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¿POR QUÉ NO SOY UN

CATÓLICO ROMANO?

Propósito de Este Estudio:

Este artículo obedece a un espíritu de buena voluntad


hacia nuestros amigos Católicos peruanos y extranjeros en todas
partes. Sucede que muchos de mis amigos católicos me preguntan
porqué dejé el catolicismo, si de niño fui bautizado en esa iglesia.

Pero antes de responder a esa pregunta, debo reconocer


que la Iglesia Católica es por lejos la más grande organización
religiosa de la Cristiandad. Su membresía sobrepasa los 600
millones de fieles, más del doble del número de miembros de todas
las denominaciones Protestantes juntas. En todo el mundo existen
casi 417,000 iglesias y alrededor de 157,000 escuelas, todas ellas
Católicas. Tiene 32,000 hospitales, orfanatos, asilos y demás
instituciones bajo su control y benefician a 16 millones de personas
cada año.

A pesar de lo compleja de su organización mundial, la


Iglesia Católica ofrece una uniformidad de fe y práctica que
contrasta abiertamente con la de los otros muchos grupos
competitivos y sus diversos credos. Además, reclama la vigencia de
la sucesión apostólica, así como la infalibilidad de su máximo líder;
algo que sólo pocas de las otras organizaciones religiosas se
atreverían afirmar. Y finalmente, es aquella, la única Iglesia que

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puede mirar atrás en su pasado histórico, consciente de la
influencia que ha ejercido sobre la civilización occidental, cuando
en un tiempo ella decidió el destino de naciones y gobernantes.

Este es seguramente un historial impresionante. Desde


el punto de vista estadístico e histórico el cuadro que hemos
pintado corresponde ciertamente a la de una iglesia poderosa. Sin
lugar a dudas, muchos católicos se deben sentir orgullosos por ello,
así como perplejos ante el porqué alguien, a pesar de estos hechos,
escogiese deliberadamente otra afiliación que no fuese la Católica.
Aquellos demandarían unir esfuerzos con la iglesia Católica, a fin
de juntos resistir exitosamente las asechanzas del ateísmo.

La razón por la cual un grupo escogiese permanecer


separado de la “Madre Iglesia” se convierte así en un tema de
palpitante interés, tanto para católicos, como para protestantes.
Para desarrollar este tema, nos propondremos investigar algunos
de los aspectos más importantes del catolicismo, tales como el de la
naturaleza de la Iglesia primitiva, el rol de la Biblia, las influencias
de las tradiciones, las características de la iglesia bíblica, así como
el origen de las diversas prácticas de la Iglesia Católica.

Intentaremos que esta presentación sea lo más justa e


imparcial posible, dando las referencias bíblicas e históricas del
caso toda vez que esto sea posible. Confiamos en que este análisis
servirá de guía a quienes han reflexionado sobre el tema,
proveyéndoles del material necesario que les permita sacar sus
propias conclusiones.

Puntos de Convergencia con el Catolicismo:

Es sorprendente descubrir que existen muchas áreas en


donde protestantes y católicos convergen o están de acuerdo. La
primera y la más importante de todas tiene que ver con la creencia
en un Dios que es un Espíritu Puro, Creador de todas las cosas, y

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que no tiene rival o competidor de igual a igual. Además, es un
Dios Amoroso, Justo, Perfecto, Inmortal, Invisible, Todopoderoso,
Omnipresente, y Omnisciente. Este Dios de los católicos es el
mismo concebido por los protestantes, en su mayoría.

En segundo lugar podemos mencionar que comparten la


creencia en la perfección original de la raza humana, representada
en Adán y Eva, en el jardín del Edén. Según ello, Adán y Eva
perdieron su felicidad, salud, y comunión con Dios por causa de su
desobediencia a Su ley. Las funestas consecuencias fueron la
enfermedad, la degradación, y alineación que se transmitieron de
padres a hijos. Con ellos aparece “el pecado original”.

Como tercer punto, hay coincidencia en que Dios planeó


la redención de la raza humana caída a través de un único y
singular sacrificio en la persona del Hijo de Dios. Católicos y
protestantes están de acuerdo que el único camino para
reconciliarnos con Dios el Padre es creyendo en el sacrificio de Su
Hijo, quien murió por todos los pecadores, y pagar el precio
correspondiente por los pecados.

Puntos de Divergencia con el Catolicismo:

En relación a estas enseñanzas cristianas básicas hay


total coincidencia. Pero avanzar más allá, a fin de profundizar en
temas como el de la constitución de la iglesia, formas aceptables
de adoración, creencias doctrinales específicas, o la naturaleza
del mensaje del evangelio a ser dado al mundo, nos enfrentaría a
muchas dificultades. Se levantarían barreras infranqueables
debido a conceptos y creencias contrapuestas. La pregunta surge
por sí sola. ¿Por qué deberían de existir diferencias si las dos tienen
un origen común?

Se podría ofrecer una respuesta muy simple, al menos en


cuanto a lo que a catolicismo y protestantismo se refiere. La razón

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por la cual hay armonía en los temas anteriormente expuestos es
que éstos claramente están expuestos en la Biblia y son aceptados
por la fe como hechos históricos. Se podría extender las áreas de
común entendimiento si los católicos y protestantes, por igual,
aceptaran que la Biblia es la única base sólida para la fe y
conducta cristianas. Pero es justo aquí donde la línea divisoria
aparece. Los católicos no creen que la Biblia sea la única guía
religiosa. Ellos consideran a la tradición de la iglesia, es decir, a
los escritos y enseñanzas de sus líderes a través de los siglos, como
de igual valor junto a la Biblia; y es en este sentido que según ellos,
hasta la supera en importancia.

Cuando los escritos de ciertas personalidades


importantes dentro de una religión son consideradas de igual valor
que la Biblia, se hace evidente que no todos aceptarán como válido
este criterio. Donde sea que se acepte como única fuente de verdad
a la Biblia, la tendencia que se dejará notar será hacia la
uniformidad de creencias. Y es aquí donde descansan las mayores
diferencias entre las Iglesias Católica y Protestante.

¿Es la Biblia por sí sola una guía suficiente y segura para


la salvación? Creemos que sí.

Quién Tiene la Autoridad--- ¿La Iglesia o la Biblia?:

Los católicos sostienen que la tradición de la iglesia es


más importante que la Biblia. Para ellos “La Tradición de la
Iglesia” es el “sentir” o el “criterio” de la iglesia a través de los
siglos, incluyendo los escritos de sus doctores, “padres”, teólogos,
así como sus decretos conciliares, libros litúrgicos, y encíclicas
papales. Creen además, que esta tradición en realidad no se opone
a la Biblia, sino que más bien la complementa.

A esta altura estudiaremos las razones que esgrimen los


católicos para justificar el énfasis puesto en la tradición. Si bien la

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Iglesia Católica considera que la voz de la iglesia es la voz de Dios,
al mismo tiempo y con igual énfasis, ella proclama que la ‘la
tradición de la Iglesia’ está en completa armonía con las Sagradas
Escrituras. Por lo tanto, dado que todos aceptan la Biblia en su
totalidad, podemos estar seguros que será de provecho el hacer un
examen respecto a lo que las mismas Escrituras tienen que
decirnos acerca de la tradición y su propósito o utilidad para los
cristianos de hoy.

La Iglesia Precede al Nuevo Testamento:

Dando una mirada retrospectiva hacia el momento


mismo en que se inició la Iglesia, sabremos que es históricamente
cierto que Cristo la estableció mucho tiempo antes que comenzara
a escribirse el Nuevo Testamento. Asimismo, es cierto que la tarea
de enseñar dentro de la Iglesia como la de testificar el evangelio a
los inconversos se estuvo llevando a cabo durante años antes que se
completara el Nuevo Testamento. Estos hechos se han usado no
sólo para restarle importancia a la Biblia, sino para magnificar la
autoridad de la iglesia. Pasemos a ver si esas conclusiones tienen
veracidad.

En primer lugar, los antiguos cristianos siempre


tuvieron las Escrituras del Antiguo Testamento de las cuales
beneficiarse. Éstas constituyen casi las tres cuartas partes de toda
la Biblia. Aquellas estaban a libre disposición en las sinagogas y
eran usadas con frecuencia en las discusiones de los judíos. De
hecho, se nos dice que los más nobles de los judíos
“escudriñaban diariamente las Escrituras” para
determinar, por ellos mismos, si las enseñanzas cristianas podían
justificarse (Hechos 17:11). Su razonamiento les decía que si el
cristianismo venía realmente de Dios, sería factible hallar indicios
en las Escrituras judaicas de que ello era así. Por cierto, los
primeros cristianos ya habían llegado a la conclusión de que
muchas de las profecías, oráculos, simbolismos, y otras enseñanzas

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inspiradas de los apóstoles, armonizaban perfectamente con
aquellas de las Escrituras Sagradas Hebreas. Difícilmente se podría
decir hoy que los antiguos cristianos fueron dejados sin Escrituras
que los guiaran.

Por supuesto que existen muchas enseñanzas del Nuevo


Testamento que son exclusivas del cristianismo, las mismas que no
pueden ser explícitamente verificadas en el Antiguo Testamento,
aunque estén presentes allí en forma de tipos y dichos oscuros.
Pero, los primeros cristianos no se hallaron “flotando en el aire”,
por así decirlo, debido a la ausencia de esos escritos, pues Jesús y
sus apóstoles estaban presentes con ellos ministrando en su
beneficio. Los apóstoles fueron testigos oculares de eventos
importantes que tuvieron lugar durante ese tiempo. En algunos
casos tuvieron revelaciones especiales como una ayuda en su
ministerio. Declaraciones hechas por el apóstol Pablo evidencia
que él habló bajo la directa inspiración de Dios.

En 1 Corintios 2:7,10 Pablo habló, diciendo: “Mas


hablamos sabiduría de Dios en misterio, la cual Dios
predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que
ninguno de los príncipes de este siglo conoció...pero Dios
nos la reveló a nosotros por el Espíritu.” Otra vez dice:
“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a
Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que
oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de
hombres, sino según es la verdad, palabra de Dios.”----(1
Tesalonicenses 2:13).

Adicionalmente, la iglesia del primer siglo se le dio el


beneficio de los dones sobrenaturales, tales como sabiduría,
operación de milagros, don de profetizar, etc., en compensación
por haber carecido de instrucciones específicas provenientes del
Nuevo Testamento (1 Corintios 12:4-11). A medida que los escritos
de los apóstoles se hicieron disponibles, estos dones resultaron

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innecesarios y con el tiempo cesaron. Así se nos entreteje un
cuadro acerca de la preocupación o interés de Dios por el
crecimiento y bienestar espirituales de los seguidores del Maestro
durante el primer siglo. Pero también se hace evidente la identidad
de aquel que controló de forma admirable sus asuntos antes que el
Nuevo Testamento estuviese disponible para todos. Ciertamente no
hay indicio alguno que muestre que el testimonio escrito de la
Palabra de Dios fuese considerado como algo de poco valor.

Valor del Testimonio Escrito:

Se sugiere que los apóstoles, en sus escritos, casi no


distinguieron entre la ‘palabra hablada’, la misma que más tarde
se convertiría en la tradición de la Iglesia, y la ‘palabra escrita’ la
que se convertiría después en el Nuevo Testamento. Se nos dice
que los apóstoles enfatizaban en la ‘palabra hablada’. De allí se
argumenta que, si los apóstoles no enfatizaron el testimonio o
‘palabra escrita’, ¿por qué nosotros, hoy, tendríamos que hacerlo?

