Você está na página 1de 18

¿Qué podríamos seguir debiendo

los historiadores a Karl Marx?

Luis Pino Moyano1.

Cuando hacemos historia de la historiografía, tenemos muy presente en


nuestras mentes que el acto de historiar es, en su médula, interpretar. Así lo
sintetizaba Edward Carr: “toda la historia es la historia del pensamiento… y la
historia es la reproducción en la mente del historiador del pensamiento cuya
historia estudia”2. Bajo este punto de vista, la operación historiográfica se encuentra
supeditada al historiador, en tanto sujeto, quien cuando ejerce su trabajo
investigativo y hermenéutico, comprende a partir de los cristales del presente. El
historiador pertenece a su época, a su tierra, tiene filiaciones. Esta vinculado a
ella(s), y uno de los elementos vinculantes por antonomasia es el lenguaje, el cual
veda, desde un principio, toda posibilidad de neutralidad. De ahí que el historiador
no puede hacer historia si no establece un nexo intelectual con aquellos de quienes
1
Estudiante de Licenciatura en Historia con mención en Estudios Culturales, de la Universidad
Academia de Humanismo Cristiano.
2
Carr, Edward. ¿Qué es la historia? (México D.F.: Editorial Planeta 1989), p. 67.
Pensando Historia 2
http://www.pensandohistoria.es.tl

escribe. El historiador siempre observa desde una posición, y su visión, su


formación intelectual, sus experiencias, sus quereres siempre quedarán, implícita o
explícitamente, grabados en sus producciones. Estoy tan convencido de esto, como
también lo estoy al plantear que la disciplina histórica requiere una re-configuración,
una re-escritura. La nueva historia que pretendemos configurar no puede retrotraerse
hacia el pasado positivista, ni anquilosarse bajo la premisa de Annales que señala
que el historiador debe “huir del humo de las barricadas”. La reconfiguración
disciplinar no puede pararse desde una neutralidad que no existe y cerrarse al debate,
anulando la polifonía de voces a su interior: La historiografía debiese ser tan plural,
como plurales son las identidades y acervos de los sujetos empapados de
historicidad. Es asentado en estas premisas que pretendo retomar la reflexión abierta
por el historiador inglés Eric Hobsbawm, en un simposio de historia efectuado en
París en el mayo del ’68. La ponencia llevaba el título de “¿Qué debemos los
historiadores a Karl Marx?”3. En dicho texto, Hobsbawm plantea que a fines del
siglo XIX se dieron una serie de avances intelectuales que no penetran la disciplina,
lo que trasuntó en ensayos mal documentados, especulativos o demasiado generales.
En ese contexto emerge el positivismo, cuya historia académica, inspirada por
Ranke, se alzó como una oposición a la “generalización apoyada por hechos poco
fidedignos” y que se concentró en determinar la res gestae. La reconstrucción en
bruto de hechos puros, al decir de Braudel. Emergió, entonces, una historia
acontecimental, la que no sólo se prestaba, según el historiador inglés, para la
narración cronológica , sino también, para un claro sesgo institucional, lo que se
nota en el énfasis en la política, la guerra y la diplomacia. Ello fue fruto de un tipo
de historiador que se comporta de manera inocente filosófica y metodológicamente,
conformando una disciplina, que con pretensiones científicas, pretendió suprimir al
observador. La influencia del marxismo para sacar a la historiografía de la
3
Dicha ponencia fue tomada de: Hobsbawm, Eric. Sobre la Historia. (Madrid: Editorial Crítica,
2002), pp. 148-162.
Pensando Historia 3
http://www.pensandohistoria.es.tl

esterilidad y la insipidez, para Hobsbawm, es tremenda, teniendo como estímulo el


problema social. Según A. Moglimiano esto resultó en: a) una notable inclinación
hacia la historia social; b) la utilización de “ideas” para explicar la historia; c) las
explicaciones fundamentales se dan en términos de “fuerzas sociales”; y, d) la
dificultad de hablar de progreso o evolución con sentido de los acontecimientos en
cierta dirección. Es interesante cómo, a pesar lo anterior, la historiografía de cuño
marxista ha sido vilipendiada, caricaturizada e impugnada, desechada, abandonada y
“olvidada”. Por una parte, se ha debido por el discurso neohegeliano que ha
planteado el fin de la historia, presuponiendo la victoria del neoliberalismo y la
sociedad y cultura que “chorrean” de él. Está la historiografía de cuño conservador
que sigue anquilosada, dando palos de ciego en busca de la tan anhelada
cientificidad. Y, por otra parte, desde la misma “izquierda”, tras la conciencia del
fracaso de los “socialismos reales”, o por la derrota política y militar de la izquierda
parlamentaria y la revolucionaria, que ha conducido a una serie de retractaciones y
“renovaciones”. La idea, entonces, es ver qué podríamos seguir debiendo hoy los
historiadores a Karl Marx y a sus múltiples y polífonos herederos. ¿Podrá verse
afectada cualitativamente la disciplina por estas aportaciones? ¿Qué tomaremos?
¿Qué propugnaremos? ¿Qué rechazaremos?

