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El ser humano recibe la vida nueva de Cristo.

Ahora bien, “esta vida la llevamos en vasos


de barro" (2Co 4,7).

“Aquel de ustedes que


esté sin pecado, que le
arroje la primera piedra”
(Jn 8,7)
“TODOS SOMOS
PECADORES”
(Mt 7,4-5; 1Jn 1,8)

La Iglesia es santa y al
mismo tiempo siempre
está necesitada de
purificación
EL PECADO

El relato de la caída,
ofrece ya una enseñanza
en torno al pecado.
Además de ser un acto de
desobediencia, se presenta
como la actitud de quien
quiere suplantar a Dios
para decidir sobre el bien
y el mal (cf. Gn 3, 3- 5).
EFECTOS DEL PECADO

• En mi relación con Dios. Aquella imagen de Dios


que el ser humano lleva en sí mismo queda
deteriorada
• En mi relación con los demás. Quien no experimenta
el perdón de Dios en su vida, difícilmente vive en
armonía con los demás.
• En mi relación conmigo mismo. No encuentro la paz,
que tanto anhela mi corazón.
Jn 3, 16-17: “Porque tanto amó Dios al mundo
que dio a su Hijo único, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.”
Sólo Dios perdona los pecados (cfr. Mc 2,7).
Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: “El
Hijo del Hombre tiene el poder para perdonar
los pecados” (Mc 2,10) y ejerce ese poder
divino: “Tus pecados quedan perdonados”
(Mc 2,5; Lc 7,48)
El Señor les da autoridad a su Iglesia de
reconciliar a los pecadores. Esta dimensión se
expresa particularmente en las palabras
solemnes de Cristo a Pedro: “A ti te daré las
llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en
la tierra quedará atado en los cielos, y lo que
desates en la tierra, quedará desatado en los
cielos” (Mt 16,19).
“Luego Jesús dijo otra vez: ¡Paz a ustedes!
Como el padre me envió a mí, así yo los envió a
ustedes, Y sopló sobre ellos, y les dijo: Reciban el
espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los
pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no
se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Jn
20,21-23).
Es recordar los pecados cometidos desde la
última confesión. Reconocer el propio pecado,
reconocerse pecador, capaz de pecar, e
inclinado hacia el pecado, es el principio
indispensable para volver a Dios. El mismo
Jesús pone en la boca y en el corazón del hijo
pródigo aquellas significativas palabras: “Padre
he pecado contra el cielo y contra ti, ya no
merezco llamarme hijo tuyo” (Lc 15,18.21).
Cuando brota del amor de Dios sobre todas
las cosas, se le llama “contrición perfecta”
(contrición de caridad).La contrición llamada
“imperfecta” o “atrición” nace de la
consideración de la fealdad del pecado o el
temor de la condenación eterna y de las
demás penas con que es amenazado el
pecador. La contrición imperfecta no alcanza
el perdón de los pecados graves, pero
dispone a obtenerlos en el sacramento.
Es la firme resolución, que
nace de lo más íntimo del
corazón, de no volver a pecar.
• La reconciliación con Dios por la que el
penitente recupera la gracia.

• La reconciliación con la Iglesia al penitente.

• La remisión de la pena eterna contraída por


los pecados mortales.

• La remisión, al menos en parte, de las penas


temporales, consecuencia del pecado.
• La reconciliación con los hermanos agredidos
y lesionados por él de algún modo.

• La paz y la serenidad de la conciencia, y el


consuelo espiritual.

• El acrecentamiento de las fuerzas espirituales


para el combate cristiano.
* DIOS NO SE CANSA NUNCA DE
PERDONAR, SOMOS NOSOTROS LOS QUE
NOS CANSAMOS DE ACUDIR A DIOS.
* DIOS NO NOS PERDONA, ÉL NOS AMA.

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