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¿Qué nos enseñan en la familia? Valores como respetar, por ejemplo, la autoridad paterna; que
siempre, o casi siempre, es autoritaria e inflexible; que debemos respetar las palabras, ideas y
propuestas de los mayores. Así se va modelando nuestra personalidad y la visión que tenemos de las
cosas. Nos imponen, u adoctrinan, religiosamente; nos imponen, por tanto, una visión de hechos,
procesos y circunstancias: los testigos de Jehová, por ejemplo, desprecian los valores patrios.
El Estado, con sus escuelas, institutos y academias, hace todo lo posible por adoctrinarnos en las
ideas de quienes detentan el poder público. La orientación de los planes y programas de estudio
pueden forjar, a la larga, un ciudadano pasivo o reflexivo; pueden forman un ciudadano conformista
con lo que recibe o crítico ante los hechos. Pero, además, el Estado responde a los intereses de
grupos y camarillas y oculta la verdad.
El papel de los medios de comunicación es determinante. Somos, como seres humanos pensantes,
fácil presa de los mensajes. Lo fuimos, de pequeños, de nuestros padres; luego de nuestros maestros
y compañeros; y no se puede soslayar la influencia que, en todo momento, ejercen los medios de
comunicación sobre nosotros. Nos destruyen valores e imponen otros; nos ocultan o distorsionan la
realidad, nos manipulan al influirnos en el conocimiento de la realidad. Nos dominan, nos inducen a
tomar decisiones, como quien dice, controlan nuestras mentes y acciones.
La geometría ideológica. De pronto nos vemos enfrentados a una decisión ideológica. ¿Que somos?
Nos enseñan que el mundo puede dividirse en dos: en derechistas o izquierdistas, y que algunos
-listos, listos-, crean la ficción del centro derecha o la centro izquierdista. No quieren ser los extremos
porque les hace perder clientes, como sucede con los partidos políticos. Sin embargo, hay una
confusión en la identificación ideológica.
Según este autor, el aparato ideológico hegemónico ha ido cambiando respecto al desarrollo de la
sociedad capitalista. El aparato ideológico hegemónico se caracteriza porque tiene un poder
dominante en el subconsciente del individuo, debido a que en sus profundidades psíquicas se
encuentran las representaciones de los conjuntos sociales.
Por tanto, la hegemonía no se reproduce por la acción de un solo aparato, sino por un sistema
complejo de instituciones o redes ideológicas, a través de múltiples acciones culturales.
Con la llegada de la fase monopolista del desarrollo capitalista los medios de comunicación se han
convertido en los nuevos aparatos de hegemonía dominante. Dentro de ella se encuentra la fase
monopolista y colonialista, la cual desarrolla el telégrafo y la prensa. En la actual fase transnacional,
los medios de comunicación electrónicos ejercen una tarea cultural dominante. Ya que con la actual
tecnología de información, los medios son una auténtica Escuela Electrónica, por el amplio proceso de
educación cotidiana que ejerce sobre los individuos.
Los medios de comunicación masiva han convertido al estado convencional del siglo diecinueve en un
estado geométricamente ampliado a través de su capacidad ideológica y de consenso. La amplia
difusión ideológica permite dirigirse simultáneamente a millones de receptores heterogéneos,
ubicados en regiones disímiles y polarizadas.
La opinión pública se manipula. Es cierto: los mensajes de los medios tienen un origen; se gestan,
nacen pues, en quienes tienen la capacidad para difundirlos, para hacerlos llegar a la gente. Un día,
un compañero periodista, hizo patente el que, por no ser el dueño del papel y la tinta del periódico, no
podía publicar sus ideas.
Los medios cumplen funciones concretas. Facilitan el crear prestigio o consolidar un status social, de
ahí que muchos busquen salir en las paginas sociales o que asisten a uno u otro evento; otros
evidencian éxitos y logros empresariales o profesionales o políticos. Pero también, hay la función que
causa desprestigio: se informa de hechos malos, delictivos, de corrupción, de ineficiencias, de realizar
acciones que van en contra de la moral o de la ley.