Mi buen ánimo hacia la interpretación marxista de la historia, no me puede


hacer negar que muchos desvirtuaran a Marx, llegando a producir obras
deterministas, en clave económica, despojando a la obra de este pensador alemán de
la filosofía, teniéndola como especulación. Otra cuestión, es la mantención de la
mirada teleológica planteada por idealistas como Kant y Hegel, por el mismo Marx
y por los estudiosos positivistas, lo que llevó a algunos a creer que Marx habría
elaborado leyes científicas, que habrían determinado el carácter inexorable de la
revolución socialista y su consecuente eliminación del capitalismo, las clases
Pensando Historia 4
http://www.pensandohistoria.es.tl

sociales y el Estado, ideas tan presentes en la historiografía marxista y, por supuesto,


en la partera idea de la revolución a la cubana propiciada por Fidel Castro y Ernesto
Che Guevara. Quizá el mayor de los errores fue el construir historiografía marxista
como la línea oficial del Estado. Sergio Grez, en uno de sus textos, cita el caso
patético del Compendio de la Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética,
publicada en el período de Stalin, que fue escrita por encargo de la nomenklatura, en
la cual el papel de muchos líderes disidentes fue omitido, llegando al extremo de
borrar a Trotsky de las fotografías en las que aparecía junto a Lenin, o
caricaturizando su obra. Grez sintetiza su idea señalando que la historiografía de los
“socialismos reales” se constituyó en el “eterno trabajo de la reescritura de la
historia según las posibilidades y dictados del poder” 4. Para Fontana esto es
resultado de tomar las ideas de Marx como una suerte de “Vulgata”, por tanto había
que aprender, ojala memorizando, los párrafos de los elocuentes manuales
catequísticos. Evidentemente, el dogmatismo no era la mejor senda para quienes
luchaban por la liberación plena de la humanidad5. Súmese a esto que a partir de los
años ’60 se produce un tremendo remezón en el plano epistemológico. Se crítica a
los paradigmas de la racionalidad y a la utopía del progreso indeterminado. Se pone
en jaque el tiempo lineal y a la idea de la revolución. Todos los metarrelatos
planteaban la dirección evolutiva de la sociedad, lo que sumado a los valores
inconclusos de la modernidad se transforma en una crítica demoledora. En este
momento antrópico se produce una explosión de sujetos, métodos y comunicaciones
y la historiografía pierde el carácter comprensivo. Aquí tenemos las aportaciones de
Michel Foucault y Jürgen Habermas, quienes de distintos pisos teóricos, dan cuenta
de que el análisis histórico y social no puede anquilosarse en la vida material, sino
4
Grez, Sergio. Historiografía, memoria y política. Observaciones para un debate. Conferencia
impartida en el ciclo “Diálogos con la Historia Social Chilena, siglos XIX y XX. El grato acoso de
la memoria reciente”. Organizado por el Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale Cometa,
Concepción, 7 de septiembre de 2002. Tomado del Sitio Web del Centro de Estudios Miguel
Enríquez, CEME.
5
Fontana, Josep. La historia en el fin de la historia. (Barcelona: Editorial Crítica, 1992), p. 102.
Pensando Historia 5
http://www.pensandohistoria.es.tl

avanzar, también, por las relaciones de significados y las concepciones de poder.

En primer lugar, habría que decir que Marx revolucionó a la filosofía,


poniéndole los pies sobre la tierra. No podríamos hablar en este tópico sin citar la
memorable Tesis sobre Feuerbach, en la que plantea: “Los filósofos han
interpretado de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de
transformarlo”. La mirada no está puesta hacia los cielos, a lo trascendental, a lo
infinito y del más allá, sino que a la realidad concreta y tangible. La realidad
material es externa al sujeto que existe fuera de la posibilidad de nominación de la
misma, vale decir, dicha realidad existe independientemente fuera del concepto. El
concepto es una reproducción mental de la percepción sensorial. El concepto no crea
la materia, sino que la nomina, sería la premisa. La realidad genera estímulos
sensibles, por lo cual, para aprehenderse necesita intelectualizarse. La
intelectualización es el concepto. Si el ser humano no experiencia la realidad no
puede aprehender. Marx da cuenta de que no puede haber idea sin realidad y sin
percepción de ella, lo cual ha generado históricamente un problema: que el hombre
al comunicarse a través de conceptos no ha hecho otra cosa que representar los
intereses de clase. La dinámica de la educación normal ha generado una
construcción de ideas. Dicha construcción es la ideología, la que al ser un concepto
interesado, pretende ser un conocimiento natural y estático, pero que al ser la
esencialización de la idea se comporta como una “cortina de humo” que impide
percibir la realidad de manera libre e inhibe la transformación de la conciencia.
Althusser plantearía que la clase dominante habría construido una maquinaria que
impide que los sujetos tomen conciencia de su clase. La ideología habría sido
articulada por la clase que en la evolución social se ha transformado en la clase
dominante. La ciencia es la que quita las cortinas de humo para ver la realidad,
permitiendo la autoconciencia, vale decir, la transformación de una clase en sí en
Pensando Historia 6
http://www.pensandohistoria.es.tl

