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LA SANTIDAD NECESARIA

Hageo 2:10-19

Introducción

El ejemplo del hermano Poveda que ha contraído una enfermedad contagiosa.


Estamos en la época.

I. La carnalidad es una enfermedad contagiosa

Ilustración de la manzana podrida. Es el ejemplo del pueblo de Israel durante toda su historia
Muchas veces se contagiaron al seguir las prácticas religiosas de los pueblos que les rodea-
ban.

Conforme prescribía la ley, el pueblo ha llevado al templo los sacrificios. Legalmente no hay
nada que reprocharles. Dios, en este caso, ha de recibir con agrado las ofrendas. Pero los ri-
tos, en sí mismos, no son nada. La obediencia es primordial, a fin de que el Señor acepte con
agrado los sacrificios (1 Sam. 15:22). La desobediencia era manifiesta por cuanto el templo
seguía en ruinas.

La iglesia primitiva también tenía este problema: 1) Pablo contrapone el fruto del Espíritu
con el fruto de la carne y 2) hay constantes referencias estar alerta para no caer. A pesar de
eso, Pablo tiene que hablar duramente a los corintios:

Y yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niñi-
tos en Cristo. 2 Os di a beber leche y no alimento Sólido, porque Todavía no Podíais reci-
birlo, y ni Aún ahora podéis; 3 porque Todavía sois carnales. Pues en tanto que hay celos y
contiendas entre vosotros, ¿no es cierto que sois carnales y Andáis como humanos? 4 Por-
que cuando uno dice: "Yo soy de Pablo", mientras otro dice: "Yo soy de Apolos", ¿no sois
carnales? 5 ¿Qué, pues, es Apolos? ¿y qué es Pablo? Sólo siervos por medio de los cuales
habéis creído; y a cada uno Según el Señor le Concedió. (1 Corintios 3:1-5)

La indiferencia ante la presencia del Señor arruinaba no solamente sus ofrendas, sino
también todo lo demás que hicieran. Así hoy, los creyentes necesitan ser implacables con acti-
tudes descuidadas, que no son meramente neutrales sino positivamente profanas, y pedirle a
Dios limpieza (Mat. 5:29, 30; 2 Tim. 2:20, 21; cf. Sof. 1:7). Los fracasos en estos aspectos
arruinarán una iglesia y la sociedad.

¿Nos estamos contagiando nosotros con las enfermedades de las personas que nos ro-
dean? ¿Somos iguales que ellos? ¿Nos estamos comportando como ellos?

II. La santidad no es contagiosa


Hageo pregunta a los sacerdotes, a los que más conocen la Ley acerca de lo que es la santi-
dad. Ellos contestan que la santidad no es contagiosa, pero la carnalidad sí. La enfermedad se
contagia, la salud no.
A pesar de conocerlo, ellos eran carnales
Por eso sus sacrificios no eran aceptados: son inmundos (v. 14)
Si la santidad no era contagiosa para el pueblo de Israel, ni para la iglesia primitiva, tampoco
lo es para nosotros.
Hay muchas referencias en el AT que exhortan al pueblo a volverse a Dios. El Señor nos pide
que meditemos desde el día de hoy sobre esto, antes de continuar y hacer más planes. Con-
trato en blanco.

Se aprende (o contagia) el pecado más fácilmente que la santidad. Precisamente por eso he-
mos de ser muy cuidadosos en cómo nos comportamos. Una vela encendida enciende otras
velas, pero las velas apagadas han perdido el fuego que enciende a otras. Nosotros no pode-
mos conformarnos en ser esas velas apagadas que no sirven para nada.

Significa que nos hemos de esforzar: pero el pueblo que conoce a su Dios se Esforzará y Ac-
tuará. (Daniel 11:32)

III. Conocer a Dios (v.17)

De la maldición a la bendición. Hageo parece ahora estar hablando a la gente. Aunque


han empezado a trabajar, hay poco progreso. Tal vez los tres meses han sido empleados prin-
cipalmente para preparar el sitio. Durante ese tiempo los efectos de la maldición todavía han
estado presentes. La plaga, el moho y la falta de fruto son todos aspectos de las maldiciones
de Dios (Deut. 28:22, 38–42; Amós 4:9).
Dios tuvo sumo cuidado para demostrar que fue la colocación de los cimientos de piedra
lo que trajo un cambio marcado y repentino. Esto requiere explicación. Parece probable que
en la ceremonia la gente se habría juntado. En los días del templo anterior se hicieron los más
grandes avances espirituales cuando la gente se congregaba (1 Rey. 8:14; 65, 66; 2 Rey. 23:1,
2, 21–23).

El reunirse al llamado de Hageo estaba en contraste con sus primeras acciones, cuando
habían trabajado separadamente en sus propias casas (1:4, 9). Podríamos decir que un logro
importante en nuestro texto fue que la gente empezara a actuar junta y así llegó a unirse.

El Señor les recuerda que más de una vez ha intentado sacarles de su error, pero que ellos se
han obstinado en continuar en sus acciones.
Dios quiere que lo conozcamos. Conocer = relaciones sexuales en el AT, (intimidad) por eso
los que no hacían su voluntad eran considerados adúlteros.
Podemos pensar que esa intimidad se consigue orando y leyendo la Palabra constantemente,
pero eso no es del todo cierto.
La madurez en un hijo de Dios se produce a nivel inconsciente, en tanto que nuestra entrega
ha de ser tan absoluta que ni siquiera tengamos conciencia de que estamos siendo utilizados
por Él. Quizá nos estamos esforzando demasiado por ser utilizados por el Señor.

El Señor no quiere que estemos a su lado, codo con codo, sino que seamos uno con Él. Eso es
conocer a Dios íntimamente. Una persona cristiana, sin Cristo, es sólo una persona.
Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan; son abominables, desobedientes y
reprobados para toda buena obra. (Tito 1:16) Experiencia con Mº Ángeles. ¿Qué palabras
hay en nuestras bocas?

IV. La promesa para nosotros. (vv.18-19)

Ya nadie Enseñará a su Prójimo, ni nadie a su hermano, diciendo: 'Conoce a Jehovah.' Pues


todos ellos me Conocerán, desde el Más pequeño de ellos hasta el Más grande, dice Jeho-
vah. Porque yo perdonaré su iniquidad y no me acordaré Más de su pecado." (Jeremías
31:34)

Desde este día, si conocemos a Dios, Él promete bendecirnos.


Es una bendición a tiempo y fuera de tiempo. Hageo está hablando en diciembre que, eviden-
temente, no es la época de la cosecha. Pero a pesar de eso, Dios bendecirá a su pueblo.

Porque nosotros somos vulgares pensamos que Dios es vulgar, pero eso es mentira.
¿Quién os ha engañado para pensar que Dios no quiere bendecir la Iglesia? ¿Para qué murió
entonces Cristo?

Conclusión.

La iglesia en Cartagena es una comunidad de santos.


No es tocar un manto lo que nos hace santos. No es seguir una ciertas reglas las que nos ha-
cen santos. No es llevar una conducta correcta lo que nos hace santos. No es tener una dispo-
nibilidad total para el señor lo que nos hace santos.

Lo único que nos hace santos es Su Espíritu que vive en nosotros porque Él es SANTO. Dios
quiere que tengamos esa vida íntima con Él incluso los cristianos

La iglesia no depende de nuestros esfuerzos, sino de las promesas de Dios y Él es fiel y ver-
dadero.

Si desde el día de hoy, 25-03-2007, nos proponemos de corazón conocer a Dios, Él se revela-
rá en nuestras vidas produciendo una bendición mayor de la que siquiera podemos imaginar.

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