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LA NOTABLE PROEZA

DEL CUENTISTA
Cuento by

Ismael Berroeta

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- ABRIL 2001 -
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La Notable Proeza del Cuentista

Ismael Berroeta

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Eran cerca de las once de la noche cuando Ismael se acomodó junto a una de las mesas

de “Los Dados Cargados”. Lanzó una mirada, que barrió cuidadosamente el salón

principal, en busca de algún amigo. Siendo parroquiano de tantos años, no fue por

casualidad que Gonzalito, uno de los meseros, lo atendiera con prontitud, poniendo

frente a él café turco, un vaso de soda, panecillos calientes y mantequilla. Ismael no

pudo distinguir - por el momento - entre la nutrida concurrencia a ninguna de sus

amistades aunque, para su interés, oteando en la translúcida bocanada de humo de su

cigarrillo, visualizó una figura conocida y destacada del mundillo intelectual. El hombre

vestía pantalones de pana algo arrugados, chaquetón oscuro con botones dorados y gorra

azul, de marino. Ismael se dio cuenta fácilmente del disgusto del recién llegado al no

disponer de una mesa vacía y de no encontrar las zalamerías acostumbradas en tanto no

era cliente frecuente del lugar. Berroeta se levantó de su silla, se acercó a Cacho Marín

y, cogiéndolo de un brazo, le ofreció lugar junto a él. Su invitado aceptó y, en pocos

segundos, estaban compartiendo territorio. Era la primera vez que Ismael tenía la
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oportunidad de tenerlo frente a frente y a tan escasos centímetros de distancia. Marín

tenía un aspecto macizo, cabello encanecido, cejas espesas, cabeza grande soportada

por un cuello igualmente robusto. Lucía unos mostachos extensos y cenicientos, a la

mejicana, y su nariz ostentaba un prominente lunar de carne. Las cejas acentuaban la

mirada inquisidora que envolvió a Ismael, como si un monarca atendiera a un súbdito

humilde. Cacho Marín era profesor universitario y crítico literario de renombre. Las más

conocida de sus obras había sido “La Novela en El Enfoque de la Inteligencia Emocional”,

que había sentado escuela, así como creado una cáfila de seguidores y una nube

abigarrada de detractores, esto último para gozo del susodicho, puesto que el pleito, la

discusión y la amenaza verbal formaban parte de su estilo de vida.

- Vino mucha gente esta noche -, murmuró Ismael, como disculpándose por haberse

atrevido a darle acogida en su mesa.

- Me di cita con un amigo y constato que no ha llegado -, señaló Marín con tono

claro, observando una vez más en derredor, sin fijarse mayormente en su

anfitrión.

- ¿Un cigarrillo? -, dijo Ismael para no provocar ruptura en el ritual de cuidados un

visitante que se desea atender en buena forma.

- Sólo fumo “Kipling”, usted sabe, ingleses, fabricados con tabaco negro de la India

-, contestó Marín.
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- Sírvase, por favor -, replicó Ismael, acercándole una cajetilla de “Kipling”

auténtica.

Cacho extendió su mano, gruesa, pero de dedos cuidados y piel suave. Cogió un cigarrillo,

lo encendió con el fuego que le ofrecía su interlocutor, a quien miró por primera vez,

extrañado de encontrarse allí con alguien de gustos similares.

- ¿A qué se dedica? -, preguntó el catedrático.

- A escribir.

- O sea que esto no es casualidad. Usted me conoce.

- ¿Y quien no? Es muy grato tenerle aquí esta noche y a mucha honra disfrutar de

su compañía -, explicó Ismael, mientras una leve sonrisa en los labios de Marín

indicaba que se sentía halagado.

- ¿Gusta beber algo? -, le preguntó Ismael. - Le recomiendo un vino francés que

les ha llegado esta semana.

- Probemos. Parece que mi amigo me dejó plantado. Seguro que se ha ido detrás de

alguna falda. ¡ Qué estupidez !. Nos conocemos desde la infancia y es al único que

tolero hacerme un desaire como éste.

Gonzalito hizo su milagrosa aparición, deslizándose entre la bruma de frases de las

conversaciones que brotaban por aquí y por allá. Berroeta aprovechó de encargarle una
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botella de sirah y una tabla de queso. El flacuchento tomó el pedido y partió sorteando

las columnas de humo de las pitadas de tabaco.

- ¿ Qué escribe ? -, le espetó Marín.

- Cuentos …

- ¿ Un capricho reciente ?

- No, no. Desde hace veinte años.

- ¿ Son cuentos ? -, dijo Marín con ironía, mientras atacaba el queso.

- Por favor …, ¿ quién se atrevería a mentirle a usted ?.

- Cierto. ¿ Pero cómo es posible que no me suene su nombre ni recuerde alguno de

sus títulos ?.

- Fácil. Nunca he publicado -, respondió Ismael, sintiendo que disminuía de tamaño

en la silla.

- Pero habrá participado en algún certamen y ganado algún galardón.

- Tampoco. Envío trabajos a los concursos con frecuencia, pero nunca he ganado

alguno -, murmuró, y le pareció que su empequeñecida humanidad se multiplicaba

por cero.

- Nada de nada -, dijo la voz profunda del intelectual, como si quisiera señalar que

estaba perdiendo su tiempo, en tanto su mirada se perdía en las profundidades

del vaso de vino tinto. Y agregó: - Quizás ha escrito poco …


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- Yo diría que no … Escribo un cuento cada semana, más o menos.

- O sea, cincuenta cuentos por año … durante veinte años … hace un total de mil …,

toda una marca.

- Sé cuántos son, exactamente. Novecientos noventa y nueve.

- Parece un número mágico … En ese vasto fárrago de historias tiene que haber

algo rescatable. ¿ Anda trayendo alguno ?. ¿ No ?. Entonces, relate una de ellas -,

dijo, cuando vio que Ismael movía negativamente su cabeza ante la pregunta.

- Si usted lo pide, no hay modo de negarse -, dijo Ismael, incrédulo de que un

intelectual de ese calibre se interesara en su obra. Y continuó: - Me es fácil

recordar una historia que bauticé “Afeitada y corte de pelo”. El protagonista es

un sesentón, casado, gozador y bohemio.

- ¡ Vaya !, ¡ se parece a nosotros ! -, interrumpió Marín sonriendo.

- Una noche - sería las tres de la madrugada - un poco achispado …

- ¡ El parecido se acentúa !.

- … sale del bar donde era parroquiano y, curiosamente, encuentra abierta una

peluquería. Sin darse cuenta si por embriaguez o por humorada, entra a darse

una afeitada. El barbero resulta ser un vejete conversador e irónico que, con su

parloteo, va confundiendo a Señor Personaje. Lo sumerge en el torbellino de

recuerdos del pasado …

- ¿ Señor Personaje ?.
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- Es el apodo que le dan sus amigos.

- ¡ Un personaje que se hace llamar Personaje !. Original redundancia …

- Señor Personaje - prosiguió Ismael después de aclarar la garganta con un trago

de vino - rememora sus errores, sus faltas, sus traiciones. Imagina que, a cada

visita a la peluquería, se aproxima más y más al instante en que deberá expiar sus

faltas bajo el filo de la navaja del barbero. A pesar del terror que comienza a

dominarlo, semana a semana regresa a la barbería, la cual, junto a la conversación

del barbero, ejercen sobre él una atracción hipnótica. Presiente que la próxima

vez será la visita fatal y decide solicitar ayuda al Maestro de su logia masónica.

