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Grupo terapéutico

para coadictos*

Mario Bejos L.** y Alejandro Casillas del Moral***

Dedicamos este trabajo a la memoria de Martha Bernays de Freud,


quien desde su Coadicción participó en la historia del psicoanálisis.

S
egún la Encuesta Nacional Contra las Adicciones del Instituto Mexi-
cano de Psiquiatría elaborada en 1989, se hablaba de ocho millones
de adictos detectados en el territorio nacional; si consideramos que
cada adicto afecta por lo menos a tres personas, observamos que existe un
mínimo de 24 millones de mexicanos que algo tienen que ver con la coadic-
ción. Es decir, ser una persona que de algún modo, ya sea desde lo familiar
o desde lo social, se ve involucrada emocionalmente en la adicción a una
sustancia tóxica de la que es víctima un ser querido.

Introducción
En el presente trabajo se pretende transmitir nuestra experiencia en el
manejo de un grupo de coadictos. Una limitante importante para este fin
radica en el concepto mismo de coadicción, ya que es un término relativa-
mente nuevo que se aplica a la forma de relacionarse de las personas que
conviven con un alcohólico o adicto a otras sustancias. De ahí es común
llamar coadictos a la esposa, marido, padres o hijos de alcohólicos o adictos
a otras sustancias o actividades, como por ejemplo, los adictos al sexo o
los trabajólicos (workholics). Una característica importante de la coadicción
es su condición de estaticidad o, en otras palabras, de permanencia en la
modalidad de relación y en la elección de objetos amorosos actuales en
cuya personalidad prevalecen rasgos adictivos. La relación entre coadicto-
adicto se caracteriza por el predominio del instinto de muerte. En primera
instancia pretenderemos definir el término coadicción mencionando algu-
nas propuestas ya existentes al respecto. Daremos una visión clínica de la

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coadicción y de los principales síntomas que la podrían enmarcar como una
enfermedad. Se señalarán aspectos importantes de los que habla la litera-
tura de AA y Al-Anón (grupos de autoayuda para familiares de alcohólicos),
así como de artículos editados por instituciones especializadas en el trata-
miento integral de la adicción (el adicto y su entorno familiar). Finalmente
se describirá nuestra labor psicoterapéutica con grupos de coadictos, que
se inició hace aproximadamente cuatro años, precisamente en una insti-
tución especializada en el tratamiento integral de las adicciones. Nuestra
labor ahí era, en primera instancia, ayudar al adicto y a sus familiares a
discernir la forma en que la adicción —tanto en activo por parte del adicto,
como en pasivo por parte de la familia—, se había convertido ya en una
modalidad de relación entre los integrantes del entorno familiar del adicto.
A partir de que éste cumplía con su tiempo de internamiento en la institu-
ción, la familia asistía, durante un año, a un grupo de orientación con fines
terapéuticos, en el cual sus integrantes iban descubriendo paulatinamente
sus conductas, actitudes, ideas, fantasías y motivaciones vinculadas es-
trechamente con la adicción. En nuestro trabajo privado decidimos abrir
grupos de coadictos en los que se pretende que sus integrantes descubran
la modalidad adictiva de relacionarse con su entorno.

Algunos aspectos teórico-clínicos


El término codependencia es el que más se ha usado para describir a aque-
llas personas que se ven afectadas de manera significativa, sea en el pre-
sente o en el pasado, por su relación con una persona alcohólica o farmaco-
dependiente, o por haber vivido un ambiente familiar altamente estresante
por causa de la adicción o de alguna enfermedad crónica, física o mental.
En 1979 da inicio el uso de este término, debido a la influencia de ciertos
autores y textos que trataban de enfocar no sólo al adicto, sino también a
su pareja en el conflicto familiar.
El material bibliográfico aparecido a la fecha da mucho que desear, ya
que puede confundirnos por su gran cantidad que inclusive se puede conse-
guir en tiendas de autoservicio. Sin embargo, algunos de estos textos han
sido útiles para tener un punto de partida para posteriores investigaciones,
desgraciadamente, los escritos mencionados carecen de todo rigor científi-
co y se basan en una descripción conductual y vivencias sobre experiencias
más frecuentes. El riesgo es que algunos de estos materiales pueden, en
algunos casos, confundir al lector más que ayudarlo. Lo importante es que
el término de codependencia dio la pauta para poder observar al cónyuge o
pareja, los padres o los hijos de una persona químico-dependiente. Aque-
llos desarrollaban una forma de ajuste poco sana como reacción al abuso
de algún tóxico.
Nosotros pensamos que el término codependencia fue utilizado en un
principio como sinónimo de coalcohólico, pero hemos considerado la pro-
puesta de la Clínica Cantú de Cuernavaca para que el término más apropia-
do sea el de coadicción, porque tiende a ser más específico en relación a la

