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UN CRIMEN PROVISIONAL 23h 2 gecmén fis, ARZUBIDE 1 AEN qué posicién estaba el cadéver cuando usted penetré en el aposento? No, sefior, yo soy inocente... —eor qué no dié usted aviso inmediato del crimen? —H sefior me dijo que no estaba para nadie... ~—qesde cusindo conoce usted al interfecto? —Ayer mismo entré 2 prestar mis servicios. El Detective hacia estas investigaciones arqueando la ceja derecha como tun anzuelo psicolégico, y lo hundia en la mirada sumisa de su interlocutor, quetiendo desmantelar la sombra de! ctimen. ¢Cuiintos atios lieva usted de servir en esta casa? —pregunté de nuevo el Detective al sirviente préximo. j Un silencio protongado y sospechoso embrujé el ambiente infestado de Preguntas suspicaces y de evasivas comprometedoras, envolviendo a los ci. i ‘cunstantes en un capuchén inpenctrable de elucubraciones... : —eCuiinuos afios leva usted de servit en esta casa? —intetrogé con més entereza el Detective. El siviente, como si le hubiesen pinchado el timbte de alarma o el botén de su mecanismo, entreg6, sin pronunciar una sola palabra, esta tarjeta: DR. FRANCOIS BUCHON de la Facultad de Parts = dlsto qué significa y qué aclara? —inquitié violento el Detective. El sitviente persistia en su actitud idéntica, contemplindolo con una mic tada ausente, —Conteste usted, expliquese. . El ujier intertogado con anretioridad balbuceé unas cuantas stlabas, ininceligibles por la brusca interrupci6n del Detective que, llevandose a los labios ct bast6n complicado como wna varita magica, le imponta callar. —iConteste usted. Expliquese. O se le considerata culpable! —insisié el Detective, queriendo remover con el remolino de sus intetrogaciones, los Pensamientos de aquel hombre pettificado de ignotancia, sostenido, tin. 239, ee |

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