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GUIA PRACTICA PARA NOAJIDAS

GUIA PRÁCTICA DE LEYES.COSTUMBRES.NORMAS Y


FESTIVIDADES ACTAS PARA EL NOAJIDA OBSERVANTE
Los Siete Preceptos Universales.
Primer precepto: No idolatría
Prohibido pensar en la posibilidad de que exista una deidad que
no sea Dios, el Uno y Único.
Prohibido hacerse, o mandar a hacer, cualquier imagen con fines
de adorarla.
Prohibido hacer ídolos para uso de otros.
Prohibido hacer cualquier escultura (de las vedadas), aunque no
sean expresamente con fines idolátricos.
Prohibido jurar por cualquier falsa deidad, ni adorarla, ni
ofrendarle cualquier cosa, ni realizar ningún ritual religioso
frente a un ídolo, incluso aunque no sea el acto habitual de
adorarlo.
Prohibido adorar cualquier idolatría de acuerdo a sus ritos
corrientes.
Prohibido sacrificar a los hijos, o hacerlos pasar por el fuego, en
honor al Molej/Moloc.
Prohibido la práctica y consulta de Ov.
Prohibido la práctica y consulta de Idoni.
Prohibido recurrir a cualquier cosa idolátrica, sea de palabra,
pensamiento, acción o cualquier otra cosa que pueda inducir a
apartarse de Dios.
Segundo precepto: No blasfemar
Reconocer la existencia del Eterno.
Reverenciar a Dios.
Rezarle a Dios.
Santificar el Santo Nombre de Dios, incluso a través del martirio.
Prohibido execrar el Santo Nombre de Dios, aunque se llegue al
martirio.
Estudiar las partes permitidas de la Torá.
Honrar a los sabios de la Torá, y respetar a los maestros propios.
Prohibición de maldecir (proferir insultos).
Tercer precepto: No robar
Prohibido hurtar (en secreto).
Prohibido robar (abiertamente).
Prohibido ursurpar.
Prohibido estafar (mentir).
Prohibido negarse a pagar lo que se adeuda.
Prohibido cobrar de más.
Prohibido codiciar.
Prohibido desear lo ajeno.
Permitir al obrero comer de los frutos de su labor, cuando se dan
determinadas condiciones reglamentadas.
Prohibido para el obrero comer de los frutos de su labor, cuando
las condiciones no lo habilitan.
Prohibido para el obrero llevarse los frutos de su labor, cuando
deben ser ingeridas en el lugar de trabajo.
Prohibido secuestrar.
Prohibido usar falsos pesos y medidas.
Prohibido poseer falsos pesos y medidas.
Se debe ser exacto en el uso de pesos y medidas.
El ladrón debe devolver, o pagar por, lo que ha robado.

Cuarto precepto: No asesinar


Prohibido asesinar a cualquier persona (asesinato no es lo mismo
que matar o ajusticiar).

Quinto precepto: No relaciones sexuales ilícitas


Prohibido copular con la madre.
Prohibido copular con la hermana.
Prohibido copular con la esposa del padre.
Prohibido copular con la esposa de otro hombre.
Prohibido copular un hombre con un animal.
Prohibido copular una mujer con un animal.
Prohibido mantener relaciones sexuales homosexuales
masculinas.
Prohibido mantener relaciones sexuales (un hombre con su
padre).
Prohibido mantener relaciones sexuales con el hermano del
padre.
Prohibido ponerse en cualquier situación que pueda derivar en
un acto sexual prohibido.
Séxto precepto: No comer partes de un animal con vida
Prohibido comer partes de un animal que esté con vida.
Prohibido comer partes de un animal que haya sido matado por
otro animal.
Séptimo precepto: Establecer cortes de justicia
Designar jueces y oficiales de justicia en cada una de las
comunidades.
Tratar con igualdad a los litigantes.
Indagar diligentemente en el testimonio de los testigos.
Prohibido proceder maliciosamente contra alguno de los
litigantes.
Prohibido que el juez reciba regalos o sobornos de los litigantes.
Prohibido que el juez honre a uno de los litigantes en juicio.
Prohibido que el juez actúe movido por el temor a uno de los
litigantes.
Prohibido que el juez llevado por su compasión favorezca a un
litigante pobre.
Prohibido que el juez discrimine a un litigante porque sea un
pecador.
Prohibido que el juez, llevado por su debilidad, no imponga las
penas justas y apropiadas.
Prohibido que el juez discrimine contra el extranjero, el
desamparado o el huérfano.
Prohibido que el juez oiga la declaración de uno de los litigantes
en ausencia del otro.
Prohibido designar a un juez con reconocida ignorancia de la ley.
Prohibido incriminar bajo evidencia circunstancial.
Prohibido castigar por delitos cometidos bajo coerción.
La corte es la capacitada para administrar la pena capital.
Prohibido que la ley sea tomada bajo propia mano, vengarse.
Obligación de prestar testimonio en la corte.
Prohibido prestar falso testimonio.
Identidad » Costumbres
La virtúd debe ser una cualidad en la vida de un hijo obediente
de D-os. Un hombre honesto, filantrópico, trabajador.
Claramente esto se debe al apego y obediencia de los 7
preceptos. No por conveniencia o porque le parezcan buenos.
Sino por amor y deseo de agradar a Hashem.*
El complimiento de los 7 preceptos, las buenas costumbres, el
equilibrio de carácter y la comunicación con El Eterno, son el
camino a una vida agradable a Hashem.

Esperamos en este sitio halles herramientas recursos para llegar


a esa vida plena, llena de satisfacción por todas las cosas que D-
os no da.

