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Jacques Rancière
Dos concepciones de un presente
“post – utópico del arte”
• Arte sublime
La primera actitud es sobre todo característica de filósofos o
historiadores del arte
Esta radicalidad del arte es, por lo tanto, una potencia singular de
presencia, de aparición e inscripción, que rompe con lo ordinario de la
experiencia
presentación negativa
La luminosidad coloreada que parte la monocromía de una pintura de Barnett Newman o la palabra desnuda
de un Paul Celan o de un Primo Levi son, para él, el modelo de estas inscripciones.
• La estética relacional rechaza las pretensiones de autosuficiencia del arte al igual que los
sueños de transformación de la vida a través del arte, pero reafirma sin embargo una
idea esencial: el arte consiste en construir espacios y relaciones para reconfigurar
material y simbólicamente el territorio de lo común. Comunidad
El reparto de lo sensible
Es ese sistema de evidencias sensibles que al mismo tiempo hace visible la existencia de un
común y los recortes que allí definen los lugares y las partes respectivas. Un reparto de lo
sensible fija entonces, al mismo tiempo, un común repartido y partes exclusivas. Esta
repartición de partes y de lugares se funda en un reparto de espacios, de tiempos y de
formas de actividad que determina la manera misma en que un común se ofrece a la
participación y donde los unos y los otros tienen parte en este reparto.
• Arte y política se encuentran de esta manera ligados, por debajo de sí mismos, como
formas de presencia de cuerpos singulares en un espacio-tiempo específico.
• Aquello que el singular del "arte" designa es el recorte de un espacio
de presentación por el cual las cosas del arte son identificadas como
tales. Y aquello que liga la práctica del arte a la cuestión de lo común
es la constitución, a la vez material y simbólica, de un cierto espacio-
tiempo, de una suspensión en relación con las formas ordinarias de la
experiencia sensible.
• El arte es político por la misma distancia que toma con respecto a sus
funciones, por la clase de tiempos y de espacio que instituye, por la
manera en que recorta este tiempo y puebla este espacio
• Son, en realidad, dos transformaciones de esta función política lo que
nos proponen las figuras a las que hacía referencia antes. Dentro de la
estética de lo sublime, el espacio-tiempo de un encuentro pasivo con
lo heterogéneo pone en conflicto dos regímenes de sensibilidad.
Dentro del arte "relacional", la construcción de una situación indecisa
y efímera reclama un desplazamiento de la percepción, una
reconfiguración de los lugares. En ambos casos, lo propio del arte es
operar un nuevo recorte del espacio material y simbólico. Y es de esa
forma que el arte tiene que ver con la política.
La tarea que el filósofo confiere al lienzo "sublime" del pintor abstracto,
colgado solitariamente en una pared blanca, o aquella que el curador
de una exposición le da a la instalación o a la intervención del artista
relacional se inscriben dentro de la misma lógica: la de una "política"
del arte que consiste en suspender las coordenadas normales de la
experiencia sensorial. Una valora la soledad de una forma sensible y
heterogénea; la otra, el gesto que delinea un espacio común.
Schiller nos instala imaginariamente frente a una estatua
griega conocida como "Juno Ludovisi". La estatua es, dice él,
una "apariencia libre", cerrada sobre sí misma.
arte, es decir, una relación específica entre prácticas, formas de visibilidad y modos
arte o a un arte. La misma estatua de la misma diosa puede ser arte o puede no
se asiente.
Regímenes de identificación del arte
• Régimen ético de imágenes
• Régimen mimético
• Régimen estético
• Régimen ético:
Aquí es donde cobra sentido la ecuación que hace del hombre jugador el hombre verdaderamente
humano. La libertad del juego se opone a la servidumbre del trabajo. Simétricamente, la libre
apariencia se opone a la restricción que relaciona la apariencia con una realidad.
Al arte que hace política suprimiéndose como arte se opone entonces un arte que
es político a condición de preservarse de toda intervención política.
Dos políticas de la estética
En el escenario lineal de la modernidad y de la posmodernidad, al igual que en el
de la oposición académica entre el arte por el arte y el arte comprometido,
debemos reconocer la tensión originaria y persistente de dos grandes políticas de la
estética: la política del devenir vida del arte y la política de la forma resistente. La
primera identifica las formas de la experiencia estética con las formas de otra vida.
Le atribuye al arte la finalidad de construir nuevas formas de la vida común, y por
ende de autosuprimirse como realidad separada. La otra encierra, por el contrario,
la promesa política de la experiencia estética en la separación misma del arte, en la
resistencia de su forma a toda transformación en forma de vida.
Separar estas lógicas opuestas y el límite en el que ambas se suprimen, por lo
tanto, de ninguna manera nos conduce a declarar el fin de la estética, como
otros declaran el fin de la política, de la historia o de las utopías. Pero puede
ayudarnos a comprender las tensiones paradójicas que pesan sobre el
proyecto aparentemente tan sencillo de un arte "crítico", colocando en la
forma de la obra la explicación de la dominación o la confrontación entre lo
que el mundo es y lo que podría ser.