La educación en este sentido se concibe como una fuente de desarrollo global de cada persona. Es decir, todo el ser de los individuos está íntimamente ligado y debe ser estimulado al crecimiento de una manera u otra. El hombre, lejos de pensarse como un ser “vació” en el cual los maestros llenan con información y datos, se contempla más bien como un sujeto participante en su aprender y comprensión de su entorno desde su trinchera en específico. La educación hace posible este escenario. Los estímulos pedagógicos están centrados en la creatividad y la innovación. La razón es sencilla, si lo que se pretende desarrollar es al individuo y aquello que constituye su ser, su relación con el entorno será auténtica y producto de las reflexiones internas. En un mundo en constante cambio, la innovación y la creatividad se han colocado como las reinas en los ámbitos empresariales, por lo tanto, más que nunca se requiere incentivar al estudiante a desarrollar eso es que sólo él es. La educación aporta y apuesta a la formación del individuo. La educación no sólo se trata de instituciones educativa, el verdadero sentido de esta, engloba todos los procesos de la vida en comunidad y sociedad. Acercarnos a esta perspectiva, nos hace mejores y nos permite descubrir nuevas formas más eficientes de relación y articulación social. Considero que es importante destacar que lejos de ser un momento único, la educación es un proceso constante y para toda la vida. Cuando alcancemos a descubrir ese potencial, la vida de los individuos será mejor.