una para sí. La aportación de Marx tiene estrictas implicancias epistemológicas,


pues nos permite entender que la transformación es la cualidad inherente de la
naturaleza, por lo cual ésta no es absoluta ni dada, lo que trasunta en que el
conocimiento está en permanente transformación, es acumulativo y no es inmanente
al hombre, la sociedad y al tiempo.

Marx entiende al hombre como un homo faber, un hombre que hace. Es él


quien construye su realidad social, no acoplándose a la naturaleza, sino que
tomándola y orientándola hacia sus intereses. La sociedad se ha constituido a través
de fuerzas productivas: las clases sociales. Éstas se han relacionado de manera
antagónica a lo largo de la historia de la humanidad, puesto que tienen intereses
distintos en la lucha. Es el grupo consciente quien ha construido la superestructura,
que no es otra cosa que la realidad material. Es, a la vez, reflejo de las estructuras de
dominación, que han buscado favorecer a la clase dominante creando para sí la
religión, las leyes, el Estado, la escuela, los institutos armados, la policía, como una
estrategia para conservar el poder, preservando la dominación en ese andamiaje
antinatural. Se pretende crear un orden estático y naturalizado, que presiona a la
estructura constriñéndola.

En forma posterior, y ante la necesidad de reconfiguración, la historiografía


marxista inglesa lleva la comprensión dialéctica y del materialismo histórico a la
historia cultural, construyendo un método de análisis de la realidad social. Se busca
el rescate de los sujetos emergentes. Se pasó de una preocupación por la conciencia
de clase a una preocupación cultural, descubriendo la vida cotidiana de la clase
obrera que es donde esta toma corporeidad. El exponente más importante es acá E.P.
Thompson quien tomando elementos marxistas y de Annales propugna que el sujeto
no sólo es reflejo de las condiciones de la cultura en que vive, sino que es,
Pensando Historia 7
http://www.pensandohistoria.es.tl

fundamentalmente, el constructor de su vida material. En la cultura converge bi-


unívocamente la vida material con la vida simbólica, haciendo de ésta un espacio
donde los procesos de dominación se vuelven visibles. Por ende, la cultura no es un
mero reflejo de la estructura, lo que se traduce en que la vida simbólica puede
superponerse y generar con ello transformación social. Esto tiene como fundamento
la relectura del texto de Marx “El 18 brumario de Luis Bonaparte”, en el cual
plantea que: “sobre las diversas formas de propiedad y sobre las condiciones
sociales de existencia se levanta toda una superestructura de sentimientos,
ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida diversos y plasmados de un
modo peculiar. La clase entera los crea y los forma derivándolo de sus bases
materiales y de las relaciones sociales correspondientes”6. Lo anterior conlleva a
que la conciencia de clase antecede a las relaciones sociales de producción, por
ende, la conciencia de clase no es material, sino ideal. Se puede construir, a pesar de
que no estén dadas las condiciones sociales. Esto, permite a Thompson hablar de
experiencias de la vida (Habermas: mundo de la vida), a partir de una
problematización: ¿cómo nos apropiamos y narramos discursivamente ese mundo?
Para este marxismo el concepto clave es el de identidad, pues esta, a pesar de vivirse
en términos individuales, se da en lo relacional. La unión de la vida material con la
representación genera un “yo soy” preclaro. Ese yo soy conlleva lo que se aspira ser.
Esta escuela historiográfica tiene una influencia preponderante en la nueva escena
historiográfica chilena, emergente con la publicación del libro “Labradores, peones
y proletarios” de Gabriel Salazar a mediados de los ’80.

