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Presentan diagnóstico de la situación de la calidad de

la educación superior en el Perú


En sesión plenaria del SINEACE, fue presentado el último estudio “Educación Superior en el Perú: Retos para el Aseguramiento de la Calidad” que
estuvo a cargo de Juan Castro de la Universidad del Pacífico, Mario Rivera y Gustavo Yamada del Consejo Nacional de Educación y que fue realizado
a solicitud del Sistema Nacional de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad Educativa – SINEACE.
El estudio abordó un análisis sobre la educación superior y su papel en el siglo XXI, el marco legal e institucional y una revisión completa sobre el
acceso y la calidad de la educación superior en el Perú. Su principal fuente de información ha sido la Encuesta Nacional de Hogares – ENAHO 2010.
La principal conclusión de este estudio señala que la calidad de la educación superior es muy heterogénea con un límite inferior bajo y esto se debe
principalmente a que las instituciones de educación superior no tienen incentivos ni recursos suficientes para invertir en calidad.
Los retos que propone la presente investigación para el aseguramiento de la calidad de la educación superior son seis : Generar confianza en el
proceso de acreditación permitiendo la diversidad de soluciones; proveer información para la toma de mejores decisiones, por ejemplo, a los padres
de familia para que manejen el concepto de calidad; ofrecer incentivos directos para la mejora continua no sólo en la educación superior, sino también
en la educación básica regular para que no haya frustración en los jóvenes; mejorar la equidad sin comprometer la calidad; propiciar un sistema
integrado de educación superior que preste atención especial a la formación de técnicos; e institucionalizar la articulación con la sociedad que se debe
traducir en la atención de las necesidades reales del país.
Sobre la problemática encontrada en el acceso a la educación superior la investigación confirma que el Perú tiene una tasa de matrícula cercana al
promedio de la región latinoamericana. Mientras el promedio se encuentra en una tasa del 37.2% el Perú está en 36.1%.
Además, afirman que el 40% de los jóvenes no matriculados indican que la razón principal guarda relación con problemas económicos. Así también,
desde los resultados en el mercado de trabajo, en el año 2010 el 35% de los jóvenes entre 24 y 45 años se encuentran subempleados, lo cual invita a
preguntar qué tan pertinente es la educación superior en el país.
En relación a los docentes universitarios, la mitad de docentes no tiene producción intelectual y sólo el 10% tienen un posgrado en el extranjero.
Desde la perspectiva de los usuarios de la educación, sólo el 35% de los profesionales jóvenes se encuentra satisfecho con la elección de sus
carreras.
Con respecto a los factores que determinan la decisión de seguir estudiando son dos los temas que interesan a los jóvenes: aprobar el examen de
ingreso, exámenes de grado y el esfuerzo que significa estudiar el mismo que radica en la importancia que el hogar le da al tema educativo.
Esta investigación representa un importante punto de partida para impulsar de manera decidida la calidad de la educación superior en el Perú.
La problemática universitaria actual y una propuesta de
solución

En principio, la Universidad no es una entelequia abstracta, alejada, desconectada de la realidad sociopolítica, sino todo lo contrario: es una Institución Educativa que es parte
de un modelo sociopolítico concreto. Fue creada e instituida para lograr fines sociopolíticos cuyas funciones académicas como la Formación Profesional, la Investigación y el
Servicio social, mal llamada Proyección social, no son más que medios que apuntan al logro de fines y objetivos de tipo social. Ese es el carácter teleológico de la Universidad
y lo que justifica su existencia. Esta afirmación es concordante con la concepción y carácter de la educación que es de carácter socioeconómico y político.
Es por eso que la educación universitaria, en la realidad social, está conectada, relacionada estrechamente con lo ecológico-geográfico, económico, social, cultural, étnico-
lingüístico e ideopolitico que constituyen una totalidad cuyas partes están relacionadas en forma interdependiente. Por eso que aislar, abstraer a la universidad de esta
totalidad es un sinsentido, contrasentido.
