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Concilio Vaticano II

Fue convocado por el Papa Juan XXIII en octubre de 1962 y


clausurado por el Papa Paulo VI en diciembre de 1965.
El anuncio conciliar ¿NECESARIO?

• Después que Pío IX declarase el dogma de la infalibilidad del papa


en el Concilio Vaticano 1 (1869-1870) parecían innecesarios los
concilios; bastaba el magisterio pontificio. Los pontificados,
desde Pío IX a Pío XII, tuvieron una cierta continuidad en sus
decisiones y declaraciones, sin necesidad de convocar un concilio.

Anuncio vobis gaudium magnum


• Juan XXIII, el 25 de enero de 1959
“Anuncio vobis gaudium magnum…”
Juan XXIII, el 25 de enero de 1959

Insensato, esta
misma noche
morirás
Ya llévame
señor
No, por
favor

“paz al interior de la
Iglesia”
No había herejías que combatir, la Iglesia se “encontraba” preparada para los movimientos de
renovación que iban surgiendo…

La necesidad de un giro religioso se manifestó en el contexto del cambio social y cultural vertiginoso, propio
de la posguerra mundial, observable en el final del colonialismo y la presencia activa y creciente del Tercer
Mundo; la industrialización de los países nordatlánticos, con sus consecuencias de emigraciones,
turismo, ocaso del mundo rural, urbanizaciones gigantescas y nacimiento o aparición de la
sociedad de consumo; por último, la difusión de la televisión, con un fuerte impacto en la cultura y pautas
de comportamiento.
Mundo

El siglo XIX fue el siglo de la edificación


optimista y vital de un nuevo mundo, de
una nueva civilización, de entraña ya no
cristiana, con una manera diferente de
contemplar la vida, la naturaleza, con un
nuevo sentido de la realidad… y esta
nueva configuración político-
institucional, social, cultural… y
obviamente, religiosa, fue la Modernidad
burguesa-liberal, que se consolidó en el
siglo siguiente (…)

En este enfoque, el cristianismo –y la


Iglesia Católica en particular-
experimentaron el final de dos mundos…
el del Antiguo Régimen y el de la
Modernidad.
La Iglesia pretendió responderle desde una nueva actitud, ¿Cambio de
fortaleciendo su identidad y su discurso creyente. planes?
Sin embargo, el Vaticano II se celebró justo cuando la modernidad
comenzaba a entrar en profunda crisis. Y así, como ya se ha dicho
con irónica amargura, “cuando ya creíamos tener las respuestas,
nos cambiaron las preguntas”.
La Iglesia asiste en nuestros días a una grave
crisis de la humanidad, que traerá consigo
profundas mutaciones. Un orden nuevo se está
gestando, y la Iglesia tiene ante sí misiones Humanae salutis
inmensas, como en las épocas mas trágicas de la
historia. Porque lo que se exige hoy de la Iglesia es
que infunda en las venas de la humanidad
actual la virtud perenne, vital y divina del
Evangelio. La humanidad alardea de sus recientes
conquistas en el campo científico y técnico, pero
sufre también las consecuencias de un orden
temporal que algunos han querido organizar
prescindiendo de Dios. Por esto, el progreso
espiritual del hombre contemporáneo no ha
seguido los pasos del progreso material. De aquí
surgen la indiferencia por los bienes inmortales, el
afán desordenado por los placeres de la tierra, que
el progreso técnico pone con tanta facilidad al
alcance de todos, y, por último, un hecho
completamente nuevo y desconcertante, cual es la
existencia de un ateísmo militante, que ha
invadido ya a muchos pueblos.
Los años de entreguerras pueden considerarse, sin duda, como un tiempo de frustración no
digerida, trocada en desesperación. Por un lado, incluso en los países vencedores, el hueco
enorme que dejó aquel dolor y mortandad inimaginables causados por la misma civilización
que estar en camino de plenitud. Y consumidas las energías psíquicas de Occidente, vacío
en el ánimo, en cuanto en cierta forma ya había perdido su alma al darle la espalda al
cristianismo y carecía de recursos espirituales para avizorar un horizonte de sentido.

Fue así que la postguerra vino a ser terreno fértil para la prédica de radicales y fanáticos
que permitirían, sobre todo en los países más afectados – Alemania y la URSS, pero también
Italia- construir un sueño de futuro que pusiera en pie y galvanizara las energías
nacionales, aunque fuese necesario para ello nutrirlas de odio, (sea de clase o
nacionalista).

Tiempo de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial y la


post-guerra hasta 1959
TOTALITARISMOS

Marxismo Fascismo Antisemitismo


Lenin sacó adelante su utopía Mussolini enamoró Italia con la En Alemania, Hitler diseñó como
marxista y la proyectó al mundo perspectiva de una renacida gloria remedio para la postración
que, según creían, esperaba el imperial, que gracias a un estado germánica un modelo ideológico en
despertar que el activismo político fortísimamente centralizado cierta forma cercano al Fascismo,
radical traería a los pueblos prometía levantar una sociedad pero distinto, con el odio
predicando el nuevo evangelio abatida. En este sentido, el nacionalista y xenófobo como
socialista. Fascismo apareció como fórmula de motor, proyectando el renacer de la
un futuro, aunque realmente gran Alemania a un Reich que
traería desgracia y máxima duraría mil años.
degradación al país.
Apertura…