Recordando que Marx ha sido catalogado como uno de los maestros de la


sospecha, su teoría es una crítica a la modernidad. La construcción racional humana,
que conocemos y catalogamos bajo el nombre de modernidad, ha puesto al trabajo

6
Marx, Karl. El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Tomado de http://www.marxist.org
Pensando Historia 8
http://www.pensandohistoria.es.tl

como el freno racional de la fiesta y el juego, lo que hace que el hombre deje de
responder al impulso del deseo. Deseo que busca su satisfacción inmediata. El
trabajo, desde la revolución industrial, es realizado en colectividad, “en cadena”, por
tanto la prohibición, en tanto disciplinamiento, produce la detención de la
individualidad. Como diría Marx: “el trabajo es externo al trabajador… no
pertenece a su ser… el trabajador no se afirma, sino que se niega… Por eso el
trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí… así
también la actividad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es
la pérdida de sí mismo (…) La enajenación aparece tanto en el hecho de que mi
medio de vida es de otro, que mi deseo es la posesión activa de otro, como el hecho
de que cada cosa es otra que ella misma, que mi actividad es otra cosa, que por
último domina en general el poder inhumano”7. En este sentido, el trabajador es
perfeccionado como tal, pero es rebajado en su condición humana. La moral de la
economía capitalista se encuentra en el lucro, en el trabajo y en el ahorro. Estos
“valores” se transforman en “virtudes de la buena convivencia”. Por ende, en esta
relación social, “hombre por el hombre”, el ser humano pierde y anula todo contacto
con el otro. Es que lo único valioso que el hombre puede alcanzar es el dinero. Esto
genera una relación competitiva. Ahora bien, se habla, eufemísticamente, del
“mercado de la libre y sana competencia”. Frente a esto, Humberto Maturana señala
que: “la competencia no es ni puede ser sana porque se constituye en la negación
del otro”8. Esto hace de nuestras sociedades, verdaderas selvas, selvas en las que
sólo los poderosos pueden sobrevivir. Esto hace declarar, que ningún sistema
capitalista, ya sea que privilegie el lucro o el ahorro, está asentado sobre la justicia.
Sólo busca la degradación del hombre. Marx dice que “las únicas ruedas que la

7
Marx, Karl. Manuscritos: Filosofía y Economía. (Madrid: Alianza Editorial, 1972), pp. 108, 109,
166.
8
Maturana, Humberto. Emociones y Lenguaje en Educación y Política. (Santiago: Dolmen
Ediciones,), p.13.
Pensando Historia 9
http://www.pensandohistoria.es.tl

Economía Política pone en movimiento son la codicia y la guerra de los codiciosos,


la competencia”9.

“… Pero de lo que se trata es de transformarlo”. El análisis de Marx


propugna una teoría del cambio social. El materialismo histórico es el estudio del
pasado, cuya conceptualización permite que el sujeto pueda asirse de la realidad
propia y circundante, y, de esta manera cambiar la dirección de la sociedad. Marx al
hablar de revolución está hablando de un cambio en la superestructura, haciendo que
ésta tenga una relación más estrecha con la estructura. Dicha revolución nos
adentraría en el fin de la historia, puesto que la abolición de las clases y el Estado,
destruiría la contradicción y, por ende, no habría más evolución. Esta forma de mirar
la realidad también tiene implicancias epistemológicas. Marx señalaría que el ser
social es quien determina a la conciencia, por ende, en tanto sujeto no puedo
imaginarme fuera de lo que realmente soy. El proletariado sólo tiene conciencia de sí
dentro del capitalismo lo que hace que la revolución se transforme en una necesidad
histórica. A su vez, el marxista siempre ve la realidad en la estructura productiva.
Esto tiene una importancia suprema, puesto que la superestructura al derivarse de las
relaciones de producción de la superestructura no debe ser entendida fuera de la
estructura que la produce. Además, este constructo teórico tiene implicancias en la
praxis política y social de los sujetos. Gramsci haría un aporte importantísimo a la
teoría social y a la revolucionaria al poner en la palestra el concepto de hegemonía,
que viene a ser el proceso mediante el cual una clase dominante puede ejercer la
dominación por medio de la coerción y/o el consenso. Vale decir, que al creer y
asumir los valores de la clase dominante, se está aceptando la construcción
hegemónica. Cuando el sujeto y el colectivo logran su autodeterminación y la
responsabilidad de sí, la hegemonía es total. Entonces, al ser la revolución una

9
Marx. Manuscritos… Op. Cit., p.104.
Pensando Historia 10
http://www.pensandohistoria.es.tl

necesidad histórica se requiere trabajar y luchar para conquistarla. Marx señalaría


que con la revolución el hombre y la mujer podrían re-encontrarse con su
humanidad perdida, llevándolo a una relación más natural: la del hombre consigo
mismo. Puesto que el hombre tiene potencia como ser colectivo, su explotación lo
había llevado a la necesidad de encontrarse con el otro. En este acto, está todo el
movimiento, goce, actividad y fundamento del sujeto, la historia y la revolución.

