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seria y ofrecer un desenlace posible es el gran resorte del capitalismo, En 2015, solo Ta plataforma de videos ornogrificos PornHub fue visitada 4392486580 ho- ras, 0 sea dos veces y media el tiempo que el Homo sapiens lleva sobre la Tierra. Hasta la obsesién de esta €poca por la sexualidad y su derroche de pornografia hacen manifiesta la necesidad de comunidad en el ex- ‘tremo mismo de su privacién, Cuando Milton Fried- ‘man dice que «el mercado es un mecanismo magico ‘que permite unir cotidianamente a millones de indi- Viduos sin que necesiten amarse, ni siquiera hablar- se», describe el resultado ocultando el proceso que ha ‘conducido a tantas personas al mercado, ese mediante cel cual el mercado las sujeta, y que no es solo el ham- bre, la amenaza o el afin de lucro. Friedman se ahorra también confesar las devastaciones de toda naturaleza que permiten establecer algo asi como «un mercado» presentarlo como natural. Lo mismo ocurre cuando un marxista pontifica: «La enfermedad, la muerte, las penas de amor y los imbéciles persistiran después del capitalismo. Lo que no existird ya serd esa paradéjica pobreza masiva que acarrea la produccién abstracta de riquezas. Ya no volveremos a ver un sistema fetichis- ta auténomo ni una forma social dogmética» (Robert Kurz). La cuestién del comunismo se plantea, en cada una de nuestras existencias infimas y tinicas, también 40 1 partir de lo que nos pone enfermos. A partir de lo que nos hace morir a fuego lento. A partir de nuestros fracasos amorosos. A partir de eso que nos vuelve has- ta tal punto extranjeros los unos alos otros que, a guisa de explicacién de todas las desgracias del mundo, nos complacemos con la estitpida idea de que «la gente es imbécib». Negarse a ver esto equivale a llevar nuestra insensibilidad en bandolera. Algo que se ajusta bien al tipo de virilidad macilenta y miope requerida para convertirse en economista, ‘Aeesto los marxistas, o al menos muchos de ellos, afiaden una cierta cobardia ante los menores proble- ‘mas de la vida, que era ya la marca del Barbudo. Los, hay incluso que organizan coloquios sobre la «idea del comunismo» que parecen hechos a propésito para que el comunismo se quede en una idea y no se moleste demasiado en entrar en la vida. Por no mencionar los conventiculos en los que se pretende decretar quién es y quign no es «comunista». Con la quiebra de la socialdemocracia europea frente ala Primera Guerra Mundial, Lenin decide remodelar cl escaparate del viejo socialismo decrépito pintindole ‘encima la bonita palabra «comunismo». Entonces la toma prestada, cémicamente, de los anarquistas, que entretanto la habia convertido en su estandarte. Esta ut piedad y apego no se dejan distinguir.

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