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RELACIONES SANAS Y

AUTOESTIMA

Milthon Alavi
Zenteno
Las relaciones sanas comienzan con la propia
felicidad. De ahí la importancia de arrancar con
una autoestima fuerte.
Porque no podemos ser felices con nadie si antes no
somos felices siendo nosotros con nosotros. Tampoco
podemos hacer felices a otras personas si ellas no
quieren serlo.
La felicidad es únicamente una elección y solo
cada persona es capaz de poner en marcha la suya
propia.

Lo más que podemos hacer cuando nos relacionamos


con otras personas es facilitar al máximo las cosas
sin llegar a perdernos y compartir la propia
felicidad. Lo cual ya es mucho.
Confianza:
La clave para que cualquier tipo de relación tenga
posibilidades de funcionar está en crear una base
sólida de confianza. Jamás habrá relaciones
auténticas, ni llegaremos a crear algo juntos si
desconfiamos de la persona o las personas con la que
estamos.
Confianza:
Cuando los hijos desconfían de sus padres les ocultan
información, cuando no te fías de tu compañero de trabajo te
pones a la defensiva y cuando no tienes confianza en tu
pareja te sientes inseguro. Las relaciones sin confianza son
siempre falsas, cautelosas, inciertas y superficiales. La
confianza aunque no garantiza un final feliz, sí abre la
posibilidad de que se pueda construir una relación
verdadera.
Comunicación trasparente:
Solo cuando de verdad confío en las personas con
las que estoy, tengo la seguridad suficiente para
expresar lo que de verdad pienso y siento. Y solo
así podemos conocernos de verdad, podemos
expresar nuestros sueños, deseos o nuestras
inquietudes y temores. La comunicación
trasparente deja fuera las mentiras, las verdades a
medias o las cosas no dichas.
Comunicación trasparente:
Naturalmente hay que sentirse muy seguro para
poder decir lo que de verdad se piensa, pero esa es
la única manera de llegar a algún tipo de
compromiso sincero. Sin comunicación trasparente
solo se dirán cosas políticamente correctas pero no
saldrá a la luz la verdad y por lo tanto no se
llegará a nada.
Compromisos reales:
Poder decir lo que realmente se piensa y se quiere
permite acuerdos creíbles y fiables. Acordar cosas
es la manera hacer y construir algo juntos, puede ser
una familia, un viaje o un negocio. Los acuerdos nos
permiten avanzar y crear. Son la materialización
concreta de la confianza y del uso real del
“nosotros” y el “juntos”.
Compromisos reales:
Lo contrario son los falsos compromisos, donde con las
buenas palabras de la comunicación superficial se dice que
“se va a hacer” pero lo cierto es que no se pasa de
intentarlo mínimamente solo para cubrir el expediente. Lo
que se traduce en frustración, decepción y falta de
resultados.
Interresponsabilidad:
Si quieres que tus relaciones funcionen, con tus
hijos, tu pareja o tus compañeros de trabajo es
imprescindible que todos arriméis el hombro
para lograr que los acuerdos y compromisos se
cumplan.
Interresponsabilidad:
Por lo que no valen actitudes del tipo “eso no es
asunto mío” o “mirar hacia otro lado”, en una
relación sana “todo es asunto tuyo”. Todos estáis
en el mismo barco y avanzareis mas rápido o
más lento dependiendo de la implicación que
tengáis. Y si las cosas no van bien os hundiréis
todos.
Todos ganan:
Subir la escalera de unas relaciones sanas tiene
premio. Y el premio es siempre compartido y
celebrado. El esfuerzo de todos, es siempre el
resultado de todos y por lo tanto el premio de
todos. Al final, todos ganan. Es una realidad.
Todos ganan:
La relación sale más fortalecida, las personas más
seguras y felices. Lo contrario son las “medallas
individuales”, los premios parciales y el “yo gano a
costa de que tú pierdas”.
Tener relaciones sanas no es sencillo, entre otras
cosas porque nadie nos ha enseñado y porque
muchas veces partimos de una autoestima
empobrecida que espera recibir de los otros lo que
no puede darse así mismo.

Pero la gran ventaja es que esto se puede aprender


y entrenar y por supuesto el resultado vale la pena.