Una función, importante, de los medios tiene relación con los valores. Al presentar hechos,
situaciones, eventos, donde participan ídolos musicales, artistas, lideres, profesionistas, trabajadores,
refuerzan, aniquilan o transforman el conjunto de valores de la sociedad. Provocan la adopción e
imitación de conductas; da pie para que, otros mas, simplemente renieguen de lo que hasta ese
momento creen y defienden. Las telenovelas, por ejemplo, inculcan a los niños antivalores: les hacen
creer que algunos hechos son normales en la vida; como el que, un hombre o mujer, tenga un amante.
Mas grave, aún, la mediatización del pensamiento. Los medios llegan a encasillarnos en esquemas de
conducta; nos adoctrinan según los requerimientos del Estado o de grupos poderosos. Plaza Sésamo,
en la década de los setenta, fue acusado de ser un programa de adoctrinamiento capitalista; hacían
ver, a los niños, el valor de la propiedad privada, que tenia que respetarse... contrario a lo que
manifestaban los socialistas sobre la propiedad social de los medios de producción.
La mediatización induce a creer en lo que no existe. Hablamos en otras líneas de las mentiras que se
forjan con tal de sostener una situación. Vale que, en cuanto puedan, vean la película Escándalo en la
Casa Blanca. Ahí podrán ver como, en la practica, muchas situaciones políticas son como una
producción cinematográfica: escenarios, actores, efectos especiales... y todo es pura mentira, que el
pueblo, nosotros pues, nos los tragamos sin chistar.
El ignorante es presa fácil del fanatismo. Todo aquel individuo que no recibe educación, o que no la
completa, quizá sepa leer y escribir, como no ha desarrollado su capacidad de pensar, de razonar, es
cultivo para el fanatismo. Es fácil de convencer; su actitud puede ser moldeada y no acepta
explicaciones. Aquí el papel fundamental de los medios es significativo: la intención de una u otra
noticia, reportaje o crónica a veces es muy obvia, puede provocar la aceptación o rechazo de algo,
alguien... el rumor, esparcido en los medios, hace mucho daño y a veces no hay forma de acallarlo.
La educación es el arma contra el fanatismo. La educación nos ayuda a desarrollar nuestra capacidad
intelectual; nos proporciona herramientas para el cultivo de la inteligencia y desarrollo de la capacidad
de razonar, de pensar. A mayor educación, esta comprobado, es menor el riesgo de caer en fanatismo
o de permitir que se vulneren nuestros derechos cívicos y políticos. Al conocer, no tan fácilmente
somos presa de los rumores, o de las informaciones tendeciosas o calumniosas.
Calidad del libre albedrío. Al decir que la familia, la educación, la religión y los medios de
comunicación determinan nuestros valores e ideas, decimos una verdad. Pero, también es cierto, que
en el ejercicio de nuestro libre albedrío, que nadie nos obliga, o no debe obligarnos, a escoger una u
otra religión; como tampoco a profesar, unas u otras ideas sobre la política, la economía, la cultura y
sociedad; como tampoco se nos obliga a militar en un partido u organización política.
Si ya fuimos, o somos, capaces de darle un sentido a nuestra vida, el problema ya no es grave. No,
porque aprovechando las oportunidades de la vida, nos forjamos una meta, nos preparamos para ella;
en esta coyuntura nuestras ideas tienen que ser, o son, firmes; tendremos menor oportunidad de
titubear, precisamente porque sabemos lo que deseamos, lo que buscamos. Así es como podemos
escapar al fanatismo y a la manipulación de nuestros pensamientos, de nuestras ideas y podemos
escapar a ser presas de intereses que no conocemos. Recorremos un camino que deseamos y no
que nos imponen.
Según la definición de Habermas, la esfera pública es, un espacio jurídicamente privado en el que
individuos sin estatus oficial buscan persuadirse los unos a los otros, mediante la argumentación
racional y la crítica, en torno a asuntos de interés general. Esta esfera se origina en Europa en el siglo
XVIII y se desencadena y evoluciona, primero con la imprenta y luego con los posteriores medios de
comunicación (radio, televisión, etc.).
