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Fantasía

Al.: Phantasie.
Fr.: fantasme.
Ing.: fantasy o phantasy.
It.: fantasia.
Por.: fantasia.

Guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en forma


más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo y,
en último término, de un deseo Inconsciente.

La fantasía se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o sueños


diurnos, fantasías Inconscientes que descubre el análisis como estructuras
subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias.

I. La palabra alemana Phantasie designa la imaginación. No tanto la facultad de


imaginar en el sentido filosófico del término (Einbildungskraft), como el mundo
imaginario, sus contenidos, la actividad creadora que lo anima (das Phantasieren).
Freud recogió estos diferentes usos de la lengua alemana.

En francés, el término fantasme ha sido utilizado de nuevo por el psicoanálisis y,


en consecuencia, está más cargado de resonancias psicoanalíticas que su
homólogo alemán. Por otra parte, no corresponde exactamente al término alemán,
pues su extensión es menor. Designa una determinada formación imaginaria y no
el mundo de las fantasías, la actividad imaginativa en general.

Daniel Lagache ha propuesto volver a utilizar en su antiguo sentido el término


«fantaisie», que tiene la ventaja de designar tanto la actividad creadora como sus
producciones, pero que, para la conciencia lingüística contemporánea, es muy
difícil que no sugiera los matices de capricho, originalidad, falta de seriedad, etc.

II. Los términos «fantasía» «actividad fantaseadora», sugieren inevitablemente la


oposición entre imaginación y realidad (percepción). Si se hace de esta oposición
un eje de referencia fundamental del psicoanálisis, habrá que definir la fantasía
como una producción puramente ilusoria que no resistiría a una aprehensión
correctora de lo real. Algunos textos de Freud parecen justificar tal orientación. En
las Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento psíquico
(Formulierungen über die zwei Prinzipen des psychischen Geschehens, 1911),
Freud contrapone al mundo interior, que tiende a la satisfacción por ilusión, un
mundo exterior que impone progresivamente al sujeto, por mediación del sistema
perceptivo, el principio de realidad.
En igual sentido se invoca a menudo la forma como Freud descubrió la
importancia de las fantasías en la etiología de las neurosis: Freud, que en un
principio admitió la realidad de las escenas infantiles patógenas halladas en el
curso del análisis, habría abandonado definitivamente esta primera convicción,
denunciando su «error»: la realidad aparentemente material de estas escenas no
era más que «realidad psíquica».

Pero conviene subrayar aquí que la expresión «realidad psíquica» no es


simplemente sinónima de mundo interior, campo psicológico, etc. Tomada por
Freud en su sentido más fundamental, designa un núcleo, heterogéneo en este
campo, resistente, el único verdaderamente «real» en comparación con la mayoría
de los fenómenos psíquicos. «¿Es preciso atribuir una realidad a los deseos
inconscientes? No sabría decirlo. Naturalmente, debe negárseles a todos los
pensamientos de transición y de ligazón. Cuando nos encontramos ante deseos
inconscientes llevados a su última y más verdadera expresión, nos vemos
obligados a decir que la realidad psíquica constituye una forma de existencia
particular que es imposible confundir con la realidad material».

El esfuerzo de Freud y de toda la reflexión psicoanalítica consiste precisamente en


intentar explicar la estabilidad, la eficacia y el carácter relativamente organizado
de la vida de fantasía del sujeto. Dentro de esta perspectiva, Freud, desde que
centró el interés sobre las fantasías, destacó modalidades típicas de guiones
fantaseados, como, por ejemplo, la «novela familiar». Rehusa dejarse encerrar en
la oposición entre una concepción que considera la fantasía como un derivado
deformado del recuerdo de acontecimientos reales fortuitos, y otra que no
atribuiría realidad propia a la fantasía, viendo en ella únicamente una expresión
imaginaria destinada a enmascarar la realidad de la dinámica pulsional. Las
fantasías típicas halladas por el psicoanálisis condujeron a Freud a postular la
existencia de esquemas inconscientes que trascienden lo vivido individual y se
transmitirían hereditariamente: las «fantasías originarias ».

III. La palabra «fantasía» se utiliza muy extensamente en psicoanálisis. Según


algunos autores, esta utilización tendría el inconveniente de no precisar la
situación tópica (consciente, preconsciente o inconsciente) de la formación que se
considera.

Para comprender el concepto freudiano de Phantasie, conviene distinguir diversos


niveles:

1.° Lo que Freud denomina Phantasien son ante todo los sueños diurnos, escenas,
episodios, novelas, ficciones que el sujeto forja y se narra a sí mismo en estado de
vigilia. En los Estudios sobre la histeria (Studien über Hysterie, 1895), Breuer y
Freud mostraron la frecuencia y la importancia de esta actividad fantaseadora en
el histérico y la describieron como frecuentemente «inconsciente», es decir,
produciéndose durante estados de ausencia o estados hipnoides.

En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900) todavía describe


Freud las fantasías basándose en el modelo de los sueños diurnos. Las analiza
como formaciones de compromiso y muestra que su estructura es comparable a la
del sueño. Estas fantasías o sueños diurnos son utilizados por la elaboración
secundaria, factor del trabajo del sueño que se aproxima mucho a la actividad en
vigilia.

