Você está na página 1de 16
11.5.3. 5.P. | BIBLIOTECA LOS VALORES EN LA PRACTICA DEL TRABAJO SOCIAL Damian Salcedo Megales (Comp.) NARCEA, S.A. DE EDICIONES CUADERNOS ANDALUCES DE BIENESTAR SOCIAL Queda rigurosamente prahibida sin autorizaciin escrita de los dtulares del ‘Coppright, bajo Jas sanciones establecidas en las leyes, la repraducciin total o parcial de esta abra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informdtico, y la distribucidn de efemplares de ella mediante alguiler o préstamo publico. Titulos originales; N. Biechal, “Changing Practice: Participation, Rights and Community Care” (1993). M. C, Calder, Id Protection: Balancing Paternalism and Partnership” (1995), P. Spicker, “Social Work and Self-Determination” (1990), P. Hardiker, et. al., “The Social Policy Contexts of Prevention in Child Care” (1991). D, Howe, “Modemity, Postmodernity and Social Work” (1994) NASW, “Code of Ethics” (1997), @ de 1990, 1991, 1993, 1994 y 1995, by Oxford University Press @ de 1997 by NASW, Traduccién de 1990, 1991, 1993, 1994 y 1995: Juana M®. Acufia Cueva. Revisidn técnica de la traduccion: Damian Salcedo. Traduccién de 1997: Damian Salcedo. © NARCEA, 8. A. DE EDICIONES y Cuadernos Andaluces de Bienestar Social Dr. Federico Rubio y Gali, 9. 28039 Madrid E-mail: narceag@infomet.es Internet: bitp:!/www.narceaediciones.es TS.B.N.: 84-279-1272-3 Depdésito legal: M. 18.081-1999 Impreso en Espafia. Printed in Spain Imprime LAVEL. Pol. Los Llanos, CY Gran Canaria, 12. 28970 Humanes (Madrid) AUTORES La Asociacicién Nacional de Trabajadores Sociales Estadounidenses (NASW), es la organizacién profesional de trabajadores sociales mayor del mundo, contande con 155.000 colegiados en Estados Unidos, Puerto Puico, las Islas Virgenes y ottos territories. Dicha asociacién sé constituyé en 1955 a par- tir de varias asociaciones profesionales que ya existian. Proclama entre sus obje- tivos: la defensa y unidad de la profésion, el desarrollo del ejercicio profesional ¥ la promocién de politicas sociales adecuadas. Nina Biehal es investigadora de la Universidad de Leeds, Participd en el proyecto del equipo de «Social Wirk In Partnership» de la Universidad de Brad- ford. Ademis, ha ejercido como trabajadora social. Ha colaborado en Empower- ment, Assessment, Care Management and the Skilled Worker (The Stationery Office Agencies, 1993), Moving On (The Stationery Office Agencies, 1995) y Going Missing (John Wiley and sons, 1998), Martin C. Calder ex actualmente el Coordinador de la Proteccién del Menor en el Departamento de Servicios Sociales de Salford. Titulade como Tia- bajador Social por la Universidad de Bradford en 1985, obtavo el Diploma in Child Protection en la Universidad de Lancaster, que mas tarde convertiria en un Master en Proteceién del Menor, al investigar sobre los malos tratos desde una perspectiva ecolégica internacional. Ha publicado varios articulos sobre el desarrollo de los grupos fundamentales en el campo de la proteccién del menor, ademas de colaborar con la Association of Psicological Therapy Conference sobre los abusos al menor (en la Universidad de York) y en el primer Congte- §o Nacional sobre los Abusos al Menor ¥ Abandono (First National Congress on Child Abuse and Neglect) en la Universidad de Leicester. Ha publicade jine- niles and Children Who Sexually Abused: A Guide to Risk Assessment (Russell House, 1997) y (con J. Howarth) Working for Children on the Child Protection Register (Arena, 1998) Dawid Howe es profesor en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de East Angha, Norwich; es autor de muchos libros entre los que se incluye An Introduction. ta Social Work Theory (Wilwood House, 1987), The Consumers’ Miew © narcea, s.a. de ediciones/cabs INTRODUCCION Damian SaLcepo MEGALES FALORES DEL TRABAJO SOCIAL: AUTONOMIA, BIENESTAR Y VALORES SOCIALES Las profesiones reclaman la tonfianza de la sociedad pro- clamando un compromiso publico con dos valores fundamen- tales: autonomia y bienestar de sus clientes. Este ultimo es quizas el mas facil de especificar por cuanto se trata inicialmente de un compromiso que cualquier actividad profesional que se desa- rrolla en la sociedad y para la sociedad presume como ineludi- ble: poner toda la competencia especializada que pueda ofrecer en su especialidad al servicio de los intereses de sus clientes. En cambio, su compromiso con la autonomia es siempre mas complicado de definir. La profesion se compromete a dar el mejor servicio que le sea posible a los intereses de sus clientes, pero solo dentro de los limites que establezcan esos intereses y nunca dando prioridad a los de otras partes, ya sean sociales, profesionales o individuales. Sdlo de este modo las personas buscaran a los profesionales con la confianza de que les ayuda- ran a resolver sus problemas y con la seguridad de que,a la hora de resolverlos, no se las utilizara para lograr otros fines que no sean los de su propia atencién. En muchas profesiones mante- ner ambos compromisos es relativamente facil. Pero en otras, no tanto, Especialmente dificil lo es para el Trabajo Social. Las razones de esta dificultad parecen hallarse en la propia naturaleza de la actividad profesional del Trabajo Social. La oferta del mejor servicio posible a una persona que por cierto tipo de prejuicios rechaza una prestacién, es incompatible con © narcea, s.a. de ediciones/cabs 16 DAMIMIN SALCEDO el respeto a su decision de rechazarla. O se le da el mejor ser- vicio «persuadiéndola» de sus ventajas y asi limitando su capa- cidad de decidir, 0 se acepta su erronea valoracion de la pres- tacién y se le da un servicio peor del que pudiera darsele. El conjlicto entre la consecucién del bienestar y ef respeto de la autonomia esta tan generalizado en la practica profesional del Trabajo Social que practicamente se lo encuentra en casi todas las deci- siones que los trabajadores sociales tienen que tomar, aun cuando parezcan una simple cuestién de elegir «técnicamen- te» entre dos tipos alternativos de actuacién. En ello, por lo demas, se encuentra probablemente el origen de la existencia desde los inicios de la profesion de dos tipos de ética profesio- nal que tratan de regular cualquier clase de conducta, matcan- do caracteristicamente el entendimiento de las responsabilida- des profesionales. En los variados modelos de practica profesional se en- cuentran —a veces de una manera oculta, a veces explicita— los dos tipos de ética que, aunque no sea una terminologia que a primera vista aclare mucho, a mi me gusta Iamar ética profe- sional centrada en el cliente y ética profesional centrada en el trabaja- dor social. En otra parte me he referido a ellos con una termi- nologia mas expresiva como «ética antipaternalistay y sética paternalista» respectivamente. La ética profesional centrada en el cliente o ética antipater- nalista considera que el principio moral basico que ha de regu- lar la actividad profesional ha de ser el de respeto a la autono- mia del cliente, De forma que cuando el trabajador social tuviera que elegir entre una actuacién que promoviese el bie- nestar de su cliente y otra que respetase sus decisiones, sdlo seria profesionalmente correcto dar prioridad a las decisiones de este Gltimo. Segin esto, el profesional como regla general nunca esta autorizado a imponer su juicio al cliente. La adop- cion de este principio tiene muchas consecuencias con rela- cién a la interpretacién de los fines de la profesidn y al modo de entender incluso las responsabilidades mas rutinarias que han de cumplir los trabajadores sociales. Pero me basta sefialar que el perfil profesional que hace emerger es el de profesiona- les que desconfian de los discursos «cientifistas» 0 «tecnocrati- cose; que reniegan de la funcién de control social que muchas © narcea, s.a. de ediciones/cabs INTRODUCCHN J 17 veces las instituciones les obligan a realizar sobre sus clientes; que creen que han de mantener relaciones emocionalmente calidas e igualirarias con sus clientes, y que lo mejor que pue- den hacer por sus clientes es ayudarles a adquirir una mejor comprension de si mismos y de su medio social. Por su parte, la ética centrada en el trabajador social © ética paternalista considera que los clientes se acercan a los profe- sionales para