En este caso la relación con los medios de comunicación es menos directa. Sin embargo, sigue
siendo de mucha importancia. La aceptación de las reglas de juego solo puede ser impuesta por la
fuerza durante un tiempo limitado. Si fuera necesario utilizarla sistemáticamente el costo de esta se
vería por encima de la capacidad de la mayoría de los Estados. Los medios de comunicación sirven
para informar las reglas y por lo tanto reducen los costos de la imposición de éstas. Sin embargo, esta
no es toda la relación. Los medios de comunicación no solo informan reglas preestablecidas sino que
también crean reglas de juego nuevas que repercuten en la misma burocracia estatal. La aparición de
nuevos medios de comunicación, como la imprenta, el telégrafo, el teléfono e incluso Internet,
terminan revolucionando la mayoría de las instituciones a tal punto que vuelven obsoletas ciertas
áreas y crean otras nuevas que antes hubieran carecido de sentido. Incluso no solo la estructura de
las instituciones sufre cambios, sino que cambian las mismas propiedades y sentidos de estas.
En este punto, el rol de los medios de comunicación es sumamente secundario ya que estos
simplemente representan una de las tantas esferas que el estado intenta regular, sobre todo en su
comienzo, con el objetivo de lograr su monopolio y utilizarlo, no para diferenciarse funcionalmente,
sino para extender lo que Bourdieu denomina el "poder simbólico" . Esto es un poder capaz de influir
en las acciones de los otros y crear acontecimientos reales a través de los medios de producción y
transmisión de las formas simbólicas (como el lenguaje, los símbolos y la ideología). Para que el
Estado logre controlar esta esfera, tarea que ha demostrado ser imposible, es necesario quitarles
dicho atributos a instituciones que lo han ejercido históricamente como las instituciones religiosas, las
instituciones educativas y las instituciones mediáticas. Sin embargo, aquí los medios de comunicación
no representan una herramienta que contribuya, directamente, a que el Estado lleve adelante una
diferenciación funcional.
En este atributo los medios de comunicación se tornan en la herramienta imprescindible del Estado.
Estos se vuelven esenciales para difundir aquellas supuesta cuestiones comunes. Desde la prensa
hasta la televisión, todos los medios han sido utilizados con este fin en mayor o menor grado en los
distintos países. En Estados Unidos, luego de la guerra de secesión se utilizaron todos los métodos
posibles para crear y difundir "El día de acción de gracias".
El principal método que utilizó el Estado para controlar los medios de comunicación fue el de
quitárselo, en la medida que pudo, a las instituciones que antes lo ostentaban (como la Iglesia y La
Escuela). El estado fue comprobando como a mayor manipulación de los medios de comunicación
obtenía mas velozmente una identidad colectiva.
La capacidad de internalizar una identidad colectiva probó ser uno de los métodos más eficientes para
garantizar la dominación a tal punto que se convirtió en uno de los principales objetivos de algunos
gobiernos, para implementar con un menor costo sus políticas. En la Argentina, a lo largo de los dos
primeros gobiernos peronistas (1946-1955) se produce en el sistema educativo argentino lo que
algunos teóricos, tanto Escudé como Plotkin, han denominado "politización" de los contenidos
escolares. Entendiendo este fenómeno como la introducción y enseñanza obligatoria en los distintos
niveles del sistema, sobre todo a partir de 1949, de contenidos de corte político-partidario. Las
reformas llevadas a cabo en los planes y programas de estudio así como en los libros de texto de la
época dan clara cuenta de esto.
La gran fuerza que otorga el control ideológico, producto de esta internalización de una identidad
colectiva, radica en el hecho que permite ejercer el poder desde su punto más sutil. Una instancia
donde quien es manipulado ni siquiera reconoce la existencia de dicha dominación. A medida que los
medios se compejizan permiten que esta relación se agudice.
Los medios de comunicación como variable independiente principalmente se enfrentan ante dos
obstáculos: en primer lugar, su incapacidad de explicar como influye en los Estados antes de que
estos se constituyan en Estados nacionales.
En segundo lugar, parecería ser que los medios de comunicación implican para el Estado un arma de
doble filo, ya que si bien contribuyen inicialmente a potenciar la estatidad del mismo, éstos
evolucionan a un ritmo superior que el Estado, creando nuevas demandas pero sin modificar la
esencia misma de éste. Es solo uno de los tantos escenarios posibles que el Estado deba modificar
sus características para adaptarse y sobrevivir. El surgimiento de nuevas formas de organización
institucional, como pueden ser los organismos supranacionales, hasta el momento no han
representado una alternativa capaz de sustituirlo. Si lo hicieran, podríamos hablar de los medios de
comunicación como una variable independiente ya que esta nos serviría para explicar, junto con sus
atributos, el pasaje de una forma a otro Hasta El momento, los medios de comunicación han mostrado
ser tanto una herramienta, como una esfera autónoma creadora de canales alternativos tanto de
control como de exigencia de demandas .Este parece ser su límite.
