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| | Tn un cambio de épaca, como el que hoy vivimos, los movimientos y actores sociales deben estar alentos a las transformaciones cognitivas, culturales, y de todo orden en marcha, aprehenderlas en su vasta complejidad y desde su comprensién renovar sus cliscursos y propuestas. La coleceién Primeros Pasos, al publicar reflexiones de punta, pretende actuar como acicate para que esta accion : social-reflexiva sca una realidad. Este libro contribuye a comprendet la historia académica como disciplina cientifica cia y el devenir de n y practicas historio- relvindicadas como criticas y alternativas al modo de Producci6n de hegeménico, y atencién Ediciones Eas ) Hacer historia Hacer historia desde Abajo y desde el Sur Alfonso Torres Carrillo desde Abajo.y desde el Sur Alfonso Torres Carri Mayo 2014 nao ‘Torres ‘villo Ediciones desde abajo www.desdeabajo.info ISBN: 978-958-8454-93-1 Diseiio y diagramacién: Difundir Ltda. Transv. 22A N°53D-42, int.102, telf.: 345 18 08 Bogoti, D.C. - Colombia Fotografia: Fabio Mejia Botero El conocimiento es un bien de la humanidad. deben acceder al saber, cultivarlo es responsabilidad de todos. Se permite la copia, de uno 0 més articulos completos de esta obri| del conjunto de la edicidn,en cualquier formato, mecinico o digi siempre y cuando no se modifique el contenido de los textos, se respete su autoria y esta nota se mantenga. indice Thipedinelon i... 1) ual historia? Z | Helo matoria, historia conocimiento lB © Historia memoria... ~ [4 iistoria: un conocimiento singular ... 1) La conatruccién de la historia como ciencia | Aue y evinis del historicismo erudito...........25 » 14 lecuela francesa de los Annales » th Niieva Mistoria. 1 BZ, + Tel finde In historia a su revitalizacién.......40 HH) Historiogrifica marxista | La concepcién materialista de la historia. | Hel reduecionismo a la recreacién e120 DO del marxiamo... | La historiogvafia marxista inglesa.. | |) marxiamo en la historiografia latinoamer ANA... TV. Emergencia de una “historia desde abajo” 1. La historia como discurso hegemiénico. 2. La historia “desde abajo” europea 2 3. Los Estudios subalternos de la India 280 4. “Historias desde abajo” latinoamericanas + B4 5. Diversos modos de hacer historia popular....88 67 V. Construccién colectiva de historias populares 1, De la historia popular a la (re)construccién colectiva de la historia... 2. Convergencias en la configuracién de la recuperacién colectiva de la historia........98 3. Los sentidos que animan las practicas +693 107 VI. Metodologia de la reconstruccién colectiva de historias populares 1, Criterios metodoldgicos de la RCH. 2, Proceso de una recuperacién colectiva de la historia. Bibliografia citada y para seguir leyendo.......135 Introduccién pVorqueun libvo que habla de hacer una historia deede Abajo y desde el Sur?, jAcaso podemos Heeetros, Jan personas comunes y corrientes, aver historia’, Acaso la historia no es una wola? pQue nignifica eso de “una historia desde Alvajo y deade ol Sur? gPara qué sirve ese tipo de Ietoria? (Cudl seria Ja metodologia para hacer fal Historia? Mstos y otros jnterrogantes pueden surely on quien toma este libro en sus manos, Syn preposito es precisamente jntroducir al pu- ‘iio general en el campo del conocimiento his- orien, oa decir, en el oficio de los historiadores; a ja vey, moatrar que, asi como la historia humana ee leehia por todos, también ésta puede ser es- syita per tolos y en particular por quienes han ile eacluidos de las historias oficiales. fu wfeeto, “hacer historia” nos yemite a la triple signifieaeion de la palabra “historia”, que de- oiwin fla ver al devenir de los colectivos hu- ssanod on el tiempo y los saberes y visiones que eeneran los propios colectivos sobre su pasado (emorin octal), y los conocimientos estructu- vation de quienes se dedican profesionalmen- 8 Alfonso Torres Carvilla te a ello, los historiadores. Por tanto, “hacoy la historia” implica no solo reconocer que lon hechos humanos son una construcci6n perma nente y abierta, hecha por todos los hombres las mujeres, sino también que en la escritu de tal experiencia humana —la historiografia pueden participar tanto los profesionales que se especializan en ello como otras personas y colectivos no especializados del comun. Cuando decimos “desde Abajo” y “desde el Sur’, estamos haciendo referencia a que, frente a una historiografia principalmente hecha por especia listas desde la perspectiva de los poderes politi cos, sociales y culturales dominantes, también han venido emergiendo “otras historias’. Por un Jado, historias “sobre los de abajo”, elaboradas por historiadores solidarios con sus luchas, des de el interés de visibilizar su lugar y su voz en la historia; por el otro, historias “desde abajo”, he chas por sujetos subalternos de la sociedad para construir sus propias lecturas del pasado como una forma de lucha contra las diversas formas, de dominacién a las que han sido sometidos. Asi, “Abajo” y “Sur” son expresiones espaciales y asimismo politicas, acufiadas desde variados Te) ets Went lingo y desde el sur § }yoaree (literarios, investigativos, conceptua- 1) © luchas que develan opresiones y exclu- )-)>5 ie eatin presentes en otros Ambitos de } sie eovinl, Bn tal contexto, el propésito de © lihyo es contribuir a la comprensién de la })-}o¥ia como conocimiento y su configuracién so ilieviplina cientifica y memoria del poder, + 1) einerpencia y devenir de diferentes con- ye totes y practicas historiograficas que se +» }tulieado como eriticas y alternativas al 1) de produecién de conocimiento hegem6- -» alias de ellas hechas “desde el revés ) {6 Wietovin’, comprometidas con las luchas | “{itariones de los oprimidos, colonizados y se lenadoa de la tierra”. +4 day cuenta de su propésito, el libro se es- + }4r8 of seis capitulos. En el primero pre- aioe lus conceptualizaciones basicas acer- _. 4 Js Wetorin como conocimientos; en el se- ty siitetigamos la configuracién de la his- | 4 om ciencia social; en el tercero nos ocu- ) ede Is concepeién marxista de la historia _ + ts priteticn de los historiadores marxistas; 1} \iarto capitulo resefiamos la emergencia _ | tevenir de lap historiografias populares; en | s4iita presentamos la propuesta metodolé- i} Alfonso Torres Carrillo gica de re-construccién colectiva de la historia; y en el sexto y tltimo capitulo exponemos los criterios, las decisiones y los procesos propios de esta metodologia, asi como algunas técnicas de activacién de memoria. I, gCual historia? fom to sefala Ginzburg (2012: 17), la pa- jabra “historia”, derivada del griego iotopta foquivalente a «inyestigacién»), asi haya sido }oulucida a muchas lenguas, ha permanecido ipual a lo lnngo de veinticinco siglos, asi sus ienificadon hayan cambiado. Luego de haber -ile ueada por botdnicos, zodlogos y anticua- +) para donominar sus estudios (Ja Namada ‘Wtovia natural”), el vocablo termin6 siendo + fevilo cna exclusivamente a la accion hu- wana eoleotiva. i Historinmateria, historia penovimionto e historia memoria } io lo sefinlamos al comienzo, en nuestro lioma ol término “historia” tiene la singulari- ‘ol sommintion de designar a la vez los hechos iummanon en su devenir temporal y el conoci- stent tle esos hechos. Cuando decimos que js Hintorin de Colombia ha sido muy violenta”, »-tamoe dindole el primer sentido; y cuando »sjesamos que “no se ha hecho una historia Jy los jueyou de azar en Colombia”, el segundo. Alfonso Torres Cavill Pero la ambigiiedad no termina ahi. En cai uno de los dos sentidos también hay significn dos varios. En el primero —la historia como (lo venir de las sociedades en el tiempo-, cuando 4) usa sin adjetivos, se asume como el conjunto di hechos humanos; por ejemplo, cuando decimo “A través de la historia, la tecnologia ha venido mejorando”. Cuando se le pone un adjetivo, #0 delimita su alcance, como en las siguientes ox presiones: “historia latinoamericana”, “historia colonial” e “historia politica”. En todo caso, esti reconocimiento de la existencia de una realida< histérica, independientemente de que sea 0 no objeto de investigacién por parte de los histo riadores, es denominado como historia-materit (Vilar, 1980); como lo veremos luego, de tal hin toricidad no es ajeno el propio quehacer de low historiadores. En el segundo sentido, la historia como conovi miento de los hechos pasados, también coexin\ ten tres significados diferentes pero relaciona dos entre si. Uno, el de historia como conoci miento histérico, en particular, como la disci plina cientifica que practican los historiadores; por ejemplo, cuando decimos que “sin fuentor no se puede hacer historia”. Dos, el de histo donde abajo y desde el sur 0 lon resultados acumulados del cono- 0 hintévico o conjunto de estudios y pu- io Hobre un periodo o campo determi- nmo cuando decimos: “La historia de la Jidinna est& por hacerse en Colombia”. nido significado de la historia-conoci- también se conoce como “historiogra- ida ademas como el estudio sobre fiera suficiente, la palabra “his- On #e suele utilizar para referirse ea decir, la memoria colectiva. Ese ile In palabra “historia” es el que apa- alivimaciones como: “La historia me ab- sitodofensa de Fidel Castro luego del ‘asalto al Cuartel Moncada, ya que, ‘jie sii necién fue castigada por las élites Jor a ln larga quedaria en la memoria imionto del despliegue de sentidos “hintoria” no es un simple ejer- Jiro sino una aclaracién necesaria Alfonso Torres (rrilla Wee hala y dowde el sur que resultardé Util para reconocer y analizar ol contenido que las diferentes concepciones y cv rrientes historiograficas les dan a la historin materia, la historia-conocimiento y la historia como memoria. {ox conservados en los archivos. ile Leopoldo Von Ranke (1795-1886) ™ liablan por si mismos” expresaba iinvn con la teoria y el supuesto de il le low historiadores. Sin embargo, i busca moldear la memoria colecti- 44 lon valores occidentales, y exaltar «| nacional y la obediencia al Estado Ja onsefianza de las historias uni- jitvin, de las fiestas y monumentos {por ollo, también se le conoce como bronce”), Desde cuando la historia se constituyd como disciplina de conocimiento en el siglo XVIII, po demos reconocer tres grandes enfoques histo riograficos que también podemos asumir como “modelos histéricos”, en cada uno de los cuales los diferentes sentidos de la historia se articu lan de modo singular. Estas son: la historia tra dicional (predominé en el siglo XTX), la Nueva Historia o historiografia cientifica (predomin( en el siglo XX), y la historia popular o historia il desde abajo (a contracorriente desde el siglo | XIX hasta hoy). Historia emerge como reaccién a la ivadicional y se consolida desde la ter- rade dol siglo XX, en torno a la Escue- \ We Annales en Francia, la influencia del Hid y el ostructuralismo, y el didlogo con His wocinles, Para este modelo, la his- (erin on la dindmica de las sociedades ‘8 en particular los hechos estructura- ‘Wisivou quo expresan las regularidades Mieneins de las estructuras sociales y Hipae Wntionde el conocimiento histérico 14 yeronstruccién y explicacién cientifica i» Hechos, empleando un amplio abani- En primer lugar, la Iamada “historia tradicio nal” o “vieja historia”, la historia-materia, so reduce al mundo de los acontecimientos politi il | cos, diplomaticos y militares que son protagoni | zados por grandes personalidades de las élite | (proceres, héroes, caudillos, gobernantes). Parn este modelo, el trabajo del historiador consis |! te en la narracién fidedigna de tales aconto IE Se 6 Alfonso Torres (yyy olu)a y dosde el sur iy co de fuentes (estadisticas, prensa, objoion) “ Amplio como el devenir de lag socie- Su afén por legitimarse como ciencia so iy| centra la atencién en las que las atraviesan, en aquellas que evidencian asimetrias tle opresién (colonial, de clase, de gé- ‘Heneracional), y en las diferentes ha heredado la pretensién objetivista y lawn puesta neutralidad Politica de la investigaci) histé6rica. Por ello, a pesar de representar una ampliaciin del objeto, de la teoria y la metodologia do I, . desde la historia popular, el Holo para ser relatado o expli- nl pitva ser cuestionado en funcién ‘Hon de transformacién social, agen- ‘fetuales luchas Politicas, sociales acelerado proceso de institucionalizacién; low resultados de sus productos transitan en low restringidos circulos de especialistas, y su (lj ) por allo, en su Conocimiento, parte vulgacién entre la gente comtin se limita a al laa preguntas que se hacen los ac- gunas publicaciones de referencia y a su timida Hhaltor on en el presente; y los involucra presencia en los textos escolares, : econ a partir de un uso amplio §F partioular Jas provenientes de wubaltornos de la sociedad (tradi- Finalmente, Ja historia “desde Abajo”, cuya emergencia ha tenido lugar en diferentes 10) ornles, visuales y materiales, mentos y escenarios politicos (ver capitulo {), Ailes, archivos de sus organiza- que si bien es cierto no constituye una unidad Yilentos), | homogénea, si comparte algunas Posiciones ei) 18 Alfonso Torres Carrillo yectos y las luchas de los sectores subalternos, y socializa y reelabora su saber metodolégico con el fin de potenciarlos como sujetos de conocimiento y poder. Por ello, su intencién de fortalecer las memorias colectivas populares es central, en la medida en que aporta a la ampliacién de su ca- pacidad de leer el devenir social, de comprender mejor su presente y fortalecer su capacidad de accién hacia horizontes liberadores. 