recibir un servicio —no para ver respetada su autonomia— y que la obligacién del trabajador social consis- te en darles el mejor servicio posible. Ponen asi en el centro de su actividad un principio de eficiencia que les autoriza a defi- nir los objetivos y actuaciones profesionales, independiente- mente de si son los que el cliente juzga como los que mis le interesan. Son, entonces, profesionales que se presentan como personas competentes y hacen sentir a sus clientes que estan en buenas manos; que conocen bien los métodos para realizar una interyencin eficaz, y que, si lo juzgan necesario, pueden sdirigirlos» por el camino que consideren mas eficaz hacia las metas que ellos establezcan. Entienden, que los fines de su pro- fesi6n son los de mejorar la capacidad de sus clientes para resolver sus problemas e integrarse en su medio social. Si para lograrlo deben dejar de respetar la autonomia de sus clientes y emprender intervenciones paternalistas, el principio de efi- ciencia les autoriza a ello. Las discusiones entre los seguidores de estos dos modelos de ética profesional invaden casi todos los terrenos sobre los que el Trabajo Social ha producido literatura y el entendi- miento entre ellos no es previsible que se logre. Pero, al menos, se puede decir que tal confrontacién sostenida a lo largo del uempo ha ido procurando una comprensién cada vez mis refi- nada de las responsabilidades profesionales de los trabajadores sociales hacia sus clientes. No se puede decir lo mismo de otro ambito de responsabilidades que aun cuando hayan sido reco- nocidas por la profesién, ésta ha parecido tener una cierta repugnancia a tratar, Me refiero a las responsabilidades publi- cas de la profesion, Los codigos de ética profesional suelen admitirlas: responsabilidades hacia terceros, hacia las institucio- nes que emplean a los profesionales, responsabilidades sobre el bienestar y la justicia sociales. Proclamar que la profesién tiene © naroea, s.a, de ediciones/cabs 18 f DAMIAN SALCEDO un compromiso con la justicia social es mas atractivo que pro- clamar un compromiso con las exigencias que imponen las instituciones sociales dentro de las que se ejerce la profesion. Mientras que lo primero constituye un motivo de orgullo pro- fesional, lo segundo parece muchas veces causa de vergiienza pablica. Sobre todo cuando se considera que el Estado y sus instituciones no hacen todo lo que deberian hacer o seria justo que hiciesen por los miembros de la sociedad que viven una vida de indigencia material y psicolégica. La profesién ha tra- tado siempre de definir su identidad de forma independiente del Estado y de sus instituciones. Pero muchos autores han considerado que tal cosa era absurda para una profesion que ha dependido y depende como ninguna otra de las instituciones del Estado de Bienestar. Asi han intentado encontrar la identi- dad en el espacio de las responsabilidades que la sociedad tiene hacia sus miembros, y defienden que su actividad consiste en cumplir y desarrollar esas responsabilidades, ya sea realizando les deberes que se adquieren cuando se forma parte de una institucion social, ya sea tratando de mejorar la definicién de tales deberes 0, también, denunciando ante Ja sociedad las insu- ficiencias € injusticias de esas instituciones. Sea cual sea la concepcién que creamos mas correcta, lo que de la confrontacion entre esas dos concepciones de la identidad profesional parece seguirse con claridad es que, ade- mis de los valores de autonomia y bienestar que la profesion proclama que forman la espina dorsal de su actividad, hay un conjunto de valores que mas 0 menos a regafiadientes la pro- fesisn también contiene y realiza. Son éstos, pues, valores sociales en un senudo genérico que adquieren un perfil con- creto en las politicas sociales, las instituciones sociales y los programas especificos; que cambian conforme cambian este conjunto de politicas, instituciones y programas; y que muchas veces no son coherentes y otras son ciertamente contrarios a los valores basicos con los que los trabajadores sociales se sien- ten comprometidos. En cualquier caso, siempre dan forma al modo en que los profesionales pueden prestar los servicios a sus clientes. En los capitulos que siguen tratamos de ofrecer una visi6n actualizada de como se discute la relevancia de todos estos valores para la practica de la profesion, ofreciendo enfoques © narcea, s.a. de ediciones/cabs INTRODUCCION 119 sobre aspectos particulares, con un hilo argumental que a con- tinuacion intentamos exponer. VALOR BASICO DEL RESPETO A LA AUTONOMIA DEL CLIENTE Y SUS LIMITES El trabajo de Nina Biehal, Cambios en la préctica: participa- adn, derechos y servicio social comunitario es un buen ejemplo del modo en que se argumenta en la actualidad una éfica profesio- nal centrada en el cliente. Encontramos en él los valores tradicio— nales que sustenta esta ética: el principio basico del Tespeto a la autonomia de los clientes; la identificacion de éste principio con el més genérico y fundamental de respeto por las perso- nas; y, sobre todo, el entendimiento de que la funcién del prin- cipio de autodeterminacion en la prictica del Trabajo Social consiste en fijar los limites a lo que los profesionales pueden hacer. con el cliente: respetar, cuidar y tutelar su libertad de decisién, pero nunca interferir, manipular o coaccionar, O, dicho de otro modo, que los clientes tienen un derecho moral a Ja autodeterminacién. Entendido el principio de autodeter- minacion de este modo, este tipo de ética siempre ha insistido en que el reconocimiento de tal derecho obligaba a que la profesién reconociese asimismo el derecho del cliente ala par- Ucipacion en el proceso de ayuda del Trabajo Social: y, por esta razon, los adeptos de la ética centrada en el cliente siempre han tendido a seleccionar modelos de practica profesional que pusieran en el centro métodos de interrelacién con el cliente que admitiesen la colaboracién como iguales entre el profe- sional y el cliente. La novedad con la que este tipo de ética se presenta en la actualidad consiste en entender la autodeterminacién de los clientes como un derecho que tienen en tanto que ciudada- nos. Ahora bien, tal derecho se quedaria vacio de contenido si no se concretase como un derecho de los ciudadanos a parti- cipar en las actividades del servicio. Ademas, y de forma muy substantiva, se lo considera fuente de deberes especificos: los profesionales en tanto que tales tienen el deber de proceder, en © parcea, sa de ediciones/cabs 20 / DAMIAN SALCEDO todo momento y en cada una de sus actuaciones, como una parte de un grupo amplio de decision (del que pueden llegar a forma parte no sélo el cliente, sino también sus familiares, cuidadores, los miembros de la red social de apoyo, etc.) y den- tro del cual su competencia profesional no les autoriza a adop- tar decisiones al margen de los otras miembros. $i lo hicieran, desde el punto de vista profesional, no estarian cumpliendo con las responsabilidades que tienen hacia sus clientes en cuanto ciudadanos; y, desde un punto de vista moral, no esta- rian respetandolos como personas. La autora hubiera podido limitarse a la exposicion y defensa de los valores profesionales con la esperanza de ser lo suficientemente persuasiva como para convencer a sus colegas de que los adoptasen. Hubiera podido haber silenciado las difi- cultades que se encuentran a la hora de ponerlos en practica y los retos que representan para la actividad profesional diaria- Hubiera podido, por otra parte, elegir un ambito de los servi- cios sociales que favoreciera su defensa, Sin embargo, ha teni- do la valentia de no hacer nada de esto. Para empezar, se ha limitado a un ambito de actuacién en el que las éticas centradas en el trabajador social han prospera- do facilmente: el ambito del Trabajo Social con ancianos en el que es mas facil justificar las actuaciones profesionales paterna- listas, porque los ancianos muchas veces no entienden, no son capaces de tomar decisiones, tienen limitaciones fisicas o men- tales, dependen mucho de la voluntad de sus familiares, etc. Es, pucs, un ambito en el que el principio moral basico del respe- to a la autonomia —y toda la constelacion de deberes profe- sionales que de él se