Los medios de comunicación reducen ese complejo mundo en que vivimos a noticias, incluyen
o excluyen de nuestro conocimiento (y preocupaciones) determinados temas. Además la propia
narratividad periodística vuelve a ser una estrategia discursiva de jerarquización, de asignación de
importancia a unos u otros asuntos; el espacio que una noticia ocupa en los medios, el lugar donde se
sitúa dentro de ese meta-relato que es un periódico o un telediario y, por supuesto, el que sea o no
objeto de seguimiento a lo largo de un periodo contribuyen a su tematización. Pero lo significativo en
la teoría de Luhman es la señalada vinculación entre la comunicación pública (prioritariamente
desarrollada a través de los medios) y el sistema político. Que Luhman considere que eso es funcional
para el sistema y que, por tanto, carezca de valoraciones morales sobre lo que él llama Opinión
Pública, no impide que de sus mismo análisis pueda concluirse que es un ejemplo particularmente
adecuado sobre cómo a través del "libre juego de la sociedad civil" (de las actividades del sistema
político y del mediático en este caso), se recompone el discurso ideológico dominante.
CONFLUENCIA CONFLICTIVA
Debe añadirse una causa sociológica. Por su nivel económico y su estatus social, el staff
decisivo de los medios de comunicación coincide en nivel, relaciones y aspiraciones con el de las
élites políticas. Esto genera un flujo importante de relaciones entre ambos, de influencias mutuas, que
conforma visiones del mundo similares sobre multitud de cuestiones básicas. Podríamos decir que el
discurso ideológico que se produce tiene una base fundamental en ese flujo de relaciones.
Esa dependencia que tiene el periodismo de la estabilidad de unas determinadas fuentes y del
acomodo a unas exigencias productivas, tiene como consecuencia que la imagen del mundo que
construyen los medios de comunicación sea distorsionada de la realidad y reproduzca constantemente
los discursos ideológicos dominantes. Pero también, que esto no sea tanto debido a una manipulación
consciente y cotidiana de las noticias derivada de las presiones y maniobras del poder político, sino de
lo que se llama "distorsión involuntaria" y que las propias necesidades productivas imponen de una
forma constante, permanente, al periodismo.
Esas mismas condiciones organizativas que determinan las relaciones entre fuentes
institucionales y medios, provoca que estos -como señala G. Grossi- no son un mero canal, son más
bien coproductores (...), no se limitan a transmitir la política ni a convertirla en más placentera, sino
que contribuyen a definirla.
Y no se trata sólo de una falacia; los medios tienen también intereses de poder específicos,
propios, que se materializan precisamente en su capacidad para imponer al sistema representativo (o
al menos negociar con él) temas prioritarios y agenda política. La tentación del Ciudadano Kane no es
sólo una ficción. El prestigio de un medio y la propia capacidad de acceso a fuentes estables de
información tiene más garantías si cuenta con ese poder negociador, que si se limita a ser un
correveidile de algunas instancias políticas (en lo que una causa añadida, pero nada menor, es la
influencia de ello en tiradas de ejemplares y audiencias).
Por eso, los intereses específicos del sistema mediático generan en ocasiones estrategias
comunicativas que chocan con los intereses y con la "opinión pública" deseada por el sistema político
y pueden resultar perjudiciales para su legitimidad. Los escándalos financieros o las ramas de
terrorismo estatal son dos casos significativos, en los que la agenda temática de los medios de
comunicación ha podido imponer una agenda de la política desequilibradora, al menos, para el
sistema representativo.
Además, estas características e intereses específicos de los medios, hacen que la cobertura
con la que se producen y la significación que se otorga a determinados acontecimientos e incluso
serie de acontecimientos tematizados en el tiempo, pueda ser permeable a las presiones sociales
sobre el ejercicio de la democracia, incluso si estas chocan con los intereses generales del sistema
político. O, al menos, que en el propio sistema de medios de comunicación, se abran controversias
entre discursos ideológicos legitimadores y deslegitimadores de tales alternativas.
Oscar Oszlak, "formación histórica del Estado en América Latina: elementos teórico-
metodológicos para su estudio", Estudios CEDES, Vol. 1, Nro 3, 1978.