POSTFACIO A LA EDICION ESPANOLA DE
LA COMUNIDAD INCONFESABLE*
Jean-Luc Nancy
La comunidad afrontada
La historia de los textos filosdficos acerca de la comunidad
en los afos 80 mereceria ser escrita con precisién, porque es,
entre otras pero mds que otras, reveladora de un movimiento
profundo de pensamiento en Europa en esta época — un
movimiento por el que todavia nos vemos arrastrados, aunque
dentro de un contexto que se ha convertido en algo muy dife-
rente y donde el motivo de la «comunidad», en lugar de acla-
rarse, parece hundirse en una oscuridad (sobre todo en el
momento en que escribo estas lineas: mitad de octubre de
2001). En La comunidad desobrada yo habia evocado el comien-
zo de esta historia, pero demasiado brevemente. Regreso a ello
*La primera version de este postfacio fue escrita como prefacio para la
segunda edici6n de la traduccion italiana de La comunidad inconfesable en la
editorial SE de Milan, en 2002. Esta misma version, precedida por un pre-
ambulo, se publicé en Francia con el titulo de La Communauté affrontée
(Paris, Galilée, 2001). La he revisado y prolongado para la presente edicién
espafiola del libro de Maurice Blanchot.
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Jean-Luc Nancy
gracias a la oportunidad de este postfacio, con el alejamiento
temporal que permite comprender mejor.
Al mismo tiempo, el pesado contexto que acabo de evocar
—los encorajinamientos y las guerras comunitaristas de todas
las clases y de todos los «mundos» (el antiguo, el nuevo, el ter-
cero y el cuarto, el norte y el sur, el este y el oeste)— hacen tal
vez Util volver a trazar un movimiento que sélo depende del
pensamiento porque en primer lugar pertenece a la existencia.
*
* ok
En 1983 Jean-Christophe Bailly proponia un tema para un
numero venidero de la revista Aléa, que entonces aparecia en
Christian Bourgois’. El tema propuesto estaba formulado asi:
«La comunidad, el nimero».
1 Se veria obligado a suspenderla pocos aiios después, y buscaria enton-
ces fundar otra revista, mas importante, con algunos entre los que me
encontraba yo (asi como Lacoue-Labarthe, Alferi, Froment-Meurice... ).
No se encontro editor que estuviera de acuerdo con un proyecto esencial-
mente complejo y multiple, pues habiamos rehusado definirnos por una
“linea” o por un manifiesto. El tiempo de las revistas fundadas por una
“jdeologia” nos parecia cerrado (con Tel quel y otras mas). Es decir, las
revistas también forman “comunidad”, sin que por eso sea empleada la
palabra. Nuestro grupo, por lo demas variable, no producia comunidad. La
historia de las revistas en Francia después de 1950 seria con certeza escla-
recedora acerca de la desaparicion progresiva de grupos, colectividades o
comunidades de “ideas”, y asi mismo acerca de una mutaci6n de la repre-
sentacion de una “comunidad” en general. La revista fundada por Bataille,
Critique, tenia un presupuesto muy diferente, alejado desde el principio de
cualquier identidad teérica. No por ello, en los afios 60 y 70, producia
menos un efecto de “red”: era un lugar comtn para los que se apartaban de
toda comunidad.La comunidad afrontada
La elipsis perfectamente lograda de este enunciado —donde
la seguridad disputa con la elegancia, segtin el gran arte de
Bailly— me atrap6 desde que recibi la peticién de articulo, y
no he cesado después de admirarlo a este respecto.
La «comunidad» era entonces una palabra ignorada por el
discurso del pensamiento. Debia estar casi reservada al uso
institucional de la «comunidad europea», uso del que hoy
sabemos, casi veinte afios mas tarde, hasta qué punto deja en
suspenso el concepto que emplea: esto tampoco es extrafio a
la cuesti6n de la comunidad tal como nos asedia, tal como
deserta de nosotros 0 tal como nos incomoda. Se haya o no
sabido entonces, la palabra y su concepto sélo podian ser
pasados por el filtro de la Volkgemeinschaft nazi, «comunidad
del pueblo» en el sentido que se conoce. (Por otra parte, en
Alemania la palabra Gemeinschaft todavia desencadenaba en
la izquierda un fuerte reflejo de hostilidad, y la traduccién
de mi libro, en 1988, fue tratada de nazi en un Pperiddico
izquierdista de Berlin. En cambio, en 1999 otro periddico de
Berlin, procedente del antiguo Este, hablaba del mismo
libro de manera positiva bajo el titulo «Retorno del comu-
nismo». Esta doble anécdota me parece que resume bien la
anfibologia, el equivoco y quizds la aporia, pero también la
insistencia obstinada, no necesariamente obsesiva, que aca-
rrea la palabra «comunidad»). Por otro lado, lo que en 1983
atin quedaba de confianza socializante, en el grado o en la
forma que fuere, conservaba su afecto hacia la palabra
«comunismo» (por lo menos, entiéndase, con la condicién
de recobrar su exigencia primera contra el «comunismo
real» que ya no teniamos que descubrir).
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