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¿Cuál es el perfil de alguien

que pone su vida al servicio


de la comunidad?

¿Qué se espera hoy del


evangelizador, del catequista?

¿Qué condiciones se
requieren para que pueda
obtener credibilidad de sus
interlocutores?
Su fuerza son los otros, su debilidad es el rechazo consiente o inconsciente del gran
sacramento portador del misterio trinitario de la comunión en el amor.

Será necesario estar redescubriendo la dimensión comunitaria del seguimiento del Señor,
que se expresa por la exigencia diaria y la aceptación profunda de la comunidad como
sacramento de la fraternidad.
Es la esencia y el
significado más
profundo de su
quehacer a favor de
la comunidad.

Es el ofrecer lo mejor
de sí mismo, en
autodonación
continua, evitando
formas humillantes
impositivas y
dominadoras de
servicio a los demás.
Sabe enfrentar personas y situaciones que se resisten al cambio. Sabe la lentitud con que
avanzamos. Reconoce los aparentes o reales fracasos, la deserción de colaboradores. Sabe
volver a comenzar.

Existe en él una fuente espiritual capaz de nutrir su fidelidad y su fortaleza. Sabe que el
Reino de Dios todavía hoy es pequeña semilla que un día crecerá.
Corta las ataduras de
hábitos y mentalidades
pastorales de añejas
seguridades y/o
autodefensa.

Sabe cuando dejar a


otros el sitio para que
actúen con renovados
bríos.

Está dispuesto a ir a
otras actividades
pastorales, a pesar de
la paternidad o el
cariño que tenga por
las actuales.
Vive en sintonía con El
que da “ojos para ver y
oídos para entender”.
Sabe que el Señor
actúa en las luchas,
tensiones y
expectativas de toda
índole que surgen en
la vida comunitaria.

El Espíritu actúa como


precursor (se
adelanta),
acompañante (se
asocia) y continuador
(prosigue) de todo
quehacer pastoral.
No solo no impide (lo cual ya es mucho), sino que hace crecer el sentido de la vocación de
cada uno. Nadie tiene derecho de interferir, ni reprimir, ni usurpar carismas que no le
corresponden, pues sería una forma grave de “entristecer al Espíritu”.
Su experiencia
personal de Dios
y su vivencia
diaria de una
presencia que
“lo rodea por
todas partes”
(Sal 139), lo
habilita para la
contemplación
que es principio
frontal de toda
pastoral.
Buscar a Dios, es una
manera sublime y muy
dinámica de vivir la fe.
Buscar incesantemente a
Dios, aunque a veces
parezca no encontrarlo.
“Los que buscan a Dios
no carecen de nada” (Sal
9).
La experiencia cristiana está marcada de
realidades llenas de contraste, que a veces
hasta parecen contradicciones: “estar en el
mundo sin ser del mundo” (Jn 17, 15-16),
“para ganar la vida hay que saber perderla”
(Jn 12, 25), “el que quiera ser señor que se
haga siervo” (Mt 20, 26-28). Por eso, ser
discípulo de Jesús es igual a ser signo de
contradicción.
Su elección ha de ser libre y
gratuita. Por ello su identidad
se define en términos de
llamada, de misión y de
ministerio.

Ha de estar atento a no
mostrarse insatisfecho por las
opciones que ha hecho. La
frustración y la añoranza de lo
que pudo ser y no fue o de
otras opciones que fueron
objeto de su renuncia por el
Reino, no van con el
evangelizador, con el
catequista.

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