¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que debemos hacernos
ahora, o la menos, la que yo me hago. Acaba un ciclo en esta iglesia: el ciclo de preparación de la campaña con todas las expectativas creadas y todo el trabajo realizado.
Ahora estamos esperando resultados. Y es lógico que así
sea. En toda campaña hay dos tipos de resultados: los inter- nos y los externos a la propia iglesia.
Entre los internos están:
• El saber que hemos cumplido con el llamado que
hemos recibido. • Darnos cuenta de que, aunque somos pequeños, podemos emprender cualquier tarea con la ayuda de Dios. Macrocampaña. • Sentirnos cuerpo de Cristo de tal modo que cada uno de nosotros podemos expresar que no somos imprescindibles pero sí necesarios en la Obra del Señor. • Abrirnos los ojos a nuestra realidad como cristia- nos y el apetito por hacer más y más cada día. Sólo por eso ya ha valido la pena hacer la campaña. Pero no nos conformamos con eso y queremos más: ¡queremos ver cómo se rinden personas a los pies de Cristo!
Hemos hecho una parte, pero ahora ¿qué?
I. Confiemos en que Dios sigue haciendo su obra
(Lc 10:1-2)
1 Después de estas cosas, el Señor de-
signó a otros setenta, a los cuales envió de- lante de sí de dos en dos, a toda ciudad y lu- gar a donde Él había de ir. 2 Y les decía: “A la verdad, la mies es mucha, pero los obre- ros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.
• Es el mismo Señor Jesús quien encomienda esta
misión a los setenta.
a los cuales envió delante de sí de dos en
dos.
• Identidad. Es importante ver que estos setenta
son unos completos desconocidos. No sabemos quienes pueden ser, pero está claro que ni son los doce más “privilegiados” ni son las multitudes que son tan fáciles de arrastrar y manipular. De la misma forma ha actuado con nosotros: no ha enviado a unos cuantos “escogidos” ni a las grandes multitudes, sino a sus verdaderos dis- cípulos. • Forma. Nosotros también fuimos de dos en dos. El motivo es claro: para ayudarnos, para alentar- nos mutuamente, ¡y también para dar fe de lo que estamos viviendo! • Cómo. delante de sí. ¡Esto es importantísimo! ¡Dios viene detrás nuestro haciendo su trabajo! Estamos haciendo el mismo trabajo que Juan el Bautista: preparar el camino al Señor:
1 En aquellos días apareció Juan el
Bautista predicando en el desierto de Judea 2 y diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.” 3 Pues éste es aquel de quien fue dicho por medio del pro- feta Isaías: Voz del que proclama en el de- sierto: “Preparad el camino del Señor; en- derezad sus sendas.” (Mt. 3:1-3)
• A través de diversos medios hemos preparado las
personas para que, cuando el Espíritu Santo toque sus corazones, puedan recordar todo lo que han visto y oído y puedan aceptar al Señor Jesús como su Salvador y Señor. • No podemos atribuirnos a nosotros el mérito de los resultados; hemos de esperar en Dios con fian- do en que él va a hacer crecer esa semilla sembra- da en los corazones: la obra es del Señor. • No podemos olvidar que es su mies de lo que esta- mos tratando. La mies, el campo, es del Señor, y nosotros, seamos muchos o pocos, lo único que hacemos es preparar el terreno para que el que viene tras nosotros haga el trabajo que le corres- ponde. Somos apenas 50 personas predicando a 150.000-200.000. Por eso debemos rogar que haya más trabajadores preparando el campo. • Dónde a toda ciudad y lugar a donde Él había de ir. La obra del Señor es tan suya que nosotros va- mos delante de Él donde Él nos envíe a toda ciu- dad y lugar ¡pero ni siquiera sabemos dónde es! Nuestro trabajo, nuestro campo de misión es Car- tagena, claro, pero ¿qué personas de las que he- mos tenido oportunidad para hablar son con las que el señor está tratando personalmente? ¡No lo sabemos! porque la obra es suya y
El viento sopla de donde quiere, y oyes
su sonido; pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que ha na- cido del Espíritu. (Jn. 3:8).