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involucración de una persona con un adicto independientemente del tipo de
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sustancia que éste use. En otro momento ya habíamos dicho que Coadic-
ción define a aquella persona, de cualquier sexo o edad, cuyas relaciones
interpersonales rebasan su capacidad para preservar su identidad, sobre-
involucrándose más allá de sus deseos y posibilidades, que crea un vínculo
enfermo con un adicto a una o varias sustancias: es decir el adicto es la
sustancia de elección del coadicto, y como tal, es el pretexto para evitar la
vida y preservar una relación en la que abundan situaciones relacionadas
con la muerte.

Un largo camino
No ha sido empresa fácil definir la dinámica del adicto-coadicto desde una
referencia clínica más o menos firme. Una propuesta importante es la que
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desarrolla Melody Beattie, quien dice que el coadicto tiende a mostrar:

1. Una intensa necesidad de controlar a otros; elige una pareja


irresponsable que invita a hacerlo.
2. Comienza a negar la realidad de la relación.
3. Sentimientos de culpa.
4. Aumenta la concentración en la conducta de su pareja.
5. Sensación de fracaso.
6. Pérdida de intereses.
7. Problemas de trabajo y dinero.
8. Resentimientos irracionales.
9. Manifestación de alteraciones nerviosas.
10. Dificultad para pensar, etcétera.

Según Arieti, el coadicto cae en un proceso de sugestibilidad, y refie-


re que ésta existe cuando una persona responde con complacencia y con
inusual disposición, y agrega que puede ocurrir agudamente cuando una
persona se encuentra sobreabrumada por sentimientos de incapacidad y
pasividad. A partir de este acotamiento pudimos notar que el autor no
menciona el alcoholismo en su intención original; sin embargo, observamos
que el término se descartaba por sí mismo, ya que seguía dejándole al alco-
hólico o adicto el peso de la patología y que además los (as) coadictos (as)
no presentan dicha incapacidad o pasividad, ya que en la práctica mani-
fiestan un esfuerzo por solventar las dificultades del adicto en su actividad
alcohólica, fuera de lo que hagan disfuncionalmente, o sea, en detrimento
de la estructura familiar.
De aquí pasamos al concepto de Folie a Deux o locura de dos. Dicha en-
fermedad está integrada por síntomas psicóticos, incluyendo ilusiones que
son compartidas por dos o más personas que viven en íntima y cercana
asociación. De allí ha surgido un variante que se ha llamado Folie Impo-
sée, que es el nombre que usualmente se da al Síndrome de Folie a Deux.
Los síntomas psicóticos (por lo general ilusiones) son transmitidos de una

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persona enferma a una sana, quien a menudo elabora estas ilusiones indu-
cidas. De nuevo el término no satisfizo nuestras necesidades, ya que este
concepto sólo es atribuible a situaciones extremas, como psicosis colectivas
tipo suicidios u homicidios, o ha sido influenciado por una historia de in-
toxicación de ambos, sin proceder de nuevo de uno de los miembros o, en
aquellos casos de identificación, con el agresor en un vínculo inusualmente
irracional.

¿Es la coadicción una enfermedad?