2. La historia: un conocimiento singular El hecho de tener como objeto el pasado colec- tivo, una realidad ‘ausente’ del peso que puede tener el presente en la indagacién de ese pa- sado, de pretender ser reconocido como valioso para el presente y como actividad cientifica, ha implicado que el conocimiento histérico haya sido centro de critica por parte de otros campos de conocimiento y de reflexion por parte de sus cultores, sea cual fuere su perspectiva histo- viografica. A continuacién, retomamos algunas de estas polémicas referidas a la historia como practica social y a sus multiples interacciones con el presente de los historiadores, a la singu- laridad de los hechos historicos, a la objetivi- dad y los alcances del conocimiento histérico. Hacer historia, desde abajo y desde el sur 8 La frase de Edward Carr: “Estudia al histo- riador antes de ponerte a estudiar los hechos”, nos pone de presente el cardcter situado de la practica histérica y la incidencia que tiene tal posicién en lo que produce. En términos de Mi- chel de Certeau (1993: 35), la historia ‘implica un movimiento que enlaza una practica inter- pretativa a una practica social”. No se puede comprender lo que dice, independientemente de la prdctica de donde procede. La historia forma parte de la realidad de la que trata, y esta realidad puede ser captada como actividad humana, como practica social (1993: 69). ‘Yoda produccién historiografica se enlaza con un lugar de produccién socioecondémica, politica y cultural; toda interpretacién histérica depen- de de un sistema de referencia histéricoy cultu- pal del que no siempre se hace conciencia y que, #in embargo, condiciona de algtin modo la mira- ila que los investigadores se hacen del pasado; allo se evidencia, como lo veremos luego, en que ln expansion y la emergencia de nuevas pro- hlematicas de interés histérico estén siempre fisociadas a las demandas de conocimiento que flantean las problematicas presentes, tales fomo el creciente intervencionismo del Estado 20 ; Alfonsa Torres (iavrili a comienzos del siglo XX, la mundializaciin capitalista en las postrimerias de la miami centuria y la irrupcién de diversos movimiun tos sociales en los dos ultimos siglos. La historia es también una institucion propii de las ciencias modernas, que antes que toi) fueron gremios y asambleas de eruditos. |i instituciones son las condiciones del lenguiije cientifico que organiza las ideas. Al igual que otras labores cientificas, la investigacién hist) rica se apoya cada vez mas en equipos y medio financieros, y por tanto en los privilegios que ello implica; esté organizada como profesién y se instala en un circulo de la escritura (se ap ya en lo ya escrito, se orienta a los lectores on pecializados). Las academias y departamentos de historia, los centros de investigacién, los congresos y publicaciones especializadas “poseen la dobly funcién de crear condiciones materiales pari realizar la investigacién y definir las practiciy cientificas que fijan los requisitos de la disui plina” (Florescano, 1985: 125). Talo “episteme institucional” condiciona el campo de posibili dad de lo que puede ser investigado, quiénes y anda el sur a ylo y de qué modo; “aunque estas 4 ae declaran como templos de la li- Ja (iparelalidad y la objetividad, por su i) so¢inl, administracién, gobierno y yeelulamiento, de hecho favorecen jeites, admiten unas tematicas y ex- an’ (Torres, 1998: 42). ‘i oa Yecuerda que la historia moder- lente nace con la separacién entre ‘presente, La historiografia distancia ir su propio presente de un pa- 17), Esto no pasa en otras cultu- jor ejemplo, en la India o entre los (valos de los Andes: la marcha del inte nocesidad de afirmarse, distan- panndo, sino que coexiste con él y Hilo permanentemente por el pre- uiiepasados acompafian siempre las i 14 Historia “en el rompimiento entre ‘i118 68 HU objeto, y un presente, que slp sui prdctica, la historia no deja de }resente en su objeto y el pasado (De Certeau, 199: 52). La ac- ‘yi punto de partida de la historia. 2 * Alfonso Torres Carrillo Ya lo decia Febvre: “El pasado es una recons- truccién de las sociedades y de los seres huma- nos de antafio, hecha por hombres y para hom- bres comprometidos en la complicada red de las relaciones humanas de hoy en dia” (1948: 25). El reconocimiento de la historicidad y el carac- ter intersubjetivo de la historia nos remiten al recurrente cuestionamiento sobre su imposible objetividad. Para Topolsky (1986: 257), esto tie- ne que ver con cuatro factores: la posicién social del historiador, los valores sociales que influyen sobre él, el conocimiento previo y teérico que po- see el historiador, y, por tiltimo, su personalidad. Para el autor, tales condicionamientos no impi- den un conocimiento de los hechos histéricos; por el contrario, estos determinan en buena me- dida lo que en cada época se consideran criterios de verdad del conocimiento. En el conocimiento previo, el historiador est4 presente a lo largo del proceso de investigacién; su formacién teérica y metodolégica, en lugar de ser un obstdculo, es una garantia de rigor de su trabajo y de calidad de sus operaciones e interpretaciones: le permi- te construir con mayor criterio su problema de conocimiento, seleccionar y utilizar las fuentes mas pertinentes, y analizar la informacién que Hicwr historia, desde abajo y desde el sur B proporcionan, asi como interpretar y sintetizar lon hechos investigados. Vinalmente, el historiador Thompson (1981) plantea a continuacién una serie de proposicio- nes acerca de la “légica del conocimiento histé- rico”, que compartimos y recreamos con nues- tro aporte y el de otros pensadores: fu objeto inmediato son hechos que tienen una existencia real pero que solo son cognos- cibles por via de la investigacién histérica. los hechos no “hablan por si mismos” sino que responden a las preguntas del historia- dor; en palabras de De Certeau (1993: 13), “la histoviografia (es decir, historia y escritura) lleva inscrita en su nombre propio la paradoja de la relacién de dos términos antinémicos: lo veal y el discurso. Su trabajo es unirlos y, en las partes en que esa unin no puede ni pen- sarse, hacer como si los uniera”. In buena medida, la practica histérica consis- te en un didlogo abierto entre preguntas, re- forentes conceptuales y posibilidades de res- puesta que ofrecen las fuentes disponibles. Es didlogo porque ninguna de las partes subor- dina a la otra: el instrumento interrogativo y wh Alfonso Torres Carrillo las respuestas dadas por las fuentes se condi- cionan mutuamente. En cada época, los histo- riadores pueden plantearse nuevas preguntas ante los datos histéricos, pero esto no significa que los acontecimientos pasados cambien con cada interrogador. La historia es también escritura; sus resul- tados expresan un texto que organiza unida- des de sentido y lleva a cabo transformacio- nes cuyas reglas se pueden determinar. La condicién de un discurso histérico parece de- finirse por una combinacion de significacio- nes Unicamente articuladas y presentadas en términos de hechos. Retomando a Bar- thes, el historiador da la impresién de contar hechos cuando en realidad enuncia sentidos (De Certeau, 1993:58). El conocimiento histérico es provisional e in- completo, y, por tanto, verdadero y discutible dentro del campo en el cual se produce. El tri- bunal de apelacién sobre posibilidad, veraci- dad y cientificidad del conocimiento histérico esta en el campo de la disciplina y no en un lugar aparte, como la légica formal o la filoso- fia de la ciencia. ub II, La construccién de la historia como ciencia Wntre los siglos XIX y XX, la historia como co- nocimiento vive un cambio notable: de género \\torario cultivado por cronistas y letrados pas6 4 sor una disciplina cientifica, llevada a cabo por investigadores profesionales. Esta trans- formacién tuvo como contexto el nacimiento de ln clencia moderna y de otras ciencias sociales, ani como la consolidacién del capitalismo y los fetados nacionales. La comprensién del carac- tn ‘cientifico’ de la historia y de la manera de practicarse tampoco estuvo exenta de debates. lin este capitulo nos ocuparemos de sintetizar lou vasgos més destacados del proceso. 1, Auge y crisis del historicismo erudito Hi bien es cierto que hubo notables antecedentes de hacer de la historia algo mAs que la narracion ile acontecimientos ‘importantes’, el poder’, has- | Tal vox el mas significativo es el del pensador arabe Ibn Jaldun, quien el siglo XIV planted que “a historia tiene por abjeto ver- dadero hacernos comprender el estado social del hombre y los fendmenos que se relacionan con él: a vida salvaje, la suavizacion do las costumbres, el espiritu y de tribu, los diversos géneros de 26 Alfonso Torres Carrillo ta el siglo XTX no se consolida un esfuerzo colec- tivo por convertir la historia en una disciplina cientifica; en este empefio, los historiadores de- cimonénicos también cuestionaron las filosofias de la historia que buscaban hallar el sentido de los cambios hist6ricos acudiendo a fuerzas exte- yiores a los mismos, tales como la providencia, la libertad o el Espirito trascendental. En su afan de convertir a la historia en una cien- cia similar a las naturales, capaz de producir “eonocimiento fidedigno de los hechos”, los his- toriadores alemanes del siglo XIX, en particular Leopoldo von Ranke, buscaron darle un rigor erudito a la investigacién histdrica, en particular a la utilizacién critica de sus fuentes. Como pa- radigma de pensamiento, el historicismo alemén consideraba que los fenémenos histéricos eran singulares, y que, por tanto, debian ser compren- didos desde los criterios de su propio tiempo y no desde leyes generales 0 principios abstractos. En su lucha contra la especulacién filoséfica, Ranke consideraba que “el caracter cientifico ed ca ominacion de unos pueblos sobre otros, la distincién de clases, las ocupaciones de los hombres como las profesiones lucrativas, los oficios, las ciencias y las artes” (Jaldun, 1997). ——— Aiyour hintoria, desde abaja y desde el sur 7 ile ln historia reside en la imparcial inmer- ion en las fuentes, en la yeconstruccién de las infteneiones de los actores y del curso de los avontecimientos, y en la percepcién intuitiva ile un eontexto histérico mas amplio” (Casano- ya, 1991; 12). Sus seguidores se esforzaron en eonstruir una metodologia centrada en la criti- en alas fuentes; por un lado, la critica externa, para determinar la procedencia y autenticidad tle Jus mismas; por otro, la eritica interna, que espera encontrar el sentido del contenido de los deeumentos y reconocer su veracidad interna. Watos historiadores también consideraban que ln manera mas adecuada de transmitir los re- wultados de sus indagaciones era la narracién lineal de acontecimientos. Wl interés del historicismo alemAn por com- prender los hechos individuales derivé en la epeencia de que la historia era la mera recons- (vuceién de hechos; el creer que para ello bas- {aba encontrar y abordar adecuadamente las fuentes condujo a un rechazo de la teoria: el vonsiderar que la historia solo podia ser com- prendida a través del comportamiento guiado por ideas conscientes dejé por fuera muchos as- peetos del pasado, como “las masas, las clases 7 Afonso Torres Carrio sociales, la cultura popular no tenian interés histérico” (Casanova, 1991: 15). Los rasgos predominantes de esta forma de ha- cer la historia que se extendié durante el siglo XIX y comienzos del XX al resto de los paises de Europa, a través del mundo universitario, pue- den ser sintetizados asi: “Una historia centra- da en el relato de los acontecimientos politicos, diplomaticos y militares, que formulé métodos jndividuales-hermenéuticos como especificos de la historia y que puso resistencia a las genera- lizaciones y las abstracciones de las ciencias so- ciales, asi como a la intromisién de dimensiones econémicas 0 sociales en la comprensién de los hechos hist6ricos. Una historia, en definitiva, politica, al servicio de los poderes legitimados, que rechazaba la teoria y que tenia a la narra- tiva como hilo conductor” (Casanova, 1991:15). Desde comienzos del siglo XX, esta concepcién historiografica empezé a ser cuestionada des- de las nacientes ciencias sociales, portadoras de una nueva manera de entender lo cientifico. Por un lado, la economia y la sociologia plan- teaban que su caracter cientifico radicaba en no centrarse en los hechos particulares sino en las Hoowr Historia, dada abajo y desde el sur 9 tondeneias y dindmicas sociales generales, que pidieran abstraerse y expresarse en modelos, joven y teoring universales; por su parte, Ja an- tropologia hace una ruptura con el evolucionis- su y empieza a considerar las sociedades como sistemas sociales, concebidos como conjuntos de velaviones y funciones interdependientes. Wate interés por los aspectos mas amplios de lu vide social y el af4n por explicarlos a par- ‘iy de toorfas universales estaban asociados a los cambios de las sociedades europeas, que ventan sufriendo profundas transformacio- yee desde fines del siglo XIX. Procesos como Ja vonsolidacién del capitalismo industrial, el crecimiento urbano y la irrupcién de la clase obrera como actor social; la magnitud y las eonsecuencias de la Primera Guerra Mundial, ja Revolucion Soviética, la depresién econdmi- on subsiguiente y la crisis del Estado liberal plantearon nuevos desafios a las clases go- hernantes; el miedo a las masas trabajadoras vada vez mas inconformes, la necesidad de vontener eventuales revoluciones y de regular in economia capitalista desde una creciente in- tervencion estatal exigia un conocimiento mas sintematico de lo social, con capacidad de pre- 30 Alfonso Torres Carrillo diccién y del cual pudieran derivarse politicas y estrategias de control social. De una histo- riografia dedicada a narrar acontecimientos politicos y diplomaticos, protagonizados por las élites, no se podia esperar mucho. Esta insatisfaccién con las limitaciones de la historiografia positivista para comprender y enfrentar las nuevas problematicas de los Es- tados de comienzos del siglo se expresé, por una parte, en el renacimiento de relatos, simi- lares a las cuestionadas filosofias de la histo- ria; por otra, en el surgimiento de iniciativas encaminadas a incorporar elementos prove- nientes de las otras ciencias sociales al queha- cer historiografico. En el primer caso, obras como La idea de la historia, de Robin Collingwood; La decadencia de Occidente, de Spengler (1918), y Estudio de la historia, de Toynbee (1934-1961), pretenden mostrar grandes tendencias de la historia hu- mana a partir de cuestionables comparaciones y especulaciones. En el segundo, autores como Jean Jaureés y su Historia socialista de la revo- lucién francesa (1901), Francois Simiand y su conferencia Método histérico y ciencia social Hhoowr Hintorla, donde