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El cuarto pilar que hace mención el autor

consiste en: Aprender a ser.


La educación en este sentido se concibe como una fuente de desarrollo global de cada persona. Es decir, todo el ser de
los individuos está íntimamente ligado y debe ser estimulado al crecimiento de una manera u otra.
El hombre, lejos de pensarse como un ser “vació” en el cual los maestros llenan con información y datos, se contempla
más bien como un sujeto participante en su aprender y comprensión de su entorno desde su trinchera en específico. La
educación hace posible este escenario.
Los estímulos pedagógicos están centrados en la creatividad y la innovación. La razón es sencilla, si lo que se pretende
desarrollar es al individuo y aquello que constituye su ser, su relación con el entorno será auténtica y producto de las
reflexiones internas.
En un mundo en constante cambio, la innovación y la creatividad se han colocado como las reinas en los ámbitos
empresariales, por lo tanto, más que nunca se requiere incentivar al estudiante a desarrollar eso es que sólo él es. La
educación aporta y apuesta a la formación del individuo.
La educación no sólo se trata de instituciones educativa, el verdadero sentido de esta, engloba todos los procesos de la
vida en comunidad y sociedad. Acercarnos a esta perspectiva, nos hace mejores y nos permite descubrir nuevas formas
más eficientes de relación y articulación social.
Considero que es importante destacar que lejos de ser un momento único, la educación es un proceso constante y para
toda la vida. Cuando alcancemos a descubrir ese potencial, la vida de los individuos será mejor.

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