derivan— pueden ponerse bajo la condi- cién de que se cumpla una fimalidad superior consistente en lograr ciertos objetivos de bienestar para los clientes, los cuales serian definidos por los profesionales. Ademas, se trata de un ambito en el que es habitual adquirir rutinas de actuacion que sirvan tanto para facilitar la actividad profesional como para detender a los propios profesionales de la presion que imponen la incertidumbre y el riesgo a la hora de tomar decisiones. Nina Biehal se enfrenta a este desafio analizando el mado en que se debe establecer la colaboraciOn entre profesional y cliente en las tres etapas del proceso de ayuda: definicién de necesidades, evaluacién de actuaciones alterna ® aarcea, s.a. de ediciones/cabs INTROBUCCION F 21 de decisiones, En dichas etapas lo esencial es el papel que debe jugar el cliente para que no vea menoscabado su derecho como ciudadano a la autodeterminacién. La autora precave contra las rutinas profesionales; por ejemplo, no se debe buscar la participacion del cliente sdlo para lo que ya previamente ha determinado el profesional. © bien, en contra de un innecesa- ro sentimiento de inseguridad profesional que a veces se tiene cuando se cede el poder de decision al cliente. © bien, en con- tra de la idea de que todo lo que el trabajador social sabe sobre el stema ancianos» —que esta fundando sus percepciones, eva- luaciones y actuaciones— es también sabido por el anciano; que, por saber mis sobre el «problema ancianos», esto le auto- riza a tener la ultima palabra. Por el contrario, la maxima que debe regir su conducta profesional es: «Negociese siempre como un igual». El seguimiento a rajatabla de tal mixima implica estar atento continuamente al modo en que se actiia y estar dispuesto a ejercer la critica sobre ello. A esto anima la autora, incluso a aquéllos que aun convencidos del valor que tiene la autonomia y la participacién, luego no parecen capa- ces de vincularlos a su prictica. Por ello, quizis la seccién mas notable de su trabajo sea la dedicada a reconocer los limites con los que se topa este tipo de ética. La autora establece una divisién entre algunos tipos de limites que puede encontrar la voluntad de establecer practi- cas participativas y de negociacién. Unos provienen de las acti- tudes de los profesionales y de los clientes; otros, del contexto institucional del ejercicio de la profesion. Pero parece mas interesante sefialar otra distincién —que atraviesa esa parti- cién— entre obsticulos salvables e insalvables, Se sefiala asi, por ejemplo, que los trabajadores sociales muchas veces no quieren que los clientes les digan «lo que tienen que hacer»: mientras que por su parte los clientes no tienen una concien- cia clara de que estan en un servicio que no se les presta por caridad, sino al que tienen derecho. Este conjunto de actitudes puede desembocar naturalmente en una practica colaboradora sdlo en sus formas, pero privada de cualquier realidad que mereciera tal nombre. Por dificil que pueda resultar cambiar esas actitudes tanto en los profesionales como en los clientes, no parece impensable que tal cosa se pudiera terminar consi- guiendo. Diferente es el caso cuando de lo que se trata es de © narcea, s.a. de ediciones/eabs 22) DAMIAN SALCEDO decidir sobre la competencia que tiene un anciano para tomar sus propias decisiones. Aqui los obstaculos a la participacion puede que sean insalvables y las éticas centradas en el trabaja- dor social tienen razén en sefialar que las actuaciones paterna- listas estan justificadas, puesto que de lo contraria no se podria prestar una ayuda real a esa persona. Otro ejemplo de obsticulo es el que representa el men- cionado contexto institucional de la practica de la profesién. Por ejemplo, la rutinizacién burocratica puede vaciar de con- tenido real a cualquier practica de colaboracién y negociacion. Mientras que con un poco de esfuerzo se pueden vencer las inercias que impone el trabajo dentro de las instituciones, no parecen igualmente vencibles los limites que imponen las directrices politicas e institucionales. Estas obstaculizan la par- ticipacién y la adopcién compartida de decisiones, ya sea limi- tando los derechos juridicos de acceso a los recursos sociales, ya sea simplemente no proveyendo de recursos para ciertas necesidades. Por m4s que el trabajador social y su cliente le- garan a un acuerdo sobre el objetivo de que la politica social © las instituciones tendrian que hacer mejores ofertas, seria dificil que pudiera ser un ambito sobre el cual ellos pudieran adoptar decisiones. Aqui el trabajador social -como sefiala Nina Biehal- lo mas que puede hacer es representar los valo- res sociales que encarna la institucién ante su cliente, al mismo tiempo que como miembro de la profesién trata de persnadir ala sociedad y a sus representantes para que efectuen los cam- bios necesarios. Su compromiso con los valores sociales le exige ambas cosas. DIFICIL EQUILIBRIO ENTRE LOS VALORES DE AUTONOMIA Y DE BIENESTAR En el articulo La proteccidn del menor. El equilibrio entre paternalismo y colaboractén, Martin C. Calder se ha enfrentado al mismo reto que N. Biehal: la defensa de una ética profe- sional centrada en el cliente frente a las limitaciones que le impone un cierto contexto de ejercicio profesional, Pero ha © narcea, 9.4. de ediciones/cabs INTRODUCCHN 25 elegido para la realizacién de tal defensa un 4mbito atin mas hostil, puesto que, en el ambito de la proteccién del menor se concentran las justificaciones en principio mas entendi- bles de las actuaciones paternalistas. Cuando estan en juego los objetivos de bienestar de un menor, no solo hay buenas razones profesionales para no atender la autonomia de aque- llos que los ponen en peligro, sino que ademas tanto los valores sociales como los institucionales —e, incluso los per- sonales— empujan y avalan el que asi se haga. Calder no pretende que en nombre del respeto del derecho de autode- terminacion de los ciudadanos todos esos valores que justi- fican las actuaciones paternalistas sean excluidos como ilegi- timos del ambito de la proteccion del menor. Lo que mas bien propone es que se analicen los procedimientos, las prac- ticas y las actuaciones para ver si todo lo que se requiere para proteger alos menores consiste en realizar las intervenciones coactivas que vienen respaldadas por esos valores. O si, por el contrario, se puede introducir otro conjunto de procedi- muentos, practicas y actuaciones que fomenten la participa- cién, la colaboracién y la negociacion con las familias respe- tando de ese moda las exigencias del principio de autono- Tila. Calder naturalmente cree que tal posibilidad existe; que es una exigencia que introduce la Children Act del 89; pero que ademas es una necesidad. En este sentido, el autor expre- sa su conviccién de que un gran nimero de tracasos del Tra- bajo Social en su intento de proteger el bienestar de los menores se deben precisamente al abuso de las intervencio- nes coactivas que tienden a disminuir el sentido de dignidad y responsabilidad de familias que normalmente ya suelen estar sufriendo por otras razones. Por este motivo, defiende la necesidad de la introduccién de procedimientos de partici- pacién, colaboraci6n y megociacién con las familias y los menores a fin de que se pueda devolver a todos ellos el sen- tido de la responsabilidad necesario para evitar el fracaso. Mientras que muchas veces seguira siendo necesario realizar actuaciones coactivas para proteger a los menores en riesgo, esta necesidad no anula la necesidad de que en otras actua- ciones 0, incluso, dentro de las coactivas, en algin momento del proceso de intervencién se intente lograr acuerdos de © narcea, sa, de ediciones/calbs 24) DAMIAN SALCEDO colaboracién para la proteccién de los menores. No se trata de establecer una linea divisoria absoluta entre aquellos casos que deban ser tratados de forma paternalista y aquéllos en los que la autonomia pueda ser respetada; mas bien se trata de no equivocarse en el juicio que hagamos a la hora de equilibrar paternalismo y colaboracién. Dicho juicio habra de hacerse caso a caso y, dentro de cada caso, en cada una de las etapas de la intervencién. Calder —como también hace Biehal— salpica su articu- lo de observaciones