obajo y desde el sur 31 (1004, y Henry Berr a través de la Revista de aiitewia histérica (1900) empezaron a incorpo- ray on sus estudios algunas teorias y metodo- lowiae provenientes de otras ciencias sociales, von la economia y la sociologia. la eoneepeién tradicional de la historia se ex- presd en América Latina especialmente a tra- vee de las academias nacionales de historia, ite fe Crean a comienzos del siglo XX, en el vontexto de interés histérico, motivado por el ventonario de la independencia, con el propé- ito de consolidar la versién oficial de las his- torias nacionales mediante el estudio cuidado- so de diferentes acontecimientos significativos en la construccién de los Estados. También desde las academias de historia se buscé exal- tay ol sentido patridtico a través de la ense- fiaien escolar; en tal sentido, incidieron en la elibovacién de los planes curriculares y en la elaboracién de los textos de historia patria. En Uslombia es paradigmatico el Compendio de /imloria de Colombia, elaborado por los acadé- mivos Henao y Arrubla en 1910, que se convir- 110 en el modelo de los textos escolares duran- io buena parte del siglo XX. Alfonso Torres Carrillo 2. La Escuela francesa de los Annales y la Nueva Historia La creacién en 1929 de la revista Annales dhistorie économique et social por parte de los historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre representa el comienzo de una profunda renovacién del conocimiento histérico; a partir de una dura critica al trio formado por la his- toria politica, la historia narrativa y la histo- ria acontecimental, sentaron las bases para la construccién de la investigacién histérica como ciencia social. Reconociendo el legado de historiadores france- ses como Berr, Pirenne y Labrousse, se planted la necesidad de una historia cuyo objeto fue- ra la dindmica social en el tiempo. Dice Feb- vre: “La historia es el estudio cientificamente elaborado de las diversas actividades y de las diferentes creaciones de los hombres de otros tiempos, capturados en el marco de sociedades extremadamente variadas y, sin embargo, com- parables unas de otras” (Febvre, 1978: 22). Si la historia es considerada una ciencia en la que los hechos no hablan por si mismos sino Hocur historia, dead abajo y desde el sur “ue hay que hacerlos hablar desde preguntas y marcos interpretativos, los historiadores deben partiv de problemas y no pueden prescindir de {eoviug que permitan explicarlos. Estas proven- dirian de otras disciplinas, como la economia, jn demografia, la sociologia y la antropologia, o pudiera ser construida por los historiadores a partir del andlisis de las sociedades en el tiem- 0, Wate ensanchamiento del campo de interés ile la historia supone también una ampliacién de laa fuentes: junto a los documentos institu- vionales 0 provenientes de grandes personajes privilegiados por la cuestionada historia poli- (iva, 46 incorporan las fuentes estadisticas, las iinsan documentales que proveen informacién euantificable (fuentes seriales) y las fuentes iiateriales (territorios, edificios, utensilios). loch murié en 1944, fusilado en un campo de voneentracién bajo la ocupacién nazi, donde es- ibid wu famoso libro Introduccién a la historia. Yerminada la Segunda Guerra, Febvre reem- jrende la publicacién de la revista y en 1947 se inatala on VI seccién de la Ecole Pratique des Hautes Vitudes, creada por la Fundacién Roc- kefeller. “Los hombres de los Annales hallaran fea wu territorio natural de ensefianza y pro- Alfonso Torres Carrillo yeccién” (Fontana, 2002: 33), inicidndose asi un paulatino proceso de institucionalizacién. Luego de la muerte de Febvre en 1956, la di- reccién de la Revista y de la escuela pasan a manos de Fernand Braudel, quien una década antes habia culminado su tesis doctoral El me- diterrdéneo y el mundo mediterrdneo en la época de Felipe I, en la cual plantea por primera vez su teoria sobre las multiples temporalidades histéricas (larga, media y corta duracién). En Ja direccién de Annales, Braudel reiteré el ca- racter totalizante de la historia y el didlogo con otras disciplinas sociales, insistiendo en que estas deben incorporar la perspectiva histéri- ca. En debate con el antropélogo Claude Lévi- Strauss, Braudel afiné su concepto de Larga duracién, posibilitando que los historiadores hicieran andlisis sincrénicos del lento devenir de las estructuras sociales. Durante su periodo, su mas brillante discipu- lo, Emmanuel Le Roy Ladurie, realizé su tesis doctoral sobre la historia de Los campesinos de Languedoc (1966). Alli pone en practica buena parte de los planteamientos metodoldgicos im- pulsados por su maestro: “historia total’, enfo- Hecor bintoria donde ubuja y desde el sur (1@ mullidiseiplinario, escala temporal de larga ‘ivaeién, interés por la geografia regional y uso ‘le (Monton seriales (Burke, 1996: 64). Por dis- ‘repancias internas, deja la direccién de la Es- eiela en 1968, estableciéndose una coordinacién rilectiva que seria reconocida como la “tercera feneracién” de los Annales. A diferencia de las {iee8 anteriores, no es evidente un proyecto in- toleetual compartido, en la medida en que se presenta una dispersion tematica: la historia so- ‘nly eeondmica fue siendo desplazada por el es- ‘uilio de Ins mentalidades y los imaginarios; al- ites retornan a la historia politica, al estudio ‘le Aeonlecimientos, a la biografia de personajes y seimismo a la narracién; y surgen temas como is muler, ln infancia, los j6venes y el cuerpo. Weta weneracién de los Annales ha sido més sbierin a las influencias externas, tanto disci- pliiares (en particular de la antropologia) como iifernacionales (en especial de la historiografia horleamericana). Algunos le cuestionan su per- Moabilidad a “modas intelectuales” como los gi- te lingilistico’ y ‘antropolégico’; otros, que haya ‘ibandonado los estudios de la base econémica para dedicarse a lo cultural; y otros mas sefialan 4 algunos de sus exponentes como conservado- Alfonso Torres Carrillo res, por centrar la atencién en la Edad Media, y privilegiar las continuidades y la larga duracién frente a los cambios y las rupturas histéricas. La influencia de la antropologia simbédlica y su preocupacién por lo cultural es evidente en historiadores como Le Goff (1988), Duby (2000) y Jean Delumeau (1989). Otros historiadores franceses como Ariés (1984 y 1987), De Certeau (1999 y 2004), Chartier (1993 y 1996) y Nora (1984, 1987 y 1992), aunque no pertenecieron a la escuela de los Annales, comparten su in- terés por tematicas de indole cultural como la infancia; y las representaciones sobre la muer- te, el amor, el cuerpo, el miedo, lo cotidiano, la religion, la lectura, el imaginario y la memoria colectiva. A esta generacién también pertenecen los his- toriadores marxistas Pierre Vilar y Michel Vo- velle. El primero, ademas de sus estudios sobre Catalufia, aporté a la construccién conceptual de la “historia total”, en una perspectiva que articula la dindémica estructural con los acon- tecimientos en el que acttian los colectivos so- ciales y los individuos (Vilar, 1986). El segundo estudié y re-conceptualizé las mentalidades en {we Nieturia, desde abajo y desde el sur 37 ‘idlago con categorias provenientes del mate- Haliemo como ideologia y conciencia (WVovelle, iti), fon ln muerte de Braudel en 1985 se cierra tambien el ciclo de los Annales como innova- ‘or eorvionte historiogréfica, A diferencia de lve Mndadores de la revista, a quienes les tocé semir wna actitud combativa frente a lo es- tableeido, a las generaciones posteriores al 68 les Correspondié administrar una institucién spveatiginda en el mundo académico interna- eienal, eatrechamente vinculada con el gobier- fi faneds y una gran presencia en los medios *ieivos de comunicacién. Heeanoeida como la corriente historiografica ‘le Mayor influencia, junto con el marxismo, oi ol wiglo XX, a modo de balance, sintetizo a fenlinuacién las principales aportaciones y liiituoiones de la escuela de los Annales a la ‘onetruceién de la disciplina histérica (Torres, 1H08) 106): | Interés por darle un estatuto cientifico a la historia, en didlogo con otras ciencias foeiales; ello ha sido més fructifero con 38 Alfonso Torres Carrillo la geografia, la demografia, la sociologia y la antropologia, de las cuales incorpora conceptos y técnicas de investigacién. La escuela de los Annales incidid también en las demas ciencias sociales, que pasaron a considerarla como disciplina cientifica y en muchos casos a incorporar la perspectiva histérica en sus investigaciones. 2. Ampliacién del campo de conocimiento de la historia —las sociedades humanas en el tiempo- en una perspectiva de sintesis his- térica. Esta pretensién de una “historia to- tal” se vio limitada por la ausencia de una concepcion teérica de caracter global de la sociedad, desde la cual lograr una recons- truccién articulada de las diferentes di- mensiones de la vida social. 8. Valoracién de la importancia de la teoria en la interpretacién histérica. Sin embargo, la debilidad conceptual de la escuela llevé a que sus integrantes privilegiaran la importacién de categorias provenientes de otras ciencias sociales; esa limitacién también se expresa en la ausencia de debate epistemolégico. 4, Ampliacién de la concepcién del tiempo his- tdrico, al reconocer tres ritmos de tempora- lidad: lo acontecimental (corta duracién), ‘Woeor Winton doude abajo y desde el sur 39 lo coyuntural (media duracién) y lo estruc- tal (larga duracién). Algunos de sus ex- ponentes, Influidos por el estructuralismo, han enfatizado en el ritmo de larga dura- elon, deseuidando el estudio de las ruptu- rus, los cambios y las emergencias sociales. Preoeupacién por la dimension espacial ‘lel anilisis histérico, més acd y més alla tle Ia eseala nacional: por un lado, vindi- rani Ia necesidad de estudios regionales: por el otro, reconociendo vastos escenarios spranacionales como la cuenca del Medi- {errineo y el océano Atlantico. El desprecio jar el tiempo corto tiene su correlato en el ‘ewouldo por las escalas micros y las histo- vine locales. Amplineién del concepto y uso de fuentes, Hrente a la exclusividad de los documentos eseritos, producidos por las élites, se recono- #1) que todo dato u objeto que dé cuenta del piwado puede ser reconocido como fuente. 14 pouibilidad de cuantificar los datos dis- relos, presentes en diferentes fuentes, po- mbilité la construccién de series temporales, Institucionalizacién de la Revista dentro tle In Recuela de Altos Estudios de Paris, lo mismo que un creciente compromiso 40 Alfonso Torres Carrillo de sus integrantes con el statu quo, que se han expresado en su conservadurismo. La mayor parte de su produccién esté cen- trada en periodos previos a la Revolucién Francesa, descuidando la historia contem- pordnea; en algunos autores se evidencia cierta nostalgia por el mundo medieval y en casi todos los casos un distanciamiento frente al marxismo. 8. Su influencia en la renovacién de la historio- grafia mundial. A partir de Braudel, la es- cuela se conoce en Europa, Estados Unidos y América Latina. La formacién de historia- dores profesionales en la perspectiva de esta Nueva Historia francesa contribuyé a supe- rar la hegemonjia de la historia académica positivista. En América Latina, algunos his- toriadores que estudiaron en la escuela de Altos Estudios o se formaron con las lecturas de los integrantes de los Annales renovaron la produccién historiografica en las décadas de los 60 y los 70 del siglo XX. 3. Del fin de la historia a su revitalizacion En el contexto de la crisis del socialismo so- viético, el politélogo de origen japonés Francis ‘Heese Hislvia dowd nbojo y desde el sur 4l Pilivama proclamé en 1989 el “fin de la his- tHe" en un articulo del mismo nombre, que le86 tym afios seria incorporado en el libro El He dele Niatoriay et citimo hombre. En el mis- 1) fone de otras consignas como “el fin de las ttapiae” y “el fin de las ideologias”, este autor que, con la derrota del comunismo, ta Wimanidad habia llegado a una fase insu- erable, con base en la democracia liberal y la eeynenila de libre mercado, tia déeada antes, el filésofo Jean-Francois lyotard habia publicado el libro La condicién poroderna, Un informe sobre el saber ponia oY) evienoin la crisis de Jas grandes certezas ‘el jhyeeto moderno, y en particular de la ‘ietieliy “las grandes narrativas” de la historia Humana, como el estructural-funcionalismo y ol Marxiamo, Frente a estas miradas ‘totalita- Hi) el Mlléxofo celebraba la proliferacién de pe- ueflas narrativas que compiten entre ellas sin Hretenalon alguna, de comprensién global de la Historia, Bn buena medida, este planteamiento estaba dando cuenta del fraccionamiento que © Presontaba en la historiografia europea, al 6 Nos veferimos previamente, Alfonso Torres Carrillo A esta critica al pensamiento histérico moder- no y al ‘desmigajamiento’ de la historiografia se sumo el cuestionamiento al estatuto episte- molégico de la historia, proveniente de diversos flancos y que actualizaba viejos debates sobre la imposibilidad del conocimiento veraz del pa- sado, sobre las tenues fronteras entre ficcién e historia, que llevé a que se planteara que esta no era m4s que un relato literario (Veyne, 1971; White, 1974; Ricoeur, 1987). Tal ambiente de critica e incertidumbre condujo a que en las postrimerias del siglo XX se llegara a hablar de la “crisis de la historia” (Ortega, 2007). Muy al contrario de este oscuro panorama, considero que la historia no ha llegado a su fin: ni como devenir ni como conocimiento y mucho menos como memoria colectiva. En cuanto a la ideologia del “fin de la dindmica historia humana”, entendida como triunfo de- finitivo del capitalismo, los hechos recientes evidencian que las tensiones generadas por el propio capitalista mundializado han posibili- tado la emergencia de viejas y nuevas luchas, asi como proyectos sociales y politicos alterna- tivos que estan renovando el devenir histérico contemporaneo. Hae Histor, dele bejo y desde el sur 43 Hii euanto a la historia como conocimiento, eee al Anuncio de su muerte por parte de al- euion Autores posmodernos, esta contintia de- serollindose como campo intelectual, lo que se evidenieia on la pluralidad creciente de temas ¥ leemue de hacer historia como tal. Al igual ee veurre en cualquier campo intelectual, vali alenvesado por tensiones propias de la eeittenela do variados enfoques y corrientes Potieeptuales y metodolégicas, asi como por los /Weationamientos provenientes de otros cam- fee liteloetuales. En la ultima generaci6n, el Htilverio de los historiadores se ha expandido a 1 Hii Vertiginoso. La historia nacional com- tite 008 Ja historia mundial y la local; hay mu- oho eam poe nuevos, sostenidos a menudo por feViel oNpecializadas; la historia social, por Heinle, He independizd de la econémica para terminar fragmentandose, como algunas nue- ©) Hitiones, en demogratia histérica, historia del trabajo, historia urbana, historia rural, et- ‘fer (Burke, 2003: 11). 