pero aún así percibes que hay algo muy malo ahí... Lo sientes en
volvieron diciendo que no había nada. Los enviamos otra vez, y no regresaron.
¿Muertos?
Nadhal lo miraba, esperando. La luz que entraba de afuera dejaba ver sólo
¿Qué? lo apresuró.
visto a la Señora de la Noche? No... No, ningún mortal podía presentarse ante ella
sin ser llamado, o al menos eso decían las historias. No. La Sombra... Su hermano
la mente que les restaba fuerzas hasta hacerlos detenerse y rendirse. Habían
llegado hasta la frontera del Desierto Rojo, la frontera roja, la llamaban. Nadhal
III.
El sol tocaba apenas los techos del palacio cuando la música de los
cuernos anunció al ejército. Las trompetas de los heraldos respondieron desde las
torres, y una lluvia de flores que caía desde las murallas siguió a las compañías
estuvieron de nuevo frente a las puertas era casi media mañana, y el sol pintaba de
Mientras la tropa se dirigía hacia los cuarteles, seguidos por una alborotada
sirvientes.
gesto sencillo y sin una palabra, envió a los oficiales a la derecha, a los
pabellones, y a las damas hacia la izquierda, a los jardines de invierno. Las damas
se dispersaron entre los macizos de flores mientras los oficiales desaparecían tras
junto al lago, donde los esperaba el almuerzo. Nadhal siempre había pensado que
sería más agradable un encuentro con sus familias en privado, pero la costumbre
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era la ley. Ella, por su parte, escoltó a Kahle hacia el palacio, y a pesar de la
costumbre le exigía que no hablara hasta que los recién llegados hubieran comido.
Sin embargo, ya había tomado las disposiciones necesarias para tener una reunión
con ellos más tarde. A cada General y Capitán le había hecho llegar una invitación
El sol brillaba plácido sobre el estanque cuando ella bajó por fin. Los
parece?
divertida.
Explícame eso.
lago.
Fue hace tiempo, primo, unos cien años antes de que yo viniera. Tal vez
recordar, como si algo borrara los días, los meses y los años de la memoria de esta
apasionado, atrevido, fuerte... indomable según algunos, solo travieso según otros.
Yo creo que fue un chico malcriado ¿sabes? Echado a perder y bastante egoísta.
¿El momento?
último que lo realizó, porque la Regente es mujer, y el príncipe Kahle no será Rey.
solo. Se iban en busca de su destino, solía decirse. Todos habían creído que Keryat
hacia allá. Los príncipes podían elegir entre visitar a la Señora de Oriente en el
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uno u otro templo, permanecerían en meditación hasta que encontraran una señal.
objetos que los reyes en su momento habían tomado como la ‘señal’... Cada Rey
elegía una de las dos Señoras. Y todos creyeron que el egocéntrico Keryat elegiría
a la Sombra.
La Señora de Occidente.
Exacto.
¿Y no fue así?
Occidente, y postrarse ante la mismísima Sahmar, cosa que nadie ha hecho hasta
ahora. Llegó hasta la frontera del Desierto Rojo. Intentó entrar. Penetró en el
desierto varios días, caminó y caminó... Perdió o consumió la comida, bebió hasta
por la sed hasta que el camino polvoriento se transformó en una vereda bordeada
por árboles. Creo que se desmayó junto a la fuente. Algún pastor le dio de beber y
parecía en trance, como si estuviera viendo al antiguo rey en sus días de juventud.
él regresó por su propio pie, tan arrogante como siempre, y no volvió solo. Una
doncella lo acompañaba. Nadie sabía quién era o de dónde la había traído; y por
hijos...
Pero... ¿Y la Regente?
supe de una risa de la Señora en este Palacio. Y sin embargo ella permanecía entre
relámpago rasgó las nubes una y otra vez, siempre sobre la torre... aquella de allá.
Señora Nadhal ha entrado en ella. Y aquella noche el viento azotó el Valle sin
piedad, y nadie entendía cómo podía ser todo eso, porque no era la época de las
lluvias. La tormenta duró toda la noche, y dicen que fue la noche más oscura que
se ha visto en esta parte del mundo. Pero la tormenta pasó, y unos meses más
tarde la Señora dio a luz a nuestra Regente. Pero ella... desapareció. Bueno, en
estaba bien... y ella no regresó. Unos veinte o treinta años más tarde, Keryat que
iba y venía periódicamente no se sabe adónde, regresó trayendo consigo una niña.
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Parecía tener no más de cinco o seis años, pero todos sabían que era la hija de la
Señora. ¿Te das cuenta? Una niña de cinco años que en realidad tenía veinte o
más. Pero Keryat mismo no parecía mayor de los veinte que tenía cuando trajo a
la Señora. Así los vi el día que llegué a esta ciudad. En una semana desde su
regreso el Rey se avejentó, y cuando fui presentada a él, un mes más tarde, parecía
casi un anciano... Tenía más de cien años, y una hija de mi edad que podría pasar
El Rey desposó a una de las princesas de Rhazz, y tuvo un hijo con ella,
pocos años. Pero la Señora tiene el mismo efecto sobre su hermano y su pueblo
Pero, ¿Y tú?
Eres bruja.
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¿Una bruja blanca? No, primo. Como mi marido, solo soy una
Sacerdotisa.
IV.
hacía varias horas, y solo unas ligeras cortinas blancas los separaban de la
luces y llenando las jarras de vino, y las puertas se cerraron tras ellos. La reunión
su izquierda, los Generales a continuación, los Capitanes detrás, los Tenientes, los
tres de los delegados del Rey Vinger, de las Montañas del Norte; el príncipe Loev,
el orden que la costumbre del Valle establecía: solo tres Voces por ellos: tres Voces
Nadhal les había otorgado una sola Voz, que debían compartir.
El fondo del salón estaba ocupado por los del Sur, los refugiados; casi
todos campesinos sin rango militar. El reino del Sur había sido el más golpeado.
Sus nobles, militares e incluso la mayor parte del pueblo había desaparecido bajo
la Sombra hacía tiempo. Ellos eran todo lo que quedaba. Nadhal les había dado
Sombra ha estado avanzando hacia las fronteras del reino del Delta, y es necesario
detenerla.
Los del Sur se removieron en sus lugares, y uno de ellos levantó la mano.
Yo, Baruk, primera voz del Delta, dominio del Rey Rhazz... La Sombra
empezó a invadir nuestros campos de labranza del Oeste hace ya dos primaveras.
campos de cultivo son los que están cerca de la orilla. Algunos de nosotros
vivimos en el río, pero no todos. Estamos muy separados unos de otros. Los
Señor Rhazz ordenó que el ejército hiciera las recolecciones en lugar de buscar a
los aldeanos. Para cuando los grupos de búsqueda salieron, ya no quedaba nada
Fue un invierno duro, Señora, el de hace dos años, pero el siguiente fue
en el río, aunque no había mucho que vigilar... Cuando por fin pudimos salir y
vacías... como una ciudad fantasma. Y supimos que la Sombra había estado allí
leona estaba sobre el trono, no un símbolo pintado, sino una leona real, roja y
había levantado, y había caminado hacia ellos, atravesándolos como humo. Tras
ella, quedó la señal, la cabeza pintada sobre el terciopelo del trono, y más atrás de
señal, pero Nadhal no los conocía. Los símbolos se movieron por la pared, como
demasiado para ellos. Así que habían cambiado el horroroso recuerdo en sus
sucedido. Reunimos a los que pudimos encontrar, y nos encaminamos hacia aquí...
El hombre miró a Nadhal directo a los ojos ahora, contra todo protocolo.
Esto en cuanto al reino del Sur. No veo emisarios del Desierto Blanco.
¿Qué pasa con el reino del Este, Señora? dijo uno de los generales del príncipe
Loev.
Yo, Dama Nuria, tercera voz de la ciudad del Valle. Soy voz de la
ciudad del Valle, y aquí he vivido desde mi juventud. Pero pertenezco también al
Desierto Blanco por mi marido el Embajador Seni, y por ellos hablaré ahora. La
gente del Desierto Blanco está dispersa. Se sienten a salvo tras sus dunas de arena
No, capitán. Los hombres del Este no temen a la Sombra. Como dije,
no la conocen. Son mayormente sacerdotes del Santuario del Sol. Jamás han
es su asunto.
Montaña, dominio del Rey Vinger, hablaré por el Norte. Nuestra situación es
silencio.
debo decir que perdimos a todos aquellos que no estaban dentro del círculo
¿Cuántos muertos?
encontrarlos. Entre los que se perdieron estaba la princesa Lhari, hija menor del
rey Vinger, que regresaba a casa después de una larga ausencia. Y la nieta del Rey.
La princesa Lhari escapó del cerco con la pequeña Faret para acompañar a su
huido de casa siendo muy joven, y desapareció. Nadie supo adónde había ido. Al
parecer había regresado casada y con una hija. De todos modos, ni Vinger ni sus
La historia no había salido de los círculos familiares, y Nadhal solo tenía datos
Una de las damas que estaba sentada detrás de los sacerdotes comentó en
voz baja:
Nadhal la miró.
primera intervención como Estratega del Consejo, puesto que había heredado y
aprendido de su padre. Era solo una principiante. Bajó los ojos y repitió con
lentitud.
pie. No tengo voz en este Consejo, pero fui ayudante de uno de los consejeros
control. Y sin embargo el hombre habló con una voz clara y profunda que calmó
un poco a la concurrencia.
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posible... Los Generales se movieron inquietos otra vez, pero el anciano los
ninguna de las Señoras, y en eso creo que todos estamos de acuerdo. Creo que lo
más conveniente sería ir hacia ella y parlamentar. Necesitamos saber por qué se
¡La Sombra se llevó a los nuestros! ¡No podemos negociar sobre esa
campesinos.
de su asiento.
Nadhal miró a Kahle, y Kahle estaba de pie, gritando como los demás.
mente la frontera del Desierto Rojo. Los hombres no se habían dado cuenta que la
Sombra lo hacía crecer más y más, tanto más cuanto más gritaban y trataban de
hacerse escuchar por encima de los otros, sin darse cuenta siquiera que todos
se fortalecía. La Dama Enyr estaba sentada con la cabeza gacha y muy pálida.
Parecía estar luchando contra algo. Por un momento, Nadhal quiso atisbar en su
mente, pero se contuvo. Sin saber por qué, lo que la Dama Enyr estaba
levantó.
Señores... y dio un ligero golpe con el cetro sobre la mesa. Los que
de ellos había visto el resplandor azul, pero todos habían sentido su poder.
señores, está en ustedes. La Sombra, señores, tiene algo que decir. Cuando cada
decisión. Yo...
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La Colina se recortaba oscura contra el cielo nocturno, y Nadhal creyó ver una luz
roja en la cima; una luz roja que la golpeó con fuerza y la hizo tambalearse hacia
Como si hubieran estado esperando esa orden, los sirvientes abrieron las
puertas del salón, y los consejeros se retiraron tan lentamente como habían
llegado.
lado.
visto en mis sueños rodeada de llamas. Se huele la amenaza en la brisa que sopla
Pero... Nu. Los del Valle hemos vivido en paz con las dos Señoras
desde los más antiguos de nuestros fundadores. ¿Porqué tiene que amenazarnos la
Señora de Occidente?
encontrar por sí misma la respuesta a esa pregunta. La Regente la miró por unos
Nadhal dormía inquieta. ‘El rey Vinger está asustado. No sabe si podrá enfrentar
su lado. Claro, eran primos. Los dos nacidos en el reino del Norte, aunque la dama
se había casado con un embajador del Desierto Blanco. Ambos se habían afincado
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vuelven...’ ‘No sabemos si están vivos...’ ‘No le importa si son nobles o plebeyos,
escapa de la Sombra...’
comprensión. ¿Qué había estado buscando el Embajador, y qué era lo que había
encontrado?
brisa movía las cortinas, dibujando sombras extrañas. Cerró los ojos, y la visión y
percibido. Pero cuando las cortinas se movieron en la sala del Consejo, la colina
negra destelló para ella con una llamarada que no podía ignorar. Nadhal sentía que
callaba. Había habido un dolor agudo y una extraña amargura en él cuando habló
de la desaparición de la hija del rey. Pero Nadhal no había podido leer más
cubría sus pensamientos con una gruesa capa de diplomacia. Era casi imposible
saber lo que pensaba en realidad; al igual que la Dama Nuria. Ella, hasta ahora
había sido una buena amiga, a veces confidente, y siempre una consejera de mente
muchacha; pero Nadhal creyó en ese momento que la chica era demasiado joven e
inexperta como para haber percibido el relámpago rojo. No, la Dama Enyr no le
serviría en esto.
