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Después de una campaña

Lc. 10:1-22

Introducción

¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que debemos hacernos


ahora, o la menos, la que yo me hago. Acaba un ciclo en esta
iglesia: el ciclo de preparación de la campaña con todas las
expectativas creadas y todo el trabajo realizado.

Ahora estamos esperando resultados. Y es lógico que así


sea. En toda campaña hay dos tipos de resultados: los inter-
nos y los externos a la propia iglesia.

Entre los internos están:

• El saber que hemos cumplido con el llamado que


hemos recibido.
• Darnos cuenta de que, aunque somos pequeños,
podemos emprender cualquier tarea con la ayuda
de Dios. Macrocampaña.
• Sentirnos cuerpo de Cristo de tal modo que cada
uno de nosotros podemos expresar que no somos
imprescindibles pero sí necesarios en la Obra
del Señor.
• Abrirnos los ojos a nuestra realidad como cristia-
nos y el apetito por hacer más y más cada día.
Sólo por eso ya ha valido la pena hacer la campaña. Pero
no nos conformamos con eso y queremos más: ¡queremos
ver cómo se rinden personas a los pies de Cristo!

Hemos hecho una parte, pero ahora ¿qué?

I. Confiemos en que Dios sigue haciendo su obra


(Lc 10:1-2)

1 Después de estas cosas, el Señor de-


signó a otros setenta, a los cuales envió de-
lante de sí de dos en dos, a toda ciudad y lu-
gar a donde Él había de ir. 2 Y les decía: “A
la verdad, la mies es mucha, pero los obre-
ros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la
mies, que envíe obreros a su mies.

• Es el mismo Señor Jesús quien encomienda esta


misión a los setenta.

a los cuales envió delante de sí de dos en


dos.

• Identidad. Es importante ver que estos setenta


son unos completos desconocidos. No sabemos
quienes pueden ser, pero está claro que ni son los
doce más “privilegiados” ni son las multitudes
que son tan fáciles de arrastrar y manipular. De la
misma forma ha actuado con nosotros: no ha
enviado a unos cuantos “escogidos” ni a las
grandes multitudes, sino a sus verdaderos dis-
cípulos.
• Forma. Nosotros también fuimos de dos en dos.
El motivo es claro: para ayudarnos, para alentar-
nos mutuamente, ¡y también para dar fe de lo que
estamos viviendo!
• Cómo. delante de sí. ¡Esto es importantísimo!
¡Dios viene detrás nuestro haciendo su trabajo!
Estamos haciendo el mismo trabajo que Juan el
Bautista: preparar el camino al Señor:

1 En aquellos días apareció Juan el


Bautista predicando en el desierto de Judea
2 y diciendo: “Arrepentíos, porque el reino
de los cielos se ha acercado.” 3 Pues éste es
aquel de quien fue dicho por medio del pro-
feta Isaías: Voz del que proclama en el de-
sierto: “Preparad el camino del Señor; en-
derezad sus sendas.” (Mt. 3:1-3)

• A través de diversos medios hemos preparado las


personas para que, cuando el Espíritu Santo toque
sus corazones, puedan recordar todo lo que han
visto y oído y puedan aceptar al Señor Jesús como
su Salvador y Señor.
• No podemos atribuirnos a nosotros el mérito de
los resultados; hemos de esperar en Dios con fian-
do en que él va a hacer crecer esa semilla sembra-
da en los corazones: la obra es del Señor.
• No podemos olvidar que es su mies de lo que esta-
mos tratando. La mies, el campo, es del Señor, y
nosotros, seamos muchos o pocos, lo único que
hacemos es preparar el terreno para que el que
viene tras nosotros haga el trabajo que le corres-
ponde. Somos apenas 50 personas predicando a
150.000-200.000. Por eso debemos rogar que
haya más trabajadores preparando el campo.
• Dónde a toda ciudad y lugar a donde Él había de
ir. La obra del Señor es tan suya que nosotros va-
mos delante de Él donde Él nos envíe a toda ciu-
dad y lugar ¡pero ni siquiera sabemos dónde es!
Nuestro trabajo, nuestro campo de misión es Car-
tagena, claro, pero ¿qué personas de las que he-
mos tenido oportunidad para hablar son con las
que el señor está tratando personalmente? ¡No lo
sabemos! porque la obra es suya y

El viento sopla de donde quiere, y oyes


su sonido; pero no sabes ni de dónde viene
ni a dónde va. Así es todo aquel que ha na-
cido del Espíritu. (Jn. 3:8).