4 lis Ultimas décadas también han cobrado ‘yor Mierza o han emergido “nuevas formas tle havor historia” (Burke, 1994), tales como la Hiieva historia politica, la historia del tiempo Alfonso Torres Carrillo presente, la historia ambiental, la historia de la cultura material, la historia del consumo y de las mercancfas, la historia de las mujeres y de los jévenes, la microhistoria y la historia oral, la historia cultural y la historia de los imaginarios. Salvo el peligro que representa —al igual que en otras ciencias sociales— la su- perespecializacion y el declive de las miradas de conjunto, esta pluralizacién de temas puede asimismo expresar una ampliacidn del espectro de movimientos sociales, interesados en reivin- dicar sus luchas y problematicas en el pasado. Esta expansién del interés por la historia se ex- presa igualmente en el aumento de la demanda y la oferta de conocimiento histérico, evidente en el aumento del nimero de programas de for- macion de historiadores (en el nivel de pregra- do y de posgrado) y del volumen de publicacio- nes sobre diversos temas del pasado, asi como en la proliferacién de encuentros, seminarios y congresos de historiadores. En cuanto a la historia como memoria, entendi- da como el cimulo de representaciones de su pa- sado que los colectivos construyen para alimen- tar sus sentidos de vida individual y colectiva, Heer Wieloria donde abajo y desde el sur 45 Hifiea como hoy es tan evidente la preocupacién fer eonjurar las vicisitudes del presente acu- ‘endo al pasado comun. En efecto, la percep- ‘tony la coneiencia de la aceleracién del tiempo Histories, propio de Ja vida actual (Augé 2000), Hl-van a lon hombres y mujeres contempordneos 4 © come cosa del pasado los acontecimientos “6 Mavenron las décadas inmediatamente an- t/vieves (loa GO, los 70, los 80 e incluso los 90 “peearon 0 la historia”); de igual modo, genera 1) stetedad de conferirle algtin sentido a ese di- Hatten, del cual muchos no se sienten ajenos. “uel ne oxpresa tanto en la demanda de sa- hey sobre el pasado (resuelta por via de la lite- ‘atin hist6rica y testimonial, el cine, las se- ties felevinivas y las paginas de internet) como ©) el notunl affin por revisar el pasado personal » -oleetivo, y por reconstruir las historias com- pertidag de nivel institucional, local y regional; /' #6 hace evidente en iniciativas como los /eneirson de historia barrial y de testimonios orales, Superadas situaciones adversas como ‘etaduras y guerras, se activa la lucha contra »lalvido y la reivindicacién del duelo: es el caso ‘le las campatias por el Nunca Mas en Argenti- ay Colombia, 4 fue ni pretendié ser historia- trario, cuestiond la historiogra- ‘Sin embargo, desde su critica a jana de la historia, su interés cientificas al socialismo y a su smo, asi como sus estudios de inturas histéricas de su época, le sentar los fundamentos de lo que ion materialista de la historia”. sus planteamientos politicos y ‘6 conformar una corriente de investigacién que influyé en la de una corriente historiografica D por comprender y explicar los cam- ieos lo Hevé a criticar las filosofias de ii que los atribuian a factores y fuer- lores a la sociedad. Ya en La sagrada | (1844-1845), Marx y Engels afirmaban concepceién histérica, hasta ahora, ha 4B Alfonso Torres Carrillo hecho caso omiso de la base real de la historia; o la ha considerado simplemente como algo ac- cesorio que nada tiene que ver con el desarrollo histérico. Por ello, esa concepcién solo acierta en ver en la historia acciones politicas de los caudillos y del Estado, las luchas religiosas y las luchas teéricas en general” (Marx y Engels, 1970: 257). Frente a estas concepciones idealistas de la his- toria, Marx se propuso construir una teoria cien- tifica de la misma, que permitiera comprender las transformaciones que se estaban generando en Europa por obra de las revoluciones indus- triales y politicas de su época. Si bien es cierto que Marx no hizo una elaboracién sistemati- ca del conjunto de su pensamiento histérico, a través de sus obras podemos reconocer algunos rasgos que inciden de una manera u otra en la configuracién de una historiografia marxista. Un primer rasgo de su concepcién histérica es que todos los hechos sociales estan inmersos en el conjunto de dindmicas de la sociedad en la que se producen. Un hecho histérico solo puede ser comprendido en el contexto siempre cam- biante de sus articulaciones y tensiones con el (ieee Witt dlonle abajo y dosde el sur 4a /etetesoeial, Bn su Prefacio a la critica de la 4 politica (1859), lo expresa asi: “Mis eetigselones dieron este resultado: que las PelAaHeA jividicas, asi como las formas del Es. fade He iieden explicarse ni por si mismas ni 1 16 pretendida evolucién del espiritu huma- Wy (Mies, 1068; 71), Este criterio metodol6gico ~ |) efeeponde con su concepcién de sociedad oe eliteaia do multiples determinaciones; es #1) ome tina “totalidad concreta” estructu- 4, como conjunto social en per- Haheite ambio y en movimiento. ths semana caracteristica fue la relevancia ie te dit a lon aspectos y procesos “materia- je de 1a vidli social; en reaccién al idealismo fieotiy predominante, Marx planted que el ety dle partida de todo andlisis social era la “i preneiin de las formas como los colectivos soeialee erean y recrean sus condiciones mate- Hilee tle oilatoncia: “Bs el modo de produccién ile la vila material lo que determina el caracter eeteral de low procesos de la vida social, poli- 9 y eapiritual, No es la conciencia del hom- tye lo ue determina su ser sino, al contrario, = eF wovinl lo que determina su conciencia” (Mare, 1968: 71). oO Alfonso Torres Carrillo En tercer lugar, el solo andlisis estructural de la vida social no permite comprender sus transformaciones si no involucra a los sujetos histéricos; por ello, Marx afirmé que son los hombres quienes hacen la historia: “La histo: ria no hace nada; no posee inmensas riquezas ni libra combates. Son los hombres reales los que hacen, poseen y luchan. La historia no uti- liza a los hombres para lograr sus propios fines, La historia no es mas que la actividad de los hombres para la consecucién de sus objetivos’ (Marx y Engels, 1970: 265). Esta reivindicacién de los seres humanos como hacedores de la historia no lo lleva a una con: cepcién voluntarista del cambio social, porque sus practicas estén condicionadas por las cir: cunstancias en las que acttian, a la vez que es: tas han sido generadas y se transforman por la acci6n humana: “Los hombres hacen la his: toria, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuen: tran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado” (Marx, 1981: 9). Esta unidad dialéctica entre el caracter estructura: do y estructurante de las practicas sociales, en- 7 oe y desde e! sur objetivos y dindmicas subjetivas, ‘fetie) Marx on sus Tesis sobre Feuerbach ) LA voincidencia entre la modificacién ‘elancias y la practica humana solo vue y comprenderse relacional- lA prdctica revolucionaria”. ta liar, un aporte fundamental de 1) Comprensién del dinamismo social dle “lucha de clases”, que no solo prolagonismo de los colectivos socia- histérico sino que también se “fi Wi clave explicativa. Su perspec- 198 pire ahordar las clases sociales es histéri- +) Baleetion en torno a los conflictos sociales 6) Seffen jor contradicciones de las estruc- 1/88 Seelales, we van conformando los colecti- ~~) tales que los protagonizan; por ello, el seattle el movimiento de la sociedad no est4 at = emi sino que existe en funcién de 1) lie permanente entre las clases sociales. 1) planiieamiento esta lejos del determinismo (ue algunos marxistas inventaron Hai Ie ilea de In sucesién lineal de los modos de pPedveeiin, el propio Marx Jo advirtié en 1876: “tere Wansformar mi explicacién de los ori- Alfonso Torres Carrillo genes del capitalismo en Europa occidental en una teoria histérico-filoséfica de un movimiento universal necesariamente impuesto a todos los pueblos, cualquiera que sea la circunstancia en la que se encuentren... Pero debo protestar por eso. Me hacen un gran honor pero a la vez me desacreditan” (Marx y Engels, 1970: 489). Un quinto aporte de Marx a la construccién de una historiografia critica es la articulacién de su produccién teérica y la investigacién social con su practica revolucionaria. Marx se hizo socia: lista antes y no después de haber concebido su teoria materialista de la historia. Esta unidad entre ciencia critica y transformacién social no siempre ha sido asumida por los académicos que se autodefinen como marxistas; al entender el marxismo como “filosofia de la praxis”, la uni- dad entre teoria critica y practica emancipadora es una exigencia desde la historia popular. 2. Del reduccionismo a la recreacién del marxismo Pese al cardcter critico y abierto de sus ideas y asimismo a que Marx advirtié repetidas ve: ces sobre los peligros de la dogmatizacién de en 1088, cuando tlentro del mo- , algunos de sus Marxiamo en una | tint de la revoluci6n 4 oolubve de 1917, plan- ssiliv lan ideas marxistas a de la naciente Unién me jas de otros paises que i manualon como La teoria del mate- Aietivieo, de Wujarin, que iniciaron un ee) de aimplifionetén y dogmatizacién del seer etannin, y desnaturalizaron su impronta cri- 19) ei patenolal investigative. En la Unién So- widtiva; aal somo entre los partidos comunistas , ol marxismo leninismo se uti- jeologin de legitimacién de las politi- 1) oHetalew, al cual debia plegarse la actividad saeiniow de hecho, José Stalin habia decidido +) tulve de 1981 que “el trabajo de los histo- Hadron ee debia acomodar en todo momento a jee divertvioes del partido” (Fontana, 2002: 62). Pn el vampo de las nacientes ciencias sociales, jee tleae de Marx sélo fueron reconocidas des- Alfonso Torres Carrillo pués de su muerte. Inicialmente, la discusion de la teoria marxista tuvo lugar al margen del mundo académico. Apenas en la ultima década del siglo XIX el marxismo comenzé a ensefiars¢ en algunas universidades y también a discutir se en los congresos de sociologia. En visperas de la revolucién rusa, el marxismo se habia consolidado como una teoria social ampliamen: te debatida dentro del movimiento socialists y en algunos circulos académicos (Casanova, 1991: 20). Como la revolucién soviética se convirtié en un ejemplo por seguir entre las clases traba: jadoras de otros paises, las clases dominantet se esforzaron por neutralizar la influencia del polchevismo y el marxismo en todos los campos de la vida social; en esta tarea cumplieron un papel importante las ciencias sociales, ya en ui) creciente proceso de institucionalizacién (Fon: tana, 1982 y 2002). Por un lado, frente a la difusién del materia lismo histérico en medios académicos, autore{ como Collingwood, Spengler y Popper cuestiona: ron la viabilidad de una ciencia histérica, argu mentando la inexistencia de relaciones causale) Hess whija y dado al sur 55 ‘les en el devenir social, y negando ‘| de una historia tedrica; Popper Sirsa. de ‘historicismo’ todo ‘ile compronsién holistica de la historia. 4 yirle, Aprovechando la simplificacién ine orlodoxo que predominaba en los lan y los partidos comunistas, la in hurjguewa descalificé6 el marxismo 44 y metodo de investigaci6n, tildAndo- 0 y reduccionista. ly ue lon desarrollos mas significa- ‘#irxiamo no se dieron dentro de las ‘wnidemias de los paises socialistas fi dent) He las institucionalizadas en los pai- ~) epiialielan, con excepciones como el Insti- fits de iiventigacién de Frankfurt, creado en 1 sie donde 1980, bajo la direccién de Max , junto con Theodor Adorno, Erich ¥y Hovhert Marcuse, trabajé en la cons- ‘19h tle tina “teorfa critica de la sociedad”, ae In Hegada de los nazis al poder » otigrar a sus integrantes. ios Witeiton mas importantes de renovacién He! Materlalinmo histérico en el periodo de en- 1) #errie provinieron de cuatro intelectuales 56 Affonso Torres Carrillo marxistas que se propusieron revitalizarlo para comprender y transformar las nuevas realida: des historicas: Georg Luckas (1885-1971), Kar] Korch (1886-1961), Antonio Gramsci (1891 1937) y Walter Benjamin (1892-1940). Los planteamientos de los dos primeros fueron co: nocidos y condenados por la ortodoxia marxista de su época; la obra de Gramsci, producida en la cArcel cuando era prisionero del fascismo, solo se conocié e influyé en la segunda mitad del siglo XX; y la difusién y recepcidn de la obra de Benjamin es atin mas tardia. Por razones de espacio, solo hablaremos su: cintamente de algunos aportes de Gramsci y Benjamin al campo historiografico, cuyo punti de partida fue el rechazo al determinismo eco: nomicista y al reduccionismo que predominabi en los manuales marxistas, y las lecturas de realidad que se hacian desde la izquierda y la academia ortodoxa. Frente a las tergiversaciones del marxismo, Gramsci plantea que este es un método de in: terpretacién histérica que se construye desd¢ la investigacién y no por la aplicacién de unos principios generales: “La realidad es rica en elas duis te, donde ol sur PabinavlOneN extratias, y es el te6rico quien et8 obiligatlo a buscar la prucha decisiva de su feevia OF 68a minma extrafieza, a traducir en teorico los elementos de la vida his- 8 ¥ HH, Al vevés, la realidad lo que debe a. seqtin el esquema abstracto” (cita- HF Pontiina, 1982; 234), En el mismo senti- ha He erition todo lo que puede haber de tonlugta Piel