Y todavía quedaban los hombres del Sur, pensó Nadhal, volviéndose otra
vez, incómoda. La ‘señal’ que habían visto. El mensaje que habían recibido y
bañaba el Santuario del Este con una extraña iridiscencia. El aroma del incienso le
llegó nítido, aunque el Santuario se hallaba lejos. Y ese aroma le aclaró la mente.
embajador, una voz que hablara por ella... Y la idea saltó de entre sus
pensamientos como si hubiese estado esperando. ¡La hija del Rey! Probablemente
la Sombra la usaría como mensajera. Lo único que tenía que hacer era esperar.
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Aún la Dama Nuria decía que alguien había despertado el poder del antiguo
traducir su deseo. Después de todo, el pueblo del Valle había vivido en paz con las
cualquiera de ellas... ¡En fin! Se consoló pensando que Lhari, la hija de Vinger, la
deseo de la Señora de Occidente, y seguirían con sus vidas como siempre. Sólo
V.
tomado previsiones para abastecer al contingente del Sur. Les había ofrecido
hogar estaba allá, dijo, en la jungla junto al río y en los bajos del pantano. Querían
regresar. Nadhal percibía una cierta desilusión en ellos, por no poder batallar
reprocharle nada. Ella les había exigido transmitir un mensaje que ellos no
ido espaciando, ya que no tenía nada que decirle, a menos que él hablara primero.
Pero de todas maneras, Nadhal suponía que el ejército del Norte volvería a casa
antes del invierno. No tenía sentido soportar la época de las lluvias en el Valle, a
la intemperie.
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Las dos Señoras
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marchar hacia el Desierto Rojo y obtener la verdad por la fuerza de las armas.
Nadhal sabía bien que su medio hermano era un hombre de acción. Aún así,
Él se volvió bruscamente.
lado años y años en paz; pero apenas a un mes y medio de su llegada ya quería
partir de nuevo. Había pasado los últimos años yendo de un lado a otro, siempre
desastrosa. No, no es que hubiera habido bajas. Es solo que había traído la
La idea inicial había sido visitar la frontera del Delta, explorar los
del rey Vinger. Era evidente que se harían amigos. Ambos hombres de armas,
¿Porqué no buscamos algo que hacer? dijo ella. Kahle la miró con
aburrimiento.
¿Y entonces?
¿Qué?
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Una partida de caza. No será como estar de campaña, pero por lo menos
Él lo pensó un poco.
¡Sh!
cazador.
Jabalí, susurró.
hacía hacia la izquierda, con las armas preparadas. Los escuderos los siguieron. El
¡Ahora!
Los cuatro lanzaron sus jabalinas hacia los arbustos, y la bestia salió
Embistió contra el criado de Kahle, que saltó ágilmente sobre unos troncos para
El criado de Kahle se había internado entre los árboles, un poco más arriba
Tanto Kahle como Loev dejaron al jabalí en manos del otro criado y
¿Tan ciego estás que no ves las marcas? Por aquí pasó un caballo... y se
espantó de algo.
El jabalí.
¿Estará vivo?
Loev asintió lentamente y le indicó con un gesto al criado que fuera por
ayuda.
¿Quién será?
Kahle resopló.
espalda.
Kahle resopló.
Sí, del Desierto Blanco... La capa por lo menos. Pero no veo el sajalí.
Él no sabe lo que es, vino de los campos junto al Delta... Busca una
especie de puñal plateado, posiblemente con joyas, unido a una cadena como para
colgarlo al cuello...
barranco tratando de deducir quién sería el hombre que yacía allí abajo.
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Sacar al extranjero del lugar donde había caído les llevó más de cinco
horas. Hasta la caída de la noche. Bajar las cuerdas fue fácil, pero el hombre no
podrá moverse, o estaba inconsciente. Al fin, Naro y Kelkar, dos ágiles esclavos
negros, bajaron escalando entre las rocas hasta él y lo ataron y aseguraron con
tanto entusiasmo que cuando fue izado, el hombre parecía más una momia que un
herido.
cena, apenas les concedieron el premio (una ración extra de las frutas exóticas que
compañeros.
caída había sido importante, pero aún así no justificaba un desmayo tan
prolongado. Sin embargo, hora tras hora, el hombre permaneció inmóvil bajo la
Ropas del Desierto Blanco, un hombre del Este. Quizá un sacerdote del
Sí, las ropas de los peregrinos del Desierto, pero sin el sajalí... Ningún hombre del
al criado, pero era mucho más que eso. El sajalí solo tenía la forma de una daga.
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Era hueco por dentro, y solía contener un licor, o una poción mágica con que los
hombres del Desierto podían curar o asesinar a voluntad. El sajalí era el protector
él ni por grado ni por fuerza. Era como si su alma se aposentara en ese pequeño
‘encontraban’ solos, había oído decir. Y los criados habían explorado la cima del
barranco hierba por hierba. No había rastro del sajalí, ni del caballo.
Habían buscado al caballo con más ansiedad que al sajalí. El caballo debía
identidad. La ropa podría ser un disfraz. El traje oscuro con el ribete plateado en
el cuello y los puños parecía intacto. La capa estaba desgarrada, y yacía doblada a
un lado.
verdosas que había dejado el pastizal de la colina y los grises del polvo de las
piedras. Rojo. No había tierras rojas en el Norte, en las tierras de Loev y Vinger.
No había barro de ese color en los pantanosos deltas del Sur. Sólo había un lugar
guardias hacia las tres de la mañana, había seguido dando vueltas en su cama
hasta el amanecer. Un sueño pesado lo había invadido junto con la primera luz, y
hace quince minutos que abrió los ojos. Levántate de una vez.
enfermería.
no estaba allí. ¿Cómo había reconocido su rango? Luego vio a Loev tras él. Loev
no. El broche dorado le molestaba para acechar alguna presa, o para moverse
entre los bosques del oeste o en los pantanos del sur. Las insignias estaban bien
para un salón, pero no para una partida de caza. Con todo, el hombre lo había
reconocido. Tal vez por la compañía, pensó. Después de todo, Loev lo trataba
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lentamente.
Sol.
hacer una mueca, como si sintiera algún dolor, y su respiración se volvió un poco
matorrales.
El hombre se sobresaltó.
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los ojos.
¿Estás bien?
desmayarse.
idea absurda le cruzó la mente: la Sombra los había alcanzado y venían huyendo.
Luego observó que se movían de la misma forma que siempre; ordenados, aunque
sido una buena idea. Se lo veía en buena forma, y su postura firme y vital... Casi
herido.
50
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
VI.
sonrojarse. Se acercó con el vaso entre las manos, y se sentó en la cama, junto al
hombre.
Ella sonrió.
Tómate tu medicina.
lo permitió.
No soy una princesa. Soy la Regente. Y hago esto porque nadie más
puede hacerlo, dijo ella con tranquilidad. Sin embargo no lo miró a los ojos.
con vida a un hombre del Este al que le falta el sajalí. Con todo, creo que hemos
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
logrado estabilizarte lo suficiente como para que sobrevivas hasta que vayas por
él.
Nadhal lo miró por unos momentos. Eso era algo que ella no podía sanar.
en guerra, hombre del Este, y más tarde o más temprano, todos los que conocemos
Sí, lo sé. Pero no ahora. Ahora lo que tienes que hacer es descansar y
Sabes que no lo perdí, dijo él, de repente, sin abrir los ojos.
labios. ¿Entonces cómo? ¿Cómo había podido perder algo tan sagrado? Los ojos
había repuesto lo suficiente como para salir de sus habitaciones, y aún asistir a las
reuniones del Consejo, aunque Nadhal no se lo había permitido todavía. Tenía una
llegaba desde su mente y su corazón. Suponía que se debía a la pérdida del sajalí.
Los del Este necesitaban ese objeto (una especie de amuleto mágico) para
de poder. Pero la gente del Este le producía siempre una sensación extraña: le
parecía que no eran personas, sino ventanas. Le parecía que eran conductores que
transmitían una energía y un poder que venía de más allá. Aún Tziro sin su sajalí
Esa tarde, Nadhal paseaba lentamente por el jardín. Se sentía inquieta, pero
aún así no perdía su majestad. Tal vez un ligero temblor en las manos, o lo
observaba. Una discreta sonrisa apareció en sus labios cuando ella lo miró.
permanecieron juntos.
La sala del Consejo estaba casi vacía esta vez. Sólo las Voces de cada
grupo se habían presentado. Baruk y sus dos compañeros ocupaban hoy los
Dama Nuria, el príncipe Kahle, el príncipe Loev y un capitán del Norte. Nadhal
ocupaba el sitial del centro, sola, como siempre, y frente a ella, mirándola
encontraste.
Nadhal intervino.
llamada, debe seguir a su Guía, sin importar adónde lo lleve. Mi sajalí me ordenó
este reino y la del rey Vinger. Pasé por el río helado y viajé por el bosque, allá
lejos, y llegué al límite del Desierto Rojo. Y seguí a mi Guía por la frontera del
Estaba junto al Desierto Rojo, esa noche... Creo que la última del
invierno. Estaba despierto, oyendo a mi Guía, mirando las estrellas. Y las estrellas
moviéndose en el aire, sobre la arena. Helado y oscuro. Me quedé muy quieto, sin
¿El sajalí?
55
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Mi Guía. El sajalí guarda la voz de nuestro Guía... entre otras cosas. Por
eso no podemos vivir sin él. Tziro se llevó mecánicamente la mano al cuello, y
luego se obligó a bajarla con lentitud. Esperé hasta que pasara, y luego la
seguí... hasta los pantanos del Delta. Seguía su rastro frío, pero lo perdí en los
riachos, casi en la villa de los pescadores, y me subí a un árbol para poder ver
no tropezaban ni se desviaban...
¿Quiénes?
conocía bien a los del Este, y le parecía harto extraño que Tziro lo hubiera
perdido.
llevado la Sombra. Yo no sabía qué hacer. Al fin, decidí volver atrás, a casa.
56
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
diferente del que había tomado a la ida, y llegué a una granja. Una mujer me
llegar. Corrí adonde estaba la mujer. Ella tenía un hijo, un niño pequeño. Ya
se formó delante de mí. Una forma encapuchada. Extendió una mano que parecía
una garra negra. ‘¿Qué tienes para mí?’ dijo en un gruñido que parecía el de una
bestia. ‘Tesoros, los que quieras. Lo que me pidas... Sólo deja a esta mujer y a su
hijo...’ Pero la figura que tenía ante mí se rió. Extendió la mano y tocó mi sajalí.
Sentí que el frío me invadía, y perdí el sentido. Me pareció oírla decir; ‘Este sería
un buen precio... En cuanto a ella, es libre de volverse atrás... Pero, verás, creo
mujer ni el niño.
El resto ya lo saben.
palabra.
llamado de atención.
el Delta. En primavera, las Montañas. El Este los ha ignorado; pero para llegar al
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
quiero que envíes patrullas a las villas de las fronteras, y un grupo de exploradores
semanas.
brazo.
Señora, sabes que la guerra avanza sobre ti. Sabes que tengo razón.
Tziro.