Examinado las Escrituras relativas a este tema,


encontramos algunos textos que parecieran sustentar lo
argumentado por el catolicismo. Por ejemplo: “Así que
hermanos estad firmes y retened la doctrina que habéis
aprendido, sea por palabra, o por carta.” ( 2
Tesalonicenses 2:15). “Retén la forma de las sanas palabras
que de mi oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús.” (2
Timoteo 1:13). “Lo que has oído de mí ante muchos
testigos, esto encarga a hombres fieles, que sean idóneos
para enseñar también a otros.” (1 Timoteo 2:12).

Ante todo, en cada cita de arriba, Pablo se refiere a sus


propias palabras como las de alguien que había sido escogido para
ser un Apóstol de Cristo. Así que la advertencia de mantenerse
firmes en las “sanas palabras” sólo aplica a las palabras de Pablo.
No hay nada que indique que se pudiese aplicar también a las

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palabras de otro individuo. Más allá de esto, sin embargo, no
habría autoridad para aplicar estos textos a las palabras de aquellos
que habrían de venir después de los apóstoles. Para el tiempo que
éstos habían fallecido, sus escritos llegaron a estar disponibles a
todas las congregaciones cristianas, no siendo ya necesario que
dependieran de la ‘palabra oral’ cuando ya vino a estar escrita.

Además, en 1 Corintios 14:37 Pablo dice: “Si alguno se


cree profeta o espiritual, reconozca que lo que os escribo
son mandamientos del Señor.” Ciertamente esto revela que
Pablo tenía la convicción de que sus palabras eran inspiradas por
Dios mismo, o que tenían un origen divino. Por eso él urgió a sus
hermanos en la fe a que leyeran sus cartas en las iglesias (1
Tesalonicenses 5:27; Colosenses 4:16).

En ningún lugar se nos dice que Pablo se haya sentido


ofendido que hermanos en la fe compararan sus palabras con las
del Antiguo Testamento, como ocurrió con los Bereanos. Por el
contrario, aquellos hermanos fueron considerados más nobles que
los demás, porque usaban las Escrituras Hebreas (Antiguo
Testamento) como el patrón ante el cual medir la palabra hablada,
aunque viniese del gran apóstol Pablo (Hechos 17:10-11).

También el Antiguo Testamento aconseja: “¡A la ley y


al testimonio! Si no dijeren conforme a esto es porque no
les ha amanecido.” (Isaías 8:20). Es decir, debemos confrontar
las enseñanzas habladas, con aquellas escritas e inspiradas por
Dios.

En Efesios 2:19,20 leemos: “Ustedes... son


edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los
profetas, siendo la principal piedra del ángulo
Jesucristo mismo.” Dado que la escuela profética tuvo su
comienzo con los escritos de los profetas del Antiguo Testamento,
de la misma manera la escuela apostólica se inició con las palabras

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de los apóstoles, tal como están registradas en el Nuevo
Testamento.

¿Qué es lo que tiene que decir el apóstol Pedro sobre


todo esto? En su Segunda Epístola lo hallamos muy preocupado
por el futuro bienestar de los hermanos para después de su
“partida”. Mientras él estuvo a su lado, pudo despertarlos con su
amonestación, recordándoles las doctrinas importantes,
confirmándoles la verdad (2 Pedro 1:12-14). Pero Pedro también
quería que los hermanos se acordaran de sus palabras aun después
de su muerte. Dice: “También yo procuraré con diligencia
que después de mi partida vosotros podáis en todo
momento tener memoria de estas cosas.” (v.15). ¿ Cómo
podría lograr él este objetivo?

¿Estaba sugiriendo Pedro que los hermanos debían de


recordar y memorizar sus emocionante sermones?¿Era su
intención de que sus enseñanzas pasaran de boca en boca y de
generación en generación? Esto sería peligroso, pues podría
distorsionarse el verdadero evangelio, y la verdadera doctrina de
Cristo con el correr el tiempo. Los hermanos podrían “añadir”
pensamientos e ideas propias a las enseñanzas originales,
adulterando así el mensaje apostólico radicalmente. Se necesitaría
un CANON (una regla para medir la verdad original) para guiarse
y así preservar la sana doctrina. Por eso, el método que Pedro
sabiamente escogió usar está claramente descrito en 2 Pedro 3:1,2:
“Amados esta es la segunda carta que os escribo y en
ambas despierto con exhortación vuestro limpio
entendimiento; para que tengáis memoria de las
palabras que antes han sido dichas por los santos
profetas y del mandamiento del Señor y Salvador dado
por vuestros apóstoles.” Así, por medio de la palabra escrita
Pedro evitó que sus dichos fueran olvidados e intencionalmente
distorsionados, pues lo que quería era que el mensaje fuese
preservado en su pureza original.

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Jesucristo mismo se vio precisado en muchas ocasiones
a citar las mismas Escrituras Hebreas (A.T) para confirmar lo que
decía y enseñaba a sus discípulos y detractores por igual. Uno de
esos casos lo encontramos cuando Jesús estaba en el desierto
ayunando 40 días. El diablo se le presentó para tentarlo, ante el
cual Jesús le dijo: “Escrito está”, y citó la cita del Antiguo
Testamento (Mateo 4:4,7,10; Deuteronomio 8:3; 6:16; 6:13). Aquí
Jesús no trató de defenderse usando su lógica o razonamiento
personal, lo cual hubiera sido magistral; sino por el contrario, en
por lo menos tres ocasiones seguidas prefirió repetir la misma
frase, “Escrito Está”. Viniendo del mismo Hijo de Dios,
destinado a regir el mundo, ¿Qué poderosa demostración de
respeto y de prestar atención al testimonio escrito de su Padre fue
esa! También en Marcos 12:24 se le encuentra a Jesús diciendo:
“¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras y el
poder de Dios?”. Y en Lucas 4:17-21 se le encuentra a Jesús en la
sinagoga predicando y explicando la Escritura de Isaías capítulo 61
diciendo que ella se estaba cumpliendo en él. Y finalmente, en
Lucas 24:27,44-46 Jesús es hallado razonando de las Escrituras y
explicándoles su significado: “Y comenzando desde Moisés y
siguiendo por todos los profetas, les declaraba lo que de
él se decía en las Escrituras...era necesario que se
cumpliese todo lo que estaba escrito de mí en la ley de
Moisés, en los profetas, y los salmos...Entonces les abrió
el entendimiento para que comprendiesen las
Escrituras, y les dijo: ‘Así está escrito.’”

La Tradición Oral de La Iglesia:

En otra ocasión Jesús dijo: “La Escritura no puede


ser quebrantada.” ( o “anulada”, Juan 10:35, WEYMOUTH). Sí,
el testimonio de las Escrituras es siempre seguro y confiable, pues
es inspirada por Dios y útil para enseñar, corregir,
redargüir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea

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apto para toda buena obra (2 Timoteo 3:14-17). En cambio,
los hombres se pueden equivocar. El mismo Pedro se estaba
equivocando cuando insistía en que se debía guardar toda la ley de
Dios, incluso la circuncisión de la carne (“Judaizar”), al ignorar u
olvidar lo que Jesús había enseñado sobre la misma (Gálatas 2:11-
16). Entonces vemos que aun Pedro, un apóstol, se estaba
desviando, cuando él mismo pasó por alto lo enseñado por Jesús
antes.

Entonces, ¿los pensamientos o ideas de los líderes de la


iglesia católica representan bien la palabra de Dios? Todo depende
si dichos pensamientos o criterios corresponden o coinciden con
los dicho por los apóstoles y Cristo. ¿Cómo lo podemos saber? ¡Por
la Palabra escrita!

El mismo Jesús, durante su ministerio, nunca se apoyó


en las escuelas rabínicas de su día, llenas de tradiciones y
preceptos humanos. Evidentemente la razón por la cual no lo hizo
era porque sabía perfectamente que aquellas no estaban en
armonía con la Palabra escrita. A los fariseos y escribas, Jesús dijo:
“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando
dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón
lejos está de mí. Pues en vano me honran, enseñando
como doctrinas mandamientos de hombres.” (Mateo 15:7-
9). Por eso, los protestantes tienen sus grandes reservas con los
llamados sínodos, concilios, “El Magisterio de la Iglesia”,
“encíclicas papales”, “tradiciones de la iglesia”, etc. Si de éstos no
salen doctrinas de acorde con la Biblia---¡Los protestantes las
rechazan! Igual debieran hacer los mismos católicos, ¿no le parece,
estimado lector? Entonces, así como las tradiciones judías habían
divagado tan lejos de la verdad original de Dios, que Dios la
describió en Jeremías 2:13, como “cisterna he hechura
humana que no podía retener agua (La Verdad)”.
Asimismo, la tradición católica se ha convertido igualmente en una
cisterna que no puede retener la verdad de Dios.

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Los apóstoles Pablo y Pedro advirtieron en contra de la
desviación de la verdad al decir: “Mirad que nadie os engañe
por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos
del mundo, y no según Cristo.”(Colosenses 2:8). Pareciera
que estas palabras fueran escritas directamente para los católicos,
aunque fueron dichas primeramente para los judíos y sus
tradiciones, y contra los llamados gnósticos de la época, entre otros
grupos religiosos. “Tenemos también la palabra profética
más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como
a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que
el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en
vuestros corazones.” (2 Pedro 1:19). Desgraciadamente los
seminaristas católicos reciben mucha educación filosófica, y no
mucha teológica, contradiciendo de esta manera lo advertido por
los apóstoles.

La Iglesia del Primer Siglo

¿Se ha preguntado usted si la iglesia del primer siglo fue


Católica? Muchos han creído que la palabra “católica” aparece en la
Biblia, pero no es cierto. Jamás aparece la frase “Iglesia Católica
Romana” como tampoco “Iglesia Evangélica”, “Iglesia Mormona”,
“Iglesia Adventista”, etc.

Pero dirijámonos a los albores de la historia de la iglesia,


tomando nota de cómo era ésta, quiénes la componían, y qué es lo
que ella creía. Tal investigación podría ser mejor llevada adelante si
la hiciéramos al detalle, pero en atención a la brevedad nos
atendremos a lo más sobresaliente.

Desde el comienzo se ve claramente que Jesucristo


estableció sólo una iglesia y que fue ella que le dio la verdad
espiritual necesaria para su salvación. Sin embargo, al mismo

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tiempo que la fe se fue extendiendo, en diversos pueblos y
ciudades, se fueron organizando las primeras agrupaciones o
congregaciones de seguidores de Jesús, cada una manteniendo su
propia autonomía.

Había sólo una organización dentro de los límites de cada


pueblo. La iglesia que se reunía “en la casa” de fulano o sutano
(Filemón 2) no era otra cosa que una reunión de personas con fines
religiosos; el término ‘iglesia’ siendo usado en su sentido ordinario
de ‘asamblea’. Ninguna de estas iglesias locales pretendió gobernar
a las otras, confinando sus actividades a las de exhortar, aconsejar,
y confortarse mutuamente.