Éste es un hombre benevolente y de costumbres austeras. Decide acompañarlo.

Al día siguiente, en la mañana, van, ubican el local pero no pueden entrar debido a

que se encuentra cerrado. Más aún, sorprendentemente, se enteran que no se

abre desde hace años. Consiguen las llaves, entran, y no sólo descubren una vieja

y polvorienta peluquería de barrio. ¿ Qué cree usted ?. Hallan el reseco esqueleto

del viejo peluquero, recostado en el butacón para los clientes. Sobrecogidos, se

retiran, con la convicción que más vale ser prudente con los fenómenos aún

inexplicables por medio de la razón.

- Parece ser un cuento corto, pero en ningún caso un microcuento -, murmuró Cacho

Marín con su voz bien timbrada.

- Así es. Fue uno de mis primeros cuentos y por eso le tengo más cariño que a

otros.
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- No cabe duda. Se trata de una pieza para darse satisfacción a usted mismo y no

para darle el gusto a los lectores. Eso tiene su mérito. Bueno, no es gran cosa,

aunque tiene un punto que la salva.

- Que la salva … ¿ de qué ?.

- De la total mediocridad. Usted cumplió con la obligación del narrador, de

provocar el asombro - o sorpresa si prefiere - del lector y el producto parece

original … y no del todo inarmónico.

- ¿ Cree usted ?.

- Nunca hablo gratuitamente. Además, el relato, por muy apegado que sea a la

linealidad, no debe negarse a lo ambiguo, al contrario, ésta debe ser una

constante de presencia sustantiva, cuya omisión generaría un producto

extremadamente vulnerable -, señaló Cacho, seguro como una roca, dando a

Ismael una mirada que a este último le pareció que lo traspasaba de lado a lado.

Berroeta estaba tan interesado en atender las palabras del crítico - como quien bebe

directamente de la fuente de la sabiduría - que, habiéndose olvidado del mundo reparó

de pronto dónde se encontraban y, viendo la tabla y la botella casi vacías, ofreció algo

más a su invitado. Cacho Marín aceptó un café y, condescendiente, le pidió que le

resumiera otro de sus relatos.


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- En una ocasión - estaba por esos años estudiando en la Universidad - pasaba yo

por la calle de Las Matadas, en la esquina que está como a dos cuadras de Avenida

La Cañada. Tendido en el suelo de espaldas, estaba un vagabundo. Los pies, en la

acera; la cabeza, en la calzada. Una disposición completamente diferente a lo que

se entendería por lo habitual y, más encima, en medio de desperdicios, barro,

mierda de perros. Sin embargo, había en su rostro, con los ojos abiertos, tal

gesto de felicidad y plenitud que me impactó grandemente, al punto que me

inspiró para escribir otro relato breve que titulé “La Mirada hacia el Cielo”.

- Oigámoslo.

- El Presidente de la República es un hombre eficaz, de rutinas muy precisas. En la

mañana de un día cualquiera, recibe los informes de sus colaboradores en los

tiempos establecidos previamente. El país produce, las finanzas están en orden,

hay buenas relaciones con los países vecinos. Sin embargo, el Presidente está

inquieto, hay algo que no marcha como de costumbre. ¿ Algo no ha sido cumplido

por alguien ?. De pronto, recuerda que se trata de una nimiedad. Existe un

vagabundo, un gamberro que, consuetudinariamente, se deja ver en la puerta del

palacio presidencial lanzando denuestos irreverentes contra la autoridad, contra

el mundo y hasta contra Dios. El Presidente se encamina a una de las ventanas de

su despacho para verificar si Loco - así lo llaman - merodea en los alrededores.

- ¿ Loco ? -, preguntó Cacho Marín. - Yo lo habría bautizado Cuerdo.


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Ismael y su interlocutor se sonrieron y el primero, prosiguió.

- Afuera, los acontecimientos de la jornada han tomado una dirección y un ritmo

poco habituales. Loco ha llegado temprano y se ha acostado a descansar, en plena

calzada, frente a la puerta principal. Brazos abiertos, su mirada se pierde en lo

infinito y una sonrisa beatífica ilumina su rostro habitualmente descompuesto. Se

acercan otros vagos, aceptan la invitación de Loco y lo acompañan en su yacer

relajado y feliz. Pasa un periodista - a todos los cuales Loco tiene por reverendos

huevones - y acepta el desafío de tomar la posición y punto de vista de los vagos.

El reportero se sintió diferente, detectó algo valioso en sí mismo en este

observar ocioso de la atmósfera. Otros periodistas - prensa nacional e

internacional - se unen al cuarteto. Luego, pasa un congresista, quien, decidido a

estar junto al pueblo - más la presión de los medios de comunicación - pasa al

decúbito dorsal. Y, de esta forma, por imitación, por debilidad o lo que fuere, se

van agregando al grupo los políticos de oposición, un general y su escolta,

empresarios, funcionarios, comerciantes, obreros, artesanos … La indolencia de la

multitud acostada tuvo la magia de invitar sin palabras a unirse al rebaño. Dejar

lo habitual y trocarlo por una buena mirada al cielo azul, al sol acogedor de

primavera, a las nubes que juguetean al viento. El Presidente sale del palacio y

descubre una ciudad paralizada. Identificó a Loco entre aquella multitud, pidió
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que le hiciera lugar y se agregó a la mayoría. De una u otra forma, valía la pena

dar una mirada hacia el cielo …

- Ojalá su cuento, escrito, fuese tan breve como lo ha relatado -, expresó seca y

rudamente el literato. - En estos días, donde el tiempo dedicado a la lectura es

mínimo para algunos y nulo para la mayoría, la trama de la historia requiere

imperativamente abundar en concisión, procedimiento que si no logra imponerse a

la palabrería, restará méritos a la obra. Hasta un anacrónico relato bíblico,

plagado de mitos, pero expresado en forma sencilla atraerá más la atención que

una narración sobrecargada, por más verosímil que ésta sea.

- Puede ser … -, dijo Ismael con la garganta apretada.

Cacho Marín apuró su taza de café y se puso de pie. Sabía que no había sido amable con

Ismael y no se cuidaba en disimularlo. Sin mirar a Berroeta y paseando aparentemente

la vista por los cuadros que decoraban las paredes cercanas, le habló, como dirigiéndose

a un público más amplio.

- La crítica literaria no puede ser más que una opinión referencial. Su misión es

desnudar el discurso escrito, cual un cristal que explora las entrañas del texto,

proponiendo los por qué, los cómo, arriesgándose al peligro de generar la


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hostilidad de los escritores. Bien, debo retirarme. Para vernos nuevamente, le

sugiero “La Vieja Guardia”. Este no es mi territorio -, dijo el crítico a modo de

despedida y se sumió entre los humos que abarrotaban el ambiente.