dirigidas a precaver a los trabajadores sociales contra los prejuicios, las rutinas y las incoherencias, a animarles a que analicen criticamente su prictica, y a que hagan un esfuerzo para vincular sus actuaciones con los valo- res que sostienen. En este sentido, encontramos en su pro- puesta de un marco para la practica del Trabajo Social de pro- teccion de menores, la defensa de un valor nuevo que empie- za.a extenderse por todos los ambitos profesionales. Me refie- ro al compromiso con la potenciacién (empowerment) que es caracteristico de las éticas centradas en el cliente. Aunque encontramos en la literatura muchas discusiones sobre lo que se debe entender por tal —parece que cada modelo de prac- tica y en cada 4mbito de actuacién se establece una defini- cién mas o menos ad hec de la potenciacién—, al menos las exigencias éticas que se derivan de ella parecen claras. Por una parte, obliga al trabajador social a analizar las desigualda- des de poder existentes en la sociedad, en las instituciones y en la propia relacién profesional que tiene con su cliente. Por otra, le obliga a intentar construir o devolver una capacidad a los chentes —sean individuos o grupos— para establecer una relacién igualitaria tanto con los profesionales como con las instituciones sociales. Los trabajadores sociales pueden entender estas exigencias de diversas maneras y con diverso grado de radicalidad, pero lo que parece cierto es lo que seflala Calder: no puede darse una verdadera colaboracion basada en el respeto a la autonomia de los clientes, si previa- mente no se ha conseguido que los clientes tengan un igual poder para negociar el servicio que se les presta. O, de otro modo, que el plato de Ja balanza de la colaboraci6n no esta- ri equilibrado, mientras no se aborden procesos de potencia- cién de los clientes. © narcea, sa. de edictones*cabs INTRODUCCION # 75 VALORES DE BIENESTAR La confianza que muestran Biehal y Calder en que,a pesar de todas las dificultades, los trabajadores sociales hallaran en el principio de respeto a la autonomia de los clientes un princi- pio moral basico para regular su conducta profesional, no es compartida. Muchos autores simplemente piensan que la prac- tica del Trabajo Social desmiente todos los dias la validez de dicho principio y que construir la ética profesional en torno a su primacia es hacer un ejercicio retérico que condena a los trabajadores sociales a no tener una verdadera ética profesio- nal. P. Spicker en Trabajo Social y autodetermninacion, refleja cum- plidamente esta actitud critica y muestra sobre qué conceptos habria que construir esa ética nueva que se ajustaria a las rea- lidades de la practica profesional. Esto es notablemente impor- tance, porque lo que he Iamado éttca profesional centrada en el trabajador social no tiene desarrollos teéricos tan antiguas y s6li- dos como los de la ética profesional centrada en el cliente, Cuando hemos querido estudiarla, la hemos tendo que extraer de las entrelineas de los modelos de practica profesional que de modo implicito la sostienen y de las criticas que un poco por todas partes los trabajadores sociales hacen a la concepcién dominante de la ética profesional. A pesar de su ocultacién, ésta ética profesional —que se funda en un principio basico de eficiencia y que propone como finalidad ultima de la profesion la promocién del bienestar de los chentes— siempre ha esta- do presente como contrapuncto a la mas plenamente argumen- tada y defendida ética profesional centrada en el cliente. P. Spicker ha reunido muchos de esos argumentos ocultos o dis- persos. El supuesto clave por el que la ética profesional centrada en el trabajador social comienza es siempre el mismo: la reali- dad del ejercicio de la profesiOn es contraria a que se sostenga como principio moral basico de la conducta profesional el principio de respeto a la autonomia del cliente, Para argu- mentarlo encontramos tres tipos de razones. En primer lugar, existen razones genéricas que consisten en sefialar que ningu- na profesion puede proponerse como finalidad respetar la autonomia de sus clientes; los clientes no se acercan a los pro- © narcea, s.a, de ediciones/cabs 26 / DAMEAN SALCEDO fesionales para ver respetada su autonomia, sino para obtener un servicio que les ayude a resolver sus problemas y, por ese medio, a mejorar su bienestar. En segundo lugar, encontramos algunas razones especifi- cas del Trabajo Social profesional. Consisten en el reconoci- miento del tipo de cliente de la profesién. Dado que los clien- tes del Trabajo Social son personas con un tipo especial de problemas y necesidades, si el profesional tuviera que respetar ante todo su autonomia, ello imposibilitaria el prestarles cual- quier servicio significativo. Cuando se reconoce esto, es facil admitir que si el chente se ha acercado a un profesional del Trabajo Social en demanda de sus servicios es porque no tiene la autonomia necesaria para afrontar y resolver sus problemas. Por tltimo, Calder sefiala que el Trabajo Social es una pro- fesién muy especial que se desarrolla bajo un mandato social y que tal mandato social asigna funciones tanto de ayuda como de control a los profesionales. Para realizar estas funciones se les da autoridad para inmiscuirse en la vida de los clientes. De forma que las relaciones profesionales nunca podran ser igua- litarias. Esta desigualdad se hace visible, especialmente, en las responsabilidades que se les asignan sobre la administracién de los recursos sociales, asi como en las responsabilidades hacia la sociedad tales como la obligacién de proteger a terceros de dafios que pudieran ocasionarles sus clientes o la obligacién de representar las normas sociales ante sus clientes. Cuando el cumplimiento de esas responsabilidades entra en conflicto con los intereses del cliente, los profesionales no pueden hacer otra cosa que dejar en segundo término la autonomia de su clien- te e imponer su autoridad de responsables piblicos. Todas estas razones son las que va dando Spicker —aun- que insistiendo mas en las del primer y tercer apo que en las del segundo— para argumentar que si se sigue defendiendo la primacia de los valores de autonomia a costa de los de bienes- tar o de los sociales, el Trabajo Social se esta condenando a mantener una esquizofrenia entre su teoria ética y sus realida- des practicas, E] aspecto mas interesante que desarrolla Spicker consiste en que una vez manifestada su critica, continia preguntando- se cual habria de ser el perfil que tendria que adoptar una ética mis ajustada a la realidad del ejercicio de la profesion. Segin © nascea, s.a. de ediciones/cabs INTRODUCCION #27 él, la ética profesional centrada en el cliente se ha equivocado en fundir las exigencias de respeto a la libertad, de respeto a la autonomia y de respeto a la autodeterminacién de los clientes en una sola clase de exigencia. Aunque la operacién concep- tual por la que se ha legado a esa fusidn es compleja —en este sentido la explicacién que da Spicker apelando a ja influencia de las tradiciones liberal, cristiana y a los modelos psicodina- micos, solo es una de las posibles—, lo cierto es que al consi- derar que los tres tipos de valores imponen un mismo tipo de respeto, la profesion ha comenzado a entender que no estaba Justificado desde el punto de vista ético violar ninguno de ellos. Spicker sefiala que se pueden y se deben mantener sepa- radas las exigencias morales que se derivan de esos tres valores. De hecho, asi lo hacen los trabajadores sociales cuando, por ejemplo, no respetan la autodeterminacién de sus clientes por razones de salvaguardia de su autonomia. O cuando se abstie- nen de interferir en la autonomia de sus clientes para no vio- lar sus libertades civiles basicas. De este modo, los trabajadores sociales estan acostumbrados a no considerar que todas sus decisiones profesionales deban guiarse por un unico principio —el principio de respeto a la autonomia del cliente—, sino que en cada caso saben cémo evaluar, contrapesar y dar prio- ridad a las exigencias contrarias que le imponen la ‘aceptacién y reconocimiento de los valores de bienestar, autonomia, de autodeterminacién y las libertades de los clientes Una caracteristica de este tipo de ética profesional consiste