Por todo esto podemos esperar que el señor siga hacien-


do Su obra en los corazones de las personas.
II. Mostramos alegría por el trabajo realizado (Lc.
10:17-19)

10:17 Los setenta volvieron con gozo,


diciendo: --Señor, ¡aun los demonios se nos
sujetan en tu nombre! 18 El les dijo: --Yo
veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 He aquí, os doy autoridad de pisar ser-
pientes, escorpiones, y sobre todo el poder
del enemigo; y nada os dañará.

• Nos podemos identificar con los setenta: ¡Lo hemos


conseguido! ¡Hemos realizado la campaña que tanto es-
perábamos y que tantos nos asustaba! ¡Y ha salido bien!
¡Señor, hemos podido predicar el evangelio en la calle,
invitando a nuestros vecinos, a nuestros amigos y a
nuestros familiares! Eso era lo que compartían el jue-
ves algunos hermanos.
• Jesús les dice: “Yo ya sabía que eso pasaría aunque vo-
sotros dudabais de vosotros mismos”. Muchas veces so-
mos los propios cristianos los que no nos creemos lo
que Dios está haciendo a través nuestro.
• Jesús estaba y está viendo cómo el poder de Satanás
está menguando porque muchas personas están siendo
arrebatadas de su seno. ¡Y Satanás también sabe eso y
ése es el motivo de que intente infundirnos miedo, crear
confusión o discordias entre nosotros! ¡Y por eso noso-
tros debemos regocijarnos, porque estamos asustando a
Satanás!
• Y Jesús les recuerda que han podido realizar todo ese
trabajo porque Él mismo les ha investido con Su autori-
dad, una autoridad que es sobre toda autoridad ¡Y es lo
mismo que nos dice a nosotros!

Nos sentimos alegres por el trabajo realizado, por el tra-


bajo que Dios mismo está haciendo en nosotros ¡y porque
esto sólo son las arras, las primicias, el adelanto de las pro-
mesas que aun están por llegar!

III. Seguimos actuando como cristianos (Lc. 10:20)

Sin embargo, no os regocijéis de esto, de


que los espíritus se os sujeten; sino regoci-
jaos de que vuestros nombres están inscritos
en los cielos.

• No me cabe duda de que Jesús se estaba regoci-


jando con los setenta en el momento de recibir su
informe.
• Pero Jesús también les enseña a que den impor-
tancia a lo que realmente tiene importancia: “No
le deis importancia al trabajo que habéis hecho,
sino a lo que sois: Hijos de Dios que proclaman
que el Reino se ha acercado y que tienen una nue-
va vida”.
• Realmente, no es nada excepcional lo que habían
hecho: sólo habían cumplido órdenes. ¡Ni más ni
menos! A pesar de todo el esfuerzo que hemos he-
cho, y sin ánimos de echar por tierra el trabajo de
nadie ni de desalentar a nadie, sólo hemos hecho
lo que se espera que haga un cristiano: proclamar
a Cristo con su palabra, con su vida, con sus acti-
tudes, etc.
• Lo realmente importante no es lo que nosotros he-
mos hecho sino lo que Dios ha hecho: ha trabaja-
do en nuestros corazones hasta transformarnos en
sus hijos. ¡Ésa es su obra! ¡Eso es lo realmente
importante! ¡Y esa obra continua haciéndola en
los corazones de las personas que escuchan su
voz!

Conclusión

• Vamos a confiar en que Dios seguirá haciendo su


trabajo en las personas y por ello le vamos a se-
guir adorando y alabando con profundo fervor.
• Vamos a seguir gozándonos porque Dios puede
usarnos a nosotros para llevar a cabo su obra a así
nos sentimos útiles en sus manos, sea cual sea
nuestra identidad, nuestra situación y nuestros do-
nes.
• Vamos a seguir actuando como cristianos, ponién-
donos en sus manos para que Él nos ilumine, nos
de visión y sabiduría para saber cómo ser útiles en
Sus manos en cada momento de nuestra vida.

20 Y el Dios de paz, que por la sangre


del pacto eterno levantó de entre los muer-
tos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de
las ovejas, 21 os haga aptos en todo lo bue-
no para hacer su voluntad, haciendo Él en
nosotros lo que es agradable delante de Él
por medio de Jesucristo, a quien sea la glo-
ria por los siglos de los siglos. Amén. (Heb
13:20-21)

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