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“La Vieja Guardia” era un café-bar instalado en una callejuela estrecha del casco más

antiguo de la ciudad, a un costado de la Plaza Ibérica. El interior estaba decorado con

maderas, con estilo definido y armónico, pero el tiempo y la falta de renovación lo

habían venido a menos. Hace cincuenta años atrás todavía entraban aristócratas que lo

mantenían vigente, sin embargo, una parte de los intelectuales y artistas lo hicieron suyo

y los más provectos se negaban a cambiarlo por otros lugares de moda. En las noches, en

el exterior - a cierta distancia no marcada pero implícita - se paseaban las prostitutas y

los travestíes. De vez en cuando, alguna de ellas junto a un cliente pasaban al bar a

echarse un trago antes de ir al acostadero. En cambio, la generación de Ismael había

elegido como paradero a “Los Dados Cargados”. Éste se encontraba más en boga, venían

estudiantes y gente más de alternativa y en general, más joven. En el afán de no perder

el contacto con la fuente de la sabiduría, Ismael comenzó a realizar visitas frecuentes a

“La Vieja Guardia”. Muy pronto, tuvo ocasión de ver y saludar a Cacho Marín, rodeado de

su grupo de incondicionales y amigos. Fue decepcionante. Cacho no fue grosero, al

contrario, lo presentó y lo admitió a la mesa, pero los comensales lo ignoraron por


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completo, incluido el líder. Por lo demás, las conversaciones no destilaban nada de

intelectualidad, eran mas bien una amalgama de pequeñeces y mezquindades relativas a

la vida privada de otros intelectuales y de comentarios bastante banales sobre la

producción artística, cuyo objeto primordial era demostrar la ironía y la originalidad de

los contertulios. A pesar de ello, Ismael no se desanimó. Había comprobado que Cacho

Marín, sin estar rodeado de su corte, tenía un comportamiento diferente y, además, era

posible mantener con él algo parecido a un diálogo sobre literatura. Su paciencia dio

resultado. Tardó unos meses, pero obtuvo su premio.

Una noche, el gurú estaba acompañado solamente de la artista plástica Soledad Laflor .

La suerte quiso que Soledad hubiera sido la enamorada de juventud de un primo de

Ismael, por lo cual ella lo conocía y lo saludó con afecto.

- ¡ Ismael !, ¡ primito querido !. Tanto tiempo que no nos veíamos … Por favor, no me

digas que vas a otra mesa, tienes que sentarte aquí, con nosotros. Te presento a

mi primo Ismael -, dijo ella, dirigiéndose a su acompañante.

- Nos conocemos -, replicó el intelectual, sin molestarse en estrechar su mano.

- ¡ Qué bien !. Entonces, estamos entre amigos - dijo ella a través de su expresiva y

hermosa sonrisa.
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- Es uno de los pocos conocidos a los que les permito que me relaten sus cuentos -,

continuó Marín. - Es conciso y tímido. No digo modesto porque no hay escritores

modestos; si los hubo, están muertos. En cambio, al resto los leo por escrito.

Cuando hablan, son demasiado vanidosos para limitarse solamente al relato y no

pueden evitar referirse a sí mismos “… yo esto, yo aquello …”. Da asco. Tome

asiento, Ismael.

- Gracias -, dijo Berroeta.

- ¿ Escribes cuentos, Ismael ?. No tenía la menor idea. ¿ Y desde cuándo ?. ¿

Tienes por ahí uno de tus libros ? -, dijo ella, con su jubilosa espontaneidad.

- Bueno … yo … Sí. Escribo hace varios años, pero …

- Pero la crítica no lo ha tomado en cuenta -, expresó Cacho con la densidad de una

aplanadora.

- ¿ Y qué temas has tocado ? -, preguntó impertérrita Soledad, con su voz tan

dulce, mientras sostenía con gesto femenino un cigarrillo entre los dedos de su

mano izquierda, en tanto cogía una de las de Ismael con su derecha.

- Varios -, señaló Marín. - Pero hay uno en el cual no se atreve.

- ¿ Sí ? -, interrogó ella, con interés verdadero.

- El erótico -, puntualizó el crítico.

- ¿ Y por qué nó ? -, volvió ella a preguntar.


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- La verdad - se atrevió a terciar Ismael - es que sí lo he hecho. Tengo varios,

quiero decir, cerca de cien.

Sus interlocutores intercambiaron una mirada de incredulidad. Cacho Marín no iba a

desaprovechar una oportunidad para lucir su agudeza. Sin circunloquios, invitó a que les

contara uno, al tiempo que encargaba una ronda de café.

- Uno de los primeros que escribí … fue por allá en los setentas, antes del Golpe de

Estado. Se trata de una joven y su relación con un ser de otra especie … Le puse

por título “Vade retro canis”. En cierta ocasión, escuché a unos tipos contando

historias procaces. El más viejo de ellos relataba algo entre una muchacha y un

perro. Me convencí que eran simples habladurías maquilladas por la imaginación y

la astucia del relator. Si alguien se atribuía el don de hacer eso, ¿ por qué no

podría yo dar mi versión de lo que efectivamente habría ocurrido ?. Así nació

esta historia. Escúchenla -, dijo Ismael, tomando un sorbo de agua mineral antes

de proseguir: - Ella es una muchachita que comienza recién su adolescencia y

vive en una pequeña ciudad de provincia. Un día de verano que duerme la siesta,

es sorprendida por unas agradables caricias. Son los lamidos que le propina su

perro Duke. Y no son precisamente en la cara …

- Obvio -, murmuró Cacho.


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- Son, justamente, en los genitales. Asustada, lo expulsa violentamente, aunque no

puede negar que las irreverentes e inesperadas caricias le agradaron

sobremanera. En esa ocasión fue un contacto casual pero, al producirse el

despertar sexual de la joven pasa a transformarse en algo premeditado. A la

primera oportunidad de estar a solas, se encierra con el can en un gallinero y da

todas las facilidades para que éste ataque con deleite mediante el hocico sus

partes íntimas.

- ¿ En un gallinero ?. Un poco chocante para mi gusto -, observó Soledad.

- Tratándose del sexo, todo vale -, le recordó Marín.

- Gracias a la simpática afición de Duke - siguió Ismael - obtiene su primer

orgasmo. Pero no todo es felicidad. Su mejor amiga se casa y le cuenta con pena

su difícil vida matrimonial. Para peor, su padre enferma y, poco después, fallece

de un segundo infarto. Sin embargo, al tener que hacerse cargo de la casa - su

madre se había empleado como doméstica - tuvo más posibilidades de quedar en

la intimidad con su galán. Los encuentros eróticos con Duke se multiplicaron y su

amistad se hizo tan estrecha que iban juntos a todos lados. No obstante, un día,

la excitación del perro fue tal que la abrazó de la cintura con las patas

delanteras y dio con la verga en uno de sus muslos, frotando hasta eyacular. La

ingenuidad del ritual se desvaneció y procedió a expulsarlo en forma

destemplada. El animal desapareció durante varios días. Al principio no le dio

importancia pero, a poco andar, sintió la falta del perro y la necesidad de su


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cercanía y sus caricias sexuales. Duke regresó, sucio, desgreñado, flaco.

Comprendió que había andado de correrías con un grupo de canes tras una

hembra en calor. Le dio rabia y celos de la perra, en su concepto una puta

callejera.

- ¿ Qué dices, Soledad ?. ¿ Has estado alguna vez celosa de una perra ? -, preguntó

Cacho.

- No, lindo, no acostumbro a perder mi tiempo celando. Por lo demás, mis amoríos

son todos con humanos. Bien dotados de lengua, por supuesto. Continúa primo, por

favor, tu historia la encuentro excitante.

- ¡ Ajá !. Gracias a mí, que soy un bocón, toda la ciudad sabrá que nuestra mejor

escultora se excita con historias de amor zoofílico.

