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Carnavales en
Buenos Aires
por Carlos. M. Sánchez
carlosquinto_v@hotmail.com
La palabra carnaval
tiene raíz latina cuya
expresión en latín es
carnem levare, que
traducido significa: Quitar
la carne.
Como podemos apreciar el
carnaval tiene su origen en la
tradición católica ya que se
suprimía este alimento
durante el ayuno en tiempo
de la cuaresma.
Por cual, la palabra carnaval
hace referencia a la preparación
de un período de restricciones
donde debía procurarse de
satisfacer abundantemente sus
apetitos, en particular de comer
carne «carnevale».
H ay quienes sostienen que el
carnaval sería un resabio de la
antigüedad clásica que persiste
durante la edad media, estas son las
saturnales romanas –fiestas
dedicadas al dios Saturno- que
involucraban grandes procesiones,
banquetes y excesos de todo tipo.
L a cuaresma es el tiempo que transcurre entre el
miércoles de ceniza – cuando finaliza el carnaval- y
la Semana Santa.
Ésta es la semana que sigue al Domingo de Ramos y
que termina con el Domingo de Pascua de
Resurrección.
El Domingo de Pascua tiene su origen en la Pascua
judía, que es el primer domingo de primavera –del
hemisferio norte- en el que hay luna llena.
Esto es lo que explica que unos años lleguen antes y
otros más tarde los carnavales.
E l martes se llevaba a cabo una
ceremonia conocida como Día del
entierro.
Consistía en que se colgaban en un
lugar determinado un muñeco hecho
de paja y género, al que
denominaban Judas, que luego era
quemado en medio del regocijo
general.
El carnaval fue legado por
los españoles.
Con ellos llegaron a
nuestras tierras estos
festejos de antigua data en
el continente europeo.
E n el Río de la Plata, alrededor de
1600, los esclavos negros se
congregaban junto a sus amos para
celebrar este festejo.
Durante la colonia, los carnavales
porteños, llegaron a ser famosos, e
incluso fueron motivo de escándalo,
como el "fandango" que se bailaba en
la Casa de Comedias.
L os negros, divididos en naciones (origen
étnico)–cabunda; moros; minas; benguela; rubolo;
congo; angola; mozambiques; muchagua, quipará;
mayorí; mondongo; etc., concentraban sus
actividades en la parroquia de Monserrat, conocida
también por Barrio del Mondongo y Barrio del
Tambor, y en San Telmo. Se agrupaban en una
especie de sociedades mutualistas y tenían sus sitios
o tambos, donde celebraban sus ritos con
reminiscencias africanas y practicaban sus danzas
no exentas de lascivia y sus candombes
ensordecedores.
L a costumbre que caracterizó al carnaval porteño fue la
de arrojarse agua. Los bonaerenses se mojaban los unos a los
otros; ricos, pobres, blancos y negros, esclavos y señores. El
abuso de esta costumbre causó distintas prohibiciones.
En 1771, el gobernador Juan José Vértiz, estableció los bailes
de carnaval en locales cerrados, a fin de atenuar las inmorales
manifestaciones callejeras de los negros.
Los excesos no disminuían, y si lo hacían era por poco tiempo.
El 13 de febrero de 1795 el virrey Arredondo promulgó el
bando acostumbrado prohibiendo "los juegos con agua, harina,
huevos y otras cosas".
T ras la revolución de 1810, se volvió común entre
la población, especialmente entre las mujeres, jugar
intensamente con agua. Para lo cual, preparaban
originales recipientes, los más usados eran los huevos, a
los que vaciaban de su contenido practicándoles dos
agujeritos en los extremos, y luego, tras haberlos
rellenado con líquidos, los tapaban con cera. También
usaban como recipientes las vejigas de los animales, en
particular las de los cerdos, que atiborraban de agua.
Las aguas podían ser claras y perfumadas, pero casi
siempre eran coloreadas, sucias y malolientes.
E n los tiempos de Juan Manuel de Rosas, el
carnaval fue esperado con entusiasmo, en especial por la
gente de color, protegidos del caudillo. En 1836, sólo se
permitía el juego con agua durante los tres días de
carnaval, y el horario era anunciado desde la Fortaleza
(actual Casa Rosada) con tres cañonazos, de salva, al
comienzo, 12 del mediodía, y otros tres para finalizar
los juegos, al toque de oración (6 de la tarde). También
se permitieron las máscaras y las comparsas, previa
autorización de la policía.
Rosas mismo, luego de haber fomentado el carnaval, lo
suprimió por decreto el 22 de febrero de 1844.
Así el carnaval constaba de 3
etapas:
1) Juego con agua (12 a 18 hs),
2) Desfile de comparsas y murgas
(20 a 24 hs) y
3) Bailes en establecimientos
cerrados (00 hs en adelante)
L as celebraciones se reanudaron recién en 1854.
Pero el carnaval volvió más reglamentado que antes, se
realizaban bailes públicos en distintos lugares de la
ciudad, previo permiso policial (permiso de máscara,
reglamento para comparsas). Por esos años, en barrio
Montserrat surgieron las primeras comparsas, éstas
organizaban los desfiles y usaban un repertorio
previamente ensayado, como en los candombes. A
través de las comparsas se emitían toda clase de críticas
de las que, ni siquiera los más altos funcionarios de la
administración, quedaban exentos.
L os carnavales porteños más brillantes se vivieron
durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento. El
mandatario, era un gran adepto al carnaval y no le
molestaba si le arrojaban agua cuando era presidente.
En 1869 se realizó el primer corso en la calle de la
Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen). Tenía 5 cuadras:
llegaba hasta la plaza de Lorea. Participaron 16
comparsas tocando guitarras, violines y cornetas. Se
comentó que el mismo presidente Sarmiento había
asistido con un gran poncho y cubierta la cabeza con
un chambergo.
L a década de 1890 es un punto de inflexión
en la articulación del candombe con el
Carnaval. En este período se produce la
imposición del tamboril, instrumento clásico
del candombe negro, como elemento
fundamental de las comparsas.
En Buenos Aires, las comparsas se
organizaban detrás de los carros adornados y de
los estandartes que identificaban a cada una de
ellas.
A fines del siglo XIX, pese a la ordenanza que prohibía