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Infecciones de los huesos y de las articulaciones

Pueden infectarse los huesos, el líquido y los tejidos de las articulaciones. Tales infecciones
incluyen la osteomielitis y la artritis infecciosa.

Osteomielitis

La osteomielitis es una infección del hueso, generalmente provocada por una bacteria, aunque
también, en algunos casos, por un hongo.
Cuando se infecta el hueso, se inflama a menudo la médula ósea. En vista de que el tejido
inflamado presiona contra la rígida pared exterior del hueso, los vasos sanguíneos de la médula
pueden comprimirse, reduciendo o interrumpiendo el suministro de sangre al hueso.
Si el aporte sanguíneo resulta insuficiente, algunas partes del hueso pueden morir. La infección
puede también avanzar por fuera del hueso y formar acumulaciones de pus (abscesos) en los
tejidos blandos adyacentes, como el músculo.

Causas

Los huesos, que normalmente están bien protegidos de la infección, pueden infectarse por tres
vías: el flujo sanguíneo, la invasión directa y las infecciones de los tejidos blandos adyacentes.
El flujo sanguíneo puede transmitir una infección a los huesos desde otra parte del cuerpo. La
infección suele presentarse en las extremidades de los huesos del brazo y de la pierna en el caso
de los niños y en la columna vertebral en los adultos. Las personas que están en tratamiento de
diálisis por insuficiencia renal y las que se inyectan drogas tienen una predisposición particular
para contraer una infección de las vértebras (osteomielitis vertebral). También se pueden originar
infecciones en la parte del hueso en que se ha implantado una pieza de metal, como en el caso
de una cirugía por una fractura de la cadera o de otros sitios. Las vértebras también pueden
infectarse por las bacterias que causan la tuberculosis (enfermedad o mal de Pott).
Algunos organismos pueden invadir el hueso directamente a través de las fracturas abiertas,
durante una intervención quirúrgica del hueso, o a través de objetos contaminados que penetran
en él. La infección en una articulación artificial (contraída por lo general durante la intervención
quirúrgica) puede extenderse al hueso adyacente.
La infección en los tejidos blandos que rodean el hueso puede extenderse al mismo, al cabo de
varios días o semanas. Esta infección puede tener su origen en una zona lesionada por una
herida, por radioterapia o por cáncer, o en una úlcera de la piel causada por mala circulación o
diabetes, o en una infección de los senos paranasales, de los dientes o de la encía.

Síntomas

En los niños, las infecciones óseas contraídas a través del flujo sanguíneo causan fiebre y, en
ocasiones, dolor en el hueso infectado algunos días después. El área que está por encima del
hueso puede inflamarse e hincharse y el movimiento puede resultar doloroso.
Las infecciones de las vértebras se desarrollan de forma gradual, produciendo dolores de espalda
persistentes y sensibilidad al tacto. El dolor empeora con el movimiento y no se alivia con el
reposo ni con la aplicación de calor o la ingestión de analgésicos. La fiebre, un signo frecuente
de infección, está frecuentemente ausente.
Las infecciones óseas provocadas por infecciones en los tejidos blandos adyacentes o por
invasión directa, causan dolor e hinchazón en la zona localizada encima del hueso; se pueden
formar abscesos en los tejidos circundantes. Estas infecciones pueden no provocar fiebre. Los
resultados de los análisis de sangre pueden ser normales. Es habitual que el paciente que
presenta una infección en una articulación o un miembro artificial sufra un dolor persistente en
esa zona.
Si una infección ósea no se trata de manera eficaz, se puede producir una osteomielitis crónica.
En ocasiones, este tipo de infección pasa inadvertida durante mucho tiempo, ya que puede no
producir síntomas durante meses o años. Es frecuente que la osteomielitis crónica cause dolor en
el hueso, produciendo infecciones en los tejidos blandos que están sobre el mismo y una
supuración constante o intermitente a través de la piel.
El drenaje tiene lugar cuando el pus del hueso infectado se abre paso hacia la piel y se forma un
trayecto (trayecto fistuloso) desde el hueso hasta la piel.
Fases de la infección de una vértebra y del disco intervertebral.
Diagnóstico