Para el historiador marxista el quehacer disciplinario es un compromiso


activo y militante. La Tesis sobre Feuerbach, citada a la saciedad, se convierte no
sólo en una matriz de saber, o en una motivación, sino también en una ética. La
disciplina se posicionaba en un deber-ser-hacer que trasuntaba en una “historia para
la revolución”, al decir de Jean Chesneaux. Cito a De Certeau, quien al hablar de lo
que él denomina “la operación historiográfica”, señala que: “toda investigación
historiográfica se enlaza con un lugar de producción socioeconómica, política y
cultural. Implica un medio de elaboración circunscrito por determinaciones
propias”10. Por ende, cuando se habla de historia desde abajo, es que se está
hablando, en primera instancia, de la posición en la que el historiador realiza su
mirada, lo que determina, sin lugar a dudas, los resultados de su investigación. A la
vez, se está hablando de la historia de la “gente corriente”, el “bajo pueblo”, en el
caso chileno, de esas personas a las que la historia tradicional pasó,
mayoritariamente, por alto. Fichtenau planteaba que “los productos del pensamiento
y la interpretación no pueden separarse de la existencia de la gente en este
mundo”11. Si la historia tradicional versaba sobre las grandes decisiones y
acontecimientos políticos, la historia desde abajo, nota que la gente corriente es un
factor constante en la toma de decisiones y acontecimientos, no sólo en casos

10
De Certeau, M. La Escritura de la Historia. (México D. F.: Universidad Iberoaméricana, 1997), p.
69.
11
Citado por: Fontana. Op. Cit., p. 107
Pensando Historia 11
http://www.pensandohistoria.es.tl

excepcionales, como las revoluciones, sino que, en todo momento. Hacer historia
desde abajo, implica explorar una dimensión desconocida del pasado 12. Este tipo de
historiografía plantea la necesidad de estudiar al sujeto, y no sólo eso, la puesta en el
centro de él mismo, como actor constructor de historicidad. Y en este sentido,
convergen dentro de sí la subjetividad del observador, que está comprometido
intelectual y corporalmente en su investigación, y, por otro lado, está la subjetividad
del grupo que investiga. La importancia que se le da al investigador-sujeto, con sus
apreciaciones e interpretaciones, es tremenda. La construcción de saber histórico es
una producción netamente personal: habla sobre personas, es hecha por una persona,
lo que hace que el carácter del investigador, su personalidad, quede plasmada en el
registro, el que, a su vez, también va dirigido a personas. El historiador es un
historiador comprometido, no sólo con el saber académico, sino, por sobre todo, con
la sociedad que explica. Por esto, al decir de Hobsbawm: “el historiador de los de
abajo no abdica de su juicio, o al menos no debiera abdicar”13. Para Marx la ciencia
del hombre es la ciencia de la sociedad y el humanismo activo es la revolución.
Cuando se realiza la actividad de historiar, el marxista entiende que está aportando
con su saber a la causa revolucionaria, puesto que, como diría Lenin: “sin teoría
revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario”14. El historiador
militante, en tanto testigo que permanece hasta el fin en lo que cree y piensa, está
incluso dispuesto a perder la vida. Leonardo León señala: "Las lágrimas que
brotaron involuntariamente fueron el llanto de hombres y mujeres, de diversas
edades y orígenes, que recordaron a sus caídos, a sus desaparecidos, a sus
ausentes, víctimas de un régimen que no dudó en usar todos los medios para
eliminar a sus enemigos. Lo más extraordinario es que nadie se preguntó esa noche

12
Clarificador, en este sentido, es el texto de: Hobsbawm, Eric. Sobre la Historia. (Barcelona:
Editorial Crítica, 2004), pp. 205-219 (corresponde a un ensayo intitulado: “Sobre la Historia desde
Abajo”).
13
Ibídem, p. 217.
14
Lenin, V.I. ¿Qué hacer? Tomado de http://www.marxist.org
Pensando Historia 12
http://www.pensandohistoria.es.tl

qué tenía que hacer todo aquello con la Historia. Al parecer, coincidíamos con el
historiador en un hecho simple: que la historia es siempre vida, es siempre libertad
y es, para el historiador, un compromiso activo, militante, por el cual incluso se está
dispuesto a perder la vida. Todo esto puede sonar a exagerado, pero ahí están los
cadáveres, las cicatrices y los sufrimientos de muchos colegas de nuestro oficio"15.
Finalizando este tópico, el ideal marxista es sintetizado por Josep Fontana de la
siguiente manera: “hacer la crítica de la sociedad vigente y de su legitimación
ideológica con la intención de preparar a los hombres para un futuro más
igualitario y más justo”16