Ella lo estaba mirando a los ojos ahora, casi con miedo; y en ese momento
lo que vio Tziro fue a una niña insegura. Se le encogió el corazón pensando que
VII.
magnífica, pero serviría a sus fines tanto como cualquier otra. Esperaba que le
no era un dolor físico. Sus heridas sanaban, al menos las visibles; pero había otras
daré lo que quieras, lo que pidas... ¡esto!...’ Tziro trató de arrancar las imágenes
¿Sí?
Tziro se estremeció, recordando algo; pero la que salió de debajo del manto era la
Señor...
Vine a traerte algo, Señor. Era de mi marido. Está vacío ahora, pero
ornamentos dorados.
murmuró. Luego miró a la Dama a los ojos. No debes entregar este objeto a
nadie, jamás. Tu esposo te regaló la vida eterna, aún a riesgo de perder la propia.
Te estará esperando, del otro lado, cuando cruces el umbral, para llevarte a casa.
defraudarlo.
¿Cómo lo sabes?
62
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
veo.
Señora Basti entre los del Valle, los del Delta y los de la Montaña.
La Dama suspiró.
Dama Nuria.
de quién soy.
Me pides algo muy difícil, Señor. Mi lealtad debe estar con ella.
guerra.
Tziro estaba solo otra vez. La luna avanzaba lenta por el cielo, pero no
cometer ese error otra vez. Desde niño había llamado a los nobles por sus
nombres, y se había olvidado que el pueblo lo hacía por sus títulos. De todos
Dama Nuria. Pero ella era otra cosa. Ella había sido la esposa de uno de los suyos,
y guardaba su sajalí. Era una bruja blanca, al igual que su Señora, aunque ninguna
como a una simple brujita blanca, al principio, con sus brebajes equilibradores.
interior, esa llamada del otro lado, esa urgencia por pasar al otro lugar... Y si
tomado conciencia antes, pero esta tarde, en el Consejo, algo había empezado a
despertar en él. Ella era más, mucho más que una sacerdotisa de Basti. ¿Pero,
podría ser?
64
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
de Oro hacía mucho tiempo. Eso le parecía extraño, ya que la Señora nunca salía
tenía sentido. No, no tenía ningún sentido. Y, fuera lo que fuera, Nadhal era ante
quitado, a como diese lugar... La mujer... Ah, el dolor otra vez. Ese dolor que le
hacía sentir que su espíritu estaba a punto de desgarrarse, ese dolor que ningún
oscuro y silencioso.
Había estado cinco días fuera, la última vez, y había recorrido el doble de
camino de lo que hacía un mensajero en ese tiempo. Había pensado pedir a Loev
Embajador era muy reservado, y estaba adiestrando a Loev para que se condujera
65
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
de la misma manera. ¡Maldita diplomacia! Loev era un buen camarada, amigo fiel
después de interrogar a las patrullas del Sur, fue con ellos hacia el Norte, al
encuentro de los destacamentos del Paso de los Ejércitos y del Río Helado, para
escuchar.
cuando queramos...
Pero Kahle sacudió la cabeza. Había algo en ese mensajero... una sombra
expresión horrorizada.
Mi Señor, yo...
¿Qué es esto?
66
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
cabalgó con Loev hasta las villas que su grupo debía haber estado custodiando, en
flotaba detrás. La miró unos momentos confundido, y luego recordó la fecha. Era
de meditación en esa fecha. Pero esta vez, Tziro la acompañaba. Kahle frunció el
oscura de malos presagios, y ella... Se sintió turbada. Se limitó a saludarlo con una
VIII
tratarse del cansancio de una simple cabalgata. Kahle estaba entrenado para
soportar eso y mucho más. Había otra cosa, y ella no estaba segura de querer
oírlo.
La sala del Consejo estaba oscura y fría. Alguien encendió las luces, pero
resultaron frías y tenues. Nadhal sentía una opresión que nunca antes había
occidente.
Kahle hizo su informe con voz lenta y pausada. Se veía a todas luces su
cansancio, pero Nadhal sabía que había algo más. Algo que no había querido ver
espías dicen, empezó. Pero en las villas del sur encontramos muchas granjas
abandonadas. Entonces empecé a pensar que había algo más, y los interrogué por
68
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
¿Qué?
lograrán traerlos.
unas manchas negras y rojas, pero la pude reconocer. Se empezó a mover y tomar
forma mientras la miraba. Pensé que iba a saltarme encima... No me quedé a ver
olvidado al Consejo. Hablaba en voz baja, y sólo la miraba a ella. Ella miró en su
mente. La leona había saltado sobre él. La imagen era clara. Luego, la oscuridad.
un tono más normal: La villa del Paso está en la frontera. Estamos rodeados.
69
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
todos los espías y guarniciones estaban ahí para detenerla, ¿cómo puede ser?
seres humanos. Pienso que se trata de una guerra de magia. Magia que agota las
fuerzas de nuestros guerreros, y se lleva lejos sus espíritus. Ya los hemos visto en
las barracas... No creo que ningún ejército o guarnición hubiera podido hacer
nada.
de lejos en nuestros templos, y agrada a las Señoras, aunque la del Oeste no haya
retrocedido.
pero debemos ir y reparar el error. No deseo que nuestros pueblos sean borrados
posible. El reino del Valle depende de ti, y debemos pensar en el reino ante todo.
iluminar la habitación. Nadhal no había hecho nada, pero de repente fue imposible
enfrentarla.
haberse afectado era Tziro, que continuaba mirando a Nadhal con respeto
debo proteger.
Estaban frente a un poder que habían decidido olvidar. La Regente era la hija de la
camino hasta el Santuario de la Colina del Oeste era largo y difícil, sobre todo
para pies extranjeros, pero la sombra del hombre lo recorrió con rapidez y
seguridad. Los matorrales se cerraban tras su paso, cubriendo sus huellas. Al fin
llegó a la cima.
Te está esperando, dijo una voz apagada que parecía salir del
arbusto.
desapareció en la oscuridad.
72
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
había una mesa, apenas iluminada, y alguien se movía tras la cortina. No quiso
ver. La sombra del hombre se sentó a la mesa y esperó. Alguien salió desde atrás
Bien.
A pesar que no podía ver su rostro, sintió que una mirada gélida lo
mesa.
sombra alargó una mano pálida y femenina para ocultar el mechón de cabello.
finalmente, este infeliz? No. Decididamente no. Era demasiado para él. Nadie
que eran hechiceros poderosos, los del Desierto Blanco. Mjuck volvió a reír.
La mujer corría como loca entre las filas de soldados cuando la oscuridad
que lloraba. Los hombres ya caían bajo el hechizo de la Sombra, y ella seguía
reforzó el hechizo sobre la mujer antes que él pudiera hacer algo... Bueno, casi. El
príncipe sabía luchar con sombras, a pesar de venir de la luz. Le había pasado el
sajalí a la mujer.
ni a su hija. ¡Si pudiera deshacerse del sajalí! Sólo verlo le provocaba nauseas. Y
hija, con el sajalí entre ellas. Afortunadamente había podido separar a la princesa
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
de él. Su príncipe del Santuario del Sol, y su valiente lucha por liberar a su
IX.
El camino se extendía ante ellos, oscuro y sinuoso. Hacía tres días que
habían dejado el último poblado; dos semanas, casi tres desde que habían dejado
la cuidad y el reino a cargo de la Dama Enyr, con supervisión del Consejo. Enyr lo
Baruk se prestó gustoso, una vez que Nadhal le explicó sus motivos. Él
una parte del camino. Parecía feliz de ponerse en marcha y al menos intentar
recuperar lo suyo. Quien no parecía feliz en absoluto era Kahle. Daba vueltas y
más vueltas con su caballo alrededor delas tropas y de los carros del equipaje, una
Enviar al ejército, como cualquier reina normal. ¿Qué crees que vas a
hacer allá?
76
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Nadhal.
no pueden hacer nada, y no quiero que la Sombra los tome para ella...
Ella hizo una pausa y sacó una mano por entre los velos que la ocultaban
No quisiera perderte...
Ella lo miró marcharse por entre los velos y sonrió. Kahle estaba a salvo.
Habían atravesado unos pocos poblados menores porque Kahle los llevaba
por el camino directo; campo atraviesa hasta el vado, y no por el Camino Real.
Para cuando llegaran al Vado, los del Sur deberían decidir si seguirían con ellos o
provisiones por el río, y quedarse con Baruk y su guardia; pero eran los generales
y Baruk quienes decidirían. Ella hubiera preferido viajar con pocos, y no una
Los aldeanos de las villas huían asustados de los campos; y las madres
metían a los niños a las casas cuando veían pasar las compañías. Nadhal los
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
espiaba entre las cortinas de su carro; y veía las caras asustadas que los espiaban a
su vez por entre las cortinas de las casas. Y era el ejército del pueblo. ¿Qué
cabalgado junto a Kahle y Loev con tanta naturalidad como si lo hubiera hecho
desde siempre.
Loev.
¿Y después?
Dos días hasta la barrera roja, cuando se va solo. Cinco con todo este
No, tú no.
Sí, yo sí.
lo permitiré.
Nadhal apretó los labios y no le contestó. Se dio media vuelta y se fue a las
olvide.
Había un dejo de amenaza en el tono, pero Tziro lo pasó por alto. No valía
la pena discutir ahora que a meta estaba tan cerca. Una vez que Nadhal llegara a la
La reunión con los generales, junto al Vado no había sido fácil para
Nadhal. Había tenido que recurrir a todo su poder de sugestión para convencerlos
demasiado preocupado como para ceder, bufaba de rabia. Pero por supuesto, al fin
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
lo logró; y partió junto con Kahle, Loev, tres de los hombres de Baruk, Baruk
mismo y el heraldo que la acompañaba siempre. Montó con alegría, feliz de verse
libre del carro en el que había estado presa por tres semanas, y partieron. El
ejército los seguiría más lentamente. Debían armar las tiendas cada noche y
semana.
del tiempo que los hombres hubiesen pasado cerca de la frontera, tanto como de
su propio espíritu. Y ella quería evitar que el aire envenenado del Desierto Rojo
se extendía sobre ellos, avanzando sobre el ejército que habían dejado atrás.
Nadhal lo sintió venir y pasar sobre ella, y seguir hacia el oeste, lento e
fuerza oculta de este hechizo, preparado para debilitar la voluntad y oscurecer los
sentidos. Veía como hacía presa en sus acompañantes, una sombra de humo a su
80
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
cada vez más evidente. Loev, apretando los puños, rígido en su montura. Baruk,
Sin quererlo, los había dejado desprotegidos. ¡A ellos, que se suponía que la
protegían a ella!
concentrarse en ayudar a los que tenía más cerca, para después llegar a los otros.
Apenas recordaba las cosas que había aprendido de su madre, pero sabía que allí
debía estar la solución. ¡Cuantas veces había venido ella, la Señora, en sueños, a
visitar a su hija! ¡Cuántas veces había sentido esa presencia, dulce y tranquila, e
aquel potencial. Poder para curar. Poder para rejuvenecer. Poder de dar vida.
para sí esas visiones, o que las suprimiera. Que los muertos, muertos estaban. Y
sin embargo, ella había visto algo en la mirada de su padre. Algo que aún ahora,
dolor agudo e incurable, que afloraba cada vez que él la miraba? Alguien le había
dicho una vez que por su culpa, por culpa de Nadhal, la Señora se había
marchado.
81
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
que llegó Tziro. Por él hubo de recordar, por él tuvo que reconstruir el
conocimiento antiguo que la Señora le había otorgado una vez y ella había
desechado. Pero, ¿porqué recordar estas cosas ahora? Los recuerdos no le hacían
ningún bien, la debilitaban, y necesitaba de todas sus fuerzas para lanzar el contra-
polvoriento. Ella lo llamó con suavidad y él se volvió. Una sonrisa fugaz iluminó
sus facciones, pero no alcanzó sus ojos. Él también estaba inmerso en el hechizo.