Materialismo histérico”, re Heaiiael taiibidn euestiona las ciencias sociales per HU ovrientacisn positivista: lectu- tnila de la sociedad, determinismo y motodoldgico; por otro lado, en- Hiende el marxiamo como concepcion del mundo » “Plesafia do dn praxis” que busca interpretar SPPa Mee 1h ventidad social como totalidad, eealande voluntad humana y estructuras Seles, ON ol fin de transformarla desde la WN Poliiion, Para Gramsci, en el marxismo, “el eatuiio deta sociedad y la intervencién acti- 99 98 ells conatituyen una unidad indisoluble” JONO; 11), Pele Al woonomicismo marxista, Benjamin, en We Tats sobre la historia, reivindica la impor- ‘ahs de las dimensiones culturales e intersub- A Aho hoa y don lsu 59 Alfonso Torres Carrillo 146; Rudé, 1982; Thompson); con \\lstoriograficos, ellos aportaron al 4 de la formacién histérica del capi- jos movimientos populares previos 4 la revolucién industrial (Rudé, Hobsbawm, 1959), e igualmente a in de In formacién de las clases tra- bawm, 1964; Thompson, 1963; jetivas en la comprensién histérica: “La lucha do . clases, que el historiador educado en Marx tien¢ siempre frente a sus ojos, es la lucha por las co | sas rudas y materiales, sin la cual no hay finay y espirituales. No obstante, estas ultimas esta presentes en la lucha de clases de otro modo qué como la mera representacién de un botin que li cae en suerte al vencedor. Estan vivas en e Jucha como confianza, valentia, humor, astuci emprendimiento, y ejercen su eficacia remon tAndose a lo remoto del tiempo. Una y otra ve pondrén en cuestién cada victoria que logren oy dominantes” (Benjamin, 1996: 49-50). la vastedad y la riqueza de la ografica y los aportes teéri- histérica a lo largo de seis cia, a continuacién haremos de sus aportes a la historio- ia, ln primer lugar, desde sus co- lerentes generaciones de histo- tomnado distancia critica con toda ony veduccionismo del pensamien- 3. La historiografia marxista inglesa Después de la Segunda Guerra Mundial emer + gid en Inglaterra un movimiento de historiado res militantes del partido comunista, influido: inicialmente por historiadores liberales radica’ een el economicismo determinista les y socialistas no marxistas, que renovaroll Vtoringratin soviética, sea el estructura- significativamente la historiografia marxista | ‘ thusser. Con sus investigaciones y mediante revista i como Marxism today y Past and present (1952) * plantearon debates tedricos como las transicid: nes del feudalismo al capitalismo (Dobb, 1946 Mi Hilton, 1987) y el lugar de la cultura en la hiv I i de la ortodoxia marxista, aque- ‘reivindicado el materialismo histérico eliva metodolégica critica y abier- ‘44, al wcompanarnos a pasar el umbral, Alfonso Torres Carrilly nos deja junto a la puerta; dejamos atras nues tros viejos problemas y adquirimos una pers: | pectiva sobre un conjunto de problemas que es: tan adelante, de los cuales él pudo ver algunos, sin poder resolver mas que unos pocos. Nos co. loca en un nuevo espacio tedérico desde el cual se abren diversos desarrollos alternativos qué llevan adelante” (Thompson, 1981). L 7 En consecuencia, contribuyeron a enriquecet los estudios sobre los origenes, el desarrollo la expansi6n del capitalismo en el mundo, ar ticulando dimensiones econdémicas, sociales culturales. También ampliaron la comprensién | de la lucha de clases, las clases sociales y la conciencia de clase, como categorias histéricay y no como conceptos abstractos; es el caso de la clase obrera britdnica cuya existencia no se de riva solamente de ocupar un lugar determina: do en la estructura de produccién sino porque, a través de su prolongada lucha contra sus con: diciones de explotacién, fue creando unas ins: tituciones, unas practicas, y compartiendo una cultura y una conciencia como clase. En esta misma perspectiva, los historiadore( marxistas le dieron un papel central a la di. nur Bl vultural de las luchas sociales; frente a del determinismo economicista para ile low fendmenos supraestructura- ‘#4 eeludion han reconocido el cardcter 1 jHewan los procesos culturales, tales soloyina, las representaciones sim- fostiimbres en comin, y la expe- Hijeton frente a sus condiciones y 4 Hietiricas en que se encuentran, y \ iloade pus précticas. mo escolastico y especulativo 40 on el mundo académico, estos Hasaron sus novedosas interpre- eas On rigurosos estudios empi- ‘los en abundante uso de fuen- tino eritico del legado marxista, y = /0) Glvas corrientes tedricas y me- ‘8 provienen de otras ciencias y ¥ reflexiones de George Rudé, Eric 1) Thompson y Raphael Samuel i i i In ereacién de la perspectiva de tleade abajo”, centrada en las visiones, , lus acciones y la lucha de las populares (el pueblo Llano, los campesi- 62 Afonso Tarres Carrilly nos, la clase obrera y otros grupos rebeldes), de lo cual nos ocuparemos en el capitulo siguien: te. El trabajo de este grupo de historiadores ha contribuido también a la formaci6n de una con: ciencia histérica y una cultura democratica, en Gran Bretaiia y entre el ptiblico mundial que ha tenido acceso a su produccién pibliografica, En particular, las sintesis histéricas elabora: das por Hobsbawm (1962, 197° y 1994) sobré diferentes periodos de la historia contempora: nea han influido en la representacién de am: plios sectores del ptiblico ‘lustrado’ sobre el. reciente pasado histérico. 4, El marxismo en la historiografia latinoamericana El materialismo histérico y la historiografia marxista han influido en la investigacién his: térica latinoamericana lo largo del siglo XX, tanto por obra de historiadores provenientes de paises del norte como por autores de la re. gion. Sin ser el primer marxista latinoamerica: no, Juan Justo, fundador del partido socialista argentino, traduce en 1895 El capital y publicé en 1909 Teorta y prdctica de Ia historia. Este pensador representa un hito en la recepcién 1 thon sur 53 ‘lel marxismo en la regién, que ha » buena parte de los estudios his- rsintas, y da prioridad a los referen- He | Jas oxperiencias de los paises cen- endo la especificidad histérica wooledades. ‘ito es el peruano José Carlos Ma- 1980), fundador del partido so- ‘pals, quien decididamente renovo del marxismo en el continente, al ‘Wi singularidad de nuestras socieda- Jiviilar In existencia de los pueblos i» ly plantean desafios teéricos y xlamo (Maridtegui, 1981). Pese jonto pionero de la cuestién in- Ja relacién entre el marxismo ales revolucionarias —como la ‘on law luchas indigenas— ha sido Alvaro Garefa Linera (2005) como wntro”, a on que, alo largo del siglo XX, fue- partidos de izquierda, también 40 Intorés de parte de los mismos por 'y vinibilizar la historia de las luchas -y vevolucionarias, en particular las Alfonso Torres Carrillo i hiiena medida, la perspectiva mar- Ja principal referencia tedrica del de- jiiede ovidenciarse en publicaciones Haliemo y aubdesarrollo en América ander Mrank, 1968), Dependencia y 4 oh América Latina (Cardoso y Fa- Dependencia y cambio social (Dos Dighiotioa de la dependencia (Mauro ) La discusién sobre la dependen- ‘jacidn imperialistas, inicialmente Aen jn eeonémico, impacté otros cam- (ia cultura, la educacién, la co- lu veligion) y contribuyé a que el somo teoria y método de andlisis, se © el conjunto de las ciencias so- se toda 1a vogion. del movimiento obrero internacional y de cada_ pais. Asi aparecieron libros y materiales do divulgacién al respecto; salvo excepciones, id 1 mayoria de estos estudios tenia como propésit 4 divulgar las posiciones politicas del respectivo 4 partido, quedando en segundo plano el rigor — investigativo. En todo caso, ademas de relatar Jos hitos de su trayectoria, estos estudios, ins: pirados en un marxismo doctrinal, abordaron temas como sus relaciones con el Estado y log ~ partidos, su cardcter de clase y su potencia 1 volucionario. Desde la década de los 60, a partir de su criti ca al desarrollismo, algunos pensadores mar xistas se propusieron caracterizar la formacién del capitalismo en América Latina, retomando para el continente importantes debates clasi cos dentro del marxismo, como la transicidn del feudalismo al capitalismo y Ja acumula: cién originaria de capital (agit, 1949; Gunder Frank, 1968; Vitale, 2012). Estas discusiones ge decantaron a fines de la década de 1960 en la elaboracién de la teoria de la dependencia, qué puscaba explicar la especificidad del ‘atraso’ d¢ Jos paises latinoamericanos en las relaciones de dependencia con los paises metropolitanos iacurso hegeménico pine saber histérico en el presentes en el con- 1) modalidades del Lan definido en la re- n del sistema esta- inles como la historia. 0 cuya eficacia sea ilo diseurso histérico nada realidad social para las fuerzas en do un campo de lucha se disputan el domi- Jn sociedad. Asi, mien- nantes de una sociedad peiones y versiones del legitimar su hegemonia, subalternos y las fuerzas © les disputan el poder 68 ‘i Alfonso Torres Carrillo lie 4 108 Monjes de los monasterios wilecimientos y la vida de #, feneralmente guerre- A partir do la aparicién de wiieon, desde el siglo XV, la (loves #e identificd con los y monareas. buscan producir lecturas del pasado que sea acordes con sus proyectos. ! Mas alld de querer imponer sus propias versio. nes del pasado, lo que esta en juego es el con trol sobre la memoria social, dado que desdu ella se estructuran las identidades sociales; st_ legitiman, impugnan y redefinen las relacione de poder que atraviesan el cuerpo social; y st definen los campos de lo posible, las visiones 7 los proyectos de futuro que les otorgan senti do a las practicas sociales presentes. En tant que la construccién del pasado es fuente de co hesion, identidad social y proyeccién histérica Jas luchas que se presentan entre las diferente versiones de la historia expresan y contribuye! de algin modo a nutrir las batallas presentet entre los diversos actores sociales. vito de la historia a la politi- n el siglo XTX, cuando ln tarea de reconstruir ntes Wstados nacionales, ai misma como una re- del pasado, cuya obje- } on el uso de documentos MWatado y las élites letradas, # fuentes. En realidad, el ‘Huijeto sino téenico de esta Jado del poder, del cual re- de lo que hacia y cuyos pro- a su hegemonia. Ya en las antiguas civilizaciones habia indivi duos especializados en registrar aquellos acon tecimientos y saberes que se consideraban va liosos para los grupos dominantes, fueran - Ri Historias nacionales des guerras y batallas, genealogias dinastica slowlas del ecericolonial: naciona: cédigos morales o limites de sus dominios. Hi a Seeorolidé. en: el eaaads la antigua Grecia, Herédoto y Tucidides relata RAG del siglo XX y:comien- ron las guerras de su época, y durante la Edal | i, Hatas versiones gloricsas del Ag; Alfonse Torres Carville 1 vitura de la historia es su i jresente ni la historia pre- it somprometerlos. ‘progreso’ humano tenfan como protagonistas las élites politicas y econdmicas de los pais¢ del norte, dejando por fuera de la historia a li pueblos no europeos y también a la mayor pa te de la poblacién: obreros, campesinos, pobro)_ urbanos y mujeres; en su versiones criollay ademas, se excluia a los indios y los afrodescet) dientes. Las pocas veces que sectores subalte ( nos aparecian en la historia tradicional, eral representados como personajes pintorescos pasivos colaboradores de héroes y caudillos. iy aquellos hechos donde era indudable su p sencia (por ejemplo, la revolucién francesa | el “Bogotazo” de 1948), eran presentados conti ‘plebe’, masa informe, muchedumbre asociad ala turba y al tumulto. | | Si bien es cierto que la Nueva Historia reno v6 las practicas historiograficas a lo largo dd uparecen en la Nueva His- siglo XX, ampliando su objeto y fortaleciend| acto, como dato estadistico, su utillaje conceptual y metodoldgico, ello ni 4 ai le 6 consumidor. signified un cambio del lugar social ni en |i i perspectiva politica del conocimiento histéricé La historia cientifica se fue institucionalizand( paulatinamente, subordinando a las demandaj del poder; como gremio, los historiadores hal asumido la comodidad y la indiferencia de lo) vontenidos, su afan por to- Ja historia politica y acon- que buena parte de la pro- ea, renlizada o inspirada por cierto marxismo econo- ‘el estudio de la estructuras i ond y sociales en clave de 4 Deaplazado el protagonismo i 4 ser las invisibles fuer- + y ol wiloncioso transcurrir de factores explicativos de los Win consecuencia, los sec- eolidianidad, sus luchas y on ausentes; los excluidos “7 ‘lel actual fraccionamiento y | eampo tematico de la histo- nal y académica, en algunas x” es considerado un ob- ‘interés historiogrdfico entre la 1 Alfonso Torres Cars| amplia oferta del mercado historiogrAfico. |! i este sentido, en muchos estudios sobre “clas! bajas”, “grupos marginales” y “culturas pop Jares” los subalternos son reducidos a dati demograficos y estadisticos, a sus practicil simbolicas y cotidianas, a poblacién pasiv! representada 0 4maginada’ por otros (El esti do, las élites, la literatura), en la mayoria los casos, desconociendo su cardcter de sujett histéricos y las relaciones de poder en los cul Jes estan insertos. y Wwadiciones de resisten- tidad y sus utopias. ovlografico europeo, en el 1 de las clases populares opens de los siglos XVIIT Jorindores buscaron reivin- ‘ine seotores oprimidos de la fue John Wade, quien en ju de las clases media y eadente de la historia ‘doutaca Jules Michelet de rescatar del pa- iyos y anénimos como brujas; también, Geor- eu obra El gran pdnico {mportante papel de los jlo bajo en la Revolucién mas alld al plantear “perapectiva desde abajo” entendida como el recono- des, los intereses, los {odo el contenido mental ” 9, La historia “desde abajo” europea Los sectores subalternos no han requerido | : historiadores para reconocer el papel del pi sado en sus resistencias contra el poder dom| nante y desde sus juchas por construir form alternativas a dicha condicién. Por un lado, 1 chazando las imagenes del pasado, generadi desde el poder opresor, como Jo evidencia la rv currente destruccién de monumentos en coyu turas de rebelién. Por otro Jado, acudiendo a si memoria del pasado para afirmar sus luchi presentes; unas veces, yeivindicando persont , jes y hechos ocultados o tergiversados por ie historia oficial; otras, activando y yeinventand) ne daa y demécratas yadica- “siglo XIX y comienzos del XX Th destacaron la presencia de las clases popu ‘ile low movimientos populares res en sus trabajos, privilegiando la “histo! 