2.° Freud utiliza a menudo la expresión «fantasía inconsciente», sin que implique
siempre una posición metapsicológica bien establecida. Con ella parece designar a
veces un ensueño subliminal, preconciente, al cual se entrega el sujeto y del que
tomará o no conciencia reflexivamente. En el artículo Fantasías histéricas y su
relación con la bisexualidad (Hysterische Phantasien und ihre Beziehung zur
Bisexualität, 1908), las fantasías « inconscientes », consideradas precursoras de
los síntomas histéricos, se describen como hallándose en íntima conexión con los
sueños diurnos.

3.° Dentro de una línea de pensamiento distinta, la fantasía aparece en una


relación mucho más íntima con el inconsciente. En el capítulo VII de La
interpretación de los sueños, Freud sitúa a un nivel inconsciente, en el sentido
tópico de esta palabra, ciertas fantasías, las ligadas al deseo inconsciente y que se
hallan en el punto de partida del proceso metapsicológico de formación del sueño:
la primera parte del «trayecto» que conduce al sueño «[...] va, de forma
progresiva, desde las escenas o fantasías inconscientes hasta el preconsciente».

4.° Por consiguiente, aunque Freud no lo hace explícitamente, se podrían


distinguir en su obra varios niveles de la fantasía: consciente, subliminal,
inconsciente (ver nota). Pero Freud parece preocupado no tanto en establecer esta
distinción, como en recalcar los lazos existentes entre estos diversos aspectos:

a) En el sueño, los ensueños diurnos utilizados por la elaboración secundaria


pueden estar en conexión directa con la fantasía inconsciente que constituye el
«núcleo del sueño»: «Las fantasías de deseo que el analista descubre en los sueños
nocturnos muestran a menudo ser repeticiones y recomposiciones de escenas
infantiles; así, en más de un sueño, su fachada nos indica inmediatamente el
verdadero núcleo del sueño, que se encuentra deformado porque aparece
mezclado con otro material». Por consiguiente, en el trabajo del sueño, la fantasía
se halla presente en los dos extremos del proceso: por una parte, está ligada al
deseo inconsciente más profundo, al «capitalista» del sueño; por otra, en el otro
extremo, se halla presente en la elaboración secundaria. Los dos extremos del
sueño y las dos modalidades de fantasías que en él se encuentran parecen, si no
juntarse, por lo menos comunicarse interiormente y simbolizarse entre sí.

b) Freud encuentra en la fantasía un punto privilegiado donde podría captarse, a lo


vivo, el proceso de paso entre los diferentes sistemas psíquicos: represión o
retorno de lo reprimido. Las fantasías «[...] se aproximan mucho a la conciencia y
permanecen allí sin ser perturbadas mientras no posean una catexis intensa, pero
cuando sobrepasan un cierto nivel de catexis son nuevamente alejadas».

c) En la definición metapsicológica más completa que dio Freud, conecta entre sí


los aspectos de la fantasía aparentemente más distantes: «Ellas [las fantasías] se
hallan, por una parte, altamente organizadas, no son contradictorias, han
aprovechado todas las ventajas del sistema Cs, y nuestro juicio difícilmente las
distinguiría de las formaciones de este sistema; por otra parte, son inconscientes e
incapaces de volverse conscientes. Su origen [inconsciente] es lo decisivo para su
destino. Podrían compararse a los mestizos, que en conjunto se parecen a los
blancos, pero cuyo color de origen se delata por alguna señal sorprendente y que
por este hecho permanecen excluidos de la sociedad y no gozan de ninguno de los
privilegios reservados a los blancos».

Parece, pues, que la problemática freudiana de la fantasía no solamente no permite


efectuar una distinción de naturaleza entre fantasía inconsciente y fantasía
consciente, sino que tiende más bien a señalar sus analogías, sus estrechas
relaciones, los pasos entre ellas: «Las fantasías claramente conscientes de los
perversos (que, en circunstancias favorables, pueden transformarse en
comportamientos «organizados»), los temores delirantes de los paranoicos (que
son proyectados sobre otros con un sentido hostil), las fantasías inconscientes de
los histéricos (que el psicoanálisis descubre detrás de sus síntomas), todas estas
formaciones coinciden en su contenido hasta en los menores detalles». En
formaciones imaginarias y estructuras psicopatológicas tan diversas como las que
aquí cita Freud, pueden encontrarse una misma organización, un mismo arreglo,
tanto si son conscientes como inconscientes, realizadas o imaginadas, asumidas
por el sujeto o proyectadas sobre otro.

Asimismo, en la cura, el psicoanalista se dedica a descubrir la fantasía subyacente,


tras las producciones del inconsciente, como el sueño, el síntoma, el actuar, las
conductas repetitivas, etc. El progreso de la investigación hace aparecer incluso
aspectos de la conducta muy alejados de la actividad imaginativa v, a primera
vista, gobernados por las solas exigencias de la realidad, como emanaciones,
«derivados» de fantasías inconscientes. Desde esta perspectiva, todo el conjunto
de la vida del sujeto aparece como modelado, organizado por lo que podría
denominarse, para subrayar su carácter estructurante, una actividad fantaseadora.
Esta no debe concebirse únicamente como una temática, aunque estuviera
marcada para cada individuo por rasgos eminentemente singulares, sino que
comporta un dinamismo propio, en virtud del cual las estructuras fantaseadas
intentan expresarse, encontrar una salida hacia la conciencia y la acción,
atrayendo constantemente hacia ellas un nuevo material.