en que carga de responsabilidades al trabajador social. El princi- pio de respeto de la autonomia da un dictamen siempre claro sobre lo que hay que hacer, trazando una linea entre lo que es una buena y una mala conducta profesional antes siquiera de comenzar las relaciones con el cliente. Con la ética profesional que detiende Spicker esto ya no es posible. El profesional debe iniciar su relacion consciente de sus responsabilidades; pero sdlo en el contexto de la relacién con el cliente particular puede determinar cémo habrin de ajustarse las exigencias morales que estén en juego. Se ha pasado, entonces, de una conducta profe- sional que se guia por un principio vilido en cualquier terreno y en cualquier relacién, a una conducta que lo fia todo a un jui- «io correcto sobre la ponderacién de los valores que en cada situacion particular estén presentes, Por lo demas, con esta ética, © narcea, s.a. de ediciones/eabs 28) DAMIAN SALCEDO el trabajador social ha perdido la posibilidad de alegar, cuando las cosas vayan mal, que su deber era respetar las decisiones del clente; ahora es responsable de todas las decisiones que se tomen y su obligaci6n consiste en no equivocarse. Esta autoridad moral que tienen los trabajadores social para hacer juicios sobre la situacion del cliente se ve reforzada con la autoridad con la que lo inviste el Estado, Spicker les invita a que se reconcilien con dicha autoridad. Argumenta que mientras sean renuentes a aceptarla también se estara impidiendo reconocer su practica como verdaderamente pro- fesional. Ciertamente, el reconocimiento que el Estado de Bienestar les da autoridad para entrometerse en las vidas de sus chentes conlleva la admisi6n de una funcién poco agradable; pero cuando se reconoce es posible reconocer que se trata de la misma autoridad que se pone al servicio del cumplimiento de las responsabilidades que la sociedad siente hacia aquéllos de sus miembros que estan en situacién de necesidad. La pro- fesian ha de verse, entonces, no como una actividad que por un azar se pone al servicio del Estado de Bienestar pero que tiene una identidad independiente, sino como una profesién vinculada de modo indisoluble al Estado de Bienestar y a sus finalidades. VALORES SOCIALES Tanto si se adopta una concepcion de la identidad profe- sional que la vincule al Estado de Bienestar como una que la distancie de él, lo cierto es que la practica del Trabajo Social esta condicionada —y, muchas veces, lleva a su cumplimien- to— los valores politicos y sociales que dan legitimidad a las instituciones sociales en las que se ejerce la profesiGn. Esta es, no obstante, una afirmacion tan facil de hacer como dificil de llevar més alla intentando mostrar el modo especifico en que se produce tal condicionamiento en realidad. Pauline Hardiker y sus colaboradores ha intentado aclarar ese modo especial en el que se vinculan los valores sociales a la practica del Trabajo Social y ademas lo hace en un campo tan sensible como es el del Trabajo Social de prevencién con menores. ® narcea,s.a de ediciones/cabs INTRODUCCION / 29 Para llevar a cabo este propdsito, se ha elegido establecer una relaci6n entre algunas concepciones del Estado de Bie- nestar y los distintos niveles de prevencién en los que inter- viene el Trabajo Social, Cuando se cruzan los resultados, se obtiene una tabla de doble entrada con 16 posibles conjuntos de valores sociales que pueden determinar la practica profe- sional. Pero, la realidad solo parece permitir tres de ellos, que- dando excluidos tanto un nivel de prevencién (el cuaternario) como una concepcidn del Estado de Bienestar (la radical). El primer beneficio que se obtiene de esta estructura de anilisis consiste —segin sefialan los autores— en hacernos conscientes de la diversidad que se ampara bajo el concepto unico de prevencién; 0, de otro modo, que el Trabajo Social puede plantear objetivos de prevencién tanto cuando simple- mente intenta mejorar las condiciones econdémicas de una familia para reducir el riesgo de que se produzcan situaciones de maltrato como cuando interviene para disminuir los per- Juicios que se causa a Ja familia que se le haya retirado la cute- la de un hijo. Pero lo que la estructura de anilisis propuesta permite observar con claridad es como los valores que subya- cen en los modelos de Estado de Bienestar seleccionan una de esas concepciones de prevencién y cémo, luego, se plasman operativamente en la practica de las evaluaciones de los pro- blemas y en Ja seleccién de los objetivos de intervencidn. Si queremos ver como funciona esta estructura, fjémonos en los vinculos que los autores descubren entre el modelo de Estado de Bienestar que llaman «residual» y el nivel terciario de prevencién. Los valores que definen esta concepcién del Estado de Bienestar son conocidos. Se trata de una concepcién en la que la legitimidad del Estado proviene de que sea capaz de garantizar los derechos fundamentales —entendidos de una manera restrictiva— de los ciudadanos y cuyo tinico criterio de justicia consiste en garantizar su ejercicio. De modo que cualquier otra actividad mas extensa que el Estado se propu- siese emprender —por ejemplo, por razones de igualdad social, como son las tipicas politicas redistributivas—, seria considerada injusta ¢ ilegitima por cuanto supondria violacio- nes de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Se trata, pues, de una concepcidn de las llamadas de Estado minimo, al cual atribuyen como Gnico papel con relacién al bienestar de © narcea, s.a. de ediciones/cabs 40 | DAMIAN SALCEDO la sociedad, el de la promocién de la familia como centro en el que los individuos encuentran ayuda; 0, cuando la familia se muestra ineficiente, el de alentar la creacion de organizaciones de voluntariado o servicios privados que puedan atender a las personas que no puedan valerse por si mismas. Cuando se exa- minan los argumentos en favor de tal concepcion del Estado, hallamos un férreo entramado de valores vineulados a la defensa de la libertad, del individualismo y Ia ética del estuer- zo personal que impiden cualquier intervencién del Estado de caracter ms promocional. Ahora bien, cual es el papel que en un Estado minimo tiene el Trabajo Social? Verdaderamente poco mis que el conocido papel de ejercer control social. Los ciudadanos son los que tienen que cuidarse de si mismos, por ejemplo, son los padres los que tienen el derecho y el deber de cuidar de sus hijos. Lo que puede hacer el Trabajo Social es controlar que asi lo hagan. Pero, si no lo hacen, el Trabajo Social —bajo el man- date de los jueces— ha de intervenir para proteger los dere- chos del menor. Y notese bien que la razon legitima para inter- venir no consiste en garantizar y favorecer el bienestar de los menores y sus familias, sino el rescate de un inocente y el cas- uigo de los culpables. Siendo éstos los principios que legitiman la actuacién profesional, no es extrafio que las tareas de prevencién desa- rrollen los mismos valores. Los trabajadores sociales slo inter- vendran cuando las familias presenten una situacién perma- nente de dificultad y ello conlleve un riesgo para el menor. Pero, dada la importancia que se da a los derechos de los padres, el nivel de riesgo que autoriza una intervencidn, es practicamente el que se produce cuando se hace precisa la actuacion judicial y la retirada del menor. Asi se obtiene un perfil de actuacién que muchos reconoceran: Ja intervencién se dirige sGlo a familias cuyos hijos ya estan a punto de serles retirados; por tanto, consistira en una intervencién referida a objetives a corto plazo; y en seguida se estableceram las deriva- ciones necesarias a otros servicios y profesionales. A los trabajadores sociales a veces les cuesta establecer una relacion directa entre las concepciones abstractas de la filoso- fia politica y su practica real. Como vemos en el caso anterior —y como brillantemente explican P. Hardiker y sus colabora- © narcea, $.a. de ediciones/cabs INTRODUCCIGN #31 dores—, la telacién existe, es directa y, cuando se dispone de los instrumentos de anilisis adecuados, es bastante clara. Asi, si uno es un trabajador social que ejerce en una institucién basa da en una concepcion residualista del bienestar, los valores sociales que estara obligado a realizar —Por mas que sean con- trarlos a sus convicciones personales y profesionales— tendrin una concrecion palpable en el tipo de métodas y actuaciones que le estara permitido desarrollar. Hay, sin embargo, otro tipo de valores sociales que podriamos llamar culturales que estin afectando de una manera mis difusa al Trabajo Social, Se trata de valores referidos a ciertas ideas basicas sobre la verdad y el bien, los cuales estin sufriendo un proceso de transformacién en nuestros dias y con ellos también esti cambiando sustan- cialmente la propia concepcidn de lo que hasta ahora se ha entendido por Trabajo Social. La polémica sobre el postmo- dernismo puede darnos algunas pistas de en qué consiste ese cambio y cémo esta afectando al Trabajo Social. TRABAJO SOCIAL Y VALORES DE LA POSTMODERNIDAD No es facil conocer ain el caracter que tiene el cambia postmoderno del que un buen numero de autores estan hablando desde los afios 70. Con este término, a veces parece que estan aludiendo al hecho de que un periodo histérico ha acabado; otras veces, sin embargo, parecen hablar de una filo- sofia a la que deberiamos adherirnos, puesto que la predomi- nante hasta ahora ha fracasado. En ambos casos, lo que tienen, en comin los argumentos sobre la postmodernidad es el sefia- lar el «fin de la modernidad». Seguin ellos, la modernidad se ha acabado porque estan en crisis (o Practicamente mmertas) cier- tas ideas centrales de lo que fue en su dia el 4proyecto moder- no» —un proyecto que se iniciaria con el cambio que marca el Renacimiento, pero que éncontraria su canon en el pensa- miento de la Iustracin. Simplificando, podriamos decir que esas ideas centrales de la modernidad consistian, desde el punta de vista econdmico, en el desarrollo de la division del trabajo, la estructuracién ordenada de una sociedad de clases, la racio— ° narcea, §.a, de edici feabs 42 ¢ DAMIAN SALCEDO nalidad del intercambio de bienes y Ja aplicacién de técnicas cientificas para el desarrollo economico; desde el punto de vista politico, la modernidad se vincula a la idea de Estado nacional, al papel intervencionista de una burocracia guberna— mental y al desarrollo de partidos democraticos que represen- tan intereses diferentes; desde el punto de vista social, Ja modernidad proclama su respeto por los valores de progreso, racionalidad, cientificidad e individualismo; finalmente, desde el punto de vista de las ideas, su columna vertebral reside en la busqueda de principios universales que permitan entender y ordenar los fenédmenos naturales y sociales. Frente a estas caracteristicas de la modernidad que acaba, la postmedernidad subraya, casi como un eslogan publicitario, que ya no es posible seguir vinculando la idea de una razon universal con la idea de progreso humano; y, por tanto, que ya no podemes esperar que vamos a encontrar modos universa- les para organizar nuestro conocimiento ni nuestra sociedad. Asi, por una parte, el fracaso de la razGn universal se muestra en el fracaso de las ciencias naturales y de las ciencias sociales ala hora de construir sistemas de conocimiento. Pero, por otra, el fracaso de la organizacién social moderna se muestra en la incapacidad de Ja administracién estatal para seguir producien- do bienes sociales. Tales fracasos de la modernidad, estarian dejando un hueco que tendriamos que llenar con una filoso- fia de las razones particulares de los grupos sociales, las cuales ya no deben presentarse como la verdad «fundamentada» de la humanidad, sino simplemente como una verdad safirmada» dentro de cada grupo. Por su parte, el papel del Estado ya no puede verse como el de una administracion racional de los intereses generales de la sociedad, sino meramente como un garante de derechos y proveedor de algunos servicios a los grupos especiales que existan en ella, Aparecen asi los «nuevos movimientos sociales» que persiguen sus objetivos particulares en el Ambito de los servicios de bienestar. A su vez, dichos ser- vicios dejan de presentarse como una respuesta a las anecesi- dades sociales» para hacerlo come una oferta de servicios para necesidades segun edad, género, etnia o minusvalia. Conse- cuencia de ello es también la aparicién de las conocidas defen- sas de una administracion descentralizada y de la municipali- zacion de los servicios; de la difusién de la desconfianza hacia © narcea, s.a. de ediciones/‘cabs INTRODUCCION / 33 las profesiones y los expertos sociales; de las declaraciones de derechos de los «consumidores» de servicios y la tendencia a subrayar la importancia que, en la provisién de tales servicios, ha de tener el sector privado frente al estatal. D. Howe en Modernidad, postmodernidad y Trabajo Social hace un buen informe sobre las ideas que subyacen a esta transformacion histérica. Sobre todo, trata de hacer manifies- tos los efectos que ya esta teniendo en el Trabajo Social, Se deban o no a la «condiciOn postmoderna» de nuestro mundo, lo cierto es que se estan dando. Mas interesante es el hecho de que el propio anilisis y reflexion que nos ofrece, nos permite hacernos una idea tan clara del conjunto de la transformacion que ya nos pone en condiciones de intuir que no todo invita a la celebracién. Asi, por un lado, con el rechazo de la idea uni- versal de naturaleza humana, el Trabajo Social ha ganado en sensibilidad hacia las diferencias de las experiencias particula~ res; pero, por otro, parece que tal ganancia se esta produciendo al coste de una renuncia a cierta ambicién de unidad tedrica, profesional y-organizativa. O, también, por un lado, hay que alabar el nuevo énfasis en la descentralizacién de los servicios y en la participacién ciudadana; pero, por otro, ello va acom- pafiado de Ja aparicién de una concepcidn del cliente como sconsumidore que tiene derechos en un mercado de servicios, lo cual ciertamente parece una cortina de humo que oculta muchas de las realidades de los clientes del Trabajo Social. O bien, por un lado, parece una regla sana desconfiar del poder que los expertos tienen para imponer sus puntos de vista; pero, por otro, no parece tan bueno que se haga al precio de no intentar lograr un criterio de verdad que permita distinguir entre lo que es y lo que no es relevante. Todo lo anterior da qué pensar acerca de la «condicion postmoderna» del Trabajo Social. Pero quizis donde se encuentren mis temas para la reflexién y la discusi6n sea con relacién a la transformacién que se esta produciendo de los objetives profesionales. Acertadamente, Howe sefala que los trabajadores sociales estin dejando de dedicarse al entendi- miento psicolégico, para hacerlo a la promocidn de los dere- chas politicos de sus clientes. Si tal cambio de objetives impli- case solamente que se ha abandonado los excesos en el cum- plimiento de la fiincién de control que tiene asignada el Tra- © narcea, sa. de ediciones/cabs 34) DAMIAN SALCEDO bajo Social, no habria por qué lamentarse. Pero parece mas bien que junto al agua de la bafera, hemos tirado al nifio y que estamos frente a un empobrecimiento de las actividades profe- sionales. Los trabajadores sociales dejan de hacer funciones de funcionarios expertos que controlan en nombre del Estado, porque sus funciones se estan reduciendo a las de la gestion de recursos sociales o a la mediacién ante las instituciones en nombre de sus clientes. Si en esto es en lo que queda el obje- tivo inicial de la profesion de promocién del bienestar de sus chentes, su actividad se esta «desprofesionalizando» claramen- te. Pero quizas esto no sea percibido por todos como un mal. Como hemos visto en las paginas anteriores, el Trabajo Social se enfrenta a gran numero de problemas de caracter ético. La proclamacion de su compromiso publico con los valores de autonomia y de bienestar de los clientes le llevan, primero, a los conocidos dilemas de la practica profesional; y después, a las discusiones mas complejas acerca del sentido moral y profesional de su labor. Por otra parte, los valores sociales aparecen, como una fuente potencial de dilemmas cuan- do se contraponen a los valores de servicio al cliente, y como un conjunte de condiciones que obligan a volver a pensar los fundamentos y objetivos de su actividad. :Qué respuesta puede dar el Trabajo Social a estos