Uno de los grandes desafíos que se le presenta hoy a la historiografía y su


configuración, sobre todo aquella que se precia de tener vocación social, tiene que
ver con la discusión en torno a la subalternidad. Beverley en uno de sus textos, toma
la definición de Guha que señala que el subalterno hace referencia al atributo
general de la subordinación, sea esta de cualquier tipo. El subalterno es enajenado
de las categorías voluntad-identidad, es decir, es excluido de su condición de sujeto,
en otras palabras, no se le tiene como consciente de su propia historia. Por mucho
tiempo, esta situación se mantuvo intacta, por ende, tanto la alfabetización como la
escritura dependían del discurso elitario. La carencia de poder de representación,
como la negación de un proyecto que es suyo, debe tener como respuesta, por parte
del sujeto subalterno, la insurrección. Esta praxis de la rebelión existe en base a la
voluntad y la razón, las que a su vez, se sustentan en la condición de sujeto, en
definitiva en el “ser”. Beverley señala que los pobres también tienen vidas,
personalidades, narrativas y mapas cognitivos. Cuando el subalterno re-narra su

15
León, Leonardo. Los combates por la historia, en: Grez, Sergio y Salazar, Gabriel
(Compiladores). Manifiesto de Historiadores. (Santiago: LOM Ediciones, 1999), p. 92. Para ver un
análisis más detenido respecto al historiador en tanto testigo, véase a: Valderrama, Miguel. Historia
y verdad, una vez más. Edición digital disponible en el sitio Web de Actuel Marx.
16
Fontana. Op. Cit., p. 114.
Pensando Historia 13
http://www.pensandohistoria.es.tl

historia, altera las relaciones poder-saber que lo constituían en tal condición. Ahora
bien, para Beverley, la emergencia de los estudios subalternos responde a una forma
de resistencia contra la globalización. Esto, debido a que ella produce patrones de
dominación y explotación y, a la vez, fortalece patrones anteriores (de la misma
índole). Es decir, los estudios subalternos son una respuesta a presiones sobre el
saber académico, con lo cual se estrecha la invitación a ocupar las herramientas,
teóricas y prácticas, que permitan comprender y administrar mejor la transnacional y
heterogénea clase dominada. En otras palabras, los estudios desde el subalterno se
constituyen en una forma de intervenir políticamente esa producción, desde la propia
perspectiva del sujeto subalterno. Para Beverley y Guha, la tarea que tienen los
estudios subalternos, tarea que nos proponen, es la de “escuchar al pobre” (G.
Gutiérrez), en tanto “deseo por la solidaridad”. Esto nos hace reconocer la
incapacidad académica de representar al otro, incapacidad que tiene que ver con el
hecho de pararse desde afuera (literal y simbólicamente), mirando con las propias
anteojeras culturales por ende, a lo que el historiador debe dedicarse es a potenciar
un cambio radical, en búsqueda de un orden social más democrático e igualitario.
Porque como señala Guha, ha sido el estado quien ha trazado el paradigma
hegemónico de la historiografía, determinando su finalidad en clave ideológica. Ha
sido la unión entre institucionalidad y estado la que ha generado una disciplina por-
y-para quienes ostentan-y-detentan el poder, que no está demás decir, siempre es una
minoría. El historiador debe esforzarse en escuchar las distintas voces de la historia,
voces que se encontrarían ocultas bajo la sombra del estatismo, constituyéndose
éste, en un acto solidario y crítico. Guha señala que no basta con la crítica, porque
incluso ella, es emanada de la forma tradicional de hacer la disciplina, se hace
necesario producir una historiografía alternativa, ejercicio que implica una re-
escritura. Y en esa re-escritura debe estar la voz del subalterno, porque es él, y sólo
Pensando Historia 14
http://www.pensandohistoria.es.tl