IV. La fantasía guarda la más estrecha relación con el deseo; un término freudiano
lo atestigua: Wunschphantasie, o fantasía de deseo. ¿Cómo concebir esta relación?
Sabemos que, para Freud, el deseo tiene su origen y su modelo en la experiencia
de satisfacción: «El primer desear [Wünschen] parece haber sido una catexis
alucinatoria del recuerdo de la satisfacción». ¿Equivale esto a decir que las
fantasías más primitivas son aquellas que tienden a encontrar de nuevo los objetos
alucinatorios ligados a todas las primeras experiencias de aumento y resolución de
la tensión interna? ¿Puede decirse que las primeras fantasías son fantasías de
objeto, de los objetos fantaseados a los que tendería el deseo como la necesidad
tiende a su objeto natural?

A nuestro modo de ver, la relación entre la fantasía y el deseo es más compleja.


Incluso en sus formas menos elaboradas, la fantasía aparece como irreductible a
una mira intencional del sujeto que desea:

1.° se trata de guiones, aunque se enuncien en una sola frase, de escenas


organizadas, susceptibles de ser dramatizadas en forma casi siempre visual;

2.° el sujeto está siempre presente en tales escenas; incluso en la «escena


originaria», de la que puede parecer excluido, figura de hecho, no sólo como
observador, sino como participante que viene, por ejemplo, a perturbar el coito de
los padres;

3.° lo representado no es un objeto al cual tiende el sujeto, sino una secuencia de


la que forma parte el propio sujeto y en la cual son posibles las permutaciones de
papeles y de atribución (véase especialmente el análisis que Freud hizo de la
fantasía Pegan a un niño (Ein Kind wird gesch1agen, 1919) y a los cambios
sintácticos que experimenta esta frase; véanse también las transformaciones de la
fantasía homosexual en el Caso Schreber);

4.° en la medida en que el deseo se articula así en la fantasía, ésta es también


asiento de operaciones defensivas; da lugar a los procesos de defensa más
primitivos, como la vuelta hacia su propia persona, la transformación en lo
contrario, la negación, la proyección;

5.° tales defensas, a su vez, se hallan indisolublemente ligadas a la función


primaria de la fantasía (la escenificación del deseo), escenificación en la que lo
prohibido se encuentra siempre presente en la posición misma del deseo.
Realidad psíquica
Realidad psíquica

Al.: psychische Realität.


Fr.: réalité psychique.
Ing.: psychical reality.
It.: realtà psichica.
Por.: realidade psíquica.

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Término utilizado frecuentemente por Freud para designar lo que, en el psiquismo


del sujeto, presenta una coherencia y una resistencia comparables a las de la
realidad material; se trata fundamentalmente del deseo Inconsciente y de las
fantasías con él relacionadas.

Cuando Freud habla de realidad psíquica, no lo hace simplemente para designar el


campo de la psicología, concebido como poseyendo su propio tipo de realidad y
susceptible de una investigación científica, sino lo que, para el sujeto, adquiere, en
su psiquismo, valor de realidad.

En la historia del psicoanálisis, la idea de realidad psíquica surge paralelamente al


abandono, o por lo menos a la limitación, de la teoría de la seducción y del papel
patógeno de los traumas infantiles reales. Las fantasías, aunque no se basen en
acontecimientos reales, tienen para el sujeto el mismo valor patógeno que Freud
atribuyó al principio a las « reminiscencias »: «Las fantasías poseen una realidad
psíquica opuesta a la realidad material [...]; en el mundo de las neurosis, el
principal papel corresponde a la realidad psíquica».

Se plantea el problema teórico de la relación entre la fantasía y los


acontecimientos reales que han podido proporcionar una base a aquél (véase:
Fantasía), pero, según indica Freud, « [...] todavía no hemos podido constatar una
diferencia, en cuanto a los efectos, según que los acontecimientos de la vida
infantil sean un producto de la fantasía o de la realidad». Así, la cura
psicoanalítica parte del supuesto de que los síntomas neuróticos se basan, por lo
menos, en una realidad psíquica y que, en este sentido, el neurótico «[...] debe
tener, en cierto modo, razón». En varias ocasiones Freud insistió en la idea de que
los afectos aparentemente menos motivados, como, por ejemplo, el sentimiento de
culpabilidad en la neurosis obsesiva, se hallan plenamente justificados, por cuanto
se basan en realidades psíquicas.

De un modo general, la neurosis, y a fortiori la psicosis, se caracterizan por el


predominio de la realidad psíquica en la vida del sujeto.