retos? Para responder a esa pre- gunta se ofrecen los textos que siguen. No obstante, tradicio~ nalmente, la profesi6n ha tratado de dar guia a sus miembros para desenvolverse en medio de esos problemas a través de los codigos de ética profesionales. Hemos seleccionado el Cédigo de Etica de la Asociacién Nacional de Tiabajadores Sociales Estadou- nidenses como una muestra de todo lo que puede hacer en ese terreno una profesién dinamica y comprometida. UN CODIGO DE ETICA PROFESIONAL PARA ENTRAR EN EL SIGLO XXI En la asamblea nacional de agosto de 1996 se aprobé el Codigo de Etica profesional con el que los trabajadores socia- les norteamericanos quieren entrar en el siglo MMI. Si un cédigo de ética es capaz de definir la identidad de una profe- © narcea, sa de ediciones/cabs INTRODUCCION ¢ 35 sion, éste lo hace maximamente. Solo tenemos que comparar su extensidn con la del Cédigo Internacional de Etica para que nos demos cuenta de que estamos ante un esfuerzo sin parang6n para trazar un perfil de la profesiGn. No es sdlo el mas extenso de los codigos profesionales, sino que ademas posee una estructuracion y deja entrever un fundamento ted- rico que lo hace de una cualidad superior y diferente a cual- quiera de los codigos conocidos. Los codigos profesionales tienen entre sus funciones la de servir para regular la actividad profesional de modo que se proteja a los clientes de la mala practica profesional y de la charlataneria; también regulan la conducta profesional en sus relaciones con colegas, otros profesionales, la sociedad, etc.. En uno y otro caso, dan a los clientes, supervisores, a otros profe- sionales y a la sociedad en general un instrumento para apre- ciar y evaluar las actividades de los que se adhieren a él. El Cédigo de Etica de la NASW enuncia de una manera clara los deberes a los que se comprometen los trabajadores sociales en sus relaciones como protesionales con cada una de esas perso- nas en sus diferentes roles. A diferencia de los restantes cddi- gos, lo hace de una manera tan detallada que nos hace pensar que se han tenido en cuenta los intensos debates sobre los dile- mas éticos que en los Gltimos veinte afios han tenido lugar en el seno de la profesisn. A modo de ejemplo, véase el trata- miento del deber de confidencialidad. Este es el deber que mas extensamente se trata en el Cédigo Internacional de Etica y a él se le dedica todo un apartado [III.1]. Sin embargo, compirese con el tratarmento de la confidencialidad en el Cédigo de Etica de la NASH’. Nos encontramos tratado el deber —ademas de en su enunciacién genérica— en el contexto de las relaciones entre colegas [1.07(q), 2.02], en el caso del fallecimiento del cliente [1.07(r)], en la evaluacion y en la investigacién, [5.02(), (m)], durante el counseling [1.07(f)], con relacidn al deber de proteccion [1.07 {c), (j), (@), 3-04(c)], en las relaciones de traba- jadores sociales con los medios de comunicacion [1.07(k)], en las relaciones con terceros [1.07(h), 1.08(b)], en el tratamiento de informes de los clientes [1.07(1)], ademas de exponer clara- mente que no es un deber absoluto [1.07(c), (d)]. Esto supone un total de veintidos apartados que se refieren a las especifici- dades de este deber. Por poner otro ejemplo, se puede compa- © narcea, 5.a, de ediciones/cabs 36 f DAMMANN SALCEDO rar la referencia escasa que hace ¢l Cédigo Internacional de Etica al deber del consentimiento informado —sdlo se habla de este deber con relacién a la transmisidn de informacién— frente a la casi exhaustiva articulacion de situaciones en las que apare- ce este deber que hace el Cédigo de Etica de la NASW: con relacién a los clientes [1.03, 1.13(b)], en relacién especial con el deber de contidencialidad [1.07(b), (c), (f), 2.06(b), 5.02(m)] y en las relaciones con los participantes en actividades de eva- luacién e investigacién [5.02(e), (f), (g)]. En total diecisiete apartados. r Aunque el Cédigo de Etica de la NASW cumple las reque- ridas funciones de regulacién mucho mejor que cualquier otro, en general estas funciones siempre han sido las mejor atendidas por los codigos. Otra cosa sucedia con las mas pro- blematicas —pero incluso mas esenciales— funciones de iden- tificacién. Un codigo de ética profesional tiene que fundar la unidad de Ja profesién, definir la identidad profesional y pro- porcionar guia a sus seguidores cuando se enfrenten a dilemas éticos en sus actividades profesionales. La primera de estas fun- clones esta garantizada por el Cédigo de Etica de la NASW por cuanto la asociacién profesional exige que todos sus miembros se adhieran a él, dispone de procedimientos para denunciar la mala practica profesional y de comisiones de investigacion que pueden imponer sanciones sobre la base de su articulado. En la medida en que un cédigo sea capaz de establecer normas precisas, cualquier procedimiento de investigacién puede dis- currir por caminos de garantia sin demasiada dificultad. Los profesionales podran sentirse amparados frente a la intrusién profesional y la critica injusta por tener una concepcién rela- tivamente segura de lo que se espera de ellos como parte de un colectivo profesional. En este sentido, la propia extensién y precision del Cédigo de Etica de la NASW sirven a este propo- sito como ningun otro de los cddigos existentes. Mientras que convertir el cédigo de ética en parte de un engranaje bien articulado de procedimientos asegura la unidad de expectativas de la profesiOn, tal unidad sdlo es un requisito necesario pero no suficiente para asegurar la identidad profe- sional. La identidad profesional —como la personal— esta hecha de normas y valores. Sin embargo, un conjunto de nor- mas y valores por mas que sea aceptable y aceptado por la tota- © narcea, 5a. de ediciones/cabs INTROBUCCION ¢ 37 lidad de un colectivo no asegura que tal colectivo tenga una identidad propia. Este asunto ha sido siempre el punto al que han dirigido sus criticas todos aquéllos que han encontrado insuficientes los codigos de ética para determinar el perfil dife- renciado de una profesion. Veamoslo a propdsito del Cédigo de Etica de la NASW En su «Preambulo» nos dice como hay que concebir la profesién; esa concepcién es normativa y esta liga- da a un fin iltimo que se considera valioso: La finalidad principal de la profesién del Trabajo Social comsiste en mejorar el bienestar hurnano y en contribuir a la satisfaccién de las nece- sidades humanas basicas de todas las personas, en particular las necesida- des y la potenciacién (empowerment) de las personas vulnerables, oprimi- das o que viven en la pobreza, Una caracteristica histérica y definitoria del Trabajo Social es la preocupacién de la profesién por el bienestar individual dentro de un contexto social y por el bienestar de la sociedad. Esencial al Trabajo Social es la arencin a las fuerzas del medio social que crean, contribuyen y presentan problemas al vivir human. Esta concepeién de la profesién es bastante mas concreta que la que podemos encontrar en otros cédigos (p. e., compa- rese con la del «Preambulo» del Cédigo Internacional de Etica). Aun asi, no nos dice mas de lo especifico de esta actividad en cuanto profesional, que lo que nos diria de cualquier otra acti- vidad que no fuera profesional, p. ¢., de las actividades de voluntariado social. La identidad especifica de una profesion aparece cuando se determinan los compromisos especiales que acepta el colectivo a la hora de encontrar los mejores medios para lograr ese propésito o finalidad moral dltima. Esas obliga- ciones especiales que reconoce la profesién derivan de un conjunto de valores y principios generales. Pero mientras que éstos son comunes e inespecificos, las obligaciones especiales son especificas puesto que imponen ciertas elecciones distinti- vas en el contexto de su ejercicio profesional. Si nos fijamos en el Cédigo de Etica de la NASW encontraremos un conjunto de valores y principios basicos plenamente aceptable: servicio, jus- ticia social, dignidad y valor de la persona, importancia de las relaciones humanas, integridad y competencia. Pero el Codigo de Etica de la NASW se equivoca (como se han equivocado los restantes cédigos) al decir que «esta constelacion de valores centrales refleja lo que es distintivo de la profesién