- Calla, pesado. Escuchemos.

- La muchacha llora desconsolada la infidelidad de su amor. Sin embargo,

súbitamente, siente que Duke lame con ternura sus lágrimas. Lo abraza, se excita

y puesta en cuatro patas sobre la cama, se entrega al perro, el cual embiste sin

contemplaciones su verga hasta introducirla con éxito en las profundidades de su

ama. La felicidad de los amantes no podía durar mucho. La madre la increpa y le

espeta con rudeza sus sospechas: su hija - poseída por el demonio - fornica con

un perro. La vieja está decidida a romper la posesión satánica y trae a su casa a

un exorcista. El pastor exige permanecer a solas con la pecadora por lo cual la

madre, obediente, se retira de inmediato. Después de hilvanar un breve exordio,


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el representante del Señor comienza a tantear con lascivia el cuerpo de la

adolescente. La joven es la única consciente de la presencia del perro en la

habitación por lo cual, sin miramientos, lo azuza contra el sacerdote quien sale

huyendo entre mordiscos. Hija y madre se enfrentan y las relaciones entre ambas

quedan francamente quebradas. La muchacha se siente triunfante una vez más,

disfruta de dominar las relaciones al interior de la casa y la familia. En esos

instantes no alcanza a percibir quien pueda ser capaz de enfrentarse a sus

designios. Muy poco tiempo alcanza a paladear el gusto del poder recién logrado,

pues - ¡ tragedia ! - Duke muere atropellado. Unos muchachos acarrean el

cadáver del perro y lo depositan al fondo del patio. La joven queda atónita y,

después de unas horas, se pone uno de los vestidos negros de su madre, coge una

pala y comienza a cavar la tumba. Empieza a anochecer. Su madre se acerca, le

hace un gesto de consuelo y procede a ayudarle en la tarea funeraria.

- Me gustó. Me gustó y me impresionó -, comentó Soledad.

- No está mal -, dijo el crítico. - La novedad es el asunto erótico, pero, en lo

fundamental, está en la línea de Ismael. Sus historias son como él, ingenuas, sin

recovecos.

- No seas mezquino, querido. Por suerte no las oficias de crítico en mi rubro.

Haría tiempo que no te dirigiría la palabra. Mira, mejor, hagamos un brindis. ¡ A


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la salud de Ismael !, que siga escribiendo con el mismo tesón y la calidad

demostradas -, dijo Soledad llevándose su copa de vino a los labios.

- ¡ Salud ! -, repitieron sus acompañantes.

- El arte de escribir tiene mucho de confesión - señaló Cacho, poniendo su copa

sobre la mesa. - En ese proceso, en el cual la imaginación se desenvuelve de

manera lúdica, en un espectro que puede ir desde lo más banal hasta lo más

sagrado, ¿ no será que Ismael confiesa a sus lectores que para él lo sagrado se

confunde con lo erótico ?.

- En mis relatos me conformo con entrelazar lo imaginario y lo real, lo

trascendente y lo pedestre, los sentimientos, los recuerdos …-, expresó Ismael,

esquivando la pregunta.

- Tu cuento me pareció tan real, como si efectivamente hubiese ocurrido -, dijo

Soledad. - El escrito, ¿ contiene muchos detalles, digamos, precisiones

explícitas en sus escenas más crudas ?.

- Lo creo capaz -, señaló Marín. - Y eso encierra un peligro. La amenaza de un

sesgo naturalista, o sea, la pretensión de reflejar la realidad con tal precisión

que pudiera ser calificado de no-ficción. En verdad, lo maravilloso, lo irreal, lo

irracional, trascienden esos límites de lo concreto y permiten que en forma …

podríamos decir … inmanente en la narración reste una esperanza, quizás un ideal,

de superar el estado actual de mediocridad de la vida humana.


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- Debo reconocer que, por momentos, me dejo llevar por el placer de escribir

detalles …

- Sospecho que deben ser deliciosos y estimulantes -, expresó con mirada pícara la

escultora.

- No lo dudo -, intervino Marín. - Y a más de alguien le ayudarán a masturbarse.

Sin embargo, quisiera ir más allá. Sus cuentos, ¿ no serán el reflejo de una

tortuosa soledad ?, ¿ una especie de autobiografía en procura de la salvación de

un espíritu extraviado ?. El discurso en torno al sexo, ¿ no es una reconstrucción

de la memoria de experiencias pasadas más que la figuración de deseos

insatisfechos o de vínculos que jamás fueron materializados ?. ¿ No se traducirá

en un relato su propia incapacidad de relacionarse con esas mujeres, el anhelo del

que fue una vez un adolescente incompetente para remontar los desafíos de una

relación madura ?.

Súbitamente, Ismael se arrepintió de su pretensión de allegarse a Cacho Marín y su

círculo íntimo. Había calculado de forma superficial los costos a pagar por el ingreso allí.

Ahora, veía con terror que se le preguntaba sin miramientos por sus tesoros, por sus

secretos más íntimos, por la relación de sus escritos con su vida personal, más aún, por

la relación de los cuentos con su ser, es decir, su existencia como entidad síquica. El

precio era muy elevado. Se le pedía que dijera si sus cuentos eran narraciones de

experiencias reales - personales o de otros - o si eran la versión escrita de una


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reconstrucción mental producto de las contradicciones, frustraciones o insatisfacciones

de su yo al relacionarse con el sexo opuesto. El horror de verse expuesto lo obligó a

tomar una escapatoria. Sin perder su apariencia calma y bonachona, se limitó a sonreír y

fingió que unas amistades lo llamaban desde otra mesa. Pidió excusas a Soledad y a

Cacho Marín, se levantó y simuló perderse en el ambiente, denso de humos, vapores y

ecos de conversaciones superpuestas. En realidad, se ocultó en el toillette, se mojó las

manos y la cara con el agua del lavabo, se quitó las gotas con su pañuelo, cerró su

chaquetón y salió discretamente del local, dejando que la oscuridad de la noche lo

cobijara de las asechanzas de los humanos.

-o-

Ismael llegó con puntualidad a la hora fijada para dar inicio a la primera sesión del

taller literario. Ingresó a la sala, donde estaban dispuestas las sillas en dos semicírculos

que oponían mutuamente su concavidad, dejando un espacio interior suficiente para

contener una mesita con un taburete y un sector circular para los desplazamientos

peripatéticos del maestro. Poco a poco, con escasos intervalos entre uno y otro, fueron

ingresando los alumnos, quienes saludaban a su llegada a los que les habían precedido.

Entre los que más le llamaron la atención se contaba una mujer joven - una de los

primeros en llegar - de rostro agraciado pero excesivamente subida de peso, cuyo

volumen era multiplicado por un vestido vaporoso. Estaba también un joven delgado, de
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unos dieciocho, pálido y ojeroso, con la mandíbula cubierta parcialmente por una barba

rala. Más allá, un treintón robusto y conversador, de traje deportivo anaranjado y

cabellera negra abundante, tomada en una cola de caballo. En las filas de más atrás, un

intelectual de gafas, edad indefinida, de terno oscuro y aire enigmático.