La base de la organización eclesiástica fue la fraternal


igualdad de los creyentes...en vez de una orden sacerdotal existía
un sacerdocio universal. Esto quiere decir que todos y cada uno
de los creyentes eran sacerdotes que ofrecían alabanza, adoración,
y sacrificio espiritual a Dios (1 Pedro 2:5,9).

Cada congregación (iglesia) elegía a sus propios


servidores, designándolos con los términos genéricos de ‘ancianos’
y ‘diáconos’ (1 Timoteo 3:1-13). En vista de que Jesucristo era
considerado como la única ‘cabeza’ de la iglesia (Efesios 1:22,23) y
todos sus miembros se consideraban hermanos entre sí (Mateo
23:8), no se tenía la más ligera idea de otorgarle a alguno de los
ancianos un mayor respeto o autoridad sobre los demás. Por esta
razón la indumentaria clerical fue totalmente
desconocida en los siglos tempranos de la iglesia. Así, se
desarrolló una extraña forma de gobierno dentro de la iglesia, con
cada miembro compartiendo responsabilidades y privilegios de
servicio con los demás.

Los primeros cristianos creyeron en el inminente retorno


de su Señor y el establecimiento del reino de Dios en la tierra
(Mateo 6:10; Lucas 19:11-15). Ellos se prepararon para este evento

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culminante por medio de llevar vidas puras y virtuosas, tratando de
hacer el bien (Gálatas 6:10). Fueron tan entusiastas y celosos en
proclamar las buenas nuevas acerca del reino de Dios que las
desazones y dificultades que encontraron a ese efecto fueron
consideradas de poca importancia (Hechos 5:40-42).

Viviendo en completa dedicación a Dios, trataron de


alejarse de los placeres y entretenimientos mundanos, no siendo
común el que se hicieran presentes en los espectáculos públicos y
populares de su día, descartando la posibilidad de entrar en la
política, y rehusando participar en el servicio militar.

Las primeras doctrinas de la iglesia del primer siglo


estuvieron centradas alrededor de la persona de su fundador. Jesús
fue reconocido como el Mesías del Antiguo Testamento (Mateo
16:16; Hechos 3:18), y su muerte y sacrificio redentor, como la base
para el perdón, reconciliación, justificación, y restauración divinos
(Romanos 5:8-11; 21 Timoteo 2:3-6; Hechos 3:19-21).

Los ritos básicos se limitaron al bautismo por inmersión


(bajo agua), y a la “cena del Señor”. La oración era totalmente
improvisada, no pre-fabricada, y no repetitiva. Los creyentes se
llamaban cariñosamente como ‘hermanos’ y ‘ hermanas’. No había
racismo, ni despotismo, ni prejuicios clasistas o educacionales.
Todos eran uno en Cristo Jesús. El divorcio era condenado.

Pero la fraternidad de los primeros cristianos implicaba


también el compartir los bienes, hospedar al extranjero, brindar
atención médica, y trabajar juntos en la propagación del evangelio.
Todos los cristianos, sin excepción, predicaron la palabra de Dios
que recibieron de otros hermanos. Su trabajo fue totalmente
gratuito, y nunca esperaron que se les pagara por difundir el
evangelio. “recibieron gratis, dieron gratis”.

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Es claro que la iglesia primitiva, la del primer siglo,
consistía en un pequeño grupo de hombres de carácter puro,
intachable, y carentes de aspiraciones políticas. Estos hombres no
detentaban rango alguno y si algunos llegaron a ser famosos sólo lo
fueron por su santidad de carácter, su fe, y su disposición a sufrir
por ello. A la vista de la gente de esos días eran una desgracia, unos
fanáticos, tratando de socavar el respeto por las instituciones y el
orden social imperantes.

Posiblemente para alguno de nuestros amigos esta


descripción parezca algo simplista y grotesca. Después de todo,
¿Dónde estaban las impresionantes ceremonias, los credos, y los
catecismos; los magníficos edificios religiosos y el rimbombante
clero que para muchos habría de ser sinónimo de verdadero
cristianismo? En contraste con esto último, el cristianismo del
primer siglo parecía ser más bien crudo, opaco y primitivo.

Sin embargo, estamos firmemente convencidos que los


primeros cristianos basaron sus creencias y prácticas en las
enseñanzas de Jesús y los apóstoles, y que no ha habido razón
valedera para apartarse de ellas. Por el contrario, los cambios que
se fueron introduciendo y que para el siglo cuarto formaban
parte de las enseñanzas de la iglesia, fueron los verdaderos
corruptores de la fe original, resultando perjudiciales a los
intereses del cristianismo verdadero.

La Iglesia del Cuarto Siglo:

Con este breve bosquejo del cristianismo de los primeros


años de la Era Cristiana, echaremos un vistazo a algunos de los
acontecimientos que tendrían lugar tiempo después y que nos
llevarán hacia la iglesia del siglo IV. Durante ese periodo de cuatro
siglos los cambios forjados en las simples enseñanzas y prácticas de
los primeros cristianos resultaron ser profundos. Los mismos
serían tan trascendentes y penetrantes que invadirían muchas

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áreas de la fe, algo que ha sido atestiguado por todos los
historiadores, sin importar cuál haya sido su reacción frente al
hecho mismo.

Bien temprano en la historia de la iglesia, aun antes que


muriese el último de los apóstoles, varias facciones empezaron a
seguir de pronto en su seno, cada una buscando modificar
sutilmente las verdades originales. Esta aparición de opciones
contrapuestas y a veces heréticas se debió en parte al concepto
errado que se tenía de las enseñanzas del cristianismo con
algunas de las bien conocidas filosofías paganas.
Lentamente el cristianismo formal fue incorporando en su seno
algunas de estas nuevas ideas y en ese proceso muchas áreas
importantes de la fe original quedaron afectadas.

A medida que se abrían nuevas escuelas de teología


aparecían también nuevas ideas orientadas a complicar la
simplicidad de la doctrina cristiana y a formular lo que se ha
venido a llamar “credos de fe”. Así se empezó por dar más
importancia y valor a la lógica y razonamiento humanos, así como
a la tradición oral en contraposición a las creencias de la iglesia
apostólica. Mientras por un lado se consideraba a las Escrituras
como la Autoridad final y concluyente, por el otro se pensaba que
no todos estaban capacitados para discernir su verdadero
significado y sentido intrínseco. Con el tiempo, la responsabilidad
de interpretación fue dejada en manos de unos pocos individuos,
quienes debido a ello harían llegar a ser considerados como más
importantes que los demás.

En la organización de la iglesia es donde algunos de los


más típicos cambios se introdujeron. Recordemos que la iglesia del
primer siglo estableció grupos o iglesias en diversas ciudades, cada
una de ellas gobernada por su propio cuerpo de ancianos y
diáconos, e independientes unas de las otras. Gradualmente se dio
preferencia a un obispo y a otros llamados presbíteros. La

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jurisdicción del obispo lentamente se extendió hasta
incluir a los pueblos vecinos y más tarde a todas las
provincias.

Finalmente la iglesia adoptó tipo de gobierno parecido al


del mundo político en el que vivía, convirtiéndose en una vasta
organización autocrática. Fue denominada desde los cinco grandes
centros de la época, Roma, Constantinopla, Antioquia, Jerusalén, y
Alejandría. Los obispos de cada una de estas ciudades llegaron a
ser altamente respetados. Considerados como patriarcas y con
igual autoridad en la iglesia, cada uno de ellos retuvo el control de
sus respectivas provincias.

El cristianismo se convirtió entonces en la religión del


estado Romano. El Edicto de Tolerancia del emperador
Constantino del año 313 d.C, puso punto final a la persecución de
los cristianos y otorgó a todos plena libertad de profesar la religión
de su preferencia. Sin embargo, tiempo después el emperador
Teodosio hizo que la afiliación a la Iglesia Cristiana
fuese obligatoria para todos. Esto atestó a la Iglesia de gente,
lográndose su conversión a la fuerza, y en muchos casos, en contra
de sus voluntades. No más conquistaría la iglesia por medios
morales y espirituales, sino por la fuerza y respaldada por la
autoridad del Estado. No debe sorprendernos pues que la soberbia,
degradada y en muchos casos degenerada entrara en la iglesia.
Tampoco nos debe sorprender que el desarrollo del carácter
cristiano y el espíritu de Cristo se perdieran de vista. No llama a
sorpresa que el espíritu de la iglesia (nominal) viniera a ser el
espíritu del mundo.

La adopción del cristianismo por parte del gobierno


romano provocó alteraciones. La iglesia pasó a estar bajo el control
del Estado. Se hizo necesario, por ejemplo, que la iglesia cambiase
de actitud frente al servicio militar y los cargos políticos,
permitiendo lo que antes vio con malos ojos. Asuntos doctrinales

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de la iglesia ahora se convirtieron en causa de preocupación para el
Estado, el mismo que, por su propio beneficio, se interesaba en
mantener su unidad.

El acto de adoración cristiano, el mismo que en un


principio era muy simple, se transformó en un suntuoso y
elaborado ceremonial, comparable sólo con las prácticas paganas
que paradójicamente creyó haber eliminado. Para simplificar la
forzada conversión de las hordas de no cristianos en el imperio, la
iglesia adoptó aquellas prácticas y celebraciones
paganas que tenían un singular atractivo popular.
Algunos historiadores ven en esto un inevitable proceso de
amalgamiento que tuvo que soportar el cristianismo,
especialmente con aquellas filosofías griegas y orientales que
habían prevalecido por tanto tiempo. Fue ese un proceso que
entrañó un compromiso muy serio de la pureza de la fe cristiana
original. El resultado fue un estigma del cristianismo, uno
contaminado con pensamientos y prácticas paganas; una
desagradable mezcla de verdad y error.

¿Cómo se manifestó la influencia pagana dentro de la


iglesia? Sus edificios se volvieron tan imponentes y magnificentes
como los antiguos templos paganos. El énfasis fue puesto en la
forma, el ritual y la ceremonia. Los festivales y las fiestas se
hicieron frecuentes con el fin de captar el interés del común de la
gente. Se instituyeron banquetes en honor a los muertos y su
veneración fue estimulada. Reliquias de los mártires fueron
preservadas y acariciadas como posesiones sagradas. Las
imágenes de los santos fueron introducidas. Candelabros y flores
se ofrecieron a estos así como comida. Se puso mucho énfasis en
la veneración de María. Los servicios se hicieron más elaborados
y coloridos. Estos tenían precios. Las esculturas y las pinturas
fueron añadidas a fin de servir de ayudas para la devoción.

18
Irónicamente, a medida que la pureza interna y la
santidad de la fe original se fueron perdiendo, externamente las
iglesias se mostraban más ricas y espléndidas. El clero fue honrado,
respetado y dado rangos de distinción. El obispo se convirtió en un
gran personaje que controlaba y nombraba a su clero. La iglesia se
alió con el Estado. La política y el dogmatismo iban de la mano y
los emperadores hicieron cumplir los decretos conciliares o
eclesiásticos...la misión de la iglesia se perdió de vista en medio de
esta degradante alianza con el Estado. El cristianismo se convirtió
en un espectáculo, una rama del Estado, una vana filosofía, una
superstición, una fórmula.