La idea de realidad psíquica va ligada a la hipótesis freudiana referente a los


procesos inconscientes; éstos, no sólo no tienen en cuenta la realidad exterior, sino
que la substituyen por una realidad psíquica. En su acepción más estricta, la
expresión «realidad psíquica» designaría el deseo inconsciente y la fantasía que
está ligada al mismo. ¿Es preciso, se pregunta Freud a propósito del análisis de los
sueños, reconocer una realidad a los deseos inconscientes? «Por supuesto, no es
posible admitirla en lo referente a todos los pensamientos de transición y de
ligazón. Pero cuando nos hallamos en presencia de los deseos inconscientes
llevados a su expresión última y más verdadera, nos vemos obligados a decir que
la realidad psíquica constituye una forma particular de existencia que no se debe
confundir con la realidad material».

Fantasía
Fantasía
Fantasía
Al.: Phantasie.
Fr.: fantasme.
Ing.: fantasy o phantasy.
It.: fantasia.
Por.: fantasia.
fuente(13)
Guión imaginario en el que se halla presente el sujeto y que representa, en
forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de
un deseo y, en último término, de un deseo Inconsciente.
La fantasía se presenta bajo distintas modalidades: fantasías conscientes o
sueños diurnos, fantasías Inconscientes que descubre el análisis como
estructuras subyacentes a un contenido manifiesto, y fantasías originarias.
I. La palabra alemana Phantasie designa la imaginación. No tanto la facultad
de imaginar en el sentido filosófico del término (Einbildungskraft), como el
mundo imaginario, sus contenidos, la actividad creadora que lo anima (das
Phantasieren). Freud recogió estos diferentes usos de la lengua alemana.
En francés, el término fantasme ha sido utilizado de nuevo por el psicoanálisis
y, en
consecuencia, está más cargado de resonancias psicoanalíticas que su
homólogo alemán. Por otra parte, no corresponde exactamente al término
alemán, pues su extensión es menor.
Designa una determinada formación imaginaria y no el mundo de las
fantasías, la actividad imaginativa en general. Daniel Lagache ha propuesto
volver a utilizar en su antiguo sentido el término «fantaisie», que tiene la
ventaja de designar tanto la actividad creadora como sus producciones, pero
que, para la conciencia lingüística contemporánea, es muy difícil que no
sugiera los matices de capricho, originalidad, falta de seriedad, etc.
II. Los términos «fantasía» «actividad fantaseadora», sugieren
inevitablemente la oposición entre imaginación y realidad (percepción). Si se
hace de esta oposición un eje de referencia fundamental del psicoanálisis,
habrá que definir la fantasía como una producción puramente ilusoria que no
resistiría a una aprehensión correctora de lo real. Algunos textos de Freud
parecen justificar tal orientación. En las Formulaciones sobre los dos principios
del funcionamiento psíquico (Formulierungen über die zwei Prinzipen des
psychischen Geschehens, 1911), Freud contrapone al mundo interior, que
tiende a la satisfacción por ilusión, un mundo exterior que impone
progresivamente al sujeto, por mediación del sistema perceptivo, el principio
de realidad.
En igual sentido se invoca a menudo la forma como Freud descubrió la
importancia de las fantasías en la etiología de las neurosis: Freud, que en un
principio admitió la realidad de las escenas infantiles patógenas halladas en el
curso del análisis, habría abandonado definitivamente esta primera
convicción, denunciando su «error»: la realidad aparentemente material de
estas escenas no era más que «realidad psíquica(14)».
Pero conviene subrayar aquí que la expresión «realidad psíquica» no es
simplemente sinónima de mundo interior, campo psicológico, etc. Tomada por
Freud en su sentido más fundamental, designa un núcleo, heterogéneo en
este campo, resistente, el único verdaderamente «real» en comparación con
la mayoría de los fenómenos psíquicos. «¿Es preciso atribuir una realidad a los
deseos inconscientes? No sabría decirlo. Naturalmente, debe negárseles a
todos los pensamientos de transición y de ligazón. Cuando nos encontramos
ante deseos inconscientes llevados a su última y más verdadera expresión,
nos vemos obligados a decir que la realidad psíquica constituye una forma de
existencia particular que es imposible confundir con la realidad material».
El esfuerzo de Freud y de toda la reflexión psicoanalítica consiste
precisamente en intentar explicar la estabilidad, la eficacia y el carácter
relativamente organizado de la vida de fantasía del sujeto. Dentro de esta
perspectiva, Freud, desde que centró el interés sobre las fantasías, destacó
modalidades típicas de guiones fantaseados, como, por ejemplo, la «novela
familiar». Rehusa dejarse encerrar en la oposición entre una concepción que
