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subjetivas, etc., desconocen la necesidad de arribar a explicaciones globales
que tengan en cuenta la multidimensionalidad de lo social, que significa
reconocer la importancia de la cultura, los lenguajes y las experiencias, pero
incluidos en un todo más amplio y complejo.
Así por ejemplo, en uno de los ensayos compilados Kocka realiza un balance
del legado de la historia estructural a partir de las críticas realizadas por las
investigaciones sobre la vida cotidiana (corriente de peso en los años 80’ en
Alemania, destacándose la obra de investigadores como Alf Ludtke, Hans
Medick y Lutz Niethammer entre otros). El punto central aquí es la poca
relevancia que le cupo a las acciones, motivos, decisiones y experiencias
subjetivas en los estudios de historia estructural. Pero aún reconociendo esta
falencia, Kocka señala la ingenuidad y poca relevancia de la historia de la
cotidianidad, que con una conceptualización pobre, una predilección por los
temas minúsculos y una marcada sobrevaloración de las experiencias
subjetivas, desconoce toda una serie de causalidades y problemáticas sólo
abordables teniendo en cuenta dimensiones macrosociales. Finalmente, en
palabras del autor, lo que debería hacer la historia social es “comprender la
relación entre las estructuras y los procesos, por una parte, y las acciones y las
experiencias, por otra, como una relación de refracción y no congruencia” (p.
82)
Especial mención merece uno de los ensayos dedicado a discutir a aquellas
posturas que, en contra de las tendencias al análisis histórico en términos
estructurales y un acercamiento a enfoques del tipo de la sociología histórica,
abogaron por una vuelta a la narración como forma paradigmática del discurso
en historia (cabe nombrar aquí el famoso artículo de Lawrence Stone de fines
de los años 70’ a favor de un resurgimiento de la narración, idea ampliamente
rescatada y debatida durante los 80’. Cabe señalar por otra parte que este
trabajo de Kocka es de 1984, en pleno auge de esta polémica). Pero dado que
en el contexto alemán la aplicación de métodos cuantitativos fue mucho menos
importante que en otros sitios, y que tampoco la historia estructural alemana
dejó de interesarse por los procesos específicamente políticos (la continuidad
de la tradición de la historia política se mantuvo firmemente), aquí el programa
de vuelta a la narración se correspondía, según Kocka, con una propuesta
historiográfica que volvía a poner en el centro del relato a los acontecimientos y
criticaba la sobrecarga conceptual y teórica a que había llevado el vinculo entre
historia y ciencias sociales. En contra de esto, Kocka refuerza su adcripción a
una historia social teóricamente fundada, donde el relato incluya momentos de
autorreflexión metódológica y exposición de argumentos críticamente
analizados. En esta línea puede leerse otro de los ensayos en el cual se
discute la aplicación del método comparativo en historia, o las repetidas
alusiones a problemáticas conceptuales en los artículos recopilados que
presentan los resultados de las investigaciones del autor. Tanto, por ejemplo en
sus trabajos sobre la burguesía y el Estado en Alemania, como en el dedicado
a discutir el concepto de la “vía especial alemana” (Sonderweg), nos
encontramos con una ajustada y oportuna problematización de los específicos
temas tratados a partir de la aplicación, justamente, del aludido método
comparativo.
Queda claro por tanto que nos hallamos ante un autor que, además de una
dilatada trayectoria como investigador en historia, se interesa por la discusión
historiográfica y teórica. Pero debe tenerse en cuenta que esta conjunción no
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es nada extraña en el ámbito alemán, donde la historia social se ha mostrado
especialmente abierta al debate teórico y político. Y como bien apunta en su
introducción Jesús Millán, esta característica de la historia social alemana de
posguerra puede explicarse en parte por la necesidad de reflexionar sobre una
historia marcada por la traumática experiencia del nazismo, régimen que contó
con una inusitada capacidad para integrar incluso a aquellos sectores sociales
en los que se sustentan los discursos progresistas. “Con estas motivaciones, lo
prioritario era la “historia como problema”. Su interés no radicaba simplemente
en estudios parciales, por importantes que fuesen, ni tampoco apostaba por el
confinamiento en una noción de “lo social” ajena a la política. Este
planteamiento, frecuente en otros contextos, se veía aquí imposibilitado por el
carácter prioritario y absorbente que derivaba de la tragedia del nazismo como
punto de referencia.” (p. 30)
A partir de esta referencia se entiende la importancia que adquiere, más allá de
los argumentos alegados por el autor en términos teóricos, la repetida
utilización del concepto de sociedad civil para analizar la historia alemana de
los siglos XIX y XX. Kocka considera que este concepto, postulado como ideal
normativo de alcances políticos, sociales, económicos y culturales en el
proyecto de la Ilustración, puede ser reformulado como un concepto ideal-típico
y utilizado con propósitos analíticos. De esta manera se comprende el
desarrollo de la sociedad alemana a partir del rol de las distintas clases
sociales, el Estado, los partidos políticos, etc. en la constitución de una
sociedad civil que finalmente demostraría una franca debilidad para evitar los
embates de las fuerzas fascistas. En clave comparativa, Kocka postula dos
cuestiones fundamentales para explicar, bajo esta nueva luz, la “particularidad
del caso alemán”: por un lado, la coincidencia temporal (tercer cuarto del siglo
XIX) entre la conformación nacional, la del movimiento obrero y la de la
sociedad civil; en segundo lugar, el peso y la continuidad de la tradición
burocrática (y en contra de interpretaciones tradicionales, Kocka descarta la
idea de una debilidad de la burguesía alemana).
Sin dudas, esta elección conceptual conlleva a un posicionamiento político que
Kocka explicita en repetidas ocasiones: a diferencia del socialismo,
contendiente ideológico que perdió la partida, el proyecto de la sociedad civil
contaría aún con actualidad (claro está que ampliando sus contenidos más allá
de los estrechos límites que tenía en su formulación clásica), quedando aún en
deuda su realización. Cercano a las posiciones políticas y conceptuales del
último Habermas, es probable que esta postura de Kocka sea igual de
problemática y debatible que las del conocido filósofo. Y aunque no
compartamos este planteo, debe reconocerse la claridad y franqueza del autor
en su exposición de las razones que sustentan sus elecciones políticas. Es por
esto que aún con distancia crítica, podemos celebrar la traducción al español
de una relevante muestra de una obra que sigue apostando por el debate de
ideas y a la vinculación entre historia y política.