Ciertamente, la Iglesia Católica dista muchísimo de ser la


misma que fundó Cristo hace casi dos milenios. No hay punto de
comparación. Prácticamente parecen dos cristianismos diferentes y
hasta opuestos. ¿Alguien puede creer que la Iglesia Católica es
Apostólica? Sí---¡El que desconoce la historia de la iglesia cristiana!

Sucesión Apostólica de los Papas:

Examinemos ahora con más detenimiento otro aspecto de


la creencia católica que se dice emana de la iglesia cristiana del
primer siglo. Nos referimos a la enseñanza de que línea sucesoria
de los ‘Papas’ puede ser trazada históricamente hasta San Pedro
mismo. Este es considerado como uno de los cuatro dogmas
básicos de la fe católica, siendo prominentemente enarbolado en la
vanguardia de las afirmaciones de esa iglesia. Por esta razón el
tema es de suficiente trascendencia como para merecer una
consideración aparte. Otra vez nos dirigiremos a los registros de la
historia a fin de que ella nos informe sobre los hechos que
necesitamos conocer.

La lista oficial de ‘Papas’ mantenida por la Iglesia Católica


se inicia con San Pedro y se extiende en una sucesión no
interrumpida hasta el papa actual. Dejando de lado a Pedro por el

19
momento, debe llamarnos la atención el hecho de que todos los
nombres ofrecidos como Papas para los cinco primeros siglos
corresponden en realidad a meros obispos de Roma.

Inmediatamente surge la pregunta, ¿Calificaron en


realidad estos primeros obispos de Roma para ostentar el título de
‘Papas’? Dicho en otras palabras, ¿Fueron ellos reconocidos, cada
uno a su turno, como el “Papa Universal” gobernando sobre la
entera Iglesia Cristiana? La resonante respuesta de la historia es
“NO”. El proceso por el cual el obispo de Roma alcanzó la
autoridad sobre la entera congregación fue muy lento a la vez que
amargamente impugnado a medida que avanzaba en ese sentido. Y
el mismísimo concepto de que el obispo Romano debiera ejercer
esa autoridad suprema, nunca ha sido universalmente reconocido
por la ‘Iglesia’.

No hay indicio alguno que muestre que los obispos de


Roma del primer siglo se hayan considerado a sí mismos como las
Cabezas gobernantes de la iglesia. Sus cartas o epístolas mantienen
un locuaz silencio al respecto. No fue sino hasta bien entrado el
segundo siglo, que los primeros signos de la política de dominio de
la iglesia de Roma se dejó notar.

Durante ese periodo, los obispos romanos intentaron


ejercer indebida influencia sobre los demás obispos en relación a la
observancia de la Semana Santa. Aniceto (154-168 d.C), por
ejemplo, intentó imponerse en este asunto por sobre Policarpo,
obispo de Esmirna, pero fue finalmente resistido. Víctor I (190-
202 d.C) fue igualmente rechazado por Polícrates, obispo de Efeso,
cuando aquél intentó dictar a las iglesias de Oriente. Víctor fue
también reprendido por Ireneo, un compañero obispo de
occidente, por tratar de extender su autoridad de esa manera. Así,
en cada caso donde el obispo romano trató indebidamente de
extender su influencia hacia otra provincia, se tuvo que enfrentar

20
con la oposición del obispo vecino, quien claramente dejó sentada
su propia e independiente autoridad.

En el tercer siglo, Tertuliano de Cartago, uno de los


más prominentes ‘padres’ de la iglesia temprana, consideró a
Calixto I (218-223 d.C) un usurpador porque se hizo llamar
“Obispo de obispos”; éste fue el primero en basar su pretensión en
Mateo 16:18. La autoridad de Esteban I (253 d.C-257 d.C) fue
disputada por Cipriano, obispo de Cartago, quien sostenía que cada
obispo era supremo sólo en su propia diócesis.

Tan tarde como el cuarto siglo hallamos evidencia


indisputable en el sentido que ningún supuesto Papa había sido
reconocido hasta ese momento como ‘Cabeza’ de la Iglesia. Fue
más bien Constantino, el convertido Emperador Romano, el que
sí se consideró a sí mismo como aquella única ‘Cabeza’. Fue
responsable de convocar el Primer Concilio Mundial de la iglesia en
Nicea en 325 d.C., el mismo que presidió personalmente. Uno de
los actos de ese Concilio fue otorgar a los obispos de Alejandría y
Antioquia completa jurisdicción sobre sus respectivas provincias.
Gradualmente, sin embargo, simultáneamente con la división del
Imperio Romano, Constantinopla vino a ser reconocida como líder
de la Iglesia de Oriente y Roma la correspondiente líder de
Occidente.

Situémonos en la mitad del quinto siglo y dirijamos


nuestra atención a León I (440-461 d.C), considerado por algunos
historiadores como el primer Papa. Ciertamente fue el primero en
obtener reconocimiento del emperador Valentiniano II a su
pretensión de ser el primero entre todos los obispos. No obstante,
el Cuarto Concilio Mundial de la Iglesia, reunido en Calcedonia en
451 d.C., acordó reconocerle al Patriarca de Constantinopla igual
autoridad que al Patriarca de Roma, negándose así a
reconocer la pretendida señoría de León sobre la
totalidad de la Iglesia.

21
Gregorio I (590-604 d.C) apareciendo al final del siglo
sexto, es generalmente considerado por la mayoría de los eruditos
como el primer Papa real de la historia. Su control de todas las
iglesias de Italia, España, Galia, e Inglaterra fue indiscutido. Si bien
no pretendió jurisdicción alguna sobre la Iglesia de oriente, su
influencia se dejó sentir allí.

Así, por medio de un breve bosquejo, nos hemos podido


remontar a los comienzos del poder Papal tal como está
inequívocamente registrado en las páginas de la historia. Hemos
visto que, más de cuatrocientos años de la Era Cristiana
mediaron antes que al obispo de Roma se le diera reconocimiento
real alguno como ‘Cabeza de la iglesia’. Esto coloca la aparición del
primer Papa Católico por lo menos cuatrocientos años después de
la fecha que las autoridades de aquella iglesia quisieran hacernos
creer. Demuestra, otra vez, el porqué los protestantes no pueden
estar de acuerdo con la afirmación de que la Iglesia del primer siglo
fue Católica.

La Adoración a la Virgen María (Mariolatría):

El elemento de la fe católica que claramente la aleja del


protestantismo es el énfasis que aquella pone sobre la “veneración”
de la virgen María. Los protestantes quedan generalmente
perplejos al tratar de entender el porqué María se ha vuelto tan
universalmente querida, ocupando un lugar especial en el corazón
de los católicos. Estatuas e imágenes de ella en todas partes lo
ponen en evidencia. En sus pensamientos y devociones los
católicos le dan a María un lugar sublime. Dirigirse a ella por
medio de largos rezos se ha vuelto algo tan natural como el
dirigirse a Dios mismo. Amor, dedicación y servicio son dirigidos a
ella en forma abundante y de todo corazón.

22
La explicación católica detrás de tal honor y “veneración”
a María es bastante simple: “...porque ella es la Madre de
Dios, y consecuentemente sobrepasa (a todos los ángeles
y otros santos) en gracia y gloria y en su poder de
intercesión...María es designada “Reina de los ángeles” y
“Reina de todos los santos” porque los ángeles y los
santos la miran a ella y honran como su reina.”

En el rosario encontramos a los católicos repetir: “Santa


María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte, amén”. Una oración
vespertina dice así: “Recurrimos a tu patronato, oh santa
Madre de Dios. No desdeñes nuestras súplicas en tiempos
de necesidad, pero líbranos de todo peligro, oh siempre
gloriosa y bendita virgen.”

Los protestantes, por supuesto están familiarizados con


esto y aceptan la narración bíblica respecto a María. Ellos creen
que ella fue una doncella pura y recta, escogida por Dios para
convertirse en la madre de Jesús. Como tal, creen que es digna de
recibir honor y estima, así como de ser considerada “bendita”,
según las Escrituras (Lucas 1:48). María tiene también un lugar en
el corazón de los protestantes, pero sólo al grado que permiten las
Escrituras.

Debemos dar un vistazo más de cerca al título “Madre


de Dios”. Esta expresión como tal no se halla en la Biblia, ni
describe toda la verdad del asunto. Todos concordarán en que
María fue la madre de Jesús. Pero Jesús es siempre denominado el
“Hijo de Dios” y nunca es identificado como el Dios Todopoderoso
o el Padre Celestial. No fue el Creador del universo “quien es desde
la eternidad hasta a eternidad” a quien María dio a luz ( Salmo
90:2), sino al humano niño Jesús. Así se ve que el título “Madre de
Dios”, expresa un serio error, pues El que existe y nunca tuvo

23
comienzo ni fin es eterno, y no podría haber nacido de alguien que
fuese producto de su misma creación.

La Inmaculada Concepción es un dogma que nada


tiene que ver con la impecabilidad del bebé Jesús, como algunos
protestantes han erróneamente inferido. Más bien se refiere al
nacimiento de su madre, María. En su pronunciamiento, el Papa
dijo que la bendita virgen María “en el primer instante de su
concepción y como un singular privilegio y gracia
otorgada por Dios, en Vista de los méritos de Jesucristo,
el salvador de la raza humana, fue preservada exenta del
pecado original.”

Autoridades católicas admiten fácilmente que no pueden


hallar sustento en las Escrituras para este dogma: “Ninguna
prueba categórica o rigurosa del dogma puede extraerse
de la Escritura...” De lo que no se percatan es que la enseñanza
de la Biblia claramente lo refuta y no provee base alguna para
sostener dicha opinión.

Tomando a la raza humana en su conjunto, encontramos


que sólo Adán y Eva fueron perfectos, siendo creados como tales
directamente por Dios. Debido a su desobediencia, aquella
perfección duró muy poco. Pero no fueron ellos solos condenados,
sino toda su progenie aún no nacida. Las Escrituras nos dicen:
“Por la ofensa de un solo, juicio vino sobre todos los
hombres...” (Romanos 5:18). Nótese que dice el versículo “todos
los hombres”, y esto incluye a María, la madre de Jesús. También
hay otro pasaje que dice: “Todos han pecado y están
destituidos de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23). Y
finalmente, “no hay un solo justo sobre la tierra que haga
el bien y no peque.” (Eclesiastés 7:20). Como vemos, todos
estos bíblicos demuestran que María no estaba exenta de pecado,
aunque sea “venial”.

24
Sólo de Jesús se dijo: “No pecó, ni se halló engaño
en su boca” (1 Pedro 2:22), mas esto mismo no se dice de María,
su madre. Además, no hallamos indicio alguno que indique que ella
fuese preservada sin mancha del pecado original. Al contrario,
cuando leemos en Lucas la anunciación de María dada por el ángel
de Dios, ella responde: “Engrandece mi alma al Señor; y mi
espíritu se regocija en Dios mi SALVADOR” (Lucas
1:46,47). Aquí vemos que María se regocija en su Salvador. Pero,
¿Por qué tendría que necesitar María su Salvador, si fue exenta de
pecado? Sólo los pecadores se regocijan en su Salvador (Mateo
1:21).