4 Tnglaterra y Francia, anali- del movimiento obrero”. Décadas mas adelai| i Ja voneiencia y las ideolo- surgié el interés por hacer la historia de | nile, 1974, 1978, 1982 y 1989). campesinos, despreciados por las clases don | metodolégico, basado en nantes de la época y por muchos revolucion y Andlisis cuantitativo, Rudé rios que magnificaron al proletariado urba| tes a la conceptualizacién de como tinico sujeto histérico. 4 1a historia, destacando la ne- ‘#| contexto en el que acta, Como se dijo antes, fue en Inglaterra, desp powleién social, sus formas de la Segunda Guerra Mundial, donde un grv Hitt y su ‘ideologia’. de historiadores marxistas y militantes com I nistas emprendié un proyecto colectivo de his| 4 de sus connotadas ria social de la “gente del comtin”. Tal “histo in Ni en, también hizo no- desde abajo” no es entendida por estos inves) win lu historia social. Se gadores; la misma “no consiste tmicamente suino el bandidaje politico y desplazar el foco de interés desde las élites ha¢ wiitiva en Rebeldes primitivos las vidas, actividades y experiencias de la ma r urios (1978) reunié en- ria de la poblacién” (Casanova, 191: 97), sino ni“aciones politicas y las reconocer —sin idealizar— el papel de sus luch| Hales y en Trabajadores. Estu- y movimientos en la vida histérica. En con 40 te la clase obrera (1980) y cuencia, los temas de estudio mas recurrent i (1984), reunid diferentes de estos historiadores son las protestas popul, sobre los origenes y de- res y la formacién de las clases trabajadoras. ie obrera en Europa. Ade- ‘iti ae le deben dos de los més ' tobre la “historia desde Uno de los principales representantes de e} generacién es George Rudé, cuya obra inclu io In experiencia de las clases stuva de conjunto de la vida de vinta sus dimensiones yolagiones de poder. Por su parte, E. P. Thompson también. ha col tribuido a este campo historiografico, tanto o sus investigaciones sobre las protestas pop! bi lares en el siglo XVIII (1979 y 1995) y la {0 macién de la clase obrera inglesa (1989), com con su defensa intelectual de la especificidi epistémica y metodolégica del materialis histérico y cultural (1981). En todos los caso su trabajo enriquece el marxismo al incorpor' dimensiones culturales en ja comprension e Jas formas de dominacién social y de la lucl de clases, asi como ciertas categorias: “econ! experiencia” e identidad de clast_ do, Raphael Samuel (1984) 4 popular no es 0 no de- euostién de cambio de te- 4 wna manera diferente de » de la sociedad”. También {mpulsado, a través del pro- orhuhop History, una mayor adores y la democratiza- 4 intoriografica, elaboran- (le wus luchas recientes. mia moral”, “ Para Thompson, la historia desde abajo rep senta un doble esfuerzo. Uno, ms evidente, de rescatar la presencia de la gente sencilla | Ja vida histérica, tal como lo afirmé en su prill cipal obra: “Trato de rescatar al pobre tejed de medias, al tundidor judista, al ‘obsoleto’ jedor manual, al artesano ‘utépico’, e incluso iluso seguidor de Joanna Southcott, a la enor! condescendencia de la posteridad [..-] Sus as} yaciones eran validas en términos de su = experiencia; y si fueron victimas de la histori) siguen, al condenarse sus propias vidas, siend victimas” (Thompson, 1989: 286). El segund| de la vevuelta estudian- algunos historiadores de {nteresado por la vida coti- te de los grupos socia- ndos, Se destaca el libro occitana (1975), de Em- lurie, en el que se describe yu dol Medievo enclavada en ndose en el libro de actas de das durante la investiga- horejia en el siglo XIV. Alfonso Torres Carrillo Por la misma época, el historiador Carlo Ginz- burg publica El queso y los gusanos (1976), en el cual reconstruye el mundo intelectual de un molinero italiano del siglo XVI apodado Menoc- chio, investigado también por la Inquisicién. La obra permite mirar los problemas de la recons- truccion de las culturas populares en sociedades preindustriales, en las cuales confluyen viejas formas de pensamiento tradicional con las in- fluencias provenientes del mundo social y cultu- ral de la época. Este trabajo, junto con el de otros historiadores italianos como Giovanny Levy, dio origen a la lamada “microhistoria”, corriente que insiste en que la mirada microscépica de los fendmenos histéricos permite ver, en su densidad, proble- mas no percibidos desde la mirada telescépica de las historias estructurales de escala nacional. Estas historias locales ofrecen la posibilidad, por ejemplo, de reconocer cémo las clases subal- ternas, desde su experiencia cotidiana, perciben sus condiciones de opresi6n, y generan sus resis- tencias y opciones (Levy, 2003; Aguirre, 2009). En Alemania y dentro del contexto de la re- novaci6n historiografica iniciado en la década sr historia, desde abajo y desde el sur a jos 70 del siglo XX, surgié una tendencia “historia social critica” que se distancié las historias estructurales, y se interesd n el estudio de la experiencia de los sujetos ypulares y su accién colectiva. Algunos cen- ynron su atencién en lo cotidiano para ver tanto las resistencias frente a los poderes ipresores como sus colaboraciones con estos Mill4n, 2002). El exponente mas destacado de tal historia social critica es Jiirgen Kocka, quien, ademas de sus investigaciones sobre al ocialismo en Alemania del Este y su crisis, na hecho notables aportes a la historiografia omparada y al debate tedrico sobre la histo- ria social (Kocka, 2002). Un trabajo individual, pero en didlogo con otros historiadores y cientificos sociales, es el libro de James Scott (2000) Los dominados y el arte de la independencia; a partir de numero- as evidencias historicas de diferentes lugares rel mundo, el autor analiza las varias estrate- gias de resistencia generadas por los actores -dominados, desde el anonimato de su vida co- tidiana y privada. a0 Alfonso Torres Carrillo 3. Los Estudios subalternos de la India La historia moderna no solo excluyé a los sujetos subalternos sino ademas a los pueblos no euro- peos. Una critica al cardcter eurocéntrico de la historiografia occidental surgié a partir de la dé- cada de los 70 en la India, en torno al proyecto editorial Subaitern studies, liderado por Ranajit Guha. En el manifiesto inaugural del proyecto se denunciaba el cardcter colonial y elitista de Ja historia nacionalista india, heredera de todos los prejuicios de la mirada britanica y que, por tanto, era incapaz de mostrar la contribucién del pueblo al proceso de independencia de la India. Inspirado en Gramsci, Guha muestra cémo la representacién de lo “nacional”, agenciada por los historiadores de la posindependencia, desco- nocia la participacion de las clases subalternas, “que constituyen la masa de poblacién trabaja- dora y los estratos intermedios en la ciudad y en el campo” (Guha, citado por Fontana, 2002: 173). Tal desconocimiento era compartido tam- bién por los historiadores que pretenden estar del lado de los insurgentes, tanto porque las fuentes oficiales impiden reconocer la mirada de los subalternos como porque no se despren- nt historia, desde abajo y desde el sur mn del relato moderno de la nacién. De este modo, la subalternidad es una condicién de los etos populares y de la escritura de los his- jadores, subordinada @ la narrativa moder- a y europeizante de la historia nacional. En cadémico, la experiencia el discurso histérico a erien opea es el referente de todas las historias, mode- yue tienden a ser variantes del mismo m lo narrativo que se pudiera Namar “historia de opa” (Chakrabarty, 1992: 37). in 1981, un grupo de jévenes historiadores se yetne con Guha a fin de compensar esta pers- pectiva historiografica que habia privilegiado | papel de las élites en Ja construccion de je nacién y que se apropiaba de la representacion ‘de lo popular, rescatando el papel de los mo- yimientos campesinos, obreros y grupos triba- es en el movimiento emancipador indio. En la perspectiva de la “historia desde abajo”, aque- llos pretendian reconocer “las formas constitu- tivas de conciencia y cultura de los subalternos ae] reconociendo su calidad de sujetos plura- Bes y descentrados” (Zermefio, 1999: 23-24). Su preocupacion por rescatar a los subalternos ~ como agentes de su propio destino, sin quedar Alfonso Torres Carrillo atrapados en la prisién de la narrativa moder- na de lo nacional, los llevé a asumir la cate- goria de subalternidad como “forma cultural que sefiala los limites de lo posible, 0 como de- nuncia de las fallas de un sistema o modelo de ¥é sociedad” (Zermefio, 1999: 28). Asi, recuperar la experiencia del pasado de los subalternos va mas alld de la buena voluntad de los histo- riadores; rescatar los sentidos que animan sus acciones colectivas de los subalternos, cuando estos no han dejado sus propias fuentes, exige deconstruir las escrituras histéricas que los han representado desde lo hegeménico (fuen- *% tes coloniales e historiografia oficial). El proyecto de los estudios subalternos de la India fue acogido con entusiasmo por intelec- tuales latinoamericanistas radicados en Es- tados Unidos, quienes conformaron el Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos, y emitieron en 1993 una declaracién o manifies- {to en el cual critican los paradigmas (marxis- mo, teoria de la dependencia y de la moderni- zacién) que han gobernado el andlisis social en la regién; a partir de esta vaga denuncia, hacen el anuncio de un programa alternati- vo: “un trabajo arqueolégico en los intersticios : wrhistoria, desde abajo y desde el sur 83 e las formas de dominacién” (Bustos, 2002: 81). uel manifiesto (Castro-Gémez y Mendieta, 998) ha sido cuestionado por historiadores mo Mallén (1994) y Bustos (2002), principal- ente, por desconocer la produccion historio- prafica latinoamericana en materia a6 historia social, por la perspectiva ‘textualista del diag- néstico, y por desconocer la singularidad yla complejidad de la “herencia colonial y de lo subalterno en América Latina. Mas alla de es- ‘tos cuestionamientos, hhabra que ver si, ademas ‘de esta declaracién, el Grupo han realizado in- ‘yestigaciones que permitan evaluar los alcan- “ces y las limitaciones del proyecto subalterno, que quizd desde sus creadores uuics no tuvo pretension alguna de universalidad’. 2 Vale la pena sefialar que en 1997, las historiadoras Silvia ine y Rossana Barragén publicaron una antologia de textos ules rineipales exponentes del proyecto de estudios sual TpS i Pridtulo Debates poscoloniales, Introduccién a los estudios = fa subalternidad (La Paz, SEPHIS); una década después fie ieee tuna segunda edicién colombiana por parte de la Universi Colombiana de Neiva. Alfonso Torres Carrillo 4. “Historias desde abajo” Jatinoamericanas En América Latina hay una larga tradicién d estudios que buscan reivindicar e] papel de hoa sectores Populares en nuestra historia. Por a coricten de esta publicacién, no pédeniog hacer un andlisis riguroso del conjunto de esta histo. Tiografia pero si reconocer algunos hitos Yrasgo; generales de su trayectoria, sefalando oe. cas, discusiones Y publicaciones significativas particularmente lag publicadas en Colombia. , Desde comienzos de la dominacién colonial, la generacién de saber histérico procuré ser oe trolado por la Corona a través de lag Crénicas de Indias, que desde la Perspectiva de los invaso- res relataban log acontecimientos referidos a la ‘licen historia, desde abajo y desde el sur 85 A comienzos del siglo XVI, el indigena Guaman Poma de Ayala, nacido en Huamanga (Pert), escribid una carta al rey de Espaiia titulada Nueva crénica y buen gobierno, en la cual de- nunciaba las injusticias y el maltrato de los ‘conquistadores y funcionarios reales sobre los pueblos indigenas’. Ademas de representar un paradigmatico ejemplo de historia desde abajo, el autor asume una estrategia de escritura que combina textos en espafiol y quechua, asi como dibujos de las situaciones que narra. ; _ Acomienzos del siglo XX y en el contexto de las _ oleadas de movimientos populares que sacuden los paises de la regién, se reactiva el interés _ por hacer historia de los subalternos y sus lu- chas. Asi, por ejemplo, la Revolucién Mexicana _ y las querellas agrarias atraeran la atencién de _ historiadores y literatos hacia los campesinos. Con el proceso de industrializacién —ocurrida de manera desigual en los diferentes paises-, también emerge la clase obrera y el interés de los historiadores marxistas por comprenderla. Estas primeras historias nacionales del movi- 3 Fue descubierta en 1908 en la Biblioteca Real de Copenhague, Dinamarca. El documento completo, de 1.189 paginas, puede consultarse en: hetp://www.kb.dk/permalink/2006/poma/infoes/ frontpage.htm. Lame, Domitila Ch uchag cCampesin; i ne as (Mireg 1988; Gaitan, 1976; Sanchez, 1977). Por la Misma €poca, al nos lideres bopulares » aleuy i 4 Clpacién en as luchas Sociales Manuel] Quint: las | A veh Afonsa Torres Cerrilly W) llstovia, desde abajo y desde el sur a7 nchti (1982); otros fueron més alla y escri- Hieron sus propias versiones de lag mismas (Torres Giraldo, 1973). Por otra parte, organi- ‘#aciones sociales buscan recuperar su historia d sde una perspectiva propia, con el apoyo de Investigadores solidarios con sus luchas; en Colombia son representativas las indagaciones desde el movimiento indigena del Cauca (Rap- _ paport, 2000), las luchas campesinas en la Cos- _ ta Atlantica (Fals Borda y Fundacién La Rosca) y la actividad sindical (Nuifiez y otros, 2009). _ La profesionalizacion de los historiadores faci- lité la recepcién de la historiografia marxista _ inglesa y posibilité que desde la década de los _ 80 se realizaran trabajos mds rigurosos so- bre la historia de la clase obrera, asi como de otras luchas (campesinas, populares, feminis- tas, estudiantiles). Tales trabajos incorporan los contextos cotidianos de sus protagonistas, sus lecturas y significaciones sobre las situa- ciones de injusticias, y de sus repertorios de accion colectiva para denunciarlas y enfren- tarlas (Salazar, 1986 y 2003; Aguilera y Vega, 1991; Archila, 1991; Torres, 1998a; Adamovs- ky, 2012; Vega, 2002, Nufiez, 2006; Varela y Romero, 2007). 