También era presa del hechizo. Igual que Tziro. Igual que ella. Igual que todos
bajo la Sombra.
rojizo cubría todas las cosas aquí, y la vegetación terminaba bruscamente, como si
alguien hubiera tendido una línea para separar los reinos. Acamparon en el borde
Dicen que las noches en el desierto son frías. Las noches del Desierto Rojo
tenían una cualidad gélida que se instalaba en los huesos de uno y no lo dejaba
enseñado, viajando hacia atrás con la mente al encuentro de aquella lejana calidez
82
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
que alguna vez había sentido junto a ella. El recuerdo vino a ella en algún
preguntado si lo iba a llevar. Debía llevar alguno de los símbolos reales para la
alba, el zafiro relucía entre sus manos, claro y azul. Nadhal sonrió. De alguna
manera, la Dama Nu había sabido lo que iba a suceder. Y ahora, ella también sabía
Fue a la entrada del campamento, al centro mismo del camino, por donde
debían pasar las compañías cuando se internaran en el Desierto Rojo. Esperó bajo
el cielo gris, hasta que la primera luz escapó, dibujando una línea amarilla en el
joya. Por un segundo, Nadhal creyó ver un relámpago azul que recorría el
mucho que hacer, salvo esperar al ejército que llegaría en una semana; y proteger
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
veces ayudada por Tziro. Buscaba también, pero no se lo dijo a él, los restos de
algún ritual que le indicara de qué clase era el hechizo que debilitaba a su ejército.
tenía ni idea de cómo usar el suyo. No encontró nada, pero pasó un par de tardes
más allá, y vieron algo. Uno de ellos vino para dar aviso. Una delegación se está
acercando...
colección de sirvientes. Dos hombres pálidos como sombras que se quedaron atrás
y que no miraron a nadie. Sin embargo parecían bastante dueños de sí. Había tres
hombres más bajos, que tiraban de la carroza del heraldo como si fueran bestias.
Nadhal supo después que se trataba de gente del Sur. El cuarto cargador llevaba
vestigios de la vestimenta del norte, según dijo Loev. Además había media docena
de sirvientes más pequeños, casi como enanos. Parecía una comitiva diseñada
Sombra deje de invadir nuestros territorios; que cese la guerra que inició sin
provocación y que devuelva los prisioneros que tomó. Exigimos que se retire a su
protocolo.
se retire al Santuario del Sol y deje el gobierno del Valle a los humanos. La Señora
gobierno del Valle a los humanos? ¿Qué quería decir eso? Pero a todos ellos les
parecía insólito que la Sombra exigiera que la Regente Nadhal abdicara. ¿Porqué?
Alguien le había explicado que Nadhal se parecía mucho a su madre. Quizá por
directa de su padre, Nadhal permanecía la mayor parte del tiempo sola. Todos le
temían. Aún de niña. Sólo él le había tenido afecto y confianza. Y nunca había
sido defraudado. Después de todo, eran hermanos. Pero ahora no podía menos que
No, Señora. Solo dije que habrá una batalla. La manera en que esta
incertidumbre.
87
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
X.
Día tras día, desde el día que se presentó la delegación, los hombres iban al
tras días volvían sin una respuesta. Así pasaron muchos días; y el ejército del Valle
Había discutido esto mismo con Kahle en la mañana, y con Loev y Tziro en la
cena. Ellos no querían dispersar las fuerzas, e insistían que debían esperar. El
sin poder conciliar el sueño. Sentía un peligro que se acercaba, algo que los
acechaba; y esa sensación se había vuelto más intensa en las últimas horas. No
agudo invadió a Nadhal, y un par de lágrimas le corrieron por las mejillas. Se iba.
desgarrada por la angustia. Había esperado que las cosas no resultaran así. Pasó lo
No. Son de la Sombra, sí, pero no vienen del Desierto Rojo... Debes
paso.
orgullo fingido. Se sentía débil y sin ánimo para enfrentar a más emisarios. Sí,
sabía que nos iba a abandonar, hermano, antes o después. Lo sabía desde mucho
antes, casi desde que salimos del Valle. Ella se apoyó en el brazo de Kahle un
negro.
acercaba, los hombres de Baruk les cerraron la retaguardia, mientras Loev y los
dejes pasar.
90
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
No puedes pasar, Kla-Mjuck del Desierto Rojo, dijo Kahle con voz
apresaron. Los sirvientes se escurrieron por entre las piernas de los soldados y
a ninguno de ellos.
El largo cabello negro cayó libre en sedosas ondas de noche, y los ojos
sombríos lo miraron con ira contenida. Kla-Mjuck era mujer. Loev miró a Kahle,
con Nadhal.
¿Para qué? Ella no sabe nada. ¿No oíste que estuvo fuera?
Porque puede darnos una idea de las fuerzas de que dispone la Sombra,
Observó a Baruk que también miraba a los Señores; pero el campesino, ascendido
ahora a jefe de los del Sur asentiría a todo lo que los Señores dijeran. Se preguntó
qué diría Tziro, si estuviera con ellos, y supuso que él le daría la razón a ella.
Siempre había estado de su parte... seduciéndola. ¿Para qué? La había traído hasta
frontera?
de la Sombra, esperar al ejército del Valle... Esperar a que Tziro regresara, con
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
inciertos designios secretos. No, no podía esperar más. De manera que inclinó la
Kla-Mjuck.
con indiferencia mal fingida. La bruja los miraba cada vez más divertida por entre
sus pestañas.
Mjuck asintió con una sonrisa irónica en los labios. Miraba fijamente a
relámpagos rojos.
burlona. No entendía lo que ella quería decir; pero no pudo encontrar ningún
engaño. Tal vez no lo había. Nadhal le apretó el brazo por debajo de la mesa, y
Kahle continuó.
¿La Sombra? Hay demasiado para decir. ¿De cuántas vidas dispones?
poco el cuerpo. ¿Porqué se lleva a nuestra gente? ¿En qué la hemos ofendido?
a su enemiga. A su igual.
¿No conoces el Monte de los Huesos, junto al viejo camino? Veo que tu
hermana sí lo ha visto...
Nadhal estaba pálida ahora. Sí, había entrevisto el lugar, antes de que Tziro
han acampado en el llano que tus aliados del sur eligieron para ti. Cientos de
Basti, y acamparon junto a la puerta, esperando hasta que quedaron tan sólo los
Hasta los días del rey Keryat, casi todos los reyes del Valle han venido
a desafiar a la Sombra. Cada uno creyó su deber para con la Señora del Este el
aún, una porción de poder, que pretendían tomar por la fuerza. Todos ellos
esperaron junto a la Puerta. Esperaron hasta que sus huesos fueron blancos, y los
Ni en el Norte.
Ni en el Sur.
Claro que no. Ningún rey cuenta de sus derrotas. Pero Keryat fue
porque no vino a luchar. No esperó una respuesta de la Sombra, sino que fue a
buscarla él mismo.
Ni lo sueñes.
alta.
aliviado.
Fuera planeado o por casualidad, la avanzada del ejército llegó esa misma
tarde. Dijeron que las tropas llegarían por la mañana y que se habían demorado
porque algunos de los hombres habían enfermado. Los que llegaron prepararon
algunas tiendas al anochecer y dejaron la mayor parte del trabajo para la mañana
único que podía hacer. Al ver el estado de esos hombres, se dio cuenta que sólo el
hechizo de la Sombra podía hacer algo así, y que esto era suficiente para eliminar
97
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
a un ejército entero hasta solo dejar huesos blancos, como predecía Mjuck. La
venido diez, cinco de los cuales yacían postrados. De la gente de Loev, sólo una
normalmente, una tercera parte lucían afectados, pero todavía se sostenían en pie;
Nadhal recorrió las tiendas una a una. Los que estaban en pie, se
Los que estaban postrados, bueno. Algunos yacían inconscientes; otros estaban
empezado en el momento que ella dejó el ejército atrás. El hechizo oscuro había
pasado sobre ellos mientras se alejaban, lo recordaba bien. Se había posado sobre
ellos como una nube maligna. Había penetrado en las almas de los hombres, y se
que tanto temía: algunos estaban desapareciendo. La Sombra se los llevaba, uno a
uno. Decidió que no podía esperar más. El Embajador no le diría nada, y no podía
su hermano.
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Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Morirían.
Kahle resopló. Sabía que no podía discutir con ella. Sin embargo debía
No eres nuestro padre. No puedes entrar sola ahí, dijo de mal humor.
más.
¿A quiénes llevaremos?
llevar?
Loev y Baruk.
Tú y yo.
somos hijos del hombre que ya entró ahí una vez, si sirve de algo. ¿Quién más?
Curiosa elección.
Kelkar.
¿Cuándo?
Esta medianoche. En secreto. Habla con Loev y Baruk y que los otros
se preparen en silencio.
estrellas.
100
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
XI.
la tienda-prisión con Kla-Mjuck, las manos atadas adelante, para que pudiera
montar. No le habían dicho nada, pero ella estaba perfectamente alerta. Kelkar
llevaba un bulto grande que debían ser provisiones. Taro seguía discreto a Nadhal,
Vámonos.
en lo absoluto.
Y tú nos guiarás.
Mjuck hizo un ruido estrangulado que podía ser una carcajada contenida
en el último segundo.
la muerte.
101
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
otra parte del camino. Más polvo, tal vez. Nadhal se preguntó por qué algunos
podían entrar y otros no, y se volvió para mirar las luces del campamento por
¡Ah!
El campamento... no está...
Sí, está. No sean estúpidos. Está del otro lado de la frontera, dijo
Claro que no. Está del otro lado. No puedes ver a través de la frontera.
emprendiendo el galope.
medio del camino en el Desierto Rojo. Baruk estaba todavía junto a Mjuck, y Taro
esperaba tras ella; pero los otros, que iban a la vanguardia, habían desaparecido.
Pero la luz rebotó en una forma oscura que pareció salir de la nada.
desconocida a la vez.
¿Tziro?
Te dije que traer a la Señora Nadhal hasta aquí sería la última orden tuya que
bastón.
mí.
ponerse de pie.
Pues, espero que te guste pasear por el desierto, bruja. Porque iremos de
caminar.
Así partieron. Día tras día, desde el atardecer hasta la media mañana,
siguiendo el interminable camino que se perdía entre dunas de arena roja. Tziro y
Mjuck iban a pie, porque habían puesto el equipaje en el caballo de ella para que
estaba lejos de sentir, y soportando las cuerdas, porque así podía conducir mejor al
mañana, y el sol del mediodía los achicharraba bajo la tela gris. Mjuck, algo
aparte, saboreaba la sed y el sol; pero sabía que para los otros era una tortura
Toma, bebe.
Mjuck abrió los ojos. Era otra vez de tarde. Le sorprendió un poco que
Kahle la sirviera.
Mjuck le sonrió burlona con los labios agrietados. Sí, ellos no resistirían.
Pero debían llegar al Palacio de la Señora. Ella ya había recorrido este camino
antes. Primero la sed, luego el agua... No era un secreto para ella que tendrían que
ir bastante más lejos si querían el agua. Tenía que hacer algo, y se frotó las
muñecas mecánicamente.
105
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Ah, eso... susurró Kahle, ronco por la sed. No creo que sea
necesario ya. Ni siquiera siendo bruja podrías traernos el agua hasta aquí...
¿Estaría delirando por la sed? Tal vez. Era un hombre fuerte, pero acostumbrado
era como si estuvieran de acuerdo en llegar lo más lejos posible entes de caer.
Iba algo rezagada, y Kahle pasó a su lado para ir a ayudar a Baruk. Ella
riendas de las manos. Tomado por sorpresa, Kahle no logró reaccionar a tiempo.
Mjuck picó espuelas y se perdió en el polvo entre las dunas. Él la siguió. Los
¡Estás loca!
106
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Ella se limitó a azuzar el caballo con unas palabras mágicas que conocía
bien, y el hechizo fue tan intenso que arrastró también a la montura de Kahle.
que sacarla.
por ahí.