Pensamos que el término coadicción se ha desarrollado en tres niveles, a
saber:

1. Como herramienta didáctica.


2. Como un concepto psicológico.
3. Como una entidad diagnóstica.

Desde el punto de vista clínico, es decir, como una entidad diagnóstica,


se podría considerar a la coadicción como un trastorno del aprendizaje
maladaptativo, específicamente del área de las relaciones interpersonales
en las que prevalece el instinto de muerte. Este patrón puede ser repetiti-
vo, pero sobre todo ego-sintónico, lo cual crea, a largo plazo, un malestar
emocional generalizado que se percibe como provocado por la conducta
patológica de otra persona, la que será por lo general aquella que muestre
patrones de conducta destructivos, o sea, personalidades Border o Nar-
cisistas. Ante esto, el coadicto(a) intentará poner orden en este caos sin
lograrlo y sufrirá las consecuencias de su intento, para lo que utilizará los
siguientes mecanismos de defensa como son: la negación, la proyección, el
desplazamiento, la racionalización y la conversión.
Vistos desde un plano distante, los coadictos aparentan abnegación, to-
lerancia, autoconmiseración y un alto nivel de tolerancia a la frustración. La
ganancia secundaria de este cuadro es el poder satisfacer una gran nece-
sidad de control a través de conductas manipuladoras, amenazas, chanta-
jes, complacencias y, como nosotros hemos reiterado, controlan desde su
descontrol.
Así pues, no hablamos de un trastorno de personalidad como tal, pero en
este momento consideramos a un coadicto como un paciente que requiere
atención y tratamiento, ya que no deja de mostrar los problemas acadé-
micos, conducta antisocial, capacidad intelectual límite, problemas conyu-
gales, laborales, incumplimiento de prescripciones médicas y problemas
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paternofiliales, todo el DSM-IIIR, esté o no casada con un adicto, pero que
ha vivido de cerca la enfermedad.
Por otra parte, hemos observado también que hijas de alcohólicos, nie-
tas, sobrinas, etcétera, que han tenido en su historia una relación directa
con un adicto o simplemente una relación directa con el testimonio que
prevalece de éste si es que ya murió y aún sin haberlo conocido personal-

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mente, buscan en el aquí y ahora resanar una relación que de inicio era
patológica.
En nuestro trabajo clínico con pacientes coadictos hemos observado que
las mujeres que padecen este trastorno presentan problemas con su fe-
minidad. Es común que estas mujeres en la adolescencia desafiaron a su
madre por no ser capaz de independizarse, ya sea con el divorcio o con
cualquier conducta menos extremista que implicara algún desprendimiento
emocional del adicto para una vida menos desgastante.
Estos desafíos se resienten en la pareja que eligen para comprobarle a
su madre que ellas sí van a ser queridas, atendidas, no humilladas y su-
ficientemente capaces de controlar la forma enferma de beber o drogarse
del marido que eligieron.

Algunas consideraciones técnicas del proceso grupal


El grupo de coadictos que actualmente estamos manejando (1993) está
integrado únicamente por mujeres. Por lo tanto nos referimos a ellas sin
por esto dejar de reconocer que la coadicción no es privativa del sexo feme-
nino; sin embargo, es más común que por este motivo de consulta acudan
más mujeres que hombres a nuestro consultorio.
El grupo está integrado por cinco mujeres cuyas edades fluctúan entre
los veinticinco y los cincuenta años. Una de nuestras pacientes permanece
casada desde hace aproximadamente treinta años con un alcohólico que
hasta la fecha sigue bebiendo. Otra ha estado en dos ocasiones casada con
alcohólicos, actualmente está divorciada y es madre de un hijo alcohólico
y drogadicto con varios intentos fallidos de rehabilitación. Al grupo asiste
también una mujer cuyo marido y ella iniciaron su proceso de rehabilitación
en forma simultánea hace aproximadamente un año y medio. Su marido
únicamente asiste a AA y hasta la actualidad continúa sin beber. Participa en
el grupo también una mujer que se divorció hace quince años de un mari-
do drogadicto con el cual sigue teniendo problemas. Y, finalmente, la más
joven de las integrantes es una mujer que sostiene una relación amorosa
con un hombre alcohólico que actualmente está casado. Ella es, además,
hija de un padre alcohólico y de una madre recientemente fallecida. Es
recomendable la asistencia del coadicto a un grupo de autoayuda para fa-
miliares de adictos. El programa de Al-Anón, así como el de AA, ofrecen la
mejor alternativa para detener el proceso de la coadicción y de la adicción
respectivamente; pero la enfermedad no cesa, sólo se controlan algunos
síntomas. En el grupo terapéutico para coadictos se analizan motivaciones
ocultas que sostienen en forma encubierta a la enfermedad. Un obstáculo
importante que hemos enfrentado es el uso que algunos coadictos hacen
del programa Al-Anón, convirtiendo sus Doce Pasos, estatutos y frases de
apoyo en squetchs. Si este uso que se le da al programa no es analizado
en un campo terapéutico, continúan defendiendo la existencia misma de la
enfermedad, encubriéndola y justificándola con frases hechas, aprendidas
y repetidas en forma egodistónica. Hemos observado que con mucha fre-