EL AMOR A LOS SERES HUMANOS


“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vaikrá 19:18). Rabí
Akiva dijo: “Esta es una gran norma de la Torá”. El amor a los
seres humanos no reviste un aspecto meramente emocional, sino
que implica una acción: la ayuda al prójimo, el apoyo al
necesitado, la contribución para los carenciados, las actividades
voluntarias en bien de la sociedad; todo ello requiere una
inversión de tiempo, dinero y esfuerzo. D’s dijo a los Hijos de
Israel: “Hijos, ?qué les pido? Sólo que se amen y respeten
mutuamente” (Tana de Rabí Eliahu Rabá 26).

?En qué consiste dicho respeto? Rabí Eliezer dijo: “Que el honor
de tu prójimo te sea tan importante como el tuyo propio” (Avot
2, 15). En otro sitio dice: “?Quién es respetable? El que respeta a
otras personas” (Avot 4, 1). Para ser respetado hay que respetar,
y la acción de respetar honra a quien la pone en práctica. ?Qué
es, entonces, el “respeto”? Podemos definirlo como la
valoración, los buenos modales, el comportamiento correcto y
tolerante con las posturas del prójimo.
La acción de respetar tiene muchas facetas. Quien acude a una
sinagoga sin kipá, quien entra a una mezquita sin descalzarse a
pesar de que debiera hacerlo, o quien se niega a descubrirse la
cabeza en una iglesia no está respetando un lugar sagrado. Lo
mismo ocurre con quien no respeta las costumbres de otras
comunidades, no manifiesta tolerancia ante las opiniones del
prójimo (judío o no judío) o desprecia a un ser humano por su
origen o por el color de su piel. Nuestros sabios eran conscientes
de esta realidad, y por eso determinaron que se debe ser
cuidadoso inclusive con el honor de los delincuentes y no
burlarse de ellos. Un criminal que ya ha cumplido su condena
merece el mismo respeto que todo ser humano. “Cuando los
contendientes se presenten ante ti, vélos como culpables, y
cuando se marchen vélos como inocentes, pues ya han recibido
su sentencia” (Avot 1, 8).

La actitud ante el goi (no judío)


“El Estado de Israel asegurará una absoluta igualdad de derechos
sociales y políticos a todos sus habitantes, sin distinción de
religión, raza o sexo; garantizará la libertad de culto,
conciencia, idioma, educación y cultura” (de la Declaración de la
Independencia).

Mucho es lo que podemos aprender sobre la actitud de nuestros


sabios ante los no judíos a partir de la historia de Shimon Ben
Shetaj, que comerciaba en lino. Sus discípulos le dijeron: Rabí,
deje eso, le traeremos un asno y no se fatigará tanto. Fueron a
comprarle un asno de un árabe. Cuando Rabí Shimon Ben Shetaj
lo recibió, vio que de su cuello pendía una piedra preciosa y
preguntó a sus discípulos: ?El árabe que se los vendió sabe que
olvidó esta joya? Le respondieron que no, y les dijo: Vayan a
devolver la piedra a su dueno árabe. Los discípulos le dijeron:
Rabí, no se trata de un hurto, en este caso se trata de un
extravío (del árabe) y no es necesario devolverla. Les dijo:
Pensarán que soy codicioso y ladrón.
Este breve relato nos ensena un aspecto importante para
comprender la actitud hacia el no judío. La conducta de Rabí
Shimon Ben Shetaj demuestra que quien no es judío merece un
trato justo y correcto, y el significado del relato es actual en
nuestros días. Solemos analizar la condición de un pueblo o
estado de acuerdo con su actitud hacia los judíos que viven en
él; es obvio que también nosotros, en el Estado de Israel, el
estado judío, somos examinados de acuerdo con nuestra actitud
hacia las minorías no judías que viven con nosotros. Es difícil
exigir una buena conducta del prójimo si nosotros mismos no nos
comportamos de la misma manera. De este relato podemos
aprender que todas las naciones tienen un origen común y que
quienes no son judíos también han sido creados a imagen de D’s.
Para que la gente aprenda a comportarse como corresponde, los
maestros deben mostrar a sus alumnos cómo hacerlo.

La actitud ante el guer (prosélito)


Guer es un no judío que adopta la religión judía. En la historia y
las fuentes del judaísmo se observan dos actitudes ante él. Por
una parte, nuestros sabios dijeron: “Los guerim son bien
queridos, pues en todas partes las Escrituras los consideran
miembros de Israel” (Bamidbar Rabá 8); y por la otra: “Un guer
que se ha convertido se parece a un pequeno recién nacido”
(Yevamot 22, 1). También podemos leer que “quien acerca a un
extranjero y lo convierte al judaísmo es como si lo hubiera
creado”, y “Los guerim son fastidiosos para Israel como la tina”
(Yevamot 47, 2). ?Cómo debemos comportarnos, entonces, con
los guerim: como miembros de Israel o como la tina? El midrash
nos ofrece la respuesta: “D’s no rechaza a ninguna criatura y
acepta a todas. Los portales se abren a toda hora y quien quiera
entrar, que entre” (Pesikta 25). Se dice que “D’s exilió a los
judíos entre todas las naciones para que se les incorporaran
guerim”. Cuando un no judío quiere integrarse al judaísmo
debemos brindarle amor, mostrarle las dificultades y ayudarlo a
incorporarse a nosotros. La Torá nor ordena “amarás al guer”
(Dvarim 10:19) y por eso no debemos recordar a quien se integra
al judaísmo que en el pasado no era judío. Cabe recordar que el
judaísmo no es una religión misionera que trata de difundir su
fe, pero no obstante recibe con los brazos abiertos a quienes
acuden a ella.
?Se puede amar a un guer? Ciertamente sí, si reordamos los
largos anos en que fuimos extranjeros en Egipto.