Iba tanteando la pared con la punta de los dedos, la nariz muy cerca de la
No era más que una grieta, pero era lo que ella buscaba. Silbó, alto y claro,
Mjuck llenó los odres vacíos, y estaba a punto de cerrar de nuevo la grieta
el último trago, que podía haber tomado para sí. Él le había soltado las cuerdas. Él
No lo necesitaba, pero tampoco podía dejarlo ahí. Así que, soltando una
en cuanto vio la nube de polvo que se acercaba, pero los demás no tenían fuerzas
para responder. Loev se incorporó, pero los demás permanecieron donde estaban.
Kahle desmontó junto a Tziro y lo miró. No dijo nada, sólo le tendió una
de las cantimploras.
Agua...
La sola palabra los sacudió a todos. Para sorpresa de Kahle, que estaba
atendiendo a Loev y Baruk, los más cercanos; Mjuck se había arrodillado junto a
Taro y Nadhal, y les tendía la cantimplora. Hizo un gesto para ir a vigilarla, pero
Tziro lo detuvo.
brillaban muchas cosas que él no comprendía aún, y que no había visto antes. ¿Era
eso lo que su hermana había visto en él? Kahle miró entonces a Mjuck, que servía
uno a uno a los que estaban bajo el toldo. ¿Aprendiendo? ¿Qué? No supo qué
contestar.
Sí... Trepa a las colinas y más allá, a la Montaña Roja, hasta el Palacio
de la Señora... — Ella señalaba un borroso sendero que se perdía entre las dunas.
Lo necesario.
XII.
Tal como había dicho Mjuck, el camino pronto empezó a subir. Luego de
serpentear por entre unas dunas más altas que les obstaculizaban la visión, notaron
que el camino ascendía. Pronto se encontraron trepando por una cuesta empinada
y pedregosa junto a una pared de roca, y notaron, con sorpresa que terminaba
Una grieta en el suelo ahora rocoso se abría ante ellos, profunda e imposible de
podría decirse
Ya lo verás.
111
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
carga en un montón desaliñado junto a las rocas. Loev la miraba con el ceño
de sangre roja?
campamento.
Dice la leyenda que cada año, la Señora de las Sombras da un festín tan
grande que todo el desierto se cubre de sangre roja. Y la Señora de las Sombras se
embriaga con ella, y se baña en ella, en su frenesí... Y todos sus siervos con ella.
Tal vez, dijo ella. Lo verás por ti mismo, tal vez mañana... Y si
confundido con ella. Primero trataba de asesinar a Nadhal; luego les salvaba la
vida en el desierto. No sabía a qué atenerse. Podía haberlos dejado a todos allí. Si
lo que quería era a Nadhal, podía habérsela llevado sólo a ella. Además, no había
Nadhal retenía el suyo, como Tziro le había aconsejado. Por alguna razón,
pasaba a él con Mjuck. Algo le impulsaba a creerle. ¿Por qué? No por sus buenos
lo atraían. Y sus ojos. Negros como una noche nublada, como esta noche prometía
ser. Y llenos del fuego de este desierto rojo. Ninguna mujer del Valle tenía ojos
como esos.
113
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
enorme, mágico, que venía en la noche, con la oscuridad. No se dio cuenta en qué
momento el aire se llenó de humedad, ni oyó a los demás hasta que empezaron los
estruendo de los truenos era impresionante, pero el sonido del agua golpeando la
piedra era aterrador. Sonaba casi como martillos. Y se sentía casi igual.
Mjuck los obligó a agruparse contra la pared de roca, allí entre las piedras
que él le había visto elegir y amontonar más temprano, cuando todavía había sol.
¡Yo los até! le gritó Kahle, por sobre el ruido de la tormenta. Los
necesitaremos después...
La vio moverse hacia él, a pesar que él mismo apenas podía soportar los
golpes de las gotas en su cara. Ella se movía sin demasiada dificultad. Pero la
Los caballos se tranquilizaron apenas ella los alcanzó. Se podía decir que
su presencia los había calmado. Parecía que la lluvia golpeaba con menos fuerza
ahora. Ella pasó entre los animales y los liberó con un golpe de la mano sobre las
violencia. Y Mjuck se dejó llevar hasta el escaso refugio que ofrecía la pared. Lo
sintió apretarla contra la pared de roca, y levantar los brazos para cubrirle la
cabeza a ella. Sorprendida, lo sintió jadear por un largo rato, mientras soportaba
los golpes de la lluvia en su cuerpo. Él la protegía. ¿Por qué? Levantó sus propios
apretó más contra ella, un cálido contraste para el agua helada, un abrigo contra la
con la luz del día. Parecía como si la montaña entera, la Montaña Roja de Sahmar
polvo mágico que cubría su reino, que lo unía bajo un manto uniforme, que los
mantenía protegidos y que llevaba y traía las noticias por todo el reino. Sólo
Mjuck, entre ellos, hubiera podido interrogar al polvo rojo de la montaña, pero no
incomprensible.
sobre ellos y lo único que los protegía, si así podía decirse, era el barranco que no
miedo durante la noche, la luz del amanecer les mostró algo más aterrador.
116
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
gritaba Mjuck en medio del rugido del aluvión y de la lluvia, riendo como loca,
del barro se cruzaron con sus tatuajes negros por todo su cuerpo.
salvaje.
— Ven.
El camino se había borrado. Hacía dos días que había parado de llover, y
Mjuck no había regresado. Kahle sí. Había regresado arrastrándose el día que la
117
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
lluvia dejó de caer. Se había quedado en un rincón, largo rato, evitando las
aquí.
limpiar de barro los odres y rellenarlos con agua limpia. El sol empezaba a secar
el barro, y quizá podrían retomar pronto el camino. Pero ¿adónde ir? Mjuck no
¿Y, cómo están mis invitados? sonó la voz, burlona como siempre.
Mjuck los miraba desde la pared. ¿Muy mojados, o ya secos y prontos para
¡Mjuck! Temía que te hubiera sucedido algo. ¡Gracias a las Señoras que
Sin embargo omitió esta vez su reclamo. Era cierto que Mjuck lo había
traicionado a él, y le había negado su petición, pero aún así, al verla ahora una
traicionara? Ahora mismo, el príncipe Kahle la estaba tomando por la cintura para
cabeza. Tal vez estaba previsto que sucediera de esa manera. Pero lo que saldría
El camino desde allí no había sido demasiado arduo. Como Mjuck les
lo resecaba desde arriba, y la tierra sedienta desde abajo. Cinco días después de
que cesara la lluvia, el barro había formado un puente hacia las montañas de más
allá.
del pie. ¿Lo ves? El viento lo secará pronto, y el polvo volverá al desierto.
Luego, el mismo viento lo llevará de regreso a las montañas, para que la lluvia lo
traiga aquí de nuevo como barro... Y así cada año. Sólo una vez cada año puedes
que había dicho, y siguió hablando el resto del camino. Se había vuelto más
119
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
locuaz en las tierras de su Señora. Cada cierto tiempo, se detenía junto a alguna de
las rocas y la tocaba suavemente, con la punta de los dedos. Se inclinaba sobre
ellas, y susurraba.
nuevo hechizo, porque cada vez que Mjuck le hablaba a las rocas, el camino se
ya estaba a punto de abrir la boca. Hay misterios que conviene dejar como
están...
Kahle no preguntó nada. Miró a Mjuck que trepaba más adelante y apretó
El atardecer del noveno día los alcanzó casi en la cima. Mjuck calló de
Mjuck lo sostuvo en alto hasta que el sol se ocultó. Luego se irguió, alta, y caminó
prisionera, y no lo había sido jamás. Era una señora que regresaba a sus dominios.
Golpeó por tres veces con su báculo, y por tres veces el rubí centelleó. Y
entonces, magnífico y brillante en mármol negro apareció un portal, y tras él, torre
XIII.
La sala principal, adonde Mjuck los guiaba, se abría tras un grupo de arcos
Hemos llegado. Los Arcos del Sueño, las Puertas de la Noche. Deben
¿¡Cómo?!
con las insignias de los reinos menores que le han sido desleales.
Loev hizo un gesto como para comenzar una discusión, pero Kahle lo
también la insignia del hombro, con un gesto burlón. Él mismo se quitó la espada,
Lo sé, gruñó.
Mjuck lo miró casi con odio. Las armas de los hombres del Este no eran
del tipo que se podían dejar a un lado de la puerta. Su arma era su mismo espíritu,
de decirle que no tenía nada que ella pudiera quitarle... pero que aún así era más
Regente, aunque fueran iguales. Así como Nadhal no había podido evitar que ella
De acuerdo. Vamos.
122
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
negra. Kla-Mjuck golpeó tres veces con su cetro en la cabeza tallada sobre las
rígidas aristas de las gemas y las pulidas superficies reflejaban la luz de manera
luces a los lados de la gran nave, y para cuando llegaron al final, el salón rebosaba
alto trono de ópalo y mármol negro. Estaba vacío, al igual que el inmenso salón.
dirigió hacia la derecha, hacia una galería baja bordeada de columnas que rodeaba
precaución.
flores. Mjuck tomó por lo que parecía un sendero en ese bosque de piedra y se
123
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
detuvo junto a una fuente de mármol negro, con agua plateada que caía silenciosa
en ondas oscuras.
emoción.
Quizá habían esperado otra cosa; una bruja cruel y marcada por la maldad. Una
mujer anciana, tal vez doblada por los años, o una hechicera sombría y maligna.
mismísima Sahmar. Y sin embargo no había nada de sombrío en esa piel color de
luna, y aunque los ojos eran negros como la noche, estaban llenos de estrellas.
Porque así se presentó ante ellos: joven y antigua como la noche, eterna, cercana y
a la vez inalcanzable.
Señora. Soy Nadhal, Regente del Reino del Valle, dijo, inclinándose
ante ella.
Príncipe Loev, de las Montañas del Norte. Tercer hijo del Rey Vinger. A
ti te tocan las campañas militares y la gloria del campo de batalla. Sin embargo,
decidido.
quién más tenemos aquí? Baserat, Kelkar, Taro... Los sirvientes fieles más allá del
deber. Les rindo honor en este momento, porque han llegado mucho más lejos de
125
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
lo que está permitido a los siervos. Y en cuanto a ti... tus sueños son mucho más
¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí? Veo que elegiste bien, hija mía. Éste era el
hombre.
un gesto vago, que tanto podía abarcar a Tziro como a Nadhal o a cualquiera de
claramente estos últimos años. Jefe Baruk, si esto te permite dormir mejor, tu
gente está bien de salud y es bien cuidada; al igual que la tuya, Rey Loev.
Pero...
había desaparecido. Todos se volvieron hacia allí. Mjuck regresaba con una mujer
¡Ah!
¡Lhari!
en el hombro de ella, y ella pasó la cadena que llevaba al cuello por sobre su
cabeza, colocándoselo a él. Fue como si una niebla se levantara sobre ellos y se
La princesa Lhari, hija menor del rey Vinger. Hola, hermanita. ¿Y reina
en el Este? ¿Y tu hija?
secuestrar justo antes de encontrarte con él fue genial. Te perdonó todo, y nos
esperando, y sólo ustedes podían unir sus fuerzas y llegar aquí... por extraños
Y sin decir más, la Señora se retiró entre los árboles de piedra. Mjuck los
Nadhal...
El hombre que ella había llamado Tziro hasta ese momento la detuvo en la
No tienes por qué. Hiciste lo que tenías que hacer, Tziro. Es solo que...
indefiniblemente diferente.
¿Qué?
había estado a punto de decirse, no se diría jamás. Lo que habían estado a punto
Faret. Las había extrañado tanto... Había temido tanto por ellas... Había llegado a
temer que no las volvería a ver jamás... Pero por fin las había recuperado. Se
129
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
reprochó estar perdiendo el tiempo lejos de ellas, y se dirigió a paso vivo a sus
habitaciones.
130
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
XIV.
demasiado.
el vestido claro de Nadhal parecía despedir una cierta luminosidad en este sitio.
Estaban solas.
Te escucho, Señora.
Mira...