Frase: “Una buena autoestima mejora tus relaciones”


¿Te consideras una persona agradecida?
¿Sabes que es ser agradecido?
¿Se trata de dar las gracias como nos
enseñan de niños?
Profundizando en el agradecimiento como
emoción, es una de las más potentes de cara al
bienestar, a la felicidad y que más aportan a
nuestra autoestima y a nuestra salud.

Lo bueno es que, si no lo eres, se


puede entrenar, y si lo eres, puedes
serlo aún más.
En nuestras relaciones personales más íntimas, por
ejemplo: con nuestras parejas, hijos o incluso colegas
docentes, … existe la tendencia a pedir, a exigir, a
esperar de ellos, a dar por hecho, a mandar, a reclamar,
… y en todas las áreas, además.

Por ejemplo, queremos parejas perfectas que sean


excelentes amantes, buenos cocineros, ordenados y
limpios, deben ser buenos padres, atentos, cariñosos,
trabajadores, etc.
¿Dónde estamos poniendo la atención?
La tendencia es ponerla en la falta, en lo que
podría o debería haber, en vez de en lo que hay.
Agradecer implica valorar positivamente lo que
tienes, apreciarlo y seguramente, cuando se trata
de hacia otros, hacerlo saber o manifestar
agradecimiento.

Solemos valorar las cosas cuando las perdemos, o


quejarnos de la carencia, pero no les damos el valor
que tienen cuando están cada día presentes. Sea un
coche que funciona, agua caliente instantánea, el
ascensor, comida en buen estado, una manta limpia y
seca, …
¿Qué 3 cosas quieres apreciar hoy?

¡Ánimo! Verás que efecto tiene en tu autoestima.


Si cada día hacemos esta tarea, nos daremos cuenta
de cuánta abundancia hay en nuestra vida, en
nuestra relación, etc. que nos está pasando
desapercibida y sentirás el bienestar que produce
resaltarla, pensar en ella y sentirte afortunado y
agradecido por ello.

Frase: “Si cambias tus expectativas por


agradecimiento, el mundo cambiará al instante” ·
Tony Robbins
ACEPTAR EL MIEDO
Tenemos 5 emociones básicas, emociones naturales, francas y
puras. Emociones básicas que son compañeras desde tiempos
inmemoriales y aliadas en nuestra aventura de vivir.
1. La alegría,
2. el asco,
3. la tristeza,
4. el miedo y
5. el enfado no son buenas ni malas, catalogarlas así es
reducirlas y subestimarlas.

Son parte sustancial de quiénes somos como


especie, de nuestras decisiones y del valor que
damos a nuestras vidas.
El miedo quizás sea la emoción básica más presente
en este momento de nuestras vidas y más aborrecida
en cuanto que nos genera tensión, ansiedad,
angustia e incertidumbre.

El miedo es la señal biológica que nos damos a


nosotros mismos para avisarnos de que estamos
corriendo un riesgo.
Es un piloto que se enciende para indicarnos que lo que va
a ocurrir entraña una posibilidad de estar en peligro.

La valoración de dicho riesgo o peligro, así como de la


oportunidad que emana de dicho riesgo, ya no es tanto
responsabilidad del miedo como de nuestra parte analítica
que ha de evaluar si ese miedo es correcto, exagerado o
subestimado.
Cuando el análisis de nuestro miedo es exagerado,
caemos en el alarmismo y en el catastrofismo.
Magnificamos el riesgo que corremos y sus
consecuencias en nuestro futuro.
El miedo nos secuestra y nos paraliza porque la señal
de peligro es atronadora. Hemos de evaluar si dicha
señal no está distorsionada por una educación
sobreprotectora o por una ausencia de vivencias
valientes que nos reforzaran.
Cuando minimizamos el riesgo, el miedo no aceptado nos
convierte en temerarios e impulsivos. Huimos del miedo
queriendo correr más que él, nuestro ego teme mostrar miedo ante
los demás y lo esconde en forma de rigidez, prisas e individualismo.
Tener miedo es normal, es sano y es constructivo. Aceptar nuestros
miedos es el primer paso necesario para ser valientes.

Sólo los cobardes y los temerarios rechazan el miedo. Los valientes


lo aceptan y lo convierten en su aliado para crecer y triunfar.

Frase: “El miedo es más injusto que la ira” ·


Amado Nervo

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