• En las alocuciones y discursos de Juan XXIII previos al Vaticano II pueden


deducirse, según G. Gutiérrez, tres objetivos conciliares: la apertura de
la Iglesia al mundo moderno y a la sociedad, escrutando "los signos de los
tiempos", con objeto de hacer inteligible el anuncio del evangelio; la
unidad de los cristianos o presencia activa de la Iglesia en el
ecumenismo; y la Iglesia de los pobres en estricta fidelidad al evangelio
• Los dos primeros objetivos habían sido desarrollados previamente. El
tercero lo sugirió Juan XXIII un mes antes del concilio; posteriormente lo
defendió el cardenal Lercaro en una memorable intervención cuando
dijo: "La Iglesia se presenta, como es y como quiere ser, como Iglesia de
todos, en particular como la Iglesia de los pobres" (Ecclesia 1.106, 1962,
6). (G. ALBERIGO y J.-P. JossuA, La recepción del Vaticano II, Madrid 1987, 217-218).
Va a ser un desastre…

Es hora de
regir con
firmeza y
orden esta
Iglesia…

Una semana después de iniciado el Concilio escribió una carta el cardenal


Montini -que pronto sería nombrado papa- al Secretario de Estado A.
Cicogniani, en la que denunciaba la falta de un plan "orgánico, ideal y
lógico del Concilio" y proponía que "el tema unitario y comprensivo de este
concilio" fuese la Iglesia. Idéntico modo de pensar tenía el cardenal
Suenens. Por esto, en el discurso que pronunció Pablo VI al comenzar la
segunda sesión señaló cuatro metas conciliares: profundización de la
naturaleza de la Iglesia; renovación interna de la Iglesia; reunión de los
cristianos separados y diálogo de la Iglesia con el mundo.
Apertura…

• El 5 de junio de 1960, un año después de la encuesta, se crearon diez


comisiones preparatorias, presididas por cardenales de curia de talante
conservador. La apertura llegó por la creación de tres nuevos
secretariados (Apostolado de los laicos, Medios de comunicación social y
Unión de los cristianos) y el nombramiento de obispos diocesanos
progresistas como miembros de comisiones. El trabajo de las comisiones
se plasmó en 70 esquemas (2.100 páginas impresas), parte de los cuales
se envió a los obispos tres meses antes de comenzar el Concilio. A
excepción de la constitución sobre la liturgia, hecha por los renovadores
del movimiento litúrgico, el resto de los esquemas tenía una impronta
escolástica, conservadora y jurídica. Posteriormente serían rechazados
por el Concilio; hubo que redactar menos esquemas con más
preocupación pastoral renovadora.
Duración…

• Se celebraron cuatro sesiones correspondientes a los otoños de 1962, 1963, 1964


y 1965, con una duración de unos dos o tres meses cada una.

• Juan XXIII sólo conoció la vida de la primera sesión, pues fue llamado al juicio
de la misericordia en junio de 1963

• De inmediato Giovanni Baptista Montini fue elegido como sucesor de Pedro.


La teología conciliar

Lo que caracteriza a un concilio es, en definitiva, su mensaje. El Vaticano II trató de renovar


el mensaje cristiano desde una triple exigencia: retorno a las fuentes de la palabra de
Dios y de la liturgia, cercanía a la realidad social del mundo y revisión profunda
de la Iglesia como pueblo de Dios. En síntesis, aportó una nueva vivencia de Iglesia en
el Espíritu de Cristo y del evangelio, para el servicio del mundo, en aras del reino de Dios.
Dicho de otro modo, el propósito del Concilio fue situar a la Iglesia "sub Verbo Dei" o como
"oyente de la palabra de Dios" y en diálogo con el mundo. Para realizar esta tarea, el
Vaticano II pasó del "bastón a la misericordia“. (Juan XXIII).
Constituciones:
Sacrosanctum Concilium
4 de diciembre de 1963
Constitución sobre la Sagrada Liturgia
Lumen Gentium
21 de noviembre de 1964
Constitución dogmática sobre la Iglesia
Gaudium et Spes
7 de diciembre de 1965
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo
actual
Dei Verbum
18 de noviembre de 1965
Constitución dogmática sobre la divina revelación
Decretos:
Inter Mirifica
4 de diciembre de 1963
Sobre los Medios de Comunicación Social
Unitatis Redintegratio
21 de noviembre de 1964
Decreto sobre el Ecumenismo
Orientalium Ecclesiarum
21 de noviembre de 1964
Sobre las Iglesias Orientales Católicas
Presbyterorum Ordinis
7 de diciembre de 1965
Decreto sobre el ministerio y la vida sacerdotal
Ad Gentes
7 de diciembre de 1965
Decreto sobre la acción misionera de la Iglesia
Apostolicam Actuositatem
18 de noviembre de 1965
Decreto sobre el apostolado de los laicos
Christus Dominus
28 de octubre de 1965
Decreto sobre el oficio pastoral de los Obispos en la Iglesia
Optatam Totius
28 de octubre de 1965
Sobre la Formación Sacerdotal
Perfectae Caritatis
28 de octubre de 1965
Sobre la Adecuada Renovación de la Vida Religiosa
Declaraciones:
Gravissimum Educationis
28 de octubre de 1965
Declaración cobre la educación
Nostra Aetate
28 de octubre de 1965
Decreto sobre la relación de la Iglesia con las
Religiones no cristianas
Dignitatis Humanae
7 de diciembre de 1965
Declaración sobre la libertad religiosa
Casiano Floristán
Pbro. Dr. Ernesto Rojas Ingunza

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