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cuencia las pacientes coadictas repiten algún slogan del programa sin hacer
conexión afectiva al respecto. Esta observación no es de ninguna manera
una crítica al programa de Al-Anón, sino un señalamiento que pretende
demostrar que los estatutos o frases de apoyo que conforman el programa
pueden ser usados como defensa para no confrontar la realidad intrap-
síquica. De hecho, un propósito importante de nuestra labor en el grupo
terapéutico para coadictos es interpretar, desde el plano grupal y personal,
los estatutos del programa para que los pacientes aprendan a integrarlos
a su personalidad y a no hacer de éstos un manejo defensivo que lejos de
rehabilitar puede constituir una limitante para el crecimiento.
El grupo terapéutico para coadictos no puede sustituir al de Al-Anón,
ni viceversa. Ambos resultan ser complementarios. Por sus características
propias, los grupos de Al-Anón, en muchos casos, no son lo suficientemen-
te continentes para confrontar aspectos más íntimos de la persona.
Los elementos narcisistas que prevalecen en la personalidad del coadicto
dificultan la aceptación de límites. El encuadre terapéutico es cuestionado
por las pacientes y frecuentemente vivido como una imposición por parte
de los terapeutas; ante esto, las pacientes pretenden rebelarse intentando,
por ejemplo, romper con la cohesión grupal o demandar en forma constan-
te atención individualizada para cada una de ellas. De hecho, la coadicción
tiene su etiología (causas) en el seno de una familia disfuncional, en la que
generalmente alguno de los progenitores fue adicto y el otro o la otra su
eco, es decir, la coadicción. De tal forma que la pareja terapéutica es vivida
por los coadictos de manera más escindida, e intentan romperla a través
de las comparaciones, la rivalidad, el desafío y el reclamo a cualquiera de
los dos terapeutas.
Podemos decir que una de las características principales del coadicto es
el deseo de arreglar las vidas ajenas para no detenerse a ver la propia. La
evasión no se hace esperar en un grupo para coadictos. Lo más familiar
para sus integrantes es la práctica del consejo e instalarse con sumo placer
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en el supuesto básico grupal de ataque y fuga, que ha sido el estilo más
conocido en su vida. Otro rasgo que prevalece en el coadicto es su capaci-
dad para tolerar y hacer de la culpa la mejor arma para enfrentar la vida. El
coadicto es el superviviente de una familia en que alguno de sus miembros
sufre en forma activa de alguna adicción, aunque no faltan adictos/coadic-
tos, o si se nos permite el término, también hay farmacodependientes. El o
la coadicta sufren la misma adicción desde lo pasivo, su sustancia tóxica es
el adicto (a) y por lo tanto la abstinencia de su sustancia de elección resulta
de difícil manejo. Asimismo, desprenderse de la culpa implica perder toda
una serie de ganancias secundarias que obtienen desde el ejercicio del rol
de víctima. “Cada vez que empiezan a experimentar la plenitud que la vida
puede ofrecer, inmediatamente se sienten como si estuvieran traicionando
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a aquellos que nunca tuvieron la oportunidad”, refiere Cervac.
A través de nuestra experiencia en el manejo de grupos terapéuticos
para coadictos, hemos notado que aparece como resistencia inicial, y

