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Entremeses

Miguel de Cervantes
Introducción
 Los Ocho entremeses nuevos nunca
representados, que se editan junto a las
comedias en 1615, son sin duda lo más
interesante del Cervantes dramaturgo. Su
autor nunca pudo verlos en escena.
Cervantes lo dice bien claro en el título de la
edición: Ocho comedias y ocho entremeses
nuevos nunca representados, y en la
dedicatoria al conde de Lemos puntualiza
que “no van manoseados ni han salido al
teatro”.
¿Qué es un entremés?
 Son obras de un solo acto, con
carácter humorístico y tema
popular, que se representaban en
los entreactos de obras más
largas. En sus entremeses,
Cervantes continúa con la
tradición literaria abierta por
Lope de Rueda (a quien admiraba
profundamente) en sus pasos.
Personajes
 Los personajes suelen responder al tipo
del tramposo, el vividor, la casada infiel
o los criados maliciosos, y pueden
provenir tanto del ámbito urbano como
del rural.
 Los personajes de los entremeses
cervantinos tienen un punto de
complejidad psicológica que contrasta
fuertemente con los tipos planos,
definidos por un solo y exagerado
rasgo, que encontramos en otros
autores de la época. Son seres de carne
y hueso, trazados con economía, pero
sin acartonamiento.
Estilo
 El estilo se basa en un realismo
costumbrista que recrea el lenguaje
popular, agudizándolo mediante la
ironía.
 Los diálogos de los personajes están
llenos de viveza, con un marcado uso
de las funciones expresiva y apelativa
del lenguaje. Es significativa también
la introducción de música y baile.
Temas
Los temas, enfocados desde una perspectiva caricaturesca,
son muy variados. Atendiendo a ellos, la crítica ha
clasificado los entremeses en tres grupos:
• Tema amoroso y matrimonial (El juez de los divorcios, El viejo
celoso y La cueva de Salamanca). Se plantean diversas vertientes
relacionadas con el matrimonio: su naturaleza jurídica y sacramental, el
adulterio y la infidelidad…
• Tema social urbano (El vizcaíno fingido y La guarda cuidadosa).
Hay una intención de criticar el deterioro social de la vida urbana, más
preocupada por el dinero que por los valores éticos y morales.
• Tema rural (El retablo de las maravillas). Se critican de forma
burlesca ciertos ambientes rurales, obsesionados por la condición de
cristiano viejo y desdeñosos de toda actividad intelectual.
El juez de los divorcios
• Constituido por una sucesión de episodios en los que no hay acción ni desenlace. Lo
esencial es la caracterización de los personajes, muy individualizada, que se nos da a través
del diálogo. Encontramos tres parejas de malcasados que quieren divorciarse: el Vejete y
Mariana, el Soldado pobre y Guiomar y el Cirujano y Aldonza. A ellos se une el Ganapán
que no va acompañado de su mujer. Se quejan de la incompatibilidad de sus caracteres, de
problemas económicos o de diferencias de edad.
• Cervantes aprovecha la presencia de estas figuras más o menos ridículas para hacer una
sátira de los personajes populares de Madrid de principios del siglo XVII y de la
administración de la justicia; el procurador desea mantener el fuego de la disputa
conyugal para asegurarse su porvenir.
El viejo celoso
• Es una dramatización de la novela El celoso extremeño. El viejo Cañizares está enamorado
de su joven esposa Lorenza hasta extremos grotescos. Ha preparado una vida para su
esposa en la que no tenga nunca contacto de ningún tipo con otro hombre que no sea él,
incluyo llega a suprimir las figuras masculinas de los tapices de su casa. Una vecina
entrometida, Hortigosa, hace valer los favores de un protegido suyo y logra una entrevista
entre él y Lorenza. El adulterio parece cometerse en las mismas barbas del marido.
• En el entremés el dolor del viejo celoso está visto de forma grotesca y burlona; hay aquí
una crítica contra los matrimonios desiguales y contra la hipocresía de la sociedad.
La cueva de Salamanca
• Cuenta la historia de un conato de adulterio, frustrado por el regreso imprevisto de la
víctima. Leonarda y Cristina, señora y criada, acogen al sacristán y al barbero en ausencia
del marido de la primera; antes de que Pancracio se fuera, Leonarda ha sabido fingir
taimadamente el dolor por su marcha. Un estudiante, Carraolano, que ha llegado pidiendo
alojamiento, sacará a todos del apuro al llegar el dueño de la casa, conjurando a los dos
amantes como si fueran diablos con forma humana.
