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Hemos observado como denominador común que hay tres áreas fundamentales en las
que la pareja “cae” por adolecer de recursos suficientes para encontrar el camino de
salida en su “desequilibrio” tanto individual como colectivo en su ciclo evolutivo. Estas
áreas son: la comunicación, la expresión afectiva y la resolución de problemas.
Estas perturbaciones relacionadas crean una insatisfacción que con el tiempo y llegando
a un círculo vicioso, hace aparecer una serie de emociones contradictorias a la razón,
como la ira, la ansiedad, la inhibición asertiva y el catastrofismo. (Ver modelos
cognitivos de A. Ellis)
Este comportamiento lleva a que cada miembro de la pareja se sitúe en una posición en
la que su respuesta emocional “normal” es una conducta de castigo hacia el otro, debido
a que él mismo no recibe gratificación alguna ni refuerzo positivo. Es el punto que
describe Ellis como el momento en el que la conducta de cada miembro produce un
feedback que es distorsionado cognitivamente por el otro en función de sus propias
creencias irracionales.
Nuestros objetivos terapéuticos estaban claros pero nos hemos encontrado que en
infinidad de ocasiones tratábamos de ir modelando las tres áreas conflictivas
mencionadas anteriormente y no veíamos el suficiente cambio para ir mejorando la
relación; pero tras comentar en sesiones de control de casos, observamos que el primer
punto a tratar era que los miembros del sistema familiar tomaran conciencia de CÓMO
se sentían mal emocionalmente y perturbaban su relación al mantener una serie de
pensamientos disfuncionales y la necesidad de trabajar en este sentido. Este aspecto
importante nos hizo actuar en los casos tomando como eje prioritario en el tratamiento
la propia hostilidad del cliente y dejando para después el tema de la insatisfacción que
llevaba a crear esa perturbación en la pareja.
Siendo así las cosas, la primera barrera para tratar el problema fundamental era bajar los
niveles de hostilidad y rabia, si es que aparecían y trabajar Orientador y clientes juntos
en su modificación. Una vez conseguido este crucial primer paso ya pasaríamos a tratas
los estilos de comunicación para poder ver claramente la forma en que el individuo
percibe su propia conducta y la de su pareja en cuanto a la manera de comunicarse,
cómo afecta esta forma y las consecuencias emocionales y conductuales que se perciben
de esa misma conducta comunicativa.
Si lográbamos esto evitábamos que otros abordajes posteriores de nuestra Orientación y
Terapia se hicieran improductivos.
A. Ellis decía que el terapeuta puede realizar sesiones por separado si la hostilidad es
muy alta y también mostrar a cada cónyuge la relación cognición-afecto-conducta de la
ira, y el manejo de la ira personal (cambio de pensamientos automáticos, balance de
ventajas/desventajas y alternativas asertivas a la petición de los deseos) y la del cónyuge
(enfoque asertivo, cortar y sugerir otras oportunidades más tranquilas para exponer las
diferencias, etc.) Igualmente se puede trabajar “sesiones de desahogo” con ambos
cónyuges. Estas últimas consisten en seleccionar un lugar y horario para exponer
diferencias, normas para no cortar al otro, y cómo cortar si se sube “el tono”.