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Patogénesis
Para infectar a una persona, el virus debe entrar en células como los linfocitos, una variedad de
glóbulos blancos. El material genético del virus se incorpora al ADN de una célula infectada. El
virus se reproduce dentro de la célula, llegando a destruirla finalmente y liberando nuevas
partículas del mismo. Luego estas nuevas partículas infectan otros linfocitos y también pueden
destruirlos.
El virus se adhiere a los linfocitos que presentan en su superficie una proteína receptora, llamada
CD4. Las células con receptores CD4 suelen ser llamadas células CD4-positivas (CD4+) o
linfocitos T colaboradores. Los linfocitos T del tipo colaborador tienen la función de activar y
coordinar otras células del sistema inmunitario, como los linfocitos B (que producen anticuerpos),
los macrófagos y los linfocitos T citotóxicos (CD8+), todos los cuales ayudan a destruir células
cancerosas y microorganismos invasores. Como la infección por VIH destruye los linfocitos T
colaboradores, debilita el sistema con que cuenta el organismo para protegerse de las infecciones
y el cáncer.
Los infectados con VIH pierden los linfocitos T colaboradores (células CD4+) en tres fases con el
paso del tiempo. Una persona sana tiene un número de linfocitos CD4 de aproximadamente 800 a
1 300 células por microlitro de sangre. En los primeros meses posteriores a la infección por el
VIH, este número puede reducirse del 40 al 50 por ciento. Durante estos primeros meses, el
enfermo puede transmitir el VIH a otros porque en su sangre circulan muchas partículas del virus.
A pesar de que el organismo lucha contra éste, es incapaz de eliminar la infección.
Después de aproximadamente 6 meses, el número de partículas de virus en la sangre alcanza un
valor estable, que varía de persona a persona. Sin embargo, siguen quedando suficientes para
continuar la destrucción de linfocitos CD4+ y transmitir la enfermedad a otros sujetos. Pueden
pasar muchos años en los que se produce una disminución lenta pero progresiva de los valores
de dichos linfocitos hasta niveles por debajo de lo normal. Los altos valores de partículas víricas
y los bajos valores de linfocitos ayudan al médico a identificar a los pacientes con mayor riesgo
de desarrollar SIDA.
Durante el año o los dos años anteriores al desarrollo del SIDA, el número de linfocitos CD4+
suele descender más rápidamente. La vulnerabilidad a la infección aumenta a medida que el
número de linfocitos CD4+ baja a menos de 200 células por microlitro de sangre.
La infección por VIH también altera la función de los linfocitos B, componentes del sistema
inmunitario que generan anticuerpos y suele hacerles producir un exceso de los mismos. Estos
anticuerpos son dirigidos principalmente contra el VIH y otras
infecciones con las cuales la persona ha tenido un contacto previo.
Pero éstos son poco eficaces contra muchas de las infecciones
oportunistas del SIDA. Al mismo tiempo, la destrucción de los
linfocitos CD4+ por parte del virus reduce la capacidad del sistema
inmunológico en el reconocimiento de nuevos agentes invasores.
Transmisión de la infección
El contagio del VIH requiere del contacto con humores corporales que
contengan células infectadas o partículas del virus; dichos humores
incluyen sangre, semen, secreciones vaginales, líquido del cerebro y
de la médula espinal y leche materna. El VIH también está presente en las lágrimas, la orina y la
saliva, pero en concentraciones ínfimas.
El VIH se transmite de las siguientes maneras:
- A través de las relaciones sexuales con una persona infectada, durante las cuales la membrana
mucosa que reviste la boca, la vagina o el recto queda expuesta a los humores corporales
contaminados.
- Por una inyección o infusión de sangre contaminada, como ocurre al realizar una transfusión,
por compartir jeringuillas o pincharse accidentalmente con una aguja contaminada con el VIH.
- Transmisión del virus desde una madre infectada a su hijo antes del nacimiento o durante el
mismo, o bien a través de la leche materna.
- La susceptibilidad a la infección por VIH aumenta cuando la piel o una membrana mucosa
resulta dañada, como puede suceder durante una enérgica relación sexual vía vaginal o anal.
Muchos estudios han demostrado que la transmisión sexual del VIH es más probable si uno de los
dos miembros de la pareja tiene herpes, sífilis u otras enfermedades de transmisión sexual que
puedan causar lesiones en la piel. Sin embargo, el VIH puede ser transmitido por una persona
infectada a otra durante una relación sexual vaginal o anal, aunque ninguna de las dos tenga
otras enfermedades de transmisión sexual o lesiones evidentes en la piel. La transmisión también
puede tener lugar durante el sexo oral, a pesar de que es menos frecuente.
En los Estados Unidos y Europa, la transmisión del VIH entre los varones homosexuales y los
adictos a inyectarse drogas se ha vuelto más frecuente que la transmisión entre heterosexuales.
Sin embargo, el índice de transmisión entre estos últimos aumenta rápidamente. A título
indicativo, en los Estados Unidos, más del 10 por ciento de las personas con SIDA son mujeres,
mientras que en America Latina esta cifra alcanza el 25 por ciento, y la infección por el VIH está
aumentando más rápidamente entre las mujeres que entre los hombres. La transmisión en África,
el Caribe y Asia es principalmente entre heterosexuales y la infección por el VIH se produce en la
misma proporción entre hombres y mujeres.
Antes de 1 992, gran parte de las mujeres europeas y norteamericanas infectadas lo adquirieron
al inyectarse drogas con agujas contaminadas. Sin embargo, el número de casos derivados de la
transmisión sexual ha sobrepasado lentamente el número atribuido al consumo de drogas.
Una persona que trabaja en el ámbito de la salud y accidentalmente se pincha con una aguja
contaminada con el VIH tiene una posibilidad entre 300 de contraer el virus. El riesgo de infección
aumenta si la aguja penetra profundamente o si se inyecta sangre
contaminada. Tomar un fármaco antirretrovírico como el AZT
(zidovudina) parece reducir la probabilidad de infección tras
pincharse con una aguja, pero no elimina el riesgo.
El SIDA representa en la actualidad la primera causa de muerte entre
los hemofílicos, que necesitan frecuentes transfusiones de sangre
completa u otros productos plasmáticos. Antes de 1 985, muchos
hemofílicos recibieron productos sanguíneos contaminados con el
VIH. Desde entonces, se examina toda la sangre recolectada para
controlar que no esté contaminada y en la actualidad los productos
plasmáticos son tratados con calor para eliminar el riesgo de contagio
del virus.
La infección por el VIH en gran número de mujeres en edad fértil ha
producido la subsecuente transmisión a los niños. El virus puede ser
transmitido al feto al inicio de la gestación a través de la placenta o
en el momento del nacimiento al pasar por el canal del parto. Los
niños que son amamantados pueden contraer la infección por VIH a
través de la leche materna. Éstos también pueden infectarse si son
objeto de abusos sexuales.
El VIH no se transmite por contacto casual ni tampoco por un
contacto estrecho no sexual en el trabajo, la escuela o el hogar. No
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