Por todo esto podemos esperar que el señor siga hacien-
do Su obra en los corazones de las personas. II. Mostramos alegría por el trabajo realizado (Lc. 10:17-19)
10:17 Los setenta volvieron con gozo,
diciendo: --Señor, ¡aun los demonios se nos sujetan en tu nombre! 18 El les dijo: --Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 He aquí, os doy autoridad de pisar ser- pientes, escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará.
• Nos podemos identificar con los setenta: ¡Lo hemos
conseguido! ¡Hemos realizado la campaña que tanto es- perábamos y que tantos nos asustaba! ¡Y ha salido bien! ¡Señor, hemos podido predicar el evangelio en la calle, invitando a nuestros vecinos, a nuestros amigos y a nuestros familiares! Eso era lo que compartían el jue- ves algunos hermanos. • Jesús les dice: “Yo ya sabía que eso pasaría aunque vo- sotros dudabais de vosotros mismos”. Muchas veces so- mos los propios cristianos los que no nos creemos lo que Dios está haciendo a través nuestro. • Jesús estaba y está viendo cómo el poder de Satanás está menguando porque muchas personas están siendo arrebatadas de su seno. ¡Y Satanás también sabe eso y ése es el motivo de que intente infundirnos miedo, crear confusión o discordias entre nosotros! ¡Y por eso noso- tros debemos regocijarnos, porque estamos asustando a Satanás! • Y Jesús les recuerda que han podido realizar todo ese trabajo porque Él mismo les ha investido con Su autori- dad, una autoridad que es sobre toda autoridad ¡Y es lo mismo que nos dice a nosotros!
Nos sentimos alegres por el trabajo realizado, por el tra-
bajo que Dios mismo está haciendo en nosotros ¡y porque esto sólo son las arras, las primicias, el adelanto de las pro- mesas que aun están por llegar!
III. Seguimos actuando como cristianos (Lc. 10:20)
Sin embargo, no os regocijéis de esto, de
que los espíritus se os sujeten; sino regoci- jaos de que vuestros nombres están inscritos en los cielos.
• No me cabe duda de que Jesús se estaba regoci-
jando con los setenta en el momento de recibir su informe. • Pero Jesús también les enseña a que den impor- tancia a lo que realmente tiene importancia: “No le deis importancia al trabajo que habéis hecho, sino a lo que sois: Hijos de Dios que proclaman que el Reino se ha acercado y que tienen una nue- va vida”. • Realmente, no es nada excepcional lo que habían hecho: sólo habían cumplido órdenes. ¡Ni más ni menos! A pesar de todo el esfuerzo que hemos he- cho, y sin ánimos de echar por tierra el trabajo de nadie ni de desalentar a nadie, sólo hemos hecho lo que se espera que haga un cristiano: proclamar a Cristo con su palabra, con su vida, con sus acti- tudes, etc. • Lo realmente importante no es lo que nosotros he- mos hecho sino lo que Dios ha hecho: ha trabaja- do en nuestros corazones hasta transformarnos en sus hijos. ¡Ésa es su obra! ¡Eso es lo realmente importante! ¡Y esa obra continua haciéndola en los corazones de las personas que escuchan su voz!
Conclusión
• Vamos a confiar en que Dios seguirá haciendo su
trabajo en las personas y por ello le vamos a se- guir adorando y alabando con profundo fervor. • Vamos a seguir gozándonos porque Dios puede usarnos a nosotros para llevar a cabo su obra a así nos sentimos útiles en sus manos, sea cual sea nuestra identidad, nuestra situación y nuestros do- nes. • Vamos a seguir actuando como cristianos, ponién- donos en sus manos para que Él nos ilumine, nos de visión y sabiduría para saber cómo ser útiles en Sus manos en cada momento de nuestra vida.
20 Y el Dios de paz, que por la sangre
del pacto eterno levantó de entre los muer- tos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, 21 os haga aptos en todo lo bue- no para hacer su voluntad, haciendo Él en nosotros lo que es agradable delante de Él por medio de Jesucristo, a quien sea la glo- ria por los siglos de los siglos. Amén. (Heb 13:20-21)