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Las cinco tipologìas definidas por la CICIP y el UNICRI son las siguientes:
Entre los integrantes del grupo central no hay vínculos de identidad como en
las otras tipologías. Si bien puede darse una división funcional de actividades
entre sus miembros, ella se adecuará a la alta especialización que éstos
poseen. La actividad criminal que desarrolla esta clase de organización puede
ser única o plural aunque siempre será de una variedad limitada .
Se reconoce como una sub categoría del grupo central a las empresas
criminales flexibles. Estas generalmente adoptan una presencia corporativa
de apariencia legal y de dedicación a negocios lícitos y prósperos. Sin
embargo, encubren con ello su verdadera actividad ilegal que se encuentra
ligada a operaciones de lavado de dinero, defraudación tributaria o fraude en
las subvenciones. El número de integrantes que las compone es muy reducido.
No obstante, todos sus miembros tienen gran experiencia y especialización en
temas económicos o financieros, a la vez que gozan de una alta estima social.
Son ajenos a todo uso de medios violentos y cuentan con útiles conexiones en
las esferas del poder político y en los órganos de gestión de las empresas más
exitosas. Su sofisticada fachada legal y su integración activa en la economía
licita hacen que la detección de sus actividades delictivas sea muy difícil.
Los estudios de CICIP-UNICRI califican como expresión de la tipología grupo
central a la organización criminal australiana denominada Sindicato McLean.
Sobre ella se señala lo siguiente. “Los miembros del grupo son relativamente
flexibles y fluidos; individuos o grupos de individuos agrupados bajo
necesidades económicas en común. Esto significa que los miembros pueden
entrar y salir del grupo según las circunstancias. De esta manera el sindicato
busca constantemente nuevos miembros con habilidades específicas según lo
requieran los variantes mercados y oportunidades. Claramente, los
requerimientos más importantes de los miembros del sindicato es la habilidad
para que los demás miembros confine en la persona en cuestión. Sólo un
pequeño número de miembros principales del sindicato permanecen tiempo
completo comprometidos con los objetivos de la organización. Las relaciones
entre estos miembros principales están cimentadas en la confianza y el
entendimiento mutuo establecido a través de muchos años de participar juntos
en negocios ilícitos. Todos ellos tienen un alto grado de conocimiento
profesional en su área de trabajo- la importación ilegal de cannabis en Australia
y otros países. El grupo está formado por un número de diferentes células
criminales que operan con roles definidos, coordinados por personas que
ocupan el rol de lideres de cada una de las células. Se tiene conocimiento de
que varias células del sindicato McLean operan en varias jurisdicciones fuera
de Australia, incluyendo las Filipinas, Pakistán, Tailandia, Alemania, Reino
Unido, Hong Kong y Singapur ” (Idem. ps. 7 y 8).
Para concluir con este apartado debemos señalar que las tipologías a las que
nos hemos referido están incorporadas en la Falcone Check List o cuestionario
tipo para el seguimiento de investigaciones sobre delincuencia organizada.
Efectivamente la variable descrita en el ítem 4 demanda la identificación de la
estructura del grupo criminal investigado. Lo cual muestra con claridad la
utilidad descriptiva de las cinco tipologìas para conocer mejor a los grupos
criminales.
Ahora bien, con relación a las bandas locales, las estadísticas de criminalidad
registran en los últimos 15 años un constante ascenso en la frecuencia de
delitos violentos contra el patrimonio y la libertad personal. Efectivamente,
según algunos reportes ya hacia finales de los 90 la actividad criminal de las
bandas se había incrementado notablemente. Así, por ejemplo, algunos
estimados señalaban que hacia 1998 en el país operaban alrededor de 35
bandas importantes, en las que estaban integradas alrededor de 700 personas
(Cfr. El Crimen Organizado en Lima. Entrevista a César Ortiz Anderson,
publicada en Domingo. Suplemento del diario La República, edición del 10 de
mayo de 1998, p. 10 y ss; INEI. La Violencia en Lima Metropolitana. Separata
estadística Datos 79, en el Peruano, edición del 11 de mayo de 1998, p. A 11).
Pero, además, por aquel entonces, existían en Lima entre 100 y 120 grupos
menores dedicados a dos nuevas modalidades delictivas que la prensa
denomino con fina ironía “Secuestros al Paso”. Esta innovada actividad
delictiva se materializaba con el secuestro por horas de una persona de clase
media a la que se exigía un rescate poco significativo y que fluctuaba entre los
1000 a 3000 dólares.). También estos grupos se especializaron en la práctica
de los “Asaltos a cambistas”. Esta modalidad se expresaba en robos a mano
armada y donde la víctima era una persona dedicada al cambio ambulatorio de
dólares en las calles de Lima Metropolitana. En los dos últimos años las
bandas de secuestradores han aumentado al igual que su efectividad delictiva.
Es así que entre el 2004 y mayo de 2006 se produjeron en Lima un total de 69
secuestros (Cfr. Luis García Panta y Mario Mejía Huaraca. Plagiadores al
Acecho. Publicado en diario El Comercio. Edición del 21 de mayo de 2006, p.
A 13).Sin embargo, algunos informes periodísticos dan cifras más altas:
“Aunque oficialmente no hay una estadística, extraoficialmente se dice que en
el país ocurren un promedio de 150 secuestros anuales de gran envergadura y
medio millar de secuestros al paso, de los cuales sólo se reporta el 50%. Se
estima que las organizaciones criminales realizan cobros por más de 10
millones de dólares “ (Cfr. Negocio Imparable. Reportaje publicado en la
Revista 5to Poder Nº 49, edición del 7 de mayo de 2006, p.38 y ss).
En la actualidad, pues, las firmas peruanas han logrado consolidar una posición
de importancia en la estructura operativa del sistema internacional del tráfico
ilícito de drogas. Luego del desmembramiento de los principales Cárteles
colombianos, ellas han pasado a ocupar un rol protagónico e imprescindible
para el mantenimiento del mercado ilegal de cocaína.
Por otro lado, si bien el artículo 317º regula circunstancias agravantes que
responden a los estándares del derecho extranjero, se detectan también
algunos vacíos y que de cara a la reciente experiencia nacional deberían
cubrirse. Por ejemplo, no se han considerado agravantes específicas por la
calidad operativa de mando o control que dentro de la organización ejerce el
integrante .De allí que resulte pertinente el reclamo de REAÑO PESCHIERA
cuando afirma que “llama la atención que a diferencia de lo que ocurre en la
legislación comparada ya comentada, el tipo peruano de asociación para
delinquir no contemple una modalidad agravada en función a la calidad de líder
o dirigente de la agrupación” (Cfr. Ob. Cit., p. 302). Es de recordar que este tipo
de agravantes, por la posición especial del integrante, tampoco es ajena a
nuestra experiencia legislativa como lo demuestra el artículo 297º del Código
Penal que luego de agravar la pena del integrante en su inciso 6, incluye un
agravante de segundo grado para el “jefe, dirigente o cabecilla de una
organización dedicada al tráfico ilícito de drogas o insumos para su
elaboración”
Para concluir, de lege ferenda se propone una nueva redacción dell articulo
317º del Código Penal y que sería la siguiente: