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ERIUGENA Estudio preliminar, seleccién y traduecién de textos de Ezequien Lupuesa 1 La REYUELTA ERIUGENIANA (On siempre evé ala palabras. Por eo Sequivocs siempre... ' = Armando Diseépolo Paceceré este libro una mentira, engaio o simulacro: Eritigena fue un fildsofo medieval cristiano. {Un pensador medieval cristiano puede haber sido “filésofo" y, algo més inverosimil todavia, haber iniciado algdin cipo de revuelta? Puede ocupar un lugar legitimo jun- ta Epicuro, Niewsche, Derrida, entre otros? ;Revoltoso alguien que pone a Dios en el centro mismo de su “sistema’ de pensamicnto? Incelectual extranjero en la corte de Carlos el Calvo, nieco de Carlomagno, se dedicé a ensefiar en la Escuela de Palacio las bon- dades de una obra pagana, Las nupcias de Filologéa y Mercurio, que hace residir Ia salvacién del hombre en el ejercicio de la razén que conduce al intelecto, Escribié una obra de carter polémico, Fl libro de la predestinaciém, en la que dejaba entender que no hay tal cosa como un infierno si por esto entendemos algo més que un tormento de la propia consciencia. Tradujo del griego una serie de obras, venerada por todos y leida por nadie, en la que se ensefiaba que de Dios nada puede decirse con propiedad y que, por ende, decie de Fl que es bondad o belleza vale, en el fondo, tanto como decir que es un gusano, Escribié un vasto didlogo, Periphyseon o De las naturalezas, en el que un maestro y un discipulo discuten sobre la naturaleza; razonan en ella un movimiento circular de la nada al B Eridcena ser y del ser a la nada; identifican esa Nada con lo que en cristiano se llama Dios, y ese Ser como una manifestacion o aparicién de esa Nada; ubican la vida humana como episodio central de semejante peregtinaje metafisico, y concluyen ya sin ambages que no hay tal cosa como un infierno y que el paraiso no es un lugar del que el hombre fue expulsado sino un estado al que todos habrin de acce- der. Escribié, en ese mismo libro, que ninguna autoridad humana puede valer més que la razén y que la aurorided divina solo cobra sentido cuando la r2z6n trabaja sobre ella para confertle sentido. Solo esto bastarfa para desmentir que este libro sea una mentira. Pero hay algo més. En tiltima instancia, nada de lo que se dijo es original. Para cualquiera de esos puntos es posible mencionar un nombre, una obra, un pensador que ~antes que Eriigena- dijo hizo en cierto modo lo mismo. Y, con todo, es muy dificil encontrar tun autor parecido a Britigena, Ocurre aqui lo mismo que con mu- chas de las obras de arte de los grandes maesteos. Bs ficil enconerar los antecedentes del Sin Jorge y el dragén de Rafael, dar con los mo- delos (entre los que hay alguna representacién medieval de Edipo y la Esfinge) y quizé con toda una tradicién que estipula rasgos esen- ciales que mas 0 menos se cumplen en el easo de Rafael. Desde esta perspectiva, el Sian Jorge acaba por presentarse como mero eslabén cen una cadena que se remonta hasta quign sabe quién y cudndo. Pero nadie dua de que esa pertenencia ~que de alguna manera determina incluso puntos esenciales del cuadro~ resulta anecdética ante ese San Jorge con sus densidades, formas, miradas. Esa perte- nencia que los eruditos gustan profundizar podefa explicar muchas cosas, detalles banales y no tanto, pero nunca conseguirla definir la 1 La nevueera BrivcEsiana presencia particular de esa pequetia cosa de 31 por 27, ni tampoco Jo que pasa cuando uno se queda mirindola fija dos o tres minutos. Algo de esto ocurre con Britigena. Como Petrarca, Descartes y Spi- nno7a, Britigena ~escribe Schopenhauer est entre “los que piensan por si mismos".? be Otros habfan comentado y enseftado aquel libro de Las mupetas de Filologia y Mercurio escrito por un pagano afticano de la prime- ra mitad del siglo V, Marciano Capela; habjan incluso hablado de su importancia para la educaci6n cristiana, Pero ninguno escribid, como Eritigena, explicando un pasaje decisivo: “Nadie entra en el Cielo sino por la flosofia. Origenes, el pensador cristiano del si- elo TIT, dijo que hasta el mismo Diablo encontraria la Salvacién al final de los tiempos. Eritigena, sin embargo, indica que quienes postulan un inficrno se quedan en la mera superficie de las palabras por desconocer la disciplina de la razdn y la lengua grieges y que la razén “se reird” de todo aquel que crea lo contrario. Otros muchos cristianos dijeron que de Dios nada puede ser dicho porque no se puede saber qué es. Pero Eriigena llega al extremo de afirmar que ni siquiera Dios sabe qué es por la sencilla razén de que no es un “ques y que, precisamente por esto, cuando Ia Escritura dice que Dios creé el universo “de la nada’, en realidad, esa palabra “nada” no es sino el nombre que més se ajusta a eso que es Dios. Otros, antes y después, exaltaron la dignidad de la naturaleza humana, Britigena dice que “paraiso” no es sino cl nombre que designa tal naturaleza 1 | Schopenhauer (2013 [1851]: 527) ERiicens y que, lejos de ser algo perdido, es el destino de todo ser humano, y que, incluso, habré un don especial para aquellos que despierten del letargo en que vive sumido el ser humano y desarrollen ple- namente todas sus capacidades vitales, aquellos que -en téminos criugenianos~ ejerciten paciente, esforzadamente, su razén. Otros hablaron de la utilidad de la r2z6n para desenteafiar el mensaje de Je doctrina cristina, Ertigena escribe: “Que ninguna autoridad te atemorice apartindote de lo que la persuasién de una justa contem- placién racional ensefa’s “nosotros debemos seguir akira ala razén ‘que investiga la verdad de las cosas y no es oprimida por autoridad. alguna’? En algdin lugar de su obra, dice Borges que unos cuantos afios de olvido pueden equivaler a la novedad.’ Otros habian dicho antes cosas muy similares a las que quiso decir Eritigena, es cierto. Unos sesenta afios antes de él, Alcuino, el motor intelectual de la reforma cultural que quiso imponer Carlomagno a fines del siglo VIII, habia enfatizado la importancia del estudio de fas disciplinas racionales las Ilamadas “artes liberales": Ia gramitica, la légica, la aritmética, tc para la comprensibn de la Escritura. Pero los primeros lectores de Eriigena le eprochaton el perderse en el laberinto de la obra de Marciano Capela en lugar de leer los Evangelios, el vano y sober- bio uso de la argumentacién racionalyy lo acusaron le dos o tres 2 | Véase Sutecerdn pe rexro0s, IV, 8 3 | CE Borges (1985: 650). 16 1. LA REVUBEEA BRIUGENIANA Quid la clave esté en aquel ensayo del aucor de La evolucién «veadora, Hensi Bergson, en el que se dice que hay en todo fildsofo intuicién fundamental que escapa a cualquier intento de expl: ‘car su pensamiento como una consecuencia. més 0 menos necesa- ria de circunstancias precisas que le tocé vivir:4 Podemos rodear ese ticleo investigando el contexto histérico, analizando sus fuentes inspiradoras, determinando ef alcance del saber de su época, etc. Pero hay algo que est siempre un poco mis ack o més all, irredue- tible a cualquier tipo de consideracién histérica: “El filésofo podria haber nacido siglos antes; se habrfa encontrado con otra filosofia y con otro saber; se hubiera planteado otros problemas; se habia ex- presado con otras férmulas; tal ver, ni un solo capitulo de los «que escribié hubiera sido lo que es; , a pesar de eso, hubiera dicho lo mismo”? Esa intuicién —aclara Bergson— aparece siempre, en pri- mer término, como un impulso negativo, El filésofo sabe primero ‘qué no acepta. Solo a partir de eso, define lo que si acepras y esto po- dng varian, recibir distintas formulaciones, precisiones, correcciones: Jo que no acepta no cambiar nunca. Si varia en sus afirmaciones, esto ser solo por su afin de ajustarse a esa intuicién original: Se abandona a deducie perezosamente las consecuencias, se- si las reglas de una légica rectilinea; pero he aqui que de pronto experimenta, ante su propia afirmacién, el mismo 4| CE Bergson (1993), 5 | hid, p. 123. 7 alcanzar ese contacto, esa intuicibn que no es ni medieval tana ni nada, esa intuicién que se traduce en el “no” al que esté Enidigena sentimiento de imposibilidad que se le habfa presentado, ante la afirmacién ajens. Regresa a sf cuando retorna ala intuicidn. Un fldsofo digno de este nombre no ha dicho ‘munca sino una tinica cosa: ¢ incluso, mds que deciela ver- daderamente, ha intentado deciela. Y no dijo sino wna i ca cosa porgiie no supo mas que un dinico punto: y esto fue ‘menos tina vsidn que un contacto; este contacto provocs tun impulso; este impulso, un movimiento, ¥ si este movi- rmiento —que es una suerte de torbellino de cierea forma particular no resulta visible para nuestros ojos sino por lo {que ha juntado en su camino, no por eso deja de ser menos verdad que podrian haberse levantado ottas polvaredas y que igual el torbellino habra sido el mismo.’ Hablar, pues, de la revuelta eriugeniana supone enfrentar ese torbellino hecho de antiguas ideas, de costumbres y sucesos ya ol- vidados de una época muy lejana, y esperar la suerte de que, en ese encuentro, nos dejemos arrastrar para poder, asi, por un momento, dedicadlo este pequeso libro. 6 | bid, pp. 121-123. II Ex Cigo y LA FILOSOFiA IL Bi. Cito v 14 sitosorin Las artes liberales: los cabellos y las utias de las esclavas Delo poco que sabemos de fie un inmigeante, Nacié en Irlanda y por alguna raz6n emigté a Francia, a la corte de Carlos el Calvo —posiblemente a principios de la década de 840~ ¢ impartié ensefianaa en la escuela del pala- cio real. Quiaé el viaje fe un exilios los vikings devastaron Ilanda durante las primeras décadas del siglo IX. Quiza recibié un Hama- do del mismo Carlos el Calvo o de alguno de sus servidores. Qui- igena, lo més importante es que ‘2h, ambas cosas. Como sea, estas razones, usualmente imaginadas por los historiadores, guardan relacién con la visién que se tenia de su tierra natal en ef siglo IX: un lugar lejano, birbaro y, pese ‘clo, un centro de vigor intelectual. Esta imagen se advierte en los pocos testimonios conservados que se refieren explicitamente a Eritigens.” Como indice de lo primero, basta considerar la for- ‘ma en que sus primeros detractores hablaron de su primer libro: ‘0 de un Irlandés’; y cuando surgié la idea de invitarlo a escribir ese libro, los que lo hicieron pensaron, segin las propias palabras de uno de ellos, recurvir a “aquel Irlandés que esté en el 7 | CE Brennan (1986) El erabajo de Brennan retine todos los testimonies cita- dlosa continuacién a Eniticea, palacio del Rey”. Pero aun Prudencio de Troyes -un amigo de Eridgena que terminé siendo uno de sus detractores~ reconocta 1a fama intelectual de su suelo natal. Cuando en su refutacién del libto de su antiguo amigo se ditige a l, le dice: “A ti, el més agudo de todos los hombres, tinico, Ielanda te ha enviado a las Galias con el fin de que ellas adquirieran ~gracias a tu erudicién- lo que rninguno, salvo td, podrla saber”. Finalmente, algo de los dos as- pectos, lo birbaro y lo erudito, se advierte en las palabras de un Bibliotecario papal griego que, al recibir la primera traduccién del gticgo realizada por Eritigena, dijo estar sorprendido de que “un birbaro varén, arrojado en el fin del mundo, ran alejado ~podria suponerse~ del trato con los hombres cuanto del uso de otra len- ‘gua, pudiera haber caprado con el entendimiento semejantes cosas y haberlas traducido a otra lengua” Hay en todos esos testimonios algo de reconocimiento a rega- fiadientes, disfrazado de ironfa. ;Por qué habfa que ir a buscar ran lejos el saber? (No huelga aclarar aqui que el Prudencio que hablaba del “Irlandés ese” era espartol.) Lo cierto es que el gesto de buscar la cedlucacion en el extranjero-y en las Islas en particular de Carlos el Calvo, que en el afio 843 habia ganado el derecho a la corona contra sus tres hermanos mayores, no significaba sino una prolongacién de una decisién tomada e implementada casi cincuenta afios antes pot su abuelo, Carlomagno, Para llevaela a cabo, éte habia traido aun inglés: Aleuino de York, que prometié hacer del reino de Cat- los una nueva y mejorada Atenas. Fue seguramente Alcuino quien escribié una epistola que llevé la firma de Carlomagno en la que se anunciaba la necesidad de una reforma educativa que, en gran TL Et Crto-vra eosoria medida, decidié la suerte posterior del Occidente medieval. En ella, se ordenaba, con alguna cortesia, que los monjes debian aprender a escribir, Aunque la conducta pueda ser més valiosa que el conoci- ‘miento, deefa la carta, no obstante el conocimiento viene primero. Los monjes tienen buenos pensamientos, correctos pensamientos, pero no saben escribir. Y quién sabe, quiza tampoco tengan buenos pensamientos dado que la torpeza en la expresién muchas veces es clsintoma de una corpeza en el entendimiento, Por lo demés, quien tno maneja las reglas y usos de la expresién, puede comprender correctamente Ia letra eserita por otro? {Qué entiende cuando lee libros? Y, lo més importante, segiin la epistola real, zqué entiende cuando lee ef libro: la Escritura? Aunque la carta, como cualquier documento politico, no dice con exactitud a qué se refire, se indi- caba la necesidad de estudiar lo que una tradicién secular, pagana, llamaba las “artes liberales”.* ‘Ast, directa 0 indirectamente, Alcuino fue uno de los responsa- bles principales de la introduccién de un manual de estudio cuya influencia en la formacién medieval posterior, e incluso renacentis- ta, es indiscutida: Las nupeias de Filologéa y Mercurio de Marciano Capela, Se trata de un extenso manual novelado en nueve libros, de los cuales los primeros dos proveen un marco, una narracién alegéricas los restantes siete libros son tratados cledicados, respec- tivamente, a la gramitica, la dialéctica, la retdrica, la aritmética, la .gcomettfa, la astronomia y la miisica. El manual reunia, cn cierto 8 | CE Contreni (1995: 725-729) y Riché (1999: 71-73) 3 Erwicena, modo, todo el saber disponible, Poder explicarlo significaba haber alcanzado todo ese saber. Y, segtin parece, los que mis cetca esta~ ban de haber logrado eso eran los insulares. Esto patece explicar la densa presencia de ingleses ¢ irlandeses en las cortes carolingias y, sobre todo, en la de Carlos el Calvo, De hecho, una de las primeras cosas que se cree escribié Eritigena son noras dispersas, 0 “glosas", 4 este manual de Capela. Fs posible que antes ~en Irlanda quizé~ hhubiera anotado también algunos pasajes de la Escritura, pero es st dedicacién a Las nupcias alo que se hace referencia en los primeros testimonios que hablan de él,” Al refutar el Libro de la predestina~ «ién, Pradencio, el espafiol, escribe: “Es de creer que fue ese Capela tuyo (pata no mencionara otros) quien te metié en este laberinto a cuya meditacién ~mas que a la verdad del Evangelio—has endereza- do t inteligenci Seria injusto decir que las Gloras al libro de Marciano Capela tienen una estructura argumentativa, Son justamente glosas, es decir, anotaciones varias destinadas a lectores novicios; y abarcan tun gran rango dle observaciones: el significado de tal o cual térmi- no, referencias mitolégicas o filosdficas, precisiones acerca de tal 9 Bsasanotaciones al texto de la Eseritura fueron editadas hace algunos aftos (cf Concreni & O'Néill, 1997), Otros quieren atsbuirle un comentario a la obra de Priciano, el gramatico (ef. Dutcon & Luhtala, 1994), ¥ Piemonte (1996) se esforzé por demostrar que habia enconteado wn comentario del joven Eridgena al evangelio de Mateo. 10 | Prudencio de Troyes, De pracdstinatone conta loaanem Scorum, PL. 115, 12944. 4 TL Ex Canto ¥ 14 einosoria © cual disciplina, ete, Algunas ocupan solo una linea; otras uno 0 dlos prrafos. Ahora bien, el marco alegérico de Las nupcias hace constante alusién a determinadas doctrinas filos6ficas bastante co- rricntcs en la Antigiiedad tardia, época en que seria perfectamente infructuoso pretender hallar una clara distincién entre filosofia, religién y mitologia, tal como parece haber en nuestros dias. Asi, la alegorfa narrada en los dos primeros libros cuenta la historia de tuna boda, Mercutio, dios de la elocuencia y mediador tradicional en Ia relacién entre dioses y hombres, desea casarse; pide consejo a Virtud que le sugiere consultar a Apolo. Esee le propone despo- sar a Filologla. Van todos a pedir el permiso de Jiipiter. Juno, su esposa, esté de actierdo pero hipiter no tanto: el matrimonio con Filologfa, una mortal, podria distraer a Mercurio de sus funciones. Palas entra en escena y aconseja convocar a una asamblea gene- ral en la que participen los demds dioses. La asamblea aprucba la unién y le concede a Filologia carécter divino esto es, la inmor- talidad~ para que pueda concretarse el matrimonio. Tiene lugar entonces, la apoteosis de Filologta y como regalo de bodas le son obsequiadas siete doncellas: las artes liberales ~expuestas en los Aitimos siete libros de la obra. La narracién es clara; el sentido detrds de la alegoria no lo es tanto, Los medievales vieron en Filologia el deseo de la sabiduria y ‘en Mercurio ala elocuencia, Las arts liberales representa la unién de ambos. Eriigena ancepone esta lectura al comienzo mismo de sus glosas: Como Marciano queria escribir acerca de las site disci- plinasliberales, inventé una fibula sobre las “aupeias de 25 ja y Mercurio”, no sin la astucia de un agudisimo in- igenio: Filologi, en realidad, representa el afin dela razén y Mercuri, la fciidad de palabra; como si coincid mismo tiempo —en una suerte de connibio~en las que se deddican alos estudios de la sabiduria.” Con todo, en una segunda lectura, es posible ver en Filologia una imagen del alma humana que, gracias al uso de la readin, man- tiene un vinculo con lo divino. Las glosas de Eritigena presentan el enfoque clisico de los medievales pero, a la vez, ¢s posible adivinar en ellas indices de esa segunda lecrura. En este sentido, Eritigena advierte que el estudio de las artes liberales confiere inmortalidad al alma, Pero esto no significa que no alcancen dicha inmortalidad los seres humanos que, por algunos de los demasiados motivos que impiden acercarse a la cultura, no pueden ejercitarse en ellas. Solo puede pensar de esta manera quien eree que las artes liberales son algo asi como un conocimiento a adquicis, exterior, ajeno al alma humana como ral. La verdad, dice Eritigena en una de sus glosas, es que las artes constituyen la esencia misma del alma. En todo caso, algunos pueden desarrollarlas o cultivarlas mis que otros. Pero in- cluso a aquel que no puede o no quiere hacerlo en absoluto, la sola presencia de ellas en st alma lo vuelve inmortal."