Pero, en la práctica la universidad fue reducida a lo meramente académico y dentro de esto a lo simplemente profesional. Se decía y así se hizo en la práctica, la universidad
fue reducida a la función de la formación de profesionales relegando a un segundo plano la investigación y a un tercer lugar el servicio social, la llamada Proyección social. Es
decir, el fin social, fundamental de la universidad fue relegado irresponsablemente al tercer lugar en importancia y realización. Esto lo denuncio Darcy Ribeiro, y otros
intelectuales peruanos y latinoamericanos, en la década de los setenta en su libro La universidad Peruana, a cuyas conclusiones y recomendaciones no se hizo caso ni se las
aplico. Esto explica el por qué de las carreras y del tradicional Plan de Estudios, residuo colonial.
La fragmentación, división del país se expreso y se dio hasta la fecha en la desarticulación entre universidad y aparato productivo, universidad y sociedad, universidad y
cultura real y universidad y estado-gobiernos. En relación a este último punto la universidad devino en una especie de Prometeo Encadenado, tal como la caracterizaron dos
especialistas europeos como Guy Neave y otro coautor del libro. Porque los gobiernos-estado no destinaban las rentas necesarias a las universidades públicas y encima las
intervenían cuando querían. De ahí las protestas estudiantiles y las consiguientes movilizaciones, aparte de otras motivaciones sociopolíticas utilizando las conquistas de la
Reforma de Córdova y de toda América Latina.
En relación a este punto el climax del intervencionismo autoritario se dio en el gobierno dictatorial de Fujimori cuando empezó, lo que Noam Chomsky ha llamado “El asalto
Neoliberal a la Universidad” que dura hasta la fecha. Este asalto se ha dado desde EE.UU., América Latina y el Perú y otras partes del mundo. Se trastoco las estructuras
organizativas, académicas y se expulsaron a los mejores docentes universitarios más por vendeta interna que por razones políticas como se pretextó. La tecnocracia se
impuso a nivel organizativo y académico. Dentro de este último fueron trastocados los Currículos de formación profesional para formar solamente técnicos y tecnócratas en
todas las carreras de las universidades públicas. Se anuló la autonomía universitaria y se condiciono y manipulo el funcionamiento de los consejos universitarios y la
participación estudiantil. El comportamiento docente, de autoridades y estudiantil, con muy pocas excepciones, se mercantilizo hacia el logro de cargos directivos y rentables.
La mercantilización se dio también a nivel del tercio estudiantil, aprobación de cursos y obtención de grados de Magisters y Doctores aumentando el nivel de la corrupción y de
la inmoralidad.
El nefasto decreto N0 882 de Fujimori a favor de la inversión privada en la educación, vino a acentuar la mercantilización, el afán de lucro, la
corrupción y la baja y estrepitosa caída de la calidad educativa. Las universidades privadas creadas al amparo de dicho decreto tuvieron como
objetivo no el servicio académico y social sino el lucro descarado y el enriquecimiento ilícito. A pesar de esta situación anti-educativa fueron
acreditadas y aprobadas por los órganos respectivos desde la ANR, CONAFU, CONEAU, etc. A sabiendas por ellos y la comunidad
universitaria que no ofrecían una educación universitaria de calidad. Como es que se les acreditaba? Como es que crecieron y crearon filiales
por todo el país? Cobraban menos y también pagaban sueldos miserables a sus docentes, entre otras perlas.
La pregunta del millón es por qué no se deroga el decreto fujimorista. ¿Por qué los organismos responsables no clausuraron, intervinieron,
penalizaron a estos centros de negocios y de enriquecimiento ilícito?¿En eso consiste la nefasta tesis de la educación como inversión y no
como servicio social?