considera la fantasía como un derivado deformado del recuerdo de
acontecimientos reales fortuitos, y otra que no atribuiría realidad propia a la
fantasía, viendo en ella únicamente una expresión imaginaria destinada a
enmascarar la realidad de la dinámica pulsional. Las fantasías típicas halladas
por el psicoanálisis condujeron a Freud a postular la existencia de esquemas
inconscientes que trascienden lo vivido individual y se transmitirían
hereditariamente: las «fantasías originarias ».
III. La palabra «fantasía» se utiliza muy extensamente en psicoanálisis. Según
algunos autores, esta utilización tendría el inconveniente de no precisar la
situación tópica (consciente, preconsciente o inconsciente) de la formación
que se considera.
Para comprender el concepto freudiano de Phantasie, conviene distinguir
diversos niveles:
1.° Lo que Freud denomina Phantasien son ante todo los sueños diurnos,
escenas, episodios, novelas, ficciones que el sujeto forja y se narra a sí mismo
en estado de vigilia. En los Estudios sobre la histeria (Studien über Hysterie,
1895), Breuer y Freud mostraron la frecuencia y la importancia de esta
actividad fantaseadora en el histérico y la describieron como frecuentemente
«inconsciente», es decir, produciéndose durante estados de ausencia o
estados hipnoides.
En La interpretación de los sueños (Die Traumdeutung, 1900) todavía describe
Freud las
fantasías basándose en el modelo de los sueños diurnos. Las analiza como
formaciones de compromiso y muestra que su estructura es comparable a la
del sueño. Estas fantasías o sueños diurnos son utilizados por la elaboración
secundaria, factor del trabajo del sueño que se aproxima mucho a la actividad
en vigilia.
2.° Freud utiliza a menudo la expresión «fantasía inconsciente», sin que
implique siempre una posición metapsicológica bien establecida. Con ella
parece designar a veces un ensueño subliminal, preconciente, al cual se
entrega el sujeto y del que tomará o no conciencia reflexivamente. En el
artículo Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad (Hysterische
Phantasien und ihre Beziehung zur Bisexualität, 1908), las fantasías «
inconscientes », consideradas precursoras de los síntomas histéricos, se
describen como hallándose en íntima conexión con los sueños diurnos.
3.° Dentro de una línea de pensamiento distinta, la fantasía aparece en una
relación mucho más íntima con el inconsciente. En el capítulo VII de La
interpretación de los sueños, Freud sitúa a un nivel inconsciente, en el sentido
tópico de esta palabra, ciertas fantasías, las ligadas al deseo inconsciente y
que se hallan en el punto de partida del proceso metapsicológico de formación
del sueño: la primera parte del «trayecto» que conduce al sueño «[...] va, de
forma progresiva, desde las escenas o fantasías inconscientes hasta el
preconsciente».
4.° Por consiguiente, aunque Freud no lo hace explícitamente, se podrían
distinguir en su obra varios niveles de la fantasía: consciente, subliminal,
inconsciente (ver nota(15)). Pero Freud parece preocupado no tanto en
establecer esta distinción, como en recalcar los lazos existentes entre estos
diversos aspectos:
a) En el sueño, los ensueños diurnos utilizados por la elaboración secundaria
pueden estar en conexión directa con la fantasía inconsciente que constituye
el «núcleo del sueño»: «Las fantasías de deseo que el analista descubre en los
sueños nocturnos muestran a menudo ser repeticiones y recomposiciones de
escenas infantiles; así, en más de un sueño, su fachada nos indica
inmediatamente el verdadero núcleo del sueño, que se encuentra deformado
porque aparece mezclado con otro material». Por consiguiente, en el trabajo
del sueño, la fantasía se halla presente en los dos extremos del proceso: por
una parte, está ligada al deseo inconsciente más profundo, al «capitalista» del
sueño; por otra, en el otro extremo, se halla presente en la elaboración
secundaria. Los dos extremos del sueño y las dos modalidades de fantasías
que en
él se encuentran parecen, si no juntarse, por lo menos comunicarse
interiormente y simbolizarse entre sí.
b) Freud encuentra en la fantasía un punto privilegiado donde podría captarse,
a lo vivo, el proceso de paso entre los diferentes sistemas psíquicos: represión
o retorno de lo reprimido. Las fantasías «[...] se aproximan mucho a la
conciencia y permanecen allí sin ser perturbadas mientras no posean una
catexis intensa, pero cuando sobrepasan un cierto nivel de catexis son
nuevamente alejadas».
c) En la definición metapsicológica más completa que dio Freud, conecta entre
sí los aspectos de la fantasía aparentemente más distantes: «Ellas [las
fantasías] se hallan, por una parte, altamente organizadas, no son
contradictorias, han aprovechado todas las ventajas del sistema Cs, y nuestro