® El culkivo de las artes liberales es el cultivo de la raz6ns y la az6n vineula lo humano 11 | Annotasiones in Marciannon, ed Lata, p.3. 12 | Vase al tespecto SuLeceidy be exe708, I, 12, 26 TL Et. Crno via euosorta ‘on lo divino: las leyes divinas comunican el conocimiento de la verdad al intelecto humano por medio de la raz6n."* Se ha indicado que semejante énfisis en el valor del ejercicio de la razén no solo como un medio para acceder a una comprensién de la Escritura, sino como un medio de salvacién, resulta novedoso en el contexto de la cultura carolingia de la época. PPor otra parte las notas de Eriigena destacan la importancia de 1a vireud, obsequio con el que la naturaleza de la razén se ve entique- cida y que supone la libertad del alma humana. En ella, como en un ‘espejo, el alma advierte la dignidad de su naturaleza “a pesar de estar circundada todavia por las nubes de la ignotancia por causa del peca- do original”. "Esta insistencia en los rasgos positivos del ser humano cs también un testimonio de un particular modo de conccbir las cosas. Eritigena no niega la doctrina del pecado original pero, como hharé aftos después, elige concentrar su atencién en aquellas caracte- risticas humanas que, segiin , no han sido aleanzadas por el pecado. Por lo demds, la mencién de la doctrina del pecado original en un conjunto de notas puestas al margen de un libro pagano permite pensar que, al comentar Las nupcias, Eritigena no solo se vefa atrat- do por la posibilidad de acrecentar un saber técnico, el de las diver- sas artes liberales, sino que ademés encontraba en ese libro ciertas verdades universales. Esa atraccién se presenta con mayor profun- dlidad en a glosa eriugeniana al que quie4 sea el pasaje mas solemne 13 | Véase Suunceid ve-rexr0s, 1, 9. 14 | Véase Sexeccids pe rexr05 1, 8, » Ennicnna de Las nupcias Filologfa ariba al cielo de los doses y mira extasiada en derredor, “sabiendo —escribe Capela— que el padre y dios de tanta bray razén escapaba incluso al conocimiento de los dioses y que se regocijaba en un emplieo cielo intelectual”. Filologfa se arrodilla y leva una plegatia ritual. El pasaje muestra bien cual es el ambiente cultural y cl tono enigmético de Las nupeias Inclinada, de rodillas, junto al muro del limite mis externo, yy concentrando toda ka agudeza de la mente, ora largo tiem- po en silencio y, segin el rito de los antiguos, clamando con Ja voz de la mente ciereas palabras de variados ritmos segiin los diferentes pueblos, de desconocido sonido, pronuncia- das con las letasconjuntas y altemnadas, Con esa palabras reverencia a los dioses que presden el ciclo intelectual y a sus ministrosdignos de ser reverenciados por las potestades de la esfera sensible y al universo todo gobernado por la profundidad de padse infinitos invocaa los tres dioses ya los demas que explandecen en el sépcimo dia y n la sépti- ima noche; teza, ademds, a cierta Fuente virgen; tambign ~de acuerdo con los misterios de Platén—a las potestades “una, y dos veces masala’. Si-es cierto, como se afirma, que la obra fte escrita en una época cen la que la proscripci6n de los cultos paganos era casi un hecho, a 15 | De mupsis Philolgice et Mercuri, W, 202. 16 | ford, 202-205. 