él, quien tiene la capacidad de escribir su propia historia17. Es aquí donde la crítica
posmoderna cobra sentido. Por ejemplo, la crítica que hace Furbank al centrarse en
el concepto de “clase”. Él señala: “la verdad es que al analizar el concepto de la
‘clase social’, uno estudia o debería estudiar una sola cosa: los modos en que las
personas corrientes aplican y han aplicado las categorías sociales a los demás y a
sí mismas”. En el centro de su crítica, Furbank pone como ejemplo un trabajo de E.
P. Thompson, en la que se refiere a quienes no pertenecían ni a la alta ni a la baja
aristocracia como “la plebe”, para lo cual señala lo contradictorio de la
conceptualización, debido a que nunca los “plebeyos” se llamarían a sí mismos de
tal manera. Él concluye, que “la elección de los nombres es un doble bluff por parte
de Thompson y, aunque su corazón esté con la ‘plebe’, supongo que él se alinea
irremediablemente en un punto de vista ducal”. Además, “el objeto ‘clase’ surgió al
mismo tiempo que la palabra que la designa –esto es, a comienzos del siglo XIX- y
que, por lo tanto, un historiador debería emplear el término sólo cuando escribe
sobre ese siglo y los posteriores”18. Ahora bien, la crítica no es sólo semántica, es,
también una crítica teórica. Ésta da cuenta de la incapacidad, hasta el momento, de
los historiadores de nuevo tipo de subvertir las codificaciones predispuestas. Aníbal
Quijano propone, en este sentido, una subversión-reoriginalización de la disciplina.
Él habla de “reoriginalización”. Señala que la historia es cruel con los vencidos,
quienes se ven obligados a la imitación, a la simulación de lo ajeno y a la vergüenza
de lo propio. Pero, a la vez, es negativa con los vencedores. Los dominados deben
dotar de nuevos significados y sentidos a los símbolos e imágenes ajenos, que
conlleven a la apropiación, sumada a la reoriginalización. Los esfuerzos deben

17
Todo lo señalado en relación al sujeto subalterno ha emanado de la lectura de los siguientes dos
textos: Beverley, John. El Subalterno y los límites del saber académico. En: Actuel Marx
Intervenciones, Nº 2, Segundo Semestre de 2004. Tomado de http://netx.u-
paris10.fr/actuelmarx/bever2.doc; y Guha, Ranahit. Las voces de la historia y otros estudios
subalternos. (Barcelona: Editorial Crítica, 2002), pp. 17-42.
18
Furbank, P.N. Un placer inconfesable o la idea de clase social. (Buenos Aires: Editorial Paidós,
2005), p. 96.
Pensando Historia 15
http://www.pensandohistoria.es.tl

tender a encontrar la fuente y perspectivas de algo distinto, original y propio frente a


lo eurocéntrico. Sin subversión no hay alternativa, por ende no hay victoria. Eso
imposibilita la consolidación del movimiento como hegemonía. La esterilidad
insubversiva, produce asimilación y cooptación, por parte del patrón dominante. La
derrota de la subversión, tiene como resultado la preservación del orden, pero, por
sobre todo, la contrarrevolución, que, en este sentido es la subversión mutada en
instrumento de dominación. Por otra parte, la subversión radical y masiva, conlleva
a la revolución, entendiendo por ella, la redistribución democrática del poder,
instituciones y elementos culturales, proveyéndoles igual dirección y profundidad19.
Josep Fontana en su libro La historia después del fin de la historia contrarresta la
visión posmoderna de la historia, planteando que quienes propugnan el “giro
lingüístico” olvidan que todo lenguaje está cargado políticamente. De ahí que, E.P.
Thompson rechace dejar de lado categorías como “proletario” o “clase”, por otros de
apariencia inocente, basados en la esterilización del vocabulario. El centro de la
crítica posmoderna se daría en torno al lenguaje y en cómo su configuración afecta
nuestra mirada y enfoque historiográfico. Fontana cita a Oulipo quien dice: “nos
hemos dado cuenta que no somos más que lenguaje, de la cabeza a los pies. Y que,
cuando uno creía tener dolor de vientre, era el lenguaje el que tenía dolor” 20. Para
Fontana el error estaría en hacer de las representaciones mentales el motor
fundamental de la historia, lo que conduciría a investigaciones que darían cobertura
nominal, inmersos en una práctica de carente rigor, lo que trasunta en textos
voluminosos, pero carentes de sentido. Señala, también, que la labor de los
historiadores es dejar de perder el tiempo y ponerse a trabajar en “lo que sirve”. Vale
decir, en entender mejor la mente, los sentimientos y la trayectoria de los hombres,

19
Quijano, Aníbal. Colonialidad del poder, Cultura y conocimiento en América Latina. En:
Mignolo, Walter. Capitalismo y geopolítica del conocimiento: El eurocentrismo y la filosofía de la
liberación en el debate intelectual contemporáneo. (Buenos Aires: Ediciones del Signo, 2001), pp.
117-131.
20
Fontana. Op. Cit., p. 94.
Pensando Historia 16
http://www.pensandohistoria.es.tl