juicio difícilmente las distinguiría de las formaciones de este sistema; por otra
parte, son inconscientes e incapaces de volverse conscientes. Su origen
[inconsciente] es lo decisivo para su destino. Podrían compararse a los
mestizos, que en conjunto se parecen a los blancos, pero cuyo color de origen
se delata por alguna señal sorprendente y que por este hecho permanecen
excluidos de la sociedad y no gozan de ninguno de los privilegios reservados a
los blancos».
Parece, pues, que la problemática freudiana de la fantasía no solamente no
permite efectuar una distinción de naturaleza entre fantasía inconsciente y
fantasía consciente, sino que tiende más bien a señalar sus analogías, sus
estrechas relaciones, los pasos entre ellas: «Las fantasías claramente
conscientes de los perversos (que, en circunstancias favorables, pueden
transformarse en comportamientos «organizados»), los temores delirantes de
los paranoicos (que son proyectados sobre otros con un sentido hostil), las
fantasías inconscientes de los histéricos (que el psicoanálisis descubre detrás
de sus síntomas), todas estas formaciones coinciden en su contenido hasta en
los menores detalles». En formaciones imaginarias y estructuras
psicopatológicas tan diversas como las que aquí cita Freud, pueden
encontrarse una misma organización, un mismo arreglo, tanto si son
conscientes como inconscientes, realizadas o imaginadas, asumidas por el
sujeto o proyectadas sobre otro. Asimismo, en la cura, el psicoanalista se
dedica a descubrir la fantasía subyacente, tras las producciones del
inconsciente, como el sueño, el síntoma, el actuar, las conductas repetitivas,
etc. El progreso de la investigación hace aparecer incluso aspectos de la
conducta muy alejados de la actividad imaginativa v, a primera vista,
gobernados por las solas exigencias de la realidad, como emanaciones,
«derivados» de fantasías inconscientes. Desde esta perspectiva, todo el
conjunto de la vida del sujeto aparece como modelado, organizado por lo que
podría denominarse, para subrayar su carácter estructurante, una actividad
fantaseadora. Esta no debe concebirse únicamente como una temática,
aunque estuviera marcada para cada individuo por rasgos eminentemente
singulares, sino que comporta un dinamismo propio, en virtud del cual las
estructuras fantaseadas intentan expresarse, encontrar una salida hacia la
conciencia y la acción, atrayendo constantemente hacia ellas un nuevo
material.
IV. La fantasía guarda la más estrecha relación con el deseo; un término
freudiano lo atestigua: Wunschphantasie, o fantasía de deseo. ¿Cómo concebir
esta relación? Sabemos que, para Freud, el deseo tiene su origen y su modelo
en la experiencia de satisfacción: «El primer desear [Wünschen] parece haber
sido una catexis alucinatoria del recuerdo de la satisfacción». ¿Equivale esto a
decir que las fantasías más primitivas son aquellas que tienden a encontrar de
nuevo los objetos alucinatorios ligados a todas las primeras experiencias de
aumento y resolución de la tensión interna? ¿Puede decirse que las primeras
fantasías son fantasías de objeto, de los objetos fantaseados a los que
tendería el deseo como la necesidad tiende a su objeto natural? A nuestro
modo de ver, la relación entre la fantasía y el deseo es más compleja. Incluso
en sus formas menos elaboradas, la fantasía aparece como irreductible a una
mira intencional del sujeto que desea:
1.° se trata de guiones, aunque se enuncien en una sola frase, de escenas
organizadas,
susceptibles de ser dramatizadas en forma casi siempre visual;
2.° el sujeto está siempre presente en tales escenas; incluso en la «escena
originaria», de la que puede parecer excluido, figura de hecho, no sólo como
observador, sino como participante que viene, por ejemplo, a perturbar el
coito de los padres;
3.° lo representado no es un objeto al cual tiende el sujeto, sino una secuencia
de la que forma parte el propio sujeto y en la cual son posibles las
permutaciones de papeles y de atribución (véase especialmente el análisis
que Freud hizo de la fantasía Pegan a un niño (Ein Kind wird gesch1agen,
1919) y a los cambios sintácticos que experimenta esta frase; véanse también
las transformaciones de la fantasía homosexual en el Caso Schreber);
4.° en la medida en que el deseo se articula así en la fantasía, ésta es también
asiento de operaciones defensivas; da lugar a los procesos de defensa más
primitivos, como la vuelta hacia su propia persona, la transformación en lo
contrario, la negación, la proyección;
5.° tales defensas, a su vez, se hallan indisolublemente ligadas a la función
primaria de la fantasía (la escenificación del deseo), escenificación en la que
lo prohibido se encuentra siempre presente en la posición misma del deseo.