Los síntomas y los


resultados de la
exploración física pueden
sugerir osteomielitis. La
zona infectada aparece
casi siempre anormal en una gammagrafía ósea (con isótopos radiactivos como el tecnecio),
excepto en los niños; en cambio, puede no manifestarse en una radiografía hasta 3 semanas
después de la aparición de los primeros síntomas. La tomografía computarizada (TC) y la
resonancia magnética (RM) también identifican la zona infectada. Sin embargo, no siempre
distinguen las infecciones de otros trastornos del hueso. Para diagnosticar una infección ósea e
identificar la bacteria que la causa, se deben tomar muestras de sangre, de pus, de líquido
articular o del mismo hueso. Por lo general, en una infección de las vértebras, se analizan
muestras del tejido óseo que se extraen mediante una aguja o durante una intervención
quirúrgica.

Tratamiento

En los niños o adultos con infecciones óseas recientes a partir del flujo sanguíneo, los
antibióticos son el tratamiento más eficaz. Si no puede identificarse la bacteria que provoca la
infección, se administran antibióticos eficaces contra el Staphylococcus aureus (la bacteria
causante más frecuente) y, en algunos casos, contra otras bacterias. Al principio los antibióticos
se pueden administrar por vía intravenosa y más tarde por vía oral, durante un período de 4 a 6
semanas, dependiendo de la gravedad de la infección. Algunas personas necesitan meses de
tratamiento. En general no está indicada la cirugía si la infección se detecta en su fase inicial,
aunque, en ocasiones, los abscesos se drenan quirúrgicamente.
Para los adultos que sufren infecciones en las vértebras, el tratamiento habitual consiste en la
administración de antibióticos adecuados durante 6 a 8 semanas, a veces guardando reposo
absoluto. La cirugía puede ser necesaria para drenar abscesos o estabilizar las vértebras
afectadas.
El tratamiento es más complejo cuando la infección ósea es consecuencia de una infección de los
tejidos blandos adyacentes. Habitualmente, tejido y hueso muerto se extraen quirúrgicamente y el
espacio vacío resultante se llena con hueso, músculo o piel sanos, y luego se trata la infección
con antibióticos.
Por lo general, una articulación artificial infectada debe ser extraída y sustituida por otra. Los
antibióticos pueden administrarse varias semanas antes de la intervención quirúrgica, de modo
que pueda extraerse la articulación artificial infectada e implantarse simultáneamente la nueva. El
tratamiento resulta ineficaz en contadas ocasiones y puede ser necesario recurrir a una
intervención quirúrgica, bien sea para fusionar los huesos de la articulación o para amputar el
miembro.
Las infecciones que se propagan al hueso desde las úlceras del pie, causadas por mala
circulación o diabetes, implican a menudo varias bacterias y de manera simultánea son difíciles
de curar sólo con antibióticos. La curación puede requerir la extirpación del hueso infectado.

Artritis infecciosa

La artritis infecciosa es una infección del contenido líquido (líquido sinovial) y de los tejidos de
una articulación.
Los organismos infecciosos, principalmente las bacterias, suelen alcanzar la articulación a través
del flujo sanguíneo, aunque ésta puede infectarse directamente si se contamina por vía
quirúrgica, por una inyección o por una herida. Una articulación puede verse infectada por
diversas bacterias. El tipo de bacteria causante de la infección puede variar según la edad de la
persona. Los estafilococos, el Hemophylus influenzae y las bacterias conocidas como bacilos
gramnegativos infectan con más frecuencia a bebés y niños pequeños, mientras que los
gonococos (bacterias que causan la gonorrea), los estafilococos y los estreptococos, infectan con
mayor frecuencia a niños mayores y adultos. Los virus, como el de la inmunodeficiencia humana
(VIH), los parvovirus y los que causan la rubéola, las paperas y la hepatitis B, pueden infectar las
articulaciones de personas de cualquier edad. Las infecciones articulares crónicas son muy a
menudo provocadas por tuberculosis u hongos.
Síntomas