Sahmar movió la mano desnuda frente a la pared que tenía delante. Fue
como si una sombra se retirase, y la pared comenzó a iluminarse. Era una pintura.
131
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Una mujer, casi idéntica a Nadhal estaba de pie en un balcón lleno de sol. Rayos
Basti. Mi hermana...
primera, vestida de negro y plata, y de sus manos y ropa salían sombras tenues
mirada.
...y tu madre.
¿Cómo?
Señora Mjuck.
Era la voz de Kadhir. Nadhal lo vio entrar en la sala vestido con el traje de
gala de los del Este: pantalón y casaca negro y plata, y capa blanca con ribetes de
oro.
¿Porqué?
Nadhal miró a Mjuck, y Mjuck miró a Nadhal. Era evidente que ninguna
Hace años, mi hermana solía visitar este palacio una vez al año, y yo el
suyo, también una vez al año. Yo lo hacía en invierno, y refrescaba los largos días
entibiaba los días de este desierto, trayendo la energía que es el suyo. Solía
Nadhal.
Hace años, también, los reyes del Valle solían hacer un viaje. Ellos
debían decidir ante quién de nosotras se inclinarían. Los hombres del Delta
tu madre. Los hombres del Norte siempre fueron míos. Aman la guerra y el poder,
y no temen luchar por él. Pero la gente del Valle... Ellos eran diferentes. A su
tiempo, cada Rey del Valle elegía y quemaba ofrendas en el Santuario del Oeste, o
el del Este. Siempre fue así, y Basti y yo siempre respetamos la elección de los
Así es. Lo lamenté cada vez que sucedió, pero como te dije, siempre se
respetó la primera elección de los reyes. De vez en cuando, demasiadas veces para
mi gusto, algún rey elegía a Basti, y más tarde se daba cuenta que lo quería era mi
poder, el poder que es mi don. Una vez hecha la elección y quemadas las ofrendas,
traición hacia ella, ¿te das cuenta? De manera que escuchamos las peticiones, pero
siervos se volvió hacia mi hermana. Entonces, los hombres del Este se ocupaban
del asunto.
Sahmar sonrió.
Por eso no pudo matar a Tziro. El rey Kadhir es mortal, por supuesto,
del Templo del Sol, algunos de ellos, los elegidos, penetran en el Otro Lado.
135
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Aquellos que llevan el sajalí, viven en los dos mundos a la vez: son mensajeros
entre los espíritus invisibles y los hombres mortales. Por eso se los considera
hechiceros y brujos de gran poder. Son mediadores, tanto para los habitantes
invisibles del Desierto Blanco como para los del Rojo. Ven las puertas secretas y
conocen las cosas escondidas a los ojos mortales. Además, Mjuck, sabes que
No, míralos bien. Han sido rechazados por los mortales, y nosotros; yo
los recibí. Parias, enanos, deformes, despreciados que se ocultaban de la luz para
no ser vistos y burlados. Yo los acepté, los protegí, les di poder. Aquí tienen un
lugar. Y han sido hábiles. Han creado cosas que no podrían hacerse en ningún otro
lugar. Han creado campos fértiles y jardines donde antes había solo desierto rojo.
templos para mí. Míralos bien, Mjuck, porque ellos han superado el mezquino
Mjuck bajó la cabeza. Aún así, los enanos volvían al polvo rojo cuando
desierto a menos que el aluvión los hubiera atrapado, y en ese caso, pobre de
ellos. Porque pasarían sin duda años antes que el polvo se liberase y ellos
pudieran regresar a la presencia de la Señora para ser tal vez perdonados. Pero el
136
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
polvo rojo era el alma de este desierto, se dijo. Y del polvo rojo se volvían a
Sí.
un camino bordeado de árboles. Las dos Señoras se hallaban muy por encima de
él, tejiendo una mágica red de luces y sombras que se confundía con las sombras
Decía que los reyes del Valle elegían. La mayoría se limitaba a quemar
ofrendas en los templos, pero de tanto en tanto alguno de ellos llegaba hasta aquí,
rey...
pudimos hallar...
137
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
nuestro embajador se casó con una mujer del Norte, la Dama Nuria. No cumplió
retienen prisionera.
las puertas de la Ciudad del Valle de la mano de una mujer bellísima, de vestido
Nadhal.
Sahmar acercó las manos al cuello de Nadhal, y tanteó suavemente con sus
largos dedos, como buscando algo. Nadhal vio que la Señora movía los labios,
murmurando algo, y sintió frío. Le pareció oír una protesta de Kadhir, y ver
XV.
Sahmar, tranquila.
Te quité esto.
redondo en él, todavía manchado de sangre. La toalla con que Mjuck la limpiaba
también tenía manchas de sangre. Nadhal se miró el pecho herido y volvió a mirar
¿Qué es eso?
Un sajalí.
como puñales.
Es porque no han sido hechos para ser vistos, como los del Este. Y
además, éste es el último que queda. Cuando fue robado, hice destruir todos los
otros, sin darme cuenta que el daño ya estaba hecho. El rey Keryat lo robó
pensando que le daría poder, y lo hizo, en cierta forma. Pero era demasiado poder
sajalí de Occidente tiene el poder de atrapar los sueños. Tal vez regresó al camino
del Valle mientras deambulaba por el reino de los sueños, y allí, en el camino del
Valle se encontró con Basti. Ella, al igual que yo, también camina en ambos
mundos: el que tú llamas realidad, y el que tú llamas sueño. Basti nunca pudo
al cuello a ella. Así la sometió, la atrapó en esa especie de sueño hecho realidad
Keryat desposó a Basti, que estaba obligada a guardar la forma que el sueño de
Keryat le impusiera mientras llevara puesto el sajalí. Pero ella fue siempre
demasiado poderosa como para ser atada por un simple amuleto, aún cuando fuera
hubieron días más luminosos que los días de Basti en el Valle, pero aún así la luz
tenía una cualidad triste que hacía que la gente los olvidara pronto. Perdieron la
noción del tiempo. Los años pasaron y no los tocaron; ni siquiera quedaron
hermana, pero eso no lo detuvo. Unos meses más tarde, nacías tú, Kla-Nadhal,
hija de mi hermana; y ese mismo día, en una torre de este palacio, nacías tú, Kla-
Mjuck, mi hija.
Kadhir cerró los ojos con pesar. Al fin había comprendido. La Señora de la
Luz no podía tener un hijo sin que la Señora de la Sombra también. El Equilibrio
de los poderes lo requería así. Pero había una diferencia. Basti había aceptado y
buscado ese bebé dentro del sueño de Keryat. Sahmar no. Sahmar estaba atrapada
mundos.
El mismo día que mi hermana concibió a Nadhal, yo te concebí a ti, aquí, en este
a la otra. Somos parte de una misma entidad. Si ella daba a luz, entonces yo
141
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
también.
¿Qué? ¿Esta prisión? Dos siglos. Hace dos siglos que sucedió todo lo
pintura mostraba tan solo las dos torres, con las dos Señoras tejiendo una red de
luces y sombras sobre el Valle. Nadhal pensó que era un extraño juego que
sombras le pareció por un momento más intensa, pero luego de unos segundos, lo
segura de comprender muy bien a la Sombra. Pero el relato no había acabado aún.
Tu padre se fue hace años. Se fue. Creo que se encaminó hacia el Este
lentamente.
Basti se fue hace doscientos años. No me es posible salir. De manera que Keryat
todavía retiene a Basti en su Palacio. Para eso has sido traída aquí, Kla-Nadhal.
continuar una guerra sin sentido, o puedes marchar al este y liberarnos a tu madre
Valle.
Kahle le lanzó una mirada irritada, pero el rey Kadhir con su sajalí era
muy diferente del tímido Tziro que había conocido. O del Tziro traidor del que
había desconfiado. Además, era el Señor del Desierto Blanco. Decidió creerle.
Bien, señores del Norte, del Valle y del Delta. Escucharé sus demandas;
Nuestro pueblo desaparece bajo la sombra. ¿No los has llevado tú? ¿No fue tu
Ah, ya vamos llegando a algo. Dices que mi oscuridad los sedujo. ¿Por
qué?
¿Cómo?
144
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
¿Por qué crees que mi oscuridad sedujo a tu pueblo, o a una parte de él?
Yo... no lo sé.
Señora, dices que no tienes ejército; pero en una noche de sitio hiciste
las personas, te diré que me siguieron aquellos que deseaban seguirme; aquellos
infundadas. ¡Señores! Por años y años, los santuarios de Occidente han sido
olvidados. Reclamo mi parte. Y si los que me amaron una vez no son libres de
presencia y yo de la suya.
levantarla.
Pero... si no tenemos pastores ¿quién criará los corderos que serán sacrificados? Y
si no hay quien cultive ¿quién llevará las primicias a los templos? Somos un
¿Qué me ofreces?
mucho, pero...
Yo no huelo el incienso.
las ceremonias. La realeza asistía cada vez menos a las celebraciones en los
templos. Eran demasiadas. Y... sí. Hacía un tiempo, los sacerdotes habían
cabeza.
¿Y qué me ofrecerás?
nosotros.
negociaciones.
Deseo que el pueblo del Norte me honre como solía hacer; no con
falsas ofrendas carentes de fervor. Quiero que restauren las celebraciones y los
templos; y dejaré en libertad a sus guardianes. Sin embargo, te diré, Rey Loev,
Loev se hundió en su asiento sin poder responder. Era la segunda vez que
lo había llamado rey, y él era sólo un príncipe. ¿Seria un augurio? Y si lo era ¿era
¿Qué deseas?
Que restaures mis lugares; y des libertad a mis fieles de celebrar mis
colina de Occidente.
retiraré. ¿Satisfecho?
Nadhal... Nadhal...
sientes?
Confundida... ¿Y tú?
148
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
No lo sé.
Gracias.
Desierto.
Cuando ella abra la Puerta, nosotros podremos usar el otro camino. La Señora
Sahmar no puede mantener las dos puertas abiertas a la vez, y después de que
149
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
libere a toda esa gente, no creo que pueda abrir ninguna puerta, tampoco.
Nadhal asintió.
Te seguiré, hermana. Pero no quiero que los demás nos sigan. ¿Crees...?
Mañana.
150
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
XVI.
hora. Kahle se deslizaba en silencio por uno y otro, buscando algo que no podía
hasta hacerlo sentirse muy pequeño. Se detuvo junto a ella y apoyó la mano en el
¿Explorando un poco?
El destello en los ojos de Mjuck decía a las claras que no le creía. Kahle
ahora.
Hm...
151
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
No cambies de tema.
tendrían... eh, alojada a tanta gente que, como se dice, fue secuestrada.
Mjuck levantó las cejas con curiosidad. No estaba convencida de que eso
fuera verdad.
Mjuck se rió.
esquina, una escalera bajaba al lugar donde las estatuas recreaban una escena llena
de vida. Pero lo único que llenaba este patio era el melancólico susurrar de una
fuente.
detenerse en el descanso.
Muchas estatuas.
de un lago como los otros patios que me mostraste. Este parece la plaza de un
Sí.
Mira, allá hay un puesto de fruta. Las manzanas casi se ven reales. Y
reflejo de la luz empezaba a hacerle ver cosas. Casi podía decir que ese jinete, allá
Se volvió.
Mjuck sonrió.
sueños. Ve, acércate y compruébalo tú mismo. Puedes hacer lo que sea aquí.
— ¿Rosas?
154
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Claro. Ve a explorar por tu cuenta. Yo tengo otras cosas que hacer aquí.
en un par de horas...
Kahle recorrió la plaza del mercado en primer lugar. Pero las callejuelas
que se abrían a los lados no parecían bloqueadas por ninguna pared. Un hombre
con una carreta tomó por una de esas calles, y Kahle lo siguió. Nada lo detuvo. El
hombre siguió por una y otra calle hasta salir de lo que parecía un pueblo.
¿Sí?
¿No lo sabes? Este es El Paso, en la frontera del reino del Valle. Ahora
mismo voy camino al Valle a vender mi mercancía. ¿Vas hacia allá? Puedo
llevarte...