del Traba- © narcea, s.a, de ediciones/cabs 38/ DAMIAN SALCEDO jo Social» («Preambulo»). El valor de la competencia o el de la integridad no es especifico de la profesién del Trabajo Social frente, p. ¢., a la profesién médica. Pero el valor de la impor- tancia de las relaciones humanas 0 el de justicia social no es ni siquiera especifico de las actividades profesionales frente a otras actividades humanas. Ahora bien, observemos que si son las obligaciones espe- ciales de la profesion las que definen la identidad profesional, son muy paces los cédigos de ética que contienen un con- junto suficiente de ellas. En la mayoria de los casos, su articu- lado se mantiene en niveles genéricos de enunciacién de nor- mas para las relaciones protesionales con clientes, colegas, la profesién o las instituciones que emplean a los trabajadores sociales. De modo que de su lectura pocas personas podrian inferir en qué consiste lo distintivo de la actividad profesional del Trabajo Social. En cambio, en el conjunto de normas éti- cas que aparece en el Codigo de Etica de la NASW —por mas que uno deseara ver algunas obligaciones mejor especifica- das— se puede entrever como nunca cudles son los compro- misos distintivos de la concepcién profesional del Trabajo Social, al menos como los entiende el colectivo estadouniden- se. En esto también el Cédigo de Etica de la NASW cumple mejor que cualquier otro la funcién requerida de establecer una identidad profesional Una fuente permanente de insatisfaccidn de los profesio- nales con relacion a los cédigos de ética consiste en su incapa- cidad para dar guias claras para resolver los dilemas éticas habi- tuales de la practica. En mi opinion, este tipo de insatisfaccién no esta del todo justificado. Ningtin cédigo de ética puede descender a la consideracién de cada una de las posibles situa- ciones concretas en las que se encuentren los que ejercen una profesién porque lo convertiria en algo demasiado ligado a las peculiaridades de la prictica de la profesién en el momento en que se redactase el cédigo, de modo que en cuanto éstas cam- biasen se haria imposible que los profesionales se identificasen con sus enunciados de deber. Los enunciados, por tanto, que Presentan los codigos de ética han de ser inevitablemente genéricos en la medida en que tratan de prever toda clase de situaciones en las que se pudiera encontrar un profesional. Dicho esto, lo que si parece razonable demandar de los cadi- © narcea, s.a. de ediciones/eabs INTRODUDCION / 39 gos de ética es algtin tipo de recomendacién relativa a como se han de jerarquizar los valores esenciales cuando éstos se encuentran en conflicto. También en este caso el Cédigo de tica de la NASW’ cumple mejor su funcién que cualquiera de los disponibles. El modo en que realiza esta funcidén de guia frente a los dilemas éticos puede seguir pareciendo insuficiente a aquéllos que deseen que alguien les resuelva todas sus dudas morales. Desgraciadamente nadie puede hacer esto completamente por uno. Lo mas que se puede esperar de un cédigo es que dé algunas recomendaciones claras. Veamos el modo en que las propone el Codigo de Etica de la NASW con relacion al cono- cido conflicto entre la responsabilidad profesional hacia el cliente y la responsabilidad hacia los ordenamientos juridicos: La responsabilidad principal de los trabajadores sociales consiste en fomentar el bienestar de los clientes. En general, los intereses de los clientes son prioritarios. Sin embargo, la responsabilidad de los trabaja- dores sociales hacia la sociedad en general o las obligaciones juridicas especificas pueden en ocasiones anular la lealtad debida a los clientes y de esto se informara a los clientes. (Ejemplos de esto son los casos en que un trabajador social esta obligado por ley a informar de que un cliente ha abusado de un menor o ha amenazado con dafiarse a si mismo o a otras personas.) [1.01] En cuanto norma ética basica —la primera que se pre- senta en la enumeracion de las responsabilidades de los traba- jadores sociales hacia sus clientes— conereta tanto el propési- to fundamental de la profesi6n como el principio ético de ser- vicio. Pero donde la mayoria de los codigos de ética ponen el punto final, el Cédigo de Etica de la NASW pone un punto y seguido y reconoce que su propésito fundamental puede entrar en conflicto con exigencias sociales, ya sean institucio- nales o juridicas. Admite asi dos cosas. En primer lugar, reco- noce que los principios de la profesi6n no son incondicional- mente ejecutables, de modo que si un trabajador social en alguna ocasion no los cumple no por ello debe sentir que su integridad profesional esta siendo mancillada. En segundo lugar, admite que los conflictos éticos no Henen uma Unica solucién verdadera y que hay una obligaciOn profesional de informar sobre esto a los clientes. En otras palabras, el Cédigo © narcea, s.a. de ediciones/cabs 40 / DAMIAN SALCEDO de Etica de la NASW mientras que, por una parte, se muestra sensible a los contextos institucionales del ejercicio de la pro- fesion y deja libertad a los profesionales para que decidan cémo resolver los conflictos que les surjan —siempre dentro de los limites que marca el propio cédigo—, al mismo tiempo les sefiala que deben aceptar la responsabilidad de tales deci- siones ante sus clientes. Esto que esta sugerido en los enuncia- dos de las normas éticas, se hace expreso en el «Objetivo del Cédigo de Etica» cuando manifiesta lo siguiente: 2, E] Cédigo resume los principios éticas generales que reflejan los valores fundamentales de la profesién y establece un conjunte de nor- mas éticas especificas que habrian de utilizarse como guia para la practi- ca del Trabajo Social. 3, El Cédigo esti disefiado para ayudar a los trabajadores sociales a iden- tificar las consideraciones que son relevantes cuando las obligaciones pro- fesionales entren en conflicto o se presenten incertidumbres éticas. 4. El Cédigo proporciona normas éticas por las que el piblico en gene~ ral pueda pedir responsabilidades a la profesién del Trabajo Social. De este modo, frente a los dilemas y ambigitedades del ejercicio profesional, el sentido de la responsabilidad que impregna todo el Cédigo de Etica de la NASW hace posible que se puedan dar recomendaciones bastante concretas, mientras que sin contradiccién se defiende la confianza y la autonomia del juicio de cada una de los profesionales. El ultimo parrafo del «Objetive del Cédigo de Etica» es una manifestacién para- digmatica de este espiritu: Un cédigo de ética mo asegura la conducta ética. Por otra parte, un cédi- go de ética no puede resolver todos los problemas éticos o captar la riqueza y compleyjidad que conllleva el twatar de hacer elecciones respon- sables dentro de una comunidad moral. Mas bien, un cddigo de ética enuncia los valores, principios y normas a los que los profesionales aspi- ran y sobre cuya base se juzgaran sus acciones. La conducta éuca de los trabajadores sociales serd el resultado de su compromiso personal para emprender una practica ética. Fl Gédigo de Erica de la NASW refleja el compromise de todos los trabajadores sociales en la defensa de los valo- res de la profesién y com una actuacién ética. Los principios y normas que se deban aplicar requieren de los individuos buen caracter, capaci- dad para discernir las cuestiones morales y para buscar de buena fé la rea- hzacién de juicios éticos fiables. S narcea, sa. de ediciones/cabs INTRODUCCION / 41 Aunque en sus detalles nos gustaria que el Cédigo de Erica de la NASW fuera més preciso 0, incluso, aunque no estamos de acuerdo con alguna de las enunciaciones de deber, no cues- ta trabajo admitir que tanto el esfuerzo realizado como la sen- sibilidad con la que se abordan los problemas de decisién en los casos de dilema ético que se presentan en el ejercicio pro- fesional, son infinitamente superiores a los que se encuentran en cualquiera de los cédigos que le han precedido. La asociacién profesional estadounidense celebré en 1998 los cien afios de Trabajo Social profesional y a la vista de su recién nacido cédigo de ética se puede augurar que la profe- sién est4 lo suficientemente viva como para que cumpla varios clentos mas. © narcea, s.a. de ediciones/cabs

Você também pode gostar