• Cervantes nos presenta a un marido burlado y contento, a cuyo engaño asiste regocijado el
espectador, liberado momentáneamente del código moral.
• El diálogo es muy animado y los tipos están muy bien tratados. Destaca el estudiante, hábil
en astucias, que es un personaje sumamente teatral. El barbero y el sacristán también
interpretan a las mil maravillas el improvisado papel de diablos. Termina regocijadamente
la pieza con el baile que es de rigor.
El vizcaíno fingido
• Es un entremés de acción que ha sido muy elogiado por la
crítica; no hay que negar que la pieza resulta divertida.
Gira en torno a un tema picaresco: un vividor, Solorzano,
con la colaboración de su amigo Quiñones y de dos
collares falsos, urde una burla a una dama que pasa por ser
de alta calidad, pero que encubre una dudosa reputación.
Para llevar a cabo su plan, Quiñones se hace pasar por
vizcaíno, lo que da lugar a divertidos juegos con la extraña
jerga que la literatura de la época emplea para caracterizar
a estos personajes y sus dificultades con la gramática
castellana. En la época este personaje debía de resultar
muy divertido ya que el público solía aceptar con gran
diversión la parodia burlesca de los defectos lingüísticos de
vizcaínos, negros y portugueses.
• Aunque el entremés es puramente festivo, se desliza una
crítica contra la justicia en la persona de un alguacil que
admite sobornos.
La guardia cuidadosa
• Enfrenta las figuras de un soldado y un sacristán por el amor de la
fregona Cristina. Toda la pieza gira en torno a la contraposición de estos
dos tipos: el miles gloriosus, pagado de sí mismo, pero andrajoso y
fuera de lugar en la nueva sociedad y el hombre de iglesia, “cauteloso y
almibarado, concebido con evidente ironía”. Ambos están
espléndidamente trazados.
• El soldado, apostado a la puerta de su amada, impide el paso a todos los
que, por una razón u otra, han de ir a la casa, incluso al propio dueño.
Pero al final la fregona elige al sacristán que, sin duda, le ofrece mayor
seguridad económica.
El retablo de las maravillas
• Es, muy posiblemente, el mejor de los entremeses cervantinos. El tema
coincide con el enxiemplo XXXII de don Juan Manuel: “De lo que contesció a
un rey con los burladores que fizieron el paño”. En ambos casos se trata de un
objeto que solo puede ser percibido, al decir del pícaro de turno, por los hijos
legítimos. En el entremés de Cervantes se requiere además otro requisito para
poder verlo: la limpieza de sangre. La burla no puede ser más divertida porque
cada espectador, aunque naturalmente no ve nada –porque nada hay–, finge
asistir a la más maravillosa de las visiones, con tal de que los demás lo tomen
por cristiano viejo y bien nacido.
El retablo de las maravillas
• Los dueños del retablo maravilloso fabricado por el sabio Tontonelo, que tan
bien saben aprovecharse de las taras sociales, que son Chanfalla y la Chirinos.
Han descubierto lo fácil que es embaucar al prójimo y de eso viven. Chanfalla,
que tiene una tablas y un desparpajo increíbles, van sugiriendo al público lo que
“debe” ser. Hasta tal punto llega la obsesión de todos que hay un momento en
que parece que han llegado a creer que realmente ven el espectáculo.
La llegada del furrier, que no sabe de qué va la cosa y, por tanto, es el único que
confiesa no ver nada, provocará la burla de los “espectadores” que compadecen
su mísera condición. Termina la pieza con una reyerta colosal entre el furrier y
los aldeanos. Chanfalla y Chirinos los abandonan a su suerte y se van a otro
pueblo, seguros de que se repetirá la misma experiencia.
El retablo de las maravillas
• Cervantes no ha querido estropear el
efecto sarcástico de la obra con el habitual
canto y baile final que diluye todos los
conflictos. Aquí se termina a palos.
• La comicidad de la historia se refuerza con
la caracterización grotesca y ridícula de los
personajes. Los nombres que les da
Cervantes son ya elocuentes de por sí:
Juan Castrado y Juana Castrada –el
regidor y la regidora–, Benito Repollo y
Teresa Repolla –alcalde y alcaldesa–… La
jerga con que los adorna, al estilo palurdo,
es otro de los alicientes. No falta el listo de
turno, el escribano Pedro Capacho, que
siempre pretende enmendar los yerros del
lenguaje de los demás. La obra en su
conjunto es una pequeña pieza maestra.

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