Es habitual que los niños experimenten fiebre y dolor,


con tendencia a la irritabilidad. Es corriente que los
niños no muevan la articulación infectada por el dolor
que ello les produce. En niños mayores y en adultos
que presentan infecciones bacterianas o víricas, es
Artritis de origen infeccioso
habitual que los síntomas comiencen de manera súbita.
Para el diagnóstico de la artritis de origen infeccioso
Es corriente el enrojecimiento, el calor local y el dolor
(artritis séptica) es indispensable el análisis del líquido
al movimiento y al tacto, al igual que la acumulación de
articular, que frecuentemente es de aspecto turbio,
líquidos, provocando hinchazón y rigidez en la
inclusive purulento. El líquido se obtiene mediante la
articulación. Otros síntomas son fiebre y escalofríos.
punción de la articulación con una jeringa y aguja
Las articulaciones que se infectan con mayor frecuencia
estériles.
son las de la rodilla, del hombro, de la muñeca, de la
cadera, de los dedos y de los codos. Los hongos o las micobacterias (bacterias que causan la
tuberculosis e infecciones similares) suelen causar síntomas de menor intensidad. La mayoría de
las infecciones por hongos y micobacterias afectan sólo a una articulación y, en raras ocasiones,
infectan a varias de manera simultánea. Por ejemplo, la bacteria que causa la enfermedad de
Lyme infecta muy a menudo las articulaciones de la rodilla. Los gonococos y los virus pueden
infectar muchas articulaciones al mismo tiempo.

Diagnóstico

Una articulación infectada suele ser destruida en pocos días, a menos que el tratamiento con
antibióticos se inicie inmediatamente. Por esta razón se realizan varias pruebas de diagnóstico si
existe la posibilidad de infección. Es habitual extraer una muestra del líquido articular, tanto para
detectar la presencia de glóbulos blancos como para efectuar pruebas complementarias, que
determinarán la presencia de bacterias y otros organismos. Los cultivos en laboratorio son, en la
mayoría de los casos, útiles para identificar la bacteria que causa la infección del líquido
articular, a menos que la persona haya tomado antibióticos recientemente. Sin embargo, las
bacterias que causan la gonorrea, la enfermedad de Lyme y la sífilis son difíciles de aislar del
líquido articular.
Las bacterias responsables de las infecciones articulares aparecen frecuentemente en el flujo
sanguíneo; por ello, es habitual que el médico solicite un análisis de sangre. Así mismo, se puede
analizar el esputo, el líquido de la médula espinal y la orina con el fin de determinar la fuente de
la infección.

Tratamiento

El tratamiento con antibióticos se inicia tan pronto como se sospecha la posibilidad de infección,
incluso antes de la identificación del organismo infeccioso por parte del laboratorio. En primer
lugar se administran antibióticos para eliminar las bacterias más probables y, en caso de ser
necesario, se administrarán otros más adelante. Con frecuencia, se administran inicialmente los
antibióticos por vía intravenosa, para asegurar que el fármaco llegue en cantidad suficiente a la
articulación infectada. En raras ocasiones se inyectan directamente en la articulación. Si el
tratamiento es adecuado, la mejoría se produce en el transcurso de 48 horas.
Para prevenir la acumulación de pus (que puede dañar la articulación), el médico lo extrae con
una aguja. En ocasiones, se inserta un tubo para drenar el pus, sobre todo si la articulación es
difícil de alcanzar con una aguja, por ejemplo, en el caso de la cadera. Si el drenaje de la
articulación, practicado con una aguja o un tubo, no resulta eficaz, se puede recurrir a la cirugía o
a la artroscopia (procedimiento que utiliza un microscopio especial para examinar el interior de la
articulación). En un principio, se puede inmovilizar la articulación para aliviar el dolor, pero
también será necesaria una rehabilitación física para prevenir la rigidez y la pérdida permanente
de funciones.
Las infecciones causadas por hongos se tratan con fármacos antimicóticos y la tuberculosis, con
una combinación de antibióticos. Sin embargo, las infecciones víricas suelen mejorar de forma
espontánea, de ahí que sólo sea necesaria la terapia para el dolor y la fiebre.
En general, cuando se infecta una articulación artificial, resulta inadecuado el tratamiento basado
únicamente en antibióticos.
Al cabo de varios días de tratamiento con antibióticos, la cirugía puede ser necesaria para
sustituir la articulación.
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