5. Diversos modos de hacer histori Popular we Hecho este recorrido, podemos afirmar que la Preocupacién Por escribir una historia “de Jo; de abajo” ha construido una tradicién hi: F grafica que emerge como corriente al va a la historia tradicional y cientifici: niega, subordina o funcionaliza el pap sectores subalternos en el devenir so tradicién no conforma una corriente sino en Ja que podemos distinguir disti dencias 0 maneras de entender el practica de produccién de conocimi pasado popular, istorio- sta, que el de los cial. Tal unitaria tas ten- sentido, y la ento sobre el concepcién histéri del revisionismo vulgacién que se ca se reedité en las versiones histérico y en material de di- concentra en acontecimientos Alfonso Torres Carrillo Hover historia, desde abajo y desde el sur bien juega un papel ideoldgico de cuestiona- miento de la historia elitista, muchas veces se ‘constituye en su espejo: una historia lineal, epi- - sédica, con nuevos héroes y martires populares. _ Con el advenimiento de una historiografia cien- _ tificista de pretensiones universalistas y objeti- vistas, con su interés por los hechos de masas _y lo estructural, también se forma una segun- da tendencia de historia del mundo popular, ahora entendido como sujeto histérico abstrac- to, como masa social, como clase o como movi- _ miento social. Aunque esta lectura ‘cientifica’ _ posibilité una interpretacién mas estructural y del lugar de los grandes actores colectivos en el devenir social, eclipsé las dimensiones cultura- les, intersubjetivas y cotidianas de los sectores subalternos, y su determinismo desconocié su capacidad de agencia en la medida en que su accién esta gobernada por grandes fuerzas 0 tendencias histéricas. Una tercera manera de entender la historia de los sectores oprimidos es la representada por los historiadores marxistas ingleses y sus se- guidores, que los libera del mecano determi- nista del cientificismo y el marxismo ortodoxo, Alfonsa Tarres Carrilla visibilizando sy experiencia cotidiana y sug di- mensiones culturaleg (simbolismo, creencias, ideologias, Tepresentaciones, imaginarios), Ta- les versiones pudieron Teconocer “desde abajo” la mirada y la voz de las clases subalternas, ampliando el uso de fuentes y técnicas de ana- lisis social y cultural, y cuyos productos Jogran incidir en la representacién de la accién colecti- Va popular en vastos Sectores de opinién, ir historia, desde abaja y desde el sur finicion mas colectiva, menos especializada y técnica” (Chesneaux, 83: 28). lis sobre esta tendencia de historia popular a la que nos referiremos en los dos capitulos sl- ientes, no solo por ser poco conocida tanto a medios académicos como sociales sino ademas porque constituye una forma alternativa ala produccién de conocimiento hegeménico, con alto potencial emancipador y de transformador. V. Construccién colectiva de historias populares De la historia popular ala (re)construcci6én colectiva de la historia Vonsideramos como historia popular aquellas iniciativas investigativas y propuestas historio- graficas que se relacionan con los oprimidos, no como objetos de conocimiento sino como lugar politico y epistemolégico de comprensién del -devenir histérico en su conjunto, desde un inte- | rés emancipador. No es una historia “sobre los de abajo sino una perspectiva para hacer histo- ria “desde abajo”. Asi, lo popular es el conjunto de sectores sociales en condicién de subalterni- ‘, _ dad y un horizonte de sentido para interpretar y transformar la sociedad en su conjunto. En efecto, tal como lo expresa Raphael Samuel, _ “la historia popular representa siempre un in- tento de ensanchar la base de la historia, de aumentar su materia de estudio, de utilizar nuevas materias primas y ofrecer nuevos ma- pas de conocimiento”. Asi, la historia popular no solo es un nuevo campo tematico legitimo y Alfonso Torres Carrilla reconocido por el gremio de los historiadores sino también y principalmente un lugar me- todolégico para comprender el conjunto de las sociedades de las que constituyen una mayo- ria, y un lugar politico desde el cual orientar la accién colectiva de los sectores subalternos, Asumir la historia popular como Perspectiva epistémica y politica exige, en primer lugar, re- conocer la historicidad de los sectores popula- Tes como constructores permanentes de su his- toria y dentro de log marcos de posibilidad de los contextos en los que acttian. Decir que estos hacen la historia significa, “en primer lugar, a través del trabajo productivo en el contexto de un orden que sostiene el conjunto social; en segundo lugar, a través de sus multiples for- mas de resistencia al orden establecido, desde las marginales, individuales y cotidianas, has- ta las abiertas y directas acciones de rebeldia colectiva”(Chesneaux, 1985). En segundo lugar, implica admitir que los sec- tores populares mantienen una relacién activa con su pasado a través de multiples estrategias de elaboracién y activacién de su memoria co- lectiva. En palabras de Florescano (2012; 21), lacer historia, desde abajo y desde el sur 05 “desde tiempos remotos, los pueblos nae al pasado para combatir el paso aE o ; tiempo sobre las fundaciones ISSN par: -afirmar solidaridades asentadas en origenes -comunes; para legitimar posesién de vn terri- ‘torio; para sancionar el poder establecido, ee _respaldar con el prestigio del pasado vindica- ciones presentes; para fundamentar en un pa- _sado compartido la aspiracién de construir una ‘comunidad (local, regional, nacional, continen- tal); o para darle sustento a Ce oe eeEs dos hacia la incertidumbre del futuro” (Flores- ~eano, 2012: 21). _ En tercer lugar, que los sujetos populares no solo tienen poder de actuacién histérica y saber _ histdérico de su pasado; también pueden ser pro- _ ductores de conocimiento historico sobre y des- _ desu accién histérica. La historiografia popular alcanza su plenitud cuando es consid colec- tivamente por los hacedores de historia real i de memoria social, cuestionando el elitismo del protagonismo histérico (propio de la historra tradicional) y el elitismo intelectual de la histo- ria profesionalizada, incluido el de los Isp ee dores sociales estudiosos de “los de abajo 5 Pese a su radical critica frente a la historia oficial y 56 Alfonso Torres Carrillo cientifici i6 tificista, a excepcion del proyecto Workshop as i 0 Cuestionaron que la produccién del § politica de ‘ sentar’ a los subalternos (Spivak. 2008).. * Al . ne eva partir de la critica al mo- Seed a ueson de conocimiento histérico pion especialistas, el historiador fran- ae - Preguntaba: “ZQué puede ser feta ee ech ‘a por las gentes de abajo, en aes ee propias? {Una historia sino un cae ae. ae = a ol am aor a: S, No de itari oo (Chesneaux, 1983: Poy aa oe ee esa historia hecha por eee ‘ ao es una realidad en Améri- ei iy — le se vienen gestando diversas a a Posibilitan que la gente comtn ee nocimiento sobre sy historia; tales pe conocen con diferentes nombres: a ee de la historia (Cendales eS Ris a 1990), recuperacién critica Ti hide als Borda, 1985) y recuperacion ‘morta popular (Acutia, 1986), y que en PERI cy a = La palabra “recuperacién historica” A § : de los afos 70 y 80, por estar en sineone ae za copuntura intonia de otras practicas so- wu? historia, desde abajo y desde el sur q7 e libro amaremos Re-construccién colectiva de la historia (en adelante, RCH). liste conjunto de propuestas investigativas gurgié simultaneamente en varios paises de América Latina en la década de los 80 del si- slo XX en los margenes del mundo académico, iculado a procesos de lucha popular y agen- ciado por Centros de Educacion Popular’; para el caso chileno, Salazar (2006) destaca el cre- ciente interés de los sectores populares, desde ‘mediados de la década de 1980, por intercam- piar sus recuerdos y exponer por escrito su me- ‘moria colectiva. Tal vez lo mas significativo es que tales practicas cuestionaron los presupues- tos epistemoldgicos —y politicos— de la historia -disciplinar, y plantearon otras formas de hacer historia desde la perspectiva y los horizontes emancipadores de los movimientos culturales ciales y politicas que pretendian resarcir el despojo del que han sido victimas los sectores populares, tales como la “recuperar la tierra” (campesinos) y “recuperar la cultura” (indigenas). 5 Cuevas (2006) identifica algunas: el Centro de Difusién de His- toria popular (CEDHIP) y el Centro Tarea, en Perd, la asociacién Dimension Educativa en Colombia, el Taller de Historia Oral (THOA) en Bolivia y el Centro de Investigacién de los movi- mientos sociales (CEDIME) en Ecuador.A estos habria que sumar ECO y SUR en Chile y el Centro Nacional de Accién pastoral en Costa Rica. Alfonso Torres Carrila ' \_ Haver historia, desde abajo y desde el sur Ce a a9 ( omergencia de la RCH en la década de 1980: 1) La Educacién Popular (EP); 2) La Investi- gacién Accién Participativa (IAP); 3) Aportes -provenientes del campo historiogréfico: critica a la historia hegeménica y el descubrimiento de la corriente de “historia desde abajo”; 4) Los estudios latinoamericanos sobre culturas € identidades populares; 5) La historia oral; y 6) Las practicas de los grupos subalte é mantener su memoria colectiva. 2. Convergencias en la configuracién de |, ‘@ recuperacion colectiva de la historia La RCH emerge en una coyuntura de ascenso de dos MOvimientos Populares y de Proyectos politicos alternativog (resistencia a las dicta- > Revolucién Sandinista y Mos para El campo principal en el que surgié la RCH fue la EP, corriente pedagégica que nace a comien- 208 de la década del 60 del siglo XX con los mo- vimientos de cultura y educacién de base yla pedagogia liberadora de Paulo Freire; se con- vierte en un movimiento educatiyo cuando, en las décadas siguientes, las ideas de Freire son acogidas y radicalizadas en la practica de educa- dores de base, maestros, animadores culturales y militantes sociales, organizaciones civiles y re- des a lo largo y ancho de América Latina. taria, donde es dificil aislay separar una di- Mensién de las otras” (Salazar, 2006: 150), Con esta adverte: Desde sus comienzos, la concepcién y la practica singul; _ educativas fueron definiendo unos rasgos y prin- cipios que les dan identidad, tales como su opcién politica emancipadora Por la transformacién go- Alfonso Torres Carrill Partian de representacion, es romanticas 0 abs. tractas de lo popular (co: ‘ mo pueblo, clase tra- be bajadora o movimiento Popular); sin embargo. we vw desde su practica se fue x pueblo tenia rostro propi reconociendo que ese puel 2 © como poblador, mu- Jer, Joven campesino 0 indigena. Este ‘descubri- miento’ levé a que, desde fines de la década de é Popular, y recoger testi- monios de lideres memorables, Es tal Propésito, algunos colectivos de EP bus- Caron en las cienciag sociales unas metodolo- cer historia, desde abajo y desde el sur pias y técnicas que pudieran servirles para sus propésitos. El principal encuentro fue con la Investigacién Accién Participativa, propuesta nvestigativa que venian elaborando Orlando Fals Borda y su equipo de la Fundacién La Ros- ca desde los 70, desde su apoyo a luchas cam- pesinas en la costa atlantica y otras regiones de Colombia (Fals Borda, 1984 y 1985), y su intencién de crear una “ciencia popular”. Ese enfoque critico compartia con la EP su critica al papel de disciplinas sociales y educacién en la reproduccién de las relaciones y valores co- _loniales y burgueses, asi como en la necesidad de construir, desde las luchas y organizaciones _ populares, un conocimiento para la liberacién. _ Este encuentro de la EP con la IAP afirmé el _ sentido politico, pedagégico, emancipador, de la RCH, a medida que se buscaba involucrar a los propios actores histéricos en la produc- cién de conocimiento sobre la historia vivida. Los trabajos de Fals Borda (1984 y 1985) y la interaccién con él mismo, en su calidad de in- vestigador y educador popular, aportaron pre- supuestos metodolégicos como la superacién de las dicotomias entre conocimiento y accién, en- tre sujeto y objeto de investigacién, entre saber 102 Alfonso Torres Carrillo popular y conocimiento académico, entre lo in- telectual y lo emocional. Ademas, Fals también empezé a emplear la expresién “recuperacion hist6rica” y compartia con la EP algunos crite- rios como la definicion colectiva de los temas de investigacién, el didlogo de saberes, el uso de técnicas sencillas de recoleccion y la devolucién pedagégica de los resultados. Un tercer aporte a la configuracién de la RCH provino del campo historiografico. La vincula- cién de historiadores profesionales en los equi- pos que promovian la RCH permitié el acerca- miento a debates y corrientes coincidentes son sus preocupaciones. Por un lado, la critica que historiadores como Pereira (1980), Gilly (1980), Florescano (1980) y Chesneaux (1983) le ha- efan al caracter ideoldgico, elitista y excluyente de la historia oficial; por el otro, la lectura de autores pertenecientes a la corriente historio- grafica marxista inglesa (Rudé, Hobsbawm, Thompson y Samuel) contribuyé a comprender que las luchas sociales se constituyen desde la conciencia pero también desde las coordenadas de la experiencia, la conciencia y la cultura; que los actores populares se conforman en la luchas mismas; que no son unidades homogéneas sino Hacer historia, desde abaja y desde el sur colectivos plurales, afectados por multiples fac- Sores, tensiones y posibilidades. Este yedimensionamiento del papel de la cul- -tura en la lucha social y politica también venia siendo discutido en América Latina desde el campo de los estudios sobre comunicacién ¥ po- i der, y sobre culturas populares (Garcia Cancli- ni, 1983; Sunkel, 1985; Martin Barbero, 1986). as obras de estos autores tuvieron gran acogi- da entre algunos educadores y comunicadores _ populares en la medida en que ERENT que desde su experiencia encontraban: que los sectores populares no se constituyen solo desde | el