2 IL. Ex. Casto v1 eivosovia cexpresién “segiin el rito de los antiguos” esconde una honda melan- colia. Advertimos también cierta religiosidad que parece trascender fronteras y lenguas, que el Renacimiento asociar también, como Capela, con los “misterios de Platén’. Bien, a propésito de este pa- saje en el que otros podrfan haber leido una aborrecible deseripcién de un rito pagano, Eriiigena entabla un didlogo entre las culturas pagana y cristiana."” Esa fuente virgen del texto cs, para Eritigena, “a fuente de toda vidas las potestades “una y dos veces mis alld” hacen referencia ala relacién entre cl Padte y el Hijo de la doctrina cristiana. “Una”, el Padre; “dos”, el Hijo; “ms alld”, una misma esencia.'* 7 Esto resulta interesante porque una concepcién comin de la Epoca hacta de las artes liberales una herramienta \iil para la doc- trina cristiana, pero que debfa ser arrebatada a los paganos arran- cAndola de su contexto, purgindola de los ecrores de los paganos, es deci, utilizandolas solo como un saber téenico. Esta comprensién dl saber de los paganos hallaba una ilustracién en un pasaje del Deuteronomio (21, 12): segin Yavé, cuando un judio desea tomar como esposa una esclava pagana debe cortarle los cabellos y las ufias. De la misma manera, habfa dicho san Jerénimo, ef cristiano que quiera utilizar el conocimiento de los paganos ha de pusificarlo de toda impureza para servir a Dios.” Bn las glosas eriugenianas a Ca- 17 | ease Seuscciby De vect0s, I, 5y 7. 18 | Annotationes in Mircianum, 77,8, 19 | CE Apitlas, XI, 13, 2» Enudicena. pela, en cambio, patece haber una posibilidad de didlogo més pro- fundo. Y en esto el papel de la interpretacién alegérica es medular, ‘Muchos antes que él-paganos y cristianos-, y muchos después que Eritigena, practicaron este mécodo que petmite, precisamente, no ‘jar la atencidn en la letra sino en el sentido. (La consciencia de que ese sentido es una construccién © una proyeccién del intéxprete es tuna obscsidn de nuestros dias, ni antigua ni medieval.) Las artes li- berales que estudian el lenguaje y sus reglas permitfan precisamente indagar la letra en busca de algo mis. FI manejo de esta herramienta ‘que son las artes esta a la base de la lectura de ese pasaje en el que aparece descripto un rito pagano y trasluce la intencién de leer el texto con cietrta apertura, actitud que va de la mano con el gesto de ubicar las artes liberales en un marco casi metafisico como consti- tutivas del alma humana, y que acaba por otorgar a la prictica del saber pagano una altisima dignidad.** ‘Al mismo tiempo, una consecuencia directa del aprecio de Eridgena por las artes liberales en sf mismas son las extensas notas dedicadas a las cuestiones propias de cada arte, que buscan explicar doctrinas matematicas, musicales, astronémicas, etc. En esas notas Ia doctrina cristiana no interviene: se analiza el universo y sus pro- cesos naturales como una “obra de la razén’, segtin la expresién del mismo Marciano Capela" (En algunas glosas el acercamiento a la 20 | Brsigena llega « mencionat, en una de ls glosas, la docerina pagana de la ‘ransmigracidn de las almas. Véase al respecto Sauzoci6n x r#xt0s, I 5. 21 | Véase Suuzcerbn pe 1108, I, 1-2, 10, 14, TL Fi. Ciro v 12 sosorta cxplicacién de la naturaleza suena hasta tal punto \tifico” que hay incluso quien afirma que, entre otras cosas, Eritigena desempe- taba en la corte funciones de médico.”?) Una pequefia nota al texto de Capela goza de cierta celebtidad centre los escudiosos de Eriigena porque, ademas de bella, resume muy bien la visién del irlandés: “Nadie entra en el cielo sino por medio de la filosofia’ 22 | CE Conteeni (1990: 270-275), 23 | Véase SeunccrO pe rexros, I, 13. 31

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