Berroeta se encontraba allí, tenso, nervioso, encubierto en la falsa serenidad que

proporciona un rostro inexpresivo. Ni más ni menos que el mismísimo Cacho Marín le

había llamado por teléfono y comunicado que podía considerarse invitado a participar en

el Taller Literario de Verano, cuya inauguración tenía lugar precisamente ese lunes del

mes de enero. Ismael había dado las gracias y comprometido su asistencia, quedando

todo confuso y sorprendido, aunque inmensamente contento de tamaño honor, según él lo

valoraba. Cacho hizo su aparición, saludando con cordialidad a los presentes. Moviéndose

como pez en el agua, tomó su lugar y se dirigió a ellos con el aplomo de quien ha hecho de

la cátedra y el podio su propio hogar.

- El lenguaje, respecto del ser humano, constituye la aparición de un estado -

también se puede reseñar como una etapa - tal como lo ha sido el surgimiento de

la capacidad de proponer enunciados de contenido valórico. ¿ En qué momento y

por cuáles procesos se ha dado el salto desde la condición anterior hasta el nivel

más avanzado ?. Nadie lo ha descubierto, es un misterio en el desarrollo del

hombre, como tantos enigmas ligados al destino de esta especie maldita -,


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expresó Cacho, en tanto sus adoradores, o sea, sus alumnos, escuchaban

hipnotizados. Continuó ...

- El enlace de las palabras va generando figuras, las cuales, como un séquito de

astros, se presentan cual cosmogonía - originada sea en la razón, sea en la

intuición - que termina reproduciéndose a sí misma y que sintetizamos bajo la

denominación de cultura ... -, decía el catedrático mientras su discurso era

música para la mente y el imaginario de la audiencia ... - El rasgo común -

proseguía Marín - a los diferentes géneros literarios es su calidad de crisol,

donde se mezclan y reverberan las ideas más profundas con aquéllas más banales,

hasta el punto de fusión del cual emana - incandescente - la originalidad. Amigos

míos, la construcción de un trabajo autoral consistente exige del escritor el

crecimiento de una voluntad de envergadura superior, pasando por momentos de

tedio indescriptible, en los cuales se está a punto de perder toda esperanza en el

fruto literario, hasta llegar al instante de ir apreciando, frase a frase, que se

vislumbra un foco iluminador, que premia los momentos de pasión y esfuerzo

consumidos en el trabajo intelectual …

( - La vocación iluminadora de la literatura procede de su poder para expresar amor,

maestro ... - Hasta ahora, nada nuevo pero, se maneja con inteligencia para motivar ...

- Linda cara la gordita, me gustaría tirármela, ojalá que no sea muy hedionda ... -
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Estas frases huecas no valen lo que estoy pagando por el curso; si sigue así, estaré

perdiendo mi plata ...) -, eran algunos de los pensamientos de los asistentes.

Finalizada la charla inaugural, los asistentes fueron invitados a compartir un café y a

pitar un cigarrillo, estimulantes indispensables en la vida de los escritores. Esos

momentos fueron aprovechados por la gente para soltarse y poder conocerse un poco

unos a otros. En la segunda parte de aquella sesión, Marín pidió que cada cual se

presentara a sí mismo y expresara sus motivaciones y esperanzas respecto del taller.

Así lo hicieron, después de lo cual el maestro continuó su exposición.

- En los tiempos que corren y desde hace bastantes años, predomina la mirada

urbana en la literatura. El escritor de la metrópoli ha sido capaz de prefigurar

las visiones más nobles y generosas sobre la vida como también las más

hipócritas. En el último medio siglo, numerosos autores han caído una y otra vez

en una falsedad que resulta paradigmática, equivalente a la fecundidad de ciertos

parásitos, cuyo renacer está asegurado para la eternidad. ¿ Dónde queda un

discurso con sentido ?, ¿ dónde resta algo de razón ?. Se han perdido en la sima

de la reiteración que se cubre con los mil ropajes de la palabrería. ¿ Dónde se

incuba este mal, esta enfermedad crónica del corpus literario ?. La respuesta se

encuentra en ustedes mismos y es un secreto que viene orientándolos tal como los

estimulantes atraen al drogadicto. Se percibe en el aire la motivación por la cual


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la mayoría de ustedes ha venido a este taller. Es el interés por la sagrada

ganancia económica -, dijo Cacho, marcando cada palabra, mirando a cada uno de

los presentes quienes fueron incapaces de sostener el dardo de aquellos ojos.

- El hecho, acto o situación, de que un autor o una obra suban al escenario del

mercado no es gratuito. El precio que se ha de pagar es una mixtura de

artificialidad y compromiso. Si el escritor quiere surgir, elevar su cabeza por

encima del pantano del anonimato, tendrá que someterse a la violencia de quienes

dominan las relaciones mercantiles. Así, se le permitirá experimentar la

superación del estado de clandestinidad a cambio de su esencia, es decir, por el

precio de su alma. El producto libro, logrado a través del demiurgo editorial, es la

senda obligada para lograr la salvación pasando al firmamento de los consagrados.

Se abandona el pasado, o sea, ser nadie, y se acoge al futuro, esto es, ser

actual, ser alguien …

La larga experiencia de Cacho le proporcionaba esa peculiar intuición que desarrollan los

jugadores de póker y detectaba que la gran aspiración de los alumnos era ser grandes

de la literatura pero, más que buenos y famosos, querían hacer dinero escribiendo.

Mientras hablaba, buena parte de su perorata se disolvía en la atmósfera, puesto que las

mentes de aquéllos divagaban con el secreto placer de quien imagina el éxito de la venta

de sus libros.
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- La novela - continuó - debe su carácter universal en gran medida no sólo a los

hechos que narra sino, además, a la fuerza del estilo y al oficio del escritor. Y

son estos últimos los que abordaremos en el curso de las próximas jornadas de

este verano, intentando reforzar vuestras condiciones naturales mediante

diversas técnicas cuyas virtudes - o defectos según se empleen - procuraré

compartir con aquéllos que se arriesguen a utilizarlas. Pero no vayan a creer

ustedes que esta mención marginal que hago de la novela indica que será causa de

mi preocupación en el taller. Por ningún motivo. Eso sería tema para un curso

largo. No me atrevería a proponérselos en un evento estacional, como da a

entender el pretencioso nombre de nuestro Taller de Verano. Señores y

señoritas, nuestra teoría y nuestra práctica concentrarán su atención en el

cuento -, discursaba Marín, mientras Ismael respiraba más sereno, al saber que

el terreno que comenzaba a pisarse le era conocido. El maestro seguía exponiendo

- Uno de los objetivos más frecuentes buscados al usar el género cuento es

mostrar los contrastes sociales. Los cuentistas gustan de trabajar con los

mayores e irreconciliables antagonismos. Por un lado, es presentada la

satisfacción por el orden social de quienes dominan, por otro, el dolor y el

sufrimiento de los dominados. La mejor estrategia para desarrollar el relato es


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un secreto entre la razón y la intuición del escritor. Si será en primera o

tercera persona; si la mirada será panorámica, sinóptica u otra; si los matices se

acentuarán en la parsimonia, en el caos o en lo vertiginoso. El rasgo que mejor

puede ser aprovechado en las historias breves y que - de alguna forma - las

vincula con la poesía es el sentido intimista de su contenido. Pocos escritores

pueden vanagloriarse de haberlo logrado en una obra mayor, quiero decir en una

novela. A pesar de que los invito a hacer de nuestro taller una fábrica de cuentos,

quiero advertirles que el imaginario de la gente, digamos la visión colectiva - que

no es realizada sino a través del imaginario individual - gusta de empaparse de

historias cortas, goza con su brevedad, como el ebrio que traga copa tras copa de

licor. Sin embargo, la memoria de la sociedad no retiene sino los vinos de

excelencia, reconozcámoslo, las obras maestras de la novelística.

