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SUICIDIO,
EL ANÁLISIS TRANSACCIONAL INTEGRADO DEL DR. KERTÉSZ
Y LAS CITAS DEL DR. ORO
Oscar Ochoa de la Maza S.
Universidad de Tarapacá de Arica, Chile
Problema
Dios ha hecho todo de la nada. Pero la nada persiste.
VALERY
No quedará en la noche una estrella.
No quedará la noche.
Moriré y conmigo la suma
Del intolerable universo.
Borraré las pirámides, las medallas,
Los conEnentes y las caras.
Borraré la acumulación del pasado.
Haré polvo la historia, polvo el polvo.
Estoy mirando el úlEmo poniente.
Oigo el úlEmo pájaro.
Lego la nada a nadie.
BORGES
El suicidio, como problema de salud pública, es de primera magnitud, si se considera que, en
los úlEmos cuarenta y cinco años, se ha incrementado mundialmente en un 60 por ciento la
muerte por suicidio; llegando a ser, en la mayoría de los países, una de las tres causas principa‐
les de mortalidad en personas entre 15 y 34 años. En los Estados Unidos, las tasas de suicidio
en adolescentes (entre 15 y 19 años) se cuadruplicaron desde 1957 a 1987. En el año 2000,
aproximadamente 1,6 millones de personas perdieron la vida en el mundo como resultado de
violencia auto infligida, interpersonal o colecEva. Se esEma que, ese año, hubo un millón de
personas que comeEeron suicidio. Esto significa una muerte, por esta causa, cada cuarenta
segundos y un intento de suicidio cada tres segundos (si se acepta que por cada suicidio exis‐
ten entre diez y veinte intentos de suicidio). Se calculó, para el año 2000, la tasa general ajus‐
tada por edad de muertes por violencia auto infligida de 28,8 por cien mil habitantes (OMS
2002, Kirschbaumm et al., 2003, Informe Ethos 2004).
Obstáculos
Todos los hombres sanos han pensado en su suicidio alguna vez.
CAMUS
Casi todos conocen que uno de los primeros ensayos de Camus, comienza así:
No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale
o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filoso?a.
(…)
Si se pudiera decir de una sola vez “esto está claro”, el caos ofrecería una salvación. Pero estos
hombres proclaman a por?a que nada está claro, que todo es caos… Morir voluntariamente
supone que se ha reconocido aunque sea insJnJvamente, el carácter irrisorio de la costumbre
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de seguir viviendo, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa
agitación coJdiana y la inuJlidad del sufrimiento.
Camus extrae el fenómeno de la psicopatología, para transformarlo en un problema filosófico.
Noceh, de este problema filosófico, hizo un problema personal: ¿qué lleva a preguntarse acer‐
ca de las razones por las cuales esa persona en parJcular juzga que la vida (también la nuestra)
no vale la pena de ser vivida? (Noceh 2002). Es dikcil su contestación. Parece que “escucha‐
mos” (somos especialistas en eso), mas no “oímos”. Nos habla lo que aprendimos. No una per‐
sona (que ni siquiera es ruido).
Posiblemente, el Análisis Transaccional Integrado que describe Kertész es más eclécEco que
“integrado”; y, como tal, vía regia para ver un fenómeno despojado de “teorías”. O para verlo
del otro lado, del lado opuesto, o a través de. Algo que le hubiera gustado a Maslow, que de‐
nunció el obstáculo de lo aprendido en Si tu única herramienta es un marJllo, tratarás todas
las cosas como si fueran clavos (citado en Oro 2003).
En su exposición del 18 de mayo 2004, a alumnos del Doctorado en Psicología de la USAL, en el
marco del Seminario: PSICOTERAPIAS, dictado por el Dr. Oscar Oro, afirmó que la decisión “de
matarse”, es una decisión que se toma en la infancia. El Eempo, después, sólo dará los “argu‐
mentos” que la jusEfiquen. Desde su prácEca, reconocía que al niño la idea de morir le permi‐
oa seguir viviendo. Lacan observa lo mismo y advierte, en 1972, en su Conferencia de Louvain:
La muerte entra dentro del dominio de la fe… Hacen bien en creer que van a morir, por supues‐
to. Eso les da fuerzas. Si no lo creyeran así, ¿podrían soportar la vida que llevan? Si no estuvie‐
ran sólidamente apoyados en la certeza de que hay un fin, ¿acaso podrían soportar esta histo‐
ria?
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nes subjeEvas relaEvas al conocimiento. Un psicoanálisis especial y úEl en la base de todos los
estudios objeEvos (Bachelard 1966).
Se sinteEza la formación del terapeuta como la integración de conocimientos cienoficos y per‐
sonalidad moralmente madura (Jaspers, citado en Oro 2003). Mas el acceso a la temáEca del
suicidio parece exigir del terapeuta una parte no conocida de él, algo que esconden los libros.
Obliga a entender el suicidio desde el transuicidio 1. Algo que buscó Lacan en la paranoia. Y
Freud encontró sin buscar.
En su época, Freud reconocía por lo que hoy llamamos esquizofrenia básicamente la forma ca‐
tatónica. De allí, que Schreber, hoy, podría ser una esquizofrenia simple. Juguemos que es posi‐
ble. Para preguntarnos: ¿Si no era exactamente una paranoia, por qué resultó la explicación, de
cómo, en la paranoia, el deseo homosexual se deforma en manos de la represión? El ya clásico
Yo (hombre) lo amo. Lacan contesta al explicar que la paranoia está en la base de todos noso‐
tros.