La actitud ante el prisionero y el enemigo


“No te alegres por la caída de tu enemigo ni se goce tu corazón
cuando se hunda” (Mishlei 24, 17). Estas instrucciones
constituyen la antítesis total de la naturaleza humana, que se
regocija ante la derrota del enemigo. ?Por qué se nos exige,
precisamente en tiempos de guerra, frenar nuestros instintos y
sentimientos? La razón es simple: “a imagen de D’s los creó” a
todos los seres humanos, enemigos y amigos, y una persona no
debe alegrarse por el mal que se abate sobre su prójimo, que
también ha sido creado a semejanza de D’s. Más aún: una
actitud hostil ante el enemigo y el prisionero reforzará el odio y
suscitará guerras. ?Cómo sobreponerse al odio al enemigo?
Podemos saberlo por la leyenda que relata que cuando los Hijos
de Israel cruzaron el Mar Rojo, los ángeles divinos quisieron
entonar cánticos a D’s que había salvado a su pueblo y ahogado a
los enemigos egipcios. D’s dijo entonces a los ángeles: También
los egipcios, enemigos de Israel, son producto de mis manos, ?y
quieren cantar cuando se hunden en el mar? (Sanhedrín 39, 2).
La beneficencia
“Estas son las cosas cuyos frutos consume una persona en este
mundo y que lo mantienen en el mundo por venir: el respeto al
padre y a la madre, las buenas acciones, la asistencia a la
sinagoga para Shajarit y Arvit, la hospitalidad, las visitas a los
enfermos, la contribución para la dote de una novia, sepultar a
un muerto, la lectura de las plegarias, la instauración de la paz
entre un hombre y su prójimo y entre el marido y la esposa; y el
estudio de la Torá vale más que todas ellas” (las bendiciones
matutinas del Sidur).

En este breve fragmento se mencionan varios preceptos entre el


hombre y su prójimo: las buenas acciones, sobre las que se dice
que “el mundo se sostiene sobre tres pilares: la Torá, el culto y
las buenas acciones” (Avot 1, 2). No se trata de un precepto
específicamente definido, sino de ayudar al prójimo
desinteresadamente. La beneficencia constituye una expresión
manifiesta, si bien reducida, de la beneficencia, pues significa
brindar ayuda material al necesitado. Nuestros sabios la
elogiaron diciendo que “la beneficencia equivale a todos los
preceptos” (Baba Batra9, 1), y en Mishlei 10, 2 dice: “la
beneficencia salvará de la muerte”. La beneficencia como
concepción de mundo es un “invento” del judaísmo, difundido en
las culturas occidentales.
Los jasidim relatan: Cierta vez, Rabí Abraham de Trest preguntó
a uno de sus discípulos, que era inmensamente rico y sumamente
avaro, por qué no donaba dinero para beneficencia, y éste le
contestó: Lo haría, pero estoy buscando al pobre que merezca
recibirlo. El Rabí replicó: D’s no ha buscado al hombre
merecedor para darle riquezas, ?y tú buscas al pobre digno de
recibir algo?

Existen varias halajot para dar cumplimiento al precepto de la


beneficencia; la primera de ellas es Matán Beséter (dar en
secreto), destinada a que quien la recibe no sepa quién es el
donante y que éste no pueda vanagloriarse de sus acciones.
Quien da en secreto es un verdadero benefactor que cumple con
el precepto de “no avergonzar al prójimo en público” y debe
donar con alegría y de todo corazón; no se hace beneficencia
forzada y con el corazón contrito. “Shamai decía: Recibe a todos
de buenas maneras. ?Cómo hacerlo? Si alguien obsequia a su
prójimo los mejores bienes del mundo con rostro airado, es como
si no le hubiera dado nada; pero si alguien recibe a su prójimo
con expresión radiante aunque no le hubiera obsequiado nada,
es como si le ofreciera los mejores dones del mundo” (Avot de
Rabí Natán).
Quien hace beneficencia, debe donar de acuerdo con sus
posibilidades y con las necesidades del carenciado sin demorar la
entrega, pues en Mishlei 3, 28 dice: “No digas a tu prójimo
(según Rashi, al pobre): Vete y vuelve, manana te daré si tienes
algo en tu poder”. Es decir, quien hace beneficencia debe dar al
necesitado sin dilaciones ni vacilaciones, para cubrir sus
carencias.

Los jasidim cuentan que una vez llegó un pobre a la casa de Rabí
Menajem Mendl de Rimanov y se quejó de su situación. El justo
sacó de inmediato dinero del bolsillo y se lo dio; el pobre le
agradeció y prosiguió su camino. Rabí Menajem Mendl envió
detrás de él a uno de sus jasidim para que lo hiciera regresar, y
volvió a darle una suma considerable. Cuando los jasidim lo
interrogaron por el sentido de su conducta, les respondió:
Primero oí el triste relato de ese pobre y le di algo para calmar
mi dolor y apaciguar mi ánimo; no lo hice por beneficencia, sino
para mí mismo. Por eso le volví a dar, para cumplir con el precepto de la
beneficencia.nor”. Hallar gracia es adular, reconciliarse.
La hospitalidad
Los sabios solían elogiar la hospitalidad y se detenían en el
cumplimiento de este precepto que forma parte de la
beneficencia: “Recibe a todos con alegría” (Avot 3, 12). Yosi ben
Yojanán de Jerusalem dijo: “Que tu casa esté abierta de par en
par, y que los pobres la visiten con frecuencia” (Avot 1, 5).

?Existe una norma de hospitalidad? Ciertamente que no; cada


uno se comporta de acuerdo con sus posibilidades y con las
necesidades del huésped, pero se debe cuidar de no
avergonzarlo, sino de hacer todo lo posible para que se sienta
honrado y bien recibido. No obstante, tampoco se debe exagerar
en su atención, para que no sienta el deseo de marcharse.

Se cuenta que un hombre hospitalario albergó cierta vez en su


casa a un conocido durante tres días; cuando el huésped estaba
por marcharse, el anfitrión se disculpó por no haberlo atendido
como correspondía. El huésped le respondió: Está bien, cuando
te alojes en mi casa te mostraré cómo se recibe a las visitas.

Pocas semanas después se intercambiaron los papeles: el


huésped fue anfitrión y el anfitrión fue huésped. Para su
sorpresa, no vio ningún preparativo especial en su honor. Cuando
estaba por marcharse, dijo a su anfitrión: ?Cómo es posible? Y
éste le respondió: Cuando estuve en tu casa te comportaste
conmigo como un extrano, y por eso me atendías todo el tiempo;
yo te prometí un tratamiento mejor y te recibí en mi casa como
un miembro de la familia (cuento popular traducido del alemán
por A. Stall).

Al respecto decían los jasidim: “Más de lo que el huésped


necesita un anfitrión, el anfitrión necesita un huésped”. Siempre
debemos recordar que “un huésped que molesta al dueno de
casa es mal visto” (Maséjet Dérej Eretz Zuta 8).
En el Tesoro de Apólogos y Refranes encontramos lo siguiente:

Esta es la norma de un huésped:

El primer día es como una luz radiante,

el segundo día fastidia a los habitantes,

el tercer día se vuelve una carga agobiante,

el cuarto día, si es avispado, huye rampante.

Las visitas a los enfermos


“Quien visita a un enfermo lo ayuda a vivir” (Nedarim 39, 2).
Este precepto se desprende del de la beneficencia. La visita a los
enfermos no reemplaza la atención médica, pero nuestros sabios
comprendieron que casi todas las enfermedades que afectan al
cuerpo implican también factores anímicos, como la sensación
de soledad del enfermo, que padece y que, al estar fuera de su
casa, generalmente se siente aislado y alejado de su familia. Se
cuenta que uno de los discípulos de Rabí Akiva enfermó, y ni los
sabios ni sus companeros fueron a visitarlo. Rabí Akiva fue a su
casa y barrió el piso, sacudió el polvo, limpió la casa y tendió la
cama del enfermo. Este le dijo: “Rabí, me ha hecho revivir”.
Rabí Akiva salió de allí y dijo: “Quien no visita a un enfermo es
como si derramara su sangre”.
En la plegaria Shmone Esre, que el judío pronuncia tres veces al
día, dice: “Cúranos, D’s, y nos curaremos; sálvanos y nos
salvaremos, porque Tú eres nuestra gloria, quien cura y sana
todos nuestros males, heridas y dolores”. Quien así lo desee,
puede anadir aquí una plegaria para que el enfermo acceda a
“toda la curación del cielo, para el alma y el cuerpo” que le
envíe D’s.
La salvación de la vida
Nuestros sabios estipularon: “quien hace perder una sola alma es
como si hubiera hecho perder un mundo entero, y quien salva un
alma es como si hubiera salvado un mundo entero” (Sanedrín 4,
5). La vida del ser humano le ha sido otorgada en custodia por
D’s, y nadie tiene derecho a tomarla. A fin de aclarar la postura
del judaísmo, Maséjet Baba Metzía (62, 1) refiere el siguiente
relato:

Dos personas marchan por una senda y una de ellas lleva un


cántaro con agua. Si los dos beben, ambos morirán porque el
agua no alcanza para los dos; si uno solo bebe, podrá llegar a
una población y el segundo morirá en el camino. Ben Petura, un
sabio de aquellos tiempos, dijo que era preferible que ambos
bebieran y ambos murieran, para que uno no viera la muerte del
otro. Pero Rabí Akiva ensenó: “Que viva tu hermano junto a ti”
(Vaikrá 25, 36): tu vida precede a la de tu amigo. Es decir, se
debe salvar la vida de uno y no dejar que ambos mueran.

Todos debemos salvar a una persona que se halla en peligro; no


podemos desentendernos de alquien que se halla en peligro, y
quien abandona a alguien es como si lo matara.

En muchos casos, para salvar a alguien corre riesgo la propia


vida, se puede perder dinero, causar danos al patrimonio o
afectar la salud. Por ejemplo, si alguien salta a un río vestido y
con la billetera en el bolsillo para salvar a un nino, o quien se
arriesga para salvar a otras personas atrapadas en una casa en
llamas, o un enfermero que es herido mientras socorre a un
soldado en el campo de batalla, sirven de ejemplo de que “quien
salva un alma judía es como si hubiera salvado un mundo
entero”.
La buena vecindad
“Mejor es vecino próximo que hermano alejado” (Mishlei 27, 10).

La buena vecindad no tiene límites. Hay casos de buena vecindad


en los que los vecinos no mantienen relaciones, según la
costumbre norteamericana de que “las buenas cercas hacen a los
buenos vecinos”, y hay otros en los que “un buen vecino debe
hacer más de lo obligatorio, olvidar los danos que pudiere sufrir
y recordar las ventajas” (Midrash Shmuel, Avot 2, 10). Las
relaciones de buena vecindad son necesarias para vivir en paz y
pueden dar testimonio del carácter y la conducta de una
persona, pero no significan “meterse en la vida” del vecino, sino
todo lo contrario. Un buen vecino no entra a cada rato a la casa
de sus vecinos, no interfiere en sus asuntos y no les hace perder
tiempo con conversaciones vanas. Un buen vecino acude en
ayuda cuando es necesario y trata de no producir ruidos
molestos, un estilo de vida ofensivo u otros perjuicios. No cabe
duda de que entrar en minucias y nimiedades superfluas lleva a
rinas y disputas, mientras que las concesiones conducen a la paz.
En Holanda se dice que “quien tiene buenos vecinos puede
dormir tranquilo”.

La preocupación por el débil, el huérfano y la viuda

Una viuda pobre se detuvo junto a la ventana de Rabí Jaim de


Zans para vender manzanas, pero nadie le compraba. Cuando
llegó la tarde y aún no había vendido nada, comenzó a llorar
amargamente. Su llanto llegó a oídos del Rabí, que salió y le
preguntó: “?Qué te pasa?” “El Shabat está por llegar y no he
ganado nada para comprar lo que necesito”. “?Por qué la gente
no compra tus manzanas?” preguntó el rabino. “Dicen que no son
buenas”, se quejó la viuda.

Rabí Jaim se apostó en su lugar y comenzó a vocear: “!Buenas


manzanas! !Vendo buenas manzanas!” Corrió la voz de que el
rabino vendía manzanas, y tanta gente se apresuró a comprarlas
que se agotaron rápidamente. El justo dijo a la viuda: “?Ves? Las
manzanas eran buenas, pero la gente no lo sabía”.
La acción de Rabí Jaim es un ejemplo de preocupación por el
débil, la viuda y el huérfano, que no tienen quién se ocupe de
ellos.”No afijas a la viuda y al huérfano” (Shmot 22, 21); por eso
la comunidad debe ocuparse de cubrir sus carencias.

La sociedad moderna ha creado instituciones y organizaciones


destinadas a ayudar a los más débiles; no cabe duda de que las
más destacadas son Habitúaj Haleumí (el Seguro Social) y Sherut
Hataasuká (el Servicio de Empleos), pero podríamos mencionar
decenas de leyes, enmiendas y decretos destinados a ayudar a
los más débiles, al huérfano y a la viuda: la asignación de
asientos especiales para los discapacitados y ancianos en el
transporte público, la instalación de ascensores especiales para
sillas de ruedas, la construcción de rampas para los
discapacitados, las exenciones impositivas parciales o totales y
muchos otros ejemplos orientados a los mismos fines.
Pero la actividad de las instituciones aún deja lugar para las
personas que desean ayudar a los refugios para mujeres
castigadas, efectuar donaciones a los orfanatos, invitar a una
viuda a la cena festiva, contribuir con instituciones para ciegos o
colaborar con los ninos discapacitados. Las posibilidades son
ilimitadas y todos debemos aportar algo para aliviar al prójimo.

La maledicencia
“La muerte y la vida están en poder de la lengua” (Mishlei 18,
21). La boca pude elevar a una persona o humillarla. La lengua
ha sido comparada con una flecha: si una persona desenvaina
una espada para matar a su prójimo y éste suplica y le ruega
misericordia, el matador potencial se arrepiente y vuelve a
envainar la espada; pero una vez que se dispara una flecha,
aunque se quiera hacerla volver ya no es posible (según Midrash
Shojer Tov 120).
El dano causado por la maledicencia es muy difícil de reparar.
No siempre nos damos cuenta del perjuicio. En la sociedad
moderna se han difundido dos consignas -la libertad de expresión
y el derecho de saber- que a veces son utilizadas para agraviar,
insultar, ofender y calumniar. Si preguntamos a un maledicente
de dónde ha sacado esas expresiones, responderá: “Lo escuché”,
“me dijeron”, “participé en una conversación en la que se
comentó”, “me lo contó un amigo”. En muchos casos, la
maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez
que han sido pronunciadas causan un dano difícil de reparar.

Nuestros sabios decían: “La maledicencia mata a tres: a quien la


emite, a quien la oye sin desmentir al hablante y a quien está
destinada”. Los sabios judíos la denostaron en numerosas
ocasiones. La Torá nos ordena: “No difames a los tuyos” (Vaikrá
19, 15) y el Salmista senaló: “?Quién es el hombre que apetece
la vida, deseoso de días para gozar del bien? Guarda tu lengua
del mal y tus labios de decir mentira; apártate del mal y haz el
bien, busca la paz y anda tras ella” (Tehilim 34, 13-15).

Nuestros sabios dijeron: “Quien se dedica a la maledicencia no


tendrá parte en el mundo por venir” (Pirkei de Rabí Eliezer 53);
“quien se dedica a la maledicencia merece ser lapidado”
(Arajín 15, 2).
Los jasidim preguntaron a su rabino a quién prefería: a quien
desprecia a su prójimo o a quien se alaba a sí mismo. Les
respondió: A quien se alaba. ?Por qué? Porque peca dos veces:
miente y se vanagloria, pero quien desprecia a su prójimo y lo
involucra en su maledicencia peca tres veces: miente, se
vanagloria y se regocija con el oprobio de su prójimo.
La verdad y la mentira
“Aléjate de causas mentirosas” (Shmot 23, 7); “He aquí las cosas
que debéis hacer: decid verdad unos a otros” (Zejaria 8, 15). La
verdad y la mentira se contraponen como el blanco y el negro,
pero Rabí Menajem Mendl de Kotzk dijo: “Para que la verdad
triunfe, se debe sepultar primero a la mentira”.

La verdad constituye uno de los fundamentos de la sociedad, uno


de los valores básicos sin los cuales no puede existir una
sociedad organizada. Veamos algunos ejemplos:

Creemos a nuestros maestros cuando nos ensenan la verdad.

Creemos que nuestran calificaciones responden a criterios


verdaderos.

Creemos que el peso anotado en los envases de los alimentos es


el correcto.

Creemos al vendedor que el precio de un artículo es verdadero y


no exorbitante.

Creemos o queremos creer que es verdad lo que nos dicen las


autoridades del gobierno y del ejército.

Creemos que la justicia es recta y veraz.

Toda nuestra vida se basa en la confianza en el prójimo. Si dicha


confianza tambalea, toda la sociedad se desmorona, porque no
podría subsistir basada en la mentira, sino que debe sustentarse
en la verdad.

Nuestros sabios dijeron: “El castigo de un mentiroso es que no le


crean aunque diga la verdad” (Sanedrín 89, 2).

Todos conocemos desde la infancia el cuento del pastor


mentiroso. El pastor salió a apacentar las ovejas y en son de
broma gritó: !Socorro, el lobo! Los campesinos lo oyeron y
corrieron a ayudarlo, pero vieron que era mentira. El joven
repitió la acción un día tras otro, hasta que una vez realmente
llegó el lobo. Nuevamente comenzó a gritar: !Socorro, socorro!
!El lobo! Pero los campesinos pensaron que mentía nuevamente
para burlarse de ellos y no acudieron en su ayuda. El lobo
comprendió que no había peligro alguno y devoró todo el rebano
(fábula de Esopo). El precio de la mentira fue perder la
confianza de los campesinos; y sin ella, perdió todo el rebano.

Los jasidim de Jabad cuentan que su primer rabino, Rabí Shneur


Zalman de Liady, estudió durante siete anos qué era la verdad,
otros siete anos se dedicó a expulsar la mentira y durante siete
anos más se esforzó por introducir la verdad en su corazón.

La adulación
Nuestros sabios se ocuparon de la adulación al comentar el
encuentro de Yaacov, que volvía a Eretz Israel desde la casa de
Laván, con su hermano Esav. En Bereshit 33, 8 dice: “Dijo Esav:
?Qué pretendes con toda esa caravana que acabo de encontrar?
Es para hallar gracia a ojos de mi se

Nuestros sabios decían de Rabí Yehuda Hanasí, líder del pueblo a


fines del siglo II y principios del siglo III (durante el dominio
romano): “Rabenu viajaba a Roma para anular decretos
perjudiciales, leía la parashá de Yaacov y Esav y no llevaba a
ningún romano consigo (tal como hiciera Yaacov, que no quiso
marchar con Esav). Cierta vez no leyó esa parashá y llevó consigo
a varios romanos. Sólo había llegado a Ako, al principio del
camino, cuando vendió su vestimenta. Rabí Yonatán dijo: Quien
quiere congraciarse y adular al rey o al gobierno y no conoce sus
hábitos y costumbres, que lea esta parashá y aprenda de ella las
tácticas de adulación” (Midrash Lékaj Tov, Vaishlaj, 61).
Los sabios eran conscientes de los peligros de la adulación: “Ama
a quien te reprende (por tur errores y equivocaciones) y odia a
quien te alaba (porque con sus elogios te perjudica, ya que no
corregirás tus errores) (Avot de Rabí Natán 29).
La adulación es una cualidad reprobable porque tergiversa la
verdad y acepta lo prohibido. Cuando se alaba a quien ocupa un
alto cargo por una mala acción, esos elogios constituyen
adulación y ocultamiento de la verdad.

En Mishlei 11, 9 se resume este principio en pocas palabras: “Con


boca aduladora corromperá a su prójimo”. Rabí Eleazar dijo:
“Quien cometa adulación caerá en el infierno” (Sotá 41, 2).

La envidia
Dos casos de envidia relatados en el Tanaj fueron causa de
grandes males. La envidia de Caín por su hermano Abel, porque
D’s había aceptado el sacrificio de Abel pero no el suyo, llevó al
primer asesinato del mundo. Otro caso fue el de la envidia de
Shaúl por David. Después del combate contra los filisteos, en el
que David matara a Goliat, las mujeres cantaban: “Saúl mató a
sus millares y David, a sus decenas de miles” (I Shmuel 18, 7). De
esta manera exaltaban las acciones de David diciendo que eran
mayores que las de Shaúl, y así despertaron la envidia de Shaúl,
que persiguió a David por todas partes y en algunas ocasiones
hasta trató de matarlo.

Cabe recordar también el caso de los hermanos de Yosef, que lo


arrojaron a un pozo. ?Por qué? Porque estaban enojados con él,
no sólo porque los había calumniado ante su padre, sino que
sentían envidia porque su padre Yaacov lo amaba más que a
ellos.

Los jasidim cuentan lo siguiente: Una vez un discípulo preguntó a


su rabino cómo podía explicar la afirmación de los sabios de que
no hay nada que no tenga un lugar en el mundo, si a veces está
todo tan hacinado que no hay lugar. El rabino les respondió: la
razón es simple: cada uno quiere ocupar el lugar de su prójimo.
La envidia es la falta de capacidad de tolerar el éxito de los
demás. El envidioso se caracteriza por los celos, se lamenta por
lo que tiene el otro y desea lo mismo para sí. Un jasid dijo a sus
discípulos: la Torá prohibe la envidia, y gracias a D’s no envidio a
nadie, salvo al judío que viaja a Eretz Israel.

La modestia

“Moisés era un hombre muy modesto, más que hombre alguno


sobre la faz de la tierra” (Bamidbar 12, 3). Los sabios ya nos
habían ensenado que desde Moshe (Rabenu) hasta Moshe (Ben
Maimón) no hubo otro como Moshe. De aquí podemos
comprender la modestia de Rambam: en la carta que enviara a
Rabí Shmuel Ibn Tibón hizo referencia a sus actividades
cotidianas, que iban desde el palacio del sultán de El Cairo (en
donde era médico) hasta su propia casa, en la que lo esperaba
mucha gente: “Desciendo del estrado, me lavo las manos y salgo
a reconciliarlos y apaciguarlos para que accedan a esperarme
hasta que ingiera una comida liviana”. Desde su elevada posición
en la corte real descendía al pueblo sin considerarlo un
deshonor. Por supuesto, Rambam cumplía el principio de los
sabios: “Una persona debe ser tan modesta como Hilel” (Shabat
31, 1).

Una leyenda refiere que dos estudiosos viajaban de una ciudad a


otra; el primero lo hacía en una carreta uncida a un caballo flaco
y débil, y el segundo en un magnnífico carruaje llevado por
cuatro caballos soberbios. Se encontraron a mitad de camino y
después de saludarse y abrazarse, el segundo preguntó: ?Para
qué necesitas cuatro caballos? Este le respondió: Los cuatro
caballos te sacarán de cualquier apuro y no te hundirás en el
lodo o los pantanos. Su amigo replicó: Precisamente por eso
tengo un solo caballo: con un caballo flaco y débil uno se cuida
para no transitar por aquellos lugares por los que tratan de pasar
cuatro.
El orgullo
Los judíos de Fez cuentan que la ciudad, fundada hace 1.200
anos, fue conquistada por el jeque árabe Muhammad al-Doraidi,
que se ensanó con sus habitantes en general y con los judíos en
particular. Pocos anos después, la ciudad fue conquistada por el
rey de Marruecos, que hizo ahorcar al jeque con una estaca
clavada en el vientre. El gentío acudió a la plaza principal para
ver a Doraidi ahorcado como el malvado Hamán, pero el jeque
no perdió un ápice de su orgullo y gritó desde la horca: “Antes
estaba por encima de ustedes, y también ahora lo estoy”. (según
J.Z. Hirshberg, “Historia de los judíos de Africa del Norte”,
Jerusalem 1965, pág. 252).

Las personas orgullosas, altaneras, ufanas son sumamente


negativas. “Rabí Yehuda dijo: Quien se ufana, si es sabio la
sabiduría lo abandona; si es profeta, la profecía se apara de él”
(Pesajim 66, 2).El altanero debe recordar que el niveld el orgullo
al principio es similar al nivel de la vergüenza al final; la
intensidad de la altanería se equipara con la de la derrota.
“Quien se humilla, es elevado por D’s; quien se eleva, es
humillado por D’s” (Eiruvín 13, 2). Rabí Menjaem Mendl de Kotzk
oyó de alguien que había muerto de hambre; se asombró mucho
y preguntó: “?No había nadie que pudiera darle algo para
comer?” Le dijeron: “El orgullo le impidió pedir ayuda”. El justo
dijo: “Si es así, ha muerto de orgullo, y no de hambre”.
La conclusión es sencilla: la distancia entre la modestia y el
orgullo es muy sutil, y uno debe esforzarse en no enorgullecerse
ni enaltecerse, porque “H’ abomina al de corazón altivo”
(Mishlei 16, 8).
La tolerancia
“Los rostros de las personas difieren entre sí, y también sus
opiniones” (Midrash Rabá, Bamidbar 21). Cuando las opiniones no
concuerdan surgen las discrepancias. Debemos construirnos
internamente a partir de las discrepancias, y para ello se
requiere paciencia; para destruir hacen falta el fanatismo y el
extremismo. Siempre que se reúnen diferentes personas surgen
opiniones distintas sobre religión, sociedad, formas de vida,
economía, cultura; sobre casi todos los temas posibles existen
opiniones contrapuestas. En el seno de la familia se dan disensos
y desacuerdos, pero permanecen en el interior del hogar sin salir
al exterior.

Si transformáramos cada discrepancia en una discusión, disputa o


pelea, nuestra vida se convertiría en un combate perpetuo y no
lograríamos persuadir a nadie. La tolerancia es el fundamento y
núcleo de la convivencia fraternal; da lugar a la buena voluntad,
el oído atento y el entendimiento que permiten aclarar las
discrepancias y hallar la solución a los problemas. Los judíos
solían decir que en toda pelea ambas partes son culpables, pues
nadie puede pelear consigo mismo. Pero de la misma manera,
todas las peleas pueden ser resueltas por ambas partes, por
medio de la tolerancia y la comprensión.

La unidad
“No os agrupéis” (Dvarim 14, 1): “No hagáis diversos gruops, sino
uníos todos en uno solo” (Sifri, véase ib.). En nuestros tiempos y
también en el pasado, las sociedades sabían que las polémicas
debilitan y que la unidad fortalece. Basta con recordar un
ejemplo de la historia del Estado de Israel: el 1° de junio de
1967, en vísperas de la Guerra de los Seis Días, se formó el
gobierno de unidad nacional, que representaba a más del 90% de
los habitantes judíos del país. La creación de este gobierno
insufló nuevos ánimos al pueblo, que estaba abatido.
Rápidamente, y gracias a esa acción unificadora, se produjo un
cambio drástico, que tuvo parte considerable en la gran victoria.

Nuestros sabios interpretaron la entrega de la Torá también


como efecto de la unidad. En todo el deambular de los hebreos
dice “viajaron” y “acamparon” en plural, porque tenían
opiniones diferentes. Pero cuando llegaron a Sinai “allí acampó
Israel frente al monte” (Shmot 19, 2). D’s dijo: Puesto que odian
las discrepancias y aman la paz, y han acampado en un solo
lugar, ha llegado el momento de darles la Torá (Midrash Rabá,
Vaikrá 9, 9).

La paz
Tres veces al día, un judío concluye la plegaria de
la Amidá (Shmoné Esré) con la siguiente frase: “Quien hace la
paz en las alturas hará la paz sobre nosotros y sobre todo Israel,
y decid amén”. Rabí Shimon Ben Jalafta solía decir: No hay nada
mejor que la paz, tal como dice en Tehilim 29, 11: “H’ dará
poder a su pueblo, H’ bendecirá a su pueblo con la paz” (Midrash
Rabá, Bamidbar 21).
La paz es una de las máximas aspiraciones del pueblo judío, que
ha padecido tantas guerras y sufrimientos. A lo largo del tiempo,
desde nuestra constitución como nación, la idea de la paz ocupa
el foco de nuestros anhelos. Muchas generaciones se han
educado sobre esa base, y la expectativa de paz sigue siendo la
esperanza de enmienda del mundo. Para el Estado de Israel, que
pasó cinco guerras contra sus enemigos, la paz es la esperanza
más grande y la creencia más firme. El saludo que intercambia la
gente, “shalom”, y la paz de Israel con los países vecinos
concuerdan con la expresión de la plegaria “que sea bueno ante
Ti bendecirnos en todo momento y a toda hora con tu paz, con
gran poder y paz. Bendito sea D’s que bendice a su pueblo con la
paz”.
El respeto a los padres
En una tormentosa noche de invierno, los judíos que salían del
Beit Midrash vieron a su rabino que alisaba la tierra con una
pala, y de inmediato se detuvieron para ayudarlo. Rabí Zondel
vestía un grueso abrigo y no aceptó la ayuda, sino que prosiguió
con su tarea banado en sudor. Cuando le preguntaron por qué
hacía eso en ese momento y por qué no quería recibir ayuda, les
respondió: Por este lugar pasa mi madre cuando va a la sinagoga.
La lluvia y la nieve que cayeron en estos últimos días
estropearon el sendero, y quiero que mi madre pueda
trasladarse con comodidad desde su casa hasta la sinagoga.

Se dice la casa del Rav Kuk era visitada por muchos huéspedes
distinguidos, con los que mantenía largas conversaciones. Cada
vez que su padre o su madre pasaban junto a la mesa, aunque
estuviera acompañado de rabinos importantes, se ponía de pie
hasta que su padre se sentara o saliera de la casa.

El precepto de honrar al padre y a la madre no tiene límites. En


Shmot 20, 12 dice: “Honra a tu padre y a tu madre para que se
prolonguen tus días sobre la tierra que H’ tu D’s te dará”.

Aunque los padres hayan gozado cuidando y criando a sus hijos,


esto no disminuye en nada el deber de los hijos de agradecer a
sus padres ilimitada y desinteresadamente. El deber de honrar a
los padres es absoluto y no deja lugar para ninguna vacilación
sobre qué se debe hacer y qué no; se debe hacer todo.

TOMADO DE MASUAH.ORG
Festividades
Como noajidas no debemos de inventar o copiar ninguna
celebración, mucho menos si esta es de procedencia pagana.
Recordemos que el hombre con la intención de buscar a D-os con
su propio y limitado entendimiento, ha creado una multitud de
religiones que solo lo han alejado de El.

Pero si podemos celebrar junto con nuestros hermanos judios sus


fiestas, nunca intentando apropiarnos nada, pues de esta manera
las convertimos en fiestas huecas, vacías de intención real de
honrar al Rey del Universo, debemos evitar complacer nuestras
propias necesidades humanas de reconocimiento y egoísmo.

Debemos saber en qué consiste cada una de estas celebraciones


y cómo podemos nosotros glorificar a D-os y sus Obras.

Las festividades a las que nos han dado libertad, debemos de


celebrarlas con la familia y amigos, con música y ropa
tradicionales. Y a la hora de los alimentos, glorificar al Eterno
por sus favores.

En general, los Noájidas observantes pueden, pero no están obligados


a conmemorar las festividades judías que de alguna manera se
relacionan con ellos y su misión espiritual. Pero deben tener en
cuenta que las festividades Judías no las debe conmemorar de la
misma manera que se les manda a observar plenamente al pueblo
Judío. Por ejemplo, una Noájida no debe abstenerse de realizar
actividades normales en los días santos Judíos o Shabat, y no debe
realizar esos mandamientos Judíos que sólo son religiosos y no tienen
ningún beneficio práctico para él (por ejemplo, usar las cuatro
especies de plantas durante el Festival de Sucot).
La fiestas Judías que tienen menor relevancia para los Noájidas es
Purim, Sheminí Atzeret / Simjat Torá e Yom Kipur, ya que estas son
específicas para el pueblo Judío. Y el Noájida puede participar sólo
en aquellas que le competen de acuerdo a la Torá. Aclarando que si
quiere participar de estas, lo puede hacer siempre y cuando sea por
placer, dado que no esta obligado a celebrar estas, y si lo hace,
porque la Torá dice y se siente obligado, estaría creando una nueva
religión y por lo tanto estaría transgrediendo.

Por supuesto, la que están conectados con la idolatría no se


deben celebrar. Sin embargo, se le permite la celebración de
actividades seculares y la conmemoración de eventos históricos,
aunque impliquen una comida festiva, estas son permisibles para los
Noájidas. Por ejemplo, el Día de la Independencia de su país, los días
de acción de gracias al Santo bendito Es, los días nacionales de
oración al Uno y Único, y todas aquellas que estén relacionadas con
el fortalecimiento de alguno de los preceptos universales, tales
como honrar a los padres, esto es el día de la Madre y el día del
Padres, etcétera.

En Resumen

La bendita Torá nos transmite lo que es la Voluntad de D-s, y el modo


en el que Él determinó que debamos vivir los seres humanos - pues Él
fue Quien nos creó. “Propuestas” de vida habrá siempre. Incluso,
para algunos será más difícil obedecer cierto precepto que para
otros. La bendita Torá, sin embargo y como ya expresó, no mutará
por lo que prefieran las personas. Y quienes se mantengas junto a la
Ley, contarán con la Asistencia de Quien nos dio la vida y sus
desafíos: “Quien busca la Pureza, es asistido por el Cielo” (Iomá 38:).

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