( - Estoy un poco arrepentida de venir a este taller sobre cuento, me siento más

cómoda en la poesía, pero, en fin ... - Ahora sí me interesó ; ha sido de una franqueza

provocadora ; nos puso frente a frente con nuestras motivaciones ; parece que voy

a sacar algo de Cacho Marín ... - Mientras más pasa el tiempo, más me calienta la

gorda, ¡ ufff... !, ¡ qué muslos más deliciosos ! , ¡ y que piel tan rosadita ! ... - No

rebajemos tanto al cuento, sus posibilidades son insospechadas hasta para el crítico más

agudo o que se las da de tal ... ).


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La reunión de aquél día estaba llegando a su fin. El gurú y conductor les propuso que en

la sesión próxima cada uno de los asistentes aportara un cuento de su autoría, a su

elección, con el fin iniciar los análisis con material previamente elaborado y luego, en la

segunda parte del taller, dedicarse a ejercicios de creación propiamente tales. De esta

forma, argumentó, todos y cada uno podrían apreciar sus habilitaciones antes de

nutrirse de la sabiduría transferida y después de la digestión mental y espiritual de la

gnosis aprehendida. La mayoría se retiró muy satisfecha, entre ellos, Ismael Berroeta,

dispuestos a seguir con nuevos bríos en la trinchera del artesanado literario.

-o-

Ismael se consideraba bien preparado para la siguiente sesión del taller. Traía consigo la

última versión de su cuento “La Paciente Artesana que Pulía El Portal de Jade”, un relato

erótico bien armado, mas bien proclive a lo pornográfico. El maestro había puesto los

nombres de los alumnos en una cajita de cartón y sacó al azar la prelación de quienes

leerían sus trabajos. La suerte estableció que Ismael expondría primero. Berroeta no se

sintió cómodo, tanto por su timidez como por su aversión enfermiza al ridículo, pero

enfrentó resignadamente su destino, dando lectura al cuento.

“- Aunque les cueste creerlo, soy virgen -, les dije a las que me rodeaban.
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- ¿ Quién va a dar crédito a esa tremenda mentira ? -, comentó la Pity con la cara

llena de risa.

- ¡ Esta huevona piensa que nacimos recién ! -, agregó la Kika, atropellándose al

hablar …”

Y así, Berroeta fue vocalizando su relato, que contaba la historia de una muchacha que

tenía la simpática afición de buscar el placer solitariamente. Estaba narrado en primera

persona y era la protagonista quien explicaba a sus amigas cómo nació y se desarrolló su

sano vicio. Ella es virgen y quedó traumada desde adolescente por un intento de

violación. Sin embargo, la aversión fóbica a los varones que le quedó como secuela no le

ha impedido renunciar al placer. Sus amantes han sido, sucesivamente, un aislador

eléctrico de vidrio, una zanahoria, dos variedades de pepino de ensalada y una banana.

Eso sí, esta última entibiada al microondas. Sus amigas quedan admiradas y, con

reticencia, confiesan que también han realizado dichas prácticas. Aunque constatan que

les proporcionan un placer momentáneo, al cual maldicen una vez pasado el momento de

éxtasis. La heroína reivindica su derecho a enorgullecerse de su afición y que jamás se

le pasaría por la mente renegar de ella. Las amigas, algo embriagadas, brindan a su salud,

reconociendo que son simples aficionadas frente a sus habilidades que elevan la

masturbación al nivel de arte.


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- Si el escritor ha optado por la visión erótica, como en este caso, ello constituye

un buen desafío - expresó el maestro con su voz tronante, ahogando el silencio

que se produjo cuando Ismael terminó su presentación - por cuanto explorar este

mundo tan íntimo puede lanzarlo a las alturas más disímiles, incluida en éstas la

pornografía de bajo presupuesto. En su caso, Ismael, ¿ no se ha constituido el

Eros femenino en una obsesión ?. Usted tiene todo el derecho a negarlo, si quiere,

sin embargo, presiento que no puede detenerse. Probablemente, sus fantasmas

sexuales lo obligan a coger la pluma y a traducir en palabras las imágenes que

rebotan en las paredes de su mente y pugnan por lograr la eternidad en un texto.

- Bueno, profesor, - dijo Berroeta - reconozco que - ¡ ejem !, ¡ ejem !, carraspeó un

poco - ... reconozco que utilizo una estrategia casi instintiva. Quizás tenga una

pretensión culta, desde el momento que no empleo el lenguaje vulgar o cotidiano.

Mire, yo no me doy el trabajo de investigar, ni tampoco dispongo del tiempo

necesario. Me conformo con la inspiración del momento y la información

disponible proviene de mi círculo social más cercano. Y si de todo eso brota un

buen monstruo ¡ tanto mejor ! -, confesó Ismael sonriendo mientras se sentaba en

su puesto.

- Si el escritor piensa - continuó Marín con sus comentarios, girando el cuerpo

hacia la audiencia - que su misión es dar cuenta de fenómenos privados, pero que
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están insertos en el alma colectiva, como es el tema sexual, ¿ por qué no utilizar

la jerga de barrio - alto o bajo - que corresponda ?. ¿ Por qué no usar los

elementos más ambiguos o más contradictorios ?. Por ejemplo, el caso de la que

añora su primera relación coital con el profesor de castellano o la situación de

aquél que no puede sustraerse al recuerdo de los manoseos de su instructor de

educación física ... ¡ Eso es ! ... Lo opuesto entre la respetable figura del maestro

versus la inquietante imagen del falo ... ¿ No le parece, Ismael ?.

- Aunque lo sorprenda, profesor, pienso que la creación de corte erótico, incluso la

pornográfica, está al mismo nivel que la filosofía o la metafísica o el misticismo.

Es un ámbito donde se encuentra misterio, perplejidad. A veces, terror. Opino

que disfrutar hasta las últimas consecuencias con esta literatura hace la

diferencia entre un simple hambriento y un gourmet.

- ¿ Sabe, Ismael ?. Me llama la atención que usted no haya intentado usar sus

engendros para ingresar al negocio editorial. ¿ Quién sabe si existe algún espacio

para ocupar con sus imágenes fálicomorfas y vaginoformes ?. Nadie puede

afirmar que no tuviera algún éxito con los veleidosos lectores, aunque nunca lo

hubiera logrado con los críticos.

- Además de constituir un placer escribir estas historias, es una forma de

protestar contra una táctica arraigada de los escritores nacionales. Usted sabe

mejor que nadie, profesor, que la tradición ha sido la negación sistemática del
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Eros. Cuando una escena íntima debiera tener como consecuencia, ipso facto, un

contacto sexual directo, se lo pasa por alto como si fuera un efluvio deletéreo.

- Ismael, todo a su debido tiempo. ¡ Y no pretenda ocupar el papel que nos

corresponde a los críticos ! - expresó Cacho Marín, tomando conciencia que

ambos se habían enfrascado en un diálogo que hacía caso ninguno del resto de los

presentes. - ¿ Quién sigue en la lista de los presentadores de trabajos ?.