Otra creencia respecto a María y que los protestantes han


tenido dificultad en aceptar es la referida a su perpetua
virginidad. Aquí también parece existir suficiente evidencia de las
Escrituras para refutar esta idea, no habiendo razón alguna para
sostenerla. Mateo 1:24,25 lee: “Entonces José...hizo como el
ángel del Señor le había ordenado; tomó a su mujer,
pero no se unió a ella hasta que dio a luz a su
primogénito.” Ciertamente aquí parece haber una clara
implicación de que después que Jesús hubo nacido, María y José
vivieron una vida matrimonial normal juntos. De hecho, con el
devenir de los años, varios niños, tanto hombres como mujeres
nacieron de María, como se enumera en Marcos 6:3: “¿No es éste
el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago y
de José y de Judá y Simón, y no están sus hermanas
todas con nosotros?”.

Se ha argumentado que la palabra ‘hermano’ en la Biblia


puede significar ‘primo’. Tal vez en algunos casos puede ser verdad,
pero no en éste. La razón es ésta: Leemos en Lucas 8:19-21 lo
siguiente: “Entonces su madre y sus hermanos vinieron a
él; pero no podían llegar hasta él por causa de la
multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus
hermanos están fuera y quieren verte. El entonces

25
respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los
que oyen la palabra de Dios, y la hacen”. Nótese que Jesús
dice que aquellos que oyen la palabra de Dios se constituyen en sus
hermanos ---¡hermanos de Jesús! Pero si decimos que ‘hermano’
significa ‘primo’, entonces los que oyen la palabra de Dios y la
hacen, se convierten en “primos de Jesús”---¡Qué absurdo! ¿No
es más lógico que se conviertan como en sus hermanos espirituales,
que implica una relación más íntima y estrecha? Además, Jesús
aclaró el asunto cuando dijo: “...porque uno es vuestro
Maestro, el Cristo, Y TODOS VOSOTROS SOIS
HERMANOS” (Mateo 23:8). Les estaría diciendo a TODOS sus
oyentes que eran TODOS entre sí “PRIMOS”? ¡Vamos, creo que
nadie lo creería!

Finalmente, ¿qué de malo tendría que José tuviese


intimidad sexual con su esposa María?¿Acaso no fue Dios mismo
quien instituyó la primera unión marital, y la bendijo? Es claro que
las relaciones sexuales dentro del matrimonio no sólo son una
bendición sino también algo santo. Los protestantes creen que José
se casó con María y que no la “conoció (sexualmente hablando)
HASTA QUE dio a luz a su primogénito Jesús”. (Leer Mateo
1:24,25). Este “hasta que” es muy significativo, pues significa que
después del “hasta que” sí tuvo relaciones con su esposa. ¿Se
imagina usted al saludable José no teniendo relaciones con su
esposa legítima por toda una vida? ¡Por favor!. El Catolicismo
tiene al matrimonio como un “sacramento”, al cual defiende a capa
y espada como algo santo e indisoluble. ¿Cómo entonces el
catolicismo se va a oponer a una vida marital completa
(incluyendo la sexual) en el caso de José y María, como si fuera un
pecado o una degradación? Los protestantes no lo llegan a
comprender aún.

Otra creencia católica sobre María que abiertamente


contradice a la Biblia, bajo el punto e vista protestante, es aquella
que dice que María “ascendió al cielo en cuerpo alma”. No

26
obstante, esta creencia católica no halla sustento o base en la Biblia
sino sólo en los dogmas humanos de la Iglesia Católica. Puede
decirse, con toda seguridad, que a través de la Biblia no hay la más
mínima sugerencia de que María se le mostró preferencia por
encima de los apóstoles u otros santos, en recibir su recompensa
celestial antes que los demás. Más bien la Biblia nos dice que
TODOS los fieles creyentes en Cristo tendrán que esperar juntos el
tiempo de su “cambio” en la PRIMERA RESURRECCIÓN, al
ocurrir la segunda venida de Cristo ---en persona--- al mundo
(Leer 1 Tesalonicenses 4:15-17; 1 Corintios 15:51,52). Insistir, pues,
que María fue llevada al cielo en cuerpo y alma, resulta ser algo
totalmente ajeno a las Escrituras. Además, no fue sino unas
cuantas décadas atrás, que el Papa de turno pronunció el dogma de
la Asunción de María, el cual era totalmente desconocido por los
católicos por un espacio de 13 siglos (siglo VI-siglo XIX).

Esto nos lleva a la consideración del rol de María como


intercesora, una creencia que universalmente inspira a los católicos
a llamarla por ayuda en sus tiempos de necesidad. Los católicos
creen que en esta capacidad María tiene el poder de interceder con
Jesús a favor de aquellos que ponen su confianza en ella. Los
católicos creen que ella es nuestra Mediadora...entre los hombres
y su Hijo. Ellos le oran, no para que ella bajo su autoridad o por
algún recurso propio, pueda darnos gracias y bendiciones, pero
para que ella pueda suplicar en nuestro favor ante su Divino Hijo,
quien a su vez intercederá por nosotros ante Aquel que es la fuente
de cada bien y don perfecto.

A fin de que esta creencia en los poderes especiales de


María amerite aceptación, deberíamos esperar algunas cosas de las
Escrituras. Primero, sería muy conveniente si hubiese una
enseñanza directa que sustentase este asunto explicando el papel
de María como “intercesora” para nosotros. Segundo, sería de
ayuda si aquella nos mostrase que las oraciones deben ser dirigidas
a María y son apropiadas porque obedecen al deseo de Dios. Y

27
tercero, deberíamos esperar una afirmación de que es mejor para
los cristianos no dirigirse directamente a Jesús, sino más bien
confiar el asunto primero a María y en su habilidad de interceder
por nosotros.

Pero, ¿Qué es lo que hallamos en las Escrituras, la Biblia?


Respecto a afirmaciones explícitas directas que confirmen el papel
intercesor de María, no hallamos nada. Lo único que se usa
para apoyar esta doctrina y que “aparentemente” tiene sustento
bíblico, es una declaración que, como más adelante veremos, no
tiene nada que ver con el asunto.

De otro lado, hay hechos específicos en la Biblia que son


ineludibles. No sólo no dijo Jesús que los creyentes deberían de
aproximarse por medio de María su madre u otro santo, sino
declaró muy enfáticamente que todos deberían hacerlo
directamente a él: “Vengan a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo
11:28). “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre sino por mí.” (Juan 14:6). “Al que a mi
viene,... no le echo fuera.” (Juan 6:35,36).

Si bien el término “intercesora” no es usado ni una vez


para describir a María, sí lo es para describir la obra de Jesús con
sus seguidores, “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?
Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó,
el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros.” (Romanos 8:33,34). “Puede
(Jesucristo) también salvar perpetuamente a los que por
él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder
por ellos.” (Hebreos 7:25).

Otra vez en el asunto de ofrecer oraciones, no hay nada


que no sugiera que ellas debieran ser dirigidas a María o a
cualquier otro santo. Cuando los discípulos pidieron a Jesús que les

28
enseñara a orar, él replicó, “vosotros pues oraréis así: Padre
nuestro que estás en los cielos.” (Mateo 6:10). Sí, las
oraciones deben ser dirigidas a Dios mismo, como se mostró en el
ejemplo de Jesús cuando dijo: “Mas tú, cuando ores,...ora a
tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público.” (Mateo 6:6).

Todos los creyentes en base a su fe en Dios y en su Hijo


Jesucristo, tienen una relación muy personal frente al Padre. En
cualquier momento y en cualquier circunstancia, tienen ellos este
maravilloso privilegio de venir directamente al trono de gracia
celestial en busca del rostro del Padre. Pero siempre esto es hecho
en la manera autorizada por Jesús; es decir, dirigiéndose en su
nombre y por sus méritos. Sí, podemos venir directamente a Jesús
por medio de responder a su benévola invitación, teniendo la plena
seguridad de que seremos recibidos y bienvenidos. Por confiar en
su obra de redención en nuestro favor por medio de Jesús,
podemos dirigirnos al Padre Celestial y recibir la gracia que nos
ayude en nuestros momentos de necesidad. (Hebreos 4:16).

No hay necesidad para que otra persona, no importa cuán


merecedora y atractiva puede ser, intervenga en la comunión y
compañerismo del creyente con Dios, aparte del Señor Jesucristo.
Dejemos que las preciosas verdades de Jesús nos recuerden el
legado libremente otorgado a todos sus discípulos: “Si
permaneciereis en mí, y mis palabras permanecieren en
vosotros, pedid todo o que queréis, y os será
hecho...Para que todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, él os lo dé.” (Juan 15:7,16).

Existe sólo un texto que los Católicos esgrimen para


proveer alguna base para su creencia en los poderes de María. Se
halla en Juan 2:1-11, el mismo que trata de cuando María llamó la
atención de su hijo Jesús frente al hecho que no había suficiente
vino en las bodas de Caná. Esto resultó en que nuestro Señor

29
llevara a cabo su primer milagro, y por lo tanto, aquella ocasión es
usada para ilustrar el rol de María como mediadora e intercesora.
Pensamos que es un error citar este simple hecho, en el que Jesús
accedió a un pedido de su madre y usarlo como base para elaborar
una doctrina tan vital, respecto a la supuesta exaltada posición y
papel distinguido de María en este respecto. Si este simple acto
califica a ella para esta posición, ¿por qué no podrían otros
que fueron también así favorecidos calificar para el
mismo honor?. De repente el mismo Centurión Romano
podría ser un Mediador también, dado que Cristo le respondió a su
solicitud de curar a su sirviente enfermo (Mateo 8:1-13).

También la iglesia Católica sostiene que la veneración a


María es una práctica tan antigua como la iglesia misma, y por el
otro sus propios eruditos nos dicen todo lo contrario. Note esta
clara afirmación de la Enciclopedia Católica: “No hallamos
ningún vestigio claro del culto a la Santísima virgen
María en los primeros siglos del cristianismo”. (“La
Devoción a la Bendita Virgen María”, xv, 459-464).

A pesar de toda la evidencia en su contra, la noción de que


la veneración a María era popular en el cristianismo temprano ha
sido inculcada por la Iglesia para justificar su práctica. Pero, otra
vez, las declaraciones honestas de sus propios eruditos ponen en
claro que la “evidencia respecto a la popular práctica de los
primeros siglos falta casi totalmente.” Si su origen no se conoce y
las supuestas evidencias en su apoyo no son tales, ¿Cómo puede la
iglesia Católica afirmar tan alegremente que aquella práctica estaba
firmemente establecida en la iglesia del primer siglo?

Los Católicos mismos han reflexionado mucho sobre esta


inconsistencia, hallando sólo vagas especulaciones donde apoyarse:
“No es imposible que la práctica de invocar a la madre
de Cristo por ayuda se hubiese vuelto popular entre los
fieles menos instruidos algún tiempo antes que

30
apareciera una expresión clara de ella en los escritos de
los Padres...En las pinturas de las catacumbas más
particularmente empezamos a notar la excepcional
posición que ella empezó a tener desde temprano en el
pensamiento de los fieles. Algunos de estos frescos...se
cree, datan de la primera mitad del segundo siglo. Otros
tres...son de un tiempo después...Más sorprendente es la
evidencia de ciertos escritos apócrifos, notoriamente el
llamado Evangelio según Santiago.”