lugar que ocupan en las estructuras sociales y las relaciones politicas sino igualmente en to- - dos los planos de su vida, y que es a través de gu cultura como leen, procesan y transforman sus practicas. De este modo, en la RCH lo cul- - tural no es tanto un tema por investigar como una dimension transversal al conjunto de las dindmicas sociales y politicas. La construccién metodolégica de la RCH tam- bién se beneficié de los aportes de la historia oral y de los estudios sobre la memoria social. La primera venia configurandose desde los 60 Alfonso Torres Carrilla ‘Hacer historia, desde abajo y desde el sur tir de los 90 dentro del contexto del a dictaduras militares y los conflictos internos, desde la necesidad de comprender las memo- ‘Yias traumaticas del pasado reciente (Jelin, 2002; Del Pino y Yezer, 2018). En la RCH, la Teflexién sobre la memoria ha sido asumida desde una perspectiva mas amplia, privilegian- otras, como ECO y do las memorias colectivas de las resistencias y le Ecuador, promo- las luchas populares. tral de los pueblos SUR en Chile, y CEDEP qd. vian concursos de historia local. Todos los colectivos sociales tienen un conjun- to de practicas para actualizar su experiencia _ histérica pretérita desde las exigencias del pre- _sente. A partir de una dialéctica de recuerdo y olvido, los pueblos construyen sus propias representaciones del pasado que les permiten darle coherencia a su devenir colectivo, ala vez que alimentan sus sentidos de pertenencia, y organizan sus saberes, creencias y practicas. Este proceso intersubjetivo de construccién de sentido histérico y de identidad colectiva es la \{ memoria social. El cruce de caminos entre oral Desde representaciones y narrativas de su pasado, los sectores subalternos interacttian, impugnan y negocian con las historias que el colectiv; Ati é 3 A é ; a, tematica que cobré relevancia a par- poder pretende imponerles. Asi como la his- AMfonsa Torres Carrillo historia, desde abajo y desde el sur los procesos de lucha y organizacién sociales, ha resultado de la confluencia de diferentes practicas emancipadoras y corrientes discipli- “harias criticas. Ello no significa que la RCH glo de existencia, esta modalidad investigativa critica ha decantado sus propios sentidos politi- Cos y epistemoldgicos, asi como consolidado sus _ampos tematicos, sus criterios y sus procesos _ metodolégicos, 3. Los sentidos que animan las practicas de RCH La emergencia, la persistencia y la vigencia de la RCH como enfoque y practica en la produc- cién de conocimiento histérico no obedecen solo a argumentos epistemoldgicos, como su mayor capacidad para captar la voz y la mirada de los subalternos o para comprender la vida histéri- ca en su conjunto; asimismo y principalmente por razones politicas y pedagégicas. Como lo se- fala Salazar (2006: 155), “esta claro que la his- toriografia popular no es un ejercicio de ciencia por la ciencia, o del saber por el saber. Es més bien una auto-investigacién de la memoria pro- 5 Moria, tales co tecorrido por |]; + more] lias y los muse OS Comunitarios, 108 Alfonso Tarres Carrillo pia y de la capacidad propia de accion histérica, pero para efectos auto-educativos, para siste- matizar la memoria colectiva; para desarrollar el protagonismo (arma de lucha), el poder po- pular y, en definitiva, el proyecto social de libe- racién (toma del poder por el pueblo)”. En primer lugar, a diferencia de la historiogra- fia tradicional y cientificista que se reclaman como neutrales, la RCH reconoce explicitamen- te su intencionalidad politica: contribuir a que los sectores subalternos de la sociedad afiancen su condicién de sujetos histéricos y fortalezcan su capacidad para ubicarse frente a la reali- dad y transformarla. La RCH hace posible tal finalidad mediante dos estrategias: primera, afianzando su conciencia histérica, entendida como la facultad de reconocer la historicidad de la vida social y el potencial que tienen como sujetos para incidir en su rumbo; segunda, con- tribuyendo a que los colectivos populares forti- fiquen su capacidad de andlisis critico del pa- sado y democraticen el acceso a herramientas conceptuales y metodolégicas que provienen de las teorias y las disciplinas sociales. En conse- cuencia, la RCH aporta a la toma de decisiones presentes, e igualmente a fundamentar pro- ~ Hacer historia, desde abajo y desde el sur yectos futuros de los colectivos y movimientos subalternos. : La RCH también contribuye a la construccién y la afirmaci6n de las identidades de los suje- tos populares. Los procesos y productos de una RCH estén encaminados a enriquecer la com- prensién de sus trayectorias, de los vinculos y significados de sus practicas, y de sus proyectos de futuro; es decir, ayudar a responder a tae _ muy humanas preguntas “de dénde venimos”, «quiénes somos» y «hacia dénde vamos». Es de- cir, la RCH conduce a fortalecer memorias co- lectivas, sentidos de pertenencia, y visiones y opciones de futuro compartidos. Como lo sefia- la Florescano (2002), la historia es proveedora de arquetipos que influyen en la memoria yla imaginacién de las generaciones posteriores, condicionando los horizontes de lo posible. La RCH también contribuye a comprender que no hay una versién tinica del pasado, como anes tende imponerlo el poder. Si quienes participan de procesos de RCH asumen que no existe un Uinico sentido del desenvolvimiento histérico ni una tunica versién del pasado, sino que coexis- ten, en pugna, diferentes visiones y versiones * Sa Alfonso Tarres Carrilly del pasado, entonces van a ver legitimo su inte. rés por reconocer y producir sus Ppropias versio. nes del pasado. A diferencia de ciertas postu- ras dogmiticas, la RCH no busca imponer una version tinica de la historia sino que posibilita que afloren las diversas Perspectivas de actor presentes en una experiencia social y en el ejer- cicio mismo de re-construccién. La RCH ayuda a sistematizar y comuniear las experiencias de lucha de los subalternos, Aun- que cada proceso histérico que se indaga eg sin- gular, ello no significa que no se pueda apren- der de la experiencia de otros colectivos huma- nos. Por un lado, permite reconocer semejanzas y diferencias entre las experiencias propias y ajenas; por el otro, aporta al reconocimiento de tendencias y confluencias de distintos procesos sociales que tienen lugar en contextog comunes mas amplios, por ejemplo, reconstruir historias de resistencia a la imposicién del extractivismo minero, comtin en varios paises del sur. Para terminar, no sobra recalear que el forta- lecimiento de la conciencia histérica, la forma- cién de pensamiento critico, la afirmacién de identidad y Ja amplitud de log horizontes de i" historia, desde abajo y desde el sur : omprensién no se logran con el mero trabajo le RCH; se posibilitan si estén articulados a 3 rocesos mas amplios de organizacién y educa- mn popular. VI. Metodologia de la reconstruccién colectiva de historias populares ~ Con un cuarto de siglo de existencia como prac- _tica histérica alternativa, la RCH ha podido ~ decantar un acumulado metodoldégico, expresa- do en criterios, procesos ¥ técnicas que le dan coherencia a su quehacer. Sobre estos criterios, procedimientos y dispositivos que no son defi- nitivos sino caminos en permanente y abierta - elaboracién nos ocuparemos en este ultimo ca- pitulo. 1. Criterios metodolégicos de la RCH La RCH, produccién de conocimiento articulada a luchas sociales alternativas En la medida en que reconoce que la emancipa- cién politica y cultural no depende tinicamente de la investigacién sino que se trata de un proce- so social agenciado por fuerzas que resisten y se oponen al sistema de opresién, las practicas de RCH se realizan con organizaciones, colectivos y redes sociales que deciden realizarlas como posibilidad de fortalecimiento de sus opciones Alfonso Torres Carrilla y sus acciones. Esta articulacién con practicas sociales especificas también implica que el co- nocimiento generado tienda a transformar las mismas, asi como a los sujetos que las. agencian. El presente: eje de la construccién de conocimiento sobre el pasado Al asumir que la “historia es una relacién ac- tiva con el presente” (Chesneaux, 1983: 22), la RCH asume el presente como eje articulador de la produccién de conocimiento histérico. En consecuencia, plantea que la construccién de conocimiento sobre el pasado debe contri- buir a esclarecer los problemas del presente, lo cual implica que son las preguntas que nos plantean los conflictos y btisquedas presentes lo que enmarca la definicién de las preguntas que orientan la indagacion del pasado. “El res- cate de la memoria popular tiene por objetivo contribuir en la forja de identidad de los sec- tores populares y en el desarrollo de su con- ciencia critica. Para que esto sea posible, debe mantenerse una relacién activa con el pasado, significando ello que el estudio de la historia solo tiene sentido si estd vinculado a los pro- blemas del presente” (Acufia, 1986: 49). i ~ Haver historia, desde abajo y desde el sur La RCH localiza su mirada sin perder la mirada de conjunto La RCH privilegia la mirada y la voz de los subalternos, articuladas al conjunto de la rea- lidad social. “Ni las comunidades existen ais- — ladas ni las luchas tiene una explicacién en s{ mismas ni ningtin grupo social es una isla. - Por esta raz6n, recuperar la memoria popular es ponerla en contexto, es trascender la propia experiencia, es comprender la totalidad social ala que se pertenecen en un momento dado’ _ (Acufia, 1986: 50). Por ello, la RCH va mas alld de los relatos a medida que busca com- prender los hechos y los procesos que aborda, en relacién a los conflictos que los atraviesan y las estructuras que los sostienen. La RCH como produccién colectiva de conocimiento Los colectivos organizados que se involucran en las investigaciones participan activamente en Jas decisiones del proceso; con ellos se acuer- da y se define el porqué Gustificacién) y el para qué de la investigacién (objetivos), qué se va a investigar (el problema) y cémo hacerlo (meto- Alfonso Torres Carrillo dologia). Frente a la jerarquizacion y la vertica- lidad de las prdcticas académicas de investiga- cién, estas modalidades de investigacién par- ticipativa promueven relaciones democraticas entre las diferentes categorias de sujetos inves- tigadores, lo cual no significa que desaparezcan las relaciones de poder. La RCH promueve el “didlogo de saberes” La construccién colectiva de conocimiento his- torico reconoce que la pluralidad de dimensio- mes) y sentidos que configuran los procesos so- ciales no puede ser Ilevada a cabo desde una sola racionalidad. Por ello, en la RCH confluyen one sin tensiones— varias formas de pensar, interpretar y narrar la realidad. Partiendo de los saberes, lenguajes y formas de comprensién propias de los actores sociales participantes, la RCH involucra perspectivas y lenguajes prove- nientes de la disciplina histérica, de las teorias sociales, del arte y las sabidurias ancestrales, que posibilitan la ampliacién de la mirada del colectivo. Hater historia, desde abajo y desde el sur La RCH como conocimiento practico _y transformador _-La RCH, al igual que otras modalidades par- _ ticipativas y criticas de construccién de conoci- miento buscan afectar —y en efecto lo hacen—las f propias practicas estudiadas: desde la organi- zacién de archivos, pasando por la generacion de cambios en los procesos, los procedimientos _y las relaciones dentro de las organizaciones, hasta cambios profundos en los modos de en- tenderlas y la introduccién de transformacio- nes en la dindmica de los movimientos. La RCH como practica reflexiva y flexible Al reconocer la ineludible presencia de lo sub- jetivo en todo proceso de construccién de cono- cimiento que hace imposible la ‘objetividad’, las investigaciones acogen el principio de reflexi- vidad, que implica someter a escrutinio critico cada una de las estrategias, decisiones y opera- ciones metodolégicas, asi como la construccién y la explicitacién de criterios que las orientan. Frente a la rigidez de la investigacién histori- ca canénica, desde la perspectiva de la RCH, Ja metodologia es una construccién que debe 8 Alfonso Torres Carrillo ser asumida de manera critica y creativa. Ello ha posibilitado que en nuestras investigacio- nes haya una preocupacién permanente por adecuar e innovar las estrategias y los procedi- mientos empleados, en funcién de la singulari- dad de los sentidos, los sujetos y las preguntas que definen cada proyecto. 2. E’roceso de una recuperacién colectiva de la historia A partir de una reconstruccién de los proce- sos Ilevados a cabo en nuestra experiencia. acompafiando o llevando a cabo RCH, ngdemios identificar momentos (no lineales) y decisiones metodolégicas que son frecuentes en nuestros itinerarios de investigacion. A. Fase preparatoria El punto de partida de la RCH Una RCH solo es posible y viable si hay un in- terés compartido entre un colectivo popular y los investigadores por re-construir una expe- riencia 0 un proceso histérico significativos. La iniciativa puede provenir de unos u otros —0 Haver histaria, desde abaja y desde el sur "hasta de un agente externo ; Definicion colectiva _ justifican por qué y D' — todo lo que se hace (por ejemplo, una convocatoria 0 concurso)—; pero la decision debe ser tomada por los actores de base. de las razones que ara qué realizar la RCH En los procesos comunitarios y organizativos, debe tener un claro sentido politico y formativo. Generalmente, a partir de yeuniones, se llega a un acuerdo sobre la nece- sidad, la pertinencia y Ja relevancia de jniciar la RCH. También se define la viabilidad o in- viabilidad de hacerlo, pues las organizaciones y los movimientos estan sujetos a multiples contingencias y desafios que pueden Tlevar a no ver oportuna la realizacién de la investigacion en un momento determinado. Definicion de las preguntas de la jnvestigacion Establecidos estos acuerdos, se procede a de- finir los interrogantes que orientaran la bus- A diferencia de las investigaciones con- queda. ellos provienen de yencionales en las que aqui

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