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demasiado usada, el hablar de las dificultades que el adicto tiene en su
vida y no de las dificultades que ellas viven en relación con él. Hemos
señalado constantemente que para ellas es más fácil hablar del otro que
de sí mismas. Esto constituye una de las ganancias secundarias del Sín-
drome de la Coadicción, negándose a sí mismas un motivo interno para
existir, su motivo está puesto en el adicto. De la misma forma en que
el adicto pierde su identidad a través del uso adictivo de alguna sustan-
cia, la coadicta(o) la pierde a través del uso adictivo que hace de sus
objetos de amor. Esta característica dificulta que el grupo adquiera una
identidad propia, la posibilidad de pertenencia y de cohesión grupal; así
la adquisición de una identidad como grupo despierta en los coadictos
temores relacionados con la pérdida de objeto de amor, de tal modo que
se muestran complacientes e intentan ser obedientes con los terapeutas
viviendo las interpretaciones como si fueran órdenes que deben seguir
al pie de la letra. La consecuencia inmediata es la frustración. El modelo
más conocido de su vida es la consejería y su intención inicial al entrar
en el grupo es dar y recibir consejos. Desde su transferencia intentan ser
obedientes con nosotros. Su ganancia secundaria es intentar controlar-
nos a través de su obediencia, abnegación y sumisión, tal y como lo han
hecho con sus pareja.

Conclusiones
1. Las mujeres coadictas sacrifican su feminidad en pro de la preservación
de su coadicción. Prefieren, inconscientemente, no gozar de su desarrollo
como mujeres con tal de no perder el amor o por lo menos la presencia fí-
sica del adicto, del que dependen para satisfacer su necesidad de control.
2. El mecanismo de identificación reivindicatoria en los grupos de coadic-
tas es generalmente el centro de tratamiento, ya que, desde su historia,
son mujeres que pretenden reivindicar en sí mismas la imagen introyec-
tada de una madre aparentemente sumisa y devaluada, pero en realidad
controladora. El mayor resentimiento detectado es precisamente contra
una madre que no fue capaz de rescatarlas y no necesariamente contra el
padre alcohólico. Es por eso que generalmente se casan con un adicto para
demostrarle a una madre introyectada que ellas sí serán capaces de lograr
que él las prefiera más que al alcohol o su sustancia de elección, preservan-
do así el instinto de muerte.
3. Una importante dificultad durante el tratamiento es la convergencia
de la coadicción con el rol cultural, social y religioso que en nuestro país se
exige que desempeñe la mujer, a la que históricamente se le ha vendido la
imagen de la coadicción como sinónimo del amor perfecto.
4. La coadicción no se detiene cuando el adicto inicia su abstinencia, la
coadicta padece del conflicto real de su enfermedad al intentar mantenerla
modalidad conocida en su relación y pretende convertirse entonces en la
sustancia de elección del adicto, transformándose en una mujer con perso-
nalidad tóxica.

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5. El diagnóstico y tratamiento de un (a) paciente coadicto (a) debe ser
considerado de una forma muy particular, ya que la neurosis o el trastorno
de la personalidad que subyace a este padecimiento se torna inmanejable
en un proceso terapéutico individual o grupal en el que la coadicción puede
ser el mejor pretexto resistencial al cambio.
6. La razón de vivir de las mujeres coadictas es ser el tapón de la botella
del marido.

Notas
* Trabajo presentado en el Congreso de Ampag. Cuernavaca, Morelos, no-
viembre de 1993.
** El psicólogo Mario Bejos L. es Terapeuta familiar, trabajador del abordaje
a las adicciones desde 1976, tanto en la docencia como en la prevención
y el tratamiento.
*** Alejandro Casillas del Moral es psicólogo, Terapeuta en adicciones en
distintas instituciones privadas, escritor y director de obras de teatro
sobre adicción y coadicción como “Tejido sin fin”. Entrenamiento en psi-
coterapia analítica y actualmente entrenamiento en dirección de técnicas
dramáticas.
1
Cfr. M. Bejos y A. Casillas, en Revista de las Adicciones n. 7, septiembre
de 1992, p. 6.
2
Melody Beatty, Ya no seas codependiente, Promexa, México, 1987.
3
Comunicación del doctor Francisco Cantú.
4
W.R. Bión, Experiencias en grupos, Paidós, Buenos Aires, 1976.
5
Véase Melody Beatty, Más allá de la codependencia, Promexa, México,
1989.

Bibliografía
BEATY, Melody, Más allá de la codependencia, Promexa, México, 1989.
———, Ya no seas codependiente, Promexa, México, 1987.
BION, W.R., Experiencias en grupos, Paidós, Buenos Aires, 1976.

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