Detengámonos a reflexionar sobre todo esto por un


momento. Aún de fuentes católicas, no hallamos ninguna razón
que justifique esta creencia. Se ha llegado a afirmar que siempre
existió dentro de la iglesia, aunque hoy es abiertamente admitido
que nunca hubo evidencia que la apoye. Para los primeros
doscientos años se ha tenido que recurrir a las varias obras de arte
halladas en las catacumbas las que, supuestamente, representan la
veneración a María por parte de los primeros cristianos. Que esta
es una muy endeble forma de pretender probar cualquier doctrina
es llamada a nuestra atención por “San Agustín” mismo: “Así el
caer en el más completo error fue la debida recompensa
de los hombres que buscaron a Cristo y sus apóstoles, no
en las Sagradas Escrituras, sino en las paredes
pintadas.” (Villa, Manuel Pérez, Yo Encontré el Camino
Antiguo. Chicago: Moody Press, 1958, pág. 23).

No sólo los Padres de los primeros siglos fallan en dar su


apoyo a la doctrina de la inmaculada concepción de María, sino lo
más sorprendente de todo es que encontramos que aún algunos de
los Papas hablaron en contra de ella: “El Papa Inocencio III
declaró que Eva fue formada sin culpabilidad y traída al
mundo sin pecado. Y el Papa León I añadió que entre los
hombres sólo Cristo era inocente, porque sólo él fue
concebido y dado a luz sin concupiscencia’, Gregorio el
Grande dice la misma cosa”. (Villa, Manuel Pérez, Yo

31
Encontré el Camino Antiguo. Chicago: Moody Press,
1958, pág. 42).

Una de las más tempranas referencias a un específico acto


de veneración dirigido a la virgen María la encontramos en los
escritos de San Epifanio (403 d.C). Este ‘Padre’ de la iglesia no
sólo menciona la ofrenda de tortas en sacrificio a María, lo cual fue
llevado a cabo por una oscura secta llamada Coliridianos, pero
específicamente denuncia a los tales por hacerlo. Su consejo a estos
cristianos fue: “Dejen que María sea tenida en honra.
Dejen que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo sean
adorados, pero que nadie adore a María.” (“Devoción a
la Bendita Virgen María “, xv, 459-464).

En realidad, no fue sino hasta el inicio de la Edad Media


que se desarrolló una “autorizada aceptación de la devoción
a María como parte integral de la vida de la iglesia. Es
difícil precisar fechas para la introducción de diversas
fiestas, pero...la celebración de la asunción,
anunciación, natividad, y purificación de Nuestra
Señora, puede ser rastreada a este período.”

No fue sino hasta finales de la Edad Media que la


veneración a María se convirtió en una práctica universal de la
iglesia. “Fue característica de ese período, el cual para
nuestro presente propósito puede ser considerado como
empezando en el año 1,000 d.C, que el profundo
sentimiento de amor y confianza en la Bendita Virgen, el
mismo que hasta ahora se había expresado vagamente y
de acuerdo a la urgencia de la piedad de los individuos,
empezó a tomar cuerpo en una vasta variedad de
prácticas devocionales. En todo caso, el homenaje dado
a Nuestra Señora durante el final de la Edad Media llegó
a ser universal.” (“Devoción a la Bendita Virgen María”,
xv, 459-464).

32
Durante muchos siglos y antes del advenimiento del
cristianismo, las religiones paganas habían honrado no sólo a una
variedad de dioses, sino también de diosas. Uno bien puede
imaginarse el conflicto de ideologías que acompañó al ascenso del
concepto monoteísta Judeo-Cristiano. Los escritores cristianos del
primer siglo vigorosamente protestaron contra los errores de la
adoración politeísta y especialmente, contra “la costumbre
pagana de elevar a hombres al rango de dioses o
semidioses.” (K.S. “Los Primeros Cinco Siglos, Una
Historia de la Expansión del Cristianismo, N.Y.: Harper
and BROS., 1937, p.319). Sin embargo, al tiempo que la iglesia
tardía del cuarto siglo comprometía gravemente su pureza
doctrinal, como se ha detallado en una sección anterior en esta
obra, María, los apóstoles, los mártires y ángeles, fueron
sustituidos por los dioses y diosas paganos, en un esfuerzo por
facilitar la conversión forzada de hordas de no creyentes.

“Frecuentemente las divinidades y héroes paganos,


ligeramente transformados o disfrazados, persistieron bajo
nombres cristianos o fueron desplazados por sustitutos
del cristianismo. Con frecuencia ocurría que un lugar o templo
pagano resultaba ser apropiado para fines cristianos. Por
ejemplo, el culto a la virgen Diana bien pudo haber
contribuido a la veneración de la virgen María y bien
pudiese ser más que una mera coincidencia el hecho que
una de las primeras Iglesias en honrar a María
apareciese en Efeso, lugar del famoso templo a Diana,
así como el que en esa misma ciudad en 431 d.C, se
llevase a cabo un sínodo designando oficialmente a
María como la madre de Dios”.

“Se dice que en algunos lugares de Italia, los


antiguos Lares fueron reemplazados por las figuras de
Cristo Jesús, la virgen y los santos. Presumiblemente

33
bajo tales circunstancias, algunas de las funciones
asignadas a los antiguos fueron transferidas a sus
sucesores. Se dice que en Sicilia la virgen tomó posesión
de todos los santuarios de Ceres y Venus y los ritos
paganos asociados con ellos son reportados como
habiéndose perpetuado en parte en honor a la Madre de
Cristo. En Nápoles, lámparas ardientes frente a la
imagen de la virgen se dice que reemplazaron a aquellas
frente a los dioses de la familia. En Nápoles también, el
popular culto a la Madonna es conjeturado como
procedente de aquel dado a Vesta y a Ceres. Se conjetura
que las figuras de Isis y Horus sugirieron la forma de la
imagen de la virgen.” (K.S. Los Primeros Cinco Siglos,
Una Historia de la Expansión del Cristianismo, N.Y.:
Harper and BROS., 1937, pág. 325).

El Problema de las Imágenes en la Iglesia Católica:

Un aspecto del culto Católico que muchos protestantes


consideran cercano a lo supersticioso y sacrílego es aquél
relacionado con la veneración de imágenes. La posición oficial
establecida por el Concilio de Trento en 1543 dice así: “El
santo Sínodo manda que las imágenes de Cristo, la
virgen Madre de Dios y otros santos sean retenidas y
guardadas especialmente en iglesias, que el debido
honor y reverencia deberán serles tributados, no porque
se piense que alguna divinidad o poder resida en ellas, o
que se les pueda pedir algo o que se confíe en
imágenes...pero debido a que se sobreentiende que el
culto va dirigido a los prototipos que estas representan,
al besarlos, descubrirnos o arrodillarnos delante de la
imágenes estamos en realidad adorando a Cristo y
honrando a los santos cuyas semblanzas están
representadas en ellas.” (“Veneración de Imágenes”, vii,
Págs 664-672).

34
Aquí es donde los Católicos hallan dificultad en armonizar
las enseñanzas de su iglesia con las claras afirmaciones de la Biblia.
Compare el siguiente punto de vista católico con el Segundo
Mandamiento de los bien conocidos Diez Mandamientos: “No te
harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté
arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas
debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las
honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso.”
(Éxodo 20:4,5).

Estos versículos son tan claros, y las instrucciones tan


explícitas, que por muchos años la Iglesia Católica ha sido reacia en
darlas a conocer. En los catecismos oficiales es práctica común
agrupar los primeros dos mandamientos bajo el mismo
encabezado general de primer mandamiento. El número total de
mandamientos se mantiene igual por medio de dividir el Décimo
Mandamiento en dos partes (Deharbe, Rev. Jos, S.J.
Catecismo Abreviado de Doctrina Cristiana. N.Y. Fr.
Pusted & Co., 1901, págs 22-29). Haciendo esto se logró
restarle importancia al Segundo Mandamiento, e incluir sólo una
parcial cita del mismo junto con el entero Primer Mandamiento.
Así, muchos católicos que confían en su catecismo para entender a
Biblia, son impedidos de conocer lo que Dios piensa sobre el hacer
y honrar imágenes. Instamos a nuestros lectores a verificar esto por
medio de comparar cuidadosamente el listado de los Diez
Mandamientos tal como aparecen en el capítulo veinte de Éxodo,
con aquel contenido en cualquier catecismo católico.

Cuando se confronta a las autoridades católicas con el


íntegro del Segundo Mandamiento, tal como aparece en la Biblia,
ellos ofrecen diferentes explicaciones. Dos de ellas son sugeridas al
pie de la página correspondiente a este versículo en la versión
Douay en inglés: La primera dice que este versículo sólo prohíbe
imágenes que son hechas con el propósito de ser adoradas como

35
Dios, implicando que las imágenes que reciben un menor grado de
adoración están permitidas. La otra explicación es que en el
Antiguo Testamento las imágenes fueron expresamente
autorizadas a permanecer en la casa de Dios, tal como se muestra
en el arreglo del Tabernáculo Judío.

La primera ya fue contestada, pues como hemos visto, la


Biblia sólo tolera un tipo de adoración---la verdadera adoración a
Dios y a Cristo. Las siguientes son afirmaciones de otras
autoridades católicas que nos ayudan a confirmar lo anterior: “El
primer mandamiento parece prohibir en absoluto el
hacer cualquier tipo de representación de hombres,
animales o plantas...a la gente no sólo se le prohíbe
adorar imágenes o rendirles servicio sagrado, sino
inclusive, el hacer cualquier tipo de imagen o
semejanza... a diferencia de naciones que la rodeaban,
Israel debía adorar a un Dios invisible...cualquier
intento por representar gráficamente a Dios de Israel
era considerado como abominable idolatría. Excepto
por las cabezas humanas de los querubines, no leemos
nada respecto a estatuas de hombres, presentes en el
culto del Antiguo Testamento. En este punto al menos, el
judío pareció entender el mandato que le prohibía hacer
tales imágenes”. (“Veneración de Imágenes”, VII, págs
664-672).

Al estudiar cuidadosamente el asunto nos enteramos que


los israelitas, en términos generales, NUNCA VIERON ESTOS
QUERUBINES. A pesar de vivir alrededor del tabernáculo, a ellos
nunca se les permitió entrar en él. Una alta cerca de lino les
impidió ver dentro del atrio que rodeaba al tabernáculo. De hecho,
sólo el Sumo Sacerdote le era permitido entrar dentro del
compartimiento conocido como el ‘santísimo’ a fin de llevar a cabo
los ritos propios de su función sacerdotal. Tampoco fueron los
querubines diseñados para ser adorados, sino más bien, para

36
representar ciertos atributos del Dios Todopoderoso, cuya gloria
llenaba el ‘santísimo’.Así, este nuevo intento por defender la
adoración de imágenes sobre la base de la Escritura (La Biblia) ha
resultado fútil.

Las autoridades católicas siempre se cuidan en señalar


que cuando promueven la veneración de imágenes, lo hacen no
porque piensen que algún poder sobrenatural esté presente en
ellas, sino porque ayudan a recordar a las verdaderas personas que
aquellas representan. Pero otra vez notemos cuán contrario es esto
a las enseñanzas de la Biblia. Como ha sido verificado, el Segundo
Mandamiento de la Ley de Dios prohibió el hacer y poseer
cualquier tipo de imagen, sea de falsos dioses, hombres o aun de
Dios mismo. Esto es resaltado en Deuteronomio 4:15-18 donde
se dice que Dios adrede se refrenó en darse a mostrar en forma
alguna a los israelitas, no dándoles algo que les permitiese hacer un
ídolo de él.

“Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues


ninguna figura visteis el día que Jehová habló con
vosotros de en medio del fuego; para que no os
corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de
figura alguna, efigie de varón o hembra, figura de
animal alguno que está en la tierra, figura de ave
alguna alada que vuele por el aire, figura de ningún
animal...figura de pez.” (Deuteronomio 4:15-18). Así, Dios
no sólo prohibió la veneración idolátrica de imágenes y falsos
dioses, sino que igualmente expresó su disgusto de que se hiciera
una imagen del Dios verdadero. ¡Como si fuese posible hacerlo!

Observe cómo las palabras de Pablo revelan que la ira de


Dios se enciende contra aquellos que insisten en hacer tales
imágenes o representaciones del Dios verdadero. “Porque la ira
de Dios se revela en el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres que detienen con injusticia la

37
verdad; pues habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que
se envanecieron en sus razonamientos y su necio
corazón fue entenebrecido, profesando ser sabios, se
hicieron necios, y cambiaron la gloria de Dios
incorruptible en semejanza de imagen de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles...ya
que cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
honrando y dando culto a las criaturas antes que al
Creador, el cual es bendito por los siglos, Amén.”
(Romanos 1:19,21-23,25).

El Segundo Mandamiento de la Ley de Dios, en su forma


completa tal como se presenta en la Biblia, no deja lugar para
excepciones o compromisos. Cuando se les confronta a los católicos
con la rotundez de este mandamiento, el único camino que les
queda para justificarse es simplemente el rechazarlo por completo
aseverando que fue una ordenanza judía no obligatoria para los
cristianos de hoy. Dicen: “La cláusula: ‘No te harás para ti mismo
ninguna imagen sagrada’, etc.,...no corresponde a una ley
natural, ni nadie puede probar qué de malo hay en sí mismo en
hacer una imagen, por lo tanto es una ley positiva de origen
divino pero de la Antigua Alianza y no aplica a los cristianos...fue
una vez y para siempre revocado por la promulgación del
evangelio.”

No obstante, otra vez debemos definir este punto de vista


como carente de apoyo en la Biblia. Jesús dijo: “No piensen que
vine a destruir la Ley o los profetas: No vine a destruir
sino a cumplir.” (Mateo 5:17). Pablo dijo: “De manera que la
ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y
bueno.”(Romanos 7:12). Reconocemos que la Ley Judía consistió
de dos partes básicas, la moral y la ceremonial. Es cierto que la
realización de los rasgos ceremoniales ha sido dejada de lado y no
es obligatoria para los cristianos hoy. Pero los aspectos morales,

38
representados por los Diez Mandamientos, continúan para
siempre. Ciertamente, lo que fue santo, justo y bueno desde el
punto de vista de Dios en relación a lo que es beneficioso para sus
criaturas, continúa siéndolo. Por lo tanto, no debemos de tratar de
usar tal razonamiento en un empeño por justificar la negligencia en
observar este sencillo mandato de Dios.

Es difícil comprender cómo las autoridades católicas de


un lado pudieran tener un claro entendimiento del porqué Dios
prohibió a los Israelitas el hacer imágenes, y por el otro lado no
apreciar que el mismo razonamiento resulta ser aplicable a los
cristianos de hoy. Por ejemplo, el siguiente es su comentario sobre
Éxodo 20:3-5, parcialmente referido anteriormente: “No sólo se
le dice a la gente que no debe adorar imágenes y
servirlas; no deberían aún hacerse imagen o semejanza
alguna y pareciera ser que de nada en absoluto. Uno
puede entender el porqué se necesitó en ese entonces un
mandato de tal tipo. Si hubieran hecho estatuas o
figuras, ellos probablemente hubieran terminado por
adorarlas.” (“Veneración de Imágenes”, VII, 664-672).

Sí, los hechos recurrentes de la historia judía confirman


esta suposición. Cuando los israelitas probaron ser infieles a Dios,
y se hicieron imágenes, casi inmediatamente cayeron en el error de
adorarlas y rendirles servicio sagrado. Pero preguntamos, ¿no es
esto precisamente lo que ha ocurrido en los círculos católicos?
Tome nota de los extremos a los que se llegó en el pasado por
estimular la veneración de imágenes.

Uno debe admitir que justo antes del estallido


iconoclasta, las cosas fueron bastante lejos en el asunto de la
adoración de imágenes. Aún entonces era inconcebible que alguien,
con la posible excepción de algún campesino ignorante, pensara
que una imagen pudiese oír oraciones y responderlas. Y sin
embargo la forma como algunos trataron a sus imágenes sagradas

39
habla más por sí sola que lo que nos dicen las palabras de los
católicos cuando se refieren al culto de imágenes.

“En primer lugar, las imágenes se han


multiplicado a un grado enorme en todas partes; las
paredes de las iglesias estaban cubiertas por dentro
desde el piso al techo con imágenes,...colgaban en algún
lugar preferencial en cada habitación, en cada tienda;
cubrían copas, vestimentas, muebles, anillos;
dondequiera hubiese un espacio este se le llenaba con
una figura de Cristo, Nuestra Señora, o algún
santo...Las imágenes eran coronadas con guirnaldas,
inciensadas, y besadas. Lámparas ardían delante de
ellas, himnos fueron entonados en su honor. Personas
enfermas buscaban tocarlas a fin de ser sanadas, eran
puestas en medio de un incendio o de una inundación a
fin de que por una suerte de magia éstos fuesen
controlados. De allí es fácil inferir que las oraciones
estaban más bien dirigidas a las imágenes que a las
personas que ellas representaban.” (“Veneración de
Imágenes, VII, págs. 664-672).

Así, la tendencia natural del hombre por adorar aquello


que es producto de sus manos, en vez de a Dios, no es menos
problema hoy entre los cristianos que en la época de los judíos. ¿No
es cierto acaso que estos fragmentos tomados de la historia
dramatizan lo necesario que es prestar atención a los
Mandamientos de Dios?

Si la historia va a hacer de algún valor para nosotros,


ciertamente deberíamos tomar nota de las experiencias del pueblo
de Dios del pasado. Recordemos que fue por esta misma razón---la
hechura y la adoración de imágenes---que Israel fue despojado del
favor de Dios y luego esparcido por todo el mundo: “Cuando
...hayáis envejecido en la tierra, si os corrompiereis e

40
hiciereis escultura o imagen de cualquier cosa, e
hiciereis lo malo ante los ojos de Jehová, para
enojarlo...pronto pereceréis totalmente de la tierra...Y
Jehová os esparcirá entre los pueblos y quedaréis pocos
en número entre las naciones a las cuales os llevará
Jehová.” (Deuteronomio 4:25-27).

El Papado: Origen, Intrigas, Corrupción, y Asesinatos:

Los protestantes creen que el Papado no es Cristiano. Sus


títulos paganos: “Santo Padre” y “Padre de padres” fueron
usados en el mitraísmo para su líder máximo, y que fue una rama
de los misterios babilónicos que llegó a Roma, vía Persia. El otro
título de “Sumo Pontífice” nos recuerda al título pagano de
“Pontifex Maximus” que usaban los Césares de la Roma pagana.
Tampoco los protestantes están de acuerdo con los católicos,
cuando éstos llaman al Papa: “Santo Padre”. Y es que para los
protestantes cristianos, sólo hay un Santo Padre, y Ese es el Dios
Padre. Jesucristo fue claro al decir: “Y no llaméis PADRE
vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro
PADRE, el que está en los cielos.” (Mateo 23:9).

En cuanto a la infalibilidad Papal, la historia católica de


los Papas está saturada de evidencias que contradicen esa creencia.
Un ejemplo fue la condena Papal contra Galileo Galilei y su
expulsión de la iglesia por afirmar que la tierra no era el centro de
todo el universo, y que esta giraba alrededor del sol.

Pero la prueba de que el Papado era todo menos santo es


su vergonzosa historia entre los siglos VIII-XIV. Veamos algunos
ejemplos que fueron ocultados por la Iglesia Católica y sacados a la
luz en este siglo: El Papa Sergio II (904-911 d.C) quien obtuvo la
oficina papal por medio del asesinato, y quien fuera llamado “el
Papa Monstruo”. El Papa Juan XII (931-935 d.C) fue muy
corrupto y no tenía respeto por las mujeres solteras, casadas o

41
viudas. Éste fue asesinado por un marido celoso. El Papa
Bonifacio VII (984-985 d.C) fue un ladrón, asesino y sucio.
Envenenó al Papa Juan XIV y más tarde él mismo fue
envenenado. El Papa Benedicto VIII (1012-1024 d.C) tomó el
oficio papal por un chantaje. El Papa Benedicto IX (1033-1045
d.C) fue elegido Papa a los doce años por medio de arreglos
monetarios. Más tarde, aún siendo joven, cometió crímenes,
homicidios, y adulterios en pleno día. El Papa Inocencio XII
(1194-1216 d.C) fue homicida de un millón de “herejes” al crear la
“santa inquisición”. Después, El Papa Bonifacio VIII (1294-
1303 d.C) practicó la brujería, llamó mentiroso e hipócrita a Jesús,
dijo ser ateo, y negó la vida futura. Fue homicida y pervertido
sexual. Durante el reinado de este vil Papa, Dante visitó Roma y la
describió como “el alcantarillado de la corrupción” y puso a
Bonifacio VIII (junto con el Papa Nicolás III y Clemente V) en
“las profundidades del infierno.” El Papa Juan XXII (1410-1415
d.C) fue acusado por 37 testigos---obispos y sacerdotes en su
mayoría--- de fornicación, adulterio, incesto, sodomía, hurto, y
homicidio. Violó a 300 monjas. El Papa Sixto IV (1471-1484 d.C)
tuvo dos hijos ilegítimos de su manceba Teresa a los cuales hizo
cardenales. El Papa Inocencio VIII (1484-1492 d.C) tuvo 16 hijos
de varias mujeres. El Papa Alejandro VI (1492-1521 d.C) ganó el
papado con chantajes. Cuando era Cardenal y Obispo vivió en
pecado con Vanezza de Catanei. Vivió en incesto con sus dos
hermanas y con su propia hija. El 31 de Octubre de 1501 hizo una
orgía sexual en el Vaticano. Sólo se preocupó por los intereses
materiales para sus hijos y a ganar más territorios para su familia.
El Papa Pablo III (1534-1549 d.C) siendo cardenal tuvo cuatro
hijos, y en el día de su coronación celebró el bautismo de sus dos
bisnietos. El Papa León X (1513-1521 d.C) fue Papa a los trece
años y bendijo la muerte por fuego a los herejes. En esta época
Lutero visitó Roma y se asqueó por todo lo que vio y oyó. ¿Se puede
creer que los Papas eran infalibles “excátedra” siendo inmorales y
muy alejados de Cristo y su palabra? Por eso los protestantes no
creen en el catolicismo. Para mayor información sobre el

42
escandaloso papado, lea el libro de E.R, Chamberlein, “Los
Papas Malos”.