Realidad psíquica
Al.: psychische Realität.
Fr.: réalité psychique.
Ing.: psychical reality.
It.: realtà psichica.
Por.: realidade psíquica.
fuente(21)
Término utilizado frecuentemente por Freud para designar lo que, en el
psiquismo del sujeto,
presenta una coherencia y una resistencia comparables a las de la realidad
material; se trata fundamentalmente del deseo Inconsciente y de las fantasías
con él relacionadas.
Cuando Freud habla de realidad psíquica, no lo hace simplemente para
designar el campo de la psicología, concebido como poseyendo su propio tipo
de realidad y susceptible de una investigación científica, sino lo que, para el
sujeto, adquiere, en su psiquismo, valor de realidad. En la historia del
psicoanálisis, la idea de realidad psíquica surge paralelamente al abandono, o
por lo menos a la limitación, de la teoría de la seducción y del papel patógeno
de los traumas infantiles reales. Las fantasías, aunque no se basen en
acontecimientos reales, tienen para el sujeto el mismo valor patógeno que
Freud atribuyó al principio a las « reminiscencias »: «Las fantasías poseen una
realidad psíquica opuesta a la realidad material [...]; en el mundo de las
neurosis, el principal papel corresponde a la realidad psíquica». Se plantea el
problema teórico de la relación entre la fantasía y los acontecimientos reales
que han podido proporcionar una base a aquél (véase: Fantasía), pero, según
indica Freud, « [...] todavía no hemos podido constatar una diferencia, en
cuanto a los efectos, según que los acontecimientos de la vida infantil sean un
producto de la fantasía o de la realidad». Así, la cura psicoanalítica parte del
supuesto de que los síntomas neuróticos se basan, por lo menos, en una
realidad psíquica y que, en este sentido, el neurótico «[...] debe tener, en
cierto modo, razón». En varias ocasiones Freud insistió en la idea de que los
afectos aparentemente menos motivados, como, por ejemplo, el sentimiento
de culpabilidad en la neurosis obsesiva, se hallan plenamente justificados, por
cuanto se basan en realidades psíquicas. De un modo general, la neurosis, y a
fortiori la psicosis, se caracterizan por el predominio de la realidad psíquica en
la vida del sujeto. La idea de realidad psíquica va ligada a la hipótesis
freudiana referente a los procesos inconscientes; éstos, no sólo no tienen en
cuenta la realidad exterior, sino que la substituyen por una realidad psíquica.
En su acepción más estricta, la expresión «realidad psíquica» designaría el
deseo inconsciente y la fantasía que está ligada al mismo. ¿Es preciso, se
pregunta Freud a propósito del análisis de los sueños, reconocer una realidad
a los deseos inconscientes? «Por supuesto, no es posible admitirla en lo
referente a todos los pensamientos de transición y de ligazón. Pero cuando
nos hallamos en presencia de los deseos inconscientes llevados a su expresión
última y más verdadera, nos vemos obligados a decir que la realidad
psíquica(22) constituye una forma particular de existencia que no se debe
confundir con la realidad material». Realidad psíquica
Realidad psíquica
Alemán: Psychische Realität.
Francés: Réalité psychique.
Inglés: Psychical reality.
fuente(23)
Expresión empleada en psicoanálisis para designar una forma de existencia
del sujeto, distinta de la realidad material, en tanto dominada por el reino del
fantasma y el deseo. Históricamente, la noción surgió del abandono por
Sigmund Freud de la teoría de la seducción y de la elaboración de una
concepción del aparato psíquico basada en la primacía del inconsciente.
En la historia de la clínica psicoanalítica, la noción de realidad psíquica ha sido
objeto de
numerosas reinterpretaciones (en particular por Melanie Klein y Jacques
Lacan) que han llevado, en el enfoque de las psicosis y la relación de objeto, a
acentuar la importancia de dicha realidad, en detrimento de la realidad
material.
Realidad vincular
fuente(24)
Definición
Construcción psíquica producto de un trabajo vincular que determina y es
determinada por la realidad psíquica, conserva una marca de exterioridad
respecto del sujeto pero refleja a su vez el interior de un conjunto humano,
constituyendo así un espacio virtual donde tendrían lugar distintos fenómenos
psíquicos intersubjetivos.
Origen e historia
Clásicamente el objeto del psicoanálisis ha sido la realidad psíquica en
oposición a la realidad material, una es producto del psiquismo y la otra es la
referencia del mundo como existente fuera del sujeto. Esta realidad material
no es exactamente "el mundo exterior objetivo" [real], sino una versión
consensuada de este mundo, "que subsiste fuera e independientemente de
nosotros" (Freud, S. 1933); esta versión es posible en función de la
articulación que permiten los distintos niveles de intercambio. El intercambio
lingüístico, el de parentesco y el económico, sostienen una realidad exterior
con la pretensión totalizante de que ésta abarque todo lo existente.
Berenstein introduce el término en 1989 de la siguiente manera:
"Si nos preguntamos dónde ocurren los actos vinculares podemos decir que en
la mente y en la relación. Se podría agregar que primero suceden en un
territorio y luego en otro, dependiendo de la opción elegida. Aunque
parcialmente cierto como resultante de lo observado, como conceptualización
todavía es imperfecta. La clínica nos instruye que no ocurren de la misma
manera en el mundo interno y en el mundo vincular. Quizá haya que
profundizar más aún en la distinción entre realidad psíquica y realidad
vincular. La primera como presencia de los otros en el relato del yo, así como
éste está dentro y fuera del relato de los otros".
Desarrollo desde la perspectiva vincular
Toda realidad sería producto de una articulación simbólica: la psíquica,
producción de un sujeto; la material, de una cultura. Mundo exterior sería lo
que queda sin significar, inaccesible a la palabra pero existente. Es posible
diferenciar entonces, las asociaciones de un paciente acerca de su manera de
ver las vicisitudes que lo unen a sus otros significativos -realidad psíquica- de
las relaciones que efectivamente ha establecido y establece con esos otros
sujetos, estas últimas estarían marcadas por la presencia del otro y las
denominamos vínculos. El discurso de un paciente nos presenta su realidad