El filósofo Jambet desarrolló, esta idea lacaniana, así:
Lacan hace de la paranoia un modo de razonamiento lógico, inscrito en el corazón de la perso‐
nalidad humana.
(…)
La paranoia es la búsqueda de la verdad. Y la suposición del paranoico es que a pesar del desor‐
den de las apariencias, en alguna parte se esconde una realidad, de cuya existencia está plena‐
mente convencido, y que confiere senJdo a todo lo que ocurre a su alrededor. Y, esa realidad, es
generalmente un complot, o un crimen urdido contra él. Y, precisamente, esa es la estructura
misma de nuestra búsqueda el conocimiento. Por tanto, cuando deseamos conocer las cosas
oscuras, las cosas ocultas, como decían los escépJcos, todos nosotros somos esencialmente pa‐
ranoicos. De este modo, la paranoia o la psicosis revelarían la propia estructura del deseo de
conocer; que, desde Aristóteles, todos sabemos que es el deseo de la ciencia. Y, yo creo, que eso
fascinaba a Lacan, porque eso significa que el fondo del espíritu es delirio. Y si el fondo del espí‐
ritu es delirio, la verdad se halla al final de esa búsqueda delirante.
Es curioso que Heidegger, cuando sale al encuentro del pensamiento de Nietzche, lo haga
atraído por sus Esquelas de la demencia. Cartas dirigidas a algunos amigos, en aquellos días
previos al 4 de enero de 1889, en que se desploma, en plena calle, para caer en la locura.
Lee del Nietzche, invalidado por su diagnósEco psiquiátrico:
Al amigo Georg! (Brande)
Después de haberme descubierto no era muy di?cil hallarme: la dificultad está ahora en per‐
derme…
Y escribe (Heidegger 1958):
¿Sabía Nietzche que algo imperdible llegaba a través de él a la palabra, algo imperdible que
siempre habría de retornar? Lo sabía, porque sabía de estas relaciones entre descubrir, hallar y
perder y sabía que esto, el perderlo, es más di?cil que aquello, el hallarlo.
1 Trans, del laon trans. prep. insep. Que en las voces simples de nuestra lengua a que se halla unida significa del otro
lado o a la parte opuesta. También en ciencia contemporánea es frecuente el empleo de este prefijo para la forma‐
ción de términos que indiquen modalidades del pensamiento, que anteriormente se expresaban por término de
correlación u oposición; asociadas al concepto de límite. Es decir, lo que excede del límite, pudiendo designar tanto
lo cognoscible que esté situado más allá y es considerado como una superación de lo natural y corriente, como lo
que no puede traducirse en términos precisos de conocimiento y que es, sin embargo, real. [fuente: Trans., en ENCI‐
CLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA EUROPEO AMERICANA, Vol. 63, Espasa‐Calpe SA, Madrid, 1928; 826:828]
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Es curioso que preguntándose sobre lo ¿Qué es pensar? nos dé un ejemplo de escuchar con
suma atención.
Y el atender lo que dicen las palabras introduce una ruptura con el senEdo común ‐cuya fisura
permite el entender psicoanalíEco‐. Y no está al alcance inmediato (Noceh 2000).
Jaspers, pretendía una psicología que no atendiera solamente de modo empírico a establecer
hechos y leyes de los procesos psíquicos, sino que esbozara todas las posibilidades del alma
que pueden mostrar al hombre, a modo de espejo, lo que puede ser, lo que puede alcanzar y
en dónde puede caer. Tales ilustraciones pensadas como apelaciones a la libertad para elegir
en acción interior lo que se quiere realmente (Jaspers, citado en Oro 2003).
En este contexto, el cambio de paradigma propuesto, entre otros, por Frankl, consistente en el
hecho de dirigirse a lo sano de la persona enferma (citado en Oro 2003), nos devuelve al co‐
mienzo. O desde ese lugar pensar algunas estrategias.
Por ejemplo:
Lander (2004) piensa que el alto riesgo suicida lo determinan los factores de empuje al suicidio.
Advierte que el suicidio sintomáJco se decide en un instante. Por lo tanto, debe considerarse el
eliminar los medios suicidas, al menos por unas horas. No dejar sola a la persona en riesgo.
Acompañarla por varias horas. Cuando se uEliza la hospitalización, que sea con los objeEvos de
sacarlo de su ambiente; favorecer la regresión infanEl (en términos psicoanalíEcos, el entregar‐
se al cuidado de otro, podría calmar al superyó primiEvo y cruel que pide casEgo); ingresar a
través del diálogo en el conflicto. Advierte sobre la no medicalización del peligro. Dice textual‐
mente:
Soy de los que creen que la medicación no va a eliminar la desesperanza, ni el odio al objeto. Al
contrario, van a enredar más los mecanismos mentales primiJvos. Es en el poder de la palabra y
del dialogo donde pongo todas las esperanzas.
Se apuesta (no sé si explícitamente) a lo “sano” del “enfermo”. Si logra pasar unas horas, la re‐
gresión patológica producida por subjeEvidad ficcional del fracaso, deja de tener efecto y el
riesgo suicida disminuye y hasta desaparece (Lander 2004).
Subrayo lo antedicho parafraseando un koan (Briggs‐Peat 1999):
1) Cada afirmación de este aroculo es limitada.
2) 1) es una afirmación en este aroculo.
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