En relación al asunto de la autonomía sostengo la tesis que lo que se ha dado en la práctica es un uso y abuso de la misma. En primer lugar,
no puede haber autonomía sin democracia interna y externa. No se intento democratizar el funcionamiento interno de la universidad, en el
fondo se practico la vieja y clásica democracia representativa donde las autoridades y tercio electo no cumplían con lo prometido en campaña
y no daban verdaderas cuentas a sus representados. Lo mismo sucede a nivel gubernamental, congresal y universitario, con la infaltable
corrupción monetaria. Quiero precisar que esta situación se ha dado en forma más ostensiva desde el asalto neoliberal. Tiene que instaurarse
los mecanismos de la democracia interna como parte de una SEGUNDA REFORMA UNIVERSITARIA TOTAL NACIONAL EN FUNCION Y
PARA EL DESARROLLO SOCIOECONOMICO, CULTURAL Y HUMANO del país y sus miembros como los estudiantes o educandos, teniendo
en cuenta lo Globo-Local. Se debe analizar el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco de México y otros parecidos
para tomarlos como referencia de cómo se da la relación entre universidad y desarrollo socioeconómico y cultural.
Otro problema importante es el de la desarticulación entre Universidad y Aparato Productivo. Tanto los gobiernos de turno y los empresarios no
han mostrado voluntad política, educativa de realizarla en la práctica. Ahora, más bien, los empresarios quieren y están ofertando servicios
educativos como la de formación de técnicos tipo SENATI y TECSUP del Señor Inchaustegui, arguyendo que la UNI y otras universidades e
Institutos Tecnológicos no los forman. La pregunta de cajón es: Por que los empresarios y el estado no articulan esfuerzos, voluntades y
políticas educativas teniendo en cuenta las necesidades de profesionales de alto nivel-capital humano-que tienen o que necesitan. ¿Por qué
técnicos y no tecnólogos, problema de reducción de costos laborales o la cuestión de fondo seria el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas? ¿Cuánto de capital humano necesita el modelo de exportación de materias primas?
LEY UNIVERSITARIA
En un mundo que cambia de manera acelerada y en el que la formación en educación superior es un asunto
fundamental para el desarrollo de un país, es justo reconocer que la ley 30220 del año 2014 fue, en términos
generales, una mejora en relación con la situación previa en la que coexistían varias normas legales
superpuestas sobre la anterior ley 23733, del año 1983.
Las dos principales virtudes de la nueva ley han sido, a mi entender, el ordenamiento legal en un solo cuerpo y
la creación de una superintendencia que tenga la función de velar por buena la calidad de las instituciones
universitarias. Una tercera virtud de consideración, podría ser la puesta en marcha del sistema de votación
universal para la elección de rectores y decanos, instrumento que permite romper con grupos de poder que, en
base al clientelismo, se apoderan del control de las universidades per saecula saeculorum. Sin embargo, este
sistema ha quedado limitado al aplicarse únicamente en las universidades públicas. Además, aún es pronto para
ver si se presentan posibles efectos perniciosos manchados por el populismo u otros intereses extracadémicos.
El reconocer la conveniencia de la dación de la ley 30220 no impide señalar una serie de gruesos errores que
considero necesario corregir y que presentaré en las siguientes líneas.
La primera falla a destacar es que con la ley se propone un supuesto modelo ideal de universidad y más bien es
producto de una diversidad de creencias, visiones particulares y desconocimiento en la materia por parte de los
legisladores, los cuales llegaron a una solución de compromiso, urgidos por aprobarla antes de que se cerrara la
primera legislatura ordinaria del 2014.
En la nueva ley se observan trazas de visiones medievales, modernas y contemporáneas; de influencias de la universidad
francesa y alemana del siglo XIX y de la norteamericana del siglo XX, así como interferencias contaminadas por intereses
comerciales. No se observa que se hayan evaluado cuáles son las tendencias de la educación universitaria en el mundo y que
en base a ello se plantee un modelo que nos conduzca la transformación para mejor de las universidades en el Perú.