-o-

Ese día martes Ismael se levantó temprano. Debía entregar unos informes sobre la

contabilidad que llevaba de un par de pequeñas empresas y, después, pasar a cobrar los

arriendos de los departamentos de un predio cuya administración tenía a su cargo. En

fin, había que vivir. Atrincherado en un delantal de cocina se aprestó a preparar una

malaya que había dejado remojando en vinagre la noche anterior para hacer un

arrollado. Apreció su tamaño y dedujo que no habría problemas para su relleno. Le fue

agregando zanahorias, trozos de betarraga, tiras de apio, huevo duro y, además,

inspiración de última hora, puso diversas lonjas de pechuga de pollo bajo la envoltura de

la vuelta final. Todo sazonado adecuadamente con sal y eneldo. Puso las amarras

correspondientes a lo largo del rollo de carne, con un fino cordel de fibra natural, de

esos que escasean tanto hoy en día, con el cuidado de quien da los toques finales a un

paquete de cosas de valor. Puso a cocer su amoroso atado en una olla la cual, al poco
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rato, tarareaba su canción y, mientras esperaba que el producto estuviese listo en

aproximadamente una hora, procedió a tomar su desayuno. Apenas había terminado este

último y se aprestaba a entrar a la ducha cuando llamó el teléfono. Agradable sorpresa.

La voz dulce y melodiosa de Soledad Laflor le daba los buenos días y le pedía, como

un favor hacia ella, que atendiera a unas personas al día siguiente. ¿ Quiénes

eran ?. Nadie extraordinario. Se trataba de periodistas que elaboraban un reportaje

sobre escritores tipo lobo solitario, como él. Ismael no pudo evitar sentirse incómodo,

por decir lo menos, sin embargo, nunca se hubiera atrevido a negar un servicio a

Soledad. Colgado el teléfono, regresó a la cocina, donde constató por el aroma, el color y

la textura al diente que el tiempo de cocción estaba bien calculado. Así fue pues,

cortando un trocito de malaya que ex profeso había dejado sobresalir en uno de los

extremos, comprobó el sabor del arrollado que tiernamente se rindió en su boca. Lo

retiró de la olla, lo guardó y se dirigió a sus obligaciones. El miércoles, tal como Soledad

lo había anunciado, tocaban a su puerta dos personas, una dama joven acompañada de un

hombre. Ambos no pasaban de los treinta años y vestían tenida formal. Consultaron si se

trataba de don Ismael Berroeta y solicitaron permiso para pasar, lo cual estaba

previsto por el dueño de casa. Instalados en la sala, hicieron algunas preguntas sobre su

vida, sus estudios, el género que cultivaba y cosas de ese estilo. Después de tomar nota

de las respuestas de Ismael le solicitaron, con marcado interés, que les mostrara

algunas de sus obras. Les explicó, un poco azorado, que no se le había dado oportunidad

de imprimir ninguno de sus libros de cuentos. Tan sólo conservaba los originales, escritos
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a máquina. Insistieron en verlos. No le quedó más remedio que conducirlos a su gabinete

de trabajo donde - aún - guarda sus producciones, protegidas en estantes de puertas

con vidrios, cuidadosamente ordenadas y encuadernadas. Observaron, tomaron

fotografías, pidieron prestados algunos volúmenes para sacar fotocopias. Para

demostrar su seriedad le dejaron firmado un recibo por los ejemplares que se llevaron.

Para terminar, le pidieron que diera su conformidad a una breve acta donde

estampábase constancia de la visita. Y se retiraron. Ismael se despidió llorando por

dentro, dando por sentado que sus tiernas criaturas, los hijos de su amor incestuoso con

su propia soledad, no volverían jamás a la casa paterna. Sin embargo, no fue así.

Impávido quedó cuando los periodistas, a diferencia de la costumbre de los miembros

del gremio, ese mismo día, en la tarde, le devolvieron los cuentos que había dejado salir

con dolor similar al corazón de una madre que ve partir al fruto de su vientre rumbo al

cadalso.

-o-

Ismael tomó asiento en la oficina del catedrático. Llevaba las propuestas sobre los

temas a desarrollar como ejercicio de creación en el Taller. Cacho hizo tabla rasa de

ellas. Le manifestó su complacencia por la forma en que desarrollaba los temas eróticos,

esa era la veta que debía explotar hasta sus últimas consecuencias.
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- Mira, Ismael, simpatizo contigo, a pesar de la diferencia que nos separa, tanto

por trayectoria como influencia en el medio literario y social. Reconozco que no

es una simpatía gratuita. Te lo explico. Tus cuentos de tono erótico, casi

pornográfico, están muy bien elaborados, ¡ tienes dotes muchacho !. Me provocan

un interés y una excitación que despiertan mi adormilada libido de viejo

decadente, según una interpretación conservadora, o también, estimulan mi

erotismo refinado de intelectual de vanguardia, según una interpretación liberal.

Disfruto con ellos con la misma fuerza con la cual algún día disfrutarán los

estúpidos que practicarán el sexo virtual frente a un computador personal.

- No puedo creer que se haya interesado verdaderamente en la “Paciente Artesana

…”.

- El desarrollo de la línea argumental así como el estilo en primera persona de la

protagonista, conciso y claro, de los cuales hiciste gala en la “Paciente Artesana

…” son notables. ¿ Por qué no aceptas como desafío un asunto similar, pero

realizando un cambio de género, pasando a un personaje principal de sexo

masculino o a un varón gay ?. ¿ No te parece una meta digna de un tipo esforzado

como tú ?.
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- No lo sé. La verdad es que había tomado..., o sea quiero decir, me había decidido

por una tendencia temática ... en que la mujer ha pasado a ser el nudo central del

argumento …

- ¡ La mujer !. ¿ Crees dignas a esos esperpentos de la naturaleza que les

prestemos tanta atención ?. No pierdas tu tiempo Ismael. Toma la idea que te

estoy brindando. Si durante años tus trabajos no han sido valorados por los

jurados, por lo cual jamás has ganado un premio, ¡ ni siquiera una mención honrosa

!. Sin embargo, no te has desanimado, has perseverado escribiendo y postulando,

con una entereza que pudiera confundirse con una idea fija. Tu persistencia mas

bien hace pensar a los suspicaces que corresponde a un trabajo remunerado y no

a una afición, como realmente lo es, debido a su regularidad, rutina y tenacidad.

¿ Crees que las mujeres valorarán alguna vez todo eso ?.

La insistencia y argumentación de Marín, con todo su peso de docente universitario más

la aureola de voz oficial del buen gusto y la moda literaria, terminaron por imponerse.

Ismael encontró buena la propuesta y salió del gabinete de Cacho decidido a poner

manos a la obra. Pocos días después, regresó donde su mentor para presentarle la

estructura y algunas escenas, a fin de someter el material a la crítica del maestro.

Marín lo halló bastante bueno y le propuso eliminar los rasgos pornográficos para

insinuar más que describir, alejarse de lo vulgar y acercarse a la expresión más fina y
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más metafórica. Se trataba de un cuento cuyo epicentro volvía a ser la masturbación,

bajo la variante de utilizar a un hombre maduro como expresión de preocupaciones tan

placenteras. Incluso traía un título provisorio, que se mantendría hasta el final: “El club

de los onanistas”. En la medida que el cuento cobró más forma, el entusiasmo de Cacho

pareció acrecentarse. Ya no era una sino numerosas las ideas que aportaba como

material. Ismael llegó a quedar estupefacto, pues el intelectual pasó a dictarle escenas

y páginas completas. Su faz se enrojecía y sus ojos brillaban de placer, su voz adquiría

un sonido ronco y arrastrado por la excitación que lo invadía. ¿ Es que su actitud y los

detalles que describían sus palabras delataban una secreta afición ?. ¿ Se daría una de

esas casualidades tremendas que nos depara la vida y el gurú de tantos seguidores

pertenecería a una fraternidad porno-gay como la del relato que se configuraba por la

mano de Berroeta ?. Después de algunas semanas de arduo trabajo literario Ismael

logró que su maestro diera el cuento por terminado y aprobado.