con la clara intención de ayudarles a comprender sus presentes y a resolver sus


problemas. Este trabajo debe ser colectivo, aunando los esfuerzos de todos quienes
creen en la utilidad de la historia y en la mejora de suerte de los seres humanos. En
medio de la hegemonía capitalista, del fracaso de los “socialismos reales” y del
resurgimiento de extremismos raciales, se hace necesaria la recuperación de lo
político por parte de la historia. Ni la derrota ni las malas praxis debiesen quitar los
anhelos de lucha. Esta politización se encuentra motivada por la conciencia de que
siempre, y por doquier, hay política y el fruto de ello sería dirigir el trabajo “a los
más”, haciendo textos comprensibles no sólo para los miembros de la tribu. Las
propuestas que Fontana realiza son: la eliminación de la vía única, lo que implica
repensar la historia, eliminando el mal fundamento de previsiones que no
funcionaron. Finalmente, propone un materialismo histórico liberado de la idea de
progreso, siguiendo los postulados de Walter Benjamin, lo que implica colocar el
presente en situación crítica, es decir, como centro de nuestras preocupaciones, lo
cual se traduciría en la inspiración de una conciencia lúcida, puesto que, incluso para
el historiador se debe cumplir la tesis de Benjamin: “la política tiene preeminencia
sobre la historia”.

A pesar de considerar que Fontana ha realizado una propuesta convincente,


considero que la obcecación que obnubila su mirada en torno a la crítica
posmoderna no nos puede llevar a buen puerto. Particularmente, creo, que la historia
de la humanidad no ha sido trazada por una fuerza superior, sino que es una
construcción humana, sobre todo humana, si se me permite parafrasear a Nietzsche.
El decir lo contrario, ha significado justificar la injusticia, la segregación, el poder
omnímodo de algunos, con un férreo “Dios lo ha querido así”. Por mi parte, creo, tal
como lo dijo Marx, que la historia de la humanidad, ha sido una constante lucha de
clases. Una lucha entre fuerzas desiguales, pero que no ha significado la pérdida de
Pensando Historia 17
http://www.pensandohistoria.es.tl

la esperanza. A pesar de las derrotas que se pueden haber tenido. En esta cuestión,
llena de contradicciones-convergentes, dialéctica en el sentido estricto, soy
partidario de un materialismo, con algunos matices de idealismo. Ahora bien, pienso
que la historia debiera tener muy presente las palabras de Foucault: “La historia
tiene más que hacer que servir a la filosofía y narrar el nacimiento necesario de la
verdad y del valor; la historia ha de ser el conocimiento diferencial de las energías
y las debilidades, de las cumbres y de los hundimientos, de los venenos y de los
contravenenos. La historia ha de ser la ciencia de los remedios” 21. Para ello, la
historia, debe propugnar por un nuevo estatuto epistémico que reoriginalice los
viejos cánones, que explique a los sujetos históricos, que se interese por el pasado, el
presente y el futuro. Una historia que permita reencontrarse al sujeto con “otros yo”,
con la finalidad de construir un país alternativo, en relación al contexto global. Un
país libre, por antonomasia, que se construye y genera productivamente más y más
libertad. Por ello, los cambios en la disciplina, no pueden ser hechos a modo de
pincelada. Eso hace necesario que para entrar en un proceso de diálogo, cosa
imposible sin una noción de amor, no se enajene la ignorancia en otros,
constituyéndonos en ghettos de saber. Quien se siente un historiador desde abajo,
debiera establecer nuevas categorías que permitan una mejor interpretación de quien
ha sido oprimido. En definitiva, la voz de los sin voz, no puede provenir desde el
poder y sus lógicas categoriales. Sería hacer más de lo mismo. En la “batalla por la
memoria” que constantemente estamos dando en este olvidadizo país, el rescate y re-
lectura de la obra Marx y sus “herederos” cumple un papel fundamental. Ahora bien,
entrando subrepticiamente a la discusión sobre la verdad que no la podamos alcanzar
no significa, que no podamos asumir el deber, ético, si se quiere, de escribir
trabajando con una hermenéutica rigurosa nuestras fuentes, materiales e inmateriales
y aportando nuestra reflexión. De ahí radica la importancia que tiene el discurso

21
Foucault, Michel. Nietzsche, la genealogía, la historia. (Valencia: Pre-textos, 1997), p. 53.
Pensando Historia 18
http://www.pensandohistoria.es.tl

histórico como tal. No estamos en presencia de un simple decir. Nos movemos en el


mundo del lenguaje, donde cada palabra debe ser conciente. Y es que no se trata del
simple signo lingüístico, sino de palabras que se constituyen en categorías, que
tienen la facultad de potenciar la acción o, en su defecto, de aminorarla. Es en el
juego de sintagmas y fonemas, en el bello arte de la palabra y del pensar, que se
trabaja el desligar, romper, destruir, para, de esa manera, volver a construir. Y como
diría Michelet, el “fuego vital” debe inflamar a los historiadores. Cómo no, si es un
ejercicio humano, propio, mío y de todos.

San Bernardo, 21 de septiembre de 2008.

Você também pode gostar