Se observa una vocación reglamentarista excesiva y nociva para el desarrollo del sistema. Llama la atención que se dediquen 3
páginas de las 16 del texto principal a la creación de la Superintendencia Universitaria (SUNEDU) y a la definición de sus
funciones. Destinar el 18% de la ley a determinar el modo de actuar de una entidad que recién se crea y que necesita de un
tiempo para adaptarse a la realidad es un exceso dañino, tanto para el sistema universitario como para la propia
superintendencia, la cual puede terminar ahogada por la obligación de cumplir con lo fijado por la ley.
Los Capítulos II y III de la ley, que tratan sobre la creación de la SUNEDU y establecen cómo ésta se organiza; las funciones que
debe cumplir; sus procedimientos y luego establecen las exigencias para la creación y licenciamiento de las universidades, son
tan minuciosos, que, para cumplirlos a cabalidad con las más de 140 universidades existentes en el país, la SUNEDU precisaría
de un ejército de cientos y posiblemente miles de funcionarios, situación que estemos seguros, jamás será financiada por el
Presupuesto Nacional.
Un grave error cometido al crear la SUNEDU fue la eliminación de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) como si fueran
instituciones incompatible. Es necesaria la existencia de una entidad que reúna regularmente a las instituciones universitarias y
facilite el intercambio de información, la difusión de buenas prácticas y los acuerdos bilaterales o multilaterales. Bastaba con
limitar las funciones de la ANR y crear la SUNEDU con objetivos claros y precisos como una organización neutra, independiente
del poder político y de los intereses académicos orientada por la calidad basada en la mejora continua.
Los artículos 3, 5, 6 y 7 que definen supuestamente definen los que es la universidad, sus principios, fines y funciones son
excesivamente detallistas y líricos. Hubiera bastado revisar el Diccionario (RAE) para encontrar que la universidad es una
“Institución de enseñanza superior que comprende diversas facultades, y que confiere los grados académicos correspondientes.
Según las épocas y países puede comprender colegios, institutos, departamentos, centros de investigación, escuelas
profesionales, etc.”. El propio diccionario describe la etimología de la palabra universidad la cual proviene del latín Universĭtas,
que tiene relación con 'universalidad, totalidad', 'colectividad', 'gremio, corporación'. En el medioevo, la palabra universidad era
utilizada para denominar a los gremios. La Universidad era un gremio de docentes y alumnos que se reunían para enseñar y
aprender. Con el tiempo este gremio tan particular se apropió del término Universidad.
De acuerdo con las necesidades de la sociedad actual, la principal función de las universidades, debería ser la de
formar personas con conocimientos y competencias suficientes como para que al término de sus estudios puedan
dedicarse, con libertad de elección, a las actividades que sean de su principal interés y gusto.
Cada universidad debería poder decidir con mayor flexibilidad, sus principios, fines y funciones y los alumnos
podrían escoger a las universidades que mejor se ajusten a sus intereses. Es válido que haya universidades
enfocadas en la formación y universidades enfocadas por la investigación y la innovación y cada una debe
evolucionar con libertad y ajustándose a los cambios en la sociedad y en el mundo. Regular en exceso genera
distorsiones y coloca camisas de fuerza perjudiciales para todo el sistema.
Las definiciones de lo que son las Facultades, los Departamentos, las Escuelas, la duración de los Estudios
Generales y los estudios de especialidad; los requisitos para determinar cómo obtener el grado de Doctor (Art. 32
al 45), se establecen con una precisión discutible, innecesaria y que merece ser reducida y flexibilizada.
A pesar de haber sido cuestionado desde hace varias décadas, se insiste en que las universidades, en nombre de
la nación, otorgan los grados académicos de Bachiller, Maestro, Doctor y los títulos profesionales que
correspondan (Art. 44). Cada universidad debe hacerse responsable de los grados y licencias que ofrece y no
ampararse en una ley para otorgarlos “a nombre de la nación”. En el mismo sentido, las licencias para el ejercicio
de la profesión, ¿por qué las da la Universidad? El estado debe tener otros mecanismos para el otorgamiento de
licencias y la universidad debe dedicarse a su función y por ello encargarse de dar certificaciones y grados
académicos.

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