- Podríamos presentarlo al Certamen Anual de la Unión Nacional de Escribientes -,

dijo Cacho abruptamente. - Tiene grandes posibilidades de llamar la atención

del jurado. Lo hemos dejado perfecto. Es una pequeña gran obra maestra. Una

joyita que brillará con luz propia frente a la visión de los críticos.

- Yo, bueno, usted sabe, no soy nadie para opinar … no creo que sea para tanto …
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- Sí, sí , sí. No salgas con tu discurso de siempre, que no saben valorar tu labor,

que estás pasado de moda, por favor, no intentes prefigurar tu fracaso que no

soy tu asociado en ese estilo de venta de nuestro producto.

- Está bien, si usted lo dice …

- Y además, por si no te das cuenta, yo soy la carta que asegurará se cumpla mi

predicción. Te recuerdo que … formo parte del jurado. Si doy una opinión

favorable respecto del trabajo, los otros la seguirán aunque sea sólo para

evitarse un conflicto. Tenemos el primer premio en la mano, ¿ no es así ? -,

interrogó la sonora voz de Cacho, mientras una sonrisa sardónica se cincelaba en

su rostro.

Ismael respondió con un silencio que parecía aprobatorio. También se sonrió y le dio las

gracias. Ambos se despidieron afablemente. Ismael sintió que su pasada por el taller de

verano había sido muy aleccionadora.

Regresó a su casa cabizbajo, con la mente y el espíritu rebosantes de ideas y dudas

contradictorias. Su rostro se veía ensombrecido, sus rasgos se mostraban contraídos de

forma por completo inhabitual, un fantasma parecía haberse posesionado de su

identidad cotidianamente armónica. Era la primera vez que terminar un cuento

significaba para él comenzar un desagrado, meterse en esa nube gris de disgusto e


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incertidumbre similar a cuando los progenitores sufren con las consecuencias de los

actos irreflexivos de su hijo. ¡ Presentar una obra a un certamen público teniendo a un

padrino directamente involucrado en el jurado !. Pero a esta edad y después tantos años

de haber experimentado el desprecio de los amos de la literatura respecto de sus

trabajos, ¿ qué puede importar la ética ?. Por el contrario, ¿ que tenía que ver él con las

maniobras de Cacho Marín para laurearse a sí mismo a través del expediente de

premiar a sus discípulos ?. ¿ Acaso no se refería al cuento no como “tu” obra sino

como “nuestro” trabajo ?, ¿ por qué ?, ¿ por qué ?, ¿ con qué derecho ?, ¿ con cuáles

valores ?, ¿ cómo habían sido establecidos esos principios ?, ¿ dónde había sido fijada su

autoridad ?. Sin embargo, a estas alturas de la vida, se preguntaba, ¿ por qué rechazar

ser galardonado por amistad ?. Después de veinte años escribiendo sin conseguir nada, ni

premios, ni dinero, ni fama, lo único que podría interesarle es obtener cualquier

reconocimiento, sin importar que sea por mano ajena, ¿ cierto que le gustaría ?. Si no lo

coronan ganador, perderá la oportunidad de alcanzar la inmortalidad ... Verdaderamente

siente la necesidad de dejar una señal de su existencia, alguna huella en la historia de su

paso por la sociedad humana ...

Ese día jueves de Semana Santa vencía el plazo para presentar los trabajos al

concurso. Ismael tenía en su mano tres ejemplares de “El club de los onanistas”.

Después de mirar un rato, ora al sobre tamaño carta para despachar el escrito ora a la

portada del trabajo, tiró el sobre al papelero y guardó los textos en un cajón del
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escritorio. Luego, como liberado de algún peso invisible, cogió su maleta y salió con paso

firme con destino al Terminal de Autobuses. Pasaría unos días fuera de la ciudad, en la

granja de su tía Eufrasia Berroeta.

-o-

Ismael tuvo que leer varias veces la carta. No podía convencerse de corresponder al

destinatario. Firmaba el Presidente del Consejo del Catastro Mundial de las Hazañas y

le comunicaba de manera formal que su nombre había sido incluido oficialmente en el

registro de la institución. Ello significaba que aparecería en el libro anual mientras su

marca de producción en la especialidad de literatura narrativa estuviese entre las tres

más notables universalmente. La perplejidad impedía que el contenido de la nota se

transformara en un dato objetivo en su cerebro. ¿ Qué marca ?. La carta agregaba que

su nombre había sido propuesto por la señorita Soledad Laflor y el veredicto de su

notoriedad fue acordado según las pruebas recopiladas por los inspectores que

amablemente atendió en su casa. Los últimos párrafos proporcionaron luz a sus ideas y

el mosaico se completó ante su visión. No tuvo ocasión de concentrarse demasiado sobre

la noticia que se le informaba debido a que el teléfono no cesó de sonar aquél día.

Periodistas de diversos medios de comunicación, de revistas, periódicos, medios

especializados internacionales deseaban obtener sus comentarios respecto de la

nominación. Más abrupto fue su asombro cuando en los días siguientes lo contactaron
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varios editores extranjeros interesados en publicar su copiosa producción. Al mes

siguiente, Ismael comprobó que el asunto se tornaba aún más serio. Su nombre se ponía

de moda y recibía invitaciones para formar parte de un jurado así como considerarse

miembro de varios círculos de literarios. Toda esta tormenta provocaba que Ismael se

sintiera asfixiado, necesitara oxígeno con urgencia y, con esa suerte que parecía

haberse enseñoreado en torno a él, los primeros auxilios aparecieron prontamente.

Soledad se ha hecho presente para felicitarlo por su celebridad y pronosticar su éxito.

Viene acompañada de una mujer joven, hermosa, morena, de unos veintisiete o veintiocho

años. La escultora ha confesado la ocurrencia de informar a sus conocidos del Catastro

Mundial respecto de sus centenares de cuentos. Está enterada de las ofertas de

publicar sus obras, casi todas ellas interesadas en el producto erótico. Le comenta que

Cacho Marín está dedicado a despedazar su obra con saña, argumentando que se trata

de vulgar pornografía para escolares de enseñanza media, pero que sólo repara en ello

un reducido y exclusivo círculo de críticos y eruditos. Agrega que la gente común opinará

diferente, sobre todo el estrato más popular que comprará sus cuentos y disfrutará con

ellos leyéndolos en el autobús o en el ferrocarril subterráneo mientras viaja al trabajo o

de vuelta a casa. Soledad se da un respiro en su atropellado relato de los últimos

acontecimientos y aprovecha para presentarle a la que la acompaña. Se trata de una

sobrina que ansiaba conocer al escritor recién descubierto. La mirada de Ismael se

cruza con la de la joven. Sabe que éste será el comienzo de otra historia, de amor, pero

no será de ficción, será realidad.


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- o -

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