En cuanto a la vestimenta papal, es otra videncia para


los protestantes del origen pagano del papado. En El Libro de la
Civilización, Vol. IV, y página 745 dice: “Las vestiduras del
clero eran testimonio de la Roma pagana.” Y en cuanto a la
mitra papal, y usada algunas veces por los cardenales, no tiene su
origen n el cristianismo, sino una vez más, en Egipto y Babilonia.
Pocos católicos se han cuestionado la razón de ser de ese extraño
sombrero papal. Pero fueron los faraones egipcios quienes usaron
la mitra de dos puntas, y los babilonios. El “dios Dagón” y sus
sacerdotes usaban la mitra de dos puntas (“la boca del pez”). La
historia bíblica registra que los filisteos paganos adoraban al “dios
pez” (1 Samuel 5:5-6). En tiempos de Babilonia, la mitra terminaba
con la quijada de un pez, brevemente abierta, como a usa hoy el
Papa en Roma. Sin duda, la mitra papal no tiene nada de cristiano
sino de pagano. Y como dice Hislop en su libro “Las Dos
Babilonias”: “La mitra de doble pico que usa el Papa
cuando está sentado en el altar supremo de Roma
recibiendo pleitesía de los cardenales, es idéntica a la
usada por Dagón, el “dios pez” de los filisteos
babilónicos.”

Por otro lado, el mismo título o rango católico llamado


“cardenal” es antibíblico, o mejor dicho, no se encuentra en la
Biblia (tampoco Arzobispo, Eminencia, etc). Sin embargo, la
palabra “cardenal” se deriva del latín “cardo” o sea “visagra”. Los
sacerdotes paganos eran devotos al “dios de la visagra”: Janos, el
“dios de las puertas y visagras”. Janos era conocido como el
portero que “abre y cierra” en el Asia Menor. Los cardenales se
originan del sacerdocio pagano de Janos, de allí que Pedro ha sido
confundido con el “dios de la visagra”, el “dios de las llaves”
(Janos). Para mayor información de este acápite, solicite gratis el
artículo “La Iglesia de Cristo”.

43
También los protestantes difieren con el catolicismo
cuando se trata del clero y los laicos. Pocos son los que saben
que el término “clero” pertenece a todo humilde creyente, y no tan
sólo a los obispos y curas. El apóstol Pedro instruye a los líderes a
no tener “señorío sobre las heredades del Señor”. La
palabra vertida aquí como “heredades”, en el Griego original es
“Kleeron”, que significa nada menos que “clero”. Todos los hijos de
Dios reciben el título de “herederos” o “clero del Señor”.

La Iglesia Católica se parece a las Fuerzas Armadas, en


donde sus militantes usan uniforme y rangos. Esto es peligroso,
pues hace eludir muchas responsabilidades a los llamados laicos.
El protestantismo rechaza la división católica de “religiosos” (clero)
y los “no religiosos” (laicos). Para los protestantes, todo cristiano
debe ser religioso y entregado a la causa de Cristo, si se desea
ganar el reino de Dios.

Por otro lado, es lamentable que el catolicismo haya


desviado de la verdad a sus feligreses, haciéndoles creer que sólo
aquellos cristianos difuntos que son “canonizados” por el Papa,
pueden ser llamados o considerados como “santos”. En cambio, el
protestantismo afirma que en vida todo cristiano debe ser un
santo para poder ver a Dios. Hay varios pasajes bíblicos que
enseñan la santidad en vida, y no para después de la muerte:
“Seguid la paz con todos, y la SANTIDAD, sin la cual
NADIE verá a Dios.” (Hebreos 12:14). Estas palabras son
contundentes y muy claras. Si uno quiere ver a Dios en la vida
futura, uno debe ser un santo en la vida presente. Nótese que Pablo
estaba dirigiéndose a creyentes vivos que aún no habían muerto.
Ahora bien, como los santos católicos son una minoría comparada
a la mayoría de católicos “no religiosos” y “no santos”, entonces
sólo una minoría de santos católicos podrá ver a Dios. Los
protestantes se preguntan: Si la gran mayoría de católicos no ha
alcanzado su santidad, ¿A quién verán todos éstos en la vida

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futura? Obviamente no a Dios, puesto que, como vimos; sólo los
santos verán a Dios (Hebreos 12:14).

La evidencia bíblica que nos demuestra que en la iglesia


primitiva del primer siglo hubo santos vivos, y en grandes
cantidades, la encontramos en Filipenses 1:1; 4:21: “Pablo y
Timoteo, siervos de Jesucristo, a TODOS LOS SANTOS en
Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y
diáconos...Saludad a todos los SANTOS en Cristo Jesús.
Los hermanos que están conmigo os saludan”.

En Efesios 4:11,12 San Pablo dice: “Y él mismo


constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de
PERFECCIONAR A LOS SANTOS para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
Nótese que aquí se habla de santos que requerían ser
perfeccionados por los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y
maestros. Es decir, se hace referencia al rebaño general o a la
feligresía en su totalidad como los “santos perfectibles”. Por toda
esta evidencia bíblica, los protestantes tienen razones más que
suficientes para divergir de los católicos.

Otras Prácticas Católicas Antibíblicas:

El Rosario, un elemento muy usado en el catolicismo, no


encuentra su origen en la Iglesia de los Primeros Siglos. El rosario
fue un instrumento sagrado por los antiguos mexicanos y entre los
Brahmanes hinduistas. Los adoradores de la diosa Vishnú dan a
sus hijos rosarios de 108 canicas, y los budistas de la India y en el
Tibet usan un rosario con 99 canicas, que son los 99 nombres de
Alá el Tasbih. Además, los adoradores del demonio en el Tibet y la
China usan rosarios para sus rituales. También era usado en Grecia
asiática y en las estatuas de la diosa pagana Diana. Los protestantes
creen que los cristianos de los primeros siglos jamás usaron

45
rosarios, pues sus oraciones no eran repetitivas como lo son en el
catolicismo. Los protestantes tienen en mente las palabras de Jesús
registradas en Mateo 6:7,8 que dicen: “Y orando, no uséis
vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que
por su palabrería serán oídos. No os hagáis semejantes
a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis
necesidad, antes que vosotros le pidáis”.

La Misa es una práctica común del catolicismo y de la


cual los protestantes no encuentran base en la Biblia. La costumbre
de dar al sacerdote “limosnas” (precio prefijado) por una misa data
de los siglos VII y VIII, y llegó a ser una costumbre popular y
universal en el siglo XII. Sin embargo, aunque la misma no tienen
apoyo en la Biblia, ésta, si la tuviera, no debería tener un precio
(Ver Hechos 8:20). También se cobran por los matrimonios, por
los bautismos, etc. Si Cristo estuviera presente, los protestantes
creen que Cristo los arrojaría de su presencia como mercaderes
fraudulentos de su palabra.

Las Procesiones es otra práctica común del catolicismo.


Los protestantes se sienten perturbados al contemplar cómo el
mundo católico viola el mandamiento expreso de Dios sobre el
pecado de la idolatría. El salmista David habló de esta práctica
pagana así: “Los ídolos de ellos son de plata y oro, obra de
manos de hombres. Tienen boca, mas no hablan; tienen
ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen
narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan;
tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta.
Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera
que confía en ellos.” (Salmo 115:4-8). ¿Acaso estas palabras de
David no se aplican perfectamente a las procesiones? Además,
¿Qué son las procesiones, sino un pretexto más para
emborracharse, y para hacer otras cosas más?.

46
Otras prácticas supersticiosas del catolicismo que
rechazan los protestantes son: “el agua bendita”, “La señal de
la cruz”, “Las estampitas”, “Las Reliquias”, etc. Además, los
protestantes rechazan la llamada “Confesión Auricular”
(confesión al oído del cura), pues como Jesús dice en el evangelio
de Mateo 6:6: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento,
y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y
tu Padre que ve en el secreto te recompensará en
público”. Aquí Jesús habla de la oración al Padre celestial, y no,
al “padre” de la parroquia; la cual debe hacerse en el aposento del
orante, y no en el confesionario del cura. Las fiestas paganas del
catolicismo son: El día de todos los santos, el Halloween, la
Navidad, las fiestas patronales, etc.

El Celibato Sacerdotal es otra práctica católica que no


halla su apoyo en la Biblia. En los registros del Nuevo Testamento,
veremos que los apóstoles eran casados, incluyendo el mismo San
Pedro (Leer Mateo 8:14, donde se habla de la fiebre de la suegra
de Pedro). Además, el apóstol Pablo recomienda que el Obispo
deba ser casado, marido de una sola mujer, y con hijos obedientes
(Leer 1 Timoteo 3:1-4). Lamentablemente la historia del
catolicismo está repleta de escándalos sexuales entre monjas y
monjes, y curas con sus feligreses. En Europa se han hallado
monasterios donde enterraban los fetos de niños abortados en gran
número. Aún hoy, muchos sacerdotes católicos rompen sus votos
de castidad desertando, al no poder suprimir su deseos naturales
de hombres normales. Muchos se han casado, y otros han caído en
la fornicación, homosexualidad, perversiones, y el onanismo.

Conclusión:

Los protestantes tienen buenas razones por las cuales no


se han unido con el catolicismo. No es que los protestantes sean
unos fanáticos resentidos. Todo lo contrario, ellos aman a todos los
hombres sin importar su credo religioso o político. Además, lo que

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los protestantes desean es volver al cristianismo original, puro y sin
mácula de mentiras y de corrupción espiritual y moral.

Los protestantes reconocen que aun entre ellos mismos


hay divergencias doctrinales y de organización eclesiástica. No
obstante, cada uno de ellos cree poder encontrar sólo en la Biblia
su apoyo teológico y moral. Es por eso que el protestantismo tiene
un culto menos complicado y menos elaborado, de acuerdo a los
dictados del Nuevo Testamento. Todos ellos han aceptado como la
suprema autoridad a la Biblia, y a Cristo, como la única Cabeza de
su Iglesia. Las interpretaciones de la Biblia podrán diferir, pero no
en lo básico. Las ideas y los dogmas humanos han quedado
descartados por completo en el protestantismo.

Los protestantes creen que los católicos---en general---


debieran estudiar las Escrituras para confrontar sus creencias y sus
dogmas a la luz de ellas. También creen que los católicos debieran
tener una participación más activa y consciente en su fe de modo
que puedan estar seguros en donde están caminando. Los
protestantes creen que los católicos debieran cuestionar su fe, y no
dar por sentado que todo lo dicho por sus padres es la verdad final.
Cada uno debe estar convencido por sí mismo---previa
investigación personal concienzuda--- de si está o no en el camino
correcto (Romanos 14:5).

Los protestantes creen que los católicos deben ser


consecuentes con su fe y vivir una vida consagrada al Señor. El
compromiso de la renunciación al mundo y a los deseos pasajeros
es para todos los bautizados, y no tan sólo para los llamados
“religiosos”. Los protestantes creen que todos los bautizados son
parte del cuerpo o iglesia de Cristo, y en ese sentido, todos están
obligados a vivir una vida santa para no corromper al cuerpo del
Señor. En este punto los protestantes sostienen que todos los fieles
deben llevar una vida religiosa de pureza y santidad, sin la cual
nadie verá a Dios.

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Para Mayor Información escribir a:

Ing.° Mario A Olcese


e-mail: olcesemario@latinmail.com ó
molceses@hotmail.com

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