Kahle estaba asombrado. ¿El Paso? No podía ser, por más que fuera un
sueño. Paseó entre las callejuelas repitiendo la pregunta a todos. Una muchacha
que salía de una casa con un atado de ropa para lavar lo miró de pies a cabeza.
se alejaba.
¡Ey! ¡Cuidado!
entendió.
156
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
¿Me conoces?
atropellaran.
Kahle lo siguió.
alguien los escuchara. El enano se sentó frente a él y lo miró por sobre una jarra
de cerveza.
estar en el Paso.
157
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Es un sueño del Paso. Todos los habitantes del Paso sueñan este lugar,
todo el tiempo. Y viven sus vidas normales en el sueño. La gente que viste... son
Quieres decir...
Que los patios de la Sombra duermen las almas de los que tu dices que
Sí existe. Aunque en una forma distinta que tú o yo. Al menos que yo,
¿Cómo?
eso la carreta podía atropellarte. Por eso pueden verte. ¿O crees que ellos me ven
a mí?
Kahle miró alrededor. Nadie parecía ver al enano sentado frente a él, pero
tampoco parecían verlo a él. Cada uno estaba ocupado en sus asuntos. Decidió
creerle.
El enano lo miró con una expresión extraña en la cara; pero no dijo nada.
esperar a que la Señora abra las puertas y envíe a todos de regreso. Pero... con esto
mano de Kahle.
¿Qué es?
Kahle asintió.
ellos, al fin. Se sintió satisfecho. Había hecho en un minuto lo que la misma Kla-
159
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
pero Rellek sí. En otros tiempos, ellos habían sido fuertes. El fuego de las
ofrendas se elevaba alto en la noche. El ruido de las batallas se oía de lejos... Pero
el viejo rey había dado su hija a uno de esos hombres del Este, uno de esos... Eso
Había estado ahí, junto a Kla-Mjuck, y había traído a la mujer del norte
hasta el Palacio. Llevaban un sajalí. Rellek no había dicho nada entonces, pero se
la Sombra. Los siguieron cuando Kla-Mjuck los trajo al palacio. Había visto a
Rellek cerrar los puños con rabia cuando miraba a lo lejos al grupo que la
envuelto en un trapo.
Quedó sin aliento. El más poderoso de los sajalíes de occidente, y el único que
160
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
debía dárselo. ¡Y lo había logrado! La Señora reinaría sobre todo el mundo. Sí,
Listo. ¿Regresamos?
Ella misma los había elegido. Eran los mejores caballos del pueblo. O del
sucedería. Ella hizo un gesto con la mano, y las puertas traseras del establo se
abrieron. Un segundo gesto, y el desierto Rojo se abrió ante ellos, majestuoso bajo
la noche inmensa.
siguió.
XVII.
No sabía cómo había regresado del patio de los sueños, pero un molesto
agua fría del aguamanil. Un cierto ruido venía de afuera, del patio principal. Subía
claramente por los pasillos del Palacio de la Sombra, reverberando en los salones
...Así, los Señores el Norte y del Sur han jurado ante mí que restaurarán
los Santuarios; y bajo esa promesa es que yo, la Poderosa, lo ordeno. ¡Que se
abran las Puertas de la Mañana, y que los que ahora duermen en la piedra regresen
a la vida!
Kahle oyó un ruido extraño, como de grandes rocas que eran arrastradas, y
otros sonidos más suaves, que de pronto le recordaron el aleteo de las mariposas.
Disimulado en ese sonido estaba la voz de muchas personas que despertaban del
sueño de piedra y pasaban a través de las puertas. Y más allá, los gritos de los que
estaban del otro lado esperándolos. Kahle reconoció las voces: el ejército
acampado en la frontera llamaba a gritos a los que llegaban del Desierto Rojo a
el rey Rhazz. No, no podía marcharse con ellos. Faltaba Nadhal. No la había visto
¿Mi señor?
¿Estás seguro?
de manera que...
Vamos, ayúdame.
mágico. Nadhal vertió los polvos azules, y Mjuck los rojos. El círculo se cerró.
abrazándose por la cintura, y escuchando los ruidos que legaban apagados desde
el patio de las ceremonias; los mismos sonidos que habían despertado a Kahle y lo
mágica que separas los sueños y los proteges, ábrete ahora. Permítenos el paso
Al decir así, tocaron las gemas de sus cetros por encima de sus cabezas,
¡Nooo!
164
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
del anciano se clavaba en su hombro aún mientras cabalgaba; y la gente del sur
través del Desierto Rojo y la campiña del Valle. Esperaba ahora inmóvil sus
de que los otros animales a su alrededor piafaban inquietos. Loev se movió hasta
tuviera sobre los otros caballos el mismo poder que él tenía sobre los otros
soldados.
Pensó que nunca antes lo había notado... y el brillo azul en las crines
la Señora? ¿Por qué? Y luego pensó que por dos veces la Señora de las Sombras
promesa de la Señora.
pudo escuchar los gritos de sorpresa de los soldados del otro lado. Primero,
Apenas se veía a través del portal mágico, pero Loev los podía escuchar.
fronteras del Valle. No eran tantos como se decía. ¿Estarían todos? Loev buscó a
Una expresión de sorpresa invadió la cara del otro. Miró hacia ambos
lados.
Negro.
No, yo...
No esta vez.
caballo.
Faret...
167
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
XVIII.
¡Kadhir! ¡Kadhir!
de la Frontera Roja.
el príncipe Kahle.
cabeza.
Tu marido recorrió todo el Valle y todo el Desierto Rojo por ti. Vendrá,
cerró. Era ya la medianoche cuando el sonido de cascos que venían del Desierto
¡Kadhir!
su tienda.
No volverán...
¿Sería obra suya? Una sensación extraña lo invadió. Kahle era su hermano de
armas; no podía dejarlo solo. Tenía que ir en su ayuda. Pero Lhari primero y
disimulado frente a los hombres. Pero Loev lo había leído bien claro en su mirada,
deliberaciones en el Consejo, seguro. Luchas de poder... Pensó que tendría que ser
fuerte, si quería retener el puesto. Y pensó que él tendría que defender a la persona
170
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
que Nadhal hubiera designado. Era la ley. Era lo justo. Era lo que debía hacer.
Pero primero iría a buscar a Kahle, y a encontrarlos si era todavía posible. Sin
para que el pueblo celebrara el regreso de sus desaparecidos. Muchas de las damas
El Embajador miró a Nuria, pero ella sólo miraba a Kadhir. Él fue quien
tomó la palabra.
con nosotros.
Delta y la Montaña. Nosotros debemos restaurar los templos y las ofrendas. Ella
y todos pasamos a través de él. Nos llevó a la frontera del Desierto Rojo, adonde
cerraba el Palacio a los mortales; me fue muy difícil convencerla que me dejara
pasar.
buscaron por todas partes, y ella tampoco estaba. De manera que me permitieron
dijo fue:
172
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
De repente Loev la miró a los ojos. Estaba sentado junto a ella, y sin
Nu.
había tenido que esperarla mucho tiempo. Apenas todos se retiraron, ella salió,
Primo.
El Señor Kadhir, el mismo que antes llamamos Tziro, sabe mucho más
de lo que dice. Sabía mucho más cuando se fueron, y sabe mucho más ahora.
173
Las dos Señoras
por Sandra Viglione
Voy contigo.
regreso.
¿Qué?
Suerte.
la cabeza.
¿Porqué?
entrar.
Los destinos del Valle y la Montaña, y ahora también los del Delta, desde
que Nadhal estableciera un pacto tan íntimo con Baruk, estaban en sus manos. Sin
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Las dos Señoras
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la Regente, todo el trabajo que habían realizado se venía abajo. Sin el General,
todas las alianzas y acuerdos militares, todas las líneas de amistad que había
Montaña era un pueblo guerrero. Construir una paz duradera con los vecinos
nunca había sido fácil. Pero ahora veía como todo su trabajo se convertía en
estaba sintiendo. A ella le había pasado algo similar, muchos años atrás, y fue un
hombre del Este el que la ayudó. Un hombre del Este que terminó convirtiéndose
tristeza que el recuerdo de su marido le traía siempre, y suspiró. Los hombres del
lo traerán de regreso.
frunciendo el ceño.
Nuria sonrió.
No tanto. Ella no lo sabe aún. Ni él... Sí, primo. Creo que cuando
la Dama Enyr le parecía mejor que la Regente Nadhal, más cercana, más...
humana. Y el Príncipe Loev, como General del Valle... No, no era tan malo
después de todo. Lo sentía por los muchachos, pero... la vida continuaba para
habitaciones de su prima.
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XIX.
La luz era tan blanca que los cegó un momento. Tropezaron y cayeron
hacia adelante.
Kahle de encima.
el camino. Agáchense y callen ahora. Tenemos que ver qué está sucediendo
aquí.
Kahle se tendió en el suelo junto a Mjuck y espió por entre las rocas, por
No hay na...
susurro.
Pero...
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donde espiaba, los sentidos alerta y los músculos en tensión. El noble displicente
Cuatro figuras como sombras subían por el camino. Las capas negro y
plata hicieron que Mjuck se estremeciera. Las figuras pasaron sin detenerse frente
Celebramos un pacto y concretamos la paz con la Sombra. ¿Se puede saber qué
hacemos aquí?
tranquilamente.
¿Qué cosas?
secuestro de su madre.
Ese fue nuestro pacto con Sahmar la Poderosa: que liberaríamos a Basti la
con la cabeza.
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Una que fue atada con un amuleto mágico. Déjame en paz, hermano.
Ah, genial. Tendremos que vigilarlos un mes por lo menos. Más nos
Los ojos de Kahle brillaron, pero no dijo nada. Mjuck se dio por
respondida.
agrisada que usaban para no ser vistos desde lejos. Pensó que era una tontería.
Dos días había dicho Mjuck, pero ya llegaban al cuarto, y nadie había pasado por
Habían encontrado una cueva más atrás, bien escondida tras unas rocas
grandes del recodo. Cuando Mjuck le dijo que se podía, la observaron desde el
abierta, pero mejor que muchos de los refugios en los que había estado. Mejor que
aquella pared de roca que los había albergado durante el festín de sangre de
Sahmar...
sentiría incómoda. Ella era una princesa, había sido educada para la corte y el
palacio, no para acampar al raso... por semanas enteras. Y sin embargo, Nadhal
nunca se había quejado. Desde que salieran del Valle hacía un par de meses, ella
nunca se quejó. Desde que salieran del Palacio de la Noche, hacía cuatro días...
Ella nunca...
Pensó que su hermana estaba cada vez más extraña. Pasaba los días,
Taro también estaba preocupado, pero no podía compartir sus pensamientos con
misma posición en que la había dejado al salir. Taro sacudía apenas la cabeza, y se
Taro sustituirla, Kahle podía ver reaccionar algo a Nadhal. Las dos mujeres se
sentaban juntas, a veces incluso Mjuck le tomaba las manos a Nadhal, y hablaban
en voz baja entre ellas. Kahle estaba preocupado. Intentó hablar con Nadhal a
solas, pero ella respondió vaguedades, con la mirada perdida. Parecía cada vez
No hay nadie que un topo como tú pueda ver, dijo entre dientes. Y
Gracias.
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cuatro días que habían pasado acampando allí; pero ni Nadhal ni Mjuck querían
decidió a hablar.
— Mjuck...
— ¿A Taro tampoco?
que su hermana pudiera preferir hablar con el sirviente antes que con él.
Siempre la has tratado como a una niña, pero no lo es. Y ahora tiene un
que ataca por sorpresa, y trató de inmovilizar a Mjuck contra las rocas.
Aprisionarla para que le dijera lo que él quería saber. Ella se debatió furiosa, y
movía.
Sh, no son para ser escuchados... Ni para ser vistos... Espera. Tengo una
idea.
Mjuck se acercó a Kahle y le cubrió los ojos con las manos, murmurando
unas palabras. Kahle la dejó hacer. Esta vez no había amenaza en sus
movimientos.
extrañamente luminoso. Cada pocos metros, una piedra se erguía más alta que las
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demás, como indicando algo. De repente le recordó las piedras altas en el camino
Pero el recodo no le resultó reconocible. Había una puerta. El grupo pasó frente a
ellos, pero Kahle no les prestó atención. Miraba la puerta. A medida que las
alcanzaron, el que iba adelante tocó. Tres veces con un báculo de hechicero.
Sí, claro. Por eso espera allá arriba. A ella la deberían poder ver mucho
¿Por qué?
Kahle dejó caer su cabeza contra la piedra blanca. Esto era demasiado para
intentar a mediodía.
pero aún así, Kahle y Taro bajaron la pendiente para llegar por el camino. No
vieron ni oyeron nada, pero esperaron la señal de Mjuck (un destello rojo de su
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reírse en voz alta y a burlarse de los guardias invisibles. Taro pronto lo imitó.
¿Qué está haciendo? susurró Nadhal a Mjuck. ¿No ven que están
rodeados?
sensación vaga les inundaba la mente; una euforia que pronto los hizo cantar en
voz alta. A medida que avanzaban hacia las invisibles puertas eran seguidos por
un cortejo de sombras que ellos no podían ver, pero cuya presencia percibían más
Sólo los ecos le respondieron. Entrevió por el rabillo del ojo un destello
azul: el báculo de Nadhal, y las formas pardas que se deslizaban por la pared para
entrar por la parte de atrás. Eso solo significaba que habían logrado llamar la
solo a medias. Todavía estaba bastante lúcido. Kahle luchó contra su propia
locura.
¡Salgan!
Entre los dos estaban lanzando una lluvia de casquijo contra la inmutable
roca blanca. No se dieron cuenta cuando se empezó a abrir. Lo único que vieron
Nadhal dejó de ver a Kahle y a Taro cuando doblaron el recodo. Aún así
los oyó por mucho rato, gritándole a la roca. Ellos no lo sabían, pero había una
camino abajo hasta caer agotados, rendidos, o muertos. O podían haberlos llevado
mortales, pero Mjuck y Kahle ya lo habían decidido. Así que Mjuck la arrastró
montaña arriba, tan pronto como Taro y Kahle entraron en el camino y las
invisible era cada vez más numeroso y amenazador. Tiró del brazo de Mjuck.
nada.
Al parecer Mjuck tenía razón, porque no los tocaron, sino que se limitaron
a rodearlos y a seguirlos. Mjuck la obligó a trepar muy alto, hasta una cornisa
Palacio de la Sombra. Este camino tiene que llevar a una puerta secreta... Allá.
Aquí es. Tócalo con tu cetro, hermana. Yo no puedo abrir esta puerta.
abrió para ellas. No vieron cómo la puerta se abría también para Kahle y Taro.
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XX.
divide y dobla, y al final debe haber una escalera a las cocinas y las dependencias
de servicio...
¿Y el otro?
servicio.
servicio aquí.
¿Adónde vamos?
con ella.
pequeña sala redonda: la sala de los guardias. Tres puertas eran visibles allí. La
primera era la de la cocina, que ellas habían abierto. La segunda estaba cerrada
voces.
El guardia no respondió.
Habían vuelto en sí del lado interior de las puertas. Estaban rodeados por
los guiaron por unos interminables corredores hacia quién sabe dónde.
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guardias, exigiendo respuestas que no le dieron. Sabía que el sonido, por débil que
Estaban frente a una gran puerta labrada, con unos símbolos de oro
salón. La puerta quedó entreabierta, y Kahle trató de espiar adentro. Uno de los
blanco y frío.
El trono se hallaba al final del salón; y a los lados de la nave central se abrían
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dos gigantescas esmeraldas con tanto arte que parecían vigilarlos mientras se
una figura. Al principio creyeron que era una estatua, porque la figura embozada
que lo ocupaba no se movía al respirar. Pero eso no podía ser, porque al acercarse,
la figura habló con una voz vieja y gastada, que parecía a punto de quebrarse.
Sólo sus ojos destellaban con vida, o más bien, una avidez por la vida que era lo
Soy el Rey Keryat, Señor del Valle, y del Palacio de Oriente, y pronto
No, hijo. Sólo tuve que retirarme del Valle. Pero dejé a tu hermana a cargo. Y a ti.
El viejo estaba junto a Kahle ahora y apoyó una mano larga y huesuda en
había dado a Kahle en el Desierto Rojo. Kahle lo había olvidado por completo.
todavía se resiste...
Ah, qué es... Me llevó mucho tiempo descubrir cómo usarlo, hijo. Tal
diosa...
Kahle no lo pensó demasiado. Tenía que saber más. Así que extendió el
fría.
Sí, eres digno hijo mío, dijo, y hubo algo parecido al orgullo en su
voz. Verás. Cuando era joven, más joven que tú ahora, sometí a la Señora de la
alcanza para absorber a la madre y a la hija. Basti está casi totalmente sometida.
Nadhal se resiste aún, aunque mientras fue niña nunca me desobedeció. Este
nuevo amuleto será para nuestra vieja amiga, Sahmar. La Poderosa se someterá a
con una fuente que susurraba apenas, como si el agua no tuviera fuerzas para
cantar en este lugar. Kahle, venciendo su repulsión, lo siguió. El patio era idéntico
Sólo hay una manera de retener el poder y la vida para mí: atrapando a
El hombre se pasó la lengua por los labios. Parecía que le faltaba el aire.
doscientos años que no puedo dejar este palacio sin sentir que la magia de Basti
a mí. Mis fuerzas me abandonan por completo. Así que, hijo, debes hacerlo tú.
El viejo se volvió.
No lo haré.
mientras caminaba por el largo pasillo entre las columnas talladas. Pero la Señora
Vio por entre las columnas el rincón del bosque, mudo y vacío ahora. Ese
había sido uno de los lugares favoritos de la Señora. La fuente susurraba apenas,
como se esta tampoco tuviera fuerzas para cantar. Pero la Señora no se hallaba
Ella estaba en el trono. Blanca y bella, como siempre. Blanca como la luna
en las noches azules del desierto, luminosa como una estrella. Y fría. Fría como el
en torno a él, y se lo llevó lejos, mezclado en el polvo mágico que cubría el reino
de Sahmar.
Siguiendo las voces, habían subido una, dos, tres escaleras, y habían
los hechizos que lo abrían, y creyó que este sería igual. Pero tras un par de
salida.
la vio.
Señora... susurró.
muda.
No, no, hijas mías, no... dijo la mujer acercándose. Y de repente fijó
Sobrina...
La Señora se apartó unos pasos para mirarlas de nuevo, con una sonrisa en
los labios.
salida del Sol, y cada día hace más frío en este palacio... Ya no salgo afuera,
porque la luz es triste y oscurece pronto. Y ellos ya no vienen a mí. ¿Qué sucede
en el mundo?
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La Señora las miraba con cierta ansiedad, no exenta de solicitud por ellas.
No les había soltado las manos, y ambas sintieron una curiosa calidez se extendía
Mjuck miró a Nadhal, y Nadhal a Mjuck. Era como lo había dicho Sahmar.
Ahora era el sueño de ambos. Por eso había resistido tanto tiempo.
Basti volvió a hacer un gesto de sorpresa. Hacía tanto tiempo que había
aceptado la prisión.
mucha fuerza. Y luego, naciste tú... Temía por ti, pequeña. Temía que él te hiciera
prisionera...
Mira.
que el antisajalí le había dejado. Quedaba muy poco de la magia del objeto en
también. Esa era la transformación que Kahle había observado, y que tanto le
años.
Mientras hablaba, Basti pasó una mano que parecía de luz sobre la herida
del toque de Sahmar, que era como hielo, la caricia de Basti era tenue y cálida
como un rayo de sol de invierno. Y sin embargo, a medida que liberaba a Nadhal,
ella misma se liberaba de los restos de la promesa que había hecho. El contacto se
XXI.
El rey Keryat reía como enloquecido cuando Basti entró al salón del trono.
Sí, tengo poderes que tomé de las dos; poderes que me pertenecen
¡No! ¡No usarás poderes robados contra mis hijas! clamó la Señora
Quizá fue en ese momento que él la vio. Tal vez hacía mucho que no la
veía. O tal vez la vio en posesión de todo su poder, libre y bella como el día que la
transformado ahora por su codicia, deformado por un poder que nuca había
de poder y de ambición.
todavía más. Una de sus patas desmoronó una columna, y lo hizo tropezar. Entre
La bestia acercó una cabeza blanca, la que nacía del poder robado a Basti
hacia Nadhal y sopló su ira de fuego sobre ella. Mjuck lo repelió con el cetro de
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rubí. La otra cabeza se levantó detrás, aullando, resoplando una niebla de hielo y
Nadal apuntó la gema de su cetro de zafiro, pero el rayo de luz azul fue
débil y erró el blanco. Eso había sido su padre. ¿En qué se había convertido?
¡Nooo!
la bestia.
delante de él.
Pero en su ira, había arrastrado a Kahle hasta el abismo, y allí cayó, entre la niebla
Nadhal, pero Basti estaba allí, de pie a su lado. Los ataques no la habían afectado
en lo más mínimo.
Ella levantó su cetro en alto, y Nadhal pudo ver que la gema no era ni
un momento, los ojos azules de Basti brillaron negros como los de Sahmar, y su
cabello rubio se vio negro, como el de la otra Señora. Levantó su cetro, el cetro de
Has roto tu pacto. Que el poder que te otorgué se retire de ti, dijo, y
Pero Nadhal lloraba en el hombro de Taro. Lloraba por Mjuck, lloraba por
Kahle... y también lloraba por el hombre que alguna vez había llamado padre:
Keryat.
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en el Palacio de Oro hacía más de dos semanas. Pero la Señora Nadhal no estaba
acampado aquí en la mañana, y Taro decidió que esperaría hasta la noche para
Apuntaban las estrellas cuando divisó los dos jinetes, y supo que no
necesitaba continuar. Eran el Señor Loev y el Rey Kadhir. Solos, sin séquito.
gentilmente. Ella casi no abrió los ojos. Taro se sentó junto a ella, y la sostuvo en
Tziro... murmuró. Ahora estoy del otro lado, igual que tú...
Señor Loev... Es una suerte que estés aquí... continuó ella. Loev la
miraba sin poder creer que esta fuera la misma Nadhal que había conocido.
Tengo que hacerte una encomienda. Debes llevar mi cetro a la Dama Enyr. Ella
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Nadhal había tomado las manos de Loev y puso en ellas el anillo de Kahle.
Mi Señora...
Dama y de mi pueblo.
Y la Señora cerró los ojos. La brisa del desierto blanco le acarició las
XXII.
al Embajador en un susurro.
Está hermosa. Pensar que la conocí cuando no era más que una niña
confundida.
La Dama se rió.
estuvo allí mucho tiempo. Ingresó en los Círculos del Silencio. Un año más tarde,
los sajalíes del Este. El Señor Taro es el único mortal que puede entrar al Palacio
dejándolos seguir su conversación en privado. Iba hacia la Reina Enyr cuando una
Mjuck se rió con una risa tan transparente como su persona. Estaban del
otro lado.
Era Taro.
sajalí, dijo.
Reina.
Mjuck se rió.
Ya lo veremos, dijo.
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Las dos Señoras
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I........................................................... 1
II.......................................................... 5
III......................................................... 18
IV......................................................... 24
V.......................................................... 38
VI......................................................... 49
VII........................................................ 59
VIII....................................................... 66
IX.......................................................... 74
X........................................................... 86
XI.......................................................... 99
XII......................................................... 109
XIII........................................................ 119
XIV........................................................ 128
XV.......................................................... 136
XVI......................................................... 148
XVII........................................................ 159
XVIII....................................................... 166
XIX…………………………………….. 174
XX……………………………………… 186
XXI………………………………………198
XXII……………………………………..204