psíquica como construcción de sentido producida por sí mismo a través de
una historia, sin embargo es posible, basados en el relato del paciente y en las
repeticiones en transferencia hacer algunas hipótesis, construcciones, acerca
de las características de esos personajes, más allá del matiz subjetivo que el
analizado le imprima a su relato. Estas hipótesis son importantes porque
forman parte de la reconstrucción de la realidad que cada quien produce en
análisis. Cada familia produce un imaginario (Gomel, S. 1987), que es la
fuente donde abrevan los sujetos para construir su propio mundo
representacional y un particular procesamiento de la cuestión de la ley que
devendrá en los edipos de esa familia. Atribuyo a ese juego simbólico e
imaginario, no sólo la capacidad de construir aparatos psíquicos sino también
el poder de generar patología.
La instalación y sostenimiento de la represión, al igual que la aparición de la
negación, la
desmentida y la renegación, no serían hechos aislados, efectos exclusivos del
funcionamiento psíquico individual, que pudieran prescindir de los otros
significativos para el sujeto.
La realidad psíquica individual proviene de la elaboración del impacto que la
realidad exterior hace sobre el sujeto, esa realidad es cultural, es significante,
es vincular. Que los datos de la percepción no sean impactos sensoriales en
bruto, se refiere al aspecto significante del mundo humano, pero este mundo
cultural significante se genera y se sostiene por los lazos sociales, afectivos,
sexuales de los hombres entre sí. La significación no puede separarse de lo
afectivo y de una transmisión de las relaciones de cada elemento son los
demás, esos elementos son palabras que circulan entre personas y es así
como la familia transmite la sintaxis gramatical y la del parentesco
simultáneamente. Los registros sensoriales se ordenan de acuerdo al criterio
familiar consciente, normativo y también inconsciente, incestuoso. Realidad
intersubjetiva, irreductible tanto a los puros hechos como a la pura
subjetividad, producto de un sistema de intercambio que organiza a partir de
esta matriz transindividual las representaciones subjetivas. Los aspectos
inconscientes de cada uno de los sujetos son mantenidos en ese estado desde
la presión de una realidad que cuenta para el conjunto al que pertenece. Más
que pensar en términos de la concordancia entre realidad psíquica y realidad
material habría que pensar en cuánto de la realidad se puede sostener y
cuánto se deja de lado. Lo real está, lo que puede no estar es su
representación. El mundo que habitamos, no es el mundo externo, el de la
naturaleza sino un mundo vincular. Esta realidad vincular debe tener una
marca de exterioridad en relación a la psíquica, sin embargo no es un dato
primario sino una construcción histórica transubjetiva. También podríamos
hablar de realidad vincular para referirnos a ese producto del juego
intersubjetivo que constituye el espacio al que el yo adviene y que contribuye
a construir. Es una realidad poblada de signos de placer y teñida por el color
de los deseos en juego. La trama deseante que se entreteje con los deseos
parentales no sólo captura al hijo sino que se anuda a través del
procesamiento psíquico del sujeto en formación. La trama vincular que
precede al infans es su realidad, investida y fuente de investiduras, siempre
enigmática e imposible representarla en su totalidad. La realidad está
compuesta entonces por los investimentos de objetos que fueron parte del
sujeto, no existe la realidad que no esté investida (como planteara L. Horstein)
y es difícil pensar esos investimentos como paralelos, sin ningún tipo de
entrecruzamiento entre ellos. Sabemos que la realidad marcada como externa
puede recibir no sólo aspectos correspondientes al mundo externo sino
también aspectos yoicos displacenteros. Por lo tanto, la "objetividad" con que
se constituye esa realidad es relativa a los vaivenes del principio del placer
que encuentra su tope en la oposición que le hace lo exterior a sí. Pero
tendríamos que convenir en que esa fuerza opositora no es igual desde
objetos inanimados que de seres humanos y más aún aquellos que son
especialmente significativos. No sólo se diferencia un otro, un semejante, sino
también los vínculos que los unen y que constituyen una escena con sus
personajes. Un mundo real entretejido por las investiduras cruzadas entre los
personajes de esa escena. La realidad es por lo tanto un concepto
intersubjetivo y la objetividad es una transacción entre los yoes. La
constitución de esta realidad se puede dar bajo el predominio de diversos
mecanismos.
Se abre la posibilidad de pensar otro aspecto de la realidad que a diferencia
de la realidad psíquica puramente individual, se despliega en ese campo
vincular y que no podría asimilarse al mundo real exterior, puro estímulo
perceptual. Esta realidad psíquica vincular sería el objeto de análisis familiar o
de pareja. Es el producto de la relación entre sus miembros y de las
determinaciones estructurales. Esta realidad puede pretender ser la única
posible e impedir de esta manera la producción de nuevas significaciones. Una
vez más, la idea de trama es un buen modelo para pensar los fenómenos
vinculares, en ese sentido podríamos aplicarla a esta construcción del mundo
que llamamos la realidad.
Ya en 1924 Freud hace intervenir a la realidad como una instancia en la
descripción de los conflictos, no se trata de transacciones intrasubjetivas sino
que introduce lo extrasubjetivo como parte del conflicto. Se abriría aquí la
cuestión de la realidad como una cuarta instancia constitutiva del aparato
psíquico y qué consecuencias produciría situarla como producción vincular
que configura el mundo exterior por el que deambulan los sujetos.
Problemáticas conexas
La inclusión de este término conlleva la necesidad de resituar el concepto de
realidad psíquica, como producción puramente subjetiva y diferenciarlo de lo
que se entiende por realidad material, mundo externo o lo real, proveniente
de la teoría lacaniana. Habría que situar el lugar del otro, su presentación y su
representación, en el despliegue de la realidad vincular en un tiempo y un
espacio que no se restringe al intrasubjetivo.

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